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La llegada a Japón del zen de mano de Dōgen y Rinzai supuso una expansión del

budismo a niveles más populares. Esto, unido al periodo de guerras reinante, facilitarían
la austeridad y el minimalismo característicos del zen. Su influencia en el arte y la cultura
japonesa se haría evidente en todos los aspectos, incluida la literatura a partir de la época
Kamakura. En el presente trabajo intentaremos reflejar esa influencia en obras
pertenecientes al periodo Kamakura (Hoojooki y Tsurezuregusa) y Muromachi (Oku no
hosomichi), además de otras obras que ayudaran a respaldar nuestro enfoque.

Nuestra intención es la de sintetizar el concepto de wabi sabi a través de los zuihitsu


de Kamo no Chōmei y Kenkō Yoshida, y la de descubrir la evocación a la presencia que
se esconde en la sutilidad de un haiku.

WABI SABI: EL ARTE DE LA IMPERMANENCIA

El wabi sabi evoca conceptos como la impermanencia, la humildad, la asimetría y la


imperfección. El arte japonés se nutre del wabi sabi buscando la belleza en el mundo
natural y se inspira en la naturaleza. Como la naturaleza puede definirse por su asimetría
y sus caprichosas formas, el wabi sabi busca la pureza de la imperfección natural.

Las raíces del wabi sabi se encuentran en la influencia taoísta del budismo zen.
Durante el siglo XII el zen sufriría una gran expansión gracias a los peregrinajes a China
que se llevaron a cabo en busca del desarrollo espiritual fundamental. De aquí recibiría la
influencia y definiría sus rasgos primordiales, engendrando un budismo con clara
influencia taoísta y con un animismo heredado del shintō muy arraigado. Estas influencias
le ofrecían un carácter de sencillez y austeridad, en armonía con la naturaleza, en un fluir
natural de la vida. Esto desarrolló una visión estética del mundo totalmente distinta de lo
establecido: el del amor por lo poco convencional, en la creencia que el arte poco
convencional fomenta distintas formas de percibir el arte.

Los sutiles matices de un objeto, la curvatura de un pétalo abriéndose, la grieta de un


jarrón de bambú o el nudo de una vieja y deteriorada viga de madera acabaron
simbolizando el mujō, el principio budista de la impermanencia y el continuo cambio.
Estos objetos, al ser manifestaciones físicas del mujō, se convirtieron en vehículos de
contemplación estética. Si un objeto produce una serena sensación de melancolía y un
anhelo espiritual, puede decirse que se trata de un objeto wabi sabi.
El wabi sabi se dejaría notar en diversas expresiones del arte: pintura, origami,
ceremonia del té. En los haikus se aprecia una clara influencia, donde el escritor intenta
potenciar al máximo los posibles significados de su prosa, dejando así más espacio para
la interpretación personal.

La palabra wabi procede del verbo wabu, que significa languidecer, y del adjetivo
wabishii, que se usaba para describir los sentimientos de soledad, desolación y desdicha.
Los literatos de los periodos Kamakura y Muromachi aprovecharon estas connotaciones
negativas en una visión más positiva para expresar una vida que se había liberado del
mundo material. Así, una vida de pobreza era el ideal zen al que aspiraban los monjes
que deseaban alcanzar la verdad última de la realidad; una persona que ha trascendido al
deseo de gozar de las comodidades mundanas y ha conseguido encontrar la paz y la
armonía en una vida sencilla.

La palabra sabi hace referencia a lo marchito, a la impermanencia y al espíritu de


absoluta soledad e irrevocabilidad. La idea de la muerte se considera la mayor fuente de
sabiduría. Cuando la idea de inexistencia se introduce en la ecuación, ninguna cosa
parece más importante que otra. La melancolía se usaba como piedra angular para
agudizar la conciencia espiritual. No consistía en autocompasión, sino en intangible
anhelo.

En conclusión, podría decirse que la palabra wabi se asocia con el estilo de vida,
mientras que con la palabra sabi se intenta describir las características físicas de los
objetos de formas sombrías y sencillas que transmiten una sensación de impermanencia.

EL ESPACIO INTERIOR DEL HAIKU

Este libro se trata de una antología comentada de haikus japoneses, como él mismo se
presenta. Consideramos hacer de este libro un hueco en la colección de obras que
elegimos para realizar el presente trabajo y nos ha sorprendido gratamente. Nos hemos
deleitado sobremanera pasando sus páginas en busca de lo que significa ser un haiku,
indagamos en su naturaleza y por qué este raro género lírico japonés al principio nos deja
con los ojos abiertos de par en par por la incredulidad de lo que estamos viendo,
preguntándonos si de veras eso tiene algún valor literario, pero que con el tiempo, si uno
deja lugar a que el proceso de refinamiento espiritual ocurra dentro de uno mismo, llegará
a comprender y amar estos pequeños poemas que son, por encima de todo, cánticos de
sensibilidad extrema hacia el mundo, una forma de percibir el entorno en su peculiaridad y
un arte que, como todas las artes, es una forma de expresión de la mente y el corazón
pulidos con su propia delicadeza.

Alabamos la labor del traductor y sobre todo intérprete. Conocemos la dificultad que
supone traducir haikus y somos conscientes de que nunca será lo mismo un poema si lo
entendemos en su idioma original que si lo interpretamos en el nuestro. Aun así, este
traductor en concreto nos ha cautivado con su sensibilidad al saber no solo traducir del
literal sino interpretar bien un haiku al cambiarlo de una lengua a otra, suponiendo esto un
cambio total de mentalidad que ha sabido adaptar con delicadeza. El mensaje final que se
nos quería transmitir un haiku así se pierde menos.

Qué mejor explicación que la ejemplificación. A continuación, una selección de haikus


que nos han parecido los más remarcables para apoyar nuestras teorías:

Las hormigas en fila

suben por una hoja de hierba…

y en seguida bajan

(Kataoka Yumiko)

Haiku escrito por una niña de 6 años. Añadir más solo sería manchar la inocencia
sagrada. Solo los verdaderos poetas y los niños, únicamente los que sienten en carne
viva, son capaces de ver el mundo; los demás estamos desahuciados.

Mientras me reñían por

por haber cogido el girasol,

yo miraba la flor

(Koizumi Toshiharu)
De nuevo un haiku escrito por un niño, de siete años en esta ocasión. Fascinante su
musicalidad, belleza lírica y literaria, aun habiendo sido traducido a otro idioma. Si me
dijeran que está sacado de la colección de un poeta reconocido clásico, me lo creería sin
duda alguna.

Ah, la luna con su halo de niebla…

Esa noche me quité los pantalones

a golpe de piernas

(Buson)

Un haiku del magnífico Buson, primero en la lista de mejores poetas de haiku a


creencia del traductor. Yo también apruebo esta afirmación. Su haiku nos entra
inadvertido para instalarse en lo más hondo de nuestro ser y, cuando no nos hemos dado
cuenta, ya no se nos puede quitar de la cabeza.

Un solo lazo de papel votivo

en una rama seca

movida por el viento

(Tsuji Mitsuhiro)

Este poema tiene lo que se llama en japonés wabi sabi, sabor de belleza triste.
Magnífica imagen descriptiva de esta estética peculiar.

Ni tosiendo

Dejo de estar solo

(Hosei)

Es este el ejemplo de un haiku moderno sin metro fijo. Probablemente este célebre
poema sea uno de los más atrevidos propuestos.
La lluvia de primavera:

todavía no se ha mojado

la barriga de la rana

(Buson)

Otra maravilla de Buson. Qué más decir que su obra es una de las mejores no solo por
haikus individuales sino también por el hecho de que cada poema suyo tiene sentido y un
lugar que ocupa a la perfección con el todo que construye, su mundo literario.

TSUREZUREGUSA

Ocurrencias de un ocioso es una recopilación de doscientos treinta y cuatro episodios


que Yoshida Kenko fue escribiendo según le venían a la mente. Trabajo trata sobre
reflexiones, ocurrencias y cavilaciones. En ella, el budismo se hace patente sobre todo en
los textos que requieren de su implicación más sentimental. Ya en la introducción se
indica que “lo mejor del amor no está en el momento del goce sino en el proceso. Lo
efímero nos conmueve porque no llega a ver el ocaso del día en que nació. ¿Ya nos
hemos olvidado de que querer significa buscar y no conseguir? La uniformidad tampoco
es deseable; es uno de los defectos de la perfección. Una cosa acabada es el mejor
enemigo de nuestra imaginación”.

Analizamos y exponemos algunos de sus episodios más representativos:

3 – Nos habla de la pasión de vivir, de la juventud desbordada en la que explica que “al
hombre que no ama con pasión le faltará algo”. Aunque también aconseja andar con
cuidado de dejarse llevar totalmente con ella, ya que se le considerará vulnerable.

7 – Describe lo bello de lo efímero. Nos habla de la fealdad que supone la decadencia


del ser humano y de que morir joven supone vivir sin saborear la vergüenza de la vejez.
En la fragilidad de las cosas está la belleza.

9 – Habla del cabello de la mujer y de su poder para levantar la pasión del hombre. Por
eso se dice que del cabello trenzado de la mujer se puede hacer subyugar a un elefante.
12 – Indica de la dificultad y lo gratificante de encontrar a una persona que comparta
nuestras ideas y creencias, pero con la confianza de rebatir nuestras opiniones.

13 – No describe el placer de la lectura; que nos permite entablar amistad con gente
antigua que no ha conocido, y el placer de conmovernos y hacernos pensar.

17 – “Cuando uno se esconde en un templo de montaña y se dedica con todos los


sentidos al servicio de Buda nota como va desapareciendo de su corazón toda impureza”
La satisfacción de la meditación y la vacuidad.

20 – Muestra cómo, aun una vez alcanzada la iluminación, uno no puede escapar de la
belleza de las pequeñas cosas mundanas.

21 – En la contemplación pausada está el gozo del alma.

29 – La nostalgia de leer textos antiguos, olvidados para siempre por alguien.

59 – El arte de dialogar. La persona con escasa educación, tratará como sea de


explicarnos sus vivencias más triviales.

72 – Demasiadas cosas indican mal gusto, excepto demasiados libros y demasiados


desperdicios en el basurero.

75 – Fascinación por la soledad. No hay mayor felicidad que la de estar solo, sin nada
que nos distraiga y nos entretenga.

110 – “Yo nunca juego para ganar, si no que juego a no perder. Piensa en las jugadas
que te puedan llevar al fracaso y evítalas. Mueve aquellas piezas que retrasen por más
tiempo la derrota”. Válido para nosotros mismos y para diversos aspectos de la vida.

126 – Saber cuándo retirase en el juego, aunque una victoria rápida sea tentadora.

127 – Una reforma que no acarree ningún bien es mejor no hacerla.

154 – No hay nada más hermoso que las cosas comunes y ordinarias.

187 – “La base del éxito está en la prudencia y en la perseverancia. Los talentos,
cuando tiene por guía una voluntad débil, van al fracaso”
192 – La mejor ocasión para visitar un templo o santuario es por la noche, cuando no
hay nadie. A solas, en silencio.

212 – El hombre que afirma que la luna es siempre la misma, indiferentemente de la


estación, es digno de lástima.

233 – “Del deseo de mostrar que uno lo sabe todo, que conoce bien la materia, y de no
mirar con estima a los demás nacen todos los yerros y aflicciones”

235 – “¿Si en nuestro corazón se filtran toda clase de pensamientos, no será que lo
tenemos vacío y desocupado? No serian tantas las cosas que nos ocupan si en nuestro
corazón residiera su dueño”.

243 – “¿Quién es Buda?”

Aunque hay algunos textos que se limitan a narrar vivencias en la choza de su retiro,
ciertos episodios están especialmente diseñados para hacer pensar y reflexionar, y otros
nos enseñan como mirar para atrapar la belleza en los detalles más nimios.

HOOJOOKI

Esta obra de Kamo no Choomei escrita el año 1212, perteneciente pues a la era
Kamakura, se engloba dentro del género de los ensayos (zuihitsu). Se trata del diario de
un eremita o monje budista retirado del mundo.

Kamo no Choomei ya se vio influenciado a temprana edad de la espiritualidad gracias


a sus raíces familiares; su padre poseía el cargo de ministro sintoísta en un Santuario de
Kioto. Con tan solo siete años, Choomei obtuvo ya un rango oficial en la corte por parte
del emperador de aquel entonces. Decidió retirarse del mundo después de convertirse en
monje budista en 1204 y, desde su choza del campo, aislado de los asuntos mundanos
nos escribió esta obra presente. Se trata de uno de los pilares de la prosa ascética
budista.

La cabaña no es solo una cabaña, sino que se articula como una representación de la
identidad. El autor se identifica totalmente con la pequeña cabaña donde vive retirado.
Representa su alma y espíritu. Se siente sobre todo la influencia del taoísmo y el
sintoísmo. Se busca la integración con la naturaleza, formar un todo con ella y deshacerse
de las cosas banales y materiales con las que nos tienta esta vida. Se muestra humilde,
incompleto, imperfecto, dispuesto a alcanzar la iluminación sin ser pretencioso en ningún
momento; Wabi sabi. La insistencia en la impermanencia de las cosas es omnipresente.
Se pasa buena parte de la narración contando y describiendo desastres naturales que se
producen en la época con todo lujo de detalles, sin olvidar que todo aquello es pasajero y
cambiante como la naturaleza misma del universo y por ende no debería preocuparnos
innecesariamente. Lo que es ha pasado y volverá a pasar. El pasado se ve siempre como
un tiempo mejor; es lo que se identifica como el concepto de mappo.

Por otra parte, usa un estilo rico empleando paralelismos, sintaxis de influencia china,
inversión del orden natural, etc.

ANÁLISIS Y COMPARACIÓN DE OKU NO HOSOMICHI

En el caso de Oku no hosomichi se han analizado dos ediciones diferentes: Sendas de


Oku de Octavio Paz y Eikichi Hayashiya (1957); y Senda hacia tierras hondas de Antonio
Cabezas (1992). Que las dos versiones difieran tan notablemente la una de la otra (la
traducción de A. Cabezas parece tener como objetivo realizar una revisión de la de
Octavio Paz, ayudándose de otras) nos ha permitido cerciorarnos de la dificultad que
plantea la interpretación de los haikus y hemos resuelto hacer una comparativa de ambas
obras poniendo como ejemplo algunos de los más representativos.

Versión de Octavio Paz y Eikichi Hayashiya.

La presente edición de la obra viene editada de tal modo que carece de capítulos o
subapartados. Consta que la edición original de esta versión sí que contenía sus capítulos
y sus respectivos títulos. El esquema que sigue es el de una historia continua con algunos
haikus que acompañan la narración en cada relato por página.

Es esta una versión revisada y comparada no solo con versiones del inglés y francés
sino también de críticas publicadas en Japón de Sendas de Oku. Se ha intentado ajustar
a la métrica de los poemas originales en japonés, prescindiendo de la rima, que pocas
veces se usa en la poesía japonesa.

Sendas de Oku de Buson es a partir de la cual se traduce y edita esta versión de la


obra. Es el texto íntegro de dos rollos que se conservan en el Museo Itsuo de la ciudad de
Ikeda. Poeta y pintor, gran admirador de Bashō, recorrió gran parte de los lugares que
este visitó al escribir Sendas de Oku.

Esta es una obra característica de las llamadas Haibun. El haibun es un género que
combina secciones de prosa y haikus que se complementan mutuamente. La prosa aporta
el contexto de los poemas y los haikus sintetizan líricamente el material presentado en
prosa. Matsuo Bashō fue un maestro dentro de este género y su última de las cinco obras
que forman sus diarios de viaje, Oku no hosomichi, es una obra imprescindible y clásica
de la prosa de la época Tokugawa.

Bashō no rompe con la tradición de la poesía clásica, sino que la sigue de manera
innovadora, incorporando el budismo zen y su sensibilidad.

A diferencia de las demás ramas del budismo el Zen predica la iluminación súbita. Lo
demás sobra, las enseñanzas, los libros canónicos, Buda… todo ello es totalmente
prescindible. Afirma que el estado satori es aquí y ahora mismo, un instante que es todos
los instantes, momento de revelación en que el universo entero se derrumba. (cita) Por su
misma naturaleza la iluminación es indecible. El budismo zen le debe mucho al taoísmo,
que es una doctrina "sin palabras". Para provocar el estado propicio a la iluminación, se
acude a las paradojas, al absurdo, al contrasentido y a todas aquellas formas que tienden
a destruir nuestra lógica y la perspectiva normal y limitada de las cosas; a través de la
experiencia de lo sin sentido, descubrir un nuevo sentido. Este sentido es incomunicable
con las palabras. Solo a través del humor, la poesía, o la imagen, el arte, se puede
vislumbrar esta nueva visión. En la cultura japonesa, desde el periodo Muromachi se
impregna de zen. En los samuráis, la vida bushido, la ceremonia del Té, la decoración
floral, el Teatro No, la meditación zen. Recogimiento, soledad, renuncia. Pobreza,
simplicidad, irregularidad. Todos estos conceptos nos acercan a otro término japonés que
deriva del budismo Zen y su naturaleza: el wabi sabi. Zen es refinamiento del alma y
comunión con la Naturaleza.

Bashō comienza a viajar en su última década de vida siguiendo el modelo de autores


antiguos con la finalidad de emprender una búsqueda personal que permita profundizar
en el arte del haikai.

Oku no hosomichi es el diario de un viaje hecho a la zona de Oku, al norte de Japón. El


recorrido es inspirado por Saigyo, quien es mencionado de diversas maneras en el texto.
El autor manipula los hechos para presentar el material que más le interesa y también
para crear un texto variado, con alternancias de todo tipo de tema e intensidad propias del
haikai no renga. Así, por ejemplo, evita insistir en un mismo tema durante dos secciones
seguidas y espacia los momentos de más belleza incluyendo otros más mundanos. El
estilo es muy variado y va desde una prosa de influencia china más formal a uno japonés
más simple y eufórico. Algunos de sus haikus más famosos salen en este diario. El
equilibrio que se consigue entre prosa y poesía es total y plena: la prosa describe
experiencias estéticas o vitales que los haikus condensan en una reflexión de carácter
ético o estético.

Se nota el aire místico y espiritual a lo largo de todas sus narraciones y en sus haikus.
Bashō entendía la poesía como una experiencia sobre todo espiritual y sus haikus son el
arquetipo de los que transmiten esa espiritualidad y sensibilidad mística. Esto está muy
relacionado con la naturaleza del budismo zen que al fin y al cabo era una filosofía que el
autor seguía y respetaba.

Me gustaría mencionar y remarcar una de las características más notorias que he


podido percibir al leer el libro: la presencia e influencia del Shintō. Al igual que
mencionamos la relación del budismo zen con el taoísmo, del mismo modo podríamos
decir del Shintō. He tenido la impresión de que, queriéndolo o no, sus narraciones
estaban impregnadas de alma sintoísta. La naturaleza se mistifica y diviniza. Los árboles
y las montañas son deidades. Existe de igual modo ese estilo de vida que integra y
admira a la naturaleza en todo momento. Las descripciones de compleja y elaborada
exactitud y realismo se ven eclipsadas por imaginaciones mistificadas de los hechos.

Versión de Antonio Cabezas

En el trabajo de Antonio Cabezas, se advierten serias discrepancias indicadas ya


desde su introducción. Además de las diferentes y antagónicas traducciones apreciables
ya en el título, tanto de obras en castellano como en lengua inglesa, el autor, de forma
velada, pone en entredicho la labor de Octavio Paz corrigiendo, acusando (“Casi todo el
aroma de Bashō se ha perdido en la traducción”) y menospreciando al escritor mexicano.

Cierto es que el haiku está diseñado para ser ambiguo y que la apreciación de su
belleza y profundidad no dependen tanto del traductor como de la sensibilidad poética del
lector. Esto favorece un amplio cromatismo de detalles que hacen que sea una tarea
imposible transmitir toda la esencia del haiku. Todo y así, el resultado final debería
ajustarse a la idea original del creador sin caer en una literalidad excesiva.

Se describen hechos puntuales de la vida de Bashō; como que con 36 años abandona
la ciudad para vivir la poesía, instalándose en una humilde choza donde planta un
platanero (Bashō), que da nombre a su villa y le serviría de seudónimo literario. Dos años
después se convertiría al budismo zen; su interés vendría suscitado por influencia de sus
amigos Onitsura y Shintōku, por la lectura de los poetas chinos Tu Fu y Li Po, y por su
admiración por Saigyō y Sōgi. Para comprender la poesía de Bashō, se indica, se hace
necesario recordar los cuatros principios budistas generales (las Cuatro Nobles Verdades)
o sus ideas centrales:

 Todo el universo es impermanente.

 Todo el universo está interrelacionado.

 La salvación consiste en alcanzar el nirvana o iluminación.

 Se requiere tener un maestro, que no enseña la verdad, sino que ayuda a


encontrarla.

Bashō inicias sus sendas en busca de la iluminación, y su lírica es casi exclusivamente


paisajística, pero incidiendo en el aquí y ahora, de modo que la misma luna nunca se ve
dos veces de la misma manera; la luna no es siempre la misma. Los haikus deben revelar
solo el setenta u ochenta por ciento del objeto, y si solo revela el cincuenta o sesenta por
ciento será inmortal. El objeto es lo que existe, lo que puede verse o imaginarse, pero
también lo que se desearía que existiese. Los haikus de Bashō evocan a la iluminación.

Exponemos, a continuación, los poemas seleccionados para su comparación:

ANACORETAS PLAYEROS PENÍNSULA DE OJIMA

Islas de Pinos. En Matsushima

Cuclillo, que la grulla ¡sus alas plata pídele,

te dé sus plumas. tordo, a la grulla!


Aunque en este caso concreto el haibun es similar en ambas obras, la traducción de
haiku es del todo discordante. Mientras en una versión se pone mucho énfasis en los dos
últimos versos, en la otra el tono es bastante más distante. Si se hubieran leído de forma
independiente y sin contexto, la relación entre ambos habría sido difícil de encontrar.

HOMBRE RICO, PERO NO VULGAR OBANAZAWA

Del frescor hago En la frescura

como mi alojamiento me tiendo y sesteo

y me arrellano. como en mi lecho.

«Sal ya de ahí». Sal, no te escondas

Oigo a un sapo que croa –bajo la Kaiya en sombra

bajo unos zarzos. vocea el sapo.

Me han recordado Flor carmín, cardo

el pincel de las cejas que recuerda al pincel

los cardos rojos. para las cejas.

En los que crían Crían gusanos de seda

gusanos de la seda pero en sus ropas:

hay algo antiguo aroma de antigua inocencia

El último haiku pertenece a Sora. Aunque en una versión queda bien especificada la
autoría, en la otra da la sensación de que los cuatro pertenecen al acompañante de
Bashō. La lírica empleada en la versión de Octavio Paz queda, nuevamente, mucho más
adornada y colmada de musicalidad, mientras la versión de Antonio Cabezas es más
impersonal.

EL TEMPLO DE RISCO EL RIO MOGAMI

Rápido corre Junta las lluvias

con las lluvias de mayo del Quinto Mes el río-

el río Mogami. y al mar las lanza.

Los títulos no guardan similitud alguna. En uno el protagonismo se centra en el templo


y el otro en el rio Mogami. Persiste la diferencia en el trato prosaico.

CONCLUSION

En la introducción de la versión de Sendas de Oku por Octavio Paz encontramos


aspectos muy interesantes a remarcar.

Una es la influencia de la poesía japonesa en la lengua española. Destacan autores


como Efrén Rebolledo y José Juan Tablada, que fue el primero en introducir poemas
haiku en español. "Un día…" es el primer libro de haikus publicado en español. Su obra
extendió las fronteras de la poesía castellana hacia otros mundos y civilizaciones y hacia
la vanguardia. Sin embargo, no se le fue reconocido en justicia el mérito. Sus poemas
tenían la estructura de haikus y la construcción ingeniosa, irónica y de carácter brillante de
los haikus.

La otra es la relación e influencia de Oriente en Occidente, especialmente Japón:


primero los jesuitas en el siglo XVII y luego filósofos en el siglo XVIII, continuado hasta
hoy. En las ramas de la estética y el arte, el impresionismo tiene influencias indudables
del arte japonés de wabi sabi.

Este trabajo nos ha permitido descubrir que existe arte en los detalles más cotidianos si
sabemos observar. Que, al contrario de otras expresiones artísticas, no es necesaria una
técnica muy elaborada para transmitir la emoción y la belleza y que existe en la nostalgia,
la decadencia, lo imperfecto.
BIBLIOGRAFIA

Haya, Vicente, ed. El Espacio interior del haiku: antología comentada de haikus
japonesa. Barcelona: Shinden, 2004.

Juniper, Andrew. Wabi sabi: el arte de la impermanencia japonés. Barcelona: Oniro,


2004.

Kamo no Choomei, y Jesús Carlos Álvarez Crespo. Un Relato desde mi choza:


Hoojooki. Libros Hiperión. Madrid: Hiperión, 1998.

Matsuo, Bashō. Sendas de Oku. Traducido por Octavio Paz y Eikichi Hayashiya. Tokio:
Shinto Tsushin, 1992.

Matsuo, Bashō, y Antonio Cabezas. Senda hacia tierras hondas. Madrid: Hiperión,
1993.

Yoshida, Kenko, y Justino Rodríguez. Tsurezuregusa: ocurrencias de un ocioso. Libros


Hiperión 91. Madrid: Ediciones Hiperión, 1986.

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