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POLARIDADES
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Trabajo para responder al punto 4 de la Recomendación 1, en el
que se pide un documento que fundamente y enriquezca nuestra
manera de vivir la Consagración y Votos, iluminado por los aportes de
las Ciencias humanas y de la Teología.
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PRESENTACIÓN
1
Compartir experiencias, hacernos preguntas, compartir lo aportado en los
artículos leídos (fases I y 2a).
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Folletos, dimensiones de la reparación, ejemplos concretos,
Constituciones, documentos de la CG, textos de santa Rafaela: Fases 2b, y 3.
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discusión sobre los artículos recomendados, así como la lectura y
comentario de los folletos realizados por las hermanas sobre
Consagración y Misión.
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PARTE 2ª: Las fichas
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vida cotidiana, sobre todo, en los momentos en los que la vivencia de
los votos se hace más consciente, o más difícil, o más gozosa...
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Polaridad 1
SOLEDAD - COMPAÑÍA
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1.2 Compañía: “cargamos un corazón hambriento de
vínculos, deseoso de compañía”
No es preciso demostrarlo. No estamos hechos para la
soledad permanente, necesitamos relación, amor, intimidad… . La
intimidad es confianza, familiaridad y seguridad, aquello que
proporciona el encuentro con el otro/los otros. Vivir en intimidad con
otro/otros, es una necesidad básica como lo es comer o respirar. En la
medida que la satisfacemos nuestra vida cobra color, satisfacción y
plenitud.
¿Cómo se explica esta necesidad?
Algunos creen descubrir una explicación en el hecho de que al
nacer nos separamos de la intimidad gratificante que nos
proporcionaba el seno materno y que en adelante buscamos sanar
esa herida volviendo a vivir experiencias de vínculo profundo, íntimo,
seguro y cordial. Nuestra alma queda con nostalgia de unión, de
intimidad.
Desde la Revelación, afirmamos que hemos sido creados a
imagen de Dios (Gn 1, 27). Dios que no es solitario, es Trinidad, es
AMOR (1Jn 4, 8), el absoluto de la relación: comunión-comunidad de
personas diferentes que se dan y reciben incesantemente. De ahí
que reproducimos su imagen sólo en la medida que logramos vivir en
comunión, en la familia, en la pareja, en la comunidad, en la
sociedad.
Ahora bien, ¿Cómo satisfacemos estos anhelos del corazón?
En los lazos del hogar, el cariño compartido con los padres,
hermanos, hermanas y otros familiares, constituye la primera
experiencia de intimidad para la mayoría de nosotras y nos
acompaña durante toda la vida.
Con el paso del tiempo, la vida nos regala los amigos y
amigas, que se constituyen en confidentes, compañeros y
compañeras de ruta, cómplices de sueños y esperanzas. Con las
amigas y/o amigos compartimos una sensibilidad común, una
complementación de carácter y el mismo talante espiritual. Las
amigas y los amigos son un inmenso regalo que nutre nuestra
intimidad.
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Pero llega un momento en la vida en que anhelamos
establecer una intimidad completa y totalizadora. La mayoría
buscará respuesta en amor de pareja, que constituye una forma
especial de intimidad, tan honda, que hace a dos personas un solo
cuerpo con el otro en la unión del encuentro amoroso. Algunos y
algunas, sin embargo, estamos llamadas a vivirla en una vida célibe,
en comunidad. ¿Cómo integramos, en este caso, la polaridad soledad
- compañía? ¿Cómo esa vivencia en concreto es alcanzada por el
carisma reparador?
Por otro lado, los evangelios muestran que esta pasión por el
Reino supuso en su vida una alternancia de espacios de relación
intensa en la entrega a la misión y otros de soledad propicia para la
oración (Mc 1,35; 14, 12; Lc 9, 28; 11, 1 etc.) y la intimidad con su
Padre la cual le otorgaba consciencia de ser Hijo (Mc 1, 11), de estar
en comunión (Jn 17,21b) y de ser El enviado que busca hacer sólo su
voluntad (Jn 5, 30). Así mismo fue esta pasión la que le acarreó la
soledad de la incomprensión, el abandono de los suyos y la
experiencia de soledad absoluta, en su muerte en cruz en la que, sin
embargo, Dios no dejó de ser su interlocutor: “Padre, por qué me has
abandonado?” (Mc 15, 34).
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De esa manera, des-centradas de nosotras, pero centradas en un
amor integrador de toda nuestra persona, Jesucristo, desvividas “por
los que sufren pobreza, opresión y desamor” (C.6), en una comunidad
de comunión y perdón, daremos paso a la vivencia de otro modo
afectivo de estar en la vida y de vivir una soledad habitada, una
soledad acompañada (Melendo: 1995).
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En la edad adulta media (40-60) suele darse un cambio de
enfoque de la energía psíquica, causada generalmente por alguna
crisis (emocional, espiritual o vocacional- existencial), aunque puede
ser un proceso tranquilo el que conduzca a una dimensión más
profunda del ser. Podemos decir que la mitad de la vida está
ordenada a la relación con el mundo exterior, se preocupa por
reafirmar la identidad de nuestro yo, de nuestros roles sociales, y de
nuestro lugar en el cuerpo del que formamos parte. La segunda
mitad de la vida se orienta más hacia la interioridad, generatividad e
intimidad. “En la tarde de la vida se nos desafía a redescubrir que
somos seres humanos antes que acciones humanas”. (Fender y
Heagle:1999:86). Es el momento de volver a las grandes preguntas:
¿Esto es lo que yo quiero ser y hacer por el resto de mi vida? ¿Por
quién vivo? ¿Qué opciones he tomado? ¿Cuál es la calidad de mis
relaciones? ¿Qué clase de habilidades necesito para crecer en
intimidad? ¿Qué formas de orar me pueden ayudar más?
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4. La polaridad soledad compañía y la Misión
La misión para una Esclava es “colaboración” con la misión
reparadora de Jesucristo, es participar en su obra de reconciliación
(C.2), experimentándose una misma reparada, sanada, salvada y
coronada con amor y ternura (Sl 103). Más aún, la misión es ámbito
de comunión con Jesús, es ir con Él y como Él, ser su compañera. Esa
es la huella que deja la experiencia de los EE.EE ignacianos. Ser
signos de su misericordia y de su ternura, ser pan que se entrega y
vino que se ofrece por la vida de los que necesitan reparar esa vida,
defenderla, desarrollarla, darle sentido.
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Es importante descubrir vivencialmente que la misión se realiza
desde una comunidad fraterna y por otro lado, que ella misma es
misión, que hemos de construirla sin idealizaciones. La Esclava no es
una francotiradora, es miembro de un cuerpo al que debe sentir
pertenencia. Eso nos debe librar de la soledad y aislamiento, estamos
llamadas a ser comunidad fraterna, “amigas en el Señor”, signo de
comunión, al servicio de la comunión allí donde nos encontremos.
Ello es don y tarea de nuestra vocación eucarística y reparadora.
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encontrará la plenitud, sino la crisis puede desembocar en
replanteamientos del camino y salidas.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Polaridad 2
AUTONOMÍA - DEPENDENCIA
La Autonomía y la Dependencia son dos fuerzas vivas y
naturales que juegan en nuestro interior un papel importante como
potencias de desarrollo de nuestra persona y de nuestro equilibrio de
vida. Este modesto aporte pretende motivar una reflexión que lleve a
la integración de estas realidades – contempladas como polaridades -
cuyo fruto es la libertad interior. Además tratará de mostrar la
influencia que puede ejercer en nuestra consagración, pues la tensión
dialéctica autonomía / dependencia juega un importante papel en
nuestro modo de establecer vínculos personales (voto de castidad);
en la relación con las cosas creadas (voto de pobreza) y en la
capacidad de entrega (voto de obediencia).
La aceptación de esta tensión dialéctica conduce a la
armonía. Sería un error tomar una posición extrema en cualquiera de
estas polaridades, tanto absolutizando la autonomía como
rechazando toda dependencia. ¿No estará nuestra salud en vivir una
autonomía dependiente o una dependencia autónoma? Autonomía y
dependencia están presentes en cada circunstancia. El desafío está
en descubrir cómo dar espacio a su coexistencia.
Desde la madurez juvenil de quienes se incorporan al
Instituto como Esclavas, hasta el paso último de entrega al Padre,
estamos en constante desarrollo. Por esto es imposible fijar un punto
exacto de equilibrio, común para todas, en la vivencia de esta
polaridad. Cada una deberá encontrar la mejor fórmula para integrar
ambos polos y ésta variará también según las situaciones. De ahí que
la consideración del momento concreto en el proceso de
individuación de la persona, así como el nivel específico en el que se
encuentre en el proceso de asunción de la misión, provoque
necesariamente cambios en dicha fórmula.
1. Delimitación de la polaridad
“Autonomía” es un concepto de la filosofía y de la psicología
evolutiva. Significa capacidad de otorgarse la ley a uno mismo.
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Etimológicamente procede de "autós" -uno mismo- y "nomos", ley,
por tanto el término nos habla de ser “uno mismo” su ley.
En el discurso ético, el término aparece con Kant, pero la
noción y la problemática que se quieren significar con él ya está
presente en el mundo bíblico (cf. Gn 2). El hombre reclama el
establecer según su ciencia qué está bien y qué está mal y por tanto
come del árbol reservado en medio del jardín (Gn 2, 15-3, 22). Quiere
ser el origen de la norma por la que debe regir sus actos: en una
palabra, quiere ser absolutamente autónomo, no depender de Otro,
no tener una alteridad que le confronte. Desde este texto es posible
concluir que el equilibrio no se halla empecinándose en el polo de la
autonomía.
Juan Pablo II en Veritatis Splendor 41 ilumina el sentido de la
autonomía desde un encuentro y compenetración entre la ley de
Dios y la libertad del hombre. La armonía se encuentra en una
teonomía participada, que implica efectivamente que la razón y la
voluntad humana participan de la sabiduría y de la providencia de
Dios. Al prohibir al hombre que coma «del árbol de la ciencia del bien
y del mal», Dios afirma que el hombre no tiene exclusivamente en sí
este «conocimiento», sino que participa de él mediante la luz de la
razón natural (gracia de creación) y de la revelación divina. O sea que
se trata de una autonomía participada en el Otro.
Desde la psicología evolutiva, la autonomía personal se
define de manera complementaria a la de vida independiente. Es la
condición necesaria de quien para ciertas cosas no depende de nadie.
Pero la búsqueda de la autonomía no es sólo cuestión de la condición
humana sino un fenómeno vinculado con la madurez de cada
persona. Llegar a ser “uno mismo” supone haber transitado por un
camino de autonomía psicomotriz, afectiva y espiritual. Jung
describe el proceso de individuación en dos fases. La primera o de
expansión, hasta los 40 años, más o menos. El niño quiere crecer “y
hacer las cosas por sí sólo”, aunque la comida caiga de su cuchara. Ya
deja ver su genio y personalidad. El joven se pregunta quién es,
cuanto vale. Su yo consciente lucha por adaptarse a la realidad y
despliega sus posibilidades. La segunda o de introversión, a partir de
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los 40 donde el yo debe adentrarse más allá de su autoconciencia a
buscar “el sí mismo”, es decir el verdadero yo o yo profundo. La
primera fase lleva el movimiento del crecimiento cual flecha que se
dispara; la segunda el de transformación cual pozo en el que ahonda
y en el que descubre la importancia de su vinculación con el Otro y
con los otros. La primera fase es plataforma previa para la segunda.
Por eso la verdadera madurez no se logra encerrándose en el polo de
la autonomía –pero tampoco deshaciéndose de ella– sino integrando
la dependencia. Podríamos hablar de una autonomía dependiente.
El término “dependencia” proviene del lat. dependēre, colgar de
arriba, pender. Hace referencia a una subordinación a un poder
mayor, a una relación de origen o conexión. Las personas
dependientes se caracterizan por la no adquisición o pérdida del
conjunto de destrezas que se requieren para llevar una vida
independiente. Por tanto necesita de la intervención de terceros.
Pero la dependencia es un fenómeno normal presente en las diversas
etapas de la vida. El ser humano nace desvalido y por tanto
dependiente de otros. Somos seres vinculares pero separados. El
terreno de la confianza básica se labra en referencia al modo de
resolución del estado de dependencia extrema o fusión con la madre
en el que nacemos. La intervención de un tercero, habitualmente el
padre u otros, cumple con la ley de separación indispensable para
evitar la dependencia como enfermedad. Paradójicamente en la
última etapa de la vida, ya sea por ancianidad o por enfermedad, se
suele volver a este estado. A la vez, necesitamos vivir una sana
dependencia para alcanzar la integración y unificación como
personas. Después de haber luchado por su autonomía, el que llega a
la segunda fase del proceso de individuación de Jung, reconoce que
lo determinante no es disponer de sí y vuelve “a su origen de
dependencia”. Subordina su autorrealización al abandono a otros y al
Otro. Descubre que la realización en el amor pasa por la donación
gratuita y generosa a los demás. Necesita del otro para brindarse y
ser feliz. La no realización de este proceso de maduración conduce a
situaciones de dependencia insana, tales como el apego neurótico a
una persona, lugar, etc., ó bien la necesidad compulsiva de los
medios de comunicación o de alguna sustancia, etc.
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2. Iluminación de nuestra vida
A través de la liberación del paralítico de Betsata y del proceso de
Pedro reflejaré la riqueza de la polaridad en sí, y las ventajas y
desventajas de cada polo, dando algunas pistas en orden a nuestra
vida consagrada.
2.1 Dejar de depender: “¿Quieres?” confiar en la propia
capacidad de autonomía.
En el caso de personas con personalidad dependiente,
Cencini entiende el concepto dependencia como
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fuente por dónde otros entran y salen con libertad. Le invita a
animarse a ensayar lo que nunca se atrevió, a levantarse y tomar la
vida en sus manos, a caminar sobre sus pies, es decir sobre la base de
su confianza reparada.
2.2 La conquista de la autonomía. La libertad de las
convicciones interiores
Cencini y Manenti consideran como un primer índice de
madurez que la persona sepa llegar a ser autónoma-independiente, es
decir “a vivir en fuerza de convicciones interiores que actúan desde
dentro, más que en dependencia de soportes precarios que la
condicionan desde el exterior; y precisamente gracias a esta solidez
interior, ser capaz de interactuar constructivamente con el otro.”
(Cencini-Manenti: 1985: Introducción).
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2.4 Aprender a depender- La felicidad de vivir para un
Cuerpo.
Nos adentramos ahora en la segunda fase de la vida, donde
autonomía y dependencia pueden tomar un color especial en el
desenvolví-miento de la misión de quienes la atraviesan. Digo
“pueden” porque ni haberse dispuesto a seguir a Jesús, ni haber
alcanzado una cierta edad, son en sí garantía de este estado. Sino
¿por qué algunos resuelven la crisis de realismo de la mitad de la vida
trascendiéndose y otros se frustran? ¿Por qué algunos ancianos son
agradecidos y otros amargados?
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¿Cómo lograr nosotras esta unidad de vida que ayude a
construir la Iglesia? La santa nos enseña que en el abandono confiado
a Dios es posible vivir una sana dependencia: “entero abandono en las
manos de Dios con confianza filial en Él” (EE 1893). No una
dependencia que ata, sino una autonomía dependiente que en
cristiano se identifica como participación. Cada Esclava es elegida y
pertenece al Señor. Y desde esta realidad Santa Rafaela María se nos
presenta como modelo al desear “la entrega toda a su Santísima
voluntad sin ponerle ni el más pequeño estorbo” (EE 1893). Pero esta
entrega no la expropia de su propia voluntad sino es integrada en la
de Cristo participando en ella. Como Jesús, ella está de tal modo
fascinada por la voluntad del Padre, que su propia voluntad se
impregna y se enamora de su proyecto de manera que no hay dos
voluntades, y menos enfrentadas. Nosotras también caminamos
hacia una autonomía participada, es decir a que nuestra libertad
personal y la de Cristo se abracen en un solo y único interés, y que ese
sea el nuestro. Lo más gozoso que podemos experimentar en la vida
es descubrir que lo que queremos más profundamente, más de
fondo, más autónomamente, coincide con lo que Él quiere, que
nuestras voluntades se funden... y en ese sentido es posible hablar de
una “voluntad participada”. Es en esta fusión de voluntades dónde el
Espíritu convoca la novedad y aporte único de cada Esclava en su
obra de reparación de la historia. Descubriéndola y viviéndola, cada
Esclava encuentra su felicidad.
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3. Conclusión
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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POLARIDAD 3
POBREZA – RIQUEZA
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1. ¿Qué es la pobreza?
Desde siempre y -así se verifica también en nuestro tiempo-, la
palabra pobreza ha sido un sinónimo de falta de medios, miseria. Por
ello, no tiene buena prensa, ni es fácil de aceptar, más bien es algo
contra lo que luchar para erradicarla, pues amenaza la vida, la
destruye, es causante de desorden, de enfermedad, de inseguridad,
hambre e ignorancia. Palpar de cerca sus efectos y consecuencias es
atroz. La experiencia se digiere con dificultad y en muchos
momentos de manera confusa y sin esperanza, pues en innumerables
situaciones no se percibe la solución. La pobreza genera perplejidad e
inseguridad, pero por esa misma razón es capaz de mantener la
existencia en discernimiento y prolongada búsqueda de respuestas,
estimulando la inquietud y el conflicto en nuestra conciencia,
impidiendo que nos acomodemos. Pero la pobreza provoca también
consecuencias nefastas: la vida se diluye, se desvanece, se agoniza
por falta de recursos para sobrevivir y esto va dejando fuertes
secuelas en la persona y, en extremo, conduce a la muerte. Por esta
razón, la rebeldía y la irritación emergen ante las diferencias
abismales que existen en nuestro mundo. Unos vivimos en la
abundancia, en una situación de constante circulación de bienes, de
holgura económica, en eso que denominamos “sociedad del
bienestar”; pero para muchos otros y otras la vida transcurre en la
insuficiencia y penuria, en la gran desigualdad, en la pobreza y
miseria, en la ausencia de estructuras y sin ninguna posibilidad de
acceso al progreso y al desarrollo de la vida.
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marcado sentido individualista y conduciendo a pérdida de
sensibilidad por lo colectivo.
2.2 Contexto intencional
a) Pobreza involuntaria (impuesta)
Se trata de la pobreza impuesta y vivida sin opción, como
maldición, con una inquietud permanente por la falta de recursos
para hacer frente a las necesidades primarias de la vida, con
inseguridad. Pobreza hace aquí referencia a una situación involuntaria
y no deseada (Nothom:1996:52). El sentido y fundamento de esta
pobreza se convierte en grito, clamor, aviso para nuestra conciencia,
misión que orienta nuestro vivir y nuestra disponibilidad.
Concretamente, para nosotras Esclavas es una llamada urgente a
Reparar desde el Corazón de Cristo la vida de todas las personas que
encontramos en nuestro camino (C. 25)..
3. ¿Que es la riqueza?
La palabra riqueza nos abre un horizonte más risueño y
satisfactorio de plenitud, de fortuna. Es palabra grata, despierta
sentimientos de alegría, reconocimiento y gratitud, bienestar,
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prosperidad. Y los votos que profesamos públicamente tienen
mucho de todo esto.
Podríamos definir la riqueza como la situación de un individuo o
grupo humano en posesión de grandes bienes o retribución,
favoreciendo la abundancia, la propiedad, prosperidad con calidad
de vida.
Positivo de la riqueza: posibilita la mejora de las condiciones de
vida, (materiales, sociales, culturales y políticas), y las favorece
creando bienestar, fecundidad, progreso en beneficio de la vida.
Peligro de prioriza el valor económico sobre el humano.
Búsqueda de interés y beneficio individualista. Ocasiona una injusta
repartición que provoca movimientos humanos masivos, éxodo rural,
dependencia.
a) Riqueza involuntaria.
Riqueza legítimamente transmitida por herencia que adquiere
magnitudes de bienestar humano, social, recibida espontáneamente,
por el contexto natural, social, familiar, humano independiente del
trabajo ejercido por el grupo humano o persona. Puede tratarse de
una riqueza individual o colectiva que está a la base de la persona,
que favorece y constituye la riqueza de la tierra, la herencia personal,
familiar. Cada persona es rica desde su diferencia en relación con los
otros y otras.
b) Riqueza voluntaria.
Implicación y orientación de la persona para producir y aumentar la
riqueza en todas sus dimensiones de la vida, personal, social,
material, espiritual, ecológica con un compromiso por sostenerla y
transmitirla. Favorece las relaciones en la concordia, la amistad, la
paz, la integración, autenticidad, armonía entre los valores, criterios,
elecciones y logros.
También en sentido negativo podemos hablar de riqueza voluntaria
ilegítima marcada por la adquisición de bienes de manera
inapropiada por robo, privilegios, corrupción. Esta se convierte en
una llamada a la responsabilidad civil y de denuncia.
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mala ni buena. A menudo nos movemos en el “registro del tener” pero
bien sabemos que la polaridad riqueza-pobreza nos sitúa en el
“registro del ser”: de despertar futuro, de gestionar la solidaridad, de
concienciar a las personas, transformar los corazones,
comprometiéndonos a privilegiar la riqueza humana presente en
nuestras decisiones, disposiciones y proyectos pastorales en toda la
misión.
8. CONCLUSION
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creación fue el punto de partida y el REINO es esa magnitud A
CONSTRUIR que será el sueño de llegada, que se va realizando pero
que está siempre en construcción. Nuestra herencia, es toda una
tierra a multiplicar, fecundar, compartir. Como seres dependientes
necesitamos un indicador de ruta, un plan de discernimiento y de
concertación para vivir más atentas a las personas, abriendo, los ojos,
el corazón y las manos para ofrecer y poner al servicio de la misión la
riqueza, los dones materiales, culturales espirituales recibidos de
Dios. La pobreza, fuente de riqueza es antídoto y bálsamo para sanar
y curar la insatisfacción del individualismo, la codicia, el egoísmo que
perturban la armonía, provocan desajuste y tristeza en el ser
humano. Nos disponemos a arriesgar la vida y combatir todas las
formas de pobreza, facilitando y promoviendo respuestas más
auténticas y solidarias desde la riqueza profética de nuestra
existencia por una vida más en abundancia, en particular por los
hombres y mujeres explotados, excluidos, más pobres.
BIBLIOGRAFÍA
NOTHOMB, D. (1996) Un Oui Total à Dieu. Benin : Collection Pentecôte.
Repartir de Cristo, nº 34.
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Polaridad 4
RENUNCIA Y LIBERTAD
Introducción
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egocentrismo se alza ante nosotras como la total o suprema
renuncia. Una renuncia que, a su vez, es capaz de conducir a la
persona hacia una verdadera integración, al conocimiento de sí
misma y finalmente a la liberación. En este sentido podríamos decir
que la capacidad de renuncia es un signo de madurez personal.
Dios nos hizo libres. Somos hijos libres del Padre. Las
palabras de Jesús, “La verdad os hará libres” (Jn 8,32) significan que
“somos hijos de Dios, y amados entrañablemente”. Descubrir el
verdadero “yo” es libertad. Sólo descubriendo nuestra verdadera
identidad de hijas podremos descubrir también el plan que Dios tiene
para nosotras, que no es otro que el que tengamos vida en
abundancia (cf. Jn 10,10) y que tomemos parte en la comunión del
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
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La libertad es liberación del “ego,” del falso “yo”, de los
apegos que nos esclavizan; sólo así nos lleva al descubrimiento de la
verdad sobre nosotras mismas. La libertad es patrimonio personal.
Solo en el contexto de la verdadera libertad es posible la renuncia.
Reflexión
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La vida religiosa no es una renuncia del mundo, sino una
inmersión más profunda en el mundo, como discípulas de Jesús, con
radicalidad Evangélica. No es un camino que busque la auto-
realización a través del aislamiento, sino una llamada a vivir en
comunión con los demás y a construir comunidades de libertad,
amistad y justicia (Jeyaraj Rasiah).
Conclusión
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En definitiva, Todo depende de quién es Dios para mí, de cuál
es mi imagen de Dios, y mi relación con Él, mi experiencia de Él, el
rasgo principal que soy capaz de captar de Dios.
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Polaridad 5
CRECER/DISMINUIR ~ GANAR/PERDER
“Una anciana señora tenía dos baldes grandes suspendidos en cada
extremidad de una vara, que ella cargaba en su espalda para coger el
agua de cada día. Uno de los baldes estaba rajado y el otro era
perfecto. Este último estaba siempre lleno de agua al final de la larga
caminata desde el torrente hasta la casa, en cuanto el rajado llegaba
medio vacío.
Por largo tiempo esto fue así, la señora llegaba a la casa con un balde
y medio de agua solamente. Naturalmente el balde perfecto estaba
muy orgulloso de su propio resultado y el pobre balde rajado tenía
vergüenza de que por su defecto, lograba hacer solo la mitad de
aquello que debería hacer.
Después de dos años, reflexionando sobre su propia realidad, el balde
habló con la señora durante el camino: “Siento vergüenza de mi
mismo, porque esta rajadura que tengo me hace perder la mitad del
agua durante el camino hasta la casa”.
La anciana sonrió: Has observado que lindas flores hay solamente de
tu lado del camino?
- Yo siempre he sabido cómo eres y por eso planté semillas de flores
del lado del camino donde tú vas. Y todos los días, cuando
regresábamos a la casa, tú las regabas.”
Por dos años he podido recoger aquellas bellísimas flores que alegran
la mesa de mi casa!
Si tú no fueras como eres, yo no habría tenido aquellas maravillas en
el camino y en mi casa!
Todos nosotros tenemos limitaciones. Pero Dios las conoce, nos ama
y trabaja con nosotros tal como somos”. Es preciso aceptarnos y
aceptar a cada uno por lo que es, descubrir lo bueno de cada uno y
tener la certeza de que Dios actúa y crea en cada persona.”
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Por supuesto, en la realidad que vive gran parte de la
humanidad hoy día, lo que se predica es muy distinto. Cuando
prestamos algo de atención a los medios de comunicación social, el
discurso que oímos invita a ganar, a crecer pero en poder, en riqueza,
en status… Las propagandas atiborran a la gente de mensajes sobre
cómo ganar más dinero, cómo ganar prestigio, cómo ganar poder,
cómo destacar, desarrollarse y ser más que los otros. Obviamente
algunos de estos temas no parecen tener nada de malo y al contrario
incluso son positivos: desarrollar las capacidades que nos ha dado
Dios para ponerlas al servicio en el apostolado, fortalecer y
desarrollar nuestra personalidad y hacernos más aptos para el
servicio del Reino, aprender y conocer cómo llegar más a las
personas y así ayudarlas en sus necesidades y problemas, y hacer que
la Palabra de Dios les llegue más hondamente, todo esto es muy
bueno. El problema está cuando se quedan en el robustecimiento del
“yo” e ignoran que somos seres para los demás, porque somos
imagen y semejanza de un Dios que es esencialmente para
entregarse, un dador de vida, que no retiene nada para sí, que sabe
dejar (perder) su agua en el camino para regalarnos con flores y
colores y aroma en el sendero. Este perder “al modo de Dios”, que es
en realidad “ganancia” es muy distinto al perder que nos aleja del
plan de Dios y que por tanto es un perder negativo: no poner los
dones recibidos de Dios al servicio del Reino por inseguridad, por
temor a que las cosas no salgan bien; o no arriesgar y ponerse en
segundo o último lugar por una humildad mal entendida, que a lo
mejor encierra miedo o un orgullo disfrazado; o posiblemente un
destacarse en la obediencia que guarda una dificultad para tomar
decisiones o para expresar lo que se piensa o siente; o un activismo
que pareciera una entrega sin límites a los demás y que impide un
contacto interno con el yo profundo y con Dios…
3
“En el ser humano, la motivación, el deseo son muy importantes, aunque
no todos tienen la misma fuerza.. Unos nos remiten a lo que “es importante
para mí”, en palabras sencillas nosotros escogemos un objeto o persona
porque nos gusta, nos satisface. Otros nos lanzan a lo que “es importante en
sí”, escogemos un objeto desde una valoración reflexivo-racional. En el
primer caso lo que predomina son los afectos, las necesidades; en el
segundo, los ideales, los valores”.
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desarrolla nuestra vida.(Gª Domínguez:1993:35)4 El cuidado de la
salud, el uso de las cosas, la relación con la familia, amistades,
compañeros de trabajo, el mismo adquirir más conocimientos, desde
dónde lo vivimos, ¿desde lo “importante en sí” o desde “lo
importante para mí”? Para cualquier persona crecer sanamente
(ganar en positivo), implica un esfuerzo de integración de estos tres
niveles de la vida, desde los valores y no desde las necesidades,
desde lo “importante en sí” y no desde “lo importante para mí” y esto
lógicamente ya requiere un saber “perder”, “disminuir”. Lo vital de
todo está en la motivación profunda (las categorías de importancia) y
en la consiguiente elección. Pero hay que tener en cuenta que
también existe la realidad de la inconsistencia, que se da cuando se
proclaman unos valores y se actúa de otra forma. Se puede expresar
verbalmente la importancia de la vida espiritual, pero en el momento
preciso no se le da la mejor parte del día, sino el rato que me queda
libre. ¿Por dónde va mi elección, por lo “importante para mí”, o por
lo “importante en sí”? ¿Qué estoy ganando? ¿Qué estoy perdiendo?
De ahí la importancia de poner una atención profunda a aquello que
verdaderamente nos mueve; esto muchas veces no es tan claro y fácil
saberlo, ya que “lo importante para mí” no siempre es negativo. Al
contrario, mantenerse en buenas condiciones de salud para dar lo
mejor en el servicio del Reino es positivo y necesario, “es importante
para mí” para lo “importante en sí”, es una necesidad en orden a los
valores, hay un perder para ganar. Pero si todo gira alrededor del
cuidado de mi salud y Dios y su Reino no son lo prioritario, ya la
realidad es otra, ¿“pérdida”? ¿“ganancia”? Es “importante para mí” y
positivo, esforzarme por prepararme más y así aportar con más
calidad para “lo importante en sí”, la entrega al Señor y a su obra,
pero puede ser que sencillamente haya en mí una necesidad grande
de tener títulos porque eso es bueno para el currículo personal y otras
4
“El nivel psicofisiológico, en él se desarrollan las funciones sensoriales y
motoras y están relacionadas con las funciones instintivas; el nivel
psicosocial nuestra relación con los otros y el nivel espiritual, racional en el
que formamos conceptos, ideas e ideales, percibimos la bondad, la justicia,
etc. Realidades que no se pueden medir, que son espirituales, y trascienden
lo material”.
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han estudiado mucho. ¿Se pierde? ¿Se gana? ¿Hay un crecimiento
positivo de la persona?
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que está sobre todo nombre…”(Flp 2,6-9). La vida de Jesús nunca
está centrada en sí mismo, es toda para el Padre y para los demás,
“ha venido para servir y dar su vida en rescate por todos” (Mt 20,28),
esa es su misión, el encargo del Padre y lo realiza plenamente. Es
más, nos llama a participar con Él de esta misión. Esto requiere
aprender a pensar y a actuar según Él. Hay que estar dispuestas a
perderlo todo con tal de ganar esta piedra preciosa (cf. Mt 13,45.46).
Él está antes que todo. Esto es lo que prometimos cuando hicimos
nuestros votos. ¿No nos eligió Él para que como Él “enriquezcamos a
otros con nuestra pobreza” (2Cor 8,9), para entregarlo todo, perderlo
todo, para que otros ganen, para que otros crezcan, porque les
damos nuestra máxima riqueza, a Jesús?
- 62 -
ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo se guardará
para la vida eterna”(Jn 12,25-26).
BIBILIOGRAFÍA
- 63 -
- 64 -
Polaridad 6
DESPOJO - PLENITUD
- 69 -
Hay una poda inicial, un despojo que acompaña las renuncias que
se hacen al entrar a la Vida Religiosa. Pero todo aquello que se deja -
padre, madre y hermanos, novio y amigos, casa y tierra, trabajo o
estudios, sueños y planes de futuro... - solo se deja porque
encontramos – o somos encontradas – por un Amor más grande, que
desencadena en nosotras una dinámica de respuesta que nos hace
querer seguir a Jesús. Y en su seguimiento experimentamos una
promesa de plenitud, de auto-realización y felicidad, con frutos de
alegría y “vida en abundancia”. Es esta experiencia de plenitud la que
nos lleva a creer que el proyecto de vida más común, basado en el
tener, en el amar y en el escoger, solo tiene sentido para nosotras si
“todo lo que poseemos es de Dios, si todo lo que amamos lo amamos
en Dios; y si todo lo que escogemos, lo escuchamos antes de
Dios”(Ruiz Pérez:2006:45). Y de esto, un día, hacemos votos.
Vistos desde una clave antropológica, cada uno de los votos toca
un radical profundo, que totaliza la persona bajo una dimensión
englobante de su ser. El voto de castidad toca la afectividad, nuestra
orientación hacia los otros, todo el ámbito de las relaciones
interpersonales; el voto de obediencia atañe a la libertad, a las
decisiones profundas que comprometen la voluntad y orientan el
sentido de nuestra vida; el voto de pobreza afecta nuestro deseo de
posesión y define la forma de relacionarnos con la creación y lo
creado. Así, por los votos expresamos, en todos los ámbitos de
nuestra vida – nuestra relación con los demás, con nosotros mismos y
con la creación – que Dios es nuestro único Dueño y Señor, que a él
pertenecemos y que a él hacemos promesa de entregar todo lo que
somos y tenemos (Uríbarri:2002:331-332).Los votos nos sitúan, pues,
en la línea del amor kenótico del Padre, que se vacía dándonos al Hijo
y enviándonos el Espíritu Santo, y de Jesús, que se despoja de su
rango y vive toda su vida, hasta el final, como “cuerpo entregado” y
“sangre derramada”, tal como él mismo lo expresa y sintetiza en la
institución de la Eucaristía (Uríbarri:2002:332). Si el Hijo “adopta el
camino del despojamiento, es porque desea mostrarnos que no hay
otra forma mejor de vivir” (López:2007:57). De hecho, “Aquél que
estaba con Dios desde el principio y que era Dios, se reveló como un
niño indefenso; como refugiado en Egipto; como adolescente
- 70 -
obediente y adulto discreto; como discípulo penitente del Baptista;
como predicador de Galilea, seguido por algunos sencillos
pescadores; como hombre que comía con pecadores y hablaba con
extraños; como marginal, como criminoso e como amenaza para su
pueblo. Pasó del poder para la impotencia total, de la grandeza para
la pequeñez, del éxito para el fracaso, de la fuerza para la debilidad,
de la gloria para la ignominia. Toda la vida de Jesús de Nazaret
resistió a cualquier movimiento ascendente. (…) Jesús deja pocas
dudas de que el camino que él siguió es el mismo camino que tiene
para ofrecer a sus discípulos” (Nouwen:2008:29-30).
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- 78 -
Polaridad 7
INTERIORIDAD Y SIGNIFICATIVIDAD
Esta reflexión intenta entrar en este binomio interioridad-
significatividad, una realidad antropológica que nos constituye como
persona humana: exterior e interior, objetiva y subjetiva, cuerpo y
espíritu, dimensiones que se interrelacionan y se condicionan, de
forma que una lleva a la otra. No se pueden separar, sino que la
forma humana de ser hombre interior se ejerce en la mediación de la
exterioridad, y a su vez ésta es manifestación de nuestro ser interior.
Sin embargo, en nuestros contextos recibimos propuestas
que promueven una interioridad reducida a lo psíquico, al
ensimismamiento del individuo, como una vivencia de sí mismo
opuesta a nuestro “estar en el mundo” y a nuestras relaciones con los
otros. Todas estas propuestas de búsqueda de la interioridad se
reducen a lograr “sentirse bien con uno mismo”, aislando al sujeto de
sus responsabilidades sociales.
En el polo de la significatividad, nos movemos en contextos
sociales secularizados sin referencia a la Trascendencia. Lo relevante
socialmente es lo que produce éxito, resultados, ganancias, se
instala la competitividad como modo de estar en la realidad. Lo
personal es solapado por lo profesional y la eficacia como valor de la
excelencia.
- 79 -
que nos iluminen sobre la comprensión de ambos términos y nos
ayude en la vivencia integrada de ambos.
5
Cf. DOLORES ALEXANDRE (2004) “Interioridad y Biblia“ en AAVV La
interioridad: un paradigma emergente. Madrid: PPC.
- 80 -
1.2 Una aproximación desde la psicología 6
El ser humano se comprende como la relación dialéctica
entre continuidad y ruptura, continuidad que nos viene de la vivencia
repetida de lo cotidiano y rutinario, en la que hemos interiorizado un
sistema claro de señalizaciones (normas, creencias, cultura…) que
nos permiten saber en cada momento dónde estamos y a dónde
vamos. Y la ruptura, que nace de ese continúo “éxodo”, en el que
salimos de las seguridades de lo conocido, de lo previsible, para
encontrarnos con nosotras mismas. Construimos nuestra identidad
en este viaje a nuestro yo, donde nos encontramos con lo que no
conocemos de nosotras.
La identidad es la comprensión que elaboramos a partir del
cómo nos situamos en la realidad y del cómo nos percibimos
personalmente. La interioridad es el espacio donde construimos
nuestra identidad, es decir, ponemos palabra propia a lo que somos y
donde procesamos las claves para leer la realidad.
Somos “apertura” y estamos llamadas a ser “hospitalidad” a
dejar que entren los otros en nosotras y sobre todo a acoger al
“OTRO". La interioridad es el espacio donde se produce esta acogida
libre como respuesta a la invitación de Dios. Él mantiene con
nosotras un trato respetuoso, que suscita nuestra respuesta pero
nunca se impone o invade nuestra libertad. Los deseos son los que
impulsan a la persona humana a salir continuamente de sí, y este
deseo de sentido, de plenitud, de amor que nunca se satisface es lo
que alienta nuestra búsqueda de Dios.
1.3 ¿Cuáles son las polarizaciones de la interioridad que
vivimos como Consagradas?
En muchos de nuestros contextos se da una exaltación del
individualismo, donde el individuo se convierte en la medida de todas
las cosas. El encuentro con los otros y con la realidad son vividos
como medios de compensar mis necesidades afectivas, y la
búsqueda del sentido de la vida se convierte en autorrealización
6
Cf. FRANCESC-XAVIER MARÍN (2004): “Interioridad y experiencia psicológica”
en AAVV, La interioridad: un paradigma emergente; Madrid: PPC.
- 81 -
personal. Esta situación tiene sus efectos en la vida religiosa y puede
provocar:
“Egoísmo espiritual”, es decir, búsquedas de nosotras mismas, de
“sentirnos bien con Dios”, de defender nuestro tiempo y espacio
personal para atender el propio proceso, instalándonos y
aislándonos de la realidad y evitando que nos “toque” el mundo y
su sufrimiento.
Una sobrevaloración de la “vocación personal” mal entendida,
donde el horizonte es la realización personal, el atender a los
reclamos de un yo fuerte y no el estar disponible para la Misión
del Señor.
Una crisis en la relación autoridad-obediencia, por no aceptar que
al ser incorporadas por la obediencia a un Cuerpo apostólico, mi
yo y todo lo que soy está al servicio de la Misión. Se contrapone
la misión a la persona, olvidando que somos apóstoles. Somos en
y para la Misión.
Cuestionamiento del sentido de pertenencia o lo que llamamos
“crisis institucional”. Se hace difícil la vinculación a un Cuerpo que
es frágil, sometido a la debilidad de la edad y a la escasez del
número, poco creativo, que le cuesta innovar. Excesivamente
preocupado por el futuro de las “Obras” y la continuidad.
1.4 ¿Cómo estamos llamadas a vivir esta “interioridad?
Hoy, la vida religiosa apostólica necesita encontrar criterios de
discernimiento que desenmascaren los sutiles engaños del
subjetivismo y de la egolatría. Necesitamos una profunda conversión,
que nos haga volver a Dios como único principio y fundamento de
nuestras vidas, Aquel del que somos recibidas y a quién
pertenecemos y un encuentro con la verdad de lo que somos:
criaturas frágiles y necesitadas, solidarias y no rivales de la
humanidad vulnerable que constituye a cada persona. Ahí en la
verdad de lo que somos, somos conocidas y amadas por Dios, y no
sólo eso, sino llamadas a la existencia en Jesucristo como criaturas
nuevas, incorporadas a Él en su vida y misión.
Jesucristo es el deseo que nos mueve a “salir de nuestro propio
querer e interés”, en la contemplación de sus gestos y en la escucha
de sus palabras, es donde Dios va modelando en nosotros el “Alter
- 82 -
Cristo”. En este proceso de transformación, Dios respeta nuestro
ritmo, no solapa nuestras resistencias ni nos ahorra el coste de
nuestras “salidas” y “pérdidas”, pero sí, esto sólo lo podemos hacer
en la certeza de la promesa de quien tiene palabra y Palabra de vida
eterna.
7
SEMINARIO TEOLÓGICO DE LA USG Y LA UIGS : “Identidad y Significatividad de
la vida Consagrada Apostólica”: Revista CONFER, Volumen 50, nº 190, junio
2011.
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percibe en la disminución de vocaciones y en la falta de relevancia
con la que es contemplada.
- 85 -
3. Conclusión
En el desarrollo de esta reflexión no he dudado en la
integración vital de esta polaridad antropológica, porque no podía
ser de otra manera, interioridad y significatividad son extremos del
arco que nos constituye como persona, y nuestro ser de Consagradas
se resuelve en la tensión de estos polos. Vivir serena y
equilibradamente esta tensión exige un continuo ejercicio de
discernimiento, desde preguntas como ¿Qué estoy viviendo por
dentro? ¿Desde dónde? ¿Cómo es mi mirada sobre la realidad? ¿Me
sitúo en ella como Misión? ¿Cómo vivo la Misión?
Quiero terminar con un símil del mundo de la música, la
pausa. “En la pausa no hay música, pero la pausa ayuda a hacer la
música”. La música es interrumpida por “pausas”... pero la melodía
no termina, sino que el “Maestro” continúa marcando el compás con
la misma precisión y toma la nota siguiente con firmeza, como si no
hubiese habido interrupción alguna. Las pausas no están allí para ser
pasadas por alto o ser omitidas, ni para perturbar la melodía o alterar
el tono. Las pausas ayudan a marcar el compás, no nos olvidemos
que “ellas ayudan a hacer la música”. Nos ayudaría preguntarnos por
las pausas en nuestra vida: ¿necesito hacer pausas para escuchar la
melodía de mi vida? ¿a qué suena mi vida? ¿no desafina? ¿sigue el
compás que marca el Maestro?
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS