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Esquizofrenia y familia
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el esquizofrénico rechazaría o seguiría rechazando como lo hacía cuando era una persona
apartada, alejada y esquizoide, desea renunciar al impacto emocional del mundo exterior,
porque es demasiado intolerable e irreconciliable con su mundo interior. Muchos autores y
observadores están de acuerdo en que en la esquizofrenia no sólo hay menos represión que en
la psiconeurosis, sino que, con frecuencia, aparece un fenómeno opuesto. Lo que
generalmente se reprime bien en el neurótico y en la persona normal, tiende a aflorar a la
superficie en las psicosis. Los mecanismos de represión o de hacer cosas inconscientes no
parecen funcionar demasiado bien en la esquizofrenia. Por eso el embotamiento afectivo no
puede ser atribuido únicamente a esta causa. La razón por el cual los mecanismos de la
represión no funcionan bien, es porque les costaría mucho trabajo hacerlo: deberían ser
reprimidas demasiadas cosas agradables. Si el paciente ha tratado de hacerlo así antes de
llegar a ser un psicótico, pero falla, ahora se necesitan mecanismos adicionales. En este
momento, las emociones reprimidas y las ideas tienden a salir a la superficie en la forma en
que lo hacían originalmente, o después de haber sufrido distorsión, es decir, transformación
simbólica. Esta transformación simbólica, por supuesto, ocurre también en la neurosis, pero
no en grado tan elevado como en la esquizofrenia. Además, en la esquizofrenia se complica el
mundo exterior mucho más que en la neurosis (Rose, 1980).
La sociedad suele mal etiquetar a los pacientes enfermos de esquizofrenia con el término
de “loco”, pero la locura es una enfermedad mejor conocida como psicosis y no tiene la
misma etiología que la esquizofrenia. Otro mito recurrente es que las personas con
esquizofrenia son violentas, esto es contradictorio porque entre los síntomas se encuentra el
aislamiento ya que una persona que no es capaz de relacionarse con los demás no mostraría ni
un poco de interés en querer dañar al otro, excepto si el paciente cree necesitar defenderse o
las voces que escucha le indican que ataque a alguien. Suele decirse que las personas con
esquizofrenia son retrasadas mentales, pero la realidad es muy diferente ya que no solo inician
a diferente edad (el retraso mental es de nacimiento o primeros cinco años de vida) sino que
prácticamente todas sus manifestaciones son distintas. Tampoco es un trastorno de doble
personalidad ya que en éste la persona no alucina, sino que hay una pérdida de memoria que
crea la existencia de dos o más identidades en un mismo individuo.
Independientemente de cómo será tratado el paciente, la familia también debe tener un
tratamiento terapéutico, en las cuales serán capaces de reconocer los sentimientos que tienen,
para poder llegar a la aceptación y poder apoyar a su familiar. La actuación de la familia es
fundamental, de esto depende también la evolución del paciente. El rechazo, el abandono y la
agresión de su entorno lo perjudican terriblemente. La familia requiere de gran orientación
para lograr saber ayudar a su paciente, disminuir la culpa que siente y aceptar la enfermedad y
evitar desgastarse. Los familiares de los pacientes la mayor parte de las veces sufren mucho
con la enfermedad del paciente, es por eso que cuando un paciente padece de esquizofrenia, la
orientación al familiar consta de terapias en las cuales se busca que sean cálidos, tolerantes,
capaces de poner límites claros y determinantes en las conductas inaceptables (Pereira, 1992).
Es importante recordar que nadie causa la esquizofrenia, como nadie causa un cáncer o una
enfermedad cardíaca. No es culpa de la persona con esquizofrenia. Y no es culpa de los
amigos ni de los familiares de esa persona. Mientras algunas investigaciones sugieren que la
esquizofrenia es causada por una combinación de factores genéticos o la herencia de genes
ligados a la esquizofrenia, también puede estar relacionada con factores ambientales. En
cualquier caso, los científicos continúan sin conocer la causa. Todavía no hay cura, pero la
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esquizofrenia puede ser controlada con éxito gracias al tratamiento médico, el tratamiento
psicoterapéutico y al apoyo de las personas de su entorno.
¿Cómo empezar a conducir una terapia con un paciente esquizofrénico? Como es natural,
la técnica varía según el paciente. Si el paciente es mutista, no se hace ningún intento para
hacerlo hablar, esto sería desastroso para el tratamiento. El terapeuta tiene que tomar la
iniciativa y hablarle. La conversación debe ser agradable y consistir en tópicos naturales, es
decir, en temas que no aumenten la ansiedad del paciente. Sea como fuese, más importante
que el tópico de las conversaciones es la actividad general del psicoterapeuta. El paciente
debe sentir que se está haciendo un esfuerzo benevolente y sincero de llegar hasta él, sin
pedirle a él nada.
La psicoterapia en la esquizofrenia apunta a los siguientes resultados. Primero: en una
atmósfera de aceptación consagrada, confianza y esfuerzo para llegar a él, el paciente se trae
en establecer comunicación, especialmente con el terapeuta, el paciente gana conocimiento de
la naturaleza genética y dinámica de sus dificultades. Tercero: a través de varios esfuerzos
coordinados, el paciente gana en propia estimación. Algunos pacientes llegan al extremo de
cerrar los ojos durante la sesión, o a volver la cara en una dirección diametralmente opuesta.
Estos ademanes no deberían ser interpretados por el terapeuta como un rechazo del
tratamiento, sino como métodos utilizados por el paciente para reducir a un grado tolerable el
espantoso aspecto del contacto interpersonal. El paciente debe dirigir la cara en la dirección
que quiera. En la mayoría de los casos es mejor sentarse cerca del paciente.
Las intervenciones terapéuticas desarrolladas en las últimas décadas se han dirigido al
control tanto de los factores de estrés como de los factores de vulnerabilidad. Entre las
primeras, se encuentran las intervenciones familiares, dirigidas a cambiar los ambientes
adversos en el hogar; el entrenamiento en habilidades sociales con los pacientes, para reforzar
sus capacidades para enfrentarse a las exigencias y problemas de la vida diaria; la
psicoeducación, para dar a conocer la naturaleza del trastorno y modificar las actitudes de los
familiares hacia la enfermedad y de los propios pacientes, favoreciendo así un rol activo del
paciente en la gestión de su propio trastorno, y mejorar el cumplimiento terapéutico; y más
recientemente las terapias psicológicas cognitivo-conductuales, con el fin reducir los
síntomas positivos, en interacción con la medicación, de favorecer el desarrollo de las
capacidades de afrontamiento y de intervenir sobre las distorsiones del pensamiento y en el
procesamiento anómalo de la información (Pereira, 1992). En los últimos años se han llevado
a cabo varios estudios sobre programas psicoeducativos en familias de pacientes
esquizofrénicos, que en general han mostrado tener un impacto positivo en la prevención de
recaídas psicóticas. Los primeros estudios surgen para confirmar la hipótesis de la influencia
del clima emocional familiar en la evolución del trastorno. Posteriormente, se han llevado a
cabo otros estudios controlados que ponen de manifiesto la eficacia de las intervenciones
familiares, junto con la utilización de dosis óptimas de medicación neuroléptica, en la
reducción de las recidivas psicóticas, en el funcionamiento familiar y en el ajuste social del
paciente, no habiéndose puesto de manifiesto efectos adversos de los mismos. De todas
formas, conviene señalar que aquellas modalidades donde el paciente está presente deben de
posponerse hasta que el paciente esté en condiciones de procesar información, evitando
sesiones familiares estresantes donde el enfermo pueda verse sobreestimulado (Lemos, 2002).
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Los programas tienen elementos comunes, de hecho, todas las intervenciones combinan la
información acerca de la enfermedad, con algún tipo de abordaje de resolución de problemas
más o menos estructurado, y el apoyo que proporciona el propio medio terapéutico, pero de
hecho varían ampliamente y tienen diferentes formatos que van desde aquellos que incluyen
al paciente y a la familia como una unidad familiar hasta otros que están destinados a grupos
de familiares, pero no se ha demostrado todavía la superioridad de una modalidad terapéutica
sobre otra. Sin embargo, las revisiones sistemáticas permiten concluir que los programas
educativos breves tienen un efecto significativo pero limitado sobre las actitudes de los
familiares siendo el beneficio general muy escaso.
La educación de los familiares de un paciente mental grave, desde los estadios más
precoces del trastorno, es un componente esencial para su recuperación (Pereira, 1992). Sin
embargo, el tipo y la intensidad del programa psicoeducativo debe adaptarse a la fase de la
enfermedad y a la capacidad tanto de la familia como del paciente para interpretar lo que está
sucediendo. Diversos factores influyen en cómo una familia responde ante una enfermedad;
entre ellos: a) el sistema de apoyo social del que disponga la familia; b) la experiencia previa
de la familia con la enfermedad y el conocimiento de la misma; c) los patrones de
afrontamiento y los recursos de que disponga; d) la calidad de los servicios sanitarios
disponibles y el acceso a los mismos; e) el nivel económico; f) el tipo de comienzo de la
enfermedad (repentina vs. gradual, público vs. privado, etc.); g) la naturaleza de los síntomas;
h) las demandas exigidas a los cuidadores; i) la aceptación o el rechazo del paciente a
participar en el plan terapéutico; y j) el curso y el pronóstico de la enfermedad.
Los familiares de un paciente con una psicosis pueden ser de gran ayuda en el
cumplimiento terapéutico, particularmente en el tratamiento farmacológico. En este sentido,
pueden evitarse efectos secundarios de la medicación antipsicótica cuando se administran
dosis bajas; a lo cual la familia puede contribuir recordándole la toma de la medicación y
alentándole a que aprenda a gestionarla él mismo. Además de la psicoeducación, los
familiares de los pacientes con trastornos mentales a menudo necesitan mejorar su forma de
comunicarse en el hogar y de resolver los problemas, con el propósito de hacer la vida más
predecible y tranquila posible. En este sentido, en las sesiones de intervención familiar se les
propone abordar una determinada cuestión, como puede ser la actividad que pretenden
realizar el siguiente fin de semana, con el propósito de clarificar los puntos de vista de cada
uno.
Bibliografía: