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La cuestión

de la
semiosis
infinita

Semiotica
La cuestión de la semiosis
infinita
De la idea de signo se desprende el concepto de Pierce de semiosis infinita. Según Pierce, el
interpretante de un signo refleja siempre los hábitos mentales de la persona que entra en contacto
con el representamen, o dicho de otro modo, traduce las reacciones del individuo ante la
provocación y el estímulo del signo, denotando sus comportamientos y experiencias. Se alude
aquí a la necesaria relación entre la recepción del signo y los hábitos culturales de los receptores,
sus experiencias previas de los objetos y de las cosas del mundo. Los individuos en el momento
de leer un signo lo interpretan a partir de lo que ya tienen formado en la mente, es decir, las ideas,
las valoraciones sociales, las visiones de la realidad, los prejuicios, los estereotipos, que por
cultura, tradición o formación ya poseen de antemano (Zecchetto, 1999: 55). A partir de allí se va
generando nuevas configuraciones. Es este proceso el que da lugar a una semi ta, es
osis infini
decir, a una continua sucesión de producción de signos mediante la cual los sujetos van pensando
la verdad de las cosas y del mundo (Zecchetto, 1999: 55). La acción del conocimiento humano
cuya base es la actividad sígnica coloca a los sujetos dentro de una cadena sin fin de mediaciones
que le remiten de signo en signo, entrelazando un lenguaje con otro, arrastrándolos por una
corriente tumultuosa de la semiosis. Por esto, Pierce asegura que todo pensamiento no es sino la
representación de otro: el significado de una representación, no puede ser, sino, otra
representación (Zecchetto, 1999: 55).

La realidad y el hombre como signos


Lo que se conoce, se sabe y conoce por inferencia, no por intuición. Afirma Peirce que el único
pensamiento que puede conocerse es el pensamiento en los signos. Un conocimiento que no
pueda conocerse, no existe. Por eso, todo pensamiento debe existir necesariamente en los
signos. No se puede pensar sin signos. De la proposición que todo pensamiento es un signo, se
deriva el que todo pensamiento debe orientarse hacia algún otro pensamiento, ya que ésta es la
esencia del signo. De esto se desprenden cuatro consecuencias:
 No hay ninguna capacidad de intuición, todo pensamiento está determinado lógicamente por
pensamientos precedentes.
 No hay introspección, todo conocimiento del mundo interno se deriva, con un razonamiento
hipotético, del conocimiento de los hechos externos.
 No se puede pensar sin signos.
 No hay concepto de lo absolutamente incognoscible (el caos).

La demolición del concepto de intuición y de „incognoscible‟ implica una revisión del concepto de
realidad y conocimiento. Para Peirce, todo conocimiento es un acto de inferencia que remite a una
serie indefinida, a un proceso de comienzos (Zecchetto, 1999: 55). Pero si el conocimiento es un
proceso que retrotrae indefinidamente hacia atrás, hay que pensar en un cuándo y cómo de un
comienzo. Este supuesto dato originario, o esta premisa concebida como inmediata, no puede
menos que ser un predicado, o sea, lo que se dice o podría decirse de la cosa captada, pero, ya
que predicar una cosa respecto de otra, equivale a establecer que la primera es un signo de la
segunda, la premisa no sería otra cosa que un signo que, como todo signo, no hace más que
transmitir una información acerca de la cosa, no hace más que significarla, transmitir su
significado y no presentarla en su supuesto ser real en sí (Zecchetto, 1999: 55). La manera de dar
cuenta del acto cognoscitivo consiste en reconocer que la realidad y el conocer se encuentran en
un mismo universo, es decir, que las cosas reales son de naturaleza cognitiva y por lo tanto
significativa. La cosa no existe como un en sí antes y afuera del proceso de conocimiento sino que
ella misma existe en el proceso de conocimiento, en un largo trayecto. Esto es lo mismo que decir
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que toda la realidad es un signo, un proceso dinámico de significados. La semiosis infinita no es
una propiedad exclusiva del conocer, sino además, y al mismo tiempo, una propiedad de lo real.
Si el significado de una palabra es el concepto que ella comunica, lo incognoscible no tiene
significado alguno porque no hay ningún concepto que le corresponda. Es, entonces, una palabra
carente de significado, y por tanto todo lo que significa, por medio de cualquier término que sea,
como “lo real”, es cognoscible en algún grado.

¿En qué sentido las cosas están en relación con la mente y, sin embargo, existen
independientemente de tal relación? Peirce distingue entre el pensamiento mío, tuyo y el
pensamiento general. El primero es el pensamiento privado, afectado fatalmente por idiosincrasias
y errores, conocido también como el sentido común. Instalado cada individuo en la cadena de la
semiosis infinita, se pertenece a ella y no ella al individuo. Lo que para mí es lo real, posee una
posibilidad hipotética de traducirse en una afirmación futura, el hecho de que esa traducción se
efectúe o imponga no depende de la totalidad de informaciones o interpretaciones en proceso,
sino del futuro del “pensamiento en general”. A él pertenece la “verdad pública”, o sea la verdad
sin otros adjetivos, la verdad objetiva. Lo real es aquello que, tarde o temprano, desemboca en
información o razonamiento, y que es, por lo tanto, independiente de los caprichos de uno u otro.
El concepto de realidad implica esencialmente la noción de una comunidad, sin límites definidos, y
capaz de un acrecentamiento definido del conocimiento (Zecchetto, 1999: 55).

Proyecciones y alcance del pensamiento Pierceano.


A partir de la segunda mitad del siglo XX, las teorías de Pierce comenzaron a expandir su
influencia en numerosos estudiosos de la comunicación. La traducción y difusión de sus escritos
permitió un mayor conocimiento de sus ideas y la riqueza que encerraban.

Esto abrió el camino a nuevas investigaciones semióticas y obligó a mirar las cosas de una
manera diferente a la mirada que ofrecía la semiología estructuralista del enfoque saussureano.
Las ideas de Pierce y Saussure comenzaron a compararse. Aunque fuese complicado establecer
una comparación entre estas dos figuras tan disímiles, sus ideas dieron origen a dos corrientes:
 La primera ha sido la corriente de la semiología surgida de las ideas de Saussure, cuya base
teórica ha sido la díada del signo, considerada como una estructura análoga al sistema del
lenguaje. En esta corriente también se ubican Barthes y Greimas.
 La otra corriente es la semiótica que se inspiró en las ideas de Pierce e influyó a pensadores
anglosajones. el punto de partida es el esquema triádico que se desarrolla a lo largo de toda la
filosofía peirceana. Umberto Eco es otro de los teóricos que asumen también esta perspectiva.

Hoy el debate entre una y otra se considera superado (entre semiología y semiótica) (Zecchetto,
1999:68). Cada una encara los problemas desde principios epistemológicos muy diferentes y con
intereses comunicativos distintos. Sin embargo, la obra de Pierce representa hoy uno de los
campos más fecundos de reflexión semiótica, porque su perspectiva teórica permite dar cuenta de
modo ordenado y lógico de la complejidad de los fenómenos semióticos. Algunos afirman que la
Teoría de Pierce aborda la realidad como un material donde todos los elementos pueden leerse y
analizarse semióticamente (Zecchetto, 1999:69).

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Bibliografía de referencias
Eco, U. (1999). Lector In Fabula. Barcelona: Lumen.

Zecchetto, V. (2005). Seis Semiólogos en busca del lector. Bs As., Argentina: La


Crujía Editores.

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