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¿Por qué Satán es una cabra?

De
tener sexo con animales a ser
archienemigo de Cristo
Por
Rubén Montalbán López

Satanás, Lucifer, Belcebú, “el Maligno”, “el Ángel Caído”… o el Diablo para
los amigos. Múltiples nombres que nos son conocidos para describir esa
entidad que representa la encarnación suprema del Mal para nosotros, los
cristianos. El demonio es un ser tan malévolo como para causar todos los
vicios, pecados e injusticias humanas, incluso capaz de poseer a niños y
obligarles a que asesinen a su familia; no hace falta rememorar el sinfín de
películas actuales de esta temática.

Lucifer es ante todo polivalente, no te aburres con él, ya que también puede
obligarte a hablar en latín, hebreo, arameo antiguo o cualquier lengua
muerta que se le ocurra… ¿Qué hacemos normalmente en ese caso? Muy
fácil, se da un telefonazo al Vaticano y se pide ayuda. La Santa Sede, que
ya se las conoce todas, nos enviará a un sacerdote exorcista que sabrá
lidiar con la bestia. “Casualmente” el exorcista estudió en el Vaticano una
licenciatura de cinco años en filología hebrea (¡chupaos esa! ¿Quién dijo que
el hebreo no tenía salidas?), por lo que no encontrará dificultades
para comunicarse con el diablo y obligarle a abandonar el cuerpo (1).
Además de su “don de palabra” demostrará unas habilidades
sobrenaturales con todo tipo de artilugios altamente peligrosos:
crucifijos de madera portátiles, rosarios, agua bendita, una Biblia de estar
por casa… -¡Khronos no se responsabiliza de los exorcismos realizados
siguiendo las pautas indicadas!- (Para los que que quieran ver, gráficamente,
de lo que es capaz el demonio, os dejamos el tráiler de una famosa película
sobre un exorcismo «basada en hechos reales»).

Ahora realicemos un ejercicio de memoria. Cierren los ojos durante cinco


segundos y piensen en los atributos que caracterizan a ese ente maligno…
1, 2, 3, 4, 5. ¿Lo tienen? ¿Pueden que hayan pensado en un ser de aspecto
antropomórfico con rabo, pezuñas, cuernos y perilla de cabra? Algunos
más traviesos incluso le habrán puesto unas alas (de eso ya hablaremos otro
día) (2).
Demonio como macho cabrío. El Aquelarre de Goya (1798). Representación
del Diablo como macho cabrío o Baphomet, popularizada por Eliphas Leví
en 1854.
Nunca se han preguntado ¿por qué una cabra? ¿Qué tiene de especial ese
pobre animal rumiante para que sus atributos sean cogidos por el Demonio?
Pues la respuesta, como siempre, está en la Historia; en este caso, en un
simpático dios mitad cabra mitad humano (3) (a veces solo cabra en sus
orígenes más remotos), el dios griego Pan (sí, como el Bimbo)(4). Este
dios fue un poco especial, como apreciamos en su físico «envidiable», ya que
a diferencia del resto de dioses del Olimpo no tenía aspecto humano (5).

El cambiante dios Pan: “abusando” y “protegiendo”


pastorcillos desde el siglo VII a.C.
El dios Pan era originario de una zona local concreta de la antigua
Grecia (6). Entre sus atributos debemos destacar que habitaba en las zonas
rurales, siendo un dios de pastores y cazadores (protector de los ganados
y de los animales salvajes). Pero también destacó por su
carácter “libertino”, lascivo, transgresor del orden social establecido y
por su voraz apetito sexual. Solía llevar a cabo todo tipo
de comportamientos “indecentes” como esconderse detrás de unos
juncos para espiar y perseguir a las ninfas con su miembro a la “ofensiva”…
(7). Parece ser que muchas de estas mujeres lo rechazaron; aunque
admitamos que el cortejo no sería su precisamente su fuerte.

Este dios de la naturaleza (salvaje), vivió en zonas limítrofes y agrestes;


debido a su comportamiento “incivilizado” y transgresor
(8) ejemplificaba todo lo social y cívicamente incorrecto, por lo tanto,
actuaba en contraposición a la forma correcta de comportarse en la ciudad.
Además tuvo una gran importancia en el imaginario griego; al ser patrón de
la caza y el pastoreo, actividades vitales para la subsistencia (9).

Crátera ática donde observamos al dios Pan persiguiendo a un pastor


( ca. 490 a.C.). Dios Pan manteniendo relaciones con una cabra (escultura
de mármol pompeyano).
Este evolucionó y se expandió (10) por todo el mundo griego y el Imperio
romano (que fueron muy tolerantes en cuanto a libertad religiosa) (11).
El problema llegó con los cristianos: que si yo sólo adoro al Dios
verdadero… que si vuestros ídolos son falsos… Con el auge de la doctrina
cristiana la mayor parte de deidades paganas entraron en crisis (12); si
bien, el transformable dios cabra se reconvirtió, ocupando un lugar
prominente dentro de la nueva concepción del mundo: el de archienemigo
de Cristo (13).

¿Dios los crea y ellos se juntan? O ¿Dios los copia y


los junta?
El dios Pan, por su apariencia híbrida y sus comportamientos libidinosos e
impulsivos, se convirtió en un candidato perfecto para encarnar a
las Fuerzas del Mal (14). La mezcla de elementos humanos y
animales fue observada por los cristianos como una deformidad física y
moral que conducía al pecado (15). Ahí reside la tradición clásica de
representar al demonio con multitud de elementos animales (16); otra
cosa no, pero imaginación tenían. Los elementos ya señalados (perilla,
cuernos, cola y pezuñas de cabra) evidencian las claras interferencias entre
el físico del dios Pan y el del Demonio.

Dios Pan de
Lussos (ca. 440 a.C.). Representación del demonio con rasgos caprinos,
detalle de mapamundi medieval de Ebstorf (siglo XIII).
No obstante, el físico no lo es todo, la belleza está en el interior. El demonio
cristiano también se influyó de otros rasgos de la personalidad del dios
cabra: mal genio, dificultad para acatar las normas sociales y morales,
preferencia por vivir en lugares aislados y apartados (Pan disfrutaba al fresco
en la sombra del bosque espiando pastorcillos y Satán gozaba tentando a
Jesucristo en un cálido desierto)… Incluso se influye de las prácticas
sexuales “especiales” de las que disfrutaba Pan (zoofilia, masturbación,
homosexualidad, pederastia), en el caso de Satán se le atribuye la carnalidad
e impulsos sexuales obscenos y pecaminosos (desnudez, labios abultados,
muestra de su lengua… hasta es representado con un gran falo) (17).

El negocio de la “posesión”. A falta de ideas


“rentables” buenos son los plagios
La última similitud quizás sea la más impactante: ¿recuerdan esa manía
“tonta” de Lucifer de torturar a las personas poseyéndolas y
provocándoles convulsiones y espasmos, haciéndolas levitar o arrojar
blasfemias contra todos los presentes? (18) Pues sorprendentemente el dios
Pan también destacó por la posesión de humanos (19). Debemos diferenciar
los dos tipos de posesiones efectuadas por el dios Pan:

–Pánico (20): el dios Pan poseía a un colectivo de militares creando entre


ellos un miedo incontrolable, alboroto y huida en estampida… al menos los
“cobardes” tendrían una excusa divina para sus superiores.

–Panolepsia: el dios Pan se introducía en el cuerpo de un


individuo concreto arrebatándole su autonomía de actuación y generándole
ataques repentinos de locura o alegría, risa descontrolada, melancolía
inexplicable, arrebatos de deseo sexual, convulsiones…

Esta afición del dios cabra por apoderarse de los mortales serviría como
base a los primeros cristianos para construir (copiar) su propio modelo de
posesión (demoníaca) (21). Aunque a diferencia de la posesión de Pan,
cuyos efectos podían ser beneficiosos o perniciosos (22), en el caso del
demonio siempre tenían efectos perjudiciales, pudiendo provocar hasta la
muerte (23).

Cristo exorcizando al endemoniado de Gerasa (Mc. 5, 1-20), ilustración


medieval. Cristo exorcizando a un chico poseído por el demonio, ilustración
que aparece en «Las muy ricas horas del Duque de Berry» (siglo XV).
En definitiva, observamos como ante el avance de la nueva religión
cristiana, multitud de elementos y tradiciones clásicas persistieron o
fueron readaptadas al nuevo modelo de comprensión cristiana del mundo,
como lo son todas estas “coincidencias” entre el dios Pan y Satán.
¿Casualidades? Estos son los datos, suyas son las conclusiones…

¿Alguna vez se ha preguntado si existen más casos de persistencias


paganas? Querido lector, le animo a que se siente tranquilamente en su sofá
y coja su biblia, la que le regalaron en su comunión, y busque la parte
exacta en la que, en sus oraciones, Jesucristo establece que: arrojar sal
trae mala suerte, hay que escupir en el suelo cuando se maldice a alguien,
atar tres nudo a un pañuelo sirve para encontrar objetos perdidos o que hay
que ponerse los calzoncillos o bragas del revés para evitar el “mal de ojo”…
Efectivo o no, es innegable que son consejos útiles, ya que podremos
permitirnos el lujo de tardar más en lavar nuestra ropa interior.

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