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“Cuanto más articulado y complejo sea el sistema de conceptos que utilicemos para
dar cuenta de una parcela determinada de nuestra experiencia, tanto más articulado
y eficaz será también nuestro conocimiento de la realidad derivado de esa parcela”[1]
Es importante entender que siempre que hay
algún conocimiento hay lenguaje. También
es importante entender que siempre que hay
lenguaje hay conceptos. Y que siempre que
hay conceptos éstos tienen algún nivel de
abstracción.
Por lo tanto, para comprender las dificultades
del lenguaje y el conocimiento deberemos
antes poder comprender qué son
exactamente los conceptos y qué significa
que los conceptos tengan niveles de
abstracción.
5-No son palabras aunque estén íntimamente ligadas a ellas. Las palabras “sólo” son
intermediarias. Las palabras “sólo” transportan el significado de los conceptos.
6- No son más que el resultado de un proceso. Así pues, por esta razón, cualquier
intento de comprensión/definición de un concepto requerirá una reconstrucción de
dicho proceso.
Observaciones
De todo esto quiero que os fijéis sobretodo en 4 cosas:
1) Que cuanto más significamos más subimos de nivel de abstracción.
2) Decía que al significar perdemos de vista lo sensorial, es decir, lo que se puede
percibir por los 5 sentidos. Es decir, al significar se pierde de vista al mundo real. Ahora,
con este ejemplo la pérdida de lo sensorial es evidente. Al significar utilizamos palabras
que no tienen un referente tan preciso como decir “esta silla” o empezar a describir
detalladamente cómo es la silla: su peso, color, textura, medidas, etc. Al significar
hemos llegado a “algo bueno”. Si os pido, sin contextualizar, que penséis en “algo
bueno” cada uno imaginará algo diferente, muy diferente, y ésta es una buena prueba
de la pérdida de lo sensorial. Esto también significa que la pérdida de lo sensorial es
directamente proporcional al incremento de la ambigüedad. O dicho de otra manera,
cuánta más abstracción más ambigüedad.
3) Ahora, también podemos entender lo que decía antes: un concepto se define por
su proceso de abstracción, es este proceso el que da como resultado el concepto en
sí. Esto quiere decir que al definir el concepto de “cómodo” debería poner, entre otros
ejemplos, el de las propiedades de la silla. Algo así como “sí sí, es algo cómodo como
la silla de la Biblioteca donde fue el congreso”. Sin referirnos a los niveles de abstracción
más bajos nuestros conceptos no se entenderían o se malinterpretarían por culpa de la
ambigüedad.
4) aquí ha aparecido BUENO como un concepto de nivel 4 de abstracción. Esto es
completamente falso en rigor. Entre esta silla y lo bueno hay muchos otros niveles que
he omitido. El proceso de abstracción no es necesariamente un proceso explícito sino
que intuitivamente podemos saltarnos de golpe tantos niveles como queramos.
Podemos, y de hecho lo hacemos constantemente, decir directamente que es una
“buena” silla.
[1] José A. Díez, C. Ulises Moulines, “Fundamentos de Filosofía de la Ciencia”, Ed. Ariel,
Barcelona, 2008.
[2] En contra de José A. Díez no estoy de acuerdo con la idea de considerar a los
conjuntos entidades reales puesto que un conjunto de cosas implica un proceso de
abstracción y, por tanto, de conceptualización y abstracción. Dichos procesos son
explicados en este post y se caracterizan por ser procesos subjetivos que dan como
resultado conceptos. Estos procesos implican abstraer propiedades de las cosas y este
definir propiedades es lo que permite definir conjuntos. Por otro lado, en el libro de
Enrique Fernández-Abascat (ver pie de página siguiente), un conjunto o clase de
elementos constituye una categoría y no un concepto. La diferencia entre concepto y
categoría es que el concepto no hace referencia de forma tan obvia a clases pues un
concepto puede referirse a personas o cosas concretas (conjuntos con un elemento:
La tía Inés). El debate está servido…
[3] Enrique Fernández-Abascat, María Dolores Martín Díaz, Javier Domínguez Sánchez,
“Procesos Psicológicos”, Ed. Psicología Pirámide, Madrid, 2009.
[4] José A. Díez, C. Ulises Moulines, “Fundamentos de Filosofía de la Ciencia”, Ed. Ariel,
Barcelona, 2008.
[5] Precisamente, la cuestión de que la observación depende de la teoría, algo
aparentemente antiintuitivo, supone una aguda crítica a las pretensiones de los
inductivistas más ingenuos. Para más información preguntar en los comentarios (evito
extenderme en el post) o consultar: “¿Qué es esa cosa llamada ciencia?” de Alan F.
Chalmers. Ed. Siglo XXI, Madrid, 1990.
[6] Además, a partir de este primer paso, en el momento que nos referimos
lingüísticamente a un objeto estamos, en el sentido de Frege, atribuyéndole un sentido.
Y el problema aquí es que según esta distinción fregeana entre referencia y sentido,
una referencia puede tener varios sentidos lo cual podría subsanarse con la idea de los
conceptos racimos en los que un objeto se definiera por el conjunto de posibles sentidos
y no sólo por un sentido (por muy esencial que pareciera ser).
[7] En realidad, el proceso de abstracción admite gran cantidad de subidas de nivel.
Entre nivel y nivel, la subjetividad puede distorsionar de una forma exagerada,
mediante relaciones y cruzamientos de ideas, el producto final (en comparación al
fenómeno físico inicial). No obstante, cuando subir y bajar de nivel se hace con criterio
y rigor, el resultado son taxonomías que nos ayudan a formar sistemas conceptuales
útiles para comprender el mundo.
[8] Gregory y Mary Catherine Bateson, “El temor de los ángeles. Epistemología de lo
sagrado”, Ed. Gedisa, Barcelona, 2000.