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ÍNDICE

CAPÍTULO 1….……………………………………………………………………… 4

CAPÍTULO 2………………………………………………………………………… 23

CAPÍTULO 3………………………………………………………………………… 35

CAPÍTULO 4………………………………………………………………………… 55

CAPÍTULO 5………………………………………………………………………… 70

CAPÍTULO 6………………………………………………………………………… 89

CAPÍTULO 7………………………………………………………………………… 102

CAPÍTULO 8………………………………………………………………………… 107

CAPÍTULO 9………………………………………………………………………… 118

CAPÍTULO 10…………………………………………………………………………125

CAPÍTULO 11………………………………………………………………………… 134

CAPÍTULO 12………………………………………………………………………… 146

CAPÍTULO 13………………………………………………………………………… 156

CAPÍTULO 14………………………………………………………………………… 167

CAPÍTULO 15………………………………………………………………………… 177

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JACOB
(THE NIGHTWALKERS 1)

JAQUELYN FRANK

Desde el comienzo de los tiempos, ha habido Nightwalkers, razas de la noche que viven en
las sombras de la luz de la luna. Enamorarse de los humanos está absolutamente prohibido, y un
único hombre se asegura de que se cumpla esa antigua ley: Jacob, El Ejecutor…
Durante 700 años, él ha resistido la tentación.
Pero no esta noche...
Jacob conoce las excusas que su gente da cuando la locura los alcanza y caen presa de la
lujuria con los humanos. Él los ha oído todos y aún así lleva a los que traspasan la línea a la
justicia. Inmune a los deseos prohibidos, a las incontrolables hambres, o a la maldición de la luna,
su control es total... hasta el momento en que ve a Isabella en las sombras de las calles de Nueva
York. Salvarle la vida no estaba en sus planes. Como tampoco lo estaban los sentimientos que ella
despierta en él. Pero en el momento en que la sostiene en sus brazos y siente la suave explosión de
su cuerpo contra el suyo, todo cambia. Su atracción es innegable, volátil, completamente contra la
ley.
De repente todo en lo que Jacob siempre ha creído es inflamado por el calor del deseo...

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CAPÍTULO 1

Cuán ridículamente simple sería causarles daño.


Desde muy arriba, miraba con inquebrantables ojos oscuros, cómo caminaban en la sombría
calle. El macho humano estaba tan absorto en su flirteo con la hembra, que no tendría oportunidad
de defenderla de algún daño si fueran sorprendidos por alguna amenaza. ¿Qué sería si se dejara
caer sobre ellos desde esa altura?
Aunque en ese caso, “sorprendido” no sería la adecuada descripción. El defenderse también
sería inútil. ¿Un humano contra uno de su especie?
Jacob, el Ejecutor dejó escapar una irónica carcajada.
La mujer pelirroja había escogido mal, en su opinión. Ningún macho respetable habría
animado a su compañera a aventurarse hacia fuera en una noche de prohibición. Místicos augurios
aparte, la calle por la que caminaban era notoriamente de mala reputación. Sombras atemorizantes
cambiaban con desconocidas amenazas para los sentidos humanos como nubes desnatadas sobre
la luz voluble de la luna.
La pareja caminó bajo él, ajena a su camuflada presencia.
Sin mencionar la llegada del otro.
Jacob ladeó su cabeza, tomando nota cuidadosamente de los distantes movimientos del otro.
Aunque los rasgos elaborados por el hombre en esa ciudad de cristal, en concreto nublaban los
privilegiados sentidos del Ejecutor, él aún podía seguir la llegada del experto fácilmente. El más
joven, pero menos experimentado Demon se estaba descuidando, su atención inmersa en su
objetivo.
La hembra humana.
Jacob reconoció el hambre del Demon más joven, sintiendo como se arremolinaba dentro de
él, opresivo y picante con el almizcle de la lujuria desenfrenada. El joven Demon, Kane por nombre
común, caminaba dentro y fuera de la sólida realidad mientras avanzaba hacia la pelirroja. La
fijación de Kane lo hacía atípicamente decidido. Él no tenía idea que el Ejecutor lo estaba cazando,
por eso estaba asentado, resuelto a esperarlo.
Kane apareció abruptamente, abajo, en el pavimento, en una explosión de humo turbio y el
distintivo olor del azufre. Estaba a algunos metros de la desconocida pareja, su tele transportación
fue completamente inadvertida a pesar de la pantalla.
Jacob esperó, la tensión estiraba sus nervios. Y a pesar de esta presión que lo instaba a
interferir, era su deber dejar que el Demon siguiera su curso. Sólo entonces tendría justificación
para llevar las leyes de su pueblo contra él. Durante todo el tiempo, rezó al Destino para que Kane
recuperara el control y se alejara.
Al tiempo que Jacob daba al Demon una oportunidad de cambiar de opinión, se sentó
inmóvil como una piedra, viendo a Kane caminar por la reciente ruta que tomó la pareja. Cuando
pasó debajo de la escondida percha del Ejecutor en lo alto del poste de luz para agarrar a su presa,
Jacob se lanzó hacia arriba en el aire, con un ligero y espacioso salto de un farol al siguiente, varios
metros sobre la acera. No hubo el sonido de los pies tocando el frío metal, ni el roce de la ropa que
vestía cuando se acuclilló en perfecto balance. La única señal de su presencia fue el repentino
parpadeo de la luz. Sólo le tomó un momento compensar, haciendo que los otros bajo él

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percibieran todo normal, aunque en realidad, la luz siguió destellando con crecientes espasmos de
protesta.
Él también mantuvo sus pensamientos ocultos tras este proyectado camuflaje. Sabía que,
incluso en el agarre de estos bajos instintos, Kane lo sentiría si no lo hiciera. Y sin embargo, un
susurro detrás de su mente le rogaba al Ejecutor en su interior, que por una vez, sólo por esta vez,
cometiera un error. Un pequeño error, murmuró, y Kane, quien es tan querido para ti, sentirá tu
presencia y tus pensamientos. Dale la oportunidad que le has negado a muchos otros.
Nadie nunca sabría lo que Jacob había sacrificado para negar ese insidioso susurro.
Independientemente del ruego de la voz, él no podía renunciar a su deber.
En vez de eso, vio como Kane enviaba una orden a la vulnerable pareja. Abruptamente, el
hombre humano giró y caminó alejándose de la mujer, abandonándola si razón o conciencia de lo
que hacía. La pelirroja se dio la vuelta completamente, enfrentando al Demon que se aproximaba.
Ella era bastante hermosa, notó Jacob cuando se volvió hacia la luz, con un exuberante y largo
cuerpo, y unos rizos castaños que colgaban en extensas espirales por su espalda. Estaba claro por
qué había atraído a Kane. No fue el Ejecutor en Jacob quien permitió una pequeña y curvada
sonrisa que jugaba en la esquina de sus sombríos labios.
Kane se paseó hasta donde estaba la mujer, confiando en el poder que tenía sobre ella y llegó
a tocar su cara. Jacob pudo ver la esclavitud en sus ojos, la manipulación de su mente que la hacía
suave y flexible, y la instaba a mover su mejilla hacia la afectuosa caricia.
El afecto era una mentira. Lo que podía empezar tan gentilmente posiblemente no terminaría
así. Era la naturaleza de las criaturas que ellos eran, y era inevitable. Esto era por lo que no
concedería a Kane más avisos de los cientos… no… miles que antes ya le había dado.
Jacob había visto suficiente.
Saltó ligeramente en el aire, su largo cuerpo cayendo con elegancia en un temerario
lanzamiento hasta que llegó y aterrizó silenciosamente detrás de la mujer pelirroja. Descartó su
camuflaje tan rápidamente que Kane aspiró en un ruidoso y asustado aliento. Se congeló cuando
vio a Jacob. Y el Mayor fue fácilmente consciente de cómo debían ser los pensamientos del joven
Demon.
El Ejecutor había llegado para castigarlo.
Fue suficiente para que Kane tragara visiblemente con ansiedad. Su mano alejada de un tirón
de la mejilla de la pelirroja como si lo quemara y la concentración sobre ella se rompió. Ella
parpadeó, tomando conciencia de que estaba hecho un sándwich entre dos hombres extraños y
que no tenía ni idea de cómo habían llegado ahí.
—Toma posesión de su mente, Kane. No lo hagas peor asustándola.
Kane obedeció instantáneamente y la encantadora mujer se relajó, sonriendo suavemente
como si estuviera en compañía de viejos amigos, ahora completamente en paz.
—¿Jacob, qué te ha traído afuera en una noche como ésta?
Jacob no se ablandó ante el tono casual de Kane o su tentativa de salvar el pellejo
demostrando frivolidad. El Ejecutor sabía que el otro hombre no era malvado en el fondo. Kane
era relativamente inexperto, y considerando las condiciones de la noche, era fácil que se perdiera
por su propia baja naturaleza.
Eso no cambiaba la cruda realidad del momento. Kane había sido, literalmente, atrapado con
las manos en la masa. Su acción refleja, lógicamente, fue negociar su salida de un castigo que él
sabía era inminente. Comenzaría con humor continuando con las otras armas de su arsenal.
—Sabes por qué estoy aquí —dijo el Ejecutor, conjelando esas armas directamente en el
principio, con un frío y disciplinado tono, que advirtió a Kane de no poner a prueba su entereza.

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—Tal vez lo sé —se aplacó Kane, bajando sus oscuros ojos azules mientras metía
profundamente las manos en los bolsillos. —No estaba haciendo nada. Sólo estaba… impaciente.
—Ya veo. Entonces, ¿pretendías seducir a la mujer para apaciguar tu inquietud? —preguntó
Jacob sin rodeos, mientras cruzaba los brazos sobre el pecho. Sus modales irradiaban la imagen de
un padre regañando a un hijo caprichoso. Podía ser un pensamiento divertido, considerando que
Kane recién estaba entrando en su segundo siglo de vida, pero el asunto era demasiado serio,
como mucho.
—No iba a lastimarla —protestó Kane.
Jacob se dio cuenta que en realidad Kane pensaba que era cierto.
—¿No? —contrarrestó él. —¿Y qué era lo qué ibas a hacer? ¿Preguntar educadamente si
pudieras dar rienda suelta al salvajismo de tu presente naturaleza con ella? ¿Cómo funciona eso en
una cita, exactamente?
Kane cayó en un obstinado silencio. Sabía que el Ejecutor había leído sus intenciones desde el
momento que decidió acosar a su presa. Argumentos y negaciones sólo empeorarían la situación.
Además, la incriminatoria evidencia estaba parada entre ellos.
Durante un breve y apasionado momento, los pensamientos de Kane se llenaron de vívidas
imaginaciones mentales de lo que podría haber sido más incriminatorio. Suprimió un
estremecimiento por la pecaminosa respuesta, sus ojos cayeron codiciosamente en la mujer parada
tan bellamente serena ante él. Jacob había sido vagamente irritante en su juego perfecto y aparecer
en escena media hora después…
—Kane, este es un tiempo difícil para nuestra gente. Y eres susceptible a estas bajas pasiones
como cualquier otro Demon —dijo el Ejecutor con implacable resolución. Era como si fuera Jacob
quien pudiera leer la mente de Kane, y no al revés. —Aún así, estás a menos de dos años de
convertirte en adulto. No puedo creer que me tengas persiguiéndote como si fueras un polluelo
inmaduro. Piensa en lo que podría estar haciendo si no estuviera aquí salvándote de ti mismo.
Los endurecidos rasgos de Kane enrojecieron con la vergüenza que Jacob había depositado a
sus pies. Esto confortó al Ejecutor al ver la reacción. Y le dijo que la conciencia de Kane estaba otra
vez en funcionamiento, su usualmente ingenioso sentido de moralidad más cerca de la
restauración.
—Lo siento, Jacob. Estoy realmente apenado —dijo al fin, esta vez con sinceridad y no como
una estratagema para tratar de desarmar al Ejecutor. Y Jacob podía asegurar que era sincero
porque finalmente dejó de mirar fijamente a la pelirroja como si ella fuera a ser servida en una
proverbial bandeja de plata.
Y mientras la dinámica presencia del Ejecutor estabilizaba sus principios, Kane comprendía
que había puesto a Jacob en una insostenible situación, tal vez en una forma que pudiera arruinar
para siempre su relación filial. La garganta de Kane se cerró en una afilada sensación de
remordimiento que lo acuchilló atravesándole.
Fue como un sobrecogimiento del temor que se estaba enterrando en él. Había traicionado la
santidad de sus leyes y había un castigo para eso, un castigo que hacía que una especie entera
contuviese el aliento y retrocediera cada vez que el Ejecutor entraba en la vecindad. Kane, de
repente, pudo sentir el peso de la posición de Jacob y esto agudizó su pesar al punto de sentir
dolor en el pecho.
—Enviarás a esta mujer de regreso a salvo a casa, reuniéndola con su acompañante y te
asegurarás que no recordará nada de tu mal comportamiento —instruyó Jacob dócilmente,
mientras miraba el tumulto de emociones que cruzaban la cara de Kane. —Entonces irás a casa. Tu
castigo vendrá después.

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—Pero si no hice nada —protestó Kane, un rápido aumento de ineludible temor inflamó la
objeción.
—Lo tendrás, Kane. No hagas que sea peor por estar mintiendo sobre esto. Sólo te
convencerás a ti mismo que soy el villano en el que todos me han convertido. Y sólo nos causará
dolor a ambos.
Kane comprendió esa verdad con otro aumento de culpa. Suspirando resueltamente, cerró
los ojos y se concentró en todo por un segundo. Momentos después, el acompañante de la pelirroja
regresó cruzando la calle con una sonrisa y llamándola.
—¡Hey!, ¿Dónde te fuiste? Giré en la esquina y de repente no estabas ahí.
—Lo siento. Estaba distraída por algo y no me di cuenta que te habías ido, Charlie.
Charlie enlazó un brazo con su cita y, completamente ajenos a los dos Demons, se retiró con
ella.
—Bien —elogió Jacob a Kane. Fue sencillo y al punto. El Demon más joven se estaba
volviendo bastante eficiente mientras maduraba.
Kane suspiró, sonando gravemente pillado.
—Ella es tan hermosa. ¿Viste su sonrisa? Todo lo que podía pensar era en lo mucho que
quería que sonriera cuando… —Kane se sonrojó cuando miró al Ejecutor. Jacob era muy consciente
que esa sonrisa no había sido su única motivación. —Nunca pensé que esto me pasaría mí, Jacob.
Tienes que creerlo.
—Lo hago —Jacob vaciló por un momento, haciendo evidente por primera vez para Kane la
terrible lucha que le significó, sin importar que tan bien proyectaba otra cosa. —No te preocupes,
Kane. Yo sé quién eres realmente. Y sé que esta maldición es difícil de manejar para nosotros.
Ahora, —dijo con el tono de vuelta a los negocios, —por favor, regresa a casa. Encontrarás a
Abram esperando por ti.
Esta vez, Kane se quitó la insondable ansiedad de su interior. Hizo eso por el bien de Jacob,
sabiendo que esto cortaba profundamente al Demon Mayor, aunque sus pensamientos eran
demasiado reservados de leer para Kane.
—Cumples tu deber como lo harías con cualquiera. Lo entiendo, Jacob.
Kane lanzó al Ejecutor un pequeño asentimiento. Después de una breve vistazo para
asegurarse que no eran observados, explotó en una ráfaga de humo y azufre que lo tele transportó.
Jacob se quedó un largo momento en la acera, sus sentidos atentos hasta que estuvo seguro
que Kane verdaderamente regresó a casa. No era extraordinario que un Demon tratara de escapar
y esconderse del castigo inminente. Sin embargo, Kane estaba otra vez en el buen camino, en más
de una forma, una vez más.
Jacob giró y echó un vistazo calle arriba en la dirección que había tomado la pareja humana.
Nunca había dejado de asombrarlo cuán carentes de instintos eran los humanos. Por toda la
civilización y avances tecnológicos, habían perdido algo verdaderamente valioso alejando sus
instintos animales. Esa mujer ignoraría siempre qué tan cerca estuvo del peligro. Encontrarse con
un Demon caprichoso era algo de lo que ningún humano quería ser parte.
Jacob se liberó del agarre de la gravedad y se elevó en el aire, causando una brisa de
desplazamiento cuando lo hizo. Su largo y atlético cuerpo atravesó la noche como una lámina
maravillosamente afilada. Voló pasando rascacielos, algunas de las luces en las ventanas más
cercanas titilaron en protesta ante su paso. Él explotó en el claro cielo de la noche.
Aquí, Jacob vaciló. Hizo una pausa para estudiar la brillante luna creciente con un ceño
fruncido que no pudo reprimir. Esta era la forma en que estaba las semanas antes y después de la
luna llena de Beltane en primavera y Samhain en otoño. Esas fiestas se celebraban santificadas por

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los Demons, pero al mismo tiempo, estas eran el centro de su maldición. La agitación entre su
gente se volvería peor durante la próxima semana, y alcanzaría su punto máximo con la luna llena.
Ahí causaría más estragos entre los jóvenes y las generaciones adultas. Incluso los Mayores se
sentirían tentados de perder el control.
Jacob había escogido ser Ejecutor por una razón. Poseía un control desmesurado. Incluso el
Demon monarca, era considerado más susceptible a ésta locura que él. Y eso era decir mucho,
teniendo en cuenta que en sus cuatrocientos años de Ejecutor, Jacob no había sido llamado para
incitar a Noah, el Rey Demon, a comprobarlo.
Jacob estaba agradecido por eso. Los poderes de Noah, no eran algo que disfrutaría tener en
su contra. Su Rey no se había ganado el puesto por mero linaje de sangre como los humanos. Noah
se había ganado su lugar a base de liderazgo y superioridad de poder.
Jacob voló hacia delante, sus pensamientos se tornaban filosóficos. ¿Era más difícil ser el
Ejecutor o ser el Rey que debía escoger al Ejecutor, como Noah había escogido a Jacob? Al hacer la
elección, Noah estaba obligado a reconocer que existía la posibilidad de encontrarse un día cara a
cara con el Ejecutor.
Era un valiente líder que podría hacer la mejor elección aún a sabiendas que un día podría
vivir para lamentarlo.

Noah levantó la mirada de su lectura, la energía arremolinada por el acercamiento de Jacob


lo alcanzó antes de la llegada misma del Ejecutor a través de la ventana en la forma de una suave
caída de polvo. El Rey Demon entendió que Jacob le había permitido ser consciente de su llegada,
como siempre hacía, por respeto. Si hubiera querido, el Ejecutor podría haber camuflado su
presencia hasta el momento en que el polvo se integrara en su forma normal y atlética, como lo
estaba haciendo ahora.
Noah observó al otro Mayor, quien estaba flotando sobre el piso en una sólida forma. Jacob
volvió su conexión con la gravedad a la normalidad, aterrizando con una gracia fluida que estaba
siempre presente en sus movimientos naturales.
El Rey se reclinó. Su impresionante constitución llenaba el marco de caoba de su silla de alto
respaldo. Donde Jacob fue creado para el rápido y ágil poder, Noah era audaz por su musculatura
y constitución. Esto se veía fácilmente en el cómodo ajuste de sus pantalones para montar de piel
de ante y la camisa de seda expresamente confeccionada a la amplitud de sus hombros. Aun así,
Noah tenía su propio estilo de elegancia y lo mostró cuando casualmente cruzó su tobillo calzado
de negro en la rodilla opuesta. Se sentó en silencio durante varios segundos, midiéndo al Ejecutor.
—¿Debo suponer que encontraste a tu hermano menor a tiempo antes que causara algún
caos?
—Por supuesto —replicó Jacob en tono despectivo, señalando al instante que la ejecución de
Kane estaba fuera de la lista de tópicos que estaba dispuesto a discutir en ese momento.
Noah recibió el mensaje alto y claro aceptando graciosamente los términos. Observó a Jacob
moverse para servirse una bebida, hizo una pausa para oler el contenido del vaso y elevó una ceja
interrogante en dirección de Noah.
—Leche —ofreció Noah.
—Eso lo sé —dijo Jacob impaciente— ¿De dónde?
—De una vaca. Pero importada de Canadá, no pasteurizada y sin procesar.
—Hmmm, esperaba mejores cosas en tu mesa, Noah.

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—Los niños estuvieron aquí. Todo lo mejor hubiera sido demasiado para ellos. Se habrían
llenado como tanques, y te habrías encontrado persiguiendo a los seis pequeños alborotadores de
mi hermana. ¿Recuerdas lo problemática que era ella cuando tenía esa edad? —preguntó el Rey—.
Imagínate lo prendida que es su progenie.
Jacob sonrió con ganas ante esto, llevó el vaso hasta sus labios y probó tentativamente el
contenido. Juzgando que la leche estaba suficientemente refrescante, se bebió la mitad del vaso.
—Tu hermana Hanna —recordó él—, apenas respiraba antes de empezar a causar problemas.
Por ese motivo, no soy apto para darte la espalda en alguna de tus relaciones en algún momento
próximo. —Propuso hacia el Rey con una insolente inclinación de su vaso—. Estoy, por supuesto,
excluyendo a Legna del notorio lado de tu genética, —añadió Jacob generosamente.
—Por supuesto —respondió secamente Noah.
—Así que, ¿cómo están los niños, de todas maneras? Tu hermana debe estar volviéndose loca
tratando de mantenerlos bajo control, dadas las circunstancias, —remarcó Jacob. Miró hacia arriba
por hábito, señalando la luna que ninguno de los dos podía ver.
—¿Por qué crees que Hanna los trajo aquí? Esperaba que la aprensiva presencia de su Real
tío ayudaría a controlarlos. —Noah se estiró para frotar un nudo de su cuello. —Podría haberte
usado como ayuda. Imaginas que tan bien se comportarían si un Ejecutor entrara por la puerta.
Jacob sabía que Noah estaba bromeando con él, pero no había encontrado la gracia de ese
comentario. El Ejecutor, en el mundo Demon, era lo que usaban las madres para asustar a sus hijos
cuando se portaban mal. Era un mal necesario, considerando lo poderosamente traviesos que los
jóvenes Demons eran capaces de ser, pero eso no significaba que eso le sentara bien a Jacob. Estaba
hecho para una existencia bastante solitaria, en realidad. Esos niños Demon se convertirían en
adultos y los Mayores no les quitarían el miedo al Ejecutor.
Una vez más, esto hacía su trabajo algo más fácil. Era un beneficio bastante agradable cuando
todos aceptaron que su apariencia encogía hasta el estómago más poderoso, haciendo menos
probable las batallas por el control. Estaba sorprendido de lo bien que había funcionado eso en su
hermano. Kane fue infame revoltoso que, habiendo sido promovido por el Ejecutor, no se sentía
para nada intimidado. Eso obviamente no era cierto y Jacob no estaba seguro de cómo se sentía al
respecto. ¿Agradecido porque no había tenido que enfrentar a su hermanito? Por supuesto. Pero,
¿Feliz porque su hermano se sintiera aterrorizado por él como lo estaban los otros? No, no
realmente.
—Entonces, ¿Aprendiste alguna cosa útil? —señalando el gran y polvoriento tomo abierto a
la mitad en la mesa de Noah.
—En realidad no —hizo una pausa, entrecerrando un par de ojos jade y gris sobre Jacob, su
iris tan pálido en contraste con su bronceada tez, que parecían brillar ante la luz del fuego. La
inspección de Noah hizo claro que no se había perdido el ingenioso cambio de tema. —Como
arcaicos tendemos a ser en cultura y costumbres, estos libros nos prueban cuan modernos somos
verdaderamente. Es como leer otro idioma.
—El idioma es una cosa viviente. Como un estudioso, seguramente debes apreciar que
incluso un idioma tan antiguo como el nuestro puede evolucionar con el tiempo.
—Bueno, eso no me ayuda mucho ahora. Estamos en medio de una intensa crisis y no estoy
más cerca de encontrar una solución de lo que estaba antes.
—Entonces tenemos que mantenernos, como siempre lo hemos hecho —dijo Jacob
quietamente, su tono modulado tenía la intención de tranquilizar la irritante frustración de Noah.
El temperamento de Noah era diez veces más famoso que el de su hermana Hanna, aunque
usualmente exhibía diez veces más control sobre él. Noah creía firmemente que ningún individuo
podía regir sobre otros sino tenía control sobre sus emociones—. He enfrentado todo lo imaginable

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y perseverado, Noah. Nadie será lastimado o se le permitirá hacer daño, mientras me quede
aliento.
—Pero se está haciendo más difícil, ¿no es así? —Noah miró los penetrantes ojos de Jacob. —
Cada año veo cómo te vuelves más ocupado y descorazonado. Cada año veo cómo la mayoría de
los ancianos pierden el control como si estuvieran en sus primeros cien años. Dime si estoy
equivocado.
—No puedo decirte eso —expresó Jacob, suspirando pesadamente, mientras recorría con sus
largos dedos por el grueso y oscuro cabello. —Noah, tuve que imponerme a Gideon hace una
década. Del puñado de Demons que pensé resistirían la locura, Gideon el Anciano era el que más
posibilidades tenía entre ellos. —¡Gideon! Jacob sacudió su cabeza, mudo ante las perturbadoras
emociones y los escalofriantes recuerdos de ese terrible encuentro.
—Y aún se está lamiendo las heridas. Gideon no ha salido de su bastión en los últimos ocho
años.
—Bueno, con certeza no saldrá mientras esto esté creciendo para peor. —Jacob frunció el
ceño severamente al tiempo que se hundía en una silla frente a Noah. —Su asiento en la mesa del
Consejo se llena de polvo y nos deja… incompletos.
Noah era consciente de la angustia personal de Jacob sobre este hecho, pero se rehusaba a
dejarlo flaquear por ello.
—Es lo mejor por el momento —remarcó Noah. —No creo que te regocije la idea de tener que
frenarlo otra vez.
—No, a mí no. Pero creo que encerrarse a sí mismo lejos y solo, es la peor elección —elección,
que por lo bajo, nos llevará a Gideon y a mi a otro devastador conflicto.
La amargura en la voz de Jacob no pasaba desapercibida para el Rey. Noah nunca había
conocido a otro hombre con el sentido de responsabilidad, lealtad y moralidad del Ejecutor. La
muerte era la única cosa que podía hacer que Jacob renunciara. Este Ejecutor nunca se retiraría
mientras respirara.
Pero había algo que no estaba bien con Jacob desde un tiempo a esta parte. Año tras año era
forzado a inducir a los Mayores que el más respetaba a sobreponerse a esta locura que
momentáneamente caía sobre ellos. Y esto, claramente, lo estaba arrastrando en mente y espíritu.
Noah suponía que lo peor había sido el enfrentamiento comentado con Gideon.
Anteriormente, Jacob era el único Demon que, en realidad, podía afirmar ser amigo del gran
Anciano. Y había sido así hasta que el Ejecutor se había visto forzado a elegir entre la amistad y la
preservación de la ley. Verdaderamente no hubo opción. No para Jacob. La ley era como su sangre
vital. Y un Ejecutor, con el nivel de dedicación y sentido de obligación de Jacob, podía destruirse
psicológicamente si desafiaba la ley.
Noah era consciente de que si perdía el control de sus facultades durante una de las Sagradas
lunas llenas, Jacob estaría forzado a corregirlo como a un niño terco y sería difícil no enfadarse con
el Ejecutor por ello. Claro, sería por su propio bien, por el bien de toda la raza Demon y,
definitivamente, por el bien de los humanos indefensos con los que convivían. Pero los Ancianos
tenían un profundo orgullo y Noah no era la excepción. Ser víctimas de la debilidad ya era
suficientemente malo; el que Jacob fuera testigo lo hacía peor. Tener al Ejecutor castigándoles
brutalmente, como lo demandaba la ley, era insoportable.
Noah no envidiaba en lo más mínimo la posición de Jacob.
En aquel momento, el hombre que llenaba las preocupaciones de su mente, levantó la oscura
cabeza de la estudiada reverencia pasando de su semi relajada posición a tensarse rápidamente.
Noah sintió el vello de la nuca erizarse mientras los poderes extrasensoriales del otro hombre

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llenaban la habitación. Cada Demon tenía sus propias habilidades particulares donde sobresalía
del resto, y las percepciones cazadoras de Jacob estaban entre las más perspicaces.
—Myrrh-Ann se acerca, —dijo Jacob, colocando el vaso en el escritorio de Noah y
poniéndose en pie— está excesivamente nerviosa.
En aquel instante, las dos grandes puertas del extremo del salón se abrieron violentamente.
Un remolino de oscuro polvo y viento revoloteó en el cuarto, girando como un pequeño tornado
alcanzó a los dos hombres en un parpadeo. Abruptamente se paró en un giro final, con la figura de
una hermosa mujer de cabello blanco plateado y tan suave como las nubes. Sus habituales ojos
azules estaban oscurecidos tanto por la dilatación negra de sus pupilas, como por el miedo
indecible que centelleaba en ellos.
—¡Noah! —jadeó ella, mientras avanzaba trastornada hacia el Rey causando una ola
estremecedora en el aire que comprimió cada llama de la habitación—¡Ha sido capturado! ¡Debes
ayudarme! ¡No puedo perderlo! ¡Es todo para mí!
—Tranquilízate ya —susurró suavemente Noah, rodeando el escritorio para envolverla en un
abrazo consolador.
—Cálmate, Myrrh-Ann —dijo serenamente— ¿Supongo que estás hablando de Saúl?
—¡Fue horrible! —sollozó la joven belleza, agarrando el frente de la camisa de Noah— ¡Se
desintegró en mis propias manos! ¡Noah, debes ayudarnos!
Noah y Jacob se quedaron inmóviles, sus ojos se encontraron por encima de la brillante
cabeza de Myrrh-Ann. No necesitaban hablar para saber los pensamientos del otro, para sentir el
rápido impulso de alarma en el otro.
—¿A qué te refieres con que “se desintegró”? —preguntó Jacob cuidadosamente.
—¡Quiero decir que ha sido Convocado! ¡Esclavizado! —chilló Myrrh-Ann, girándose en los
brazos de Noah para fulminar al Ejecutor con una mirada llena de terror e indignación.
—En un primer momento estaba conmigo, tocándome, acunando a nuestro niño cuando se
movía dentro de mí —sus manos fueron inconscientemente hacia el redondeado vientre, como si
estuviera temerosa de que fuera lo próximo que le arrebatasen—Y al siguiente su rostro se
contorsionaba en un terrible dolor. ¡Amado y misericordioso Destino! Empezó a desvanecerse
partiendo de los pies, en un remolino del más horrendo y amargo humo que haya conocido.
Se volvió hacia el Rey, agarrando la seda de su camisa con desesperación, sus uñas
clavándose en la tela.
—¡Gritó! ¡Oh, Noah, como gritaba!
—Myrrh-Ann, por favor, siéntate —dijo Noah, usando una suave y reconfortante voz para
tranquilizarla— Necesitas calmarte, antes de que des a luz a tu hijo demasiado pronto. Has hecho
lo correcto al acudir a nosotros. Jacob y yo llegaremos hasta el fondo del asunto.
—Pero si es esclavizado… —Myrrh-Ann se estremeció violentamente de la cabeza a los
pies— ¿Noah, cómo es posible? ¿Por qué? ¿Por qué Saul?
Myrrh-Ann bajó la voz hasta un rápido y desalentador susurro de pánico, balbuceando las
palabras. Los dos hombres en la sala apenas podían seguir todas las implicaciones de sus
devastadores pensamientos mientras ella caminaba sin rumbo.
¿Podía ser verdad? Durante casi un siglo no habían tenido noticia de una Convocatoria a un
Demon. Era posible que estuviera equivocada. En el pasado los Demons se habían visto
amenazados a la extinción, como consecuencia de la horrorosa esclavitud. Fue un truco
nigromante, brujería negra que se había desvanecido al mismo tiempo que el Cristianismo, la
ciencia y la tecnología habían comenzado su reinado. Con la desaparición de esas magias, había
llegado la paz.

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Los paréntesis en esa armonía, obviamente, eran los incontrolables períodos de locura que los
invadían durante las lunas Sagradas, huyendo de incansables cazadores humanos y ocasionales
encuentros con otras razas Nightwalker.
Desde que el mundo fue creado, han existido Nightwalkers: razas de la noche que han
disfrutado del mejor aire del anochecer, se han vigorizado a la luz de la luna y han usado el sol
como orbe celestial designado para dormir. Demons, Vampiros, Licántropos y otros compartían
estas cualidades, aunque no siempre la misma moralidad y creencias.
Así como han existido Nightwalkers, han existido también aquellos que han querido
cazarlos, humanos armados con ignorancia y mitos que fallaron en el intento de asesinarlos. Esos
humanos, temiendo lo que no podían comprender, eran fanáticos en la búsqueda para salvar al
mundo de las llamadas diabólicas criaturas. Y si bien el cazador humano corriente no perturbaba
demasiado a la raza Demon, los seres humanos mágicos llamados nigromantes, eran
completamente otro cantar. Sus hechizos entrañaban destinos peores que la muerte del Demon
capturado.
Las acusaciones de Myrrh-Ann podrían significar una inquietante perturbación en la balanza
de su mundo. De algún modo, significaría que esta última amenaza mágica había renacido.
Algunos podrían decir que tal cosa sería inevitable debido a la reciente fascinación humana por
cultos y magia negra, que se habían intensificado, pero la especulación estaba más allá del
incidente real. ¿Un ser humano mágico? ¿Después de todo este tiempo? La historia de Myrrh-Ann
se volvía alarmantemente creíble.
—Noah, cuida a Myrrh-Ann. Rastrearé a Saúl.
—¡No! ¡Oh, por favor! —gritó Myrrh-Ann.
Se abalanzó sobre Jacob, quién flotó fácilmente lejos y comenzó a elevarse lentamente en el
aire, con la intención de seguir adelante con su implacable deber. De repente sintió al viento
arremolinarse en un lugar del salón donde no debía sentirse nada, sentía la tempestuosa
indignación crecer, un reflejo de su temor.
—Myrrh-Ann, no queda tiempo —dijo Jacob, la voz áspera resonaba contra el techo al que se
acercaba.
La histeria dentro de su pecho se congeló. El aire se condensó y se mantuvo así mientras
obtenía su atención.
—Si puedo encontrarlo a tiempo, trataré de salvarlo. Si no, sabes cual es mi deber. Créeme
cuando digo que prefiero traerlo de vuelta contigo y con el bebé.
Con esas palabras, el Ejecutor desapareció dejando una estela de polvo.
—¡Lo matará! ¡Asesinará a mi Saúl! —lloró Myrrh-Ann, los sollozos rasgando su cuerpo.
—Si llega a eso —murmuró Noah suavemente— significará que el Saúl que amamos ha
desaparecido para siempre.

Isabella se apartó de la ventana cuando escuchó en la puerta el sonido de las llaves de su


hermana.
—Hey, Corr, ¿te divertiste? —saludó ella mientras regresaba a observar las estrellas.
—Estuvo bien, —contestó su hermana, arrojando las llaves en la mesa y sacándose la
chaqueta— es un tipo agradable. Tal vez demasiado agradable.
Isabella puso los ojos en blanco, buscando la orientación de las estrellas.
—¿Cómo puede ser un hombre “demasiado agradable” en estos días y época?

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—Habló la gran experta en citas —replicó Corrine irónicamente. No podía recordar a Isabella
teniendo una cita, ni siquiera en secundaria. Corrine se encogió de hombros, claramente sin
entender la actitud antisocial de su hermana.
Isabella la miró, abandonando su observación de la luna.
—Entonces, explícame que significa “demasiado agradable”.
—Bueno, vamos a ver… —Dijo Corrine, deteniéndose a su lado y uniéndose a la
contemplación de esa noche de Octubre— Es muy agradable, muy educado y muy predecible.
Creo que es eso lo que quiero decir. Es agradable pero nada excitante. Tal vez debieras salir con él.
Isabella se rió, sus ojos se agrandaron con humor
—¿Me acabas de insultar?
—No, para nada—rió Corrine por lo bajo, mientras rodeaba con el brazo sus hombros y la
estrechaba fuertemente—. Es que me gustaría ver que conoces a un tipo agradable. Incluso si es
“demasiado agradable”. Aunque no creo que pudiera acostumbrarse fácilmente a los comentarios
que sueltas a veces. Oh, y quizás deba advertirle que aunque soy la hermana pelirroja, eres tú la
que tiene el temperamento desafiante.
—¡Ja! No fui yo quién abrumó a mamá con la maldita rebeldía adolescente.
Corrine rió.
—Y no fuimos ninguna de las dos, quienes saturaron a papá con el genio de mamá.
Las hermanas se rieron con complicidad. Cada una sabía perfectamente de dónde habían
heredado su franqueza y obstinación, genéticamente hablando.
—Bueno, gracias por ofrecerme a tu novio de segunda mano —dijo Isabella con una
sonrisa— pero creo que pasaré.
—Sírvete tú misma —contestó Corrine, levantando los hombros y alejándose de Isabella para
ir a la cocina. Echó una ojeada a la nevera.
Isabella regresó a la ventana y observó la luna un poco más. Había algo en ello que siempre
la hacía sentir húmeda. Últimamente, estaba inquieta, ansiosa… algo. No sabía qué. Estar
enclaustrada en casa la estaba volviendo loca, pensó. Lo que realmente deseaba era salir fuera,
pasear por los alrededores. O correr.
Sacudió la cabeza mentalmente. ¿Correr a medianoche por la peor zona del Bronx? Con
razón la gente pensaba que la luna llena volvía locas a las personas. Si alguien leyera sus
pensamientos ahora, no reconocerían a la calmada y culta Isabella a la que todos conocían y
amaban. Probablemente, la clavarían al suelo por su propia seguridad.
De hecho, Isabella se preguntaba con frecuencia si la gente que conocía y amaba en realidad
la conocían del todo. ¿Cómo podían conocerla los demás, cuando ella misma empezaba a dudarlo?
Tenía una vida confortable y apacible, aunque más bien era el patético estereotipo de una
bibliotecaria soltera. Incluso tenía el requerido par de gatos. Amaba los libros. Se podía obtener
tanta valiosa información, tanto que aprender, tantas historias que contar. Su apetito por todo eso
nunca había recaído desde el día en que aprendió a leer. Probablemente había olvidado más
información de lo que mucha gente leería jamás.
Sin embargo, donde los libros habían sido la llave de su antigua alegría, Isabella ahora estaba
de alguna manera… insatisfecha.
Isabella alcanzó la ventana y la abrió rápidamente, asomándose en el marco sin barandilla
hacia la noche fresca y brillante. Todo siempre parecía diferente cuando la luna brillaba tan
intensamente como el sol. A diferencia del sol con su brillo dorado, la luna lo volvía todo pálido o

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plata. Las sombras eran largas y misteriosas, el aburrido asfalto negro se convertía en una carretera
de incandescente gris.
—Si te caes de cabeza, que te sirva de lección —remarcó Corrine sarcásticamente, detrás de
ella—. Pensé que volverías a poner la barandilla.
—¿No dijiste que te ibas a la cama? —preguntó Isabella, sin molestarse en mirar atrás.
Escuchó el chasquido de su hermana al hacerle burla con la lengua, la habitual respuesta de
Corr cuando no podía pensar lo bastante rápido en una respuesta.
—Si, ya me voy a la cama. Asegúrate de cerrar la puerta antes de irte a dormir. Y no te
entretengas tanto mirando las estrellas, dijiste que mañana tenías que ir a trabajar temprano.
—Lo sé. Buenas noches —dijo Isabella, despidiéndose sin darse la vuelta.
No vio a Corrine poner los ojos en blanco antes de salir al pasillo hacia su habitación.
Isabella se inclinó hacia el exterior de la ventana, abrazándose cruzando los brazos bajo el
pecho, mientras miraba cinco pisos abajo, a la acera. Su pelo se deslizó suavemente sobre el
hombro, como si fuera una sedosa serpiente negra que bajaba por el pecho hasta colgar
suspendida en el aire de la noche.
Sus ojos vagaron hasta que observó a un hombre, vestido de negro y elegante, que se
acercaba a su edificio. Sus pisadas sonaban suavemente a través de la noche, su paso largo y
seguro. No sabía cómo, pero desde su posición podía asegurar que su andar casual era una pose.
Había algo en esa ágil figura masculina que se veía muy, muy en guardia y muy… despiadada.
Calculó que era bastante alto, comparándolo con la altura de las puertas que acababa de
pasar. Su cabello era excepcionalmente oscuro a pesar de la brillante luz de la luna, probablemente
negro o marrón oscuro. No estaba segura, pero pensó que estaba sujeto en una coleta. Vestía un
largo abrigo gris, sin cinturón y desabrochado, con las manos metidas casualmente en los bolsillos.
Éste se desplazaba en torno a las piernas cuando se movía, abriéndose continuamente, revelando
una camisa gris azulada y pantalones negros. Caro, sofisticado y fascinante, aún en la distancia.
Difícilmente este era un vecindario de lujo, y no se solía encontrar hombres elegantes y bien
vestidos con frecuencia. En estos barrios, era más bien una fuente de ingresos. En algún lugar en
los contenedores del próximo callejón, la campana de la cena sonaría.
Apenas formular el pensamiento, el hombre se detuvo repentinamente. Vio destellar algo en
la oscuridad difuminado por la luna sobre su cara, y tuvo la extraña sensación de que había
sonreído. Estaba mirando alrededor, obviamente buscando algo.
Entonces, miró hacia arriba.
Inspiró suavemente mientras él mantenía su mirada fija, su corazón saltaba
inexplicablemente dentro del pecho. Esta vez le sonrió visiblemente, un repentino toque de blanco
entre luz y sombra. Dio un paso, echó un vistazo a ambos lados de la calle, y apoyándose de
manera casual en el poste del teléfono, volvió a mirarla.
—Te vas a caer.
Isabella parpadeó cuando esa voz sonora la alcanzó, envolviéndola. No estaba gritando. La
voz se había elevado cinco pisos y, sin esfuerzo, había llegado hasta su oído.
—Pareces mi hermana.
Tampoco gritó, como si supiera que no había ninguna necesidad. ¿Por qué no lo encontró
extraño? Bueno, en realidad lo encontró extraño. Simplemente no le molestó.
—Entonces ya somos dos los que pensamos que no deberías asomarte así a la ventana.
—Tomaré nota de tu preocupación —respondió secamente.

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Rió. El profundo, masculino y tentador sonido pareció concentrarse en torno suyo,
envolviéndola en su diversión. Esto la hizo sonreír y apretar los brazos a su alrededor más fuerte.
—Además —continuó ella— mira quién habla. ¿Qué haces deambulando por esta zona en
mitad de la noche? ¿Tantas ganas tienes de morir?
—Puedo cuidar de mí mismo. No me preocuparía.
—Bien. Pero no respondiste a mi primera pregunta.
—Lo haré —contestó él— si me dices porqué estás colgando de la ventana.
—No estoy colgada. Estoy asomada. Y sólo estoy mirando.
—¿Curioseando?
—No. Si quieres saberlo, estaba mirando la luna.
Observó cómo echaba una ojeaba al astro sobre su hombro, el vistazo fue tan rápido que
pensó que no le impresionaba tanto como a ella.
—Y mientras observabas, ¿has notado algo extraño por aquí? —hizo la pregunta con un tono
indiferente, pero algo le advirtió a Isabella que su respuesta le preocupaba mucho más de lo que
demostraba.
—Lo extraño es algo normal hoy en día. ¿Podrías especificar más?
Lo sintió vacilar, sabía que se estaba debatiendo sobre algo. Soltó un corto y pesado suspiro.
—Olvídalo, siento haberte molestado.
—¡No, espera!
Isabella se abalanzó, manteniendo la mano alzada en el aire. El movimiento desestabilizó su
precaria posición y, de repente, fue sacudida por la extraña sensación del desplazamiento y
propulsión de su cuerpo. Sus calcetines se deslizaron, el suelo de madera era un apoyo nulo, por lo
que sus pies se elevaron y la mayor parte de su peso corporal cayó sobre el alféizar. Un
estrangulado sonido de sorpresa escapó de sus labios mientras caía de cabeza en la noche negra y
plata. La sensación de caer le dio un vuelco al estómago y pensó que probablemente vomitaría si
no estuviera a punto de morir.
Pero en vez de estrellarse en el duro hormigón, aterrizó contra algo sólido pero agradable.
Sintió un latigazo en el cuerpo cuando la velocidad cesó abruptamente, brillantes estrellas flotaban
tras los párpados firmemente cerrados.
Isabella luchaba por respirar, la adrenalina la sobrecogió mientras se agarraba a cualquier
cosa sólida que tuviera a mano.
—Está bien. Ya puedes abrir los ojos.
Esa voz. Esa masculina, profunda, sexy, viva-y-no-aplastada-en-el-suelo, voz.
Isabella abrió un ojo y miró sus manos posesivas. Estaban agarradas a la tela gris de las
solapas de su abrigo.
—Santa mierda, —jadeó, sus ojos miraban boquiabiertos a la cara del hombre que al parecer
le había salvado de romperse el cráneo— santa… —Terminó de separarse, obteniendo una buena
perspectiva de los rasgos y haciendo que su sistema volviera a entrar en crisis.
Era increíble e irresistiblemente hermoso.
No había otra forma mejor de describirlo. Era mucho más que simplemente atractivo. Guapo
era un adjetivo masculino corriente que no alcanzaba a describirlo. Este hombre era francamente
hermoso. Los rasgos faciales eran tan elegantes, que llevaban el término regio al extremo. Cejas
oscuras como alargadas plumas sobre sus oscuros ojos, de un color indeterminado en las sombras
de la noche. Tan sobrecogedores, y a la vez, tan discordantes por la ridícula longitud infantil de las

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exuberantes pestañas. Esos magníficos ojos se avivaron con una suave y caliente llama de
diversión, mientras su boca sensual se arqueaba en una sonrisa que sólo podría describir como
pecadora.
—¡Cómo hiciste… pero eso es… posiblemente no podrías! —balbuceó, las manos agarraban y
soltaban inconscientemente las solapas.
—Lo hice. No lo es. Al parecer si podía —ahora sonreía ampliamente e Isabella tuvo la
certeza de que ella era la causa de ese invisible indicio de diversión.
Lo miró furiosa, olvidando que acababa de salvarle el cuello. Literalmente.
—¡Estoy tan contenta de que lo encuentres divertido!
Jacob no pudo evitar sonreír. Estaba tan concentrada en él, que no se había dado cuenta que
aún estaban a unos buenos tres metros del suelo, flotando en el punto exacto donde la había
alcanzado tras su precipitada caída. Mejor, pensó, posándola en la acera mientras estaba distraída
enfadada por su diversión. Iba a tener bastantes problemas para explicar cómo había podido
atrapar a una mujer lanzada desde cinco pisos de altura hacia su muerte. Veamos… cinco pisos
multiplicados por… oh, cerca de cincuenta y siete kilos… gravedad multiplicada...
—Yo no encuentro tu situación entretenida —dijo él honestamente, con mucho cuidado de
acaparar su atención cuando trajo su peso de nuevo a normas humanas. —Yo, en realidad, estoy
complacido de ver que no estás herida.
Isabella pestañeó un par de veces, dándose cuenta de pronto de lo que este extraño había
hecho por ella.
Jacob observó el cambio en su expresión, de la belleza juguetona, de la indignación
malhumorada a un profundo horror. Mentalmente se dio unas patadas, recordando su corta
llamada, aún cuando lógicamente no lo había evitado. Él observó como ella se mordió su labio
inferior para impedir que temblara. Esa simple vulnerabilidad envió una sensación desgarradora
por su pecho, dejándolo inexplicablemente sin aliento. La conciencia y la emoción explotaron a su
alrededor y Jacob se encontró mirando fijamente todos y cada uno de los matices de la mujer que
estaba sus brazos.
Ella era una cosita compacta y curvilínea, y su menudo encuadre era suave y femenino en
todos los lugares en los que a los hombres les gustan abundantes. La luz de la luna realzaba una
impecable complexión, pálida como la transparencia de algunas de las Caminantes Nocturnas que
él había visto a lo largo de su extensa vida. Ella tenía un sinuoso cabello negro, ridículamente largo
y grueso, y podía sentir el peso de él cuando se arrimó a su pecho y se adhirió a sus bíceps. Sus
rasgos eran pequeños y delicados, su exuberante boca, sus ojos tan grandes como los de un
inocente niño. Un hada con ojos violeta, que se tornaron lavandas a la luz de la luna. Era
asombroso cómo la luz de la luna realzaba su belleza. Mientras la acunaba contra su pecho, él se
maravilló de cuan cálida era ella. No se había dado cuenta de lo atractivo que podía ser el calor
humano.
Jacob se vio atrapado en el límite de un pensamiento ilícito y la realidad retornó en una
explosión de conmoción. Casi la dejó caer en su prisa por apartarla de él. Chasqueando una ácida
mirada a la luna sobre su hombro, enterró sus manos en los bolsillos de los pantalones para resistir
la bizarra urgencia de atraerla hacia sí.
Encontrándose en sus pies otra vez, Isabella se sintió mareada y desconcertada. El hombre se
había puesto abruptamente a una distancia considerable, como si ella fuera la portadora de alguna
enfermedad. Por otra parte, la mayoría de los hombres se sentían incómodos cuando una mujer
mostraba cualquier signo de angustiosas emociones. Aún así, él se quedó lo bastante cerca para
llegar a ella si lo necesitara, pero sólo le tomó un respiro o dos para que ella volviera a estar clara y
firme otra vez.

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Jacob la observó suspicazmente mientras ella enroscaba un gran mechón de sus cabellos tras
la oreja, lugar no lo suficientemente grande para mantenerlo fijo. La espesa y sedosa nube regresó
adelante en el momento en que ella lo soltó. Se encontró abrumado por la necesidad de
colocárselo por ella, sólo porque así descubriría la textura de él. Tragó pesadamente,
maldiciéndose en su propio lenguaje, su mandíbula apretada rígidamente.
—No sé cómo agradecerle, señor… uh…
—Jacob —completó él. Su tono de gruñido la hizo empezar a retroceder.
—Señor Jacob —dijo ella inquietamente.
—No, sólo Jacob —corrigió él, forzándose a hablar más uniformemente, odiando la idea de
que ella también le temiera como los demás. Era humana. No tenía ninguna razón para temerle.
—Bueno, Jacob —dijo ella, sus ojos lavanda lo estudiaban cautelosamente. Sin embargo, un
momento después, se mostró audaz—. Yo soy Isabella Russ, y te estoy extremadamente
agradecida por… por lo que hiciste. No puedo creer que no te rompieras el cuello.
—Soy mucho más fuerte de lo que se ve —ofreció él como explicación.
Bella encontró eso difícil de creer. Él se mostraba cada centímetro poderoso como debía ser
para haberla atrapado como lo hizo. No estaba brutalmente constituido, pero tenía un torso
agradablemente amplio, anchos hombros, y definitivamente, sus ropas no escondían nada de su
estado físico. Era delgado, atlético, tenso y apretado en los lugares precisos de lo poco que podía
ver y había sentido por debajo de su abrigo gris. Pero más allá de su oscura buena apariencia, gran
cuerpo y su coleta de pirata, Jacob tenía un aire de poder como ella no había encontrado en ningún
otro. Si, él era, definitivamente, más fuerte de lo que se veía y no sólo físicamente.
Fue suficiente para hacer temblar, incluso, a una impasible bibliotecaria. Un paquete total,
completado con un acento europeo tan rico y elegante, como el resto de él, húngaro o croata,
quizás. Él estaba calmado, elegante y controlado, exhalando una confianza en sí mismo que
perforaba y una subyacente peligrosidad que enviaba esos temblores a través de su espina.
Ciertamente, un total y atractivo paquete.
Uno que probablemente estuviera casado y con seis hijos.
Isabella suspiró cuando se reencontró con la realidad, la liberación de su aliento removió el
pelo sobre su frente. —Bueno, de todos modos, gracias, por… bien… ya sabes. —Ella señaló con
descuido hacia la ventana de donde había caído. Sus cejas se juntaron con perplejidad por un
momento. ¿Cómo, exactamente, había podido él atraparla sin romperse la espalda? Parecía
imposible.
Repentinamente, Isabella sintió los vellos de su nuca erizarse.
Jacob observó la pequeña cabeza del hada girar alrededor bruscamente, sus bonitos ojos se
entrecerraron con cautela. Fue suficiente para activar sus propios instintos y sintió, en la noche, lo
que fuera que la había perturbado. Para su asombro, ella había apuntado hacia la misma cosa que
él había estado buscando.
Malevolencia. Terror. El terror absoluto de Saúl. Jacob pudo oler su miedo. Podía saborear la
marca acre de la magia negra. Estaba cerca, justo como Jacob había sospechado que estaría cuando
su rastro se había terminado en esa área. Lo que sea que había tirado a Saúl pateando y gritando
hacia la misma oscuridad, una vez más estaba invocando, envenenando y torturando al Demon
encarcelado.
Aún así, los sentidos cazadores de Jacob no atrapaban ningún rastro, no encontraban
dirección.
Perplejo, giró la cabeza alrededor y fijó su mirada en la pequeña mujer humana, quien seguía
parada con su cabeza dirigida hacia el desconocido más allá. ¿Sería posible? ¿Podía esa mujer

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haber retenido aquellos instintos que, un par de horas antes, él había acusado a su raza de haber
perdido, sintiendo incluso aquello que él no podía ver, para llegar a una solución? Él nunca había
escuchado tal cosa.
Pero Jacob sentía su perturbación, oliendo el cambio en su química corporal mientras su
adrenalina se armaba en una reacción de vuelo o lucha clásica. Oh, si, ella definitivamente tenía la
sensación del mal que se acercaba.
—Sería mejor si nos quitamos de la calle —dijo ella rápidamente, alcanzándolo para tomar su
brazo.
—¿Por qué? —contrarrestándole, asentándose donde estaba contra su arrastre.
—Porque no es seguro —dijo ella, como si se explicara a un niño de dos años—. Ahora deja
de hacerte el macho y haz lo que yo digo.
¿Hacer lo que ella dice? ¿Está esta mujer diminuta tratando de protegerme? El concepto lo
impresionó.
—No me estoy haciendo el macho —replicó él, siendo deliberadamente obtuso ahora que
veía cómo su ansiedad y reacciones crecían como una ola. Fue hipnotizante observar cómo ella se
ruborizaba, su pulso recorrer como loco por su delicada garganta y sus pechos llenos hincharse
con su creciente respiración.
—¡Oy! —Isabella puso en blanco sus ojos— ¡Está bien! Como quieras. Sólo salgamos de la
calle.
—¿Por qué? —insistió.
Él observó fascinado como una vez más hizo volar hacia atrás su cabello con un exasperado
suspiro y plantar sus puños alrededor de sus redondeadas caderas, sus pies reforzados y
obstinadamente separados.
—¡Mira, hay algunos lugares donde no es una buena idea estar parado en medio de la calle
discutiendo, y éste es uno de ellos! Si estás empeñado en quedarte aquí, bien. Yo voy…
Ella se detuvo con grito agudo de asombro, su mano voló hasta su garganta y un gorjeo débil
parecido a un burbujeo. Jacob instintivamente la alcanzó para ayudarla, no gustándole la amplia y
salvaje mirada de sus atribulados ojos lavanda.
—¿Isabella? ¿Qué es? —demandó él, tirando de ella para protegerla en su abrazo.
—Alguien… ¡Oh, Dios! ¿Es que no puedes olerlo?
Podía. Estaba a su alrededor, débil pero inconfundible. El olor de la carne ardiendo. Azufre
también. Pero él había perfeccionado los sentidos cazadores de cada especie predadora que el
quisiera, y no era ninguno de esos sentidos el que le trajo el olor hasta él. No había rastro, ni
huella. Se ocultaba de él. Estaba perplejo, pero sólo pasó un momento así. Ahí estaba esta humana
que no tenía tales habilidades como las suyas, jadeando por respirar, comportándose como si
tuviera respirando espesas nubes de humo y azufre cuando claramente no lo estaba. No
físicamente.
Era alguien más.
Saúl.
Un tipo de claridad ardió detrás del cerebro de Jacob, aunque estaba más desconcertado que
nunca. El Ejecutor no hizo una pausa para reflexionar los por qué, los cómo o las complicaciones
de lo que estaba pasando. Él sólo quería saber una cosa.
—¿Dónde? ¿Puedes decírmelo, Isabella? ¿Dónde está?

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—¡Cerca! ¡Dentro de mí! —sus manos agarraron la tela de su blusa sobre su pecho como si
quisiera quitarse esa presencia. Sus ojos lagrimearon, gruesas gotas fluyeron por su rostro tratando
de lavar el humo que ni siquiera estaba ahí.
—No. Escúchame —él tomó su rostro entre sus manos, percatándose de lo pequeña que era
entre ellos, y delicadamente, elevó su rostro hasta el suyo. —Esta cerca, pero no dentro. ¿Dónde?
¡Mira y dime dónde!
Isabella se zafó de su agarre y empezó a correr, tosiendo y ahogándose en el humo fantasma
mientras se agitaba y escapaba. Jacob fue rápidamente tras ella y dieron la vuelta a la esquina y
cruzaron la calle. Ella tomó una esquina más y se chocó de frente con unas imponentes puertas
oxidadas de acero corrugado.
Un depósito. Por mucho tiempo abandonado, y sin embargo, en una ventana superior se veía
el violento parpadear de unas luces. Una antinatural y fría luz que Jacob tontamente pensó que
nunca volvería a ver en su vida. Agarró a su pequeña guía por los hombros, apoyando su espalda
contra su cuerpo al tiempo que se inclinaba sobre su oído. A pesar de la disparidad de alturas, ella
encajó contra él impecablemente.
—Escucha —murmuró él suavemente, mientras ella continuaba luchando por respirar. —
Esta no es tu agonía, Bella. No la hagas tuya —él echó un vistazo hacia arriba, al siniestro brillo en
la ventana, su corazón palpitando con fuerza por la presión de actuar, pero no podía dejarla allí
sofocándose. Si su mente asumía lo suficiente como para reaccionar con lágrimas y una voz ronca,
entonces ella podía considerar que se estaba asfixiando.— Puedes ver que no hay humo. ¿Me estás
escuchando, Isabella?
Ella lo hacía. Aunque no podía hablar, lo expresó en su primera clara y profunda aspiración,
que se sintió como años para ambos.
—Bien —susurró él, su cálido aliento rozó su sensible cuello.— Ahora quédate aquí, fuera de
vista, y sólo respira.
Jacob llegó hasta el empalme de las puertas y tiró de ellas, abriéndolas, como si estuviera
rasgando papel y no enormes libras de acero, camuflando el sonido como un asunto de segunda
naturaleza. Alguien dentro lo percibiría simplemente como el metal crujiendo por el viento.
Instintivamente, Isabella lo siguió dentro de esa oscuridad, más allá de las puertas, sin hacer
caso de sus instrucciones. Temía lo que estaba pasando, pero tenía más miedo de quedarse sola.
Ella se arrastró tras él, sus manos se agarraban a su ondeante abrigo mientras cruzaba de un tranco
a través del terreno y la sombra. Hubo como bengalas de luz y luego oscuridad, esa combinación la
encegueció dolorosamente. Jacob caminó sin vacilación, como si estuviera a plena luz del día,
moviéndose hacia esa luz con un sentido de amenaza que era palpable para ella. Inesperadamente,
lo sintió elevarse ante ella, aparentemente subiendo una escalera. Él se soltó de su agarre y ella se
quedó buscando la escalera por su cuenta.
No pudo encontrarla. No importaba lo mucho que hubiera buscado alrededor, no pudo
encontrar el medio que él utilizó para llegar al nivel superior del depósito. Todo lo que pudo hacer
fue girar hacia la luz que ahora iluminaba su figura, mientras él, lenta y furtivamente se acercaba a
la fuente de ello. Su áspera respiración parecía hacer demasiado ruido mientras ella luchaba por
oxígeno. Jacob se movió más y más cerca.
De repente, él saltó.
Realmente saltó.
Isabella podía haber visto cosas en medio de esa neblina y penumbra, pero podía haber
jurado que el hombre realizó un ágil salto de casi ocho metros desde donde estaba parado hasta la
refriega con lo que fuera que estuviera allí arriba.
El infierno, sin demora, se desató.

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Sin advertencia, el humo que ella había olido se agitó en la luz enfermiza, se derramó como
una cascada de agua verde, óxido y negras nubes. Luego hubo una enorme explosión, desechos y
cuerpos cayeron del desván como misiles, forzando a Isabella a esquivarlos y cubrirse, sus ojos
ardieron con las bengalas de luz.
Increíblemente, llovían hombres.
Jacob se estrelló en el suelo a casi 3 metros a la izquierda de Isabella, con un sordo y
discordante sonido de huesos que levantó una enorme nube de polvo. Otro cuerpo cayó entre unas
cajas no muy lejos. Un tercero golpeó el suelo cerca de las puertas abiertas, de hecho, aterrizando a
sus pies. El hombre absorbió el choque de su aterrizaje como un gato. Entonces, con un remolino
de la tela de su abrigo, ¿o era una capa?, giró y corrió hacia las puertas abiertas.
Ignorando todo lo demás, Isabella agarró por los amplios hombros al hombre que se
esforzaba pesadamente por respirar, en el suelo.
—¡Jacob!
—¡Isabella, sal de aquí! —Jacob rugió la orden mientras se sacudía torpemente a sus pies,
agarrándola y empujándola hacia atrás y lejos de él, con tal fuerza que ella cayó embarazosamente
y aterrizó sobre su trasero. Chisporroteó durante un momento, maldiciendo sin elegancia y con
marcado dolor, con toda la intención de decirle al Sr. Jacob Macho que se fuera al infierno.
Las palabras se le congelaron en la garganta cuando el hombre que había caído entre las
cajas, se elevó rápidamente encima de ellos.
Literalmente, se elevó.
Flotando directamente en el aire.
Isabella jadeó cuando fue testigo de eso y entonces se dio cuenta de varias cosas sumamente
importantes. El hombre que se cernía sobre ella y Jacob, no era en absoluto un hombre. Aunque
bípedo y relativamente humanoide, era en realidad alguna clase de enorme criatura con infernales
ojos verdes que brillaban con ferocidad fuera de su deforme cabeza. Tenía largas y enormes orejas
que empujaban hacia delante y arriba, abanicando como si fueran bandas o aletas en lugar de
orejas.
Tenía colmillos.
Oh, y alas muy, muy grandes.
Isabella tuvo una extraña e histérica necesidad de reírse.
Está bien. ¿Cuándo exactamente, se preguntó, me quedé dormida? Por supuesto, la gente no
atrapa a personas que caen por la ventana. Ella nunca habría seguido a un extraño hasta un
depósito abandonado. Y no existían tales cosas como acolmilladas criaturas con cara de
murciélago, volando sobre el Bronx.
Entonces la criatura se dirigió directamente hacia ella.
Muy bien, es tiempo de despertar, pensó mientras el pánico crecía en su garganta.
La cosa alada empezó a hacer un salto hacia ella.
Como un intermitente relámpago, Jacob voló del suelo en un increíble salto, enlazando con el
monstruo en el aire. La colisión fue un enfermizo sonido de carne y huesos impactándose, que hizo
que Isabella se estremeciera. El ímpetu de Jacob envío la madeja de cuerpos, lanzándolos a través
del cuarto hacia otras cajas.
Frenéticamente, Isabella exploró a su alrededor en busca de alguna clase de protección. Lo
primero que encontró fue una pesada barra, la herrumbre se descascaraba en sus manos, arañando
sus palmas cuando la recogió. La golpeó en los pies, sosteniéndola como un boxeador de
Louiseville, agitándola amenazadoramente en caso de que Jacob no pudiera terminar el trabajo.

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No lo hizo.
De repente los dos cuerpos en lucha saltaron de entre las cajas en una ráfaga de cartones
voladores. Esta vez, la viscosa criatura tenía una mano levantada, sus enormes alas aumentaron la
velocidad, lanzando a Jacob vulnerablemente hacia arriba, golpeándolo de lleno y enviándolo al
techo. El sonido de las grandes placas de metal colapsó a través de las sombras e Isabella observó
con horror como Jacob caía a plomo a la tierra igual que una pesada piedra.
Él se golpeó en una velocidad atronadora, el atroz impacto levantó otra nube de polvo.
Isabella se ahogó, horrorizada, cuando vio un charco negro que salía de atrás de la hermosa y
oscura cabeza de su intrépido salvador.
Se detuvo, congelada en su lugar, mientras la criatura le sobrevolaba encima una vez, dos
veces, y luego volvía sobre ella como si fuera un depredador anticipado hasta que sutilmente
aterrizó descansando en las almohadillas con garras de sus pies. Le lanzó una buena mirada,
admirando su viscosa piel rojiza, su protuberante pecho y el cóncavo abdomen. Sus labios eran
finos y se abrieron para mostrar dos hileras de colmillos, así como los dos caninos que se alargaron
en una terrible medida. Las manos eran lo peor, terminadas en unas verdosas garras de 15
centímetros de longitud, goteando un líquido negro sospechosamente parecido al charco que se
formaba bajo Jacob.
—Bonita —siseó eso.
Muy bien, entonces la voz es peor que las manos, rectificó Isabella mentalmente.
—Si, bueno, podrías hacerte una limpieza facial o algo así —Isabella se cubrió la boca con
una mano llena de óxido. Oh, grandioso, Bella, fastidia a la gran criatura malvada, ¿por qué no?
—Bonita carne —procesó la espeluznante cosa.
Bueno, eso no sonó muy bien que se diga, determinó ella.
—Um… sabes, he escuchado que ser vegetariano es la moda en estos días —exclamó, con
una chillona voz mientras la bestia avanzaba hacia ella un paso, forzándola a retroceder.
—Carne tibia. Carne caliente —entonces la cosa hizo una cruda especulación acerca de cierta
parte de su anatomía femenina.
—¡Hey…. Cuida tu boca, amigo! Y quédate donde estás o…. o —Isabella levantó la barra de
modo amenazador, tratando de pensar en la mejor manera de intimidar a una gárgola.— O serás
tú el que se verá golpeado en su carne.
Bueno, era un hombre después de todo, y hay cosas que deben ser universales.
Por otra parte, pensó ella con una malvada sonrisa, extendiéndose para acariciarse entre las
piernas, puede que no. La mirada que recibió de la criatura era de pura lascivia, sus ojos se
pusieron en blanco, la baba goteaba por su barbilla.
Ahora, si eso no era universal, ella no sabía lo que era.
Repentinamente, la cosa se cansó de jugar con ella y saltó hacia delante. Isabella chilló
alarmada, instintivamente se tiró al suelo, rodando hacia fuera del área de objetivo de la criatura.
Se puso en pie más fácilmente de lo que hubiera pensado que una comelibros como ella podría ser
capaz. Giró, su corazón palpitaba violentamente, justo a tiempo para ver a la cosa recuperarse y
arremeter con ira hacia ella una vez más. Esta vez, lo único que podía hacer era batear con la vara
en sus manos, rogando hacer contacto lo suficientemente fuerte.
No lo logró.
En vez de eso, hizo un giro de 360 grados. Sin demora, se cayó de espaldas.
Todo esto al tiempo que la criatura caía sobre ella, riendo y babeando con regocijo en un
minuto y gritando terriblemente de dolor, al siguiente, mientras se clavaba en la vara que ella aún

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sostenía, enterrándose en su pecho. Isabella parpadeó, sorprendiéndose de cuan fácil parecía
deslizarse dentro de la criatura, sin ninguna presión o contrafuerza necesaria de sus manos.
Enseguida fue consciente de que potentes manos la sacaron de debajo del retorcido monstruo justo
a tiempo para salvarla de incendiarse cuando la criatura irrumpió en una conflagración de llamas.
Después de una salvaje y caliente llamarada, la criatura se desintegró en un soplo de humo y
cenizas. El sobrecogedor hedor de azufre provocó arcadas en Isabella, aún cuando se protegió en
un ahora familiar abrigo, siendo sacada rápidamente de allí. Una vez más, aspiró varias veces aire
fresco y pudo secarse las lágrimas que caían por su rostro, miró hacia aquellos oscuros y
preocupados ojos, que ya empezaba a conocer.
—¡Jacob! ¡Pensé que habías muerto!
—Difícilmente —le aseguró, apartando la suciedad y las lágrimas que manchaban sin
compasión sus mejillas.— Sólo fue el viento que me noqueó.
—¡Ya lo creo que si! ¡Estás sangrando!
Ella trató de revisarle la herida de la cabeza, pero él atrapó su muñeca con una mano firme
antes de que pudiera tocarlo.
—Estoy bien —insistió él.— Soy yo quien debería estar preocupado por ti. ¿Cómo lograste
mantenerlo alejado de ti?
—No lo sé. Sólo agarré lo primera cosa que pude.
Ella abrió la mano, dándose cuenta de que aún tenía la oxidada vara fuertemente sostenida.
Estaba cubierta por una pegajosa sustancia que no estaba segura de identificar. La sostuvo hacia
Jacob, quien saltó hacia atrás como si le fuera a prender fuego. Le agarró la muñeca, la giró
alejándola de él, y le dio unas pequeñas sacudidas hasta que la vara ofensiva cayó golpeando el
suelo.
—Hierro —dijo él, con sosegado tono claramente perplejo.— ¿Cómo diablos sabías que
debías usar hierro?
—No lo sabía. Era lo único que había ahí. Fue suerte, supongo.
De alguna manera, Jacob lo dudó. Pero se guardó su opinión. Evidentemente, este oportuno
encuentro se estaba convirtiendo en algo más complejo.
—Jacob, ¿qué era esa cosa? Quiero decir, ¿era real? Espera. No contestes a eso. Por supuesto
que era real. ¿Pero cómo? ¿Era alguna clase de experimento que salió mal? Nunca había visto nada
como eso.
—Eso… —Jacob vaciló, suspirando una vez.— Eso solía ser uno de mis amigos.

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CAPÍTULO 2

Jacob se paseaba de un lado a otro del salón, pasándose los dedos de ambas manos por el
pelo que ya tenía marcas de pasadas anteriores. Aunque no le había gustado mucho decirle a
Myrrh-Ann que su marido había muerto, Jacob había cumplido con su deber. Ella había entendido
las implicaciones de la captura de Saul y Noah había intentado prepararla para lo peor, pero
Myrrh-Ann había reaccionado compresiblemente con una mezcla de pena y furia. Había atacado a
Jacob con su poder y con el contacto más personal de sus puños.
No había tenido ocasión de hacerle daño físico. Noah había tendido la mano para tocarla,
drenando la energía de su cuerpo violento y sacudido. Se había desmayado en los brazos del
Ejecutor. Jacob había sido incapaz de sujetarla. Mientras su peso reposaba contra él había podido
sentir el susurro de una nueva vida contra él a través de su hinchado abdomen. Había sentido
como si fuera una traición tener esa clase de intimidad cuando la madre nunca lo hubiera
permitido si hubiera tenido la oportunidad.
Myrrh-Ann no necesitaba saber que un humano había matado a Saul. Era preferible que
maldijera a Jacob, que odiara a aquel que, por las leyes, se encargaba de entregar tales sentencias a
que odiara a una mujer vulnerable que casi no sabía lo que había hecho. Noah había notado que
estaba reteniendo información. El Ejecutor era consciente de las percepciones de su monarca pero
aún no había podido explicarse. Antes necesitaba tiempo para pensar. Necesitaba arreglar las
implicaciones de esta noche antes de que alguien más supiera lo que había pasado realmente en
aquel almacén.
Primero y principalmente estaba la prueba de la existencia de un auténtico necromántico,
uno nacido con poder y destreza suficientes en las artes oscuras para convocar a un Demon. Lo
había visto con sus propios ojos aunque le avergonzaba y le enfurecía admitirlo, porque entonces
también tendría que admitir que había permitido que ese manchado ser escapara por el mundo
desenfrenado. La súbita aparición de un mago no era de buen agüero para la raza de Jacob. En
realidad no era de buen agüero para ninguno de los clanes de Nightwalker. Donde había uno
seguro que habría otros y los Demons no eran sus únicas víctimas.
Y también estaba…
Paró sus paseos alzando la mirada, al techo, donde ahora dormía Isabella en una habitación
por encima de él. Le había roto una cápsula de hierbas bajo la nariz; la composición la indujo al
sueño, permitiéndole largarse con ella a su casa en Inglaterra pasando desapercibidos.
La mujer había hecho lo imposible. Había matado a un Demon. Incluso más imposible, antes
de matarlo lo había percibido, había empatizado con él y le había seguido el rastro. Una humana
capaz de matar a un Demon era algo inaudito. A menos que la humana fuera una necromántica.
Isabella no era un mago. Jacob lo hubiera sabido instantáneamente. Había un aura
antinatural, un hedor infame pegado a los magos. El cabrón que había capturado a Saul lo había
esparcido por todo el desván. La putrefacción todavía chamuscaba la sensitiva nariz de Jacob. El
olor de Isabella era suave, limpio y deliciosamente puro. Incluso bajo toda la suciedad de aquel
almacén, Jacob todavía era capaz de oler la seductora sustancia de su olor. Ni perfume ni loción ni
hábitos disolutos, ni siquiera el almizcle territorial de un macho estropeaban su aroma.
Tampoco era alguno de los otros inmortales que vagaban en la noche. Los Nightwalker que
elegían moverse entre los humanos eran casi indistinguibles entre ellos. De cualquier forma las

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razas podían identificarse unas a otras por las pequeñas diferencias que daban aunque se alejaran.
En la mente de Jacob no había duda de que Isabella era humana.
Pero, ¿una humana que podría matar a un Demon? Incluso los Demons lo tenían difícil para
matarse entre ellos. Por eso ser el Ejecutor era un trabajo letal. Sólo los más ancianos de su raza
eran lo suficientemente poderosos para causar daño mortal y sólo Jacob estaba autorizado sin
reservas para hacerlo. La pena capital era terriblemente rara y no era tarea fácil cumplir tal
sentencia.
Como se había probado esta noche.
Isabella simplemente había cogido una barra de hierro y la había hundido en el corazón de
Saul. Jacob no podía hacerlo. Ningún Demon podía soportar tocar el hierro El contacto era como
de ácido violento contra la piel. Si la herida era profunda, la agonía era atroz. Si penetraba en el
corazón o el cerebro significaba la muerte. Jacob se miró las manos; sus pulgares estaban
ligeramente quemados por el óxido que se había mezclado con las lágrimas de Isabella. No se
había dado cuenta del contacto hasta que empezó a irritársele la piel.
A pesar de todo el esqueleto de un Demon era como el acero, casi inmune. ¿Cómo había
podido hundir la barra entre las costillas y el esternón hasta alcanzar el corazón una cosita como
ella? Además, al contrario que la vulnerabilidad de los licántropos a la plata, ampliamente
conocida por la ficción, la debilidad de un Demon ante el hierro no estaba en la vanguardia del
conocimiento humano. ¿De alguna manera había sabido ella este oscuro detalle? Suponiendo que
podría asumirse que ella sabía lo que era Saul aunque, después de transformarse, Saul había
parecido el epítome del ideal humano de un Demon. ¿O, como parecía, todo había sido una
afortunada casualidad?
Jacob recordaba haber vuelto en si encontrándose en el suelo del almacén, sacudiéndose de
los ojos la sangre y el cabello. Justo en el momento en que vio al monstruoso Saul echándose
encima de la pequeña mujer y dándose cuenta de que no podría alcanzarla a tiempo. Le estaba
zumbando la cabeza de tan mala manera que ni siquiera podía concentrarse para usar su poder.
Nunca antes había tenido tal sentimiento de frustración o desamparo. Cometió errores
imperdonables en el encuentro y casi les había costado la vida. La providencia no tendría que
haber entrado en la situación. Con o sin cien años entre encuentros debería haber recordado como
era vérselas con un Transformado.
Jacob debería saber dónde se enfocaba la loca mente y el cuerpo de Saul cuando avanzaba
sobre la pequeña y llamativa mujer. Un Demon tan adelantado como estaba Saul en ese momento,
sólo tenía dos necesidades básicas y urgentes. La primera era la autoconservación. Por eso era una
ventaja formidable tener un Demon esclavizado. Una vez que se eliminaba su civilización
mediante los hechizos ácidos que lo encadenaban, la criatura capturada haría cualquier cosa por su
amo si se le prometía la vida o la libertad, incluso usar sus poderes elementales.
Una vez que la autoconservación estaba satisfecha, el siguiente pensamiento del Demon
Transformado era, por supuesto, satisfacer su desenfrenada lujuria, un estado que se magnificaba
especialmente en la luna llena de Samhain. Era parecido a lo que Jacob imponía y por lo que
castigaba a sus hermanos. Era lo que la mujer pelirroja hubiera experimentado si él no hubiera
tenido vigilado a Kane. Pero el tratamiento de Kane para esa mujer palidecía en comparación con
la forma en que Saul hubiera violado a Isabella, transformado y pervertido como estaba. El sólo
pensamiento hacía que la repugnancia reptara cuello abajo haciendo que su corazón tartamudeara
con un palpitar rápido y doloroso. Jacob había visto el falo dilatado de Saul mientras se colocaba
encima de Isabella. Cerró los ojos contra las viles imágenes de su imaginación, cerrando las manos
en puños feroces mientras desechaba las imágenes.
Estaba prohibido a un Demon dañar a un humano inocente de cualquier forma. Era su regla
de oro y era la ley que Jacob había jurado defender por encima de todo. Por encima incluso de los

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deseos de Noah si iban en contra. Era particularmente tabú intentar aparearse con un humano.
Eran demasiado frágiles para tal volátil suplicio. Jacob pensó una vez más en Isabella, tan delicada
y tan pequeña, mucho más pequeña que los de su especie. Hacer el amor con un Demon llevaba
consigo una ferocidad elemental que a menudo sobrepasaba las agresiones excesivas. Isabella se
partiría como una frágil ramita ante la avalancha de una pasión como esa.
Esto no significaba que Kane o Gideon o tantos otros a los que Jacob había aplicado la ley
durante siglos, fueran pervertidos de la peor especie. Eran meramente víctimas de la maldición de
su raza. Los Demons pasaban la totalidad de los cuartos creciente y menguante de la luna de los
Sagrados Samhain y Beltane luchando por mantener el control. Cada minuto de esas potentes
festividades eran un ejercicio de tortura mientras sus cuerpos y sus espíritus gritaban a la luna
enloquecedora. En alguna parte de sus códigos genéticos estaba escrito que, durante esas fases de
la luna, la necesidad de aparearse sobrepasaba todo lo demás. Como un animal en celo, sufrían el
impulso irrefrenable que, incluso los más refinados y civilizados de su especie, tenían que luchar
para controlar. Normalmente, los Demons se satisfacían entre ellos; pero viviendo entre humanos
como vivían, era demasiado fácil mal orientar el instinto de aparearse.
Cada año se encontraba cazando a los más respetados de los Ancianos que habían caído
presa de esta condición. Le apenaba terriblemente ver la locura en esas caras que estimaba. O, en el
caso de Kane, que amaba.
Jacob nunca había sido víctima de la locura. Ni incluso de novato se había debilitado hasta el
punto de desear a una hembra humana. Pero había sido novato hacia cientos de años y entonces
no había seis billones de humanos en el planeta. Incluso así, siempre había tenido dificultad en
imaginarse cómo sería esa atracción. Aunque parecían iguales, los Demons y los humanos eran
muy diferentes química, mental e intelectualmente. Aún así, preguntarle a un Demon la razón por
la que se sentía atraído por un ser más débil cuando estaban en la agonía del impulso, era inútil. Y
si tenía que ser completamente honesto consigo mismo, antes había habido un momento en que
incluso sintió el poderoso tirón de un cuerpo suave y cálido y de unos ojos hermosos color lavanda
de luna.
Jacob juró suavemente, pasándose la mano por el cabello otra vez mientras iba a servirse un
trago. No era el alcohol de los mortales lo que buscaba sino leche animal, a temperatura corporal
preferiblemente, aunque también serviría a temperatura ambiente. La leche de cabra, de oveja e
incluso otras clases de leche más exóticas que se elaboraban para niños procedentes de los más
inusuales animales, eran intoxicantes para los Demons, de forma parecida a lo que el alcohol
producía en los mortales; la leche común pasteurizada y homogeneizada que se vendía en los
supermercados tenía un efecto tan potente como una copa de vino y por ejemplo la leche de jirafa
podría ser el equivalente a un brandy fuerte y exótico. El resto eran más o menos fuertes
dependiendo del animal y de dónde se hubiera criado, de la misma forma en que un vinatero o un
cultivador de viñedos elaboraría un producto específico.
Jacob se sirvió un vaso de leche de cabra del Himalaya y se hundió en las profundidades del
sillón. Giró la cabeza intentando aliviar los nudos del cuello, dándole vueltas a los mismos
pensamientos otra vez y sabiendo que pronto, le encontrara o no sentido al asunto, iba a tener que
hablar con Noah.
—¿Hola?
Jacob se sobresaltó ante el suave saludo inseguro y se puso en pie volviéndose bruscamente
para mirar a Isabella que se restregaba los somnolientos ojos mientras bajaba pesadamente un
peldaño tras otro.
¡Imposible!

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Él no era capaz como Kane de inducir a la mente de una persona al sueño, ni podía forzar al
sueño drenando la energía como hacía Noah, pero coño, sí que sabía mezclar hierbas lo
suficientemente potentes para que sirvieran. ¡Ella debería haber dormido durante horas!
—Hola —dijo sonriéndole con aire somnoliento cuando le pilló mirándola desde abajo. —
Jacob, ¿verdad?
—Sí —contestó sin poder hacer otra cosa que responder.
Sus ojos se deslizaron sobre ella mientras se devanaba los sesos para encontrar una solución
pero sólo pudo recordarse a sí mismo la figura fabulosa y deliciosa que tenía ella. Se había
manchado la ropa en el almacén, así que la había desnudado de sus vaqueros, camiseta y calcetines
y le había puesto una de sus camisas. De alguna forma, verla con ella, respirando, despierta y vital
fue un atractivo estímulo visual. Se movía como un gatito, despacio y vulnerable e
irresistiblemente provocadora. El sedoso cabello largo y negro pendía a ambos lados de su cuello
extendiéndose sobre los hombros. La profunda “v” de la camisa bajo el cuello causada por la prisa
al abrocharle los botones, dejaba sitio para que un mechón de pelo negro se deslizara por el
esternón en el incitante valle entre sus pechos. Su figura quita el aliento, ostentosas y amplias
curvas para tan delicado armazón. Pechos llenos y maravillosos, la cintura estrecha y las curvas a
los lados permitían poner ambas manos sobre ella con los dedos extendidos sobre el suave vientre
o las tentadoras caderas o…
Jacob sintió surgir su sangre en una caliente respuesta a su imaginación, su cuerpo se
endureció tan inesperada y rápidamente que le quitó el aliento. Volvió la cabeza deprisa
arrancando los ojos de ella y murmurando entre dientes un fiero improperio. Tiro el vaso sobre la
mesa y apretó las manos sobre la superficie, como si sentir la madera pudiera de alguna forma
anclarle al suelo. Sus oídos, siempre sensibles, captaron el sonido de su cuerpo y su ropa al
terminar de bajar hasta el salón. Podía olerla aunque estaba a la mitad de la habitación. Esa
fragancia limpia se había alterado, calentada por el sueño y perfumada por las sábanas recién
lavadas de la habitación de invitados. Le recordaba a una bochornosa noche de verano, llena de
flores todavía calientes de luz de sol, hierba limpia y húmeda y el olor almizclado, dulce y
delicado, de un ser claramente del sexo opuesto.
Fresco, puro, calidamente tentador.
Y acercándose con cada paso.
—Deberías estar durmiendo —dijo abruptamente sintiéndola sobresaltarse cuando rompió el
pesado silencio de la habitación.
—Me desperté.
La oyó encogerse de hombros. Tenía todo el sentido para ella, pero ninguno para él. Dio otro
paso, y otro. De repente, Jacob estaba abrumado por la urgencia de llamar a Noah. Era un impulso
tan absurdo que casi se echó a reír. Tales convocatorias no tenían precedente y probablemente el
Rey caería sobre ellos con dos proverbiales cañones lanzando fuego puesto que Jacob no era del
tipo de los que necesitan ayuda y nunca la pedía. Pero ¿quién —se preguntó en un momento de
pánico cuando el calor de ella le asalto—, vigila al Ejecutor?
¡No! ¡Maldita sea! Eres más fuerte como para un descuido con una hembra humana! ¡Y ella ni
siquiera está haciendo nada! Jacob no iba a permitir que la locura de la maldita luna le arrebatara
lo mejor de sí. Nunca en su vida había perdido el control y no iba a empezar ahora. Había sido un
serio ejemplo durante cuatrocientos años y no iba a empañar su superlativa reputación, no cuando
los Demon como Kane necesitaban desesperadamente su guía y su censura.
Con la mandíbula fruncida, se volvió para enfrentarla.
—¿Qué estoy haciendo aquí? —preguntó ella. Sus largos dedos tocaron una de las muchas
baratijas antiguas que estaban sobre la mesa, trazando su contorno suavemente, explorando su

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textura y la artesanía con que estaba hecha hasta que sonrió con una delicia que hizo que sus ojos
se encendieran de violeta eléctrico. Cogió otra baratija, una de sus favoritas de la extensa colección
de toda una vida. Los impacientes dedos se deslizaron con fascinación y un toque preciso que le
cautivaron. —¿Supongo que esta es tu casa?
—Sí.
—No recuerdo haber llegado aquí. Es encantadora —le felicitó con los enormes ojos
abarcando la extensa habitación y sus ricos recuerdos. —Veo que tienes predilección por las
antigüedades.
Asintió sabiendo con certeza que lo que ella llamaba antigüedades habían sido nuevas
cuando las compró hacía tantos años. Por supuesto, no tenía sentido decírselo así que se quedó
callado.
—No hablas mucho, ¿verdad? —preguntó despreocupadamente mientras cogía una pequeña
figura de madera de la que nunca se figuraría que había sido esculpida por una mujer de una tribu
africana extinta desde hacía cientos de años, lustrada y suavizada por la saliva de la mujer y
concienzudamente frotada. —Aunque después de lo que pasó antes, comprendo que no te sientas
especialmente hablador.
Isabella dejó la figura de madera y acarició con su toque ligero y acariciante la siguiente
figura y la siguiente, devorando con su curiosidad sensorial todas las curvas y texturas de sus
pertenencias. Sus dedos gentiles rozaron la mesa acercándose a su mano izquierda que reposaba
sobre ella ligeramente encorvada.
Jacob se apartó incómodo, toda su gracia habitual se evaporó cuando retrocedió un paso
torpemente para escapar de su cercanía. Mierda —pensó vehemente— esta mujer debería tener el
sentido común suficiente para no acercarse tanto a un hombre que casi no conoce. Especialmente
una mujer humana. No tenía poderes ni cualidades innatas para protegerse a sí misma y aquí
estaba, deambulando confiadamente a su alcance.
Y aún así acababa de matar a uno de los de su especie hacía sólo unas horas.
—No quiero parecer antipático —dijo con cortesía a pesar de sus desordenados
pensamientos—. No estoy acostumbrado a la compañía de otros, eso es todo.
Bueno, al menos eso era verdad…
Isabella inclinó la cabeza, lo que ocasionó que más pelo negro como ala de cuervo cayera
hacia delante como seda negra contra su pecho mientras le miraba de arriba abajo. El toque de sus
ojos era como un contacto físico. El exquisito brillo violeta de curiosidad empezó como una danza
ligera por la cara de Jacob, se deslizó suavemente por sus hombros y lentamente siguió el camino
de su amplio pecho. Allá donde caía su mirada, Jacob sentía arder la piel, abultarse los músculos
tensos, la insignificancia de sus ropas baja su inspección visual. Flexionó su abdomen; los nervios
de los muslos se sacudían insoportablemente mientras ella le inspeccionaba implacable. De
ninguna forma podría no notar lo empalmado que estaba.
El músculo de la mandíbula se le apretó al sentir el profundo escrutinio como una marca. ¿Se
daba cuenta de cómo le estaba mirando?¿Es que nadie la había advertido que el barrido de las
espesas pestañas que enmarcaban sus ojos no era más que sensualidad natural de lo más potente?
—Un solitario —dijo por fin. Era un hecho y asintió para sí misma. —Me imagino que no
tienes seis críos corriendo por ahí con todo el valioso material al alcance de la mano. Por cierto —le
miró a los ojos directamente a los ojos y Jacob sintió que se quedaba sin aliento —¿Me has
desnudado?
En ese momento Jacob se convenció de que no podía ser humana. Ninguna hembra humana
podía poner tanta inflexión en una simple pregunta. Ninguna mujer mortal cuerda se hubiera

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atrevido a preguntar tal cosa mientras estaba desnuda a escasos centímetros de un macho
desconocido y evidentemente excitado.
Isabella ni siquiera le vio moverse. En un momento estaba de pie alejado y al siguiente sus
manos estaban sobre ella. El dominante apretón rodeaba sus brazos, la levantó y la apretó contra el
pecho. Dejó escapar un sonido de sorpresa cuando se le aceleró el aliento. Ante de que pudiera
respirar la boca de él había tomado la suya con una ferocidad apenas controlada.
Subió las manos reflexivamente agarrando la pechera de su camisa para estabilizarse y para
iniciar una protesta. Protesta que apenas germinó cuando su psique atlética quemó, con fuerza
masculina, la suya más suave y flexible. Estaba totalmente en forma, los músculos encajando
perfectamente y le sentía absolutamente vibrante de vida. Macho y poderoso, estaba en todas
partes. Sus manos eran llamativas y seguras al acercarla más a su poderoso cuerpo.
La boca de Jacob quemaba contra la suya con una astuta sensualidad que era en parte arte y
en parte talento natural. No era como los besos torpes que había dado en el pasado y no había
nada platónico o remotamente risible en la sensación que le provocaba, tanto si le había alentado o
no. La besaba agresivamente, su boca caliente y el latigazo de su lengua tocando sus labios, ambos
persuadiendo y exigiendo todo, como si él supiera algo de ella que nunca había descubierto. Era
vértigo y oleadas de calor y los pulsos palpitantes de la sangre. Los pechos le hormigueaban hasta
que se sonrojó. Sintió un subidón de adrenalina y después una estela de deseo sensual que nunca
hubiera creído que existiera. Relajó los labios contra los suyos con el corazón palpitándole como un
pájaro salvaje atrapado en una trampa inesperada.
Jacob sintió intensamente la inherente invitación. Había estado esperándolo. Lo aceptó un
roce invasor de su lengua, entrando profundamente más allá de sus labios, buscando la
momentánea negación que ella escondía tímidamente. Era lo único que tenía en la cabeza, hacer
contacto, saborearla de una forma específica, rastrear su sabor a dimensiones lo suficientemente
ricas como para volver loco a un santo. Todos los demás pensamientos estaban enfocados al puerto
de un beso caliente y dulce. No había nada más.

Isabella era consciente de la ola de calor que estallaba en lo profundo del centro de su cuerpo,
salpicando y rezumando en cada vena y cada vaso. La sensación era extraordinaria. Hasta que no
lo había sentido por sí misma no se había dado cuenta de su efecto sobre él. Ahora la calidez se
deslizaba como fuego líquido por su piel y se preguntaba si él sentiría lo mismo. Su lengua tocó la
de él como si tuviera voluntad propia. Se volvió más valiente e innegablemente curiosa.
La boca de él hizo estragos en la de ella con una desesperación y una necesidad primitiva que
ella no esperaba poder entender en su ingenuidad. Era como si fuera la última mujer en el mundo,
la única mujer a la que merecía la pena besar. Sintió el brumoso calor del aliento de Jacob cuando
se precipitó sobre su cara y su boca. Sus dedos acariciaron la pronunciada curva de la parte baja de
su columna.
Jacob soltó un gruñido bajo cuando su boca le dio la bienvenida. Sabía dulce, increíblemente
dulce, como la delicada pesadez de un caramelo prohibido. La temperatura de su piel estaba
subiendo exponencialmente, en nada parecida a la piel fresca de una hembra Demon y podía sentir
cada grado como un toque burlón. Incluso su piel, naturalmente fresca, era arrojada a unos
extremos de calor para nada normales en su especie. Una cacofonía de deseos le invadía, tantos
que se le nublaba la cabeza. El instinto tomó las riendas cuando sus manos rozaron las curvas de
aquella piel increíblemente caliente, desde el hombro hasta la curva de su cintura y más abajo
sobre la redondez de su tentador trasero.
Ella era excesivamente suave, adecuándose a su tacto con exquisita perfección. Sus dedos
flexionados firmemente en su culo, tirando de ella poniéndola de puntillas y profundizando en la
curva de su cuerpo.

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El liberó su boca de repente, su respiración se volvió tan dura que se estremecían al ritmo de
ella cuando se enredaron juntos. Sus ojos buscaron sin descanso su rostro, estudiándola como si
fuera alguna clase de complejo rompecabezas. Isabella poco más podía hacer que aferrarse a él,
atrapada como estaba en su exigente y dominante cuerpo. Ella observó como las ventanas de su
nariz se ensanchaba mientras tomaba un profundo aliento, como si estuviera absorbiendo su
fragancia a pesar de no usar perfume. Entonces él se inclinó y acicateó su cuello desnudo,
inhalando contra su piel. Se trataba de un acto erótico e Isabella sintió su vientre contraerse en
respuesta. Su lengua la acarició el pulso, sus dientes raspando la sensible zona, haciéndola temblar
ante la estimulación.
Jacob sintió como su cuerpo temblaba y un profundo sonido de apreciación salió de su
garganta mientras buscaba su boca una vez más, marcándola con su sabor, dejando su propia
esencia en su fragante cuerpo. Ella hizo un pequeño, suave y sexy ruido que quemó sus crudos
sentidos.
Sus derretidos cuerpos se sacudieron cuando el brazo de él pasó barriendo la parte superior
de la mesa justo por detrás de Isabella, enviando una cascada de baratijas desparramándose por el
suelo. Ella se levantó y su trasero contactó con la madera de la mesa bajo la dirección de sus
urgentes manos, sentándose en la posición natural mientras acariciaba sus muslos. Sus rodillas
abrazaron sus caderas, sus tobillos se engancharon alrededor de sus piernas como si lo hubiera
hecho cientos de veces antes. Ella no le dio importancia al pensamiento de que no lo había hecho.
Sentía el golpe atronador del corazón contra sus pechos, la vibración que palpitaba directamente a
través de todo su cuerpo. Las palmas de Jacob acunaron su cabeza, sus dedos enredándose en las
finas hebras de su melena. Ésta era pesada y flexible seda, llena de la fragancia de un champú
floral. El calor que corría por la piel era divino.
Él actuaba puramente por impulso, cada salvaje giro de su boca contra la suya era un reflejo
de esa despreocupada necesidad de satisfacción. Las manos de Jacob cayeron, sus dedos largos y
ansiosos se envolvieron alrededor de sus caderas y la arrastraron hacia delante al mismo borde de
la mesa, sosteniéndola justo allí mientras él se hundía en la unión de sus muslos. Ella jadeó ante la
fuerza con la que él dirigía su flexible cuerpo, y entonces gimió bajo sus exigentes labios cuando se
dio cuenta que podía sentir su impresionante despertar contra el mismo centro de si misma. Su
cuerpo estaba duro, caliente, las sensaciones se filtraban a través de la barrera de la ropa
sintiéndolas muy hondas. Ella hizo un abandonado sonido de placer, serpenteando hacia su
agresivo marco instintivamente. Deslizo las manos bajando por su espalda, sobre su pecho y sobre
sus tensas nalgas, donde podía sentir cada músculo tensándose hacia ella.
Jacob gimió con completa satisfacción ante su impaciente respuesta. Hizo un salvaje uso de
su boca, besándola hasta magullarla, jadeando por aire y prácticamente cantando un sonido de
estímulo que arañó sobre sus ya crudos sentidos. Su perfume natural lo bombardeó, su despertar
sexual, y su sangre mientras que se reunía y calentaba sus zonas erógenas. La mezcla era
embriagadora, y se sentía como si estuviese nadando en ella.
Isabella se estaba ahogando en su feroz pasión, hipnotizada por la roca de su cuerpo, cuando
él utilizaba su boca con traviesa habilidad. Se movió contra ella como si necesitara urgentemente
acariciarla toda de inmediato. Entonces sintió los dedos empujando hambrientos bajo la camisa
que usaba, volviendo a quemar sobre sus caderas y vientre hasta que él tomó sus pechos en sus
impacientes palmas. Su tacto era dolorosamente hábil, una confiada manipulación que moldeaba
su flexible peso mientras frotaba sus palmas contra ella. Entonces condujo un ya enarbolado pezón
entre su pulgar e índice y lo retorció hábilmente dentro del sujetador. Isabella jadeó, su torso
inclinándose hacia él. Gimió cuando él jugó con el pecho opuesto de una manera similar,
derritiendo el líquido que bajaba desde el centro de su cuerpo hasta estar empapada por él.
Fue consciente de su personal esencia, almizclada y oscuramente especiada, y se arrancó de
su boca de modo que pudiese enterrar la cara en su cuello y arrastrarle profundamente a sus

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pulmones, justo como él había hecho con ella. Su lengua lamía a lo largo de su pulso en la carótida
y él susurró una rápida y extraña frase a través de los dientes mientras se estremecía en respuesta.
—Dímelo —exigió ella despreocupada. Se alejó de él repentinamente, dejando que alcanzara
la parte delantera de su blusa y la rasgara abriéndola, sin detenerse a pensar en lo insensible que
era ese gesto. Bajó la mirada, mareada por el contraste de su oscura piel contra sus pálidos pechos
mientras él la sobaba. Colocó sus palmas sobre el dorso de sus manos, impulsándolo,
encendiéndolo, apretando su tacto—. Dímelo —repitió en voz baja, con angustia.
Los sentidos de Jacob rugieron, cada nervio en su cuerpo terminando en su calor, en su
bochornosa transpiración que humedecía su ropa y su deliciosa y fina piel. Sus uñas levemente
alargadas, reflexivamente, y él sintió erizarse el vello de la parte posterior del cuello. El animal
dentro de él estaba ahora tan cerca de la superficie que podría oírlo gritar en las grietas de su
mente. Esta mujer, este imposible cuerpo tentador, todo suyo.
—Mía —gruñó él, bajo y de manera peligrosa.
El impulso de emparejarse con ella rodó sobre él en tórridas olas. Podría rasgar el resto de la
ropa de sus cuerpos con sus desnudas uñas. Podría enterrarse profundamente en su interior un
segundo después.
—Sí —jadeó ella suavemente, como si leyese su mente. Sus manos rastrillaron su pelo, sus
dedos curvándose hasta que sus uñas corrieron sobre la sensible parte de atrás de su cuello,
tentándolo eróticamente y poniéndolo incluso más duro de lo que ya estaba. Ella arrastró las uñas
a través de la tela de la camisa que cubría su espalda, rodeándola y ascendiendo hasta su pecho,
conduciéndole simultáneamente profundamente al interior de la tierna trampa de sus cerradas
piernas.
—Isabella.
Su nombre retumbó saliendo de él, el sonido de su brutal voz estaba cargado de sentimiento.
Su necesidad primitiva era dominarla, para sentirla retorcerse de placer, para hacerla su
compañera. Él se lanzó de nuevo y la alejó por un completo segundo, agarrándola fuertemente de
los hombros, y en una acometida de vértigo y ruda manipulación, fue lanzada al suelo sobre sus
manos y rodillas. Estuvo inmediatamente detrás de ella, su musculoso brazo una banda de acero
cruzando su abdomen de cadera a cadera, su otra mano agarrándola a través del cabello hasta
tener la firme sujeción de la parte posterior de su cuello. Volvió a tirar de ella con fuerza contra él,
su trasero encajado profundamente en el hueco de sus caderas mientras sus muslos la separaban.
Isabella gimoteó, un jadeo de atónito asombro y conocimiento carnal. Algo en su mente
intentada decirle que debería estar asustada, pero no lo estaba. Todo lo contrario. Su cuerpo estaba
impaciente, húmedo y le daba la bienvenida, y que se volvía más acuciante con cada erótica
frotación de su sugerente hueco contra ella. No sabía que podía oler él que aumentaba su
embriagadora esencia y que la ponía a ella en un escalador peligro. Todo lo que sabía era que, por
primera vez, quería saber como sería ser tomada por un hombre.
Entonces fue cuando estalló la habitación.
Isabella fue empujada al suelo por la fuerza inicial de ello. Violentas ráfagas de viento
arañaron repentinamente su cuerpo, levantándola y lanzándola a través del aire igual que una
liviana muñeca incluso aunque un par de manos intentaban sostenerla, el insistente apretón
magullaba su carne cuando ella se giró en esa sujeción. Isabella aterrizó con un gruñido sobre el
suave mueble. Se incorporó y sacudió apartando las revueltas hebras de su cabello, la neblina de la
pasión, y su desorientación. Su visión se aclaró justo a tiempo de ver a Jacob cruzando el cuarto,
impactando con fuerza contra la pared, conducido hacia el yeso por la fuerza huracanada de los
vientos.

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Percibiendo al rubio extranjero instintivamente como una amenaza y oyendo rugir a Jacob
por el ultraje, Isabella se levanto del sofá y se lanzó contra el intruso. Desafortunadamente, él
estaba construido como una fortaleza de ladrillos, y se sintió como una ineficaz mota de polvo
contra él. Él volvió la cabeza, un perezoso y despreocupado movimiento e inclinó una arqueada
ceja dorada ante ella en sorpresa y… ¿diversión? Él ondeó una mano en su dirección y la barrió de
nuevo en un remolino de viento que le robó la respiración.
Un segundo más tarde sentía que todo su peso desaparecía, su cuerpo convirtiéndose en
consistente polvo, causando que los confinados vientos pasaran a través de ella. Observó aterrada
como las ruinas la cogían también en su estela atravesándola. Isabella oyó al recién llegado jurar
ásperamente y supo por instinto que el visitante de cabello rubio iba ha hacer algo para herir a
Jacob cuando centró toda su atención sobre él.
Ella sintió una fuerza de poder estallando desde el gigante y pudo ver los remolinos de las
corrientes de aire mientras golpeaban a Jacob como una ráfaga nuclear. Al mismo tiempo el lado
de la casa se volatilizó y envió a Jacob volando fuera, Isabella se hizo sólida otra vez. Su aterrizaje
sobre sus pies fue precipitado y torpe.
Por ahora, estaba trabajando puramente por instinto. Jacob la había salvado la vida y estaba
en terrible peligro; tenía que hacer algo. Antes de que pudiera pasar otro milisegundo, ella se elevó
una vez más a través del aire. Como si Bruce Lee la hubiera invadido repentinamente, Isabella se
encontró casi pateando la cabeza del hombre fuera de su cuerpo. Ella giró y golpeó nuevamente,
su sorprendido gruñido la satisfizo mientras columpiaba su pierna y lo rodeaba con bastante
fuerza para forzar su talón en su románica nariz.
El intruso voló hacia atrás por el impacto, aterrizando con dureza sobre su trasero con un
petrificado jadeo. Antes de que tuviera ocasión de reagruparse, ella estaba sobre él, montando su
inmenso pecho a horcajadas y agarrándolo lo más cercano y pesado que encontró a mano para
amenazarle con él. Resultó ser una pesada planta, de alguna clase. No era una barra de hierro, pero
estaba segura de que lastimaría. Ella lo mantuvo sobre su cabeza con la confianza del hecho que
irradiaba por cada uno de sus poros.
—¡No, espera! —Él alzó sus manos en un gesto protector, y a pesar de sí misma, Isabella
vaciló— ¡Te estaba protegiendo!
—¡Y una mierda! —carraspeó, apuntando la maceta con una sola intención.
—¡Lo juro! Escúchame, por favor. ¡Él te habría herido! ¿Es que no lo entiendes, mujer
estúpida?
—Tsk… no es inteligente insultar a una mujer con un arma en la mano —lo amenazó,
balanceando la maceta en sus manos hasta que las hojas se la planta se sacudieron.
—¿Qué infiernos haces aquí?
Isabella y el extraño se miraron el uno al otro, ambos tardaron un momento en darse cuenta
de que ninguno de ellos había hablado, incluso aunque ésa había sido la frase en la punta de cada
una de sus lenguas. Volvieron la cabeza al unísono para ver a otro extraño, éste con oscuro pelo
rojizo y una imperiosa aura, de alguna manera, a Isabella le recordaba a Jacob. Este nuevo extraño
apestaba a energía y autoridad en el umbral del hogar de Jacob.
—¡Noah! —dijo el primer extraño, en una mezcla entre relevación y vergüenza en su voz—.
Sácame esta hellion de encima.
—Acércate un paso y hundiré su minúsculo cerebro —le advirtió Isabella.
Noah no se movió, ni siquiera parecía preocupado. En vez de eso, los observó desde donde
estaba a punto de estallar en carcajadas. Isabella era consciente de sus ojos viajando sin prisa sobre
ella, y entonces fue cuando se dio cuenta del enorme desgarro de su camisa, exponiendo bastante
de sus pechos.

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Con un grito, Isabella dejó caer su carga y agarró su camisa, cerrándola.
Desafortunadamente, se olvidó de que había estado sosteniendo la maceta sobre la rubia cabeza.
Con un grito de espanto, apartó a un lado de golpe la cabeza, evitando la parte más dura que
habría sido el arma, pero acabando con la cara llena de los restos de la planta cuando cayó la
maceta y se rompió derramando su contenido por todas partes.
Isabella se horrorizó cuando el hombre escupió unas palabras que sonaban sospechosamente
igual que maldecir en un extraño idioma. Se apartó de su pecho, sin querer estar a su alcance
cuando recuperara la vista. El gigante rubio se incorporó y sacudió la cabeza. Isabella retrocedió
apartándose de los dos extranjeros, sus ojos cuidadosamente pegados a ellos, sus manos todavía
agarrando su camisa.
Noah observó a la hembra con el pelo de color ébano observando alrededor de ella con el ojo
de un experto cazador. El Rey estaba lleno de preguntas, pero no creía que fuera a obtener mucha
satisfacción de ella. Él se volvió al otro hombre en la habitación.
—Elijah, ¿Podrías decirme que está pasando?
El enorme hombre se puso en pie, sacudiendo el polvo y suciedad de su pelo con un sonido
de contrariedad mientras se volvía con una tosca expresión a su rey.
—Pasaba cerca y aquí noté un enorme cambio en la atmósfera. Era tan fuerte que me arrancó
literalmente del cielo. Investigué y resultó ser un cambio en la fuerza gravitacional. Un efecto
secundario de… bueno… Jacob estaba fuera de control. Él estaba… Encontré que Jacob… um… —
Elijah trasladó su peso incómodo—. Él estaba confraternizando con esta hembra… o casi. Lo
detuve justo a tiempo.
—¿Jacob? —jadeó Noah, su asombro era tan evidente que Isabella se sintió interiormente
insultada.
—Nadie te pidió que lo detuvieras —dijo ella con aspereza, sus ojos disparando fieras dagas
al llamado Elijah—. ¿Y a ti que diablos te importa si Jacob… uh… confraternizaba conmigo?
—Esto requiere una larga explicación.
—Tengo tiempo.
Noah se adelantó, sus ojos haciendo contacto con los de ella, y elevando su mano en una
graciosa floritura de sus dedos.
—Pareces cansada —remarcó él.
Isabela parpadeó, fue vencida por una ola de cansancio, y bostezó a pesar suyo. Levantó el
mentón tercamente mientras se balanceaba sobre sus pies.
Noah fue más allá y Elijah bostezó también.
Noah manipuló su energía personal aún más, succionando la fuerza de ella con tal fuerza que
Elijah podía sentir el hormigueo que le atravesaba la piel. Isabella dio un brusco paso atrás como si
fuese impactada físicamente. Sin poder hacer nada contra el impresionante poder de Noah, se
derrumbó en el suelo, encogiéndose en posición fetal y cayendo inmediatamente en un agotado
sueño.
Jacob abrió los ojos e instantáneamente se arrepintió. Su cabeza era un gimnasio de boxeo,
nadando en dolor. Con un gruñido, se obligó a ponerse boca arriba, intentando sacudirse la niebla
de su cabeza. Levantó la mirada, enfocando dos manchas ante él, una mancha parecía oscura, la
otra era definitivamente más dorada.
Noah y…
—¿Qué diablos estás hacienda tú aquí? —exigió él una vez reconoció a Elijah, dejando la
instintiva reacción de hostilidad hacia él incluso aunque no estaba del todo seguro del por qué.

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—Salvarte el culo —dijo Elijah sarcásticamente, sonriendo con una combinación de
satisfacción juvenil y puro fiero placer.
—¡Al diablo que lo has hecho! —ladró Jacob, su orgullo era la primera idea. Quizás estuviese
desconcertado, pero sabía cuidar de si mismo y no necesitaba que nadie lo salvara de nada.
—Siento decir esto, amigo mío, pero él está diciendo la verdad.
Jacob columpió su mirada hacia el Rey Demon. Los ojos verde mar y grises de Noah eran tan
serios como la firme línea cruel de su boca.
—Mira, Jacob —Noah indicó algo tendido acurrucado en el sofá cerca de su cadera.
Isabella.
Bella Isabella. Acurrucada igual que un dulce gatito y respirando tan profundamente que
hacía un ruido con el fondo de la garganta con cada exhalación. Sonaba dormida, igual que un
etéreo ángel, y…
Herida.
Él se quedó mirando horrorizado al darse cuenta de que esas huellas presionadas tan
profundamente en su cuello y garganta eran de sus dedos, como las que estaban también en la
cuerva de su descubierto muslo. Todo se precipitó sobre él, las implicaciones le golpearon igual
que un puñetazo en el estómago, robándole la respiración mientras su cara ardía de horrorizada
vergüenza.
—Oh, no —carraspeó, su consternación y devastación impregnándose en esas dos simples
palabras.
—Calma, Jacob —dijo Noah rápidamente—. Elijah llegó a tiempo para evitar que el daño
fuera más lejos.
Apenas, recordó Jacob. Recordaba la lujuria, la atracción por Isabella que lo tenía así de
abrumado. Recordaba cuan cerca había estado de tomarla, emparejándose con ella y a la mierda
las consecuencias. De hecho, las consecuencias nunca antes habían incorporado una vez entraban
en su mente. Incluso ahora, aunque estaba lleno de desesperación por su falta de control, no podía
sacudirse la urgencia que tenía de estar más cerca de ella, para tocarla, de arrastrar ese delicado
cuerpo agolpándolo contra el suyo y probarla otra vez. Esto lo sobrecogía con fuerza, arraigando
en su tripa e ingle, y lo llenaba de la terrible convicción de que nunca podría quitarse esa
necesidad del alma. Nunca.
—Nunca fue mi intención lastimarla —dijo Jacob suavemente. La ironía de pronunciar las
palabras exactas que Kane había utilizado lo destriparon con rabia, una furia contra sí mismo y
frustración por aquellos que respetaba altamente, siendo testigos de su humillación.
—Lo sabemos —dijo Noah eventualmente, esperando darle algún tipo de consuelo—. Lo que
no sabemos es como ella llegó a estar en tu casa —Noah se inclinó hacia delante—. ¿Qué en el
mundo te ha poseído para traer tal tentación como ésta a tu territorio? —exigió el Rey Demon a su
campeón—. Tú no eres infalible, Jacob, incluso si eres el Ejecutor. Eres un Demon. Tú también
puedes caer en la locura de la Luna Sagrada.
—¡Lo sé!
—Entonces por qué —exigió Elijah—, ¿Por qué la trajiste a tu hogar?
—Porque ella… porque yo necesitaba cerciorarme de algo sobre ella. No es una hembra
humana común.
—Qué me estás diciendo —dijo Elijah secamente, tocándose cuidadosamente la lastimada
nariz.
—¿Qué te hace pensar que no es normal? —preguntó Noah.

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Jacob tomó aire antes de dejar caer la bomba.
—Ella mató a Saúl.
Los dos Demons aspiraron aire como si repentinamente se quedaran sin aliento. Jacob se
puso instintivamente de pie y se sentó en el brazo del sofá al lado de la cabeza de Isabella,
cruzando un brazo sobre el respaldo del sofá en un gesto claramente protector.
—Eso es imposible —dijo Noah suavemente.
—Lo vi con mis propios ojos. Saúl se había transformado totalmente. Calculé mal su poder…
su fuerza. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que luché con un Demon alterado. Me
hirió gravemente, pero ella lo detuvo.
—¿Esta pequeña criatura humana mató a uno de los nuestros? ¿Uno de los Transformados?
—Elijah resopló en incredulidad—. Debe de haber estado inconsciente. Incapacitado.
—La misma pequeña criatura que te rompió la nariz no hace ni veinte minutos, Elijah —le
recordó Noah con sequedad—. ¿Estabas inconsciente o incapacitado?
El rey frunció el ceño, las líneas de preocupación grabadas a agua fuerte profundamente en
su amplia frente.
—Nunca he oído hablar de tal cosa —los informó Noah—. Tenías razón en detenerla, pero
está mal que no nos hubieses hecho partícipes de esto antes. No entiendo por que puedes poner las
vidas de ambos en peligro, Jacob. ¿Evitará ella, que posiblemente nos maten? Y entonces la manera
en que Elijah te encontró con ella…
—No puedo explicarlo. Nada de ello. Yo sólo… yo sólo sé que ella no era un peligro para mí.
Incluso a pesar de saber ella me ha afectado, todavía no la miro como una amenaza para mí o yo
no me veo a mí mismo como una amenaza para ella. No puedo explicarlo, Noah. He sido el
Ejecutor por cuatrocientos años. Nunca en todo ese tiempo me he perdido. Nunca un una sola vez
he tenido el más leve deseo de hacerlo. Pero, con ella, no hay conciencia en mí. Ya no hay más
sentido de mi cultura. Ella… — Jacob se detuvo brevemente para apartar un mechón de pelo de su
mejilla—. Siento como que no hay nada malo en lo que hice. Todo en lo que he llegado a creer en el
transcurso de mi vida me dice que esto es totalmente incorrecto, pero no lo siento así.
—Es la locura la que está hablando —bufó Elijah con repugnancia—. Eras igual que un
animal cuando llegué, Jacob. La habrías hecho pedazos.
—¡No! —puntualizó la furia de Jacob mientras gruñía a Elijah—. El impulso de emparejarse
con ella no era completamente de la bestia quien usaría a cualquier hembra sin discriminaciones.
Esto fue diferente. Yo… —él se perdió, alejando la mirada de las atónitas expresiones de los otros
dos varones—. Era primitivo, sí, pero no era sólo un lujurioso instinto. Esto era más… profundo…
algo que no podía resistir. No, ni siquiera yo.
Noah permaneció de pie, sintiendo que era una buena idea no estar sentado tan cerca de esa
mujer; que había provocado la rotura del control de Jacob por no deformarse y no quebrarse. El
código moral de Jacob era lo que lo hacía el mejor Ejecutor que hubiesen tenido jamás. Era lo que
lo protegía. Si hubiese sucumbido a la locura, habría algo más lo que habría encontrado en sus
ojos.
¿Quién era esta mujer que podría matar un Demon, que había tumbado a Elijah, el capitán de
las fuerzas de la lucha de Noah? ¿Seduciendo a Jacob, el implacable Ejecutor? ¿Y de qué manera se
había resistido a que él le drenara la energía? Sí, pensó Noah, allí había definitivamente más por
descubrir.
Solo podía esperar que aquello no fueran las malas noticias que pensaba que eran.

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CAPÍTULO 3

Isabella abrió los ojos, parpadeando rápidamente para despejarse y conseguir centrarse.
Se sentó de repente, el rápido movimiento quedó desmentido por la sensación de que su
cuerpo se estaba dragando a través de agua pesada. Gimió, su cabeza palpitaba con un impulso
casi irresistible de retroceder en el canapé y dormir.
Entonces lo recordó. Todo. Con un pánico repentino, miró alrededor para ver a Jacob,
aterrorizada porque le había fallado y había permitido que los dos intrusos le hicieran daño. Le
divisó a lo lejos de una enorme habitación de piedra, su alta figura estaba de pie al lado de una
chimenea que lo proyectaba en una miríada de luces doradas y sombras oscuras. Suspiró, aliviada
porque parecía tan sano como siempre.
Jacob sintió que algo se deslizaba cálidamente subiendo por su nuca y dentro de su mente. La
sensación de alivio fue tan fuerte que podría haberlo confundido fácilmente con el suyo propio,
excepto que había algo más suave en este de lo que él era capaz. Giró la cabeza y la vio sentarse,
mirándole.
Estaba menos conmocionado esta vez de que ella se hubiera liberado de otra tentativa de
ponerla a dormir, pero esto todavía lo afectaba, sobre todo sabiendo que Noah había estado detrás
de este último conato. Jacob metió las manos en los bolsillos, cerrándolas con fuerza. Y comenzó a
andar hacia ella, sabiendo que tenía que afrontarla habiéndola herido, el arrepentimiento se
arrastraba por su corazón con un duro pesar. Sin embargo sus pasos nunca vacilaron. Estaba
avergonzado, pero era lo bastante fuerte como para reconocer cuando se había equivocado y
afrontar las consecuencias.
Isabella lo observó acercarse, su poderosa gracia felina emanaba determinación. Sintió como
su corazón daba un vuelco, recordando cómo la había tocado, el dominio de su abrazo y la
embriagadora sensualidad de sus besos. Recordó cuán terriblemente fácil había sido para él poseer
su cuerpo esclavo, cómo había sentido sus masculinas manos recorrer las curvas de su figura, y la
habilidad de los dedos elegantes que habían exigido un mapa de ella.
Jacob se quedó parado a media habitación de distancia, pero inexplicablemente rodeado por
los pensamientos de ella mientras ésta recordaba lo que él le había hecho. Su vívida memoria
lanzaba imagen tras imagen en él, derivando todo a sensación y olor, un recuerdo tan real que era
como si él la poseyera en ese mismo instante. Su cuerpo entero se estremeció con fuerza en
respuesta, su pulso palpitó en su garganta mientras ella recordaba aquel primitivo, excitante tacto
de él.
Jacob no era un telépata o un empático, así que el que estuviera absorbiendo sus
pensamientos le confundía. Lo que era más, sintió que ella estaba igualmente cerca de su mente,
haciendo de esto un profundo intercambio íntimo. Debería haber estado desconcertado ante esa
idea, pero en lugar de eso, algo más había captado su atención.
Él no descubrió ningún miedo en sus recuerdos. Incluso cuando ella se preguntó sobre su
propio abandono, pensando en lo atípico que había sido, no había inquietud o pesar. De hecho,
alarmantemente, lo estaba aceptando. En realidad, tenía curiosidad, intriga y entretenidos
pensamientos de cómo sería ser tocada por él otra vez, besar y probar su boca. Jacob se estremeció
con su ser al completo sintonizado en aquella llamada de sirena de sus pensamientos y su cuerpo.

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—Jacob.
Su nombre fue usado como una advertencia, y esto lo sacó del encantamiento que tenía
Isabella sobre él, volviendo su atención en torno a los tres que habían entrado en el cuarto. Isabella
también miró, reconociendo a los dos varones como los invasores de la casa de Jacob. Se tambaleó
sobre sus pies, erizándose defensivamente mientras se desplazaba para colocarse entre ellos y
Jacob.
El nuevo desconocido era una mujer. Isabella fue positivamente consciente de que nunca
había visto a nadie tan hermoso en toda su vida. Ella era bastante alta con piernas malvadamente
largas y tenía el pelo color café que descendía ensortijado en una hermosa cascada tan larga como
todo su cuerpo. El vestido, semejante a una toga blanca, que llevaba puesto era ligero y vaporoso,
excepto donde estaba sujeto ajustado por debajo y entre sus pechos en un patrón entrecruzado con
bandas gruesas de intrincado brocado. Éste favorecía su impecable cutis bronceado y realzaba el
color verde grisáceo de sus ojos. Se mantenía en un porte sereno que le recordó a Isabella al de una
diosa, pero la sonrisa compasiva que calentaba sus rasgos refinados la hizo parecer mucho más
accesible que cualquiera de los hombres. Destacaba como un ángel entre diablos siniestros.
—En nombre de mi hermano y mío propio, te doy la bienvenida a nuestra casa, Isabella —
dijo con su voz cautivadora gracias a su acento exótico y sofisticada modulación. —No tengas
miedo, —siguió la diosa, —nadie aquí te hará daño o permitirá que seas dañada. Me llamo
Magdelegna. Mis amigos me llaman Legna, y tú también puedes, si lo deseas.
—¿Dónde estoy? ¿Quiénes son tu gente? —Después, más contundentemente, con la voz llena
de advertencia, dijo— ¿Por qué atacasteis a Jacob?
Los otros tres Demons miraron con interés como la diminuta mujer humana daba a pesar de
todo otro paso protector de respaldo hacia Jacob. La idea de que una criatura tan frágil defendiera
al Ejecutor hizo que sus bocas se contrajeran con diversión.
—Eso no fue tanto un ataque contra Jacob como un acto de protección hacia ti. Cuando Elijah
se encontró contigo, temió que Jacob sin querer te hiciera daño —explicó Legna.
—Bien —dijo con un bufido Isabella, clavando los puños en sus caderas y destacando su
barbilla irritada, —yo llamaría a eso suposición, ¿verdad? Él sólo estaba... —Se dio cuenta,
exactamente, de cómo habían sido capturados e inmediatamente se sonrojó hasta la raíz del pelo.
—Quiero decir... —Golpeó el suelo con el pie frustrada, mientras comenzaban a dejar que las
sonrisas se extendieran sobre sus caras. Incluso oyó la risa sofocada de Jacob suavemente detrás de
ella. —Vaya, ¿y qué debería importaros a cualquiera de vosotros lo qué estábamos haciendo? —
exigió beligerantemente.
—Realmente importa. Y también te importará a ti una vez lo sepas todo.
Isabella fue arrasada al instante por el temor y en su corazón revoloteó el pánico. Cien cosas
se precipitaron por su cabeza mientras intentaba encajar una explicación lógica a su inquietud.
Comprendió la más plausible.
—¡Estás casado! —declaró girando en redondo para encarar a Jacob.
—No. No estoy casado —respondió él, sus ojos oscuros no irradiaban humor en este punto.
—Isabella, ¿no encuentras algo menos un poco raro sobre cómo, exactamente, fui atacado?
El apunte la hizo vacilar. Recordó el viento, el vórtice de poder que les había lanzado a
ambos en derredor como si fueran hojas secas en vez de seres humanos. Recordó al llamado Noah
caminado hasta ella en un momento, y al siguiente despertarse aquí. Recordó ser agarrada por
Jacob después de una caída de cinco pisos y la lucha contra una criatura horrible que él afirmó
había sido una vez un amigo.
—De acuerdo, ¿qué Demons está pasando aquí? —Exigió. Realmente no tenía miedo. Había
nacido con una insaciable necesidad de información que anulaba cualquier miedo que pudiera

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haber sentido sobre verse afectada en estas peculiaridades. Se daba cuenta de que había estado
ignorando completamente algunos acontecimientos muy raros y, si hubiera tenido uno de esos
enormes mazos de los dibujos animados entonces, debería estar golpeándose a sí misma en la
cabeza con este y diciendo: «¡Obvioooo!»
—Primero, deseamos que recuerdes que no corres ningún peligro con nosotros —dijo al que
llamaban Noah con su voz humeante extendiéndose para tranquilizarla.
—Oye, le rompí la nariz al Arnold Schwarzenegger de ahí, no lo olvides. No tengo miedo de
ninguno de vosotros. —Dijo señalando Isabella a Elijah con una sacudida de su cabeza. La cara de
Elijah se coloreó con vergüenza. Ella sonrió interiormente. Al menos tenía calado al rubio.
Además, estaba muy segura que aunque él mantuviera una distancia, Jacob no les permitiría a ni
uno sólo de ellos tocarla.
—Isabella —dijo Legna, todavía en tono gentil, todavía dando confianza. —Aunque
podamos parecernos mucho a ti y otros de tu especie, somos... diferentes.
—¿Especie? ¿Qué sois, como, extraterrestres o algo así?
—No, somos oriundos de la Tierra —dijo Jacob.
Isabella se giró hacia el sonido de su voz, sintiendo, de repente, que independientemente de
lo que estaba a punto de oír, quería oírlo de su boca.
—Entonces por favor explícamelo. No soy ninguna idiota y no voy a enloquecer como una
heroína de un serial. Deja de mimarme y tan sólo dame algunas respuestas.
—Muy bien. —Jacob caminó acercándose más a ella, anhelaba poder tocarla mientras le
contaba lo que ya sabía que iba a ser casi imposible para ella de entender, con sus convicciones
humanas. El impulso lo frustró porque éste acudió a pesar de que trataba conscientemente de
controlarlo. —El folklore humano está lleno de mitos y leyendas sobre criaturas que caminan de
noche. Tú los llamas monstruos. Para nosotros, son sólo otras especies. Para nosotros existen, tal
como nosotros existimos, junto a la raza humana. Los Nightwalkers. Las Culturas Oscuras.
Nosotros, quienes vivimos mejor durante los ciclos oscuros de la Tierra.
Isabella ladeó la cabeza, aparentemente absorbiendo aquel trozo de conocimiento. Él podía
sentir sus rápidos pensamientos mientras ella trataba de encajar juntas las certeras piezas de
información, descartándolas, y luego comenzando de nuevo. Era tan inteligente, tan aguda que le
maravillaba el funcionamiento de su mente práctica.
—Entonces, ¿qué me estás contando? ¿Qué vosotros sois vampiros? —La idea confirió toda
clase de nuevas implicaciones al encuentro que había tenido con Jacob, haciéndola temblar con una
emoción que ruborosamente rechazó identificar. Esto podría explicar por qué los demás pensaron
que ella estaría en el peligro por él. A pesar de todo, ¿no estaba esta gente un tanto demasiado
perfectamente bronceada para estar evitando el sol?
—No. No somos de esos, aunque existen realmente —dijo Legna.
—¿De veras? ¡Me estás tomando el pelo! —Resopló Isabella con jocosidad incrédula.
—Existe mucho más en el universo de lo que el hombre puede saber.
—Sí pero ¿monstruos chupadores de sangre no muertos?
Jacob se rió entre dientes suavemente, caminó hasta ella y alzó la mano para tocar con dedos
tiernos su rostro mientras las yemas de estos, de manera manifiestamente reverente, se deslizaban
sobre la curva suave de su mejilla.
—Los vampiros se ofenderían ante esa descripción. A parte de algunas habilidades y
flaquezas especiales, y la necesidad de sangre, la mayor parte de los vampiros no son
especialmente diferentes de cualquier otro que puedas conocer. Podrías conocer a uno o dos y ni
siquiera darte cuenta.

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—¡Vaaale! ¡Y después me dirás que existe el Conejito de Pascua y los hombres lobo! —
exclamó Isabella.
—Bueno, no puedo garantizar lo del Conejito de Pascua, pero lo de los Licántropos
definitivamente está fundamentado, aunque no siempre se transforman en lobos.
Isabella miró a Jacob como si le hubieran salido colmillos y pelaje a él mismo.
—Entonces —murmuró aturdida, —si no eres ninguna de esas cosas, ¿qué dices que eres?
—Te lo diré, Isabella —dijo Jacob suavemente, sus dedos acariciaban su mejilla una vez más,
calmando sus crispados nervios, —pero recuerda, sólo porque una palabra tiene implicaciones
terribles en vuestros mitos no quiere decir que realmente esto sea de ese modo.
—Sencillamente dímelo —susurró ella con grandes ojos suplicantes.
—Nos llaman Demons. Somos una raza de elementales, inmortales y dotados de poderes
orientados hacia la naturaleza. Somos una especie muy civilizada con un código estricto de honor,
moralidad, y creencias. Deseamos coexistir pacíficamente con tu especie, proteger a nuestros
amigos humanos de todos los aspectos más viles que hay en nuestra naturaleza. Por eso Elijah me
alejó de ti, Bella. Está prohibido para un Demon dañar a un humano y, por lo tanto, es tabú para
un Demon e... el probar y aparearse con un humano. Siempre ha sido así.
—Pero... —Isabella sacudió la cabeza, tratando de despejarla de un torrente de implicaciones
y confusión—. ¿Era eso la cosa qué estaba en el almacén? ¿Uno de vosotros? ¿Un... Demon?
—Sí y no. Los Demons, en su mayor parte, se parecen a como nos ves ahora. Nos
comportamos tan civilizadamente como nos ves comportarnos ahora, la excepción la constituyen
momentos ocasionales de comportamiento primitivo que tratamos de supervisar con mucho
cuidado. Saul, la criatura que destruiste, era un depravado Demon corrompido. Para que ésta
extrema transformación suceda se necesita de un conjunto muy específico de circunstancias, y esto
no había sucedido en más de un siglo. Hasta esta noche.
—Lo que es más —habló Legna, llamando la atención de Isabella, —esta noche ha sido la
primera vez que tenemos constancia de que un humano haya sido capaz de matar a uno de
nuestra clase. Intentado, sí. Logrado, nunca.
—También, en esta noche de primeras veces —añadió Noah, —es la primera vez que Jacob,
uno de los más controlados y disciplinados de entre nosotros, ha perdido, en toda su vida, el
control con una hembra humana. Tú no puedes entenderlo, pero esto tiene un significado
tremendo para nosotros.
—Créeme, fue tremendamente significativo para mí también —dijo ella con sequedad. —
Entonces ¿tratas de decirme que vosotros no podéis ser aniquilados? ¿Es esto lo qué querías decir
con lo de inmortal? Porque en ese caso, aquel era un inmortal bastante muerto en ese almacén.
—Podemos ser aniquilados. El uno al otro, por otro Nightwalkers poderoso, y… por los que
usan la magia —la corrigió Noah meticulosamente. —Inmortal significa que vivimos mucho
tiempo, muchos de nuestros siglos.
—¿Siglos? —Isabella tragó saliva visiblemente. —¿Cuántos siglos? —le preguntó a Jacob.
—Un poco más de seis.
—¿Seiscientos años? —Isabella se encontró reprimiendo otra de esas risitas histéricas a las
que era propensa desde que conoció a Jacob. —Hablando del hombre más viejo. ¡Oh, espera!, ni
siquiera eres un hombre. —Los ojos de Isabella se abrieron de par en par mientras la comprensión
de las implicaciones de esa circunstancia la golpeaban. —¿Qué... ehh... es lo que hubiera pasado
si...? Quiero decir... si... ehh ... ya sabes...
Esta vez todos en la habitación se removieron incómodos.

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—De hecho, realmente no lo sabemos —dijo Noah—. Nunca ha pasado antes. Al menos, no
con Demons no corrompidos. Los Transformados… bueno, ha habido casos trágicos donde
mujeres y hombres han sido encontrados...
—Descuartizados —dijo Jacob sin rodeos. Había visto la dura realidad de esto. Eran
depravadas y brutales fatalidades. Fue lo que le obligó a su vigilancia y lo llevó a no cometer
errores. Sus fracasos simplemente le cobraban un peaje demasiado caro.
—Sin embargo —continuó Legna rápidamente con sus ojos compasivos en la cara de Jacob,
—siempre consideramos que tal apareamiento sería demasiado para que un humano sobreviviera,
incluso con un Demon no corrompido.
Isabella podría creerlo. La ascendencia primitiva de Jacob había estado consumiéndole. No
quería pensar en lo que habría pasado si Elijah y Noah no se hubieran revelado cuando lo hicieron.
Estaba claro por la expresión en la cara de Jacob que tenía un pensamiento similar.
—Nunca quise hacerte daño. Debes creerme, Bella —dijo quedamente.
—Jacob está diciéndote la verdad. Algo le pasa a nuestra gente en esta época del año que
hace que nuestro impulso instintivo de aparearnos sea muy difícil de controlar —explicó Noah. —
Nos vigilamos nosotros mismos estrictamente, pero algunas veces esto alcanza al mejor de
nosotros.
—Espera. Espera un minuto. —Isabella levantó las manos deteniéndole, sacudió la cabeza a
medida que todo de lo que se estaba enterando invadía en el interior de ésta. —Es una historia
muy imaginativa, pero ¿cómo se supone que voy a creer algo de esto? Quiero decir... parecéis tan
normales. Asquerosamente apuestos, pero normales.
Jacob sintió que sus labios se movían nerviosamente. Esta mujer constantemente lo hacía
desear reírse a carcajadas. Ante él mismo, ante su habitual solemnidad, ante todo lo que sentía que
había estado tomándose excesivamente en serio durante demasiado tiempo. En cambio, alargó las
manos hacía abajo y cogió sus dos pequeñas manos en las suyas, disfrutando del modo en que ella
curvó las yemas entre sus dedos, confiando en él sin tener en cuenta todo lo que había descubierto.
—No tengas miedo —murmuró él.
Isabella abrió la boca para preguntarle por qué debería tener miedo, pero una repentina
sensación de ligereza fluyó sobre ella y se llevó su aliento. Miró sus ojos extraños mientras sus pies
se levantaban fácilmente del suelo y su cuerpo siguió su ejemplo cuando él tiró de ellos hacia
arriba en el aire, juntos. Lanzó los brazos alrededor de su cuello con el corazón palpitante de
inquietud y adrenalina cuando subieron más alto. Él sintió que el cuerpo entero de ella temblaba,
como los rápidos golpecitos de la cola de un gato.
—El destino me ha hecho de la Tierra, Bella —susurró suavemente en su oído—. Puedo
manipular la gravedad, comunicarme con todas las criaturas, y mover las placas tectónicas una
contra otra si así lo eligiera. Puedo cultivar una semilla hasta su maduración con un pensamiento y
hacer que se marchite y muera con otro. Soy capaz de sentir las fuerzas vitales de cada criatura
nacida de la Tierra. Puedo cazar cualquier cosa que transite los caminos de este mundo con todos
los sentidos aumentados de los depredadores más consumados. Soy la Naturaleza, y ella soy yo.
Isabella exhaló un suave «Oh», viendo como ahora subían más alto alejándose de los demás
que les estaban mirando, hasta que alcanzaron las vigas. No fue hasta que miró a todo lo de abajo,
que se percató que debían de estar en un castillo. Era en lo único en que podrían estar que
cuadrara con las paredes, suelos, y techos de la enorme estancia en que se encontraban.
Después de un momento, Jacob les bajó despacio de vuelta al suelo de mármol, sosteniéndola
protectoramente contra él cuando sus cuerpos se volvieron pesados de nuevo. Ella vio la
preocupación en sus ojos y el impulso de ser su protector. Es más, incluso lo sintió. Se dio cuenta
de que estaba desarrollando una compenetración con las emociones y pensamientos de Jacob. No

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sabía cómo estaba sucediendo, pero ¿cómo podría preguntarle por el hecho de que acabara de
volar alrededor del cuarto en sus brazos?
Mientras probaba esta capacidad recién descubierta, sintió algo diciéndola que el deseo de él
por ella estaba simplemente contenido y controlado, no desaparecido como ella había comenzado
a sospechar. Por la razón que fuera, esto le proporcionó una sensación de alivio. Imprudente
aunque podría existir, había una parte muy poderosa de ella que no quería ser sólo un pasajero
impulso primitivo para él.
Dio un paso fuera del círculo de sus brazos y miró a Elijah.
—¿El viento? —Preguntó.
—El destino me ha elegido para el Viento —dijo él con tono resonante mientras movía
majestuosamente sus manos en un teatral gesto, incluso hasta la guiñó un ojo. —Atmósferas,
temperatura, aire, son míos para ejercer mi atracción. —Y lo hizo, barriendo una brisa por el cuarto
sólo lo bastante fuerte como para hacer que el vestido de Legna se agitara. De repente, sin ni
siquiera un destello de luz o advertencia, la forma de Elijah se disipó en la nada, convirtiéndose en
aire. Su voz se arremolinó por todas partes alrededor de ella mientras él juguetonamente le
levantaba el pelo de los hombros, estirándolo como una bandera que revoloteaba por encima de su
cabeza, provocando su risa. —El clima oscila a mi voluntad, las tempestades y presiones son mías
para manipularlas. Puedo infundir con oxígeno vivificante un lugar o quitárselo completamente.
El Viento es el aliento de la vida, y Ella respira a través de mí.
—Elijah —espetó Jacob con un oscuro destello de desaprobación teñida por un cambio
gravitacional perceptible que pretendía aumentar su advertencia. No le gustó que Elijah jugara con
ella, y lo estaba dejando muy claro.
—El destino ha elegido el Fuego para mí —introdujo Noah mientras la desvaída forma de
Elijah se consolidaba y la brisa se extinguía, cambiando la atención de vuelta a las revelaciones. La
manera en que ellos hablaban, con tal orgullo y reverencia, la energía que había en esto conmovió
a Isabella. Ella jadeó cuando el cuerpo poderoso de Noah giró nebuloso y luego se arremolinó en
una columna de humo. Se demoró en esta forma durante un momento antes de hacerse sólido una
vez más. —Soy la lava que palpita profundamente en el corazón de la Tierra, la conflagración que
quema lo viejo de modo que lo nuevo pueda nacer en su estela. Soy aquello que hace ebullición y
hierve y es volátil y explosivo. Soy el calor del sol, el manipulador de todas las energías. El fuego
se quema en mí y por mí, y Él es todo lo que soy.
—El fuego y los Demons de la Tierra están entre los más excepcionales de nuestra raza, los
más poderosos de nuestra clase —dijo Jacob. –Noah es el Rey. Nuestro líder.
—Pero el fuego no puede vivir sin el aire —comentó Elijah, con un imprudente destello en
sus ojos verdes.
—El aire no puede ser purificado sin la Tierra —respondió Jacob.
—Caballeros, por favor —habló en alto Legna suspirando exasperadamente. —
¿Abandonamos Bella y yo la estancia para que de este modo podáis mediros el uno al otro en el
tablero?
Isabella se rió a mandíbula batiente. ¡Legna se había atrevido a decirles semejante cosa a estos
hombres de poderes portentosos! Entonces se le ocurrió que los machos de las especies podrían no
ser los únicos con capacidades de tal magnitud.
—¿Y tú qué, Legna?
—El Destino me ha dotado a mí con la Mente —confesó ella sosegadamente—. Soy la ilusión,
aquello que es creado y real sólo en la Mente. Soy la encarnación de la empatía, la lógica y la razón,
el impulso y el deseo. Deseo estar en algún sitio, y allí apareceré. —Ilustró esto explotando en una
nube de humo pesadamente perfumado de azufre. Una segunda explosión la hizo aparecer detrás

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de una jadeante Bella. Incapaz de evitarlo, Isabella se rió y aplaudió ante la hazaña—. Soy la
seducción, el carisma, y el apaciguamiento —terminó Magdelegna—. Éstos son los poderes
verdaderos de la Mente, y Ella los comparte conmigo.
—Espera un minuto, Fuego, Tierra, Viento, y... ¿Mente? ¿Qué pasó con el Agua?
—No está en esta habitación, pero llamaré a un Demon de Agua si lo deseas —le ofreció
Noah graciosamente.
—¿De modo que quieres decir que hay cinco clases diferentes de Demons? ¿Uno para cada
elemento? Aunque el elemento de la Mente es nuevo para mí.
—En realidad —sonrió Jacob amablemente—, esto es verdad, la gente cree que sólo hay
cuatro elementos. Actualmente tenemos seis. Tierra, Viento, Fuego, Agua, Mente, y Cuerpo.
—¿Actualmente?
—Uno nunca sabe lo que el futuro nos depara. Recuerda que los Demons sólo aparecieron
hace aproximadamente cuatrocientos años. Es evolutivo.
—Ya veo. —Ella echó un vistazo a Legna, su frente fruncida reflexionando.
—¿Sientes curiosidad sobre algo? —la incitó Legna.
—Sí. Lo siento, pero es que parece como si ellos pudieran entrar en una habitación y
cargárselo todo, pero lo qué tú tienes ¿es más... benigno?
—Los Demons hembras son muy diferentes a sus homólogos machos. Nuestras capacidades
tienden hacia, digamos, la naturaleza más insidiosa de nuestros elementos. Aquellas partes de
todos los elementos que tienen un efecto potente, pero que no son plenamente advertidos hasta
que es demasiado tarde. Por ejemplo, un Demon de Fuego hembra. Puede manipular la
temperatura en un pequeño rango cuando la mantiene, en comparación con un macho como Noah,
pero donde se encuentra su verdadero Fuego es en el temperamento. El Fuego arde en todos
nosotros, en nuestra rabia, nuestras pasiones, nuestros celos, y demás. Imagina la capacidad de
manipular tales cosas. La sola pasión ha cambiado la cara del mundo.
—Por suerte, sólo tenemos, a tres Demons de Fuego —bromeó Elijah, dando un codazo a
Noah en las costillas divertido.
—Uno de los cuales es Noah y la hermana de Legna, Hannah —explicó Jacob en voz baja.
—También —siguió Legna, claramente entusiasmada en su tema—, hay capacidades
compartidas, que cruzan no sólo sexos, sino también elementos. Por ejemplo, Elijah puede hacerse
niebla, una condición meteorológica, pero también lo puede hacer un Demon de Agua, porque la
niebla es esto. Tanto el macho como la hembra de los Demons Mente pueden teletransportarse,
pero sólo los machos son telépatas y sólo las hembras son empáticas.
—Lo pillo.
Y lo hacía. De alguna manera, tenía sentido. Pensaba que el que alguien tuviera tal poder en
las yemas de los dedos, era una perspectiva desalentadora. Tenía el potencial para corromper tan
definitivamente, como decía el refrán. Aunque no a ésta raza orgullosa y autocrítica. Había
consuelo para ella en esto, porque necesitaba algo para contrarrestar la inquietante asimilación de
que cosas como los hombres lobo y los vampiros eran, de hecho, reales. También entendía muy
claramente por qué se mantenían en secreto para su raza. Si alguna vez los humanos encontraran
un modo de atrapar a los Demons, éstos podrían ser usados y corrompidos en extremo.
Ése fue el momento en que el último pedazo del rompecabezas se colocó en su sitio.
—¿Qué le pasó a Saúl? dijiste que fue Transformado. ¿Cómo? Lo estabas cazando —añadió
dándose vuelta para mirar a Jacob—. Por eso me preguntaste si yo había visto algo. Y cuando lo
encontramos, esa luz azulada... el otro hombre... dime, Jacob. ¿Qué pasó?

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—Fue capturado. Lo llamamos Convocatoria. Hay ciertos humanos, que saben de nosotros
como los nigromantes, que hace mucho aprendieron un método secreto de Convocar a un Demon,
entrampándolo, y quedándose con sus poderes bajo su dominio por un período de tiempo. —La
mandíbula de Jacob se tensó con seriedad—. Con cada orden, el usuario mágico hace que una
transformación comience, avance, y finalmente, un Demon se convierte en lo que viste, en la
descerebrada criatura sin control o una sin percepción del bien o del mal. Esta es nuestra peor
pesadilla.
—Oh, Dios mío. —Isabella se llevó la mano a la boca, expresando en sus ojos horror—.
¿Quieres decir que podría pasaros a cualquiera de vosotros?
Todos ellos asintieron con la cabeza en unísona seriedad y ella sintió que su estómago daba
un vuelco en protesta. ¿Estas hermosas criaturas? ¿Su gracia, vigor, y percepción del bien y el mal,
destruidos? ¿Distorsionadas en una de aquellas babeantes gárgolas descerebradas?
—¿Por qué me contáis esto? ¿No tenéis miedo de que os ponga en peligro de alguna manera?
¿Por qué confiáis en mí? Quiero decir, por el amor de Dios, he matado a uno de vosotros. ¡Oh! —
jadeó horrorizada—. ¡No tuve intención! ¡Lo juro! —Las lágrimas resbalaron de sus ojos violetas y
Jacob no pudo resistir el impulso de envolverla en sus brazos. La atrajo hacia su pecho, acunando
la cabeza con una mano, calmándola con sonidos suaves mientras ella se estremecía.
Noah estaba fascinado por los tiernos gestos de Jacob para con ella. Éstas no eran las acciones
de un Demon inclinado únicamente en un acto de lujuria. Cuanto más miraba, más veía el Rey
Demon que algo unía a Jacob a la pequeña humana, algo que no podía comprender
completamente aún.
—Isabella —le dijo Noah — consideramos lo que hiciste como un acto de piedad. Saúl estaba
más allá de nuestra ayuda. Si no lo hubieras destruido, Jacob se habría visto obligado a hacerlo.
—Habría sido peor para él sobrevivir como un monstruo, dañando a cualquiera de cualquier
raza con la que se cruzara —indicó Legna suavemente—. Isabella, si tuvieras mala intención, si
pensaras en hacernos daño a cualquiera de nosotros, yo lo sabría. Lo sentiría en tus emociones. En
realidad, todo lo que siento es honestidad y un coraje admirable.
—Te decimos todo esto porque creemos que de alguna manera formas parte de nuestro
futuro. —Mi futuro. Jacob luchó contra el impulso de personalizarlo—. Desplegaste algunas
habilidades extrañas anoche, Bella. Creo que el Destino decidió cruzar nuestros caminos, hasta al
punto de lanzarte por la ventana. —Ella rió indecisa ante eso mientras él deslizaba sus manos
calientes por sus hombros y brazos y se explicaba—: Siendo criaturas de los elementos, creemos en
el Destino y en todas las cosas inevitables. La fluctuación de la marea, la cambiante cara de la
Tierra, la vida y la muerte. Éstos son destinos naturales. Los individuos tienen destinos especiales,
cosas que nosotros haremos y que ese Destino ha diseñado para que nosotros hagamos. Te has
unido a nuestro destino por una razón, y deseamos averiguar cuál es.
—¿Por qué? —preguntó ella, su voz captaba con sensibilidad la pregunta mientras trataba
valientemente de hacer retroceder sus lágrimas.—Quiero decir, hasta ahora todo lo que he hecho a
vuestra gente es matar a uno, darle una paliza a otro, e incitar a… —Se quebró, ruborizada—. ¿Por
qué diablos querríais hacer algo conmigo después de todo esto?
—Yo no diría que le has dado una paliza a nadie —dijo Elijah con la barbilla alzada en forma
beligerante.
El comentario obligó a Isabella a reír a través de las lágrimas. Le echó una mirada de soslayo
a Legna.
—Veo que algunas cosas son una constante entre los machos de ambas razas.
Legna rió entre dientes y asintió con la cabeza en respuesta. Elijah refunfuñó entre dientes.

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—Así que ¿qué hacemos ahora? Quiero decir, ¿De qué manera averiguamos cómo encajo por
completo en esa cosa del destino?
—La historia inevitablemente se repite, convirtiéndose en la plantilla para el futuro —dijo
Noah—. Quizás me equivoco cuando digo que ningún humano ha matado nunca a un Demon
antes. Investigando la historia podemos arrojar algo de luz en esta situación única. Puesto que hace
un siglo desde que vimos al último nigromante, deberíamos reexaminar los componentes de una
Convocación y los detalles registrados de una transformación. Quizás esto nos dé una pista en
cuanto a por qué, al mismo tiempo que estas magias están volviendo a empezar, tú también
apareces. Iremos a nuestra biblioteca. Es realmente enorme y contiene la historia completa de
nuestra gente.
La cabeza de Isabella se alzó bruscamente con los ojos brillantes con repentina avaricia.
—¿Dijiste biblioteca?

Fue unos días más tarde cuando Isabella subió la escalera de la biblioteca lentamente,
dejando el ambiente fresco, seco y frotándose con gestos doloridos el hombro. La luz del sol se
vertía a través del conjunto de altas ventanas en las paredes de piedra del enorme salón que
encontró tan pronto entró por la puerta que conducía a la bóveda subterránea de libros.
Su entorno era sorprendentemente tranquilo, privado de actividad y vida. No llevaba reloj,
pero sospechaba que eran cerca de las diez o las once de la mañana. Era tan extraño estar a plena
luz del día en un castillo que era reputado por ser el centro de una cultura, y que con todo no
hubiera ni siquiera un atisbo de actividad. Su respiración parecía resonar en las vigas del hogar de
Noah. La piedra se cernía completamente alrededor, y a pesar de que había refinadas piezas de
mobiliario en el Gran Salón, a su manera, todo era muy simplista. Era la escasez en tanto espacio lo
que le daba la sensación de haber retrocedido en el tiempo. Esto y el hecho de que no había
electricidad. Sin embargo, la importante cuestión se compensaba de una manera u otra. Había
alumbrado de gas, instalaciones bastante modernas, y toda la comodidad que pudiera imaginar…
salvo un teléfono.
La biblioteca en sí misma era una base de datos, la mayor parte seccionada siguiendo una
fascinante lógica propia, la de la referencia. El sistema era impresionante, como lo era la
antigüedad pura de los datos registrados. Los Demons eran fervorosos historiadores, y había miles
y miles de libros y pergaminos por cada siglo, por cada era. Había descubierto que Noah era un
erudito como ella. Estaba indeciblemente orgulloso de su biblioteca, impaciente por compartirla
con alguien nuevo que apreciara su valor tanto como él lo hacía. El laberinto de libros, anaqueles,
mesas, y vitrinas expandidos bajo la construcción del enorme castillo, incluso más allá de lo que
Noah había admitido ante ella. Había bóvedas que seguían los cuatro puntos de la brújula. Éstas,
le había dicho, poseían los trabajos más antiguos y más delicados. Había cosas en aquellas
bóvedas, le había dicho el Rey, de las que incluso los Demons con más tiempo vivido nunca habían
visto o habían oído. La biblioteca, le prometió, era tan enorme que le llevaría incluso mucho más
que una vida de Demon para conocer todo que contenía. En el presente, los Demons eruditos
registraban tan fielmente como sus predecesores habían hecho antes. El mundo estaba creciendo a
pasos agigantados, y ellos estaban bregando por no retrasarse con esto.
Pero el Rey, los eruditos, y todos los otros Demons estaban en sus camas. La ocupación de
sus vidas colgaba suspendida hasta que las sombras del anochecer comenzaran a descender.
Isabella miró hacia arriba y a su alrededor. Había ventanas por todas partes y el Gran Salón estaba
lleno de luz, excepto que ésta no era clara. Cada centímetro de cristal estaba manchado. Las
pinturas eran impresionantes, de una maestría como nada que Isabella hubiera visto antes, retratos

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de todo, desde la mitología hasta una bien traída reproducción de los Nenúfares de Monet. El
efecto era ligero, pero en precipitaciones brillantes del color.
Se quedó de pie en el centro del cuarto, salpicada por un calidoscopio de caliente luz del día.
Por lo que le habían dicho, y lo que había leído recientemente, esto era lo que hacia la luz del día
más soportable para los Demons. El impacto directo del sol actuaba como un narcótico de acción
rápida. La inconsciencia le llegaría con abrumadora rapidez al Demon que fuera sorprendido por
error sin protección a plena luz del día. Incluso con estos sprays de color amortiguadores, el efecto
era tan poderoso que un Demon podría hacer poco más que hacerse una bola para dormir contento
dentro de ella. El sol, le había dicho Noah, no les dañaba como les hacía a la mayoría de las otras
especies de Nightwalker. Los hacía vulnerables. Era casi imposible resistirse a la atracción de
dormir, haciendo que fuera difícil dominar cualquier efecto durante el ciclo del sol para todos
excepto para los Demons más poderosos. Isabella estaba contenta de que el sol realmente no
causara daño a los Demons. Al menos, podían ver el amanecer, siempre y cuando tuvieran aquel
nivel de poder. Por lo que había entendido, la mayor parte de las otras razas de Nightwalker se
achicharrarían como una patata frita con sólo pensar en intentarlo.
De repente sintió que ya no estaba sola. Jacob la estaba mirando, giró la cabeza rápidamente,
su cabello cayó desplegándose en abanico como un negro mantón de flecos durante un momento,
antes de asentarse como un susurro de seda contra su espalda y hombros. Ella movió su cuerpo
también durante el giro, la delgada y flexible figura toda curvas y proporción, la espalda y cintura
arqueada mientras trataba localizarlo. Él sintió el latido de su propio pulso, profundamente abajo,
en el centro de su cuerpo, la respuesta innata con sólo contemplar su movimiento.
Se dio cuenta de que era una imitadora. Que recogía olores dondequiera que fuera y los hacía
parte de ella o conseguía una sincronización con ellos. Mezclado con su propio olor a limpio estaba
el olor a libros y polvo de la biblioteca y el aroma suave de la ceniza de la chimenea que
permanecía siempre ardiendo en el Gran Salón de Noah. Olía seductoramente a hogar y a
sabiduría, a tierra y a familiaridad, y a una inocente sensualidad que era profundamente
tentadora. Era, se percató, la esencia de la naturaleza que llevaba. Ésta era la marca personal de la
Tierra, y para Jacob, un Demon de Tierra, esto era ambrosía. Tiraba de él, atrayéndolo,
susurrándole lo muchísimo que esto lo satisfacía, hasta que cada minúsculo pelo de su cuerpo se
movió con electrizante interés.
Jacob salió de las sombras de una esquina del Gran Salón, su cuerpo largo y enjuto llenaba el
vasto salón con su serena pero abrumadora presencia. Isabella se frotó las manos, nerviosa por la
tela vaquera sobre sus muslos, borrando la humedad repentina que las cubrió ante la simple visión
de él. Su corazón redobló un latido, golpeando contra las costillas como si estuviera frustrado por
estar encarcelado lejos de él. Incluso sabiendo todo lo que sabía, aunque él mismo la hubiera
advertido de que debería tenerle un saludable miedo, su cuerpo prácticamente cantó cuando él
entró al cuarto. Todo lo suyo atraía su interés. Su aura segura y autoritaria era algo palpable, la
ropa oscura que envolvía su cuerpo ajustándolo con atractiva sofisticación e insinuaba sobre el
físico que éstas ocultaban. Llevaba puestos unos pantalones caros, de seda peinada a juego con su
camisa en cuanto a calidad y color. La camisa de etiqueta negra la llevaba de una manera relajada,
los primeros botones desabrochados, las mangas remangadas a medio camino de sus
proporcionados antebrazos, exponiendo el vello oscuro espolvoreado en ellos. Sin reloj o adorno
de ningún tipo, la simple hebilla de plata que abrochaba el delgado cinturón de cuero era el único
indicio de adorno. Se quedó a lo lejos en la estancia, sus piernas separadas, apuntaladas como si
estuviera arraigado en aquel lugar al suelo de mármol, pero aún así ella sintió su energía y su
calor. Era como si estuviera de pie a su espalda, lo bastante cerca como para intercambiar el calor
del cuerpo, con su cabeza inclinándose mientras su aliento le movía el pelo.
Isabella tembló y se lamió los labios secos de repente, inconsciente de que la aguda vista del
cazador se quedaba fija ante la acción.

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—Tengo que hablar con mi hermana —dijo ella después de lo que parecieron años de
silencio—. Sé que Noah envió de vuelta a un Demon de Mente macho a Nueva York para
«inculcarla» con la impresión de que estaría fuera durante varios días y así ella no se preguntaría
porque desaparecí, pero, lo mismo quiero hablar con ella por teléfono.
—Aquí no hay teléfono —contestó.
Entonces se movió hacia ella, sus zancadas devorando terreno como el acecho de un
magnífico jaguar, elegante y premeditado y una ondulante sinfonía de músculos. Hizo que la gran
estancia de repente pareciera muy pequeña. Sus ojos oscuros estaban inquietos durante todo el
recorrido, moviéndose con rapidez y sucintamente, aún con todo este absorto examen permanecía
centrado, avanzado, limitado sólo por el espacio en el cual ella estaba de pie. Cuando se dio cuenta
de que aquellos insondables ojos negros estaban fijos en ella y sólo en ella, cuando pudo sentir los
tormentosos impulsos posesivos detrás de los cuales, estaba luchando por refrenar, su corazón
insistió palpitando con fuerza suficiente como para reventarle el tórax. Prácticamente jadeaba en
busca de aliento cuando la alcanzó.
Jacob se paró delante de ella, haciendo caso omiso de todo significado del espacio personal.
Extendió la mano, vacilando brevemente mientras buscaba sus ojos. Satisfecho con lo que fuera
que vio, elevó los dedos y los deslizó por su mejilla. Ella podía sentir como ambos estaban
vibrando con intensidad. La acarició, dejándose llevar como su propio cabello contra ella,
moldeando su cara con una suave reverencia que hizo que le doliera la garganta en respuesta.
—Te conseguiré un teléfono. Incluso puedes irte a casa si lo prefieres. No quiero que sientas
que esperamos que descuides tu vida.
El sentimiento era en serio, reflexionó Jacob, pero fue seguido rápidamente por la sensación
de que no debería perderla de vista. No podía entender esta codiciosa necesidad que tenía de
mantenerla cerca, sobre todo cuando era tan consciente de lo peligroso que podría ser esto. Estaba
obsesionado con el deseo ardiente de tocarla, aún cuando sólo fuera esta simple caricia que se
estaba permitiendo ahora, el trazado y el aprendizaje de sus encantadores rasgos de duendecillo.
Lo hacía sentirse sublimemente conectado con la Tierra, un alivio singular después de la tensión
opresiva que sufría siempre que se mantenía demasiado lejos de ella.
La observaba constantemente, día y noche, incluso mientras el sol tiraba de él y le exigía su
obediencia en el sueño. Estaba agotado y aún así, aquí estaba otra vez al mediodía, sentado en las
sombras por encima de la biblioteca sólo entonces sus sentidos podían sentirla moverse por debajo
de sus pies y escuchar la suave letanía de su mente mientras ella estudiaba y razonaba la
información que estaba absorbiendo.
—Nosotros te conseguiremos un teléfono, Isabella.
Corrigió Legna, la cual parecía haberse materializado como caída del cielo. Isabella sintió el
instantáneo encrespamiento de Jacob, una sensación de incómodo hormigueo que brincaba
bajando por la nuca mientras absorbía esto de él. Se separó de ella con un lento y decidido paso
hacia atrás, dejándole espacio para respirar, pero de alguna manera su respiración parecía
estrangularse en su pecho ante la separación. Sacudió la cabeza y miró a uno y a otro. El semblante
de Legna estaba tan sereno como siempre, aunque fuera muy obvio que había sido molestada por
el resto del día. Los rasgos de Jacob, sin embargo, eran una tormenta oscura de energía y emoción.
Su frente arrugada, el ceño fruncido y los ojos, marrón-negro irradiaban algo que lindaba con la
hostilidad. El pecho de Isabella hormigueó ante ese sentimiento, sus desazonadoras emociones
estallaban como fuegos artificiales dentro de su cerebro.
—Gracias, pero estoy segura que puedo ingeniármelas sola —insistió, sus sentimientos
desgarrados entre la desazón de haber perturbado el descanso de Legna y que Jacob estaba
claramente desasosegado. Todo lo que quería es que estuvieran tranquilos y siguieran con sus
rutinas normales.

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—Isabella —habló de nuevo Legna con aquella voz suave, irresistible de diplomática, que
como había descubierto Bella era el papel de Legna en la corte de su hermano—. Aunque no
deseamos reprimir tu libertad, Noah ha expresado gran preocupación ante el pensamiento de que
dejes nuestro círculo de protección. Por favor considéralo, conociendo todo lo que sabes ahora, hay
peligros que se te podrían presentar. Hasta que no sepamos la naturaleza de tu significado para
nosotros, y del nuestro para ti, nos sentiríamos mucho más seguros si permaneces aquí o
consientes en estar protegida por un escolta Demon cuando salgas.
—Legna... —La advirtió Jacob, la amenaza de su voz surgió con total autoridad masculina—.
No tenemos ningún derecho a pedirle tal cosa.
—En realidad —dijo claramente Isabella, cortando la réplica de la Demon femenino— no
estaba planeando marcharme. Sólo quería hablar con mi hermana, ponerme en contacto con ella,
decirle hola. Ya sabes, chorradas de esas. Esta es una labor bastante mundana y ciertamente no
merece toda esta preocupación. La verdad —dijo bajando la mirada hacia sus manos cubiertas de
polvo y frotándolas — Vais a pasarlo bastante mal arrancándome de esta biblioteca vuestra. No se
parece a nada que haya visto con anterioridad. Tan compleja, tan... —Miró a Jacob, encontrando
sus ojos aunque tal intensidad la abrumaba—. Vuestra cultura es fascinante. No puedo siquiera
empezar a comprender hasta donde retroceden estos archivos. La dedicación que debe haber
llevado el construir este archivo es incomprensible. No podrían despegarme de ella a pesar de que
lo intentaran.
Isabella apartó los ojos de la profunda, irresistible y penetrante mirada negra con la que él la
observaba tan absorto. Era un enigma para él, y lo sabía. Podía sentir que su reacción ante su
presencia era primordialmente una confusión y una tormenta moral en su interior. Sentía la
urgencia de retirarse nuevamente a la biblioteca, ponerse a una distancia segura de él. No es que le
tuviera miedo, realmente, para ser sinceros, su sorprendente carencia de miedo ante tales
espantosas perspectivas era lo que la perturbaba. No empleaba la discreción en sus pensamientos o
las reacciones impulsivas de su fisiología cuando estaba cerca. Como todas las cosas, la sabiduría
llegaba con la experiencia. No tenía nada que le sirviera de guía sobre la manera en que se sentía
cuando estaba alrededor de Jacob.
—No nos debes tanto de tu tiempo, Bella —dijo Jacob sacándola de sus pensamientos—. De
hecho, somos nosotros quiénes te lo debemos. ¿Por qué haces propio nuestro problema tan
gustosamente?
—Tú mismo lo dijiste —le contestó quedamente, sin darse cuenta de que sus pies la llevaban
hacia él, cerrando el espacio entre ellos por voluntad propia—. De alguna manera soy parte de
todo esto. De alguna manera mi destino se ha unido con el vuestro.
Legna podría igualmente no haber estado allí en ese momento, para lo conscientes que
fueron de ella. La hermana del Rey fue dominada por una sensación de unión, una conexión
eléctrica entre los dos que era evidente así como igualmente ignorante de las fronteras prohibidas
con las estaban jugando. Como empática, Legna era una intermediaria para la tensión sexual y
emocional en la sala. Estaba excitándose con esto y su piel se empañaba con el calor. Éstos eran
sentimientos permisibles, a pesar de que fueran el más embriagador compendio de deseos que
había sentido alguna vez como empática.
Noah le había dejado claro su deber. Debía supervisar al Ejecutor. Ante el más mínimo
indicio de comportamiento descontrolado, debía avisar al Rey con toda celeridad. Pero no sentía
ninguna amenaza, ninguna lujuria desenfrenada alimentada por la luna. Lo había sentido en el
pasado en hombres y mujeres conducidos a afrontar a Noah por la mano de la justicia de Jacob.
Era algo salvaje, feroz. Abriéndose camino más allá del sentido común y del respeto,
desmenuzando hasta el más pequeño sentimiento de consideración o control. En el control estaba
la clave. Las emociones del Ejecutor surgían como una marea salvaje y oscura dentro de él, aunque
todavía tenía el control. Jacob prácticamente vibraba con ello, claramente usando cada recurso que

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poseía para dirigir sus impulsos y deseos. Ella no pensaba llamar a Noah hasta que sintiera la
primera grieta en aquella formidable fortaleza mental. Jacob era una criatura orgullosa. Si ella
pidiera una interferencia sin motivo, le haría daño y le avergonzaría, y no podía soportar la idea de
causarle ese dolor.
—Créeme —le decía Isabella suavemente al Ejecutor, quién le prestaba atención a cada
palabra y movimiento— quiero saber las respuestas a estas preguntas tanto como cualquiera de
vosotros. Puedo sentir... —Vaciló, y Jacob la observó mientras ella cerraba su pequeño puño sobre
el esternón—. Hay algo dentro de mí. No puedo explicarlo, pero no es completamente mío. Quiero
decir, no es familiar para mí. Es como si algún extraño hubiera nacido dentro de mí y esta... esta
nueva vida llegara con una sensación de búsqueda que apabulla incluso a mi voraz curiosidad.
¿No puedes sentirlo?
—Puedo sentirlo —respondió Jacob compasivamente. Sus entrañables ojos negros
recorrieron el pequeño cuerpo de Isabella, demorándose en el camino de regreso hasta su
mirada—. Puedo sentir tu hambre de conocimiento. Burbujea en mi cerebro como agua con gas.
Aunque no te conociera antes de esto, sé que hay nuevos lugares en tu mente que no estaban allí
antes, volviendo a la vida.
Legna sintió que su corazón se paraba conmocionado. Jacob era la Tierra. Sólo un Demon de
Mente podía leer tales pensamientos, sentir tal empatía sutilmente sincronizada. El conocimiento
de Jacob estaba demasiado alejado de lo personal... demasiado íntimo. Era también más de lo que
Legna misma podía sentir. Parecía como si con cada hora que pasaba, le fuera más y más difícil
percibir a Isabella. Ella se estaba volviendo como un lugar en blanco. Jacob no debería tener
ninguna capacidad empática en absoluto, excepto quizás con su presa durante una caza, aunque
estaba claro que el Demon de Tierra sabía más sobre el funcionamiento de la mente de Bella que
ella.
Las pestañas de Jacob descendieron despacio mientras aspiraba profundamente por la nariz,
el leve movimiento de su cabeza y la concentración en su expresión decían que estaba analizando
el sentido que usaba. Esto era semejante a un básico, estado animal, claramente depredador y
agresivo.
—Y las percepciones. —Jacob e Isabella hablaron al tiempo, sus voces entonaron juntos
perfectamente—. Todo es mucho más de lo que era antes.
El recitado agitó a Magdelegna hasta su mismo centro. Nunca había visto nada como esto
antes. Sus sentidos estaban inundados por información emocionalmente cargada, obligándola a
retroceder y preparar sus defensas más arduamente. La respuesta reflejo de Legna a esto fue
llamar a Noah con todas sus capacidades mentales.
Isabella estaba tan asustada por el destello de llamas estallando tan cerca que casi se cayó.
Jacob extendió la mano por instinto para estabilizarla, pero su ancha muñeca fue atrapada en un
férreo agarre antes de que pudiera tocarla. Jacob se sacudió, y sus ojos cortaron a través del alcance
de Noah con desnaturalizada irritación hasta que encontró la penetrante mirada implacable del
Rey.
—No la toques, Jacob.
—Suéltame —ordenó el Ejecutor en voz baja llena de gran cantidad de ultraje y amenaza.
—Sé que no tienes intención de hacerle daño, Ejecutor, pero ambos sabemos que las
intenciones se quedan en nada en el momento en que la tocas. Ella ha resultado ser un peligroso
señuelo. No te tortures más con su proximidad.
Isabella enrojeció ante el comportamiento arbitrario del Rey Demon y sus insultantes
alusiones.
—Eh, ¿Discúlpeme? ¡Me ofende que se me trate como a Mary la Tifoide!

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Noah la ignoró, su completa atención estaba en Jacob. Era evidente que el Rey había sido
levantado de la cama con la brusca noticia, su pelo negro despeinado por el sueño, provocaba
reflejos rojizos que destacaban a la luz del sol. Estaba emparejado con Jacob en cuanto a la altura,
pero estaba claro por los músculos que se acordonaban sobre su ancho cuerpo, que sobrepasaba en
peso y fundamentalmente fuerza física al Ejecutor. Isabella podía verlo muy claramente porque
sólo llevaba puestos un par de pantalones cortos grises hechos de un material de suave algodón
que también era de lo más revelador.
La inesperada percepción le hizo apartar rápidamente los ojos hacia un área neutral, y unas
ardientes manchas rojas aparecieran sobre su cara y pecho. Jacob sintió la reacción centelleando a
través de su piel como el fuego, sintió su vergüenza y el motivo de esta como un chapoteo de ácido
en el cerebro.
Noah oyó el bajo sonido depredador retumbando, alzándose desde Jacob como una rápida
tormenta creciente. El Rey por instinto se preparó, sabiendo que podría estar obligado a tratar con
Jacob en su peor locura de luna. Él cometió el error de pensar que Jacob iba a atacarlo.
Jacob usó su impresionante velocidad para girar por delante del otro macho, rompiendo el
agarre de Noah sobre él, al mismo tiempo que arrebataba rápidamente a Isabella del suelo y la
llevaba a unos tres metros del otro macho. Él la empujó hacia su espalda, colocándose entre ella y
la línea de visión del Rey Demon.
Los puños de Noah se apretaron, su cuerpo se encorvó preparándose cuando dio vuelta para
afrontar a su salvaje amigo. Jacob dio la bienvenida a su claramente visible embestida con otro
gruñido territorial. El corazón de Isabella palpitaba con miedo y consternación. Sabía lo que había
hecho estallar a Jacob. Podía sentirlo irradiando por su psique compartida. Posesión, protección... y
ultraje. Todo esto estaba envuelto con una territorialidad puramente animal. Jacob era de la Tierra,
de la naturaleza y todas sus criaturas. Se dio cuenta entonces de que no había ninguna distinción
entre aquello y él, no importaba lo civilizado e inteligente que se había vuelto. Con una
combinación de moral y de instinto, Jacob vio a Noah como a una afrenta y una amenaza para sus
sentimientos de posesión por ella.
Colmada como estaba, se alejó de Noah, Isabella sólo podía encontrar a una persona a quién
acudir. Miró a Legna, sus ojos violetas completamente abiertos le pedían a la Demon femenino que
hiciera algo, rezando por que la empática entendiera lo que pasaba. Los empañados ojos grises de
Legna, un duplicado tan perfecto de los de su hermano mayor, estaban desviados. Dado que la
estancia estaba tan llena de demasiada volatilidad, había protegido su mente contra la tormenta a
su alrededor. A pesar del momento en que Isabella transmitió su necesidad y su desesperación
emocional, la empática alzó rápidamente la mirada hacia ella.
¿Por qué no puedes sentir a Jacob? ¿Por qué no puedes entender lo que está sucediendo?
Preguntó Isabella desesperadamente. ¿Acaso estaba mal informada sobre el poder de la hermosa
diplomática? Era tan nueva en esto; quizás el concepto que tenía de sus poderes era en su mayor
parte imaginación.
Este pensamiento fue fácilmente desechado cuando una ola de calor irradió de Noah, el
estallido los golpeó como un sofocante viento del desierto. El apretado puño del Rey Demon se
relajó, abriéndose con un parpadeo superficial de dedos, y una bola de fuego hizo erupción en su
palma.
—Legna, ocúpate de la seguridad —le ordenó el Rey Demon con voz áspera y apestando a su
poder amenazante.
Hubo un tremendo estruendo e Isabella sintió el estremecimiento de la tierra bajo sus pies.
Estiró la mano para agarrar la camisa de Jacob, aferrándola para equilibrase aún cuando el brazo
protector de él la mantenía pegada detrás de si para atraerla más cerca.
—¡Noah, espera!

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El grito vino de Legna, quién afrontó el calor intenso que rodeaba a su hostil hermano y
agarró el brazo que él había cargado con municiones llameantes. La primera reacción de Noah fue
absorber de nuevo la bola de fuego para no quemarla.
—Oh, gracias a Dios —articuló Isabella en un bajo y aliviado suspiro. Sepultó la cara en la
espalda de Jacob mientras seguía aferrada a él para apoyarse.
—¡Legna! —Noah castigó a su hermana con un gruñido severo de mal humor.
—Noah, no es lo que tú piensas. ¡Detente! —Tiró con más fuerza cuando él trató de sacársela
de encima. Legna era bien consciente de lo difícil que era retirar a su hermano del enfrentamiento
y la cólera una vez que algo encendía la mecha. Era la esencia del Fuego, y no era culpa de suya.
Ella sintió su justificación, sintió su trastorno turbulento porque se estaba viendo obligado a
enfrentarse a un amigo. Estaba furioso. Furioso con la luna Sagrada, la cual pensaba que estaba
embruteciendo a Jacob, embruteciendo a toda su gente y azotando sus espíritus honorables
hundiéndolos en la vergüenza y en un comportamiento más bajo que bestial— Noah, escúchame
—dijo la empática con voz baja, suave y entonación dulce y musical. Isabella sintió un sobresalto
en Jacob, mínimo, pero detectable. El bajo rugido que había estado bullendo de su garganta se
redujo a un ocasional gruñido de advertencia— Jacob no esta enloquecido por la luna —siguió ella
con aquella aterciopelada suavidad en las palabras que fluían tanto sobre los tensos hombres como
sobre Isabella—. Escúchame, mi querido hermano. Siento lo que él siente. Lo sé. Confía en que lo
sé.
—Jacob nunca me amenazaría si estuviera cuerdo —argumentó el Rey, pero había apartado
finalmente la vista de su objetivo, encontrando la mirada suplicante de su hermana más joven.
—A menos que —contestó ella suavemente— hicieras algo que él sintiera que amenazaba a
Isabella. Noah, debes recordar que hay algo que los une, algo que los atrae el uno al otro.
—Esa maldita luna es la causa —mordió Noah.
—Una amplificación. Es verdad, y lo sabemos. La luna Sagrada amplifica todo lo que
sentimos. En el corazón de Jacob, en el mismo centro de su ser, él es un protector de inocentes. A
menudo inocentes humanos. Es lo que siempre hará antes que nada. Incluso contra ti. También,
este es su mayor temor, que un día tenga que luchar contra ti por un inocente. —Legna alzó la
mano para pasarla cariñosamente por el pelo de su hermano mientras seguía murmurándole
dulcemente—: Combínalo, y la más pequeña ofensa percibida se convierte en algo como pasearse
por el territorio de un Vampiro sin invitación. —La comparación hizo que el Rey de Demon
levantara las cejas al entenderlo. El ardor de la batalla se desvaneció de sus ojos de jade y echó una
rápida mirada menos agresiva en dirección de Jacob.
Magdelegna anduvo alrededor de Noah y se movió osadamente en medio de los dos
poderosos hombres.
—Jacob —dijo, otra vez su voz era como la miel, extendiéndose para calmar a la bestia
desencadenada sin querer dentro de Jacob—. Nadie hará daño a Isabella. Nunca haríamos eso.
Nunca podríamos hacerlo cuando tú eres su protector.
—No podéis mantenerme alejado de ella.
Isabella expulsó una repentina exhalación cuando él habló. Esta era la primera cosa civilizada
que él había hecho en lo que parecía años, aunque su voz fuera áspera y carente de toda cortesía.
—No lo haremos. No a menos, como sabes que estamos obligados a hacerlo, que le vayas a
hacerle daño realmente.
Isabella echó una ojeada alrededor del bíceps tensamente flexionado de Jacob para poder ver
su expresión. Sus rasgos bronceados todavía estaban marcados y oscuros, todavía eran agresivos,
pero había razón penetrando en sus relucientes ojos negros. Sintió su mente y emociones
situándose más profundamente bajo el poder sutil de Legna para persuadir y calmar. De repente

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se dio cuenta de que las hembras Demon en efecto tenían un poder que no debía ser subestimado.
Legna podía ser potencialmente una mujer muy peligrosa.
—Nunca le haré daño. Daría mi vida antes de permitírmelo —sus ojos echaron una mirada
agriamente a Noah—, o que alguien más le haga daño a Bella.
—¿Cuándo le hice daño? —protestó Noah indignado—. Ni siquiera la miré.
—Pero ella te miró.
Isabella jadeó y se agazapó retrocediendo detrás de la espalda de Jacob. Se estremeció con
fuerza cuando su cara floreció con mortificante calor. Sepultó la cara contra su espalda y rezó para
que un repentino pozo negro se abriera bajo ella.
La comprensión alboreó en la cara de Noah como un brillante amanecer. Abrió la boca para
hablar, pero estaba demasiado pasmado para articular palabra. Isabella pudo oír el paso de sus
pies desnudos en la piedra mientras él se acercaba a Jacob. Jacob se vio obligado a dar un paso al
frente para mantener el equilibrio por lo afanosamente que ella intentaba enterrarse en su columna
vertebral.
—Ya veo —dijo Noah por fin—, que después de todo fue culpa mía. Isabella, perdóname,
pero eres el primer humano en toda la vida en ser un invitado a largo plazo en mi casa, y yo no me
paré a pensar en las cortesías habituales.
—Nunca pensé que esto se convirtiera en semejante follón —refunfuñó ella.
—Seré más cuidadoso en el futuro. Espero que puedas perdonarnos a Jacob y mí por
nuestros arrebatos. Nosotros... estamos... Hay un montón de responsabilidad y control que debe
venir con poderes de tal potencial volatilidad con los que los machos de mi gente son creados. Pero
al final, somos seres todavía elementales. Cometí el error de subestimar el verdadero sentido de
custodia que Jacob sintió en lo que a ti concierne.
Noah intercambió una mirada silenciosa e intensa con Jacob que fue más que aquella
disculpa expuesta. Jacob había considerado a Isabella de su propiedad, una hembra bajo su
protección y posesión. Cuando el Rey sin darse cuenta la había avergonzado con su carencia de
ropa apropiada, había hecho que Jacob fuera consciente de que ella lo había estado mirando, a otro
macho poderoso, y esto había sido absolutamente inaceptable para él dado su inestable estado
mental. El Demon de Fuego había confundido la agresión que siguió con un ataque contra Bella,
una tentativa de secuestro desde la reprobadora protección de ellos.
Sin embargo, para ser sincero, Noah no tenía ni idea de como explicar esta peculiar unión
que el Ejecutor parecía tener con la pequeña hembra humana. Toda la situación era muy
desconcertante.
El Ejecutor no se había sobrepuesto todavía a sus impulsos iniciales de llevarse como por arte
de magia a Isabella lejos de la presencia de Noah. Era importante para la relación de ellos que le
diera la oportunidad de recobrar el control de si mismo con dignidad. Él lo conocía
suficientemente bien como para saber como debía estar escociéndole ya como consecuencia de
haber tenido a Elijah fustigándole de vuelta a su posición. Ahora, encima de eso, surgía este
malentendido. Nadie podía ser más duro con el Ejecutor de lo que él era consigo mismo, y Noah
confiaba que esa fuera la parte que recobraría el control.
—Disculpadme mientras me visto —dijo Noah cortésmente. Echó un vistazo a su hermana,
sabiendo que no tendría miedo de estar a solas con ellos. Retirarse era probablemente la mejor cosa
que podía hacer en ese momento, aunque volviera rápidamente. Sabía que Legna entendía que se
esperaba que extrajera suavemente a Isabella del abrazo de Jacob a fin de ayudar a aliviar las
turbulentas emociones que su proximidad intensificaba. Si Noah se atreviera a intentar tal cosa,
probablemente perdería un miembro.

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El Rey se arremolinó en una repentina nube de humo. La nube se movió hacia la escalera y
las habitaciones superiores en el ala norte del castillo.
Legna había elegido ya acercarse.
—Bella —dijo, automáticamente usando el apodo que Jacob le había dado—, ¿cómo te queda
la ropa que te presté?
Bella se movió a un lado de Jacob tanto como la abrazadera de la mano en su cadera y el
brazo a través de su cuerpo lo permitirían para así poder ver a la otra mujer.
—Es muy cómoda —dijo ella—. Debes haber tenido que coser una enorme cantidad de
dobladillo.
—Tonterías —Legna descartó el detalle—. La ropa es fácil de reemplazar y me alegré de
ayudar. —Sus ojos centellearon con cálida risa—. Además, si te dejamos correr por aquí desnuda
habría habido: liana, redoble de pecho, y tal vez hasta algo de marcar el territorio. —Legna arrugó
la nariz y tuvo un pequeño estremecimiento.
—Ya vale con eso, Magdelegna.
Un Jacob absolutamente al 100% llenaba aquella irritada reprimenda. Hizo que el corazón de
Isabella saltara felizmente, el diluvio de alivio la invadió hasta que Jacob rió entre dientes
suavemente. Él exhaló un largo y descomprimido suspiro, cerrando los ojos brevemente mientras
todos los impulsos irracionales se aliviaban con la salida de Noah. Lo que dejó fue una doliente
conciencia y el brillo de la vergüenza cuando recordó su primitivo comportamiento. Miró hacia la
pequeña Bella, su cabeza oscura inclinada de manera que ella podía ver más allá de su brazo para
hablar con Legna. Le preocupaba lo que debía pensar de él a estas alturas. La mente de ella estaba
enfocada únicamente en su alivio y en su diversión con Legna, de tal modo que él no tenía
ninguna pista.
El brazo de Jacob que la tenía atrapada descendió a un lado, pero sus elegantes dedos largos,
se crisparon ligeramente, como si estos quisieran tocar a Isabella a pesar de su dominio sobre ellos.
La mandíbula del Ejecutor se tornó rígida y juró suavemente en su lengua natal antes de volverle
la espalda a Isabella y moverse para poner distancia segura entre ellos. Su mente estaba trabajando
correctamente de nuevo, sabía que Noah volvería tan rápidamente como se había marchado y que
tenía que apartarse de ella por si mismo, por propia decisión, o habría otra confrontación. Aún
cuando esto hubiera sido un malentendido, había sido incapaz de expresar sus sentimientos como
un ser civilizado, inteligente, algo que nunca le había pasado antes.
Esto, se percató, era el malvado humor de la luna Sagrada. Había visto saludables atisbos de
su mitad más bestial durante una batalla intensa o la caza, pero incluso entonces se había
mantenido lógico y astuto, esa que controlaba habilidades tan importantes como las tácticas de
lucha. Nunca había sentido semejante colapso total de cordura y respeto. Apenas sentía algo de
verdadero arrepentimiento por lo que había pasado. Dentro de su psique hormigueaba una
sensación de triunfo, el sentimiento de que había defendido lo que era suyo y deseaba deleitarse en
el logro. Sintió la oleada de respuesta dentro de si y no pudo controlar el sentimiento, no pudo
desterrar su existencia.
Isabella todavía estaba intercambiando una inofensiva conversación con Legna, acercándose
lo bastante de manera que la belleza más alta pudo tender la mano y frotar suavemente el brazo de
Bella. No hubo ninguna acometida de posesividad dentro de él cuando miró a la empática irradiar
rápidamente su creciente afecto a Isabella. Él sabía que esta rápida amistad existía porque Legna
era la única junto a él que había conocido a Bella y que supo al instante de todas y cada una de las
buenas y nobles cualidades dentro de ella. La Demon Mental, comprendió, acabaría por querer
algún día a Bella.

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Igual que se dio cuenta de que nunca sería capaz de desplazarse lo bastante lejos de Isabella.
El pensamiento calentó su consciencia por completo haciendo que su respiración fuera profunda y
rápida. Ella lo seguía por doquier. Su presencia se pegaba a él como una carga estática. Lentamente
pasó los ojos a lo largo de su curvada altura, sus ojos se posaron sobre ella con evidente hambre
reflejada en sus profundidades. No podría haberlo escondido en ninguna circunstancia. Ni
siquiera sabiendo que estaba siendo tan estrechamente supervisado podía disuadir la oleada en su
deseo por ella.
—Jacob… —dijo Legna de repente—. Jacob, no…
Sus ojos se movieron ansiosamente a un punto más allá de su hombro, y él se percató de que
Noah había vuelto a la estancia. No tuvo que mirar hacia atrás para saberlo. Todos sus sentidos
reflejaron la presencia imponente del Rey Demon: su humosa fragancia, el susurro de su, ahora,
cuerpo totalmente vestido, y la autoridad que se arremolinaba en torno a él incluso cuando
estuviera en reposo. Isabella lo miró cuando Legna le habló, el brillo de los ojos purpúreos de ella
en la lámpara de gas fueron como una flecha que atravesó directamente su corazón. ¿Cómo era
posible? ¿Cómo podía una mujer humana hacer que se sintiera como había jurado que jamás
estaría destinado a sentir? Lo agitaba tan profundamente, y todo lo que estaba haciendo, una vez
más, era mirarlo a él.
—¿Legna? —preguntó Noah con cautela.
—Jacob está…
—Jacob —dijo el Ejecutor bruscamente clavando con sus tempestuosos ojos en la Demon
femenina en el sitio y su boca sensual presionada a un severo ceño—, está bien. Se consciente,
joven, de que hay una gran diferencia entre lo que siento y en como actúo. Mi control está más allá
de cualquier cosa que cualquiera de vosotros será capaz alguna vez, así que no pienses que eres tú
quién me mantiene a raya. Ni siquiera de ti.
Isabella no se perdió el detalle de que la referencia por parte de Jacob a la edad de Legna era
algún tipo de insulto intencionado. Las mejillas de la encantadora hembra llamearon con color, sus
manos elegantes se cerraron en puños. Isabella suspiró, puso los ojos en blanco, y colocó las manos
en sus redondas caderas.
—Vale, ya es suficiente. Cada uno de vuelta a su esquina. Cielos. Si yo pensara que podría ser
la responsable de hacer que tres amigos perfectamente inteligentes se tiraran al cuello
mutuamente, nunca habría cruzado ese umbral —dijo señalando una entrada grande al fondo, al
otro lado del Gran Salón para darle énfasis—. O —vaciló, luego miró el lado opuesto de la
estancia, que también tenía una salida—, aquel umbral.
Jacob sintió que una sonrisa se instalaba sobre sus labios y se aclaró la garganta. El sonido
deliberadamente atrajo la atención de ella, y, otra vez con gran determinación, alzó la vista por
encima de su hombro a una de las vidrieras de colores, que tenían una pequeña ventana de bisagra
en la parte de abajo y que permanentemente se dejaba abierta.
—¿Aquel umbral? —preguntó ella, su voz se alzó con sorpresa. Él sintió que su corazón
perdía un latido ante su conmoción y se sintió mal por el ramalazo de risa que intentaba salir.
Tenía la sensación de que si se reía, ella sería mucho más amenazante de lo que había sido Noah.
Legna, sin embargo, no tenía tal control. Ella se rió con una incontenible risita tonta y luego
puso rápidamente una mano sobre su traicionera sonrisa cuando Bella se giró para fulminarla con
una indignada mirada.
—Lo siento muchísimo —dijo ella detrás del amortiguado de su mano—. Esto es culpa de
ellos.
La empática señaló a su hermano y su Ejecutor, y Bella pudo ver que detrás de sus
expresiones a la fuerza estoicas, sus ojos estaban brillantes por la risa a expensas de ella. Isabella

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sonrió abiertamente, volviendo sus ojos para estudiar el patrón de las vetas de mármol en el suelo
mientras ambos comenzaban a reírse.
La tensión de Jacob de horas antes se disolvió al instante con su diversión.
—Continúa, Bella, deja que Legna se quede contigo para llamar a tu hermana —dijo él
después de que hubo recobrado la calma—. Pero no dejes que Legna pase a la luz del día
demasiado tiempo. Ella no es tan fuerte como su hermano y yo. Tengo unas cuantas cosas que
hacer antes de ir a descansar durante el día. —Él miró a Noah durante un largo minuto—. ¿Me
atrevo a decir que tú tienes cosas que hacer aquí también?
Noah fue consciente de que Jacob estaba advirtiéndole de que la idea de él acompañando a
Isabella aquí no era muy bien acogida. El Rey no pretendía hacer otra cosa que volver a su
interrumpido sueño una vez que todo estuviese en orden. Pese al reciente altercado, todavía estaba
desconcertado por la posesividad detrás de la velada amenaza.
La verdad es que la lealtad de Jacob hacia él estaba profundamente inculcada en todo lo que
hacía, pero Noah no se hacía ilusiones para ocultar el hecho de que Jacob había marcado de alguna
manera a esta mujer en la mente como su posesión. Sabía que esto era intrínsecamente una actitud
peligrosa y malsana para Jacob por permitírselo, simplemente porque no tenía ningún derecho de
hacerlo así. Por otra parte, no podía evitar una sensación constante detrás de su cerebro de que este
desafío para ser el defensor de Isabella significaba algo muy importante. Esto era demasiado
curioso, demasiado profundamente arraigado en lo extraordinario como para no significar algo de
importancia. Tendría que reflexionar sobre esto mientras conciliaba el sueño. Noah esperaba que
cuando se despertara tuviera los pensamientos y la perspectiva del asunto más claros. La locura,
los nigromantes, y lo que fuera que le permitía a Isabella Russ que volviera a todos los amigos más
poderosos de Noah y aliados del revés en sus esfuerzos por protegerla, por instinto sabía que
todos éstos estaban relacionados. Todo lo que necesitaba ahora era alguna clase de claridad en
cuanto a por qué.
—Me vuelvo a mi cámara —anunció Noah, más para la tranquilidad de ánimo de Jacob que
otra cosa—. Legna, no vaciles en llamarme si Isabella o tú me necesitáis. —Hizo una pausa durante
dos segundos—Si vuestra seguridad es amenazada de cualquier modo, sugiero que llames
también a Jacob. Él puede ser capaz de alcanzarte mucho más rápido de lo que yo puedo.
Noah era muy consciente de la repentina liberación de tensión del cuerpo de su Ejecutor.
Había querido relajar los instintos protectores de Jacob, y había tenido éxito con increíble
diplomacia. El conocimiento de que no le dejaba al margen pareció relajar al Demon de Tierra
enormemente. Esta vez empleó la más bien aburrida escalera convencional para salir del cuarto.
Jacob decidió que una salida rápida sería el único modo en que podría situarse a una
distancia necesaria entre Isabella y él. Así, sin siquiera una onda, giró en un estallido de
movimiento, convirtiéndose en una nube de polvo que fluyó velozmente hacia arriba y salió por la
elevada estrecha ventana de cristal tintado.
—Eso es sumamente hermoso —suspiró Isabella.
—Supongo que lo es —estuvo de acuerdo Magdelegna con una risa, sonriendo
cariñosamente mientras extendía la mano para frotar el hombro de Bella en un gesto de amistoso
consuelo—. ¿Te consigo un teléfono?
—¿Por qué no hay ningún teléfono por aquí? — pensó y preguntó.
—Bueno, la mejor manera en que puedo explicarlo es que la tecnología como la electricidad y
los teléfonos no siempre armonizan con los Demons. Creemos que es porque estamos muy
arraigados en la naturaleza, hay algo acerca de los objetos tecnológicos hechos por el hombre que
simplemente no funcionan correctamente cuando estamos demasiado cerca de ellos. Se...
«Averían» creo es la expresión. Desarrollan problemas técnicos.

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—Ah —dijo suavemente Isabella.
—A veces, no pasa nada en absoluto. —Legna se encogió de hombros—. Otras veces,
simplemente nuestra proximidad hace cosas que consiguen... estropearlos. Este es uno de los
motivos por los que los Demons no se integran totalmente con los humanos. Sois muy
dependientes de vuestras tecnologías. Muchos de nosotros preferimos vivir aisladamente... en
enclaves rurales como éste.
—En lugares donde los métodos de vida arcaicos no se salen tanto de lo normal —reflexionó
Bella—. Ya veo. —Hizo una pausa durante sólo unos segundos—. ¿Una última pregunta?
—Dudo que esta sea la última. —Rió Legna—. Todas tus preguntas son bienvenidas.
—¿Cómo es que estáis todos despiertos? Pensé que vosotros teníais una poderosa
compulsión para dormir por el día.
—Los Mayores Expertos como Noah y Jacob pueden aplazar esta compulsión del sueño con
esfuerzo y una vida de control del poder. Los Demons más Jóvenes, como yo, somos mucho más
susceptibles. Esta mañana nos ha estado pasando factura a todos nosotros. —Ella le sostuvo las
manos e Isabella notó por primera vez que temblaban—. No nos gusta mostrar debilidad. Jacob y
Noah ocultan bien la suya, aunque Noah puede no estar afectado. Nunca estoy segura, pero su
capacidad para manipular energía... Sospecho que podría permanecer despierto sin parar durante
días si así lo deseara. Él es del Fuego, y pocos de nosotros entienden por completo las capacidades
de los Demons machos de Fuego.
—Lo siento. No tenía intención de agitar a todo el mundo. ¿Por qué no dejamos esto para
más tarde cuándo se vuelva de noche? Unas horas no marcarán ninguna diferencia para Corrine o
para mí.
—¿Estás segura?
—Sip. No tiene ningún sentido que pases por tal esfuerzo por algo que puede esperar sin
problema.
—Yo estaría bien —le aseguró Legna—. Sólo un bostezo por aquí y por allá.
—Aún así. Vuelvo a mis libros. Ven a buscarme cuando despiertes.

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CAPÍTULO 4

Era de día una vez más cuando Jacob flotó bajando por el vestíbulo de Noah hasta que
estuvo en la cámara, en un momento polvo danzando a través de la incandescente luz, al siguiente
parándose ligeramente en sus pies. Miró alrededor de la bien iluminada catacumba, buscando su
presa. Escuchó un susurrante sonido de los montones más cercanos y se movió hacia allí.
Había una suave maldición, un gruñido, y el repentino golpe de algo impactando contra el
suelo. Jacob se volvió justo a tiempo para encontrar a Isabella balanceándose de una de las muchas
estanterías, con sus pies oscilando unos tres metros por encima del suelo mientras buscaba con sus
pies un asidero. En el suelo bajo ella había un tomo que se veía bastante antiguo, él se limpió la
mota de polvo que se había desprendido del objeto cuando lo había oído caer. Lejos a la izquierda
de ella, estaba la escalera que ella aparentemente había estado utilizando.
Con un leve suspiro de exasperación, Jacob alteró la gravedad para él mismo y elevándose
detrás de ella.
—Vas a romperte el cuello.
Isabella no esperaba aquella voz en su oído, teniendo en cuenta sus peculiares circunstancias,
y soltó un pequeño chillido. Una mano perdió el asidero y ella se columpió directamente a la dura
pared de su pecho. Él la recogió contra si, su brazo resbalando hacia sus rodillas de modo que
pudiera sostenerla sin peligro, su calor le infundió un sentido de seguridad y alivio cuando la bajó
al suelo sin esfuerzo. A pesar de si misma, ella apretó la mejilla a su pecho.
—¿Debes acercarse a mí en medio del aire de esa manera? Es muy desconcertante.
Ella había pensado sonar enojada, pero la acusación fue algo suave y jadeante. ¿De todos
modos, cuán enfadada podía hacerle creer que estaba cuando se arrimaba a él como un gatito?
Maldita sea, Demon o no, todavía era un hombre pecaminosamente guapo. Jacob era elegante sin
defecto, sus movimientos y actitud concentraban una eficiencia de acciones que se veían a simple
vista. Estaba vestido otra vez con pantalones negros a la medida, y esta vez con una camisa azul
medianoche con los puños remangados. Ella podía sentir la rica calidad de la seda bajo la mejilla, y
cuando ella aspiró, Jacob olía como la rica y vertiginosa tierra de la cual él reclamaba sus
habilidades.
Además de todo lo externamente atractivo físicamente, Isabella sabía que él era
extremadamente sensible acerca de interactuar con otros. Ella podía sentir su imperioso
hormigueo moral a través de su mente siempre que él estaba cerca. Su corazón, ella sabia, estaba
hecho de un material increíblemente honorable. ¿Cómo podría considerar ella misma tener miedo
de eso? Especialmente cuando él nunca la había herido ni una vez, aunque hubiera bastantes
influencias que lo compelían a ello.
—¿Podría devolverte y permitirte caer a tu muerte? —le preguntó, soltando sus piernas y
permitiendo que su cuerpo resbalara lentamente hacia abajo hasta que sus pies tocaron el piso.
El murmullo de la fricción de sus ropas zumbó a través de la piel de Jacob, y él sintió a sus
sentidos enfocándose en cada matizada sensación que ella le suministraba. La caída de su cabello
de seda aún en su enredado estado actual, el dulce calor de su aliento y cuerpo, la perfección de su
piel de marfil. Él se estiró para limpiar una mancha de polvo de su deliciosa y pequeña nariz. Ella
era una complicación. No había discusión en eso. De la cabeza a los pies estaba cubierta de polvo y
mugre, y olía como un libro viejo, pero esos olores a tierra nunca sería algo poco atractivo para uno

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de su clase. Jacob respiró profundamente cuando el calor que normalmente le inspiraba ella
removió su fría sangre. Era más fuerte con cada momento que pasaba, con cada día progresivo, y
él nunca llegó a ser ignorante de ese hecho. El trató de decirse que eran solamente los efectos de la
luna creciente, pero ese razonamiento no lo satisfació. La consagrada locura no tendría en cuenta la
inesperada compulsión hacia la ternura que él continuaba experimentando siempre que miraba su
cara angelical. Nunca le permitiría disfrutar de estos sencillos aunque significativos indicios de su
conciencia sin forzarlo a perder el control. Cierto, él mantenía su control con un poderoso cinturón
de determinación. Estaba apisonado bajo las oleadas de la deseo y lujuria que lo agarraban tan
fuerte algunas veces que casi paralizaba, pero de algún modo era todavía diferente.
Entonces tuvo que reconocer también la alusión de sus pensamientos como algo
verdaderamente extraordinario. Quizás un humano podría iniciar tal contacto si fuera médium o
psíquico de notable capacidad, pero ella no reclamaba tales talentos especiales. Cada día las
imágenes de su mente se volvían más claras para él. Ella había incluso enviarle conscientemente
impresiones visuales en respuesta a alguna discusión que ellos tenían con Noah, con Elijah, y con
Legna. Él creía eso, si las cosas continuaban progresando de esta manera, él y Bella pronto estarían
entrando en verdaderas discusiones el uno con el otro sin ni siquiera abrir la boca. El no tenía
pruebas para basarse en esta suposición, pero parecía la evolución natural a la creciente
comunicación silenciosa entre ellos.
El había visto a Legna mirarlos con curiosidad en varias ocasiones. Afortunadamente, a causa
de que ella era un Demon de la Mente femenino, no era una telépata completa. Si hubiera sido un
macho habría estado privada a algunos intercambios bastante privados entre él e Isabella. Nada
picante, realmente, pero él encontró que Isabella tenía tal irreverente sentido del humor que no
estaba seguro de que otros lo entendieran como parecía hacerlo él.
Fue la intimidad del intercambio lo que se encontró codiciando. Era la única manera en que
podían estar juntos sin Legna o Noah interviniendo. Ya era bastante malo que el empático
husmeara constantemente sus emociones, asegurándose que él mantuviera en cuidadoso control
su lado más despreciable. Ya que el Rey no era capaz de someterlo al castigo usual que era
impuesto para los que habían cruzado la línea como él había hecho con Isabella, había sido
obligado a ser un poco más creativo. Dejando al sabueso de sangre telepático de Legna
ocupándose del asunto. Eso lo estaba jodiendo de veras. Él sabía que ella siempre estaba allí, e
incendiaba su orgullo como el fuego nuclear.
Además, él no podía mantener su mente lejos de Isabella. Y desde que aún el más pequeño
pensamiento de ella tenía la costumbre de chispear un ataque violento de fantasías que traían una
respuesta física a su cuerpo, lo último que él quería era audiencia.

Había requerido bastante planificación, y el uso de una engañosa mezcla de té de hierbas,


para escapar de la supervisión de Legna de modo que pudiera escabullirse a la cámara. La
empática dormía tan sólidamente como un muerto, y permanecería así hasta esa tarde.
—No habría caído a mi muerte, —discutió Bella, su vena terca pinchándolo— Como máximo,
me habría caído rompiéndome la pierna o provocándome una conmoción o algo. Chico, vosotros
los Demons tenéis esa manera de hacer que todo parezca tan intenso y esencial.
—Somos una personas muy intensas, Bella.
—Háblame sobre ello— Ella salió de su abrazo, poniendo distancia entre ellos con un solo
paso atrás. Jacob se dio perfecta cuenta ante el determinado acto—. He estado leyendo los libros y
rollos de hace setecientos años. Tú solo fuiste un destello en los ojos de tu padre, me imagino.
—Los Demos pueden tener largos períodos de gestación para sus jóvenes, pero no setenta y
ocho años worth.
—Sí. Leí acerca de eso. ¿Es verdad que le lleva trece meses a una hembra llevar y dar a luz?

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—Mínimo —Dijo con tal despido casual que Bella se rió.
—Para ti es fácil decirlo. Tú no tienes que llevar al niño dentro de ti todo ese tiempo.
Vosotros al igual que vuestra contraparte humana, tenéis la parte divertida en todo eso. —Ella
chasqueó los dedos delante de su cara.
Sus ojos oscuros se entrecerraron y se extendió para encerrar su mano en la de él, tirando de
su muñeca hacia el lento y determinado barrido de sus labios sin perder el sensual contacto visual
que estaba lleno de demasiadas promesas. Isabella recobró el aliento con una insidiosa sensación
de cálido hormigueo y una punzante necesidad subiéndole por el brazo.
—Yo te prometo, Bella, que la parte de un Demon macho en un apareamiento nunca es nada
parecido a esto— El imitó su jadeo, haciéndole saltar en el tiempo y activando el latido de su
corazón.
—Bien, —carraspeó ella— supongo que tendré que aceptar tu palabra en eso —Jacob no
respondió en acuerdo, y eso aumentó aún más su desconcierto. Instintivamente, ella cambió de
rumbo— Así, que, ¿Qué te llevó a bajar a la polvorienta atmósfera de la Gran biblioteca Demon? —
preguntó ella, sabiendo que sonaba igual que un brillante caricatura.
—Tú.
Oh, cómo esa palabra tan singular estaba cargada de significado, intención, y con la
tremendamente patente honradez. Isabella se vio obligada a recordarse a sí misma todo el tabú
acerca del apareamiento Demon- Humano cuando la respuesta prohibida de calor continuó
retorciéndose bajo su piel, creciendo de manera exponencial en intensidad cada momento que él
rondaba cerca. Ella trató de imaginarse todas clases de cosas espantosas que podrían suceder si ella
no dejaba jugárselo como quería ella. Cómo lo haría, no sabia, pero siempre supo que era jugárselo
—¿Por qué querías verme? preguntó, separándose de él y doblándose para recuperar el libro
que ella había dejado caer. Era enorme y pesado y ella gruñó suavemente bajo el peso de ello. Este
aterrizó con un golpe y otro soplo que quitó el polvo sobre la mesa de la que ella había hecho su
propio estudio privado.
—Porque no puedo parecer ayudarme, pequeña encantadora Bella.
La espesa voz sedosa resbaló por su cuello y espina dorsal, haciéndola temblar. Ella se
enderezó y se echó atrás el polvoriento pelo, negándose a hacer contacto visual con él.
—Okay, umm... Demon más humano igual a... grandes cosas malas, ¿recuerdas? ¿Luna llena?
¿Octubre? ¿Algo de eso te suena?
—¿Crees que no lo sé? La pregunta fue baja, sonando peligrosa— ¿Te parezco fuera de
control, Bella? ¿Crees realmente, si quiera por un momento, que yo te lastimaría?
—No, no lo creo. —Ella finalmente encontró su mirada penetrante. ¿Pero tú no eres
exactamente tu ayer, ¿Lo eres ahora? ¿Y la primera noche que nos encontramos? ¿No dijiste tú
mismo que esto podía golpearos a cualquiera de vosotros en cualquier momento? Nadie es
inmune. —Bella se movió para encararlo, sus brazos cruzando su vientre de cadera a cadera. ¿Te
olvidas que he visto lo peor de la lujuria de un Demon? A veces cierro los ojos y veo a Saul
abalanzándose sobre mí. Eso me aterra, Jacob. No lo quería, pero pasó.
Los dedos de Jacob se curvaron sobre si mismos, formando apretados puños que era la señal
de su trastorno. Ella presentía que lo molestaba saber lo mucho que ella lo temía, que estaba
comparando las posibilidades entre ellos con su encuentro con un pervertido monstruo. Sin
embargo, era la verdad de sus sentimientos, o de alguno de ellos, y él necesitaba saberlo. Ella pudo
haber sido introducida en su mundo por Destiny o cualquiera, pero eso no quería decir que ella
fuera a desatender su seguridad personal. Ni tampoco que pusiera a ninguno de sus amigos en
peligro. Ella ya se estaba preocupando ahora por Legna, la pureza del alma de la empática tan
bella e inocente que no podría ayudar a la afición creciente en ella. Después de la demostración de

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ayer en la mañana del poder de Noah, ella se negaba a pensar siquiera en poner a Jacob en una
confrontación con él. Ella también tenía el claro presentimiento de que el Demon Ejecutor, que
Noah tenía los derechos exclusivos de tal exaltada posición en la estima de Jacob.
Lo que molestaba a Bella es que ella perturbara tanto a Jacob. Era como una broma
increíblemente molesta, revolviéndole y sin tener la menos intención de llevarla hasta el final. No
importaba cuanto trataba de no hacerlo, solo importaba lo que se hiciera.

—Quizás debería irme, —dijo ella débilmente, girando para barajar papeles en inocuas
posiciones sobre su escritorio— Quizás otra persona deba hacer esta investigación. Noah tiene más
experiencia en esto que yo. Puedo leer los textos ingleses, incluso los latinos, pero no puedo leer
los trabajos que estén en el idioma en que quiera que estén estos. Vosotros tenéis Demons eruditos,
y yo sólo soy una humana…
—No. Nosotros te necesitamos. —Su tono era tan firme como una roca.
—Si tú lo dices. Todo lo que sé es que soy una distracción para ti, Jacob. Una que no
necesitas en este momento, por lo que he leído.
—No te irás —Era una orden, profunda y fuerte, llena de su frustración. Entonces él pareció
darse cuenta de lo que decía y suspiró, empujando la mano por su largo cabello suelto de manera
agitada— Si te fueras de mí reino... de la protección de mi gente, entonces verías el significado de
la palabra distracción —le prometió él.
—Ahí estamos otra vez. ¿Es todo tan extremo para tu gente?
—Sí —Su mano fue a encuadrar su cara, girándola para mirarla completamente a los ojos, las
puntas de los dedos moviéndose suave, masajeando tentativamente el lugar delante de su oreja
donde comenzaba el límite del cabello— Te diré esto, Isabella. En mi muy larga vida, he estado
resuelto en mi devoción para un gran montón de cosas para un montón de otras personas. Pero
tú... tú eres la primera cosa por la que me veo obligado a ser devoto por mi y nadie más. No
pienses que es la Luna Consagrada la que me hace hablar de esta forma. Te aseguro, que es algo
mucho más profundo que eso, algo mucho más convincente que tal inconstancia astrológica.
—Jacob... —Isabella estaba jadeante. ¿Por qué no podía decirle un hombre normal esas cosas?
Finalmente alguien romántico, fascinante, e inteligente viene, y resulta que no es de su misma
especie. Vaya suerte
Jacob sonrió, con una ancha mueca dentuda.
—Yo soy un hombre normal —insistió él.
—¡Hey! ¡Deja de hacer eso! —Ella se cubrió la cabeza con ambas manos— No me leas la
mente. Eso no es justo.
—¿Justo? ¿Qué tiene que ver esto con la justicia? No sé por qué soy capaz de sentir tus
pensamientos, pero ya que tengo la capacidad, es práctico utilizarlo.
—¡Bien, no es ético! —Las manos presionando sobre sus caderas, haciéndolo sonreír—A
veces cosas muy privadas atraviesan mi cabeza, y tú no tienes inconveniente en fisgonear allí.
Simplemente porque puedas hacer algo no significa que debas.
—Eso lo entiendo. Sin embargo, eres tú quién mantiene esas imágenes en mí cuando estamos
en público. Algunos de ellos bastantes irrespetuosas de mi Rey y Elijah, quizás se lo indique. —Sus
ojos brillaban con centelleante diversión cuando ella alzó el mentón con terquedad.
—Me los dieron, no los tomé. ¿Te quito yo cosas de la cabeza sin tu permiso?
—Desearía que lo hicieras —dijo él suavemente, la insinuación de la sencilla declaración
envió un temblor por su nuca.

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—Bien —ella se aclaró la garganta—Te daré las gracias por mantenerte fuera de mi cabeza. Y
ya que lo mencionaste, tú eres tan normal como un huracán.
—Sí, pero incluso hubo un tiempo en que los huracanes fueron considerados normales.
Jacob rió cuando ella liberó un pequeño gruñido frustrado, el sonido lo golpeaba con más
atractivo que irritable o peligroso, como quizás habría deseado que fuera. Él se estiró para
acariciarle la garganta antes de que pudiera contener el impulso, sintiéndola vibrar con el sonido
para todo un segundo antes de que su caricia la sobresaltara y la hiciera jadear. Él la sintió tragar,
sintió su respiración. Tan vívidos reflejos vitales. Él podría sentir su pulso. Sentir como se
aceleraba. Apenas había empezado a correr precipitadamente su sangre que ya estaba otra vez
lleno de su esencia. Esto lo intoxicaba, igual que demasiados caramelos, haciendo que su mundo se
inclinara solamente un poco de su eje. Esa parte primitiva de él se revolvía, levantando la cabeza
para salir de ese controlado sueño.
Isabella vio el oscuro fuego prendiendo en sus ojos chocolate oscuro. Ella contuvo el aliento,
encantada momentáneamente cuando el hambre lamida con vehemencia por sus iris, volviéndolos
completamente negros. Aquellos ojos brillantes pasaban rozando sobre ella, devorándola sin
necesidad de contacto. Ella era sumamente consciente de su poder, su fuerza, y todas las cosas que
podría girar y doblar a su voluntad si se concentraba con bastante fuerza. A ella no se le escapó
que se estaba convirtiendo rápidamente en una de aquellas cosas. Siempre que él estuviera cerca,
ella se inclinaría inevitablemente hacia él como una flor buscando el sol.
—Como raíces buscando nutrientes desde el suelo —corrigió él, arrancando su símil mental
de ella y convirtiéndolo en uno que lo satisficiera más a él y a su naturaleza— Pero quizás eso me
describiría mejor a mí, pequeña flor —Su voz era tan caliente como la tierra horneada por el sol. —
Siempre que te veo, me vence el impulso de estar arraigado en ti, estar enterrado tan
profundamente que tu cuerpo pueda alimentarme.
Las imágenes parecían un relámpago atravesándola. Esto dejó a Isabella jadeando
cuidadosamente por aliento y trajo astillas de mercurio fundido por sus venas. Su cabeza estaba
doblaba hacia atrás, inclinando su cara hacia arriba para encontrarse con la leve bajada de su
cabeza. Sus ojos apuntaban la separada elevación de su boca.
Ella se balanceó acercándose a él, su cuerpo tan en sintonía con el suyo que, si movía un
hombro hacia delante, ella emparejaría el movimiento. Ella lo hizo de tal modo que, de haber
entrado en contacto, ella encajaría perfectamente en la línea de su cuerpo. El hambre arañaba a
través de Jacob despiadadamente, sus fosas nasales ardían cuando se llenaron de esa exótica
esencia que era 100% Bella.
Esta vez, la boca de Jacob fue infinitamente tierna cuando se posó contra la suya. Tanto así
que si no fuera por el brillo de calor que enrojecía sus labios, ella no hubiera sentido ningún
contacto. Él se presionó sobre ella incrementándolo, riendo contra su boca cuando ella hizo un
pequeño sonido de frustración en su insultante avance. Él la dejó decidir cuando estuviese lista,
sosteniéndola todavía pero con gentileza, rozando la respiración de sus labios contra los de ella.
Extendió las manos y la cerró con inconsciente deseo en su camiseta. Ella trataba de acercarlo, pero
él no le obedecería.
Ven a mí, pequeña flor, si me quieres. Ven a mí.
La sangre de Isabella rugía en sus oídos tan fuerte que ella casi no oyó el suave llamando la
voz en su mente. De una u otra manera, ella había decidido que le seguiría el juego. Ella se puso
de puntillas, empujando su cuerpo contra el suyo, su boca capturando la suya con gula. Él la abrió
al instante para el barrido agresivo de su lengua, gimiendo bajo en su alma cuando ella
revoloteaba igual que una mariposa suave y sensual dentro de su boca.

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Sus manos se bañaron en su sedoso, capturando su delicada cabeza, tirando de ella
profundamente dentro de él. Cuando la agresión encendió las manos, el cuerpo de Isabella se
inclinó hacia atrás, curvándose, pegándose a él y absorbiendo el duro calor que él emitía en olas
grandes, aturdidoras. Las manos de Jacob se flexionaron cuando ella se apretó pegándose a él. Su
lengua barría sobre la suya con obvia hambre. Su respiración se precipitó tan vehemente a través
de su boca y mejilla que ella se sintió chamuscada por ello. Isabella devolvió la intensidad
deslizando sus manos por encima del dorso de su cuello y entrando en las profundidades de su
espeso pelo, sosteniéndolo tan fuerte al beso como él la sostenía a ella.
Jacob sintió la ligera agudeza de sus uñas cuando viajaron por encima de la sensible longitud
de su cuello, y la respuesta que saltó por su cuerpo era imponente tanto en calor como en
primitiva. Ellos desplegaron dentro de él, flexionando cada músculo en anticipación hasta que
Isabella se encontrara a si misma adherida a un hombre hecho de granito. Los contrastes de los
suaves trabajos de su boca maravillosamente seductora eran asombrosos. Por supuesto a ella no le
importaba que su boca fuera la única parte relajada de su cuerpo. Es decir, si podía llamar a su
agresiva hambre mientras devoraba su dulce sabor, una exhibición de relajación. Ella le dejó
aplastarla contra su cuerpo de dura piedra, y ella se sometió de buen grado bajo su intensidad
mientras la besaba.
Su boca era caliente y lujuriosa, como una selva brasileña, e igualmente llena de sorpresas
maravillosas. Ella besaba con experta y malvada habilidad, mejorando cada segundo. De algún
modo ella siempre sabía justamente como emparejarlo, como atormentarlo al límite hasta que él
gimiera contra sus labios. La misma Bella jadeaba en su boca, sus dedos se agarraban a su pelo con
urgencia y exigencia. Su menudo y lujurioso cuerpo se retorcía contra él como una serpiente de
desierto que metiéndose en un apretado hueco de rocas.
Una violenta y urgente demanda arañó a través de él; esta se movía con agudos de hielo
contra la combustión de su cuerpo, solo para asegurarse que él lo sentiría tanto como fuese posible,
asegurando toda su atención.
Jacob de repente se desprendió, tirando hacia atrás de Isabella por el pelo como si él pudiera
distanciarla. Ella se balanceó en su agarre, suspendido entre sus deseos mientras la guerra rabiaba
en sus ojos obsidiana. Sus dedos agarraban su cuero cabelludo en un desesperado masaje de
conflicto de necesidades. Él temblaba, y ella podía sentirlo. Tan fuerte, tan poderoso, todavía
temblando como si las placas de la Tierra se frotaran una contra otra.
La discordia duró un par de latidos completos del corazón, y entonces la naturaleza salvaje
asumió el mando. Isabella gritó como sus brazos la rodearon igual que cintas de acero y la tiraron
de ella despiadadamente contra su cuerpo duro como una piedra. Su boca volvió a la suya,
devorándola profundamente, probándola como si ella fuese la delicia favorita de un glotón. Su
despertar era una cosa sabrosa, y ella lo saboreó contra su lengua, el bouquet de ello era tan
embriagador como el vino fuerte. Él sabía a todas las especias de la Tierra combinadas en un sabor
embriagador que cantaba como música sensual por sus sentidos. Isabella sintió sus fuertes dedos
moldeando la curva de su espalda, deslizándose despacio sobre cada contorno, dirigiéndose hacia
el arco de su cintura, la llama de sus caderas.
Ella se retiró ligeramente para tomar aliento, sus labios brillaban con la miel de sus bocas.
Jacob no podía soportar la vista o la separación. Se parecía demasiado a la negación, y él no estaba
por ello. Ella se estiró para capturarla, su beso castigando en poder y dominación, una reprimenda
en la pasión por privarlo de ella cuando ella sabía que él no podía soportarlo.
Jacob gimió, el sonido hirviendo desde las regiones más profundas de su cuerpo. Él estaba
siendo estrangulado por la restricción de su ropa, más así por la prensa de su cuerpo y sus manos
cuando comenzaron a moverse sobre él con repentina libertad. Él ahuecó su dulce y redondeado
culo en ambas manos y ella saltó con impaciencia mientras le levantaba los pies del suelo. Ella era
tan ligera, tan diminuta, como un preciosa y delicada hada volando sobre su altísimo cuerpo.

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Pero el duendecillo mordía, como recordó pronto. Ella enlazó una rodilla en su cadera y
pellizcó juguetonamente su labio inferior en distracción. Él no se esperaba que su otra pierna
serpenteara tan rápidamente alrededor de él de modo que se encontró repentinamente atrapado en
la erótica rosca de sus piernas. Su torso se elevaba alzándose en su abrazo, sus bocas separándose
cuando ella le agarró la nuca tirando de él hacia la plenitud de sus pechos.
Esta era otra esencia, diferente e igual al mismo tiempo. Pura, pensó él con vehemencia,
como el agudo sabor del almizcle impregnando su piel. Ella se estremeció violentamente en su
asimiento. Sintió los recuerdos de su primer encuentro revoloteando en su mente, sintió su anhelo
por repetir los que sentía al tener sus caricias sobre sus pechos. Su impaciente deseo lo inundó, y
en segundos él ya le había quitado la camiseta por la cabeza, arrojándola a un lado
descuidadamente.
Ella lo observó cuando él centró en sus desnudos pechos, su mirada la traspasaba, su mano
se deslizaba lentamente sobre uno, viajando después al otro. Su toque era ligero como una pluma y
enfurecedor. Esta curiosa exploración no era nada parecido a la demanda que reclamaba en ella y
que lo había motivado la última vez, nada parecido a las más agresivas necesidades que ella podía
sentir irradiando de él ahora con cada fibra de su ser. Ella no era ignorante del peligro en el que se
hallaba. No podía serlo más. Ella podía sentirlo cuando él se insinuaba a si mismo alrededor de
todos sus pensamientos y emociones, y ella alrededor de los suyos. El uno dentro del otro. La
actual conexión de sus cuerpos físicos sería necesaria para perfeccionarlos. Ese conocimiento dejó
un hueco dentro de ella, como si estuviese vacía e incompleta porque él ya no estaba dentro de
ella.
El toque de Jacob se limitó a una simple yema del dedo que esquiaba bajando la cuesta de su
pecho izquierdo hasta ser solo una solitaria uña arañando su rígido pezón. Isabella se sobresaltó
bruscamente, no estaba preparada para la lanza de calor que enviaba la simple caricia enviaba a
través de ella. Su boca capturó su pezón al segundo siguiente, conduciéndolo profundamente al
caliente hogar de su mojada y juguetona lengua. Él la succionó y ella gimió fuerte, meneándose
con frustración y placer en el hueco de un único brazo. Una punzada de calor rezumaba bajando
de su centro tan caliente y mojado que ardía en los confines de su cuerpo. Ella estaba inundada con
la humedad, el llamado cálido néctar que se reunía en la unión de sus muslos.
Jacob la liberó de su boca, su cuerpo sensible repentinamente en peligro por la necesidad que
rugía a través de él mientras su fragancia barría sus extraordinarios sentidos. Él la atrajo contra él,
su cara hurgando bajo su pelo donde su cuello se unía al hombro. Sus dientes se cerraron en ella
sin ninguna advertencia. Él no podía hacer nada. Ella era su compañera, y tenía que hacer esto
para que lo supiera ella y todos aquellos que pensaran acercarse a ella.
Isabella jadeó en voz alta cuando sus dientes perforaron su piel, con bastante fuerza como
para marcarla, pero deteniéndose antes de causarle un realmente doloroso daño. Su mano se
envolvió alrededor de su garganta, sosteniéndola todavía cuando un gruñido bestial de posesión
salió de él. Sus pensamientos, oscuros y primitivos, barrían con ferocidad a través de ella.
Soy Jacob el Exterminador, un Demon de la dominante Tierra. Soy cada hoja de hierba, cada canción
de vida que es cantada en el planeta. Soy lo que he sido desde el comienzo de los tiempos, tanto conocido como
desconocido. Soy cada depredador, e igual a ellos, lo hago para que se sepa que esta hembra es mía dejando mi
marca sobre ella. Mi esencia fluirá en la suya, tal como la suya ya es una parte de la mí. Ella olerá a mi
cuerpo, a esencia, y eso también la marcará como mía.
Satisfecho por este conocimiento, Jacob la liberó, su lengua lamió la herida que le había hecho
antes de continuar por la línea de su garganta con hambre voraz por el sabor de su piel y el aroma
de su cuerpo. De tiempo en tiempo su lengua marcaba el camino y sus dientes raspaban su
sensible cuello. Cada vez que eso sucedía, su pequeño cuerpo se tensaba y burbujeaba expectante
por toda su piel.

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Entonces sus manos la elevaron hasta su boca hambrienta cuando encontró el hueco de su
garganta, su clavícula, y la línea de su esternón. Él se separó para perseguir una gota de sudor que
resbalaba bajando el valle entre sus pechos, cogiéndola con la punta de la lengua. Él arrastró aquel
aterciopelado instrumento a través de su piel hasta que hizo entrar un pezón en su boca.
Isabella ya estaba medio atontada con el despertar cuando Jacob cambió su sujeción y
equilibrio. Todavía cerrada alrededor de su cintura, ella lo sintió presionar su espalda contra una
superficie desigual. Ella se dio cuenta que se estaban apoyando contra las espinas de las filas de
libros apilados sobre la estantería que había detrás de ella. Entonces sus manos estaban en el cierre
de sus vaqueros, y toda su atención cambió de golpe.
Instintivamente, sus manos volaron para cubrirle, pero su boca devoraba la suya en ese
preciso segundo, dejándola débil de la cabeza a los pies, besándola despiadadamente hasta que
sus manos cayeron inertes. Todo que ella podía hacer era buscar a tientas para sostenerse en sus
hombros, respondiendo atontada a la pasión que la hacía arder por besarle con cada onza de su
voluntad y fuerza.
Ella sintió su mano deslizarse hacia abajo otra vez sobre su botón, pero esta vez él estaba
incluso más cerca de su piel, había resbalado sus dedos pasando el aflojado cierre de sus
pantalones. El material se deslizó hacia abajo, bajando todavía más. La tela dejaba su piel tan
sensible como para gritar cuando esta se deslizó bajando por sus muslos. Sus piernas quedaron
flojas cuando él apoyó todo su peso en una sola mano, sacándole los vaqueros sin esfuerzo y luego
impulsando sus piernas hacia atrás para abrazarle la cintura, sin darse cuenta en su prisa y pasión
que sus uñas habían dejado brillantes y salvajes líneas rojas a lo largo de la parte superior de su
muslo. Todo el rato, su boca nunca se separó de la suya, y ella estaba concentrada más allá de la
preocupación.
Jacob se vio de repente libre para tocarla por todas partes que él quisiera, el encaje de sus
bragas era la única barrera que permanecía entre él y su habilidad para experimentar su piel. Él
extendió los dedos sobre los estremecidos músculos de su vientre.
—Eres tan suave —gimió él, rompiendo el contacto con su boca y enterrando su cara otra vez
en el lado de su cuello— Tu esencia, Bella. Me intoxica.

Su voz era tosca, incluso a sus propios oídos. Abrió la boca a un lado del cuello, mientras la
lengua caliente recorría la delicada longitud, descendiendo en la hondonada por debajo de su
lóbulo. Su cálido aliento meció su cabello, acariciando la piel, enfriando rápidamente el dorso
sensible del cuello pese a la acalorada temperatura.
La mano de Jacob resbaló hacia abajo por su vientre, e Isabella se llenó con sensaciones que
parecían venir de todas partes al mismo tiempo. Nunca habían sido tan intensas, tan
atormentadas. En aquel momento, las yemas de los dedos bajaron más allá del borde de sus
bragas, resbalando suavemente entre los rizos escondidos tras el encaje.
Su reacción fue como la yesca que de pronto captura una llama. Hizo un sonido salvaje, y
lloroso, sus manos buscaron algo a lo que sostenerse. Sus dedos se enroscaron firmemente
alrededor de la espina y encajando perfectamente entre las páginas. Su cuerpo entero se apretó
violentamente, sus manos tiraron los libros de los estantes. Resbalaron hasta el suelo, golpes que
marcaron el resbalón del primer dedo, y seguido de otro, dentro de la húmeda y sedosa carne.
Isabella sintió un terror inesperado y salvaje. Nadie la había tocado nunca de esa manera. De
hecho, en la vida nadie le había hecho ni la mitad de las cosas que Jacob le estaba haciendo. En
lugar de respirar, jadeó histéricamente y miró hacia abajo para contemplar sus cuerpos abrazados,
dándose cuenta que nunca había experimentado esas reacciones lascivas.

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—¡Jacob! —lloró, con las manos arañándole frenéticamente los hombros mientras el miedo
aumentaba, limitando su capacidad para respirar.
—Shh, pequeña flor, no te heriré —el tono consolador de su voz tranquilizadora, empañaba
ligeramente el borde afilado del miedo—. Sólo siente, Bella. Siente lo que mi toque puede producir
en ti.
Su voz era hipnótica y seductora, como si tuviera el poder de Legna para dominar la
voluntad de otros... Sabía sin ninguna duda que decía la verdad. Si se relajaba, se lo enseñaría
todo, cada cosa que había soñado, e incluso otras que nunca había imaginado. Dudó un instante,
antes de ser seducida por la tentación. Jacob dirigió uno de sus largos dedos, introduciéndolo en la
vaina de su cuerpo.
Bella jadeó, un sonido inconstante que resonó ruidosamente en la enorme biblioteca. Jacob
gimió una acalorada maldición en su idioma, era claramente un cumplido intenso y expresivo. Se
rió de él entrecortadamente, sin saber por qué. Probablemente, debido al incremento de las
sensaciones combinadas con la frustración que el íntimo toque le estaba produciendo.
Jacob sentía sus convulsiones, maravillado de cuán apretada la notaba alrededor de su dedo,
muy adentro temblaba con espasmos pequeños, deliciosos y ávidos. Podía darle placer,
simplemente así, volverla completamente loca con sensaciones y pasión hasta que no tuviera
ninguna elección excepto explotar para él. ¿Dulce destino, quién habría pensado que ella sería tan
sensible? Ninguna mujer se había excitado tan ardientemente bajo su toque. Ni ninguna había
podido encenderlo como su pequeña Bella lo estaba haciendo. Ella tenía ambas piernas envueltas a
su alrededor, una bestia disfrazada que no podría permanecer más tiempo oculta, nadie le había
tocado tan profundamente antes. Apretó el dedo pulgar contra la hinchada carne femenina que
sabía la llenaría de sensaciones, frotándola con lentos círculos, ejerciendo su toque con destreza
para convertirlo en una burlona caricia de lo que pronto estaría haciendo a su cuerpo. Gimió,
retorciéndose contra él, sus reacciones lo encendían de manera ardiente, volviéndolo tan duro que
pensó que explotaría por la erótica presión. Quiso rasgar libremente los confines de la ropa, para
resbalar la pulsante y dolorosa dureza de su sexo maltratado contra ella... jugando en esa ceñida
entrada un momento antes de hundirse profundamente en la tensa y melosa prisión, deseaba
capturarlo y retenerlo para siempre. Empujó su insistente dedo un poco más en el cuerpo,
prologándolo un instante, queriendo estar completamente seguro de que ella estaba lista para él...
Resistencia.
Jacob fue muy, muy suave. Algo sumamente importante estaba ahondando más allá del
límite de su conciencia, pero estaba consumido por su necesidad de ella, los instintos creados en el
origen de la Tierra lo encadenaron a su curso. Estalló en un sudor terrible cuando ella se retorció
despreocupadamente contra su frustrante y súbito toque. Tan húmeda, y caliente... y tan apretada.
Libre.
La realidad golpeó a Jacob como si fuera agua helada.
De repente, la verdad llegó, arrasándolo todo. Cada cosa. Todo. Cerró los ojos, gimiendo ante
la agonía de su cuerpo que se rebelaría contra sus impulsos de seguir el sentido de justa moral. La
bestia en él argumentaba que ya había ido demasiado lejos, que había roto todos los lazos con el
honor en el instante en que había decidido ir a verla. Lo que era más, Isabella estaba protestando
contra el toque cruel que había contactado pero no consumado la promesa de placeres, dándose
cuenta de que ella no lo había comprendido realmente. ¿Cómo había pasado por alto la importante
verdad todo este tiempo que había viajado como una sombra por su mente?
Jacob comprendió que no lo había pasado por alto. Simplemente había escogido ignorar las
pistas a un nivel subconsciente porque habría interferido, como estaba haciendo ahora, con sus
deseos egoístas. Así que en ese instante, se encontraba en una posición que lo dividió en dos
direcciones contradictorias. Si no la dejaba de inmediato, la dañaría gravemente, quizás más allá

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de toda reparación. Todo el peligro de su oscura naturaleza tomaría el control. Pero por otro lado,
dejándola, estaría haciéndole daño en otro sentido. Jacob maldijo a todo, no podía abandonarla
estando tan atormentada, tan cerca del placer, sabiendo el dolor que le causaría la interrupción.
Jacob hizo una elección, retirando los dedos fuera de su cuerpo, encogiéndose ante agonía de
su confusa respuesta. Mejor esto que la alternativa. Habían estado demasiado cerca.
Isabella sentía las lágrimas empañando sus ojos, su cara se apartó de la de él cuando resbaló
gentilmente hasta sus pies. Esto sólo sirvió para desear destrozarlo. Sus manos se abrieron y
cerraron en el frente de la camisa cuando reprimió el impetuoso impulso de ponerse a llorar
ruidosamente.
—¿Por qué? —gimió en lugar de ello—. ¿Por qué?
La afligida pregunta produjo tal sensación de traición que atravesó el diafragma de Jacob.
Había ido, sabiendo que no debía. Había sido incapaz de resistir la tentación, había mentido a
ambos al decir que estaba al mando, y casi le había robado todo lo precioso e inocente que poseía.
Pero su condición de candidez no era siquiera el problema. Se había sentido víctima una vez más
de su involuntaria seducción, descuidando las leyes que ante todos los demás, había jurado
respetar.
—Bella —gimió, la humedad de salvaje frustración llenaba sus ojos oscuros.
La rabia se arremolinó en su interior. Esto era todo lo que podía hacer por hablar.
—Perdóname. Te lo ruego. Perdóname.
Entonces escapó de allí, moviéndose rápidamente por el aire, desintegrándose en un
diabólico polvo que huyó del cuarto tan rápido como un parpadeo. La habitación tembló con su
salida, el suelo se estremeció y los estantes se balancearon ligeramente como si un estridente
rugido lo sacudiera. Las luces de gas que colgaban del techo se tambalearon.
Isabella se desplomó de rodillas, repentinamente demasiado débil para estar de pie,
demasiado aturdida para llorar. Con los dedos entumecidos, se arregló. Permaneció medio ciega
de angustia durante un tiempo hasta que el cuarto se calmó. Totalmente vestida una vez más,
intentó pretender que cada nervio de su cuerpo no estaba deseando, poder volar por el cielo
nocturno para perseguir al Demon que la había dejado tan necesitada.
No podía apelar por sus sentimientos. Tenía una horrible sensación de carencia y pérdida,
una emoción que sólo podía describirse como dolor. No lo entendía, y no había nadie con quién
pudiera hablar para ayudarla. Lógicamente, sabía por qué se había detenido, por qué se había
marchado sin dar ninguna explicación. Era obvio. Era humana y demasiado frágil para hacer el
amor con él. La consideraba un ser menor, una inteligente mascota, y un recurso tabú para la
pasión.
Alcanzó a frotar la profunda y dolorosa marca que le había hecho en el hombro. Ésta no
había sido irreflexiva. Lo había hecho a propósito. Había conocido la intención cuando lo había
hecho. Jacob no pensaba que era indigna. Llevaba la prueba impresa en su piel. No obstante había
sido un acto primitivo, un símbolo de devoción, y había significado mucho para ella.
Muy enfadada se limpió las lagrimas de las mejillas y sorbiendo se giró para mirar a su
alrededor. Eran las leyes y palabras que le había susurrado lo que había provocado que la
abandonara. Pues era la historia de una raza de elitistas. Esnobs, una parte de un malvado
pensamiento. Sus tradiciones estaban llenas de creencias implacables, y lo único a lo que se estaba
enfrentando, creía que era un prejuicio. Los Demons sentían algo acerca de la pureza. No eran sólo
humanos que ganaban títulos bajo su omnipotente cultura. Había leído la ley, la que había dado
nacimiento hacía tanto tiempo a los deberes de Jacob.

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... por consiguiente se prohíbe para cualquiera del Demonkind emparejarse con criaturas que no son de
su naturaleza, fuerza o poder. Esas criaturas menores son nuestras para protegerlas de nosotros mismos, no
para ser violadas en abominaciones sexuales impuras. Ésta es la ley. El perro no se acuesta con el gato; el
gato no se acuesta con el ratón. Sea quien fuere el que quebrara esta sagrada confianza deberá sufrir bajo la
mano de la ley...

Quería creer que había lógica en estas palabras. Era una persona lógica. Pero nunca existía la
sensatez en las declaraciones globales, especialmente en aquellas escritas miles de años antes, y
opinaba que ésta era una.
Había visto a Saúl. Era la prueba del peligro que existía dentro de cada Demon, podía aceptar
que fueran una especie volátil a pesar de sus muchos esfuerzos por ser de otra manera. ¿No
obstante, si ella fuera un gato y Jacob un perro por qué se sentían así? ¿Por qué dos especies
incompatibles se sentirían tan... tan perfectas el uno para el otro?
Noah creía que era única, que tenía un propósito para el futuro de la Sociedad Demon. Al
principio, Isabella había estado de acuerdo con la idea de quedarse y descubrir todo lo que pudiera
acerca del mundo de esos seres que vivían paralelamente al suyo. Había estado contenta de
morirse como una anciana pálida en su biblioteca. Donde había conocimiento más que suficiente
para quedar saciada para toda la vida.
Pero ahora...
Ahora estaba empezando a creer que tenía un motivo real para estar allí. Quizá era necesario
para dejarlos con los pantalones bajados. Sí. Quizá hubiera algo en la biblioteca que podría explicar
por qué cuando Jacob ladraba, ella ronroneaba.
Se rió débilmente de sí misma, sutilmente. Miró a su alrededor y vio los libros que había
derribado por accidente tirados por el suelo. Se movió por encima para recogerlos. Los trató con
cuidado, muy apenada por maltratarlos en un momento tan impropio. Limpió el polvo de la
portada de uno, leyendo el título.
Destrucción.
Se estremeció, el siniestro titulo no le gustó lo más mínimo. Otra vez le era entregada una
prueba del extremismo de la raza Demon. Se detuvo de golpe al ir a dejar el libro. Pestañeó
lentamente, y despejó su mente de los restos de sus alterados sentimientos, para mirar el título de
nuevo.
Destrucción.
Se sintió desfallecer de pronto, el mundo giraba a su alrededor a medida que el libro se le
escurría de entre los dedos.
Acababa de leer el título de un libro escrito en un idioma que no había sido capaz de
entender veinte minutos antes.

Los ojos verdes y gatunos de Noah siguieron a Jacob pacientemente en su paseo por el
cuarto de recepción, una mueca deformaba su boca como si la perturbación de su Ejecutor
alcanzara sus sentidos.
Estaba claro que Jacob no iba a compartir sus pensamientos, y Noah renunció a especular.
Jacob era honrado, obediente y el alma más fiel que había encontrado alguna vez. Era, incluso, más
devoto que los Elder Demon. Las convicciones sobre sus creencias, leyes y código de honor eran
tan firmes que no podía evitar respetarlo. Por eso le preocupaba verle tan confundido, en lo que
sin lugar a dudas, era un sentimiento de mala conciencia. No abordó al Ejecutor, sin importar lo

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poderoso que fuera su impulso. En lugar de ello, se sentó en silencio mientras el otro Demon
formaba surcos en el suelo.
Entonces, ambos a la vez abandonaron sus pensamientos y volvieron las cabezas hacia la
puerta que daba acceso al Gran Vestíbulo. Unos instantes después, se abrieron violentamente,
dando paso a una banda de Demons y a un consternado sirviente.
—¡Perdóneme, Señor, no me permitieron anunciarlos! ¡Me empujaron y pasaron! —jadeó el
sirviente, la consternación ruborizaba su por lo general moreno rostro.
—Está bien, Ezequiel —dijo Noah, haciendo una suave señal para despedirlo y absolverlo de
la responsabilidad.
Noah fijó su atención en los nueve Demons que avanzaban hacia él, reconociendo a los
Elders que quedaban del Gran Concilio, guardas del Capitán Guerrero, Elijah.
—Bienvenidos a mi hogar, Consejeros —les saludó antes de estudiar al que aparentemente
era el líder declarado—. Ruth, ¿podrías intentar explicarme que es lo que os ha traído hasta aquí?
—Noah, ha llegado a nuestros oídos que estás al corriente de algunos acontecimientos que no
has compartido con el Concilio —anunció Ruth, con un tono frío y cargado de reproche—.
¿Podrías compartirlos con nosotros ahora?
—Si quisiera hacerlo, te habría llamado —contestó Noah, sin disculparse recordándoles su
fracaso en materia de protocolo—. Sin embargo, ya que te has tomado tantas molestias para venir a
hablar conmigo, discutiré los recientes datos contigo.
Noah se levantó de su asiento y caminó desde el Vestíbulo hasta la Gran Cámara del
Concilio, consciente de la confrontación de ideas que Jacob tenía a sus espaldas, todas sus
perturbaciones personales habían sido apartadas bajo la presión de unos hechos potencialmente
combustibles. Noah tomó asiento en una de las puntas de la larga mesa triangular, Jacob en una
segunda y los otros llenaron los tres lados en sus lugares habituales. Sólo la tercera punta, la silla
de Elijah, permanecía visiblemente vacía, como había estado durante ocho años.
— Muy bien, Ruth, ¿qué quieres saber? —la animó Noah, con un tono ligeramente paternal
que hizo que la hembra Demon se erizara defensivamente.
— ¿Es verdad que uno de nosotros ha sido convocado y destruido? —Ruth nunca había
tenido pelos en la lengua, por todos era conocida su naturaleza persistente y molesta.
— Sí. Lo es. Saúl está perdido para nosotros.
Un murmullo de aliento y dolor sonó a los lados de la mesa. Noah miró a los ojos a Jacob,
encontrando que la mirada castaña y oscura del Ejecutor permanecía fría e ilegible.
—Ejecutor —dijo Ruth, como siempre negándose a usar su nombre—, ¿asumo que has
cazado y destruido a la criatura responsable de esto?
—El nigromante no lleva una campanilla alrededor de su cuello, Consejera Ruth. Pero sí, le
cazaré.
— Le cazarás —repitió ella haciendo una burla grosera—. ¿Eso quiere decir que somos
todavía vulnerables?
—Ésa sería la deducción lógica —replicó Jacob fríamente—. Quizá, debería recordarte que la
aplicación de justicia a otros seres sobrenaturales entra dentro del reino de los guerreros. Según
nuestras leyes y distinciones, la caza del nigromante está bajo la jurisdicción de Elijah. Sin
embargo, le mantengo informado sobre el asunto, pese a ser el único que ha logrado acercarse a
este practicante de magia. Y continuaré ayudando al Capitán Guerrero a darle caza.
La calma de Jacob hizo comprender a Ruth lo mal que estaba llevando la situación, y su cara
se ruborizó por la vergüenza. Sin embargo, no se disculpó. Jacob sabía que nunca lo haría.

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—¿Qué haremos mientras tanto, Noah? ¿Sentarnos y esperar a que a alguien más sea
asesinado?
—En estos momentos, tenemos una pequeña pista. Como saben, no hay ninguna protección
conocida contra los hechizos del Conjuro. Sin embargo, pueden estar seguros que Elijah, Jacob, y
yo estamos trabajando en el problema.
—Y aún así, el Ejecutor todavía tiene tiempo para otras obligaciones —habló en voz alta el
Consejero Simón, sus delgados labios apretados con fuerza.
Obviamente, se estaba refiriendo al hecho de que, la noche anterior, Jacob había tenido que
perseguir y atrapar al hijo de Simón para traerlo de vuelta antes de que cruzara el límite.
—Tengo tiempo para todo —asintió Jacob, con una sonrisa salvaje apareciendo en los labios.
—¡Noah! ¡Jacob!
El Conciliio al completo dio un salto por la sorpresa cuando la puerta de la habitación se
abrió de golpe, dando paso a Isabella, sus brazos cargaban con pergaminos, sus ojos lavanda llenos
de conocimiento, que estaba deseando compartir. Se detuvo bruscamente al darse cuanta de que
había interrumpido una reunión, y miró con incomodidad por el cuarto cuando una docena de
ojos Demon se fijaron en ella.
—¡Un humano! —susurró Simón.
—¡Tiene los sagrados pergaminos! —gimió otro, tambaleándose.
—¿Noah, que significa esto? —explotó Ruth, olvidándose de a quién se estaba dirigiendo.
O quizás no. Ruth siempre estaba buscando la manera de usurpar a Noah la autoridad.
—Uh-oh... —murmuró Isabella.
—Ni siquiera me di cuenta de su presencia —susurró alguien.
—Yo tampoco.
Jacob se puso en pie, el sonido de la silla arañando lentamente el suelo de mármol invadió el
cuarto atrayendo la atención. Todos le observaron cuando rodeó la mesa y posó su mano sobre el
hombro de la mujer. La envolvió protectoramente con el brazo y la guió hasta su silla para
sentarla. Colocando a Isabella en lo que era conocido como una de las tres posiciones más
poderosas de la mesa del Council provocando un jadeo colectivo.
—¿Cómo te atreves, Ejecutor? —siseó Ruth, poniéndose en pie como si tuviera la intención
de rodear la mesa para apartar a la mujer.
Pero la fuerza en la fría mirada de Jacob hizo que se quedara a mitad de la acción.
—Nuestra ley más sagrada es la de no dañar a un humano si no nos perjudica, Consejera
Ruth. ¿Podrías infringirla ante los ojos de los Demons que te castigarían? —preguntó, con una voz
calmada que contenía tintes de amenaza.
En contraste a su dura advertencia, la mano de Jacob resbaló bajo el pesado pelo de Isabella y
rodeó con suavidad su cuello. Noah apreció que el Ejecutor no era consciente de lo posesivo del
gesto.
—Ella no tiene ningún derecho aquí —argumentó Ruth, débilmente debido al impacto de ver
al hombre más cruel de su especie proteger a alguien de una manera tan tierna.
—Tiene respuestas para muchas de las preguntas que has estado haciendo —rebatió Jacob
fácilmente, después de habérselo susurrado en la mente.
—Jacob, no creo que sea un buen momento —murmuró Bella.
—Tonterías, humana. Habla, si sabes algo —exigió Simón.
Los ojos de Isabella se estrecharon mirando al Consejero.

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—Mi nombre es Isabella —replicó.
Simón pestañeó, sin darse cuenta en un primer momento que un humano lo había
reprendido abruptamente. Al notarlo, el rubor se precipitó por su cuello.
La silla de Noah siendo empujada de nuevo atrajo la atención de todos.
—Marchaos... Oiré lo que Isabella tiene que decir en privado y nos reuniremos de nuevo
mañana por la noche.
Isabella de manera instintiva puso los dedos en el dorso de la mano que rodeaba su cuello.
Observó el cuarto lleno de Demons que protestaban descontentos, lanzándole a Jacob miradas
recelosas. No le gustaba la forma en que se sentía. Cuando los presentes se levantaron para
obedecer a su monarca, Isabella podía notar su disgusto.
Y fue cuando el primer empujón golpeó en su cerebro.
Se inició como si unos dedos fríos se arrastraran a lo largo de la parte trasera de su cuero
cabelludo. Los fragmentos de hielo punzaban en el interior de su cabeza, clavándose en su mente
como docenas de agujas, cada una estratégicamente ubicada en su memoria a corto y largo plazo
para absorber el conocimiento que las sinapsis contenían.
Isabella se estremeció de miedo, alertando a Jacob que estaba en peligro. Cuando los Demons
continuaron saliendo, un segundo empujón la golpeó en su silla, causando que su trabajo cayera
precipitadamente al suelo mientras se llevaba las manos a la cabeza. Cuando esta invasión falló,
hubo inmediatamente una tercera. Bella se dio cuenta de la fuente en un aterrador momento.
Estaban intentando obtener la información que Noah no compartiría. Le estaban dando dolor de
cabeza, y se lamentaba suavemente por la agonía. Sus pensamientos se volvieron hacia Jacob, y él
supo instantáneamente que le estaba causando dolor.
—¡Deteneos! —gritó, su voz rebotó fuera de la cámara, obligándolos a detenerse por su
indignada amenaza—. Obedeceréis a Noah y esperaréis a que os de la información. ¡Dejareis de
intentar examinar a Isabella ahora o respondereis ante mí!
Había tres Demons de Mente en el Concilio de Elder, incluso Ruth podría ser responsable del
ataque. Los tres parecían muy asustados, junto con el resto de los Elders del cuarto. Jacob no podía
decir si era porque los había descubierto o por sus amenazas. Era un Ejecutor, y no había nada más
atemorizante en su mundo que su sentido de la injusticia. Su amenaza no era en vano, y todos lo
sabían. Le temían. Incluso la intratable Ruth. Isabella se relajó visiblemente cuando el dolor
empezó a desaparecer y los Demons salieron silenciosamente.
Noah cerró la puerta cuando no quedó nadie, caminó hasta Isabella, arrodillándose al lado de
la silla y la cogió por la barbilla para volver su cabeza y encontrar sus ojos. Sólo entonces
comprendió lo enfadado que el silencioso Rey había estado por su seguridad. Aunque su rostro no
contenía ninguna expresión, podía verlo en las nubes grises y tormentosas escondidas tras el verde
de sus ojos.
—¿Bella, estas bien? —le preguntó suavemente.
Isabella apreció su preocupación, sobre todo después de enfrentar la hostilidad de los
extraños que habían abandonado el cuarto, pero había algo perturbando su cerebro de nuevo. No
era doloroso, pero sí familiar. Su mirada violeta abandonó la de Noah, para estudiar al hombre
erguido al otro lado de la silla cuando sus largos dedos empezaron a cerrarse en un puño. Su
corazón empezó a palpitar más rápido cuando miró a Jacob cerrando los ojos, su mandíbula
apretándose con tanta fuerza que podía oír como los dientes le crujían. Entendió que estaba
intentando comportarse de manera racional, sin tomarse como una violenta ofensa que las manos
de Noah estuvieran sobre ella, por la celosa preocupación del Rey.
—Estoy bien —dijo suavemente, obligando a sus labios a formar una amable sonrisa.

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En realidad, estaba desconcertada y exhausta. Las conductas de Jacob parecían vacilar fuerte
e intensamente en dos direcciones opuestas. Decidió que en ese momento lo mejor era centrarse en
sus necesidades.
Isabella liberó con suavidad la barbilla del agarre de Noah disimulando mientras recogía su
trabajo del suelo. El Rey se agachó para ayudarla, tomando algo de su carga antes de levantarse.
Era un buen hombre, recapacitó Isabella, amable e inteligente, pensando en otros ante que en él.
Los signos de un hombre que evidenciaban ser un líder. Cuando Noah no estaba invadiendo su
espacio personal, podía sentir cuánto lo respetaba Jacob, cómo siempre le seguiría en cada causa.
Todo lo que tenía que hacer era preguntar, y Jacob le serviría sin preguntas, sin tener en cuenta su
vida o seguridad.
La trastornó mucho haberse vuelto un punto de discordia dentro de esa armoniosa relación.
Pensó en las revelaciones que sostenía acunándolas contra su pecho, de cómo podrían crear más
discordia, perturbación y controversia. ¿Estaría haciendo lo correcto al revelarles lo que había
averiguado?
—Yo... —tragó con dificultad—. Lo siento. No quise perturbarte. En realidad, no es nada que
no pueda esperar. En realidad —se levantó y cogió los pergaminos que sostenía Noah—, todo lo
que quería era, uh... ayuda con algo de interpretación. Pero estás ocupado... —rodeó la peculiar
mesa triangular tan despreocupadamente como podía al mismo tiempo que hablaba, incluso
caminando hacia atrás mientras les sonreía de una manera tan brillante que esperaba no parecía
tan falsa como la notaba— Sabes, hay muchos libros allí abajo y apuesto a que existe una
traducción —dijo dándose un golpecito en la frente, como regañándose por no pensar
apropiadamente.
Isabella llegó a la puerta y la cerró más rápido de lo antes la había abierto.
Noah examinó a Jacob, las cejas oscuras se elevaban hacia la espesa línea de cabello.
— ¿Tiene...? —levantó una mano para apuntar a la puerta, mirando absolutamente
perplejo— ¿Tiene idea de lo mal que miente?
—Por lo visto no —dijo Jacob con un suspiro largo y bajo—. Creo que fue por mi culpa—
especuló irónicamente.
—¿Tu culpa?
—Sí... es... una larga historia. La recuperaremos.
—Relájate —Noah se rió entre dientes—. Está al otro lado de la puerta, intentando calmar su
respiración.
—Lo sé. Sólo pensaba que sería divertido si la abrimos de pronto.
—No sabía que disfrutabas siendo cruel —comentó el Rey, con el humor brillando en sus ojos
cuando caminaron hacia la salida.
Noah abrió la puerta, y Jacob la cogió con pergaminos y todo.

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CAPÍTULO 5

En realidad, que ella recordara, este era el primer viaje que había hecho a la manera de los
Demons. Primero, Jacob los había convertido en polvo y guiado a través de la pequeña ventana.
Una vez fueron transportados, los cambió de nuevo a sus formas originales, mientras la sostenía
acunándola protectoramente contra su pecho.
—No está lejos. Avísame si tienes demasiado frío.
¿Frío? Estaba intentando encontrar el valor para apartar la cara de la segura columna de su
cuello; no tenía el suficiente ánimo como para tener frío. Se aferraba a la camisa con tanta fuerza
que estaba segura de que se la estaba rompiendo. Sin embargo, pasados unos instantes, la
sensación de estabilidad proporcionada por sus firmes hombros bajo las yemas de los dedos y la
indomable fuerza del abrigo de sus brazos hizo que su corazón dejara de estrangularla haciéndola
entender que estaba segura a su lado.
Esto no le dio el valor necesario para echar un vistazo a su alrededor, pero alzó la cabeza y se
concentró en su rostro. Sus ojos castaños oscuro y negro bajaron hasta los suyos cuando sintió que
lo miraba.
—¿Cómo vas? —preguntó.
—Estaré bien —le aseguró temblorosamente. Hasta que me estrelle contra el suelo.
Jacob apartó la cabeza de la seguridad de su hombro, enterrando una sonrisa en el espeso
cabello mientras su cómico sarcasmo revoloteaba a través de su mente. Tendía a olvidarse de que
podía leerle la mente, así como se olvidaba que a su vez, ella podría hacerlo fácilmente si lo
intentara más a menudo. Pero tenía esa peculiar inclinación humana llamada privacidad, una
costumbre que no era del todo prevaleciente en la cultura Demon.
—Dime a dónde vamos —le murmuró al oído.
Los suaves labios se movieron contra su cuello con la conversación, la caliente respiración
contra la piel, llenándolo de ternura. Casi al momento, el conocimiento le hizo estremecerse, su
cuerpo se apretó con una necesidad repentina. Ya se había dado cuenta que dentro de poco sus
buenas intenciones no le importarían. Si se quedaba cerca de ella, la haría pedazos con su violento
deseo. Era ese conocimiento el que lo había obligado a mostrarse ante Noah antes de que el
Concilio interrumpiera sus egoístas obsesiones.
El Ejecutor sabía, sin embargo, que no podía mantener su íntima conexión al hogar de Noah
mientras que Isabella estuviera residiendo allí. Hacía tiempo que lo tentaba con demasiada
profundidad. Así que, se había paseado ante el escritorio de Noah, intentando encontrar la manera
de decirle al Rey Demon que debía alejarse del centro de su cultura tanto como pudiera. También
necesitaba hacerlo sin culpar a esta mujer inocente. El problema no era suyo. El único que estaba
fuera de control era él. Se había vuelto descuidado, haciendo lo mismo por lo que había
reprendido a Kane. Había llevado a Jacob al otro lado de la acera. Ahora sabía lo que se sentía al
ser manejado por esas profundas acciones inmorales, aunque sus principios le pidieran a gritos
hacer lo correcto.
—¿Jacob?
El nombre en sus labios le hizo darse cuenta de que no le había contestado a la pregunta.

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—A mi hogar —le dijo, usando la respuesta como una razón para apoyar la cara más cerca,
enterrándose en su cabello.
Era ella, comprendió, arrebatándole más de su esencia cada día. Aunque se había bañado y
se había ensuciado nuevamente desde su último encuentro apasionado, todavía exudaba el
perfume de su piel y cabello. Sabía que era una repetición cuando venían olores, pero nunca había
encontrado un camaleón que pudiera guardar un olor del que ya se hubiera deshecho. Esto le llenó
de una alegría posesiva. Le recordó que, justo bajo su barbilla, bajo el suave tejido de su camisa,
estaba la marca que le había dejado en el hombro.
Llegaron a la base de un extenso precipicio, y cuando Isabella alzó la cabeza de la protección
brindada por el cuello de Jacob, la vista la dejó sin respiración. Estaban en el mismo borde de lo
que parecía ser el litoral inglés. La casa que él había tomado originalmente se alzaba grandiosa
detrás de ellos, con la excepción de la valla del muro que necesitaba reparación. Cuando Noah se
unió con la forma habitual a su lado, caminaron hacia la casa y entraron a través de una puerta
convencional.
—Una pensaría que con todo lo que puedes hacer, podrías chasquear los dedos y arreglar la
pared —dijo jadeando.
—Si todo fuera tan fácil, podríamos protegernos de aquellos que insisten en practicar las
artes oscuras —señaló Jacob suavemente.
—Bien, no es ninguna excusa, pero los humanos no se dan cuenta de que los de tu clase sois
una raza real de personas con inteligencia, familias, costumbres y cultura —frunció el entrecejo y
suspiró, comprendiendo exactamente cuan pobre era ese pretexto—. Pero ésta ha sido nuestra
justificación sobre la historia durante mucho tiempo. Lo siento.
Jacob descansó la barbilla en la punta de los dedos, su dulce compasión por su gente, sobre
todo después de la manera en que los que eran llamados los mejores la habían tratado, le tocaba
profundamente. La presencia de Noah en el cuarto se esfumó por completo de su conciencia y se
estiró para besar sus suaves labios con dolorosa ternura, ignorando cualquier daño que le pudiera
causar.
—Lo siento florecilla. Los Elders nunca deberían haberte tratado con tanta desconsideración
cuando has estado trabajando tanto para ayudarnos.
—No lo sabían —murmuró con indulgencia, haciendo que el corazón se le apretara ante su
benevolencia—. Tienen miedo, y con razón —se estiró y deslizó una hebra de su cabello entre dos
dedos, colocándoselo afectuosamente detrás de la oreja en un movimiento suave y sedoso—. El
miedo hace que hasta los mejores se comporten de una forma terrible.
Noah se aclaró la garganta, un esfuerzo para recordarle a la pareja que estaba en el cuarto.
Saltaron separándose, y pareció asombrado cuando una electricidad que sólo él podía ver crujió
entre ambos crepitando en irritables arcos azules antes de reducirse y romper la conexión. Noah
nunca había visto antes tal efecto entre un Demon y un humano, y raramente entre los Demons. Lo
fascinó tanto que se sintió perturbado. El relámpago era el fuego de unión entre las almas gemelas.
Un Demon hembra de Fuego como su hermana Hannah sabría más sobre este aspecto de tal
conexión elemental, pues entendía el fuego entre dos seres y podía verlo con más claridad de lo
que él lo hacía. Pero sabía lo suficiente para reconocer que era significativo, y sumamente raro.
—Isabella, ¿tienes algo que decirnos? —le recordó.
—Sí.
Noah tomó nueva nota de su vacilación, la lucha estaba demasiado clara en su expresivo
rostro. Era refrescante para el Rey ver que tal transparencia aún podía existir en el mundo.
Ella agarró la mano de Jacob y lo empujó hacia la mesa más cercana, dejando caer la bolsa
llena de pergaminos en su dirección. Noah la siguió, estrechando la mirada cuando extrajo el

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primero fuera de su recipiente protector y lo desenrolló usando los objetos de la mesa para
mantenerlo abierto. Trató el pergamino cautelosamente, con gran cuidado y respeto, y Noah se
quedó impresionado de nuevo. Esta mujer era una verdadera estudiosa, quizá más de lo que él
sería en la vida.
Tras unos instantes, ambos comprendieron que el texto que desplegaba estaba en su antiguo
idioma. Intercambiaron miradas perplejas examinando cuidadosamente su oscura cabeza cuando
se concentró en la tarea de situar el pergamino. Éste era el mismo tipo de escritura que Noah había
tenido dificultades para traducir la noche que Jacob había encontrado por primera vez a Isabella.
—De acuerdo, mirad aquí —dijo, animando su inminente discurso cuando indicó la mitad
del documento— Éste es el Pergamino de Destrucción original. Gran nombre, por cierto. Sin
embargo, fue escrito siglos antes del libro que encontré con el mismo nombre. Ese libro era una
traducción de este pergamino. Mirad, ¿lo veis?, sea quien sea el que desease conocer el destino del
Rey Demon debería consultar estas profecías... Yadda, el yadda, el yadda, ¿Correcto? Es en cierta
manera similar a tu Revelación. ¿Verdad?
Noah asintió lentamente. Este era uno de sus más sagrados documentos. La lista de Destinos
Especiales y Leyes Originales. La miró cuando desplegó suavemente las primeras páginas del
pergamino.
—Estás familiarizado con estos pasajes, no cabe duda. Son los únicos que se refieren al
nacimiento de la Cristiandad entre los humanos, afectando al destino de los Demons al mismo
tiempo. ¿Ves? Explica cómo la Cristiandad se convertirá en la religión mayoritaria entre los
humanos, cómo la magia se irá desvaneciendo, reduciendo la amenaza de los “intendentes del
Demon”, que asumo significa nigromantes. Esto no es del todo específico, así que lo tomaré como
una suposición.
—Buena conjetura, florecilla—la alabó Jacob—. Estás completamente en lo cierto.
Ella lo aceptó asintiendo cuando se estiró a desenrollar más páginas.
—Bien, entonces siguen las páginas de varias profecías. Ahora, en la versión moderna del
libro de este pergamino, la traducción sólo está ligeramente modificada en este punto. Pero
entonces vienes aquí... —Indicó un pasaje alejado dentro del pergamino—. Aquí es donde se
trastoca por completo. Bueno, al principio no podía entender por qué la traducción era errónea.
Pensé que quizá se debía a un cambio en los traductores. Pero entonces recordé que como en
muchas de las doctrinas religiosas, la influencia de quien ordena las traducciones, con mucha
frecuencia dictándolas, fue considerada aceptable y uniforme a la creencia general. Significativos
trabajos, en estos días, no son aceptados con su traducción original porque agitarían demasiado los
fundamentos de los sistemas de creencias... Cuando lo traduje apropiadamente, pude ver por qué
eran reacios a permanecer fieles a la forma del pergamino. Os leeré el pasaje:
“Y así llegarán a pasar en esta gran Era cosas que devolverán el enfoque de pureza por el que los
Demons siempre se esforzaron. Aquí vendrá el significado y propósito de nuestras estrictas leyes, que ningún
humano incorrupto será dañado, que la pacífica coexistencia entre las razas se volverá superior...”
—No hay nada diferente de lo que ya se conoce comúnmente —comentó Noah, esforzándose
en seguir su veloz traducción.
—Espera, estoy llegando a eso —ella volvió la página— escucha:
“Debemos esforzarnos con más ahínco cuando el tiempo se aproxime. En la Era de la rebelión de la
Tierra y Cielo, cuando Fuego y Agua irrumpan como destrucción sobre todas las tierras, el Más Anciano de
los antiguos volverá, tomará a su compañera, y el primer niño del elemento Espacio nacerá, compañero del
primer niño del Tiempo, alumbrando a los Ejecutores. El Demon. El Druida. Y todo volverá al estado inicial.
Pureza restaurada”

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—Ahora —siguió Isabella, ignorante de los hombres que estaban inmóviles a su lado—, soy
incapaz de deducir, por qué se omitió esto. Parece una profecía bastante simple. ¿Por qué sería tan
aterrador? Fue cuando leí todas vuestras leyes que lo comprendí.
—¿Todas? —pronunció Noah de repente, sonando claramente sorprendido—. Sólo estuviste
allí abajo unos pocos días.
—Leo rápido —se encogió de hombros.
Noah agarró el respaldo de una silla hasta que los nudillos se le volvieron blancos, mientras
buscaba alivio en los ojos oscuros del Ejecutor, sólo para encontrarlo igual de preocupado. No
tenía otra opción excepto mirar como la pequeña mujer se abría camino entre la información como
un tren de carga.
—De cualquier modo —continuó—, aquí es donde tus leyes de hibridación entran en escena.
Desde el principio pensé que quizá era la incompatibilidad química o que debido a vuestra
naturaleza animal no causaríais daño a un compañero de vuestra raza. Incluso tenéis libros que
apoyan esas teorías. Pureza. Esa palabra es la llave… Se usa muy a menudo en este pergamino y
no puedo decirte en cuántas leyes. De acuerdo, escuchad, más adelante en el Pergamino de
Destrucción. Dice justo aquí:
“Un Ejecutor nacerá y alcanzará la madurez cuando la magia amenace una vez más al Tiempo, a
medida que la armonía del Demon se incline hacia la locura. El Ejecutor nacerá para cazar a los
Transformados, tendrá el poder para destruir, para caminar sin esencia, para rastrear, para ver lo invisible,
para luchar con los más poderosos y corruptos…
Los pensamientos de este Ejecutor se sellarán excepto a Kin y a su Compañera, pasarán el camino del
Demon en cuerpo y alma, aunque nunca nacieron para él.”
—Así que, ¿lo veis? ¿Cómo puede ser que se refieran a “pureza” si un Ejecutor determinara
quién no es un Demon? ¿Hmm? Pero eso no es todo —siguió con avidez, sacando rápidamente un
segundo pergamino de su envoltura—. Este pergamino, según mis cálculos parece aun más viejo
que el otro, esto va a hacer volar vuestras mentes. Comprobadlo. Dice aquí:
“Demon y Druida caminando como uno, emparejados, fundidos, almas completas. Uno sin el otro
estarán perdidos y privados, una raza sin la otra está condenada a la locura y al desaliento, a la impureza y
a la destrucción.”
—¿Sabes lo que significa? Tu raza, llamada de sangre pura solía ser sólo la mitad de otra
raza, ¡la raza combinada que una vez fueron Druidas y Demons! Si esto es verdad, entonces todo
este sin sentido sobre pureza racial es algo que algún fanático inventó hace un millón de años. ¡Es
propaganda, caballeros! Con sus históricas opiniones fanáticas hacia la pureza de raza, la misma
idea de intrusos como salvadores, tuvieron que amenazar a los traductores. Por consiguiente, lo
omitieron de las nuevas traducciones. Y significa que necesitaríais a los forasteros para sobrevivir.
¿Estabais buscando una cura? ¡Bien, aquí esta! ¡Escrito en blanco y negro en tus muy propias
bóvedas! ¡Los Druidas son la cura para la Bendita locura!
—Entonces nuestra raza está condenada —dijo Noah suavemente.
Isabella levantó consternada sus ojos hacia el Rey. Su corazón saltó cuando vio sus pálidos y
cansados rasgos arrastrados, blanqueados y su siniestra tranquilidad.
—¿Por qué lo dices? —protestó ella—. Quiero decir, sólo tienes que encontrar... pero dijiste
que había otras especies de Caminantes Nocturnos en el mundo. He leído acerca de muchos en los
archivos. Admito que sólo empecé a enterarme sobre cosas de los Druidas cuando entré en la
bóveda oriental...
—Porque la bóveda oriental es el archivo Druida, Bella —dijo Jacob secamente.
Isabella pestañeó confusa, mientras se volvía para mirar sobre su hombro a Jacob.
—No entiendo.

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—Isabella, hace casi un milenio, el gobernante de la raza Druida enloqueció y asesinó al
gobernante de la raza del Demon —explicó Noah—. Nosotros fuimos a luchar. No hay más
Druidas, Bella. Los Demons los destruyeron a todos. Todo lo que quedó de ellos está en esa
bóveda. Destruimos una cultura entera, asesinamos hasta el último aliento de vida que pudiera
hablar en beneficio de los Druidas, excepto esos antiguos trozos de historia.
—Si lo que dices es verdad, entonces nos destruimos en el proceso —Jacob pasó una mano
cansada encima de su cara y a través de su cabello, encontrando los ojos de Noah—. Durante siglos
y siglos sólo nos han dicho que los Druidas eran nuestros enemigos a causa de la muerte del Rey.
Nunca nos dijeron que una vez caminamos juntos, vivimos juntos... tuvimos una historia común.
—Historia revisionista —interrumpió Noah—. Una historia que los líderes del tiempo
obviamente reescribieron para sus propios fines durante y después de la guerra. Cuán arrogante
fui al pensar que nuestros especializados historiadores estaban por encima de tales cosas.
—No... No, creo que estás equivocado —gritó Bella, el miedo impregnaba su voz, cuando
luchó con las implicaciones que sus inocentes resultados podían significar— ¿Qué hay sobre la
profecía? ¿Cómo una raza condenada puede dar de repente nacimiento a los nuevos elementos?
¡Los niños con poder sobre el tiempo y el espacio cambiarán el mundo para siempre! ¡Seguramente
cuando veas este acontecimiento bajo tu nariz no serás capaz de negarlo!
—Asumes que ahora es el tiempo profetizado —comentó Noah.
—Bien, por supuesto que lo es. Quiero decir, ¡Mira lo que está pasando a tu alrededor! “De la
rebelión de la Tierra y Cielo, cuando Fuego y Agua irrumpan como destrucción sobre todas las tierras” Tu
pueblo son los elementos, así te lo dijiste... Fuego, Tierra y el resto. “Rebelión... irrumpiendo como
destrucción en todas las tierras.” Lo puedes ver, en muchos textos históricos, “tierras” no significa
“tierra” como continente. Significa cultura… Lo que está diciendo es que los Demons causarán la
destrucción en otras culturas. El Ejecutor arriba citado existe como “la armonía del Demon que se
inclina hacia la locura.” Esto es un marcador que une las dos profecías al mismo tiempo. Tú me
dijiste que cada año la locura se vuelve peor para tu gente. ¿Y con la súbita apariencia del
nigromante, no dirías que la magia ha retornado?
—¡Eso es! —exclamó de repente— ¡No matasteis a todos los Druidas! Simplemente, quizá, los
forzasteis a la inactividad. Puede que algunos escaparan. Que con el tiempo, bajo la influencia de
la ciencia y la civilización, su herencia y conocimiento se perdieran para sus descendientes así
como algunas de las vuestras se perdieron para vosotros. Y quizá, algún día en el futuro, cuando
empecéis a aceptar a otras razas en el círculo de la cultura, esto permitirá la llegada de un Druida
que... cuando Jacob sea sucedido... —hizo una pausa, pensando cuán rápidamente se había
retorcido las manos en su abrupta desesperación.
Noah lo entendió. Si tenía razón, y el tiempo de la profecía estaba cerca, significaba la muerte
de Jacob y el reemplazo era un evento inminente. Ahora tenía que justificar su propia lógica para
impedir que lo inevitable pasara demasiado pronto como para poder sobrellevarlo.
—Quizás sea muy extremo —la consoló Noah.
—Dulce misericordioso Destino.
Ambos, Isabella y Noah volvieron su atención a Jacob que tenía expresión de shock.
—¿Qué? ¿Qué es? —preguntó Noah.
—Lo dijo, y casi lo paso por alto. Noah, en la profecía, justo después del comienzo, dijo: “... el
primer niño del elemento Espacio nacerá, compañero del primer niño del elemento Tiempo, dando origen a
los Ejecutores”
—¿Y? —preguntó Bella.
—¿Estás segura que decía Ejecutores? ¿Estás segura que era plural? —exigió.

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—Claro que estoy segura. Mira justo aquí —dijo señalando el pasaje.
—Bella, nunca ha habido dos Ejecutores al mismo tiempo. Sólo ha habido uno. Nunca dos.
No es acerca de mi de quien se está hablando, ni de ningún Druída desconocido de un futuro
lejano —pestañeó, la realidad caía sobre él— Eres tú. Noah, ¡Es ella!
—¿Podría ser? —susurró Noah, examinando a la diminuta mujer humana con admiración,
siguiendo rápidamente lo que Jacob estaba pensando—¿Un Ejecutor humano?
—¡Woah! Quietos ahí, chicos. No nos volvamos irracionales —lloriqueó apresuradamente
Isabella, levantando las manos defensivamente y retrocediendo algunos pasos fuera de su alcance,
como si estuvieran intentando atacarla.
No es que alguna vez pudiera ganarles en una maratón, pero sin embargo era un pequeño
consuelo.
—No soy un Ejecutor. ¡Soy demasiado pequeña!, además... ¡Soy un ratón de biblioteca! ¡Soy
débil! Soy humana. ¡Dejad de mirarme así! ¡Os habéis vuelto locos!
—“El Ejecutor nacerá para cazar al Transformado, tendrá el poder para destruir.” Saúl, florecilla.
¿Recuerdas? “... para rastrear, para ver lo invisible, para luchar con los más poderosos y los más
depravados.” Tú lo mataste.
—¡Eso fue un accidente!
—“... para caminar sin esencia...” Ni siquiera los Más Ancianos supieron que estaba en mi casa
—agregó Noah, claramente asombrado—. No podían olerla, no podían sentirla. Los pensamientos
de este Ejecutor se sellarán excepto a Kin...
—¡Eso es ridículo! ¡Jacob está husmeando constantemente dentro de mi cabeza, y te aseguro
que no estoy de ninguna manera relacionada con él!
—... Y Compañero...
Isabella oyó las fatídicas palabras saliendo de los labios de Jacob como si resonaran.
Había sabido, a algún nivel, que esta conexión con Jacob estaba más allá que algo tan simple
como un enamoramiento pasajero. Jacob lo había sabido. La había tomado en sus brazos a pesar de
todo lo que representaba, porque de alguna manera sabía que ésta no era una simple Bendita
Locura.
Hacía sólo unos días nunca habría podido imaginar algo así, no importa cuán creativa
pudiera haber intentado ser. Los hechos y fantasías enturbiaban su mente, nublándole la visión
como una niebla sofocante. Toda la sangre partía desde la parte superior de su cuerpo, corriendo
para satisfacer las súbitas demandas de sus órganos mientras se sentía tan caliente como fría con
escalofríos, miedo, y, sobre todo, la excitación ante las peligrosas posibilidades.
Cayó al suelo igual que una piedra.
—¿Tienes idea de cómo esto va a afectar a todo el mundo?
Jacob alzó la mirada desde su asiento al lado de Isabella, su mano calmándola y acariciándole
el cabello, las yemas de los dedos acurrucándose en las suaves y sedosas hebras que tanto lo
atraían. No se había movido lo suficientemente rápido, y ella se había caído con fuerza. La otra
mano apretaba un paño sobre el corte de la frente, intentando detener la sangre que continuaba
emanando.
—Sé cómo va a afectarte esto a ti —respondió Noah desde su posición en la ventana,
mirando el paisaje del océano—. Sé que eso explica por qué no has sido capaz de resistirte a ella.
—Podríamos estar equivocados —Jacob recogió una hebra espesa del liso pelo negro,
frotándolo entre sus dedos—. Es tan pequeña y tan joven. ¿Cómo puede querer siquiera hacer lo
que hago?

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—Ni siquiera esta entrenada, y aún así rastreó a Saúl. Lo mató —señaló el monarca.
— Más accidente que otra cosa —replicó Jacob.
—Entonces explícame lo que pasó con Elijah.
Jacob no podía, y Noah lo sabía. Elijah era un secular, un guerrero experimentado, el líder de
un ejército de Demons que dedicaron sus vidas al arte de la guerra y la defensa. Era poderoso, así
como dominante en sus deberes elegidos como Jacob lo era en los suyos. Y aún así...
—No puedo explicarlo —admitió reacio.
—Estaba protegiéndote —señaló Noah con una cordura y una calma exasperante y
silenciosa— Le salió por instinto. Igual que una loba protegería a su compañero.
—¡Noah, ella es un ser humano! ¡He crecido durante cientos de años oyendo que no puedo
ser su compañero, y que no puede ser mía! ¡La lastimaré! ¡Infiernos, ya lo hice! —Jacob curvó los
largos dedos en su aterciopelado pelo, fijando las espesas cuerdas entre sus nudillos con ira. Decir
lo que había comprendido en voz alta, dañaba su conciencia y le agujereaba el corazón con cientos
de afiladas cuchillas.
—¿Has…?
—¡No! ¡Por supuesto que no! Ya te lo dije, estoy aterrado de herirla. Además, ¿si las cosas
hubieran ido tan lejos, no crees que Elijah, Legna, o tú habríais venido para molerme a palos?
—Ayer nadie interrumpió tú interludio en las bóvedas —señaló Noah.
Jacob estrechó peligrosamente los ojos sobre el Rey Demon.
—Lo sabías.
Era una afirmación, no una pregunta. La pregunta era tácita, y los dos lo sabían.
—Después de lo ocurrido —le aseguró— Confío en que hayas hecho lo correcto, Jacob. Al fin
y al cabo eres el Ejecutor.
—Apenas hice lo que debía, Noah —La voz de Jacob era baja y sus ojos disparaban dagas de
fuego negro— No te puedo explicar la intensidad... —Carraspeó para aclararse la garganta—
Cuando ella está cerca, con sólo mirarme por debajo de sus pestañas o sonreírme… —Noah podía
escuchar el distintivo sonido de las muelas del Ejecutor rechinando— Ya no me reconozco, ya no
sé lo que es correcto.
—Bueno, si estamos interpretando esta profecía correctamente entonces lo apropiado sería
que la tomaras.
—¡Maldito seas! ¿Cómo puedes ser tan despreocupado? —Jacob rugió, apresurando sus
pasos y acercándose al rey— ¿La usarías tan fácilmente para un experimento de tal magnitud?,
¿Usarme? ¿Conociendo que podría muy bien matarla y condenarme para el resto de mi vida?
—Mejor vosotros dos que toda nuestra raza —respondió Noah. Luego añadió rápidamente
antes de que Jacob pudiera hablar— Lo digo, como el regente de muchas personas, Jacob. Este es el
tipo de decisiones que estoy destinado a hacer. El bienestar de la mayoría es más importante que el
de uno; o en este caso dos. Y no me presiones con tu condenación, Ejecutor. Tomaste la misma
decisión cada vez que castigaste a uno de nosotros por alejarse, decidiste igual cuando le dijiste a
Myrrh-Ann que buscarías a Saul sabiendo muy bien que ningún Demon ha sido rescatado de una
Evocación intacto y que tendrías que matarlo.
Jacob sabía que lo que Noah decía era verdad, pero eso no aplacaba su conciencia. De alguna
manera el bienestar de Isabella era mucho más personal, además de ser mucho más importante.
Ella era inocente de todas formas, nunca había pedido ser parte de sus políticas o de su salvación.
—Tan bien como conozco tus tabúes, Jacob, conoces nuestra creencia en el destino. Si este es
su destino, entonces no hay nada que podamos hacer —Noah le recordó, susurrando para

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calmarle— Te rebelas, pero siento que en tu corazón, en tu misma alma, reconoces que es tu igual,
que es tu pareja. Es la única mujer de cualquier raza que alguna vez ha inspirado tal lealtad en el
Ejecutor que está ante mí. Es la única humana que te ha tentado, por la maldita sagrada luna. Has
vivido más de medio milenio, Jacob, y justo ahora, eres seducido por primera vez, incluso hasta el
punto de ir en contra de todo lo que se te enseñó a creer. Es tuya, Jacob —dijo Noah
vehementemente— Es su destino, y ella es el tuyo.
—No la lastimaré. No la coaccionaré con nuestras profecías —Jacob regresó tenso hacia el
sillón, atendiendo una vez más sus heridas y acariciando su seductor cabello con los dedos.
—No tienes opción. Si no fuera humana, os acusaría de estar en las primeras etapas de la
Impresión. La conexión telepática, la innegable tentación de aparearse.
—Es humana, Noah, la Impresión no se manifiesta en ella. ¡Apenas se manifiesta en nosotros!
No ha habido una Impresión en más de dos siglos, y lo mismo sucedió antes de eso. No importa
cuánto intentes adaptarla a nuestras costumbres, no importa cómo trates de manipularme para
calmar mi conciencia, ¡No te dejaré persuadirme para tu causa y no la forzaré!
—Puede parecer que tienes alguna opción —dijo Noah pacientemente— Pero sabes que el
destino encuentra la manera. No la forzarás porque no tendrás que hacerlo. Nadie está diciendo
que lo hagas. Sólo pasará.
—Nunca la debería de haber traído a nuestro mundo.
—Estabas destinado a traerla.
—Debería de... Podría haber... —Jacob se ahogó en la frustración que oprimía su garganta,
girando la cabeza para que Noah no viera la angustia condensándose en sus ojos.
—Ya estás medio enamorado de ella, ¿verdad? —Noah preguntó gentilmente, fijando su
aguda mirada verde grisácea en su amigo.
—¡No alardees diciéndome cómo me siento! Ya es suficientemente malo que un antiguo trozo
de papel trate de hacerlo —ladró Jacob en respuesta.
—Muy bien, lo dejaré. En cualquier caso, hay otras cosas en las que concentrarse. La
admisión de estas profecías e historias en nuestra cultura tendrá poderosas ramificaciones. Será
recibida con gran resistencia. Mira lo fuerte que te resistes, aún cuando encuentras consuelo en
cualquier excusa para estar con ella. Imagina lo que harán los puristas fanáticos como Ruth.
El mero pensamiento envió una ola de pavor a través de la columna de Jacob. Finalmente
giró los ojos hacia Noah.
—Me estás diciendo que mi vida personal no vale nada comparada con cómo me va a afectar
este otro asunto —afirmó gravemente.
—Eres el Ejecutor. Habrá mucho caos, Jacob. Te lo haré lo más fácil que pueda. Empezaré
contándoselo a los eruditos, y luego, con el tiempo, al Consejo.
Jacob vio la sabiduría del planteamiento y se dio cuenta en ese momento del porqué Noah
estaba destinado a guiarlos, y el resto, destinados a servirle. Con los eruditos apoyándolo, Noah no
podía ser refutado mediante la lógica, incluso por el más influyente de los Ancianos. Con esa
seguridad, Noah podría llamar a los guerreros y al Ejecutor para que lo apoyaran en caso de
conflicto. La idea del posible conflicto civil hizo que su estómago se revolviese. Miró al pequeño
duendecillo al lado suyo. Isabella había caído por una ventana y había empezado una cadena de
acontecimientos de increíbles proporciones.
—Mírala atentamente, viejo amigo, esa —dijo Noah suavemente— bien podría ser la cara que
haga partir mil navíos.
Los ojos de Isabella revolotearon abriéndose, el violeta expandiéndose mientras las pupilas se
contraían bajo la luz. Pestañeó rápidamente, tratando de adaptarse. Levantó la cabeza un poco y

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gruñó cuando estiró un músculo magullado del cuello, haciendo que la sangre de su cabeza
comenzara a palpitar incómodamente.
Sintió unos dedos gentiles deslizarse sobre su mejilla desde atrás, un pulgar frotándole
suavemente la oreja, una tranquilizadora voz silenciándola.
—Silencio. Tranquila, Bella. Estás a salvo.
Se sentía a salvo. Mientras se despertaba del todo, fue consciente de estar arropada en forma
de cuchara contra la confortable longitud de un cuerpo; una pesada pierna se aventuraba entre las
suyas desde atrás, un fuerte brazo como almohada. Nunca en su vida se había despertado al lado
de un hombre, pero se sentía perfecto, calidez y protección. Era lo que siempre imaginó que se
sentiría. Estaban en la cama juntos, pero ese hecho no la preocupó. No la había dejado sola. Se
había mantenido lo más cerca posible, sin duda observándola a cada instante hasta que la había
sentido agitarse.
—Jacob —murmuró, girando su mejilla hacia su toque, hociqueándole cariñosamente.
—Ningún otro —le aseguró.
Deslizó las manos sobre las sábanas hasta que sus dedos se enlazaron. Tomó su mano,
apretando los dedos suavemente.
—Me sorprende que no me estés golpeando —observó.
—Todavía me estoy despertando, te patearé el trasero después.
Jacob enterró la cara en su cabello, sonriendo.
—Gracias por la advertencia.
—La verdad —giró su cuerpo lo suficiente para quedar cara a cara, ojos café oscuro contra
violeta— Creo que le patearé el trasero a Noah, eso me haría sentir mejor.
—Por favor hazlo. A mí también me haría sentir bien —la mano de Jacob cayó de nuevo
sobre su mejilla, moviéndose sobre la piel suave como la seda, el pulgar acarició su labio inferior.
—¿Me puedes contestar una pregunta?
—¿Por qué sentimos como si nos conociéramos hace siglos, cuando en realidad han sido sólo
unos pocos días?
—Tramposo —lo acusó.
—Lo siento, tienes una mente demasiado abierta para que me resista.
—¿Eso es una disculpa? Porque suena más bien como si eliminaras mi personalidad.
—¿Quieres que te responda o debatir la semántica sobre quién tendría que haberlo
preguntado?
—¿La respuesta tiene algo que ver con profecías y destino? Porque si es así, creo que tendré
un terrible dolor de cabeza.
—La verdad —dijo— es que me inclinaba hacia la anticuada teoría de la química.
—Oh. Bueno, eso suena normal. De hecho, prácticamente humano.
—Muérdete la lengua —replicó, mirándola con un brillo perverso.
—Tú primero.
Echó su cabeza hacia atrás, alzando una ceja sorprendido.
—Isabella, ¿estás coqueteando conmigo?
Isabella suspiró dramáticamente.
—No soy demasiado sutil, ¿huh?

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Jacob rió, incapaz de resistir el acercar su frente a los labios y besarla. Apretó su cabeza bajo
el mentón y abrazó el pequeño cuerpo contra él.
—No puedo comprenderlo, Bella. Cuando tienes todo el derecho a lavarte las manos
conmigo y con toda mi raza, no lo haces. No puedo entender tu razonamiento, sin importar cuánto
indague en tu cabeza.
—Bueno —dijo pensativamente— Creo que es porque cada vez que me altero, mi mente
racional toma el mando, desterrando las emociones al último lugar. Empiezo a pensar. Comprendo
tus motivaciones y veo la razón. Se le quitan a uno las ganas de pelear cuando te das cuenta que
sólo estáis luchando por la supervivencia y paz mental de la mejor forma que sabéis.
—¿Bella?
—¿Mmm?
—Si estás destinada a ser mía, sería la criatura más afortunada en este planeta —se detuvo,
algo desagradable cruzó sus pensamientos— No sé si tú podrías decir lo mismo.
Isabella levantó la cabeza, apoyándose en el codo para poder ver su rostro. Se preguntó si se
daba cuenta que cada vez que movía la cabeza, sus manos automáticamente la seguían,
encontrando la manera de tocar su cara y trenzar su pelo.
—¿Por qué dirías algo tan horrible?
Una emoción indescriptible brilló en sus pupilas. Sospechó que estaba pensando su
respuesta. Comprendió que siempre meditaba precavidamente antes de hablar.
—Es sólo que estoy acostumbrado a que la gente piense mal de mí. Se me considera un mal
necesario.
—Noah no te ve así —le respondió.
Reflexionó un momento y después asintió.
—Cierto, pero nunca he tenido que ejecutar a Noah o a su familia cercana. Durante los
pasados cuatrocientos años, y los más recientes, no hay apenas ninguna familia que no haya sido
de alguna manera dañada por las acciones del Ejecutor. El castigo es un negocio muy duro, y
nunca se olvida. No me pidas que te de detalles, porque no lo haré. Suficiente con decir que no me
hace congeniar con los demás.
—Y ¿qué hay sobre ti? Quiero decir, alguien te castigara por… ¿por mí? —la preocupación
en sus grandes ojos revelaba lo desagradable del pensamiento.
Jacob no respondió de inmediato. ¿Cómo podría? Era un territorio tan nuevo para todos que,
¿Cómo podría estar seguro de algo? La realidad lo perturbó. Había vivido su vida con un
propósito claro, incluso cuando ese propósito le desagradara. Ahora sólo existía misterio,
confusión, y especulación.
—Honestamente no lo sé, Bella. —Dijo suavemente, la inquietud de esa confesión se leía en
sus ojos— Y mientras más nos involucremos en esta situación, más me doy cuenta de lo poco que
conozco sobre cosas que antes veía con absoluta certeza. Es difícil para un hombre aceptarlo.
—Para una mujer también —añadió, recordándole cuánto se había transformado su vida
también— Un día soy una bibliotecaria, al otro una cazadora de demons, imagínatelo. —Le sonrió
mientras giraba sus ojos cómicamente. Pero él sabía que había una gran angustia detrás de esas
palabras— Después de escuchar como tu sociedad te ve a ti y a los que están en tu posición, no
estoy segura de querer saber como reaccionarán con una humana —hizo una burla perfecta de
Ruth con la palabra— Ejecutora.
—Habrá enfrentamientos y conflictos, no te mentiré en eso, florecilla. —Le acarició la mejilla
suavemente con el pulgar mientras hablaba— Sin embargo, tengo fe en nuestra comunidad. Somos

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inteligentes, creemos en la idea de destino, y nuestras filosofías y profecías están arraigadas
profundamente, por mucho que nos desagraden. Nos adaptaremos.
No fue hasta que lo mencionó que se dio cuenta de lo que hablaba. Lo sintió. Él también se
dio cuenta que ahora estaba hablando de la profecía como algo inevitable. Lo turbó que le resultara
mucho más natural aceptarlo ahora, que al discutirlo con Noah. La convicción debía haberla
convencido, porque parecía relajada. Ella, inconscientemente, frotó los labios y la nariz en su
palma mientras sus cejas descendían pensativas. Era uno de los aspectos que amaba de ella, la
forma en que pensaba en todas las cosas globalmente y sin prejuicios. Era lo que la hacía tan
excepcional, y no necesitaba que una profecía se lo dijera.
—¿Por qué tu gente necesitaría dos Ejecutores? Por lo que sé lo haces muy bien solo. No me
necesitas.
—Eso no es completamente cierto —le remarcó, con voz quieta y atrayente. Sí la necesitaba.
La había necesitado desde hacía mucho tiempo. Era algo que sólo ahora empezaba a comprender.
Al mismo tiempo, no podía decir las palabras en voz alta, no podía presionarla con sus propios
deseos. Si ella elegía este camino, no quería ser la razón. Bueno, al menos no la única.
Cuando él calló, Isabella decidió dejar el asunto por el momento. Todavía no lo veía de la
misma forma, pero quizá con el tiempo lo haría.
—¿Crees que es cierto? ¿Crees que soy de la que habla la profecía? Y si es así, ¿Puedes
decirme por qué lo crees?
—Pensé que lo había hecho ya. Hizo que cayeras de cabeza, según recuerdo —su voz estaba
llena de pesar por ello, las puntas de sus dedos tocaban los vendajes de las heridas.
Bella levantó la mano hacia el vendaje y lo palpó. Dolía un poco, pero no tanto como
esperaba. Tiró de la venda sin saber cuánto se había cortado. La retiró antes de que Jacob pudiera
detenerla.
Inmediatamente el aire que les rodeaba cambió. Jacob se mantuvo muy, muy quieto, la
tensión causó que su cuerpo antes relajado, se transformara en una pared de músculos. Los ojos
estaban fijos en su cara, y estaba conteniendo el aliento.
—¿Qué? ¿Está mal? —se tocó instintivamente.
—Lo estaba, era un corte muy malo, Bella. —Apenas podía hablar. Era como si no pudiera
decirlo por miedo a que al hacerlo se volviera mentira— Pero está curado. Salvo por una cicatriz
reciente y algunas marcas, tu corte está curado.
—¿De verdad? Santo Dios, ¿cuánto tiempo he estado inconsciente?
—Sólo unas horas.
—Oh —se mordió el labio inferior por un largo minuto mientras miraba sus oscuros y
turbados ojos— Esto es significativo para ti, ¿verdad?
—¿Siempre has sanado tan rápido?
—No, por supuesto que no. Me curo como un humano corriente.
—Ya no. —Remarcó— Ahora sanas igual que uno de nosotros.
—¿Lo hago?
Él no dijo nada más. En cambio alcanzó los botones de su blusa, sus dedos largos y oscuros
manipulaban el suave satén tan fácilmente que la desabrochó hasta pasados los senos antes de que
pudiera parpadear. Luego tocó su cuello, deslizando los laterales entre sus dedos mientras
empujaba el material negro y exponía su hombro.

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Los ojos de Jacob, negros y claramente acosados por sentimientos, cayeron donde la había
marcado a propósito el día anterior. Su pulgar la acarició deslizándose sobre su pálida, perfecta
piel, buscando la mas mínima magulladura o irregularidad donde le había hecho su brutal marca.
—Si, lo haces —observó al fin, volviendo la mirada a sus expectantes ojos.
—¿Por qué? ¿Cómo? Eres, como… ¿contagioso o algo así?
—No lo creo —dijo Jacob, mostrando una pequeña sonrisa—. Durante siglos hemos estado
entre humanos por largos periodos de tiempo y nunca ha pasado esto.
—Bueno quizás no soy como los humanos corrientes.
—Eso lo puedo confirmar con total seguridad —dijo suavemente, tocando el lugar recién
curado de su hombro para besarlo.
—Halagador. —Dijo ella, cerrando los ojos cuando sus labios acariciaron y permanecieron en
su piel desnuda. Sintió el beso por todo su cuerpo, piel ardiendo y senos hambrientos por su
toque—Lo que quiero decir es —logró decir con una voz tan baja y sin aliento que apenas
reconoció— Que quizás debería hacer una árbol genealógico y ver si tengo ancestros druidas.
—No sería algo que fuera público, considerando que probablemente tus ancestros se
escondían de nosotros. No fue uno de los momentos más gloriosos de nuestra historia, castigar y
extinguir una raza completa —Jacob suspiró, reflejando la profundidad de su pesar.
—Bueno, tú no lo hiciste, lo hicieron tus ancestros. Todo lo que puedes hacer es reparar el
daño como mejor puedas. Si tu raza va a superar la locura de luna, deben de encontrar druidas, sin
importar cuán desvinculados estén ahora, y reintroducirlos en sus vidas y culturas. Al menos, así
es como lo veo.
—Noah lo ve de la misma forma —Jacob asintió—. Pero eso significará traer humanos a
nuestro mundo, porque aparentemente se escondieron entre humanos. Se aparearon con ellos. Si te
tomamos a ti como ejemplo, quiero decir. Si en realidad eres un descendiente druida. —Jacob cerró
sus ojos y gruñó.
Se giró para alejarse, acostándose encima de la almohada y apretándose el puente de la nariz
como si de repente tuviera dolor de cabeza.
—¿Qué?
—Bella, cuando esto se haga público… si la necesidad de druidas es real y reconocida... si son
los humanos con los que los druidas se escondieron, va a parecer como si se abriera la temporada
de caza para los de tu raza. Dulce destino, ahora me doy cuenta “Pero, Jacob, pensé que era una
druida”, ¿Cómo diablos se supone que debo manejar esto?
—Oh, cariño —murmuró Isabella, comprendiendo su punto de vista. Su corazón dolía al
verle preocupado. Podía sentir su alarma y preocupación por el futuro bienestar de su raza— Pero
Jacob, ¿y si la naturaleza ya lo compensó? Conmigo.
Jacob giró la cabeza para mirarla, sus ojos impenetrables fijos en ella con una mezcla de lento
entendimiento, así como de esperanza.
— Tengo que —se aclaró la garganta al ver la respuesta de sus emociones en esos ojos— He
venido a ayudarte, Jacob.

Isabella sintió dentro de su espíritu la poderosa reacción que tuvo él a sus palabras, al
reconocimiento de que esa verdad podría cambiarlo para siempre. Irrumpió en una parte de él que
nunca antes habían tocado, sintiendo el cañón de soledad que durante toda su vida le había
acompañado. Se extendía detrás de él, llena de las muertes de amigos y familiares que no pudieron
sobrevivir a los enemigos de su mundo, que le habían dejado sólo a la fría realidad de ser un

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rechazado para su gente. Más aún, él nunca había compartido sus sentimientos de aislamiento
completamente con nadie.
Isabella se dio cuenta de que nadie lo conocía. Nadie sabía lo solo que estaba realmente el
Ejecutor, excepto ella, y sólo lo sabía porque podía tocar su mente. Y ahora, que afrontaba lo que le
sugería, estaba devastado de miedo por ella. No quería que viviera la vida que él había vivido.
Pero Bella lo veía diferente. Sintió una repentina satisfacción y sonrió.
—Wow. Soy como… ¡La mujer maravilla! —Se puso de rodillas en la cama, rebotando un
poco en el colchón en su excitación. Puso las manos en las caderas e hizo una pose— Ya sabes,
peleando por la verdad, la justicia y la forma de vida demoníaca.
—Creí que ese era Superman —dijo secamente.
—Cállate —le dijo con una torcida sonrisa—, este es mi momento. Sabes, podría quitarle todo
eso de cazar y matar, con el factor “puach” que tiene —tiritó de pies a cabeza teatralmente—. Pero
me encantan los poderes especiales, me pregunto ¿Cómo es que aparecen ahora?
—Quisiera poder contestar a eso, pero estoy tan asustado como lo estas tú —dijo él.
—Bueno, la primera vez que lo noté fue en la librería —hizo un torpe movimiento de
esquivar, claramente para liberarlo de culpa, pero Jacob lo sentía igual que una bofetada—.
Cuando de repente pude leer tu idioma.
—No, antes de eso —dijo calladamente—, justo antes de caer por esa ventana, fuiste empática
con Saul, ¿recuerdas?
—O sí, entonces esa fue la primera vez. Justo después de que me atraparas —soltó una
pequeña risa—. Quizás eres tú después de todo, quizás sí eres contagioso —Isabella notó que su
ceja se disparó hacia arriba en repentina contemplación—. O no, no lo eres. Era sólo una broma —
dijo rápidamente—. No te escucharé decir lo que estas pensando.
—Sólo serían adivinanzas —le recordó con una perturbada sonrisa dibujándose en sus labios.
—Bueno, deja de adivinar —le mandó, acentuando el mandamiento al inclinarse hacia él
para poder golpear su hombro.
—Ciertamente, eres una pequeña mandona —observó, a propósito acercándose para tocar
sus hombros, previniendo que saliera de la posición en la que estaba antes de que él lo quisiera.
Añoraba sentirla, en cualquier forma posible. No podría haber peligro en un poco de inocente
intercambio de calor corporal.
—Sí, bueno, estoy lamentando el que me hayas atrapado esa noche —refunfuño, sin darse
cuenta de sus maquinaciones mientras se movía el pelo en ese encantador hábito que tenia. Era
una invitación que no podía resistir. Sus manos tomaron su hermoso cabello, las lujosas tiras entre
sus dedos.
—Hey, cariño, era o yo o el hormigón. Uno de los dos tenía que hacerlo.
—Ahora pienso que el hormigón hubiese sido menos doloroso… Y menos complicado.
Jacob sabía que estaba siendo una mocosa, tratando de molestar y de ser graciosa, pero su
comentario le toco una cuerda lastimada
—¿Lo ha sido? —La seriedad inundó su voz— ¿Ha sido doloroso para ti? ¿Te he… te he
lastimado, Bella?
Isabella se quedó quieta, mirando a esos solemnes ojos oscuros desde su posición superior,
sabiendo que su respuesta sería vital para él. Como era su costumbre, pensó durante un minuto su
respuesta cuidadosamente. Él obtendría la verdad, como siempre lo hacía.
—Solo una vez —admitió suavemente. Sintió sus manos hacerse puños en su cabello. La tocó
que estuviera tan preocupado por ella—. Pero no como crees, Jacob. Fue esa vez en la librería…

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—Entonces es lo que estoy pensando. Maldición, Isabella, lo siento tanto.
—Jacob escúchame. No fue lo que hiciste —giró su cabeza, se le tiñeron las mejillas de rubor,
incapaz de confesárselo—. Fue lo que no hiciste. Fue… cuando paraste.
Su cara estaba tan caliente en ese momento que podía imaginar que estaba tan roja como un
rubí, pero necesitaba responderle con honestidad. Jacob estaba inmóvil debajo de ella, pero no se
animaba a mirarlo, sin tener idea de cómo su atrevida declaración sería recibida. Era muy abierta
con las cosas de las que estaba segura, pero todo esto era territorio nuevo para ella. Ni siquiera
podía sentirlo respirar.
Entonces, repentinamente, él se alejó de la cama, alejándola de su cuerpo, dejándola rebotar
en el colchón. Perpleja, Isabella se recogió el cabello que había caído sobre su cara y lo puso detrás
de su cabeza. Recuperada su vista, vio a Jacob cruzando la totalidad del cuarto, sus manos
recorriendo furiosamente su propio cabello.
—¿Jacob?
—Isabella. No hables —bramó.
Isabella se molestó. Puso ambas manos en la cintura.
—Bueno, ¡siento saber que lo que tengo que decir es tan ofensivo! ¡Por favor discúlpame!
¡Prometo que nunca más volverá a pasar!
Luchando contra las lágrimas, sin ganas de hacerse pasar aun más como una tonta, Isabella
se levantó de la cama y marchó hacia la puerta. Tomó la cerradura y la movió pero nada pasó.
Revisó el cerrojo sabiendo que estaba arruinando una excelente salida, y lo intentó de nuevo. La
puerta permaneció cerrada. Isabella no podía suprimir el llanto que trataba de escapar de su pecho
por mucho más y pisoteó el piso en su frustración. Si no hubiese estado tan furiosa, quizás se
habría dado cuenta de que Jacob se acercaba por detrás. Como estaba, saltó casi un pie en el aire
cuando le tocó el hombro.
—¿Qué? —preguntó, girándose.
Muy lentamente, Jacob se acercó a ella, llevándola hacia la puerta antes de poner una palma
y luego la otra contra la puerta, al lado de cada uno de sus hombros. Luego en premeditado
incremento, inclino su cuerpo más cerca del ella. Para cuando hizo contacto visual, el más mínimo
espacio separaba sus cuerpos. La estaba bañando en el peligroso calor de su poderoso cuerpo, y su
corazón estaba latiendo al doble de lo normal.
—Bella —empezó lentamente, su nombre retumbando desde su boca como si fuera un rudo
ronroneo—. Me mal interpretas. Nunca, nunca cometas el error de pensar que no te deseo,
pequeña flor —se inclino aun más cerca, su pecho moviéndose tan cerca que ella tuvo que girar su
cabeza. Su ronco tono cayó a un susurro mientras se acercaba a su oreja, bañando su cuello con la
caliente exhalación de su titubeante respiración—. Al contrario. Si me alejo de ti, debes saber que
es porque te deseo tanto que cuando dices cosas como la que acabas de decir, me siento tan
plagado por mis reacciones que temo perder el control. Bella, no hay un lugar a salvo dentro de mí
cuando se trata de este deseo consumidor de tomarte como mi pareja. Mi sentido de la moralidad
me ha abandonado también. Aun el más seguro de mis pensamientos se ha unido al clamor que
quema mi cuerpo mientras demanda el tuyo. ¿Entiendes? No me mal entiendas, pequeña flor. Sí te
deseo. Tanto que duele. Me lastimó a mi, tanto como a ti, ese día en la librería.
—Si tanto de ti lo siente de la forma en que dices —dijo calladamente—, entonces ¿por qué
aún lo ignoras? Especialmente ahora, ¿sabiendo de la profecía y todo?
Se alejó ligeramente.
—No quiero que te acerques a mí por culpa de antiguas escrituras, cuyas verdades y
propósitos son mera teoría ahora, que te dicten como tienes que sentirte acerca de mí. ¿Cuántas

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horas han pasado desde que me dijiste que me temías? Todavía estas aterrada, a pesar de lo que
digas. Puedo sentirlo y leerlo en tus pensamientos. ¡Considera como me hace sentir eso!
»Eres una inocente, Isabella. Ni siquiera puedes decir la palabra sexo y te sonrojas cuando yo
la digo —Jacob inclinó su cabeza con una mirada provocativa, haciéndola tapar sus acusadoras
mejillas con las manos—. A pesar de cuanto responde tu cuerpo al mío, y créeme que lo hace en
una hermosa magnitud, tu mente aun no está completamente decidida. No forzaré esa decisión
mental, emocional, ni siquiera físicamente —sus oscuras pupilas registraron su cara tan a fondo
que sintió no tener ningún secreto restante—. Pero no mal interpretes mi necesidad de poner una
distancia entre nosotros como otra cosa excepto lo que es, meramente un esfuerzo de controlarme
hasta que te hayas decidido, por voluntad propia, con o sin profecía.
—Pero Jacob —dijo, sus manos jugando con la solapa de su camisa—. Cuando estábamos en
la librería, y aun antes de eso, no sabíamos que había una profecía.
Tan simple, tan lógico, tan verdadero. Las manos de Jacob se hicieron puños contra la puerta,
sus deseos y emociones forzadas al mismo final de sus tensores. Sus sentidos clamaban por su
interferencia. Ni la esencia que llenaba su nariz podía empezar a calmar las ansias de esos otros
sentidos que quedaban desatendidos.
Jacob apretó sus dientes por un breve, tenso momento.
—Isabella, debes tener cuidado con lo que me dices —le advirtió duramente—. Estoy
aforrándome a mi control por la más delgada de las cuerdas. Entiende, las consecuencias de que
ese control se corte serán algo que no podrás devolver, que no podrás cambiar. ¿Entiendes?
—Si, lo hago. Y quiero que tú entiendas algo también —le respondió rápidamente—. Quizás
sí sea una virgen, pero eso es sólo por que nadie llamó mi atención lo suficiente como para
cambiarlo. No por que fuera tan importante para mí. Lo admito, siempre esperé que tendría una
primera experiencia especial, pero cuando lo pienso no puedo sino decidir que ya la tengo. Jacob,
nunca podría haber soñado la forma en que me haces sentir. Nunca me había sentido tan mujer
como cuando me tocas con tus manos, cuando me has tocado con tu boca.
»Nadie nunca me ha mirado con la pasión con la que tú me miras —respiró con sedosa
intensidad, su sensual suspiro alejó todo su nerviosismo así como las deseosas yemas deslizándose
por su columna—. Es un sentimiento tan maravilloso ser deseado así. Algunas mujeres tienen sexo
toda su vida y nunca sienten esto. Así que ahora mi inocencia es solo un asunto físico.
Emocionalmente, me convertí en una mujer entre tus brazos la primera noche que estuvimos
juntos.
Jacob suspiró. Un indulgente respiro que agitó su cabello contra su mejilla.
—La ingenuidad de esa declaración sirve por sí sola para recordarme lo inocente que eres en
verdad, Bella.
La dura puesta en lugar, ya fuera intencional o no, tuvo a Bella resistiéndose al impulso de
golpearlo. Su condescendencia estaba empezando a irritarla. Quizás fuera inexperta, pero al menos
sabía que había tropezado con algo extraordinario en él. Mundos diferentes, tan así como ser
especies distintas, y aun así entendía que esta conexión era preciosa. Una oportunidad.
Aun cuando la intimidaba, aun cuando estaba envuelto en misterio era una buena razón para
sentir más que un poco de miedo, no estaba a punto de dejarlo ir como si fuera una revoloteante
mariposa. Quizás toda su vida había sido una introducción a este encuentro con Jacob y a todos los
rápidos cambios que le acompañaban. Quizás, todo este tiempo, su hambre por conocimiento
había sido una búsqueda subconsciente de Jacob y su gente, quizás había algo así como el destino,
y quizás él era el de ella. Isabella sabía que solo había una forma de saberlo y era un
descubrimiento que deseaba más allá de toda razón.

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—Bueno, entiendo —dijo frunciendo levemente el ceño, girando un poco su cabeza para que
no le pudiera ver los ojos—. Si es tan importante para ti, iré a tener sexo con un macho humano
primero. Entonces sabré de qué estoy hablando antes de hablar de nuevo contigo sobre esto.
Jacob sintió la afirmación de la misma forma en que sintió la ráfaga que fue la intervención
de Elijah la primera noche que la había tocado. Le golpeó con tal brutalidad que le quitó el aliento,
destruyendo su sentido de dirección y balance. La ira irrumpió en él, transformando sus ojos en
brillantes huecos negros. La idea de otro hombre tocando su preciosa piel, besando su dulce,
deliciosa boca, era mucho más de lo que podía soportar. Lo que estaba sugiriendo era demasiado.
Mucho más que demasiado.
—Sobre mi cadáver… sobre mi destruida alma. Nunca permitiré algo así —la declaración fue
un cruce entre un aullido y un suave rugido. Bella podía verlo sacudirse de pies a cabeza, podía
sentirlo vibrar a través de la puerta detrás de ella. En un instante, el frío, sofisticado Jacob había
desaparecido y la posesiva bestia mostró su cabeza en su lugar.
—Ahora eso es lo que esperaba —musitó Isabella, con una sonrisa mental.
—Pero —parpadeó con sus ojos mirándolo en toda su inocencia—, tú dijiste.
—Dije que lo olvidaras, Isabella—el Ejecutor aumentó la presión de sus manos en la puerta, a
su espalda, haciendo que la madera se rompiera y crujiera ominosamente—. Nadie te tocará,
¿entiendes?
Isabella empujó sus puños hacia sus caderas, su delicada mandíbula empujando hacia afuera
testarudamente.
—Bueno, ¡No voy a permanecer virgen por el resto de mi vida, Jacob! —declaró con
frustración— ¡Eventualmente alguien va a tocarme, porque no tengo intención de ser una monja!
Especialmente ahora que sé lo que es ser deseada por un hombre y desearle también. ¡Y como soy
muy frágil para ti, tendrá que ser alguien más!
Isabella de pronto se vio envuelta en esas enormes manos, sus ojos forzados a encontrar los
suyos, obligada a ver los celos en el fuego que ella había incendiado en su oscura mirada. Sus
emociones la golpearon como salvajes olas, su repentino, desesperado deseo y aferrante miedo
golpeó su psique como un millón de perforantes dagas. La idea de otro hombre tocándola le
destrozó por dentro, física y espiritualmente. La crueldad y el veneno de eso se estampó en su
alma como un tatuaje, en un latido se arrepintió de su juego. Nunca quiso lastimarlo. Solo
motivarlo para que pasara sus conflictos.
Jacob sabía que no tenía justificación para sentirse así, especialmente en vista de las
rápidamente dibujadas reglas de conducta que estaba tratando de forzarles a ambos. Pero la
salvaje necesidad de dejarla a su lado, mente y alma, lo estrangulaba brutalmente. Mataría a
cualquiera que siquiera pensara en tocarla. En ese momento se lo juró a sí mismo, y en sus ojos
llenos de desesperación se lo juró a ella.
—Nunca —dijo, la palabra cayendo de él en respiraciones calientes, rápidas— ¿Me escuchas,
Bella? Nunca a otro le estará permitido tocarte.
—Entonces solo quedan dos opciones —le recordó, tan desalentada como él mientras sus
incendiados sentidos les golpeaban desde todos lados—. Tú o nadie —tomó una larga, relajante
respiración, forzándose a alejar su influencia en su mente para poder bajar la voz y mover su
cuerpo hacia sus próximas murmuradas palabras. Decidió que esa seria su disculpa por su
egoísmo, por sus molestosas maneras. Ya no lo haría por mucho que lo deseara sino por lo mucho
que él lo hacia. A pesar de todas sus batallas por su auto preservación, él se rehusaba a tomar
atención de cuanto la necesitaba en verdad. Y por primera vez, Isabella entendía de verdad cuanto
la necesitaba realmente.

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—Francamente, Jacob —dijo suavemente, sus ojos guiando su mirada a la invitante longitud
de su cuerpo—, pienso que sería una pena el desperdiciar un cuerpo como el mío, tan suave, tan
ávido de saber lo que se siente al hacer el amor, y tan sensible a la forma en que lo tocas. Sería un
crimen desperdiciarlo en el celibato. ¿No crees?
A un nivel distante, Jacob sabía que estaba tratando de manipularlo, pero el que supiera eso
no hacía que la táctica fuera menos efectiva. La excitación hirvió a través de él en volcánico castigo,
quemándolo de sangre a hueso hasta que estuvo ardiendo y rígido.
—Me tientas a propósito sin saber con lo que estas jugando —la acusó tensamente, sus ojos
una vez más atraídos a las exuberantes curvas su cuerpo, que estaban tocando tan suavemente
contra los duros contornos del suyo— ¿Por qué harías algo tan tonto?
—Quizás porque es mi destino ser tu perdición, Jacob —murmuró suavemente, sus dedos
marcando su sensual boca con un lento toque explorador. —O quizás es el tuyo ser la mía. Todo lo
que sé es que quiero estar contigo más de lo que nunca quise algo en toda mi vida.
La respiración de Jacob se hizo más rápida, su boca calentándose bajo su toque exploratorio,
sus pupilas dilatándose ante sus ojos. La dejó, sus manos presionando la puerta detrás de ella una
vez más. Isabella se daba cuenta de sus dedos hundiéndose en la madera, de que sus luchas
internas no habían terminado. La emocionó que estuviera tan preocupado por ella. La hizo querer
estar con el aun más. Sabía que nunca la trataría a la ligera, que no consideraría el estar con ella un
acto casual. Le salía por cada poro de su piel.
—Nunca podría hacer algo contigo que fuera ligero o casual —dijo Jacob fieramente, sin
darse cuenta, en la intensidad del momento, de que en realidad había escuchado las palabras en su
cabeza, en su voz interna—. Pero tienes razón, estoy preocupado. Y créeme cuando te digo que es
con una buena razón. ¿Recuerdas la primera vez que te besé? En el lapso de una larga respiración,
estaba fuera de control. Estaba actuando solamente con mi instinto, con el animal en mi sangre en
la superficie, el hombre civilizado desaparecido sin siquiera dar pelea. Si Elijah no nos hubiera
interrumpido, hubiese sido brutal con tu cuerpo, desconsiderado y sin pensar en tu inocencia. Te
habría lastimado, con solo la urgencia de aparearme en la base de mis pensamientos. No quieres
eso. No quiero eso para ti, te mereces mucho más.
—¿Más? ¿Como el más que me diste la segunda vez que nos besamos, en la librería? —
preguntó apaciblemente—. No había animal entonces, Jacob. Al menos no en control. La forma en
que me tocaste, la forma en que me hiciste sentir —sus manos se deslizaron en una lenta caricia
recorriendo la longitud de su cuello, sus ojos fijos en el viaje de sus propias yemas—. Y la forma en
que te detuviste. Esos fueron los actos de un amante preocupado y cariñoso —sus yemas se
sumergieron en la cuenca de la base de su cuello, luego deslizándose hacia el tibio, abierto cuello
de la camisa—. Fuiste atento, me hiciste sentir tan deseada. Jacob, quiero sentirlo de nuevo.
—Olvidas —dijo roncamente, sus ojos cayendo en su desnudo hombro, bajo el collar de su
blusa —. Ahora estás revisando la historia.
—No, Jacob. No lo estoy haciendo. Sé lo que era… no soy una tonta. He sentido esa parte de
ti más que solo esas veces —se acercó para pasar sus tiernos labios a través de su mandíbula y
orejas mientras le murmuraba suavemente—. Lo siento en el hambre de tus ojos cuando me miras.
Lo siento cuando respiras profundamente para captar mi aroma profundamente en ti. Sí —le
aseguró cuando el se tenso en su tenencia—, me daba cuenta. Siempre me di cuenta. He escuchado
cada aullido de esa bestia que amarras tan apretadamente. He sentido su ruda urgencia en tus
elegantes manos, sus mordidas en la raspadura de tus dientes, Jacob. He mirado en las
profundidades donde vive la bestia, y ya no me asusta. En la librería, nunca temí a la bestia en ti.
Mi única duda vino del miedo a la mujer que soy, en como lidiar con mi inexperiencia, pero
entonces tú, el Demon que crees que eres, encontraste la forma de guiarme más allá de eso. Era
natural, Jacob y estaba bien, estamos bien.

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Jacob tragó duramente la esperanza y el deseo apretaron su pecho y su garganta. Estaba
tocando su mente a propósito, forzándolo a ver y sentir toda la verdad en sus creencias. Ella tenía
una fe irrompible en él y en la forma en que se sentía sobre lo que les estaba pasando.
—No sabes el poder que tienes —le murmuró en una voz dura como lija—. Eres tan hermosa
—alcanzó su rostro y puso sus manos en el—. Tan suave y tan tibia —sus dedos se dispersaron en
su piel, deslizándose suavemente sobre su mejilla, su mentón y su garganta. Inhaló por la nariz,
una larga respiración—. Y eso, tu olor. Me vuelve loco.
—Dime por qué —le instó, su voz sonaba lejana y soñada.
—Eres —se acercó y olfateó el lado de su cuello, inhalando profundamente de ella—,
limpia… y dulce, como nuez moscada y tarta de manzana. Y luego el cambio… —presionó su boca
sobre su oreja, rozando sus labios contra ella, hundiendo su lengua en la abertura que había allí—
Si justo ahí —murmuró—. Cuando tu sangre se agita, cuando tu excitación se afila. El olor a toda
esencia de mujer.
—Ya veo —dijo sin aliento, sintiendo el cambio a través de su cuerpo más que oliéndolo,
como lo hacia él. Sus manos tocaron los músculos escondidos debajo de su sedosa camisa, era tan
poderoso, y podía sentirlo en cada centímetro que alguna vez hubiera tocado. Ni siquiera había
empezado a hacerlo, cuando de repente se dio cuenta. Siempre había estado abrumada por su
necesidad de ella, por su dominio. Quería tocarlo, más que a nada, y sentir todos los contornos del
cuerpo escondido debajo de la sofisticación de la seda y los trajes a medida.
Jacob se movió a un lado de su cuello, abriendo su boca, sintiendo con su lengua su pulso,
chupando suavemente y haciéndola tiritar mientras su piel se erizaba, sonrió contra ella,
saboreando bien las pequeñas perlas de piel que afloraban bajo las caricias de su lengua. Levantó
su cabeza, rozando su nariz y labios contra su cuello, sobre sus mejillas hasta que pudo ver sus
oscurecidos ojos.
—¿Dónde está Jacob?—le preguntó suavemente, su respiración rápida contra su cercana
boca—. Ese animal que temías que me haría daño, ¿dónde esta ahora?
—Más cerca de lo que crees —le aseguró.

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CAPÍTULO 6

Estaría asustada si pensara incluso por un momento que lo tengo que estar, Jacob.
Esta vez Jacob se percató de su voz cadenciosa en su mente. El nexo entre ellos estaba
haciéndose más fuerte, al parecer con cada toque.
Estoy en tu mente, Ejecutor. Sabría si tengo que temer algo.
Jacob miró profundamente en sus intensos ojos violetas, la confianza en ellos irradiaba hacia
él como una cálida luz. Era la primera vez que cuando alguien lo llamó “Ejecutor” había sonado
como un término bienvenido, cariñoso. Sintió su corazón estrujarse dentro de su pecho. Su
garganta se cerró con tensión emocional. Hasta ese momento no se había percatado cuánto había
esperado a alguien que lo quisiera con calidez y afecto fuera de la conexión con sus sobrinos y más
allá del respetuoso reconocimiento ofrecido por Noah.
El sentimiento era profundo. No podía esperar esconderlo de ella y vio sus ojos llenos con
suave compasión por su soledad, por todo el abuso que había soportado por la misma raza que lo
necesitaba. La gentileza de Bella era un preciado regalo que él no podía desperdiciar. Era generosa
y confiaba en él, siempre sin pensar lo que la costaría. Era el rayo de sol en el que podía regodearse
sin sentirse enfermo. Seria cuidadoso con ella, o moriría tratando de serlo.
Fue en ese momento que se dio cuenta lo fácil que sería perder su corazón por ella.
Tal vez ya lo había perdido.
Guardó el pensamiento, sintiendo que ella ya estaba bajo suficiente presión. Si ella fuera para
él, y el Destino sabia que la quería suya, ella no debería hacerlo por caridad a su gente o por la
presión de sus crecientes sentimientos. Ella debía tomar sus decisiones libre de cualquier presión.
No podría estar satisfecho de otra manera.
Isabella lo vio ahondar en pesados pensamientos, aunque intentaba mantenerlos encerrados,
a salvo y lejos de ella. En verdad, ella no debería estar buscando en su cabeza después de la
lectura, le debería dar privacidad, pero se había acostumbrado a compartir sus sentimientos e
impresiones con él. Se sentía segura con esa conexión. Ella miró la mano, que estaba ausente
jugando con el primer botón de su camisa, sus nudillos apretándose cálidamente sobre la piel
expuesta sobre ellos. Había leído que la temperatura corporal de un Demon era cinco grados más
fría que la humana, pero de alguna manera él siempre parecía calentarla.
Ella deslizó un dedo sobre el ojal del botón, abriendo su camisa unos centímetros más.
Introdujo toda su mano bajo la tela, concentrándose completamente en la suave textura de su piel
y la forma en que se calentaba bajo su toque. Él suspiró, sus pestañas batiéndose hacia abajo para
oscurecer sus ojos. Cuando él miró hacia arriba nuevamente, la oscura flama que se estaba
haciendo tan familiar se asomaba en su mirada.
Jacob tomó el picaporte de la puerta y lo dejó caer con el propósito de tomar la solapa de su
blusa de seda. El comenzó a deslizar la punta de un sólo dedo sobre la piel de una manera
tranquila, de un lado de su clavícula al otro.
Un pequeño toque, Bella, y me pones de cabeza. ¿Puedes sentirlo?
Podía. Cerrando sus ojos y permitiendo a su conciencia mezclarse con la suya, sintiendo
desde su perspectiva la forma en que su cuerpo despertaba y su sangre se calentaba. Sus músculos
se doblaron y tensaron con anticipación, ella sintió el peso, pulsación y dolor de la erección que
tiraba incómodamente dentro de su ropa.

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Isabella quedó instantáneamente fascinada. No podía ayudarse a sí misma. En el momento
en el que regresó a su propia mente y sonrojado cuerpo, deslizo las manos hacia abajo por la
longitud de su torso, viajando a través de su ropa rápidamente y brevemente hasta que sus dedos
se deslizaron dentro de su cinturón y a lo largo de la costura de su bragueta. Jacob inhaló en una
rápida y brutal respiración mientras ella ansiosamente buscaba su dureza entre sus pantalones
hasta que la tuvo audaz e íntimamente colocada en la mano.
—Me vas a volver loco —dijo Jacob en una estrangulada voz, con un tono oscuro, su voz
traspasando sus sentidos como el rugido de un gran león.
—Entonces tal vez es por mi inexperiencia, porque no estaba tratando de volverte loco —dijo
ella, curvando sus dedos ligeramente con el fin de que sus uñas tocaran la tela de su pantalón,
confinándolo.
Gruñó, el sonido nació muy dentro de él, su cuerpo inclinándose hacia ella como si el simple
placer que le estaba dando hubiera debilitado su habilidad de mantenerse recto. Isabella se percató
que se divertía con esa idea. Encantada con sus reacciones pero insatisfecha con su voluminosa
ropa, ella elevó ambas manos a la tarea de desabotonar el resto de su camisa abriendo un camino.
Se deslizó hacia él para acariciar valientemente su sólida carne mientras lo desnudaba, pasando las
manos bajo la enorme camisa, su toque cruzaba completamente su pecho, sus costados y su
espalda. Jacob estaba tan perdido en la sensación que parecía no darse cuenta que su mano se
había movido para acunar su pecho, acariciándola gentilmente sobre su sujetador.
Él se estremeció mientras sus uñas arañaban ligeramente su espalda, las puntas de sus dedos
juguetonas, revoloteando sobre su piel con delicada curiosidad. Un toque tan simple y tan
profundo a la vez, el sintió la dolorosa excitación, pulsando duramente con demanda.
—Segura —jadeó de repente, su mano apretando su blanda piel, su pulgar acariciando su
excitado pezón—. Asegúrate completamente, Bella.
Nunca he estado tan segura en toda mi vida. Entra en mi mente y tú lo sabrás, al igual que yo lo sé.
Él lo hizo mientras ella lo llamaba y no podía malinterpretar la calma que había en el núcleo
de su conmovedora pasión. Tal y como le había dicho, sin ninguna duda. Es más, su curiosidad
crecía exponencialmente y los deseos y pensamientos que revoloteaban en su mente sobre lo que
quería hacer, tratar, aprender y conocer, hicieron que traspasara el punto de rechazarla.
Él se separó de ella lo suficiente para envolver su ligero cuerpo en un abrazo de hierro,
levantando sus pies del suelo hasta que sus senos se colocaron altos sobre su pecho y su cabello
cayó sobre sus hombros, la boca de Bella sonriendo apenas antes de que la capturara con un ligero
estirón de su cuello.
Mientras que la besaba hasta dejarla sin aliento, se movió a través de la habitación con ella.
Entonces, reacio disminuyo gradualmente su beso, arrodillándose en la cama y colocándola
gentilmente en el centro. Ella se estiró, el sexy, sensual movimiento y su sonrisa juguetona
reflejaban la satisfacción que le daba su dominio sobre él. Pero ella apenas había probado lo que
era capaz de hacer y la sangre de Jacob corrió como fuego a través de sus venas mientras
ansiosamente se percataba de ello. Tenía el sentimiento de que sería extremadamente afortunado
de ser su amante, cuando ella verdaderamente aprendiera lo que su influencia sobre él podía
hacer.
Con una mano, él desabrochó el resto de los botones de su blusa. Jacob colocó su boca sobre
su recién expuesta piel. Ella inhaló profundamente, exhalando después con un bajo y estremecedor
sonido de placer, su espalda curvándose hacia sus hábiles labios. Él deslizó su nariz a través del
encaje de su sujetador, sus labios rozando el excitado pico de su pezón. Entonces él abrió su boca
sobre ella, sus dientes la tomaron con un delicado tirón, la humedad de sus labios succionando
sobre el encaje. Ella se convulsionó en respuesta al placer que recorría su cuerpo, desde el pequeño
punto que él atendía. Ella alcanzó a tocar su mejilla, en silente sumisión y él elevó su cabeza unos

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centímetros mientras deslizaba el material de su sujetador a un lado, exponiendo el hermoso y
oscuro pico. Su boca regresó a ella con rápido entusiasmo, su mano libre recorrió sus delicadas
costillas, la curva de su cintura y la tierna curvatura de su labio.
En los siguientes minutos, su blusa y sujetador parecieron desvanecerse de su cuerpo. De
repente estaba desnuda de cintura para arriba, sus manos se enredaron en su cabello mientras sus
adoloridos senos eran provocados por su boca. Las exploradoras manos que recorrían su cuerpo la
volvieron igualmente loca con su astuta combinación de caricias. Sintió que él encontraba la
costura interior entre sus piernas.
Jacob presionó sus dedos lentamente sobre la ropa de la entrepierna, disfrutando del calor
que provocaba cada centímetro recorrido. El dejó sus senos y su creciente sensibilidad,
encontrando su caliente boca. El besó y succionó fervorosamente con su lengua el sabor de sus
labios, volviéndose a sí mismo loco por el placer que le provocaba, mientras se deleitaba en sus
gritos y gemidos de salvaje placer que llenaban sus oídos... llenando su boca.
En ese momento ella sacó su camisa de sus pantalones, dirigida por la urgencia de sentir su
piel sobre la suya. Jacob satisfizo su urgencia embravecido por sus salvajes pensamientos, bajando
su caliente piel hasta contactar con la suya, todo mientras continuaba lentamente el patrón en la
costura de su pantalón con sus dedos. Ella ni siquiera era consciente de cómo serpenteaba y se
retorcía en un intento de hacer que él acelerara su tarea. No tenía en cuenta como cada giro de su
pequeño y caliente cuerpo bajo él, disparaba desesperadamente sus urgencias primarias. Su
esencia impregnaba cada poro de su cuerpo, haciendo que él rugiera, bajo e intenso, mientras que
finalmente ahuecaba el centro de todo el poderoso calor en sus fervientes manos. Sus palmas
presionaron contra su montículo y sus dedos lo presionaron apretadamente. Él gruñó, cuando se
percató de la humedad que traspasaba el pantalón.
Jacob de repente se elevó sobre sus rodillas, quitándose la camisa mientras lo hacía. Sus
acciones eran ardientes, puntuado por un salvaje y profundo gruñido, pero Isabella estaba lejos de
ser intimidada. Ella lo instaba en suaves susurros de ánimo, elevando sus caderas cuando él se
dirigió para quitarle el pantalón y las bragas, desabrochando el delgado cinturón con urgencia.
Cuando estuvo completamente desnudo, se arrastró sobre la cama, sus manos separando sus
rodillas intentando posarse directamente sobre el centro de su cuerpo. Ella había mirado con
anticipación su acercamiento, con los ojos muy abiertos, y Jacob se forzó a calmarse, cuando ella
inadvertidamente envió una impresión de ansiedad. Él buscó su mente, introduciéndose en sus
pensamientos, buscando rápidamente la causa de su aprensión.
¿Es… es eso normal?
Jacob trató de no sonreír, con la certeza de que había una buena oportunidad de ser
abofeteado por eso. Él siguió su curiosa mirada sobre su cuerpo.
Bastante normal, aseguro él. Pero entonces incapaz de resistir, el agregó: para un Demon.
Ella jadeó, mirando en sus ojos, tomándole sólo un segundo ver la diversión brillando a
través de las llamas del deseo.
—Eres tan malo.
—Y tú eres tan adorable —rebatió, riendo suavemente mientras recorría el sensible punto
que había encontrado al lado de su cuello con sus labios. Esto la distrajo lo suficiente para que él
cerrase las manos sobre las suyas y guiarla para tocarlo—. Ahora puedes elegir venganza... o no.
Su mano se curvó suavemente, esa irreprimible curiosidad de ella brincando a la vanguardia,
mientras el duro peso de su excitación descansaba en su palma. Él se deslizó nuevamente en su
mente, sintiendo su asombro mientras descubría lo que se sentía tocar a un hombre tan
íntimamente por primera vez. De lo primero que ella se percató fue la contradicción de
sensaciones, tan duro como el hierro que casi asustaba, y sin embargo, esa dureza estaba cubierta

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por aterciopelada piel caliente. Suave y lisa en un toque superficial, pero rígido y poderoso en un
toque más fuerte.
Su curiosa exploración siguió y Jacob estalló en sudor mientras su cuerpo temblaba. Su
caricia era puro éxtasis, lanzando olas de calor e increíbles pulsaciones, incrementando la dureza
que tenía entre sus curiosos dedos. Ella descubrió la humedad que su toque había ordeñado de él,
tomándolo con su palma de tal forma que un gruñido salió de su alma. Él se disparó hacia su
mente, haciéndola sentir lo que estaba sintiendo, haciendo que llorara en una delicada sorpresa.
Siente esto Bella. Siente como me quemas.
Él tomó el mando en su mente y ella lo obedeció. Podía sentir el doloroso placer que le
causaba, podía sentir los impulsos que lo recorrían por cada toque, cada abrazo. Ella estaba
jadeando suavemente, con sonidos de excitación, totalmente inconsciente de lo que estaba
haciendo, mientras deslizaba su mano a lo largo de él, desde la base hasta la punta y de regreso
nuevamente. La necesidad, acuciada con la llamada del alma salvaje de la naturaleza, explotó en la
mente de Jacob y en su espíritu. Ella lo sintió golpear en su mente, abrasando su psique con sus
feroces demandas. Absorbió el sufrimiento al igual que él, y cuando ellos miraron de regreso en los
ojos de cada uno, la bestia estaba lista en ambos.
Isabella escuchó el sonido de un gruñido llamándola. Se dio cuenta que la baja y seductora
llamada era ella misma, buscando la respuesta de su pareja. Vocalizó nuevamente, el envolvente
sonido y un ronroneo electrizante para atraerlo a ella. Jacob respondió, el atronador sonido
profundizando y reverberando mientras era expulsado. Él tomó su juguetona mano por la muñeca
con un poderoso apretón, para inmovilizar el torturante apéndice sobre la almohada cerca de su
cabeza. Sus ojos fijos en los de ella, un brillo de media noche reflejaba la salvaje urgencia,
buscándola a través de cada resquicio.
Él bajó su cabeza a la elevación de sus senos, descubriendo sus dientes mientras lo hacía. Ella
estaba respirando tan fuerte que su pecho se elevaba para encontrar el suyo y ella vio la
satisfacción que entraba en sus turbulentos ojos. Sus dientes rozaron sobre ella y los sintió
mordisqueando sobre su piel. Nuevamente, él se movió de la curva de su clavícula hacia su
hombro.
Entonces sus manos estuvieron sobre ella, girándola salvajemente, presionándola sobre la
cama mientras su boca se presionaba sobre su omoplato. Sus manos estaban sobre sus caderas
sosteniéndola en posición mientras usaba sus pantorrillas para colocarla sobre sus rodillas, para
colocarse a sí mismo contra ella con un salvaje arrastre de su cuerpo contra la rígida y caliente
longitud de su sexo. Isabella respiraba con un rápido jadeo de placer mientras sentía su ataque
dominante a lo largo de los límites externos de sus pliegues femeninos. Ella sintió florecer su
cuerpo con hambre, buscando y rogando ser llenado. La mordida de su cuerpo sobre la piel de su
hombre y la poderosa fuerza de sus manos no hacía más que intensificar esos deseos.
Jacob sintió la urgencia de su cuerpo, tan cerca ahora como estaba en las profundidades del
cielo esperando por él, la húmeda evidencia de su bienvenida lo bañaba invitadoramente.
Entonces se retorció de nuevo contra él, buscándolo con salvaje provocación, su salvaje y pequeño
cuerpo buscando ser llenado, su pulsante dureza contra ella prometía ser caliente.
Jacob no podía contenerse.
El apretó su cadera incluso más fuerte, agregando más moretones de intensidad y
arrastrándola hacia la punta de su rígido eje. Ella gritó su nombre con salvaje demanda y la sintió
instantáneamente apretándose contra él, tratando de forzar lo que su contención sobre ella
prevenía. Pero incluso la bestia dentro de él había esperado demasiado por eso, para no saborear el
momento. Mientras la probaba, él disfrutaba sus pequeños ruidos y movimientos desesperados. Se
frotó contra ella una y otra vez, causando que se hundiera en placeres fuera de sí, mientras
estimulaba su sentido expectante.

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Entonces él estaba en el precioso umbral, el sudor goteaba de su cabello y sobre su espalda
mientras la dominación lo castigaba a él tanto como la torturaba a ella.
Finalmente, él se liberó.
Jacob se hundió en ella en un brutal choque de sus pelvis. No lo hizo a propósito. Se
proponía absorber cada segundo de placer que pudiera del momento de entrar en ella. Sin
embargo, un momento antes de su erótica zambullida, ella lo había llamado.
—Jacob... —había jadeado, su cabeza girando salvajemente de lado a lado, su carne
temblando contra él—. ¡Por Favor! Entra en mí. Por favor…
Esto había sido el cuchillo que se había deslizado a través de su último hilo de control.
Rápido o lento, estaba tan apretada, tan deslumbrantemente caliente y húmeda, tan perfectamente
fabricada para él que había sido la experiencia más tremenda de su vida, finalmente estar unido
tan profundamente dentro de ella.
Isabella estaba tan llena por Jacob que se sorprendió de no quemarse. Había tenido un
pequeño dolor, pero no más ni menos que algunos golpes que ya había olvidado. No podía estar
molesta por ello. Estaba muy lejos de prestarle atención, debido a su placer. Jacob la estaba
llamando, un profundo retumbo recorrió su pecho, mientras él se doblaba sobre su pequeño
cuerpo, permitiéndoles a ambos absorber su primera invasión.
Ella no era lo suficientemente paciente para esperarlo. Movió sus caderas y se impulsó hacia
delante, deleitándose en el duro deslizamiento del granito que se movía dentro de su cuerpo,
instintivamente apretando sus músculos femeninos para mantenerlo dentro de ella. La reacción de
Jacob fue explosiva tanto en sonido como en acción. Él maldijo, nuevamente un apasionado
cumplido fue tomado en contexto, y después lanzó un gruñido desde el fondo de su alma. Él se
elevó hasta alcanzar su cuello, sus poderosos dedos se apretaron y se doblaron sobre su delicada
columna, su mano libre se dirigió de su cadera a su cintura, la capa de sudor sobre su piel hizo que
este movimiento fuera más delicado. Jacob se introdujo de nuevo, un empujón tan profundo y
fuerte que de hecho elevo sus rodillas de la cama, un ruidoso y salvaje sonido emergió de sus
labios mientras ella se retorcía urgentemente en conformidad, su áspera respiración se notaba bajo
la presión de su dedo índice sobre su garganta.
El cuarto se estremeció, la tierra reflejando su pérdida de control, los gases de la chimenea y
los paneles de cristal ahumado de las ventanas tintineaban mientras el temblor aumentaba. Jacob
se introdujo dentro de ella nuevamente, arraigándose tan profundamente como el sagrado terreno
de su cuerpo lo hacía posible. Todo el tiempo, la cama vibraba con el temblor de los cimientos de la
casa.
Ella estaba abrasadoramente caliente, cautivadoramente húmeda, la imposible estrechez de
su primera experiencia sexual.
Jacob... no... Por favor... no te detengas. Nunca te detengas.
Jacob gruñó suavemente, moviéndose con un lento y continuo ritmo dentro de ella. El
cabalgó dentro de su apretado y hermoso cuerpo y se tambaleó por la ferviente altura que alcanzó.
Su pasión era un brillante prisma de luz y quería guiarlo más cerca de ella en formas más allá de
las físicas. Él no tenía problema para controlar el vibrante mundo fuera de la esfera de su
conciencia. Jacob entendió solamente que ahora él compartía espacio con la implacable y fiera
criatura que vocalizaba, sintiendo la necesidad de marcarla con sus dientes y la longitud de sus
uñas que marcaban su suave cuerpo en largas líneas rojas. Pero al mismo tiempo era tan hermosa
para no arrastrar su corazón y su alma en la mezcla. Verdaderamente por el momento, sentía como
si todo sobre y dentro de él estuviera uniéndose.
—Jacob —ronroneó Bella alentándolo—. Oh, si...

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Él sonrió con lento placer cuando su nombre salió de sus labios en esa sensual forma que
mostró la acuciante necesidad que ella no podía ocultar, él se retiro, deleitándose con la sensación
por un segundo. Isabella jadeó, sobrecogida con una sensación de dolorosa perdida, sus caderas
retorciéndose de regreso hacia él instintivamente.
No es suficiente, florecita.
Ella no tuvo tiempo para preguntar. La levantó, provocándole un quejido de sorpresa y
consternación. Pero entonces él la estaba girando nuevamente, esta vez con increíble gentileza
levantando sus piernas, colocándolas alrededor de sus caderas mientras él se recostaba sobre su
estirado cuerpo.
Debo probar tu boca, florecita, mientras estoy dentro de ti. Debo observar dentro de tus ojos y ver tu
placer.
Entonces él alcanzó su boca con gran necesidad, devorando la delicadeza que le ofrecía,
mientras se introducía profundamente en su hambriento cuerpo.
—Bella. —Gruñó contra su boca, repitiendo la profundidad de su empuje y siendo
recompensado con una increíble respuesta. Calor. Abrazo. Deseo, excitante combinación. Toda ella
lo dirigía dentro de él. Era perfecta, él no había conocido tanta perfección; en todos los siglos que
había vivido nadie había estado cerca. Esto era una unión de cuerpo, mente y alma. Era suficiente
para hacer que se maldijera a sí mismo por esperar tanto para estar con ella, incluso si sólo la
conocía por unos pocos días. Por la posibilidad de haberla dejado ir, a pesar de que sabía que no la
podría haber tenido si la hubiera forzado a su abrazo.
Su esencia, sus texturas y sus pensamientos, todos ellos lo rodearon y lo llenaron mientras él
la llenaba a ella. Él supo en ese segundo, mientras se movía enérgicamente dentro de su cuerpo y
sentía el acuciante ritmo venir de ella tan naturalmente, que estaba de hecho completando el
Destino. Se deslizó dentro de la mente de Isabela, sintiendo el placer aumentar caliente y tenso
dentro de ella. Deslizó sus manos sobre ella, en búsqueda de sus puntos sensibles, alimentando
intencionadamente la flama. Era increíble sentir desde su perspectiva, el crecimiento de su primera
experiencia de liberación, de éxtasis. Guió sus movimientos dentro de ella siguiendo los estallidos
de placer que giraban en su conciencia uno tras otro. Aprendió la mejor manera de causarle su
entusiasta respuesta.
Ella empezó a jadear con cada movimiento sucesivo que él hacia dentro de su cuerpo, sus
manos apretando sus hombros violentamente, sus pensamientos gritando su euforia hacia su alma.
Y de repente Isabella explotó, un flamante grito de éxtasis que se sintió caliente y brillante, la
pureza de su clímax forzándolo a unirse a ella en la cataclismica liberación.
—Isabella —Jacob la llamó por su nombre mientras sentía la detonación del clímax
elevándose dentro de él. Se vino con violentos espasmos de placer que siguieron y siguieron hasta
que estuvo expulsando las partes más profundas de su alma dentro de ella. La intensidad era tan
profunda que él tuvo la certeza, en el momento que terminaron, que ella conocería cada uno de sus
secretos, sueños, necesidades y esperanzas.
Cada ventana de la casa explotó, la tensión de los conflictivos giros de sus bisagras
finalmente alcanzaron el punto de quiebra. Jacob tiró de la cabeza de Isabella hacia su pecho, sus
anchas espaldas y hombros protegiéndola de la lluvia del coloreado cristal que llovía de los
ventanales sobre la cabecera de la cama.
Pasaron varios y largos minutos en los que no podían respirar antes de que ellos se pudieran
mover. Isabella de repente se dio cuenta de que la habitación estaba en caos y elevó su cabeza
fuera de su protección para observar la destrucción. Los muebles estaban llenos y el vidrio estaba
desperdigado en todas partes, incluyendo la cama donde se encontraban.
Finalmente, miró en los ojos de Jacob, ignorando la preocupación claramente reflejada en
ellos y sonriendo como el gato que acaba de descubrir que la jaula de los pájaros esta sin cerrojo.

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—Es bueno que no vivas en California —recalcó ella.
—¿Estas de broma? ¿Con todas esas fallas activas?
Jacob toco su nariz con la punta de su dedo un momento antes de que sus cuerpos se hicieran
polvo. Lo siguiente que supo fue que era sólida de nuevo y todo el vidrio que los rodeaba había
sido retirado.
—Limpio. Te apuesto que serias una excelente ama de llaves —rió, permitiéndole que la
arrastrara sobre su cuerpo mientras él se recostaba sobre su espalda.
—Soy excelente limpiando —dijo él.
—Me he dado cuenta —Isabella deslizó una rodilla a cada lado de sus piernas y lentamente
se sentó, presionando sus manos sobre su pecho como punto de apoyo, todavía sintiéndose un
poco débil después de sus tumultuosas actividades.
Jacob sonrió, bebiendo la increíble visión que representaba frente a él, sus desnudos pechos y
su cuerpo marcado por su boca y manos, su alborotado cabello rizándose como sedoso humo
negro alrededor de ella, un delgado mechón enganchándose alrededor de su pezón izquierdo. El
colocó las manos bajo su cabeza y se regodeó, sin importarle si ella sabía que tan satisfecho consigo
mismo estaba.
—Bueno, pareces muy contento contigo mismo —dijo, sus manos colocadas en sus caderas
en ese familiar gesto. Jacob se preguntó si ella se daba cuenta de cómo esa pose hacia que sus
pechos sobresalieran de una forma demasiado atractiva. Incapaz de resistirse, el movió una mano
de debajo de su cabeza y siguió el rizo de cabello enganchado sobre su pezón.
Isabella sostuvo su respiración y después suspiró ante la estimulación profunda de ese toque
tan simple. Justo cuando pensaba que estaba completamente exhausta, encontró que lo deseaba de
nuevo. Tenía la certeza de que tenía mucho que aprender todavía. Eso hizo que sus labios se
torcieran y sus ojos brillaran con renovado deseo.
—O cielos —gruño Jacob—, conozco esa mirada.
—¿En serio? —preguntó maliciosamente, trazando los músculos de su pecho con la punta de
un dedo.
—Incluso si no pudiera leer tus pensamientos, florecilla, lo sabría. Tienes el aspecto de una
joven que acaba de descubrir su lívido.
—¿De verdad? —Extendió las manos por sus costillas, inclinándose hasta que pudo tocar el
pezón con la boca mientras no dejaba de mirarle a los ojos.
—¿Te he mencionado —gruñó— que probablemente soy demasiado viejo para esto?
Puso los ojos en blanco, aparentemente no muy impresionada por su perspectiva. Rozó con
los dientes la pequeña protuberancia que sus atenciones habían creado.
—¿No estás dolorida?—preguntó tanteándola.
¿Alguna sugerencia?

Isabella abrió los ojos, cogiendo aliento estremeciéndose con un escalofrío. Miraba la
oscuridad; la luna cubierta de nubes era la única luz e incluso apenas traspasaba las ventanas de
bisagra. Jacob yacía pesadamente sobre su cuerpo con un brazo rodeando posesivamente su
cintura, uno de sus muslos estaba atrapado bajo el de él y su cara estaba enterrada tan
profundamente en su cuello que podía sentir el toque de sus labios en la piel. Podría haberle
complacido despertarse de esta forma, de hecho le encantaba, pero algo estaba mal. Se estremeció
y no porque tuviera frío, aunque las partes que no estaban en contacto con Jacob estaban a punto

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de congelarse. A Bella le sobrevino de repente un horripilante presentimiento sobre la noche, una
sensación trepaba por su columna. Sabía que no quería estar en la cama o desnuda en ese
momento ni quería que Jacob estuviera dormido. Actuó por instinto pellizcándole el hombro,
haciéndole despertar bruscamente pero la sensación de pavor seguía llenándola y supo que no era
momento para exquisiteces.
—Ay. ¿Qué coño...?
—Quita de encima.
Jacob respondió inmediatamente, el tono de su voz le obligó a obedecer sin preguntar. Salió
de la cama y los movimientos rápidos y precisos con que recogió sus ropas pusieron a Jacob en
modo de alerta total. Desplegó sus instintos mientras salía de la cama y se agachaba en el suelo. Se
puso los pantalones mientras Bella, varios pasos por delante de él, escalaban al estrecho marco de
la ventana que había sobre el cabecero y se balanceaba sobre los talones en el alfeizar.
Espérame. Le ordenó.
¿Puedes sentirlo?
No. Dime qué sientes.
No sé. Es... oscuro. Siento... el mal.
La miró y ella se llevó los dedos a la lengua intentando ver en la oscuridad. Sintió lo que lo
estaba buscando. Estaba saboreando el inconfundible sabor fuerte de la sangre en la boca, pero no
era su sangre.
Es una ilusión. Recuérdalo. Tu empatía es la realidad de otra persona, no la tuya.
Jacob se colocó detrás de ella, intentando ver por encima de su hombro, intentando encontrar
lo que la tenía atrapada.
De repente, Bella jadeó y se giró.
Pero era tarde, sólo un instante tarde.
El intruso que había entrado en la habitación osciló algo en la oscuridad que dio con la parte
de atrás de la cabeza de Jacob y lo mandó a estrellarse contra el aparador al lado de la cama. Bella
gritó y bajó de un salto del alfeizar donde estaba encaramada haciendo contacto preciso contra la
malevolencia que había derribado a Jacob. Estrelló las manos contra su pecho, agarrándole la ropa
con los puños, tirándole hacia delante mientras hundía su rodilla en el vulnerable vientre.
Entonces le empujó hacia atrás y dio con la mano abierta en la nariz del atacante.
El invasor retrocedió, pero ligeramente. Se recuperó rápido considerando la fuerza del
ataque. El intruso balanceó el brazo, dándole un puñetazo tan fuerte en la cara que la cabeza se le
echo hacia atrás. Bella estaba pasmada pero en alguna parte de su cerebro era consciente de que
estaba herida tan sólo una fracción de lo que podría estar. La atacó de nuevo y le bloqueó con los
brazos; le lanzó un puñetazo y ella se deslizó rápidamente fuera de su alcance y entonces disparó
el canto de la mano con fuerza contra la vulnerable garganta.
El grito de dolor era masculino y duró poco. Avanzó y la agarró por el pelo, tirando tan
fuerte que dio una vuelta de 180 grados sobre los talones. Estaba cayendo hacia atrás,
desequilibrada, en brazos de su enemigo cuando una extraña luz azul invadió la habitación
destacando la mano levantada que se dirigía a su garganta.
—Puta Demon —siseó, tosiendo por la satisfacción de su último golpe.
El rayo azul de magia que salió de sus dedos la alcanzó con un dolor espantoso que hizo que
todo su cuerpo se convulsionara, cada pelo se le erizó por la carga eléctrica.
—¡Su nombre! ¡Dime su nombre! —le soltó el pelo con el brazo alrededor de la garganta
ahogándola mientras lanzaba otro rayo de energía a través de su cuerpo. Se agarrotó durante un

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largo minuto antes de que terminara y la dejó caer suavemente sujetándola.

—Dime su nombre o te mato.


—Nunca —graznó sin ni siquiera saber por qué debería proteger el nombre de Jacob de este
monstruo. Lo único que sabía era que, si no se liberaba pronto, se iba a desmayar por falta de
oxígeno o él la iba freír desde dentro.
Aflojó su agarre para poder sacar un cuchillo de la manga y ponérselo en la garganta.
—¿Notas esto, puta Demon? —Apretó el filo contra su carne —. Está hecho de hierro. Te
aseguro que tiene todos los hechizos necesarios para separarte la cabeza de los hombros.
Fue entonces cuando Isabella cayó en la cuenta de que creía que era una Demon. De repente,
esto se convirtió en una ventaja y gritó como si el hierro le estuviera haciendo daño.
—Sí, eso es. Duele ¿verdad? Ahora dime su nombre o te mato. Y después de matarte, mataré
a tu amante. ¡Mira!
La giró para que pudiera ver a Jacob tirado en el suelo. Incluso hizo que con su magia la
habitación se iluminara para que pudiera ver la sangre que se extendía alrededor del cuerpo de
Jacob. El inmenso vacío de sus pensamientos la horrorizó mucho más que la vista de su sangre. El
pánico brotó en un rincón distante de su mente y el corazón le dolió en respuesta pero lo apartó de
su mente enfadada y enfocó.
—Apuesto a que te preguntas cómo le reduje tan fácilmente. ¡Bueno, lo sabrás si no abres esa
boca tuya y me dices su nombre!
—Su nombre... —graznó.
—Sí, dímelo —dijo ansiosamente.
—Bond, James Bond.
Isabella echo hacia atrás la cabeza, aplastándole la cara con el cráneo. Con el impacto vio las
estrellas pero agarró la mano que tenía el cuchillo y le golpeó lo más fuerte que pudo. Chilló pero
ella apretó la mandíbula hasta el cuchillo cayó de entre sus dedos. Entonces se giró y le dio un
rodillazo en la entrepierna con su fuerza recién descubierta. Cayó al suelo con otro chillido,
retorciéndose de dolor, con las manos en sus doloridas partes. Isabella se echó el pelo hacia atrás y
miro ferozmente a su víctima.
—Que tengas un buen cambio de sexo, hijo de puta.
Echó el pie hacia atrás y le dio una patada en la cabeza. Perdió el sentido con un quejido, la
cabeza cayó y se quedó mirando hacia ella. Le dio fuerte en sus partes con el pie sabiendo que le
sería imposible fingir que estaba inconsciente dadas las circunstancias.
Satisfecha, se dejó caer al lado de Jacob sin darse cuenta de que estaba de rodillas sobre su
sangre. A la débil luz, buscó la herida de donde provenía. Al principio, pensó que era sangre de la
boca, aparentemente por haberse mordido la lengua cuando se golpeó la cabeza al caer contra el
aparador. Hasta que no le dio la vuelta no se dio cuenta que tenía una profunda cuchillada en el
hombro y la parte de atrás de la cabeza. Estaban en línea la una con la otra, así que fuera lo que
fuese lo que le había cortado, era largo y afilado. Seguramente alguna clase de filo maligno.
Probablemente hecha de hierro.
Isabella empezó a sentir una firme presión de miedo en el pecho. Recordaba haber leído que
el hierro en manos de un nigromante podía matar a un Demon. El ser magnífico y vital que le
había hecho el amor tan increíblemente hacía un rato podría muy bien estar muriéndosele en sus
brazos.
—Oh, por favor —rezó con un sollozo,— que Legna me oiga.

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¡LEGNA! Su mente gritó el nombre de la Demon Empática con el dolor de su corazón aullando de
fondo. ¡LEGNA! ¡AYÚDAME!

Legna dio un respingo en la silla, haciendo que Noah levantara la vista del tablero de ajedrez
que había entre ellos. Se le fue el color de la cara y Noah supo inmediatamente que algo iba
extremadamente mal.
—¿Legna?
—Isabella...
Noah se puso de pie con una sacudida, rodeó la mesa y se puso detrás de Legna.
—Dime.
—Está aterrorizada... Jacob. Algo terrible le ha pasado a Jacob. Nos necesita.

Isabella estaba sollozando cuando Noah y Legna se materializaron dramáticamente en medio


de la habitación. Lo primero que hizo Noah fue lanzar una bola de fuego hacia el techo, dejándola
inocuamente suspendida para que la luz inundara la escena. Legna fue directa al lado de Isabella y
empezó a llorar suavemente cuando vio a Jacob y toda la sangre esparcida alrededor. Noah se dio
cuenta enseguida del otro macho que yacía inconsciente en el suelo. El olor del nigromante golpeó
físicamente a Noah revolviéndole el estómago con el hedor.
—Legna, llama a Elijah —ordenó. Después miró a Jacob. Apretó los labios hasta formar con
ellos una sombría línea—. Y a Gideon.
Legna jadeó, mirando a su hermano como si estuviera en estado de shock.
—Tiene que haber otro médico, Noah. Gideon desprecia a Jacob.
—No hay otro más anciano, ni más sabio, ni más capaz que Gideon. Llámale.
—No contestará.
—Sí lo hará. Llámale. Obedéceme. Ya.
Legna jadeó y se alejó de los otros buscando un punto alejado donde pudiera concentrarse en
su tarea. Noah se arrodilló junto a Isabella que se mecía ligeramente en su dolor, sus pequeñas
manos presionaban las heridas del cuerpo de Jacob en un intento de frenar el flujo de sangre.
—¿Cómo ha sucedido?
—No lo sé —hipó—. Ni siquiera sintió al nigromante. Yo sí, pero él no. No lo comprendo.
Jacob puede sentir cualquier cosa.
—Esa es una de muchas preguntas, Isabella. Ahora mismo vamos a tener que concentrarnos
en conseguir un médico para Jacob y después tenemos que poner al monstruo en custodia. Te
prometo que no descansaré hasta que no tenga respuestas.
—No hacía más que preguntarme el nombre de Jacob —murmuró entumecida—. ¿Por qué?
¿Por qué quería su nombre?
—Te lo explicaré después —prometió Noah. Levantó la cabeza cuando una violenta brisa
sopló por la habitación, se enroscó y se convirtió en Elijah. El guerrero echó una rápida mirada por
la habitación y le lanzó una mirada a Noah.
—Elijah —lo llamo Noah levantando la mano—. Llévate al nigromante de aquí.

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Elijah asintió y con un golpe de muñeca, él y el nigromante se desvanecieron en una ráfaga
de viento. Tan pronto como Elijah se esfumó, un Demon que Isabella no había visto nunca,
apareció en un remolino de humo y azufre justo donde Legna se había ido y había reaparecido.
Los ojos de Isabella se abrieron como platos cuando vio al macho de pelo plateado por
primera vez. El pelo espeso y hasta la altura de los hombros contradecía los rasgos de un hombre
de no más de cuarenta años y con una gran psique vital. Se dio cuenta de que era al que llamaban
Gideon y también de que era con diferencia, mucho más viejo que cualquiera de los que estaban en
la habitación. Se notaba en su porte y en la manera que examinaba el caos de la habitación con ojos
serenos y calmados. Ojos espeluznantes que hacían juego con su pelo plateado. Incluso si no se lo
hubiera oído a Noah, habría sabido que tenía un poder tremendo. Apestaba a poder.
Sus ojos la enfocaron, contrayendo las pupilas ligeramente.
—Una humana.
—Por el amor de dios —saltó Isabella cansada de los Demon que hacían esa distinción, como
si fuera portadora de una plaga—. Sí, soy humana. Y también me voy a cabrear si no ayudáis a
Jacob rápido.
—De Nueva York. —Gideon notó sus ojos moviéndose rápidamente por la forma inerte de
Jacob—. Le han herido con un filo de hierro. Hechizada. Hasta que no levantemos el hechizo, la
herida se mantendrá abierta y sangrando. Tus intentos de contener la hemorragia con las manos
son inútiles.
—Noah —dijo Isabella suavemente siseando las palabras a través de los dientes apretados—,
dile a este gilipollas que cure a Jacob lo antes que pueda que voy a patearle su sagrado trasero por
todo el continente.
Una ceja plateada se elevo con curiosidad.
—Es bastante impertinente para ser una Druida —comentó Gideon.
La cabeza de Noah se elevó de golpe con los ojos abiertos en un evidente shock...
—¿Sabes que es una Druida? ¿Cómo lo sabes?
—Es bastante fácil, te lo aseguro. —Gideon se anticipó a la próxima amenaza enfurecida de la
mujer con la mano levantada y se arrodilló al lado del Ejecutor—. Es mejor que esté inconsciente.
Me imagino que no le encantará saber que soy yo quien va a curarle.
—No te guarda rencor, Gideon —dijo Noah pausadamente—. De hecho, tu autoexilio le ha
pesado bastante.
Gideon no contestó. Tocó la pálida cara de Jacob con una caricia que casi se podía considerar
afectuosa. Los ojos del anciano se cerraron y dejó escapar un largo aliento. Isabella jadeó cuando
las heridas bajo sus manos empezaron a cerrarse. Hizo un ruidito de alivio mezclado con un
sollozo.
—Necesita sangre. Ven, Noah.
Noah se adelantó y se arrodillo al lado de Gideon sin vacilar. Extendió su brazo y Gideon lo
sujetó con una mano por encima de la muñeca mientras la otra mano buscaba el brazo izquierdo
de Jacob de la misma forma. El color llameó en las facciones de Jacob mientras se desvanecía de las
de Noah. Isabella era consciente de que estaba presenciando alguna clase de transfusión, una que
no necesitaba agujas, y sin amenazas de contaminación del exterior. Era increíble y estaba más que
agradecida cuando Jacob por fin se movió.
—Llevará la cicatriz para siempre. Eso no lo puedo curar —admitió Gideon con pesar.
—No importa —susurró Isabella acariciando tiernamente el pelo y la cara de Jacob. Él gruñó
suavemente y ella se inclinó para posar los labios sobre los suyos—. Jacob, Jacob... — susurró
besando su boca una y otra vez.

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Gideon lanzó una elocuente mirada a Noah pero no dijo nada sobre la increíble ironía del
Ejecutor teniendo una mujer humana que lo tocaba y besaba con una obvia intimidad y afecto.
—No se despertará todavía. Necesita descansar. —Gideon pasó una mano sobre Jacob que
rápidamente se relajó y empezó a dormir—. Os sugiero que lo llevéis a un lugar seguro. Si un
nigromante lo encontró aquí puede hacerlo otro.
—Lo llevaré a mi casa —le aseguró Noah al médico.
—¿Otro? ¿Quieres decir que puede haber más de uno? —Preguntó Isabella—. Pensé que sólo
había un nigromante.
—Nunca ha habido sólo uno. De cualquier forma tú... eres una curiosidad singular. Un
híbrido de humano y druida. —Alargó la mano como si fuera a tocarla y se vio recompensado con
un movimiento sumamente rápido que acabó con su muñeca atrapada y retorcida. Sin embargo,
no reaccionó al dolor, sólo levantó una ceja con curiosidad. En un movimiento igual de rápido
rompió su agarre y cogió la muñeca de ella.
Isabella jadeó al dispararse una luz blanca desde su brazo hasta su cuerpo.
—El nigromante intentó electrocutarte y sin embargo has sobrevivido —murmuró Gideon—.
Sanas rápidamente. Tu sangre es muy peculiar y... —Gideon dejó de hablar y por primera vez su
expresión era de clara sorpresa—. Tú no eres mortal.
¿Qué?
—Gideon... —advirtió Noah.
Gideon miró a Noah con dureza.
—Lo sabías —le dijo directamente.
—¿Qué? —Isabella balbuceó—. No sabía nada. No hay nada que saber. Soy humana y como
tal, mortal. Se te han cruzado los cables, tío.
—Es imposible —dijo Gideon. Isabella tenía la necesidad urgente de abofetearle. Se la debía
por haberle retorcido la muñeca.
—Noah, sácanos de aquí —rogó Isabella—. Quiero a Jacob a salvo. Ya.
—Por supuesto. Ya habrá tiempo de hablar cuando Jacob está más fuerte.
Dicho esto, Noah se inclinó sobre Isabella y Jacob y los tocó y los tres desparecieron en una
columna de humo que pronto se desvaneció de la habitación.
Gideon se irguió en toda su estatura mirándolos mientras se desvanecían en la noche.
Entonces volvió sus ojos de diamante hasta que se estrecharon mirando a la hembra Demon que
permanecía silenciosa e inmóvil y que había pasado desapercibida. Considerable hazaña teniendo
en cuenta su remarcable belleza.
—Te has hecho fuerte, Legna —constató calmadamente.
—¿En sólo una década? Estoy segura de que no hay tanta diferencia.
—Teletransportarme desde tan larga distancia requiere gran destreza y fuerza. Lo sabes muy
bien.
—Gracias. Tendré que acordarme de sentirme débil y palpitante por dentro ahora que me
has hecho un cumplido.
Gideon estrechó los ojos fríamente.
—Hablas como esa sarcástica humana. Esa no eres tú.
—Habló como yo misma. —Le contradijo Legna, la irritación crujía en sus pensamientos y la
emoción desbordaba su control—. ¿O es que has olvidado que soy demasiado inmadura para tu
gusto?

- 99 -
—Nunca he dicho tal cosa.
—Lo dijiste. Dijiste que era demasiado joven para ni siquiera empezar a comprenderte—.
Levantó la barbilla, tan perdida en su orgullo herido que hablaba antes de pensar—. Al menos no
he sido tan inmadura como para que Jacob tuviera que castigarme por acosar a un humano.
La columna de Gideon se puso extremadamente recta, los ojos le destellaban advirtiéndola
mientras ella hurgaba en la herida todavía abierta.
—La madurez no tiene nada que ver con esto y lo sabes muy bien. Está muy por debajo de ti
ser tan mezquina, Magdelegna.
—Ya veo, ahora me estoy arrastrando por las alcantarillas ¿no? Qué infantil que soy. ¿Cómo
puedes soportarme? Tengo que marcharme inmediatamente.
Antes de que Gideon pudiera contestar, Legna estalló en humo y azufre, desapareciendo,
pero seguía oyendo su risa en la cabeza. Gideon suspiró reconociendo que su risa era una burla
para recordarle que con su partida también había desaparecido su medio de transporte a casa. No
obstante, estaba más perturbado al darse cuenta de que, otra vez, se las había apañado para no
decirle lo correcto. Quizás algún día podría arreglárselas para hablarle sin enfadarla.
Sin embargo, no creyó que eso fuera a pasar en este milenio.

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CAPÍTULO 7

Jacob se despertó con la sensación de que le estaban tocando el vientre con suavidad,
delicadamente y sin prisas. Sonrió, oliendo su perfume antes de volverse para mirarla. Enredó el
brazo sobre el que ella se apoyaba en su hombro, acercando más su cuerpo cálido y enterró la cara
en el sedoso nido de su cabello.
—Jacob —susurró.
Escuchó el sollozo que ella intentó ahogar con la mano y se quedó muy quieto. Las lágrimas
que había derramado sobre él confirmaban los que sus sentidos ya habían adivinado y se alejó
para poner la suficiente distancia entre ellos como para poder verle la cara.
—¿Por qué lloras, florecilla?—preguntó calmándola con la voz mientras sus dedos recogían
un de las gotas saladas y luego otra.
Entonces fue cuando vio los cardenales de su cara.
Lo recordó todo. Se levantó bruscamente colocándola a su espalda mientras miraba a su
alrededor salvajemente. Reconoció la habitación enseguida, las paredes de piedra pertenecían
inconfundiblemente a la casa de Noah. El hecho hizo que se aflojara un poco la tensión de su
cuerpo. Se volvió para mirar a Isabella, la cual, se aferraba a su espalda.
—¿Estás bien?—preguntó inspeccionándola él mismo.
Cuando asintió, quedó a la vista el cardenal de su cuello. Ahora era una débil marca roja en
el lugar donde el cuchillo había rozado su carne, una línea de unos siete centímetros pero no
pasaba desapercibida.
Tantas emociones barrieron a Jacob a la vista de la cicatriz que no pudo identificar una sola.
Todo lo que podía hacer era aferrarla contra su pecho sin palabras, estrujarla en un ferviente
abrazo, con el aliento estremecido por el miedo retrasado y la indignación ante el hecho de que la
habían herido. Y lo peor, había sido delante de sus narices. A la luz de la lógica, le divertía pensar
que más bien había sido ella la que le había salvado a él, otra vez, de la amenaza de la oscuridad.
La apreciación no dejó ileso su ego pero estaba más que aliviado de que estuvieran en casa
de Noah y de una pieza, juntos. Puso a Isabella en su regazo, cruzando las piernas bajo su trasero y
acunándola más cerca, meciéndola gentilmente, clamándola.
—Buena chica—le dijo elogiándola en voz baja—. Shh, está bien. Ese cabrón esgrimidor de
magia no ha tenido ni una oportunidad contra mi pequeña Ejecutor. Shh, Bella, estamos a salvo
por ahora.
—Pensé que te había matado. Había tanta sangre. Estaba por todas partes. Sobre mí.
Jacob hizo un gesto de dolor, su pecho se contrajo como si hubiera recibido un golpe en el
esternón. Sintió su dolor, su angustia y el shock entumecedor de verse como ella lo había visto. El
incidente entero volvía a pasar por su memoria y se vio forzado a verlo desplegado en sus mentes
unidas y una vez más incapaz de ayudarla. El desprecio de sí mismo lo aguijoneó, aunque se sintió
orgulloso de sus resueltas acciones. Lo había hecho todo bien, salvándole la vida y sabía que
recordárselo la aliviaría.

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Lo hizo, susurrando suavemente en su oído mientras la mecía, adulándola en voz baja,
alejándola con sus palabras del mero hecho de verle herido y cerca de la muerte. Sabía que había
estado muy cerca para que Noah hubiera llamado a Gideon.
Isabella se estaba calmando en su abrazo, su llanto se redujo a un intermitente lloriqueo. Al
disminuir su dolor, sus manos empezaron a moverse sobre él, tocándole, tomando su temperatura,
su vitalidad, el hecho de que respiraba y estaba vivo y que de nuevo era fuerte y poderoso como
siempre había sido. Jacob se dio cuenta de la increíble ironía de todo esto, viendo como las dos
veces que le había visto en combate había terminado sin sentido. Tres veces, si contaba cuando
Elijah le había había caído encima, pero tenía que admitir que no había estado muy centrado en ese
momento.
—Estás siendo muy duro contigo mismo.
Su voz iba a la deriva sobre él plácidamente, sus labios dejaban besos cariñosos en su
cuello. Suspiró profundamente pasando las manos sobre ella transmitiendo que no necesitaba
consuelo. Era ella la que lo necesitaba.
—Puedo aceptar que hayas nacido para luchar a mi lado, Bella pero es difícil aceptar que
tengas que valerte por ti misma cuando yo soy el compañero más fuerte y con más experiencia de
los dos.
Ella levantó la cabeza dejando de la tarea de hociquearle el cuello y le buscó los ojos.
—Jacob, el tío te dejó inconsciente. No tienes la culpa.
—Debería haber sentido algo. Haberle olido, haberle oído. Cuando pienso en lo que habría
podido pasarte...
—Déjalo —Se deslizó sobre las rodillas y le empujó hacia atrás amenazándole con la mirada
mientras estaba debajo de ella—. Te veo más claramente de lo que tú te ves a ti mismo. El
Todopoderoso Ejecutor—Hizo un ruido muy poco delicado—. No eres más que un poli Demon. Y
los polis, a pesar de todo el entrenamiento, toda su experiencia, a veces se encuentran con el tío
equivocado, el día equivocado, en el momento equivocado y se les viene encima. Eso pasa, Jacob.
—Eso no es excusa.
—¿Quién necesita excusas? Así son las cosas. ¿Piensas que estaría viva si no hubieras
estado en aquel almacén conmigo?
—¿Quieres decir, si no te hubiera incitado a ir?
—Maldita sea, Jacob, corta el rollo. Estoy harta de esto. Estoy harta de que te menosprecies
y estoy doblemente harta de que los demás te menosprecien. Haces cumplir las leyes, castigas a
aquellos que las quebrantan y destruyes a los criminales que han de ser destruidos. Algunas veces
ganas, algunas veces necesitas ayuda, algunas veces... ah, estoy tan contenta de haber estado allí
para evitar el “algunas veces pierdes”, Jacob, porque no sé qué haría si...—Se calló abruptamente
restregándose la base de la palma de la mano enérgicamente por los ojos para detener la humedad
que se estaba almacenando allí otra vez.
—Y déjame decirte algo, Jacob. Si termino siendo una de esos polis Demon, ciertas actitudes
van a tener que cambiar. ¿Entiendes? Se llama relaciones públicas y si la gente no empieza a
relacionarse contigo con el debido respeto enseguida, van a tener que responder ante mí. Estoy
hasta las narices de la forma en que te tratan y también estoy hasta las narices de que se refieran a
mí como “la humana” de la misma forma que podrían decir “la viruela”. Tu gente es envarada,
esnob, llena de gilipollas prejuicios y necesitan de mala manera que les den lecciones de educación.
—Ya veo —dijo suavemente, con un dejo de diversión en la voz.
—¿Qué “ves”?— Preguntó sentándose sobre los talones y cruzando los brazos bajos el pecho
como a la defensiva.

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—Veo —repitió sentándose y poniéndose nariz con nariz con ella—, es lo que la gente quiere
decir con: “Estás hermosa cuando te enfadas”—puntualizó la observación pasando las manos por
el espeso pelo de su nuca e inclinándola sobre su boca. La besó suave pero profundamente,
dejándola sin aliento y sonrojada cuando se apartó para mirarla.
—Ah, eso —murmuró sin aliento.
—Y esto.
Volvió a tomar su boca, esta vez deslizando la lengua tras los exuberantes labios,
incordiando al compañerito que escondía, empujándola a jugar con él dentro de su boca. Ella
suspiró débilmente, su dulce aliento deslizándose deliciosamente sobre sus papilas. Le respondía
tan fácilmente, tan completamente, sin esconder nada y sin vacilación, como siempre. Su fe en él
era absoluta.
Se alejó de sus tentadores labios renuentes, flexionando las manos en puñados de su sedoso
pelo. Presionó la boca contra su frente, sus mejillas, sus espesas pestañas, escuchando cómo
respiraba y después cómo su aliento se paraba esperando con anticipación cuando él se dirigía
hacia un nuevo objetivo.
El toque de sus dedos, como los de un hada, resbalaba por su piel otra vez, trazando las
curvas y las crestas de los músculos de su pecho desnudo haciendo que todos y cada uno de ellos
se sacudiera con la estimulación. Jacob soltó su pelo y las yemas de sus dedos se deslizaron por
cada lado de la flexible curva de su mandíbula hasta que se encontraron en su barbilla. Bajó por su
garganta, acariciando suavemente los cardenales recientes y la línea roja donde el cuchillo la había
cortado. No sabía cuantas horas había estado inconsciente, cuantas horas le había llevado a ella
curarse antes de que pudiera ver la herida. Para empezar, no quería pensar cuán profunda podía
haber sido.
Para. Por favor.
¿Te dolió mucho, corazón? ¿Estás bien?
Estoy bien. Es extraño, no me dolió ni la mitad de lo que se supone que debía dolerme. Bastante
gracioso, considerando como solía aullar cuando me cortaba con un papel.
Eh, yo me he cortado con papel. Duele como una perra.
Ella se rió y el brillante estallido hizo que su angustia se disipara, dejándole sonriendo por el
solo hecho del sonido.
—¿Sabes qué?
—¿Qué?—Preguntó él.
Creo que realmente empiezo a tenerte aquí, dentro de la cabeza.
¿Sólo en la cabeza? Acompañó la pregunta con un tirón que la sentó más dentro de su regazo,
igualando calor con calor, haciéndola darse cuenta de cómo le excitaba sin siquiera intentarlo y
probablemente siempre lo haría.
—Jacob —le regañó con una risilla tonta a pesar de sus esfuerzos para reprenderle—. Ya no
estamos en tu casa.
—¿Y qué?—Preguntó bajando la cabeza para besarla entre los pechos en un perezoso
juego de labios y lengua.
—Vale, por un lado Legna puede leer nuestros pensamientos.
—¿Y qué?—Preguntó de nuevo deteniéndose lo justo en su jugueteo para exhibir un deje de
travesura destellando en sus ojos oscuros.
—Chúpamela —ella se rió queriendo darle en la cabeza pero de alguna forma terminó
enredando los dedos en su rico pelo.

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—Tus deseos son órdenes —dijo él mientras hociqueaba en su blusa y capturaba un pezón
con la lengua.
Isabella exhaló un suspiro de placer retorciéndose ligeramente para facilitarle el acceso.
—Vale, la chupas muy bien —dijo sin aliento—. Jacob... mmm... ¿qué pasa con Noah?
—Que se busque su propia mujer. No pienso compartirte.— Con estas palabras la colocó bajo
su cuerpo extendiéndola sobre la cama, mirándola como si fuera una mesa de buffet llena de
delicatessen—. Un cuerpo tan pequeño pero te ajustas tan bien a él. Tan lleno y suave donde debe
ser y tan suculento.
La besó el vientre a través de la tela y después la apartó con un toque de la ancha mano y la
besó otra vez. Le encantaba la forma en que contraía el estómago y se estremecía, se alzaba y
ondulaba mientras la atormentaba con la boca, los labios y la lengua dibujando con ellos contornos
eróticos. Tocó con la boca la cinturilla de sus vaqueros, se detuvo y suspiró.
¿Nunca llevas falda?
Bueno, perdona, pero últimamente no he estado lo que se dice en casa para ocuparme del
guardarropa. Tengo suerte de que Legna me haya prestado esto o te garantizo que no te habría encantado
para nada el estado de mi cesto de la ropa sucia. Y ahora deja de incordiar y dedícate de lleno al asunto de los
besos.
Jacob se rió amortiguando el estallido de placer en la suavidad de su estómago haciendo
que se retorciera bajo la interesente vibración que le producía.
Has estado intentando mangonearme desde que te conocí.
Bueno, si me escucharas no tendría que mangonearte.
Alargó la mano y lentamente bajo la pretina de sus pantalones, abriéndola para revelar más
de su delicioso vientre y el principio de los rizos negros y mullidos.
Ah, así está mejor. Sin bragas.
Isabella se rió entre dientes cuando metió las manos debajo de ella y asió su trasero
manteniendo quietas sus caderas mientras acariciaba con la boca la línea desde su vientre hasta sus
rizos.
¿Qué estás haciendo, Jacob?
Intento averiguar cuánto me va a llevar hacer que pares de reírte.
Al siguiente segundo le había sacado del todo los vaqueros ignorando por completo el
hecho de que estaba tan abrumada por la risa que se había puesto roja y boqueaba tratando de
respirar.
Vale, pues deja de hacerme cosquillas.
¿Así que es eso lo te estoy haciendo? Entonces lo dejo.
Mantuvo su palabra. El siguiente sitio donde le puso la boca no le hizo cosquillas en
absoluto. Isabella jadeó de asombro dejando de reírse y su cuerpo dio una sacudida. Jacob paró,
aleteando las largas pestañas revelando sus ojos negros mirándola directamente mientras
jugueteaba con un delicado lengüetazo.
—Jacob —dijo con la voz enredada de trepidación y curiosidad.
Sus grandes manos se deslizaron por sus muslos, haciéndola sentir vulnerable y tan
pequeña mientras le separaba las piernas un poco más revelando su centro como una flor ante su
boca y sus acariciantes dedos. Isabella sintió que de repente, la habitación daba vueltas a su
alrededor y era arrastrada a un vórtice de sensaciones y placer completamente nuevo.
Fue un momento muy profundo cuando se dio cuenta de la enormidad de arte que podía
encontrarse en hacer el amor. ¿O solamente en hacer el amor con Jacob? Estaba tan seguro de sí

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mismo, tan enfocado en cada pequeño toque, cada sencillo detalle, acrecentando la magnitud,
añadiendo capas para crear toda un complejidad. Si la tocaba de una forma, la saboreaba de otra.
Si hacía el más ligero sonido de placer él lo seguía, lo incrementaba, subiendo el volumen hasta
que la dejaba muy cerca de gritar.
La oleada de necesidad en sus pensamientos y la reacción a su respuesta la arrastró
mientras buscaba su perspectiva. Estaba en la mente de él y por eso supo como su sabor en la
lengua de él agudizaba las necesidades de su bestia interior. Iba a la deriva por el efluvio que eran
sus coherentes pensamientos como mareas de nuevas sensaciones barridos sobre su cuerpo. Tal
placer, parecido a lo que ya conocía pero tan diferente. Sus dedos insensibles se flexionaron
cuando se enterraron en su pelo, la euforia se acurrucaba en su interior como un gato al acecho;
una parte de ella quería gritarle que se detuviera, que no podía soportarlo y la otra parte se
retorcía y pedía más.
Era una salvaje bajo sus manos y su boca. No podía estarse quieta, constantemente se
arqueaba y se retorcía, los sonidos salían de ella como estallidos primitivos mientras la excitación
arañaba su cuerpo. Él quería que se liberara, que se elevara. La empujó hasta el límite aturdido por
su capacidad de aguante antes de liberarse. Se metió en su tórrida mente añadiendo lo mental a lo
físico, desbordándola con imágenes eróticas, una tras otra, de sus recuerdos de la primera vez que
se unieron, de cómo se había sentido cuando se liberó dentro de ella, una sensación que no se
podía comparar con nada en el mundo.
Isabella se incendió. Se le arqueó la espalda en un espasmo largo e inconcebible. Chilló en
un aliento que seguía y seguía cuando su liberación cabalgó la cima del mundo mientras el tiempo
se hacía pedazos interminablemente. Apenas había bajado de las alturas cuando Jacob la cubrió
con su cuerpo, con la boca pegada salvajemente a la suya, compartiendo el sabor de su placer
mientras empujaba dentro de su cuerpo con la brutalidad de la urgencia.
Las manos de Jacob se aferraron violentamente a la cama, las uñas desgarraban
audiblemente la tela mientras se sumergía en el cuerpo caliente y accesible de ella. Bella gritó; cada
sonido le hacía pedazos reduciendo su mundo al salvajismo de ella y a su respuesta, nada salvo el
bombeante ritmo de su pasión que ella igualaba no sólo aceptándolo sino con las propias y
urgentes demandas de su cuerpo. La carne dulce y ardiente que lo rodeaba le aferró en un
insistente abrazo, tan apasionado y salvaje que duplicaba la sensación de cada movimiento que
hacía en su interior.
Cuando de repente le apretó otra vez, su ronco gemido de éxtasis le despojó de cualquier
rastro de cordura que le quedaba. Se quedó en zona cero, un cataclismo de exceso que le volvió
completamente del revés.
Se derrumbó sobre ella, que tenía los brazos débiles caídos sobre la cama. Yacieron juntos,
jadeando violentamente con los corazones palpitando contra el pecho del otro y el sudor
encharcándose en el cuerpo de ella, una gota cada vez.
Jacob volvió la cabeza a la curva de su cuello que ahora le parecía su hogar y supo lo que
significaba estar completo. Quería reír, gritar, llorar, bailar, cantar y jurar en cada idioma que
sabía. El revoltijo de impulsos era tan absurdo que se rió aunque estaba sin aliento. Después de
uno o dos minutos la risa fue más fácil y más fuerte. Entonces la cogió y la puso encima suyo, así
podía extenderse por toda la amplitud de la cama. Echó la cabeza hacia atrás y rió hasta que las
vigas crujieron.
Noah miró hacia el techo de piedra sonriendo entre dientes. Sabía que pasaba algo arriba
cuando Legna había salido de la casa como si tuviera los zapatos ardiendo y el pozo más próximo
estuviera a varios kilómetros. Sus sospechas se habían confirmado cuando su casa se convirtió en
el epicentro de un terremoto de escala inferior. Y ahora, escuchando a Jacob reír de una forma que

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no recodaba haber oído en mucho tiempo, sintió una gran calma. El Destino, como era su
voluntad, había sido satisfecho.
El Ejecutor, el no amado, el indeseable... ya no existía.
—Amén—susurró Noah.

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CAPÍTULO 8

El suelo tembló bajos las botas que calzaba Elijah, fue el único aviso de la llegada de Jacob.
Miró al nigromante encadenado al muro con las piernas extendidas y sonrió como un lobo.
—Uh, Uh —gruñó cuando el suelo volvió a temblar más violentamente.
Los ojos del nigromante se ensancharon ligeramente cuando le cayó en la cabeza polvillo de
yeso. Elijah se sentó y su sonrisa cruel se agrandó cuando puso los pies sobre la mesa que tenía
enfrente, cruzándolos por los tobillos y meciéndose sobre las patas traseras de la silla.
Elijah alabó a Jacob por su dramática entrada. El polvo que había en el suelo del sótano
erupcionó como un volcán chorreando tierra y un Demon de la Tierra poderosamente cabreado.
Después cada partícula de tierra fue succionada por el agujero que había hecho Jacob, que se cerró
como si nunca se hubiera abierto.
Jacob flotaba a medio metro del suelo y sus negras pupilas llameaban de amenaza y rabia, el
poder puro de su presencia presionaba el aire de la habitación. Jacob por fin tocó el suelo y miró al
nigromante de pies a cabeza sin decir nada. Miró a Elijah por encima del hombro en un mensaje
silencioso al guerrero, indicándole que ya había sentido algo. Elijah asintió educadamente. Este
nigromante no era el que Jacob esperaba ver, no era el que estaba en el almacén.
Aunque eso no cambiaba el hecho de que este nigromante se había metido en serios
problemas.
—¿Es esta la criatura que ha osado ponerle las manos encima a mi compañera?
Por supuesto que lo era, pero Elijah sabía apreciar una buena puesta en escena. Asintió ante
la pregunta de Jacob con expresión adecuadamente grave.
—No le he hecho daño sabiendo que ese es tu derecho.
Jacob volvió la espalda al nigromante.
—¿Has encontrado el arma con la que me hirió?
—No. Todavía no.
—No la encontrarás —dijo el nigromante con un tono demasiado chulo para un idiota
encadenado a un muro y a merced de dos Demons increíblemente poderosos, uno de los cuales
estaba claramente de humor para aporrearle la cabeza.
—No importa. No volverás a tener oportunidad de usarla —dijo Jacob suavemente.
—Valientes palabras viniendo de un cobarde demasiado asustado para enfrentarme en
igualdad de condiciones —siseó el nigromante.
En un parpadeo, Jacob había acortado la distancia entre ellos y gruñía a la cara del que usaba
magia mostrando los colmillos que normalmente estaban retraídos.
—Valiente estupidez viniendo de un cobarde que intenta atraparme utilizado a una hembra
—gruñó Jacob con rabia claramente contenida—. ¿Sabes lo que les hacen los de mi especie a los de
la tuya cuando amenazan algo que les es precioso?
—No sé lo que quiera que sea que hacen esos monstruos —escupió el nigromante—. Hacéis
que parezcáis como nosotros, pero no engañáis a nadie. He visto lo que realmente parecéis cuando
os despojáis de vuestros disfraces.

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Otra vez Jacob lanzó una breve mirada a Elijah. El guerrero bajó los pies al suelo tan de
repente que el nigromante dio un respingo de miedo. Cuando el capitán guerrero se irguió en toda
su estatura mostrando su rabia, tuvo tal efecto que podría sofocar a cualquier hombre vivo. El
coloso rubio parecía poder aplastar el mundo entre sus manos y sus brillantes ojos esmeralda
contenían la rabia que necesitaría para hacerlo.
—¿Te importaría explicar cómo has visto eso? —pregunto Jacob, su hábil voz escondía
claramente la amenaza tras la pregunta tan educada.
—He visto muchas cosas —alardeó el nigromante—. He visto vampiros abrasarse al sol, he
visto hombres lobo implosionar al alcanzarles una bala de plata. He visto a los de tu especie
esclavizados, babeando encerrados en un sencillo pentagrama dibujado en el suelo. El maquillaje
de humano que llevas empieza a fundirse rápidamente después de que has sido convocado.
—Realmente, ahora si te vamos a matar, no importa cuánto sepas. Sea lo que sea, morirá
contigo —dijo, encogiéndose de hombros y sonriendo con obvio deleite ante la idea.
—Esta bien, pero nunca nos cogeréis a todos. Hemos sido preparados para que nos atrapen.
—Ya veo. Así que tenemos una especie de asociación ¿no? —Jacob sonrió de nuevo con esa
sonrisa colmilluda—. Tengo seiscientos años, nigromante. ¿Tienes una ligera idea de cuan largo es
eso? He visto a los de tu especie ir y venir. El Demon que está frente a ti, ha olvidado más formas
de vencer a tu especie de las que te puedas imaginar—. Jacob se inclinó tan cerca de la cara del
nigromante que podía ver las motas de sus iris.
Le habían dicho que estas criaturas demoníacas tenían un asombroso poder. Todo lo que
necesitaban era un nombre. Les daba más poder que cualquier otro que hubieran asimilado, pensó
el nigromante mientras miraba a su deseado blanco. Conocía las posibilidades de poder que tenía
el recipiente que sujetaba y su fracaso le hizo gritar con rabia en su cabeza.
—Y aún con toda esta longevidad y todos nuestros poderes —continuó Jacob con un tono
engañosamente intelectual, como si estuviera dando clase—, nosotros no amenazamos a las otras
razas. A menos que un individuo o una sociedad actuando sobre nosotros nos dé una excusa. Pero
vuestra raza intenta pervertir nuestros poderes para usarlos vosotros mismos… con un propósito
que ni siquiera quiero imaginar. Por lo que dices, la nuestra no es la única raza a la que perseguís,
destruís maliciosamente y sin justificación. Dime, nigromante, ¿cuál de nosotros es el monstruo?
—¿Quieres justificación? Miraos a vosotros mismos. Mira como te he encontrado.
Jacob levantó una ceja sin traicionar de ninguna manera cuanto quería esa pizca de
información.
—Dices que no destruís… bien, ¿qué me dices de aquel terremoto en Dover que me condujo
hasta ti? Si, sabemos de qué sois capaces y sabemos que los desastres naturales algunas veces no
son tan naturales. Donde quiera que hay un terremoto o un tsunami o una tormenta
inusitadamente violenta o una plaga o un incendio desproporcionado, sabemos que con toda
probabilidad uno de vosotros, animales, estáis en el epicentro. Sois tan fáciles de rastrear y ni
siquiera lo sabéis—. El nigromante rugió de risa—. No estamos hace seiscientos años, colega. La
tecnología os ha alcanzado. Ya no podéis esconderos. ¿Cuántos daños generasteis en el pequeño
terremoto que organizasteis, Demon? ¿Cuántos heridos? ¿Muertos? Aquel fue pequeño, ¿pero
cuántos otros no lo fueron tanto? ¿Por qué lo hacéis? ¿Estáis jugando? ¿Presumiendo ante tu puta?
Elijah se movió literalmente a la velocidad del viento para contener con una mano en el
hombro a Jacob cuando la referencia del nigromante hacia Isabella golpeó al Ejecutor. Elijah estaba
seguro de que normalmente el otro Demon no habría sido tan sensible a los meros insultos, pero
sospechaba que las tenues verdades que se ocultaban tras las conjeturas del nigromante estaban
sacando de quicio a Jacob.

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—Es tan humano —dijo Jacob suavemente con la voz baja y helada—, juzgar a la gente sólo
porque son diferentes. No te tomas el tiempo para entenderlos. Los ves como una amenaza sólo
por haber nacido un poco más fuertes o un poco más listos. Ignorancia y temor, los antiguos
símbolos de la opresión de tu especie. No tendrás éxito esta vez. No con nosotros. Y me ocuparé
personalmente de que no tengas éxito con ninguna otra raza de la noche.
—De hoy en adelante, tu especie ya no se sentirá segura. ¿Crees que somos tan fáciles de
rastrear? Tu hedor se esparce por kilómetros. ¿No lo sabías? Podemos oleros, nigromante. Cuando
estáis de compras o jugando o conspirando o simplemente estando, sois vulnerables a nosotros,
simplemente por vuestro hedor, algo de lo que no podéis deshaceros o escondernos. ¿Cuántas
veces te ha cogido uno de nosotros usando esas llamadas tecnologías o las asombrosas técnicas de
rastreo? ¿Una vez? ¿Dos? ¿Porque, de algún modo, por accidente, uno de nosotros cometió uno de
los poco errores al perder el enfoque o uno de nuestros jóvenes no había aprendido todavía a tener
el control total sobre lo que la naturaleza nos ha otorgado?
—Sigue pensándolo. No es la única forma y lo sabes tan bien como yo, Demon. Un minuto
más y esa compañera tuya de cuello tan suave hubiera dicho tu nombre a gritos, haciendo que
fuera la presa de cualquier nigromante para el resto de tu vida... la cual te prometo que será tan
corta o tan larga como nosotros queramos.
Esta vez Elijah no tenía esperanza de poder contener a Jacob. El Demon se convirtió en polvo
para poder pasar sobre él, rematerializándose con un rugido de rabia, con una mano agarrando la
garganta del nigromante y golpeando su cabeza contra el muro de piedra inmisericorde.
—Ella no sabe mi nombre, nigromante. Nuestras hembras nunca lo saben por esta específica
razón. Y te juro que pagarás por el dolor que le has causado. De formas que no podrías imaginar,
no importa cuan largo tiempo deje tu patética carcasa encadenada a este muro. Entiéndelo,
utilizador de la magia. Tu próximo aliento y cada uno después de ese te pertenecen sólo porque yo
lo decido así. Recuérdalo la próxima vez que te decidas a hablar de mi mujer.

Isabella suspiró suavemente, estirándose bajo las sábanas y disfrutando de la sensación de


despertarse entre zonas cálidas y frescas al deslizar sus miembros por el tejido. Se estiró,
bostezando furiosamente, buscando a ciegas la calidez del cuerpo masculino que, por alguna
razón, no estaba pegado a ella. Cuando encontró sólo un espacio vacío, levantó la cabeza de la
almohada y parpadeó a la luz del sol que entraba en la habitación. Gruñó, cubriéndose los ojos con
la mano laxa.
—Veo que ya te has ajustado a la noche.
Isabella jadeó sentándose y dándose la vuelta a la vez para enfrentar la voz que se había
dirigido a ella. Un segundo después se acordó de cómo estaba vestida, o mejor, desvestida y tiró
de la sábana hasta ponérsela sobre los pechos mientras miraba a Gideon.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Un Demon Corporal puede ir a donde quiera —deslizó la mirada de cristal lentamente
sobre su cuerpo—. Y no sigas intentando sentirme como a los otros de mi especie. Estoy mucho
más allá de eso.
Isabella parpadeó intentando imaginar como podría considerarse “mucho más allá” el estar
sentado en una silla a los pies de la cama.
—Se llama proyección astral —explicó Gideon—. Es como viajamos los Corporales. La
separación del cuerpo y el alma, existiendo en dos sitios a la vez. Pero, al contrario de los
conceptos humanos de la insubstancialidad de la proyección astral, yo puedo tocar, ver, oler, oír y
saborear cualquier cosa que quiera en esta forma.

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—Eso no explica por qué estás mirando... quiero decir... estás sentado en mi habitación.
—Necesitaba conocerte.
—¿Quién lo dice?
—Nadie. Aún. Pero es sólo cuestión de tiempo que Noah y los otros venga a pedirme que te
evalúe.
—Y, repito, ¿necesitas hacerlo en la privacidad de mi habitación mientras duermo? Vestida in
apropiadamente, debo añadir. Esto no hará mucho por aliviar la desavenencia entre Jacob y tú.
Los ojos del Demon se estrecharon y ella ahogó una sonrisa engreída.
—Exactamente ¿qué te ha contado sobre eso?
—Realmente —confesó—, él nada. Lo has hecho tú.
—¿Yo? —la irritación hizo que elevara una ceja plateada.
—Sí. Recuerda que dijiste que era bueno que estuviera inconsciente porque probablemente
no le gustaría que tú le curaras. Lo cual, por cierto, ni siquiera pensó cuando lo supo.
—¿No?
—No. Si tuviera que poner un calificativo al asunto... parecía resignado.
—Ya veo.
Los ojos de Gideon se deslizaron sobre ella lentamente. Era demasiado pequeña para ser una
Druida. Pero podía ver la marca en ella, clara como la luz del día. No había equivocación posible.
Y su poder se fortalecía a cada minuto. Incluso en esas pocas horas, había cambiado,
convirtiéndose en algo más potente de formas que ella ya sabía y otras que no había descubierto
aún.
Gideon también podía ver la marca de Jacob en ella, podía olerle en su cuerpo, embebido en
sus poros y su química para siempre. No tuvo tiempo de notarlo antes, pero estaba claro que se
habían emparejado. El Ejecutor había roto todos los tabúes que había jurado proteger. Los que
puso por encima de su amistad con el Anciano. No es que Gideon no supiera de forma dolorosa,
hacía ocho años que Jacob había estado en lo justo cuando tomó las medidas que tomó contra él. El
Ejecutor había hecho lo que su deber exigía. Dejó de lado el respeto y la amistad entre ellos, incluso
enfrentó un peligro increíble para su propia vida y todo para proteger a la hembra humana que se
había convertido en el blanco de la realidad momentáneamente confundida de Gideon. No le
guardaba rencor al Ejecutor, pero había herido su orgullo y por primera vez en un milenio, había
descubierto el miedo a algo.
Le hizo polvo darse cuenta que teniendo el poder total y la experiencia y conocimiento de mil
años, podía sucumbir a los más bajos comportamientos. Se había creído siempre por encima de
esas cosas. Ahora se temía a sí mismo como nunca se había temido antes. Su aislamiento había sido
para proteger a otros, no para castigar a Jacob. Le aliviaba saber que Jacob no le guardaba rencor.
Lo que le perturbaba era que la pequeña híbrida había sabido de alguna manera que él necesitaba
saberlo.
—Estoy aquí para hablar sobre su existencia. Me disculpo por lo que claramente percibes
como grosería. Te pido que recuerdes que mi cultura no es la tuya. La privacidad, aunque se
valora en nuestra cultura, se espera que se interrumpa. Verás, nosotros no usamos la tecnología de
vuestra especie, como teléfonos, coches y todo eso. Estoy seguro de que te has dado cuenta.
—Lo he hecho —dijo.
—Así que vamos y venimos por esta cultura. La mayoría de nosotros nace con medios de
transporte y comunicación a larga distancia. —Gideon hizo notar su presencia—. Si quieres,

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puedes decir que es una debilidad cultural nuestra la falta de protocolo con la privacidad. Lo que
me lleva a ti. Tú, aparentemente, eres un signo de debilidad.
—¿Perdona? —contestó Isabella—. He descubierto una profecía...
—Sí, ya lo sé. No son cuentos. No del todo. Siempre hay algo de verdad en cada cosa. Puedes
aceptar la sabiduría de alguien que sabe.
Isabella asintió. La única cosa contra la que no podía discutir es que él era muchísimo más
sabio que ella.
—Dime, entonces, ¿qué es eso tan terrible? ¿Le hará daño a Jacob?
A Gideon no se le escapó que ni siquiera había pensado en preguntar sobre ella misma, ni
siquiera en vista de los drásticos cambios y descubrimientos por los que había pasado.
—Antes de que nos metamos en eso, debes aceptar voluntariamente que te estoy diciendo la
verdad. De hecho. No como conjeturas o suposiciones. Lo que te cuento, lo sé de cierto. De otra
forma no te lo diría. Así hago las cosas.
—Bueno, supongo que en los quince minutos que he estado contigo en la misma habitación
me he dado cuenta de que eres una persona cándida. Listo. Sabio, si lo prefieres. Y ciertamente lo
suficientemente anciano como para saber. Dime, ¿cuántos años tienes, por cierto?
—Eso es irrelevante.
—Ah —Isabella puso los ojos en blanco—. Vale, démosle caña a esto y así podrás volver a tu
cuerpo o lo que sea. Tomaré lo que digas como verdad hasta que no oiga otra cosa.
—Nadie me refuta.
—Ya veremos.
Tendría que valer. Gideon se dio cuenta. Era increíblemente testaruda. Malpensada. Le
maravillaba que Jacob la aguantara. Decidió poner a prueba su entereza.
—Eres inmortal.
Isabella abrió la boca para discutir, lo pensó mejor y apretó los labios con irritación.
—¿Cómo? —preguntó.
—Los Druidas son inmortales. Eres medio Druida. Por lo tanto, eres inmortal.
—Casi me muero de pequeña cuando me quitaron las amígdalas.
—No he dicho que no puedan matarte. Inmortal, para nosotros, significa larga vida. No
indestructible. Aunque te prometo que no es fácil destruirte ahora.
—¿Y cómo has sabido eso?
—Pensé que habíamos acordado que no harías preguntas —Gideon suspiró de manera que
parecía que se estaba aprovechando de él.
—Sígueme la corriente.
—Los inmortales tienen un código genético específico. Como Demon Corporal puedo sentir
ese código en ti. De la misma forma que puedo sentir que se despierta el ADN latente que es la
causa de los cambios que estás experimentando.
—¿Lo es? —preguntó Isabella con un claro tono de sorpresa—. Pero, ¿por qué se ha
despertado?
—Una pregunta excelente —dijo Gideon, claramente complacido con la agudeza de su
mente—. Despertó en el momento en que entraste en contacto con Jacob.
—¿Cómo?

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Isabella y Gideon levantaron la cabeza ante la pregunta hecha con voz profunda, viendo a
Jacob de pie ante la ventana abierta, los pies separados y la expresión tensa.
—¡Jacob! —Isabella reaccionó explosivamente saliendo de la cama como un tornado con una
oleada de sábanas, catapultándose contra Jacob que abrió los brazos para cogerla. La envolvió en
su abrazo, levantándole los pies del suelo y balanceándola ligeramente mientras reía entre dientes
ante el entusiasta recibimiento. Ella buscó su boca ávidamente, erradicando completamente al otro
Demon de su mente.
Jacob no se pudo resistir aun siendo consciente de la mirada de hielo que le estudiaba con
intensidad. Recibió su beso con felicidad y se lo devolvió pero tuvo buen cuidado de asegurar la
sábana alrededor de la espalda desnuda protegiendo su cuerpo de los molestos ojos de Gideon.
Por un momento se deleitó en la sensación de la piel cálida bajo el algodón flojo y tenue. Entonces
pasó los brazos bajo sus piernas, tomándola en brazos y fue hacia la cama, se sentó con Isabella en
su regazo y cogió el edredón que había a los pies de la cama para envolverla con él. Ella puso la
mejilla en su hombro, acariciándole de forma cariñosa y ausente.
Gideon los miraba con sorpresa. Recordaba haber tenido una o dos discusiones con Jacob a lo
largo de los siglos sobre como ninguno de ellos sentía deseos de tener una compañera. Incluso
aunque hubieran sentido la inclinación, las relaciones entre aquellos que eran inmortales eran
complicadas y exigentes. Si uno amaba y vivía con una compañera durante siglos, la pérdida de la
compañera era devastadora. Ambos, Jacob y Gideon habían perdido familias grandes, habían
vivido para ver cómo perecían los padres y los hijos e hijos de los hijos. Guerras, Llamamientos y
Cazas. Demons que habían sobrevivido a las guerras con Vampiros y Licántropos, que habían
padecido las extrañas artimañas de los Moradores de Sombras con sus mórbidos resultados y la
más devastadora eliminación de la guerra con los Druidas tenían ahora que enfrentar sus vidas
completamente despojados de aquellos a los que amaban. Después de tantos siglos era demasiado
difícil correr ese riesgo otra vez. ¿Por qué empezar una relación e involucrar los sentimientos? El
matrimonio era escaso y las relaciones sexuales a veces se limitaban a las semanas de la Luna Santa
cuando se sentían forzados.
El amor era para los jóvenes y los locos…
Y para los Vinculados.
A la luz del hecho de que había una hembra medio Druida sentada en el regazo de Jacob,
Gideon no debería haberse sorprendido tanto. Aún así, ella estaba fuera de lugar en una cultura
que definía cada parte de lo que era Jacob. Pero no había remedio. Fuerzas más allá de los poderes
de los Demons los habían emparejado.
Jacob buscó con la mirada a Gideon una vez que tuvo a su mujer confortablemente instalada
en la protección de su abrazo. Gideon sabía que estaba esperando una respuesta a su pregunta, tan
cierto como sabía que a Jacob no le había gustado encontrarle en su habitación con su compañera
estando desnuda. Gideon no se arrepentía. Tenía sus razones y no necesitaba defenderse a sí
mismo.
—¿Me preguntas cómo es que has despertado sus habilidades latentes? Sin meternos en una
compleja lista de detalles, hay un código escrito en tu ADN, que en cuanto te acercas a ella dispara
masivas y sistemáticas alteraciones en su ADN y similares en el tuyo aunque a una escala menor.
—¿En el mío? Yo no he cambiado—insistió Jacob.
—¿No te has dado cuenta de tus nuevas habilidades?
—No. Me daría cuenta si algo hubiera cambiado.
Jacob, te olvidas de algo.
¿De qué, florecilla?
Tienes un nuevo poder. Lo estás usando ahora mismo.

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Jacob se quedó quieto, los dedos se flexionaban en el cabello de ella mientras le miraba la
cara. Sus ojos estaban llenos de estímulo, bordeando la aceptación.
—Isabella acaba de recordarme un poder que es nuevo para mí —dijo Jacob suavemente.
Gideon se inclinó un poco hacia delante en la silla.
—Telepatía —dijo—. Eso cuadraría no sólo con lo que yo sé, sino también con la profecía.
Esto es el primero de los signos.
—También parece que tengo empatía en lo que a los enemigos concierne —hizo notar Bella.
—No, no la tienes.
—Le voy a dar —gruño Isabella dirigiéndose a Jacob. Sus ojos violetas brillaban con ira—.
¿Cómo puedes saberlo?—saltó.
—Parece que no recuerdas nuestro acuerdo de aceptar lo que digo como cierto —dijo Gideon
calmadamente.
—Bella, amor —dijo gentilmente Jacob—, un Demon Corporal de la edad y habilidades de
Gideon simplemente te mira y sabe cuales son tus poderes —volvió los oscuros ojos hacia Gideon
notando una mirada de advertencia en el Anciano—. Gideon simplemente expresa los hechos
como los ve. No tiene intención de insultarte. Es un ser extremadamente literal. Al contrario que en
vuestra cultura nosotros no alteramos el significado de las palabras. Somos una especie muy
directa y aunque muchos de nosotros hemos adecuado nuestro lenguaje para que se adapte a la
sensibilidad humana, Gideon es el más anciano de entre nosotros y también uno de los más
aislados. Por todo esto, es bastante menos diplomático de lo que estás acostumbrada con el resto
de nosotros.
—Sí, claro—asintió Isabella, pero no se sentía muy segura de ello.
—Por mi parte, Isabella, haré un esfuerzo para recordar que hay matices en vuestra lengua
con los que no estoy familiarizado. Espero que tengas paciencia conmigo. —Gideon utilizó bien su
generosidad. Isabella se relajó completamente asintiendo con verdadera aceptación esta vez.
Gideon volvió a sentarse antes de continuar—. Cuéntame el último incidente con el nigromante. Al
detalle.
Isabella y Jacob empezaron a la vez, Isabella dando detalles más concretos y Jacob añadiendo
las impresiones que había recogido del nigromante confinado.
—Dijiste que la boca te sabía a sangre, ¿pero no había sangre?
—Sí. —confirmó Isabella.
—¿No viste un paralelismo?
—No —Isabella sintió que la mano de Jacob se flexionaba y se metió en su mente—. ¿Tus
heridas? Te golpeaste la boca con la cómoda —le leyó—. Pero eso pasó después.
¡Premonición! No es empatía... es premonición. Sentiste el futuro, Bella. —Jacob se dio cuenta
de repente—. Pues claro. Oliste el humo, el azufre; te estabas asfixiando la noche anterior antes
incluso de que llegáramos al almacén, pero lo del humo no pasó hasta que mi ataque rompió la
concentración del nigromante y Saúl se liberó del hechizo.
—¿Así que anoche estaba sintiendo la tensión de nuestro encuentro con el nigromante, unos
minutos antes de que pasara realmente?
—Algo así, sí. Y la herida en mi boca. Saboreaste lo que yo iba a saborear unos pocos minutos
después.
—¡Grr! Puaj. Que poder más asqueroso. ¿Qué tiene de bueno la premonición, si esta ocurre
tan poco tiempo antes de que pase?

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—Con tiempo, entrenamiento y experiencia, aumentaremos el tiempo entre la premonición y
el hecho y también la comprensión de lo que estas viendo —dijo Gideon.
—Fenómenal. Y después de todo el tiempo que he pasado pensando que cumplir los
veintiuno era el punto culminante de mi vida... Gracias —se permitió poner los ojos en blanco y
Jacob se rió entre dientes.
—La premonición es una anomalía en un Druida, pero he notado la disposición genética
cuando he cogido tu mano. Verás, los Druidas tenían... —se corrigió—. Los Druidas tienen
habilidades específicas, como tiene cualquier raza de forma inherente. Está escrito en nuestro
código para siempre, inalterable con las excepciones de la evolución y la mutación, por supuesto.
Ahora bien, es posible que los siglos de mezcla entre Druidas y humanos que han originado lo que
tú eres, hayan causado alguna mutación inesperada, una suposición que se sustenta en tu inusual
habilidad para la premonición.
—Como nosotros, los Druidas utilizan la fuerza de la naturaleza. Por ejemplo, tus sentidos
incrementados, la habilidad de sanar con rapidez, una extraordinaria resistencia. Tus nuevas
habilidades instintivas para luchar también son una anomalía, pero es puramente por naturaleza
que tú tomas prestada la habilidad de sentir el poder, especialmente el maligno. Es una intuición
parecida a la de cualquier presa que siente la presencia de un depredador.
—El nigromante. ¿Ella lo sintió cuando yo no pude, por la premonición? —Jacob frunció el
ceño—. Todavía no entiendo completamente cómo fui incapaz de rastrearlo antes del primer
golpe.
—No te falta nada, Jacob, excepto información. Hay muchos Demons que viven en soledad.
Si son Convocados nadie lo sabría. Es sólo cuestión de tiempo que el nigromante se valiera de
alguien que llamara tu atención.
—¿Cómo indica esto, que no estoy perdiendo nada?
—Recientemente he descubierto que Lucas, el Anciano, ha desaparecido. Presumo que ha
sido Convocado.
Jacob contuvo el aliento, su cuerpo se puso tan tenso que Isabella se vio compelida a
abrazarlo. Le devolvió el gesto de manera ausente mientras la miraba a los ojos.
—Lucas es un anciano Demon de la Mente. Si lo tienen prisionero, le pueden obligar a que
los tele transporte donde ellos quieran, lo que les permite aparecer sin avisar.
—Pero no hubo humo ni olor a azufre, como cuando Legna nos tele transportó.
—Los ancianos no dejan ese rastro. Sus habilidades son tales que pueden tele transportarse a
si mismos y a otros limpiamente. Mientras Lucas esté bajo su dominio puede transportar a
cualquiera de ellos sin advertencia. Y esta es otra razón por la que nuestra seguridad está
terriblemente en peligro. Especialmente cualquiera que le conozca o le haya conocido.
—Vamos a centrarnos en los poderes de Bella —dijo Jacob rápidamente—. ¿Hay algo más
qué podemos esperar?
—Desafortunadamente, sí.
—¿Desafortunadamente? —repitió Bella.
—Hablo, por supuesto, desde la perspectiva de un Demon que tomo parte en las guerras
contra los Druidas. Intentaré abstenerme de cualquier ulterior prejuicio sobre la materia.
—Hazlo —le alentó Isabella con sequedad.
—No soy el único que pensará en esos prejuicios cuando se sepa este poder. Te puedes
encontrar con ciertas predisposiciones.
—¿Igual que por ser humana? —dijo, poniendo los ojos en blanco otra vez.

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—Quizás estoy subestimándolo. Pueden considerarte bastante amenaza como para reanudar
las hostilidades entre Demons y Druidas. Tu vida puede estar en peligro.
—Espera un momento. Creí que hacer daño a los humanos estaba mal —dijo Bella,
retorciéndose cuando el apretón de Jacob en el brazo se hizo incómodamente fuerte. No tenía que
leerle la mente para saber lo que sentía.
—No eres completamente humana. No me malinterpretes, hemos evolucionado mucho
desde aquellos tiempos. Pero tenemos fanáticos, al igual que cualquier otra especie. Y aunque nos
gusta pensar que hemos evolucionado más allá de ciertos comportamientos, el miedo puede ser un
motivo poderoso.
—A nosotros nos lo vas a decir —dijo Jacob suavemente.
—Ella puede drenar el poder. De cualquier ser sobrenatural. Nigromantes, vampiros,
licántropos...
—Demons.
—Sí —confirmó Gideon—. Y no es sólo drenarlos, a menos que la mezcla de su herencia haya
cambiado algo. Puede literalmente dejarlos temporalmente sin poderes. Verás, una vez la
habilidad ha visto la luz en ti, Isabella, siempre estará hay. Tendrás que aprender a controlarla. Fue
esta habilidad la que permitió al monarca Druida matar al rey Demon. Se encontraron fingiendo
una tregua para la paz. Cuando estuvieron solos, el Druida drenó el poder del Demon y lo asesinó.
—¡Oh, dios mío! ¿Cómo es que confiasteis los unos en los otros? Sabiendo que tenían esa
ventaja sobre vosotros, ¿cómo pudisteis compartir vuestra cultura con ellos? Y ¿cómo pudisteis
erradicar una raza a la que ni siquiera podíais acercaros sin quedaros totalmente carentes de
poder?
Gideon dudó, mostrando por primera vez una compulsión muy humana de subversión.
Isabella sintió que Jacob prestaba mucha más atención.
—En primer lugar, no fue cuestión de confianza tanto como una cuestión de necesidad. Los
Druidas y los Demons estaban destinados a tener una relación simbiótica. El Druida necesita al
Demon para sacar a la luz su poder. El Demon necesita al Druida para drenar el poder.
—¿Por qué querría un Demon voluntariamente...? Ay, Dios. La locura lunar —se contestó a sí
misma.
—Sí, ese es un de los motivos, aunque nuestros ancestros lidiaban con ello con un grado
distinto de este. De cualquier forma, si revisamos las advertencias sobre los riesgos que conlleva
emparejarse con humanos, encontrarás también una especie de compulsión —los ojos
espeluznantes de Gideon pasaron de Isabella a Jacob—. La evidencia de ese hecho ocurrió en tu
casa anoche, Jacob. Si ella hubiera sido sólo una humana, la pérdida de control que experimentaste
podría haber sido letal no sólo para ella, sino también para cualquier otro en las proximidades.
Afortunadamente, tu poder ya ha empezado a despertar, Isabella. Considerando el bajo grado que
tiene y las circunstancias de esos... momentos desenfocados... lo habrás notado.
—Y por lo que se refiere a la erradicación de los Druidas, no fue tarea fácil. La guerra nunca
lo es. De todas formas, los Druidas tienen sus debilidades al igual que los Demons y baste decir
que esas debilidades fueron minuciosamente aprovechadas. —Gideon levantó la mano cuando
Jacob intentó cuestionarle—. Llegados a este punto —dijo por fin—, esto es lo que debo revelar al
Consejo: los Demons tendemos a no encontrar compañeros entre nosotros mismos. En la mayoría
de los casos estamos destinados a encontrarlos entre los Druidas. Destruyendo a los Druidas,
sacrificamos la posibilidad de encontrar nuestro espíritu complementario perfecto. Creo que los
humanos se refieren a esto como “el alma gemela”. Nosotros lo llamamos el Imprinted. Es por eso
que la mayoría de nosotros estamos solos y el por qué tantos de no encontramos consuelo en los
miembros del sexo opuesto... y el por qué no ha habido un Imprinted o vinculación en siglos...

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—Hasta ahora —se contradijo a sí mismo con tono reverencial—. Jacob, has sido bendecido
entre los Demons. Por eso, en el momento en que os encontrasteis, ambos habéis sido incapaces de
estar separados. La vinculación es una gloriosa y compulsiva intensidad que no se puede impedir.
Cuando un Demon y una Druida que están predestinados a vincularse entran en contacto, se
disparan inmediatamente las alteraciones del ADN que he mencionado. Ya veis, estabais
destinados a encontraros por este propósito incluso antes de que nacierais, a pesar de la profecía.
Isabella miraba al Anciano con ojos como platos, pero estaba enfocada en la reacción
emocional de Jacob. Había enterrado la cara completamente en su cabello y la sensación de euforia
que era en igual medida de agonía, corría por él.
—Esto nos lleva a tu debilidad, Isabella —continuó el médico obviando las emociones que
corrían por la pareja a la que estaba aleccionando—. Una vez que un Druida entra en posesión de
su poder desatado por un Demon, desde ese momento debe tener regularmente dosis de
exposición a ese Demon, algo así como que los humanos deben absorber luz solar para estar sanos.
—¿Quieres decir que Jacob es algo así como... una vitamina para mi? —preguntó Bella
entumecida.
—Sería más acertado decir que es como una fuente de energía. Su presencia te recarga,
especialmente después de un gran desgaste de tus habilidades. Sin esa recarga... bueno, ya sabes lo
que pasa con las pilas que pierden la energía.
—Se mueren —susurró Isabella con una sensación de horror recorriéndola—. ¿Quieres
decir... significa esto que derrotasteis a los Druidas quitándoles sus fuentes de energía? ¿Vosotros
—tragó con fuerza—, los dejasteis morir de hambre?
—Es peor que eso, Bella —la voz de Jacob chirriaba, sofocada y áspera mientras el horror
llenaba sus ojos—. Significa que dejamos morir de hambre a nuestras almas gemelas. Dios santo,
Gideon ¿cómo pudimos destruir a las criaturas que más amábamos y necesitábamos?
—Poco lo hicieron voluntariamente. Casi ninguno, de hecho. Se encomendó a aquellos de
nosotros que no teníamos compañeros para que no nos impresionara la orden.
—Jacob —jadeó Isabella, temblando en su abrazo y estremeciéndose por sus pensamientos.
—No estoy orgulloso de esta historia, Druida —dijo Gideon suavemente—. Yo formaba parte
de las fuerzas designadas para encarcelar a los miembros reluctantes de mi propia especie, para de
ese modo obligarlos a matar a sus amados compañeros. Tampoco es excusa decir que era muy
joven entonces. Lo único que puedo hacer es suplicar tu perdón por nuestra barbarie, así como
cualquiera perdonaría a una sociedad por las faltas que comete cuando es joven. Aunque no pido
piedad por ello, hemos sufrido igualmente por vuestras locuras. Después de la guerra, la erupción
de suicidios que siguió casi destruye nuestra población. Hoy vivimos sin amor, vidas incompletas
con la locura en los talones. Somos desiertos, por así decirlo.
Isabella no concebía lo que estaba oyendo. Tenía la cabeza llena de imágenes de Demons
encarcelados por su propia especie, con las almas gritando por los compañeros que sabían que
estaban muriendo sin ellos. Ella misma, incluso después de esos pocos días, no podía imaginarse
lo que sería si la separaban de Jacob.
—¿Te has guardado todo esto para ti mismo todos estos siglos, Gideon? —preguntó Jacob
roncamente—. ¿Sabes las implicaciones que tiene para la existencia de Isabella?
—Sí. Soy consciente de ello.
Isabella miró a Jacob con ojos inquisitivos. Tenía los labios bordeados de blanco debido a la
tensión.
—Isabella, esto significa, que los Druidas han existido todo este tiempo y aunque puedan
estar debilitados, algunos de ellos podrían haberse cruzado en el camino de sus homólogos
Demons. Y ninguno de ellos sería consciente del hecho de que el Druida podría haber muerto

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inexplicablemente debido a la pérdida derivada del encuentro. También significa... —Isabella
sintió como se estremecía de repulsión—. Significa que en todos estos siglos como Ejecutor puede
que haya dejado instintivamente a otros híbridos de Druida y humano sin sus verdaderos
compañeros. Gideon, ¿cómo pudiste callar todo esto? —preguntó.
—No lo supe hasta que te conocí, Isabella. Por lo que sabía, había visto mi último Druida
hace mil años. Créeme, Ejecutor, soy tremendamente consciente de las ramificaciones que mi
silencio sobre nuestra historia puede haber causado. No necesito tu condena para sostener la mía.
—El Demon Corporal se irguió y parecía que se movía bajo el peso de toda esta información—.
Haré que Noah convoque al Consejo esta noche. Les contaré lo que os he contado a vosotros. Tenlo
en cuenta, Ejecutor. Tu compañera puede estar en peligro potencial una vez que lo haga. Es porque
tengo una gran deuda contigo por lo que te he avisado a ti primero. Debes tomar medidas para tu
propia seguridad. Isabella no sobrevivirá mucho tiempo si algo te pasa.
Con esta aseveración y un parpadeo plateado, Gideon desapareció.

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CAPÍTULO 9

Jacob estaba abrumado por la el peso que le oprimía el pecho. No había una manera fácil de
asumir los cientos de implicaciones de lo que Gideon les había contado. Sin embargo, siendo como
era su cultura y su mundo, imaginaba que estaba mucho más preparado para tratar con ello que la
silenciosa mujer que abrazaba las rodillas contra el pecho mientras se apoyaba contra la cabecera.
¿Qué podía decirle en ese momento? Era el responsable de todo lo que le estaba pasando, del
hundimiento de una vida a la que, ella se estaba dando cuenta ahora, no podría regresar. Si iba a
vivir, tendría que permanecer junto a él durante su larga existencia, lo quisiera o no. Así no era
como Jacob quería que se sintiera, obligada a permanecer a su lado, ligada a él sin quererlo.
—Isabella —susurró con el arrepentimiento pesando en la palabra.
Miró hacia arriba con sus bonitos ojos lavanda tan grandes, vulnerables y tristes.
—Sé lo que piensas, Ejecutor. No lo conviertas en otra razón para sentirte culpable —se retiró
hacia la espalda la increíble cascada de cabello regalándole una pálida sonrisa—. Escoges los
momentos más extraños para respetar la privacidad de mi mente. Si leyeras en ella, sabrías que no
te hago responsable de nada de lo que ha pasado.
—¿Cómo que no? De no habernos conocido…
—De no habernos conocido, estaría viviendo la mitad de una vida en vez de una completa.
Jacob, ¿qué piensas que dejé atrás? —Se estiró un momento antes de subirse a la cama para
acercarse a él.
Su cercanía lo confortó automáticamente, llenándolo de una sensación de paz que
contradecía sus pensamientos.
—Durante toda mi vida, nunca he encajado. Vivía en los límites de la sociedad humana
Jacob, a excepción de mi hermana y unos pocos amigos por compañía, era una persona muy
solitaria. La noche en que te conocí miraba la luna, como había hecho miles de veces antes. Aún
entonces, sabía que había algo más y que la noche guardaba importantes secretos. Pasé años
leyendo vorazmente, en busca de información. Creo que estas respuestas son las que he estado
buscando todo el tiempo. Eres lo que tanto he esperado, Jacob.
—Me pregunto si te sentirías igual de haber tenido elección —respondió con dificultad.
—Y la tengo Jacob —se acercó cogiéndole la mano entre las suyas—. Puedo volver donde
estaba y desaparecer lentamente. Pero no tendría nada que ver con estar privada de la energía
necesaria, Jacob, sino con la falta de todas las cosas que he descubierto contigo. ¿Tienes idea del
regalo que tu presencia ha supuesto en mi vida?
Pensó que si era parecido a lo que ella le había aportado, entonces debía ser muy profundo.
—Así es, Jacob —le alentó con suavidad—. Todo en la vida es parte del gran plan del destino
que ninguno de nosotros conoce hasta que sucede.
—Siempre he pensado que Destino nos dio el libre albedrío, Bella. Que todos tenemos una
opción —hizo una pausa, jugando con sus dedos antes de llevárselos a los labios—. Sí, creía en
destinos especiales, pero…Quería que vinieras conmigo porque era tu elección, no porque tuvieras
que hacerlo.
—Jacob, no me estás escuchando.

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—¡Lo hago! Pero no creo que sepas lo que estás diciendo. ¿Cómo podrías con todas las cosas
sobrecogedoras que te están pasando?
Soltó su mano, para cerrarla en un puño que colocó en su cadera.
—¡Cómo una mujer adulta con una mente propia, Jacob! ¡Esperas que todo esto me haga
enfadar, que me sienta atrapada, y como no lo hago, estás decepcionado y te esfuerzas para
hacérmelo ver! Quizás no soy yo quien tiene problemas de adaptación, Ejecutor. Estoy empezando
a pensar que eres tú quien no quiere complicarse la vida teniéndome aquí.
—¡No es verdad!
—Entonces pruébamelo. No con tus pensamientos, sino con acciones y palabras. Dime que
me quieres aquí, que quieres que sea parte de tu vida de la misma forma en que quiero que seas
parte de la mía —su voz temblaba, y Jacob sintió una avalancha de dolor sobre la piel similar a
pequeños pinchazos—. Dime que no soy la única que está aprendiendo a amar a alguien tan
intensamente que al final podemos sentir que tenemos la oportunidad de estar completos.
Por un largo minuto, Jacob se quedó sin palabras, los oscuros ojos se agrandaron al
comprenderlo. Su mirada la recorrió de la cabeza a los pies, empapándose de cada pequeño detalle
sin encontrar nada que no hubiese adorado ya. Lo había sabido desde mucho antes de la discusión.
Probablemente se había enamorado de ella en el instante en que había sentido la efímera impresión
de un irreverente pensamiento flotando hacia él desde una ventana cinco pisos arriba.
Destino no podría haber escogido mejor.
La verdad era que no había dudado de sus sentimientos. Sino de sí mismo. ¿Podría ser lo que
ella necesitaba? ¿Podría un hombre, que había vivido una existencia solitaria, que pasaba tanto
tiempo absorbido por el trabajo y las responsabilidades, saber cómo tratar a una mujer tan vital y
cariñosa?
—Isabella, nunca he dudado de mi capacidad para amarte —pasó un brazo por debajo del
pesado cabello para ceñir una gran mano alrededor de su nuca, acercándola más a su cuerpo para
sentir su calor—. Tengo miedo de que, a pesar de lo mucho que te amo, no sabré cómo ser digno
de ello.
—Eso es porque nunca has tenido a nadie que te diga lo digno que eres, Jacob. Todo lo que
has conocido en estos cuatrocientos años ha sido censura y hostilidad —Isabella deslizó los brazos
alrededor de su cintura, rodeando su cuerpo con ferviente afecto—. Pero ahora estoy aquí, y no
dejaré que ocurra nunca más. Voy a darte tantas respuestas positivas que vas a querer gritar. Lo
juro —dijo con fiereza, abrazándolo con más fuerza—. Si te quedas conmigo, te enseñaré como
creo que debe ser el amor. Quédate conmigo, Jacob.
Jacob presionó la cara contra su cabello, reflejando la profunda emoción que lo embargaba
mientras la apretaba fuertemente entre sus brazos.
—Gideon estaba equivocado, pequeña flor —dijo roncamente—. Tu habilidad de dejarme
rendido ya tiene la suficiente fuerza. Apenas puedo hablar.
Entonces no hables.
Ella apartó la cabeza mientras lo llenaba de pensamientos e intensas impresiones de emoción
y deseo que lo elevaron. Capturó su boca y la besó profundamente.
Te amo, pequeña flor.

El silencio en la cámara del Consejo era muy pesado, Jacob se preguntaba si la gravedad
había cambiado. Todos estaban sin palabras, casi sin respirar. Incluso Ruth, que siempre tenía una
respuesta, estaba subyugada.

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Para empezar, la presencia de Gideon hacía que la información que les había dado fuera
impactante. Jacob suponía que no era fácil escuchar que una raza tan orgullosa de su pureza de
casta, en realidad estaba condenándose con los prejuicios ignorantes del pasado y del presente. La
raza Demon estaba satisfecha de su inteligencia y conocimiento, así como de su cultura y poder.
Sabiendo que sus antepasados habían sido capaces de atrocidades similares a las que habían
condenado de la “menos evolucionada” raza humana por menos que nada, era esclarecedor.
—Parece —dijo Noah al fin rompiendo el silencio—, que nuestro futuro como raza va a
cambiar drásticamente. El Consejo tendrá que debatir todas las implicaciones al detalle. Quiero
que quede claro en este momento que nadie se acercará a ningún ser humano bajo ninguna
circunstancia. Las leyes que han gobernado nuestras relaciones permanecerán en vigor hasta que
podamos revisarlas. El Ejecutor castigará a aquellos que no puedan controlar el impulso. ¿Está
claro?
—Claro y sabio —coincidió Elijah—. Prestaré mis guerreros a Jacob en cuanto los necesite.
—La verdad es que esto evidencia la necesidad de abordar algo importante —dijo Noah—.
La Druida, Isabella.
Jacob se puso rígido en su asiento, apretando los dedos sobre mesa. Noah no le había
consultado si se debía abordar el tema de Isabella ante el Consejo. Estaba preparado para lo que
Gideon les había contado, pero no tenía ni idea de lo que el Rey estaba pensando.
—Será deber de cada persona de esta habitación procurar que la protección y seguridad de
Isabella entre los de nuestra raza sea primordial. Esta mujer nos ha traído la salvación. Debemos
reconocer eso y ofrecerle respeto por sus acciones que tanto nos han aportado. Fue la que
descubrió la profecía, sin ninguna otra razón que la de desear de corazón lo mejor para nosotros. Y
hasta ahora no hemos sido nada amables—. Los ojos de Noah estudiaron a Ruth y a un par de los
miembros, que tuvieron la decencia de bajar los ojos.
—La profecía ha trastocado su futuro, y es nuestra responsabilidad que esté satisfecha en
buena salud y espíritu —Noah hizo una pausa lo suficientemente larga como para mirar a su
Ejecutor—. El rol de Ejecutor cambiará para siempre. Sus responsabilidades, ya vastas, sin duda se
triplicarán. Gideon y yo lo hemos discutido con profundidad, y opinamos que el entrenamiento de
Isabella como Ejecutora debería empezar de inmediato.
Hubo jadeos colectivos de todos grupos de los distintos sectores de la sala y Noah era
consciente de que los ojos de Jacob se entrecerraban peligrosamente mirándolo. Jacob estaba muy
preocupado por la seguridad de Isabella, y Noah no lo culpaba. Pero había una razón para sus
actos.
—¿Tan joven? ¿Qué es lo que puede…?—Empezó Ruth.
—No recuerdo haber iniciado un debate —dijo Noah fríamente, la mirada de sus ojos
ahumados envió un rayo de alarma a través de la espalda de Jacob.
Sólo podía imaginar como se sentiría Ruth ser su receptora.
—Este es un día trascendental en la historia de nuestra raza —continuó el Rey, sacudiéndose
el poder que había usado para reprimir a Ruth—. En esta fecha convertiremos todo lo que hemos
hecho mal en algo bueno. Isabella será la primera en unir a nuestros hermanos, pero no será la
última. Piensen en el regalo que se nos ha ofrecido. Por fin tenemos la solución para una existencia
pacífica —capturó la mirada de Jacob y la sostuvo con intensidad—. Jacob e Isabella son la entrada
hacia el futuro. Nos guiarán hasta los Druidas que tan desesperadamente necesitamos. La
bendición de Jacob nos ha facilitado el futuro.
Si hubiera sido posible, el silencio en respuesta fue aún más pesado que antes. Jacob tragó
con dificultad, mirando en la distancia a Noah mientras la gratitud lo embargaba. El Rey había
hecho una declaración que cambiaría la forma en que se veía al Ejecutor.

- 120 -
Ejecutores, se corrigió Jacob.
Ejecutores.

Isabella echó la cabeza hacia atrás, liberando un rocío de transpiración de su frente. Tomando
largas bocanadas de aire, estaba agazapada en el suelo mientras percibía un movimiento revelador
en la postura de su adversario. Pasado un instante, Elijah giró en el aire y se abalanzó sobre ella
con violencia.
—¡No es justo, tramposo bastardo! —Gritó, dando dos pasos para saltar ante el ataque,
zambulléndose por su fuerza como se sumergiría en el agua, moviendo su pequeño cuerpo y
pasando sobre ella sin magullarla en lo más mínimo.
Golpeó el suelo dando un salto mortal, rodó y se puso en pie con un grito triunfante.
Elijah se materializó instantáneamente, su risa se oyó antes de que solidificara.
—¡Que me condenen, Jacob, piensa rápido!
Isabella saltaba de arriba abajo, riendo y burlándose de Elijah. Posó flexionando sus
diminutos bíceps como si tuviera una figura poderosa y musculada como la de los guerreros.
—¡Súper Druida gana otra vez!
Jacob reía en silencio de sus payasadas, encogiéndose de hombros ante Elijah como
diciéndole al guerrero que no se podía esperar más de la compañera del Ejecutor. Isabella corrió a
través del prado y saltó a los brazos expectantes de Jacob, los suyos cerrándose alrededor de su
cuello mientras las piernas ascendían en una caricia.
—¡Dile que pare de hacer trampas! —Demandó, besándolo hasta que no tuvo ni aliento para
hacer nada más que obedecer.
—Detén las trampas —ordenó al guerrero antes de capturar su caprichosa boca firmemente
contra la suya.
—Oh, hermano. Conseguid un cuarto —ladró secamente Elijah—. ¿Vamos a entrenar o vais a
practicar sexo en público?
Jacob se carcajeó y dejó su suave carga en el suelo.
—Cuando sus poderes dormidos se disparen, no serás capaz de usar los tuyos y tampoco
nadie más. Por eso necesita ser mejorar en el combate cuerpo a cuerpo.
—Y diplomacia —le recordó ella rápidamente—. Sólo voy a pelear si es absolutamente
necesario.
—Eso es exactamente lo que quiero —afirmó Jacob.
—Sólo recuerda Isabella, la diversión y los juegos con Jacob y conmigo son una cosa. Verte
obligada a hacerle daño a alguien es una decisión muy difícil.
—No seas condescendiente conmigo —se enfadó de pronto Isabella, todo el humor
desapareció instantáneamente mientras sus manos se posaban en sus caderas y los ojos le
centelleaban con indignada irritación—. ¿O tengo que romperte la nariz otra vez para recordarte
que puedo ponerme seria y dañar a alguien en cualquier momento?
Maldición, sabe atacar directamente el ego de un hombre, pensó Jacob con asombro cuando el
guerrero se estremeció visiblemente. No le sorprendería que su habilidad de descubrir la debilidad
mental de un adversario se convirtiera en uno de sus mejores talentos.
—Muy bien, ha sido suficiente entrenamiento para un día —anunció Jacob, rodeando sus
caderas con un brazo para acercarla más a su lado.

- 121 -
—Jacob, prometiste que me llevarías pronto a patrullar contigo. Quiero aprender a rastrear
adecuadamente. Quiero verte trabajar.
—Aún no, pequeña flor.
—¿Cuándo? —Demandó.
—Pronto —le prometió.
—No quieres que vaya contigo —afirmó de pronto.
Condenada sea esta conexión, pensó Jacob con irritación.
—No es eso exactamente… —Comenzó con cuidado.
—Es eso justamente —insistió.
Uh-oh, allá van las manos a las caderas, ironizó Jacob en su mente.
—Estás en lo cierto cuando dices que estoy mejorando —respondió afiladamente, haciéndolo
maldecir el errante pensamiento—. No confías en mí.
—No es verdad. Nuestra comunicación mental todavía no es perfecta. Bella, no pienses que
estás leyendo bien. No es que no confíe en ti, es sólo que… Tengo miedo de que si estuviera en
peligro, no te mantendrías a una distancia segura a pesar de que lo hubieras prometido, saltarías a
la refriega sin tener en cuenta tu seguridad. Hasta que tengas la protección natural que te está
destinada para estos encuentros, no arriesgaré tu integridad.
—Jacob —sus ojos se estrecharon mirándole, leyendo las inminentes palabras de su
pensamiento antes de que pasaran de sus labios hacia su ego.
—Y no resaltes el hecho de que ya has peleado dos veces para salvarme si no quieres pasar la
noche con el trasero magullado —advirtió.
El temperamento de Isabella se apaciguó al darse cuenta de que habría sido un golpe bajo, y
más sabiendo lo duro que Jacob era consigo mismo. Bajó los ojos, echando un vistazo a la derecha
para ver a Elijah marchándose discretamente. Por supuesto que no se quedaría, el muy tonto.
Había estado ahí de pie durante todo el intercambio con la diversión bailando en sus ojos. Por un
momento deseó ser quien pudiera convertirlos en polvo y espíritu y mandarlos lejos a un lugar
tranquilo.
Tan pronto como el pensamiento cruzó por su mente, una ligereza misteriosa la atravesó.
Miró a Jacob, tentándole a anticipar su necesidad con el pensamiento.
Pero la mirada en la cara de Jacob era de total conmoción. De pronto ambos volvieron a sus
formas sólidas e Isabella se tambaleó ante el torpe regreso de su peso. Normalmente esas
transiciones eran muy suaves.
—No he sido yo —dijo Jacob con tono ronco.
Sus ojos oscuros se agrandaron inquietos. Se alejó, abriendo los brazos hasta que estuvo
literalmente tocando la energía circundante. La examinó extendiendo sus sentidos como una
amplia manta, montando las corrientes de la naturaleza, probando los ritmos naturales y las
armonías perturbadas por algún intruso. Era evidente que otro Demon de tierra habría
enmascarado con facilidad estos signos reveladores, pero se necesitaría a un Mayor para hacerlo.
Él era, por el momento, uno de los tres Mayores con esta habilidad, y conocía sus firmas de energía
tan bien como para saber que no estaban allí.
—¿Jacob? —Preguntó Elijah, la tensión irradiaba de su enorme cuerpo en grandes oleadas.
Jacob miró a Elijah y un segundo después ambos se habían transmutado en polvo y aire
respectivamente, volando hacia el cielo a una velocidad increíble.
Quédate donde estás, ordenó Jacob.
¿Qué va mal? ¿Qué está pasando, Jacob?

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No lo sé, alguien está tratando de convertirte en polvo, y seguro como el infierno que no soy yo.
Isabella se sacudió ante las consecuencias de esa posibilidad. Se sentó, de repente sus rodillas
estaban demasiado débiles para sostenerla. ¿Era esto lo que Gideon temía? ¿Era otro Demon
tratando de lastimarla por alguna vieja hostilidad hacia una raza que sus ancestros habían
perseguido injustamente?
No, Bella, se trata de alguien más, le aseguró Jacob suavemente. Creo que puedo afirmar que en estos
pasados días mi pueblo te ha aceptado, junto con las consecuencias que representas.
¿Entonces quién…?
Es lo que estoy tratando de averiguar. ¿Crees que puedes llegar hasta donde esta Noah con seguridad?
Sí. Por supuesto. Sólo tengo que atravesar el prado, Jacob.
Créeme, cuando se acerca un poder como este, atravesar el prado es como atravesar el mundo, pequeña
flor. Ve. Ve rápido. Te protegerá.
Isabella no perdió el tiempo. Se levantó y lanzó en una carrera veloz. Su nueva fuerza la
había convertido en una increíble velocista y cruzó el acre del prado hasta la casa de Noah en
apenas un minuto.
Noah que tenía una discusión sobre un pergamino con dos alumnos, se distrajo cuando
irrumpió a través de la puerta sonrojada y sin aliento. No necesitaba de la conexión que ella tenía
con Jacob para saber que algo la había perturbado. Parecía terriblemente asustada, una expresión
que nunca le había visto antes.
Aún cuando pensaba que Jacob podía estar sangrando hasta morir, sólo mostraba rabia y
determinación para impedirlo. Pero esta vez, había auténtico terror en sus ojos, e instintivamente
la magia protectora de Noah brilló apareciendo. Su casa estaba hecha de piedra y acero por una
razón. Así nada podría derretirse si calentaba las paredes externas a la velocidad violenta que
estaba usando ahora. Cualquier cosa que las tocara se chamuscaría solamente acercándose al
exterior de la estructura.
—Dime —ordenó a la pequeña Ejecutora.
Lo hizo, contándole todo lo que había pasado en esos breves momentos. Noah, no podía
culparla por su miedo. Tener algo desconocido afectando a las moléculas de su cuerpo tenía que
ser muy desconcertante.
—Trae a Legna. Estará en su habitación. No te preocupes. Estás a salvo entre nosotros.
Después de que saliera apresuradamente, Noah despidió a los dos alumnos de forma
cortante. El que estaba a su izquierda, del Consejo, se sentó abruptamente, y en un segundo su ser
astral salió fuera de su cuerpo. El Demon mental a su derecha cerró los ojos y desapareció con una
suave succión de aire desplazado. Noah estaba orgulloso de cómo los dos estudiantes habían ido a
toda velocidad, a obedecer la tarea que había encomendado a cada Demon para proteger a la
Druida.
Isabella no entraba de manera tradicional en el rol de Ejecutora, con todas las aprehensiones
y hostilidades que esto traía. Su pueblo no era práctico así como así. Era un cambio hacía lo que
más temían. La locura de la Luna Sagrada y el insultante castigo podían ser cosa del pasado. Eran
un poderoso motivo para su gente cuando llegó el momento de dar la bienvenida a la pequeña
híbrida en la comunidad.
Una vez que Isabella regresó con Legna, hermano y hermana se sentaron uno frente al otro y
lentamente empezaron a erigir nuevas protecciones alrededor de la fortaleza de Noah, trabajando
en una fluida y dual danza de instrucciones con una palabra. Legna se abrió a los pensamientos e
intenciones de todos en un kilómetro a la redonda. Noah estableció un perímetro de fuerza que
drenaba energía. Legna circundó el perímetro con uno de alarma. Cualquiera que cruzara esa
barrera sería vencido por la urgente necesidad de escapar.

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Isabella sintió como todo el vello de cuerpo se le erizaba cuando el poder llenó la habitación.
Se frotó los brazos, en comparación con el calor que Noah transmitía, estaban fríos. El labio
superior de Legna se humedeció con transpiración, quizás debido a la proximidad con su
hermano, o porque se estaba concentrando mucho, extendiéndose hasta los límites de su habilidad.
Sólo por protegerla.
Isabella se sintió humilde ante este pensamiento. Instintivamente se movió más cerca de sus
protectores, su piel helada daba a bienvenida al calor ambiental de Noah.
De pronto, el mundo resplandeció en su conciencia. El cerebro de Isabella fue bombardeado
por miles de sentimientos e instintos que no eran propios, cada uno la traspasaba a una velocidad
vertiginosa como si fueran cohetes. Percibió el miedo de docenas de animales cuando la tensión
circundante los obligó a correr. Sintió discusiones, gente haciendo el amor, humor y la reverencia
de personas viviendo no muy lejos, el clamor la forzaba a cubrirse las orejas en un esfuerzo por
protegerse de la cacofonía de emociones. Notó la tensión de Jacob, la indignación de Elijah.
Descubrió que el gigante guerrero le tenía afecto a pesar de haberle mostrado lo contrario al
burlarse de ella.
Abrumada, Isabella se sentó en el duro suelo de mármol, sus ojos estaban dilatados cuando
miró inexpresivamente tratando de alejarlo. El instinto de conservación ardió intensamente…
… Y luego todo desapareció.
Una conflagración de llamas explotó a su alrededor, fluyendo hacia el exterior en una rápida
ola circular de la que era el eje central. Legna gritó. Noah gritó.
Y entonces todo se detuvo.

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CAPÍTULO 10

Desde sus posiciones de patrulla en el cielo, Jacob y Elijah sintieron el remolino de una
enorme ráfaga de calor. Ambos se solidificaron, dando vueltas buscando la fuente. Se horrorizaron
al ver un círculo de llamas saliendo de la casa de Noah, recorriendo el césped y quemándolo
instantáneamente hasta la tierra.
Ambos Demons reaccionaron al instante, Jacob levantó sus brazos y una pared de tierra se
disparó para encontrarse con el fuego que avanzaba. Elijah se elevó hacia las nubes, y como si
tirara una lanza, arrojó una fuerza increíble de viento hacia atrás de la pared de fuego para
asegurar su actual dirección, y posteriormente su fallecimiento, en vez posiblemente de volver a
duplicarse. La tierra cerró las llamas, apagándolas inmediatamente ya que estaban privadas de
oxigeno. Para asegurarse Elijah causó mucha lluvia, humedeciendo todo en cuestión de segundos.
Un latido después estaban volando hacia la casa de Noah a toda velocidad.
Jacob notó de inmediato que no había guardias protegiendo el hogar. Sabía que Isabella le
había rogado a Noah por protección y refugio, le debería haber sido casi imposible para él
acercase. Buscó su conexión con Isabella, con el temor apretándose en su garganta. Sintió una
poderosa explosión de terror por ella un momento antes de la explosión. Pero ahora no había nada
más que silencio donde sus tibios pensamientos deberían estar.
Elijah y Jacob pasaron por la alta ventana como flechas de polvo y viento, siendo sólidos en el
milisegundo en que tocaron el piso.
Horrorizado, Jacob se dio cuenta que hasta la ultima superficie del gran salón había sido
carbonizada.
Y en el centro de la negrura yacían tres cuerpos.
—¡Bella! —gritó Jacob, tambaleándose y resbalando sobre el ennegrecido mármol en su prisa
de coger la inconsciente forma en sus brazos. A través de los aguados ojos, cegados por el terror,
empezó a evaluar el daño, estaba en carne viva y con ampollas, quemada como si hubiese estado
en el sol por horas. Su cabello estaba levemente quemado y sus ropas se derritieron en su piel, el
olor de ambas cosas ahogando a su pareja con furia.
—Son Noah y Legna —Elijah se arrodilló al lado del rey y su hermana. Estaban apenas
reconocibles, su piel y ropas quemadas casi hasta ser negras, el hermoso cabello de Legna se había
ido. Jacob miró sobre su carga, viendo lágrimas temblando en los ojos de Elijah mientras el
cuidadosamente buscaba el pulso en la garganta de su monarca.
—Imposible —dijo Jacob roncamente—. ¡Noah es inmune al fuego!
—Necesitamos a Gideon. ¡Ahora!
Jacob miró mientras Elijah se levantó, sus puños apretándose, su conciencia alcanzando el
más increíble despliegue de poder que Jacob había visto al otro Demon usar nunca.

Gideon sintió la perturbación acercarse segundos antes de que golpeara con fuerza
huracanada a la ventana de su casa. Puso el libro que había estado leyendo a un lado y se levantó,
moviendo su cabeza pensativamente. Estaba siendo convocado, y por el poder sospechaba quien
podía ser. Sus cejas se fruncieron al peculiar prospecto, pero no desperdició tiempo en abrir su

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puerta y salir al remolino de viento. Un momento después se transformó en parte de eso y estaba
viajando por la atmósfera.

Las cenizas se arrebolaron en una salvaje niebla de destrucción a medida que Elijah
arrastraba a Gideon a la habitación con increíble fuerza, re materializándolo en un latido. En el
minuto que el antiguo Demon era sólido, Elijah retrocedió y cayó débilmente al piso. Había
tomado todas las onzas de su fuerza para realizar una hazaña tan increíble desde tan grande
distancia.
Luego los plateados ojos estaban recorriendo todo lo que había en la habitación alrededor de
él. En un raro gesto de emoción Gideon dijo suavemente:
—¿Que pasó?
—No lo sabemos —respondió Jacob. Rápidamente le dijo lo que él y Elijah habían visto
mientras el Demon se arrodilló al lado de las formas inertes de Noah y Legna.
Se acercó al rey primero, tocando la calcinada piel de su muñeca, hundiendo su conciencia en
el cuerpo de Noah. Sus pulmones estaban quemados por la inhalación de un increíble calor, pero
más que nada eran la piel y el cabello los que más habían sufrido. Para un humano eso habría sido
fatal, pero era una simple reparación para Gideon. Empezó por apagar todos los receptores de
dolor en el lastimado cuerpo del Demon. Sanó los pulmones primero y luego les hizo trabajar más
rápido, para inundar al rey con una alta concentración de oxígeno. Luego Gideon empezó
meticulosamente a rejuvenecer partes de la piel, una célula a la vez. Tomó quince minutos para
que se empezara a ser visible para los dos Demons esperando ansiosamente con la respiración
contenida. Una vez que Gideon había reparado completamente el 50 por ciento de la piel dañada
de Noah, se alejó y giró hacia Legna. Si hubiese esperado hasta que Noah estuviese completamente
sano, habría perdido a Legna. Sus dedos se acercaron para tocar la antes hermosa mejilla del
Demon femenino.
No se daba cuenta que estaba susurrando en voz baja, al mismo tiempo del proceso mental
de reconstrucción. Jacob miraba con fascinación mientras Gideon repetía la lista de órdenes
mentales requeridas para la total reparación. Era rápido y sin fallas. El color natural de la piel de
Legna empezó a salir sobre sus miembros, su garganta y su elegante cara. Una vez más era rosada
y bronceada, suave y hermosa.
Pero aún Gideon no volvía al rey. Descansó a Legna en sus muslos y se alcanzó la camisa
para sacársela, con cuidado la deslizo por sus brazos cubriendo su desnudo cuerpo, deslizando los
largos dedos sobre sus muslos para llegar hasta las rodillas. Luego levantó a la inconsciente mujer
en sus brazos, y cepillando tiernamente la calva de su recién reparada cabeza, bajo su boca tan
cerca de su piel que su susurrado canto pareció un beso. En un minutó, rulos levemente coloreados
de café empezaron a crecer sobre la desnuda piel. En cinco minutos, habían crecido hasta el
hombro, Gideon no se detuvo hasta que el cabello de Legna estaba en su dramática longitud
normal sobre sus brazos y muslos.
Finalmente, se desenredó así mismo del crecimiento que había creado. Cuidadosamente puso
su espalda sobre el piso, sus dedos quedándose por un momento en la curva de su cuello. Luego,
soltando un suspiro, Gideon se volvió a Noah. El poderoso Demon corporal se estaba encargando
de una gran y difícil tarea, pero no había ninguna muestra de eso en la frialdad de sus ojos.
Cuando el reemplazo del cabello de Noah era lo único que faltaba, Gideon pausó una vez
más en su cuidado del rey para evaluar la condición de Isabella. Gideon se levantó, pasó sobre los
cuerpos durmientes de los recién curados Demons, y entonces se arrodilló frente a Jacob. Aún
cuando sabía que Gideon haría todo lo que pudiera para ayudar a Isabella, Jacob no podía

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controlar la urgente petición de ayuda que emanaba de sus ojos. Gideon avanzo hacia Isabella,
pero dudo antes de tocarle la piel.
—Jacob, tengo que tocarla para poder curarla.
—Lo sé. ¿Por que dudas? —el Ejecutor no podía evitar la aguda impaciencia en su tono de
voz.
—En mi experiencia, algunas veces las parejas con la vinculación no responden bien cuando
un miembro del sexo opuesto toca a sus compañeros, sin importarles cuan inocente o bien
intencionado sea el tacto.
Jacob frunció el ceño, su primer impulso era negar la ridiculez de permitir que algún celo sin
importancia se interpusiera en la salud de Isabella. Pero luego recordó las hostiles emociones con
las que había luchado siempre que Noah había mostrado cariño por ella, o cuando Elijah e Isabella
habían entrenado juntos estos últimos días, que había tenido que irse para no verlo poner sus
manos sobre ella pretendiendo lastimarla.
Sintió una risa sin gracia salir de sus labios.
—Sánala —le susurró a Gideon, su voz ronca por la emoción.
Gideon asintió una vez, aceptando. Se concentró en reducir la instintiva ternura de su tacto,
asegurándose que nada de lo que hiciera pudiera ser mal interpretado por el posesivo Ejecutor. No
había ningún daño interno para Isabella, y ella era de lejos la menos dañada de los tres. Era
confuso y completamente ilógico. Si alguien debería haber pasado por esta devastación sin daños
tendría que haber sido Noah. El daño a la piel de Isabella fue rápidamente reparado, y Gideon
buscó una y otra vez, pistas de por qué era la menos lastimada.
Sólo tomó un pensamiento rápido el quitar las quemadas puntas de pelo, y que creciera la
masa de pelo sano de vuelta a su longitud original. Conjuro un sueño curativo pesado en ella,
reforzándolo para que no fuera capaz de despertarse. Luego se enderezó y se alejó del círculo de
Demons en el piso. Fue hacia un cuerpo que ni el Demon de tierra ni el de viento habían notado
que estaba ahí.
—Samson —dijo Gideon, respondiendo la pregunta sin hacer.
Elijah había recuperado una pequeña cantidad de fuerza, y con eso se pudo mover para
ayudar a Jacob a llevar sus cargas a un lugar más seguro y limpio.
—No. Descansa. Yo los llevaré a mi casa… —dijo Jacob.
—No. No puedes. Todavía no sabemos si otros hechiceros tienen localización de tu casa
desde esa noche.
—No tienen la de Dover. No soy un idiota —bramó. Luego se dio cuenta como sonó su tono
y se disculpó.
—No —Elijah levantó su mano en señal de disculpa—, tienes razón. No eres un idiota y de
seguro no necesitas que te diga cosas que aún el más tonto de los novatos sabría. Lo siento. Es sólo
que estoy cansado y todo este asunto me ha asustado mucho.
—Sígueme. Tengo mucho espacio y necesitas descansar en un lugar seguro —le instó Jacob,
levantándose con el débil cuerpo de Isabella en sus brazos.

Cuando Gideon entró en la habitación, Jacob estaba sentado en una silla al lado de la cama de
Isabella, sus dos manos aferradas a una de sus pequeñas manos. Estaba acariciando sus labios con
la punta de sus dedos, hablándole suavemente aun cuando ella no podía oírle.

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—¿Cuando la despertarás? —preguntó Jacob, la pregunta llena de preocupación mal
reprimida.
—No creo que deba ser despertada al menos hasta dentro de un par de días —le informó
Gideon— Jacob, lo que estas sintiendo es normal para una pareja vinculada. Es… difícil para ti
soportar la pérdida de sus pensamientos dentro de tu mente. Fue igual de difícil para ella
soportarlo cuando tú estabas inconsciente —luego Gideon se aventuró más—. Justo como sería
mortal para ella perderte, es siempre igual de mortal para el Demon. Recuerda, somos los pocos
que somos por culpa de esto. Esto es lo que significa estar vinculado, y a medida que pase el
tiempo la conexión sólo se hará más fuerte.
—Lo sé —murmuró Jacob, girando su cara, sus ojos fijos en la luna que brillaba casi
completamente en la ventana.
Jacob nunca tendría que temer las atrayentes tentaciones de la condición vacía de nuevo.
Pensó Gideon. Aún ahora sintió el médico los persistentes arañazos de las garras de compulsión
por los caminos de su mente. Se preguntó, por un pequeño momento, como se sentiría vivir libre
de esa desorientante amenaza a la sanidad mental. Los antiguos habían pasado el año anterior
estudiando formas de mantener la paz interior durante estos tiempos sagrados. Se podía rechazar,
incluso ignorar, pero nunca se podía expulsar completamente.
La Vinculación era la única cura.
Pero había una condición. En las noches de luna llena de Samhain y Beltane, una pareja
vinculada se atraerían en un sólo pensamiento de necesidad sexual, una desesperación que no
sería ignorada. Era por esto que históricamente, a los Ejecutores se les forzaba a retirarse si alguna
vez caían en la vinculación... ¿Cómo podían estar vigilantes en las dos peores noches al año de
locura demoníaca cuando estaban obsesionados con su parejas esas mismas noches? Aún ahora
Jacob estaba sentado y no se movía del lado de su pareja.
Gideon había mantenido silencio en este asunto, alejándolo del Consejo, pensando que al
tener a una pareja de Ejecutores esto les podía servir de ventaja, esperando no ser la causa de
robarle a Jacob aquello por lo que había vivido por los últimos cuatro siglos de su vida.
—Jacob, debes irte —Jacob miró al antiguo tan rápido que Gideon escuchó el sonido de su
cuello al girarse. Se encontró con un gran nivel de censura que estaba en los ojos oscurecidos del
Ejecutor—. No necesita de tu cercanía constante esta noche. Ya esta completamente sanada, y el
poder dormir será suficiente para rellenar sus reservas de energías hasta que regreses a la vuelta
del sol.
El ejecutor no respondió. Si no que se giró para ver la bonita cara de Isabella descansando.
—Jacob… —intentó Gideon de nuevo—. Jacob no puedes quedarte aquí hasta que despierte.
Tienes otros deberes que realizar esta noche.
—La noche ha acabado —dijo Jacob fríamente.
—Faltan tres horas. Debes asegurarte.
—No pretendas decirme que debo o no debo hacer —gritó Jacob, sus manos en puños,
pateando su silla tan violentamente, que se destrozó en la lejana pared, astillándose en pequeños
pedazos—. ¡No te atrevas a decirme cuándo y cómo debo realizar mis deberes! ¡Sabes muy bien la
excelencia de mis obligaciones, antiguo!
Los ojos fríos de Gideon ni siquiera parpadearon por el violento rechazo. El brillo metálico de
sus pupilas se desplazo desde los trozos que quedaban de la silla de Jacob y de vuelta a su antiguo
ocupante.
—Aún no comprendes la intensidad de la unión en la que has entrado, Jacob. Cuentos de
hadas y memorias antiguas de los padres de Noah no te pueden preparar para saber lo que de
verdad significa estar Vinculado.

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—¿En serio? ¿Te importaría decirle eso a Noah? —Jacob sonrió, sólo dientes y sin humor o
amistad. Era la sonrisa de un depredador mirando a su presa, distrayéndola hasta que se asustara
y cometida un error.
—Noah sabe muy bien las fortunas e infortunios de la Vinculación. Vivir con padres
Vinculados es muy diferente a mirarlo desde lejos. Y aun así tú sabes más que él, más de lo que
nunca sabrá, acerca de lo que se siente al estar tan mezclado a la presencia y la necesidad de la
existencia del otro. Es imperativo que recuerdes que yo sé más acerca de esta historia que tú y que
tienes que confiar en mi consejo. Isabella nunca puede ser más importante que tu trabajo.
Jacob respondió con un antiguo insulto, uno que le dijo al medico antiguo muy claro lo que
pensaba de sus observaciones.
—Esto viene por supuesto de aquel que era tan susceptible sobre su conexión hace un
milenio —dijo Jacob.
Esta vez el golpe del Ejecutor impactó profundamente. Fue sólo entonces que se le ocurrió a
Gideon que sólo uno tan diplomático como Jacob podía ser tan igualmente adepto a la crueldad
con palabras.
—Hay una ley, Jacob, que retira al Ejecutor de sus deberes una vez que ha sido Vinculado.
A pesar de ser más directo que cruel, la información de Gideon dio un impacto considerable
en el otro macho.
—Yo nunca —Jacob se ahogó.
—Si, pero tampoco nunca se ha escuchado de druidas siendo emparejados con Demons —
dijo Gideon impacientemente—. Jacob, una vez fuimos compañeros, y digo esto como uno que se
lamenta que haya tenido que cambiar. No estoy diciendo que esta ley sea puesta en efecto, ni
tampoco que alguien la vaya a descubrir. Espero que nadie lo haga hasta que pase el suficiente
tiempo para ti… para que pruebes que ya no es necesaria.
El puño izquierdo de Jacob se soltó, flexionando y estirando sus dedos en agitación.
—Pero si sólo un Demon se pasa de tu vigilia, si sólo un humano es lastimado, especialmente
en el albor de las rápidas noticias sobre los druidas, las ramificaciones serán rápidas y dolorosas.
Ley o no, no creo que puedas vivir con la culpa de algo así. Nunca has fallado, justo como tu
hermano antes de ti. No te arriesgues a la condenación cuando la felicidad esta tan cerca para ti.
—Nunca debería de haberla dejado —confesó Jacob en un súbito impulso, su mano tomada a
Isabella ciegamente, apretándose contra sus muslos—. Debería de haber sido mi primera
prioridad.
—Lo era. ¿O Elijah tú y sólo estabais paseando en las nubes cuando la dejaste?
—¡Maldición, Gideon! Estás empezando a enfadarme.
—Que elocuente frase humana —remarcó Gideon—. Puedo ver que no le ha tomado mucho
para empezar a influenciarte.
—¿Influenciarme? Gideon, ella es yo. Y cada parte de mi es ella. Pero no entiendes eso,
¿verdad? si lo hicieras, nunca habrías formado parte de la atrocidad que nuestra gente hizo a los
druidas —finalmente Jacob volvió sus ojos a Isabella, la luz de luna tocando su perfil con poder—.
Rezo por ver el momento cuando descubras lo que significa encontrar la otra mitad de tu esencia
en una delicada y hermosa criatura como Isabella. Vivo por el momento en que lamentes las
absurdas reiteraciones de superioridad moral que tratas de hacerme sufrir —Jacob rompió la unión
de los ojos oscuros de esa alma durmiente y miró al médico—. ¿Sabes lo que me hace el Ejecutor y
a ningún otro?
—Fuiste elegido por Noah.

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—Al igual que mi hermano antes de mi. Elegido, como mis abuelos y una docena de
ancestros antes de mí lo fueron. Se ha dicho que este es el único trono en el mundo demoníaco que
lleva una ascensión biológica. Hay algo en la sangre de mi familia que nos predestina a ser
Ejecutores. Cuando Adam fue elegido, pensé que nunca sería llamado. Era muy... muy diferente
antes, cuando el vivió.
—Fue hace mucho tiempo, Jacob. Todos éramos muy distintos entonces.
—Tenía doscientos años más o menos —Jacob se rió una vez, muy suavemente, cuando
recordó eso—. Era el más joven de mi madre, su bebé sin importar que tanto crecía. Era mal criado,
rayando en la insolencia, y creo que me gustaban las bromas en ese tiempo. El recordar le hizo
sonreír una sonrisa de un sólo lado que le quitó los años de la mirada.
—Estábamos en Guerra con los vampiros —añadió Gideon solemnemente—. Te convertiste
en un impresionante caza-recompensas.
—Emociones y gloria —explicó Jacob. Sonrió de nuevo, pareciendo repentinamente raro— y
mujeres —susurró. Como si Bella pudiera escucharlo—. Aún no estaba harto de las mujeres en ese
tiempo —suspiró, su buen humor desvaneciendo—. Luego Adam de repente desapareció, sin
explicación, y entendimos que había muerto… y entendí que sería llamado a tomar su lugar —
Jacob llegó a su punto y miró al antiguo para hacerlo—. Nunca he perdido a alguien. Y nunca lo
haré, mientras viva nunca dejaré a un Demon lastimar a otra especie, y nunca dejaré que alguno de
nosotros que haya lastimado a otro de nuestra raza escape a la justicia. Esta es mi llamada, esto es
todo lo que conozco y todo para lo que sirvo. Ni ley, ni amor me lo pueden quitar. Sólo la muerte.
Mi ley, la ley actual que conocemos, dice que sólo la muerte separa a este Ejecutor de su ungida
posición. Si alguna vez le hablas de esa ley a alguien, le dará a esos que me odian en el Consejo,
que es definitivamente una mayoría, causa para removerme. Kane no esta listo, Gideon, y sólo él
tiene esos instintos que nacen en nuestra familia que nos hacen ser exitosos como Ejecutores.
—Una anomalía genética —dijo Gideon, instantáneamente mirando al Ejecutor, buscando la
marca de la que hablo.
—Si. Una que manda una sensación a través de mi mente al instante que un Demon empieza
a pisar la línea de la razón en sus pensamientos. Es como una transmisión. Y soy el único ser vivo
que puede escucharla… sentirla. ¿Por qué crees que siempre sé? sólo uso mis habilidades
elementales en el rastreo y la detención de la trasgresión. Esto no es conocido, Gideon. Aún tú
tienes dificultades para encontrar lo que buscas en mí, a pesar de que quizás no hay un gen en el
universo que no puedas detectar. Si esto se supiera, ¿cuanto tiempo crees que seguiría vivo?
¿Cuanto crees que viviría Bella, ahora que hemos visto la misma habilidad en ella? Lo que nos
protege es la idea que si un Ejecutor muere, simplemente otro tomara su lugar. Que el siguiente no
será diferente del anterior. Hay algunos que me asesinarían felizmente, y a mi hermano, para
liberarse de esto, porque somos los últimos de la línea.
—Entonces si me siento aquí por interminables horas, es por que no siento la necesidad de
irme. Si me quedo, es para proteger el futuro de los Demons, protegerlos de sí mismos. Esta
mujer… —de nuevo tocó la mano que tenía en su cadera—. Esta mujer algún día dará a luz a mi
heredero. El heredero de mi sangre, heredero de mi deber. Así que si me siento aquí y le doy
voluntad de vivir, de respirar y de amarme, es por mi deber —Jacob parpadeó sus ojos planos y
sin emoción hacia el médico—. Y creo que nunca volveremos a tener esta conversación de nuevo,
Gideon.
No había ninguna amenaza, ni nada parecido, pero Gideon entendió. Jacob no sentiría ni una
culpa que a él le plagaban cuando debía proteger a su familia
—Estoy agradecido que hayas salvado mi vida y la vida de aquellos que más amo, Gideon.
Te debo mucho si alguna vez quieres cobrarlo.

- 130 -
—No hay duda de que siempre estaré para servirte, si alguna vez me necesitas —dijo Gideon
silenciosamente.
—Lo entiendo, pero… —la boca de Jacob se volvió sombría—. Ya no te entiendo, Viejo
amigo. Te has convertido en un extraño para mí. Siempre pensé que eras un hombre de sabiduría y
benevolencia, uno que, como yo, nunca podría ver a un inocente lastimado. No puedo creer que en
todos estos años nunca le hayas dicho a Noah, que estaba buscando incesantemente la cura de
nuestra locura, que la cura había sido destruida con los druidas. En cambio lo dejaste
esperanzarse, a todos, fue cruel y arrogante. Sin pensar en nadie. Poco digno de uno tan antiguo y
apreciado —Jacob sacudió su cabeza en asombro—. Ya no tenemos nada en común, Gideon, y
lamento eso.

Noah fue el primero en salir de la formidable sugestión de sueño de Gideon, un testimonio


del increíble poder del rey. Pero, le sorprendió a Jacob ver a su monarca sentado en la quieta
oscuridad, cuando se levantó esa velada. Jacob fue hacia el lado de Noah, sentándose al frente del
Demon de fuego en cima de una mesa para el café.
—No esperaba verte hasta otro día más —remarcó, su voz claramente reflejando su alivio.
—No es propio de mí permanecer sin hacer nada por mucho tiempo. Todo mi ser es acerca
de manipular energía. Sería una pobre muestra de nuestro más poderoso elemento si no pudiera
recoger energía de fuentes externas para rellenar las que perdí —la expresión de Noah permaneció
preocupada a pesar del esfuerzo de parecer despreocupado—. ¿Donde esta mi hermana?
—Esta aquí. Durmiendo. Isabella también.
Noah pareció endurecerse de repente, y Jacob sintió la sensación trepidante bajo la piel de su
estomago.
—¿Por cuánto tiempo dormirá?
—¿Legna? Gideon dice que un día o dos.
—Me refería a la druida.
Eso puso a Jacob en alerta. Noah siempre había sido el único a demás de él que le daba
frecuentemente su respeto a Isabella al usar su nombre, en vez de llamarla en términos fríos como
“la humana” o “la druida”.
—Noah, ¿que pasó? —preguntó Jacob, pero de repente no estaba tan ansioso por la respuesta
como lo había creído.
—No puedo darte datos específicos. La velocidad con la que ocurrió el incidente fue
cegadora. Pero lo que puedo decirte es que estoy seguro que Isabella casi nos mató a mi hermana y
a mí.
—¿Qué? —preguntó Jacob, su voz baja y peligrosa mientras sus ojos se achicaban
defensivamente.
—Estábamos poniendo las barreras protectoras, Legna y yo. Isabella estaba asustada por lo
que estaba pasando, así que naturalmente, se acercó a los que la protegerían, en el momento en
que lo hizo… —Noah se detuvo, agitando su cabeza en mudo asombro—. La forma en que se
agotaron mis energías fue como nada que he conocido en toda mi vida. Fue como si alguien
hubiese pulsado un interruptor en mi interior, llevándose cada una de las moléculas de mi energía.
Estaba... vacío, muerto… ciego, sordo y paralizado a un poder que he dominado desde la primera
vez que despertó en mi cuando tenía ocho años.
—¿Despertó su poder paralizador?

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—Despertó gritando, amigo.
—¿Pero si tú y Legna no tenían poderes, como generaron tan masiva explosión?
—Yo no lo hice, Jacob, Isabella, no sólo paralizó nuestras habilidades, las robó. Fue Isabella la
que generó la explosión. Fueron mi energía y poder los que usó para hacerlo.
—Eso es imposible —dijo Jacob fuertemente. No quería creer lo que Noah le estaba diciendo.
—Imagina por un momento, el terror que Isabella debía estar sintiendo. La escuche llorar, la
vi reaccionar con dolor, presionando sus manos contra la cabeza, y de repente toda esencia de
poder fue alejada de mi y enviada a una masiva explosión, de la cual ella era el epicentro. No
recuerdo nada más después de eso. Claramente debo agradecer eso. Cualquier cosa que me haga
quedarme sanando por un día completo después de lo que pasó no debe ser una experiencia que
disfrutaría recordar.
—¡Gideon no dijo nada de esto! Noah te ruego no la culpes por nada. Seguramente ves que
no fue intencional. ¿Cómo se supone que lo sabría? Ni uno de nosotros lo sabía. Y si Gideon lo
sabía y lo ocultó, lo mataré yo mismo.
—No creo que lo sepa. Antes que viniera a la casa, estaba leyendo un pergamino con dos de
los sabios que delineaba la naturaleza de los druidas en gran detalle. En ninguna parte de lo que
leí se mencionaba algo que Gideon no nos haya dicho. No, Jacob, esto es algo diferente, algo que
nadie podía haber esperado —el rey suspiró profundamente—. No la culpo. Pero seré honesto y
diré que en vista de este acontecimiento, ahora se lo que significa temer a algo, a alguien. Y estoy
seguro que puedes entender cuando digo que la idea de estar bajo el mismo techo que ella es
aterradora.
—Eso significa que no fue una fuente externa la que trató de desarmar a Isabella hasta
volverla polvo —los otros dos Demons miraron hacia el lado para descansar los ojos en el médico
antiguo que había aparecido en forma astral sin sonido ni advertencia—. Fue la misma Isabella.
Tomando poder de ti Jacob y usándolo para satisfacer lo que probablemente era un fuerte deseo en
su mente en ese momento.
—Si. Recuerdo sus pensamientos, de querer privacidad, de desear tener mi poder para poder
ser ella la que nos llevara a algún lugar. Sólo duró un momento. Fue raro, torpe, pero nunca
sospeche de Isabella. ¿Pero cómo? ¡Nunca mencionaste tal habilidad!
—Una aberración. Quizás una mutación debido al cruce entre druidas y humanos. No lo sé
con exactitud. Es una mutación que se tarda siglos en hacerse. Permití que algunas cosas
cambiaran. Sin embargo admito que esperaba que fueran debilidades, una perdida de habilidades
debido a la extraña mezcla genética. Nunca sospeché que un druida sería más poderoso mezclado
con la sopa genética humana. Me doy cuenta también, que si Bella no es la única que existe, estas
aberraciones estarán presentes en otros. Los druidas no son todos iguales. Es muy probable que su
poder dependa de sus parejas. Bella es casi un espejo de Jacob, absorbiendo su imagen, su poder, y
transformándose en su reflejo. Es quizás por esto que son tan perfectos para nosotros, por que
ayudan a acorralar nuestro poder y nuestra naturaleza.
Gideon giró sus fríos ojos de mercurio hacia Noah.
—Isabella no es diferente a ti o a mí en nuestras primeras etapas de desarrollo. Si tuviera un
poco de poder por cada vez que un joven de nuestra raza ha tenido accidentes por el uso de sus
habilidades sin probar, seria capaz de sanar al mundo con sólo un chasquido de mis dedos. Lo que
hace esto tan difícil para ti, Noah, es lo humilde que nos deja no saber. Especialmente por el
resultado de algo que ha sido tuyo para controlar con facilidad desde hace tantos siglos. Estos
errores son fáciles de controlar con práctica y entrenamiento. El que estará en más peligro es el que
la entrene —la mirada de Gideon se movía hacia el Ejecutor.

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—Estoy de acuerdo —asintió Noah gravemente—. Y entiendo. Pero ¿puede hacerles esto a
todos los NightWalkers? ¿A los hechiceros? ¿Tiene idea de lo poderoso y peligroso que hace eso a
un individuo?
—Un individuo que tiene muchos problemas para encontrar justificación para golpear a una
mosca —le recordó duramente Jacob—. Isabella es un alma gentil, diplomática. Será nuestra
responsabilidad que construya en el respeto, consideración que ya esta muy grabada en su moral.
Les recuerdo que ella daría su vida por cualquiera de ustedes, así es como se lo mucho que han
llegado a importarle. Ya es malo que sea yo el que tenga que decirle lo que ha pasado. Tengo que ir
a su habitación cuando despierte y contarle que algo sobre lo que no tenía ningún control casi mata
a dos Demons que ha llegado a ver como su familia y amigos. Conociendo a Isabella como la
conoces, Noah, dime cómo crees que se sentirá cuando sepa eso.
Dicho eso, Jacob se levantó y dejó a los dos Demons detrás mientras empezaba a subir las
escaleras.

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CAPÍTULO 11

—Creo que voy a vomitar.


Jacob frunció el ceño, moviéndose de su silla a otra cercana a su cama, donde la podía tocar,
atrayéndola al consuelo de su abrazo.
—No. No lo hagas, todavía no quiero sentirme mejor —dijo con los labios apretados
apartando la cara lejos de él cuando las lágrimas cayeron de sus ojos. Jacob se retiró, respetando
sus deseos lo mejor que podía, incluso cuando cada fibra de su cuerpo deseaba hacer justo lo
contrario.
—Bella, todo está bien ahora. Fue un accidente.
—¿Accidente? Cariño, patearle el culo a un policía es un accidente. Esto es una catástrofe.
Jacob nunca la había escuchado tan amargada y derrotada, le dolió hasta el alma sentirla tan
herida.
—Debí de haberme dado cuenta. Era mi cuerpo, mis pensamientos. ¿Por qué no hice la
conexión? Oh Dios, cuando pienso en lo que pudo haber pasado... en lo que pasó...
—Lo que ha pasado, le ha sucedido, por casi un milenio, a cada novato dotado con tan
notables poderes en esta raza y probablemente en cualquier otra raza de Nightwalkers. Nadie, ni
siquiera Noah o Legna, te hace responsable de algo que ninguno de nosotros pudo haber esperado.
Si pudiera decirte cuantas veces se ha desatado el mal humor de Noah y como un niño ha
prendido fuego en la casa de sus padres… fueron incontables —él asintió con la cabeza—Demons,
Bella, la primera vez que cambié de forma me llegó una semana encontrar la manera de regresar a
mi forma original.
Eso hizo que Bella soltara una débil y suave carcajada.
—Oh, se pone mejor, pregúntame cual fue el primer animal que elegí.
—Nooo…
—Un cerdo. No cualquier cerdo como podrás pensar —dijo levantando su voz sobre
incipiente carcajada—un gran jabalí verrugoso, baboso y gruñón. Había visto uno en el zoológico,
y antes de darme cuenta... —Bella se carcajeaba contra sus puños, tratando de suavizar su
carcajada con sus dedos— Durante años, mi padre se regocijó contando la historia de cómo tuvo
que secuestrar a su propio hijo del zoológico, a su hijo que estaba tan perturbado que gritó todo el
tiempo mientras su padre trataba de esconderlo para sacarlo de ahí. Mi padre era un Demon del
Cuerpo, por tanto no podía transformarme en una criatura menos sospechosa. Nunca me dejó en
paz. ¿Puedes imaginártelo? Siglos recordándome el momento más ridículo de mi vida.
En ese momento Bella estaba riendo tan fuerte que tuvo que enroscarse en la cama,
carcajeándose y apretando su costado.
—Détente —Rogó ella, golpeándole en el costado con los dedos de un pie— Te dije que no
quería sentirme mejor.
—Por supuesto creo que Legna le pone la guinda al pastel. Verás, cuando los Demons
Mentales se tele trasportan, tienen que acordarse de tele transportar su ropa con ellos.
—Oh no...

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—Oh sí. En el aniversario de la coronación de Noah. Hay una increíble celebración cada diez
años, y todos van, incluso el más solitario de nosotros. Legna tenía 16 años, y llegaba tarde como
cualquier adolescente. Se materializó en la habitación. Imagínate, el observar a alguien tan joven es
diez veces lo que tú has visto ahora, entonces ella tenía la atención de todos. Esa muchacha se
sonrojó en lugares que yo pensé que las mujeres no se sonrojaban. Fue un momento esclarecedora.
—Ya lo creo —dijo Isabella riéndose, su piel se sonrojó en empatía con Legna— Pobrecita.
—Bueno, Noah respondió muy rápido, te aseguro que solo tuvo tiempo para un rápido
sonrojo antes de que la cubriera en humo, ocultándola de una multitud de asombrados ojos. Sin
embargo no le hicimos bromas sobre eso. De hecho Noah promulgó una ley prohibiéndolo. De esa
manera logró que Legna se mostrara en público nuevamente. Estoy poniendo en peligro la paz de
mi mente al decirte esto. Una sonrisa frente a ella, florecita, y me condenarás. Así que...
—Por supuesto que no lo haré —rió ella, sentándose de nuevo y descansando su mejilla en la
parte posterior de su hombro—, Jacob —suspiró suavemente, frotando su nariz contra él—. ¿Qué
hice yo para merecerte?
—No hay duda que fue algo malo, muy malo—Bromeo él, girándose para abrazarla y
acercarla a su pecho.
Ella siguió voluntariamente su impulso, colocándose a horcajadas frente a él, sentándose
sobre sus talones con sus ojos violetas observando cada detalle de su hermosa cara. Se veía
cansado y un poco despeinado por lo que sin duda era el repetitivo acto de pasar sus manos a
través de su cabello. Lo percibió pensativo, tomando un mechón de su cabello entre sus dedos,
acariciando su consistencia.
—Sin duda —mencionó suavemente— encuentro gracioso como evitas que me sienta
culpable sobre algo tan terrible, y sin embargo no puedas hacer lo mismo por ti.
—Bueno —dijo Jacob suavemente, tratando de imitar la caricia en su cabello con un dedo
enroscándose alrededor de un oscuro rizo— Supongo que es por eso que te tengo a ti. Tú eres
bastante exitosa en distraerme de esas cosas.
—Te tendré bien entrenado en cualquier momento —Le aseguró ella.
—Si florecita. Y nosotros te entrenaremos igual de pronto. Eso supondrá una gran cantidad
de trabajo físico, mucha experimentación y sin duda algunos accidentes más, pero tú siempre me
has parecido una estudiante muy dedicada. Y muy rápida también. Estás a menos de una década
por detrás de la edad de Fosterig, apenas eres una novata y tu poder ha crecido más que el de la
mayoría de los jóvenes Demons.
Bella suspiró, levantó su mirada al cielo.
—Muy bien, me has perdido, ¿Fostering? y ¿Cuál es la diferencia entre un novato, un adulto y
un anciano?
—El Fostering es una tradición muy importante en nuestra cultura. Cuando el poder de un
niño madura hasta el punto donde empiezan a tener... accidentes —él levantó una ceja en su
dirección— regularmente en cualquier momento desde la temprana adolescencia hasta los 20 años
de edad, el niño es cuidado por su Siddah, Umm —Buscó la palabra que mejor la describiera por
un momento—¿Padrinos? ¿Sí? Dos personas elegidas a su nacimiento para educar y disciplinar al
niño.
—¿Entonces, entregáis a vuestros hijos? —Bella lucía tan aterrorizaba como sonaba.
—Shh —la tranquilizó él rápidamente, sus manos se deslizaron más profundamente entre su
cabello y masajearon su cuero cabelludo para relajarla—, vosotros los consideráis adultos en
vuestra sociedad en más o menos el tiempo que lo hace la mayoría. Es algo así como el colegio.
—¿Y que con los principiantes? ¿Los adolescentes?

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Jacob suspiró, sabía que ella no respondería bien a lo que le contestaría.
—Es lo mismo que con los humanos. Tan pronto cumplen los nueve, algunas veces los ocho...
es extremadamente raro que lleguen a los 16.
—¿Por qué no puedes entrenar a tus propios hijos? ¡No lo entiendo! Debe ser horrible ser
empacado y lanzado fuera de la casa de sus padres.
—Para empezar —dijo Jacob firmemente, forzándola a mirarlo a los ojos, ver sus hermosos
ojos violeta nadando en lágrimas era más de lo que podía soportar— a final de cuentas los niños
nunca se sienten abandonados. Los fines de semana se reservan para descansar y convivir con la
familia, y los Siddah aman a sus ahijados como si fueran suyos. Son parte de la vida de los niños
desde el momento que nacen y se bautizan. Son familia, sólo otra rama de la misma.
—Pero...
—Déjame terminar —la interrumpió— los padres no crían a sus hijos después de cierto
tiempo por una razón. Es a menudo conflictivo para un padre ejercer el estoicismo y la influencia
necesaria para controlar el poder de un niño. Los Demons tendemos a amar y consentir a nuestros
hijos hasta el punto de... bueno, si amar mucho a un hijo es ser mal padre, entonces somos
horribles. Después de mucho tiempo se descubrió que la disciplina era más fácil de impartir por
tías, tíos y amigos de la familia. Sé que esto pasa también en la sociedad humana. Los niños
escuchan a otros, se comportan frente a otros y realizan sus actividades con otros mucho más
fácilmente que lo harían con sus padres. Es por eso que se creó el Fostering. Los niños crecen más
rápido de esta manera, con un mayor autocontrol, conocimiento y estructura. Les damos moral.
Bella, el Siddah les ayuda a enfocarse y ambos les dan amor y paciencia. Mi Fostering es uno de
mis recuerdos favoritos. Comparte mi mente, mi amor, y mis recuerdos. Verás como me amaron
mis Siddah, y que mi amor por mis padres nunca disminuyó por eso. Conozco tus temores. Eso no
pasará.
—¿Cuantos años tenías? —Preguntó, alcanzando los recuerdos que le ofrecía.
—Casi doce.
—Once, ¿tenías once años?
—Bella, se te olvida que soy un Demon de la tierra. Nosotros como los Demons de fuego
somos raros y poderosos. Tú has visto lo que sucede cuando hacemos el amor, Bella, y yo soy un
anciano con control, entrenado y con siglos de experiencia. Al igual que yo no estaba preparado
para ti, el adolescente tampoco lo está para el nacimiento de tanto poder. Demasiado poder,
demasiadas hormonas —puntualizó él— y sin la menor idea de cómo controlarlo. Mi Siddah
macho fue la primera y única persona que habló conmigo sobre cosas como el sexo. Nunca pude
haberlo hablado con mi madre. Ella hubiera corrido por toda la habitación gritando y llorando ¡Mi
bebé! ¡Mi bebé!—Dijo imitando la voz de su madre y tirándose del pelo.
—Esta bien, está bien, pero te aseguro que tu padre...
—Yo amaba a mi padre pero no solía verlo muy a diario. Por supuesto que en ese momento
había una guerra...
—¿Otra guerra? —Suspiró ella— Espera. No te vayas hasta que mi corazón se recupere del
golpe —dijo con sarcasmo.
Los Caminantes Nocturnos son especies muy agresivas —aseguró él— los licántropos son los
peores de ellos. Verdaderamente son en su mayoría animales y son demasiado territoriales. Hemos
guerreado con ellos por los últimos trescientos años.
—¡Trescientos! —ella sonó horrorizada.
—Es una larga historia con un hombre enfermo de protagonista —dijo disgustado— su hija
es ahora la Reina. Y ha deseado paz por los últimos quince años. Estamos dispuestos a

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complacerla. Ahora. Volviendo a la segunda parte de tu pregunta, los novatos son desde la
pubertad a los cien años, adultos de cien años a trescientos y los antiguos son de los trescientos a
setecientos y los ancianos son los de más de setecientos.
—¿Por qué eres casi un anciano? —dijo entre risas— Entonces eres muy viejo para mí.
—Y seré el primer Demon de tierra en convertirme en uno— Dijo él.
—Oh —Él sintió que ella entendía que ningún otro había sobrevivido tanto como él.
—Es otra época —le aseguró a ella, con un tibio abrazo de fortaleza y confianza—. Estamos
en paz o por lo menos coexistiendo pacíficamente con todos los demás Caminantes Nocturnos.
Ahora no hay guerras.
Ella bajó a medias sus pestañas y él escuchó sus pensamientos alto y claro.
Sí hay peligro. Y temo por ti.
Los Necroamantes. Demonios, casi se había olvidado de ellos.
—Son del dominio de Elijah, como lo son todos los problemas entre especies que hemos
tenido. El sofocará esto al igual que lo ha hecho en los siglos pasados. Confía en él, no será vencido
fácilmente. Y tengo muchas tareas domésticas que no me permitirán no cruzar mi camino con eso
muy seguido...
—Ya veo. ¿Entonces él encontrara a esos nigromantes sólo… pidiéndoles que se muestren?
No me trates como una idiota.
Lo empujó con coraje, adelantándose y colocándose lejos de él. Colocó sus manos sobre sus
caderas.
—Bella —exclamó, poniéndose en pie— Nunca lo haría. Tu inteligencia es una de las cosas
que más respeto de ti.
—Ya veo. Entonces dime algo, ojos brillantes, ¿Cómo hiciste para descubrir en primer lugar
la existencia de un nigromante?
Su disparo dio en la diana e hizo una mueca por el dolor. Ella tenía razón. La única manera
en la que podría encontrar a los hechiceros era localizando al Summoned. Lo que era su trabajo, y
lo que lo pondría en batalla con los nigromantes inevitablemente.

—Es nuestro trabajo, Jacob —le recordó firmemente— Es nuestro trabajo cazarlos. Nuestro
trabajo cazar al Transformista y destruirlo, y es nuestro trabajo luchar contra los nigromantes que
se metan en nuestro camino. Y Jacob —caminó hasta que estaba frente a frente con él, pecho a
pecho, tan cercanos como podían —mientras me consientas, me protejas y seas tan
condenadamente caballeroso conmigo, podrán rápidamente volarme la cabeza. ¿Es lo que quieres?
Porque yo fácilmente...
—Claro que no —gritó Jacob, el horror asomó a sus negros ojos solo con pensarlo.
—¡Entonces detente!
—¡Esta bien! Lo siento.
—No lo sientas. Se inteligente, se un compañero, no un protector. Voy a estar a tu espalda
Jacob. ¿Acaso me quieres caminando por ahí, mirando a las aves cuando debería estar preparada
y... y cualquier cosa que sea lo que necesite hacer? Porque yo no quiero eso, no quiero morir... y no
quiero tampoco que tú mueras —bufó ella, su cabello volando hacia arriba como un geiser —de
todas maneras, ellos tienden a ir juntos ahora ¿Sabías?
—Sí, sí, lo sé—Jacob tomo su cara, las puntas de sus dedos buscando refugio en el inicio del
cabello, sus pulgares en las esquinas de sus fruncidos labios— ¿Ayudaría si te digo que estoy un
poco oxidado en lo que se refiere a una relación?

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—¿Un poco? Pueden escucharte rechinar hasta Marte —dijo ella irreverentemente.
El rió, bajó la cabeza para besar la parte superior de sus labios y su entrecejo. Sus labios
estaban a un suspiro de sus aleteantes pestañas cuando sus caricias fueron interrumpidas por un
súbito bostezo. Separó la cabeza, obligando a sus ojos a reenfocarse.
—Estás cansado.
—No he dormido bien estos últimos días.
—Jacob, tengo el impulso de golpearte nuevamente —advirtió ella— te estoy drenando ¿No?
Estoy... estoy drenando la energía de ti.
—Sí, bueno es verdad —admitió él—. Pero es como tú dijiste, florecita. Tú la absorbes de
buena manera —se rió cuando le hizo una mueca— En serio. ¿Te das cuenta que ahora podemos
hacer el amor sin causar que Inglaterra caiga en el océano?
Ella no había pensado en eso. Una lenta sonrisa nació en su pequeña y sexy boca.
—Es verdad —estuvo de acuerdo ella, deslizando sus manos sobre su pecho, sus hombros y
deslizándose entre el suave cabello de su nuca— Me he dado cuenta que has estado evitando la
parte más física de nuestra relación.
—Solo por tu bienestar, Bella —murmuró suavemente, sus ojos devorando la cálida
invitación que podía notar por la forma en la que ella sostenía su cuerpo. Con la modificación de
un pensamiento, ella pasó de estar rígida y llena de reproches a sedosa y sensual. Nunca lo dejaría
pasar— No quiero dejar de hacer el amor por pelear con el último nigromante que nos amenace
debido a que mi deseo por ti es tan poderoso, tan incontrolable que... que...
—¿Se mueve la tierra? —Preguntó ácidamente.
—Precioso. Sí, chiquilla —Alcanzó a pellizcar su trasero y ella rió suavemente.
—Umh, sin embargo tengo que recordarte... —ella se mordió el labio inferior, barriendo con
una mirada hambrienta su torso desnudo— podría ser yo ahora quien haga que la tierra se mueva.
—Oh. Oh Demons, me olvidé de eso —ella sintió que sus manos se doblaban en su cintura.
Se acercó un poco más a ella, absorbiendo su esencia, la cual parecía que disfrutaba muchísimo. Él
suspiró profundamente, alcanzando a acariciarle el cuello con la cara— Mantenerme lejos de ti es
un esfuerzo monumental, florecita. Ni siquiera puedo expresarte lo difícil que estos últimos días
han sido para mí.
—Tampoco puedo expresarlo yo —murmuró ella— estaba empezando a pensar que en todo
lo que estabas interesado en hacer a mi cuerpo era trabajarlo hasta la muerte en el entrenamiento
con Elijah y tú. Por supuesto, tomé algunos pensamientos claramente gráficos de ti que me
aseguraban lo contrario —Isabella se movió hacia sus labios levantando suavemente sus labios,
mirándolo moverse en una natural preparación para el beso que no llegó. Ella sonrió burlona hacia
de sus ojos.
—Y esos eran los que yo no trataba de esconder —tocando con sus dedos su mejilla,
deslizándolos bajo su garganta y clavículas, bajando la curva de sus pechos pero deteniéndose
antes de alcanzar la sensitiva punta. Ella se adelantó un poco, su cuerpo tratando de alcanzar la
mano que le había hecho la promesa incumplida. Se recuperó rápidamente, sus sentimientos se
mostraron afiladamente en el profundo púrpura de sus ojos.
—De cualquier manera —dijo ella continuando la conversación— no cambia el hecho de que
hemos visto el problema que puedo causar con este poder en mis inexpertas manos. Y si pudiera
describirte como pierdo la cabeza bajo tu tacto, sería bastante claro cómo hacer el amor contigo
podría ser un proyecto incluso más peligroso para nosotros.

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—¿Perder la cabeza? —preguntó él, mirando y sintiendo mientras ella barría sus dedos
gentilmente sobre su pecho, probando, apenas tocándolo con ese ligero toque para que cada
terminación nerviosa quedara embelesada.
—Mmm —afirmó ella— especialmente cuando pones tu boca sobre mi —se inclinó para
poner sus labios contra la fuerte columna de su cuello. La lamió rápidamente— adoro lo que me
haces con tu boca —susurró contra su piel.
Jacob respiró entrecortadamente, el deseo elevándose en todo su cuerpo y alma.
—Bella —susurró— su garganta apretada con el calor que ella envió a través de él.
—Me he preguntado —remarcó de manera descuidada mientras sus dedos empezaron a
deslizar los botones de su camisa. Finalizó su pensamiento recostándolo sobre la cama, su boca
tocando la piel que quedaba expuesta. Él sintió su pequeña lengua curiosa deslizarse sobre él.
Debió haber gemido debido a la sensación que ese simple toque causó, pero ella lo impidió. Se
sentó sobre sus talones, mirándolo hacia abajo con una expresión maravilladla —Jacob, ahora
puedo... —se interrumpió, cerró los ojos e inhalo en búsqueda de un delicado aroma a través de su
nariz— ¿Esto es lo que tú dices?— preguntó con su voz en un susurro erótico— ¿A esto te refieres
cuando dices que amas mi esencia?
Jacob apenas podía respirar, no importa la respuesta, mientras él observaba como ella usaba
sus habilidades para excitarla.
—Sí, querida —logró decir.
Ella hizo un sonido de complacencia, sus manos tratando de arrancar su camisa para poder
dirigir su boca hacia él una vez más, esta vez, aunando sus agudos sentidos a su curiosidad táctil
natural. Lo probó con urgencia, escuchándolo, encontrando instantáneamente el mejor lugar para
estimularlo en su cuello, clavícula y pecho. Ella bajo sobre su cuerpo su trabajadora boca
deslizándose hacia abajo en su abdomen. Jacob no podía hacer nada más que pasar sus dedos
dentro de su sedoso cabello, apretando en sus puños.
—Bella —gruñó mientras pasaba su boca por él, torturante, con su dulce, suave cara, sexy
labios y caliente lengua. Sus ágiles dedos se dirigían a su bragueta, liberando los cierres antes de
que se levantara y le ayudara a quitarse el atuendo que le bloqueaba su entusiasta exploración. Él
se recostó de nuevo y ella inmediatamente se colocó sobre él, besando su boca, reflejando el placer
que estaba experimentando.
Entonces su boca regresó a su piel, buscando sin descanso su sabor, su gratificación. Las
puntas de sus dedos rozaron sus caderas y pantorrillas, explorando antes que sus labios
inquisitivos. Su cabello caía salvajemente sobre él y se estiró a retirarlo, incapaz de resistir la
tentación de ver como ella exploraba su cuerpo. El sintió su aliento sobre su excitación, su cuerpo
palpitando con anticipación. Lo tocó con su lengua, siguieron sus labios, su increíble boca
arrastrándolo hacia su cálida humedad. Verla hacer eso tenía que ser la cosa más erótica que Jacob
había experimentado en todos los siglos de su vida. Ella era perfecta. Incluso al satisfacerlo, ella se
estaba excitando más. Él lo sintió en el tremor de su cuerpo, en los suaves e intrigantes sonidos que
vibraban fuera de su garganta y contra su excitada carne. Él podía verlo en la caliente mirada
violeta que le envió.
Como en acuerdo en mutua acción, Jacob e Isabella, la levantó sobre su cuerpo. Ella se montó
a horcajadas sobre sus caderas valientemente, levantándose y desprendiéndose del camisón. Lo
arrojó lejos y rápidamente empezó a masajear su pecho y abdomen fuertemente y bajo ella misma
donde él se sentía duro y caliente contra la unión de sus piernas. Jacob hizo un sonido bajo, mitad
deseo mitad satisfacción por su atrevido comportamiento sexual. Él debía de saber que ella sería
así. Se lo dijo a si mismo muchas veces. Pero nada podía haberlo preparado para el sentimiento
que le hacía sentir, como lo quemaría como una marca todo el tiempo.

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Ella estaba en su mente, leyendo el mínimo pensamiento y deseo. Cualquier cosa que deseara
sentir o experimentar se lo daba apenas un segundo después de que lo pensara. Ella estaba,
perversamente y a conciencia, volviéndolo loco. Y justo en el momento en que el pensamiento de
que ya no podía soportar su dulce tortura erótica por mucho más tiempo cruzó su mente, ella se
deslizó a si misma sobre la longitud de él, inclinando sus caderas en la posición correcta y
tomándolo dentro de su ansioso cuerpo en un rápido movimiento.
Su gemido de placer lo inundó, el sonido de una rica nota de placer exultante.
—Jacob —gruñó ella— te sientes maravilloso.
Jacob elevó sus caderas para alcanzarla, tratando de anclarse en el medio de la tormenta de
sensaciones que estaban experimentando. Ella se dobló alrededor de él y un improperio cruzó sus
labios.
—¿Eso qué significa? — Demandó ella, puntualizando su petición con un movimiento
ondulante de su cuerpo que lo sumergió incluso más profundo en ella.
—Significa... —Suspiró, tratando de concentrarse mientras ella se movía de nuevo encima
suyo, introduciéndolo tan profundamente como era posible en su ardiente cuerpo— Significa que
has robado mis pensamientos y alma y los has puesto al servicio de tu placer.
—Mmm, me gusta cómo suena eso —ronroneó suavemente, moviéndose de una manera tan
sublime y talentosa que terminó por perderle completamente.
Contempló la cremosa piel brillando por el sudor y la excitación creciente. En su mente sentía
cuanto placer le daban sus reacciones. Los ojos cerrados, las caderas montándolo en un ritmo
decadente y vibrante, la sentía muy caliente a su alrededor, cubriéndolo con el dulce néctar de su
cuerpo. Notó como se dirigía hacia el clímax, usando el empuje de su cuerpo con tanta pericia
como le era posible.
—Bella, serás mi muerte —gimió Jacob, sus caderas siguiendo instintivamente los locos
movimientos, los pensamientos registrando cada sensación que sentía.
Estaba tan cerca, cada molécula en su interior vibrando con pasión reprimida. Entonces sintió
el destello de inquietud correr dentro de ella. Estaba casi perdida y de repente se asustó al dejarse
ir. Sabía la razón, pero ¡Demons si se negaba su propio placer mientras él tomaba el suyo! Tocó el
sensible cuerpo, sorprendiéndola mientras su pulgar comenzaba a acariciarla íntimamente.
Eficientemente encontró el botón de placer, y la combinación de su caricia con la potente presión
de su miembro fue demasiado para contenerse.
Echó su cabeza hacia atrás, gritando a pleno pulmón mientras cada músculo de su cuerpo se
convulsionaba. En ese momento él colapsó por la presión de los músculos que lo rodeaban, por el
dulce calor que se derramaba sobre él, sobrepasando cualquier temperatura conocida. Su
liberación fue violenta, explosiva y perfecta. Parecía haber durado un eón, y al mismo tiempo ser
demasiado breve.
Bella cayó sobre él, sentía cada músculo de su cuerpo como si fuera de goma, incapaz de
articular ningún movimiento. Jacob la envolvió en su abrazo, su cara hociqueando el hermoso
cabello, la rápida respiración aún jadeante. Permaneció en su interior, de todas formas estaba
seguro de que no le habría permitido retirarse. Ella seguía jadeando fuertemente después de la
cabalgada, la cara frotando su fuerte cuello, temblando con los espasmos de la pasión.
—Nunca volveré a sentir algo igual —dijo sin aliento.
—Bebé —murmuró en su delicado oído— dame unos minutos, esa traviesa boca tuya y te
prometo que volverás a sentirlo.
—¡Jacob! —rió tratando de regañarlo sin éxito. Entonces levantó la cabeza a la altura de sus
ojos— ¡La tierra no se movió!

- 140 -
—Demons, debo de estar perdiendo mi toque —bromeó deslizando su atrevida lengua sobre
un pezón seductor.
—Jacob, sabes lo que quiero decir —rió— ¡Detente!
—¿Detener qué? ¿Detener esto?
Isabella tomo aire, sorprendida al darse cuenta de que no estaba tan exhausta como creía. Y
tampoco él. La prueba de ello estaba agitándose muy dentro de su cuerpo.
—¿Y tú bromeas sobre mi lujuria? —exclamó.
—Frena ese pensamiento. Adoro tu lujuria.
—Sin embargo… Jacob, ¡Estoy tratando de decir algo!
—Y yo estoy tratando de callarte —se mofó, repitiendo el suave roce una vez más.
—Hay mejores usos para mi boca, ¿no crees? —Preguntó pícara, sus ojos brillando con
humor.
—Docenas de ellos ¿Debería apuntarlos?
—Oh, no. Permíteme.
—¿Me respondes algo?
—¿Qué? —Pregunto Jacob, disfrutando de la sensación del cabello bajo sus manos mientras
ella frotaba la mejilla sobre su pecho en una cálida y juguetona caricia.
—Nadie me ha explicado porqué los nigromantes querían saber tu nombre.
Jacob se quedo muy quieto, e Isabella le dejó un momento para poner en orden los
pensamientos. Sabía que era una pregunta muy importante, aunque no conocía exactamente la
razón.
—En muchas culturas se tiene la creencia de que darle tu nombre a alguien es darle poder
sobre ti. Para un Demon es así en realidad. El nombre de un Demon es el ingrediente principal en
un Summoning. Sin él, el nigromante no puede hacerle un Summon, no puede controlarlo, y eso se
traduce en que no tiene poder sobre él.
Isabella levanto la mejilla de su pecho para poder mirar dentro de esos ojos oscuros.
—Pero todos conocen tu nombre, Jacob. Cualquier Demon capturado podría decirle tu
nombre a los Nigromante.
—No, soy el único que conoce mi nombre.
—No entiendo.
Jacob se sentó, deslizándose para apoyarse sobre la cabecera de la cama mientras ella se
movía arqueándose, colocando la barbilla encima de la rodilla flexionada y manteniendo su
mirada.
—Cuando un Demon nace, hay una ceremonia de nombramiento. —Empezó— Hay solo
cuatro personas presentes. La madre, el padre y el Siddah. Estas cuatro personas son las únicas que
conocen el nombre verdadero de un Demon.
Jacob se detuvo un minuto, pasando el pulgar sobre la elevación de la suave mejilla.
—Piensa en ello como… ¿Control de daños? —Movió la cabeza sabiendo que era una
explicación muy poco apropiada— Piensa que no es un crimen tener algo de control. Los métodos
que tenemos que utilizar con los Demons novatos requieren que los padres y el Siddah conozcan
el nombre del joven Demon. Es un mecanismo que les permite poder tranquilizar y proteger la
mente del joven. Los ayuda a concentrarse lo suficiente para controlarse a sí mismos. También es
útil cuando adquieren demasiado seneta yu va.
Trató de pensar en el equivalente y rió.

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—Demasiado grande para sus calzoncillos.
—Entonces ¿Jacob no es tu nombre?
—Claro que sí. Podrías encontrarlo algo irónico, pero después de que nos asignan el nombre
de poder, los padres eligen un nombre como Jacob, Noah y Elijah, y normalmente los seleccionan
de...
—¡La Biblia!
—Si —Jacob sonrió— como verás, los Demons tenemos un gran respeto por la religión
Cristiana. Como sabes, nos recompensaron con una paz y una libertad que nunca podrá ser
igualada. Elegir de la Biblia los nombres de nuestros hijos es un homenaje.
—Creo que es maravilloso.
—Es una tradición familiar para los padres que están esperando un hijo, pasar un día entero
seleccionando un nombre para llamarlo. Se lleva a cabo con la madre y el padre aislados del resto
del mundo. Empieza con el recuerdo de cómo se conocieron, la historia de cómo se enamoraron, el
momento de cómo fue concebido el niño.
—Eso suena definitivamente hermoso, Jacob —Susurró Isabella. Apartó la mirada por un
momento y Jacob se dio cuenta de que estaba escondiéndole un pensamiento.
—¿Que te ocurre, florecilla?
Volvió a mirarle, colocando el labio inferior entre sus dientes en un claro signo de aprensión.
—Jacob, de acuerdo a la profecía, ¿tendremos un hijo algún día?
Jacob permaneció quieto, el aliento detenido en el pecho mientras sentía una sensación
inexplicable de miedo.
—¿Eso te molesta? —Preguntó tan bajo como le era posible.
Isabella se pregunto si se había percatado de lo transparente que era en ese momento. En
ocasiones Jacob parecía olvidar que siempre era parte de sus pensamientos. Estaba prácticamente
aterrorizado de que le disgustara la idea de tener un hijo con él.
—Bueno, francamente lo hace —empezó, girando su rostro para que no pudiera ver la pícara
sonrisa.
—Entiendo.
—Me alegro que lo hagas. Es absurdo y espero que remedies la situación.
Jacob estaba sin palabras. Sentía el corazón retorciéndose de dolor en el pecho.
En ese momento se volvió a girar, con los ojos brillantes de felicidad.
—Entonces, ¿cómo se casan los Demons?
Jacob inspiró por fin, enrojeciendo con la sensación caliente de gigantes olas emocionales.
—Isabella… —dijo, su tono peligrosamente lleno de reproche— Isabella Russ, ¿me estás
tomando el pelo?
—¿Por qué no Jacob? —declaró, toda inocente— Te estaba pidiendo hacerme una mujer
honesta. Si crees que eso es una broma, entonces creo que es el momento de regresar a casa.
Hizo ademán de salir de la cama pero él la agarró con fuerza, colocando la espalda sobre la
suave comodidad del colchón y mirándola amenazadoramente.
—Voy a golpearte —gritó, dándole un ligero empujón en los hombros— ¡te diviertes
torturándome!
—¡Ni más ni menos de lo que te has divertido tú!
—Isabella! —gruño su nombre, pero terminó con una carcajada que no pudo contener.

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—Entonces, ¿me vas a responder o no?
—¿Me preguntaste algo? —contestó.
—Creo que te pedí que te casaras conmigo.
—Ah... bueno, no recuerdo que te pusieras de rodillas o algo así—replicó.
—Mira. Puedo ser una mujer moderna, pero eso es ir muy lejos. Lo próximo será que esperes
un anillo de diamantes.
—De hecho las esmeraldas me favorecen más. —rió.
—Estoy segura. Escucha Ejecutor, no tengo toda la noche.
—En ese caso, Ejecutor —contestó— Debo decirte que los Demons no tenemos una
ceremonia de matrimonio como esperarías.
—Claro que no —contestó seca, rodando los ojos— Estoy segura que sea como sea, es
ostentosa y muy intensa. Esa es, después de todo, la forma de hacer de los Demon.
—Si, muy curiosa para nosotros —su expresión cambió, los ojos oscuros se volvieron serios—
Te han sucedido muchas cosas en este corto periodo de tiempo, Bella. ¿Cómo puedes parecer tan
segura sobre esto?
—Jacob —dijo suavemente— ¿Cómo puedo sentirme de cualquier otra forma excepto
segura? Eres mi único destino. No necesito una profecía o algo más para que me digan lo que debo
hacer.
Se levantó recorriendo suavemente con los dedos las curvas y planos de su piel.
—Mi alma pertenece a la tuya. Tu corazón corresponde al mío. Lo siento con cada molécula
de mí ser. Lo sentí en el mismo momento en el que vi a un idiota caminando por una siniestra calle
del Bronx durante la hora más oscura de la noche.
—Mmm. También te amo —murmuró, sonriendo contra su cara y besándola hasta quitarla
suficientemente el aliento como para que no siguiera riéndose de él.
Se coloco sobre su cuerpo, ajustándose a ella con increíble facilidad. Estaba hecha para él, y lo
podía sentir cada vez que se tocaban.
—He tenido una vida que ha visto y experimentado muchas cosas increíbles —susurró, la
voz ronca por la intensidad de su emoción— pero hasta que no te conocí, no supe lo que era amar
a una mujer de la forma en que sé que te amo. Y no puedo prometerte que quedarse junto a mí sea
algo sencillo. Hay mucha incertidumbre en nuestro futuro.
—Lo sé, Jacob. Sé que no es un cuento de hadas. De todas maneras, el felices para siempre,
aunque es una idea muy seductora, resulta ser demasiada presión para mí. Seguiremos
discutiendo, seguiré siendo demasiada obstinada para razonar y sin duda te volveré
completamente loco. Pero te recompensaré amándote tanto como sea capaz.
—Seguiré siendo duro conmigo mismo, y sin duda, estaré frecuentemente tras de ti.
Probablemente conseguiré confundirte de manera terrible porque no tengo experiencia en
mantener una relación. He estado solo por mucho tiempo, florecita, y tengo miedo de que eso
plantee obstáculos continuamente. Pero lo haré por ti, y lo compensare, Isabella, porque te amo
más allá incluso que la mejor de mis habilidades —Jacob sonrió lentamente, enjuagando las
repentinas lágrimas con los pulgares— No pretendía hacerte llorar, Bella.
—No puedo evitarlo. Mi corazón —frotó la palma sobre el punto donde se encontraba el
órgano mencionado— siento como si me quemara.
—Que incomodo, florecita. Desde que te conocí, mi corazón no ha hecho nada más que crecer
para asegurarse el poder acogerte dentro —ladeó la cabeza hacia ella, besándola suavemente y se

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separó, poniéndose en pie y tomando sus manos para levantarla de la cama— Ven hay algo que
tenemos que hacer.
—¿Qué?
—Ya verás.

Noah alzó la mirada al escuchar pasos en la escalera. Sintió una sensación extraña cuando vio
a sus Ejecutores aproximarse hacia él. Inmediatamente retrocedió y desechó la sensación,
recordándose a si mismo que Isabella nunca le haría daño intencionadamente ni a él ni a nadie
más. En cualquier caso, afloró en él un instinto profundamente arraigado, una necesidad de
ponerla en su lugar.
Tan pronto como estuvieron a su alcance, Isabella se postró de rodillas frente a él, sus
hermosos ojos violetas brillando con remordimiento mientras tomaba su mano y la presionaba
contra su mejilla con gran emoción.
—Perdóname, Noah —rogó con un susurró.
Noah sintió un vuelco en el corazón e inmediatamente lamentó todos los sentimientos que su
miedo había engendrado en su interior. Se arrodilló y giró sus ojos hacia él.
—No hay nada que perdonar, pequeña Ejecutora —dijo gentilmente. Miró a Jacob, leyendo
claramente la gratitud en su expresión— todo lo que necesitas hacer para compensarme Isabella, es
continuar haciendo a este Demon, el cuál es como un hermano para mí, tan feliz como nunca lo
había visto hasta que llegaste.
Jacob expulsó una suave y rápida respiración. Nunca había pensado que significara tanto
para Noah.
—No hay penitencia en hacer algo que me da tanto placer, Noah —le dijo al Rey de Jacob.
Sus dedos tomaron la muñeca con cariño, la caricia trató de remplazar el impulso natural de
abrazarlo, algo que sabía que molestaría a su posesivo compañero —Pero puedo jurarte que
siempre seré tuya cuando necesites algo. Siempre te seré completamente leal, sólo detrás de Jacob
y mi hermana.
—Ven —Noah se puso en pie, arrastrándola con él— Has dicho suficiente, estoy contento. No
dudaré de ti sobre este accidente ni un segundo más.
Entonces Jacob se adelantó un paso, tomando la mano libre de su compañera y mirándola.
Los Ejecutores se pusieron sincronizadamente de rodillas frente al Rey una vez más. Lado a lado,
mano a mano, miraron hacia Noah al mismo tiempo. Noah sintió oprimírsele el pecho con un
placer exultante.
—Mi rey —empezó Jacob, su voz baja pero apasionada mientras pronunciaba las palabras de
un ritual más viejo que el tiempo— ante ti pedimos tu bendición. Dale a tus leales servidores
permiso para unirse en la noche de la luna llena, como mis padres se unieron, como los tuyos se
unieron, para que como un par completo, nuestro poder y nuestra lealtad puedan servirte y a
todos los de nuestro clan por el resto de nuestras vidas.
—Mi rey —continuó Isabella suavemente, los hermosos ojos llenos de lágrimas— pedimos tu
bendición. Dale a tus leales siervos permiso para unirse en la noche de luna llena, para que así,
como un par completo, podamos proveer a los Demon con la futura generación. Juro que serán tan
leales a ti como lo soy yo y como lo es su padre, así será como los educaremos.
Noah permaneció en silencio ante ellos, tratando de sobreponerse a las emociones que lo
embargaban. Nunca pensó que vería este día, el día en el que Jacob se arrodillaría ante él, su

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oscura cabeza junto a la de la de la mujer que sería su esposa. A pesar de que no era Demon, Jacob
había alentado en ella las palabras ritual e Isabella las había dicho con todo su corazón.
—Ejecutores —dijo al final, sus manos se colocaron suavemente sobre las cabezas
inclinadas— mi bendición es vuestra. Solo os pido una cosa.
Las cabezas se alzaron al unísono.
—Permitir a vuestro rey realizar la ceremonia, porque no toleraría que nadie más os uniera.
Jacob se quedó sin palabras. Noah solo había unido a otra pareja durante su reinado, la de su
hermana Hannah y su compañero. El honor que les otorgaba era extraordinario. Isabella leyó la
reacción de Jacob alta y clara, y comprendió inmediatamente el significado del ofrecimiento de
Noah. Sollozó suavemente por la magnitud de su agradecimiento y sin tener en cuenta cualquier
protocolo, se puso de pie y literalmente se arrojó a los brazos de Noah.
—¡Gracias! Noah ¡Muchas Gracias! —sollozó, besándole en la mejilla sonoramente. El rey la
miraba desconcertado mientras se sonrojaba por su profusa muestra de afecto. Instintivamente
abrazó a su nueva Ejecutora. Después de que su fuerte abrazo durara un minuto o más, rió y miro
a Jacob, quien también se había puesto en pie.
—Ejecutor, aparta a tu mujer de mí antes de que me ahogue en sus lágrimas —rió.
Jacob dio un paso al frente y lo hizo, tomando a la emotiva Isabella en sus brazos, ciñéndola
contra el pecho.
—Me honras Noah. Aceptamos de todo corazón —dijo Jacob.
—Esa impresión me dio —rió Noah— Entonces Isabella, tienes dos días para planear la boda.
Se detuvo en un bostezo, y vio que Bella se ponía rígida en los brazos de Jacob.
—Más importante —dijo agriamente— tengo dos días para aprender a contenerme y no
hacer que mis invitados se desmayen.
—Bueno —dijo Noah con ligereza— por ahora parece que el efecto está limitado a los que se
mantienen muy cerca de ti. Así que, podría pensar que necesitáis preocuparos más por mantener a
los padrinos conscientes.
—Ven, florecita, vamos a buscar a Elijah. Quiero que también esté presente en la boda.
—Todavía no —lo detuvo alzando la mano sobre el pecho— tengo que disculparme con
alguien más.
Se alzó para besarle la mejilla suavemente y se separó de su abrazo, dirigiéndose hacia las
escaleras, girando en el rellano hacia el cuarto de Legna.

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CAPÍTULO 12

Isabella y Jacob caminaron por la calle, pasando bajo la ventana donde se conocieron por
primera vez. Ella se detuvo, mirando hacia el lugar de donde cayó, aterrizando en brazos de su
futuro.
—Espero que mi hermana esté en casa. No contestó el teléfono, y no acostumbra a estar fuera
tan tarde.
—Tal vez tuvo suerte —bromeó Jacob, posando una mano sobre su trasero y acercándola a su
cuerpo.
—¡Jacob!
—Entremos. Terminemos con esta invitación porque quiero estar a solas contigo. —Murmuró
invitante, tocándole el cuello con sus labios.
Isabella rió, apartando las manos lejos de su cuerpo.
Todavía estaba riendo incontrolablemente cuando metió la llave en la puerta y entró al
apartamento. Estaba tan llena de alegría y energía que no esperó a Jacob para entrar y luego correr
locamente hacia la habitación de su hermana.
—¡Hey dormilona! Son las dos de la mañana, ¡hora de le¬vantarse! —Anunció, saltando
hacia la cama de su hermana y brincando en ella con entusiasmo. Corrine gruñó suavemente pero
no parecía tener intención de ser despertada por Isabella—. Estoy en casa, ¡despierta!—Isabella
rebotaba y agitaba el colchón sin descanso, sabiendo que Corrine eventualmente despertaría.
Tomó la almohada colocada sobre la cabeza de su hermana y golpeó su trasero con ella.
—Corr, vamos —Isabella frunció el ceño, tratando de separar los cabellos caoba que cubrían
la cara de su hermana.
Jacob se asustó cuando Isabella gritó desde la parte de atrás del departamento. Se colocó a su
lado en un latido, la encontró arrastrando a la mujer que presumió era su hermana, levantando su
torso con sus brazos.
—Jacob está enferma. ¡No puedo despertarla!
Jacob se apresuró en llegar junto a su pareja, tomando a su hermana entre sus manos
calmantes, girándola y acunándola en sus brazos. El sedoso pelo rojo que cubría el rostro se deslizó
a un lado, revelando una complexión gris, con grandes círculos negros bajo los ojos y una cara que
Jacob tuvo la extraña sensación de haber visto antes.
—¿La conoces? —preguntó sorprendida Isabella, leyendo el vago reconocimiento en sus
pensamientos.
—Si. No sé cómo, pero la he visto antes. Recientemente.
—Jacob —Isabella estaba prácticamente hiperventilando con preocupación—. ¡Jacob, sólo
hay una razón por la cual tú entras en contacto con humanos en esta época del año!
Inhaló bruscamente mientras su memoria se habría en una rápida búsqueda. No, Demons
¡No! La rabia estremeció violentamente su cuerpo, tanto que Bella pudo sentir la cama moverse.
Jacob levantó a la hermana de Bella y la separó de ella, con largos pasos a través de la
habitación. Bella se sintió dolida y estresada.

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—Devuélvemela —gritó ella, extendiendo las manos, lloriqueando—Devuélvemela.
—No puedo. Debes mantenerte lejos Bella.
—Es mi hermana —Gritó, se revolvió en la cama, alcanzando la espalda de Jacob cuando se
agachó para dejar a Corrine en el suelo. Él la liberó, girando para recibir el violento vuelo de Bella
con el único poder que tenia, el poder de su fuerte cuerpo y sus agudas palabras.
—¡Concéntrate Bella!
La orden fue lanzada en su rostro, causando que se quedara quieta entre sus manos
crispadas. Por primera vez ella sintió la vibración de un escalofrío a través del edificio, dándose
cuenta de que tenía que controlar sus emociones. Jacob empezó a empujarla hacia atrás hasta
sacarla de la habitación. Mientras más lejos se encontraba de su hermana más temblaban ella y el
edificio. Jacob la acercó en el momento en que salieron de la habitación, presionando los labios en
su nuca, murmurando tranquilizadores sonidos y susurrando palabras.
—Escucha, florecilla, escucha —levantó su cara entre las manos, dirigió la salvaje mirada
violeta hacia él—. Está viva. Está muy débil y su respiración es dificultosa.
—Necesito estar ahí. ¡Por favor! —Se presionó urgentemente contra él, dirigiéndose hacia la
habitación donde su hermana estaba postrada sin ayuda en el suelo.
—¡No! Necesitas calmarte y confiar en mí —Nuevamente la forzó a mirarlo—. Si entras en
esa habitación mientras está tan débil, sólo serás un incordio.
—¿Cómo puedes decir eso? ¡Soy su hermana!
—¡Si! —le devolvió el grito—. ¡Tu familia! ¡Que conoció a mi familia! Kane, Bella. Kane fue el
Demon que estuvo observando a tu hermana la semana pasada —Se detuvo para cerrar los ojos,
pateándose a sí mismo por no ver algo tan obvio.
—¿Quién? —preguntó ella tontamente.
—Kane. Mi hermano menor. La noche que te conocí, tenía que cazarlo y ejecutarlo después
de que tratara de embelesar a una preciosa pelirroja. Tu hermana era esa pelirroja.
—Mi hermana... Kane… O cielos, Jacob… es mi hermana. Es una Druida.
—Por lo menos es lo que parece —dijo entre dientes— Y, maldita sea, le permití tocarla para
probarme a mi mismo —movió la cabeza— No importa lo breve que fuera su contacto con Kane,
claramente fue suficiente. Está drenada, muriéndose de hambre.
El entendimiento pareció debilitar a Isabella. Sus rodillas colapsaron y Jacob se forzó a
levantarla y acercarla al sofá cercano a la ventana.
—¿Por qué no me llevaste con ella? —Bella lloró lastimosamente—¿Por qué estás haciendo
esto?
— Shh —la calló mientras el piso y el edificio se estremecían a su alrededor. Los objetos
pequeños cayeron de las superficies, esperaba que el efecto estuviera limitado a su departamento o
mucha gente estaría muy despierta—. Mi dulce amor —susurró contra su oído—. Mira la
habitación. Mira por qué no puedo dejarte ir con ella.
Hizo que se concentrara en algo más que en su dolor, entonces fue capaz de colocarla en el
sofá. Pudo sentir cuando ella empezó a comprender. Una cosa detrás de otra aterrizaba en el suelo,
algunas a salvo, algunas quebrándose ante el impacto si eran muy delicadas. Sin embargo, la
comprensión no hizo su dolor más soportable. Se lanzó contra él, sacudiéndose y llorando con
todo el corazón.
—No puedo entrar ahí —jadeó entre lágrimas, el sonido rasgó el corazón y el alma de
Jacob—. Porque si entro robaré su poder y la mataré. ¡O Dios! Jacob, y si...

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—No, no, no, no, no —murmuró rápidamente—. Puedo escucharla respirar, puedo sentir su
vida. Algunas de mis habilidades son puramente físicas, amor y no puedes robarlas.
—Tienes que ir con ella —dijo desesperadamente, empujándolo, tratando de forzarlo a
dejarla—. No la dejes sola así, Jacob ¡Te lo ruego!
—¡Bella, escucha! —Toda la habitación colapsó mientras los objetos más pesados eran
levantados y arrojados—. ¡Concéntrate! ¡Si continúas haciendo esto Nueva York terminará en el
océano, matándonos a ti, a mí y a tu hermana! —Fue rudo pero tenía que apelar a su lógica. Nunca
la había visto tan esclava de sus emociones.
Excepto cuando hacía el amor con él.
—¡Mírame! —le ordenó, tomando su cabeza y haciendo que lo mirara— Necesito mi poder
de regreso, Bella, y sé que está en ti devolvérmelo. Necesito llamar a Gideon para que venga a
nosotros. Me llevará mucho tiempo si trato de llenarme de energía y nunca será suficiente para
atravesar los océanos y continentes a tiempo para ayudar a Corrine —Inhaló, mirando su cara
marcada por las lágrimas y los enormes ojos llenándose con nuevas—. Sé que puedes hacerlo mi
amor. ¿Recuerdas cuando hicimos el amor más temprano? —Besó sus lágrimas limpiándolas,
sintió su aceptación— Sentí que te contenías. Sentí el miedo de que si te liberabas harías volar la
mitad de Inglaterra.
Sus manos se levantaron para abrazarlo fuertemente, su nuca cayó en el hueco de su hombro.
—No permití que hicieras eso —Frotó los susurrantes labios contra su oído—. Pero lo dijiste
tú misma. La Tierra no se movió. ¿Recuerdas?
—Si —dijo ella, asintiendo contra su hombro.
—¿A dónde fue el poder, florecilla?
Levantó la cabeza después de un momento de duda.
—¿Qué quieres decir?
— Quiero decir justo lo que dije. Mientras continuabas viviendo y amando ¿Qué hiciste con
mi poder? Sabía que no estaba en mí. Continuabas robándome a cada momento —bromeó
suavemente.
—Jacob —lo reprendió, con el rostro ruborizado.
—Lo robaste, pequeña ladrona y lo escondiste muy dentro de ti. Sé que recuerdas también
dónde está. Si tratas de recordar en el momento de duda, justo antes de que tocara ese dulce punto
que te excita tanto...—Pasó su pulgar sobre la sonrojada mejilla—. Tomaste una decisión consciente
de bloquearlo, apagándolo para poder sentir placer segura. Bella ¿Dónde está amor? Ese lugar
donde lo mantienes encerrado. Busca dentro de ti.
Ella cerró los ojos y él podía sentirla pensando, buscando por lo que estaba diciendo. Podía
suavizarla y dirigirla dulcemente con su charla amorosa, arrastrándola lejos del dolor de ese
momento para que se pudiera concentrar.
Al instante siguiente Jacob fue lanzado fuera del sofá, aterrizando fuertemente sobre el suelo
de madera, deslizándose un metro sobre la suave superficie. Sintió resurgir su poder como el
impacto de una bomba. Trató de levantarse, separándola cuando regresó para ayudarlo,
preocupación y sorpresa se asomaban en sus ojos.
—Eso me sucede por no poner atención —gruñó irónicamente—. Estoy bien, más que bien
¡Uff! —movió la cabeza mientras se levantaba y la prisa fluía a través de sí. Ella era un almacén.
Mientras su cuerpo había luchado para devolverle su poder hora tras hora, ella lo había absorbido
y guardado. En ese momento se percató de que había sido afortunado de no haber explotado
cuando se lo devolvió. Cuando había pasado, laboriosamente había logrado concentrarse. Era de

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hecho una sensación erótica, tanta vida y energía atravesándolo, toda ella empapada de su
presencia y su esencia porque había estado muy profundo dentro de ella por tanto tiempo.
Isabella lo observó con fascinación mientras Jacob se regodeaba con el peso de su poder
devuelto. No sabía como lo había hecho, pero maldición, lo hizo. Aun así podía sentirlo de nuevo
dentro de él sintiéndose como él, caliente y terrenal, derramándose dentro como miles de semillas
de grano... lentamente... y luego más rápidamente, la puerta de su silo estaba abierta y no tenía
forma de cerrarla. Jacob movió sus oscuros ojos hacia ella y ella pudo sentir el erotismo de lo que
estaba sintiendo a través de su mente. Pudo ver sus ojos brillando con facetas índigo, sentir cada
músculo de su cuerpo contrayéndose y endureciéndose con poder mientras lo llenaba. Lo miró, tan
magnífico como era, mientras elevaba los brazos para tocar la energía natural del mundo a su
alrededor. Vio como sus ojos se cerraban con un sensual parpadeo de sus pestañas.
Él lanzó su poder, mandando urgentes convocatorias a aquellos quienes necesitaban que
vinieran a ellos.
Kane levantó la cabeza, sintiendo la presencia de su hermano en la mente, sintiendo su poder
y familiaridad. No quería responder a su convocatoria, así que lo ignoró. No había sido capaz de
mirar a Jacob desde aquella terrible noche y con su castigo aún pendiente, no pensaba que pudiera.
De todas maneras, estaba bajo arresto domiciliario, pensó amargamente, observando al Anciano
Demon de la Mente que una vez llamo Siddah. Estaba molesto y no le importaba quién lo conocía.
—Te estás comportando como un niño —lo regaño Abram, pasando la página de la revista
humana que estaba leyendo llamada Cosmopolitan—. Contesta a la convocatoria.
—¿Qué te importa? —Explotó Kane, paseando por las habitaciones de su recibidor con
frustración—. Soy un maldito criminal. ¿Qué podría necesitar de mi Jacob? ¿Que me siente y mire
como encontró a su mujer? Invitarme, no menos ¡Ya sé! Puedo ser su padrino. Me pararé ahí
celoso, odiando a mi propio hermano. Incluso más, estoy castigado, por todo el buen castigo que
haré, no puedo sacar a esa mujer de mi cabeza y su cara está marcada a fuego en mi memoria.
Puedo sentir su piel en mi mano. Me duele de la cabeza a los pies con la necesidad de esa hermosa
criatura quién es... es...
—Humana —ofreció Abram gentilmente, su cara llena de compasivo entendimiento.
—Dulce destino ¿Por qué no deja esto atrás ya? Permite que el castigo la borre de mi mente.
Lo merezco.
—Kane... —Abram se sentó, colgando sus pies al piso mientras alcanzaba a sentir la
convocatoria recibida, esta última golpeando en ambos con destructiva fuerza. Abram tomó su
dolorosa cabeza mientras pasaba la ola. Sólo podía sentirla a través de Kane quién había recibido el
sufrimiento de ella.
Kane estaba recostado sobre su espalda, su cabeza tamborileaba con dolor.
—Oh —Kane se sentó y movió su cerebro de regreso a su lugar— Demons, todo lo que tenía
que hacer era decir que es importante —Dijo Kane secamente.
—Creo que lo acaba de hacer. Nunca pensé que tu conexión con él fuera tan poderosa, bien
hecho Kane.
—¿Piensas que tuve algo que ver con eso? No. No, ese fue Jacob —eso hizo que Kane se
detuviera—. Muy bien —rió él—. Qué bien que nunca me enfrenté a él en una pelea —dijo
irreverente, bromeando acerca del momento de castigo por primera vez desde que pasó.
—Mejor vete —dijo Abram.
—Considérame... —hubo una explosión de humo y sulfuro que dejó al Anciano sacudiendo
su revista frenéticamente.
—Fuera —finalizó Abram con un divertido gesto.

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Isabella olió el revelador aroma de sulfuro cerca de treinta minutos después, movió la cabeza
y Jacob giró hacia ella desde su posición en la cama junto a su hermana. Bella estaba en el corredor,
incapaz de soportar estar lejos de la vista de Corrine. Gideon había decidido que sería seguro el
lugar donde se mantenía por ahora.
Estaba confusa, entrecerró los ojos y movió la cabeza hacia Jacob.
—Está llegando —le informó, identificando su premonición de quién era.
Aún así, no estaba preparada para el poderoso estallido de humo y sulfuro que tomó lugar
justo atrás suyo, sofocándola en una nube que tuvo que mover las manos frenéticamente. Vio a un
hermoso macho joven que nunca había visto en el epicentro del disturbio, pero instantáneamente
reconoció cuánto se parecía a Jacob.
—Isabella, retírate en este instante —dijo Gideon—. Eres demasiado fuerte para él. Necesita
todo su poder para ayudar rápidamente a tu hermana.
Isabella asintió, tragando fuertemente y sintiéndose terriblemente fría mientras obedecía.
Pensar que era un estorbo de todas maneras para el bienestar de su hermana, le dejaba el pecho
con un pesado pánico. Se resistía a abandonar a Corrine pero sabía que no tenía elección. Le
permitió a Jacob tomarla en sus brazos y alejarla de la habitación. Él la dejó en un sofá en la sala,
sentándose y arrastrándola sobre su regazo. La acunó y le susurró suavemente, relajantes
pensamientos a su mente. Ella se aferró a él, sollozando calladamente.
—Detente Bella, sé que te estás culpando. Lo puedo escuchar.
—No puedo evitarlo. Durante tantos días he conocido la mayor felicidad de mi vida, y
mientras la disfrutaba tan egoístamente, mi hermana estaba aquí, sola... muriendo. No puedo
soportarlo.
—No podías haberlo sabido.
—¡Debí darme cuenta! ¡Se supone que soy inteligente! Debí haberme dado cuenta que
alguien tan cercana a mi era tan Druida como lo era yo ¿Cómo pude ser tan estúpida?
—Todos nosotros quienes escuchamos tu charla sobre ella docenas de veces en los días
pasados debimos darnos cuenta también. Se entiende que lo hayamos pasado por alto, Bella.
¿Cómo podías saber que había conocido a un Demon la misma noche que lo habías hecho tú?
Cariño, yo estaba ahí. Tan pronto como me di cuenta de lo que implicaba todo lo que Gideon nos
había dicho, debí de haber cazado a cada humano que había “salvado” de los Demons este mes y
haberme asegurado que ninguno de ellos era Druida. No pude hacer nada en el pasado, pero con
certeza podía haberlos salvado en ese tiempo.
—¿Cuántos Jacob? ¿Cuántos hay allá afuera ahora, desvaneciéndose como Corrine?
—Puede no haber ninguno, o puede haber por lo menos una docena —inesperadamente la
hizo a un lado, incapaz de quedarse quieto, se levantó y caminó por la habitación—. Y me atrevo a
decir que nunca puse atención a los humanos que protegía. Usualmente estoy más concentrado en
el Demon convertido. No sé si sabría incluso cómo hacer para encontrarlos.
—Tú no, pero apuesto a que los Demon convertidos en el castigo no han olvidado por
quienes han roto tan sagradas leyes.
Jacob miró hacia sus serios ojos violetas, una sensación de alivio lo recorrió. Levantó su
palma hacia sus labios, besándola con la intensidad de su liberación.
Debes ir mi amor, y hacer lo correcto.
Tú me necesitas.
—Por favor, Jacob, encuéntralos y asegúrate de que ninguno está sufriendo como mi
hermana. Son hermanos y hermanas de otras personas. Por favor, ve y encuéntralos.

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Él sólo pudo asentir. Estaba sobrepasado por su falta de egoísmo y sin embargo se veía a sí
misma completamente egoísta. Acunó su nuca con una ancha mano, colocando la boca sobre la
suya la besó suave y profundamente.
—Te amo, florecilla —susurró salvajemente— esta vez lo haré correctamente por ti.
—Sé que lo harás —estuvo de acuerdo ella confiadamente.
Kane no entendió lo que estaba pasando mientras entraba en la extraña habitación. No pudo
ver lo que lo rodeaba al principio porque sus perplejos ojos habían seguido la espalda de su
hermano fuera de la habitación. Jacob no había dicho ni siquiera un hola pero lo había empujado
para tomar a una pequeña, pelinegra mujer en sus brazos. Kane se giró para mirar a Gideon e
inhaló temblorosamente. Nunca había estado a metro y medio del Anciano antes, y no podía
entender qué podía querer de él. Normalmente habría estado leyendo mentes a diestra y siniestra,
tomando atajos para encontrar las respuestas que quería, pero no esperaba traspasar las defensas
del Anciano. La mujer pelinegra era un espacio negativo, como si no estuviera ahí, y Jacob lo
hubiera golpeado levantando su cabeza por haber pensado que podía usar su poder sobre él.
Kane rió suavemente para sí mismo. Era extraño pero, a pesar de su aprensión a conocer al
Anciano Demon quién permanecía ahí mirando todo severo e implacable, era lo más relajado que
se había sentido en días. Ese sentimiento, como si estuviera avanzando para escapar de su propia
piel lo estaba relajando rápidamente y suspiró con alivio
—¿Entonces qué es esto? —Preguntó por fin Kane.
—La próxima vez que te llamen —dijo el Anciano con voz baja y plana, sus ojos color
mercurio brillaron con desaprobación.— Te sugiero que te apresures.
—Lo sé, pero había un pequeño arresto domiciliario que tenía que arreglar —dijo secamente.
La respuesta de Gideon fue levantar una ceja y después dar un paso hacia la izquierda,
revelando a la mujer que estaba recostada en la cama.
Kane inhaló de forma entrecortada, atragantándose. Estaba tan pálida como la muerte,
incluso un poco gris, claramente vaciada de vida y energía, pero no se podía equivocar en los
largos y salvajes mechones rojos de cabello y en la forma de su rostro que quemaría en él para
siempre.
—¿Qué Demonios es esto? —preguntó roncamente, sus oscuros ojos azules tan parecidos a
los de Jacob cuando brillaban con coraje. Su corazón empezó a latir fuertemente sólo al estar en la
misma habitación con ella.
—Esto —dijo Gideon con una floritura de su mano— es Corrine.
—Conozco su nombre —chasqueó Kane. Alejó sus ojos del rostro en forma de corazón de
Corrine, todavía hermoso a pesar de su obvia enfermedad.
—Es la hermana de Isabella —explicó Gideon ante su confusión— y será la que algún día se
volverá parte de tu familia. Sin embargo no porque Isabella se case con tu hermano.
Kane abrió la boca para exigirle claridad, pero de repente lo supo.
Él lo sabía.
Se acercó a la cama, una parte de él todavía esperaba que Jacob apareciera, para patearle el
culo como lo había hecho la primera vez. Respiraba trabajosamente mientras alcanzaba con dedos
temblorosos la frágil mano que descansaba sobre las sabanas. Sus dedos eran largos, gráciles, sus
uñas largas y con un manicura perfecta. Podía ver cómo sobresalían los huesos sobre la
transparente piel y su rostro se contrajo de dolor al verlo, su garganta se cerró con un estallido de
emoción que estaba seguro, no había sentido antes.
—Ella todavía tiene que tomar una decisión. Ésta no es una respuesta definitiva ¿entiendes
Kane? —La advertencia fue suave y seria para su oído—. Podría no amarte hasta que la ganes.

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Pero antes de que eso suceda, mi joven amigo, debes ayudarla a mejorar. Acércate. Siéntate. Sé
paciente. Todo se revelará a su debido tiempo.
Kane obedeció al grandioso Anciano sin decir palabra.

Isabella estaba escudriñando el piso cuando una repentina ráfaga de viento sopló
franqueándola. Hubo un ruidoso vaivén bajo ella y giró para ver a Elijah desparramado de forma
indignante en el suelo.
—Demonios, eso fue estúpido —murmuró él.
A pesar de su preocupación, Isabella no pudo evitar la risa que se le escapó mientras el
gigante se ponía en pie y se sacudía el polvo de su trasero.
—Lo siento, Elijah.
—Sí, sí. No es culpa tuya. Me acerqué demasiado —le ofreció una sonrisa de corderito—.
¿Estás bien? Jacob me dijo que viniera a ti. ¿Qué está pasando?
Le dio un rápido resumen de la situación. Para su sorpresa, Elijah se acercó y colocó un brazo
sobre sus hombros.
—No tienes que preocuparte por nada, Bella. Gideon se enorgullece de no haber perdido
nunca un paciente.
—Elijah, ¿Cuántos años tienes? —preguntó repentinamente—. No actúas como cualquiera de
los otros Demons que he conocido. No quiero insultarte, pero actúas prácticamente como humano.
Es decir, la única vez que te he visto actuar con el mismo aire de formalidad y reverencia de los
otros ha sido durante el Consejo.
—De hecho, tengo quinientos setenta y seis años. Además de Gideon, Jacob, Noah y yo
somos los Demons más viejos vivos.
—¿Qué pasó con tus padres? ¿Con los padres de Jacob? —Isabella se preguntaba por qué esa
pregunta nunca se le había ocurrido antes. Y mirando la forma en la que Elijah bajó los ojos y
palideció, se dio cuenta que era una pregunta significativa.
—Bueno, vamos a decir que la última vez que hubo nigromantes existiendo en masa, hicieron
mucho más daño. Mis padres, el padre de Noah y el padre de Jacob fueron Convocados en varias
épocas por los pasados quinientos años. La madre de Jacob no vivió mucho tiempo después de
haber dado luz a Kane. No conozco mucho de los demás. Supongo que después de que mis padres
fueron atrapados, fui un poco más rápido y perdí toda la seriedad de mi cultura.
—Supongo que puedo entender eso. Gracias por compartirlo conmigo. Puedo imaginar que
no es fácil hablar de ello.
—Se hace más difícil sabiendo que los nigromantes han regresado. Pero tenerte aquí es un
milagro. Tal vez en esta ocasión no seamos víctimas tan fácilmente, si somos bendecidos con
Druidas con tan buenas intenciones como las que tú tienes.
—Espero que sea verdad Elijah. Pero conociendo a los humanos como los conozco, me doy
cuenta de que ser una Druida no necesariamente los harán buenas personas.
—Eso es cierto en cualquier raza, Bella. Sólo necesitas ver a aquellos como Ruth para darte
cuenta —dijo con un guiño.
—Eres incorregible Elijah —Isabella se detuvo por un largo rato—. Elijah, dime algo. ¿Cómo
saben los nigromantes cuál es tu verdadero nombre si tan poca gente es privilegiada con la
información?

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—Bueno, estoy avergonzado de reconocer que puede ser considerado como nuestra propia
falta. Antes de mantener el ritual secreto solíamos mantener un registro de nombres y nacimientos.
En algún momento en el tiempo, los nigromantes obtuvieron la lista de nacimientos. La
devastación no será olvidada. Gideon fue el único Anciano que sobrevivió a la matanza. Jacob,
Noah y yo somos tres de las tres docenas de Viejos restantes.
—No tengo ni la menor idea de cómo los nigromantes obtuvieron el primer nombre de
Demon. Sospecho que fue Lucas, porque fue el Siddah de Saúl y los otros que faltan. No hay duda
que en su tormento reveló sus nombres. Verás, un Siddah...
—Jacob me lo dijo. Sé lo que es un Siddah. ¿Fue Siddah Lucas de alguien más? ¿Tiene hijos
cuyos nombres pudiera revelar?
—Lucas tiene dos hijas de sangre —Elijah miró lejos, tirando de una arruga de la tela del
sofá—. Y era considerado un gran maestro entre nosotros. Fue Siddah de muchos más.
—Oh no. Elijah —inhaló Isabella—. ¿Como podrán protegerlos?
—No podemos. Cada uno de ellos tiene en cuenta que podría ser el siguiente en irse.
—Es horrible —dijo Isabella con sorpresa—. ¿Lo han sabido todo el tiempo? ¿Por qué nadie
me lo dijo?
—¿Con qué propósito, Bella? No hay nada que puedas hacer. Todo lo que podemos hacer es
empezar a cazar a esos bastardos.
Isabella asimiló sus palabras en silencio, observando el patrón de los pisos de madera por un
largo tiempo mientras él la observaba.
—Lo siento —dijo tranquilamente— me siento tan inservible. Soy un enorme estorbo para
cualquiera a quien me acerco. No me gusta.
—Es una frustración que todos compartimos, Bella. Sé exactamente como te sientes. Todos lo
sentimos.
—Elijah —lo contempló por un minuto, una malicia iluminó sus ojos—. Sabes. Me empiezo a
preguntar si no hay por ahí una sabia Druida en alguna parte con tu nombre tatuado en sus genes.
Ella rió cuando la miró con una horrorizada expresión.
—No hay razón para ser mala —replicó él—. Te prometo pequeña Ejecutora, que no hay un
Demon o una mujer Druida en algún lugar de este planeta de que pudiera convencerme de estar
mejor con ella. Estarías perdiendo el tiempo tratando de jugar a la casamentera conmigo.
Cualquier respuesta que le pudiera haber dado fue interrumpida por el sonido de la puerta
de la habitación que finalmente se abrió. Ella se apresuró a alcanzar a Gideon.
—¿Está bien?
—Lo estará después de unos cuantos días constantemente expuesta a Kane —le respondió—.
No espero que se despierte en este momento, pero ya está fuera de peligro. Ha mostrado una
remarcable fortaleza, Ejecutora. Usualmente toma menos tiempo causar este nivel de daño. Tal vez
es debido a que su contacto con Kane fue breve.
Isabella se mordió el labio, masticándolo aprensivamente por un momento.
—¿Supongo que esto significa que ella y Kane... son... como Jacob y yo?
—No te debe causar tanta curiosidad, Druida. Jacob y Kane tienen mapas genéticos similares,
al igual que tú y tu hermana. Esa puede ser la razón de que si Jacob y tú sois complementarios
entonces sus hermanos también lo serán.
—Se perderá la ceremonia —dijo Isabella con pesar.
—Pero vivirá para ver la suya.

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Isabella asintió. Podría fácilmente vivir con eso.
Jacob entró suavemente en la habitación, irrumpiendo por la ventana por la que había caído
Isabella, metiéndola en su vida como una lluvia de precioso oro. Se unió en su forma natural,
observando la iluminada habitación buscando hasta que la encontró. Estaba enroscada en el sofá,
temblando en sueños porque el frío de octubre estaba entrando por la ventana abierta al igual que
él lo había hecho. Esa noche la luna estaría llena por fin. Sería la primera luna sagrada que pasaría
como pareja y el final de cientos de vacías y solitarias noches que había pasado. Esta noche tomaría
a su pareja como esposa.
Se movió a su lado silenciosamente, arrodillándose junto a la improvisada cama, colocando
una manta sobre el tembloroso cuerpo. Retiró el cabello de la fría mejilla, bebiendo lentamente las
curvas de su hermoso rostro. No necesitaba hacerlo, porque estaba impreso con fuego en su
memoria y en su corazón.
Yo también te amo, Jacob.
Sus pestañas se elevaron mientras el pensamiento llenaba su cabeza y su corazón. Él sonrió
mirándola.
—No quería despertarte —murmuró.
—Entonces tendrías que volverte otra persona, Jacob, porque estoy bastante segura que
siempre sentiré tu presencia cuando te acerques a mí.
—Ni por todo el mundo, florecilla. Estoy bastante contento de ser exactamente quién soy y
estar gratamente honrado por quién eres tú exactamente.
Tocó su boca con la suya reverentemente. Ella sonrió contra sus labios, esperando que se
retirara para ver su cara más claramente.
—Pareces exhausto.
—Soy un Nightwalker, florecilla. Se supone que nosotros no salimos de día.
—¿Los encontraste a todos? Por favor, dime.
—Sí. Todos los de este mes. Gideon dijo que sólo los de las pasadas dos semanas serían
suficientes, pero preferí estar seguro considerando lo que había pasado.
—¿Había algún Druida?
—Sólo una, Bella.
No necesitó que le dijera qué había pasado, estaba escrito en toda su cara y sus atormentados
pensamientos.
—Oh, no... —las lágrimas inundaron sus ojos y se sentó para tomarlo en sus brazos tan fuerte
como podía—. Oh, Jacob.
Estaba quieto y en silencio mientras le permitía consolarlo. El Druida que había perdido era
macho y el Demon que había castigado por encontrar a su pareja era la joven hija de ni más ni
menos que la Concejal Ruth.
Ruth nunca se había considerado ni siquiera como neutral, pero este incidente la había
convertido en un poderoso enemigo. Como consecuencia, ahora sería también una poderosa
enemiga para Isabella. Su futuro no sería fácil, y pesaba fuertemente sobre él. En su conciencia
luchaba con el conocimiento de hacerla parte de su vida, también la haría objetivo para sus
enemigos, tanto extraños como domésticos, pero en su corazón sabía que nunca podría privarse de
su dulce cercanía y lógicamente no podría privarla de la suya. Él había visto la prueba ese mismo
día.
Jacob no se encontró a sí mismo asustado, pero lo estaba cuando consideraba lo que podía
pasarle a Bella si algo le sucedía.

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—Jacob —susurró suavemente en su oído, sus pequeños dedos deslizándose suavemente
sobre el cabello de la nuca—. Jacob además de lo psicológico ¿Cómo podría mi corazón sobrevivir
a tú pérdida?
Jacob maldijo suavemente.
—Ahí quedó el respeto de la privacidad de mis pensamientos —bromeó él sin sentirlo.
—Lo estás proyectando, tal como lo hacemos ambos cuando algo nos afecta profundamente
—ella jaló su cabeza hacia atrás, observando sus profundos y atormentados ojos. Pero debes parar
y dejar de tratar de esconder tus sobrecogedores pensamientos de mi Jacob—. ¿No confías en que
seré capaz de manejarlos? ¿De ser capaz de ayudarte con mis garras si puedo? No sólo deseo ser tu
pareja porque fui elegida por mi Destino para hacerlo. Quiero ser tu otra mitad, no importa lo que
suceda, Jacob y no me conformaré con nada menos. Por lo bueno y por lo malo, en la alegría y en
la tristeza. Eso es parte de tu vida, y no puedes pensar en protegerme de todo eso.
—Maldito si puedo tratar de hacerlo —dijo obstinadamente, tocando la frente con la suya
mientras fruncía el ceño profundamente—. ¿Qué pareja en sus facultades mentales querría
exponer a su otra mitad a peligro y amenaza?
—Una que aprende a confiar en sus habilidades de luchar a su lado si lo necesita, al igual que
ella confía en que él será fuerte y protector. Una vez dijiste que podrías aceptar que había nacido
para luchar a tu lado. ¿Ha cambiado eso?
—No Bella. Puedo aceptarlo. Pero tienes que perdonarme si lo encuentro más difícil de
aceptar en algunos momentos más que en otros.
—Por supuesto —dijo suavemente, posando la boca sobre la suya confortándolo—. Lo
entiendo pero empecé a vivir en el momento en que te encontré en todas las formas que debía de
hacerlo: y esa vida terminará en el momento que tú me dejes. Estoy determinada, Jacob a que esto
no suceda en muchos, muchos siglos —Él sonrió gentilmente, sus ojos brillaron con tierno y
resplandeciente humor—. Podría estar muy bien que en esos siglos futuros pudieras aburrirte
completamente de esas cosas que te parecen tan encantadoras en este momento. Con franqueza,
soy un dolor en el trasero.
—Te aseguro —respondió Jacob con una risita mientras la abrazaba fuertemente contra su
pecho— Que soy muy consciente de ello.
Isabella rió, abrazándolo fuertemente mientras frotaba la cara contra la tela de su camisa.

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CAPÍTULO 13

Isabella exhaló, su aliento se vaporizaba en el frío aire de la noche. Ella jugaba nerviosamente
con las cintas que Legna había tejido a lo largo de su brazo en un patrón cruzado, que terminaban
en su muñeca colgando en dos largas y sedosas espirales.
—Deja de preocuparte —la amonestó Legna, apuntando con el dedo la distraída pero
enérgica mano de Isabella.
—Me voy a casar en unos minutos, Legna, creo que tengo el derecho de estar preocupada —
Isabella sintió su corazón revolverse cuando se oyó hablar en voz alta de su inminente matrimonio.
—Bueno, las novias se supone deben estar sonrojadas, así es como lo entiendo. Pero tú no
estás a menos de cinco tonos de gris. —Legna continuó con su interrumpido tejer de cintas en el
cabello de Isabella—. Y por mucho que combine con el plata de tu vestido, creo que te verías mejor
con un poquito de color natural. —Legna alisó una porción de la brillante tela plateada que cubría
el hombro de la novia en un modelo Griego—. Sabes —presionó ella— sólo hay dos noches al año
en la que los Demons celebran una ceremonia de unión. Samhain y Beltane. Si te desmayas ahora,
tendrás que esperar hasta la próxima primavera.
—Gracias por la noticia. Eres muy amable —replicó Isabella secamente.
—En realidad, fuera de toda amabilidad, te diré que tu futuro esposo está asustado de soltar
la galleta, así que puede reconfortarte el saber que él está tan nervioso como lo estás tú.
—¡Legna! —rió Isabella— ¡Eres terrible! Ella giró la mirada hacia la mujer Demon,
admirando brevemente cuan bonita se veía en su suave vestido de chifón blanco—. ¿Y cómo
podrías tú saberlo? Has estado parada muy cerca de mí como para poder sentir sus emociones.
—Porque cuando fui a recoger las cintas, estaba sentado junto a Noah con la cabeza entre las
rodillas —se rió Legna—. Nunca había visto nada que agitara a Jacob antes. Y no pude evitar
encontrarlo gracioso.
Isabella sonrió pálidamente, frotando el dolor de su frente.
—Dime algo, Legna, ¿cómo sorteas todo esto?
—¿Todo de qué?
—Todas las emociones. Creo que yo puedo sentir todo de todos, a cinco metros a la redonda.
—Bueno, ya estoy acostumbrada, supongo. Descarto todo lo inservible y bloqueo lo que me
perturba. Créeme, me tomó algunos años perfeccionar las barreras que utilizo para hacerlo.
¿Necesitas que me mueva? ¿Ayudaría eso?
—No, por favor. Tú eres la única que me mantiene en pie en estos momentos. Es… es como
una especie de música de fondo.
—Encuentro interesante que mi empatía te afecte sin ningún esfuerzo de tu parte, pero
cuando absorbes el poder de los machos, realmente tienes que esforzarte para hacerlo.
—O estar en pánico —recordó Isabella irónicamente—. Pero tienes razón. Quizás es porque,
al igual que mis habilidades, la naturaleza de ustedes no está en cómo atraerlo, sino como cerrarlo.
Jacob y Noah tienen que concentrarse para usar sus habilidades, pero tú tienes que hacerlo para no
usar las tuyas.

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—No del todo. La tele transportación requiere un alto grado de concentración.
—Bueno, eso explica porqué estoy todavía aquí, en vez de aparecer saltando en Perú de
repente.
Legna rió ante eso, dando los toques finales al cabello de Isabella. Legna dio un paso atrás,
emitiendo un sonido de aprobación.
—Ya está, toda lista. Te ves adorable, Isabella.
—Gracias —replicó ella nerviosamente, tocando su cabello para sentir el intrincado trabajo
de Legna—. Y Legna, gracias por estar aquí a mi lado. Debería ser el lugar de Corrine, pero ella
está tan enferma. Y, de todas maneras, tú has sido tan amable y generosa conmigo. Esto significa
mucho para mí.
—Significa mucho para mí, también —insistió Lena, apretando las manos de Isabella.
—Me siento honrada de que me consideres digna de ocupar el lugar de tu hermana.
—Oh, Legna, tú eres más que digna. Estoy muy feliz de que nos convirtiéramos en buenas
amigas. Tenía tanto miedo que no quisieras estar ni a tres metros de mí después de lo sucedido.
—Créeme, si te contara alguna de las meteduras de pata que hice de joven, te reirías de mí —
sonrió cálidamente, dándole a Isabella un último apretón—. Suficiente de esto ¿Estás lista?
—Sí. Ahora, dime otra vez, ¿Por qué me estoy congelando el trasero en mitad del bosque?
Legna rió en silencio.
—Porque es la tradición. Tu compañero debe encontrarte y luego llevarte hasta el altar. Tu
búsqueda es símbolo de su deseo de no dejar que nada se interponga entre los dos. Traerte hasta el
altar es el reflejo de cómo debe ser su trabajo para ayudarte a vencer los obstáculos y así podáis
alcanzar los momentos de felicidad juntos.
—Eso es muy romántico —dijo Isabella— aunque un poco chauvinista.
—No, en absoluto. El compartir las responsabilidades dentro de una unión es símbolo de
fortaleza. La novia debe atar la cinta resistente en la muñeca de su pareja. La cinta blanca
representa la honestidad, el amor y la fidelidad, y por permitirse a sí mismo ser atado, el novio
demuestra que debe proveerla en todo momento, así como ella proveerá para él. El negro es la
promesa que ellos harán, de utilizar siempre lo que este en su poder para proteger esta unión, a
sus hijos y la perpetuación de lo que es esencial en nuestra cultura.
—Pero tú ataste una cinta roja al final de la negra, Legna. ¿Eso qué significa?
—En realidad —la mujer Demon sonrió— no hay precedente para la cinta roja. Sin embargo,
me pareció justo tener un recordatorio físico de que tú tienes tu propia cultura y que tendrás el
derecho de perpetuarla tal como Jacob lo hace.
—Legna —rió Isabella, dándole una mirada de regaño— eso es positivamente rebelde y
feminista de tu parte.
—Yo nunca clamé ser una niña anticuada —confió Legna con un guiño—. Ahora debo ir y
decirle a Jacob que ya estás lista y esperando su llegada. —Se inclinó para darle un afectuoso beso
en la mejilla—. Buena suerte. Te deseo felicidad.
—Te lo agradezco mucho, Legna.
La mujer Demon sonrió, luego giró y salió corriendo. Después que saliera de su vista, el
sonido de su rápida salida desapareció del todo y una suave brisa trajo el olor del azufre hasta
Isabella.
Aliviada de estar libre de las habilidades empáticas de Legna, Isabella se sentó en una gran
roca que descansaba entre los altos pinos cercanos a ella. Jugueteó con su vestido y las cintas por
un momento y luego envolvió sus brazos alrededor de ella para conservar el calor de su cuerpo.

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Era una noche terriblemente fría, y si no fuera porque era Octubre, hasta juraría que olió el aroma
de la nieve en el aire. Ella exhaló, jugando con su aliento en el aire frío, haciendo nubes de varios
espesores y velocidades.
—Maldición, Jacob, me estoy congelando el trasero.
—Voy tan rápido como puedo, considerando que creí que sería prudente caminar los últimos
metros.
Isabella dio vueltas a su alrededor, su rostro sonriente iluminaba la noche plateada más
fácilmente que cualquiera de las lunas más llenas. Ella saltó hasta su abrazo, bebiendo con
impaciencia el calor y el afecto de su cuerpo.
—Ya puedo verlo. “Papi, cuéntame acerca del día de tu boda. Bueno hijo —se burló ella,
profundizando su voz hasta su timbre e imitando su acento increíblemente— las primeras palabras que
salieron de la boca de tu madre fueron ¡me estoy congelando el trasero!”.
—Muy romántico, ¿no crees? —le tomó el pelo él—. Así que, ¿piensas que será un niño,
entonces? ¿Nuestro primer hijo?
—Bueno, estoy cincuenta por ciento segura —se rió ella.
—Sabias probabilidades. Ven, pequeña flor, tengo la intención de casarme contigo antes que
la hora termine. —Con eso, la levantó en sus brazos y la cargó contra su pecho—.
Lamentablemente, vamos a tener que hacer esta caminata de la manera difícil.
—Como dijo Legna, es lo que se supone que debes hacer.
—Si, bueno, te aseguro que un gran número de novios han podido eludir esto. —Él deslizó
su congelado rostro dentro de la cálida curva de su cuello.
—Seguramente los invitados lo sabrían. Se toma más a pie de lo que se demora volando… o
lo que sea… fuera del bosque.
—Eso es cierto, pequeña flor. Pero pasar el tiempo en la soledad del bosque no es
necesariamente una tarea difícil para un hombre y una mujer a punto de casarse.
—¡Jacob! —jadeó ella, riéndose.
—Algunas tradiciones no son necesariamente hechas para el público —le tomó el pelo.
—Sois indignantes.
—Mmm, y si tuviera la habilidad de volverte en polvo ahora mismo, ¿me dirías que no, si te
pidiera… pasar el tiempo contigo?
Isabella se estremeció, pero fue más por la calidez de su susurro y la intención, y no por el
frío que lo hizo.
—¿Te he dicho alguna vez que no?
—No, pero ahora sería un buen momento para empezar, o llegaremos tarde a nuestra propia
boda —rió en silencio él.
—¿Qué tal, no… por ahora? —preguntó ella sedosamente, presionando sus labios en la
columna de su cuello, debajo de su largo cabello suelto.
Sus dedos se flexionaron en su carne, sus brazos la acercaron más firmemente a él. Trataba de
concentrarse en donde ponía los pies.
—Si esa va a ser tu respuesta, Bella, entonces te sugiero dejes de tomarme el pelo con esa
malvada boquita tuya, antes que me adelante y nos haga caer a la tierra.
—Está bien —convino ella, mientras su lengua tocaba su pulso.
—Bella…
—Jacob, quiero pasar la noche entera haciéndote el amor —murmuró ella.

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Jacob detuvo sus pasos, tomándose un momento para recuperar el aliento.
—Bien, ¿Por qué es que siempre he pensado que es el novio quien se supone debe tener
pensamientos lascivos sobre la noche de bodas, mientras que la novia tomaba la ceremonia más
seriamente?
—Tú empezaste —le recordó ella, riendo suavemente.
—Te lo ruego, Bella, permíteme dejar estos bosques con un poco de mi dignidad intacta. —
Suspiró profundamente, girando su cabeza para frotar su cara sobre su cabello—. No te toma
mucho esfuerzo encenderme y despertar mi hambre de ti. Si sigues con esas burlas gratuitas,
estarás sonrojada y caliente para cuando llegues al altar, y nuestros invitados no tendrán que ser
Demons mentales para adivinar el por qué.
—Lo siento. Tienes razón. —Ella giró la cara lejos de su cuello.
Jacob retomó su caminata ritual por treinta segundos antes de detenerse otra vez.
—Bella… —le advirtió peligrosamente.
—Lo siento, ¡eso sólo apareció en mi cabeza!
—¿Lo que estoy recibiendo dentro de la mía? —preguntó en alto, suspirando
dramáticamente mientras retomaba el paso.
—Bueno, dentro de una hora, espero ser yo.

—¿Por qué diablos se demoran tanto?— se quejó Elijah.


—Elijah, cálmate —regañó Legna— es su unión. Déjalos estar.
Legna se movió para acurrucarse contra su hermano, permitiéndole mantenerla abrigada
mientras los tres esperaban a la novia y su novio.
—¡Jacob! ¡Te juro que si no me bajas en este instante me voy a casar con alguien más!
La voz de Isabella recorrió estridentemente a través de la noche, mitad molesta, mitad riendo.
Los tres que esperaban en el altar giraron al unísono para ver a la pareja frenar en la línea de
árboles. Jacob había, de hecho, cargado a su novia fuera del bosque, pero lo había hecho tirándola
sobre su hombro, dejando su trasero expuesto prominentemente.
Elijah se ahogó de la risa, Legna soltó un jadeo horrorizado. Noah la instó a que
permaneciera sin moverse.
—Déjalo estar, Legna. ¿Qué esperabas de esos dos?
—Pues que te sirva, pequeña bromista.
—¡Jacob, por favor! ¡Me estás avergonzando!
—¿Y tener que salir del bosque en estado de excitación, no me habría avergonzado?
—Dije que lo sentía.
—¿Eso fue antes o después del striptease mental que me enviaste?
Isabella suspiró con exasperación, a continuación se rió.
—Sabes, Emily Post está teniendo un ataque al corazón ahora mismo.
—Bien, entonces ya somos dos.
Jacob se acercó hasta la entretenida congregación que estaba parada ante el altar hecho de un
tocón de árbol. Encogiendo los hombros, asentó a la novia sobre sus pies. Isabella se giró para
afrontarlos, peinando su cabello hacia atrás, actuando ante todos como si hubiera llegado en una
limosina.

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—Isabella, Jacob poneros ante el altar —instruyó Noah, su voz impresionantemente oficial a
pesar del humor que rondaba sus ojos. La pareja lo hizo rápidamente, todas las risas y sonrisas
reprimidas—. Isabella, coge la mano derecha de Jacob en las tuyas.
Isabella extendió sus encintados brazos, deslizando su cálida palma entre la de su
compañero.
—Ahora, enrolla la cinta alrededor de su muñeca.
Una vez que lo hizo, Isabella sintió a Legna parada tras ella posando sus manos en ambos
hombros, al tiempo que Elijah hacía lo mismo con Jacob.
—En este punto debo preguntar si habéis obtenido el permiso de vuestro Monarca, pero…
creo que sería un poco tonto, considerándolo todo.
La pequeña congregación se rió.
—Los dos Demons detrás de vosotros y que os sostienen, van ahora a expresar su apoyo a
esta unión. No os soltarán hasta que la conexión esté completa, después seréis vosotros quienes os
sostengáis y expresareis vuestro apoyo el uno al otro por el resto de vuestras vidas. —Noah giró
hacia Jacob—. Jacob, el Ejecutor, amado de esta mujer, padre de sus futuros hijos, guardián de su
corazón, su alma y su vida, arrodíllate ante ella para demostrarle tu aceptación de su regalo de
convertirse en tu compañera, tu esposa, tu alegría y el centro de tu destino.
Jacob lo hizo con prisa, arrodillándose en la húmeda hierba, enlazando su mirada con la de
ella.
—Isabella, tú eres mis destino —dijo suavemente, atrayendo sus manos hacia sus labios.
—Levántate, Jacob —Noah giró hacia Isabella, cuando Jacob obedeció—. Isabella, la
Ejecutora, amada de este hombre, madre de sus futuros hijos, guardiana de su corazón, su alma y
su vida, arrodíllate ante él, para demostrarle tu aceptación de su regalo de convertirse en tu
compañero, tu esposo, la alegría…
Legna soltó un jadeo entrecortado, interrumpiendo a Noah, el inesperado sonido en medio
de la tranquila reverencia del momento atrajo la atención de todos.
—Legna, me estás lastimando —se quejó Bella, cuando la mujer Demon reforzó
violentamente su agarre.
Isabella se volvió para ver qué perturbaba a su amiga y se encontró mirando dentro de los
ojos llenos de terror de la mujer Demon. Legna gritó. Fue un espantoso sonido de miedo que hizo
que los vellos de los brazos y de la nuca de Isabella se erizaran. Instintivamente, Bella alcanzó a su
amiga con angustia, agarrando con su mano libre el bíceps del brazo más cercano de la mujer
Demon.
—¡Legna!
Era la primera vez que Isabella escuchaba levantar la voz de Noah de esa manera, y el miedo
absoluto que escuchó en su grito era alarmante. Se le ocurrió en ese instante, que había muy pocas
criaturas tan poderosas como los tres hombres detrás de ella, y de los que podía decir que
realmente la atemorizaban.
Isabella se ahogó cuando se dio cuenta que los pies y la parte inferior de las piernas de Legna
estaban desapareciendo. En ese momento, ella se veía como una especia de espectro, una mujer
medio presente flotando sobre el suelo. Legna gritó otra vez, claramente en una horrible agonía, su
agarre en la novia se hacía mas apretado, mientras que al mismo tiempo, Jacob trataba de tirar de
Isabella para zafarla de sus manos unidas.
Isabella inmediatamente se dio cuenta de lo que sucedía, había un nombre para lo que veía y
todas las ramificaciones la golpearon como un millón de brutales puños.

- 160 -
—¡No! ¡No! —lloró ella, enredándose con Legna, envolviendo su brazo alrededor de su cada
vez más desvanecido cuerpo.
—¡Bella! ¡Déjala ir! —gritó Jacob.
Pero debido a la fortaleza de Isabella, su misma presencia, ninguno de ellos tenía el poder de
detenerla.
—¡No vayas, Legna! ¡Lucha! ¡No dejes que ellos te lleven! —lloraba Isabella, sus lágrimas
fluían por sus pálidas y heladas mejillas mientras los gritos de Legna retornaban atrás, uno más
espeluznante que el anterior.
De repente, Isabella fue inundada con dolor, la más impresionante agonía que alguna vez
conociera.
Una brillante explosión de luz naranja la golpeó como una onda atómica de choque, haciendo
volar su cuerpo en pedazos, hasta la última molécula.
Jacob aulló de indignación cuando la mano de Isabella se soltó de la suya, desgarrando las
cintas que los ataba en dos partes, justo después que ella y Legna desaparecieran completamente.

—¡Bella!—bramó Jacob, toda su alegría se convirtió en una repentina y paralizante agonía.


Cayó de rodillas, agarrándose a la tierra que aún mantenía la impresión de donde ella había estado
parada hacía sólo un latido. Sus dedos clavados persistentemente en la hierba y tierra del sagrado
lugar. Rugió, su grito igual al de un salvaje y torturado animal. El imposible peso de su pena hizo
eco en el frío y la oscuridad de los bosques, corriendo desde las hojas hasta las raíces con su
sonido. Removió su cuerpo, sus puños golpeando el altar, un crujido seco resonó en la noche
cuando la madera se partió.
—Jacob…
Jacob abanicó sus brazos, golpeando las manos de Elijah violentamente cuando se movió a
tocarlo.
—¿Cómo?—demandó fieramente de nadie en particular, su mirada amplia y salvaje, pero
claramente mirando nada de nada que no fuera el dolor y el miedo en la cara de Isabella al
momento en que había sido arrancada de él—. ¡Ella no es una Demon! ¡No puede ser Convocada!
¿Quién lo sabría para hacerlo así, quién conocería su valor?
Ninguno pudo contestarle.
Elijah se movió con sorpresa y perdió el equilibrio cuando la tierra bajo sus pies retumbó y
rodó, ondeando como una manta sacudida. El guerrero agarró al Ejecutor.
—¡Jacob! ¡Detente!
El Ejecutor buscó en el Demon de Viento inexpresivamente. La tierra bajo los pies de Elijah se
dividió. El guerrero tomó hacia el aire en reflejo. Echó un vistazo hacia abajo y vio el vapor
explotar de la tierra. Un momento después un líquido de roca fundida súper caliente empezó a
filtrarse de la multitud de pequeñas grietas que se habían abierto en torno a ellos.
Fue entonces cuando Elijah se dio cuenta de que estaba reprendiendo al Demon equivocado.
Se volvió hacia el firmamento, sujetándose en el espacio hasta que las nubes se agruparon y
explotaron. La lluvia brotó, mojando el magma que trataba de escapar de las profundidades de
donde debía permanecer confinado. El área explotó en vapor cuando Elijah se precipitó hacia la
tierra, aterrizando detrás de su Monarca.

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Noah estaba parado con sus pies bien plantados y sus manos apretadas en puños tan firmes
que la sangre goteaba de los cortes de sus propias uñas. Elijah podía ver que el Demon temblaba
con fuerza, pero esto nada tenía que ver con el retumbar de la tierra bajo sus pies.
Elijah se encontró perdido por un momento, pero entonces aferró al Rey por el brazo y lo
sacudió para llamar su atención.
—Tiempo —soltó con dureza— Jacob. Noah. El tiempo es esencial. Nosotros tres somos los
únicos que tenemos la esperanza de corregir esto. Nos llevará todos nuestros combinados
esfuerzos y necesitaremos empezar ahora. En este mismo momento. ¡No hay tiempo que perder en
dolor, rabia o alguna cosa más, no importa cuánto lo justifique!
Jacob se obligó a ponerse en pie, sintiendo como si su corazón hubiera sido succionado por el
mismo vértice que había robado a su Isabella. Dirigió una fría mirada hacia Elijah y el Rey.
Observó en la hueca mirada de Noah lo mismo que él estaba pensando. El tiempo no es nada.
Ningún Demon, ni uno sólo, había sido salvado intacto de una Convocatoria. Pero Bella no era una
Demon y Legna… ninguno iba a renunciar a Legna sin luchar.
El tembloroso suelo finalmente dio paso a la quietud, asentándose en paz, sólo las
encostradas franjas de rocas vaporosas quedaron para recordar la furia de Noah. El Rey Demon
tomó una profunda respiración, como si se limpiara la rabia con oxígeno.
—Cuatro, Elijah —corrigió rudamente—. Somos cuatro. Ve donde Gideon y exígele que se
presente en este mismo instante —la voz de Noah era completamente irreconocible, Elijah podría
decir que se encontraba en alguna especie de piloto automático. Sin embargo, fue suficiente para
que el Rey se moviera en consecuencia—. Cuando las encontremos —Noah fijó su mirada en la de
su Ejecutor, sus mejillas tensas con el apretar de sus mandíbulas— más vale que recuerdes
exactamente quién eres y cuál es tu deber, Ejecutor. Si ella sufriera por tan sólo un segundo…
—Ella no sufrirá— juró Jacob, su voz reflejaba el hielo de sus venas—. Nunca traicionaría tu
confianza en mí.
Entonces el Ejecutor volteó esa fría y áspera voz hacia el Capitán Guerrero.
—Trae a Gideon. Ahora.
Elijah conoció al cazador en el Ejecutor cuando lo vio, sintiéndolo resurgir, y supo que
quienquiera que hubiera raptado a la novia de Jacob pagaría de violentas y primarias maneras por
tan descorazonada trasgresión. En cuanto a Legna… un experimentado guerrero como lo era él,
incluso Elijah no contemplaría esa cuestión hasta que se viera forzado a hacer una conjetura de
ello.
Elijah se convirtió en parte del viento al segundo que lo pensó. Jacob fijó sus fríos y
despiadados ojos hacia el Rey.
—Hay esperanza. Si Bella está con ella, si sobrevive esta magia…— Jacob tuvo que hacer una
pausa y sacudirse la ola de rabia que surgió con el concepto destructor de que tal vez ella no
pudiera—. Mientras haya un aliento en Bella, hay esperanza. Hará todo lo posible por proteger a
Legna.
—¿Y si no hay esperanza?—preguntó Noah con un estoicismo que aún bullía como la tierra
hacía unos momentos—. ¿Esperará tu novia y permitirá a mi hermanita…— Noah cerró sus ojos,
apretó sus dientes con una rabia que lo hizo temblar y respirar con violencia suficiente como para
arrojar fuego—. ¿Será muy inmadura, tan suave en sensibilidades, como para dar paz a Legna si
no logramos alcanzarla? ¿Encontraré a mi hermana como un monstruo, apresurándose a asesinar y
fornicar a cada demencial capricho suyo? La he protegido, cuidado y nutrido a Legna desde el día
que nuestra madre murió cuando ella no tenía ni cinco años— dijo Noah con una voz que parecía
haber sido arrastrada desde los carbones del infierno—. Me perdonarás si no confío a una
inexperta tan preciosa tarea. No me quedaré parado y permitiré esto.

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—Te juro, Noah, que tampoco lo permitiré. Y debes confiar en Bella. La suavidad que ves
esconde un pequeño guerrero feroz y un código moral que rivaliza al mío. Descansa tranquilo con
eso.
—Descansaré cuando Legna esté a salvo. A salvo de sus captores… o a salvo de ella misma.
—Lo sé. Y yo estaré tranquilo cuando esté casado.
—Haz todo lo que esté en tu poder para traerme a la una, Ejecutor, y yo haré lo que esté en el
mío para traerte a la otra.
Jacob extendió su mano y Noah la enganchó para sellar el juramento, sin darse cuenta de que
el toque de Noah quemó ligeramente las cintas rasgadas que cubrían la mano de Jacob.

Isabella estaba cayendo rápido y fuera de control.


Entonces en un parpadeo, cayó a tierra con fuerza, sacando el aliento de su cuerpo y
enviando una lluvia de estrellas a través de sus ojos.
—¡Chispas, dos por el precio de una!—exclamó una distante voz masculina.
—Eso es imposible —replicó un segundo hombre.
—Bueno, lo estás viendo, ¿no? Así que supongo que no es tan imposible después de todo.
—¡Tú! ¡Demon! ¿Qué significa esto?
Hubo un largo, suave y gorgojeante silbido y entonces una terrible voz que Isabella ya había
oído una vez, respondió.
—Esto es… sin precedentes, mi amo. Pero ahora tienes dos. Dos. ¿Seré recompensado?
Déjame libre, mi amo.
—No, Demon. No estoy satisfecho aún. —La expresiva voz cambió, tornándose suave,
hipnótica. —Pero te prometo que tan pronto mis experimentos estén completos, te liberaré.
Bella parpadeó sus medio abiertos ojos, cegándose con la enorme cantidad de luz que
brillaba a su alrededor. La habitación estaba llena de aquella misteriosa luz azul que había visto
primero en el almacén después de encontrarse con Jacob. Se sentó lentamente, con la preocupación
de que cada hueso de su cuerpo se rompiera con el movimiento. Pero después de una rápida
evaluación interna, estableció que estaba sólo un poco magullada. Bizqueando contra la luz, dio un
vistazo a su alrededor.
Yacía en el centro de un enorme pentagrama que había sido dibujado sobre los tablones de
madera. La luz azul se desvanecía rápidamente, permitiendo que su vista mejorara, y vio la
encogida forma de Legna a menos de 30 centímetros de sus pies.
Todo acudió a ella repentinamente y recordó qué había sucedido y entendió exactamente
dónde estaba. Pero, ¿cómo había pasado? Ella no era una Demon. Por lo que le habían dicho,
cuando un Demon era Convocado, esto no causaba ningún daño a nadie en las inmediaciones; una
Convocatoria era específica y limitada a la fuente de poder conectada con el nombre usado en el
acto de aprisionamiento.
Entonces, ¿cómo había sido atrapada en medio de esto?
Se dio cuenta que el cómo y el por qué debían esperar a ser contestados luego. Giró sobre sus
manos y rodillas y se deslizó hacia Legna. Cuando tocó la mejilla de la otra mujer, la sintió como si
estuviera ardiendo por la fiebre. ¿Qué le había dicho Jacob sobre la Convocatoria? ¿Había en algún
momento mencionado cuánto tiempo tomaba para que una transformación se asentara
permanentemente? Oh, ¿por qué no presté atención? ¿Cómo es que no había encontrado un libro con
el tema de la Convocatoria, con todos los libros, rollos, profecías y leyes que había devorado?

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—Mira, una ya está despierta.
—Son mujeres. No sabía que hubiera mujeres.
—¿Nunca has oído sobre los Súcubos? Por supuesto que esas criaturas del infierno tienen
ambos sexos. Mira lo hermosos que ellos mismos se crean. ¿Quién no estaría tentado con esto?
Isabella, finalmente, miró hacia las personas que hablaban. Ahí estaban dos hombres parados
relativamente cerca del pentagrama en el que yacía un hombre y una mujer sentados en una mesa
no mucho más lejos.
Fue entonces cuando notó el olor.
Se trataba de un horrible hedor, como si fueran quemados pelos de animal, gasolina, huevos
podridos, combinados. Sintió su estómago revolverse, y su boca volverse agua por la náusea.
Presionó la manga contra su boca y nariz, con la esperanza que aliviaría el desagradable olor.
—Esta es una pequeña—rió la mujer—. Creo que deberías devolverla.
Los hombres rieron quietamente por el humor femenino. El más alto se movió cerca del
borde del pentagrama, acuclillándose para ponerse al nivel de los ojos de Isabella.
—¿Qué piensas tú, reproductora? ¿Deberíamos devolverte?
Isabella no respondió. En vez de eso, movió a Legna por el torso hasta colocarla en su regazo,
tratando de poner a su inconsciente amiga más confortable, acunando su cabeza contra su pecho,
de manera protectora.
—Aww… qué dulce. Creo que realmente se preocupa por su amiga.
—Déjalo ya, Ingrid. En unas pocas horas éstas dos se verán igual de feas y babosas como los
otros. Luego escupirán nombres para salvar sus propios cuellos como lo hace ese otro. Estos
monstruos no saben nada acerca de lealtad.
Los ojos de Isabella siguieron el gesto descuidado de la mano que el alto nigromante hizo y
por primera vez notó que había un segundo pentagrama en la habitación y en su centro, sentado,
había un Demon transformado completamente, luciendo exactamente como Saúl antes de su
muerte.
—Sabes, Kyle, creo que esta pequeña es más fuerte de lo que se ve. Al hombre le llevó horas
despertarse al principio. La otra mujer está fría, pero ésta ya está consciente.
—Tienes razón. —Remarcó Kyle
Levantó algo del suelo y se lo tiró a Isabella a la cabeza. Ella no pudo hacer más que
aguantarlo con Legna recargada en su regazo. El objeto rebotó en su hombro. Se recuperó y miró
airadamente a sus captores.
—La has enfadado —rió Ingrid, asiéndose a sus lados mientras se balanceaba con humor.
—Aww, ¿Te he enfadado, pequeña reproductora?—se burló Kyle.
—No creo que hable —replicó el nigromante más corpulento, quien estaba sentado con la
hechicera.
—Estoy seguro que lo hace, sólo está siendo obstinada. ¿No es verdad, reproductora? ¿Perra
Demon?—Kyle sonrió malvadamente a Isabella—. Quieres irte, ¿no, pequeña reproductora? Si te
comportas, te dejaré ir pronto. Vamos. Di algo. Sé que quieres.
Isabella volteó su cabeza, luchando con las punzantes lágrimas de rabia. Tenía la certeza que
no estaba en peligro inmediato, pero la vida de Legna dependía de lo que pudiera lograr en los
próximos cruciales minutos. Trataba de calmar sus pensamientos, intentando encontrar la mente
de Jacob, pero él estaba mudo para ella. No tenía idea de cuán lejos habían sido transportadas e
imaginó que el cuarto estaba recubierto de hechizos para impedirle pedir ayuda.

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Pero entonces, reflexionó, si su reprimida habilidad trabajaba tal como lo proclamó Gideon,
debería ser capaz de neutralizar cualquier magia. Así que, esta era una carta oculta y debía
mantenerse tranquila hasta tratar de encontrar la mejor forma de apostar su As particular. Echó un
vistazo a los dibujos de debajo y su alrededor. Estaban hechos para retener a un Demon. ¿Podrían
retener a un Druida? O tal vez, los había desarmado con su mera presencia.
Sus cuatro captores estaban muy ocupados siendo arrogantes y autosuficientes.
Probablemente nunca habían tenido en cuenta que sus cautivos pudieran romper un símbolo de
poder tan infalible. Se fijó en el otro Demon, que estaba al momento masticando una de las garras
de su pata. ¿Por qué deberían dudar del pentagrama? Aparentemente había estado trabajando bien
con este otro Demon.
Oh, Jacob, ¿dónde estás? No sé si estoy lista para hacer todo esto por mí misma.
Pero tendría que hacerlo, cuando se dio cuenta que nada más que el silencio le contestó. No
podía permitir que Legna se convirtiera en su próxima víctima. Más no sólo era una cuestión de
escapar. Tenía que velar porque todos aquellos que posiblemente conocieran el verdadero nombre
de Legna no lo usaran en su contra. Eso significaba no sólo destruir a los nigromantes sino también
al pervertido Demon que había sacrificado a Legna, revelando su nombre por una esperanza de
libertad.
Isabella empezó a mecer su carga suavemente, más para su propia comodidad que cualquier
otra cosa. Trataba de pensar lo más claramente que podía, considerando las muchas opciones y
posibilidades que tenía. Si, en realidad, su reprimido poder estaba afectando su prisión, esto
fácilmente podría afectar a sus captores. Sin embargo, sería descubierta si alguno se acercara y se
diera cuenta de que algo marchaba mal antes de que estuviera lista para actuar.
Físicamente hablando, ninguno presentaba un desafío obvio. La verdad es que el grupo se
veía como una colección de chiflados. Le recordaban al club de ajedrez de la secundaria. Estaba
claro que eran inteligentes, probablemente extraordinarios, para haberse convertido en usuarios de
magias tan complejas. Isabella comprendió que podría sentir otras cosas sobre ellos, sin duda,
porque aún estaba como atada a Legna.
Estaban llenos de una extraña falsa confianza. Sabían que eran poderosos, que eran
inteligentes, que podían hacer cosas increíbles, pero en el fondo esto no cambiaba los
profundamente arraigados sentimientos de insuficiencia que trataban de apartar. Isabella conocía
ese sentimiento. Había sido considerada menos que aceptable en sus días de secundaria. Pero a
diferencia de esos cuatro ante ella, comprendió que ninguno de los comportamientos adolescentes
contaban en el mundo real. Dejó esos sentimientos atrás el día que se graduó en un mundo que
elogiaba la inteligencia y la creatividad y luchaba para conseguirlo.
Los cuatro estaban atrapados en sus mentalidades escolares, aunque ninguno de ellos podía
ser un día menos de treinta años. No era de extrañar que se hubieran convertido a esta
despreciable cruzada, con todas sus horribles consecuencias. Les dio la oportunidad de ser, en
cambio, los matones, poniendo a un grupo de criaturas por debajo de ellos.
Isabella absorbió todo esto quietamente, archivándolo en un lugar accesible. Tenía el
presentimiento de que podría ser práctico.
El llamado Kyle finalmente se movió lejos, luego de haberlo aburrido con su falta de interés
en su inducción. Vestía un manto recto azul y oro de cuento de hadas de Merlín, y los demás igual.
Isabella tuvo que guardarse de reír por lo absurdo y teatral de todo.
—¿Por qué supones que capturamos dos?—preguntó el nigromante.
—Quizás ambas tienen el mismo nombre. No lo sé, Rick. Peroya sabes lo que se dice, a
caballo regalado no se le mira el diente. Santo va a estar muy impresionado. Mientras capturemos
más de estas cosas, mayor será la magia que él comparta con nosotros. Muero por aprender ese
hechizo de fuego del que nos ha estado hablando.

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—Quiero aprender el hechizo de glamour—dijo la hechicera— Mataría por parecerme a una
supermodelo e ir a enseñar a algunos tipos una lección de humildad.
—No necesitas nada de eso. Ahora me tienes a mí—le recordó Rick, acercándose velozmente
a ella y dejando caer un brazo sobre sus hombros.
Isabella cambio su atención lejos de ese intercambio para mirar hacia Legna. Estaba un poco
pálida, aún fría, pero por lo demás parecía no haber cambiado nada. Y por mucho que la alivió,
esto la dejo perpleja. De alguna manera, tenía la impresión que la transformación comenzaba
inmediatamente después de la Convocatoria. Pero entonces, no podía decir si existía algún
problema interno con Legna. Mordió preocupadamente su labio, cerró sus ojos y una vez más trató
de encontrar a Jacob en sus pensamientos.

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CAPÍTULO 14

Jacob se puso de cuclillas en una de las cabezas de las muchas gárgolas que decoraban el
antiguo edificio de ladrillos. Extendió su sentido del olfato en la vigorosa brisa nocturna,
procurando extraer información al tiempo que trataba de calmar el pánico que hacía que su
corazón corriera como loco. Miró hacia el asfalto, diez pisos más abajo, donde Noah se apoyaba
con aparente indiferencia contra la pared de ladrillos del mismo edificio. En realidad, Noah
rastreaba el flujo y reflujo de la energía que le rodeaba. Cada ser vivo en el universo tenía una
huella de energía propia.
Lo que los nigromantes no habían tenido en cuenta es que en una Convocatoria, los Demons
no saltaban de un lugar a otro. La Convocatoria convertía a la víctima en una forma pura de
energía, arrastrándola a través de una ruta sumamente física. Sin embargo, había muchos
kilómetros de recorrido desde el punto de partida hasta el punto final. Esto podía ser rastreado con
mucha facilidad por aquellos que tenían la habilidad de hacerlo.
El problema llegaba al final del rastro. Cuanto más cerca estaba el lugar oculto de los
nigromantes, más confusa se volvía la búsqueda. Jacob había aprendido en la última erupción de
Convocatorias que los nigromantes eran muy buenos camuflándose. Usaban hechizos, señales y
otros métodos para hacerse invisibles aún para el más fuerte de los cazadores Demons.
En ese momento, Jacob se obligó a confiar más en los instintos y la lógica, que en los sentidos.
Era el momento en el que debía de tratar de estudiar detenidamente el lugar más susceptible
donde un nigromante decidiera esconderse. Desafortunadamente, al igual que en el caso de Saúl,
las áreas superpobladas como el Bronx hacían infinitas las posibilidades. Había docenas de
almacenes en la zona del departamento de Isabella. Si no fuera por su intuición, le hubiera llevado
mucho tiempo inspeccionarlos todos.
Sin embargo, los nigromantes no eran muy buenos siendo discretos. En muchas ocasiones,
Jacob los había eliminado con sólo hacer la pregunta que había planteado a Isabella la primera
noche que se conocieron. A menudo, las peculiares actividades nigromantes llamaban la atención.
Y había un elemento que no podían ocultar: su olor. Si recientemente hubieran andado por la calle,
Jacob los hubiera encontrado en un segundo.
Jacob se bajó de la gárgola, descendiendo al suelo con diversos incrementos de peso y
manipulaciones de gravedad. Aterrizó silenciosamente al lado de Noah.
—Mi rastro está frío. ¿Has tenido suerte?
—No —Noah suspiró, frotándose la rigidez del cuello.
—No pueden estar muy lejos de aquí.
—¿Ya pudiste sentir a Bella?
—No, no puedo —Jacob apretó los dientes.
De repente, Jacob sintió un aroma familiar en el aire.
—Elijah —dijeron al unísono él y Noah.
Un momento después, Elijah apareció delante de ellos.
—¿Hay noticias?

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—Gideon cree que puede encontrarlos —dijo Elijah—. Está recorriendo la zona de forma
astral. Habla de algo acerca de que el código genético de Bella es como un faro de neón. No tengo
ni idea de lo que significa, pero seguro como el infierno que sonó como algo bueno para mí.

Isabella paseaba rodeando el lado más alejado del pentagrama, al decidir que mantener cierta
distancia entre ella y Legna podría ayudar a la mujer Demon a recobrar el conocimiento.
Dos de los nigromantes habían abandonado el cuarto. El tercero estaba a una buena
distancia, en la improvisada cocina. La hechicera estaba aún sentada en la mesa, masticando chicle
mientras leía un libro que se veía tan antiguo como los que Isabella había leído en la biblioteca
Demon. Sin embargo, estaba claro que la atención de la mujer estaba dividida entre la página
abierta ante ella y los movimientos de Isabella, los cuales observaba con curiosidad.
Después de unos cuantos minutos, la hechicera dejó el libro y se levantó de la mesa. Metió las
manos en los bolsillos y se acercó hasta el pentagrama.
—Oye, tú —se dirigió a Isabella— ¿Qué son esas ropas? ¿Las cintas y el vestido?
Isabella detuvo su caminata, inclinando la cabeza y observando a la mujer.
—Estaba en una boda —dijo con serenidad.
Los ojos de Ingrid se agrandaron, obviamente no esperaba que Isabella le contestara.
—¿Una boda? ¿Vosotros tenéis bodas?
—Sí —Isabella se paró en el borde del pentagrama— Tenemos bodas, esposos, esposas e
hijos. Tenemos artistas, poetas, doctores y ministros, igual que vosotros.
—Si, seguro que los tenéis —se mofó Ingrid, riéndose.
—¿Por qué tendría que mentir?
—Porque harías cualquier cosa por salvar el pellejo.
—¿Y nuestro instinto de supervivencia es tan distinto a lo que haríais vosotros si se
cambiasen las tornas?
Esa observación pareció desagradar a la hechicera. Cambió el peso de un pie al otro, masticó
el chicle y metió las manos más dentro de los bolsillos.
—Si bueno, si cambiáramos los puestos, no terminaría viéndome así. —Señaló al Demon del
otro pentagrama.
—¿Estás segura? La magia que usas está llena de veneno y maldad. Eso podría hacer que
cualquiera se viera así. Incluso un humano.
—Sí, claro —Ingrid se rió con un ladrido corto—. La magia sólo quita todo ese encanto
mágico que mostráis. Cada Demon que hemos convocado es increíblemente apuesto. No es
natural. Eso es lo natural para vosotros, monstruos.
—¿Monstruos? ¿Qué es lo que nos hace más monstruosos que vosotros? ¿Vosotros que
esclavizáis la vida, el aliento de una persona, usándolo cruelmente sin ningún tipo de piedad o
compasión?
—Tú no eres una persona, eres un Demon del infierno. He leído las historias de maldad,
crueldad y seducción que tanto os complacen. Lo que hacéis está mal. Pero a diferencia de otros
humanos, nosotros no estamos ciegos a la presencia de la magia y a los repugnantes seres de la
noche, que envenenan a gente inocente con vampirismo, licantropía y Dios sabe que más.
—Pareces muy segura.

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—Porque sé que tengo razón.
—Me pregunto —observó Isabella con calma— me pregunto cómo te sentirías si
cambiásemos posiciones y alguien creyera eso de vosotros. Después de todo, usáis magia. La gente
se asustaría de vosotros por ello.
—No seas estúpida. No es lo mismo en absoluto. Y no pienses que tus astutas palabras van a
dar resultado, spawn. Conozco tus trucos.
—No conoces ni la mitad de mis trucos —dijo Isabella, con sus ojos destellando
amenazadoramente.
—Adelante —se burló Ingrid—. Inténtalo. Intenta y usa tus hechizos y magia. Me encantaría
verte retorcer de agonía cuando el pentagrama los reflecte contra ti. Te serviría de lección por
tratar de joderme.
—Tú primero —la increpó Isabella—. Déjame ver alguno de esos poderes que usas tan
honestamente. Lo más seguro es que puedan atravesar la barrera. Vamos, sabes que quieres freír
mis entrañas con esa carga eléctrica que posees.
—Oh, sí —le indicó Isabella con una sonrisa cuando los ojos de Ingrid prácticamente se
salieron de sus órbitas.— Ya he conocido a los de tu tipo. ¡Oh! ¡Y mira esto! Aún sigo viva y entera.
Imagínate —siseó Isabella.
—Eres una mentirosa. ¡Eres perversa, mentirosa perra del Demon!
—Probablemente lo conocías —continuó Isabella con toda naturalidad—. Dijo que teníais
alguna clase de sociedad. No puedo imaginar que sea una sociedad muy grande. ¿Un tipo alto, de
cabello oscuro? ¿Un cruce entre chiflado y atleta? ¿No?
—¡Cállate! —siseó la mujer, sacando las manos de los bolsillos y apretándolas furiosamente.
Fantasmas azules de energía empezaron a chisporrotear en su aura.— Mejor cállate o realmente
verás cuan rápido y fácil mi magia atraviesa el pentagrama.
Isabella se acercó un paso, permitiendo que una sonrisa burlona apareciera en sus labios.
—¡Ingrid, infiernos, aléjate de ahí! —Kyle agarró el brazo de la mujer, apartándola del
pentagrama.— ¿Qué eres, estúpida?
—¡Suéltame! —Ingrid se quebró, soltando el brazo de su agarre— No puede cruzar el
pentagrama. Estaba perfectamente segura.
Kyle miró fijamente a Isabella. Le regaló una astuta sonrisa siendo recompensada por el
temblor de desagrado que le recorrió.
—Entonces —dijo— hablas, después de todo.
—No puedo asegurar mi pronunciación, pero si, hablo.
—Kyle, no parece hablar como los otros —alegó Ingrid bruscamente—. Todos los demás
tienen ese acento raro. Ella suena como… no sé… como si fuera de Brooklyn o algo así.
—¿Qué diferencia hay en eso? —espetó Kyle irritado— Puede hablar como Scarlett O’Hara
por lo que me importa. Todavía es un Demon. Todos son mentirosos y actores, tratando de
engañarnos. Deja de ser tan ingenua, Ingrid.
—¡No estoy siendo ingenua! Te digo que tengo un mal presentimiento con ésta. Es como si ni
siquiera tuviera miedo. Los otros estaban aterrorizados al estar atrapados.
Kyle pareció detenerse y pensar en ello por un momento. Giró y caminó hacia el segundo
pentagrama.
—¡Tú! ¿Conoces a ésa? —apuntó a Isabella.
—Ésa… —El Demon gorjeó con la apreciación, las garras rasgaban y marcaban la madera del
suelo de un extremo al otro.

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Justo entonces, Legna hizo un suave sonido detrás de Isabella. Bella se giró, dividida entre lo
que el Demon iba a decir o auxiliar a Legna. Esperaba que, quienquiera que fuera el Demon, no la
conociera. Sin embargo, en el fondo no importaba. Iba a decir lo que sea que fuera a decir y ella no
iba a ser capaz de detenerlo. Se giró hacia Legna, observándola levantar la cabeza y luego
incorporarse sobre sus manos y rodillas débilmente. Bella no se acercó, por miedo que eso pudiera
afectar la energía recuperada de Legna.
—Aine ya hulli caun —dijo Isabella de repente, dándose cuenta de que podía utilizar sus
habilidades lingüísticas para algo más que interpretar profecías.
Legna giró la cabeza hacia ella, ampliando los ojos por la conmoción y el miedo.
—Demon habla—rió el otro Demon atrapado—. Demon es. Sí.
—¿Qué es lo que dijo? —preguntó Kyle.
Maldición, pensó Isabella furiosamente.
—Demon habla. Sí… —el Demon sacó una astilla extraordinariamente larga del suelo—
Temor, no tengas. Dijo que Legna no debe tener miedo… Indirianna… hermosa, deliciosa
Indirianna.
Isabella tragó con dificultad, abrazándose en busca de calor. Sabía que el Demon había dicho
el nombre de poder de Legna, pudo ver en los ojos de la débil mujer cómo su expresión se
convertía en una de un profundo horror.
—Lucas —dijo roncamente.
—¡Indirianna! —se burló Lucas, saltando de repente en su jaula como un chimpancé loco—
¡Rentinon Siddah to Indirianna!
—¡Lucas! —sollozó Legna, gateando por el lado de Isabella del pentagrama con el fin de
acercarse a Lucas.
—Legna —advirtió Isabella suavemente, tomando a la mujer del brazo y poniéndola bajo su
protección—. No es el Lucas que conoces.
Susurró en el tembloroso oído de la mujer.
—No lo provoques, sus reacciones sólo harán daño a tu corazón.
Legna tragó con fuerza e Isabella pudo sentir la náusea que atravesó a su amiga.
—¿Cuánto tiempo? —logró preguntar Legna, sentándose de repente y examinándose,
pasando las manos temblorosas sobre su cuerpo y manteniendo sus extremidades a la altura de su
vista.
—Poco más de una hora. Legna, ¿Cuánto tiempo tienes?
—No lo sé. Ninguno de nosotros lo sabe. En todos estos siglos, sólo hemos salvado a un
Demon de la Convocatoria.
—¿Sólo uno? —repitió Isabella conmocionada.
—Sí. Y nunca fue el mismo a pesar de ello. Era como si en su interior, su educación luchara
contra un loco animal.
—¿Qué pasó con él?
Los ojos de Legna se llenaron de lágrimas y miedo.
—Jacob lo mató. Tuvo que hacerlo. Empezó a atacar a nuestras mujeres. Cuando Jacob lo
atrapó, tuvieron una terrible pelea, Jacob tuvo que matarlo para salvar su propia vida. Oh, Bella….
Estoy tan asustada. ¿Qué hará Jacob cuando me encuentre?
—Legna… Legna, Jacob no va a matarte.

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—¡Jacob el Ejecutor! ¡Ejecutor viene! ¡Mátame! ¡Mátame, Ejecutor! —el salvaje animal frente a
ellas empezó a burlarse, riendo de forma compulsiva mientras saltaba y rodaba alrededor de su
prisión salvajemente.
Legna jadeó e Isabella palideció.
—¿Sabes el nombre de Jacob? —susurró con fiereza Legna.
—No. No lo sé.
Legna suspiró con alivio, relajándose por primera vez desde que recobró la conciencia.
—Bien. Lucas es un Demon Mental, es decir, que es un telépata consumado. Podría robártelo
de los pensamientos.
—No, Legna. Se te olvidó. Soy inmune a los telépatas. Ninguno puede leerme excepto Jacob.
—Sí, es cierto. Sí, bueno —agregó Legna sin aliento, su pecho subía y bajaba con rapidez—.
Pero… el Destino me ayude, sin mis poderes no puedo evitar que obtenga los nombres de mí.
—Aléjate de mí, Legna, puede que eso ayude.
—No. No me apartes —suplicó Legna llena de miedo.
—Está bien. Shh. Está bien —susurró Isabella, abrazándola contra sí—. Vamos a intentar
entender algo. ¿Sabes cuánto tiempo estuvo atrapado aquel Demon rescatado?
—No lo sé. Pero Jacob me dijo que había tardado cuatro horas en encontrar a Saúl.
—Está bien. No tengas miedo. No dejaré que te suceda a ti.
—Oye, spawn. Dejar de parlotear. Si estáis planeando escapar, ya podéis ir olvidándolo —
ladró Kyle, haciendo a Legna saltar en los brazos de Isabella.
—Vuestros hombres no pudieron escapar por mucho que lo intentaron, así que podéis
apostar que os falta mucho para siquiera intentarlo.
—Genial. Un nigromante chauvinista. Justo lo que necesita el mundo —dijo Isabella
secamente.
—Mejor controlas tu boca —advirtió Kyle.
—Isabella, no lo provoques —suplicó Legna.
—Está bien. No lo haré —Isabella acarició los mechones coloreados de café de manera
consoladora.
Se quedó en silencio y el nigromante pareció complacido con su obediencia. Caminó hacia
Ingrid otra vez, andando con una resuelta arrogancia.
—¿Lo ves? Está tan asustada como los demás. Sólo trataba de esconderlo, Ingrid.
—Si tú lo dices. ¿Cuándo haremos el primer hechizo? Quiero ver que clase son éstas. En
especial la más pequeña.
—Dame una media hora. Cuando los otros regresen.
Isabella examinó los ojos de Legna. También había oído a Kyle y estaba claro que había
apartado el miedo mientras trataba de pensar lógicamente. Bella deseó que no lo hiciera. Si Legna
empezaba a pensar acerca de los poderes de Isabella, con el Demon mental tan cerca como para
leer sus pensamientos…
—Elefantes rosados —murmuró Legna—. Elefantes rosados.
Isabella sonrió, permitiéndose una pequeña carcajada.
—Elefantes rosados con vestidos de puntos de polka1 —añadió ella.

1
Estampado de puntos grandes de colores brillantes.

- 171 -
—Elefantes rosados con vestidos de puntos de polka y sombrillas rojas brillantes.
—¡Elefantes rosados! ¡Paquidermos rosados! ¡Puntos! ¡Puntos por todas partes! —rió Lucas
felizmente.
Legna e Isabella intercambiaron miradas de triunfo. Mientras Legna guardara la absurda
imagen en su cabeza, la identidad y habilidades de Isabella estarían a salvo de ser descubiertas.
Bella tuvo que admitir que no hubiera tenido tal control. Inadvertidamente habría robado el poder,
pero no podría haber robado la experiencia y sabiduría de Legna, sus siglos de formación para
dominarse en todo momento.
Así que, estaban solas con dos seres mágicos. Isabella consideraba que éste era un buen
momento para tratar de escapar, pero eso dejaría a otros dos libres que conocían el nombre de
Legna. Tampoco podía depender de que Jacob llegara a tiempo, aunque sería de mucha ayuda que
lo hiciera.
—Dios, Jacob, ¿dónde estás? —murmuró contra el cabello de Legna.
Isabella apoyaba su peso en una mano, las puntas de sus dedos rozaban el círculo dibujado
que las vinculaba. Tomó nota de esto y echó un vistazo para ver si estaba siendo observada de
alguna manera. Los nigromantes estaban distraídos. Usando el cuerpo de Legna para ocultar sus
acciones, pudo probar su habilidad para cruzar el dibujo. Lentamente, mordiendo con fuerza el
labio, arrastró los dedos sobre el borde de su prisión, y luego, rápidamente, los retiró.
Primera prueba exitosamente completada, pensó Bella, con un suspiro de alivio cuando vio que
no había ninguna reacción adversa. No estaba vinculada al pentagrama.
De repente, Legna temblaba, su cuerpo entero se tensó. La empática de pronto se debilitó,
cayendo al suelo, desmayándose. Pero entonces, una suave brisa misteriosa desarregló el vestido y
el cabello de la inconsciente mujer. Un momento después, sus ojos se abrieron y se sentó. Miraba
fijamente a Isabella.
—Saludos, pequeña Ejecutora —dijo ella, los ojos plateados brillaban con una experiencia de
años.
—¿Gideon? —susurró Bella agitada.
—Ningún otro —Gideon se levantó, la forma de conducirse a sí mismo irradiaba
distintivamente a través de la figura de Legna. Miró alrededor, evaluando todo lo que veía.
Entonces cerró sus ojos y se concentró.
Tras un largo un momento, el médico acomodó el cuerpo de Legna frente a ella, sentándose
con una rodilla levantada y la muñeca descansando relajadamente sobre ella. Era una postura tan
claramente masculina que Isabella tuvo que bajar los ojos antes de acabar riéndose.
—Dime lo que sabes —instruyó él con su habitual carencia de gentileza.
—Cuatro nigromantes, tres hombres y una mujer, y, como ves, Lucas —señaló al Demon de
enfrente—. Gideon, ¿cómo es que estoy aquí?
—No lo sé, a decir verdad. Tengo una hipótesis, y cuando mi sondeo esté completo, te daré
los hechos.
—Gideon —gruñó bajo, entre dientes—, me conformaré con tu mejor conjetura.
—Muy bien. El nombre de poder de un Demon está conectado a la esencia de poder de ese
Demon. Un poder que estabas absorbiendo al momento de la Convocatoria de Legna. Mi conjetura
es que, debido a esto, fuiste confundida con el objetivo real y atraída en la Convocatoria al mismo
tiempo que Legna lo hacía.
—Oh. Ya veo.

- 172 -
—Un acto de providencia, Ejecutora. Mi diagnóstico interno me dice que Legna está intacta y
bien, no se ha visto afectada por la trampa. Sospecho que has anulado la energía que podría causar
su transformación.
—¡Hey! ¿No os dije a vosotras dos que pararan de parlotear? —Kyle ladró desde el otro lado
de la habitación.
Gideon miró al nigromante como si fuera algún tipo de mosca irritante.
Ella se inclinó en un susurro.
—¿Dónde está Legna?
—La envié a dormir. Está segura en su subconsciente.
—No sabía que podías hacer eso.
—¿Nunca has oído sobre la posesión Demoníaca?
La columna de Isabella se enderezó con sorpresa. Si no lo hubiera sabido bien, habría jurado
que Gideon acababa de soltar una broma. Pero su semblante era tan normal como siempre.
—Es suficiente. Voy a enseñarte una lección, spawn —escupió Kyle, marchando hacia el
pentagrama, sus ojos marrones estaban llenos de una indignante furia.
—¿Qué te importa si hablamos la una con la otra, nigromante? ¿Tienes tanto miedo de no ser
capaz de dominarnos? —contrarrestó Isabella, tratando de jugar con su psicología con el fin de
mantenerlo alejado de cualquier cosa que pudiera revelar la verdad de la cuestión.
—¡Difícilmente! —bufó él—. Pero aprenderás a obedecerme, pequeña perra.
Kyle miró alrededor, claramente tratando de decidir una forma de castigo. La respiración de
Isabella empezó a acelerarse y buscó la comodidad de los ojos plateados de Gideon. En vez de eso,
los vio cerrarse y un momento después el cuerpo de Legna cayó sin vida al suelo.
—Hiciste que aquella se desmayara —se rió Ingrid—. ¡Esto es muy gracioso! Vamos, Kyle.
Enséñale una lección. Esa se lo merece.
Isabella se puso de pie repentinamente, revitalizando la circulación, asentó los puños en las
caderas. No aceptaría su amenaza sentada en el suelo como una debilucha.
—Kyle, ¿qué está pasando?
El nigromante se giró para ver a los otros dos que habían regresado.
—Bien. Han vuelto. Empecemos con el hechizo. No puedo esperar para escuchar a estas dos
gritar.
Isabella cruzó el ancho del largo símbolo, llegando justo hasta el borde más cercano a los
usuarios de magia. Ellos la ignoraron mientras juntaban sus manos para formar un rudimentario
círculo. Oyó a Legna moverse en alguna parte detrás de ella, al tiempo que Lucas comenzaba a
chillar. Monstruo o no, era obvio que estaba familiarizado con el ritual que estaba comenzando y
eso lo tenía profundamente aterrorizado.
—¿Bella?
—Quédate atrás. Conserva tu fuerza —siseó Isabella a Legna.
Chispas de luz azul empezaron a centellear como pequeños fuegos artificiales alrededor de
los nigromantes.
¡Date prisa, Gideon, date prisa!, rezaba con fiereza.
Estamos llegando, pequeña flor.
Isabella estaba tan increíblemente aliviada de escuchar esa poderosa y amada voz en su
cabeza que sintió ganas de llorar.

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¡Jacob! ¡Por favor, no puedo hacer esto sola! No puedo proteger a Legna, luchar con los nigromantes y
con el Transformado, todo yo sola. ¡Sé que no soy tan fuerte!
Cálmate, Isabella, eres capaz de hacer lo que sea que necesites hacer para sobrevivir. Siempre ha sido
así. Ya casi hemos llegado.
Hay cuatro de ellos, y saben cómo combinar sus fuerzas. Están comenzando un hechizo. Por favor, ten
cuidado, Jacob. ¡Si te acercas demasiado a mí no tendrás tu poder!
Lo sé, cariño. Relájate y confía en nosotros. Cuando yo te lo diga, prepárate para distraerlos. Si
quiebras su concentración, eso los engañará y el viento los golpeará desde afuera.
Ya sé lo que hay que hacer.
Esa es mi pequeña Ejecutora. Sólo recuerda, una vez que rompas la magia, liberarás a Lucas también.
Nosotros nos encargaremos de los nigromantes. Tú debes concentrarte en Lucas.
Isabella asintió pensando que él podía ver el gesto. Se enfocó enteramente en el cuarteto ante
ella, sus ojos dilatándose en rendijas lavandas de concentración e intención. Todo se desvaneció de
su conciencia, sólo las cintas de luz azul que ondeaban entre los nigromantes llamaban su atención.
Si hubiera visto su sonrisa en ese momento, se hubiera dado cuenta que se había convertido en la
cazadora que estaba destinada a ser.
Bella, hazlo ahora. Sé cuidadosa.
Ni siquiera respondió. Dando un paso fuera del borde del pentagrama, aclaró su garganta
audiblemente mientas avanzaba rápidamente hacia ellos.
—Discúlpenme, pero, ¿dónde puede una chica conseguir algo de comer por aquí?
Ingrid fue la primera en mirarla.
—¡Kyle! —gritó ella, sus ojos prácticamente colgando de su cabeza—. ¡Kyle, está fuera del
pentagrama!
Kyle saltó de golpe para mirar a Isabella, la energía azul destellaba como salvajes cuerdas
retorcidas, como si su flujo hubiera sido perturbado.
—Eso es porque no es una Demon. Hombre, para ser un grupo de idiotas, sí que son
estúpidos.
Eso lo cortó. La concentración se fue al infierno así como la magia que controlaban. Una
enorme explosión de fuerza aplastante los disparó a los cinco desde sus pies. La espalda de
Isabella se azotó violentamente contra una pared y su respiración se forzó desde sus pulmones, el
sonido siniestro de un hueso rompiéndose resonó en su oído mental. Cayó al suelo como una
piedra, aterrizando con un débil gruñido. Trató de levantarse, incorporándose sobre sus manos y
rodillas, jadeando por aire y luego perdiéndolo una vez más en un grito de dolor que floreció
brutalmente desde su lado derecho.
Apretó los dientes, decidida a vencer el dolor y ponerse de pie. Jacob y los otros la
necesitaban. Era la Ejecutora, nacida para cazar al Transformado, y necesitaba hacer su trabajo.
Tambaleándose sobre sus pies, apartó su salvaje cabello lejos de la cara, causando otra punzada de
dolor en su costado.
Entonces vio a Jacob.
Entró en el cuarto en una detonación de polvo oscuro y malicioso, que se integró para formar
su alta y poderosa figura en un soplo. La rabia irradiaba de él como un resplandor, cada músculo
de su cuerpo tallado con una belleza mortal, cada hermosa línea de su rostro impresa en el mármol
de la venganza.
Verlo por fin, le dio una avalancha de fuerza y determinación diferentes a cualquiera que
hubiera conocido antes. Se enderezó, llena de orgullo por su compañero, su mano cayendo lejos de
sus costillas mientras el dolor fue empujado hacia el olvido. Una ráfaga de viento la golpeó,

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revoloteando su cabello recogido en una sedosa cascada negra detrás de su cabeza. Ni siquiera se
fijó en Elijah volviéndose sólido. Su total atención estaba en el segundo pentagrama.
Lucas saltó al aire. Sus poderosas alas al fin libres para cargarlo fuera de su prisión. Se dirigía
hacia una ventana grande, obviamente imperturbado por el cristal en su camino. Isabella lo
persiguió, escalando una serie de cajas apiladas hasta el nivel de la ventana. No podía haber
deseado mejor suerte. Si ambos tomaban batalla afuera, no tendría que preocuparse por la
interrupción de los poderes de los Demons que luchaban con los nigromantes detrás de ella.
¡Bella! ¡Afuera no! Si llega a abrirla, se te escapará.
Confía en mí, amor, él no quiere eso. Tú mismo me dijiste que el Transformado sólo tenía dos
pensamientos. Ahora el primero, de libertad y auto-preservación, está satisfecho, eso deja sólo al segundo, y la
luna llena lo magnifica miles de veces.
Sintió la inquietud y la duda rondando dentro de él, pero no dijo ni pensó nada para
contradecirla. Regresó a su tarea, saltando precipitadamente de la ventana minutos después de
que Lucas se estrellara contra el cristal.

Elijah se giró hacia el nigromante más cercano, un bajo y regordete tipo, quién se veía que ya
se iba al suelo debido al miedo. Le envió una malvada sonrisa y un gruñido de saludo.
—Vamos, nigromante, al menos hazlo interesante. Sabes… morir en el fuego de la gloria y
todo eso.
Elijah recibió un potente rayo de poder en el centro de la espalda en respuesta. Se tambaleó
hacia delante por la fuerza del impacto, y sintió su carne como si hubiera sido desollada. El
guerrero fue capaz de ignorar el dolor que continuó, habiéndose entrenado para permanecer en
pie con la peor de las heridas, recuperó el equilibrio para enfrentar a su atacante.
—¡Déjalo en paz, tú, monstruoso bastardo!
Una mujer. Y era cinco veces más poderosa que aquella que estaba protegiendo. Antes de
que Elijah pudiera moverse, una línea blanca y bronceada se estrelló en la mujer, lanzándola a
tierra. Legna dejó escapar un grito de triunfo mientras tomaba a la otra mujer por la garganta,
forzándola a quedarse quieta y enlazando los ojos con ella.
—Spawn2 , ¿no? ¿Directamente del infierno, sí? —siseó maliciosamente, un resonante y
salvaje sonido que se triplicó fuera de ella. La avalancha de poder que regresó hacia ella la hizo
marear, así como la afilada influencia de la luna fortaleció su rudeza. Su mirada de depredador
traspasó la lente y la retina, conduciéndose a través del túnel de la negra pupila, orientándose
hasta la mente de la nigromante—. Mira, hechicera. Mírate en el infierno.
Legna atravesó cada memoria, cada fuente de imágenes de miedo que los cautivos habían
tenido. Devastó la mente de la mujer, como un minero devasta la tierra, arrastrando de ella
preciosos minerales de pecado y diabólicas injusticias que había cometido.
Ingrid gritó en tono espeluznante cuando se sintió empujada hacia las entrañas de las
imágenes de su infierno personal, esos que la habían aterrorizado desde que aprendió el concepto
cuando tenía seis años. Estaba echada en un hoyo de fuego y veneno, sintiendo su carne corroerse
cuando escuchó al infierno gritar su nombre, largo y fuerte con toda la intención de castigar. Cada
persona que había ajusticiado en su vida, emergió del fondo venenoso donde estaba hundida, cada
uno agarrándola, arañándola y aullándole en venganza.
Estaba muy viva cuando sus acusadores comenzaron a rasgarla en pedazos. Y bastante
muerta bajo las manos de Legna, para el instante en que ellos terminaron.

2
Hace referencia a un conocido personaje de comic

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—El infierno está en tu mente, nigromante —susurró a su derrotada enemiga—, y así como la
muerte, en el mismo momento en que creíste en ello.

Mientras tanto, la forma astral de Gideon se estaba cerniendo sobre el tercer hombre. El
usuario de magia estaba considerando sus opciones, tratando de averiguar qué hacer, y Gideon
pudo verlo en el furtivo cambio en sus ojos.
—Un ataque será inútil. No puedes lastimarme, niño —declaró Gideon inexpresivamente.
Desafortunadamente, el nigromante no se dio cuenta de que Gideon estaba meramente
estableciendo un hecho.
El nigromante empezó a conjurar una nube de veneno, usando un gesto de sus manos para
enviar el remolino alrededor del cuerpo del Demon. Lo respaldó con un empuje de fuerza,
tratando de dirigir el veneno a la estructura celular del Demon. Gideon observó el veneno filtrarse
a través de él como si estuviera estudiando el patrón de marcha de las hormigas. Sin embargo,
como estaba en la adherencia corpórea más ligera de su forma astral, el veneno no tenía dónde ir,
por lo que acabo deslizándose fuera de él y derramándose en el piso. Los ojos del nigromante casi
se salieron de sus órbitas al ser testigo de esto. Luego fue inmovilizado por una par de implacables
ojos plateados.
—Qué trágico, cómo tan débil y patético ser ha logrado causar dolor a los de mi clase —
observó Gideon fríamente.
Entonces, con la rapidez de un pensamiento, Gideon se hizo totalmente corpóreo, su forma
astral se solidificó en la perfecta manifestación de sus fieros reflejos y dura musculatura. Se lanzó
hacia delante con gracia salvaje, una mano salió disparada para engancharse alrededor de la
garganta del nigromante. Giró en un solo movimiento, azotando a la desagradable criatura contra
la pared añadiendo una contrafuerza en su arrojo por estrangular la vida del nigromante que
pateaba y luchaba. Con la sola presión de los dedos y la palma, desempeñó el papel de la muerte
que se cernía sobre el maldito tonto mortal. Magia poderosa o no, era como cualquier frágil
humano, ninguna competencia para la fuerza del Demon. Esto sin hacer mención de la apenas
controlada furia con la que el Antiguo se encontró combatiendo.
—Nunca más amenazarás a Magdelegna o a cualquier otro Demon con tu ignorancia y
avaricia. Tu muerte es un castigo demasiado fácil. Estate agradecido por eso.
Un último jadeo salió del nigromante, y Gideon lo soltó con una ausente agitación de la
mano, como si se sacudiera algo contaminante, mientras el cuerpo caía al piso. Le dio la espalda
sin el más mínimo pesar.
Su mirada de mercurio buscó a Legna, posándose en ella cuando se levantaba de su posición
sobre la mujer nigromante. Ella tiró hacia atrás la cabeza y los hombros, tomando la profunda y
limpia respiración de una mujer depredadora satisfecha por su víctima. Siempre había sido la más
hermosa mujer que había visto, pero ahora, en este momento de victoria, estaba impresionante.
Gideon sintió una respuesta salvaje dentro de él, una urgencia tan vital que le tomó cada onza de
su formidable control para bloquearlo de sus pensamientos y que así, ella, no se diera cuenta.

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CAPÍTULO 15

Fueron Jacob y Noah, codo con codo, quienes se enfrentaron con Kyle.
De lejos el más poderoso de los cuatro, desató una descarga de lanzas eléctricas desde sus
dedos. Noah extendió una mano y cada uno de los rayos repentinamente se dirigieron hacia ella
como si fueran atraídos por algún tipo de imán. Hubo una pequeña explosión sónica cuando Noah
absorbió el fiero ataque y literalmente absorbió la energía en la suya propia. Noah estaba
impresionado con cómo el nigromante permanecía impertérrito, sirviendo instantáneamente un
segundo ataque.
Inesperadamente, el suelo bajo Noah y Jacob se resquebrajó, enviándoles a chocar contra él.
Con un rápido pensamiento, Jacob alteró su peso y la fuerza de la gravedad, permitiéndoles caer
sobre sus pies en un suave aterrizaje. Se giraron para lanzarse de vuelta hacia el nivel del
nigromante, pero la descarada criatura los había seguido abajo, levitando por encima de ellos
mientras desataba una tercera ofensiva.
Salidos de ninguna parte, un granizo de clavos de hierro voló de repente frente a los dos
Demons.
Jacob los sintió hundiéndose en su hombro, cadera y muslo antes de que se diera cuenta
siquiera que estaban viniendo hacia él. Varios más golpearon a Noah, derribando al Rey. Cada
clavo se sentía como si alguien estuviera apagando un cigarro profundo en el tejido de su cuerpo.
Ardían, abrasando la carne, con el dolor poniéndole de rodillas. Utilizando cada onza de
concentración que pudo reunir, extendió la mano hacia Noah y, agarrándole la muñeca,
deshaciendo sus cuerpos en remolinos de polvo oscuro. Los clavos quedaron atrás y cayeron con
estrépito en el suelo de cemento.
Los Demons se rematerializaron, ignorando el dolor mientras al fin abrían un contraataque.
Noah liberó una bola de fuego, catapultándola hacia el nigromante con sorprendente
velocidad. El nigromante murmuró un rápido hechizo y la bola de fuego golpeó una barrera
invisible a no más de un pie de su objetivo. Noah juró por lo bajo justo cuando Jacob enfocó sus
pensamientos. Noah sintió que la atmósfera de la habitación cambiaba y vio al nigromante
temblar. Jacob limitó su efecto, no deseando echar el edificio entero abajo mientras manipulaba la
gravedad. El nigromante se tambaleó bajo su propio peso creciente, cayendo de rodillas.
Entonces de repente Jacob fue golpeado con una poderosa devolución de su propio poder.
Chocó contra él, barriéndole y tirándole ruidosamente al suelo con una tos de aliento robado.
Nunca había experimentado esto antes. Su experiencia en los tratos con nigromantes en la historia
estaba limitada a la caza del Transformado. Era Elijah el que tenía el mejor conocimiento para
derrotar a estas criaturas. Encontró un nuevo respeto por el Capitán Guerrero mientras se daba
cuenta de que el nigromante era mucho más peligroso de lo que él y Noah de habían atribuido.
El nigromante estaba sonriendo de oreja a oreja, claramente divertido por los frustrados
intentos de atacarle. Entonces extendió las manos mientras murmuraba otro encantamiento. Esta
vez el granizo de hierro que iba rápidamente hacia ellos era una multitud de cuchillas como las de
una sierra circular, llenando la habitación con un sonido agudo mientras giraban a través del aire
hacia ellos. Jacob y Noah pronunciaron exactamente la misma palabrota mientras estallaban en
humo y polvo, escapando ilesos por poco.

- 177 -
—¡Eso es, spawn! —se burló el nigromante—. Escapad mientras estéis bien. ¡Tengo más
modos de lanzaros hierro de las que podáis imaginar nunca!
—Tenemos que salir de aquí. Estamos entorpeciendo la batalla de Jacob y Noah. No pueden
ir a plena capacidad con nosotras en el edificio —dijo Legna rápidamente.
Gideon desapareció instantáneamente, Elijah agarró a su prisionero nigromante por la nuca y
se diseminó por el aire. Legna subió rápidamente por la escalera de cajas que Isabella había puesto
hasta la ventana de modo que pudiera ver fuera. Se concentró en la esquina de la calle cercana y
luego desapareció del edificio con un silencioso “pop” reapareciendo en su elegida esquina.
Se giro para mirar de frente a los hombres mientras se rematerializaban cerca de ella.
—¿Dónde está Isabella?
—Bien.
—Sí, sí, lo sé todo —murmuró Isabella mientras el Demon alterado la rodeaba en una
obscena danza de interés lujurioso.
No estaban demasiado lejos del edificio que acababan de dejar, abajo en un hoyo de basura
excavado recientemente, aparentemente una nueva obra de algún tipo. Isabella era consciente de
los esfuerzos de Jacob con el nigromante en el edificio detrás de ella, pero estaba concentrada
principalmente en las lascivas contemplaciones del Demon Transformado frente a ella. Echó una
mirada alrededor, preguntándose si alguna maquinaria de construcción le proporcionaría el
arsenal de hierro que tanto necesitaba. Pero el hierro era un metal obsoleto, el acero era el elegido
desde hacía mucho tiempo por su fuerza y resistencia a la corrosión.
Las fosas nasales del Demon se ensanchaban mientras tomaban repetidamente su olor, y la
lengua bífida lamía arriba y abajo uno de los largos colmillos en obvia avaricia.
—Vamos, guapo, sabes que lo quieres. —Le invitó suavemente, echándose hacia atrás el pelo
de modo que pudiera hacer alarde de las exuberantes curvas de su cuerpo. Sonaba muy confiada
en sí misma, lo cual era realmente sorprendente teniendo en cuenta que el corazón estaba a punto
de salírsele del pecho por la ansiedad. ¿Podría hacer esto sin un arma de hierro?
Recuerda, florecilla…
Su mente se llenó de repente con una imagen tras otra del entrenamiento con Elijah, así como
con las victorias cuerpo a cuerpo que había logrado con un pequeño esfuerzo desde que esta
aventura en su nueva vida había comenzado. Había sido el instinto que la había hecho seguir
adelante, y era el instinto combinado con el entrenamiento lo que la haría salir victoriosa incluso
más fácilmente.
El Demon se abalanzó sobre ella, cayendo al suelo y escarbando en la basura cuando su
objetivo se movió demasiado rápido para que él lo entendiera. Se levantó a cuatro patas,
resoplando y sacudiéndose el polvo como un perro se sacudía el agua, volviéndose para ver dónde
había ido ella. Estaba de pie exactamente donde había estado cuando había comenzado el ataque,
limpiándose suciedad invisible de la falda de su vestido plateado.
El Transformado la miró confundido durante un momento, olfateando con cautela para ver si
ella era el mismo objetivo que había intentado obtener. Esta vez fue él el que se movió demasiado
rápido para que lo distinguiera, y sus garras rasgaron el sedoso tejido del vestido cuando ella saltó
apartándose en el último minuto. Isabella jadeó por la sorpresa mientras en el costado florecía el
dolor una vez más, esta vez con la herida añadida de las sucias zarpas penetrando su frágil piel. El
Demon la abofeteó, derribándola y enviándola a la basura con una fuerte tos. Fue torpemente al
otro lado de ella, encaramándose sobre su cuerpo, agarrándola ávidamente y manoseándola con
manos de garras babosas.
—¡Bella!

- 178 -
La cabeza de Noah se sacudió cuando Jacob de repente gruñó el nombre de su pareja. Estaba
claro que la concentración del Ejecutor estaba dividida en ese momento entre dos batallas, y Noah
necesitaba que se concentrara solo en una. Agarró a Jacob de la manga, sacándole de un tirón del
alcance del último ataque del nigromante, golpeándole físicamente contra una pared cercana de
modo que tuviera su total atención.
—¡Presta atención! —le gruñó Noah.
La indignación de Jacob sirvió para que Bella triplicara las uniones entre su corazón y su
alma, impulsando su reacción. Extendió la mano hacia arriba y pasó las uñas sobre los ojos de la
apestosa criatura. Esta echó hacia atrás la cabeza inmediatamente, aullando de dolor e ira. Isabella
giró en el suelo sobre su cadera y sus piernas volaron con una fuerza espectacular hacia la cabeza
del Demon. Hubo un satisfactorio crack cuando los dos se encontraron.
Una vez que el Demon hubo caído, la pequeña Ejecutora fue hacia él con fuerza incontenible.
Luchó como una gata salvaje, urdiendo cada golpe a los lugares más vulnerables con astucia
depredadora. Si alguien la hubiera visto, hubieran pensado que estaba jugando con la poderosa
criatura, jugando con él como un niño juega con la desagradable comida de su plato. El Demon
aulló de dolor y frustración mientras el suave y bonito juguete que había deseado se volvía contra
él con la venganza de veinte infiernos.
Bella murmuró una veloz oración al Destino de Jacob antes de lanzarse con todas sus fuerzas
hacia el Demon, con la mano cerrada en un puño fiero mientras apuntaba a la deformada cavidad
torácica que protegía su venenoso corazón.
El grito de un felino salvaje ululó a través de la noche.
Jacob y Noah intentaron desplazarse rápidamente hacia el nigromante en sus formas
insustanciales, pero fueron rechazados por otra barrera que los mantenía a raya. El Ejecutor y el
Rey cayeron sobre sus pies con sus formas completas.
—¿Cómo Demonios nos acercamos a él?
—Los demás están fuera del edificio. No necesitamos acercarnos más a él —anunció Jacob
misteriosamente. Extendió los brazos y literalmente sacudió el mundo.
El nigromante no estaba preparado para el terremoto y su reacción instintiva humana de
miedo mientras el edificio comenzaba a derrumbarse a su alrededor. Eso rompió su concentración,
y Noah tomó ventaja en un latido. Lanzó una enorme bola de calor, haciendo que todo lo
inflamable ardiera. Solo dejó a salvo la zona inmediatamente alrededor de Jacob. La habitación
estalló en llamas. El nigromante gritó mientras su ridícula capa y el resto de sus ropas se volvían
cenizas instantáneamente. El olor de la carne quemada llenó el aire.
Y así, en un momento, la batalla se acabó.
Jacob y Noah dejaron el infierno. Noah no estaba en peligro, pero Jacob solo podía soportar el
calor durante un tiempo. Aparecieron en la acera junto a los demás, arrastrando el olor del humo y
el hollín con ellos.
—Mmm, un acogedor fuego de campamento, querido hermano. —Legna se rió, echándole
los brazos alrededor y dejando que la abrazara con el devastador alivio de su corazón.
—¿Estás bien? Dime que estás bien —dijo con fiereza, prácticamente eliminado el aire de su
cuerpo.
—Estoy bien Noah. No me ha pasado nada. Gideon dijo que fue por Isabella.
—Gracias Destino —dijo febrilmente—. Gracias por Isabella, Destino.
—¿Dónde está Isabella?
Todos se quedaron quietos y se giraron para mirar a Jacob.

- 179 -
—¿No lo sabes? —preguntó Elijah.
—No. No puedo… Ella no está conmigo… —Levantó la cabeza como si escuchara algo—.
Esperad… está cerca… y está enfadada. Maldita sea, está llorando.
Como si hubiera estado coreografiado, todos excepto Elijah dejaron la acera, cada uno a su
manera, apresurándose tras el polvo diabólico que era Jacob.
Jacob se transformó en su forma sólida en el suelo de la obra, girándose enérgicamente para
buscar a su Bella. El alivio lo bañó cuando la vio sentada en un madero alejada varios metros.
Corrió hacia ella con la velocidad de un guepardo, patinando al detenerse en el polvo sucio que la
rodeaba.
—¿Bella?
Ella miró hacia arriba cuando él habló, y Jacob no pudo evitar el grito ahogado que se le
escapó. El sonido resonó varias veces mientras los demás le alcanzaban. Isabella estaba cubierta de
suciedad, hollín y algo que solo podía ser descrito como una sustancia viscosa. El lugar más limpio
en ella eran los dos ríos de piel de la cara que habían sido aclarados por sus lágrimas.
Y además estaba su pelo. Sobresalía en cortos y churruscados picos, pequeños zarcillos de
humo se elevaban aún de la achicharrada masa.
Bella rompió a llorar de nuevo, sollozando con tal miserable desdicha que Jacob cayó de
rodillas y la recogió contra sí mismo.
—Oh, mi amor, calla. Todo estará bien. —La calmó, abrazándola y consolándola lo mejor que
pudo—. ¿Qué ocurrió? —Olía fatal, se veía fatal, pero en su mayor parte parecía ilesa, y nada
podía haber aliviado más a Jacob. Dio la bienvenida a la vitalidad y la emoción de sus lágrimas.
Estaba llorando, avergonzada y enfadada como el Demon consigo misma por alguna razón que él
no podía comprender en ese momento, pero estaba viva y a salvo y en sus brazos a donde
pertenecía. Nada más importaba.
—Yo… lo olvidé… —hipó miserablemente—. Es tan estúpido. —Se estremeció con otro
sollozo—. Olvidé que después de que matas esas cosas… ¡estallan en llamas! Oh, Jacob, ¡me quemé
todo el pelo! —gimió lastimosamente.
Jacob volvió la cara a un lado, intentando por todo lo que merecía la pena ni siquiera pensar
en reírse. Si ella captaba una pizca de humor en él, no dudaría en matarle en el sitio. Sin embargo
era difícil, a causa del aluvión de alivio que apoyaba la estela de humor que burbujeaba en él.
Desafortunadamente, Noah no ejerció la misma cantidad de control. Hizo un sonido
amortiguado de una risa pobremente amortiguada, ganándose un golpe en mitad de la cabeza de
su hermana pequeña.
—¡Noah! ¡No te atrevas! —siseó Legna.
—Lo siento Bella —balbuceó el Rey sobre su escape de risa—, pero ¡no puedo evitarlo!
—Bien. —Isabella sorbió con indignación—. Continúa y ríete. Me lo merezco. —Volvió los
ojos hacia Noah, la chispa de temperamento en ellos fue demasiado rápida para que Jacob lo
captara—. Después de todo, te quemé y te dejé calvo, Noah, y estoy segura de que ¡te veías dos
veces más ridículo que yo ahora!
—¡Bella! —Legna jadeó incrédula, soltando una carcajada mientras el humor de su hermano
se desvanecía instantáneamente y se ponía rojo como una amapola.
Entonces Bella rió, un sonido corto que fue mitad risa mitad sollozo.
—Supongo que me veo muy graciosa. Y sé lo fuerte que estás intentando no reírte, Jacob, así
que también puedes desistir.
—No, no me reiré de ti, florecilla. Estoy demasiado aliviado por tenerte de vuelta para reír.

- 180 -
Bella se limpió las lágrimas con las manos sucias, provocando que un diseño de remolinos
apareciera en la suciedad de sus mejillas. Le miró con ojos tímidos.
—¿Podemos ir a casa? Necesito una ducha.
—Claro que podemos —le dijo, recogiéndola contra él mientras se ponía en pie—. Tuviste un
duro trabajo nocturno esta noche, mi pequeña Ejecutora. Una ducha es lo menos que te mereces.
—¿Los cogiste a todos? Oh, claro que lo hiciste. Tú eres tú. —Ella sorbió las últimas
lágrimas—. Estoy contenta. Eso significa —fue golpeada por un bostezo, acabando con sus
pensamientos sobre la distorsión que lo causó— que nadie puede herir a Legna nunca más.
—Somos afortunados de que no fueran tan poderosos en conjunto. He visto nigromantes
mucho más poderosos, y no son tan fáciles de derrotar —dijo Noah, con su tono sonando un poco
más que grave.
—Gracias Isabella. —Legna se estiró para apretar afectuosamente la mano sucia de la
pequeña Ejecutora—. Y no te preocupes por tu pelo. Gideon puede arreglarlo. ¿Verdad, Gideon?
—Si lo deseas.
Legna se detuvo y miró dentro de los firmes ojos plateados del Demon, preguntándose
porqué había formulado su respuesta de esa manera. ¿Era su imaginación, o se había dirigido a
ella y no a Bella? De cualquier forma, parecía tan indiferente como siempre, y ella se encogió de
hombros.
—Y no lo olvidéis —le dijo Legna ansiosamente a Isabella—. ¡Esta noche aún es vuestra
noche de bodas!
—A condición de que acabemos la ceremonia antes de que se ponga la luna —remarcó Noah.
—Eh… no es por arruinar esa idea —Isabella elevó la voz—, pero creo que me rompí una
costilla o algo.
—Oh ¡Demons! —exclamó Jacob, poniéndola cuidadosamente de pie—. ¿Por qué no lo
dijiste? ¡Llevarte así debe doler!
—Eso es un hecho —coincidió Gideon—, teniendo en cuenta que tiene rotas tres costillas y ha
sufrido profundas laceraciones. Bajo toda esa tela achicharrada, está sangrando bastante.
—Oh. Bueno, supongo que es por eso por lo que duele —apuntó Isabella con una irónica
risita.
—¿Tu crees? —dijo Legna con sequedad.
—No puedo curarte en mi cuerpo astral. Esperaré a que vuelvas a casa de Noah.
Gideon le hizo un guiño con un parpadeo de luz blanca.
—Eso es fácil de decir para ti.
—No es para preocuparse, Bella —la llamó Legna mientras daba marcha atrás alejándose de
Isabella rápidamente—. La agencia de viajes de Legna a tu servicio.
Con una suave explosión de aire desplazado, Legna hizo desaparecer a la Druida. Los
hombres esperaron hasta que Legna salió de su concentración.
—Sana y salva —informó. Entonces, con una amplia sonrisa, salió disparada.
Gideon estaba poniéndose en pie cuando Bella y Legna se materializaron en casa de Noah un
momento después. Aunque buena parte del trabajo de restaurar la casa del Rey ya había
empezado a tener lugar, Isabella no pudo escaparse de la sensación de que el hollín posado que les
rodeaba encajaba perfectamente con el modo en que se veía y se sentía en ese momento. Encontró
un banco de piedra y se sentó con un suspiro mientras Legna se movía rápidamente a su lado. La
bella le cogió la mano.

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El Antiguo médico se movió más cerca de la Ejecutora hembra, poniéndose en cuclillas frente
a ella mientras la examinaba lentamente con los ojos y los sentidos. Los ojos plateados del médico
se concentraron en el chorro de sangre que se extendía debajo del pecho derecho de Isabella.
—Eres afortunada de no haberte perforado un pulmón. —Se estiró hacia la costura de la
cadera de su vestido formal de boda y la agarró con la mano libre. Con un rápido tirón separó una
gran franja de la costura, exponiendo su brutal herida. Legna hizo un suave sonido de dolorosa
simpatía cuando vio el afilado fragmento de hueso sobresaliendo a través de la piel de Bella.
—Lo soportas bien —remarcó Gideon.
Bella lo miró sorprendida.
—Gideon… ¿de verdad me estás haciendo un cumplido? —preguntó, asegurándose de que
la sorpresa estuviera bien magnificada en su voz. Legna lo arruinó, sin embargo, riéndose con un
irreprimible bufido de la nariz, haciendo a Bella primero reír, y luego jadear de dolor.
—Tal vez ahora tendrás cuidado respecto a un Antiguo —dijo Gideon con su normal e
inconmovible superioridad.
Los párpados de los ojos de Gideon se medio cerraron y sus dedos comenzaron a deslizarse
hacia abajo por el escote del vestido, a lo largo de la línea del esternón. Bella se sacudió
dolorosamente y Legna jadeó.
—¿No puedes detener su dolor?
—Eso es lo que estoy haciendo —dijo Gideon con tono perplejo mientras claramente
intentaba concentrarse más allá—. Debes relajarte, Bella. —La instruyó mientras estiraba la mano
hacia la herida rasgado buscando comenzar con la curación de las costillas bajo el pecho.
—¡Espera!
Isabella agarró la mano de Gideon y simultáneamente se sostuvo la otra palma contra la
frente como si de repente fuera golpeada por un dolor de cabeza muy fuerte.
—Oh, chico —dijo Legna suavemente, soltando una risita mientras percibía rápidamente lo
que Gideon no podía—. Gideon, te sugiero que esperes un poco.
—Tonterías. Cuanto más esperemos, más difícil será para ella.
—Explícale eso a su futuro marido —dijo Legna intencionadamente, estirando dos dedos
para agarrar la muñeca del médico y arrancarla de Bella como si fuera a contaminarla.
Aparentemente, a pesar de la distancia con su pareja, Jacob se negaba a tolerar las manos de
Gideon en Isabella sin estar presente él mismo. Gideon suspiró pero esperó hasta que la tríada al
completo de poderosos Demons se agruparon en el Gran Salón algún tiempo después.
Jacob juró suavemente, pasándose la mano por el cabello mientras iba a colocarse al lado de
Bella como un guardia.
—Nunca —dijo con tono grave— dejes que otro hombre te toque sin avisarme primero con
bastante antelación. Mejor aún, nunca dejes que otro hombre te toque.
—Jacob, estás siendo ridículo —le recriminó ella.
—Solo obedéceme en este único asunto, Bella.
Ella le miró como si quisiera discutir, pero sólo quería que la curación acabara rápido, así que
se encogió de hombros con una aquiescencia poco entusiasta.
—Mis disculpas, Gideon —le dijo tenso al médico—. Siéntete libre de continuar.
Gideon asintió, estudiando al Ejecutor durante un largo minuto antes de volver lentamente
su atención hacia la pareja herida de Jacob. Extendió la mano hacia un lugar menos abiertamente
sexual en su cuerpo esta vez, permitiendo a los dedos rozar la frente mientras iba a tocar los
chamuscados restos de su otrora precioso cabello.

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El gruñido que surgió del Ejecutor fue tan escalofriante que Gideon realmente saltó
alejándose de Isabella como si algo hubiera intentado morderle la mano. Cuando sus ojos pasaron
velozmente por la expresión animal en los ojos de Jacob, se sorprendió de que el Ejecutor no
hubiera hecho exactamente eso. Después de un momento, Jacob pareció recuperarse, dándose
cuenta con obvio horror que había asustado al más viejo de los de su raza.
—Ah, Demonios —suspiró Jacob, dándose la vuelta y alejándose de su pareja y el médico—.
Voy a ir… a algún otro sitio.
Jacob estalló en una lluvia de polvo, huyendo en la brisa más rápida que pudo encontrar.
Perpleja por esta completa contradicción, Isabella miró a Gideon.
—La luna tiene efectos que incluso tú no puedes sofocar, Druida —le explicó—. Puedes
evitar que él pierda el control y cause daño con sus capacidades, pero tu proximidad sólo puede
afectar a las manifestaciones de su poder, no de la bestia en su interior, o de los instintos que
vienen con ella. Francamente, estoy sorprendido de no encontrar que he sido privado de un
miembro ahora mismo.
Bella se quedó boquiabierta de repente, con los ojos abiertos de par en par.
—No tengas miedo, Ejecutora. Estoy seguro de que Noah y Legna me habrían mantenido a
salvo.
—Eso no me preocupa —exclamó ella, perdiéndose la leve consternación que revoloteaba en
los ojos plateados del médico—. ¡Jacob se ha ido!
—Se dio cuenta de que no podía controlarse a si mismo. Fue una sabia decisión.
—Lo sé —ladró con más que leve irritación—. ¿Y se supone que eres un todopoderoso
Antiguo? —Puso los ojos en blanco—. ¡Quiero decir que se fue cuando estaba de pie junto a mí! —
Suspiró pesadamente cuando siguieron mirándola esperando una explicación—. Está bien,
intentemos esto. Jacob, aquí. —Señaló el suelo tiznado cerca de sus pies que aún conservaba la
huella de los zapatos—. Bella, aquí. Jacob… Bella… Demon… Druida… Poder… ¡amortiguador de
poder!
—¡Hey! —exclamó Legna mientras se iluminaba entendiendo—. ¿Cómo hiciste eso?
—Yo… ¿no lo sé?
—Bueno debiste haber hecho algo —apuntó Noah.
—Lo hizo —afirmó Gideon con calma—. Se hirió a sí misma.
—Lo hice —concordó Isabella. Entonces frunció el ceño—. Y eso ¿qué significa exactamente?
—Cuando los receptores del dolor se disparan en tal magnitud, eso interrumpe el flujo de
energía de tu cuerpo. Es muy parecido al modo en que heridas y gran dolor dificultan la capacidad
del Demon para concentrarse. Para ti, sin embargo, esto está teniendo lugar a un nivel
subconsciente.
—¡Oh! ¡Lo tengo! —Isabella sonrió triunfante—. Mmm, mejor cúrame mientras la curación
esté bien. Puedo oír a Jacob refunfuñando en mi cabeza.
—Te sugiero que pienses en algo más que en mi toque, Druida. No me gustaría que sin darte
cuenta le envíes las mismas imágenes de las que él está intentado distanciarse.
—Hey Bella —dijo Legna con una risita tonta—. ¿Has visto elefantes rosas últimamente?

Isabella encontró a Jacob sentado en el altar, con el puño en la rodilla elevada, y la barbilla en
el puño como si contemplara las nubes que ensombrecían la luna. Se inclinó para besarle la mejilla,

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con el pelo nuevamente largo cayendo sedosamente sobre su nariz y boca. Él levantó la barbilla,
abriendo la palma para capturar los suaves mechones de ébano.
—Debes estar cansada —dijo él en voz baja—. Sé que ser curado agota al cuerpo.
—También sacar petróleo de nigromantes despreciables —dijo ella, con la mano presionando
contra su muslo hasta que él dejó caer la pierna ante su insistencia. Ella se giró y se sentó en su
regazo, con los brazos enlazados cálidamente alrededor de su cuello. Él se preguntó si ella tendría
alguna idea de cómo el abrazo lo afectaba. Había algo en sostenerla de este modo en particular que
le hacía sentirse como el rey de su mundo. La atrajo más cerca de su pecho, presionando los labios
contra su frente.
—Tú eres el rey de mi mundo —le dijo en un susurro, devolviéndole el beso con uno
propio—. Soy afortunada de tener un alma tan romántica y amorosa para mi monarca.
—Y tú eres la reina que gobierna mi corazón. Bella —dijo con fiereza—, nunca he conocido
tal aceptación, tal amor. A veces siento que es una maravilla que no estalle en llamas por la
intensidad de esto.
—Por favor, Jacob —suspiró— si me amas, no usarás la frase “estallar en llamas” nunca más.
Él se rió entre dientes por eso, besándola en la mejilla y el cuello antes de probar sus labios
suavemente.
—La noche termina. No habrá tiempo de acabar la ceremonia —dijo con pesar.
—Imagino que eso significa que tú y yo tenemos una cita, viene Beltane.
—Lo siento. Quería que este fuera un día especial para ti. Incluso pensé que podía ser
normal… casi humano —dijo con arrepentimiento.
—Todo lo que puede ir mal, y va mal en el día de la boda de una novia es tan normal como
viene, Jacob.
—Sí pero ¿cuantas novias se convierten en tostada después de tener una batalla con un
monstruo? —preguntó amargamente.
—Aquellas que olvidan eludir lo bastante rápido. Vamos Jacob. No hagas esto. Si no te gusta
en lo que me he convertido por ti, entonces no te gusta quien soy… no te gusto yo.
—Nunca —dijo él con fiereza—. Nunca dejarás de gustarme. —Se quedó quieto durante un
largo momento—. Pero nunca estaré contento de verte marchar hacia el peligro. Tienes que
perdonarme esta parte machista de mi amor por ti, Bella, pero nunca me sentiré completamente
cómodo viéndote arriesgar la vida.
—¿Y crees que es más fácil para mí, Ejecutor? ¿No sabes lo duro que fue para mí dejarte
atrás, dejarte para que lucharas con ese prejuicioso hijo de puta? Sé cuán poderoso era, podía
sentirlo desde la cabeza a los pies. —Descansó la cabeza en la curva de su cuello—. Pero estoy
contenta de que seas quien eres, aunque sólo sea por tener a alguien hacia quien volverme y
preguntar… ¿alguna vez será más fácil?
—¿El qué?
—Matar, Jacob. Yo nunca… nunca a propósito… ¿es siempre tan duro?
—Siempre —le aseguró tensamente—. A día de hoy ya no es tan duro de soportar como para
que debas comenzar a preocuparte.
Asintió en silencio mientras se acurrucaba aún más cerca contra él.
—¿Crees, florecilla, que llegará un día en que te arrepientas de haberme conocido? —le
preguntó en voz baja.
—Sí —dijo simplemente.
—Ya veo —dijo tenso.

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—¿Te gustaría una fecha en concreto?
—Me estás tomando el pelo. —Se dio cuenta de repente.
—No, estoy mortalmente seria. Tengo una fecha exacta en mente.
Jacob se echó hacia atrás para verle los ojos, mirando completamente perplejo sus pupilas
brillando con malicia.
—¿Que fecha es esa? ¿Y por qué estás pensando en elefantes rosas?
—La fecha es el 8 de septiembre, porque, de acuerdo con Gideon, es posiblemente el día en
que me pondré de parto. Digo “posiblemente” porque la combinación de todo este ADN
humano/Druida y Demon “puede hacer que el período de gestación sea más largo que el normal
en un humano”, como el Antiguo médico recientemente citó. Ahora, tal y como lo entiendo, las
mujeres siempre se arrepienten ese día de dejar que un hombre las tocara.
Jacob se puso de pie de un salto, dejándola caer de pie, agarrándola por los brazos y
sosteniéndola quieta mientras pasaba una salvaje e indagadora mirada por su cuerpo.
—¿Estás embarazada? —le preguntó, sacudiéndola un poco—. ¿Hace cuanto que lo sabes?
¿Fuiste a la batalla con ese monstruo mientras llevabas a mi hijo?
—Nuestro hijo —le corrigió con indignación, y los puños firmemente colocados en las
caderas— y Gideon acaba de decírmelo, hace cinco segundos, ¡así que no sabía que estaba
embarazada cuando fui a luchar contra esa cosa!
—Pero… ¡él te curó hace sólo unos pocos días! ¿Por qué no te lo dijo entonces?
—Porque entonces no estaba embarazada, Jacob. Si lo recuerdas, hicimos el amor entre
entonces y ahora.
—Oh… oh Bella —dijo con el aliento saliendo de él de repente.
Parecía como si necesitara sentarse y meter la cabeza en una bolsa de papel. Ella se estiró
para estabilizarlo mientras él se volvía a sentar torpemente en el altar. Apoyó los antebrazos en los
muslos, inclinándose sobre ellos mientras intentaba recuperar el aliento. Bella tenía el extraño
impulso de reír, pero se mordió el labio inferior para reprimirlo.
Demasiado para el tranquilo, frío y sereno Ejecutor que sembraba el terror en los corazones
de los Demons de todas partes.
—Eso no es gracioso —refunfuñó con indignación.
—¿De verdad? Deberías ver como te ves desde aquí —se burló.
—Si te ríes de mi te juro que voy a ponerte sobre mis rodillas.
—Promesas, promesas —se rió abrazándole con deleite. Al fin, Jacob se rió también,
alargando el brazo para rodearle la cintura y atraerla de vuelta a su regazo.
—¿Le preguntaste… quiero decir, sabe lo que es?
—Es un bebé. Le dije que no quería saber lo que es. Y no te atrevas a averiguarlo, porque
sabes que en el momento en que lo hagas lo sabré, y si me estropeas la sorpresa te mataré.
—Maldición… mata a un par de Demons y de repente cree que puede darnos órdenes a
todos —se mofó acercándola hasta que estuvo acariciándole el cuello con la nariz, preguntándose
si era posible que un corazón infrautilizado como el suyo contuviera tanta felicidad. Se sentía
como si su pecho fuera a explotar.
—Adoraré ver lo feliz que eres cambiando pañales y consiguiendo hacer que eche los gases.
—¿Estás bromeando? Esa será sin duda la mejor parte —se burló.
—¿Estás seguro? —De repente ella estaba muy seria —. Jacob, has estado tan solo durante
tanto tiempo. Adaptarte a mi va a ser bastante difícil pero ¿a un bebé también?

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—Bella, mi dulce florecilla —dijo suavemente y con respeto mientras le tomaba la cabeza
entre las manos y ponía sus frentes juntas—. Después de unos cuatrocientos años de soledad, creo
que estoy listo para ti y un barril entero lleno de niños. Nada podría complacerme más.
—Oh Jacob —suspiró con deleite besándole los labios ansiosamente—. ¿Cómo he sido tan
afortunada?
—Bueno, tal y como yo lo recuerdo… tuviste la mala suerte de caerte de una ventana.
—Ah, pero eso fue buena suerte, porque me atrapaste.
—No, florecilla —murmuró, deteniéndose para besarla profunda y minuciosamente—. Creo
que es más seguro decir que tú fuiste la que me atrapó.

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