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Tanto Jauss, como también Iser creían que esta interacción entre el texto y el
lector dependía de dos conceptos para lograr que el significado pudiera ser
interpretado. Estos conceptos son el de horizonte de expectativas y los vacíos o
lugares de indeterminación.
Para Gadamer el texto no es sino una respuesta a una pregunta, una respuesta
que no es plenamente satisfactoria y que, a su vez, genera nuevas preguntas que el
lector debe responder. A esto Gadamer denomina como “horizonte de preguntas”. El
mismo creía que para que un texto pudiera ser comprendido se requería de una fusión
de horizonte, el del texto y el del intérprete, el del pasado y el del presente. Según
Gadamer una obra no posee nunca un significado acabado sino que es un signo más
en el horizonte cultural donde se encuentran “valores” múltiples que sirven para
interpretarla en cada momento histórico.
Gadamer también hablaba sobre los prejuicios, otro punto que influyó en la
teoría de Jauss. Los prejuicios según él, resultan de una determinada situación y son
los que condicionan al intérprete, pero guiándolo y posibilitando el conocimiento, ya
que son estos los que permiten asumir lo desconocido.
Iser establece que cada oración crea una expectativa que se ve confirmada o
modificada por las oraciones siguientes. Conforme se avanza en la lectura, lo ya leído
se instala en el recuerdo y configura un nuevo marco para la expectativa del lector. La
lectura supone una dialéctica entre los horizontes de protención y retención, en
términos fenomenológicos, de pasado y de futuro.
En ese proceso de anticipación y retrospección hay huecos que son los que
confieren dinamismo al texto, porque el texto no puede ofrecer al lector el objeto que
narra de una manera completa, sino que se crean vacíos que el lector rellena; hay una
“indeterminación” que exige la participación del lector y que permite la efectividad del
texto.
Esos vacíos son herederos de la idea de los “lugares de indeterminación” de
Roman Ingarden, el cual afirma que el hecho de que haya una serie de aspectos que
no están señalados expresamente en el texto no es accidental, sino que responden a
una necesidad de indeterminación. Como que el texto, de esta manera da “pistas” al
lector para el que el mismo lleve a cabo la determinación, a la que Ingarden llama de
“concreción”, y que dependerá no solo de las características del texto sino también del
lector y su contexto, de su “horizonte de expectativas”.
Conclusión: