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ANÁLISIS DEL DOCUMENTAL

NO HUBO TIEMPO PARA LA TRISTEZA INSPIRADO EN EL INFORME


¡BASTA YA! COLOMBIA: MEMORIAS DE GUERRA Y DIGNIDAD.

Capítulo 1: Una guerra prolongada y degradada. Dimensiones y modalidades de

violencia.

Este primer capítulo hace frente a una verdad incómoda y desconocida al determinar que la

violencia en Colombia, desde el 1° de enero de 1958 hasta el 31 de diciembre de 2012, ha

cobrado la vida de aproximadamente 220.000 personas, de las cuales “el 81,5% corresponde a

civiles y el 18,5% a combatientes; es decir que aproximadamente ocho de cada diez muertos han

sido civiles” (CNMH, 2013, p.32). Este dato se toma como punto de partida para enunciar las

dimensiones de lo que pasó, esclarecer cuándo y dónde ocurrió, cómo sucedió, quiénes lo

hicieron y quiénes lo padecieron. De esta manera se empieza a reconstruir una memoria que da

cuenta no solo de las cifras sino de los lugares y momentos en que se desarrolló y los actores

que involucró el conflicto armado en Colombia.

Esta labor de recolección de información y esclarecimiento de verdades es una tarea

sumamente difícil que se realiza en medio de un conflicto que aún no para y que con el pasar de

los años se fue degradando, especialmente entre los años 1995-20056 . Esta degradación del

conflicto armado propuesta por los investigadores del CNMH es comprobada, por un lado,

mediante la presentación de datos estadísticos elaborados por el Registro Único de Víctimas y

diferentes Organizaciones Gubernamentales y No Gubernamentales, y por otra parte, por la

presentación y enumeración de 13 modalidades de violencia utilizadas por diferentes grupos

armados legales e ilegales: 1) Asesinatos selectivos 2) Masacres 3) Sevicia y tortura 4)

Desaparición forzada 5) Secuestro y toma de rehenes 6) Desplazamiento forzado 7) Despojos y

extorsiones 8) Violencia sexual 9) Reclutamiento ilícito 10)Minas antipersonal 11)Ataques

abiertos a civiles (tomas y hostigamientos de poblaciones) 12)Atentados terroristas 13)Ataques

a bienes civiles y sabotaje.

1 Ver numeral 2.3 del informe ¡Basta ya! Colombia: Memorias de guerra y dignidad del CNMH.
Los autores conceptualizan sobre cada una de esas modalidades de violencia, relatan algunos

momentos y lugares donde se vivieron, y establecen cifras que hablan de la magnitud del

fenómeno, así: 1) 25.000 personas desaparecidas 2) 5´700.000 personas desplazadas 3) 27.000

personas secuestradas 4) 10.000 víctimas de minas antipersonal 5) 1.982 masacres 6) 95

atentados con bombas 7) Más de 6.000 niños reclutados por grupos armados 8) 5.138 casos de

daño a bienes civiles.

Los autores conceptualizan sobre cada una de esas modalidades de violencia, relatan algunos

momentos y lugares donde se vivieron, y establecen cifras que hablan de la magnitud del

fenómeno, así: 1) 25.000 personas desaparecidas 2) 5´700.000 personas desplazadas 3) 27.000

personas secuestradas 4) 10.000 víctimas de minas antipersonal 5) 1.982 masacres 6) 95

atentados con bombas 7) Más de 6.000 niños reclutados por grupos armados 8) 5.138 casos de

daño a bienes civiles.

Algunas de estas prácticas fueron usadas más frecuentemente por unos grupos que por otros,

dando así un rasgo distintivo que permitiera reconocer qué grupo armado había cometido el

delito. Los paramilitares basaban sus acciones principalmente en “asesinatos selectivos,

masacres, desapariciones forzadas, torturas y sevicia, amenazas, desplazamientos forzados

masivos, bloqueos económicos y la violencia sexual.” Las guerrillas, como las FARC, el ELN y

el EPL, recurrieron a la práctica de “secuestros, asesinatos selectivos, ataques contra bienes

civiles, pillaje, atentados terroristas, amenazas, reclutamiento ilícito y desplazamiento forzado

selectivo […] ataques a centros urbanos y siembra masiva e indiscriminada de minas

antipersonal”. Por último, 39 se establece que la Fuerza Pública participó del uso de algunas

modalidades de violencia mediante “detenciones arbitrarias, torturas, asesinatos selectivos y

desapariciones forzadas, así como en los daños colaterales producto de los bombardeos, y del

uso desmedido y desproporcionado de la fuerza.” (CNMH, 2013, p. 35).

Una vez establecida la modalidad, sus consecuencias y responsables, basándose

principalmente en los relatos de las víctimas y los registros nacionales, se trata de encontrar un

porqué de esos ataques, determinando que estas acciones se dan especialmente con fines de

control territorial. La violencia padecida por el país se caracteriza por ser una violencia de alta

frecuencia y de baja intensidad, es decir, una violencia con muchísimas víctimas y con pocas
acciones realmente visibles, como el asesinato selectivo y la desaparición forzada, donde las

cifras son realmente alarmantes.

Asimismo, se identifica que a través del tiempo existen momentos de mayor y menor

escalamiento del conflicto armado, resaltando que paradójicamente tras la promulgación de la

Constitución Política de Colombia en 1991 fue cuando aumentaron las acciones violentas en el

país. Desde esta fecha se mencionan casi una decena de períodos de grandes escaladas violentas

por parte de uno u otro grupo armado.

La invisibilización del conflicto armado generó que por muchos años no se reconocieran los

desastrosos alcances que había logrado y prueba de ello es que solo hasta 2005 mediante las

versiones libres de paramilitares desmovilizados, en el marco de la Ley de Justicia y Paz, se

verificaron acciones como la desaparición forzada, la sevicia, la tortura y la desaparición de

cadáveres de la forma más inhumana y cruel, como fosas comunes, hornos crematorios, casas de

pique, entre otras.

Tras la exposición de los datos, la rememoración de casos de violencia y la revelación

contundente de los testimonios, los investigadores establecen que:

La guerra colombiana no es una guerra de combatientes. En sus modalidades y

dinámicas ha venido generando lo que podríamos llamar un proceso de externalización

de sus impactos, en el sentido en que afecta crecientemente a la población civil.

Tampoco es una guerra limpia o, al menos, regulada. La prolongación y degradación de

la violencia empleada por los actores armados rompen los límites éticos y normativos

40 de la guerra […] En este sentido, la nuestra es una violencia con mucho impacto en

lo local y lo regional, pero con muy poca resonancia en lo nacional. (CNMH, 2013,

p.108).

En conclusión que de la misma forma en que se determina el conflicto armado como

un fenómeno heterogéneo y cambiante a través de los años, las formas en que la

población víctima ha resistido y enfrentado ese fenómeno han tenido las mismas

características; así como existen formas de resistirlo como la creación de asociaciones o

cooperativas comunitarias, existen otras nuevas formas de resistencia como la


construcción de relatos colectivos y participativos a través de medios alternativos, como

el arte y la comunicación

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