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CABALLEROS TEMPLARIOS SOLDADOS DE LA VIRTUD Y DEL IDEAL

En todas las edades hubo individuos de selecta condición moral y de elevados ideales, con
Principios trascendentes, que supieron hacer valer en todos los ámbitos de la tierra Valores
de Conciencia generalmente inusitados y poco comprendidos, es decir, nada fácil de
asimilar y profesar. Esto equivale a decir que ni los sistemas filosóficos ni las
organizaciones religiosas lograron expresar ni mucho menos enseñar estas características de
los CABALLEROS TEMPLARIOS, que antes de todo eran verdaderos SOLDADOS DE
LA VIRTUD Y DEL IDEAL. Los CABALLEROS TEMPLARIOS se distinguieron
siempre por la amplitud de sus miras y lo elevado de sus ideales, no combatiendo
intolerantemente ninguna clase de creencia ni oponiéndose en modo alguno a ninguna fe, ni
a ningún culto profesados sinceramente por sus seguidores. No nos referimos aquí, claro
está, al templarismo Máltense del siglo XVLII, del que todas las formas recientes, como la
de Francia, surgida en 1804, la de América lanzada en 1868 y la de Inglaterra, del siglo
pasado, sólo puede decirse que invocan sin derecho, ancestros cuyo espíritu traicionaron sin
cesar, sirviendo abiertamente organizaciones y objetivos que fueron precisamente los
peores enemigos del genuino TEMPLARISMO, el que trataron de destruir el día 13 de abril
de 1312, en el Concilio de Viena, que era dominado por Felipe el Hermoso y Clemente V,
declarándolo ignominioso y quemando vivo a su Gran Maestro de entonces, el Ven. Jacobo
de Molay y sus principales oficiales.

No debemos confundir TEMPLARISMO y “templarismo”.

Los “templarios” apenas logran imitar, bastante burdamente por cierto, el genuino espíritu y
las prácticas nobilísimas de los auténticos TEMPLARIOS, quienes eran todos verdaderos
Iniciados y en su mayor parte descendientes o verdaderos ayant-droits de las principales
casas nobles de Francia, Alemania, Bélgica, Italia y España. Los CABALLEROS
TEMPLARIOS tienen una larga además de brillante historia. Pero no confundamos las
cosas, los casos y los hombres! En primer lugar, débese saber que la ORDEN RELIGIOSA
Y MILITAR DE LOS TEMPLARIOS, o Caballeros Templarios, fue constituida en
Palestina, en 1.118, por el Conde Hugues de Payens y otros ocho gentilhombres, teniendo
por propósito garantizar la libertad religiosa en la llamada Tierra Santa y teniendo todo
Caballero la obligación de ceñirse a un triple voto de OBEDIENCIA a los superiores,
POBREZA en cuanto a bienes materiales y en fin de CASTIDAD. Se creyó en un principio
que su finalidad era hacer la guerra a los infieles y proteger a los peregrinos. La verdad es
que ellos tenían la misión de mantener la Palestina libre de guerras religiosas, no importa
quienes fuesen los atacantes. Se les llamó TEMPLARIOS porque el rey Beaudoin II les dio
como residencia una casona en sitio cercano de las famosas ruinas del Templo de Salomón
y además hacían guardia diurna y nocturna ante los Templos, no solamente los de los
Cristianos sino también los de los Mahometanos y las Sinagogas. Esta ORDEN no fue
creada por ninguna organización religiosa, ni tampoco tenía por finalidad servir los
designios de ninguna creencia en particular. Pero se sabe que Theoclètés, Gran Pontífice de
la Orden del Templo de los Nazarenos, que era una falange de ardorosos defensores de la
secta Johanita1 , fue el Iniciador, encausador moral y en fin el inspirador constante de los
primeros fundadores de la Orden de los Templarios, que en realidad pueden considerarse
como una verdadera extensión del Johanismo (Ebbonitas Nazarenos) o sea, la enseñanza
Cristiana primordial, enunciada por Juan el Bautista. Los TEMPLARIOS tenían, por lo
tanto, una trascendente finalidad, o sea la misión de instaurar en el mundo Occidental el
Verbo Espiritual de los Santuarios Esotéricos, entonces muy negado y aún más ignorado.

1 De la que el Profeta, por sucesión, era Juan el Bautista, a quien colocó siempre encima de Jesús - Consúltese
“Isis sin Velo” Vol. II..

Los TEMPLARIOS, por ende, no fueron herejes nunca, porque nunca fueron ortodoxos de
la tradición judeo-cristiana. La Cruz Roja que figuró siempre sobre su vestimenta blanca
(distintivo de la GRAN FRATERNIDAD BLANCA era sinónimo de la Cruz Zodiacal y
aun la Conciencia (Christos-Helios) sobre la realidad confusa de la vida-materia… Los
CABALLEROS TEMPLARIOS asistían a los servicios religiosos en sus propias Capillas,
pero también tenían moradas secretas donde se reunían para otros servicios de carácter
puramente Iniciático y atendían por igual las Sinagogas y las Mosques. Eran los AMIGOS
FIELES de todos los sinceros creyentes, los PUROS DE CORAZÓN Y DEFENSORES DE
LA FE, como quien dice, los SOLDADOS GARANTES DE LA VIRTUD Y DE LOS
DERECHOS DE LA CONCIENCIA. Los dirigentes u oficiales de la Orden eran todos
individuos de múltiples prestigios y de rango de Nobleza, habiendo entre sus filas Reyes,
Príncipes, Duques, Marqueses, Condes, y en fin Gentilhombres de todas las categorías. Ni
entre los más ínfimos Miembros de la Orden había un solo siervo u hombre común. En
1.134, el rey Alfonso Primero de Navarra y Aragón declaró a la Orden heredera de sus
bienes. Se hizo, además de poderosa en los asuntos morales y políticos de Europa y Asia
menor, sumamente rica. El Cristianismo nunca tuvo mejor defensor que los
CABALLEROS TEMPLARIOS. La Iglesia de Roma creó su propio milicia templaría,
llamada “Hospitalarios”, pero jamás logró semejantes prestigios ni igual empuje como los
de los CABALLEROS TEMPLARIOS DE SAN JUAN. Pero cuando estos se hicieron
demasiado poderosos y se aprestaban a regir los destinos del mundo Occidental, parece que
los poderes coaligados de la época se avisaron de los orígenes y de las posibilidades, así
como de las miras del TEMPLARIMO. Esto fue la causa de la intensa labor disidente
iniciada contra ello, culminando en fin en la traición de 1.307, fecha memorabilísima en los
anales religioso-políticos de Europa, puesto que es entonces que el estado de Francia junto
con la Iglesia de Roma sofocaron, de intención por lo menos, el TEMPLARISMO,
poniendo así tremendo dique a la conciencia Humana, retardando el Humanismo posterior
y en fin obstaculizando la famosa Reforma, que de todas maneras sobrevino. Fue el más
crudo golpe estrenado contra el Liberalismo naciente, y el más cobarde atentado contra la
libertad de pensamiento. Los defensores de la Iglesia y banqueros del empobrecido estado
Francés fueron robados despiadadamente y sometidos al suplicio, para borrar mejor el triple
crimen, de ROBO DE BIENES PARTICULARES, NEGACIÓN DE LIBERTAD DE
CONCIENCIA, y de MASACRE DE CABALLEROS. Todo esto se hizo tras de un sin
igual cinismo en que participará toda la bellaquería del ocio de los Príncipes y señores
feudales fanfarrones que infestaban entonces la vida europea que ya empezaba a ansiar
grados de civilización. Lo cierto es que la ORDEN DE LOS CABALLEROS
TEMPLARIOS reunió todo lo más selecto de la Nobleza del mundo Occidental,
continuando sin pregonarlo, la obra de los valientes adalides Catares (Puros), antecesores
suyos que también fueron conocidos como Albigenses y Vaudoenses, hasta el extremo de
que el Gran Maestro tuvo siempre el grado de Príncipe, además del título, bien codiciado
por cierto, de Conde de Tolosa. La ORDEN tenía también muchos sacerdotes y en la época
de las Cruzadas fue intrépida y gloriosa. Su defensa en Gaza (1.171), la batalla de
Tiberiades (1.187), la conquista de Damiette (1.219), la Cruzada de Egipto (1.250), fueron
otros tantos triunfos, que no se empañan con el trascurso del tiempo ni con su tremenda
derrota en Sant-Juan d’Acre (1.291). Pero después de esta fatalidad, la Orden comprendió
que luchaba contra un enemigo que no se le enfrentaba nunca y que no obstante era
infinitamente peor que las fuerzas que se proponía disolver.

Es entonces cuando la Orden se retiró hacia la Isla de Chipre y luego a la Isla de Malta,
para en fin retraerse en sus Comanderías de Europa. Así comenzó su verdadera Cruzada, no
contra los Mahometanos que acababan de destruir sus filas ni contra los Árabes que en
secreto eran sus más fieles y poderosos aliados, sino contra los propios Cristianos
Europeos… La Orden tuvo que luchar mucho en secreto, lo mismo que al descubierto,
contra los intereses creados de la época y es entonces, verdaderamente que llegó a
demostrar cuál era su auténtica misión, es decir, los verdaderos propósitos de su
organización. El Cristianismo que había defendido más y mejor que nadie antes, tenía que
sufrir el empujo de su celo e ideales. Estaba resuelto a llevar a la cristiandad cierto espíritu
de compenetración, apreciación, caballerosidad y dignidad que hasta ahora habíase echado
de menos. Había que inyectar tolerancia y liberalismo, sencillez y cultura en la Europa
arrogante y cruel, cínica y vanidosa y el Templarismo tenía la misión de lograr tales
reformas. Tal fue, en fin, el motivo de las persecuciones sangrientas y brutales de que
fueron objeto sus Caballeros idealistas… La Orden, entonces, fue perseguida y maltratada,
pero los conceptos no se encarcelan ni perecen en las hogueras, por más que todo España y
media Europa ardía con maderas empapadas de grasa humana, llenando los aires de hedores
acres de carnes incineradas en medio de brutales odios exacerbados en medio de lúgubres
cánticos salmodiados furtivamente por trémulos labios que falsificaban la Voluntad Divina
y blasfemaban con sentencias de oraciones. Pero nada fue en vano, puesto que sobrevino el
Renacimiento, y luego la Reforma y en fin el Liberalismo y el Iluminismo. Se ha dicho que
los TEMPLARIOS eran espías al servicio de las huestes de Gengish Khan. Es posible que
algunos lo hayan sido, y que la Orden haya sido creada exprofeso para preparar el terreno,
con un siglo de anticipación, ciertamente, pero si estos sabios y valerosos luchadores del
Ideal de Superación humana fueron emisarios de los Santuarios del Asia, nada puede
inculpárseles de manera denigrante, por cuanto ellos fueron además de DEFENSORES DE
LA LIBERTAD DE CONCIENCIA en su propia época, oficiaron con sus sacrificios
cruentos de precursores de todas las conquistas de que se vanagloria tanto nuestra época
actual. El Gran Maestro, en el momento de expirar, dijo luminosamente: “Permita, ¡Oh
Dios mío! Que algún día el mundo, mejor informado, conozca con más propiedad aquellos
que se esforzaron en vivir por Ti” ¿Hay pecado en eso? ¿Hay blasfemia en eso? ¡NO! Los
Templarios eran demasiado dignos para vivir corrompidamente en la época que tenían por
misión reformar. Ellos eran demasiado Nobles: por eso la nobleza bribona y desvergonzada
de entonces tenía que buscar su anulamiento. El TEMPLARISMO dio nacimiento a la
Masonería, siglos más tarde. Pero siglos antes, ya existía una disciplina y un estado de
cosas grandilocuente de moral y filosofía, en los pocos conocidos territorios del Asia,
precisamente donde fue ideada. Lo que generalmente es menos conocido, es que los
CABALLEROS TEMPLARIOS eran Iniciados, o bien Iniciandos. Con razón Servían a
todos los Credos y montaban guardia de defensa para todos los cultos, llevando a los
corazones doloridos, solaz y serenidad que solamente ellos sabían impartir. Para terminar
esta exposición, digamos que por fortuna del TEMPLARISMO no murió nunca. La edad de
las andanzas caballerescas y de la exaltación mística jamás morirá, pues en todo corazón
humano hay un Caballero y en toda Conciencia Iluminada aparece un TEMPLARIO.

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