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DIRECTORIO DIOCESANO DE CATEQUESIS

0. INDICE
INDICE
1. INTRODUCCIÓN

2. APROXIMACIÓN A LA REALIDAD
2.1. Afirmaciones de los Documentos Sinodales
2.2. Otras constataciones

3. PRINCIPIOS SOBRE EVANGELIZACIÓN, INICIACIÓN CRISTIANA Y CATEQUESIS

4. LA CATEQUESIS EN LA IGLESIA DIOCESANA


4.1. Algunas afirmaciones de principio
4.2. Opciones pastorales
4.3. Organización catequética en nuestra diócesis

5. ORIENTACIONES PARA LA INICIACIÓN CRISTIANA DE LOS ADULTOS


5.1. El catecumenado bautismal de adultos
5.2. Catequesis de adultos ya bautizados
5.3. Los catequistas de adultos

6. ORIENTACIONES PARA LA INICIACIÓN CRISTIANA DE NIÑOS,


PREADOLESCENTES Y ADOLESCENTES
6.1. El catecumenado bautismal para niños no bautizados en su infancia
6.2. La catequesis de iniciación cristiana para niños, preadolescentes y adolescentes
ya bautizados

7. CATEQUESIS PARA MAYORES Y ANCIANOS

8. ATENCIÓN PASTORAL A LOS AGENTES DE LA CATEQUESIS


8.1. Principios generales
8.2. Llamada o elección de los catequistas
8.3. La formación de los catequistas
8.4. El acompañamiento espiritual y pastoral de los catequistas

9. NORMAS PARA LA APLICACIÓN DEL “DIRECTORIO DIOCESANO DE CATEQUESIS”

10. ANEXOS. REGLAMENTO DE LA COMISION DIOCESNA DE CATEQUESIS

11. ANEXOS. REGLAMENTO DE LAS COMISIONES ARCIPRESTALES DE CATEQUESIS

SECRETARIADO DIÓCESIS DE CATEQUESIS DE CÁDIZ Y CEUTA.


DIRECTORIO DIOCESANO DE CATEQUESIS

ANTONIO CEBALLOS ATIENZA


Obispo de Cádiz y Ceuta
DECRETO
Por el que se aprueba y promulga el
Directorio Diocesano de Catequesis
Cádiz, 27 de enero de 2006
La instrucción de los fieles y de los catecúmenos, en los contenidos de la fe cristiana y su
repercusión en su relación con Dios y en la vida moral, ha supuesto, desde sus orígenes, una de las
principales preocupaciones y tareas de la Iglesia, junto con el culto divino y la atención a los
pobres. Por lo mismo, el Concilio Vaticano II, afirmaba: “En el cumplimiento de su función
educadora, la Iglesia se preocupa de todos los medios aptos, sobre todo de los que le son propios,
el primero de los cuales es la instrucción catequética, que ilumina y robustece la fe, nutre la vida
con el Espíritu de Cristo, conduce a una consciente y activa participación del misterio litúrgico y
excita a la acción apostólica” (Gravissimum Educationis 4).
De igual manera, la Conferencia Episcopal Española y los Romanos Pontífices han continuado
orientando esta labor apostólica mediante documentos y exhortaciones, entre los que destacan
Evangelii Nuntiandi, Catechesis Tradendae y el Directorio General para la Catequesis.
Siendo, pues, un tema de tanta trascendencia en la obra evangelizadora, no extrañó que, entre
los acuerdos del Sínodo Diocesano del Año Jubilar 2000, se dispusiera ”la publicación de un
Directorio Diocesano de Catequesis, que concrete y regule las prioridades, opciones y normas a
las que todos se atengan en relación con la acción catequética”, (Celebración de la Fe y Pastoral
de los Sacramentos 18).
Por todo ello, por el presente, de conformidad con los cánones 391§1º y 775§1º del Código de
Derecho Canónico,
APROBAMOS Y PROMULGAMOS EL DIRECTORIO DIOCESANO DE CATEQUESIS
que entrará en vigor el día 14 de septiembre del año 2006, Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz,
sin que obste nada en contrario.
El texto oficial será el que, junto con este Decreto, se publicará en el Boletín Oficial del
Obispado de Cádiz y Ceuta.
Dése traslado de copia de este Decreto a la Delegación Episcopal para la Evangelización, al
Secretariado Diocesano de Catequesis y a la oficina del Boletín Oficial del Obispado para su
publicación.
Lo decretó, mandó y firma el Excmo. y Rvdmo. Señor Obispo de la Diócesis, lugar y fecha ut
supra. Doy fe.
+ Antonio Ceballos Atienza
Obispo de Cádiz y Ceuta
Por mandato del Obispo diocesano
de que certifico
Juan Carlos Brea Butrón
Canciller Secretario General

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SIGLAS

AG CONCILIO VATICANO II, Decreto sobre la acción misionera de la Iglesia Ad Gentes, (7


diciembre 1965).
CA COMISIÓN EPISCOPAL DE ENSEÑANZA Y CATEQUESIS, Catequesis de Adultos.
Orientaciones pastorales (2 diciembre 1990).
CC COMISIÓN EPISCOPAL DE ENSEÑANZA Y CATEQUESIS, La catequesis de la Comunidad (22
febrero 1983).
CD CONCILIO VATICANO II, Decreto sobre el oficio pastoral de los Obispos en la Iglesia,
Christus Dominus (28 octubre 1965).
CF COMISIÓN EPISCOPAL DE ENSEÑANZA Y CATEQUESIS, El Catequista y su formación (8
septiembre 1985).
CFS DIÓCESIS DE CÁDIZ Y CEUTA, Constitución Sinodal sobre la Celebración de la fe y
Pastoral de los Sacramentos (12 octubre 2000) (BOO 2.524 [noviembre diciembre 2000]
561-576).
ChL JUAN PABLO II, Exhortación apostólica post-sinodal Christifideles laici (30 diciembre
1988).
CT JUAN PABLO II, Exhortación apostólica Catechesi tradendae (16 octubre 1979).
DGC SAGRADA CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio General para la Catequesis (15
agosto 1997).
DGPC SAGRADA CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio General de Pastoral Catequética,
(11 abril 1971).
EA DIÓCESIS DE CÁDIZ Y CEUTA, Constitución Sinodal sobre la Evangelización de los
Alejados (12 octubre 2000) (BOO 2.524 [noviembre diciembre 2000] 577-595).
EiE JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica post-sinodal Ecclesia in Europa (28 junio 2003).
EJ DIÓCESIS DE CÁDIZ Y CEUTA, Constitución Sinodal sobre la Evangelización de los
Jóvenes (12 octubre 2000) (BOO 2.524 [noviembre diciembre 2000] 604-620).
EN PABLO VI, Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi (8 diciembre 1975).
ERP DIÓCESIS DE CÁDIZ Y CEUTA, Constitución sinodal sobre la Evangelización de la
Religiosidad Popular (12 octubre 2000) (BOO 2.524 [noviembre diciembre 2000]
635-645).
GS CONCILIO VATICANO II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual
Gaudium et Spes (7 diciembre 1965).
IC CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, La Iniciación cristiana, Reflexiones y orientaciones
(27 noviembre 1998).
ICNNB CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Orientaciones pastorales para la Iniciación
Cristiana de niños no bautizados en la infancia (26 noviembre 2004)
IP DIÓCESIS DE CÁDIZ Y CEUTA, Constitución sinodal sobre La Iglesia y los pobres, (12
octubre 2000) (BOO 2.524 [noviembre-diciembre 2000] 635-645).
LG CONCILIO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen gentium (21
noviembre 1964).
OPC CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Orientaciones pastorales para el Catecumenado, (1
marzo 2002).
PDE DIÓCESIS DE CÁDIZ Y CEUTA, Proyecto Diocesano de Evangelización, (28 octubre 2002)
(BOO 2.536 [septiembre octubre 2002] 653-712).
PL DIÓCESIS DE CÁDIZ Y CEUTA, Constitución sinodal sobre La Promoción de los Laicos (12
octubre 2000) (BOO 2.524 [noviembre diciembre 2000] 597-607).
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1. INTRODUCCIÓN

1. “La Iglesia existe para evangelizar” (EN 14). Esta afirmación presidió las tareas de nuestro
Sínodo Diocesano, celebrado el pasado año jubilar 2000. El resultado de sus trabajos y
deliberaciones fueron las Constituciones Sinodales, una de las cuales establece lo siguiente:

“Deberá prepararse la publicación de un Directorio Diocesano de Catequesis, que


concrete y regule las prioridades, opciones y normas a las que todos se atengan en
relación con la acción catequética” (Constitución Sinodal sobre la Celebración de la
Fe y la Pastoral de los Sacramentos, 18).

El texto que se presenta a continuación ha sido redactado en cumplimiento de este mandato


sinodal.

2. . El esfuerzo por promover y dinamizar una pastoral catequética eficaz en nuestra Diócesis se
inscribe necesariamente en la puesta en práctica del “Proyecto Diocesano de Evangelización”,
redactado también por mandato del Sínodo y promulgado por el Obispo el 28 de octubre de 2002.
En dicho texto, tras afirmarse la prioridad y urgencia de la acción directamente evangelizadora, se
sitúa la catequesis en su lugar dentro del proceso global de la evangelización, siguiendo las
enseñanzas del Concilio Vaticano II, en el decreto Ad Gentes, y las enseñanzas posteriores de la
Iglesia en Evangelii nuntiandi, de Pablo VI (1975), Catechesi tradendae, de Juan Pablo II (1979) y
más recientemente, en el Directorio General para la Catequesis (1997) (cf. PDE 16-17).

3. . La catequesis, pues, en la línea de la tradición recibida de la Iglesia primitiva, incluso de la


Iglesia apostólica, tiene su lugar después de haber sido proclamado y acogido el primer anuncio del
Evangelio y una vez suscitada la conversión. Sólo si se respetan estas etapas primeras del proceso
evangelizador, podrá luego la catequesis ser eficaz y aportar su contribución original al proceso de
iniciación cristiana de los catequizandos. Conviene recordar aquí este principio, ya que, a veces, se
piensa que la primera evangelización y la conversión pueden darse por supuestas al comenzar un
camino catequético, cuando la experiencia nos demuestra, cada vez más, que, en la presente
situación, tal supuesto no se corresponde en absoluto con la realidad.

4. . Todo lo que se irá diciendo a lo largo de este Directorio sólo puede entenderse y ponerse en
práctica sobre el fundamento de una previa acción evangelizadora. Ésta deberá llevarse a cabo por
aquellas instancias que tienen en la diócesis esta misión (creyentes comprometidos y movimientos,
grupos o asociaciones de carácter misionero), de forma que, al menos, una conversión inicial esté
presente en quienes deseen adentrarse en un proceso de catequesis.

5. Debe afirmarse, por otra parte, que el Directorio pretende diseñar un “Proyecto diocesano de
Catequesis” que pueda sernos válido para la tarea de transmitir la fe en estos primeros años del
siglo XXI. Es posible que, en ocasiones, parezca utópico lo que se propone, pero, si queremos ser
fieles a la realidad de nuestra cultura y a las previsiones que ya se hacen sobre los próximos
tiempos, sólo se puede pensar en que haya verdaderos creyentes en medio del mundo si somos
capaces de ayudarles a despertar y educar una personalidad cristiana adulta, según las
orientaciones que la Iglesia hoy nos ofrece.

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“La actual situación cultural y religiosa de Europa exige la presencia de católicos


adultos en la fe y de comunidades cristianas misioneras que testimonien la caridad de
Dios a todos los hombres. El anuncio del Evangelio de la esperanza comporta, por ello,
que se promueva el paso de una fe sustentada por costumbres sociales, aunque sean
apreciables, a una fe más personal y madura, iluminada y convencida” (Juan Pablo II,
Ecclesia in Europa, núm. 50).

6. Una característica de este Directorio es

“integrar de manera articulada, coherente y coordinada, los diferentes procesos


catequéticos ofrecidos por la diócesis a los destinatarios de las diferentes edades de la vida”
(DGC 274).

Se pretende con ello que, en la medida en que sea necesario, la oferta catequética pueda llegar a
cualquier bautizado en cualquier edad, en cualquier situación y en cualquier momento de fe en que
pueda encontrarse.

“Es fundamental que la catequesis de iniciación de adultos, bautizados o no, la catequesis de


iniciación de niños y jóvenes y la catequesis permanente estén bien trabadas en el proyecto
catequético de la comunidad cristiana, para que la Iglesia particular crezca armónicamente y
su actividad evangelizadora mane de auténticas fuentes” (cf. CT 45; DGC 72).

7. La necesidad de contar en la Iglesia actual con creyentes adultos lleva al Santo Padre a afirmar
lo siguiente:

“Reconociendo su innegable prioridad en la acción pastoral, se ha de cultivar y, si fuera el


caso, relanzar el ministerio de la catequesis como educación y desarrollo de la fe de cada
persona, de modo que crezca y madure la semilla puesta por el Espíritu Santo y transmitida
con el Bautismo. Remitiéndose constantemente a la Palabra de Dios, custodiada en la
Sagrada Escritura, proclamada en la liturgia e interpretada por la Tradición de la Iglesia, una
catequesis orgánica y sistemática es sin duda alguna un instrumento esencial y primario para
formar a los cristianos en una fe adulta” (Ecclesia in Europa 51).

8. Para dar forma ordenada a los contenidos de este Directorio, se ha adoptado la estructura
siguiente:
- Presentación de la realidad humana y social (cap. 2).
- Principios sobre la evangelización y la catequesis (cap. 3).
- Lugar y tareas de la Iglesia diocesana en la acción catequética (cap. 4).
- Diseño de un proyecto orgánico y coherente de catequesis:
* Para los adultos (cap. 5).
* Para los niños, preadolescentes y adolescentes (cap. 6).
* Para los mayores y ancianos (cap. 7).
- Atención pastoral a los catequistas (cap. 8).

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2. APROXIMACIÓN A LA REALIDAD
2.1. Afirmaciones de los Documentos Sinodales
9. En los documentos sinodales pueden encontrarse muchas afirmaciones que, de algún modo,
guardan relación con la redacción de este Directorio Diocesano de Catequesis. Se aducen aquí por
cuanto apuntan a situaciones, carencias y posibilidades que tienen que ver con la acción
catequética que hay que llevar a cabo, bien porque señalan lo que nos falta, bien porque indican los
caminos que hay que seguir o las prioridades que deben marcarse. Lo que el Sínodo ha consignado
en sus documentos es un reflejo y una consecuencia de lo que los grupos sinodales señalaron en su
momento, y que viene a ser el fundamento de las propuestas votadas que, finalmente, han pasado a
ser conclusiones sinodales.
10. Una primera afirmación que nos interpela es que “la acción evangelizadora, propiamente
dicha, no es, hoy por hoy, prioritaria en el conjunto de nuestras comunidades (...). Se hace más
pastoral de atención a los que ya están vinculados de alguna manera a la Iglesia, que pastoral de “ir
hacia” los que están lejos o se sitúan en la indiferencia” (EA 2). Según lo afirmado en la
Introducción (número 3), las carencias que se den en la acción evangelizadora condicionarán
negativamente los procesos catequéticos, que sólo pueden apoyarse en la acogida del primer
anuncio y en la conversión.

11. Nuestra Iglesia no ofrece signos claros y convincentes de una opción evangélica por los
pobres, lo cual es fruto de comunidades de corte tradicional, cerradas sobre sí mismas, y donde lo
cultual prevalece sobre la educación de la fe y sobre la práctica de la caridad fraterna ( IP 2 y 3).

12. Se constata una dedicación preferente de personas, medios y tiempo a la tarea catequética,
sobre todo infantil y presacramental, sin tener suficientemente en cuenta que los destinatarios de
dicha acción, en un alto porcentaje, carecen de un primer anuncio del Evangelio y de una base
suficiente de fe, procediendo la mayoría de las veces de ambientes familiares y sociales alejados
de toda experiencia cristiana (EA 2).

13. En referencia al mundo de los jóvenes, el texto sinodal afirma que la generalidad de la acción
pastoral se ocupa considerablemente más de la adolescencia que de la juventud. De hecho, son
muchos los adolescentes que acuden a la convocatoria de catequesis de confirmación, aunque, una
vez recibido el sacramento, desaparecen de las parroquias y de las comunidades eclesiales, siendo
también muy escasa su participación en la liturgia de la Iglesia, sobre todo en la Eucaristía
dominical. La pastoral de los que son propiamente jóvenes se encuentra mucho menos atendida
(EJ 2).

14. El análisis del Sínodo sobre la religiosidad popular señala las posibilidades que ésta abre a la
evangelización, ya que contiene signos básicos de verdadera fe cristiana; a la vez indica los riesgos
que hay que tener en cuenta y que deben superarse: peligro de deformación de la religión, vana
credulidad que sustituye al compromiso cristiano, manifestaciones externas que no llegan a una
adhesión de fe; peligro de sectarismo, etc. (ERP 6-7).

2.2. Otras constataciones


15. Los aspectos que menciona el Sínodo sobre la fe de nuestro pueblo y la vida de nuestras
comunidades resultan necesariamente parciales, ya que sólo se refieren a los temas que fueron
tratados en la Asamblea. Por eso se aducen aquí otros datos, con objeto de que ayuden a completar
la visión de la realidad que está en la base de las propuestas de este Directorio.

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16. Nuestra Diócesis presenta una configuración urbana casi en su totalidad. De este hecho se
deriva que la mentalidad y la cultura de las personas y de los grupos sociales estén asumiendo con
facilidad los patrones de conducta de la moderna sociedad secular, con la consecuente pérdida de
valores y de referencias religiosas.

17. El porcentaje medio de fieles por parroquia se sitúa en nuestra Diócesis alrededor de 7.000
personas. Al mismo tiempo, la gran mayoría de las parroquias está atendida por un solo sacerdote.
Si la implicación de los cristianos laicos en la vida y en la acción pastoral es escasa, sucede con
frecuencia que el mayor tiempo y actividad del sacerdote se dedica a lo cultual y administrativo, en
perjuicio de la formación cristiana de los fieles y del acompañamiento personal o de los grupos.

18. Otra realidad social que también incide en la vida religiosa es la gran movilidad de la
población dentro del territorio diocesano. Se constata así el descenso de población en la capital a
favor de otras poblaciones de la Bahía de Cádiz; el alto crecimiento demográfico del Campo de
Gibraltar, con el surgimiento de nuevas y grandes zonas urbanas. Estos cambios de lugar de
residencia llevan consigo la pérdida de las raíces culturales y de las referencias religiosas. La
nueva situación emergente demanda la creación de nuevas referencias; en este contexto, la
evangelización y el nacimiento de nuevas comunidades cristianas pueden ser una oportunidad que
debe tenerse en cuenta desde el punto de vista pastoral. La acción catequética tiene aquí una tarea
insustituible que realizar.

19. No debe olvidarse la presencia en nuestra Diócesis de diversas comunidades cristianas no


católicas, así como de otros grupos religiosos y sectas, que desarrollan una labor de proselitismo
muy activa. Se da también una presencia cualificada de otros credos religiosos, sobre todo, aunque
no de forma exclusiva, en la ciudad de Ceuta: islam, judaísmo, hinduismo.

20. Pueden añadirse algunos datos estadísticos que ayudan a conocer algo mejor nuestra realidad, a
la vez que son una llamada y un reto a nuestra tarea evangelizadora y catequética:

- En la última encuesta sobre asistencia a la Misa dominical, de 1985, nuestra Diócesis ocupaba
el último lugar entre todas las encuestadas, con un 15´6% de asistencia de las personas
obligadas. Según todas las estimaciones, este porcentaje ha bajado aún más en estos años
posteriores.

- La encuesta realizada en la Diócesis en 1988, con ocasión del Congreso sobre “Parroquia
evangelizadora”, arrojaba el dato de sólo un 22´6% de nuestras parroquias que se calificaban a
sí mismas como “misioneras”.

- Va creciendo también en estos últimos años el número de niños en edad escolar que solicitan el
bautismo, situándose en más de 200 candidatos por año1.

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1
He aquí los datos estadísticos de los últimos seis años, facilitados por la Secretaría del Obispado: en 1999, hubo 333
casos; en 2000, 213 casos; en 2001, 225; en 2002, 222, en 2003, 218 y en 2004, 266.
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3. PRINCIPIOS SOBRE EVANGELIZACIÓN, INICIACIÓN CRISTIANA Y


CATEQUESIS

21. El Proyecto Diocesano de Evangelización, redactado por mandato del Sínodo Diocesano (EA
7, 17) y promulgado por el Obispo el 28 de octubre de 2002 2, constituye la referencia necesaria
para establecer los principios que regirán este Directorio. En efecto, en dicho documento se alude
a la función que este Directorio debe desempeñar para la regulación y orientación de toda la
pastoral catequética en nuestra Diócesis (PDE 44).

22. Para situar la catequesis en su lugar propio, debe tenerse en cuenta la definición que el
Directorio General para la Catequesis nos da de evangelización. Ésta debe entenderse como “el
proceso por el que la Iglesia, movida por el Espíritu, anuncia y difunde el Evangelio en todo el
mundo, de modo que ella:

…Impulsada por la caridad, impregna y transforma todo el orden temporal, asumiendo y


renovando las culturas;
da testimonio entre los pueblos de la nueva manera de ser y de vivir que caracteriza a los
cristianos;
y proclama explícitamente el Evangelio mediante el “primer anuncio”, llamando a la
conversión.
…. Inicia en la fe y vida cristiana mediante la “catequesis” y los “sacramentos de iniciación” a
los que se convierten a Jesucristo, o a los que reemprenden el camino de su seguimiento,
incorporando a unos y reconduciendo a otros a la comunidad cristiana.

…. Alimenta constantemente el don de la comunión en los fieles mediante la educación


permanente de la fe (homilía, otras formas del ministerio de la Palabra, los sacramentos y el
ejercicio de la caridad); y suscita continuamente la misión, al enviar a todos los discípulos de
Cristo a anunciar el Evangelio, con palabras y obras, por todo el mundo” (DGC 48).

23. Según esta definición, se trata de acciones diversas, cada una de las cuales tiene su propia
importancia y su lugar en el conjunto del proceso de la fe, y deben ser también distinguidas en la
programación pastoral. Nuestro Proyecto Diocesano de Evangelización, al que es necesario
referirse de nuevo, presenta detalladamente el contenido y la finalidad de cada una de las etapas
(ver núm. 26-73). En este Directorio tenemos en cuenta sólo lo que se relaciona con la catequesis,
sin olvidar que esta acción específica debe estar siempre articulada dentro del proceso total de la
evangelización.

24. Situamos, pues, la catequesis después del primer anuncio del Evangelio, que es la llamada a la
fe, y de la conversión, que es la respuesta de la persona de buena voluntad a ese anuncio. La
catequesis sigue a la conversión y da contenido a la primera adhesión a la fe, teniendo como
objetivo fundamentar la futura vida cristiana del convertido.

INDICE

2
Boletín Oficial del Obispado 2536 (septiembre-octubre 2002) pág. 653-712
SECRETARIADO DIÓCESIS DE CATEQUESIS DE CÁDIZ Y CEUTA.
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25. En nuestro contexto actual, hay muchos no creyentes y personas que viven de hecho en la
indiferencia religiosa, los cuales pueden llegar a ser destinatarios del primer anuncio del Evangelio
(DGC 61). La Iglesia diocesana, aunque pueda tener asegurada una catequesis misionera para los
adultos, “no queda por ello dispensada de promover una intervención institucionalizada del primer
anuncio, como la actuación más directa del mandato misionero de Jesús” (DGC 62); (ver, a este
respecto, los núm. 26-34 del PDE).

26. Cuando la situación de partida de los destinatarios lo reclame, será también necesario integrar
en nuestra catequesis el primer anuncio que llama a la conversión, ya que es posible que ésta no se
haya dado o al menos no esté presente de forma explícita (DGC 58).

“Sólo a partir de la conversión, y contando con la actitud interior de “el que crea”, la
catequesis propiamente dicha podrá desarrollar su tarea específica de educación de la fe”
(DGC 62).

27. La catequesis que hoy se revela necesaria, teniendo en cuenta la situación de la cultura secular
en que estamos inmersos, debe estar al servicio de una iniciación cristiana integral. Tras la
primera adhesión al Evangelio, toca a la catequesis estructurar la conversión a Jesucristo, dando
una fundamentación a esa primera adhesión (DGC 63). De este modo, lo que hace la catequesis es
poner los cimientos de la fe. No es, por tanto, una acción facultativa, sino una acción básica y
fundamental en la construcción tanto de la personalidad del discípulo como de la comunidad
(DGC 64).

28. Se entiende por catequizar:

la acción por la cual un creyente adulto en la fe va comunicando a un catecúmeno o a un


grupo de catecúmenos el conjunto de verdades, valores, actitudes y principios de conducta
que derivan de su condición de creyente y que son presentados no sólo con la palabra, sino,
sobre todo, a partir del propio testimonio de vida del catequista.

Esta comunicación tiene lugar en un contexto de diálogo que es escucha mutua, atención a la
vida real, confrontación con la Palabra de Dios, búsqueda de respuestas y de significado. Como
fruto de este proceso, el catecúmeno, que confronta su propia experiencia con las verdades y
valores que se le ofrecen en la catequesis, va haciendo suya esta nueva forma de entender la vida y
de darle un sentido en referencia a Dios y a Jesucristo. Este nuevo sentido va configurando en él
una nueva mentalidad de fe o una personalidad cristiana. El catequista, por su parte, al estar
vinculado a la comunidad cristiana que le envía, transmite también en la catequesis esta dimensión
eclesial de la fe. El catecúmeno, mientras crece en su adhesión a Jesucristo, va descubriendo e
interiorizando su pertenencia a la comunidad de los discípulos.

29. La catequesis, al estar al servicio de la iniciación cristiana, presenta varias características


propias:
- … es una formación orgánica y sistemática de la fe;
- … es un aprendizaje de toda la vida cristiana, una “iniciación cristiana integral” (CT 21), que
propicia un auténtico seguimiento de Jesucristo. Trata de educar en el conocimiento y en la vida
de fe, de forma que el hombre entero, en sus experiencias más profundas, se vea fecundado por
la Palabra de Dios; INDICE

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- … es una formación básica, esencial, centrada en lo nuclear de la experiencia cristiana, en las
certezas más básicas de la fe y en los valores evangélicos más fundamentales (DGC 67).

30. Al servicio de este proceso hacia la madurez de fe de los catequizandos, la catequesis debe ir
llevando a cabo todas las tareas que le están encomendadas. Éstas son:

- … Propiciar el conocimiento de la fe. La profundización en este conocimiento ilumina


cristianamente la existencia humana, alimenta la vida de fe y capacita para dar razón de ella en
el mundo. La realización de esta tarea se expresa en la entrega del Símbolo (DGC 85).
- … La educación litúrgica, porque el descubrimiento progresivo de Jesucristo conduce a
celebrar su presencia salvífica en los sacramentos y, particularmente, en la Eucaristía (ib.).

- … La formación moral, ya que la conversión a Jesucristo implica caminar en su seguimiento.


El testimonio de la conducta moral, al que prepara la catequesis, deberá mostrar las
consecuencias sociales de las exigencias evangélicas (ib.).

- … Enseñar a orar. La comunión con Jesucristo lleva a los discípulos a asumir el carácter
orante y contemplativo del Maestro. La entrega del Padre Nuestro, resumen de todo el
Evangelio, es verdadera expresión de esta tarea (ib.).

-… . La educación para la vida comunitaria. Para este aprendizaje, la catequesis deberá educar
en las actitudes comunitarias que presenta el Evangelio (cf. Mt. 18) y que quedan aglutinadas
en el mandamiento del amor fraterno (Jn. 13,34). Dentro de este mismo espíritu, la catequesis
deberá cuidar la dimensión ecuménica (DGC 86).
- … La iniciación a la misión. Se trata de capacitar a los discípulos de Jesús para estar presentes,
en cuanto cristianos, en la vida profesional, cultural y social, ya que la fe no puede entenderse
más que encarnada en la realidad en la que el cristiano vive. A este objeto, se hace necesario
incluir en esta formación el conocimiento de la Doctrina social de la Iglesia. En la educación de
este sentido misionero debe estar presente también la capacitación para una comunicación
fecunda con los miembros de otras religiones (ib.).
- … La dimensión vocacional. La catequesis deberá trabajar en profundidad la dimensión
vocacional de toda vida cristiana, educando y orientando a cada uno para que sea capaz de
descubrir la llamada que recibe de Dios y responder a ella (ib.).

31. Aunque la catequesis de iniciación cristiana debe considerarse preferente, todas las
comunidades deben dar también un lugar destacado a la educación permanente de la fe. Ésta es
siempre posterior a la educación básica y la presupone. Su lugar ordinario es la comunidad
cristiana que acoge a los iniciados (los que ya han finalizado su proceso de catequesis) para
sostenerlos y formarlos en la fe (DGC 69). Esta tarea se realizará sobre todo en la doble mesa de la
Palabra de Dios y de la Eucaristía. La educación permanente de la fe se dirige no sólo a cada
cristiano sino también a la comunidad, la cual debe madurar en su vida interna de amor a Dios y de
amor fraterno así como en su apertura al mundo en cuanto comunidad misionera (DGC 70). Por su
parte, las asociaciones de fieles tienen una grave responsabilidad a este respecto, ya que, según
palabras del Papa:

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“Toda asociación de fieles en la Iglesia debe ser, por definición, educadora de la fe” (CT 70).

32. Esta educación permanente de la fe puede presentar, entre otras, las siguientes formas:
- … el estudio y profundización de la Sagrada Escritura;

- ..... la lectura cristiana de los acontecimientos, exigida por la vocación misionera de la


comunidad cristiana, a partir del estudio de la Doctrina social de la Iglesia;
- … la catequesis litúrgica;
- … la catequesis ocasional, ante determinadas circunstancias que la requieran;
- … las iniciativas de formación espiritual;
- … la profundización sistemática del mensaje cristiano por medio de la enseñanza teológica
(DGC 71).

4. LA CATEQUESIS EN LA IGLESIA DIOCESANA

4.1. Algunas afirmaciones de principio

33. La Iglesia diocesana es el sujeto de la iniciación cristiana, ya que

“el anuncio, la transmisión y la vivencia del Evangelio se realizan en el seno de una Iglesia
particular o Diócesis” (DGC 217).

Dentro de la Diócesis, la catequesis es un servicio único, realizado de modo conjunto por


presbíteros, diáconos, religiosos y laicos en comunión con el Obispo. Toda la comunidad cristiana
debe sentirse responsable de este servicio (DGC 219).
34. El Obispo es “el primer responsable de la catequesis, el catequista por excelencia” (CT 63);
por eso asume la alta dirección de la catequesis en su Iglesia particular. Esto implica:

- … asegurar en su Diócesis la prioridad efectiva de una catequesis activa y eficaz;


- ..... ejercer la solicitud por la catequesis con una intervención directa en la transmisión del
Evangelio a los fieles;
- ..... suscitar y mantener una verdadera mística de la catequesis, que se encarne en una
organización adecuada y eficaz;

- … cuidar de que los catequistas se preparen de la forma debida para su función;


- ..... establecer en la Diócesis un proyecto global de catequesis, articulado y coherente, que
responda a las necesidades reales y que esté integrado en los planes pastorales (DGC 223).

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DIRECTORIO DIOCESANO DE CATEQUESIS

35. El Directorio General para la Catequesis destaca las siguientes tareas como propias del
presbítero en la catequesis:

- ..... “suscitar en la comunidad cristiana el sentido de la común responsabilidad hacia la


catequesis, como tarea que a todos atañe, así como el reconocimiento y aprecio hacia los
catequistas y su misión;
- ..... cuidar la orientación de fondo de la catequesis y su adecuada programación, contando con
la participación activa de los propios catequistas, y tratando de que esté “bien estructurada
y bien orientada” (CT 64);
- ..... fomentar y discernir vocaciones para el servicio catequético y, como catequista de
catequistas, cuidar la formación de éstos, dedicando a esta tarea sus mejores desvelos;
- ..... integrar la acción catequética en el proyecto evangelizador de la comunidad y cuidar, en
particular, el vínculo entre catequesis, sacramentos y liturgia;
- ..... garantizar la vinculación de la catequesis de su comunidad con los planes pastorales
diocesanos, ayudando a los catequistas a ser cooperadores activos de un proyecto
diocesano común.
La experiencia atestigua que la calidad de la catequesis de una comunidad depende, en
grandísima parte, de la presencia y acción del sacerdote” (DGC 225).

La realización de todas estas tareas requiere que el sacerdote esté muy cercano a la vida y el
trabajo de los catequistas y de los grupos de catequesis.

En orden a garantizar que esta importante aportación de los sacerdotes a la catequesis pueda
llevarse a cabo,

“se deberá cuidar al máximo la formación catequética de los presbíteros, tanto en los planes
de estudio de los seminarios como en la formación permanente. Se encomienda
encarecidamente a los Obispos que esta formación sea exquisitamente cuidada” (DGC 234).

36. La catequesis es, en todo caso, responsabilidad de toda la comunidad cristiana. En efecto, la
iniciación cristiana no deben procurarla solamente los catequistas o los sacerdotes, sino toda la
comunidad de los fieles (AG 14; CT 16). La comunidad debe seguir el desarrollo de los procesos
catequéticos, orar por los catequizandos, acoger a los ya catequizados en un clima fraterno donde
puedan vivir, con la mayor plenitud posible, lo que han aprendido (DGC 220). Junto a lo que la
comunidad aporta al grupo de catequizandos, debe considerarse también lo que recibe de él. La
nueva savia que llevan a la comunidad los catequizados, sobre todo jóvenes y adultos, es para ella
una nueva riqueza humana y religiosa. Así la comunidad crece y se desarrolla, como fruto de esta
interacción con la catequesis (DGC 221).

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37. La comunidad parroquial es el espacio natural en que todo esto se lleva a cabo. El Papa Juan
Pablo II afirma sin rodeos que:

“la comunidad parroquial debe seguir siendo la animadora de la catequesis y su lugar


privilegiado”. “Ella debe encontrar su vocación, el ser una casa de familia, fraternal y
acogedora, donde los bautizados y los confirmados toman conciencia de ser pueblo de Dios.
Allí, el pan de la buena doctrina y el Pan de la Eucaristía son repartidos en abundancia en el
marco de un solo acto de culto; desde allí son enviados cada día en su misión apostólica en
todas las obras de la vida humana” (CT 67).

38. Por fidelidad a los principios establecidos en el Proyecto Diocesano de Evangelización, que
diseña las tres etapas del proceso evangelizador, la catequesis no abarca (ni pretende abarcar) las
acciones y tareas propias de la etapa del primer anuncio. La acción misionera, en cuanto tal, debe
ir ocupando cada vez más la atención y el compromiso de los creyentes, tanto de los pastores
como, sobre todo, de los laicos. Como se ha indicado más arriba (ver núm. 25), una buena acción
catequética no excusa a la Iglesia diocesana de promover acciones al servicio del primer anuncio.
El contexto de “nueva evangelización” en que nos encontramos demanda una conciencia cada vez
más clara de este planteamiento.

4.2. Opciones pastorales

39. La Iglesia diocesana, consciente de las necesidades actuales, y sin olvidar otros campos de
atención, ha optado, según se expresa en el PDE 38, por dar la prioridad a la catequesis de
iniciación cristiana y a la catequesis de adultos. La primera de estas opciones se refiere al modelo
y estilo de la catequesis, cuya meta explícita es poner los cimientos de la fe; la segunda tiene en
cuenta a un grupo humano (el de los jóvenes, adultos y mayores), que hoy está especialmente
necesitado y quizá también menos atendido por nuestra acción pastoral (PDE 40-41). Sintonizar
con estas opciones, por parte de los pastores y de los agentes pastorales, significa ir imprimiendo
el estilo de la catequesis iniciatoria a los procesos de formación de los catequistas, y, a través de
ellos, a toda la acción catequética. Dar prioridad al mundo de los adultos conlleva una mayor
dedicación de tiempo, personas y medios a esta catequesis, crear cauces para que se pueda llevar a
cabo, plantear incluso acciones directamente misioneras con objeto de llamar a la fe a personas
increyentes o alejadas, que puedan seguir posteriormente procesos de catequesis.

40. En el momento actual, es urgente tomar conciencia de que la Iglesia, al optar por la catequesis
de adultos, está apostando por su propia supervivencia en las próximas generaciones (CC 35). Es
evidente que nuestra cultura secular no es en absoluto soporte de una posible fe “sociológica”. La
fe de quienes opten por ser creyentes y seguidores de Jesucristo deberá encontrar su apoyo en una
decisión responsable (una conversión auténtica), en una buena iniciación/formación cristiana y en
la pertenencia viva a una comunidad en la que dicha fe pueda alimentarse. Para toda esta tarea es
muy importante -puede decirse, incluso, imprescindible- la aportación de la catequesis de adultos.

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41. Partiendo de la actual experiencia y de lo que constatan los propios agentes pastorales,
tampoco puede pensarse que, para crear una personalidad cristiana o una mentalidad de fe, pueda
bastar la catequesis de iniciación que actualmente se hace con los niños o con los adolescentes. De
ahí que los procesos que se siguen en esas edades deban ir conduciendo a que sea posible hacer, en
su momento, una opción adulta de fe. Esta opción, por supuesto, sólo puede tomarse cuando se es
adulto. Se hace, por tanto, necesario cuidar los procesos de formación que se ofrecen a los grupos
jóvenes y a los adultos, de modo que favorezcan la opción adulta por la fe. Esto mismo debe
tenerse presente en los planes formativos de los Movimientos apostólicos, no dando por supuesta
una opción de fe que, en algunos casos, puede no haberse tomado previamente.

42. En la actividad pastoral con jóvenes, desde el punto de vista catequético, se hace necesario
considerar básicamente dos situaciones:

a) la de aquellos que, tras una completa catequesis de iniciación cristiana, se incorporan a un


grupo juvenil para vivir en él la fe y el compromiso cristiano. El tratamiento pastoral de estos
jóvenes deberá estar en la línea de una educación permanente de la fe y de un
acompañamiento personal que facilite su presencia cristiana y su compromiso en el mundo.
b) la de quienes, por primera vez, se hacen un planteamiento serio de su fe y de su opción por
Jesucristo. En estos casos, el camino catequético debe ser el mismo que se presentará
seguidamente referido a los adultos.

4.3. Organización catequética en nuestra diócesis

43. La organización de la pastoral catequética tiene como punto de referencia al Obispo y a la


diócesis. El Secretariado Diocesano de Catequesis es

“un instrumento que emplea el Obispo, cabeza de la comunidad y maestro de la doctrina,


para dirigir y orientar todas las actividades catequéticas de la diócesis” (DGC 265)3.

Dentro de nuestro Organigrama diocesano, el Secretariado de Catequesis está integrado en la


Delegación Pastoral de Anuncio y Proclamación4.

44. Los miembros del Secretariado constituyen la Comisión Diocesana de Catequesis, la cual se
rige, en cuanto a su composición y a su funcionamiento, por el Reglamento aprobado por el
Obispo diocesano el 13 de abril de 19985.

45. Las funciones que corresponden a la Comisión Diocesana de Catequesis son:

a) elaborar y programar la acción del área de la pastoral catequética para toda la diócesis, a
partir del análisis de la realidad, en coordinación con los demás Secretariados pastorales y
dentro de la programación pastoral de la diócesis; INDICE

3
Los Secretariados Diocesanos de Catequesis fueron mandados instituir en todas las diócesis, en tiempos del Papa Pío
XI, por el decreto de la Sagrada Congregación del Concilio Provido sane, de 12 de enero de 1935.
4
Cf. Estatuto de la Curia Diocesana, artículo 32, en el BOO 2.532 (enero-febrero 2002) p. 63.
5
En el Anexo I a este Directorio figura el Reglamento del Secretariado Diocesano de Catequesis.
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b) seguir el desarrollo normal del Movimiento catequético, valorando sus logros y avances,
estudiando sus características y las respuestas que se deben ofrecer, aportando la colaboración
posible a las acciones que se programen, sugiriendo nuevas actividades;
c) atender a la formación básica y permanente de los agentes de la catequesis, potenciando las
escuelas de catequistas a nivel parroquial y arciprestal, ofreciendo los medios apropiados y
manteniendo una estrecha colaboración con la Escuela de Teología de la diócesis.

46. Una tarea muy importante del Secretariado Diocesano de Catequesis es promover y procurar la
coordinación de toda la actividad catequética.

“Esta coordinación debe considerarse en dos vertientes:


- … una, interior a la catequesis misma, entre las diversas formas de catequesis dirigidas a las
diferentes edades y ambientes sociales;
- … y otra, referida a la vinculación de la catequesis con otras formas del ministerio de la
Palabra y con otras acciones evangelizadoras.

La coordinación de la catequesis no es un asunto meramente estratégico, en orden a una


mayor eficacia de la acción evangelizadora, sino que tiene una dimensión teológica de fondo.
La acción evangelizadora debe estar bien coordinada porque toda ella apunta a la unidad de la
fe que sostiene todas las acciones de la Iglesia” (DGC 272).

47. En orden a hacer posible esta coordinación, se han creado en nuestra diócesis las Comisiones
Arciprestales de Catequesis, con un Reglamento aprobado por el Vicario General del Obispado el
10 de febrero de 20056. Estas Comisiones responden a lo que se establece en el “Directorio
Diocesano del Arciprestazgo”, números 54-557 y buscan atender aquellos aspectos de la actividad
catequética y de la formación de los catequistas que normalmente no quedan cubiertos por cada
una de las parroquias.

48. Las tareas que tienen asignadas las Comisiones Arciprestales de Catequesis son:
a) … estimular y animar la pastoral catequética en el Arciprestazgo;
b) … unificar criterios coordinando las diversas actividades catequéticas que se emprenden en el
mismo;
c) … potenciar la formación de los catequistas en sus respectivas parroquias, animando a
establecer escuelas de catequistas parroquiales y a utilizar los materiales y medios formativos
que la diócesis ofrece;
d) … orientar y facilitar la coordinación de todos los catequistas de cada parroquia;
e) … organizar encuentros de formación, oración y convivencia entre los catequistas del
arciprestazgo.

INDICE

6
En el Anexo II a este Directorio se inserta el Reglamento de estas Comisiones Arciprestales de Catequesis.
7
Cf. BOO 2.525 (noviembre-diciembre 2000) p. 722-723
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49. Dentro de cada Parroquia debe darse también una coordinación de la acción catequética.
Corresponde al Consejo Pastoral Parroquial asegurar esta coordinación:

- … procurando que la Parroquia haga suyo el Proyecto diocesano de Catequesis que propone
este Direc-torio, asegurando la debida oferta catequética a las diferentes edades y ambientes
sociales y arbitrando medios y recursos adecuados que hagan posible su puesta en práctica;
- … garantizando que, en el proyecto pastoral de la parroquia, la catequesis esté vinculada a las
demás formas del ministerio de la Palabra y a las otras acciones evangelizadoras (cf. DGC 272).

5. ORIENTACIONES PARA LA INICIACIÓN CRISTIANA DE LOS ADULTOS

5.1. El catecumenado bautismal de adultos

50. El catecumenado bautismal de adultos es el modelo de toda la iniciación cristiana. Restaurado


por el Concilio Vaticano II (SC 64-66; CD 14; AG 14) y regulado en sus dimensiones pastoral y
litúrgica por el Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos, tiene como destinatarios a aquellos
adultos no bautizados que,

“al oír el anuncio del misterio de Cristo y bajo la acción del Espíritu Santo en sus corazones,
consciente y libremente buscan al Dios vivo y emprenden el camino de la fe y de la
conversión” (RICA 1).
Este camino hacia la fe se hace siempre de forma gradual y progresiva, de modo que la nueva
actitud creyente que va siendo impulsada por la gracia divina y cultivada por la acción de la
Iglesia, experimenta un proceso de maduración. Por eso, esta catequesis está dispuesta por grados
y etapas, marcados por la realización de los ritos litúrgicos indicados (DGC 88).

51. Tras la publicación, por la Conferencia Episcopal Española, de las Orientaciones Pastorales
para el Catecumenado (25 febrero/1 marzo 2002), nuestra Iglesia diocesana toma conciencia de
los desafíos actuales que provienen de la situación de fe de los bautizados y del número cada vez
mayor de adultos y niños en edad escolar que quieren conocer a Cristo y ser bautizados; al mismo
tiempo, considera que la restauración del catecumenado en nuestras Iglesias es una oportunidad
que Dios nos concede para la renovación de la vida de la Iglesia y una ocasión para mostrar a
todos la fe que ella ha recibido (LG 1; IC 3) (cf. OPC 5).

52. Para llevar a efecto estas Orientaciones Pastorales, la Iglesia diocesana abordará el estudio
necesario para crear el AServicio Diocesano para el catecumenado@, cuya misión será poner en
práctica lo que las Orientaciones establecen, tanto para el caso de adultos no bautizados, como de
niños en edad escolar que solicitan el bautismo.

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5.2. Catequesis de adultos ya bautizados

5.2.1. Principios generales

53. En nuestra situación, en la que se sigue manteniendo de forma casi generalizada el bautismo de
los niños al nacer, nos encontramos con una gran mayoría de adultos bautizados pero ajenos a la
vida de fe y, en muchas ocasiones, a cualquier referencia religiosa en sus vidas. Los hay que sólo
recibieron después del bautismo la primera Eucaristía. Otros han recibido incluso la Confirmación,
aunque después han abandonado toda conexión con la comunidad cristiana. Algunos ni siquiera
han recibido la primera catequesis. Lograr que estas personas vuelvan a cuestionarse sobre su fe
sólo será fruto de la acción misionera que la Iglesia está llamada a emprender. Una ocasión para
invitar y motivar a muchos bautizados adultos, pueden ser los encuentros que se tienen en las
parroquias con los padres que solicitan el bautismo de sus hijos o la preparación a la primera
Eucaristía o con los novios que se preparan para su Matrimonio. Después que una acción
específicamente misionera haya hecho despertar la primera conversión, será el momento de iniciar
un proceso catequético. Para evitar planteamientos equivocados en cuanto al tipo de catequesis que
debe ofrecerse a estas personas, debe tenerse en cuenta la advertencia que hace el Directorio
General para la Catequesis:
“A veces se ofrecen formas de catequesis permanente a adultos que necesitan, más bien, una
verdadera catequesis de iniciación” (DGC 276).

54. Esta catequesis, aunque se realice con bautizados adultos, tendrá que ser, en la práctica, una
verdadera catequesis de iniciación cristiana. Por eso, se inspira en el catecumenado bautismal y
reproduce muchas de sus características. Se le suele llamar “catequesis de talante catecumenal”.

55. Debe recordarse aquí la fundamental diferencia que se da entre catecúmenos y bautizados, y
entre el catecumenado y la catequesis postbautismal. Esta diferencia proviene de los sacramentos
de iniciación que unos han recibido ya mientras que los otros no los han recibido aún (DGC 90).

56. Supuesta esta diferencia, se afirman algunas características del catecumenado que deben
inspirar toda la catequesis de talante catecumenal:

- … El catecumenado es un recordatorio permanente de la importancia de la función de


iniciación de la Iglesia. La pastoral de la iniciación cristiana es vital en toda Iglesia particular.
- … El catecumenado es responsabilidad de toda la comunidad cristiana.
- … El catecumenado está impregnado por el misterio de la Pascua de Cristo. La Vigilia
Pascual, centro de la liturgia cristiana, y su espiritualidad bautismal son inspiración para toda la
catequesis.
- … El catecumenado es también lugar de inculturación. La acción catequizadora incorpora a la
catolicidad de la Iglesia las auténticas Asemillas de la palabra@ esparcidas en individuos y
pueblos.
- … El catecumenado, proceso formativo y verdadera escuela de fe, confiere a la catequesis
postbautismal una dinámica propia y unas características definidas (DGC 91).

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5.2.2. Primera etapa: la precatequesis

57. La primera etapa en el acompañamiento hacia la fe de los adultos es normalmente la


precatequesis. Se trata de una acción con la que la Iglesia acoge y acompaña a la persona que,
aunque bautizada en su infancia, queda ahora impactada por el anuncio del misterio de Cristo.
Puede considerarse un “tiempo de búsqueda” (RICA 6). Esta búsqueda tendrá como punto de
partida unas veces la increencia o la indiferencia, otras, la religiosidad ya presente aunque quizá
superficial y no cultivada. En cualquier caso, por regla general, se ha dado antes un
“acontecimiento” que ha llevado a la persona a plantearse con seriedad la cuestión de la fe: el
testimonio de un creyente o de una comunidad al que sigue el anuncio explícito de Jesucristo; el
haber pasado por algún tipo de experiencia “límite” que ha provocado la pregunta del sentido8.

58. En el proceso hacia la fe de algunos adultos, será necesario comenzar por una iniciación a la
experiencia religiosa, igual que se hace necesario el despertar religioso en la catequesis de los
niños. En nuestra cultura actual, puede darse el caso de que no hayan sido educadas o
desarrolladas las experiencias humanas que están en la base de la experiencia religiosa: la
confianza, la aceptación del otro, la gratuidad, el asombro, la gratitud, la apertura al mundo
simbólico. Sin el ejercicio de estas actitudes, será muy difícil llegar a la experiencia del encuentro
con Dios.

59. Para que esta etapa de la precatequesis sea eficaz y cumpla sus objetivos, debe darse un
discernimiento de las necesidades de las personas en orden a su proceso de fe: ayudar a deshacer
los posibles prejuicios que pueden darse frente a la Iglesia y la vida de los cristianos; ver si hay
una voluntad firme de iniciar el seguimiento de Jesucristo, o bien si son otros los móviles que han
llevado a la catequesis; valorar si se da una actitud de acogida de la salvación gratuita que Dios
ofrece; descubrir también si hay un verdadero y sincero deseo de cambiar el estilo de vida (CA
211).

60. La precatequesis debe unir siempre la semilla de la Palabra de Dios con la tierra de la
experiencia humana (AG 22). El Concilio recuerda cómo Dios actúa misteriosamente en el
hombre, antes de que le sea propuesta la fe; así habla de la preparación evangélica (LG 16), de la
obra invisible de la gracia en los hombres de buena voluntad (GS 22), de las semillas de la
Palabra (AG 15). De esta forma, el anuncio del Evangelio y el acompañamiento de la
precatequesis conectarán con lo que ya hay de vida nueva en la persona (CA 212; DGC 117; 185).

61. En todo caso, y teniendo en cuenta que, en el actual momento de nuestra cultura, el paso de la
increencia a la fe debe implicar un verdadero cambio en la persona (éste es el sentido profundo de
la conversión), hay que mantener el principio pastoral de que:
“este tiempo del precatecumenado tiene gran importancia y no debe omitirse
ordinariamente” (RICA 9; cf. DGC 62 ya citado).

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8
SECRETARIADOS DE CATEQUESIS DEL SUR, El primer anuncio en la Catequesis, Huelva 1998,
87-103
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5.2.3. Segunda etapa: la catequesis propiamente dicha

62. Se trata ahora de


“un tiempo prolongado, en el que se ayuda a los candidatos para que las disposiciones de
ánimo manifestadas al entrar lleguen a la madurez” (RICA 19).
La maduración de la fe es, por tanto, el objetivo de esta etapa. El Directorio de Pastoral
Catequética de 1971 describe los elementos de esta madurez de fe, tanto de la persona como de la
comunidad cristiana (DGPC 21-29).

63. La eficacia y el fruto de esta etapa dependen en gran medida de la decisión de seguir a
Jesucristo que los catecúmenos han madurado en la precatequesis. Sólo desde la conversión y
desde el gozo de haber descubierto la novedad del Evangelio, puede desplegarse el proceso
catequético (CC 45).

“Las verdades que se profundizan en la catequesis son las mismas que hicieron mella en el
corazón del hombre al escucharlas por primera vez. El hecho de conocerlas mejor, lejos de
embotarlas y agotarlas, debe hacerlas aún más estimulantes y decisivas para la vida” (CT
25).

64. Son de aplicación a esta etapa de la catequesis de adultos todos los principios sobre la
iniciación cristiana y la catequesis enunciados anteriormente (ver núm. 21-32), es decir:
* sus características, en cuanto que es un proceso orgánico, integral y básico de iniciación
cristiana;
* su finalidad, ya que pretende que madure en el adulto la vinculación a Jesucristo, en la
Iglesia, para el servicio del mundo;
* sus tareas, ya que se trata de llegar al conocimiento sapiencial del misterio de la salvación, de
ejercitarse en la vida cristiana, de iniciarse en la oración y en la vida litúrgica; y de
comprometerse en la evangelización y en la edificación de la Iglesia (CA 214; cf. RICA 99).

65. Los contenidos que deben transmitirse en esta etapa se encuentran formulados en los
Catecismos de la Iglesia. Su presentación y forma de propuesta dependerá del proyecto y del
itinerario que se vaya siguiendo en cada caso. El lenguaje y el nivel de profundización deberá
siempre responder a la capacidad y a la cultura de los destinatarios. Hoy se tienen a disposición el
“Catecismo de la Iglesia Católica” (1992) y pueden utilizarse también con mucho fruto los
Catecismos de la Iglesia Española “Ésta es nuestra fe. Ésta es la fe de la Iglesia” (1987) y “Con
vosotros está” (1976) (OPC 22).

66. Finalmente, habrá de tenerse siempre en cuenta que esta catequesis debe alcanzar a toda la
persona (entendimiento, memoria, afectividad, voluntad) ya que se trata de un nuevo nacimiento
(Jn 3,5) y de pasar del hombre viejo al hombre nuevo (Col 3, 5-10) (CA 216).

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5.2.4. Tercera etapa: Tiempo de profundización espiritual


67. La última etapa del catecumenado postbautismal viene a corresponder al tiempo de la
purificación e iluminación y al tiempo de la mistagogía del catecumenado bautismal (RICA 21-25
y 37-40; OPC 15-16). La finalidad de este tiempo, más breve que los anteriores, es recapitular y
gustar todo lo que se ha vivido a lo largo del proceso de catequesis y llegar a asumir públicamente
los compromisos de los sacramentos de la iniciación cristiana ya recibidos.
“Este proceso se ordena más bien a la formación espiritual que a la instrucción doctrinal”
(RICA 25).

68. Los pasos que se van dando en este tiempo deben llevar a descubrir la profunda vinculación
que hay entre los tres sacramentos de la iniciación cristiana (cf. LG 11). Se trata de acompañar a
los catequizandos para que puedan revivirlos y reafirmarlos como punto de partida de su nueva
situación en cuanto creyentes.

69. La reafirmación del Bautismo recibido debe favorecerse a través de unos pasos en los que
pueden estar presentes:

- la entrega del Símbolo, con su significado de asumir la propia fe;


- la entrega del Padre Nuestro, condensando la iniciación a la oración;
- la renovación de las promesas bautismales, expresión de la fe redescubierta (CA 219).

70. La celebración del sacramento de la Reconciliación. Si la Iglesia primitiva llamó a este


sacramento “el segundo Bautismo” (Tertuliano), en esta catequesis postbautismal su celebración
puede considerarse con razón el sello y el signo del reencuentro con Dios que ha hecho posible la
catequesis (CA 220).

71. En el caso de catecúmenos ya confirmados, es también momento de redescubrir y reafirmar los


compromisos del sacramento de la Confirmación, que guardan relación íntima con el testimonio y
la misión. Puede ser igualmente ocasión para discernir la orientación y los ámbitos del ejercicio de
la vocación laical de cada catecúmeno, que deberán ser desarrollados por la catequesis (CA 221).
Si algún catecúmeno no ha sido confirmado, éste es el momento de recibir el sacramento,
completando así la iniciación cristiana.

72. La celebración solemne de la Eucaristía, “fuente y cima de toda la vida cristiana” (LG 11).
Esta celebración debe ser preparada con las oportunas catequesis. Sus elementos fundamentales
deberán ser los diferentes aspectos del sacramento (cena del Señor, fracción del pan, sacrificio de
Cristo, memorial de la nueva alianza, acción de gracias, prenda de la gloria futura), así como la
importancia y significado para la vida del cristiano de la celebración del Día del Señor, cuyo
centro es la Eucaristía celebrada en la Comunidad. Ésta deberá ser, en adelante, la expresión más
plena de la integración del catecúmeno en la comunidad que le ha catequizado y de su pertenencia,
a través de ella, a la Iglesia de Jesucristo (CA 222).

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73. Un momento muy significativo y de gran arraigo en la tradición de la Iglesia para cerrar el
proceso catequético de adultos ya bautizados es la Vigilia Pascual, en la que estas personas
profesarán de nuevo su fe y renovarán sus compromisos bautismales (CC 96).

5.3. Los catequistas de adultos

74. El tipo concreto de catequesis de que se está tratando demanda unos catequistas con unas
capacidades y condiciones específicas. Partiendo de la situación actual de la fe en nuestro contexto
cultural, la catequesis que se propone debe intentar poner las bases mínimas para que pueda darse
un cristiano adulto. Los catequistas que se necesitan deben ser capaces de acompañar a los adultos
en este proceso.

“Cada Iglesia particular, al analizar su situación cultural y religiosa, descubrirá sus propias
necesidades y perfilará, con realismo, los tipos de catequistas que necesita@ (DGC 232).

75. Deben asumirse aquí todas las orientaciones de carácter general sobre la identidad y la
formación de los catequistas que nos ha ofrecido la Iglesia universal en el Directorio General para
la Catequesis, parte V, capítulos I y II, así como la Iglesia Española en El catequista y su
formación (1985) y en Catequesis de Adultos (1992), capítulo IX, sobre el catequista de adultos.

76. En ocasiones, los sacerdotes asumen personalmente la catequesis de adultos. Esta situación, sin
embargo, debe considerarse sólo transitoria, ya que la tarea del sacerdote es, más bien, animar toda
la acción catequética y procurar la incorporación de aquellos laicos, religiosos o religiosas más
capacitados para llevar a cabo esta catequesis.

“Los sacerdotes deben prepararse para ser capaces de favorecer la vocación y la misión de
los laicos” (ChL 61).

77. El carácter secular del catequista laico presta a la catequesis de adultos la experiencia cristiana
de una mayor presencia en las realidades de la vida ordinaria. El compartir la misma forma de vida
que los catequizandos puede facilitar que la transmisión del Evangelio se encarne mejor en su
vida. Los catequizandos, por su parte, podrán descubrir en su catequista el modelo de cristiano que
ellos van construyendo en su proceso de acercamiento a la fe (CA 236).

78. Debe valorarse mucho la aportación que los religiosos y religiosas pueden ofrecer a la
catequesis de adultos desde la riqueza y variedad de sus carismas.

“Ellos encarnan la Iglesia deseosa de entregarse al radicalismo de las bienaventuranzas” (EN


69).

Por su vivencia cristiana, su formación bíblico-teológica y su preparación pedagógica, pueden


ser, en el momento presente de la Iglesia, muy buenos catequistas de adultos (CA 237). Ante la
actual necesidad, la Iglesia diocesana no puede prescindir de la aportación de los religiosos y
religiosas a esta tarea.

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79. Reconociendo siempre que quien hace crecer en la fe es el Espíritu y que el catequista es sólo
un mediador en el proceso catequético, conviene, sin embargo, señalar algunas cualidades que hoy
se consideran necesarias para que una persona pueda ser llamada a este servicio:

a) Debe ser una persona con madurez humana, capaz de relación, de comunicación y de
diálogo. A su vez, debe tener una cierta capacidad de análisis y de sentido crítico y haber
adquirido una síntesis personalizada de la fe (CA 240).
b) Debe ser un testigo de la fe, capaz de dar razón, con sus propias palabras, de la fe que profesa
y vive. De esta forma, podrá convertirse en modelo de vida para sus catecúmenos (CA 241).
c) Debe estar integrado en una comunidad cristiana. Este rasgo de su eclesialidad es muy
importante. El catequista vive y alimenta su sentido eclesial en una comunidad cristiana
concreta: ella es la que lo envía; por su parte, él la hace crecer a través de esta tarea
“maternal” que es Apasar la fe@ a otros. Con su acción, está también preparando la
incorporación de nuevos miembros a la comunidad, una vez finalizado el tiempo de
catequesis (CA 242).
d) Finalmente, el catequista, enraizado en su ambiente, podrá preparar a los catecúmenos para
que sean fermento evangelizador en sus propios ambientes: tendrá que ser, para ello, sensible
a los sufrimientos y aspiraciones de las personas y solidario con ellas. La inquietud social del
catequista será un firme apoyo a la transmisión del Evangelio desde la perspectiva que brota
de una presencia activa en el mundo (CA 243). Esta inquietud debe ser alimentada a través de
un conocimiento cada vez mayor de la Doctrina Social de la Iglesia.

6. ORIENTACIONES PARA LA INICIACIÓN CRISTIANA DE NIÑOS,


PREADOLESCENTES Y ADOLESCENTES

6.1. El catecumenado bautismal para niños no bautizados en su infancia

6.1.1. Principios generales

80. Según se ha indicado más arriba (núm. 20), en nuestra diócesis se viene dando un número
notable de bautismos en estas edades, y puede preverse que este número vaya en aumento en el
futuro. Se trata, pues, de una realidad pastoral que no debe considerarse excepcional, por lo que las
orientaciones para darle la pertinente respuesta a través de la acción catequético-iniciatoria deben
estar presentes en este Directorio.

81. El Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos, en el capítulo V, prevé el establecimiento de un


proceso catecumenal apropiado
“para los niños en edad escolar que, no habiendo sido bautizados en la infancia y llegados a
la edad de la discreción y de la catequesis, vienen para la iniciación cristiana, ya traídos por
sus padres o tutores, ya espontáneamente, pero con su permiso” (RICA 306).
Por su parte, la Conferencia Episcopal Española, en sus Orientaciones Pastorales sobre el
Catecumenado, señala como posibles destinatarios del catecumenado

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“a los adolescentes y jóvenes entre los trece y los diez y ocho años y a los niños entre los
siete y los doce años” (OPC 29).

Debiendo ser tratados de forma específica los itinerarios de cada uno de estos grupos (OPC 30).
Recientemente, la Conferencia Episcopal ha aprobado unas “Orientaciones pastorales para la
Iniciación Cristiana de niños no bautizados en su infancia” (26 noviembre 2004), que constituyen
la inspiración y referencia de todo lo que aquí se establece.

82. Debe afirmarse, en primer lugar, que lo que la Iglesia ofrece a estos niños es
“un verdadero catecumenado, adaptado a su edad, condición y situación” (ICNNB 5; 44,3).
Éste, “desde su situación y condición, les acompañará a lo largo de un camino de formación
que, en íntima conexión con los sacramentos de iniciación cristiana, les irá introduciendo en
la vida de fe hasta alcanzar su inserción en el misterio de Cristo y la incorporación a la
familia de los hijos de Dios” (ICNNB 10).

83. Cada comunidad parroquial, cuando se presente esta circunstancia, deberá establecer y atender
de forma especial este proceso de iniciación cristiana, el cual constituye
“la expresión más significativa de la misión de la Iglesia y la realización de su función
maternal, al engendrar a la vida a los hijos de Dios” (IC 13).

“La atención a los niños no bautizados que piden ser incorporados a la vida de la Iglesia se
realizará habitualmente en la parroquia, que “es, por tanto, después de la catedral, ámbito
privilegiado para realizar la iniciación cristiana en todas sus facetas catequéticas y litúrgicas
del nacimiento y del desarrollo de la fe” (IC 33), bajo la guía de los presbíteros que presiden
dichas comunidades parroquiales” (ICNNB 17; cf. 18; 20; 21; 22).

84. En el proceso de iniciación cristiana del que aquí se trata debe siempre mantenerse la unidad
de los tres sacramentos de la iniciación: Bautismo, Confir-mación y Eucaristía, ya que se trata de
un verdadero catecumenado de adultos (ver: RICA 344; ICNNB 43; 44.5; 45; 46 d y nota 80). La
celebración conjunta de estos sacramentos garantiza y significa dicha unidad. Al Obispo
corresponde siempre determinar y autorizar la eventual separación en el tiempo de dichas
celebraciones (ICNNB 55).

85. Por lo demás, no debe olvidarse que, siendo entre nosotros menos común el catecumenado de
adultos, el establecimiento de estos verdaderos procesos catecumenales y su seguimiento, en
alguna medida, por parte de toda la comunidad, puede constituir

“una oportunidad que Dios nos concede para la renovación de la vida de la Iglesia y una
ocasión para mostrar a todos la fe que ella ha recibido” (OPC 5).

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6.1.2. Orientaciones específicas

86. Por razón de su edad, se entiende que estos niños son ya capaces de concebir y alimentar su
propia fe y tienen algún sentido del deber de conciencia, aunque no puedan ser tratados como
adultos, ya que tienen una mentalidad infantil, dependen de sus padres y tutores y son muy
influenciables por el ambiente (RICA 306). Haciendo las oportunas acomodaciones, estas
afirmaciones son también aplicables a quienes solicitan el bautismo en los años de la
preadolescencia o adolescencia.

87. Si en todo proceso educativo infantil debe considerarse siempre la influencia determinante de
la familia, de los adultos y de los propios compañeros, también debe tenerse esto en cuenta en el
proceso catecumenal de los niños. Bajo el impulso y la responsabilidad de la comunidad cristiana
concreta, se ha de poner especial atención en:

- las funciones y los ministerios propios del pueblo de Dios;


- la familia;
- el grupo de los catecúmenos (ICNNB 15).

88. En referencia a las funciones y ministerios propios del pueblo de Dios, se destaca la
responsabilidad:
- del Obispo, que es quien dispone la pastoral de la iniciación cristiana de la diócesis (DGC 223),
a través, sobre todo, del Servicio Diocesano para el Catecumenado y del Delegado para el
Catecume-nado que deberá promover y coordinar las acciones que integran la pastoral
catecumenal (OPC 37; ICNNB 17), y que trabajará en colaboración con el Secretariado
Diocesano de Catequesis (ICNNB 19);
- de los presbíteros, en especial de quienes tienen encomendada la cura pastoral de una
parroquia, los cuales tienen una responsabilidad directa en el catecumenado, atendiendo al
cuidado pastoral y personal de los catecúmenos (ICNNB 18);
- del padrino (o los padrinos), que, según la antigua tradición de la Iglesia, es el fiador (el
“sponsor”) que atestigua ante la comunidad la recta intención y la preparación recibida por el
candidato. Conviene que sea un miembro de la comunidad cristiana, que ayude al candidato, al
menos en la última fase de la preparación de los sacramentos y, después, contribuya a su
perseverancia en la fe y en la vida cristiana (RICA Observaciones generales 8-10; ICNNB 20);
- del catequista, cuya misión tiene verdadera importancia para el progreso de los catecúmenos y
para el crecimiento de la comunidad (DGC 232).

Tanto los padrinos como los catequistas deberán procurar ser auténticos testigos y poseer una
honda vinculación eclesial. Su acompañamiento puede ser de gran valor para la familia, que podrá
colaborar mejor a que el niño llegue a profesar la fe y a expresarla en la propia vida (ICNNB 21).

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89. Debe procurarse, en cuanto sea posible, la implicación de la familia, en especial de los padres,
en el proceso catecumenal de su hijo. La petición del bautismo debe contar siempre con su
consentimiento. Será recomendable que los padres conozcan y participen en el proceso que está
viviendo su hijo y vayan abriendo en la familia espacios a la oración cristiana y a la escucha de la
Palabra de Dios. Téngase también en cuenta que,
“por encontrarnos con situaciones familiares muy diversas, la comunidad cristiana y sus
responsables deberán ejercer, en muchos casos, un mayor discernimiento y una más amplia
acción de acompañamiento” (ICNNB 22).

90. Aunque la petición del bautismo sea individual, la preparación se hará siempre dentro de un
grupo catecumenal. Además de las posibilidades educativas que el grupo siempre ofrece, en este
caso
“está llamado a ser una experiencia de comunidad y una forma de participación en la vida
eclesial, que encontrará en la más amplia comunidad eucarística su manifestación y su meta”
(DGC 159).
Dentro de la comunidad cristiana, el grupo catecumenal ha de ser ámbito de formación
adaptado a la edad del candidato, a través del cual se irá preparando a los sacramentos de la
iniciación cristiana por medio de
“un avance progresivo de la fe, un auténtico camino de conversión, la experiencia de la vida
litúrgica con los ritos oportunos, la vivencia del año litúrgico y un aprendizaje de la vida
cristiana” (ICNNB 23).

La persona y el talante del catequista de este grupo podrá contribuir también muy positivamente
a que se logre esta finalidad.

6.1.3. Itinerario catequético, duración y tiempos del catecumenado

91. El catecumenado de niños, en cuanto proceso de iniciación cristiana, contiene un itinerario


catequético, es decir,

“un aprendizaje o noviciado de la vida cristiana” (AG 14).


De ahí que deba integrar los elementos que configuran el camino de la iniciación: el anuncio y
la acogida de la Palabra; la iniciación en el conocimiento de la fe; el aprendizaje y el ejercicio de la
vida cristiana en el propio ambiente; el itinerario ascético-penitencial de la vida del creyente; la
celebración litúrgica-sacramental y la participación en la comunidad (ICNNB 24-31).

92. Este itinerario de iniciación cristiana ha de desarrollarse a lo largo de cinco años litúrgicos,
semejante al tiempo de catequesis de infancia y de adolescencia (ICNNB 46). La referencia de los
contenidos que deben transmitirse a lo largo de este proceso catecumenal deben encontrarse en el
Proyecto marco al servicio de la iniciación cristiana, que será publicado próximamente por la
Subcomisión Episcopal de Catequesis (ICNNB 50).

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93. En cuanto a la estructura temporal del proceso, el modelo es el descrito en el RICA, en


especial, en el capítulo V, del que deben hacerse las adaptaciones propias a la edad infantil. Se
suceden en él cuatro tiempos:

a) Primer tiempo: el precatecumenado.


“Comienza cuando el niño se acerca a la parroquia porque manifiesta su deseo de ser
cristiano. Ahora se trata de invitarle a seguir un camino en grupo y ayudarle a despertar a la
fe, a descubrir el misterio de Dios Padre, revelado en Cristo y la acción del Espíritu, presente
en la Iglesia” (ICNNB 35).
En esta etapa es necesario dedicar un tiempo al despertar religioso y al primer anuncio de la
fe, si éste no ha tenido lugar (ICNNB 46 a). Este primer paso no debe darse nunca por
supuesto, ni tampoco pasarse por alto. Al finalizar el precatecumenado, tiene lugar el rito de
admisión al catecumenado, que comprende la signación, la entrada en el templo y la entrega
de los Evangelios (RICA 316-329). Debe procurarse la participación de la comunidad o de
algunos miembros de ella en estas celebraciones.

b) Segundo tiempo: el catecumenado.

Comienza cuando el niño ha progresado en su conocimiento de Jesucristo y es capaz de optar,


de alguna forma, por Él. En este tiempo se desarrolla el itinerario catequético anteriormente
descrito (cf. 6.1.3.1.).
La duración de este tiempo deberá prolongarse de forma suficiente y adecuada, para dar lugar
a la adquisición de los conocimientos y las actitudes que configuran al creyente (RICA 307).
Deberán preverse algunas celebraciones de la Palabra de Dios, acomodadas a los tiempos
litúrgicos, así como las entregas del Credo y del Padre Nuestro (ICNNB 36; 46 b))

c) Tercer tiempo: purificación e iluminación.


Es el tiempo más próximo a la celebración del Bautismo. El niño ha descubierto las alegrías y
las dificultades del seguimiento de Cristo. Los responsables del itinerario catecumenal
deberán asegurarse de que el candidato está capacitado para recibir los sacramentos. Lo que se
pide a los adultos: Aconversión de la mente y las costumbres, suficiente conocimiento de la
doctrina cristiana y sentimientos de fe y caridad” (RICA 23).
Debe ser adaptado a la edad infantil: amor a Jesús y deseo de conocerle más y seguirle; saber
rezar las oraciones básicas del cristiano; asistir regularmente al camino catequético; alguna
práctica de obras de caridad y amor al prójimo; sentirse progresivamente miembro de la
comunidad cristiana a la que ya pertenece (ICNNB 37). En el tiempo de la purificación
pueden celebrarse algunos de los ritos penitenciales que ofrece el RICA, debidamente
adaptados (números 330-339) (ICNNB 40; 46 c).
d) La celebración de los sacramentos del Bautismo, Confirmación y Eucaristía.
Culmina el proceso de la iniciación cristiana. El momento propio de esta celebración es la
Vigilia Pascual, aunque puede celebrarse en los demás domingos del tiempo pascual, o en
cualquier otro domingo, debiendo excluirse los de Cuaresma (ICNNB 46 d). INDICE
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Debe convocarse a la comunidad y promover la participación de todos, en especial de los


padres, padrinos y catequistas.

e) Cuarto tiempo: la mistagogía.


Este tiempo debe extenderse lo suficiente para que lo vivido en el catecumenado y en la
celebración bautismal pueda ser asimilado mejor por el neófito y llegue a configurar toda su
vida cristiana (IC 29-30).
Este acompañamiento tendrá lugar en el propio grupo de catequesis o procurando por algún
otro medio la incorporación del nuevo bautizado a la vida litúrgica de la comunidad. Éste
puede ser el momento para alentar el encuentro del neófito con otras personas, grupos o
actividades de la comunidad parroquial, en las que se le puede invitar a integrarse (ICNNB
38; 46 e).

94. Por tratarse de la iniciación cristiana de personas a las que la Iglesia, a este fin, ya considera
adultas, debe tenerse como norma la celebración conjunta de los tres sacramentos de la iniciación
(RICA 344).

6.2. La catequesis de iniciación cristiana para niños, preadolescentes y adolescentes ya


bautizados

6.2.1. Principios generales


95. La tarea catequética que la Iglesia lleva a cabo con niños bautizados al nacer con vistas a
completar su iniciación cristiana, incluye la etapa del despertar religioso, la transmisión de los
conocimientos básicos de la fe y de las actitudes evangélicas y la preparación a la celebración de
los sacramentos de la iniciación aún no recibidos: Eucaristía y Confirmación. La iniciación
cristiana puede considerarse concluida cuando el creyente, una vez asumida personalmente su fe,
se incorpora de forma adulta y responsable a la comunidad, para vivir dentro de ella su fe y su
compromiso cristianos. Se trata de un proceso que tiene una unidad interna, ya que su objetivo es
que quienes fueron bautizados al nacer lleguen a completar su iniciación cristiana.
96. “La concepción del catecumenado bautismal como proceso formativo y verdadera escuela
de fe, proporciona a la catequesis postbautismal una dinámica y unas características
configuradoras: la intensidad e integridad de la formación; su carácter gradual, con etapas
definidas; su vinculación a ritos, símbolos y signos, especialmente bíblicos y litúrgicos; su
constante referencia a la comunidad cristiana” (DGC 91).
A partir de ahora, el hecho de introducir en nuestra práctica pastoral el catecumenado
bautismal para niños no bautizados, nos plantea el reto de dar a toda nuestra catequesis de
infancia una inspiración y un estilo catecumenal (ICNNB 49).
Considerando, a este respecto, que la situación de procedencia de los niños ya bautizados es la
misma que la de aquellos que solicitan el bautismo, deberán tenerse en cuenta como principios
inspiradores de toda la catequesis infantil los números 44-48 del documento antes citado.
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97. En el caso de los niños y preadolescentes, la educación de la fe y la iniciación cristiana
coinciden con el proceso evolutivo de la persona. Por eso deben llevarse a cabo también por etapas
que se ajustan a las capacidades que el niño (y después el adolescente) va desarrollando en los
ámbitos: cognitivo, actitudinal, comportamental, moral, expresivo, etc. Estas etapas nunca son
cerradas, ni cubrir alguna de ellas significa un final, aunque puedan incluir la celebración de un
sacramento. El proceso evolutivo no puede considerarse finalizado hasta que la persona no haya
llegado a la adultez. Este mismo principio es aplicable también al crecimiento en la fe, de ahí que
las etapas catequéticas deban considerarse y presentarse siempre como etapas abiertas, en tanto
que la persona -el niño o el adolescente- vaya caminando hacia la madurez cristiana.

98. Por otra parte, para que pueda darse un proceso logrado de iniciación cristiana, tanto la
Diócesis como cada parroquia deben establecer la necesaria coordinación entre los diferentes
lugares donde se realiza la educación de la fe. Estos lugares son, normalmente, la familia, la
catequesis parroquial, los grupos o movimientos infantiles o de adolescentes, eventualmente la
escuela. Todos ellos deben:
“converger realmente hacia una misma confesión de fe, hacia una misma pertenencia a la
Iglesia y hacia unos compromisos en la sociedad vividos con el mismo espíritu evangélico”
(CT 67).
Todos los cauces educativos deberán complementarse, ya que ninguno de ellos,
aisladamente, puede realizar la totalidad de la educación cristiana. Al ser una misma y única
persona la destinataria de todas estas acciones educativas, es importante que todas ellas
tengan la misma inspiración de fondo (DGC 278).
99. En toda esta etapa se considera, pues, determinante la experiencia de la familia y, sobre todo,
la influencia de los padres.
Unos padres cristianos son los primeros educadores de la fe de sus hijos. En cada familia
cristiana deben reflejarse los diversos aspectos o funciones de la Iglesia entera: misión,
testimonio, catequesis, oración. La familia puede transmitir el Evangelio enraizándolo en un
contexto de profundos valores humanos. Sobre esta base humana, puede despertarse el
sentido de Dios, se dan los primeros pasos en la oración, se comienza a educar la conciencia
moral, se va percibiendo el amor humano como reflejo del amor de Dios (DGC 255).

100. Si se quiere caminar hacia este ideal, es necesaria una pastoral familiar bien programada y
que cuente con unos agentes capaces de imprimirle este talante. Desde la reflexión de los
pastoralistas, hoy se considera que todo el esfuerzo que se haga por potenciar la pastoral familiar
es un camino muy válido -quizá el único posible- para asegurar la transmisión de la fe de una
generación a otra.
“Recuerden los pastores que cuando ayudan a padres y educadores a cumplir bien su misión,
se está edificando la Iglesia. Este trabajo, por otra parte, ofrece una gran oportunidad para la
catequesis de adultos” (DGC 179).

101. Debe atenderse también, en nuestro contexto, a una situación cada vez más extendida: la de
aquellas familias en las que no se ofrece a los niños ninguna referencia religiosa ni ninguna base
para su despertar religioso.

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“Corresponde a la comunidad cristiana suplir con generosidad, competencia y de modo
realista estas carencias, tratando de dialogar con las familias, proponiendo formas apropiadas
de educación escolar y llevando a cabo una catequesis proporcionada a las posibilidades y
necesidades de estos niños” (DGC 180).

102. Otro ámbito de influencia educativa importante para los niños es la escuela. Recordando, a
este respecto, la diferencia, ya claramente establecida, entre enseñanza religiosa escolar y
catequesis (DGC 73), puede haber, sin embargo, situaciones en que se dé una buena
complementariedad entre ambas acciones, es decir, que los niños reciban esta enseñanza religiosa
en la escuela (sea ésta pública o confesional) y se les imparta además la catequesis en la
comunidad cristiana. Para favorecer el crecimiento religioso de los niños a partir de estos dos
ámbitos educativos, se hace necesario asegurar una buena colaboración entre la comunidad
cristiana, la escuela y los padres, supliendo siempre la catequesis las posibles carencias que puedan
darse.
103. En algunos colegios religiosos o privados se sigue manteniendo la costumbre de preparar y
celebrar los sacramentos de la Eucaristía y la Confirmación. Debe valorarse este trabajo de
educación en la fe, en el que intervienen -fuera del marco escolar- religiosos y religiosas, algunos
profesores, así como padres y madres catequistas, por cuanto complementan, con la catequesis, la
enseñanza religiosa que los alumnos reciben en la escuela. Sin embargo, esta práctica lleva
consigo el riesgo de que estos sacramentos sean percibidos, tanto por los niños como por sus
padres, como Amomentos escolares@ más que eclesiales, y quede desdibujada o ignorada la
vinculación con la comunidad cristiana estable que es la parroquia. Deberán arbitrarse fórmulas
para que las parroquias sean siempre puntos de referencia de estos procesos catequéticos
realizados en los colegios. Debe, incluso, tenderse a que sean las parroquias, y no los colegios, el
lugar natural y propio en que tenga lugar toda la iniciación cristiana y su preparación catequética.
La razón básica de esta opción es que, en el futuro, será la parroquia respectiva, y no el colegio, el
lugar ordinario donde deberán vivir su fe estos niños y adolescentes. Las parroquias, por su parte,
deberán abrir un diálogo con estos centros para ir dando pasos en la dirección indicada.
104. Teniendo en cuenta lo que estableció nuestro Sínodo Diocesano, deberán incluirse como
contenidos de la catequesis los principios fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia, con un
lenguaje adaptado a cada etapa de estas edades (IP 14; PL 8). Este principio deberá aplicarse
igualmente en el catecumenado de los niños no bautizados, del que se trata en el capítulo anterior
(6.1)

6.2.2. La etapa del despertar religioso

105. Los primeros pasos de la iniciación cristiana son básicos y fundamentales. Idealmente, el
lugar propio de este despertar religioso es la familia.
“El niño pequeño recibe de sus padres y del ambiente familiar los primeros rudimentos de la
catequesis, que acaso no serán sino una sencilla revelación de Dios, Padre celeste, bueno y
providente, al cual aprende a dirigir su corazón” (CT 36).

Los padres ofrecen a sus hijos este despertar religioso envuelto en las relaciones afectivas
familiares.
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106. Este despertar religioso, que el niño bautizado tiene derecho a recibir de sus padres (por
coherencia con la decisión que tomaron un día de llevarlo a bautizar), por desgracia no siempre se
da hoy en el seno de la familia, con grave detrimento para la construcción de la personalidad
creyente. Esta realidad exige una vigorosa acción de la Iglesia, tanto a través de la catequesis de
los padres y padrinos previa al Bautismo de los niños, como de la catequesis parroquial, que debe
ayudar a los padres en esta tarea suya, y no debe suponerla ya realizada cuando el niño acude por
primera vez a la catequesis parroquial a los seis o siete años (CC 245).

107. Es necesario valorar la importancia que esta etapa tiene para la futura experiencia religiosa
del sujeto. La apertura a la trascendencia y la capacidad de relación con el mundo sobrenatural y
espiritual deben ser educadas en la persona, para que ésta sea capaz de relacionarse con Dios.

“Estas capacidades y actitudes humanas son la base antropológica para la vida de fe: el
sentido de la confianza, de la gratuidad, del don de sí, de la invocación, de la gozosa
participación... La educación a la oración y la iniciación a la Sagrada Escritura son aspectos
centrales de la formación cristiana de los pequeños” (DGC 178).

Si estas capacidades no han sido educadas debidamente en la familia, deberán serlo


necesariamente en la catequesis (del despertar religioso), ya que, de otro modo, se hará imposible
la construcción de la personalidad creyente. El no tener en cuenta este principio ha llevado muchas
veces a que los procesos posteriores de catequesis fallen por falta de base y de cimiento.

108. Para la puesta en práctica de esta etapa de catequesis, la Conferencia Episcopal Española ha
publicado el Catecismo “Padre Nuestro”, que debe ser referencia obligada para los catequistas y
para los padres. En orden a establecer los objetivos catequéticos y a facilitar la orientación y la
preparación de estos agentes, debe usarse igualmente el Material complementario al Catecismo,
publicado por la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis y el Secretariado Nacional de
Catequesis99.

6.2.3. Etapas de la iniciación cristiana

6.2.3.1. La catequesis infantil

109. Finalizada la etapa del despertar religioso, que no debe darse nunca por supuesta, comienza el
camino del conocimiento y del seguimiento de Jesucristo, la interiorización de las verdades de la
fe y el aprendizaje del modo de vida cristiano. Se trata de un proceso que debe ir avanzando
progresivamente según los cursos catequéticos y realizando, a la medida y capacidad de los
destinatarios, todo lo que significa el itinerario catequético que se ha descrito en los números
27-30 de este Directorio. Dentro de este proceso se inscriben, en los momentos establecidos por la
Iglesia, la primera recepción de la Eucaristía y el sacramento de la Confirmación.

INDICE

9
CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Catecismo “Padre Nuestro”, Primer Catecismo de la Comunidad
cristiana, Madrid, Edice, 1982; COMISIÓN EPISCOPAL DE ENSEÑANZA Y CATEQUESIS, Padre Nuestro.
Introducción Pastoral y Guía pedagógica, Madrid, Edice, 1983.
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110. Aunque todo el proceso de la iniciación cristiana debe mantener su estructura unitaria, según
se ha dicho, por fidelidad a los destinatarios y al propio crecimiento de la fe, conviene

“determinar los momentos más adecuados -dentro de esta gran etapa vital que va desde la
niñez hasta los umbrales de la vida adulta- para una catequesis orgánica dentro del proceso
permanente de educación de la fe” (CC 247).

111. Las parroquias, por su parte, deben contar con un proyecto de acción pastoral general para
niños y adolescentes. Dentro de este proyecto, que acompañará toda la edad evolutiva, deberán
preverse momentos específicamente catequéticos, en los que se insertará la recepción de los
sacramentos de la iniciación cristiana. Uno de estos momentos será la etapa entre los siete y los
doce años, en la que tendrá lugar normalmente la recepción de la primera Eucaristía; otro será
entre la preadolescencia y la adolescencia, en que se preparará y celebrará la Confirmación 10. En
otros períodos de menor intensidad catequética, la dimensión catequizadora estará incluida en las
diferentes ofertas formativas que la comunidad pueda ofrecer a niños y jóvenes, o con ocasión de
los tiempos fuertes, o en el interior de actividades de tiempo libre, o de voluntariado, u otras
posibles (cf CC 247).

112. ”Desea la Iglesia que se extienda, cada vez más, el criterio de que la catequesis de la
infancia no se propone prevalentemente como meta la iniciación de los niños en la vida
sacramental, sino el promover en ellos un itinerario personal de vida cristiana dentro del
cual se insertan los Sacramentos como momentos fuertes del crecimiento en la fe. Es decir,
los Sacramentos que el bautizado recibe en la etapa de su infancia no deben ser considerados
como metas aisladas o conclusivas del itinerario catequético propio de ese período vital, sino
como momentos de expresión de la maduración cristiana que poco a poco se va alcanzando”
(CC 246).

113. El entender como una unidad toda la iniciación cristiana de la etapa evolutiva, debe ir
llevando a superar la mentalidad, todavía vigente en muchos casos -incluso en pastores y en
catequistas- de “períodos cerrados de catequesis presacramental” (aquellos que se consideran
previos a la primera Eucaristía y a la Confirmación). Cuando la catequesis sólo se proyecta con esa
visión, fácilmente se hace el juego a planteamientos de tipo exclusivamente social o consumista de
estos sacramentos, y la catequesis queda reducida, en la percepción de muchas familias y de los
mismos catequizandos, a un “mal menor” o a una “imposición” por la que hay que pasar si se
quiere celebrar el acto social respectivo. Los pastores y los catequistas podrán mantener el
esfuerzo por cambiar las mentalidades y el estilo de estas celebraciones, que para muchos no son
más que “sociales”, si se ven apoyados por las fuerzas más vivas, conscientes y comprometidas de
sus propias comunidades. Será indispensable también con este fin la unidad de criterios y de
actuación de todos los presbíteros.

INDICE

10
Sobre la edad más apropiada para la recepción de estos sacramentos, es necesario atenerse a lo que establezca el
“Directorio Diocesano para la Pastoral de los Sacramentos”.
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DIRECTORIO DIOCESANO DE CATEQUESIS

114. Debe recordarse también que, en nuestra época de “nueva evangelización”, es decisiva la
vinculación entre el anuncio misionero, que trata de suscitar la fe, y la catequesis de iniciación, que
busca fundamentarla. Este principio debe aplicarse también a la catequesis de los niños y a la
formación de sus padres (cf. DGC 276). De ahí que, partiendo del análisis de la situación de fe (o
del alejamiento real de la fe) de los niños que vienen por primera vez a la catequesis, y de sus
padres, será muchas veces necesario partir de un primer anuncio que lleve a una actitud de
conversión (en el caso de los niños bastará que sea una actitud de interés y de motivación), que
permita iniciar el proceso propiamente catequético (ver lo que ya se ha dicho, con respecto a los no
bautizados, en el número 93, letras a) y b)).

115. Para diseñar los pasos del proceso de iniciación cristiana de los niños, deben seguirse las
orientaciones ofrecidas hasta el presente por los Obispos españoles a través de los instrumentos
catequéticos últimamente publicados. Tras el despertar religioso (al hilo del Catecismo “Padre
Nuestro”), los niños cuentan con un segundo Catecismo de la Comunidad cristiana, titulado “Jesús
es el Señor”. Para los catequistas y educadores se han adjuntado al Catecismo otros dos libros: una
“Introducción pastoral y pedagógica” y una “Guía pedagógica”11.

116. Estos libros pueden ser utilizados directamente en la catequesis y en la preparación de los
catequistas, o bien a través de otros materiales didácticos entre los que han sido publicados
posteriormente, que han sido reconocidos y aprobados por la Comisión Episcopal de Enseñanza y
Catequesis y que se refieren a los instrumentos oficiales. Convendrá, en todo caso, que los
materiales catequéticos que se elijan estén adaptados en cuanto a la mentalidad, el lenguaje y la
cercanía a la realidad, al contexto sociocultural y religioso de los catequizandos que van a
utilizarlos.

117. El uso del Catecismo “Jesús es el Señor” está previsto para dos cursos escolares, hacia el
final de los cuales se integrará normalmente la primera recepción de la Eucaristía. Con todo, la
celebración de este sacramento no cierra esta etapa, ya que el mismo texto catequético, en su
última parte (temas 24 al 28), abre a los niños a la práctica de la vida cristiana y a la
transformación de este mundo. Se trata, por tanto, de una etapa catequética que debe quedar
abierta a un mayor desarrollo y crecimiento de la fe en años posteriores.

118. Siguiendo la evolución del niño, entre los 9-11 años se sitúa la etapa de la infancia adulta.
Desde el punto de vista catequético, esta etapa abre nuevas posibilidades para la iniciación
cristiana. El tercer Catecismo de la Comunidad cristiana “Ésta es nuestra fe. Ésta es la fe de la
Iglesia” debe ser el punto de referencia para la catequesis de estos años. La “Guía pedagógica” de
este Catecismo ofrece, a su vez, orientaciones de carácter didáctico para su uso tanto en la
catequesis como en procesos formativos propios de grupos, movimientos, etc.12. El desarrollo de
esta etapa catequética está pensado para tres años.
INDICE

11
CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Jesús es el Señor, Segundo Catecismo de la Comunidad cristiana,
Madrid, Edice, 1982; COMISIÓN EPISCOPAL DE ENSEÑANZA Y CATEQUESIS, Jesús es el Señor,
Introducción pastoral y pedagógica, Madrid, Edice, 1983; SECRETARIADONACIONAL DE CATEQUESIS,
Jesús es el Señor, Guía pedagógica, Madrid, Edice, 1984.
12
CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Esta es nuestra fe. Esta es la fe de la Iglesia, Tercer Catecismo de la
Comunidad cristiana, Madrid, Edice, 1986; SECRETARIADO NACIONAL DE CATEQUESIS, Guía
pedagógica. Itinerario y Guía pedagógica para la catequesis de la infancia adulta (9-11 años), Madrid, Edice, 1987.
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6.2.3.2. La catequesis en la preadolescencia

119. Con el final de la etapa infantil, se entra en la preadolescencia, que es la edad del paso de la
infancia a la adolescencia y suele situarse entre los 11 y los 14 años. En ella, junto a la crisis del
desarrollo y el crecimiento, también la fe hace un recorrido “crítico”, en el que son sometidas a
revisión las actitudes y creencias del pasado infantil. Es en este período cuando comienzan a
madurar y a configurarse los rasgos que dan a cada persona su originalidad. De ahí que esta etapa
sea de especial importancia en el proceso de educación en la fe13.
120. Aunque, en la práctica, esta etapa suele quedar polarizada por la preparación a la
Confirmación, debe tenerse presente que se trata de un nuevo paso en el camino hacia la madurez
de fe y hacia la condición cristiana adulta. El planteamiento de esta catequesis debe ser abierto, de
modo que, en ningún caso, se dé la impresión de que se acaba con la Confirmación. Una vez
celebrado este sacramento, ya en el umbral de la adolescencia, podrá ofrecerse la incorporación a
algún grupo de fe, o a algún tipo de compromiso con los demás, en actividades de formación, de
tiempo libre o de voluntariado. De esta forma, los adolescentes podrán continuar vinculados con la
comunidad cristiana y será posible asegurarles un acompañamiento en la fe.

121. Teniendo en cuenta que, en el proceso de iniciación cristiana, la preadolescencia es una etapa
“intermedia”, es decir, que no finaliza la iniciación, deben tenerse claras las metas que pueden
pretenderse en ella. Éstas deben referirse:

a) al proceso de toma de conciencia de la identidad cristiana del preadolescente;


b) al crecimiento de esta identidad en relación con los otros;
c) al crecimiento de la identidad en relación con el mundo que le rodea y del que forma parte;
d) al logro progresivo de una síntesis vital del Mensaje de la salvación adaptado a su edad.

122. Como líneas pedagógico-catequéticas fundamentales en esta etapa, habrán de tenerse en


cuenta las siguientes:

a) la catequesis debe expresar y actualizar la “pedagogía de Dios” (DGC 139-143);


b) el grupo es el “lugar” natural del crecimiento en la fe;
c) en esta catequesis debe darse un lugar importante a la expresión de la fe, como cauce de
encuentro y comunicación dentro del grupo; esta expresión se concreta, sobre todo, en la
oración, en el compromiso y en la síntesis doctrinal;
d) al servicio de este itinerario pedagógico-catequético deben ponerse en juego las técnicas de
dinámica de grupos, de comunicación y de expresión hoy recomendadas y en las que deberán
ser formados los catequistas;
INDICE

13
Para profundizar en el conocimiento y tratamiento pastoral de esta etapa, puede consultarse: COMISIÓN
EPISCOPAL DE ENSEÑANZA Y CATEQUESIS, Con vosotros está. Catecismo para preadolescentes. Manual
del educador 2. Orientaciones fundamentales para la catequesis de los preadolescentes. Fascículo Tercero,
Orientaciones pedagógico-catequéticas, Madrid, Edice, 1977.
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e) para lograr que la catequesis avance en fidelidad al grupo que va haciendo su camino de fe y a
Dios que quiere comunicarse al grupo, debe garantizarse una metodología que relacione la
experiencia humana con la experiencia de fe y lleve a la expresión individual y grupal de las
nuevas realidades que se van descubriendo.
Conviene que estas líneas pedagógicas sean tenidas también en cuenta por los movimientos
educativos y apostólicos que trabajan con preadolescentes.

123. Al finalizar la catequesis de esta etapa de la preadolescencia, suele recibirse el sacramento de


la Confirmación. Con él

“concluye el proceso de iniciación sacramental, pero a la vez tiene lugar un alejamiento casi
total de la práctica de la fe. Es necesario tomar en cuenta con seriedad este hecho y llevar a
cabo una atención pastoral específica, utilizando los medios formativos que proporciona el
propio camino de iniciación cristiana” (DGC 181).
Es bueno recordar lo anteriormente dicho: que finalizar la iniciación sacramental no significa,
en la práctica, finalizar la iniciación cristiana y haber llegado a la adultez de la fe.

6.2.3.3. Catequesis en la adolescencia


124. La edad de la adolescencia plantea la búsqueda del sentido de la vida, la asimilación de
valores fundamentales capaces de orientar la visión de la vida y el curso de la existencia, la
progresiva afirmación de la propia autonomía. De esta autonomía aún no madurada suele nacer la
tentación de conquistar la salvación por las propias fuerzas.

La catequesis debe hacer que el adolescente vaya consiguiendo una madurez que le permita,
vencido el subjetivismo, descubrir una esperanza nueva en la fortaleza y sabiduría de Dios
(cf. DGPC 84-86).

125. Para ir consiguiendo estos objetivos,

“el camino que parece que se ha de seguir es tratar los problemas fundamentales y típicos de
esta edad con una seria documentación teológica y humana, y al mismo tiempo con una
apropiada metodología de discusión colectiva” (DGPC 83).

126. Esto que aquí se afirma tendrá normalmente aplicación en aquellos adolescentes que
proceden de procesos de iniciación cristiana suficientemente logrados, es decir, que se puede
considerar completa su asimilación de la fe cristiana y de sus consecuencias para la vida. En esta
etapa posterior, se trataría, pues, de acompañarles en su camino hacia la adultez de fe. En el caso
de que, en esta edad, se incorporen a un grupo creyente algunos adolescentes que procedan de la
increencia o del alejamiento de la fe, será necesario pensar en ofrecerles un verdadero proceso de
iniciación cristiana, ya que carecen de él. A este respecto, hay que remitirse a lo que se dice en el
número 42 de este Directorio.

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6.2.4. Catequesis para discapacitados

127. La comunidad cristiana debe prestar una atención especial a aquellos bautizados que desean
-o sus padres solicitan para ellos- acceder a la catequesis y a los sacramentos de la iniciación desde
una situación de minusvalía o discapacidad física, sensorial o mental. Esta catequesis requerirá
siempre el trazado de un itinerario personalizado, que responda a la situación y capacidad real del
destinatario. Será siempre necesario actuar en estrecha colaboración con la familia y,
eventualmente, contar con un catequista preparado específicamente para realizar esta catequesis.

128. Debe siempre procurarse que este trabajo con personas discapacitadas no quede al margen de
la actividad pastoral de la comunidad. Dar su lugar propio a estos catequizandos en el grupo
catequético y en la celebración de la comunidad contribuirá a que ellos se sientan acogidos y
reconocidos y a que aquella pueda sentir el gozo de la presencia de “los más pequeños” en su seno
(DGC 189).

7. CATEQUESIS PARA MAYORES Y ANCIANOS

129. La presencia de personas mayores y ancianas es cada vez más significativa en nuestras
comunidades cristianas. La Iglesia debe considerar esta realidad como un don de Dios y dedicarle
una esmerada atención pastoral. Un aspecto importante de esta atención es el ofrecimiento de
cauces de catequesis específicos para estas personas. De ahí que, en el Proyecto Diocesano de
Catequesis deba contemplarse también la catequesis para mayores y ancianos.

“En no pocas naciones, se presenta hoy la necesidad de un proyecto de catequesis para


ancianos, ofrecido a aquellos cristianos que, al abrirse a una tercera y definitiva fase de la
vida humana, desean, acaso por primera vez, poner sólidos fundamentos a su fe” (DGC 273).

130. Las situaciones en que se encuentran estas personas mayores pueden ser diversas. Será
necesario, por ello, pensar en una catequesis adaptada, que busque siempre ser fiel a las personas y
responda a esas situaciones concretas de vida.

“En todo caso, la catequesis de los mayores y ancianos ha de asociar al contenido de la fe la


presencia cordial del catequista y de la comunidad creyente. Por lo que es deseable que los
ancianos participen plenamente en el itinerario catequético de la comunidad” (DGC 186).

131. Esta catequesis de los mayores y ancianos está llamada a despertar y hacer crecer en ellos las
actitudes cristianas más propias de esta etapa de la vida: la acción de gracias y la espera confiada,
la invocación, el perdón, la comprensión, la paz interior. La fe del anciano puede resplandecer aún
más a medida que se va acercando al gran momento del encuentro con el Señor. (cf DGC 187).

132. Al servicio de estos objetivos, los catequistas y animadores de estos grupos de mayores y
ancianos deberán ser siempre personas cercanas a ellos y que compartan sus mismas experiencias
de vida, llenas de esperanza cristiana y capaces de infundirles actitudes positivas y cristianas. De
esta forma, quienes se encuentren en esta etapa vital podrán aportar a la Iglesia y a la sociedad toda
la riqueza de su experiencia y sabiduría (cf. ChL 48).
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8. ATENCIÓN PASTORAL A LOS AGENTES DE LA CATEQUESIS

8.1. Principios generales

133. “De todos los elementos que integran la acción catequizadora de la Iglesia el más
importante es, sin duda, el agente de esa acción: el catequista. Su presencia es
insustituible. El Evangelio que la Iglesia anuncia en la catequesis se hace mensaje de vida
en el pueblo cristiano por medio de la mente, del corazón, de la sensibilidad, de la palabra
y de la vida de fe del catequista” (CF Introducción).

134. Siendo hoy tan necesario lograr una catequesis eficaz, la atención pastoral a sus agentes debe
considerarse tarea prioritaria. Sólo si los catequistas son verdaderos creyentes y tienen una
suficiente madurez de fe, podrá esperarse de ellos una correcta y válida transmisión de la fe.

135. La tarea de promover la pastoral de los agentes de la catequesis corresponde, como se ha


dicho más arriba, al Obispo, que actúa a través del Secretariado Diocesano de Catequesis (números
34 y 45). En niveles más inmediatos de la estructura diocesana, corresponde a los arciprestes y a
los equipos arciprestales de catequesis y, finalmente, a cada párroco, apoyado por su Consejo
Pastoral Parroquial y con la colaboración del coordinador o de los coordinadores de la catequesis
en la parroquia.

136. La atención pastoral a los agentes de la catequesis se despliega en varias acciones:

- la llamada o elección de miembros de la comunidad para confiarles el servicio de la catequesis;

- el ofrecimiento de una formación básica cristiana y de una formación específica para que
puedan ser transmisores de la fe;

- el acompañamiento pastoral de cada catequista y del grupo de catequistas.

8.2. Llamada o elección de los catequistas

137. Con respecto a la llamada o elección de los catequistas, la Iglesia señala aquellas cualidades
iniciales que deben tenerse en cuenta:

- Las cualidades humanas necesarias son: gozar de una cierta madurez y equilibrio, de capacidad
de relación y diálogo, de apertura al mundo y encarnación en su propia realidad humana y
social; saber trabajar en equipo y con espíritu de colaboración; tener una edad que permita
entrar en diálogo con los catequizandos y mantener una relación constructiva y educativa con
ellos.

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- Las cualidades iniciales que se piden en cuanto creyente: haber hecho una opción básica
cristiana; estar iniciado de una forma elemental en la fe y en la vida cristiana; vivir en
comunión cordial con la Iglesia y estar dispuesto a llevar adelante el proceso de maduración
cristiana y eclesial.

- Desde el punto de vista de la motivación: aceptar el ser catequista como tarea fundada en la
condición de cristiano y al servicio de la edificación de la Iglesia (cf. CF 86).

138. Debe tenerse en cuenta también la descripción que hace la Iglesia de la figura del catequista,
para tenerla como referencia a la hora de programar la formación y el acompañamiento de los
catequistas:

“El catequista es un cristiano llamado por Dios para el servicio de la catequesis. Ha de


ejercerlo conforme al modelo que le ofrece Jesús, Maestro. Movido por el Espíritu, lleva a
cabo su tarea con una espiritualidad peculiar. Desde su vinculación a la Iglesia, realiza un
acto eclesial que es, al mismo tiempo, un servicio a los hombres, lo que le hace estar
constantemente abierto a sus gozos y preocupaciones” (CF 47).

Este modelo debe ser considerado como un “punto de llegada” de la acción pastoral con los
catequistas, por lo que toda comunidad cristiana debe proveer los medios y esfuerzos necesarios
para ir dando pasos hacia el logro de este ideal.

8.3. La formación de los catequistas

139. “Si una actividad pastoral no cuenta para su realización con personas verdaderamente
formadas y preparadas, se pone en peligro su calidad. Los instrumentos de trabajo no
pueden ser verdaderamente eficaces si no son utilizados por catequistas bien formados
(...). La pastoral catequética diocesana debe dar absoluta prioridad a la formación de
catequistas laicos. Junto a ellos, y como elemento realmente decisivo, se deberá cuidar al
máximo la formación catequética de los presbíteros, tanto en los planes de estudio de los
seminarios como en la formación permanente. Se recomienda encarecidamente a los
Obispos que esta formación sea exquisitamente cuidada” (DGC 234).

140. “En un mundo progresivamente secularizado, que no ofrece apoyos a la fe y a la vida


cristiana, son muchos los cristianos necesitados de una fundamentación de su fe mediante
un proceso catequético de formación cristiana integral. “Una minoría de edad cristiana y
eclesial no puede soportar las embestidas de una sociedad crecientemente secularizada”
(Juan Pablo II en Granada, 5-11-1982)” (CF 83).

Por esta razón, es importante asegurar a aquellos que son llamados o elegidos para el servicio
de la catequesis, una suficiente formación básica cristiana, sobre la que pueda después apoyarse la
formación propiamente catequética. Esta formación básica puede entenderse como fruto de un
proceso de estilo catecumenal en el sentido que se ha descrito en el capítulo 5.2, núm. 53-73, de
este Directorio. El tiempo y el esfuerzo que se dedique a esta formación básica cristiana
redundarán en beneficio de una mejor y más eficaz acción catequética posterior.
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“Es necesario disponer de catequistas que se hayan encontrado personalmente con Jesucristo,
lo hayan descubierto como el Salvador y den testimonio de él sin ambages ante niños,
jóvenes y adultos” (Plan Pastoral de la Conferencia Episcopal Española 2002-2005, 34)
(ICNNB 58).

141. Supuesta la base anterior, la formación propiamente catequética trata de capacitar a los
catequistas para transmitir el Evangelio a los que desean seguir a Jesucristo. La finalidad de la
formación busca, por tanto, que el catequista sea lo más apto posible para realizar un acto de
comunicación.
“La cima y el centro de la formación de catequistas es la aptitud y la habilidad de comunicar
el mensaje evangélico” (DGC 235).

142. Al preparar el Proyecto diocesano de formación de catequistas -así como los proyectos
parroquiales posteriores-, deben tenerse en cuenta los siguientes criterios:

- Se trata, ante todo, de formar catequistas para las necesidades evangelizadoras de este momento
histórico, con sus valores, sus desafíos y sus sombras.

- La formación tendrá presente, también, el concepto de catequesis que hoy propugna la Iglesia
(no sólo enseñanza, sino formación cristiana integral, verdadera iniciación).

- Deben prepararse catequistas integradores, que sepan superar “tendencias unilaterales


divergentes” (CT 52) y ofrecer una catequesis plena y completa.

- La formación de catequistas laicos debe tener en cuenta el carácter propio del laico en la Iglesia
y su índole secular.

- Debe darse una coherencia entre la pedagogía global de la formación de los catequistas y la
pedagogía propia del proceso catequético (DGC 237).

143. En la formación de los catequistas, deben abarcarse siempre las siguientes dimensiones:

- el ser del catequista, es decir, la dimensión humana y cristiana, que deben ir madurando
continuamente, para que éste sea, cada vez más, persona, creyente y apóstol.
- el saber, que nace de la necesidad de ser fieles al mensaje y a la persona humana; esto exige
conocer bien el mensaje que se transmite y, al mismo tiempo, conocer al destinatario que lo
recibe y el contexto social en que vive.

- finalmente, el saber hacer, porque la catequesis es un acto de comunicación. La formación irá


haciendo del catequista un educador del hombre y de la vida del hombre (DGC 238).

144. Con respecto a los contenidos programáticos de la formación de los catequistas, será
necesario siempre referirse a lo que establece el Directorio General para la Catequesis, en los
números 239-245, así como a las orientaciones del documento El Catequista y su formación,
números 105-126. A partir de dichas orientaciones, podrán establecerse los distintos itinerarios
formativos, según las posibilidades y necesidades concretas.
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145. En cuanto a los lugares de formación, deben tenerse en cuenta: el nivel parroquial, que es el
más cercano e inmediato, ya que se trata de la propia comunidad a la que el catequista pertenece;
el nivel arciprestal y el nivel diocesano. En la formación que ofrece la comunidad inmediata,
deberán participar todos los catequistas; en los niveles arciprestal y, eventualmente, diocesano,
participarán aquellos que tienen responsabilidades de coordinación o de formación de otros
catequistas.

146. La propia comunidad cristiana es el primer cauce de formación de los catequistas. En ella se
experimenta la propia vocación y se alimenta constantemente el sentido apostólico (DGC 246). La
comunidad puede realizar varias acciones formativas en favor de sus catequistas:

- alimentar de forma permanente la vocación eclesial, fomentando su conciencia de enviados;

- procurar su maduración en la fe a través de un proceso catecumenal;

- facilitar la preparación inmediata de la catequesis, así como su evaluación, en el seno del grupo
de catequistas;

- ofrecer otras posibilidades formativas que se organicen en la comunidad (cf. DGC 247).

147. “Las Escuelas de catequistas tienen como finalidad proporcionar una formación
catequética orgánica y sistemática, de carácter básico y fundamental. Durante un tiempo
suficientemente prolongado, van cultivando las dimensiones más específicamente
catequéticas de la formación: el mensaje cristiano, el conocimiento del hombre y del
contexto sociocultural y la pedagogía de la fe” (DGC 249).

En nuestra diócesis, con una mayoría de parroquias populosas y en las que suele ser alto el
número de catequistas, se hacen muy necesarias estas Escuelas, bien estableciéndolas en cada
parroquia, bien uniéndose parroquias cercanas, siempre con el fin de facilitar a los catequistas su
participación en ellas.

148. Una de las tareas de la Comisión Arciprestal de Catequesis es fomentar la formación de los
catequistas (ver núm. 48). El nivel de los cauces arciprestales será, normalmente, más alto y
exigente que el de las escuelas antes citadas. También los destinatarios serán catequistas que van
progresando en su formación y asumiendo responsabilidades de coordinación o de formación en
sus propias parroquias. Para el buen funcionamiento de este nivel arciprestal, es posible y
conveniente llegar a acuerdos de colaboración con la Escuela Diocesana de Teología, que puede
ofertar espacios de formación no sólo a los catequistas sino a otros agentes de pastoral.
8.4. El acompañamiento espiritual y pastoral de los catequistas

149. Entre los aspectos que integran una adecuada pastoral de los catequistas, además de los
mencionados anteriormente, está el

“cuidar la atención personal y espiritual de los catequistas y del grupo de catequistas como
tal. Esta acción compete, principal y fundamentalmente, a los sacerdotes de las respectivas
comunidades cristianas” (DGC 233).
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La transmisión de la fe, en el contexto actual, requiere unos catequistas maduros en la fe,


ilusionados con su trabajo y entregados a él con generosidad. Este esfuerzo de fidelidad sólo se
mantiene con un apoyo constante y con un acompañamiento personalizado por parte del sacerdote
que preside cada comunidad.

150. Algunos aspectos de este acompañamiento pastoral de los catequistas se revelan hoy como
particularmente importantes:

- fomentar la vocación y la tarea de los mismos, ayudándoles a realizar una actividad que brota
del Bautismo y que se ejerce en virtud de una misión que la Iglesia les confía (DGC 224).

- en cuanto que el sacerdote es catequista de catequistas, cuidar la formación de éstos, dedicando


a esta tarea sus mejores desvelos.

- ayudar a los catequistas a ser cooperadores activos del proyecto diocesano común (cf. DGC
225).

Puede recordarse, en este punto, todo lo que se ha presentado como tarea propia del sacerdote
con respecto a la catequesis en el número 35.

151. La ayuda personalizada al crecimiento espiritual de cada catequista debe inscribirse también
en este esfuerzo de atención pastoral. La profundización en su experiencia cristiana, la superación
de las dificultades personales, el crecimiento en la fe, la esperanza y el amor, la vida sacramental,
el progreso en la oración, la progresiva inserción en la vida de la comunidad, son aspectos que
deben ir configurando la personalidad creyente de cada catequista, con la ayuda cordial y cercana
del sacerdote (cf. CF 61-66).

9. NORMAS PARA LA APLICACIÓN DEL “DIRECTORIO DIOCESANO DE


CATEQUESIS”

9.1. SOBRE EL PROYECTO PARROQUIAL DE CATEQUESIS

152. Todas las Parroquias, al formular su “Proyecto Pastoral Parroquial”, deberán incluir en él lo
que se refiere a la acción catequética, concretando:

a) la oferta catequética que la Parroquia hace, según lo establecido en el Sínodo (CFS 15);

b) los cauces de formación y de acompañamiento que se ofrecen a los catequistas (Directorio,


núm.139-151);

c) los pasos que se van a dar para llevar a cabo dichas ofertas (cf. Directorio, 49);

d) teniendo en cuenta las opciones de la Iglesia Diocesana, es decir: que la catequesis que se
lleve a cabo tenga como meta la iniciación cristiana integral (superándose las catequesis
meramente presacramentales); y que sea prioritaria la catequesis de adultos (cf. Directorio,
39); INDICE
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e) siempre manteniendo el principio de que la parroquia es el lugar natural para la catequesis de


iniciación cristiana.
153. Deberá preverse también la forma en que cada comunidad cristiana va a quedar implicada en
la acción catequética: oración por los catecúmenos o catequizandos y por los catequistas, acogida
de los ya catequizados, nuevas vocaciones de catequistas, cauces de información sobre toda la
acción catequizadora.

154. Los párrocos, con la colaboración de sus Consejos Pastorales, diseñarán los plazos y los pasos
a dar para llevar a la práctica las disposiciones anteriores.

9.2. SOBRE LA COORDINACIÓN DE LA CATEQUESIS EN LOS ARCIPRESTAZGOS

155. Partiendo del fundamento eclesiológico que tiene la coordinación de la acción catequética
(DGC 272), y de la consideración del arciprestazgo como unidad de acción pastoral, todos los
arciprestazgos deberán proponerse como objetivos en el área de la catequesis los siguientes:

a) que la acción catequética dentro del arciprestazgo tenga la máxima unidad posible;
b) que exista un proyecto catequético arciprestal con unas líneas comunes, diseñado y asumido
por todos los párrocos;
c) un proyecto también común de atención y de formación de los catequistas, que prevea las
acciones de carácter parroquial y las de nivel arciprestal;
d) un equipo arciprestal de catequesis, del que formen parte representantes de los catequistas de
todas las parroquias, y cuyas funciones y tareas están determinadas por el vigente
“Reglamento de las Comisiones Arciprestales de Catequesis” (cf. Directorio, 47 y 48).

9.3. SOBRE LA CATEQUESIS DE ADULTOS


156. En todas las Parroquias se irán dando los pasos necesarios para que, en un plazo máximo de
tres años, quede establecida la catequesis de Adultos (cf. Directorio, 39 y 40). Para la puesta en
práctica de esta catequesis deberá observarse todo lo que se indica en el Directorio (cf. Directorio,
núm. 53-79).

157. Deberá tenerse en cuenta que la catequesis, por definición, es posterior al primer anuncio y a
la conversión. A partir de esta conversión inicial, se seguirán las etapas descritas en el Directorio
para la catequesis de Adultos: precatequesis, catequesis propiamente dicha y etapa de
profundización espiritual (cf. Directorio, 24).

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9.4. SOBRE EL CATECUMENADO BAUTISMAL DE NIÑOS NO BAUTIZADOS EN SU INFANCIA

158. Las parroquias, por su condición de comunidades cristianas básicas y de referencia, son las
que deben asumir la preparación catecumenal de los niños en edad catequética que soliciten el
bautismo. En el seno de estas comunidades podrá quedar asegurada no solo la instrucción de estos
catecúmenos, sino la celebración de los diferentes ritos del proceso catecumenal hasta la recepción
de los sacramentos de la iniciación cristiana (cf. Directorio, núm. 80-85).

159. En estos procesos catecumenales, deben seguirse fielmente las etapas establecidas por la
Iglesia, dando a cada una de ellas el tiempo suficiente, a lo largo de cinco años litúrgicos, e
implicando, en lo posible, a las familias, a los compañeros de catequesis de la misma edad y al
conjunto de la comunidad cristiana (cf. Directorio, núm. 91-94). El “Servicio Diocesano para el
Catecumenado” diseñará y ofrecerá a las parroquias un Itinerario catecumenal para estos casos.

160. Los sacramentos de la Iniciación Cristiana deberán celebrarse conjuntamente. En caso de que,
por alguna razón particular, se considere conveniente separar en el tiempo la celebración de la
Confirmación (RICA 358), corresponde al Obispo autorizarlo (ICNNB 55); con todo, en ningún
caso y por ninguna razón deberá separarse la administración del Bautismo de la recepción de la
Eucaristía (ICNNB 54).

161. Se establece un plazo de tres años para que, progresivamente, se vaya adecuando a estas
disposiciones la respuesta pastoral que debe darse a los niños no bautizados en la infancia que
solicitan los sacramentos de la iniciación cristiana.

9.5. Sobre la catequesis infantil

162. Se establece obligatoriamente la etapa del “despertar religioso” como paso previo al inicio de
la catequesis infantil. Esta catequesis se inspirará en lo que el Directorio establece en los números
105-108. A esta etapa se dedicará al menos un curso completo de catequesis.

163. Para la etapa del despertar religioso, las parroquias deberán capacitar catequistas dotados de
aquellos conocimientos y actitudes que hagan posible esta importante acción educativa. Será
deseable que asuman esta catequesis padres o madres de niños en esa edad, siempre que estén
incorporados a la comunidad. En todo caso, deberá facilitarse a los catequistas la preparación y los
medios didácticos para desarrollar su trabajo.

164. En la etapa de catequesis infantil y adolescencial, debe evitarse la polarización de esfuerzos,


medios y personas en las catequesis presacramentales. Para ello, se establecerán itinerarios
catequéticos más amplios, que no finalicen o se interrumpan con la recepción del sacramento
respectivo sino que continúen acompañando a los catequizandos en su proceso de iniciación hacia
la madurez de fe (cf. Directorio, núm.109-126).

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165. Para reforzar la eficacia de la catequesis infantil, deberá procurarse la implicación de los
padres en dicho proceso. Esta implicación puede revestir varias formas: un proceso de catequesis
de adultos con los padres, con ocasión de la catequesis de sus hijos; unas catequesis “paralelas”
dirigidas a los padres al hilo de los temas que sus hijos van tratando; una ayuda a los padres para
que sean ellos los catequistas de sus propios hijos. Debe tenerse en cuenta que la iniciación
cristiana de los hijos puede ser una ocasión propicia para una acción misionera y catequética con
los padres.
9.6. SOBRE LA ATENCIÓN PASTORAL DE LOS CATEQUISTAS

166. En cumplimiento de lo establecido en el Sínodo Diocesano (CFS 17), se establecen las


siguientes condiciones mínimas para que una persona pueda ser llamada o aceptada para el
servicio de la catequesis:

a) en cuanto a sus cualidades humanas: gozar de una cierta madurez y equilibrio, de capacidad
de relación y de diálogo, de apertura al mundo y encarnación en la propia realidad humana y
social; saber trabajar en equipo y con espíritu de colaboración; tener una edad que permita
entrar en diálogo con los catequizandos y mantener una relación constructiva y educativa con
ellos;

b) en cuanto creyente: haber hecho una opción básica cristiana; estar iniciado de una forma
elemental en la fe y en la vida cristiana; vivir en comunión cordial con la Iglesia, estando
integrado en la comunidad en la que va a prestar el servicio catequético; estar dispuesto a
llevar adelante un proceso personal y comunitario de maduración cristiana y eclesial;

c) en cuanto a la motivación: aceptar el ser catequista como tarea fundada en la condición de


cristiano y al servicio de la edificación de la Iglesia (cf. Directorio, 79).

Si, eventualmente, las personas llamadas o aceptadas no alcanzaran estas condiciones, deberán
ponerse todos los medios para hacer posible que lleguen a estas disposiciones mínimas en un plazo
razonable. En caso contrario, deberán cesar en el servicio catequético.

167. Las Parroquias deben arbitrar los medios necesarios para asegurar a sus catequistas una
formación básica cristiana. En el caso de que a una parroquia le resulte imposible con sus medios
propios, deberá unirse con una parroquia vecina para poder conseguirlo.

168. Junto a la formación básica cristiana, debe asegurarse también a los catequistas una
formación catequética básica que les capacite para su trabajo. El medio ordinario para esto será la
“Escuela de catequistas”, establecida, bien en cada parroquia, o bien, como en el caso anterior,
para varias parroquias cercanas.

169. En cuanto a los contenidos de esta formación básica de los catequistas, deberá seguirse lo
establecido en el número 144 del Directorio. El Secretariado Diocesano de Catequesis deberá
ofrecer, en breve, un modelo de itinerario formativo que pueda ser utilizado como referencia.

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10. ANEXOS. REGLAMENTO DE LA COMISION DIOCESNA DE CATEQUESIS

10.1. INTRODUCCIÓN

1. Este Reglamento de la Comisión Diocesana de Catequesis se redacta de acuerdo con el Estatuto


de las Comisiones de Pastoral, aprobado por el Obispo el 24 de agosto de 1.986 y publicado en el
Boletín Oficial del Obispado de Cádiz y Ceuta, n1 2.240, de septiembre de 1.986, a cuyas
disposiciones se remite, y se revisa posteriormente de acuerdo con el directorio sobre los
Organismos Pastorales en la Diócesis de Cádiz y Ceuta, aprobado por el Obispo el 8 de diciembre
de 1.996 y publicado en el Boletín Oficial del Obispado de Cádiz y Ceuta, n1 2.496 de diciembre
de 1.996.

10.2. NATURALEZA

2. La Comisión Diocesana de Catequesis, instituida canónicamente por el Obispo, a tenor del


canon 469 del Código de Derecho Canónico tiene la misión de promover, atender y coordinar las
acciones propias del Ministerio Catequético en todo el ámbito de la Diócesis.

10.3. MIEMBROS DE LA COMISIÓN DIOCESANA

3. La Comisión Diocesana de Catequesis está compuesta por las siguientes personas:

El Delegado/a Episcopal de Catequesis.


El Coordinador/a de Catequesis de cada Arciprestazgo de la Diócesis.
Un sacerdote representante de cada zona pastoral de la Diócesis (Bahía de Cádiz, zona de la
Janda, Campo de Gibraltar y Ceuta).
Otras personas que, por su experiencia y preparación catequética, puedan, a juicio del Obispo,
contribuir a las finalidades de la Comisión. (Estatuto, 5).

4. Nombramiento de sus componentes:

Los miembros de la Comisión Diocesana son nombrados por el Obispo, a propuesta del
Delegado/a Episcopal, oído el Vicario General del área correspondiente, por un plazo de
tres años, prorrogables. (Estatuto, 2-c y 16-f).
En la composición de la Comisión debe quedar garantizada la participación de seglares,
religiosos y sacerdotes. (Estatuto, 6).
Los Coordinadores Arciprestales de Catequesis deberán ser designados de entre los
catequistas de sus respectivos Arciprestazgos que gocen de mayor capacidad, preparación y
reconocimiento.

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Cuando, por causa justificada, un miembro deje de pertenecer a la Comisión, se procederá
cuanto antes a cubrir su ausencia. De la misma manera, cuando reiterativamente no
participe de las actividades de la Comisión.

5. . Esta Comisión Diocesana elegirá, de entre sus miembros, un Secretario, cuya misión es:

Convocar las reuniones,


Redactar las actas,
Concretar los acuerdos tomados,
Señalar los responsables de los Departamentos, de acuerdo con el Delegado/a Episcopal y
Enviar copia del acta anterior y del orden del día de la siguiente a cada miembro , con la
suficiente antelación.

6. . El Delegado/a Episcopal, el Secretario y los Responsables de los Departamentos componen el


Equipo Permanente de la Comisión. Sus funciones son:

Programar y evaluar las acciones ordinarias del Movimiento catequético en la Diócesis,


encuentros con grupos o con responsables, visitas, cursillos, actividades de zonas, etc.
Conocer y apoyar las acciones permanentes de cada Departamento.
Preparar el orden del día de las sesiones plenarias de la Comisión.
Proponer a la deliberación del Pleno de la Comisión las líneas o acciones que se consideran
prioritarias para la redacción del Programa Pastoral Diocesano en el área Catequética.
Proponer igualmente las urgencias o necesidades que deben considerarse al confeccionar el
presupuesto de la Comisión.

10.4. FUNCIONES DE LA COMISIÓN DIOCESANA

7. Corresponde a la Comisión Diocesana elaborar el Programa de Acción del área de Pastoral


Catequética para toda la Diócesis, a partir del análisis de la realidad, en coordinación con las
demás Delegaciones Pastorales y dentro de la Programación Pastoral de la Diócesis. (Estatuto, 4-f
y 11).

8. La Comisión elaborará anualmente el presupuesto y balance especificado de sus gastos e


ingresos. Se presentará al Consejo Diocesano de Economía a través de la Vicaría General.

9. Son tareas normales de la Comisión Diocesana y de cada uno de sus miembros:

Conocer las orientaciones, planes de acción y comunicaciones de la Comisión Episcopal de


Enseñanza y Catequesis y del Secretariado Nacional de Catequesis, así como toda la
Documentación Diocesana que haga alguna referencia al área de la Catequesis.
Seguir el normal desarrollo del Movimiento Catequético, valorando sus logros y avances,
estudiando sus carencias y las respuestas que se deben ofrecer, aportando la colaboración
posible de las acciones que se programen, sugiriendo nuevas actividades.
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Presentar a los Representantes de la Acción Pastoral (cuando sea posible, a través de los
Consejos Pastorales) en los diversos niveles (parroquia, arciprestazgo, diócesis) las
conclusiones de los propios análisis de la realidad y, en diálogo con ellos, buscar y
discernir las acciones que mejor respondan a las necesidades descubiertas.

10.5. SESIONES DE LA COMISIÓN DIOCESANA


10. Para poder desarrollar las funciones que se le asignan (Esta-tuto, 4), la Comisión Diocesana de
Catequesis celebrará anualmente tres sesiones plenarias: la primera al comienzo del curso pastoral,
la segunda durante el segundo trimestre del mismo y la tercera al finalizar el curso. El calendario
de estas sesiones debe ser establecido con suficiente antelación para garantizar la participación de
todos los miembros. Dichas sesiones plenarias, a ser posible, deben ser presididas por el Vicario
responsable del Área del Anuncio y la Proclamación.

11. En cada sesión plenaria debe preverse un tiempo para la información e intercomunicación
sobre la realidad catequética de la Diócesis. Esta información será presentada por los propios
miembros y podrá ser bien de carácter general o bien específica sobre un área de la actividad
catequética, según cuestionarios enviados previamente.

10.6. EQUIPOS DE ZONA


12. Equipos de Vicaría.
a) .. Para atender de forma más eficaz a las realidades catequéticas concretas y a las personas
implicadas en ellas, los miembros de la Comisión Diocesana representantes de cada zona
de Vicaría deben constituirse en Subcomisión o Equipo de Catequesis de dicha zona.
b).. Estos Equipos de zona funcionarán en coordinación con el Equipo Permanente de la
Comisión Diocesana.
c) .. En estos Equipos de zona será necesaria la participación de los Coordinadores
Arciprestales y de otros Catequistas cualificados y algunos Sacerdotes del territorio en
orden a la promoción, apoyo y coordinación de las actividades catequéticas en la zona de
Vicaría.
d).. Sus miembros serán nombrados por el Vicario General o el Vicario Episcopal respectivo, a
propuesta del Delegado Episcopal.

13. Equipos de Arciprestazgo.


a. Para atender más eficazmente a las realidades catequéticas concretas de los
Arciprestazgos, cada representante de los mismos en la Comisión Diocesana deberá
constituir un Equipo Arciprestal de Catequesis.
b. En este Equipo Arciprestal será necesaria la participación de un Sacerdote del
Arciprestazgo y, al menos, un responsable o coordinador de las Catequesis de cada
Parroquia (y de los Centros Religiosos que las tuvieran implantadas).
c) Estos Equipos funcionarán en coordinación con el Equipo Permanente de la Comisión
Diocesana de Catequesis y el de Vicaría. INDICE

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10.7. DEPARTAMENTOS
14. La Comisión Diocesana de Catequesis se estructurará en Departamentos, correspondientes a
los diversos sectores de la actividad catequética. (Estatuto, 10). Serán los siguientes:
a) Formación de catequistas;
b) Catequesis de adultos;
c) Catequesis de adolescentes y jóvenes;
d) Catequesis de iniciación cristiana infantil;
e) Catequesis de la tercera edad;
f) Comunicación y lenguaje audiovisual.

15. Todos los miembros de la Comisión Diocesana deben formar parte de alguno de los
Departamentos y participar normalmente en sus trabajos.

16. Cada Departamento elegirá, de entre sus miembros, un responsable que promueva y organice
la actividad propia del mismo. Igualmente podrá asociar a otras personas con experiencia
catequética, aún sin ser miembros de la Comisión, para que colaboren en sus tareas.

17. Las áreas de actividad de los Departamentos en la Comisión Diocesana de Catequesis serán
éstas:
a) .. Formación de catequistas: cursillos de iniciación para catequistas nuevos; formación
permanente de los catequistas; elaboración, valoración y difusión de materiales para la
formación de catequistas; escuelas de catequistas; relación con las Escuelas de
Teología de la Diócesis.
b).. Catequesis de adultos: promoción y coordinación de las actividades catequéticas con
adultos; procesos catecumenales: catequesis ocasionales (presacramentales u otras);
elaboración, valoración y difusión de materiales catecumenales y catequéticos para
adultos; relación con la Delegación Diocesana de Apostolado Seglar y con los
Movimientos especializados.
c) .. Catequesis de adolescentes y jóvenes: promoción de las actividades catequéticas con
adolescentes y jóvenes; catecumenados juveniles; coordinación con la Delegación
Diocesana de Pastoral Juvenil.
d).. Catequesis de iniciación cristiana infantil (ICI) y de preadolescentes; promoción y
coordinación de las actividades catequéticas con niños y preadolescentes;
transformación de las catequesis presacramentales en procesos de ICI; valoración de
materiales catequéticos para la ICI y orientación sobre su uso; colaboración con otros
Movimientos educativos y apostólicos infantiles y de preadolescentes (Junior, Scout...);
coordinación con el Departamento de Catequesis de Adultos para el trabajo con
padres/madres; coordinación con la Delegación Diocesana de Pastoral Juvenil para
facilitar el paso de la ICI a los grupos de adolescentes y jóvenes.
e) Catequesis de la tercera edad: Promoción de actividades catequéticas con personas de la
tercera edad: conocimiento y difusión de experiencias, materiales de trabajo,
asociaciones cristianas de la tercera edad; ofertas de colaboración a parroquias y
centros o residencias de la tercera edad. INDICE
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e) .. Comunicación y lenguaje audiovisuales: formación en el conocimiento y uso de los nuevos


lenguajes en la transmisión de la fe, con aplicación especial a la catequesis, por medio
de cursillos breves en parroquias, cursos de verano, etc.; valoración y orientación sobre
materiales audiovisuales en el mercado; archivo de documentación sobre el lenguaje
audiovisuales y catequesis; elaboración de subsidios audiovisuales para la formación de
catequistas y para la catequesis; colaboración con la Delegación Diocesana de Medios
de Comunicación Social y con otras Delegaciones Pastorales para prestar servicios
concretos que puedan ser solicitados.

11. ANEXOS. REGLAMENTO DE LAS COMISIONES ARCIPRESTALES DE


CATEQUESIS

La coordinación de la catequesis es una tarea importante en una Iglesia particular.

La coordinación de la catequesis no es un asunto meramente estratégico, en orden a una mayor


eficacia de la acción evangelizadora, sino que tiene una dimensión teológica de fondo. La acción
evangelizadora debe estar bien coordinada porque toda ella apunta a la unidad de la fe que
sostiene todas las acciones de la Iglesia.

En este apartado se considera:


... la coordinación interna de la catequesis, con vistas a que la Iglesia particular ofrezca un
servicio de catequesis unitario y coherente;

... la necesidad de una pastoral educativa bien coordinada, dada la multiplicidad de agentes
educativos que inciden en unos mismos destinatarios, fundamentalmente niños y
adolescentes. (Directorio General para la Catequesis. N1: 272-273)

Para atender más eficazmente a las realidades catequéticas concretas de los arciprestazgos, cada
representante de los mismos en la Comisión Diocesana de Catequesis deberá constituir un Equipo
Arciprestal de Catequistas.
(Reglamento de la Comisión Diocesana de Catequesis. N1. 13)

11.1. NATURALEZA Y FINALIDAD DE LAS COMISIONES ARCIPRESTALES


DE CATEQUESIS

1.1. Las Comisiones Arciprestales de Catequesis son organismos eclesiales competentes en la


pastoral catequética de cada arciprestazgo. Equivalen a los Equipos Arciprestales de Catequistas
que se mencionan en el n1 13 del Reglamento de la Comisión Diocesana de Catequesis.

1.2. Su finalidad consiste en coordinar y animar las actividades catequéticas de las parroquias de
un mismo arciprestazgo.

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11.2. CREACIÓN DE LAS COMISIONES


2.1. El representante de cada arciprestazgo en la Comisión Diocesana de Catequesis informará a su
Consejo Pastoral Arciprestal del proyecto de creación de la citada Comisión y hará entrega de la
solicitud de aprobación de la misma a la que adjuntará copia del presente Reglamento.

2.2. El Arcipreste, oído el sentir favorable de los consejeros, dará el visto bueno a su creación y
dispondrá que así conste en el acta de la sesión correspondiente.

11.3. MIEMBROS DE LA COMISIÓN


3.1. La Comisión Arciprestal estará formada por los siguientes miembros:
... Un sacerdote elegido por el equipo de sacerdotes del arciprestazgo,
... El/la catequista representante del arciprestazgo en la Comisión Diocesana de Catequesis,
... Uno o dos catequistas por cada una de las parroquias. Uno/a de ellos ha de ser el/la
Coordinador General de la Catequesis Parroquial. Ambos/as deben ser enviados por su
comunidad para este fin.

11.4. COMPETENCIAS DE LA COMISIÓN

4.1. Las Comisiones Arciprestales tendrán las siguientes competencias:


1. Estimular y animar las tareas catequéticas.
2. Invitar a que se cree un cuerpo permanente de catequistas en sus parroquias.
3. Unificar criterios coordinando las diversas actividades catequéticas que se
emprendan en el arciprestazgo.
4. Promover y organizar la formación de catequistas.
5. Potenciar las Escuelas de Catequistas ofertadas por la Diócesis.
6. Llevar a la práctica las orientaciones, determinaciones y acuerdos que se adopten en
las reuniones.
7. Organizar encuentros de formación, oración y convivencia con los catequistas del
arciprestazgo.
8. Facilitar la coordinación de todos los catequistas de cada parroquia.
9. Revisar la marcha de la misma Comisión para que cumpla con la finalidad para la
que fue constituida.

11.5. ORGANIZACIÓN DE LA COMISIÓN

11.5.1. COORDINADOR DE LA COMISIÓN

5.1.1. El Coordinador o Coordinadora será el/la catequista miembro de la Comisión Diocesana,


que, a su vez, haya sido nombrado por el Arcipreste, oído el parecer de los párrocos y de los
coordinadores generales parroquiales.

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5.1.2. Sus funciones y competencias son:


1. Servir de enlace entre la Comisión Diocesana y la Comisión Arciprestal.
2. Ser el portavoz de la Comisión Arciprestal y miembro del Consejo de Pastoral Arciprestal.
3. Proponer las reuniones y determinar su orden del día.
4. Coordinar y moderar las reuniones.
5. Promover actividades de formación, oración y convivencia y alentar la participación de los
catequistas en las mismas.

11.5.2. SECRETARIO DE LA COMISIÓN


5.2.1. Para el mejor funcionamiento de la Comisión se nombrará como Secretario a uno/a de sus
miembros.

5.2.2. Sus competencias y funciones son:


... Convocar las reuniones dando a conocer el orden del día de las mismas a sus miembros y a
los párrocos.
... Levantar acta de las reuniones y enviar copia a los componentes de la Comisión.
... Enviar igualmente, para su información, al Arcipreste y al Vicario de la Zona, si lo
hubiere, la convocatoria de cada reunión y el acta correspondiente a la celebración de la
misma.
... Comunicar al Secretariado de Catequesis la relación de los miembros de la Comisión y
notificar las posibles altas y bajas que se produzcan.

11.5.3. FRECUENCIA DE LAS REUNIONES

5.3.1. La Comisión Arciprestal se reunirá tres veces a lo largo del curso, de forma ordinaria, y, de
forma extraordinaria, siempre que haya una cuestión importante que tratar o sea solicitado por
algunos de sus miembros.

11.6. OBLIGACIONES DE LOS MIEMBROS DE LA COMISIÓN


6.1. Aquellos catequistas que hayan sido designados y enviados por sus respectivas comunidades
parroquiales para formar parte de la Comisión deberán asumir como compromiso prioritario:
1. Asistir a todas las reuniones.
2. Informar al párroco y a todos los catequistas de sus respectivas parroquias de cuanto
se haya tratado en las reuniones.
3. Llevar a la reunión las propuestas de los propios catequistas y los datos que le sean
solicitados en el orden del día.
4. Responsabilizarse de que se lleven a la práctica, en sus parroquias, las
orientaciones, los acuerdos y cuantas resoluciones se hayan tomado en las
reuniones de la Comisión.
11.7. FINANCIACIÓN DE LA COMISIÓN
7.1. Los gastos generales originados con motivo de las reuniones de la Comisión Arciprestal de
Catequesis o de los encuentros y convivencias de catequistas promovidos o aprobados por
dicha Comisión son asumidos por el fondo económico arciprestal.
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