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El proceso de abstracción

“Cuanto más articulado y complejo sea el sistema de conceptos que utilicemos para
dar cuenta de una parcela determinada de nuestra experiencia, tanto más articulado
y eficaz será también nuestro conocimiento de la realidad derivado de esa parcela”[1]
Es importante entender que siempre que hay
algún conocimiento hay lenguaje. También
es importante entender que siempre que hay
lenguaje hay conceptos. Y que siempre que
hay conceptos éstos tienen algún nivel de
abstracción.
Por lo tanto, para comprender las dificultades
del lenguaje y el conocimiento deberemos
antes poder comprender qué son
exactamente los conceptos y qué significa
que los conceptos tengan niveles de
abstracción.

¿Qué son los conceptos?


1-Son las unidades elementales para el pensamiento y el conocimiento humano.
2-Son entidades abstractas producidas por el intelecto humano.
3-Son conjuntos de objetos[2]. Los conceptos no refieren a un solo objeto sino que un
mismo concepto lo podemos aplicar a muchos individuos. Por ejemplo, el concepto
de silla no está asignado a una sola silla sino a muchas más.
4-Permiten a los sujetos epistémicos conocer el mundo real y orientarse en él:
“Si hemos de funcionar eficazmente, nuestro sistema cognitivo ha de disponer de algún
mecanismo que le permita conferir estabilidad a un entorno desestructurado, diverso y
cambiante. Es decir, debemos aprender a identificar y clasificar los objetos y los
acontecimientos, así como sus propiedades y las relaciones que se establecen entre
unos y otros”[3]

5-No son palabras aunque estén íntimamente ligadas a ellas. Las palabras “sólo” son
intermediarias. Las palabras “sólo” transportan el significado de los conceptos.
6- No son más que el resultado de un proceso. Así pues, por esta razón, cualquier
intento de comprensión/definición de un concepto requerirá una reconstrucción de
dicho proceso.

¿Cómo se forman los conceptos?


Independientemente de que conozcamos o no, el ser humano se relaciona con el
mundo con ayuda de conceptos. Esto, así pues, presupone un mundo:
“Mundo real (“externo”) es todo aquello que no se identifica con el sujeto epistémico,
y que está compuesto de diversas clases de objetos. (…) Nos limitamos a observar que
por “mundo real” no ha de entenderse necesariamente sólo la totalidad de los objetos
físicos ni mucho menos sólo la totalidad de los objetos detectables por nuestros sentidos.
(…) Sean cuales sean los objetos reales, si logramos conocerlos y reconocerlos es
gracias, entre otras cosas, a los conceptos de que disponemos. Los conceptos nos
permiten identificar, diferenciar, comparar, etc. los objetos de los que consta el mundo
real”[4]
Para que entendamos qué es un concepto es vital qué comprendamos cómo se
forman. En la formación de conceptos, partimos de la experiencia que tenemos de
este mundo. Así, del paso del mundo al concepto hay un proceso.

Supongamos como ejemplo el proceso cognitivo en el que yo llegara a


conceptualizar la experiencia de un barco. Para esto supongamos que yo no supiera
qué es un barco y que careciera del término lingüístico de barco.
1-En primer lugar, recibiría información de este barco a través de los sentidos. Así, yo
miraría al mar, la imagen del barco entraría por mi retina y empezaría a ser interpretada
por mi cerebro. Esto supondría un primer filtrado, por ejemplo, por las leyes de la Gestalt.
2-En segundo lugar, de esta información percibiría conscientemente sólo una parte.
Para el éxito de mi percepción debería tener conocimientos y conceptos previos que
me hicieran capaz de captar esa nueva realidad. Por ejemplo, conocimientos como
que algunos materiales con propiedades determinadas pueden flotar en el agua.
Además, el no tener conocimientos más específicos sobre las partes de un barco me
impediría percibir la gran cantidad de diferencias que cualquier marinero sí sería capaz
de percibir. [5]
3-En tercer lugar, cuando alguien viera
mi rostro de sorpresa (podemos suponer
que produciría asombro ver un barco por
primera vez) y me preguntara sobre mi
visión, yo señalaría el barco
ostensivamente con el fin de que me
entendiera.
4-En cuarto lugar, proferiríamos algún tipo de sonido que nos sirviera para referirnos al
barco. Este sonido, articulado lingüísticamente, podría ser por ejemplo
la descripción “casa flotante”.
5-En quinto lugar, cuando viéramos más cantidad de barcos, podríamos acabar
generando una etiqueta que definiera el conjunto de “casas flotantes”: el “barco”. Es
decir, después de observar diversas “casas flotantes” podríamos inventar una palabra
como nombre común (“barco”). Esta palabra sería la “etiqueta”.
Así pues, hasta aquí, este proceso lo haría con una base sensorial. Este último paso es
el puente a lo no sensorial. Aquí, después de una última observación, recordamos los
barcos anteriores. A partir de estas experiencias pasadas inferimos las propiedades que
nos permiten construir la etiqueta o reconocer si algo es o no es un barco.
Dentro del dominio de lo inferido entramos en un mundo dominado por las
deducciones. Donde acababa el proceso aterior aquí se inicia otro. En este nuevo
proceso, en el que ya se pierde la base sensorial (es deci r, cuando dejamos de tener
experiencia directa con la cosa) podemos entender los límites y las posibilidades de los
conceptos.
Supongamos ahora que veo ante mí lo que parece a
ciencia cierta una pelota de fútbol (que enseguida
perderemos de vista).
1-En primer lugar, podríamos emitir un enunciado
observacional del tipo “Eso es una pelota de fútbol”. Aquí
vemos que utilizamos ya el lenguaje lo cual implica estar
instalado en un sistema conceptual bastísimo.
Análogamente al punto 2 del proceso de
conceptualización, la calidad de un enunciado
observacional supone conocimientos, conceptos,
criterios metodológicos fiables, etc. Por ejemplo, para
cerciorarme de que fuera una pelota de cuero de fútbol podría acercármela a la nariz
y oler el característico olor a cuero. También debería tener conocimientos sobre el
deporte para el cual ese objeto, la pelota, cumple una función.[6]
2-En segundo lugar, dejaríamos de ver la pelota y daríamos un salto
de nivel de abstracción. Así, al recordarla, podríamos acabar
hablando de una “esfera” en vez de una “pelota” por lo que
habríamos eliminado el contenido material de la pelota y ahora
sólo sería una forma tridimensional de cierto tamaño.
3-En tercer lugar, podría pensar que una esfera es como hablar de
lo “perfecto”. Relación de ideas que hizo por ejemplo Aristóteles al
pensar los cuerpos celestes. O también, por asociación personal,
podría encontrar similitudes con el “aleph” del relato de Borges.
Vemos cómo podría llegar a identificar la cosa en sí que sería una pelota de cuero de
fútbol con el concepto de perfección o de aleph borgesiano.
4-Así pues, finalmente[7], podría darse el caso, quizás de un modo un poco forzado,
que estuviera en una conversación sobre fútbol y yo me refiriese a la pelota de fútbol
como la “esfera”, “lo perfecto” o “aleph”. en el primer caso, posiblemente, me
entenderían porque es consabido que a las pelotas de fútbol se les llaman “esféricos”.
No obstante, los otros dos casos son acepciones de la
definición de pelota de fútbol que solamente yo compartiría
por lo que dichas formas de nombrar la pelota de fútbol no
cumplirían su función comunicativa.
A continuación, el proceso completo (“Levels Of Knowing
And Existence: Studies In General Semantics” de Harry L.
Weinberg):

Otra forma de explicar el proceso de abstracción


El proceso de abstracción es el proceso por el cual se forma el
significado de un concepto. Este proceso explica 1) por qué
un concepto tiene un significado y no otro, 2) por qué un
concepto es más o menos abstracto.
El proceso de abstracción empieza a la mínima posibilidad de
que podamos introducir palabras. Veamos qué quiere decir
esto. Esto que tienes ante tus ojos más allá de la pantalla es el
Mundo Real (la pantalla incluso). ¿Qué es lo más simple que se
puede decir de algo del mundo real? ¿Qué palabras son las
más sencillas?
Lo más básico es hacer una DESCRIPCIÓN sensorial. Por
ejemplo, esta silla. De ella puedo hacer una descripción en
términos sensoriales. Describo lo que percibo: el color, el
tamaño, la textura, el peso… A esto yo lo llamo lenguaje concreto y supone un nivel de
abstracción muy bajo, de nivel 1. Diremos que cuanto más alto sea el nivel de
abstracción más abstracto será el concepto utilizado.
Subamos un nivel de abstracción. ¿Cómo vamos más allá, cómo subimos un nivel de
abstracción? Significando lo anterior…
Hay una gran diferencia entre DESCRIBIR y SIGNIFICAR,
entre una descripción y una significación. Sólo por la
posición donde están situadas podemos deducir que
“describir” es algo menos abstracto.
DESCRIBIR es decir lo que uno ve, lo que uno toca, oye.
Representa un nivel de abstracción muy bajo por esta
razón.
Pero al SIGNIFICAR uno pierde de vista lo sensorial. A
diferencia del “describir”, la acción de “significar” no
necesita de lo sensorial porque no dice lo que sus sentidos
perciben. La acción de “significar” necesita de lo ya
conceptuado, de lo ya hecho lenguaje. Una descripción,
no, necesita el mundo real.
¿Y qué es entonces significar? ¿Qué es exactamente?
Significar es juzgar y abstraer.
Significar es coger esta silla y juzgarla en algún sentido. Por ejemplo, para mí una silla es
un mueble. Estoy estableciendo una relación, esto implica JUZGAR, es hacer una
relación. También podría juzgar esta silla de una forma más subjetiva, más personal, en
ese caso, podría decir que esta silla es cómoda. Vemos cómo significar supone decir
lo que una cosa es, y esto se puede hacer de una forma muy subjetiva o poco.
Por otro lado, significar también es ABSTRAER. Significar, además de ser un juicio de
algo, es una abstracción de algo. Una abstracción de algo supone coger una parte
de este algo, es decir, supone coger alguna propiedad de este algo y quedarte con
esta propiedad como si fuera una totalidad y no sólo una parte.
Aquí hay niveles, ya lo veis, por ahora sólo 2, pero pueden haber muchísimos más.
Veamos cómo continua la cosa. Antes, para subir de nivel habíamos significado la
descripción sensorial. ¿Y ahora? ¿Podemos significar la significación? Sí, podemos.
Y así podríamos seguir un nivel más, y otro, y otro, y otro…
Veámoslo de otra manera. Por ejemplo, imaginaros
que esta figura es una representación de esta silla. Y
esta representación de esta silla sería fruto de
una descripción donde habríamos percibido con los
sentidos sus propiedades menos abstractas, más
concretas.
Ahora, al decir que esta silla es cómoda
estoy significando, porque estoy juzgándola como
cómoda y estoy abstrayendo de esta silla la
propiedad de ser cómoda y que representa este
cuadradito rojo, propiedad que estaba, para mí,
implícita en las propiedades elementales de la misma
manera que si la silla pesara una tonelada, la
propiedad de ser “pesada”, también estaría implícita.
Por supuesto, había dicho que se puede significar de
una forma más o menos subjetiva y yo ahora he
optado por algo subjetivo, yo me estoy involucrando
en las significaciones. Si dijera que la silla es un
mueble, la significación sería mucho menos subjetiva.
Me involucraría muchísimo menos.
Sigamos.
Puedo significar que esta silla que es cómoda, por ser cómoda, es PRÁCTICA. ¡Pam!
Otro juicio y otra abstracción: “La comodidad es práctica”. El cuadradito rojo que
teníamos antes -y que representaba la propiedad de ser cómodo- también contiene
sus propiedades y también le acabo de abstraer una propiedad en particular, en este
caso, la propiedad de ser práctico.
Y ya llegados a este punto, para seguir y acabar de entender que es un concepto muy
abstracto podríamos ir todavía más allá y significar esta silla tan práctica como algo
BUENO.

Observaciones
De todo esto quiero que os fijéis sobretodo en 4 cosas:
1) Que cuanto más significamos más subimos de nivel de abstracción.
2) Decía que al significar perdemos de vista lo sensorial, es decir, lo que se puede
percibir por los 5 sentidos. Es decir, al significar se pierde de vista al mundo real. Ahora,
con este ejemplo la pérdida de lo sensorial es evidente. Al significar utilizamos palabras
que no tienen un referente tan preciso como decir “esta silla” o empezar a describir
detalladamente cómo es la silla: su peso, color, textura, medidas, etc. Al significar
hemos llegado a “algo bueno”. Si os pido, sin contextualizar, que penséis en “algo
bueno” cada uno imaginará algo diferente, muy diferente, y ésta es una buena prueba
de la pérdida de lo sensorial. Esto también significa que la pérdida de lo sensorial es
directamente proporcional al incremento de la ambigüedad. O dicho de otra manera,
cuánta más abstracción más ambigüedad.
3) Ahora, también podemos entender lo que decía antes: un concepto se define por
su proceso de abstracción, es este proceso el que da como resultado el concepto en
sí. Esto quiere decir que al definir el concepto de “cómodo” debería poner, entre otros
ejemplos, el de las propiedades de la silla. Algo así como “sí sí, es algo cómodo como
la silla de la Biblioteca donde fue el congreso”. Sin referirnos a los niveles de abstracción
más bajos nuestros conceptos no se entenderían o se malinterpretarían por culpa de la
ambigüedad.
4) aquí ha aparecido BUENO como un concepto de nivel 4 de abstracción. Esto es
completamente falso en rigor. Entre esta silla y lo bueno hay muchos otros niveles que
he omitido. El proceso de abstracción no es necesariamente un proceso explícito sino
que intuitivamente podemos saltarnos de golpe tantos niveles como queramos.
Podemos, y de hecho lo hacemos constantemente, decir directamente que es una
“buena” silla.

Cuanto más abstracto es un concepto…


Recopilando. Cuanto más abstracto es
un concepto, cuanto más arriba está en
el proceso de abstracción, cuánto más
niveles tiene debajo…
… más objetos incluye. “Ser vivo” es más
abstracto que “perro”. Bastante más. Si
nos preguntamos qué hay más -si perros
o seres vivos- entenderemos qué quiero
decir cuando digo que lo abstracto
incluye más objetos.
Además, este ejemplo menos subjetivo
nos puede ayudar a entender lo que
decía antes de los niveles OMITIDOS –y
que habían permitido que un concepto tan abstracto como BUENO apareciera
directamente como concepto de nivel 4 de abstracción. Entre “perro” y “ser vivo”
existen otros conceptos que me he saltado pero que están implícitos en el proceso de
abstracción. ¿Qué otros conceptos? ¿Qué otros niveles? Conceptos como “mamífero”
y “vertebrado”. Estos conceptos son más abstractos que “perro” pero no tanto como
“ser vivo”. Y como decía: cuanto más abstracto más objetos incluye: por ello, siempre
habrán más mamíferos que perros, y siempre habrán más vertebrados que mamíferos,
y siempre habrán más seres vivos que vertebrados.
Y siempre habrá solamente UN perro que sea exactamente el de la foto.
…más ambiguo. Es decir, el concepto más abstracto es difícil (y complejo) de definir
concretamente y esto causa ambigüedad en su comprensión. Así pues, se complica
la comunicación, se complica la comprensión. He aquí una de las claves que nos
interesa y es que la comunicación se basa en que lo que yo diga pueda ser
comprendido por el otro, sin embargo, cuanto más abstracto menos accesible o más
probable es que los procesos de abstracción -los cuales dan significado a los
conceptos utilizados- sean distintos.
Es un buen momento para recordar los dos ejemplos: el test de Forer y el artículo de
Sokal.

Cuando más concreto es un concepto…


Y ahora dándole la vuelta a la forma de comprender lo que estaba explicando veamos
qué ocurre cuando un concepto es concreto, cuando más abajo está, cuando menos
niveles tiene abajo…
…es más fácil formarse con la imaginación una escena como en una película…
No es lo mismo el concepto de “sonreír”
que el concepto de “felicidad”. ¿Cuál
de los dos conceptos se puede visualizar
con más facilidad? Puedes imaginarte
alguien sonriendo pero no puedes
imaginar la felicidad. Bueno, sí, sí puedes,
pero si lo haces lo más probable es que
pienses en alguien sonriendo. Así pues,
“sonreír” es más concreto que
“felicidad”.
…más fácil es comprender con precisión
lo que exactamente quiere decir el
otro. Esto es lo opuesto a la ambigüedad
de lo abstracto. Qué es más fácil de comprender: ¿qué es sonreír o qué es la felicidad?
O volviendo a ejemplos anteriores, qué es más fácil de comprender: ¿qué es un perro
o la vida? ¿Una silla o qué es la practicidad?

Algunas consecuencias para la calidad del conocimiento


1-La importancia de conocer el proceso es tal que si alguien ahora me hablara de
esferas yo pensaría en una esfera del tamaño de una pelota de fútbol. He aquí la
cuestión: en nuestras conversaciones, lecturas, textos, discusiones, etc. aplicamos
constantemente conceptos que son producto de procesos muy personales por lo que
después hay malentendidos. Además, cuanto más abstracto es el concepto más fácil
es la confusión a no ser que se explicite, por ejemplo, en qué enunciados
observacionales uno se ha basado.
2-La ciencia puede presumir de tener un protocolo suficientemente estricto para evitar
usos de conceptos personales. No obstante, no están exentos de problemas.
3-Los conceptos, cuando implican relaciones complejas de ideas, conforman juicios.
Así, por la dinámica de los procesos aquí expuestos, la calidad de un juicio puede
medirse por la calidad de su proceso.
4- Igual que al percibir algo necesitamos previamente de ciertos conceptos. La
adquisición de ciertos conceptos nos habilitan para percibir nuevas realidades (y que
podrán ser conceptualizadas por primera vez). Según el antropólogo Gregory Bateson:
“existe en el Pleroma [en el mundo exterior e independiente del sujeto cognoscente: el
nóumeno kantiano] toda una cantidad de regularidades, que no están nombradas y
están listas a que se las recoja. Pero las distinciones y diferencias que se usarían en un
análisis no están todavía trazadas a falta de los organismos para quienes las diferencias
podrían tener sentido”[8]

[1] José A. Díez, C. Ulises Moulines, “Fundamentos de Filosofía de la Ciencia”, Ed. Ariel,
Barcelona, 2008.
[2] En contra de José A. Díez no estoy de acuerdo con la idea de considerar a los
conjuntos entidades reales puesto que un conjunto de cosas implica un proceso de
abstracción y, por tanto, de conceptualización y abstracción. Dichos procesos son
explicados en este post y se caracterizan por ser procesos subjetivos que dan como
resultado conceptos. Estos procesos implican abstraer propiedades de las cosas y este
definir propiedades es lo que permite definir conjuntos. Por otro lado, en el libro de
Enrique Fernández-Abascat (ver pie de página siguiente), un conjunto o clase de
elementos constituye una categoría y no un concepto. La diferencia entre concepto y
categoría es que el concepto no hace referencia de forma tan obvia a clases pues un
concepto puede referirse a personas o cosas concretas (conjuntos con un elemento:
La tía Inés). El debate está servido…
[3] Enrique Fernández-Abascat, María Dolores Martín Díaz, Javier Domínguez Sánchez,
“Procesos Psicológicos”, Ed. Psicología Pirámide, Madrid, 2009.
[4] José A. Díez, C. Ulises Moulines, “Fundamentos de Filosofía de la Ciencia”, Ed. Ariel,
Barcelona, 2008.
[5] Precisamente, la cuestión de que la observación depende de la teoría, algo
aparentemente antiintuitivo, supone una aguda crítica a las pretensiones de los
inductivistas más ingenuos. Para más información preguntar en los comentarios (evito
extenderme en el post) o consultar: “¿Qué es esa cosa llamada ciencia?” de Alan F.
Chalmers. Ed. Siglo XXI, Madrid, 1990.
[6] Además, a partir de este primer paso, en el momento que nos referimos
lingüísticamente a un objeto estamos, en el sentido de Frege, atribuyéndole un sentido.
Y el problema aquí es que según esta distinción fregeana entre referencia y sentido,
una referencia puede tener varios sentidos lo cual podría subsanarse con la idea de los
conceptos racimos en los que un objeto se definiera por el conjunto de posibles sentidos
y no sólo por un sentido (por muy esencial que pareciera ser).
[7] En realidad, el proceso de abstracción admite gran cantidad de subidas de nivel.
Entre nivel y nivel, la subjetividad puede distorsionar de una forma exagerada,
mediante relaciones y cruzamientos de ideas, el producto final (en comparación al
fenómeno físico inicial). No obstante, cuando subir y bajar de nivel se hace con criterio
y rigor, el resultado son taxonomías que nos ayudan a formar sistemas conceptuales
útiles para comprender el mundo.
[8] Gregory y Mary Catherine Bateson, “El temor de los ángeles. Epistemología de lo
sagrado”, Ed. Gedisa, Barcelona, 2000.

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