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UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS


DEPARTAMENTO DE HISTORIA
HISTORIA ANTIGUA I (ORIENTE) CÁTEDRA “B”
PROFESORA ASOC. A CARGO: DRA. SUSANA MURPHY
1er. Cuatrimestre de 2011

Ciclo agrícola, cultivos y control del agua en el antiguo Cercano


Oriente

Autor: Christopher J. Eyre

Título original: “The Agricultural Cycle, Farming, and Water Management in the
Ancient Near East”

Tomado de: J. M. Sasson (ed.), Civilizations of the Ancient Near East, Vol. 1,
Massachusetts, Hendrikson Publishers, 2006, (1a.ed.1995), pp. 175-189

Traducción: Irene Rodríguez

Por medio de la agricultura, los pueblos de la antigüedad se impusieron sobre el medio y


crearon un paisaje humano ordenado dentro del caótico mundo natural. La producción
de alimentos, en sí misma una actividad social, es una característica definitoria de los
sistemas sociales y políticos. El lento establecimiento de los cultivos durante el
Neolítico se asocia con el asentamiento de comunidades estables -aldeas y
eventualmente ciudades. Los orígenes de estas actividades de cultivo no se encuentran
en los valles de los grandes ríos, pues estos ambientes eran difíciles de dominar, sino en
las estepas y las colinas marginales, en las que las lluvias naturales en cantidad
suficiente se combinaban con suelos fáciles de trabajar, donde los granos silvestres
crecían naturalmente en zonas levemente boscosas, y donde había disponibilidad de
pasturas. Las primeras comunidades agrícolas se ubican en las zonas de lluvias
naturales, en sitios favorecidos que disfrutan de una variedad de recursos naturales.
Los primeros intentos de controlar el aprovisionamiento de agua también se encuentran
fuera de las grandes llanuras aluviales del Nilo y del sistema del Tigris-Éufrates. Antes
de 5000 a.C., el riego artificial comenzó a aparecer en los abanicos aluviales de los
cursos de agua más pequeños, para complementar los cultivos alimentados por las
lluvias. Este desarrollo precede a la gran colonización del sur de la Mesopotamia y a la

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gran expansión urbana del 4° milenio. Las ciudades no podían existir sin una agricultura
local muy productiva, mientras que la agricultura requería de estabilidad política. En lo
que se conoció como Sumer, el crecimiento del estado político se asocia con el
desarrollo de la irrigación en gran escala.
La “hipótesis hidráulica”, que atribuye el crecimiento de los sistemas políticos a la
necesidad de cooperar para controlar las aguas, es una grosera simplificación, pues
incluso en Sumer, el control del agua era solamente un elemento de la organización de
los cultivos. La agricultura en general constituía el contexto humano y económico para
el crecimiento de una sociedad compleja, dentro de la cual la diferenciación social y
económica era sustentable y significativa. Los estados del Cercano Oriente eran
esencialmente agrarios. La enorme mayoría de sus poblaciones estaba integrada por
campesinos. Sus sistemas políticos estaban basados en el control de los cultivos. Su
ideología era la del mundo campesino. Su mitología se centraba en el orden del ciclo
agrícola anual y el temor al desorden que amenaza con irrumpir y destruir este mundo:
las fuerzas naturales de la inundación, las tormentas, la sequía y los hombres salvajes
que viven más allá de los límites de los campos. Los gobiernos jerárquicos de los dioses
y de los reyes eran la norma, sin la cual no podían concebirse la estabilidad agrícola y la
productividad, y esta estabilidad fue el contexto en el que comenzó la “historia”
registrada en los archivos.

Fuentes y evidencias

El material de fuentes es muy abundante, y proviene especialmente de Egipto y del sur


de la Mesopotamia, pero es siempre desparejo y parcial y por lo tanto, a menudo puede
parecer contradictorio. La investigación arqueológica del terreno puede aportar un
cuadro detallado de los campos antiguos. Particularmente en el sur de la Mesopotamia,
los antiguos sistemas de irrigación y cultivo pueden rastrearse a través de las planicies
hoy estériles. Los patrones de asentamiento y los detalles de las viviendas y los lugares
para almacenamiento pueden proveer un cuadro de la organización y rendimiento de la
agricultura. Los estudios arqueobotánicos dan información sobre las cosechas. Los
hallazgos de herramientas y equipos proveen evidencias sobre la tecnología. Las
representaciones de las tareas agrícolas son relativamente escasas, salvo en Egipto,
donde en la mayoría de los períodos, la decoración de tumbas incluía imágenes del ciclo
agrícola. Sin embargo, incluso este registro es parcial, ya que se ocupa de las

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actividades centrales de arado, siembra y cosecha de cereales, excluyendo otras tareas.
Por ejemplo, nunca se muestra la inundación, y son muy escasas las imágenes referidas
al riego artificial.
La documentación refleja los intereses de los propietarios de la tierra y los recolectores
que los redactaron. Rara vez detallan los asuntos cotidianos, y los archivos
administrativos no suelen proveer un relato que explique sus procedimientos de
contabilidad. En Mesopotamia, las tablillas de arcilla han sobrevivido en grandes
archivos. En un extremo se hallan los registros relacionados con el trabajo: asignación
de tareas, listas de raciones, asignación de tierras, arrendamientos, entregas de semillas,
y evaluación del rendimiento agrícola. Cartas de particulares y de funcionarios dan
cuerpo al cuadro, en tanto que los códigos legales se centran en las causas más comunes
de disputas agrícolas y las inscripciones reales revelan a veces un contexto más amplio
de política agraria. En el otro extremo se encuentran los textos llamados léxicos:
ejercicios de los escribas sobre vocabulario, en los que aparecen las principales palabras
y frases, pero no ofrecen explicaciones. Incluso las obras literarias pueden proveer algún
detalle adicional. Un único y valioso documento, el denominado Calendario del
campesino, es un texto escolar súmero; un ejercicio literario en el que un campesino
instruye a su hijo acerca del orden y las prácticas del cultivo de cereales a lo largo del
año.
En el caso de Egipto, no suelen encontrarse documentos en papiros sobre el sector
agrícola. El más importante es el papiro Wilbour, un extenso registro de los ingresos
provenientes de tierras administradas por los templos en la dinastía XX. Documentos
menores, cartas, registros legales, venta de tierras y arrendamientos subsisten solamente
como ejemplos aislados, aunque existen algunos textos legales y documentos sobre
donaciones inscriptos en estelas o en las paredes de las tumbas. En el período tardío, el
cuadro mejora con un modesto corpus de contratos de arrendamiento, pero se debe
esperar hasta el período ptolemaico para encontrar archivos significativos de textos
griegos y demóticos que proveen un cuadro tan detallado como el de las fuentes
cuneiformes. Los textos literarios también proveen detalles adicionales, particularmente
el tema escolar estereotipado de la Sátira de los Oficios. Aquí, la vida del campesino se
describe en todos sus aspectos más negativos, para animar al estudiante a soportar los
rigores del entrenamiento para ser escriba.

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La vida de un campesino egipcio

“Ven, te explicaré lo que significa ser un campesino, ese otro trabajo duro. Llega la
inundación, y él está empapado. (Pero todo el tiempo) él está (totalmente) ocupado en
equiparse. Pasa el día fabricando sus herramientas para el trabajo del campo. Pasa la
noche trenzando las cuerdas. Incluso su (pausa) del mediodía la pasa en el trabajo del
campo. Se prepara para salir al campo como cualquier soldado. El campo está seco y
se extiende frente a él. Sale para buscar sus bueyes, muchos días detrás de ellos,
buscando al pastor. Recoge su yunta, vuelve con ellos, les hace un corral (?) en los
campos. Llega el día, y sale para comenzar temprano, pero no los encuentra en el
lugar. Pasa tres días buscándolos. Los encuentra en el pantano. Ya no hay piel en ellos.
Los chacales los han roído. Vuelve a salir, con su túnica en la mano (para venderla?),
para obtener otra yunta. (Finalmente) llega al campo (y) lo encuentra totalmente seco.
Dedica su tiempo a arar, mientras la serpiente lo persigue, comiéndose las semillas a
medida que las arroja a la tierra. No ve ni una brizna verde. Vuelve a arar tres veces,
con grano prestado. Su mujer va a ver a los mercaderes, (pero) no tiene nada para
vender. El escriba llega al muelle, registra la cosecha, los ayudantes lo siguen, los
nubios con palos. Ellos dicen: “¡Entrega el grano!” (pero) no hay nada. Lo golpean
furiosamente. Lo atan, lo arrojan al pozo de cabeza. Su mujer es atada en su presencia,
sus hijos encadenados. Sus vecinos los abandonan y huyen. Al final, no hay grano.”

(Del Papiro Lansing (5.7-7.5), un texto escolar del Imperio Nuevo, con una variación
sobre el tema de la Sátira de los Oficios)

Pese a estas evidencias, no sería posible comprender la actividad agrícola solamente en


base a los datos antiguos. A menudo falta la información práctica más elemental, lo que
hace necesaria la comparación con la época más reciente, aun cuando las condiciones
han cambiado. Las fuentes para el período moderno comienzan con la Description de l
´Égypte, preparada por la expedición napoleónica, y continúa a través de los estudios
antropológicos y las evaluaciones técnicas que tienen por objeto reunir información para
el desarrollo agrícola actual. La principal dificultad con estas fuentes es que a menudo
se ocupan de la agricultura en pequeña escala o de subsistencia, lo que no constituye

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necesariamente una buena comparación para la agricultura intensiva y en gran escala de
la antigüedad.

Cultivo y régimen de las aguas

La tierra agrícola se clasifica según el aprovisionamiento de agua, ya que este factor


dominaba el régimen de cultivos, el equilibrio de las cosechas, la dimensión y
confiabilidad de la producción y la cantidad de tierra sembrada. La agricultura de
secano, alimentada solamente por las lluvias, se practicaba en todas las zonas donde la
lluvia era suficiente en cantidad y confiabilidad, como en Siria y Palestina y el norte de
la Mesopotamia. La agricultura basada en la inundación naturalmente producida por los
ríos, sin el beneficio de las lluvias, se practicaba en Egipto. La irrigación artificial en
gran escala, con complejos sistemas de canales complementados con las lluvias, era
típica del sur de la Mesopotamia. Estas tres áreas tenían regímenes agrícolas
característicos. La tecnología de cultivo era similar, pero se aplicaba con distinta
intensidad. Por lo general, estas regiones eran política y socialmente diferentes. En
Mesopotamia siempre existía un contraste entre el norte, con su agricultura de secano
(Asiria) y el sur, con agricultura por irrigación (Babilonia y Sumer), lo que refleja un
cierto grado de incompatibilidad mutua, pese a una comunidad esencial de cultura y
lengua.

Agricultura de secano

El límite de la agricultura alimentada por las lluvias es, aproximadamente, la isohieta de


200 milímetros. Cuando las lluvias estacionales son confiables, un promedio escaso de
180 mm. resulta suficiente, como en la zona de Jordania y el suroeste de Siria, pero en
otros lugares, un promedio aún más alto puede ser insuficiente. Más allá de la isohieta
de 300 mm., la agricultura era por lo general segura y rendidora. El ciclo agrícola
comenzaba con las primeras lluvias de otoño, que ablandaban la tierra adecuadamente
para el arado y la siembra. Los tiempos estaban sujetos a estas lluvias, ya sea que
llegaran más temprano o más tardíamente. En Palestina, por ejemplo, los cereales solían
plantarse en noviembre o diciembre, seguidos por las verduras. El éxito de estas
cosechas dependía enteramente de la calidad y el momento en que llegaran las lluvias
invernales. La cosecha de cereales se producía en abril o mayo, seguida de la de otros

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vegetales como porotos, lentejas y garbanzos, y sólo la recolección de frutos (uvas,
higos y granadas) a lo largo de los meses de verano. Los dátiles no eran tan importantes
en esta zona, pues gran parte de la misma era marginal o ubicada demasiado al norte
como para permitir su cultivo.

La Tablilla de Gezer

Meses de cosecha de viñedos y olivos, meses de siembra; meses de pastura de


primavera; mes de sacar el lino; mes de cosecha de la cebada; mes de cosecha del
trigo y de medida; meses de la poda; mes de la fruta de verano.

(Esta antigua inscripción hebrea, probablemente del siglo X a.C., enumera el ciclo anual
de cultivos, comenzando por el fin del verano. Quizá se trata de un ejercicio escolar.
Traducción según J.C.L.Gibson, Textbook of Syrian and Semitic Inscriptions, vol. I
1971, p. 2.)

La cebada era el cereal más importante en la zona de cultivos de secano, seguida por el
emmer 1y el trigo. La cebada tolera mejor la carencia de agua y puede cultivarse con
éxito aunque haya menos lluvias. La tecnología de cultivo era similar a la de Sumer y
Egipto, pero menos intensiva. Las semillas se arrojaban a la tierra, y el barbecho (o
posiblemente la rotación de cosechas) era vital para la productividad de las tierras de
cultivo de cereales. La proporción de semillas y cosechas no era particularmente alta, lo
típico era un rendimiento de 1 a 5. Sin embargo, estos promedios podían producir altos
rendimientos cuando se cultivaban áreas extensas. Los métodos de cultivo relativamente
extensivos en una economía rural mixta significaban que la agricultura de secano podía
tolerar con frecuencia una alta proporción de cosechas de cereal escasas o incluso
fallidas. Donde las condiciones políticas y climáticas eran favorables, como en Siria
durante el Dinástico Temprano y en la Edad del Bronce Antiguo a Medio y la Edad del
Hierro en Siria y Palestina, su productividad era suficiente para abastecer grandes
ciudades y poblaciones numerosas.

1 Una de las primeras variedades de trigo domesticadas en el Neolítico, de bajo rendimiento en


comparación con otras variedades y con la cebada. (N. de la T.)

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Las áreas cultivadas diferían según las épocas. Numerosos sitios, a menudo ubicados en
zonas poco promisorias, tenían solamente una ocupación breve o periódica. Deben
considerarse varios factores complejos. Uno de ellos es la seguridad. La economía de
estos campesinos podía ser particularmente sensible a las variaciones climáticas, no sólo
porque los niveles de lluvia eran marginales sino también porque los campesinos vivían
en contacto con nómades pastores. Cuando escaseaban las pasturas, los campos tenían
poca seguridad y el cultivo marginal se volvía imposible. Tanto los ciclos climáticos
como políticos se reflejan en las variadas proporciones entre cultivadores sedentarios y
poblaciones móviles de pastores en Jordania, Siria y Palestina. Otro factor posible es el
intercambio2. Por ejemplo, el olivo prospera en gran parte de Palestina y el oeste de
Siria en suelos arenosos, rocosos, bien drenados, y tiene un bajo requerimiento de
lluvias. En la Edad del Hierro, la producción de aceite era una actividad de intercambio
importante en tierras que no hubieran resultado provechosas para cereales. Las
plantaciones de vides e higueras también se desarrollan en condiciones similares.
También en la Edad del Hierro se hizo un importante trabajo de construcción de terrazas
para crear tierras estables para cultivos en las laderas de las colinas de Palestina. Para
esta época, los patrones de asentamiento no dependían tan enteramente de lo adecuado
de un lugar para el cultivo de cereal, pero la agricultura muestra más adaptabilidad para
abastecer a las ciudades cuya principal actividad parece puramente estratégica o de
intercambio.

Irrigación natural

La ecología de los cultivos en Egipto se basaba en los patrones de la inundación natural


del Nilo. La llanura aluvial no era totalmente plana, sino levemente convexa. El Nilo
depositaba la mayoría de los sedimentos dentro y cerca de su lecho, que, con sus
terraplenes naturales, se elevaba levemente por encima de la llanura. Otras pequeñas
elevaciones recordaban la existencia de terraplenes y lechos fluviales anteriores. Los
márgenes de la llanura aluvial, donde se depositaba poco sedimento, se transformaban
en sumideros naturales de baja altura, anegados y llenos de sales que se filtraban de las
tierras cultivadas debido a la inundación. La tierra baja se transformaba naturalmente en
un pantano salino. Las variaciones en la altura eran pequeñas, pero la inundación natural
era baja (típicamente, alrededor de 1 m. o 1,5 m. en las cuencas de inundación). El

2 El autor utiliza el término “comercio”.


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Delta, donde la llanura aluvial se expandía y el Nilo se dividía en varios brazos,
presentaba un cuadro más desparejo y a menudo mucho más agreste que el valle del
Nilo, pero en todas partes, los pueblos y las aldeas se asentaban en zonas levemente más
altas, a menudo, sobre las propias riberas del río. Durante la inundación, los montículos
de los poblados se veían como islas rodeadas por los campos inundados.
Las inundaciones excesivas no eran verdaderamente catastróficas en el período
faraónico, ya que la subida se producía gradualmente y las aguas fluían solamente con
un control limitado en grandes cuencas naturales. Consecuentemente, había un
considerable margen para que corriera el exceso de agua antes que la inundación
arruinara las viviendas de adobe que estaban sobre las elevaciones o destruyera los
diques y los límites de los campos. El daño era limitado y podía repararse rápidamente.
La escasez de agua sí era irreparable. En la época actual, las repentinas y destructivas
subidas que se produjeron luego de que se abriera una brecha en la orilla del Nilo,
comparables a las crecientes del sur de la Mesopotamia en la antigüedad, se debieron a
la manera en que un sistema perenne de irrigación mantiene el exceso de agua de
inundación en los canales y en el río, durante el tiempo en que los cultivos están en los
campos. Los grandes sistemas de canalización en el antiguo Egipto parecen haber
mejorado levemente el flujo del agua de inundación hacia áreas marginales, y la
irrigación extensiva permanente en el valle del Nilo fue postfaraónica. Por cierto, en el
Alto Egipto, el desarrollo de un sistema completo de irrigación permanente es posterior
a la construcción de la gran represa de Asuán.
Incluso en tiempos modernos, el control del agua para la agricultura de la cuenca
consistía simplemente en controlar el flujo de la inundación desde el río a lo largo de
canales estacionales y hacia el interior de cuencas naturales reforzadas, y asegurando
que el agua permaneciera por el tiempo suficiente como para humedecer la tierra, y
luego drenara nuevamente hacia el río, de manera de dejar el terreno en buenas
condiciones en el tiempo correcto. Las tareas de irrigación consistían en mantener las
riberas del Nilo, los diques que bordeaban las cuencas de inundación y los canales por
los que corría el agua. Estos canales se abrían para permitir que el agua entrara o saliera
de la tierra. El potente flujo del agua arrastraba suficiente materia orgánica y muchos de
los sedimentos más pesados y gruesos hacia la tierra, para revitalizar los suelos y evitar
el deterioro de su estructura. Luego, al drenar, el agua se llevaba consigo las sales
perjudiciales. No era necesario el barbecho ni el abono, y el control de las malezas no
constituía un problema. Un control tan limitado del agua es una cuestión puramente

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local. Las obras de irrigación y el control del agua rara vez se mencionan en los textos,
y claramente no constituyen un tema que preocupe al rey y a la burocracia central.
Como resultado de ello, estamos escasamente informados acerca de la medida en que se
modificaban y controlaban los patrones de inundación en los períodos antiguos.
En el Alto Egipto, el río fluye a lo largo del borde oriental de la llanura. El lado oeste
del valle es abastecido por grandes canales alimentados por una serie de descargas
provenientes del Nilo. Estos canales parecen originarse en canales estacionales naturales
a lo largo del lado occidental, donde la modificación artificial de los cursos de agua se
retrotrae a una época antigua. El “Canal del Oeste” está bien documentado para el Reino
Antiguo, cuando existen también referencias a proyectos de excavación de canales y
cuando los mismos eran importantes para el transporte. Su papel en el sistema de
irrigación es incierto, pero al menos deben haber ayudado a dirigir la inundación natural
hacia las cuencas y puede haber ayudado a mitigar una inundación escasa concentrando
el agua cuando estaba disponible. En el Reino Medio se llevaron a cabo grandes obras
bajo el patronazgo real en el Fayum. Probablemente esto sirvió simplemente para
facilitar el flujo de la inundación común del Nilo dentro y fuera de la depresión del
Fayum a través de los más grandes de estos canales occidentales y así se extendió el
área de tierra cultivada.
Las tierras de cultivo en Egipto siempre han sido categorizadas según su relación con el
Nilo. En la antigüedad, las tierras utilizadas para el cereal se clasificaban como q´j,
literalmente, tierras “altas”. Este tipo de tierra generalmente recibía suficiente agua
como para el cultivo, pero también se hallaba lo suficientemente elevada como para
drenar adecuadamente. La tierra más alta se inundaba de una manera irregular, y su
valor para el cultivo de cereales era limitado. Donde había irrigación abundante o fácil –
particularmente en los terraplenes de las márgenes del río- era valiosa para cultivos de
huertos y jardines. La tierra más baja tendía a no drenar adecuadamente, se anegaba y se
volvía salina. Las formas de los campos eran naturalmente irregulares y asimétricas, y
los tamaños de los campos eran a menudo pequeños, debido a que tenían que adaptarse
a los patrones de la inundación y del drenaje lo más ajustadamente posible.
El año egipcio comenzaba a fines de junio, cuando el Nilo comenzaba a crecer, con el
primer día de akhet, la estación de la “inundación”. Los meses de invierno, peret, o
“surgimiento”, eran la estación del crecimiento (comparar con el término prt o
“semilla”). Los meses de primavera y comienzo del verano, shemu o “falta de agua” (?)
eran la época de la cosecha (comparar con smw, “cosecha”). En Asuán, el Nilo

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alcanzaba su altura máxima a principios de septiembre. En época moderna el agua se
liberaba hacia las cuencas de inundación ubicadas más al sur a mediados de agosto y se
drenaba nuevamente hacia el río para dejar la zona seca para cultivar a mediados de
octubre. En el norte, la estación de la inundación ocurría casi un mes después. Una vez
que el agua de la inundación se había drenado de la tierra, el tiempo era
extremadamente escaso. El campesino podía prolongar la estación si lograba retener el
agua de la inundación por más tiempo en su sector de los campos, o trabajar en parcelas
separadas con distintos momentos de drenaje, de modo que las ventajas de dividir los
campos en lotes más pequeños superaban a las de los campos de gran tamaño; pero si
los campos se sembraban muy tarde, las cosechas podían resecarse y estropearse por los
vientos cálidos del comienzo del verano siguiente.
La estación del arado en Egipto era breve, ya que la tierra se encontraba en condiciones
ideales por un lapso muy limitado. La tierra que iba secándose formaba rápidamente una
corteza dura, que luego debía romperse para dar una buena textura al suelo. A veces se
agregaba arena del desierto para mejorar la estructura de los suelos. La tierra se
trabajaba normalmente con un equipo de dos bueyes que tiraban de un sencillo arado
liviano, manejado por un hombre que trabajaba solo o con otro hombre o niño para
controlar los animales. La tierra podía prepararse para el arado con una azada, y después
de arar era importante asegurarse de que todos los terrones de tamaño considerable se
rompieran utilizando una azada o martillo, antes de sembrar las semillas al voleo. Las
escenas de las tumbas a menudo muestran la siembra inmediatamente después del arado
y a veces indican que la semilla se enterraba con una azada. En otras épocas, las
imágenes muestran animales –ovejas o cerdos- conducidos hacia los campos para
pisotear los granos.
Los cultivos en crecimiento no se regaban; la humedad retenida en los suelos era
suficiente. Las decisiones sobre la siembra se tomaban según la condición de cada
parcela después de la inundación. El emmer se cultivaba en gran cantidad. El trigo
verdadero era poco común, prácticamente un lujo. El segundo cultivo era la cebada, que
se cultivaba cuando la tierra estaba más seca. El tercer cultivo principal era el lino,
cultivado en la tierra más húmeda para aprovechar las fibras y las semillas (utilizadas
para el aceite comestible). La alholva3 también se cultivaba para darle uso como forraje

3 Del árabe clásico, hulba. Planta de la familia de las papilionáceas, de dos a tres decímetros de altura,
con hojas agrupadas de tres en tres, acorazonadas, vellosas y blanquecinas por debajo; flores pequeñas y
blancas, y por fruto una vaina larga y encorvada, plana y estrecha, con semillas amarillentas, duras y de
olor desagradable. (Diccionario de la Real Academia Española, versión online)

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y por sus semillas (una especia), como probablemente también las legumbres (porotos,
lentejas y garbanzos). Otros vegetales se cultivaban en huertos.
El cereal se cosechaba utilizando una hoz con hoja de pedernal, cortando justo debajo
de la parte superior. Se transportaba en grandes canastos, por lo general a lomo de asno,
hacia el lugar de trilla. Se utilizaba el ganado bovino, y a veces asnos, para pisotear las
espigas, mientras los hombres lo empujaban con una horquilla debajo de sus cascos. Los
que aventaban el grano utilizaban un par de abanicos de madera (palas de madera
planas, con bordes externos en forma de hoz). Luego el cereal se limpiaba pasándolo
por un cedazo antes de almacenarlo en los graneros. La paja era un elemento valioso,
utilizada como forraje para los animales o para hacer ladrillos. De igual modo, los tallos
que quedaban en los campos podían usarse como alimento para el ganado o ser cortados
y enfardados para hacer ladrillos o como combustible.

Irrigación artificial en gran escala

La inundación del Nilo llegaba al final del verano y dejaba la tierra en buenas
condiciones para plantar en el otoño. En Mesopotamia, la situación era enteramente
distinta. Las inundaciones anuales del Tigris y del Éufrates eran más incontrolables,
alimentadas por las tormentas y los deshielos, y llegaban en la primavera cuando los
cultivos estaban crecidos. Una inundación natural era absolutamente desastrosa. Se
necesitaban terraplenes muy reforzados para mantener el agua en los ríos. Luego, en la
estación de siembra, durante el otoño, los ríos estaban relativamente bajos, y se
necesitaban sistemas de canales para regar las tierras. Para obtener un flujo
gravitacional efectivo, se debía realizar el mantenimiento de los sistemas de canales en
forma prolongada y exhaustiva. Entre los dos ríos, los grandes sistemas de canalización
extraían agua del Éufrates y fluían hacia el este, en dirección al Tigris. El Tigris tenía un
lecho bajo y un patrón de inundación más ingobernable. Se trata de un río más difícil de
aprovechar, aunque su curso y el de sus afluentes más importantes alimentaban grandes
sistemas de canales para las fértiles tierras de cultivo ubicadas sobre la ribera oriental.
La construcción y mantenimiento de los sistemas de canalización y el
aprovisionamiento de agua eran preocupaciones políticas vitales y se ubicaban en un
alto lugar entre los logros que proclamaban los reyes mesopotámicos.
El agua en la estación del crecimiento de los cultivos siempre era escasa. El flujo del
agua en los canales era lento, y la pérdida de agua por la evaporación y las filtraciones

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era alta. Por lo tanto, la oportunidad y coordinación del regadío era crucial, de modo que
el mínimo necesario para el crecimiento de los cultivos penetrara en los campos. Como
resultado de ello, gran parte del limo y de los nutrientes orgánicos se depositaban más
en los canales que en los campos, y la afluencia del agua era insuficiente como para
proveer el drenaje. El campesino mesopotámico debía enfrentarse no solamente con el
problema del aprovisionamiento de agua sino también con las sales que se depositaban a
medida que se evaporaba el agua de la irrigación, con el deterioro en la estructura del
suelo pues sólo se depositaba en su tierra el cieno más fino, y con el problema de
recuperar la fertilidad a medida que cada cultivo consumía los nutrientes de los suelos.
Sus resultados eran sorprendentemente productivos, pero a costo de una labor inmensa.
La actividad agrícola mejor documentada –y más eficiente- del mundo antiguo tuvo
lugar en las tierras súmeras pertenecientes a instituciones durante la III dinastía de Ur (a
fines del III milenio a.C.) El año comenzaba en el equinoccio de primavera, cuando la
mitad de los campos estaba llena de cereales y la otra mitad se hallaba en barbecho
luego de la cosecha anterior. La práctica más común era utilizar la inundación
primaveral para cubrir el barbecho, ya que esto ayudaba a filtrar las sales del suelo y lo
dejaba en mejores condiciones para el arado. La cosecha comenzaba alrededor de
mediados de abril, con la cebada y las cebollas, seguida en mayo y junio por el lino y el
emmer. Para arar se precisa una cierta humedad en los suelos, pero no en exceso. Se
acostumbraba arar a fines de la primavera, una vez comenzada la cosecha, y antes de
que la tierra se secara. Se evitaba arar durante el verano por la erosión producida por los
vientos. Las primeras lluvias otoñales a medida proveían suficiente humedad como para
trabajar la tierra. Si llegaban muy tarde o eran insuficientes, se necesitaba una irrigación
preliminar. Dado que la tierra había estado en barbecho, podía ser necesaria una
limpieza de las malezas y cañaverales, como también una ardua tarea preliminar para
ablandar la tierra con azadas o incluso emparejar la superficie arrastrando una viga de
madera detrás de los bueyes. También se podía soltar a los animales en el campo para
ayudar en la limpieza de las malezas y la preparación del suelo, pero no era una práctica
común el uso de abonos artificiales.
El primer arado de otoño era realizado generalmente por grupos de tres hombres con
cuatro bueyes. La agricultura menos intensiva solía utilizar una yunta de dos bueyes, o
incluso asnos, que podían ser manejados por un solo hombre. El arado era una tarea
lenta, necesariamente minuciosa y ardua, porque el suelo se había endurecido con el
calor del verano. Cuanto más profundo era el surco, mejor resultaba la cosecha, por lo

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tanto, había un beneficio si se preparaba el suelo antes de arar. La reja del arado era
poco más que una punta para dar vuelta la superficie, aunque las mejores rejas de
madera tenían una punta de metal. Los mismos grupos de aradores volvían a pasar sobre
los suelos a un ritmo de trabajo más rápido, al menos por tres veces más, para
profundizar los surcos. Se conocen varias palabras para designar el arado y el rastrillado
de los surcos, pero no es claro en qué se diferencian las herramientas utilizadas.
Las formas de los campos se definían según las necesidades del equipo de aradores y el
suministro de agua. Cada campo solía limitar directamente con algún curso de agua del
que se obtenía la irrigación. El paisaje estaba conformado por una red de canales
mayores y menores, con cada curso de agua bordeado por una estrecha franja de cultivo:
una sola hilera de campos estrechos y alargados a cada lado, más allá de los cuales se
hallaba la zona árida a la que no llegaba el agua. La franja ideal de campo era la
longitud arada en un solo surco antes de hacer descansar a los animales. El arado no
podía girar sin desatar los animales, lo que permitía que éstos descansaran, se
alimentaran y tomaran agua, y que se controlaran sus pezuñas y cuellos, especialmente
para prevenir heridas producidas por el arnés.
Luego de deshacer los terrones que faltaban, llegaba el momento de la siembra, que para
mayor rendimiento tenía lugar en octubre. En la práctica, la estación se extendía hasta
poner la máxima cantidad de tierra bajo cultivo, mientras que en la agricultura menos
intensiva, la siembra podía dilatarse para aprovechar al máximo las lluvias del otoño.
Las semillas se plantaban en surcos elevados, realizados mediante un arado
generalmente manejado por cuatro hombres. Probablemente se traba de un arado común
con una especie de embudo para colocar las semillas en los surcos. También podía
utilizarse un taladro manual, manejado por un hombre que iba detrás del arado. Luego
se inundaba el campo casi hasta la cima de los surcos. A medida que esta agua iba
drenando, filtraba las sales dañinas de las capas menos profundas del suelo hacia los
costados de los surcos, donde se plantaban las semillas, y creaba un microambiente
adecuado en la zona vital donde crecerían las raíces. Entonces podía producirse una
germinación exitosa en una tierra que de otro modo sería demasiado salina para la
agricultura de cereales. El Calendario del campesino súmero habla de tres riegos
durante el período de crecimiento, mientras que un cuarto riego más tardío podía añadir
un 10 por ciento extra a la cosecha. Los riegos estaban separados por períodos de un
mes, a principios de enero, febrero y marzo. El proceso de desmalezado no era una
actividad importante. La cosecha normal de cereal era la cebada, relativamente tolerante

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a la salinidad. El trigo y el emmer eran mucho más escasos. El estilo casi hortícola de
plantar en los surcos también se utilizaba para cultivar cebollas en los campos. Las
legumbres y oleaginosas no están bien documentadas, y resulta difícil evaluar el alcance
de su cultivo en los campos.

Irrigación artificial intensiva: huertos y cultivos de verano

La irrigación en gran escala aprovechaba el libre flujo gravitacional del agua, que
simplemente corría hacia la tierra por debajo del nivel del canal o del río, abriendo una
brecha temporaria en la ribera o en el dique. El agua no se elevaba hacia las tierras de
cereales comunes. El tornillo de Arquímedes y la saqia (una noria tirada por animales)
sólo cobraron importancia en la época helenística. Incluso el shaduf, un artefacto para
elevar el agua, documentado en la Mesopotamia desde época antigua, no aparece en
Egipto hasta la dinastía XVIII.
El agua extraída a mano se utilizaba en los jardines para recreo, provistos de pozos y
lagunas e incluso con pequeñas parcelas de verduras y flores relacionadas con viviendas
particulares de trabajadores: ambas se hallan documentadas en el sitio egipcio de el-
Amarna (la antigua Akhetaton). Para el campesino “profesional”, sin embargo, los
pozos y el agua extraída a mano sólo valían la pena en los huertos y jardines que
producían cosechas de alto valor con requerimientos especiales de riego. Por ejemplo,
un contrato egipcio para cuidar un huerto en el siglo III d.C. en Tebas exige niveles
específicos de agua. También especifica que el hortelano debe ocuparse de poner
trampas, matar y exhibir gorriones y cuervos en una horca y producir una cuota diaria
de canastos utilizando materiales cultivados en el huerto. El contrato tiene cláusulas
sobre el abono –su provisión y calidad- y otras indicaciones sobre la protección del
huerto contra animales salvajes o domésticos. Este huerto producía mayormente uvas, y
el hortelano recibía un pago en cereales por parte de la dueña.
En las áreas de agricultura de secano, los huertos no requerían un riego especial, aunque
el riego accesorio, particularmente en el caso de las verduras, podía resultar sumamente
útil. En las llanuras aluviales, las mejores tierras para huertos solían ser los terraplenes
de los ríos o de los canales, junto a la fuente de agua, y ubicadas en Egipto por encima
del nivel de la inundación. En otros sitios, la mejor ubicación era donde el agua podía
correr por gravedad, a lo largo de canales artificiales, desde un pozo o una vertiente.
Esta práctica era común en los oasis, pero también se halla en el Negev alrededor del

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primer milenio a.C., donde el agua que se había deslizado se recolectaba en cisternas,
creando oasis artificiales. También en el Imperio Nuevo egipcio, el crecimiento en gran
escala de la producción de vino como una especialidad en algunas zonas del Delta
posiblemente refleja un nuevo desarrollo de sistemas de canales en esas áreas.
Los jardines de palmeras datileras, los huertos y los viñedos siempre requerían una
fuerte inversión inicial, y el trabajo en huertos y jardines solía ser un oficio
especializado. Las palmeras datileras, por ejemplo, tardan cuatro o cinco años a partir de
la siembra para producir una cosecha, y alrededor de veinte años para alcanzar la
máxima productividad. Deben polinizarse a mano, y tanto los dátiles como los troncos
de la palmera son recursos importantes que deben ser cosechados. El cultivo de la
palmera comienza a fines de agosto. Se debe hacer una muesca a mano en los higos de
los sicomoros para que maduren adecuadamente, y el cultivo de las viñas requiere
pericia para la poda. En los huertos, los árboles frutales o los frutos secos y los viñedos
conformaban el piso inferior de las palmeras datileras, mientras que las viñas se
acomodaban formando una suerte de enredaderas a lo largo de enrejados e incluso de
los árboles. Por lo tanto, los huertos proveían de suficiente cobertura como para reducir
el nivel de evaporación del agua del suelo. Esta eficiencia justificaba el riego accesorio
manual en el verano, como también el abono artificial, con el objeto de cultivar otros
vegetales a nivel del suelo, especialmente cebolla, ajo, lechuga y pepinos, pero también,
ocasionalmente, oleaginosas o cereales.
Por lo general, no se intentaba proveer un suplemento de agua para los cultivos de los
campos durante el verano. En Egipto había poca agua disponible en la estación de la
siembra, y la tierra comúnmente utilizada para arar se hallaba inundada en la mitad del
verano. En el sur de la Mesopotamia, el agua estaba baja en la estación veraniega de los
cultivos, y el clima extremo del verano hacía que los cultivos fueran difíciles y poco
provechosos. La excepción importante es el sésamo, que se planta en la primavera para
cosecharlo en verano (en Egipto, justo antes de la inundación). El sésamo tiene un muy
bajo requerimiento de agua, y era ampliamente cultivado para obtener aceite de uso
culinario. Adicionalmente, la tierra ubicada entre los ríos y sus terraplenes, o la tierra de
las islas de los ríos quedaba expuesta cuando el nivel del río bajaba, lo que permitía una
siembra tardía, limitada (en el Nilo) o la siembra en verano (en el Tigris-Éufrates) de
cultivos en tierras bien (o fácilmente) irrigadas.

La productividad en Egipto y en Sumer

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Tanto en Egipto como en Mesopotamia el control de la producción se llevaba a cabo
mediante inspecciones de la tierra. La tierra húmeda se inspeccionaba antes de arar, para
fijar los límites de las parcelas, para hacer el listado de las tierras aptas para cultivo e
identificar o asignar cultivadores. Los arrendamientos se realizaban en esta época del
año, después de la cosecha en Sumer y cuando las perspectivas de la inundación del
Nilo ya eran visibles en Egipto. Probablemente también era normal inspeccionar la
tierra una vez sembrada. Finalmente, se realizaba una inspección del cereal en la planta
antes de la cosecha. La eventual recolección y procesamiento de la cosecha era lenta y
tomaba varios meses. El trilladero comunal o institucional era comúnmente utilizado
como punto de recolección de los productos.
Los verdaderos niveles de la productividad no son fáciles de evaluar a partir de los datos
de la recolección. La tasa entre semilla y cosecha de 1:5 en las zonas de agricultura de
secano es comparable con la de la antigüedad clásica o la de Europa medieval. La
agricultura por irrigación producía rendimientos que no se han documentado antes de la
época moderna. En Egipto, una proporción de 1: 10 era la norma para tierras de cereales
comunes. En Sumer, una proporción de 1: 10 se halla en la base del espectro, las
proporciones de 1: 12 y de 1: 15 eran comunes, e incluso se han documentado
proporciones más elevadas. Sin embrago, quizá existe motivo para el escepticismo
respecto de cuán sistemáticamente se obtenían estos rendimientos. Los cultivos más
eficientes son también los mejor documentados.
Más aún, las evaluaciones siempre se realizaban en cereales, lo que crea la impresión de
monocultivo de grano. Existe una relación regular entre la tierra y las medidas del
grano. La medida regular en cereal solía representar la semilla necesaria para la medida
normal de la tierra, y en la práctica, estas medidas regulares mostraban una variación
local confusa a través de todo el Cercano Oriente. En algunos períodos, las mediciones
se basaban incluso en las proporciones de siembra y no en una real medición de la
tierra; la primera resultaba más eficiente como cálculo para objetivos de productividad.
El cereal era el alimento de subsistencia. Era el propósito de los cultivos, y una cosecha
esencialmente no comercial. Otros alimentos, aunque fueran importantes en términos de
ingesta de calorías, se trataban como secundarios o incluso carentes de importancia en la
documentación. Sin embargo, en realidad, si los cultivos eran de dátiles, aceite o
cebollas, los productos se pagaban en dátiles, aceite o cebollas. Las tierras con
evaluaciones excepcionalmente altas pueden haber sido a menudo zonas de huertos,

16
utilizados para productos muy valiosos y cultivos de verano, cuyos cálculos de
productividad se hacían en base al valor del cereal y no en cereales reales.
Aunque subsisten muchas imprecisiones, es posible ilustrar los parámetros según los
cuales funcionaba la agricultura. En el Egipto del Imperio Nuevo, un cultivo eficiente
suponía que un campesino trabajara 20 aruras (alrededor de 5,5 has.). Según los
promedios de labor documentados en Egipto para el siglo XIX d.C., esta superficie
habría implicado 30 o 40 días de arado y siembra para un hombre. Las parcelas de 3 a
10 aruras (alrededor de 0,8 a 2,75 has.) eran comunes y parecen representar la tierra
necesaria para abastecer a la familia de un funcionario menor. Para el sur de la
Mesopotamia, los documentos referidos a la productividad de la III Dinastía de Ur por
lo general hacen responsable al campesino o cultivador de una parcela de
aproximadamente 100 iku (36 has.). Esta superficie parece excesiva para un solo arado,
pero el granjero solía manejar un equipo de trabajadores, y no hay suficiente
información acerca de los hombres que controlaba. Probablemente, él mismo empuñara
el arado, y otros hacían el duro trabajo preparatorio que incrementaba la velocidad del
arado. Un equipo común de cultivadores quizá podría arar 1 iku o rastrillar 6 iku por día.
De este modo, en un ejemplo específico, un grupo de tres hombres trabajaba 66,75 iku
(aproximadamente 24 has.) haciendo pasar el arado y luego profundizando los surcos
tres veces más, cumpliendo cien días de trabajo, lo que es compatible con la estación
otoñal de arado. Un arado con sembradera parece haber cubierto alrededor de 2 iku por
día. El Calendario del campesino parece prever que el labrador trabaja solamente 18 iku
(6,5 has.), lo que resulta una superficie razonable si era cultivada por sólo un hombre
con sus hijos. En la época de la Dinastía de Akkad eran comunes las parcelas de 4 a 10
iku (alrededor de 1,5 a 3,5 has.), que evidentemente representaban el tamaño de una
granja necesario para la subsistencia de una familia.
Los costos del cultivo eran las semillas, el arado y herramientas de labranza con su
mantenimiento respectivo, y los animales de tiro, que eran onerosos. Los bueyes
necesitan alimento apropiado para trabajar. En Mesopotamia, los bueyes utilizados para
el arado eran alimentados con cebada durante la estación de labor: una medida de
alimento por cada dos medidas de semilla. También debían alimentarse los labradores,
ya fuera en raciones o con una parte residual de la cosecha. En Egipto, los costos
mínimos absolutos del trabajo eran quizá los mismos que los costos de la semilla. Las
grandes tareas de irrigación constituían un esfuerzo comunal, típicamente ejecutado
bajo coacción durante el período de menor actividad.

17
Un arrendamiento de tierras egipcio

“Te he arrendado mis campos, que están en el dominio de Amón… para que los cultives
durante el (ciclo de cultivos) del año 36 a 37, utilizando tres yuntas, es decir, seis
bueyes: tú y tus compañeros proveerán cinco bueyes y el sexto será el mío, y tú
(personalmente) usarás mi buey para trabajar.
Cuando termine la cosecha, en el año 37, yo tomaré un tercio de (todo el) grano y todas
las cosechas que se produzcan allí, como mi parte por ser propietario. Y dividiremos lo
restante en seis partes: para ti y tus compañeros, cinco partes, (y) para mí, por mi buey,
una parte.
A ti corresponde el daño del campesino (es decir, el mantenimiento del suelo y el
trabajo del campo) (en tanto que) yo pagaré la parte de la cosecha del dominio de
Amón del tercio del propietario ya mencionado, y mantendré lejos de ti a los escribas
del dominio de Amón por su cuota de la cosecha. Es en mi nombre que los escribas del
dominio de Amón deben medir, (evaluar y registrar) mis campos.
Si retiro mi palabra y no te dejo cultivar mis campos ya mencionados por al año 36/37
según las estipulaciones anteriores, deberé pagarte un deben de plata fina (según la
medida) del tesoro tebano, sin (necesidad de) una orden de la corte.”

(Del Papiro Louvre E7837, un contrato de arrendamiento, en demótico, de la dinastía


XXVI).

Las tasaciones de tierras y los niveles de arriendo muestran cierto grado de consistencia
tanto en Egipto como en Mesopotamia. La valuación de la tierra cultivable equivalía
aproximadamente al rendimiento esperado de un año, aparentemente bajo, pero que
representaba sin duda la verdadera inversión o valor comercial. Los arrendamientos
suelen mostrar que el dueño recibía de un tercio a la mitad de la cosecha. Los contratos
de arriendo de tierras de particulares especifican frecuentemente quién debía proveer las
herramientas, los animales y las semillas, y quién debía pagar algún tributo. Si el dueño
cubría estos costos, reducía la parte del labrador a un tercio o un cuarto de la cosecha.
Probablemente, esto representa un nivel de rentabilidad que hacía del cultivo una

18
actividad “comercial” valiosa como para que un granjero profesional invirtiera su
trabajo y recursos de capital en ella.4 Resulta evidente que, a menos que hubiera algún
desastre, la tierra siempre producía un excedente por encima de los costos totales de los
cultivos que era al menos equivalente al costo total de los mismos.
Por lo general, había más tierra potencialmente fértil disponible que fuerza de trabajo
campesina para emplear. Sin embargo, el aprovechamiento de la tierra requería una gran
inversión en trabajo, y demoraba en devolverla en producción, mientras que como regla
general, cuanto más trabajo se invertía en la tierra, mejor era el resultado. Tanto los
códigos legales como los arrendamientos enfatizaban la obligación del arrendatario de
mantener la tierra y las tareas del campo en orden. Se intentaba un equilibrio difícil de
lograr entre trabajar más la tierra o trabajar más tierras. Para el campesino individual,
era mejor ganarse la vida a partir del cultivo intensivo de menos tierra a una baja
valuación; para el dueño, la ventaja residía en imponer el cultivo de la mayor superficie
posible a la más alta valuación.
En Egipto, la breve estación para el arado presentaba limitaciones para esta ecuación.
En el sur de Mesopotamia, los requisitos mínimos de trabajo eran mayores, en parte
porque el barbecho implicaba una preparación más laboriosa de la tierra, pero
mayormente debido a la tarea necesaria para contrarrestar los efectos de la salinización
y de la pobre estructura del suelo. Los altos rendimientos solamente eran posibles si el
trabajo se realizaba y se dirigía cuidadosamente de la manera más productiva y en los
mejores campos disponibles. No obstante, gran parte de la incertidumbre y los
irregulares resultados de la agricultura dependiente de las lluvias no constituían un
problema para los cultivos de irrigación. La tierra era fértil, y no era probable que se
desperdiciaran ni la semilla ni el trabajo. En Egipto, lo normal era trabajar la tierra
adecuadamente inundada y plantar de acuerdo con la condición del suelo. El trabajo en
el campo era duro e intensivo durante las estaciones de la siembra y de la cosecha, pero
más relajado en otros momentos del año. En el sur de la Mesopotamia, las labores eran
constantes y duras, pero la siembra era muy eficiente y el régimen del agua proveía un
ambiente estable. Siempre que el granjero aportara su trabajo y pudiera controlar las
plagas, el riesgo del fracaso de la cosecha era bajo. Si se trabajaba la tierra en menor
escala, los resultados podían ser más pobres. Una parcela pequeña, especialmente

4 Se advierte al lector acerca del uso de términos provenientes del marco conceptual de la economía de
mercado (“comercio”, “rentabilidad”, “capital”, etc.) anacrónicamente aplicados a las antiguas sociedades
de Egipto y Mesopotamia, que han sido traducidos como aparecen en el texto original. (N. de la T.)

19
destinada a la subsistencia, probablemente haya sido cultivada con mano de obra, agua
o arado insuficientes. El costo habría sido un rendimiento mucho más bajo.
En Egipto, los bajos niveles del Nilo reducían el área bajo cultivo y su productividad.
La hambruna aparecía relativamente pronto, e incluso la mejor administración apenas
podía paliar sus efectos. En Mesopotamia, la interrupción del suministro de agua era un
fracaso más político que climático. Para el campesino súmero, los peligros para sus
cultivos eran mayormente humanos: los endémicos conflictos bélicos de pequeña escala
de la Mesopotamia, el fracaso en el mantenimiento de los canales o de los diques y de
sus terraplenes, el daño producido a las cosechas por la inundación, debido al descuido
en el control del agua, los pastores que conducían sus rebaños sobre los campos
cultivados, o simplemente, que los campesinos no hicieran su tarea. En su punto
máximo de éxito, la agricultura súmera representaba el cultivo de la mayor cantidad de
tierras, con mejores rendimientos, más de lo que se ha logrado en la región desde
entonces. Su declinación no resulta fácil de explicar. La irrigación artificial ocasionó
una gran salinización de la tierra, pero esta no parece una explicación suficiente, ya que
el campesino antiguo solía ser notablemente exitoso en el trabajo de los suelos salinos.
La inestabilidad política era quizá un factor tan importante como el deterioro ecológico.

Organización del cultivo

El factor decisivo y restrictivo no era la tierra ni el agua, sino la gente. Era más la tierra
disponible que la gente para trabajarla. El paisaje se hallaba salpicado por aldeas,
pueblos y ciudades, alrededor de los cuales el cultivo era intenso: huertos y jardines
para los mercados locales, y el hinterland inmediato de campos con cereales. En los
períodos más antiguos se desarrollaron asentamientos en los que una variedad de
recursos naturales podía complementar los cultivos. Lejos de las aldeas, las tierras
fértiles humedecidas por las lluvias a menudo se hallaban virtualmente despobladas.
Alejadas de las riberas de los ríos o de los grandes canales, las llanuras aluviales
rápidamente se transformaban en pantanos salinos y malezas. En el valle del Nilo se
creaban constantemente nuevas aldeas y zonas de cultivo en la tierra no trabajada,
especialmente en el Delta y en torno al Fayum. En Mesopotamia, la construcción,
renovación o extensión del sistema de canales inmediatamente abría una buena tierra
para cultivos. Sin embargo, los grandes proyectos de desarrollo solamente eran típicos

20
de los períodos “imperiales”, cuando las conquistas militares proveían de mano de obra
y un gobierno fuerte podía garantizar la seguridad de los campos.
La demarcación de los asentamientos rurales era un rasgo de la eficiencia en los cultivos
en las zonas de irrigación. La familia campesina podía poseer algunas aves de corral y
unas pocas ovejas y cabras. El tejido y el cuidado de los animales domésticos han
constituido tradicionalmente la prerrogativa y la obligación de las mujeres campesinas.
Sin embargo, el grupo familiar no era enteramente autosuficiente. Los pantanos,
cañaverales y matorrales –territorios de los pastores, los pescadores y cazadores de
aves- proveían alimentos esenciales, combustible y materias primas. En particular, la
relación entre campesinos y pastores era vital. Las plantas forrajeras no se cultivaban
extensivamente, ya que los animales, incluidos los bueyes utilizados para el arado y las
bestias de carga se llevaban a pastorear por lo general a los pantanos y los malezales.
Solamente se los traía hacia los campos cuando tenían un papel que cumplir allí: arar,
pisar el grano o pastar. Esta interdependencia entre campesinos y pastores era compleja
y a menudo podía resultar políticamente inestable allí donde los pastores eran, en
distinta medida, nómades tribales.
Los datos textuales siempre enfatizan el estrecho control jerárquico de la población
sedentaria campesina. Los regímenes de cultivo mejor documentados son los de las
grandes organizaciones –por lo general, el templo, más que el palacio, organizaciones
que apuntaban a registrar y maximizar su ingreso institucional (tributo). Para el Egipto
de fines del imperio Nuevo, una serie de archivos sobre tierras y cereales evidencian el
control ejercido por el templo de Amón sobre una gran parte de la tierra cultivable del
Alto y Medio Egipto. Para la III dinastía de Ur en Sumer, grandes colecciones de
tablillas de arcilla proveen evidencia aún más detallada sobre la administración
centralizada de la producción agrícola. La misma lógica aparece en los documentos del
período neobabilónico, aunque para entonces el sistema parece hallarse más
“privatizado”, funcionando mediante tierras arrendadas de gran escala.
El equilibrio entre administración institucional y emprendimientos más “privados”
parece haber variado según las épocas y los lugares, pero a menudo no resulta claro si
los cambios responden a variaciones sociopolíticas o se trata simplemente del azar en la
preservación de las evidencias. En el caso de la administración institucional, rara vez es
posible distinguir entre arriendo y tributo. El campesino común era gobernado de una
manera simple y trabajaba la tierra según la evaluación previa. Los documentos rara vez
proveen evidencia sobre el status de las tierras de estos campesinos, y no es fácil definir

21
la realidad política y económica de la vida de los campesinos comunes. Los documentos
oficiales crean la impresión de que los campos circundantes estaban totalmente
subordinados, trabajados por un campesinado sujeto a la tierra y a la institución. El pago
de estas personas mediante un sistema de “raciones” está documentado en la etapa
súmera, y aunque no aparece claramente en Egipto, puede haber existido durante el
Reino Antiguo.

Del Código de Hammurabi

45. Si un hombre arrienda su campo a un cultivador, y ha recibido (la renta) por


adelantado por su campo, y Adad luego lo ha sumergido, o una inundación se ha
llevado (la cosecha), la pérdida corresponde al cultivador. 46- Si aún no había recibido
su renta, ya sea que arrendara el campo por la mitad o por un tercio, entonces, todo
grano que se recoja en el campo será compartido proporcionalmente por el cultivador
y el propietario. 47- Si el cultivador, por no haber recuperado sus gastos del año
anterior, ha dicho que cultivará los campos (nuevamente), el propietario no se negará a
ello: su cultivador trabajará su campo, y se llevará grano en la cosecha de acuerdo a
su contrato.
55- Si un hombre ha abierto el canal para regar, pero ha sido descuidado y h dejado
que el agua se lleve (la cosecha) hacia el campo de su vecino, pagará el cereal según el
valor local (literalmente, “como su vecino”). 56- Si un hombre ha soltado el agua, y ha
permitido que el agua arrastre las obras (del campo) hacia las tierras de su vecino,
debe pagar 10 gur de grano por bur de tierra.5
60- Si un hombre entregó su campo a un hortelano, para plantar un huerto, y el
hortelano plantó el huerto, debe trabajar el huerto por cuatro años, y en el quinto año,
el dueño y el hortelano comparten por partes iguales: el propietario elige y se lleva la
(primera) parte. 61- Si el hortelano no plantó totalmente el campo, sino que dejó (una
parte) sin cultivar, esa parte sin cultivar se le asigna como parte de lo que le
corresponde. 62- Si no plantó el campo que le fue entregado como huerto: si es tierra
para arar, el hortelano pagará la renta al propietario por los años en los que
permaneció sin cultivar, al valor local (literalmente “como su vecino”), y hace el

5 El gur, una medida de peso, equivalía a unos 250 litros de grano. El bur, medida de superficie,
equivalía a poco más de 6,4 has. Véase Códigode Hammurabi. Estudio preliminar, traducción y notas de
F. Lara Peinado, Madrid, Tecnos, 1986, p. 107. (N. de la T.)

22
trabajo (básico) de campo, y (lo) devuelve al propietario, y paga 10 gur de grano por
bur de tierra por un año (por año, o como un único pago?)”.

La impresión proveniente de los documentos, sin embargo, es poco fidedigna. La


productividad y la documentación se hallan estrechamente relacionadas. Nadie tenía
motivo para documentar la simple subsistencia y la pobreza. El genuino cultivo de
subsistencia no está documentado, pero debe haber sido bastante común, especialmente
como parte de un régimen más mixto de cultivos, en el que la agricultura dependía de
las lluvias, con una autoridad poco efectiva en lo político y en la tributación. Más aún,
las tierras o los productos de la tierra se asignaban frecuentemente para compensar a
funcionarios según su rango y sostener la administración. En ocasiones, estas
concesiones eran virtualmente institucionales, como a fines del imperio asirio y a
comienzos del reino antiguo egipcio, cuando grandes territorios abastecían las
necesidades de las familias reales y de los altos funcionarios del estado. Lo que es más
interesante, sin embargo, es la existencia de pequeñas parcelas de tierra normalmente
administradas por funcionarios de rango medio o menor y personal militar. Tales
parcelas procurarían una subsistencia familiar cómoda una vez deducidos los costos del
cultivo. Las bajas evaluaciones de productividad pueden indicar a veces que la tierra era
pobre, pero muy a menudo se trataba de términos muy generosos para estos labradores
favorecidos. Parece que aquí nos encontramos frente a una significativa población de
pequeños propietarios prósperos. Sin embargo, siempre es difícil saber cuán a menudo
trabajaban efectivamente su propia tierra o con qué frecuencia la explotaban como una
fuente de ingresos, arrendándola a los auténticos granjeros.
Los “granjeros” que aparecen en los documentos, códigos de leyes, inspecciones de
productividad o arrendamientos de tierras constituyen una élite sub-rural: los que
poseen y son responsables de trabajar la tierra. En general, el éxito de los regímenes
agrícolas de Egipto y de Mesopotamia dependían de una delegación eficiente del control
y la responsabilidad locales, y los documentos suelen revelar estos niveles de control
intermedio. La responsabilidad por la producción se delegaba de una u otra manera en
los jefes de las aldeas, los campesinos más importantes, mayordomos, alguaciles o
escribas, que a menudo parecen tanto “emprendedores” 6 agrícolas o granjeros sujetos a
tributación como administradores burocráticos. Ellos constituían un estrato de gente que
podía dedicarse al cultivo, pero que era considerado responsable de inspeccionar a los

6 “Entrepreneurs” en el original.
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campesinos y mantener la tierra trabajada y bien administrada, de modo que los ingresos
fluyeran hacia el centro, mientras que ellos tomaban para sí su parte de la producción
que supervisaban.
Por debajo de ellos se encontraban los trabajadores subordinados, tales como los “erin”
y los “contratados” de los textos súmeros, los “mushkenum” de los textos babilónicos y
los “mrt” de los textos egipcios. Resulta evidente que el campesino era explotado y
manejado. Normalmente no podía acumular el excedente de su producción, puesto que
cada nivel jerárquico de la sociedad se llevaba su parte de la cosecha, desde el
trabajador que estaba en contacto con la tierra, hasta el administrador/ alguacil/ granjero
sujeto al tributo, hasta el funcionario de mayor rango, el gobernante y la divinidad. No
obstante, la organización política que lo controlaba no era simplemente el consumidor
del excedente. Sin el centro político, no habrían existido ni el estímulo ni la seguridad
para la producción del excedente. La salud económica de la sociedad agrícola dependía
entonces de que la autoridad política o económica evitara demandas excesivas e
insostenibles de producción. Dondequiera que estas demandas se producían, la
economía rural colapsaba y la tierra dejaba de cultivarse, mientras los campesinos
huían: un tema bien conocido en el Egipto de fines del período ptolemaico y romano,
pero recurrente en muchos otros tiempos y lugares.

NOTA: En la presente traducción, realizada exclusivamente para los alumnos de la


cátedra, se han omitido las citas bibliográficas.

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