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SEXO/GENERO/SEXUALIDAD
Sobre esta premisa, Rosario Aquim construye su crítica demoledora al patriarcado, que
no sería sólo el Estado patriarcal, sino la genealogía misma del patriarcado, las
estructuras históricas del patriarcado, las múltiples formas institucionalizadas e
internalizadas del patriarcado. Por lo tanto, el patriarcado como substrato trans-
histórico de las dominaciones históricas, de las dominaciones diferenciadas en los
recorridos de la geografía política.
La segunda tesis de Rosario Aquim es que sobre el substrato inicial de violencias sobre
el cuerpo, que es el patriarcado, en sus distintas formas originarias, emergen las
dominaciones sociales, las dominaciones sobre las sociedades, comunidades,
territorialidades, que son otros cuerpos; emerge el poder histórico, sobre la base del
poder pre-histórico, si se puede hablar así, por lo menos ilustrativamente; emerge
también sobre la base del poder tran-histórico. En otras palabras, sobre la base de la
transversalidad de dominación institucional sobre el cuerpo. El colonialismo y la
colonialidad no se explican sino, en última instancia, por la dominación de los cuerpos.
El capitalismo no se explica sino sobre la dominación sobre los cuerpos.
Esta tesis es importante en lo que respecta a la defensa del cuerpo como devenir, como
transformación, como invención constante, como apertura a la experiencia en sus
distintos recorridos, en sus variadas sexualidades; es decir, placer y goce lúdico y
estético del cuerpo.
A partir de estas tres tesis Rosario Aquim realiza la crítica a las instituciones, al Estado
patriarcal y colonial, a las “ideologías”, incluso si estas tienen pretensión
“revolucionaria”; empero, todavía afincadas en el sustrato patriarcal. Efectúa la crítica
a las violencias múltiples contra el cuerpo, violencias descarnadas, violencias
encubiertas, violencias simbólicas. Encuentra las claves de estas violencias en la
dominación masculina, dominación realizada incluso contra los “hombres”
subalternizados; en realidad, feminizados a partir del paradigma móvil patriarcal. A
partir del reconocimiento del macho entre los machos, el jefe, el caudillo, el rico.
La cuarta tesis es que los diagramas de poder ahora son articulados por el diagrama de
poder del control. Diagrama que no responde a la continuidad de las cartografías
disciplinarias, sino, más bien, a formas flexibles, liberadas de encierros, tolerantes,
incluso promotoras de fluidez, que, sin embargo, logran mejor captura de las fuerzas y
de los cuerpos, mediante el control de las mentes, tal como propone Lazzarato. Según
Lazzarato es el público el que ahora es el sujeto del poder. En los diagramas
disciplinarios los sujetos constituidos por las cartografías de poder son el delincuente,
en relación a la arquitectura de la cárcel, el obrero, en relación al taller de la fábrica,
el soldado en relación al cuartel, el estudiante en relación a la escuela, y así
sucesivamente, dependiendo de la institución de encierro. El diagrama o los diagramas
del control no son instituciones de encierro; son espacios abiertos, difusos, donde se
mueven abiertamente poblaciones, que habitan territorios conectados, incluso
yuxtapuestos en densidades urbanas. El diagrama de control tiene como dispositivos a
los medios masivos de comunicación, también a las tecnologías virtuales.
A parir de estas dos hipótesis, apoyadas por las anteriores, Rosario Aquim, emprende
la crítica a los feminismos, incluso los radicales y decoloniales. Desde su perspectiva
queer, observa que al aceptar las identidades institucionales, incluso en el caso de
autodeterminación, a pesar de las reivindicaciones asumidas, se termina reproduciendo
los perfiles modelados por las dominaciones patriarcales. El feminismo, a pesar de
reivindicar los derechos de las mujeres, termina reproduciendo la diferenciación de
género, que es la base operativa de la economía política de género. Si bien no acepta
los roles asignados a la mujer, incluso, en el caso del feminismo decolonial, si bien
rechaza el control del cuerpo, la marca racial del cuerpo, de las instituciones coloniales
y de la colonialidad, al preservar la diferenciación de género reproduce el secreto del
colonialismo, que es el haber impuesto esta diferenciación sexual. Relación binaria
sobre la que se sustenta el Estado patriarcal.
Uno de los temas destacados por Rosario Aquim es el del hermafroditismo. Hay varias
razones para esto; la primera es que se muestra patentemente la realización de dos
sexos simultáneamente; es decir, es verídica la intersexualidad. La segunda, es porque
las sociedades capturadas por las instituciones patriarcales, vieron este fenómeno
como anormalidad, incluso como castigo de Dios, señal apocalíptica, vinculación con
el demonio. En este sentido se puede arrancar una genealogía del poder sobre el
cuerpo, también una arqueología de la economía política del género, a partir de esa
clasificación, en las postrimerías de la modernidad, de los anormales. Los anormales
descienden de los monstruos. Fenómeno perverso cosmológico que atenta contra las
leyes de la naturaleza. La figura del monstruo es la figura de la mezcla grotesca y atroz.
Mezcla de humano y de bestia, mezcla de hombre y mujer, alguien que nace con los dos
sexos incorporados. Por lo tanto, atentado contra la naturaleza, de este modo, atentado
contra Dios[1].
Los anormales, que de monstruos pasan a convertirse en los incorregibles. La figura del
monstruo es el substrato que sostiene lo que viene, las otras figuras del exorcismo de
las dominaciones. Viene la figura de los y las incorregibles, del niño masturbador. De
una marca contra-natura se pasa a una descalificación de las inconductas, de la lectura
de un desorden cosmológico se pasa a una lectura de un desorden moral. El y la
incorregible, el niño masturbador, no es que sean monstruos, en el mismo sentido que lo
eran los hermafroditas; no lo son, son, mas bien, a-normales, en el sentido de que
expresan un desorden moral, una inconsistencia estructural en la constitución de su
personalidad, una inclinación precipitada a la violencia y a la agresión, una inclinación
temprana a autosatisfacerse sexualmente. Hay pues un cambio de tratamiento de los
temas en cuestión; si bien el monstruo tenía que ser condenado, perseguido y asesinado,
para después ser quemado, no ocurre lo mismo con los a-normales, quienes tienen que
ser corregidos, normalizados, normatizados. Para tal efecto se comienza a atender las
causas de esas inconductas, sus racionalidades oscuras; por lo tanto, una especie de
saber sobre los a-normales. En esta clasificación ingresan las “desviaciones” sexuales,
la homosexualidad y el lesbianismo; sin embargo, estas categorías, se las acerca a la
imagen de monstruosidad por las analogías prácticas con las posibilidades inherentes a
los hermafroditas. Entonces homosexuales y lesbianas van a sufrir un intervalo de
violencias, que vienen desde la condena a la figurada monstruosidad hasta la
descalificación moral por sus inconductas sexuales. De todas maneras, se construye
también un saber sobre la homosexualidad y el lesbianismo, un saber pretendidamente
médico, un saber psicológico, una saber psiquiátrico, que va encontrar, en parte, la
explicación de estas inclinaciones, en historias de vida dramáticas, en rupturas y
diseminaciones familiares, en violencias sexuales sufridas tempranamente. Las
llamadas “desviaciones” sexuales van a ser castigadas y penadas, también internadas
para su corrección[2].
El primero, entiende lo transgénero, como expresión de un tercer género. Los transgénero son
considerados como una tercera posibilidad en la organización y representación de género. Su
presencia, instala un cuestionamiento al sistema dimórfico sexual occidental que limita los géneros a
la polaridad varón-mujer. Los transgéneros proponen un paradigma de géneros múltiples, donde el
género sea autónomo del sexo, ya que las categorías hombre o mujer basadas en criterios
anatómicos, por un lado, no son universales, y por otro, no son conceptos válidos para un sistema de
clasificación de género. De ahí que, los transgéneros, al no poder ser interpretados bajo esas
categorías, quedan relegados a “lo otro” invisibilizado.
Para el segundo, la transexualidad es vista como reforzamiento de las identidades genéricas. Este
paradigma cuestiona al primero en relación a la asunción de la categoría de tercer género, porque
considera que se estaría constituyendo una especie de tercer status sexual u otra posibilidad de
organización de las representaciones de género. Para éste paradigma, la pregunta importante que
hay que contestar, es si se puede pensar el género con independencia de la diferencia sexual.
Desde esta óptica, las personas transgénero ven al género como algo rígidamente enmarcado y
excluyente: masculino y femenino, y reflejan en sus cambios y en su solicitud de reasignación
genérica, los roles de género tradicionales, auto excluyentes entre sí. Por ejemplo: las transexuales
hombre-a-mujer, reproducen una estereotipada visión de la mujer que habitualmente ha sido usada
para oprimirlas.
Para decirlo de manera resumida; Rosario Aquim es crítica de las teorías críticas
feministas, radicales y decoloniales, aunque comparte con estas teorías gran parte de
las premisas; es crítica también de las posiciones TLGBs, pues considera que se
mantienen en el paradigma de la identidad, que es una inscripción del poder. De lo que
se trata es de dinamitar el paradigma de género y de sexo, como constructos culturales,
pretendidamente naturales.
Por ejemplo, expone a Judith Butler en su análisis crítico del concepto de sexo,
buscando “generizar” el mismo.
Butler desmonta el mito de que el sexo es a la naturaleza, como el género a la cultura. Si el sexo no
es más que género, y a su vez el género no es otra cosa que la división contingente –en el sentido
de social, de ser un efecto del lenguaje- de la humanidad en dos, lo que quedaría más allá de la
determinación arbitraria del género sería un sujeto universal fácilmente homologable al sujeto
cartesiano, puro espíritu sin cuerpo –sin marca- que obtendría su universalidad (su capacidad de
representar al todo de los seres humanos) de la exclusión de todos los otros subordinados, y que a lo
largo de la historia fue encarnado por el sujeto trascendental kantiano, el “hombre” de la igualdad, la
fraternidad, y la libertad de la revolución francesa, el ciudadano abstracto de la democracia formal.
El problema que nos plantea Butler es: efectivamente “la/s mujer/es” es un constructo histórico
contingente, y no hay ninguna sustancia que amerite ser unificada mediante esta nominación. El
sujeto mujer, tanto como el sujeto varón, son representaciones (en el sentido semiótico del término)
que, si bien y como tales, pretenden evocar un referente externo a la significación, sólo evocan un
vacío: en tanto que representaciones, las posiciones de sujeto de varones y mujeres son signos cuyo
valor y significado se configura por su posición en el sistema de signos y no por su remisión a una
instancia exterior a dicho sistema. De ahí que, la división establecida por el sistema de sexo/género
al ser una división histórica y contingente, sea una división que puede ser transformada[7].
La crítica a Butler es la siguiente:
Rosario Aquim quizás se encuentre muy próxima a María Lugones; sin embargo,
también marca sus diferencias, por el apego de la teórica decolonial a la reivindicación
de género, aunque desde una perspectiva descolonizadora y transexual. Aquim escribe:
María Lugones, instala su crítica desde los márgenes del discurso dominante, desde los pliegues,
desde las fronteras del modelo colonial global. La raza, la clase, el sexo, son opresiones conectadas
en continuo proceso de producción y transformación, ya no es cuestión de controlar la bio-tánato-
política, sino de gestionar la producción y docilización del “monstruo”, ese tejido de conexiones
híbridas, de cuerpos incorregibles, de estéticas indomables, que se resisten a ser “curadas”[10].
CUERPO Y PODER
La genealogía del cuerpo, no está del lado de los dioses, no remite a ningún origen
divino, a ningún comienzo esencial, donde todo es perfecto. Los cuerpos no tienen
origen metafísico, los cuerpos son constructos sociales impregnados de historia y al
mismo tiempo, destruidos por la historia. Desde este punto de vista, no hay cuerpos
originarios, no hay cuerpos portadores de la verdad, no hay cuerpos esenciales, porque
el origen y la esencia no existen, fueron inventados paso a paso, por el oscuro accidente
de la procedencia.
La procedencia, nos remite a una fuente “humana, demasiado humana”, en cuya raíz está
el hastío, el conflicto, la guerra. La procedencia de los cuerpos nos refiere a la sangre,
a la raza o a la tradición lejana de una historia efectiva, mediada por una dicotomía
jerárquica valorativa, a partir de la cual se instaló la diferencia. Los cuerpos no son
iguales, hay cuerpos que valen más que otros, hay cuerpos cuyo valor es tan
insignificante que no valen nada, son cuerpos de desecho. La dicotomía jerárquica,
instala la diferencia racial, la diferencia sexual, la diferencia respecto al género y en
relación a la sexualidad: lo blanco vale más, que lo negro; el macho es más, que la
hembra; el varón es más, que la mujer; la heteronormatividad pesa más, que la
homobisexualidad. De ahí que, la procedencia, en cuanto, pertenencia al grupo,
enraizada en el cuerpo, nos descubra que no hemos sido creados por dioses, en un
primer amanecer de los tiempos, que no somos perfección divina, sino accidente
marcado por el dolor y la sangre.
A partir del siglo XIX, la scientia sexualis (ciencia sexual), aumenta los controles
sociales en torno de las distintas especies de perversión (homosexualidad), al producir
un conjunto de discursos médico-psiquiátricos en torno de estas perversiones. Estos
discursos constituyen verdaderos bloques de poder-saber, cuya legitimidad estaba dada
por el discurso científico.
La burguesía del siglo XVIII, se afirmará a sí misma, y con ello a todo su proyecto
económico y político, lo que explica su hegemonía, no sólo por ideología o conciencia
de clase, sino físicamente al autoproducirse y autovalorarse como cuerpo sexual,
conforme a un modelo de salud y fuerza, a una scientia sexualis.
Según Foucault, si la sexualidad consiste en los efectos que sobre los cuerpos, las
conductas y las relaciones sociales induce un dispositivo complejo de saber-poder-
placer, una tecnología política de dominación, entonces, o bien existen sexualidades de
clase o bien la sexualidad pertenece sólo a la formación histórico-social de la
burguesía.
Este poder sobre la vida humana, para el cual la muerte es el límite de su ejercicio, se
establece sobre el cuerpo concebido como máquina y, luego, en el siglo XVIII, como
especie biológica; el primero se somete a las técnicas disciplinarias, el segundo a los
controles de una biopolítica. Alrededor de tales polos y sus instituciones se construye
un biopoder anatómico y biológico, que tiene por finalidad estratégica la
administración total de la vida, y del cual el dispositivo de sexualidad realiza una de
sus principales articulaciones de invasión de lo viviente.
A partir del siglo XVIII, con el surgimiento de la sociedad disciplinaria, que desplazó a
la sociedad soberana cuya forma de poder, se centraba en la ritualización de las “mil
muertes”, propias del diagrama del suplicio, característico del Medioevo.
Sin embargo, no todo el bios, es de interés del poder. El poder divide la complejidad
de la vida, en mente y cuerpo, espíritu y materia, recodificando sus partes y asignándole
sentido y valor a los fragmentos y colores que tejen esas vidas. Lo que interesa al poder
es el control y la administración de una parte específica del cuerpo: la vagina y el pene.
Los órganos productores y reproductores de lo vivo. Al Estado, le preocupa hacer del
cuerpo una inscripción legible y referencial de la verdad del sexo. A través de las
políticas represivas de la salud sexual y reproductiva, el Estado se ha transformado en
el propietario de las vaginas y de los penes. A partir de ese derecho propietario, busca
restablecer la relación original entre sexo, género y sexualidad. La normalidad, en la
sociedad disciplinaria y de control biopolítico se funda, en la coherencia que debe
existir entre los órganos sexuales, el sexo (hembra o macho), el género (los roles
asignados a ese sexo: masculino o femenino) y la sexualidad (heterosexual o perversa).
Desde este punto de vista, nuestro cuerpo, ya no nos pertenece en su totalidad. Nuestro
cuerpo segmentado y territorializado, está atravesado como dice Beatriz Preciado, por
dos regímenes de corporalidad: un régimen de corporalidad posmoneyista en el que
partes, como la nariz, los labios, la barriga, las caderas, los muslos, etc. son de
propiedad individual y objeto de mercado, que podemos transformar a gusto, mediante
la cirugía estética (Ej: los cuerpos de “las magníficas”) y, un régimen premoderno (casi
soberano), en el que el pene y la vagina siguen siendo de propiedad del Estado. En este
sentido, al no ser nuestro el sexo, no lo podemos transformar, a partir de intervenciones
como la vaginoplastía o la faloplastía, en tanto operaciones de cambio de sexo.
Desde el Medioevo hasta nuestros días, los intentos de reasignación de sexo, no han
sido aceptados por el poder. Transgredir la prohibición, ha significado para quienes lo
han intentado, la condena de la muerte o el derecho soberano de “dar o quitar la vida”.
Un caso emblemático fue el de la hermafrodita Herculine Barbin, condenada a muerte
por la inquisición (se suicidó antes), no por ser un hombre atrapado en un cuerpo de
mujer, o una mujer atrapada en un cuerpo de hombre, sino porque tuvo la desgracia de
ser un “cuerpo atrapado entre los saberes dominantes sobre el sexo y los saberes
menores de los anormales”[12].
La propiedad del sexo, en mano del poder; la transformación del sexo, en objeto de
gestión política de la vida, implica la incorporación de nuevas técnicas de
tecnocapitalismo avanzado, cuyo propósito es “usar la tecnología para modificar el
cuerpo según un ideal regulador preexistente de lo que un cuerpo humano (femenino o
masculino) debe ser”[13].
Michel Foucault decía que el poder al ser una correlación de fuerza, no se da, no se
intercambia ni se retoma, sino que se ejerce, es decir, sólo existe en acto. Sí esto es así,
en qué consiste este ejercicio? Hay dos posibles respuestas a esta pregunta: la primera
considera que el ejercicio del poder consiste en reprimir, los instintos, los individuos,
las clases, las resistencias, los cuerpos; la segunda manifiesta que el ejercicio del
poder es la guerra continuada con otros medios (Clausewitz), esto significa, el
mantenimiento perpetuo del desequilibrio de las fuerzas que se manifestaron en la
guerra. Este razonamiento plantea la existencia de dos grandes sistemas de análisis del
poder político: el viejo sistema Contrato-Opresión-Abuso, que concibe el poder
político como derecho originario que se cede para constituir la soberanía en torno de un
contrato; y el sistema Guerra-Represión-Dominación. El primer sistema es jurídico; el
segundo es del orden lucha-sumisión.
El segundo modelo de la guerra entre razas, fue introducido, por lo que Foucault llama
la Contrahistoria de la aristocracia decadente del siglo XVII, para quienes el punto cero
de la historia fue: la invasión, la usurpación del poder. La aristocracia, pensaba la
guerra como enfrentamiento entre campos antagónicos, choques entre pueblos,
conflictos entre fuerzas exteriores; posteriormente la burguesía se hizo eco de este
modelo para pensar la guerra en términos civiles, se habla de los problemas internos y
del enemigo interno de la sociedad, el enemigo ya no es el extranjero, ni el invasor,
sino el peligroso, aquel que es capaz de afectar el orden social; de ahí que el
colonizado o nativo, el degenerado, el perverso se conviertan en los nuevos enemigos
de la sociedad. Nosotros somos herederos de este segundo modelo. Acá, cuando se
habla de razas, se hace referencia a étnias, pueblos que se definen por una lengua y por
usos y costumbres comunes. Este concepto de raza cambió de sentido en el siglo XIX, y
adquirió una connotación biológica, merced al evolucionismo y a las teorías de la
degeneración. El poder de los Estados modernos y el discurso biologista se apoyaron
sobre esta Contrahistoria para desarrollar las bases teóricas del racismo.
Actualmente, el racismo sigue presente en todas las sociedades donde perviven los
resabios de la colonialidad. Y su característica es, que no se presenta sólo, sino como
condición de posibilidad de opresiones múltiples. El racismo, siempre está articulado
al género, a la clase y al sexo. La colonialidad del poder, inscribe a perpetuidad, a
través de una especie de guerra silenciosa, las relaciones de poder, en las instituciones,
en las jerarquías raciales, en las dicotomías sexuales y genéricas, en las desigualdades
económicas, en el lenguaje, en las subjetividades, hasta en los cuerpos de unos y otros.
Estas relaciones de poder, sobreviven y se fortalecen en espacios como los de las
ideologías de derecha e izquierda, en las religiones fundamentalistas, en las ciencias
evolucionistas, y en los nacionalismos y populismos, interesados en reactualizar el
racismo como ideología dominante en la concepción del Estado y del derecho a la
ciudadanía.
Desde este punto de vista, la colonialidad del poder tiene que ver, con la exclusión de
la alteridad. Y la cuestión del racismo, se vuelve más específica. Lo que hubiese
podido permanecer como simple afirmación de la inferioridad de los otros, se vuelve
discriminación, desprecio, confinamiento y finalmente, exacerbación hasta la rabia, el
odio y la locura asesina. Cuando hay racismo, los “otros” no solo son excluidos e
inferiorizados, sino que cristalizan en el imaginario, los atributos de la maldad y la
perversidad que justificarán los horrores de los que serán víctimas. Hannah Arendt
decía que lo intolerable del racismo es el hecho de que se odie a alguien, por algo de lo
que no es responsable, su nacimiento o su raza.
Por otro lado, el sistema moderno colonial de género, que subyace a la colonialidad del
poder en indisoluble complicidad, pone en evidencia la secuencia congénita sexo-
género-sexualidad-raza, para enfatizar que el dimorfismo biológico, el
heterosexualismo y el patriarcado bases indisociables de la colonialidad del género,
han sido y son atravesados por el racismo. La presencia del racismo, pone en duda la
humanidad de los sujetos colonizados que no se asemejan al universal hombre-blanco.
La historia de la colonialidad, es un ejemplo, de lo que el universal humano hombre-
blanco, racista, sexista-machista, homobitransfóbico ha sido capaz de hacer con los no
humanos racializados, generizados y sexualizados: las mujeres blancas, los negros/as,
los indios/as, los intersextranshomobisexuales.
Pero, ¿qué ocurre si este supuesto básico es falso: si en realidad existen seres
considerados humanos y seres considerados no humanos; y, donde los humanos tiene
mayor valor que los no humanos?. La sospecha permanente sobre la humanidad del
otro, perpetúa la negación ontológica y la condena de su inexistencia, merced a su
condición racial, imposibilitando siquiera el reconocimiento de su desvalorización. El
otro, simplemente, no es. La raza, es el fundamento biológico de que constitutivamente
los otros, no son o son inferiores y; en cuanto tales, están condenados a la
naturalización de la esclavitud física y subjetiva.
De ahí que, en sociedades como la nuestra, la colonialidad del poder y las relaciones
de género se sigan definiendo y reproduciendo a través y por medio del poder
patriarcal, desde el nivel individual hasta el institucional, ya que son el resultado de
interacciones y prácticas cotidianas.
Es por ello, que Castro y Riquer señalan que el patriarcado es además, un fenómeno de
carácter estructural, constitutivo y constituyente del orden y la reproducción de las
sociedades, esto significa, que se inserta al interior de la estructura (económica,
política, social y cultural) organizativa de cada sociedad, que orienta y establece un
determinado orden entre los géneros, reproduciéndose constantemente, con el fin de
reforzarlo y mantenerlo vigente en la sociedad. En Bolivia, un ejemplo de esto lo
podemos ver en el Texto Constitucional cuando el Estado establece garantías al
ejercicio de los derechos políticos, de los derechos sexuales y de los derechos
reproductivos de las mujeres, de manera que se convierte en garante y protector de la
maternidad (gestión de la vida) y, del trabajo de jefas del hogar, de mujeres del área
rural, de profesionales, de artesanas y de amas de casa, en un proceso perverso de bio-
política de la sexualidad, que gestiona y controla la vida, a través del control y gestión
del cuerpo de las mujeres (Bono a la maternidad “Juana Azurduy”).
Toda esta forma de violencia simbólica impuesta por la razón masculina, contra las
mujeres, es expresión concreta del imperio de la lógica del poder de dominio del orden
patriarcal, que en Bolivia, sostiene a la colonialidad de género.
PATOLOGIA DEL PODER PATRIARCAL: EL COMERCIO DE CUERPOS
¿Qué se puede decir, cuando se asiste cada viernes a las vigilias organizadas en la
Plaza Avaroa? ¿Qué responder a las madres y familiares de las jóvenes desaparecidas?
¿Qué hacer, frente a la indiferencia de la justicia en el marco del rescate y
acompañamiento de víctimas en situación de trata para su explotación sexual y
comercial por parte de las mafias institucionalizadas? ¿Qué se puede pensar respecto a
la violencia, explotación, encierro físico y/o simbólico/psicológico que significa este
delito?
No otra cosa es la trata, una enfermedad del poder patriarcal, sediento de cuerpos
feminizados. El síntoma principal de esta patología, que consiste en la explotación
sexual y comercial de las mujeres, es la demanda concreta de cuerpos a pedido, a
partir de la existencia de un grupo de clientes. Merced a esta demanda, el cuerpo de las
mujeres deviene objetivado, cosificado, extrañado de sí mismo. La trata, se diferencia
de la prostitución, porque en ella, no hay un acuerdo de intercambio de sexo por dinero.
En la trata lo que hay es plagio, explotación, encierro físico y/o simbólico/psicológico,
las víctimas no manejan dinero, no cobran o el pago es ínfimo. Los explotadores
(miembros de la red y clientes), generan un sistema de deuda eterna en torno a diversas
estrategias para obtener la sumisión y lograr el sometimiento de las víctimas. Esta
reducción del cuerpo femenino a cosa, a mercancía que se compra y se vende, nos
habla de las nuevas exigencias de la sociedad neocolonial moderna capitalista, cuya
hipocresía moral encubre este delito, al no reconocerlo como el tercer gran negocio
mundialmente redituable (equiparable al narcotráfico o a la venta de armas), sostenido
a partir de la mercantilización de las niñas/os-adolescentes-mujeres víctimas.
La trata es una patología del poder, porque es una forma de violencia contra las
mujeres y contra todo otro que se le parezca. Esta violencia, la ejercen algunos
hombres, en base a un vínculo coercitivo de abuso de poder, que reproduce en las
mujeres los síntomas de la dominación patriarcal. La trata, en la sociedad neocolonial
moderna, al ser una expresión de violencia, que instaura y sostiene las dicotomías
jerárquicas valorativas de sexo-género-sexualidad, se considera como una violación,
por ser un mandato y un enunciado, condición de posibilidad, de estas diferencias
jerárquicas. La violencia, origina una exacción de tributo que produce como resultado
un flujo afectivo, sexual y de subordinación que expresa la sujeción constante de la
posición de las mujeres. Es por ello, que la explotación sexual, la trata y el negocio que
deviene de recaudar dinero por la ejecución de actos sexuales con los llamados
clientes, son considerados como modalidades naturalizadas de violación.
Con la trata, el patriarcado nos muestra los planes atroces y terribles de un poder
infernal: la deshumanización total, el infierno dantesco que ya no es personal e íntimo,
sino calculado, colectivo y biopolítico. Con la trata, los cuerpos de niñas/os-
adolescentes-mujeres son reducidos a mera supervivencia, reprimidos y desaparecidos
en el flujo perverso de los circuitos de la mercancía del gran capital. Estos cuerpos
excluidos de la sociedad de la igualdad devienen cuerpos-ausentes, cuerpos-
desaparecidos, figuras de un proyecto civilizatorio con quienes se comete la violencia-
violación más descarnada y el sufrimiento más humillante.
GROTESCO EJERCICIO DEL PODER PATRIARCAL
Hemos visto con horror días atrás, como el patriarcado se pavoneaba ante la
consolidación del derecho propietario sobre los cuerpos de las mujeres. Esta vez, son
los cuerpos racializados de las mujeres indígenas originarias campesinas, los que son
obligados a cumplir con el contrato sexual de la hetosexualidad obligatoria y a
perpetuar, a través de la función productiva y reproductiva de la vida y sus cuidados,
las dos instituciones más decadentes, encargadas de hacer posible el sistema de
dominación y de poder patriarcal: la familia y el matrimonio.
Todos sabemos, que en los usos y costumbres se encuentran solapados los resabios más
violentos de la dominación colonial. Sabemos por ejemplo, que en el caso de las
culturas de la amazonia, la misión como institución colonial fue un dispositivo de
normalización, cuyas principales preocupaciones eran el orden público, la policía y la
institucionalización de una norma jurídico-política común. Y, que otro de los
dispositivos del poder misional, fue la concentración de indios en esas misiones o
reducciones. En estas instituciones de secuestro, comenzaba el proceso civilizatorio y
de transformación subjetiva del indio, desde la modificación de su hábitat hasta el
desarrollo y fortalecimiento de su alma. Estas transformaciones, destruyeron todas las
formas de organización del trabajo, de colaboración, de ayuda mutua y de solidaridad
que estas naciones habían logrado construir en torno de su hábitat. Los objetivos que se
buscaban con la concentración de los indios en las misiones eran: romper su dispersión
y movilidad para que no escapen a la evangelización, “sustraerlos del vicio y la
lujuria” al alejarlos de sus casas comunales, ya que para los misioneros las “malocas”,
eran lugares de “promiscuidad e inmoralidad”, finalmente se creía que el mantener a
los indios en las misiones facilitaría su evangelización y civilización.
Sabemos pues, que las misiones, eran especies de cárceles panópticas, en las que se
guardaban los cuerpos para su disciplinamiento y normatización en función de un
sistema permanente de vigilancia y de control, y en la que se intervenía el alma, con el
fin de lograr su “humanización” y “racionalización”. Sin embargo, sabemos también que
al interior de las misiones, existían otras instancias de secuestro menores, no por ello
de menor importancia como: el convento, el beaterio, la escuela, los talleres, cada una
de las cuales estaba destinada a docilizar o “amanzar” de una manera diferente los
cuerpos y almas de los indios sujetados. A partir de esto, podemos intuir a manera de
hipótesis, que en las misiones comienza a germinar la genealogía de lo que luego se va
a conocer como patriarcado. Ya que es a partir de estas instituciones que aparece una
taxonomización sexual, etárea y civil de los cuerpos, una división sexual del trabajo y,
se puede distinguir claramente, la imposición de una de las instituciones garante del
poder de dominio patriarcal: el matrimonio. Y si profundizamos un poco más, es
posible encontrar en la extirpación de la “promiscuidad”, los primeros dispositivos de
poder de lo que luego será, la heterosexualidad obligada, cuya base reproductiva es la
pareja heterosexual. Algo similar, podemos encontrar si hacemos un análisis del
diagrama colonial que se impuso en occidente.
¿Cómo pensar y hacer inteligible fenómenos tan abismáticos y al mismo tiempo tan
cotidianos como los asesinatos de mujeres? ¿De qué hablamos cuando decimos
feminicidio? ¿Por qué tantas y tan aterradoras muertes de mujeres han invadido los
medios masivos en este último tiempo en el mundo en general y en Bolivia en
particular? ¿Por qué las estadísticas incipientes sólo hablan de estos crímenes contra
las mujeres y no hacen ninguna referencia a los asesinatos de lesbianas, gay y
transexuales femeninas (homotranslesbicidios)? ¿Es posible entender el feminicidio, el
homotranslesbicidio, el genocidio, el infanticidio como hechos aislados productos de
estados patológicos, desviaciones mentales o crímenes pasionales por parte de los
victimarios en su mayoría hombres? ¿Qué es lo que se oculta detrás de la violencia y
crueldad de estos crímenes aberrantes?
De ahí que, el feminicidio, se convierta en una de las tecnologías que hace posible la
consecución del derecho de muerte, al ser conceptualizado como el asesinato de
mujeres por el hecho de ser mujeres cometido por hombres. Haciendo extensivo este
concepto, podemos decir, que el transhomolesbicidio, el genocidio, el infaticidio son
asesinatos de todo otro que se parece a la mujer por su marca de inferioridad e
inhumanidad naturalizada. Todas estas tecnologías del derecho de muerte, han sido
invisibilizadas y normalizadas durante milenios, constituyendo una barbarie de impacto
planetario que no distingue entre países del norte o países del sur, ni clases sociales, ni
origen étnico. Una barbarie, que se manifiesta con sus particularidades en cada
sociedad y que aún hoy, en ciertos contextos, intenta ser silenciada y desmantelada por
el discurso dominante: patriarcal, androcéntrico y misógino.
Desde este punto de vista, el estado no tiene el monopolio del uso legítimo de la
violencia. En realidad nunca lo tuvo. Y esto porque la legitimidad es un concepto que
sobrepasa la formalidad de las leyes establecidas. La legitimidad del ejercicio de la
violencia y la muerte se dispone, en la vida cotidiana, en la aceptación de determinadas
prácticas por las comunidades humanas. El femi/trans/lesbi/geno/infanticidio es un tema
que se liga a lo señalado. Y es que, entre las parejas
heterosexuales/homobitransexuales en los espacios urbanos como en los espacios
rurales las formas de la violencia y la muerte aparecen en muchos casos como prácticas
cotidianas. Estos casos no son pocos y ocurren habitualmente (habitus) en el seno de las
familias, formando estructuras de relaciones que legitiman dichas formas de violencia y
muerte en los imaginarios locales, sobre todo de los varones hacia sus parejas mujeres
(amantes, enamoradas, novias, convivientes, esposas).
Cada uno de los usos de la violencia y de la muerte entre las parejas resulta un modo de
ejercicio del poder y a su vez un lenguaje complejo que permite deconstruir sistemas de
interacción. La idea es que los feminicidios y translesbicidios y la violencia no
significan una ruptura de la significación, sino más bien un continuum radical de la
estructura. En este sentido, cada modalidad de la violencia y las técnicas en dar la
muerte son formas del lenguaje sobre las cuales se pueden construir gramáticas. Así, el
feminicidio y el translesbicidio “son un lenguaje tan radical, que su mera enunciación
implica el exterminio de uno de los interlocutores”[17].
En el castigo, muchas veces los golpes y cortes se producen inicialmente en las piernas,
para eliminar la posibilidad de “movilización”. Parecería que el significante se refiere
a una orden de permanencia dentro de la casa, un mandato de inamovilidad.
Posteriormente, estos golpes y cortes se practican sobre zonas visibles del cuerpo: el
rostro y los brazos. Su carácter manifiesto implicaría, en este caso, un significante más
abierto: por un lado el mandato de no salir para no divulgar la vergüenza del castigo
(que simbolizaría una mala acción de la mujer). Por otro lado, el significante indica
justamente que se expone públicamente el castigo, se muestra a todos, estas afrentas y la
capacidad puesta en práctica del control de la pareja, la demostración del contrato y de
las consecuencias de su transgresión.
“…recuerdo a una muchacha que fue masacrada por su pareja. Este, después de pegarle en su
casa, la bajó arrastrando de los pelos por las escaleras ante la vista de todos sus vecinos y nadie
hizo nada. Grada por grada la pobre mujer se golpeaba la cara, el cuerpo”. (Elsa Mamani).
Preso de sus celos enfermizos, un ex presidiario asesinó a su ex mujer al atacarla con un filudo
cuchillo de cocina y cortarle la yugular, intentando luego suicidarse ingiriendo veneno para ratas
(…) Antonio Benigno Gómez no soportó encontrar a su ex conviviente Sonia Irma Norberto Soto,
tomando un caldo de gallina con un amigo en el mercado (…). Doralisa Silva Gonzales, amiga de
Sonia Norberto y testigo de los hechos, dijo que el asesino golpeó a su víctima y a empujones la
metió en su cuarto porque estaba tomando caldo de gallina con un amigo. “después no escuchamos
nada y cuando entramos a ver a mi amiga Sonia, la encontramos muerta con el cuello cortado, y él
tirado en el piso botando espuma por la boca (…)”[20].
Una vez más, el tema de los celos no implica solamente un “arranque” irracional
patológico, sino que muestra el significante del control. Cuando el esposo, enamorado o
novio entra en un “arranque de celos”, también ve desprotegido el contrato que se ha
establecido con su pareja y desprotegido su campo de acción micro político.
Esto permite concluir que el ejercicio de la violencia y la muerte está dispuesto por
campos construidos sobre micro contratos, sobre una estructura política que cuestiona
la determinación del estado como una totalidad absoluta. Incluso en el campo policial o
judicial, muchos de los actores que ocupan el cargo de autoridades formales muestran
que la estructura se sobrepone a la existencia de estos sistemas. En otras palabras, que
conocen de un modo u otro la existencia de esa legitimidad del uso de la violencia y la
muerte en el campo doméstico y que prefieren no intervenir.
Si bien la ley existe como un dispositivo formal que supuestamente penetra toda la
estructura, en la práctica esto no siempre es así; no se trata de un campo racional total,
sino más bien de uno en el que los modos de pensar el poder y de conocer el uso
legítimo de la violencia y la muerte están cruzados. No es solo “complicidad
masculina”, “encubrimiento”, “machismo”, sino también el reconocimiento de este uso
legítimo, de esa zona privada-pública en la cual los hombres ejercen su derecho a dar
la muerte. Se trata de un reconocimiento de múltiples contratos que no pueden ser rotos
por la ley formalizada del estado.
A Elena la mataron a golpes. Su propio marido la violó, le arrancó mechones enteros de cabello con
las manos. Tirada en el piso, él la pateó en el vientre, le dijo que era “una perra”, que “solo tenía
valor porque él la mantenía”. A Elena le dijeron que ella “no tenía derecho a nada si es que su
marido no le daba permiso” y es que ella se había casado, ella le había prometido fidelidad total. Él,
a cambio, le daría protección, alimento, casa. Elena no quería denunciar las agresiones porque estas
eran parte de la promesa, del contrato que tenía, de ser una mujer casada, una pareja fiel. Cuando
la mataron, Elena no se defendió. Su cuerpo amoratado por los golpes, enrojecido por los cortes
nunca reclamó nada. Elena tenía 26 años.
LA SOCIEDAD: ASESINO COLECTIVO
“Mi “escucha” de lo dicho por estos presidiarios, todos ellos condenados por ataques
sexuales realizados en el anonimato de las calles y a víctimas desconocidas, respalda la tesis
feminista fundamental de que los crímenes sexuales no son obra de desviados individuales,
enfermos mentales o anomalías sociales, sino expresiones de una estructura simbólica
profunda que organiza nuestros actos y nuestras fantasías y les confiere inteligibilidad. En
otras palabras: el agresor y la colectividad comparten el imaginario de género, hablan el
mismo lenguaje, pueden entenderse”.
Laura Rita Segato[21]
Los hombres violentos que asesinan mujeres y todo aquello que se le asemeja
(homo/bi/trans sexuales, niñas, ancianas), no son “enfermos”, no hay ninguna patología
que justifique tal violencia. La conducta violenta es intencional y consciente. Los
violentos son responsables de sus acciones. De ahí que, los asesinatos cometidos por
estos violentos no se puedan tipificar como casos aislados cometidos por “locos con
mentalidad criminal”.
En esta forma impune de matar y olvidar del patriarcado, hay una conexión no verbal,
un código no escrito, un acuerdo en el imaginario; solidario y mafioso con la modalidad
y su objeto. Una lealtad colectiva con el criminal y con el crimen, que permite
visualizar los elementos que le otorgan continuidad. Celia Amorós explica, que esto se
debe a que el patriarcado es un sistema meta estable[25] de dominación, con gran poder
de adaptación a los cambios, que le permite sostenerse y conservar su núcleo duro
constituido precisamente por el sistema de reconocimiento entre pares y el ejercicio
hegemónico de poder. El reconocimiento entre pares, parte del supuesto de la igualdad,
de la afirmación de derechos, de la identidad y el ejercicio de la ciudadanía. Los
varones son los iguales, las mujeres en cambio, son las idénticas, reducidas al espacio
privado, cosificadas en la tutela[26], no se les reconoce derechos ni identidad. Son
ubicadas del lado de la naturaleza, de aquello que no cambia y se repite. Desde esta
perspectiva permanecerían invariables en el tiempo, idénticas a pesar de los cambios.
Sustraídas por completo de la Historia.
Los crímenes contra las mujeres y contra todo otro que se le asemeja por estigma de
feminización, emanan de una estructura de poder jerárquica y patriarcal. Esta estructura
es violentogénica y potencialmente genocida, debido a que la supremacía masculina
sólo puede alcanzarse y reproducirse, a través del ejercicio de dominaciones múltiples.
Cuando estas formas múltiples de dominación sexual, intelectual, económica, política
y bélica, se encuentran amenazadas y el atributo de la masculinidad corre el riesgo de
no ser comprobado o reafirmado, se suspenden los lazos de afecto y se produce la
agresión: “El recurso a la agresión, por lo tanto, aún en el ambiente doméstico, implica
la suspensión de cualquier otra dimensión personal del vínculo, para dar lugar a su
mandato de dominación”[27].
En este sentido, es necesario mostrar a los ojos del sentido común patriarcal de jueces,
fiscales, abogados y sociedad en general, que el crimen de feminicidio es un crimen de
genocidio. Es decir, un tipo específico de crimen de exterminio histórico contra las
mujeres y contra todo aquello que se le asemeja. De este tipo de exterminios, tenemos
noticias desde tiempos remotos, así como también sabemos, que los exterminadores de
mujeres de todas las épocas, siempre han campeado impunes.
El concepto de genocidio como figura criminal, nace con la obra de Rafael Lemkin,
quien luego de escapar de Polonia y dedicarse al Derecho Internacional, publicó su
obra Axis Rules in Occupied Europe, en 1944. La cuestión que trabaja Lemkin al
analizar el régimen hitleriano es, hasta qué punto se puede considerar propio del
Estado, la destrucción por parte del mismo, de sus propios ciudadanos; o si esto no
pasa a ser asunto de interés internacional. Lemkin asume esta segunda posición, y
argumenta que estos crímenes contra los ciudadanos de un estado son delictum ius
gentium que deben ser sometidos a un sistema de persecución judicial para evitar su
impunidad. De este modo, define el genocidio como “…un crimen especial consistente
en destruir intencionalmente grupos humanos raciales, religiosos o nacionales, y como
el homicidio singular, puede ser cometido en tiempos de paz como en tiempo de guerra
(…) hallase compuesto por varios actos, subordinados todos al dolo específico de
destruir un grupo humano”[28]. En este caso, habría que hacer extensivo el concepto, no
solo a grupos humanos raciales, religiosos o nacionales, sino también como ocurrió
en Francia y en España a grupos discapacitados, perseguidos políticos o
generizados[29], es decir, en este último caso a grupos que pertenecen al género
femenino o que por su situación u opción estigmatizada socialmente, han sido
asimilados a la femineidad (niños/as, ancianos/as, negros/as, indios/as, gay, lesbianas,
bisexuales, trans y queer).
Sin embargo, también tendríamos que hacernos algunas preguntas, por qué los crímenes
de exterminio contra las mujeres y sus semejantes a lo largo de la historia, han
permanecido impunes? Qué tipo de complicidad perversa se ha establecido desde
tiempos inmemoriales entre el criminal, el crimen y el imperio de la ley? Por qué los
Estados del mundo, abanderados de los derechos, técnicas llamadas a garantizar la
convivencia humana en armonía, se han despreocupado en llevar a los violadores de
los derechos humanos ante la justicia? A quiénes y por qué, les interesa el exterminio
de las mujeres y de sus semejantes? Quién o quiénes le pondrán el cascabel al gato,
sentando en el banquillo de los acusados a los Estados criminales, cómplices de los
genocidios pasados y presentes, con la única intensión de destruir al grupo humano de
mujeres?
EL GOBIERNO DEL MIEDO
¿Qué significa vivir en una sociedad de control? Significa ser parte de una “maquinaria
de producción de miedos y de producción de dispositivos para enfrentarlos”[30]. La
inseguridad en las calles, el narcotráfico, el terrorismo, la trata y tráfico de personas, la
venta de órganos, los secuestros express, los femitranslesbinfanticidios, entre otros, son
emergencias de este gobierno del miedo que excede el mero temor a la agresión física.
Contrariamente a lo que ocurría en las sociedades del siglo XII, cuyo caso emblemático
es el de Damiens, condenado a muerte en 1757, quien fuera torturado con plomo
hirviendo en las tetillas y descoyuntado con la ayuda de caballos y cuchillos mientras
una muchedumbre contemplaba el suplicio en servidumbre de patíbulo… Y, a
diferencia de lo que sucedía en las sociedades disciplinarias del siglo XVIII, en las que
la cárcel era el santo y seña de las instituciones de encierro, con su arquitectura (el
Panóptico) convertida en lógica social (el panoptismo) y el castigo, la tortura misma,
quitada del mundo del espectáculo. Período este, en el que las teorías penales
construyeron la complejidad de la administración del castigo y pasaron a ser
importantes, el cuerpo y el alma del delincuente, de modo que se multiplicaron tanto los
códigos penales como las modalidades del encierro que gestionaba el castigo… En las
sociedades de control, el castigo ya no es ocultado en una cárcel, al estilo del siglo
XVIII, sino reafirmado, exaltado, utilizado bajo la condición de situación ejemplar que
apacigua la sensación de inseguridad. Y la diferencia, con el siglo XII, es que ahora el
papel espectacular del castigo no es cumplido por un verdugo frente a una
muchedumbre, sino por una interacción marcada por los medios de comunicación. El
marketing y la publicidad son ahora los nuevos aparatos de normalización.
Este sería, el verdadero sentido del paso, del moldeado disciplinario del siglo XVIII, a
la modulación de la sociedad de control, del siglo XXI.
AGUJERO NEGRO DE SERES QUE SOBRAN
… el agresor le dio tal paliza a la joven, que además de las lesiones ocasionadas en el cuerpo, “le
propinó un puñete en el ojo y otro en los labios haciendo que salte un diente”. (Gina Ballivián,
Brigada de Protección a la Familia, sobre el Caso de Hanalí Huaycho Hannover. La Razón, 14 de
febrero de 2013)
Lo Queer al igual que la Teoría de Género nace de las reflexiones feministas. A finales
del siglo XIX, en el Reino Unido y posteriormente en Estados Unidos, la palabra queer
empieza a adquirir una connotación sexual. Queer es un término inglés que se usaba
para referirse a lo bizarro, extraño, enfermo, anormal. Con la actual connotación sexual,
lo queer hace referencia a todo lo que no se ajusta a la norma sexual, todo lo que no es
normal. Desde este punto de vista, el término era utilizado por la homofobia
heterosexual como insulto o injuria contra los homosexuales.
A partir de allí, también se genera toda una remoción intelectual conocida como Teoría
Queer, gracias al denominativo que le dio la teórica feminista lesbiana Teresa de
Lauretis en el coloquio organizado por la Universidad de California en Santa Cruz, en
1990. Este espacio de reflexión teórica se proponía como una alternativa para ampliar
el campo de los estudios gays y lésbicos hacia la multiplicidad de las diferencias
sexuales.
A diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos, los movimientos queer en Europa se
inspiraron en la cultura anarquista y en las emergentes culturas transgénero. Estos
movimientos reinterpretaron desde el punto de vista político los trabajos de filósofos
como Foucault y Deleuze, para develar, en palabras de Félix Guattari que “entramos en
una época en que las minorías del mundo comienzan a organizarse contra los poderes
que les dominan y contra todas las ortodoxias”.
QUEERIDAD…
En este sentido, pone en evidencia, que el deseo y la sexualidad son aspectos tan
importantes para entender la sociedad, como la economía o la religión. Por ello, la
importancia de buscar la intersección de lo queer con campos como raza, etnicidad o
clase, a fin de observar las opresiones múltiples que atraviesan al sujeto en su relación
excéntrica con las formas de vida establecidas, e intentar avizorar las nuevas relaciones
entre saber, poder y ser que se clarifican en estas intersecciones.
Más allá del nombre y su significante, lo queer pone también de relieve, el marco
colonial que lo atraviesa, y su apertura a puntos de subjetivación que invitan al
abandono de identidades esencialistas o enguetizantes, en busca de agenciamientos
colectivos que confrontan injusticias sociales e introducen preocupaciones alrededor
del género y la sexualidad, instando al reconocimiento de las resistencias y abriendo
espacios-otros, a los sujetos que articulan su otredad, desde el exceso de sus cuerpos y
sus pulsiones, contra las fuerzas estructurales que determinan las relaciones de
dominación e inequidad.
NATURALIZACION DE LA SEXUALIDAD
¿Son el sexo y la sexualidad algo natural? No. Sin embargo, para el feminismo clásico
esencialista, existe una especie de continuidad natural entre los conceptos sexo, género
y sexualidad, que constituyen la base de una especie de ontología de la diferencia
sexual. Para este tipo de feminismo, el sexo es algo natural que se identifica con los
genitales, mientras que el género sería una construcción simbólica y social articulada a
procesos de dominación y opresión que los hombres ejercen hacia las mujeres. El
límite de este tipo de retórica sobre el género, es precisamente la obligatoriedad de la
heterosexualidad.
Según Thomas Laqueur, en el siglo XVII sólo existía un sexo: el masculino, legitimado
por los estudios de la ciencia médica de la época, cuya creencia en “una especie de
órgano sexual universal”, convertía a la feminidad en una variable débil y decadente.
Posteriormente, se restablece cierta importancia a las mujeres, ya que para la
determinación de la feminidad o la masculinidad, ya no importaba la anatomía de los
genitales, sino el criterio de la capacidad reproductiva.
Hacia fines del siglo XIX, estudios médicos, inventan la distinción conceptual entre
homosexualidad y heterosexualidad, entre perversión sexual y normalidad. Hacia 1950,
los “sujetos sexuales”, así constituidos, comenzarán a cuestionar esta invención
moderna de la a-normalidad. A mediados del siglo XX, aparece la noción de
sexualidad, que pone en duda la relación causal entre sexo y género. Es decir, la idea
de que el sexo sea algo biológico, predeterminado y fijo, sobre lo cual se construye de
manera simbólica y cultural, la diferencia de género.
De aquí que, sexo y sexualidad, no pueden ser considerados como algo natural. Forman
parte del régimen cultural y socialmente construido de la diferencia sexual y de género,
cuyos dispositivos institucionales de poder (institución médica, educativa, jurídica,
etc.) han trabajado de manera conjunta, para lograr que la normalidad (lo natural),
pueda ser representado por lo masculino y lo femenino, dejando a las otras
diversidades sexo/género/sexualidad (intersexuales, transexuales, transgénero,
travestis, transformistas, gays, lesbianas, bisexuales, pansexuales, queeridad en
general…), en el limbo “monstruoso” de la excepción, que confirma la regla.
NACE BEBE INTERSEXUADO EN EL ALTO:
POR EL DERECHO A SER
Pero esta actitud, in-humana, no es una novedad. La historia, está llena de testimonios y
de relatos de bebés intersexuados, que han sido reasignados al nacer por la voluntad
arbitraria e irresponsable de sus progenitores, de parientes, médicos o abogados "bien
intencionados"... que han buscado, por todos los medios tecnológicos a su alcance,
reducir esta expresión sexual distinta de la condición humana, al dimorfismo jerárquico
valorativo hombre/mujer, con todas las consecuencias existenciales que semejante
arbitrariedad tiene, en la vida de quienes padecen los estragos de éstas reasignaciones
de sexo (en la mayoría de los casos erróneas y con saldos de muertos por suicidio,
practicadas por éstos médicos)... La Asociación Mundial de Intersexuados,
actualmente, está enfrentando múltiples juicios, a nombres de esos bebes, que ahora son
adultos y que están gritando al mundo la injusticia de la que han sido víctimas, al
habérseles despojado del derecho a ser...
"Marie de Marcis estuvo a punto de morir en la hoguera. Fue bautizada con nombre de mujer y
creció hasta lo que parecía un estado adulto normal en un pueblo cercano a Ruán. Sus señores
testificaron que tenía períodos regulares y el testimonio médico en su proceso confirmó que, en
efecto, había pertenecido a tal género desde su nacimiento. Pero se enamoró de la sirvienta con la
que compartía la cama, lo que le reveló que tenía pene y, por tanto, era hombre. Ambos deseaban
casarse. En lugar de ser reconocida como hombre después de que le creciera el pene, fue juzgada
por sodomía y declarada culpable. Bajo la presión del juicio no pudo mostrar el órgano en la debida
forma. Cuando el Dr. Duval entró en escena encontró el miembro perdido penetrando en la vulva y
probó que no se trataba del clítoris porque, después de frotarlo, obtuvo una eyaculación de espeso
semen masculino. Su intervención salvó a Marie de la hoguera [...], sin que se le reconociera de
momento el nuevo género. El tribunal ordenó que continuara vistiendo ropas de mujer hasta los 25
años y que se abstuviera de mantener relaciones sexuales con ningún sexo en tanto continuara su
vida de mujer". [Thomas Laqueur, 1994].
Este tipo de relatos es frecuente a lo largo de la historia. Muestra cómo los asuntos
vinculados con la intersexualidad desde tiempos remotos han estado marcados por la
controversia. La presencia de cualquier forma de ambigüedad sexual, en los humanos,
ha motivado siempre sentimientos de burla, pena, miedo y rechazo a causa del malestar
y la confusión, no siempre consciente, que provoca.
En la época actual, las personas con ambigüedad sexual, como el bebé nacido en El
Alto, ya no son percibidas como «monstruos peligrosos»; sin embargo, debido a mitos y
leyendas que habitan el imaginario social de los bolivianos, aún son percibidos como
«fenómenos» y motivan curiosidad, confusión y hasta cierto rechazo. Y pese a los
adelantos de la ciencia y la revolución cultural de nuestra sociedad, los intersex aún,
suelen ser víctimas de la invisibilización y de la estigmatización social.
Debido a las dificultades que existen para establecer un diagnóstico serio, dada la gran
diversidad de formas, situaciones y vivencias con que se presenta la transexualidad y,
dado que los transgéneros no se ajustan a las concepciones binarias respecto de lo que
es ser un hombre o una mujer, la medicina y el derecho han abandonado la problemática
en manos de otras disciplinas como la antropología social, la psicología, la sociología,
etc.
¿Por qué? Pues, porque los usos, al igual que las convenciones y las prácticas son
parte de la costumbre, que no es otra cosa que un conjunto de hábitos del
comportamiento colectivo humano que se refuerzan según la intensidad y la violencia
de las enérgicas sanciones que se imparten. La costumbre, institucionaliza las actitudes
“buenas” o “malas”, a través de la repetición uniforme de hechos, actos o
comportamientos, reduciendo la libertad creativa, el esfuerzo frente a los desafíos de la
novedad y la fatiga de enfrentar los cambios. En las sociedades tradicionales, la
costumbre se forja por el ejercicio disciplinario del cuerpo y de la mente y, se refuerza
a través de premios o castigos.
En este contexto cerrado y autoreferenciado que teje la costumbre, una de las angustias
más fuertes que sufren los transgénero, es no pertenecer a ningún lugar, dentro del
modelo dicotómico tradicional occidental que polariza y reduce los géneros a
masculino y femenino. En efecto, el transgénero de hombre-a-mujer, es una mujer social
que tiene genitales masculinos, y en cuanto tal, desde el punto de vista genético,
hormonal y morfoanatómico pertenece a un sexo y desde el punto de vista psicológico y
social, pertenece a otro.
De todas las subjetividades transgénero, quizá la que con mayor fuerza ha desafiado la
soportabilidad y la tolerancia social ha sido la subjetividad travesti.
El travestismo, ha sido y es perseguido por la ley, sin ser un delito. Los travestis, son la
subjetividad más intensamente humillada y despreciada por la transfobia familiar y
colectiva. A tal punto es este desprecio, que la única forma de existencialidad a la que
se ha relegado a la comunidad travesti ha sido tradicionalmente, la explotación sexual a
manos de una heterosexualidad hipócrita y de doble moral.
El travesti, atenta contra los límites impuestos socialmente a cada género, rompe los
roles funcionales asignados por la cultura y se coloca en una frontera liminar entre lo
divino (desconocido) y lo humano. Aquello que los griegos llamaban “hibris”, y que la
mitología refiere para dar cuenta de la violencia de un incesto primordial, reservado al
mundo oscuro y desconocido de los dioses.
Lo que aterra socialmente del travesti, es su condición de mujer con pene, esa figura
hemafrodita, que tanto ha perturbado los deseos más íntimos de la humanidad, como
completud a ser alcanzada; y que ha recorrido como espectro todas las culturas, desde
las tradiciones griegas hasta el hinduismo.
La violencia contra el travesti, es en sí una expresión de doble violencia: por ser
hipermujer y por poseer ese pedazo de fragmento identitario/corporal negado que es su
pene. Es esta negación, lo que representa en él, la negación de su humanidad. El
travesti, al negar su virilidad, está renunciando a su condición de humanidad, y por
ende, es expulsado del paraíso patriarcal y es condenado al limbo, donde están
desterradas no sólo las mujeres heterosexuales, sino también el resto de subjetividades
transgresoras que han osado desmantelar las imposturas de un sistema de
normalización, que no puede contener la putrefacción de su propia degeneración moral
y ética.
LOCUS DE ENUNCIACION GAY
El movimiento gay comienza a organizarse con mayor fuerza a partir de 1960, gracias a
un grupo de activistas dispuestos a resistir la persecución y la discriminación contra
esta opción sexual. El grupo inicia su trabajo animando a los propios gays a desarrollar
un orgullo por su propia identidad sexual y a despertar en ellos la conciencia gay.
Posteriormente, los activistas diseñan una estrategia de trabajo centrada en la necesidad
que tiene la subjetividad gay de “salir del armario” esto es, de afirmar públicamente
su identidad.
Lo que buscaban era, la liberación de las actitudes sexuales características de los años
de 1960, en particular desafiaban los prejuicios homofóbicos y el carácter represivo de
la sociedad homosexual principal.
Entre los ejes discursivos del movimiento gay podemos destacar en primer lugar, el uso
del término heterosexismo, para referirse a la organización social actual, que privilegia
y ordena la heterosexualidad para invalidar y suprimir las relaciones homosexuales. El
heterosexismo evidencia una relación de poder social y político desigual.
Cuando se habla de las mujeres lesbianas, la moral, la religión, la ley, el estado y todos
los inventos perversos de la sociedad moderna patriarcal, heterocentrada y homofóbica
lanzan su grito al infierno. El lesbianismo, ha sido siempre menos entendido que la
homosexualidad masculina, quizá porque es la manifestación de placer que atenta de
manera directa, contra la reproducción de la vida, impuesta por el naturalismo
biologista a todas las mujeres sin distinción de raza, cultura o género. Sin embargo,
este es un grito en el desierto, ya que ninguna civilización ni cultura puede negar la
presencia en su interior de la subjetividad lésbica, cuyas huellas en la historia de la
humanidad datan de cuatro milenios antes de Cristo.
Existen fuentes babilónicas escritas en sumerio que dan fe de la existencia del amor “de
una mujer a otra mujer”, como algo habitual, no sujeto a sanción. Por otro lado, hay
evidencia de que ciertas divinidades de las culturas, eran parte del imaginario lésbico,
tal el caso de Inanna-Ishtar, que era una figura femenina sin vínculos conyugales. Por su
parte, las lesbianas en China crearon una caligrafía secreta de dos mil caracteres,
llamadas nushu, incomprensible para los hombres, a través de las cuales en prosa y en
verso conservaron sus memorias. Hace 3.000 años, algunos de estos caracteres
aparecieron en la dinastía Shang. Hoy se denomina “lenguaje de las brujas” a este arte
practicado todavía por algunas ancianas.
La subjetividad lésbica, ha sido considerada pecado por la religión, delito por la ley y
patología o contra natura por la medicina. Y, en el caso del psicoanálisis ha dado
lugar al desarrollo de una ampulosa teoría sobre “el complejo del pene”, encabezada
por Freud.
El amor entre mujeres, ha sido negado por la heterosexualidad obligatoria, con el fin de
impedir una forma de autonomía erótica, existencial y de alianza entre ellas. De esta
manera, se ha condenado a las lesbianas a vivir una doble condición de opresión: en
relación a su sexualidad lésbica y en cuanto a su ser mujeres. Las lesbianas, son
despreciadas, incluso por las propias organizaciones de mujeres que dicen luchar, por
los derechos de otras mujeres.
Esta condición de opresión aparece con mayor fuerza con el cristianismo, es San Pablo
el primero en condenar a las mujeres “que han cambiado el uso natural por el uso
contra natura”. A finales del siglo XVIII, se impone con total brutalidad la represión
heterosexual.
Según estudios realizados por las teóricas feministas, las mujeres egipcias, en el
periodo clásico, tenían mayor libertad que las mujeres griegas; incluso las mujeres de
Alejandría lograron que se reconozca en el contrato matrimonial su propio nombre y su
propia voluntad. A lo largo de la historia de la humanidad, la alternativa lésbica,
siempre ha sabido abrir grietas en los intersticios de la sociedad patriarcal, perforando
sus más grotescos blindajes homofóbicos.
LOCUS DE ENUNCIACION LESBICO
Por otro lado, han realizado una crítica de la heterosexualidad obligatoria, institución
social cuyo rol fundamental según Rich, es sancionar. Según Wittig la heterosexualidad
obligatoria es una construcción ideológica, a partir de la cual se instituye una relación
obligatoria entre hombres y mujeres. Esta institución ejerce poder y oprime a todos
aquellos que quieren concebirse de otra manera, sobre todo a las lesbianas
Haciendo un breve resumen del locus enunciativo tanto gay como lésbico, podemos
decir, que ambos comparten en sus reflexiones la identificación del cuerpo como centro
de ejercicio del poder, lugar donde se consigue la docilidad y se constituye la
subjetividad. Ambos resaltan la importancia del discurso a la hora de enfatizar
discursos hegemónicos y excluir de su verdad las voces marginales.
De ahí que, muchas mujeres heterosexuales crean que las mujeres lesbianas no son
mujeres porque tienen pluma o porque se le nota y los demás lo saben necesariamente.
Otro mito es creer que todas las personas homosexuales han tenido problemas en su
infancia, que las lesbianas son casi-hombres, que las mujeres femeninas no pueden ser
lesbianas… Que si creces entre personas homosexuales te “conviertes” en uno de
ellos... Que las personas bisexuales son viciosas, pasan por una fase o son indecisas,
etc. Todos estos mitos son falsos. Son alimentados desde un sistema de dominación
llamado patriarcado, este sistema no sólo oprime a las mujeres sin importar su
condición, sino también a la diversidad sexo/género/sexualidad. Se trata de una lógica
de poder homobitransfóbica, que alimenta una actitud negativa y una fobia respecto a la
homobitransexualidad, para mantener la discriminación.
Todos los tipos de violencia homobitransfóbica, inclusive la más sutil o tácita pasa por
el cuerpo. No hay la posibilidad de un cuerpo escindido del alma o de la mente, como
lo propone el modelo cartesiano. Hay un cuerpo, sujeto al poder de dominio de una
razón masculina patriarcal y colonial.
SERVIDUMBRE DE PATIBULO: JUSTICIA PARA VICKY
Un gay llamado Michel Foucault, una de las mentes más lúcidas de nuestra
contemporaneidad, que murió de SIDA, utilizó el término “servidumbre de patíbulo”
para referirse al pueblo servil, que contemplaba impávido y petrificado, los rutinarios
crímenes que cometía el poder en la edad media, cuando imperaba el horror de la
violencia, el terror de las “mil muertes”, en el ritual teatral del supliciamiento del
“otro”, en el gran montaje de la ceremonia del suplicio.
Tal es el caso de Vicky, que murió en octubre del año pasado, a causa de una paliza,
que a nombre de la traición, le hizo propinar con tres asesinos el exmarido de su
“compañera de vida”. Vicky estuvo más de un mes en terapia intensiva, con un
diagnóstico de cuadraplegia y contusiones múltiples, que la dejaron paralizada desde el
cuello hacia abajo. Tenía los pies y partes del cuerpo con quemaduras de cuarto grado y
una escara que parecía un agujero negro perforándole hasta las entrañas. Cuando hablé
con ella, sólo pedía JUSTICIA!... triste palabra en un país como éste, donde la cobardía
no tiene rostro, y dónde la “humanidad del otro/a” está en entredicho, cuando se trata de
asumir una causa…
Todas estas crueldades, no son otra cosa que emociones que se traman en interacciones
sociales oscurecidas por el actuar político e ideológico de un re-diseño neocolonial,
cuya base es la depredación de la vida y el secuestro de sus prácticas y experiencias
transgresoras más visibles y actuantes.
¿Por qué, la mayoría de las personas que suponen que sus prácticas sexuales son
heterosexuales, sienten repugnancia e indignación por los homosexuales, los bisexuales,
los pansexuales, sean estos gays, lesbianas, transgéneros u otro tipo de subjetividades
queer?
El “otro” es, y será siempre distinto de mí. Por ende, será siempre un otro excluido,
expulsado, abyecto. En palabras de Kristeva, lo abyecto implica “el surgimiento
masivo y abrupto de una extrañeza (…) Un “algo” que no reconozco como cosa.” Lo
abyecto, discurre entre la repugnancia y la indignación. Lo repugnante, produce asco,
por lo tanto debe ser evitado, separado, eliminado. Al ser un “algo”, no humano, lo
abyecto se convierte en peligroso, inmoral, obsceno y por tanto, pasa a formar parte de
lo hediondo y asqueroso; aquello que puede ser ligado con lo putrefacto de la muerte.
En sociedades como la nuestra, el precio que se ha pagado, por sacar al ser humano de
su estado de naturaleza primitivo, ha significado caer en las garras normalizadoras de
la moral. Este precio, ha significado expulsar del escenario de nuestras pasiones e
interacciones afectivas, la libertad del absurdo, la posibilidad siempre creativa y
vigorosa del exceso, y por supuesto, renunciar a vivir y experimentar con nuestros
cuerpos, esos excesos y esos absurdos. De ahí que lo gay, lo lesbiano, lo travesti, lo
transgénero, lo sado, lo maso, lo poliarmónico, lo queer en general, se presente a los
ojos del heterosexismo como la expresión repugnante de la sinrazón.
Cuando una mujer o un hombre se descubre a sí mismo, con deseos respecto a personas
de su mismo sexo, cuando una persona se está cuestionando si su cuerpo es homosexual,
lesbiano, trans o heterosexual, existe un profundo malestar, un conflicto que hace que la
persona sufra, ya que existe presión social, sentimientos negativos, etc. para que se
consolide en él/ella, la obligatoriedad heterosexual y se comporte como tal. Esto lleva
a que las personas estén confusas, entre lo que sienten y lo que los demás esperan de
él/ella, que se comporte como lo que esperan. La sociedad, se pregunta si son chicos o
chicas, cuando se da cuenta que el objeto de deseo es una persona de su mismo sexo.
Este descubrimiento del deseo respecto de otra persona del mismo sexo, conlleva temor
y miedo por no desear al sexo contrario, tal como la norma heterosexual “normal”, así
lo establece. Los deseos claros hacia alguien del mismo sexo despiertan sentimientos
y/o fantasías y/o deseos y/o conductas sexuales que aturden: ¿Qué estoy sintiendo? No
me gusta lo que siento. ¿Por qué me siento así? Me siento mal por lo que siento. ¿Quién
soy yo?. ¿Soy chico o chica?. Me siento culpable.
Este momento de descubrimiento, de la no adecuación sexo/género/sexualidad con el
modelo de socialización heterocentrada, es traumático y violento para las distintas
subjetividades homobitransexuales, supone descubrir el sentimiento de ser diferentes,
el reconocimiento y autodefinición como gays, trans, bi o lesbianas y la conciencia de
que mis deseos y sentimientos son hacia personas de mi mismo sexo. Esto exige, la
aceptación de la diversidad sexual y la integración de la homobitransexualidad como
parte de la identidad personal y social
ALGUNAS CARACTERISTICAS DE LA SUBJETIVIDAD SADOMASOQUISTA
Pero como la lealtad y la obediencia nunca están garantizadas, habrá que trabajar para
convencer, seducir, exhortar y, llegado el caso, amenazar, calumniar, desacreditar. Las
técnicas para conseguir aliados son múltiples: desde conmover mostrándose como
humilde, trabajador, desinteresado, hasta ofrecer prebendas, cargos o beneficios
económicos, o conmover presentándose como víctima incomprendida y postergada. La
fascinación por el poder les consume la vida; pero el drama es que, si no continúan
trabajando para que el sistema o la institución se mantengan, temen ser decapitados al
quedar alejados de la protección del tirano, del padrino o del torturador.
Quisiera señalar aquí la connotación anal del trono, tan amado y admirado por estas
personas; en tal trono ejercen el poder sobre las heces significando al objeto-ajeno, al
que retienen, expulsan, dosifican, etc. El placer masturbatorio derivado del ejercicio
del dominio atrapa a estos sujetos en un sistema cerrado del que temen salir y que les
dificulta el renunciar a los cargos. El temor reside en la creencia de que al abandonar la
estructura mafiosa o tribal serían capturados por otro sistema semejante. Están
convencidos de que no hay otro modo de vida que el del sistema jerárquico; en
concordancia con esta creencia son obsecuentes, y suponen que el jefe velará por ellos;
además, siguiendo esa lógica, intentarán crear adeptos obedientes y así se
retroalimentará un circuito cerrado.
RECURSOS SADOMASOQUISTAS
Para finalizar, quiero destacar otro aspecto identificado por la psicología freudiana: la
conducta narcisista omnipotente en la relación sadomasoquista; es decir, la expectativa
narcisista de llegar a ocupar todo el espacio de la mente del otro. El deseo sería hacer
desaparecer a los integrantes de la familia interna y conseguir luego que cada uno de
los miembros de la pareja sadomasoquista sea el único huésped del espacio interno del
otro. ¡Sólo tú y yo!. La fascinación tanática de fondo es la destrucción de la creatividad
del vínculo, que remite a la fuente: la fecundidad parental.
Matar, siempre es la fantasía de asesinar para establecer una relación dual que excluya
al tercero, ese bebé que proclama la fecundidad. El deseo omnipresente es el de
controlar, transformar, alterar, destruir la escena primaria. Si el perverso ha captado un
adepto al mundo jerárquico, automáticamente habrá de temer que el súbdito se
convierta en tirano y lo someta; la persecución se retroalimenta con cada nuevo
habitante incorporado. No se puede abandonar la cima de la pirámide porque se tiene la
certeza de la venganza. Debajo de la ley taliónica subyace la creencia de que la
venganza anula el agravio y así se hace justicia; esta creencia proyectada en ciertas
sociedades contribuiría a la justificación de la pena de muerte. El perdonar después de
la revancha es un principio que no sólo rige en las sociedades tribales o mafiosas. La
creencia de que el castigo hará modificar la conducta es un principio vigente en las
sociedades; esta mentalidad autoritaria y restrictiva considera que el castigo hace bien.
El substrato aristocrático de esta concepción es: quien manda o domina, tiene razón. Es
un modelo en donde el sádico pide obediencia mientras el masoquista ama al que lo
obliga.
Freud, al margen de que estemos de acuerdo o no con sus hallazgos, ha sido sin duda,
quien desde el psicoanálisis, ha explorado con mayor amplitud el estado emocional del
sujeto “atrapado” en una visión del mundo sadomasoquista. Voy a iniciar esta serie de
artículos tomando la afirmación que hace en Tres Ensayos de Teoría Sexual (1905)
acerca de que la sexualidad humana es un fenómeno complejo; y que hay muchas
formas de tránsito entre la sexualidad llamada normal y la conocida como sexualidad
“perversa”, ya que ambas, según él, tienen una fuente común que es la sexualidad
infantil. Para Freud, el rasgo más importante y sorprendente de la sexualidad infantil es
el hecho de que está dirigida hacia los padres, lo cual significa que el Complejo de
Edipo ocupa un lugar central en este descubrimiento.
Desde este punto de vista, para describir los estados mentales sadomasoquistas es
necesario disponer de componentes metapsicológicos como la escena primaria y la
función de la familia por un lado y, el rol de la organización narcisista infantil, por el
otro. Ambos elementos mantienen una lucha ininterrumpida por establecer o el
predominio del desarrollo o el de la involución, lucha que también puede ser nombrada
como el conflicto entre las pulsiones de vida y de muerte. En esta pugna contra la
escena primaria, aparecen también como reguladores dos amplios espectros
emocionales: los que surgen de los celos (y que nos abrirían al terreno amplio de la
normalidad-neurosis) y los que surgen de la intolerancia a todo vínculo y que
desencadenan los frenéticos combates contra todo lo que tenga la función de vincular,
acercándonos al terreno de los estados psicóticos y perversos.
Desde los estudios del psicoanálisis freudiano, el sadomasoquismo parece mostrar ese
terreno donde la lucha contra la función vinculante, propia de la escena primaria, se
torna más evidente. El estado mental sadomasoquista comparte con el neurótico el
reconocimiento de la realidad de la escena primaria, y con el psicótico comparte el de
alterarla, para –basándose en el negativismo- construir en el infierno un mundo mejor
que en el cielo, al modo de Schreber que construyó un mundo mejor y más grande que el
de la realidad.
Sin embargo, este estado mental (al igual que el de todas las demás subjetividades
catalogadas como desviaciones sexuales) no es “heredado” o “innato”. Porque no es un
destino ciego el que decide la “normalidad” o “anormalidad” sexual, sino que son las
experiencias de la infancia y la juventud, o si se quiere, la formación del carácter
operada bajo el influjo del medio educativo, así como la estructuración de la
personalidad que se realiza en el enfrentamiento del individuo con su entorno humano,
quienes contribuyen en la constitución de estas subjetividades.
Las mal llamadas “perversiones sexuales” implican una seria denuncia a las
imperfecciones de nuestra cultura. Los individuos que frente a la tarea vital que
plantean el amor y la amistad, recurren al “escapismo de la perversión”, toman sus
actitudes frustradas y extremas de una cultura que es tan o más neurótica que él mismo.
La neurosis general de la cultura, es la fuente inagotable de la “patología sexual”, ella
llena la psique del individuo de esas aspiraciones al poderío y a la semejanza con la
invención de Dios, cuya realización lo orilla hacia la necesidad de los infiernos y de
los cielos que su “patológico” comportamiento sexual, le puede ofrecer.
“se puede entender la historia arqueológica como la investigación de una región nueva y todos sus
análisis gravitan alrededor de la cuestión del hombre y forman una gran empresa de investigación
sobre la constitución histórica de las ‘ciencias del hombre’ en la modernidad”[37].
En ese contexto, ser mujer, es poseer una identidad aparente, destinada a los otros,
significada por los otros y poseer una identidad virtual, para sí misma. Estas formas de
identidad generan subjetividades femeninas predestinadas al otro. La mujer se vuelve
un ser carenciado, necesitado de los otros, su centro de deseo es ser otro: hombre,
madre, otra mujer, vida... Estos deseos de lo otro, se ligan con su necesidad de vinculo,
la mujer es un ser que necesita estar vinculada-sexualizada.
La sexualidad, en este sentido nace de una técnica de poder que en el origen estuvo
centrada en la alianza. Técnica, cuyo núcleo formador se asienta en prácticas como la
penitencia primero, el examen de conciencia después, y finalmente la dirección
espiritual. En estas prácticas, el sexo comparece, en tanto soporte de relaciones,
comercio permitido o prohibido y como problemática de la “carne”, sexo-sensación,
sexo-placer, sexo-consentimiento interior. Se lo declara culpable, se lo condena al
encierro y al silencio. Su cárcel, la alcoba; su castigo, la reproducción; su carcelero, la
familia. La familia asume la responsabilidad de hacer cumplir la norma, de detentar la
verdad y de hablar del sexo. El sexo se convierte en un secreto, desaparece. El
puritanismo moderno e hipócrita de la burguesía le impone su triple condena de
prohibición, inexistencia y mutismo.
Esta represión creciente, modo fundamental de relación entre poder, saber y sexualidad,
cruza tres largos siglos de historia. De ahí que una historia de la sexualidad suponga
dos rupturas: la que se da durante el siglo XVII: época de grandes prohibiciones,
legitimación de la pareja matrimonial, imperativo de decencia, evitación del cuerpo,
pudores en el lenguaje, etc. Y otra en el siglo XX: época de tolerancia relativa.
La época de la represión del sexo (siglo XVII-siglo XX) coincide con el desarrollo del
capitalismo, con la época en que se explotaba sistemáticamente la fuerza de trabajo, de
ahí que su represión tan rigurosa se deba, por un lado, a que no es compatible con una
dedicación al trabajo general e intensiva y por otro, al “énfasis de un discurso
destinado a decir la verdad sobre el sexo, a modificar su economía en lo real, a
subvertir la ley que lo rige, a cambiar su porvenir”. [39]
Foucault, descubre una sociedad que desde hace más de un siglo, se fustiga por su
hipocresía, denunciando los poderes que ejerce y prometiendo liberarse de las leyes
que la han hecho funcionar. Descubre detrás de esta sociedad el flujo, el “hecho”
discursivo, la “puesta en discurso” del sexo, y la voluntad, la intensión estratégica que
los mueve y los sostiene. Descubre las formas, los canales, los discursos a través de los
cuales el poder logra controlar el placer cotidiano: devela, las “técnicas polimorfas del
poder”. Determinando a partir de esas producciones discursivas y esos efectos de
poder, una verdad sobre el sexo y una voluntad de saber, que le sirve de soporte e
instrumento.
“hay que analizar la tasa de natalidad, la edad del matrimonio, los nacimientos legítimos e ilegítimos,
la precocidad y la frecuencia de las relaciones sexuales, la manera de tornarlas fecundas o
estériles, el efecto del celibato o de las prohibiciones, la incidencia de las prácticas
anticonceptivas”[40].
La “población”, se preocupa desde esas épocas por el control del cuerpo de la mujer a
través de la natalidad; y aparece en nuestro siglo XX teñida de múltiples
connotaciones: evoca imágenes de explosión en países pobres, de presión de las gentes
más allá de sus fronteras y de procreación irresponsable; anarquía en el uso del sexo,
cesura ineficaz de los mecanismos de control de la natalidad, la contracepción y el
aborto; impulso a la implantación del condón, las espirales, la píldora o la
esterilización, mecanismos de poder anclados en el manejo supliciado del cuerpo
femenino; en el moldeamiento de la subjetividad de la mujer, y a partir de esa
intencionalidad criminal, la “población” como herramienta de exterminio discursivo de
los pueblos.
No es exactamente un corte abrupto el que se produjo con el paso del imaginario de las
evocaciones en torno al sentido concreto del término “población”, al ámbito de las
representaciones discursivas abstractas del mismo término; se trata, sin embargo, de
otro campo de posibilidades, de distintas epistemes; es decir, de distintos modos de
construir el sentido, en épocas distintas. Hasta el siglo XVI las palabras eran
semejantes al mundo, el lenguaje formaba parte de la naturaleza, contenía propiedades y
éstas se interrelacionaban secretamente con las substancias que componían el universo.
A partir del siglo XVII este sistema de signos, se disuelve; esta relación triangular entre
significante, significado y coyuntura desaparece o se esconde para ser trabajada por
una disposición de signos entendida como binaria, a través del enlace entre significante
y significado. De la hermenéutica hemos pasado a la representación. ¿Qué es lo que ha
ocurrido? Josetxo Beriain habla de la disolución de la conciencia colectiva y del paso
a la constelación de las representaciones colectivas; Durkheim se refiere a la pérdida
de sentido y de unidad lograda en las sociedades arcaicas, heredadas por las
sociedades tradicionales y bloqueadas en los márgenes de una sociedad profana,
escindida en la polisemia y en el politeísmo de sus ciencias y sus recreaciones.
Foucault encuentra una arqueología en la historia de los saberes, con lo que tenemos
una densa estratificación del manejo de las configuraciones y las conexiones
expresivas, así como de las modalidades ontológicas de las cosas. Desde esta
perspectiva arqueológica no se habrían perdido del todo las vinculaciones sutiles entre
una epísteme y otra, sino que las conexiones se hacen ambiguas.
William Petty, influenciado por Hobbes, fue quien concibió la idea de cuantificar a la
sociedad: “En lugar de usar solamente palabras comparativas y superlativas, y
argumentos intelectuales, he seguido el camino... de expresarme en términos de número,
peso y medida”.[41] Lo que trataba de mostrar era que la riqueza y el poder del estado,
depende del número y carácter de sus sujetos. En esta transición se creó un nuevo
lenguaje, con el fin de observar a la gente en contextos cuantitativos; en la estadística,
el término población perdió su conexión con la gente de carne y hueso. Refiriendo
desde entonces a una comunidad reproductiva cuyos individuos se encuentran y se
emparejan con una probabilidad definida, lo mismo pueden ser mosquitos que seres
humanos. Y sin embargo, “emparejarse”, sigue siendo el meollo de este constructo.
La sociedad ha comprendido que su vida depende del uso que hacen sus ciudadanos de
su sexo. Se analiza a la población con fines de regulación. Se teje toda una red de
observación sobre el sexo, para asegurar la población, reproducir la fuerza de trabajo y
mantener las relaciones sociales. Tres códigos se encargan de regir esas prácticas
sexuales: el derecho canónigo, la pastoral cristiana y la ley civil; códigos que fijan las
fronteras entre lo lícito y lo ilícito del foco de coacciones llamado: matrimonio. El
matrimonio estaba saturado de reglas, recomendaciones y prescripciones; sin embargo,
poco importa aquí el nivel de represión, lo que hay que visibilizar es la forma de poder
que se ejerce, de lo que se trata es de algo más que la intensión de prohibir: se trata de
penetrar el cuerpo, de especificar al individuo, de sensualizar el poder en beneficio del
placer, crear en definitiva una “red de placeres-poderes articulados en puntos múltiples
y con relaciones transformables”.[42]
El discurso sobre el sexo después de tres siglos ha sido multiplicado... Esta dispersión,
sin embargo, es evasión, equivale a esquivar, evitar la verdad del sexo. Esta evasión se
consiguió a través de las ciencias: la biología de la reproducción y la medicina del
sexo; ciencias que colocaron como fin de los placeres, la muerte: del individuo, de las
generaciones, de las especies. Las ciencias construyeron en torno al sexo un inmenso
aparato destinado a producir, la verdad. La historia reconoce dos procedimientos para
producir la verdad del sexo: el arte erótico, donde la verdad es extraída del placer
(arte de las iniciaciones y del secreto magistral) y una scentia sexualis, cuyo
procedimiento de obtención de la verdad, es la confesión.
El filósofo esloveno, Slavoj Zizek, uno de los más importantes seguidores de Jacques
Lacan y candidato en 1990, a la presidencia de su país, estuvo en Bolivia. Fue invitado
por la vicepresidencia, como parte del Ciclo de Seminarios “Pensando el Mundo desde
Bolivia”.
Zizek, es un pensador que ha reflexionado sobre distintos campos del conocimiento. Sus
trabajos van de la filosofía al psicoanálisis, de la sociología a la comunicación, de la
economía a la política. Se ha interesado sobre todo en el análisis de lo que él llama, el
mundo postmoderno, postpolítico o postideológico, reivindicando en sus descripciones
el papel de la ideología, de la política, de la historia.
“…en el proceso de pérdida hay siempre un resto que no puede ser integrado mediante el trabajo
del duelo, y la fidelidad fundamental es la fidelidad a ese resto. El duelo es una suerte de traición, el
“matar por segunda vez” al objeto (perdido), mientras que el sujeto melancólico mantiene su
fidelidad al objeto perdido, negándose a renunciar a su unión con él”.[44]
De ahí que, para Zizek, una de las versiones para entender la homosexualidad, sea ésta
que tiene que ver con el duelo y la melancolía. Los homosexuales, mantienen su
fidelidad a la identificación perdida/reprimida con el objeto libidinal del mismo sexo.
Lo mismo ocurre cuando los grupos étnicos ingresan en la modernidad capitalista. Ante
la amenaza de la pérdida de su legado cultural y el duelo que ello implica, optan por
conservar una vinculación melancólica a sus raíces perdidas.
Para Nietzsche, el proceso del nihilismo se inicia con el surgimiento del Dios abstracto
de la compasión, el Dios cristiano en Occidente y el budismo en Oriente. Dios es
nihilismo, su propia esencia es nihilista porque desvaloriza los valores supremos que
habitan la conciencia del hombre; mientras que para Heidegger el nihilismo, es el
aniquilamiento del ser cuando éste deviene en valor. El ser pierde su capacidad de
subsistencia autónoma e independiente y se somete al dominio y al poder del sujeto. El
proceso nihilista transforma el valor de uso en valor de cambio. El nihilismo sería
entonces, “la reducción del ser a valor de cambio”.
Dios acaba con el instinto, con el deseo creador, destruye la voluntad de poder, no deja
otra posibilidad que el ritualismo monótono y acomplejado, como forma de contrarestar
el avasallamiento y la represión de la animalidad. El hombre se avergüenza de su
condición, se agazapa en su propia impotencia, en su mutismo se avizora solo la
frustración, el animal necesita inventar una nueva máscara que le permita ocultar su
desnudez: la máquina.
El hombre como centro del universo, el hombre como señor del SER..., he ahí la
perspectiva del humanismo que entra en crisis en la era post-moderna. Esta crisis está
en directa relación con la técnica. Los ideales de la cultura humanista se eclipsan, en su
lugar se erige la deshumanización y la robotización del sujeto en su función científica y
racionalmente productiva. La idea de Dios se difumina en los flujos mercantilizados de
la pirámide eclesial, se disuelve en los corredores de los templos vacíos: Dios, ha
muerto, y su muerte ha demostrado que la sociedad real mentía, lo que se ha perdido, no
es el valor divino de lo sagrado, sino la verdad social, lo que se ha consumado es el
orden íntimo del Ser, la conciencia aguda de la vida común expresada en esta
intimidad.
El nihilismo como chance, visualiza esta alternativa de libertad: por un lado, a través
de la recuperación del imaginario simbólico de las culturas como resistencia, como
destino frente a la “desrealización del mundo”, frente al renacimiento de los nuevos
“valores supremos” de la conciencia culpable; y por otro, mediante la disolución de la
historia falseada, en historias emergentes que tejen los cuerpos que diseñan los
recorridos y los circuitos del tiempo y el renacer del deseo dinamizador que permite
que sean estos hombre concretos quienes con su accionar impriman las huellas de su
propia emancipación.
“Es el Deseo quien transforma al Ser revelado (...) El ser mismo del hombre, el ser
consciente de sí, implica pues y presupone el Deseo. Por consecuencia, la realidad
humana no puede constituirse y mantenerse más que en el interior de una realidad
biológica, de una vida animal. Pero si el Deseo animal es la condición necesaria de la
Conciencia de sí, no es condición suficiente. (...) Al contrario del conocimiento que
mantiene al hombre en una quietud pasiva, el Deseo le vuelve in-quieto y le empuja a la
acción. Habiendo nacido del Deseo, la acción tiende a satisfacerlo, y no puede hacerlo
más que por la “negación”, la destrucción o por lo menos la transformación del objeto
deseado: para satisfacer el hambre, por ejemplo, hay que destruir o transformar el
alimento. De este modo, toda acción es “negadora”.[47]
"Al representarnos el universo sin el hombre, el universo en el que la mirada del animal sería
la única en abrirse ante las cosas, como el animal no es ni una cosa ni un hombre, no
podemos más que suscitar una visión en la que no vemos nada, puesto que el objeto de esta
visión es un deslizamiento que va de las cosas que no tienen sentido si están solas, al mundo
lleno de sentido implicado por el hombre que da a cada cosa el suyo"[49].
"La muerte altera el orden de las cosas y el orden de las cosas nos posee. El hombre tiene miedo
del orden íntimo, que no es conciliable con el de las cosas. Si no, no habría sacrificio ni habría
tampoco humanidad. El orden intimo no se revelaría en la destrucción y la angustia sagrada del
individuo"[51]. Lo sagrado fulgura en la vida, desencadenando el orden de las cosas: en violencia.
Esta violencia que aspira a la destrucción, estalla en la fiesta. La fiesta es el lugar del desenfreno
espectacular, cuyo límite esta dado por la conciencia despierta de la angustia. De "la imposibilidad
de ser humano sin ser una cosa y de escapar a los limites de las cosas sin volver al sueño animal"
[52]
.
El sacrificio humano, evidencia la presencia por un lado, de una violencia que se opone
al orden real y por otro, el desencadenamiento de la violencia interior. Una sociedad
que permite el sacrificio, afirma el desequilibrio y el rechazo de estas formas de
violencia. La consumación intensa del sacrificio social, no queda satisfecha en el
combate, en la guerra o en la violencia interna, exige víctimas que no sean únicamente
la riqueza útil de un pueblo, sino y principalmente el propio pueblo.
En el silenciamiento de los inocentes, en el sometimiento y la marginación de los más
débiles, en la explotación y la injusticia, la violencia sacrifica a las víctimas exigidas
por los marcos de un determinado modelo social. La perpetua lucha del hombre por no
devenir animal, convierte al otro en cosa, en útil, cuyo valor es susceptible de
sacrificar. Y después de la consumación total, el animal-humano no logra devenir
hombre, agazapado en su culpabilidad consciente, en el martilleo del crimen; se somete
a la divina venganza de la masa rebelde, cuya pasión y gusto por la violencia desatada
no habla más que de su despertar conciencia. La poética que nace de la masa
consciente, y que estalla en la fiesta, es la única subversión del orden, capaz de asignar
nuevo sentido, al paisaje desierto que se expone frente a los ojos del animal-social.
¡No más dioses!... solo una musa libre revoloteando por el espacio infinito de la
conciencia sin cadenas... solo la poesía, para insuflar en el espíritu humano el hálito de
la distinción entre el semejante y el animal, entre la víctima y su verdugo, entre la
angustia y el miedo, entre la violencia y el sacrificio, entre la nada y el
sentido...Devenir sentido, he ahí, lo fundamental de la utopía de libertad...
GENERO Y SEXUALIDAD
En su libro Gender Trouble, Judith Butler realiza una aguda revisión de la categoría de
sexo a la luz de la perspectiva de género, intentando “generizar” el sexo. Es decir,
mostrar cómo en realidad la constatación (casi) naturalista de la existencia de un sexo
anatómico anterior a la producción social del género es en sí misma una construcción
propia de un sistema social generizado. Esta interpretación es la que ha llevado a
asumir –en algunos casos- que si el sexo es una categoría producida por el género
deberíamos obviarla y referirnos sólo al género.
El problema que nos plantea Butler es: efectivamente “la/s mujer/es” es un constructo
histórico contingente, y no hay ninguna sustancia que amerite ser unificada mediante
esta nominación. El sujeto mujer, tanto como el sujeto varón, son representaciones (en
el sentido semiótico del término) que, si bien y como tales, pretenden evocar un
referente externo a la significación, sólo evocan un vacío: en tanto que
representaciones, las posiciones de sujeto de varones y mujeres son signos cuyo valor y
significado se configura por su posición en el sistema de signos y no por su remisión a
una instancia exterior a dicho sistema. De ahí que, la división establecida por el
sistema de sexo/género al ser una división histórica y contingente, sea una división que
puede ser transformada.
Por otro lado, Butler dice que no puede pensarse la subjetividad fuera del sistema
sexo/género. Todo sujeto deviene tal a condición de entrar en la lógica de la
generización. No hay sujeto que no sea sexuado, y hay que tomar nota de que para
Butler el sexo es ya un producto cultural de la lógica del género. Pensar un sujeto
liberado del género es pensar en un sujeto desencarnado, deslocalizado, autónomo y
radicalmente fuera del entramado de las relaciones de poder que lo han instituido como
tal, bien sea éste el cógito cartesiano de la metafísica moderna, o un sujeto utópico
liberado de todo constricción social, como si pudiera existir un sujeto por fuera de la
“constricción”, siendo que siguiendo la tesis de Foucault, para Butler esa
“constricción” producto de relaciones de poder es productiva, y es justamente la que ha
“inventado” al mismo sujeto que luego dice reprimir.
Frente al problema de la diferencia sexual, planteado por Butler, nos encontramos con
dos posiciones: las no previstas por el ordenamiento heteronormativo y que
corresponde a sujetos que exceden y subvierten las representaciones hegemónicas del
sistema sexo/género y las relacionadas con la imposibilidad de pensar en un
posicionamiento de sujeto no sexuado/generizado, por fuera de la marca de la
sexualidad.
Aquí cabe preguntarse, hasta qué punto la noción performativa del género logra escapar
a la encrucijada que se plantea entre estas dos posiciones que oponen al esencialismo
de la diferencia sexual, la contingencia radical de la generización.
En este punto, Butler critica la tradición filosófica que fundó una concepción humanista
del sujeto, encontrando en él una sustancia (el alma, la mente, la conciencia) cuya
capacidad de agencia se homologa con la libertad como trascendencia del cuerpo y
cuyos atributos, bien sean éstos esenciales primero e históricos después, se caracterizan
por ser secundarios y derivados con respecto al núcleo sustancial, que
independientemente de los atributos, sigue siendo siempre igual a sí mismo. En esta
línea critica la concepción del género como un atributo –derivado- del que el núcleo de
la persona podría prescindir, sin que por ello se alterase en nada la subjetividad. Su
posición, es que la identidad de la persona, el núcleo de la subjetividad está ya
atravesado por el género. El género es constitutivo de la categoría de subjetividad, ya
que alineado con el sexo, da pautas de coherencia y continuidad que son definitorias de
la categoría de persona, y de sujeto. De modo que desidentificarse sexualmente,
respecto a las identificaciones de género implicaría de algún modo romper
radicalmente con la noción de subjetividad.
EL SUJETO PERFORMATIVO
La subjetividad como performance, más que a la revelación de que podemos ser el personaje que
queramos ser mediante la conciencia de que “todo es teatralización”, alude a una renegociación de
las máscaras que han configurado a nuestra persona, pero sin dejar de tener en cuenta que si bien
no hay nada por detrás de la máscara, esto no quiere decir que podamos elegir racional ni
libremente cualquier máscara que deseemos ni cuáles serán las máscaras con las que nos
identifiquemos.
Desde otro ángulo, y siguiendo a Derrida, podemos decir que la constitución del sujeto
por excelencia se da en el momento de encuentro con la otredad radical, que supone un
enfrentarse a lo por venir aceptando su calidad de novedad absoluta en vistas de la
imposibilidad de aprehensión de su otredad desde el lenguaje propio, sin pecar de
reducir lo otro a lo mismo. Esto implica que el sujeto es un acontecimiento y que este
acontecer que es el sujeto no puede ser captado enteramente por el lenguaje. Butler
escapa a esta posición de Derrida, por otra vía: la perfomatividad, argumentando
justamente que el hecho de que el sujeto sea conceptualizado como un acontecimiento
que no sucede en otro sitio que en el discurso, es precisamente, el sentido más fuerte
que pueda atribuirse a la performatividad. En efecto, la noción de performance
retraduciría el acontecimiento derridiano como acto.
Una historia de destierro, exilio y rechazo, ha dejado su huella en estos cuerpos, son
marcas e inscripciones que esta corporeidad lleva consigo en su ser, siempre otro,
otredad, extranjero: enemigo.
DEVENIR MUJERES[54]…
“Una no nace, sino que se convierte en mujer”
A más de cien años del nacimiento de Simone de Beauvoir
“Somos libres y hoy debemos salvar nuestra existencia” -escribe Beauvoir- “A cada uno le
corresponde realizar su existencia como un absoluto.” “Para conseguir su verdad, el hombre no debe intentar
disipar la ambigüedad de su ser, sino, al contrario, aceptar realizarla; se une a sí mismo sólo en la medida en
que consiente permanecer a distancia de sí mismo.”
Por otro lado, cuestiona a la historia por su olvido intencionado respecto del quehacer
de las mujeres: la mujer ha sido una “presencia-ausencia”, una presencia real ausente,
en la historia escrita y hecha por los hombres. Desde la Prehistoria hasta el feminismo
del siglo XIX, la mujer aparece como el hombre ha querido que aparezca. El
patriarcado despoja a las mujeres de su proyecto existencial y las reduce a sus intereses
económicos, ontológicos y morales a través de los dispositivos de la dependencia vital.
Las mujeres quedan de esta manera constituidas social y discursivamente como
subjetividad “sujetada”, al poder de dominio del régimen patriarcal, que opera por
medio de la expropiación bio-política del cuerpo de las mujeres, de su sexualidad y del
control, administración y gestión de su capacidad productora y reproductora de vida. El
poder patriarcal inventa un saber sobre el cuerpo y la sexualidad de las mujeres, a
través de instituciones médicas y jurídicas de disciplinamiento, docilización,
normalización y confiscación del cuerpo y sus placeres, constituyendo en esta relación
perversa saber-poder-sexualidad un tipo de subjetividad heterónoma, despojada de
autonomía, o como “designación ilegítima”.[56] En la tercera parte, Simone, reflexiona
sobre la “imagen” femenina desde el punto de vista de la literatura. Finalmente, hace un
análisis de la “experiencia vivida” femenina, a través de las distintas etapas de la vida,
desde la infancia hasta la vejez.
“No se trata de enunciar verdades eternas -escribe Beauvoir- sino de describir el fondo común en
el que se origina cada existencia femenina particular”. Las mujeres ya se han integrado a la
sociedad, ahora es necesario que profundicen en el conocimiento de sí mismas, para llegar a ser
libres. Para ello, deben transitar, de “sujeto colectivo” en lucha por la emancipación a “individuo
consciente”: mujeres capaces de crearse su propio destino. De esta manera, la mujer que apuesta
por la libertad, por la identidad, por la trascendencia puede interrogarse tanto sobre su propia
historia individual como sobre su propia historia como “género femenino”, como “segundo sexo”.
Ser mujer, no es un factum biológico, una marca o etiqueta identitaria, ligada natural e
indisolublemente a su sexo. “Una no nace, sino que se convierte en mujer”. El ser-
mujer se constituye en procesos de dominación que construyen cultural y
psicológicamente “la marca de género como política de abscripción de las mujeres a un
grupo dominado en razón de su nacimiento”.[57] De ahí que el ser-mujer aparece como
absoluta alteridad, como lo verdaderamente constituido como ser-otro, en este caso,
como “la otra” de lo masculino. “Lo otro” se revela, descubriendo su presencia
concreta e interpelando la propia existencia del hombre. “Lo otro” es lo diverso, y en
tanto tal, tan originario como el Ser. “Lo otro”, no es la “nada”, sino “lo otro del ser”,
es decir, “lo diferente del ser”.
En este sentido, “para una mujer conocerse a sí misma es una praxis difícil. Si para ello
la mujer confía en la cultura oficial (en la biología, en el psicoanálisis, en las ciencias
sociales) descubre que es una “alteridad inesencial” sin pasado, historia y religión: un
fragmento de la civilización de los hombres. Todas las identidades que le son
propuestas por la cultura oficial son identidades alienantes, que la mortifican, que
registran su estado de ausencia cultural, de minoría social. […] Este descubrimiento
angustioso y desorientador es, sin embargo, la premisa de la libertad pues plantea a la
mujer misma el problema de la búsqueda de su identidad. La mujer debe negarse a ser
“lo otro” de la identidad masculina y pagar el precio que conlleva esta decisión”.[58]
Cuando cumplió 16 años, sus padres descubrieron que era machona, y la encerraron en
una casa durante dos meses, con todas las ventanas bloqueadas, como castigo. Por una
pequeña ventana le pasaban día a día la comida, esperando con impaciencia el
arrepentimiento y la corrección. “Ahí aprendí a ser buena compañía para mí misma, a
recordar quién soy y por qué hago, lo que hago”.
Un mundo, brutalmente homofóbico, el nuestro, cuyo imaginario social está muy ligado
a los fundamentos de las teorías evolucionistas y biologistas que conciben a la
homosexualidad en todas sus manifestaciones, como una “a-normalidad” o “contra
natura”.
En ese mundo de odio, donde las lágrimas apenas son agua derramada en el desierto, lo
único que queda es resistir. Y María resistió.
“La única vez que nos dejaron salir de los cuartos a un patio, dejaron salir también a las "violentas"
que estaban encerradas en el sótano, por falta de sol tenían toda la piel manchada. Yo estaba ahí,
en el patio y dos “violentas” me agarraron, cada una de un brazo y caminando conmigo, me decían:
´Nosotras somos lesbianas, vos también, no?´... Viendo a una alemana altísima, vital, defendiéndose
con una fuerza y una furia que una siempre sabe que está ahí, casi en la superficie, mientras cinco
guardias la atacaban y le ponían el chaleco de fuerza y después le rapaban su larguísimo pelo que
ella quería, cuidaba y le daba alegría… La alemana ahí, con el chaleco, las lagrimas por la cara, el
pelo cortado a lo bruto. Y así, viendo estas escenas, todos los días... escribí: "I am busy" she said,
when they brought out the electro-shock machine. "I am busy." In a repetitious chant that we (not
they) could understand, a busying of the mind that disrupts the brutal meddling, reminding oneself,
after all, that one form of efficacious resistance lies in not being open to being 'cured.'”[60]
“Esas dos experiencias, me enseñaron que no soy domable, que tengo algo dentro que me hace
resistir la voluntad de doblar/formar/domar con que la gente, las instituciones, el 'saber' y sus
disciplinas insisten en reducirte. Y en esa resistencia, yo sé, que no tengo límites. No tengo nada
más importante que perder. A veces tengo demasiada rabia dentro. Pero claro, sé que soy una
persona de su tiempo, de su sociedad, y por más crítica y dura que una se posicione, una está hecha
desde la médula por la basura dispersa en el aire que una respira y desde la médula hay que
rehacerse continuamente”.
María Lugones, como el ave Fénix, se ha rehecho retazo a retazo, lejos del odio. Vive
actualmente, en EE.UU. en el estado de New York. Allí, ha inventado su nuevo terruño
en las faldas de la montaña, en la enriquecedora y compleja compañía de su comunidad
lésbica. María se autodefine como “macha”, “tortilla”, “tortillera”, son algunos de los
nombres con que designa su condición de homosexual. “Soy una mujer de color, latina
de U.S.A.”… dice María, y en esta frase abraza a las mujeres negras, chicanas,
indígenas, latinas, afro-latinas, asiático-americanas, árabes, musulmanas; mujeres
racializadas y subalternizadas, “mujeres de color” excluidas y atacadas por el
feminismo liberal hegemónico, como ´racistas´, por incorporar el concepto de ´raza´ en
su lucha política. Para el feminismo hegemónico -un feminismo elaborado desde
posiciones de raza, clase y género privilegiados-, “la mujer” es una abstracción
unívoca; conceptualización que esconde relaciones de subordinación y de exclusión de
múltiples modos de subjetivación e identidad genérica que se resisten a la
esencialización.
“De vez en cuando, me estiro el cuerpo largo, largo… me desenvuelvo, y estoy bien. Claro que una
puede estar mejor, y ese desenrollarse de vez en cuando de toda la trama crítica y resistente, para
simplemente estar, se vuelve infinitamente mejor, en la fusión de la compañía: el 'estar, estando
con'… es para mí, la rara experiencia del estado de gracia, de un bienestar feliz. Claro que para mí,
esos, son momentos cultivados en un mar de lucha, que incluye: un sin fin de proponeres y recibires
en gestos, palabras, actos en tensión, a veces sin red, a veces entre y con la gente, sin ninguna
pretensión”.
María Lugones, instala su crítica desde los márgenes del discurso dominante, desde los
pliegues, desde las fronteras del modelo colonial global. La raza, la clase, el sexo, son
opresiones conectadas en continuo proceso de producción y transformación, ya no es
cuestión de controlar la bio-tánato-política, sino de gestionar la producción y
docilización del “monstruo”, ese tejido de conexiones híbridas, de cuerpos
incorregibles, de estéticas indomables, que se resisten a ser “curadas”.
MARIA LUGONES[61]:
COLONIALIDAD Y GENERO
Para responder a la primera pregunta, María propone comparar las propuestas de los
pensadores del sistema mundo, que parten de lo macro a lo micro; o el enfoque de
Castro Gómez (seguidor de Foucault) que parte de lo micro hacia lo macro, con las
metodologías del Feminismo de Color de la USA subalterna e insurgente.
Este feminismo,
“que propone y teoriza la coalición entre mujeres que viven en la intersección de opresiones de
raza, género, sexualidad, clase, ha trabajado la formación de la subjetividad, lo corpóreo, lo inter-
subjetivo. Pero lo que se presenta no es descripción presentista, individual, guiada por el autoanálisis
de la experiencia, sino que accede al propio cuerpo, a las relaciones y realidades múltiples en las
que una es subalterna/reducida pero también resistente, con un énfasis histórico, con atención a la
colonización como un proceso de subjetivación, pero también con atención a las prácticas y
respuestas (no simplemente reacciones) que no están contenidas o explicadas por la opresión o las
estructuras opresivas, es decir, que exceden la opresión”.
“… yo pertenezco a esta corriente de pensamiento y práctica, por eso nunca digo ‘soy o estoy
oprimida, sino ‘estoy siendo oprimida resistiendo’, para indicar y buscar la posibilidad de exceso en
la respuesta del sujeto siendo oprimido”.
Otro ejemplo es Gloria Anzaldúa, que “piensa la frontera como una cerca de alambre
de púa que le cruza su ser, su cuerpo, “me raja, me raja” y resiste esa rajadura colonial,
desde un ser no dicotómico: la serpiente Nahua que cimbrea contra la tierra en una
sensualidad que le permite mirar a Coatlicué/Tonanzin, “mi diosa”-reducida por la
colonia a madre, en el sentido escindido de ser para otros, que implica (en la lógica
dicotómica) un “no ser para una”- como un sujeto de deseo”. Otra autora es Evelyn
Hammonds, cuyo pensar parte de las “ausentadas” por las categorías dominantes, ella
está pensando en las homosexuales negras (zamis, patas, zapatonas).
Muchas de las feministas de color han argumentado que las categorías dominantes
funcionan excluyendo a los/las ‘marcados/as’ en una categoría particular e incluyendo a
los no marcados. “La ‘marca’, es de la construcción social subordinada, desvalorizada
por inferior, subordinada por inferior. La lógica de las categorías dominantes es tal, que
algunas personas funcionan como “transparentes” [sin marca], con respecto a ciertas
categorías y como marcados, con respecto a otras”. Así, según María, la categoría
‘hombre’ no incluye a la mujer, blanca, ni a los hombres o mujeres de color. Por lo
tanto: hombre [blanco], mujer [blanca], negro [hombre], indio [hombre] y las mujeres
de color heterosexuales y homosexuales, no existen. Aunque en la realidad existen, son
construidas socialmente en la lógica dominante, como invisibles.
En cuánto a la tercera pregunta, para María, lo que ocurre es que Quijano biologiza el
género, lo reduce a la reproducción. Para él, el género sólo tiene sentido en cuanto
relación de poder. “Género” implica dominación. Para Quijano, todo poder está
estructurado en relaciones de dominación, explotación y conflicto entre actores sociales
que se disputan el control sobre lo que él llama “los cuatro ámbitos básicos de la
existencia humana: sexo, trabajo, autoridad colectiva y subjetividad/intersubjetividad,
sus recursos y productos.” (2001-2, p. 1) Las formas características de dominación,
explotación, y conflicto en el patrón global capitalista de poder giran alrededor de dos
ejes: la colonialidad del poder y la modernidad. La colonialidad del poder clasifica a
las gentes, y clasifica y divide el trabajo, en términos de raza, no se puede pensar el
control del sexo, sus recursos y productos, sin raza. Esto es lo que le da significado a la
colonialidad de género: no hay género sin raza.
“Pero tenemos evidencia que las relaciones sociales en muchas sociedades precoloniales no
estaban organizadas en términos de género, dado el sentido occidental/moderno/colonial de la
palabra. Aquí comenzamos a pensar la colonialidad de género: ésta consiste en la imposición de la
noción dicotómica, jerárquica, dimórfica entre macho/hembra, hombre/mujer como eje de
organización de las sociedades coloniales, incluyendo las metrópolis. Pero la distinción dicotómica
hombre-mujer, fue reservada como ideal social solamente en la familia burguesa blanca. Los
colonizados, dada la caracterización racial son pre-humanos, animales, por lo tanto son machos o
hembras. Porque son animales, con la potencialidad de devenir humanos, la misión colonizadora
requiere el uso de la distinción dicotómica y jerárquica como normativa e inalcanzable. La distinción
se usa para destruir la organización social precolonial, para destruir las relaciones entre la gente,
para destruir la memoria, para destruir la percepción y concepción del yo individual y colectivo. La
Cristiandad, la iglesia, las misiones, la confesión son instrumentos de la colonialidad del género”.
Sin embargo, y pese a que la frontera en sí, constituye un límite, y se percibe como algo
cerrado, Belausteguigoitia intentará revelar sus espacios intersticiales, a través de los
cuales, la “frontera” se convierte en un espacio abierto que puede ser burlado, cruzado,
transgredido. Una zona política, crítica y sobre todo altamente pedagógica, a partir de
la cual, intentará construir su pedagogía del cruce, que pretende romper con las
fronteras del conocimiento, para plantear nuevas epistemologías geoculturales
desarticuladoras de las diferencias y asimetrías frente al poder. A partir de las
propuestas de Anzaldúa Belausteguigoitia pretende crear su pedagogía del disenso,
como una forma alternativa de los saberes, en relación a las fuentes hegemónicas. Con
esta forma de transgresión de fronteras disciplinarias, pretende poner en relación
justicia, cultura, identidad, nación y ciudadanía.
Desde este punto de vista, los protocolos de reasignación de sexo, para Preciado, no
son lo más importante, ya que éstos están siempre regulados por el Estado. Lo
importante es que hay una multiplicidad de maneras de ser transexual. Y en estas mil y
un formas invisibles, lo que importa es, escapar a los dispositivos de normalización,
entre los cuales los dogmas acerca de la identidad sexual, juegan el papel principal.
“De hecho, la sexualidad es muy comparable a las lenguas. Aprender otra sexualidad es
como aprender otra lengua. Y todo el mundo puede hablar las que quiera. Sólo hay que
aprenderlas, igual que la sexualidad. Cualquiera puede aprender las prácticas de la
heterosexualidad, de la homosexualidad, del masoquismo...”.
Beatriz, considera que la sexualidad es siempre invisible. Lo que es visible son los
estereotipos que la gente tiene sobre la sexualidad lesbiana o trans. “El género y la
sexualidad se definen dentro de un marco que con Jacques Rancière podríamos llamar
policial: cada cuerpo es considerado únicamente como un individuo susceptible de ser
gobernado, como un órgano funcional, que debe reproducir la norma de género y
reproducirse. Es dentro de este marco policial donde es posible después establecer
agenciamientos políticos”.
De ahí que, la diferencia entre las biomujeres y las mujeres transexuales sea, la
relación que establecen con este conjunto de normas políticas creadoras de los límites
entre masculinidad y feminidad.
“Yo retomaría la diferencia que para hablar de la cultura negra establecía Aimé Cesaire entre la
noción sustancialista de raza y la noción histórica. Para Cesaire era preciso desnaturalizar la
raza para poder luchar contra sus inscripciones históricas. Algo semejante podríamos decir
con respecto a la identidad sexual. Desde un punto de vista político, no tiene sentido hablar de
feminidad, lesbianismo o de heterosexualidad como entidades cromosómicas o anatómicas, sino
como figuras de la historia. Así que alguien se puede sentir orgullosa de ser lesbiana, pero debe al
mismo tiempo ser consciente de las condiciones policiales de producción de su propia identidad. Es
ahí donde se libra la batalla política y hoy esa batalla tiene que ver con el acceso y el uso de las
tecnologías del género, algunas de estas tecnologías son hormonales, otras son discursivas o
pertenecen al ámbito de representaciones mediáticas, o de las técnicas de reproducción, o se
presentan como instituciones sociales, etc. Por tanto, el problema no es definirse como lesbiana o
como trans, sino cuál es el acceso a las tecnologías del género y cuáles son las normas sociales y
políticas que en cada caso se ven movilizadas. No olvidemos que antes de que uno o una pueda
decidir definirse como lesbiana o heterosexual, una identidad le ha sido asignada a través del
reconocimiento médico o jurídico, de la aceptación social o de la exclusión, de la aprobación o de la
injuria, de la inserción en un sistema educativo... Por tanto, ser lesbiana, más que una naturaleza
que uno puede reconocer y aceptar o no, es una condición histórica, policial, que se puede convertir
también en espacio de agenciamiento político”.
“He pensado en cambiarme de sexo pero ¿hacia qué sexo?; he pensando en cambiarme de nombre
pero ¿hacia qué nombre? Prefiero una multiplicidad de identidades móviles. Sigo utilizando Beatriz
Preciado para firmar porque la posición de "escritora-mujer-lesbiana" es menos habitual que una
posición masculina en el discurso tradicional de la filosofía”.
“Al hombre sin nombre la mujer eterna…”
LA INTUICION FEMINISTA DE YOLANDA BEDREGAL
Concurso Nacional de Ensayo “Yolanda Bedregal”, 2014
SEGUNDO PREMIO
“…a la familia pertenecían muchos “tíos”, los amigos de mi padre, escritores e intelectuales de una
época de oro de la cultura de Bolivia. Los tíos Alcides, Greco (Gregorio), Juan, Armando, no eran
otros que Arguedas, Reynolds, Capriles, Chirveches…”[65]
y como tal, le tocó vivir los resabios de una realidad cruda, asociada a la expansión
capitalista del siglo XVI: el colonialismo. La experiencia del colonialismo, le permitió
ver de manera más estructurada las formas de dominación colonial, su subsistencia y
perdurabilidad, esa herencia colonial, encarnada hasta hoy, en los países
independizados.
Su padre, J.F. Bedregal, una de las influencias más importantes en la vida de la poeta,
fue uno de los grandes representantes del modernismo en Bolivia, un movimiento
estético que dejó profundas huellas en diversas disciplinas artísticas en la última
década del siglo XIX y en la primera del XX. Este movimiento, marcó un hito histórico
en la difusión de la lengua castellana, ya que con él se invirtió en forma inédita hasta
entonces la tendencia vigente desde los tiempos coloniales, según la cual, todas las
escuelas o estilos artísticos, nacían en las metrópoli y luego eran imitados o adaptados
a las diversas particularidades de las colonias hispanoamericanas. Con el modernismo,
ocurrió lo contrario, su principal figura el nicaragüense Rubén Darío y los restantes
nombres protagónicos ligados a él, fueron poetas de América Latina y de habla
castellana. Así, el modernismo, se convirtió en el lugar de encuentro de diversas
corrientes y generaciones (incluida la del 68) y, en el puente imprescindible por el cual
transitará la vasta cultura y tradición del romanticismo y las escuelas posrománticas
(vanguardistas) que caracterizarán al periodo de entreguerras.
“Mis primeros escritos, curiosamente, no estaban en papel (…) con los años, fui anotando vivencias
de personas, cosas, lugares, emociones, penas y alegrías y así nació Naufragio que un día de
cumpleaños pasé bajo la almohada de mi padre y que él lo mandó a Nueva York ya publicado
cuando yo estudiaba allí. Fue una de las grandes emociones de mi vida”.[68]
Sin embargo, sus obras de mayor relevancia, las escribió en su madurez. Nadir (1950),
Del mar y la ceniza (1957) y El cántaro del angelito (1979) han sido las obras que la
han convertido en la poeta más destacada del posmodernismo boliviano.
Mientras Europa y Norteamérica de finales del siglo XIX y del XX, vivían de manera
celebratoria, el tránsito de la modernidad a la posmodernidad, las preocupaciones en la
tierra de Yolanda, eran otras: durante el siglo XIX, en Bolivia, se estaba conformando
un nacionalismo criollo articulado al discurso liberal, vinculando los conflictos locales
y regionales a un ideario republicano o patriótico. Las expresiones comunitarias
nativas, ligadas a las estructuras del ayllu, se mantenían ajenas a estas invenciones
políticas de los criollos andinos. Estas preferían mantenerse fieles a sus
representaciones mesiánicas en combinación con sus cosmovisiones cíclicas del
pachakuti, articuladas también con problemas de legitimidad de sus caciques y
mediadores entre el Estado colonial y las comunidades reconocidas. Hacia el siglo XX,
emergieron otras formaciones discursivas que pusieron en cuestión las herencias
coloniales, buscando revalorizar las expresiones nativas, entre ellas: las indigenistas,
que se remontan a la experiencia de las escuelas indigenales ambulantes que se inician
en 1905, recorriendo ayllus y comunidades para enseñar el alfabeto. Años más tarde,
aparece la publicación del libro Creación de la pedagogía nacional de Franz Tamayo,
que con una visión vitalista define al indio como fuente de la energía nacional.
Sin embargo, hay que puntualizar que los nacionalismos articulan el indigenismo en la
perspectiva del mestizaje. De ahí que, si el liberalismo quería civilizar a las
poblaciones nativas, el nacionalismo buscaba su mestización. Ambos proyectos tenían
como fin la incorporación modernizadora al Estado de los pueblos nativos,
desconociendo su historia, su cultura, su civilización propia, aunque por otro lado,
mostraban preocupación por la condición y destino de estas naciones y pueblos
indígenas. Desde esta perspectiva, ambos proyectos, no dejaron de ser prolongaciones
de las políticas coloniales, aunque se dieron por otros medios, con otras metodologías
y utilizando un discurso indigenista.
“No solamente influye lo que uno lee, sino también lo que uno vive. Creo que se asimila todo en
forma casi desordenada e inconsciente y luego, es el espíritu el que va elaborando todo lo que se
capta, se sabe, se siente. Cuando los “datos” se han olvidado, se han “digerido” por así decirlo,
surge la creación en la que imperceptiblemente están presentes todas las influencias del mundo
tanto natural como de la cultura. Los autores clásicos que no pierden su vigencia, dejan siempre
profunda huella; quizá porque nos muestran al hombre intemporal, al de hoy y al de siempre”.[70]
Fue tocada también, por las injusticias, la discriminación racial, el abandono de los
niños y sobre todo, por la condición de opresión de la mujer. En su poesía, no sólo se
combina la experiencia individual y colectiva de denuncia, sino la conciencia de tener
que luchar por el otro. Por esa otredad, a la que la dominación colonial había
destruido, atravesando e inscribiendo su dominio como historia política en la superficie
de sus cuerpos, induciéndolos a comportamientos y conductas de sumisión.
Yolanda Bedregal, descubriría muy pronto, la más feroz de esas formas de dominación
y la que, la tocaría de manera directa: la presencia del poder patriarcal masculino, sus
exigencias, sus odios y sus desagradecimientos.
“Como cualquier mujer tenía de joven muchas ocupaciones de rutina que no pueden esperar, tareas
que nadie nota cuando están bien hechas y todos reclaman cuando faltan, la única hora en que
podía escribir tranquila era tarde en la noche…”[72]
En su poema Nacimiento, es posible advertir con claridad lo que significó para ella,
ser mujer: de la nada/flor de sangrante herida/tragedia y, lo que significa para todas
las mujeres-madres, ligadas a la maternidad obligatoria, a la producción y
reproducción de la vida, ser /la semilla de las cruces/, el origen de un calvario que
termina con la crucifixión, con la muerte.
Cuando alguien nace, no se sabe con qué sexo aparecerá ante la vida.
Intuyó, que No se nace mujer: llega uno a serlo.[76] A la mujer la construye la sociedad,
de manera funcional al patriarcado, desde tiempos remotos. Lo que se entiende por
mujer (coqueta, frívola, caprichosa, salvaje o sumisa, obediente, cariñosa, etc.) es un
producto cultural que se ha construido socialmente. De ahí que, la mujer se haya
definido a lo largo de la historia, siempre respecto a algo: como madre, esposa, hija,
hermana…
En estos versos, este cuerpo de mujer, asume los cuerpos de todas las mujeres víctimas
de la opresión masculina. Mujeres excluidas de los procesos de producción y
confinadas al hogar y a las funciones reproductivas; mujeres ajenas a todo vínculo
social y con ello, de toda posibilidad de libertad; mujeres olvidadas e invisibilizadas
en un /sordo Cosmos/ en el que la historia ha sido y es, hecha por hombres y para
hombres y, donde las mujeres se resisten a ser reducidas a la cosificación y al silencio:
/¿será que rechazo al hijo eterno que duerme en mí y su lamento obstinado es un
gong de negación?/
Pero, a pesar del fracaso, del naufragio, del llanto sin ojos… Yolanda, no estaba
dispuesta a claudicar, a dejarse ganar, ella deseaba revertir la cristalización en los
huesos de la violencia patriarcal, quería revelarse contra las estructuras, instituciones y
formas de esta dominación. Eso significaba, el desmontaje de los engranajes, de las
maquinarias y las prácticas del patriarcado. Implicaba la deconstrucción de
subjetividades sumisas, domesticadas y sometidas, así como la constitución de
subjetividades de resistencia, de emancipación, abiertas a distintos posicionamientos
del sujeto liberado: /los hombres están tristes porque el amor es eso/.
Yolanda comprendió, a través de su vida, que el viaje de las mujeres por la existencia,
es un viaje inútil, porque al final, siempre se busca, el retorno a una misma.
Comprendió, que a nombre del amor y sus instituciones, los hombres, te roba las alas, y
que más allá de una misma, /no hay nada que no sea yo misma repetida/.
Pero las intuiciones más nítidas, del pensamiento feminista de Yolanda Bedregal, se
encuentran sin duda, en su poema: Al hombre sin nombre la mujer eterna.
En estos versos, lo que intenta la poeta, es nombrar al hombre, definirlo, darle
existencia. Intenta trastocar la capacidad de nombrar del universal masculino, desde /la
mujer eterna/, así deificada… y para ello, recurre a tres formas de definición: la
primera, a partir de la confrontación del hombre con Dios, de la identificación
hombre/Dios, en la cual la mujer, es apenas una ofrenda que se resiste, que huye, que se
rebela a ser inmolada.
Me llegaré al altar del hombre
en ofrenda de huida y rebeldía.
Mi palabra golpea
-obsesionante ala obsesionada-
contra las sienes.
Si antes no lo sabías,
ahora
ya no lo puedes olvidar.
Yo he crecido en el mar
sobre una ola que se alargó
para volverse tallo.
En ese tallo de agua limpia
he subido a mirar a los ojos de Dios.
Ya no lo puedes olvidar.[89]
La mujer en el patriarcado, es siempre aquella, que sólo existe para los otros y no para
ella misma: /Existo para ti en este momento; y para mí no existo/ y es precisamente
eso, lo que se refleja una y otra vez, en la sensibilidad de estos versos.
La poesía, única hija original del alma humana, cuando ya nada quede de una misma,
será la fiel guardiana del significado de la existencia particular de cada /palabra sin
orillas/, y ella, se encargará de desafiar el límite, la finitud y de hacer infinita a /la
mujer eterna/, para que el poder del tiempo, la inmortalice.
Yolanda Bedregal, habitada por todas las mujeres del mundo, es aquella de la que
naces, y aquella que te llora cuando desapareces en el éter. Y, sin embargo, /¡No me
conoces! Ni nadie nos conoce/. Apenas has tenido con ella: /… fugaces roces,
desencuentros, en la prieta mudez de encrucijadas/.
Yolanda Bedregal, se fue a morar en el /sordo Cosmos/, pero dejó los ecos de su /…
palabra golpe –obsesionante ala obsesionada- contra las sienes (…) palabra del
grito te taladra la frente/. En ese frenético e incesante eco, las voces silenciadas
encuentran su destino, y en el azul/celeste de la mar y el cielo, se avizoran aún tímidas,
las múltiples alas de la libertad.
[1]
Ver de Raúl Prada Alcoreza El poder como normalización y normatización. Dinámicas moleculares; La Paz 2014. Bolpress; La Paz 2014.
Rebelión; M adrid 2014.
[2]
Ibídem.
[3]
Ver de Rosario Aquim Chávez Diversidades, sexo/género/sexualidad. Ediciones Rincón; La Paz 2015.
[4]
Ibídem.
[5]
Ibídem.
[6]
Ibídem.
[7]
Ibídem.
[8]
Ibídem.
[9]
Ibídem.
[10]
Ibídem.
[11]
Frase célebre de la filósofa Queer, Beatriz Preciado.
[12]
Beatriz preciado, “Biopolítica del Género”. París 8 Saint-Denis
[13]
Ibidem.
[14]
Carta de Irala de 1514, sobre la esclavitud de las mujeres: … “los guaraníes tuvieron que entregar a los conquistadores setecientas mujeres
para que les sirvan en sus casas”. (…) Padre González Paniagua (…) “Y las esclavas son marcadas en el cuerpo como señal de dominio y
propiedad. Lo hacen con un hierro al rojo vivo que aplican en el brazo u otro sitio”. Luis Frontera, periodista: “El país de las mujeres cautivas”,
Ed. Galerna, Buenos Aires, 1991
[15]
Concepto de J. P. Sartre, trabajado por el feminismo.
[16]
Radford, Jill; y Russell, Diana E. H. (eds.), Femicide: The Politics of Woman Killing, Nueva York, Twayne, 1992.
[17]
Ver el argumento completo en M ujica 2006.
[18]
Villanueva 2009: 583.
[19]
Foucault 1979.
[20]
M uchos de estos homicidios se producen con cortes en el cuello, pero también, como indica la policía, en el vientre, senos, pubis y piernas.
Es frecuente, asimismo, la violencia sexual, antes o después del asesinato. El significante nos muestra un campo de la estructura de acción. Los
cortes en el cuello refieren a un significante comunicante, un símbolo de la anulación de la comunicación: “ya no es posible comunicarse, ni
siquiera a través de los golpes”. Aquellos que se dirigen al vientre, el pubis o los senos muestran el componente de posesión sexual que resulta
fundamental en el control micro político y en la exclusividad del contrato de convivencia.
[21]
Rita Laura Segato – Brasilia 2004 Serie Antropología 362 “Territorio, Soberanía y Crímenes de Segundo Estado: La Escritura en el Cuerpo de
las M ujeres Asesinadas en la Ciudad Juárez”.
[22]
Sandra Lorenzano es escritora y crítica literaria. Doctora en Letras (UNAM ), “Cuerpos que se escriben: por un erotismo político”. Sobre
este territorio fronterizo se han puesto en juego diferentes poderes a lo largo de la historia, que han ejercido control y vigilancia. "No hay ley que
no esté inscrita en los cuerpos." Cuanto mayor es la concentración de poder en alguna de las instancias, es decir, cuanto mayor es el grado de
autoritarismo, aumenta también el control sobre los cuerpos. Un régimen autoritario busca cuerpos disciplinados -Foucault habla de "cuerpos
dóciles"-; cuerpos sometidos a los patrones de comportamientos dominantes. Aquellos que desafían este orden son marginados (cuerpos
psicóticos, cuerpos carenciados...) o directamente suprimidos.
[23]
En 1910, durante la Segunda Conferencia Internacional de M ujeres Trabajadoras, realizada en Copenhague, Dinamarca, las dirigentes
comunistas alemanas Clara Zetkin y Kate Dumker propusieron que fuera declarado el 8 de marzo como Día Internacional de la M ujer, en
homenaje a las 129 costureras asesinadas en la fábrica Sirtwood Cotton de Nueva York.
[24]
Instrucciones de Hilarión, soldado romano, a su esposa Alis (I a.C) son típicas en cuanto a la franqueza con que se hablaba de estas cosas:
«Si, como puede suceder, das a luz un hijo, si es varón consérvalo; si es mujer, abandónala». Carta conservada.
[25]
Celia Amorós. Colección Feminismos Editorial Cátedra. 2005 “La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias... para las luchas de las
mujeres”.
[26]
Pater familias o padre de familia bajo cuya autoridad y tutela se hallaba la esposa, los hijos, los esclavos de su propiedad y los clientes, si la
familia era lo bastante importante como para tenerlos.
[27]
Rita Laura Segato – Antropóloga, investigadora y experta en feminicidio.
[28]
Comunicación de Lemkin a la VIII Conferencia para la Unificación del Derecho Penal, 1947, cit. Por Ripollés: 627, EN V, Lozada, M artín
“El crimen de genocidio. Un análisis en ocasión de su 50ta. Aniversario”, publicado en Cuadernos de Doctrina y Jurisprudencia. Año 5 no. 9-A
1999 Buenos Aires, Argentina.
[29]
La incorporación generizados, es mía.
[30]
Diego Galeano. “Gobernando la seguridad. Entre políticos y expertos”, en Tiempos inclementes. Culturas policiales y seguridad ciudadana.
(Gregorio Kaminsky, compilador). Buenos Aires, Universidad Nacional de Lanús, 2005, página 120.
[31]
M ichael Hardt. “La societé mondiale de contrôle”, en Gilles Deleuze. Une vie philosophique. (Eric Alliez, compilador). París, Institute
Synthélabo, 1998, página 374). Esto será desarrollado más ampliamente por Hardt y Antonio Negri en el capítulo “Generación y corrupción” de
Imperio.
[32]
M auricio Lazzarato. Políticas del acontecimiento. Buenos Aires, Editorial Tinta Limón, 2006, página 100.
[33]
David Garland. La cultura del control. Crimen y orden social en la sociedad contemporánea. Barcelona, Editorial Gedisa, 2005, página 44.
[34]
David Garland. Op. cit., página 324.
[35]
Loïc Wacquant. Las cárceles de la miseria. Buenos Aires, Editorial M anantial, 2000, página
[36]
Alejandro M arambio. “El futuro de las prisiones”, en revista Zettel. Arte de Pensamiento nº 5-6. Buenos Aires, 2005, páginas 217 a 219.
[37]
.- Roberto M achado: Arqueología y epistemología; en Michel Foucault, Filósofo. Barcelona 1995. Gedisa; pág. 16. Obra que constituye la
síntesis de las exposiciones y debates que se desarrollaron en ocasión del encuentro internacional de París 1988 organizado por la Associaction
pour le Centre Michel Foucault.
[38]
M . Foucault. La voluntad de saber. Pág. 132
[39]
Idem. Pag. 15
[40]
Idem. Pag. 35
[41]
Citado en M . J. Cullen “El M ovimiento Estadístico a principios de la era Victoriana en Gran Bretaña: Los fundamentos de la Investigación
Social Empírica” 1975 Pág. 2
[42]
Foucault. Pág. 60
[43]
Idem. Pág. 63
[44]
Zizek Slavoj: ¿Quién dijo totalitarismo? Cinco intervenciones sobre el (mal) uso de una noción.
Pre – Textos. Valencia, 2002
[45]
Gianni Vattimo . El fin de la Modernidad. De. Gedisa. Pág. 27
[46]
Idem. Pág. 29
[47]
Alexandre Kojeve. Introducción a la lectura de Hegel. Citado en Georges Bataille. Teoría de la religión. s.n.
[48]
.- Georges Bataille: Teoría de la Religión. TAURUS; Pág. 22.
[49]
.- Idem.; Pág. 24.
[50]
.- Idem.; Pág. 55.
[51]
.- Idem.; Pág. 55.
[52]
.- Idem.; Pág. 57.
[53]
Mónica Cragnolini, “Para una melancolía de la alteridad: diseminaciones derridianas en el pensamiento
nietzscheano”, en: Revista de la sociedad española de estudios sobre Nietzsche, Barcelona 2001, p. 5
[54]
Esta es una paráfrasis de Deleuze y Guattari, “devenir-femme”, citada por Celia Amorós, en su libro Tiempo de feminismo. Sobre feminismo,
proyecto ilustrado y postmodernidad, para nombrar “a la impugnación de la constitución de la subjetividad por el orden del falo”. M adrid,
Cátedra Feminismo, 1997, pág. 326-327.
[55]
Para Sastre el ser-para sí, es el ser de la conciencia.
[56]
Amelia Valcárcel, Sexo y Filosofía. Sobre mujer y poder. Anthropos, Barcelona, 1997, pág. 108
[57]
Luisa Posada Kubissa, Filosofía y Feminismo en Celia Amorós. Ponencia, Universidad Complutense de M adrid, 2006, pág. 3
[58]
Giulio de M artino, M arina Bruzzese, Las filósofas. Las mujeres protagonistas en la Historia del pensamiento. Feminismos. Ediciones
Cátedra, Universidad de Valencia, Instituto de la M ujer. Traducción de M ónica Poole. 2da. Edición, pág.417
[59]
Simone de Beauvoir, La vejez, Barcelona, Edhasa, 1989.
[60]
“Estoy ocupada, dijo ella, cuando trajeron la máquina de electroshock. Yo estoy ocupada. En un canto repetitivo que nosotras (no ellos),
podíamos entender. Un ocupar de la mente, que rompe la invasión brutal, recordándonos que después de todo, una forma eficaz de la resistencia
yace, en no estar dispuesta a ser ´curada´”. M aría Lugones, Pilgrimages/Peregrinajes: Theorizing Coalition Against M ultiple Oppressions. p. 1.
Rowman & Littlefield, 2003.
[61]
M aría Lugones, es una filósofa feminista y educadora popular que centra su trabajo en el entendimiento práxico de la resistencia a lo que ella
denomina “opresiones múltiples”. Lugones entiende que éstas, son “marcas potentes de sujeción o dominación” (raza, género, clase, sexualidad)
que actúan de forma que ninguna de ellas, al estar oprimiendo, moldea y reduce a una persona sin estar tocada por o separada de las otras marcas
que, al estar también oprimiendo, moldean y reducen a esa persona. (Ver Lugones, M aría 2003, 223).
[62]
El término mujeres de color, fue creado en los Estados Unidos por mujeres víctimas de la dominación racial, como un término coalicional en
contra de las opresiones múltiples. No apunta a una identidad que separa, sino a una coalición orgánica entre mujeres indígenas, mestizas,
mulatas, negras: Cherokees, Puertoriqueñas, Sioux, Chicanas, M exicanas, Pueblo, en fin, toda la trama compleja de las víctimas de la colonialidad
del género. Pero tramando no como víctimas, sino como protagonistas de un feminismo decolonial.
[63]
Nominación que le fue otorgada en 1948, por la juventud intelectual del país, representada por el grupo Gesta Bárbara.
[64]
Nominación otorgada por la Sociedad Argentina de Escritores.
[65]
Fragmentos de la Entrevista publicada en: http://fuentes.csh.udg.mx/CUCSH/Sincronia/bedregal.htm
[66]
Fragmentos del poema “Rebelión”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm
[67]
Fragmentos del Poema “Salada Savia”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm
[68]
Fragmentos de la Entrevista publicada en: http://fuentes.csh.udg.mx/CUCSH/Sincronia/bedregal.htm
[69]
Fragmentos de la Entrevista publicada en: http://fuentes.csh.udg.mx/CUCSH/Sincronia/bedregal.htm
[70]
Fragmentos de la Entrevista publicada en: http://fuentes.csh.udg.mx/CUCSH/Sincronia/bedregal.htm
[71]
Fragmentos de la Entrevista publicada en: http://fuentes.csh.udg.mx/CUCSH/Sincronia/bedregal.htm
[72]
Fragmentos de la Entrevista publicada en: http://fuentes.csh.udg.mx/CUCSH/Sincronia/bedregal.htm
[73]
Fragmentos del Poema “Nacimiento”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm
[74]
Fragmentos del Poema “Nacimiento”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm
[75]
Fragmentos del Poema “Nacimiento”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm
[76]
Frase de Simone de Beauvoir, en el libro “El segundo sexo”, escrito en 1949
[77]
Fragmentos del Poema “Nacimiento”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm
[78]
Fragmentos del Poema “Ojos para el llanto ajeno”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm
[79]
Fragmentos del Poema “Ojos para el llanto ajeno”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm
[80]
Fragmentos del Poema “Final”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm
[81]
Fragmentos del Poema “Final”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm
[82]
Fragmentos del Poema “Final”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm
[83]
Fragmentos del Poema “Final”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm
[84]
Fragmentos del Poema “Viaje Inútil”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm
[85]
Fragmentos del Poema “Viaje Inútil”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm
[86]
Fragmentos del Poema “Viaje Inútil”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm
[87]
Fragmentos del Poema “Al hombre sin nombre la mujer eterna”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm
[88]
Fragmentos del Poema “Al hombre sin nombre la mujer eterna”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm
[89]
Fragmentos del Poema “Al hombre sin nombre la mujer eterna”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm
[90]
Fragmentos del Poema “Al hombre sin nombre la mujer eterna”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm
[91]
Fragmentos del Poema “Al hombre sin nombre la mujer eterna”, publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm
[92]
Fragmentos del Poema “Resaca” publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm
[93]
Fragmentos del Poema “Resaca” publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm
[94]
Fragmentos del Poema “Resaca” publicado en internet por http://www.amediavoz.com/bedregal.htm