Sei sulla pagina 1di 6

La Estética de la Recepción, también llamada como Teoría de la Recepción es

Movimiento de investigación y de estudio nació en la Escuela de Constanza, Alemania


entre 1965 y 1980. Su objetivo inicial fue el de estudiar todas aquellas funciones que
ejecuta el receptor en el proceso de la creación literaria, y de qué manera la recepción
propicia constituyentes formales que participan en la textualidad. Estudia la obra como
texto, como un producto pensado para un determinado grupo de receptores. De esta
manera esta perspectiva implica investigar la temporalidad y la historicidad del signo
que es la obra, la historia del efecto estético producido por la obra en la instancia de la
recepción.

Sus antecedentes están desde el Formalismo Ruso, el cual estaba interesado


en la literalidad del lenguaje y de la obra y que indagaba dentro del universo de la obra
solamente, además, el Círculo Lingüístico de Praga, la semiótica y el estructuralismo.
También en los estudios historicistas, sociológicos y marxistas que explicaban la obra
como resultado de un contexto histórico, una biografía o los determinantes sociales y
económicos que atravesaban el proceso de creación.

Hasta 1967 el estudio de la recepción se enfocó al análisis de las


circunstancias sociológicas Estudiaban al público en la construcción de marcos
históricos como línea de la historia de la literatura. El receptor era apenas un factor
más. La Estética de la Recepción, sin embargo, nace ante el fracaso de las demás
disciplinas para explicar el fenómeno de la literatura, y busca incorporar el proceso
histórico y el factor valorativo, para lograr comprender a la literatura como proceso de
comunicación –textual y extratextual.

Si bien podemos encontrar orígenes que anticipan una preocupación por el


receptor, será Hans Robert Jauss quien hable por primera vez de la Teoría de la
Recepción (o Estética de la Recepción) en una conferencia inaugural “La historia
literaria como una provocación a la ciencia literaria”, que pronuncio el 13 de abril de
1967 en la Escuela de Constanza. En esa conferencia Jauss habló de la necesidad de
rescribir la historia literaria teniendo en cuenta no tanto la autoría o la obra en sí
misma, como se venía haciendo hasta el momento, sino ante todo la recepción, ya que
es esta la que da sentido a los textos. De esta manera, Jauss abre el camino para una
sistematización teórica y metodológica de la recepción literaria.

Junto a Jauss, algunos de sus representantes más reconocidos son: Wolfgang


Iser, Rainer Warning, W-Diester Stempel, Stierle, Ulrich Gumbrecht. Son críticos que
conocen perfectamente la tradición de la crítica literaria europea. Paralelamente, en la
tradición angloamericana se desarrolla el Reader-Response Criticism, con autores
como Gerald Prince, Stanley E.Fish, Jonathan Culler, David Bleich y otros.

La Estética de la Recepción recupera el sentido de la historia, la noción de


historicidad del texto. El texto es un mensaje configurador de un sistema, una
estructura interna cerrada. Para esta el texto es un conjunto de múltiples planos
(fonológico, sintáctico, léxico, semántico, pragmático) que debe analizarse en sus
relaciones diacrónicas. Si la historia interesa no es para fijar momentos o épocas, sino
para entenderla en la dinámica de su evolución. La Estética de la Recepción incluye la
noción de época del crítico en la actividad de interpretación, como un elemento
configurador de valores que intervienen en el proceso de conocimiento de la obra.
Gadamer entiende la historia como un diálogo del pasado con el presente.

Continuando con Jauss, el mismo criticaba el hecho de que se consideraba que


el receptor debería adoptar una actitud pasiva y se limitara a recibir el significado
inherente del texto. Tanto él como también Wolfgang Iser, se cuestionaban el por qué
un texto no podía ser recibido de la misma forma por un lector del pasado y uno del
presente. Iser rechazaba la idea que de un texto tuviera un significado único e
independiente, y creía que era cierto que el significado estaba condicionado por el
texto, pero este solo se producía mediante la interacción entre el texto y el lector. El
significado, la obra final, resulta por lo tanto de la interacción entre el texto, que es
producto de un autor, y el lector.

Tanto Jauss, como también Iser creían que esta interacción entre el texto y el
lector dependía de dos conceptos para lograr que el significado pudiera ser
interpretado. Estos conceptos son el de horizonte de expectativas y los vacíos o
lugares de indeterminación.

El concepto de horizonte de expectativas proviene de la idea del “horizonte de


preguntas” de Gadamer y aparece ya en la conferencia de 1967 en la Escuela de
Constanza, en donde Jauss lo define como aquello que abarca los presupuestos bajo
los cuales un lector recibe una obra. Con esto hace referencia al porqué un texto no es
recibido de igual manera por un lector del pasado y uno del presente.

Este término de horizonte de expectativas en realidad fue introducido por la


sociología de Karl Mannheim, y estuvo presente en la epistemología de Karl Popper.
Mannheim creía que existía un conjunto de principios o normas que estructuraban el
pensamiento de una sociedad en un momento, espacio y tiempo determinado. Ya
Popper afirmaba que toda observación respondía a una pregunta, a un problema y
estaba orientada por un horizonte de expectativas. Si lo relacionamos al ámbito del
aprendizaje, podríamos decir que tomamos conciencia de nuestras expectativas
cuando esta no se cumple y cuando estamos obligados por esta razón a reconstruir o
modificar ese conjunto que forma nuestro horizonte de expectativas.

Para Gadamer el texto no es sino una respuesta a una pregunta, una respuesta
que no es plenamente satisfactoria y que, a su vez, genera nuevas preguntas que el
lector debe responder. A esto Gadamer denomina como “horizonte de preguntas”. El
mismo creía que para que un texto pudiera ser comprendido se requería de una fusión
de horizonte, el del texto y el del intérprete, el del pasado y el del presente. Según
Gadamer una obra no posee nunca un significado acabado sino que es un signo más
en el horizonte cultural donde se encuentran “valores” múltiples que sirven para
interpretarla en cada momento histórico.

Gadamer también hablaba sobre los prejuicios, otro punto que influyó en la
teoría de Jauss. Los prejuicios según él, resultan de una determinada situación y son
los que condicionan al intérprete, pero guiándolo y posibilitando el conocimiento, ya
que son estos los que permiten asumir lo desconocido.

A partir de estas teorías Jauss afirma que existen dos horizontes de


expectativas, el del autor y el del receptor. Estos coinciden en el momento que
aparece la obra, pero luego se distanciarán ya que mientras el horizonte de
expectativas del autor se mantiene fijo, el otro cambiará dependiendo del momento
sociológico e histórico en el cual nos encontremos. Según Jauss cuanto menos se
aleja un texto del horizonte de expectativas, mayor es su carácter de entretenimiento,
y cuando más, mayor su valor artístico. A esto lo denomina como “distancia estética”,
la distancia que media entre el horizonte de expectativas dado y el horizonte de
expectativas del público, distancia que se pone de manifiesto en la recepción de la
obra. Este concepto de “distancia estética" le permite a Jauss "determinar el carácter
artístico de una obra por medio de la forma y el grado de su efecto en un público
determinado".

Luego Jauss propone una diferenciación entre un horizonte de expectativas


literario, (o intraliterario), implícito en el texto y un horizonte social (o extraliterario), que
tiene que ver con el contexto en el que se sitúa el lector. Para Jauss no basta con
reconstruir el horizonte de expectativas intraliterario, deducible del texto, para saber
por qué una obra es entendida de una forma hoy y que la misma pueda ser entendida
de distinta manera mañana, sino que es necesario reconstruir aquellas expectativas y
normas proporcionadas por el mundo real, que pueden reducirse a la situación
histórica-económica.

A través de esta distinción entre horizontes de expectativas intraliterario y


extraliterario, Jauss reduce las diferentes funciones del lector a dos: el lector implícito,
que viene dado por el texto y que, aunque no lo determina, es el que orienta la
actualización del significado, y el lector implícito, que es el que va cambiando
dependiendo del contexto sociocultural e histórico en el que nos encontremos.

El segundo gran concepto de la Estética de la Recepción es el de los vacíos, a


los cuales Wolfgang Iser define como aquellas cuestiones que el texto deja sin
resolver, expectativas despertadas que pueden ir solucionándose o modificándose y
que requieren del trabajo mental del lector. Estos son los que provocan que luego de
una primera lectura, una segunda lectura del mismo texto nos muestre nuevos
descubrimientos.

Iser centra su teoría en el texto individual y en la relación que el lector


establece con èl. Cree que el proceso de lectura tiene una función fundamental en la
creación del significado. Iser cree que la obra literaria se sitúa entre un polo artístico
(que alude al texto creado por el autor) y otro estético (relacionado con la realización
concreta que hace el lector): la obra existe desde el instante en que ambos polos
entran en relación. El texto solo existe en medida en que es leído, de manera que el
lector y el autor participan en un mismo juego imaginario.

Iser establece que cada oración crea una expectativa que se ve confirmada o
modificada por las oraciones siguientes. Conforme se avanza en la lectura, lo ya leído
se instala en el recuerdo y configura un nuevo marco para la expectativa del lector. La
lectura supone una dialéctica entre los horizontes de protención y retención, en
términos fenomenológicos, de pasado y de futuro.

En ese proceso de anticipación y retrospección hay huecos que son los que
confieren dinamismo al texto, porque el texto no puede ofrecer al lector el objeto que
narra de una manera completa, sino que se crean vacíos que el lector rellena; hay una
“indeterminación” que exige la participación del lector y que permite la efectividad del
texto.
Esos vacíos son herederos de la idea de los “lugares de indeterminación” de
Roman Ingarden, el cual afirma que el hecho de que haya una serie de aspectos que
no están señalados expresamente en el texto no es accidental, sino que responden a
una necesidad de indeterminación. Como que el texto, de esta manera da “pistas” al
lector para el que el mismo lleve a cabo la determinación, a la que Ingarden llama de
“concreción”, y que dependerá no solo de las características del texto sino también del
lector y su contexto, de su “horizonte de expectativas”.

A partir del reconocimiento de que el lector es quien concretiza el texto,


mediante el relleno de los huecos e indeterminaciones, se evidencia que un texto no
tiene un sólo significado, sino que el texto literario tiene una pluralidad de significados
a lo largo de la historia y dentro de unos límites que marca la propia narración. La
lectura queda siempre controlada por el texto, de forma que cuando un lector
interpreta un texto, a priori asume moverse dentro de los límites que fija el lector
implícito. En la línea de la Narratología, Iser distingue entre el lector real y el lector
implícito. El lector implícito se corresponde con la estructura que limita las posibles
interpretaciones del texto; no es un lector real sino la totalidad de la preorientación que
un texto de ficción ofrece a sus posibles lectores. Ya el lector real es el individuo que
pone en funcionamiento una determinada cantidad de experiencias para reconstruir las
“imágenes” de que el texto es portador.

Conclusión:

Una de las principales novedades de la Estética de la Recepción fue la


negación de que los textos posean un significado objetivo y particular, un significado
dado por su autor y que por esta razón debiera permanecer inalterable a lo largo del
tiempo. Lo que Jauss, Iser y los demás teóricos de la Escuela de Constanza
promueven es una rehabilitación del lector, ya que este es el que, dependiendo de su
situación, actualizará, de una forma u otra, dichos textos. La obra no es propiedad
exclusiva del autor, sino que esta debe ser compartida con sus receptores, ya que de
ellos depende tanto el significado que se le dé a un texto como también su valoración.
Es el receptor el que a través de la configuración y reconfiguración de significados
permite que una obra logre vivir históricamente y se eternice a lo largo del tiempo.
Bibliografía y Webgrafìa:

 ISSER, W. (1987) El acto de leer. Teoría del efecto estético. Edición en


español. Taurus, Madrid.
 JAUSS, Hans Robert (1984) El texto poético en el cambio de horizontes de la
comprensión. Maldoror, No. 19. Revista de la ciudad de Montevideo.
 HERNÀNDEZ, Victor. De la Escuela de Constanza a la Teoría de la Recepción
Cinematográfica.
 http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=iser-wolfgang
 http://peripoietikes.hypotheses.org/509
 https://joseluis817.wordpress.com/2014/01/27/el-acto-de-leer-borrador/

Potrebbero piacerti anche