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Delgado Morales nació hijo de padre y madre venezolanos, el 14 de mayo de 1934, en el municipio
colombiano de Chinácota, Norte de Santander.
En 1939, cuando tenía 5 años, viajó con sus padres a Chinácota y de allí, a Bucaramanga. Después
de estudiar en el Provincial de Pamplona rompe relaciones con su madre y parte rumbo a
Argentina donde contrae matrimonio y tiene un hijo. Cuando se entera del suicidio de su padre en
un parque de Bucaramanga decide enrolarse con las fuerzas militares, hasta 1972 cuando concluye
guerra de Vietnam.
En 1970, fue reclutado durante la guerra de Vietnam, en donde estuvo presente en dos
oportunidades, sirviendo en la segunda como voluntario, y fue ingeniero electrónico.
Para Campo Elías, su madre se había convertido en un ser tabú (sagrado e impuro al mismo
tiempo, como lo define Freud). Según vecinos y amigos de doña Rita, su madre, mientras él se
aseaba en el baño principal de la casa, a ella la obligaba a utilizar el baño de servicio.
Lleno de contradicciones, Campo Elías, de 51 años, leía bastante, era inteligente, culto y solitario.
Se ufanaba de su paso por el ejército norteamericano y criticaba el desorden y subdesarrollo
colombiano, comparándolo con la limpieza y la funcionalidad de la sociedad estadounidense.
Usualmente insultaba a los mendigos y detestaba cualquier tipo de marginalidad. Se mostraba
como un ser fuerte e inmaculado. Sin embargo, esta rigidez le impedía desarrollar un punto de
fuga a tanto control.
Hablar de Campo Elías sin hablar de la masacre ocurrida el día 4 de diciembre de 1986, es
desconocer uno de los hechos más importantes de la historia de Colombia. La masacre ocurrió al
anochecer del 4 de diciembre de 1986. Los asesinatos comenzaron horas antes en el apartamento
de una de sus estudiantes de inglés, en donde mató a su alumna y a la madre. Delgado regresó al
edificio donde residía con su madre y en su apartamento llenó un maletín con municiones y cargó
su arma. Luego, asesinó a su madre de un disparo en la cabeza después de una discusión,
envolviendo su cadáver en periódicos, rociándolo con gasolina y prendiéndole fuego.
Salió del apartamento y corrió por el edificio gritando «¡Fuego! ¡Fuego!», llamando a los otros
residentes para que abrieran y le dejaran llamar a los bomberos. Así asesinó a seis personas más,
uno de ellos con el cuchillo que llevaba en el maletín. Luego se dirigió al restaurante Pozzetto,
llevando con un revólver calibre 32 largo, cinco cajas de municiones en un maletín y un cuchillo de
caza, que desechó durante su recorrido por las instalaciones del restaurante.
Sin lugar a duda su historia no podrá ser olvidada dado a que le fue imposible aceptar la pluralidad
del yo, por su sólida personalidad, reforzada con la vida militar que había vivido; debido a esto, la
única salida que encontró para expresar la ambigüedad del ser humano fue a través de una
disociación psíquica. No logró encontrar el equilibrio entre "lo bueno y lo malo". Trató de
apaciguar sus deseos con una disciplina aséptica, rigurosa e intachable.
2. Luis Felipe Flórez (Garavito) Cubillos (Génova, Quindío, Colombia, 25 de enero de 1957)
Conocido como La Bestia, El Monje, El Cura o El Loco, es probablemente el más grande asesino en
serie de niños de la humanidad.
Fue el mayor de siete hermanos y utilizó a manera de defensa propia el testimonio de que en su
infancia vivió la falta de afecto y el maltrato físico por parte de su padre. Según su testimonio fue
víctima de abuso sexual.
Garavito confesó haber asesinado a 172 niños, luego de ser capturado y judicializado por las
autoridades colombianas.
Las víctimas de Garavito eran niños entre los 6 y los 16 años, de bajo estrato económico. Los
abordaba en los parques infantiles, canchas deportivas, terminales de autobuses, plazas de
mercado y barrios pobres. Según lo establecido, les ofrecía dinero y los invitaba a caminar hasta
cuando los menores se cansaban y eran atacados en sitios despoblados. De acuerdo con la
investigación, en esos lugares los cuerpos sin vida de los menores fueron encontrados degollados,
mutilados y con señales de haber sido amarrados. En repetidas ocasiones, Garavito Cubillos se
hacía pasar por vendedor ambulante, monje, indigente, discapacitado y representante de
fundaciones ficticias en favor de niños y ancianos.