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Hoy en día se habla mucho acerca del rol del Espíritu Santo, lo cual es algo que celebro. Sin
embargo, gran parte de lo que escucho sobre el tema me ha llevado a hacerme la siguiente
pregunta: ¿Qué es lo nuevo del Espíritu Santo en el Nuevo Pacto? Me gustaría desarrollar la
siguiente tesis en este artículo: La presencia de Dios en el nuevo pacto es más que su presencia
con su pueblo en el antiguo pacto. Ahora, por la obra de Cristo, su presencia habita no solo con
sino en su pueblo por medio del Espíritu.
Dios siempre se ha propuesto habitar con su pueblo en el templo por medio del Espíritu. Jesucristo
—quien es el verdadero templo— ora cuando su obra es terminada para que el Padre envíe al
Espíritu. Dios contesta esa oración y ahora el pueblo de Dios es el templo del Espíritu de Dios (Juan
14:16-17).
Lo primero que hay que reconocer es lo difícil que es este tema. Como podemos ver en la
siguiente tabla, la Biblia usa diferentes palabras para hablar sobre la presencia o manifestación de
Dios:
Ver cómo Dios habita en su pueblo no es una tarea fácil, pero sí es posible. Debemos entrar en el
estudio con una perspectiva escatológica sobre las promesas dadas en el Antiguo Testamento y su
cumplimiento en la persona de Cristo.
Usualmente la pregunta que surge en este tema es, Si los santos del Antiguo Pacto no disfrutaban
de la presencia de Dios en ellos sino solo con ellos, ¿cómo eran salvos?
¿Qué es la regeneración? Jim Hamilton dice, “La regeneración es la obra de Dios de otorgar a seres
humanos la habilidad para escuchar, entender, creer, obedecer, entrar en el reino”. Así, la
regeneración es la obra de Dios, por medio del Espíritu Santo, para darle un nuevo corazón a su
pueblo. En el Antiguo Pacto y el Nuevo vemos que Dios obró la misma regeneración. Vemos esta
promesa en lugares como Deuteronomio 30:6; Jeremías 24:7, 29:10-14, 31:31-34, 32:36-41; y
Ezequiel 36:26-27.
La promesa de la circuncisión del corazón es algo que disfrutamos en un espectro más amplio en el
Nuevo Pacto. En el Antiguo Pacto Dios le dio al remanente un corazón para amarlo y amar su
Palabra. En el Antiguo Pacto vemos las promesas de la circuncisión aplicadas solo en el remanente,
pero en el Nuevo Pacto son aplicadas a todo miembro de la Iglesia de Cristo. La circuncisión del
corazón es lo que permite a una persona amar y atesorar a Dios sobre todas las cosas, a ejercer fe
en lo que Dios ha hecho a nuestro favor en su Hijo; todo esto es aplicado a nuestros corazones por
medio del Espíritu Santo.
Esta transformación ocurre en un instante, y continúa con la obra de santificación por medio de la
gracia y la fe en Dios (Hechos 7:51; Romanos 2:22-29; Efesios 1:13; Colosenses 2:11).
También vemos la obra del Espíritu Santo en la regeneración en Juan 3:5-8; y Tito 3:3-7. Debido a
esto, podemos concluir que la regeneración es la misma por medio de los pactos: En el Antiguo
Pacto, vemos al remanente ser salvo por el Espíritu Santo, mientras ellos ponen su fe en la obra
venidera de Dios por medio de su Hijo (Hebreos 11). Sin embargo, a continuación veremos que, a
pesar de que la presencia de Dios es la misma —porque Él no cambia—, el lugar en el que su
presencia habita ha cambiado.
En el Antiguo Testamento vemos que existe una morada temporal de Dios en el templo físico
(Éxodo 40:34; 2 Crónicas 7:1-2). También vemos cómo la presencia de Dios deja el templo por
causa del pecado del pueblo (Ezequiel 8-11).
¿Cómo puede ser que el Espíritu Santo no habita en los santos del Antiguo Pacto? Hamilton me ha
ayudado mucho a entender la gran verdad de la residencia del Espíritu en la Iglesia. Él dice, “En el
Antiguo Pacto, Dios permaneció fiel a su pueblo, acompañándolos en una columna de fuego y de
nube, y después habitando en medio de ellos en el tabernáculo y en el templo. En el Nuevo Pacto,
el único templo es la comunidad de creyentes, y Dios habita no solo en la comunidad corporativa,
sino también en cada miembro individual”.
Hamilton explica la venida del Espíritu sobre o con algunos lideres políticos, “apoderaba al juez
para un trabajo en particular, marcando como alguien distinto”. Así que el Espíritu daba
discernimiento a lideres políticos para guiar al pueblo de Dios.
Esta promesa escatológica de la residencia del Espíritu en el pueblo de Dios está conectada a la
promesa del Nuevo Pacto que Cristo compraría con su sacrificio en la cruz. Por ejemplo, vemos en
Isaías 11:2; 42:1; 61:1; Lucas 4:18-19; y Juan 1:14 que Jesús estaba lleno del Espíritu de Dios. De
esta manera cumple la profecías que el Mesías estaría lleno de la presencia de Dios por medio del
Espíritu Santo, siendo el nuevo templo.
La conexión entre la gloria de Dios llenando el templo y la gloria de Dios mostrada en el Hijo nos
muestra que Jesús es el verdadero templo, en donde la presencia de Dios habita continuamente.
Pero ¿cómo se conecta la morada de la presencia de Dios en Cristo por medio de su Espíritu con su
Iglesia?
En Juan 2:19-22; 7:39; 14:15-17; y 16:17 vemos con más claridad lo nuevo del Espíritu Santo en el
Nuevo Pacto. En Juan 14:17 nos damos cuenta que el Espíritu no solo estaría presente de la misma
manera que en el Antiguo Pacto (“con” el pueblo de Dios), sino también de una manera
completamente nueva: El Espíritu “en” o “dentro” del pueblo de Dios como una congregación
corporativa, pero también en cada persona de forma individual.
La Iglesia como el templo de Dios tiene poder para ser testigo del evangelio glorioso de Dios en
Cristo y por medio del Espíritu (Joel 2:28-32; Hechos 2:17-24; 1 Corintios 2:12; 6:19-20). La Iglesia
es el templo del Espíritu de Dios y como el templo anticipamos la nueva creación, la cual tomará
forma de un templo, (Apocalipsis 21-22).
Desde el Antiguo Pacto, el deseo de Dios de estar con su pueblo permanece. Sin embargo, la
promesa de que Dios habitaría en su pueblo es una bendición escatológica que los creyentes en el
Antiguo Pacto no disfrutaban. Los creyentes del Nuevo Pacto vivimos y disfrutamos esta bendición
de la presencia de Dios en nosotros, ya que Cristo es el templo y nos ha unido a Él.