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DESARROLLO POTENCIAL EN ANCIANOS

Adelia de Miguel Negredo


Universidad de La Laguna

RESUMEN:

La posibilidad de realizar cambios en el funcionamiento personal de los ancianos se ve


avalada por los logros conseguidos con una intervención dirigida a la promoción de las
habilidades interpersonales en dos grupos ancianos. Se establecieron tres grupos de
personas en función de las puntuaciones obtenidas en la batería de habilidades
interpersonales para ancianos elaborada y validada para este grupo de población. El
grupo control se caracterizaba por obtener puntuaciones similares a la muestra de
validación mientras que los dos grupos experimentales aparecían como inferiores a éste,
de manera significativa estadísticamente. La intervención se realizó a través de dos
programas de entrenamiento elaborados desde dos ópticas diferentes: una de ellas
heteroprocesualista y la otra isoprocesualista. Las evaluaciones antes de la intervención,
después de la intervención y tras un período de seguimiento de cuatro meses, indicaron
los beneficios diferenciales conseguidos con cada uno de los programas, que tras la
intervención supusieron que los ancianos entrenados fueran similares en habilidades
interpersonales a los ancianos del grupo control, así como el mantenimiento también
diferencial de los logros.

UN PUNTO DE ARRANQUE: DISCAPACIDAD Y VEJEZ

Sin ánimos de descubrir lo ya descubierto, nos interesa realizar dos puntualizaciones


conceptuales con el fin de establecer algunos de los criterios seguidos en la exposición
de algunos datos relativos a una investigación realizada hace un poco más de cinco años
por Pelechano y la autora de estas líneas en la isla de Tenerife1. La primera de ellas se
refiere al término de discapacidad y la segunda al concepto de vejez desde algunas
formas de entender el término «edad».

Según la clasificación internacional de las deficiencias, discapacidades y minusvalías


(CIDDM, OMS, 1980), las discapacidades reflejan las consecuencias de una deficiencia
(toda pérdida o anormalidad de una estructura o función psicológica, fisiológica y
anatómica) desde el punto de vista del rendimiento funcional y de la actividad del
individuo, de manera que se identifican con toda restricción y ausencia de la capacidad
para realizar una actividad en la forma o dentro del margen que se considera normal
para un ser humano. Una discapacidad puede surgir como consecuencia directa de una
deficiencia pero también como una respuesta (sobre todo la psicológica) del propio
individuo a deficiencias físicas, sensoriales o de otro tipo. La CIDDM lista un total de
70 discapacidades agrupadas en 9 grandes categorías, observándose una gran variedad
que abarca todo el funcionamiento humano, el biológico y el psicológico. Las nueve
grandes discapacidades son: de la conducta, de la comunicación, del cuidado personal,
de la locomoción, de la disposición del cuerpo, de la destreza, de situación, de una
determinada aptitud y otras restricciones de la actividad.

Por otra parte, hay unos cuantos tipos de edades. Las que nos interesan ahora mismo son
tres: la edad biológica, la edad social y la edad psicológica. Se acepta que el desarrollo
infantil es un proceso cuidadosamente programado genéticamente regulado y
unidireccional, mientras que el envejecimiento se conceptualiza como un deterioro
multidireccional, no programado y desordenado (Cape, 1982). Ese deterioro se produce
en todas las áreas del funcionamiento humano, desde la no regeneración de las células
epiteliales hasta el deterioro de las funciones cognitivas causado por el envejecimiento
de las neuronas cerebrales, pasando por el envejecimiento de los órganos. Esto es lo que
se entiende por edad biológica. También a lo largo de la vida se puede establecer otro
concepto, el de la edad social, indicando los roles y los hábitos sociales que desempeña
un individuo respecto a los demás miembros de una sociedad. Característicos de los
ancianos son el enviudar, el ser abuelo, el nido vacío, la llegada de la jubilación, entre
otros.

Conjuntamente, aunque no necesariamente de forma paralela, se producen también


transformaciones, que no obligatoriamente deterioros, en la personalidad de quien se va
haciendo viejo, de modo que a lo largo de los años al mismo tiempo que puede aparecer
una artritis que dificulta el movimiento, una pérdida de agudeza visual que perjudica la
deambulación independiente, un trastorno en las vías urinarias que facilitan la
incontinencia, una jubilación que impide el desarrollo de una actividad laboral y reduce
considerablemente los recursos económicos, también puede aparecer una mayor
precaución que dificulta el aprendizaje de nuevas tareas y la toma de decisiones rápida,
una mayor preocupación por el sentido que la vida tiene para uno mismo, una reflexión
mayor sobre la muerte que cada día es más inminente, una pérdida de memoria, huecos
emocionales por la pérdida de un ser querido, sentimientos de vergüenza porque se es
incontinente, y otros muchos cambios, incluyendo, por supuesto, una valoración
negativa subjetiva de los cambios fisiológicos y cognitivos que se van experimentando.
Esto es la edad psicológica, definida más concretamente como las capacidades
adaptativas de los individuos a los cambios ambientales y biológicos en comparación
con el promedio.

En función de estas tres edades, todos los ancianos son discapacitados, igual que lo
somos todos los humanos. No son un grupo homogéneo que manifieste todas las
discapacidades. Algunas pueden ser más o menos específicas de este grupo en función
del deterioro biológico, el cambio de roles o cambios psicológicos como consecuencia
directa del envejecimiento fisiológico, pero otras son comunes a otros grupos de edad.
Por lo tanto, no se puede establecer un retrato robot de «anciano discapacitado», aunque
se pueden encontrar grupos de ancianos discapacitados cualitativa y cuantitativamente
diferentes. Esto debe tener lógicamente suficientes repercusiones a nivel de intervención
psicológico-terapéutica como para tener siempre en mente la existencia de diferencias
individuales e idiosincrasias, sin buscar recetas para problemas concretos.

PROBLEMAS PSICOLOGICOS Y TERAPIA

El objetivo general que tienen las terapias psicológicas es resolver problemas


psicológicos, entendiendo por ellos, en términos muy generales, las dificultades que
tiene una persona en sus relaciones con los otros, en la percepción que tiene del mundo
con relación a sí misma o en sus actitudes hacia sí misma. En palabras de Kanfer y
Goldstein (1986), los problemas psicológicos se pueden caracterizar por sentimientos de
ansiedad y tensión de una persona, insatisfacción con su propia conducta, excesiva
atención sobre el área problemática, ineficacia para conseguir las metas deseadas, o
incapacidad para funcionar de forma eficaz en las áreas psicológicas. El objetivo del
gerontopsicólogo es ayudar al anciano a solucionar los problemas psicológicos que
sufra de modo que cambie para mejor, desarrollando sus potenciales al máximo y poder
acceder de este modo a las oportunidades que le brinda su ambiente. Esto significa
dirigirse hacia los problemas más o menos específicos de los ancianos, en algunas
ocasiones asociados a deficiencias psicológicas y fisiológicas graves, como la demencia,
la confusión mental, Parkinson, etc., pero también a los problemas psicológicos que,
como cualquier otro ser humano, pueda tener. Algunos de los problemas psicológicos
que puede presentar un anciano, y en los cuales resulta adecuada una intervención
terapéutica psicológica son problemas de autoestima, de soledad, cognitivos (pérdida de
memoria, disminución de la capacidad de razonamiento...), de conducta (anorexia,
incontinencia, tics), interpersonales, sexuales, insomnio, de pareja, abuso de alcohol u
otras drogas, ansiedad, etc. Será en función del problema concreto como se optará por
una u otra terapia, utilizando para ello diversas estrategias complementarias.

A las terapias conductuales subyace el supuesto de que todas las conductas humanas son
aprendidas y susceptibles de modificación, por lo que siempre que exista una causa
biológica responsable del problema, ha de actuarse desde la medicina y sólo desde el
punto de vista psicológico en aquellos casos donde sea necesario un nuevo aprendizaje,
bien para adquirir nuevos hábitos, o bien para eliminar los existentes que provocan
malestar a la persona. El principal inspirador de la terapia de conducta, en sus orígenes,
no la actual, B. F. Skinner, publicó a sus casi 80 años de edad, un libro (Skinner y
Vaughan, 1983) en el que utilizando las propias estrategias que había propuesto en
Walden Dos (Skinner, 1948), propone a sus posibles lectores ancianos una serie de
actividades que les pueden procurar un mayor disfrute de la vejez, teniendo siempre
como referencia la posibilidad de recibir un castigo o un premio.

Por su parte, las terapias de conducta cognitivas tienen como raíz común el considerar
que las emociones y la conducta son principalmente una función de cómo se construyen
los sucesos ambientales. La implicación terapéutica es la asunción de que se puede
lograr una mejora, al menos, en algunos problemas humanos, alterando directamente las
construcciones que tienen las personas de su mundo. El terapeuta intenta ayudar al
cliente para que sea consciente de las creencias, temas actuales, asuntos escondidos y
metas personales (estructuras cognitivas) que influyen en cómo valora y cómo procesa
los eventos. Como ejemplo de intervención con este tipo de terapias con ancianos,
Woods y Britton (1985) informan que la depresión es el principal trastorno para el cual
se han utilizado, pero no en todos los casos la terapia iba dirigida a solventar la
depresión, sino a eliminar algunas repercusiones cognitivas y/o conductuales de la
depresión, como por ejemplo, la reducción en los niveles de actividad, las dificultades
en la comunicación con los demás, deterioro en las tareas de autocuidado, etc. Y los
resultados parecen alentadores.

Cuando un psicólogo clínico ha aprendido ambos grupos de terapias, es bastante difícil


que utilice uno de ellos de forma pura, es decir, sin recurrir a ninguna de las técnicas del
otro grupo, pues ambos no deberían considerarse como incompatibles, sino todo lo
contrario, complementarias. Así, por ejemplo, cuando se utilizan las terapias cognitivas
en adultos en la solución de problemas como la ansiedad interpersonal, ansiedad de
prueba, control de la ira, dolor, depresión, adicción, disfunción sexual, abuso de alcohol,
etc., las técnicas utilizadas también incluyen terapia de conducta, como
desensibilización sistemática, modelamiento, condicionamiento operante y aversivo, e
imaginación.
HABILIDADES INTERPERSONALES EN ANCIANOS

Conceptualización y evaluación en ancianos: Lo que a continuación se va escribir debe


enclavarse en la óptica del modelo de inteligencia propuesto por la perspectiva de
parámetros (Pelechano, 1996a) en el que se entiende que las habilidades interpersonales
(que son una parte de la inteligencia socio-personal) se definen como «un patrón
complejo de respuestas que llevan a un reconocimiento social o interpersonal y resultan
eficaces para ejercer auto-control personal así como una influencia directa o indirecta
sobre otras personas, utilizando medios y procedimientos ética y socialmente
permisibles» (Pelechano, 1991). Para evaluar las cinco habilidades interpersonales
racionales propuestas en un primer momento por el grupo de trabajo de Spivack
(pensamiento alternativo, pensamiento causal, pensamiento consecuencial, percepción
de sentimientos y planificación de medios para el logro de fines), se elaboraron cinco
pruebas que incluían situaciones interpersonales características de las vividas por
ancianos. Tras un análisis factorial para cada una de las pruebas, cumplimentadas por
124 ancianos, sin necesidad de rotar se obtuvieron cinco factores que coincidían con las
habilidades racionales. Para obtener una información más completa, véase Pelechano
(1991). Tras el análisis de la estabilidad temporal y los índices de consistencia interna,
se puede concluir que se trata de variables psicológicas de consolidación intermedia, lo
que facilita su modificación.

Además de aislar la estructura empírica de estas habilidades (cuya denominación ya


dentro del modelo de parámetros es asunción de perspectivas, generación de
alternativas, previsión de consecuencias, atribución causal y segmentalización), se
analizó su relación con algunos indicadores de salud física y satisfacción: toma de
medicación específica, síntomas físicos y psicosomáticos y la satisfacción con la vida.
Los principales resultados de interés aquí son los siguientes: (i) el factor de asunción de
perspectivas no mantenía relaciones significativas con ninguno de los indicadores; (ii)
existen distintos compromisos entre las cuatro habilidades restantes y los indicadores de
salud utilizados, indicando, en general, una relación negativa entre los síntomas físicos
y psicosomáticos, mientras que la satisfacción con la vida va unida a una generación de
alternativas poco restringida así como a una más correcta atribución de causas; (iii) la
toma de medicación específica, debido a alguna enfermedad crónica o aguda, sólo se
relaciona con la atribución de causas, pero resulta una variable importante a la hora de
predecir conjuntamente con los otros tres indicadores de salud, una buena o mala
ejecución en cada una de las habilidades cognitivas (resultado este último extraído de
cinco análisis discriminantes en los que los grupos criterio eran el 30% superior y el
30% inferior en ejecución en cada una de las habilidades). Por lo tanto, parece que las
habilidades interpersonales, tal y como se han conceptualizado y medido, tienen ciertos
compromisos relevantes con la salud de los ancianos. Por este motivo, entre otros, se
realizó una intervención, con el objeto de promover estas habilidades interpersonales en
personas ancianas «discapacitadas».

Promoción: Se diseñaron dos programas para promover estas habilidades


interpersonales, en los que se conjugan tanto técnicas de terapia conductual como de
terapia cognitiva. El primero de ellos, denominado «programa de entrenamiento en
fases» está desarrollado según en el supuesto isoprocesualista de que los procesos
cognitivos implicados en la solución de problemas abstractos, impersonales, son los
mismos que se utilizan para resolver los problemas interpersonales (Pelechano y de
Miguel, 1996). El segundo de los programas, denominado «programa de entrenamiento
en dimensiones», desde un punto de vista heteroprocesualista, defendía la adecuación de
promover cada una de las habilidades cognitivas de solución de problemas
interpersonales de forma independiente utilizando para ello sólo situaciones
interpersonales (De Miguel y Pelechano, 1996a). Ambos programas constaban de 21
sesiones y además de las técnicas específicas, se utilizó modelamiento, refuerzo social,
ensayo conductual mediante el juego de roles en situación experimental y
brainstorming, además de algunas de las recomendaciones que se hacen en el caso de
trabajar con ancianos. Las sesiones de entrenamiento se realizaban a razón de cinco
semanales, con una duración media de 30-45 minutos, en grupos formados por 4-5
ancianos y dos terapeutas, que desempeñaban el papel de terapeuta y coterapeuta a días
alternos. La sala donde se realizaban las sesiones se procuró que no fuera de uso común
o de paso, para impedir así las posibles interrupciones, y contaba con una pizarra donde
el coterapeuta iba realizando anotaciones que sirvieran de orientación al terapeuta y de
recordatorio para los ancianos.

Participantes: Los resultados que vamos a presentar corresponden a 82 ancianos2, 28


residentes en hospitales, residencias y asilos de la isla de Tenerife que constituyen los
dos grupos entrenados y denominados en esta ocasión como «discapacitados» en
relación con el tercer grupo, el que servía de control, formado por 54 ancianos que
acudían a clubes de ancianos e incluso a las Aulas de la Tercera Edad. Decidimos
denominar a los grupos experimentales como discapacitados en relación con el control,
en base a sus características demográficas así como las puntuaciones obtenidas en la
batería de habilidades interpersonales. Como se observa en la tabla 1, el grupo
experimental (los dos grupos entrenados) estaba compuesto por un porcentaje
significativamente mayor de ancianos que tenían 80 o más años que el grupo control,
mientras que éste tenía más ancianos menores de 65 años que el experimental; en
segundo lugar, la ingesta de medicación también era mayor por parte del grupo
experimental, denotando una salud física peor; el grupo control, además de vivir de
forma independiente, en la comunidad, también tenía pareja, aunque el resto, un poco
más de la mitad, o bien habían enviudado, se habían separado o no se habían casado,
mientras que el grupo experimental, que vivía en centros para cuidado de ancianos (dos
de ellos incluso dedicados a cuidar ancianos con pocos recursos económicos, regidos
por monjas, y en muchos casos con muy poca esperanza de vida) se caracterizaba por
estar formado por ancianos solteros o que habían enviudado; y finalmente, en
consonancia con la edad de los miembros de cada grupo, el experimental, siendo más
viejos, también contiene más mujeres que el grupo experimental. Estos criterios se
unieron al desempeño en las habilidades interpersonales. En la tabla 2 presentamos las
medias de cada uno de los grupos antes de realizar ningún tipo de intervención. Como
se observa, en todos los casos, el grupo control presentaba una mejor puntuación. Las
puntuaciones del grupo control no diferían de las obtenidas por el grupo de ancianos
que participó en el momento de la generación de las pruebas, y que podían considerarse
como una muestra representativa de la población anciana en España, según las
estadísticas del INE, además de ser muy amplio su lugar de procedencia (acudían a
clubes, otros vivían en residencias pero no en hospitales para enfermos terminales,
algunos otros fueron captados en el vecindario, etc.) (Cfr. Pelechano, 1991). Por lo
tanto, además de haber confirmado la «discapacidad» del grupo experimental, se
encontraba fuertemente justificada una intervención para promover las habilidades
interpersonales, debido a su compromiso con la salud, en el grupo experimental, para
llegar, al menos a conseguir el nivel que presentaba el grupo control.
TABLA 1

DATOS DESCRIPTIVOS DE LA MUESTRA DE ANCIANOS

GRUPO DE CONTROL (N=54) - GRUPO EXPERIMENTAL (N=28)


( NO DISCAPACITADOS ) -- ( DISCAPACITADOS )

n % n % P

EDAD

hasta 64 años 27 50.0 5 17.8 **

65-69 12 22.2 4 14.3 ns

70-79 12 22.2 6 21.4 ns

80 ó más 3 5.6 13 46.4 ***

MEDICACIÓN

no toma 36 66.7 3 10.7 ***

sí toma 18 33.3 25 89.3 ***

ESTADO CIVIL

soltero 6 11.1 16 57.1 ***

viudo 23 42.6 12 42.9 ns

separado/divorciado 2 3.7

casado 23 42.6

GÉNERO

mujer 36 66.7 24 85.7 *

hombre 18 33.3 4 14.3 *

NOTA: p = nivel de significación asignado a la diferencia de porcentajes; (***) p <.001;


(**) p <.01; (*) p <.05; ns = no significativo

TABLA 2
ANALISIS INTERGRUPO EN LOS NIVELES PREVIOS DE HABILIDADES
INTERPERSONALES

GRUPO DE CONTROL (N=54) - GRUPO EXPERIMENTAL (N=28)


( NO DISCAPACITADOS ) -- ( DISCAPACITADOS )

x DT x DT P

Generación de
29.44 11.9 19.25 6.91 ***
alternativas

Atribución de
21.57 8.02 15.86 5.40 ***
causas

Previsión de
25.28 9.27 20.04 8.97 *
consecuencias

Segmentalización 16.72 6.25 11.82 5.04 ***

Asunción de
50.39 13.2 38.25 11.0 ***
perspectivas

NOTA: x = media; DT = desviación típica; (***) p <.001; (**) p <.01; (*) p <.05

Algunos resultados sobre valoración de la intervención: Tras el mes que duró la puesta
en práctica de los dos programas de entrenamiento (la asignación a uno u otro grupo de
los ancianos «discapacitados» fue aleatoria), se evaluó de nuevo a todos los ancianos
con las mismas pruebas. Tras la realización de los análisis correspondientes se observó
que en líneas generales ambos programas habían logrado resultados similares. Por ello,
aportamos los resultados conjuntos, dejando para más tarde la explicitación de la
valoración diferencial. En la parte superior de la tabla 3 ofrecemos las mejores
conseguidas por parte del grupo experimental tras el entrenamiento. Se observa, con
toda claridad, cómo experimentó una mejoría en todas las habilidades interpersonales.
Sin embargo, el grupo control no experimentó ningún cambio significativo en ninguna
de las variables medidas (nótese que el tamaño del grupo ha variado pues no todos los
ancianos del grupo control pudieron ser entrevistados en esta segunda ocasión por
diferentes motivos, incluyendo, lamentablemente, el óbito de alguno de ellos). Esto se
puede observar en la parte inferior de la tabla 3.

TABLA 3

ANALISIS INTRAGRUPO EN HABILIDADES INTERPERSONALES

GRUPO EXPERIMENTAL (DISCAPACITADO) (n = 28)


. . . . . . . ANTES . . . . . . DESPUÉS
x DT x DT P

Generación de
19.25 6.91 25.79 10.6 **
alternativas

Atribución de
15.86 5.39 19.86 9.92 *
causas

Previsión de
20.04 8.97 27.21 11.7 **
consecuencias

Segmentalización 11.82 5.04 18.14 6.87 ***

Asunción de
38.25 11.00 46.86 16.0 **
perspectivas

GRUPO CONTROL (NO DISCAPACITADO) (n = 41)


. . . . . . ANTES. . . . . . DESPUÉS

x DT x DT P

Generación de
26.93 13.4 26.61 10.04 ns
alternativas

Atribución de
20.86 8.41 20.00 6.56 ns
causas

Previsión de
24.05 10.2 23.39 7.54 ns
consecuencias

Segmentalización 15.22 6.95 16.49 6.64 ns

Asunción de
48.76 15.20 46.95 11.2 ns
perspectivas

NOTA: x = media; DT = desviación típica; (***) p <.001; (**) p <.01; (*) p <.05; ns = no
significativo.

La comparación intergrupo justifica en gran medida la intervención. Si en un principio


el grupo control se comportaba en la batería de habilidades interpersonales como más
hábil que el discapacitado o experimental, tras el entrenamiento, las diferencias entre
ambos grupos desaparecen. En la figura 1 hemos representado la puntuación del grupo
experimental menos la del control, para cada una de las dimensiones y para cada uno de
los dos momentos de evaluación. Se observa que «antes» siempre puntuaba más bajo el
grupo de discapacitados, con significación estadística, mientras que en el «después» no
hay tales discrepancias. A pesar de que no aparezcan diferencias con significación
estadística entre ambos grupos, estos resultados sí que tienen una importante relevancia
y significación psicológica, relacionada con la salud y el bienestar.

FIGURA 1
EVOLUCIÓN DEL GRUPO EXPERIMENTAL
(DISCAPACITADO) CON RESPECTO AL CONTROL (NO
DISCAPACITADO)
(en las columnas aparecen las diferencias en puntuación entre
discapacitado menos no discapacitado)

Los asteriscos son nivel de significación de la diferencia intergrupo (***) p<


.001; (**) p< .01; NS= no significativa

Por lo tanto, desde aquí se pueden entresacar algunas conclusiones: (I) las habilidades
interpersonales son susceptibles de modificación mediante la puesta en práctica de
programas de entrenamiento cognitivos y conductual-cognitivos; (II) el mero paso del
tiempo no produce disminuciones ni aumentos en el desempeño de estas habilidades, lo
que confirma su calidad de dimensiones de consolidación intermedia; y (III) se puede
«normalizar» a los ancianos discapacitados a nivel de habilidades interpersonales.

Después de cuatro meses de finalizado el programa de intervención, se evaluó por


tercera vez a los ancianos, discapacitados y no discapacitados, que aún pudieron ser
entrevistados. En general, ambos grupos permanecían similares, sin diferencias entre
ellos. En las figuras 2 y 3 hemos representado la evolución de cada uno de los grupos a
lo largo de las tres evaluaciones, utilizando sólo los datos de los ancianos que
participaron en la fase de seguimiento, con el fin de poder realizar comparaciones
intragrupo. Mientras que el grupo no entrenado continua estabilizado en sus
puntuaciones (ninguna comparación antes-después, antes-seguimiento y después-
seguimiento arrojó diferencias significativas), el grupo experimental-discapacitado sólo
mantuvo las ganancias obtenidas tras el programa de entrenamiento en dos de las
habilidades, una de ellas que no manifestaba tener relaciones con los criterios de salud
(asunción de perspectivas) y la otra, atribución causal, que mantenía relaciones con los
cuatro criterios de salud y satisfacción. En las otras tres (generación de alternativas,
delimitación de consecuencias y segmentalización) se pierden las ganancias aunque no
se llega a los niveles previos a la intervención.

La valoración diferencial de la eficacia de ambos tipos de entrenamiento mostró que los


cambios obtenidos con el programa de dimensiones se mantenían en el seguimiento,
mientras que las obtenidas con el programa de fases se perdían.

FIGURA 2
EVOLUCIÓN DEL GRUPO DE CONTROL
(NO DISCAPACITADO)
HABILIDADES INTERPERSONALES (N=19)

CONCLUSIONES FINALES

Dos bloques de conclusiones: el primero de ellos referido a una valoración de la


intervención aquí presentada, y el segundo, a nivel más general, sobre la relevancia de
las terapias psicológicas para mejorar la satisfacción personal y social de los ancianos,
sean o no discapacitados.

A la vista de la posibilidad de evaluación de las habilidades interpersonales, como


variables con relevancia a la hora de analizar la salud y satisfacción de los ancianos, de
la susceptibilidad de mejora de las habilidades interpersonales poniendo en práctica
programas dirigidos a su promoción, y teniendo en cuenta los efectos diferenciales de
cada uno de los programas, en la actualidad nos estamos dedicando a la puesta en
práctica, con ancianos hospitalizados y viviendo en la comunidad, de un nuevo
programa de entrenamiento elaborado a partir de una guía general, deseñado a su vez a
la vista de estos resultados así como de los obtenidos con muestras de niños bien y mal
socializados y con mujeres delincuentes (Pelechano, 1996b). En líneas generales, se ha
realizado una conjunción de los objetivos principales de los programas de fases y
dimensiones, lo que permitiría en principio una mayor ganancia inmediatamente
después de ser entrenado y un mejor mantenimiento de las ganancias. El programa
actual para ancianos (de Miguel y Pelechano, 1996b) consta de 26 sesiones. Además, se
han incorporado sesiones dirigidas directamente a superar los errores atribucionales y
los pensamientos erróneos, característicos de algunos trastornos, así como indicaciones
generales para mejorar las habilidades sociales de comunicación y la asertividad (no
solapables, en ningún caso con las habilidades interpersonales). Finalmente, otra de las
modificaciones se dirige a la posibilidad de realizar entrenamientos diferenciales de
acuerdo con las características de las personas entrenadas, como por ejemplo, dirigir el
fomento de estas habilidades con ancianos que no aceptan su jubilación, o ancianos que
tienen problemas de diabetes u otros trastornos físicos crónicos. Con el fin de validar la
relación de estas habilidades cognitivas de solución de problemas con la salud, se están
aplicando conjuntamente con la batería de habilidades interpersonales, distintas pruebas
para evaluar estrategias de afrontamiento, dimensiones temperamentales, dimensiones
socio-familiares e indicadores subjetivos y objetivos de salud física y satisfacción.

Por lo que se refiere al segundo bloque de conclusiones, habría que animar a los
psicólogos, en primer lugar, preocupados por la gerontología, a desarrollar diferentes
intervenciones con ancianos dirigidas a problemas específicos y generales, a la vez que
a su diseminación a través de los medios que utiliza la comunidad científica y aplicada.
La práctica clínica no se restringe a la vida infantil y adulta. En segundo lugar,
recomendar una mayor colaboración entre los profesionales cuya actividad se enmarca
en la vejez de modo que las prescripciones facultativas, por ejemplo, se sigan por parte
de los ancianos, las relaciones interpersonales en el centro, sea de residencia o sea de
centro de día, sean más satisfactorias para todos, se complementen las intervenciones
médicas con cambio conductual y/o cognitivo adecuado por parte del anciano, etc., pero
todo ello, teniendo en consideración que el anciano es un ser humano diferente y
similar, con los mismos derechos y deberes que los adultos. Es decir, buscando una
adecuación al envejecimiento en términos de adaptación a los cambios fisiológicos y
psicológicos, para cada individuo concreto, aunque para ello se utilicen intervenciones
terapéuticas individuales o técnicas de terapia en grupo, buscando siempre la
funcionalidad, no la cronología.

BIBLIOGRAFIA

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WOODS, R. T. y BRITTON, P. G. (1985).- Clinical psychology with the elderly,


Chapman and Hall, Londres.
1
Esta era sólo una parte de un proyecto de investigación amplio que recogía gran parte
del ciclo vital. El título de la misma era Habilidades sociales en adolescentes, adultos y
tercera edad: evaluación y promoción, subvencionado por la Consejería de Educación,
Cultura y Deportes del Gobierno Autónomo de Canarias. El investigador principal era
V. Pelechano.
2
En realidad se trabajó con 102 ancianos pero con el objeto de encuadrar mejor esta
intervención referida a «ancianos discapacitados», se han seleccionado aquellos 82 que
mejor respondían a una serie de criterios seleccionado para caracterizar al discapacitado
frente al no discapacitado. Véase el texto.

(Las gráficas a las que se hace mención en algunos apartados no se han configurado en
formato imagen debido a la extensión y a la dificultad de transformar los cuadros y gráficos sin
perjudicar a los contenidos y la idea original de la autora.
Rogamos nos disculpen aquellas personas que se vean afectadas por esta medida.
Remitimos a todos los interesados al Libro de Actas de las II Jornadas Científicas de
Investigación sobre personas con discapacidad. Dicho libro puede consultarse en el INICO.
No obstante, mediante el e-mail del Instituto: inico@gugu.usal.es podremos atender peticiones
concretas en la medida de lo posible.)

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