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¿CÓMO CONCILIAR LA UNIDAD DEL SER CON LA

PLURALIDAD DE LAS COSAS PARTICULARES?

Introducción

El factor común que impulsó la reflexión filosófica de todos los presocráticos fue, sin
duda, la búsqueda de lo verdaderamente real (el ser puro y primario), el denominado
arché, es decir, aquel elemento que permanece en la pluralidad (cambios continuos)
de todas las cosas.

Al respecto, Heráclito y Parménides llegan a sobresalir notablemente por la


originalidad, profundidad y oposición de sus propuestas. Pero, ¿realmente sus
posturas son tan contrarias como parecen?, ¿habrá manera de conciliar dos
pensamientos tan dispares?, ¿no será que en el fondo están afirmando lo mismo,
pero desde ópticas diferentes?

Atendiendo a estas preguntas, el presente ensayo tiene como objetivo el exponer


de manera muy general la concepción ontológica de Heráclito y Parménides,
partiendo de los datos que proporcionan Guillermo Fraile y Frederick Copleston en
sus respectivos libros de Historia de la Filosofía I, esto con la finalidad de poder
llegar a una posible conciliación entre ambas posturas.

Por ello, este ensayo estará divido en cuatro partes. La primera presentará a grosso
modo la concepción de Heráclito sobre el ser; después, en un segundo momento,
hablaremos sobre la concepción metafísica de Parménides; en un tercer apartado
se intentará conciliar ambas posturas y, por último, terminaremos con un comentario
a manera de conclusión.

Este escrito parte de la hipótesis de que sí es posible conciliar la filosofía de


Heráclito y Parménides viendo sus posturas desde una óptica más panorámica u
holística, es decir, donde ambas propuestas son correctas y, lejos de contradecirse,
se enriquecen mutuamente.
I. Heráclito: monismo dinámico.

Heráclito es considerado por Fraile el pensador más eminente de los presocráticos1,


ya que su doctrina aventaja mucho a la de sus predecesores. Este excéntrico
personaje, para evadir el contacto humano y poder gozar plenamente de la soledad,
se retiró a vivir a los montes. Sin embargo, no era para nada apocado, poseía un
carácter altanero; despreciaba a la plebe (gente irreflexiva y superficial). A pesar de
esto, fue muy leído y estimado por sus contemporáneos.

La filosofía de Heráclito se puede denominar, de modo muy atinado, monismo


dinámico. En efecto, es mentira y muy impreciso el afirmar que el sistema filosófico
del “Oscuro” se reduce a la famosa frase: “panta rei, kai oudén ménei” (todo fluye,
nada permanece2). Es verdad que Heráclito sostiene dicho argumento, pero es
necesario poner dicha afirmación en el contexto de todo su pensamiento.

Existen, pues, dos niveles de conocimiento para Heráclito, que a su vez


corresponden a dos niveles de realidad: lo sensitivo y lo racional. Por lo sentidos no
podemos conocer la naturaleza de las cosas; esta clase de conocimiento y realidad
es cambiante y objeto de pura doxa (opinión). Por otro lado, el conocimiento racional
capta un nivel de realidad más elevado, la unidad permanente del ser en la
inestabilidad de todas las cosas particulares, una especie de ley universal necesaria
(Logos) que está por encima de las aparentes contradicciones que nos presentan
los sentidos. Este Logos impulsa y regula todas las mutaciones por medio del fuego,
causa eficiente de todas las incesantes transformaciones de la realidad sensible.
Quede, pues, bien claro que Heráclito no niega la permanencia del ser, sino que lo
pone en un nivel superior de realidad que pocos seres humanos alcanzan a percibir:
“no a mí, sino habiendo escuchado al logos, es sabio decir junto a él que todo es
uno”3.

1 (Fraile, 1997) p. 170.


2 (Fraile, 1997) p. 171.
3 (Copleston, 1994) p. 53.
Por lo tanto, se debiera colocar junto con la máxima “todo fluye, nada permanece”,
la otra sentencia del mismo autor: “todas las cosas son uno, esto es sabiduría”4. Así,
se comprendería mejor que para Heráclito hay un nivel de realidad cambiante y otro
nivel de realidad inmutable y necesario que constituye el fundamento de todo.

II. Parménides: monismo estático.

Parménides, del cual se dice que muy probablemente fue miembro de la escuela
pitagórica, concentra su filosofía en el famoso poema sobre el Ser. Dicho personaje
critica duramente el pensamiento de sus predecesores (Pitágoras y Heráclito).
Además, toma una actitud radical ante el problema de lo verdaderamente real (el
Ser) excluyendo por completo la validez del conocimiento sensible. Al respecto,
Copleston afirma: “Resumida su doctrina quiere decir que el Ser, el Uno, es, y el
devenir, el cambio, no pasa de mera ilusión”5.

En efecto, para Parménides, el devenir y la pluralidad de las cosas materiales son


mera ilusión. Por ello, hace una marcada distinción entre el “camino de la verdad” y
el “camino de la opinión”, es decir, una contraposición radical entre ciencia y doxa.
Para este eleático es imposible que la sensación (datos provenientes de los
sentidos) sea objeto de verdad alguna.

Por esta postura radical ante lo sensible, algunos han calificado a Parménides:
“padre del idealismo”. Otra vez nos encontramos, como en Heráclito, con el mismo
error interpretativo. En efecto, del desprecio de lo sensible, no se sigue que el Uno
de Parménides sea equivalente a la Idea de Platón. Inclusive, se puede llegar a
calificar a Parménides más como materialista que como idealista. ¿Por qué? Porque
el Ser que predica, y todos sus atributos, no se encuentra en una realidad
suprasensible, sino en la misma realidad material que vemos: “Sólo la razón puede

4 (Fraile, 1997) p. 171.


5 (Copleston, 1994) p. 61.
aprehender la realidad, pero esa realidad que la razón aprehende es material. Esto
no es idealismo, sino materialismo”6.

Parménides afirma, en suma, que el cambio, el devenir y el movimiento son


imposibles porque implican “llegar a ser” o “dejar de ser” y esto es imposible ya que
el Ser es, es decir, no tiene principio ni fin, no se le puede añadir o quitar nada, “es”
en su más absoluta expresión. Sin embargo, como ya se mencionó, el Ser de
Parménides es material, está en el mundo debajo de lo contingente, no fuera de él.
Además, aunque el Ser no puede engendrarse ni perecer (indestructibilidad), es,
empero, finito, es decir, determinado por la materia.

Por lo tanto, la verdad y el ser de las cosas ha de buscarse, no en los sentidos, sino
en la razón, pero teniendo siempre sumo cuidado de no identificar o confundir el
“ser pensado” con el “ser pensamiento”7.

III. Monismo estático-dinámico

Si colocamos de manera paralela las filosofías de Heráclito y Parménides,


seguramente se encontrarán ciertas semejanzas, analogías y diferencias en su
manera de abordar el problema de la unidad y pluralidad de las cosas particulares:

a) Primeramente, tanto Heráclito como Parménides, sostienen la existencia de


dos estadios de conocimiento: el sensible y el racional. Sin embargo,
Parménides considera ilusorio el conocimiento sensible por ser cambiante;
Heráclito, por su parte, considera ilusorio el conocimiento sensible por hacer
creer que existen seres fijos y estables. Claramente están afirmando lo
mismo, pero desde ópticas metafísicas diferentes (ser único inmóvil y ser
único en continuo movimiento).

6 (Copleston, 1994) p. 62.


7 Cfr.(Copleston, 1994) p. 63.
b) Otro punto importante; para Heráclito los sentidos son necesarios para
adquirir la sabiduría, aunque su testimonio siempre debe corregirse con la
razón. Sin embargo, Parménides se queda sólo con la razón y rechaza
totalmente lo sensible. Esto pasa porque Heráclito cree en la “consistencia
metafísica” de las cosas particulares por su continuo “hacerse” y
“deshacerse” en ciclos de constante evolución. Parménides, por su parte,
concibe un “ser estático” no sujeto a evolución (dejar de ser una cosa para
llegar a ser otra). Si vemos detenidamente, ambos están en lo cierto desde
sus posturas metafísicas. No se contradicen realmente.
c) Por último, Heráclito sostiene que las cosas se están haciendo
continuamente (son y no son a la vez) y que esto constituye propiamente su
esencia, la “realidad auténtica” representada por el fuego. Sin embargo, el
Logos, la ley universal y necesaria, permanece inmutable en todos los
cambios y los regula, aunque se trata de algo trascendente, no inmanente.
Por otro lado, Parménides sostiene que el “Ser es” y no hay más.
Nuevamente, ambos personajes no se contradicen en el fondo, el Ser de
Parménides puede equipararse al Logos de Heráclito.

Conclusión

Simplemente diré que ha habido varios filósofos que han intentado armonizar el
pensamiento de Heráclito y Parménides. El primero en intentarlo fue Platón, aunque
se inclinó más por el desprecio a lo sensible. El segundo y más feliz intento fue el
de Aristóteles, que rescató el “ser material e inmutable” en la cosa, aunque también
afirmó el “ser inestable y cambiante” en la misma cosa.

Después de ellos, y a lo largo de toda la historia de la filosofía hasta nuestros días,


se ha abordado el problema de la unidad y pluralidad de las cosas. Cada filósofo le
ha dado matices distintos a su propuesta y al modo de abordar la cuestión. Pero, en
esencia, el problema sigue siendo el mismo y continuará siendo motivo de reflexión.

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