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Parte General
CURSO UNIVERSITARIO DE
DETECTIVE PRIVADO
DERECHO ADMINISTRATIVO
Parte General
INDICE:
1.- DERECHO ADMINISTRATIVO: CONCEPTO. EL ACTO ADMINISTRATIVO. 6
1.1.- CONCEPTO Y CONTENIDO. ......................................................................................................................... 6
1.2. EL ACTO ADMINISTRATIVO. ......................................................................................................................... 7
1.2.1. Concepto. ............................................................................................................................................. 7
1.2.2. Clasificación de los actos administrativos. ......................................................................................... 10
1.2.3. Elementos del acto administrativo. ................................................................................................... 13
1.2.4- La motivación y notificación. ............................................................................................................. 18
1.2.5. Eficacia y validez de los actos administrativo. ................................................................................... 23
1.2.6. El régimen de invalidez de los actos administrativos......................................................................... 28
1.2.7. La ejecutoriedad. ............................................................................................................................... 33
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La mayor parte de los conceptos que de Derecho Administrativo se han dado vienen
impuestos por una doble consideración: (1) que el Derecho Administrativo es esencialmente
la rama jurídica reguladora de la organización y funcionamiento de la Administración pública,
lo cual parece evidente, y (2) que, por otra parte, no toda la normativa aplicable con fines de
organizar o hacer actuar a la Administración pública es, sin embargo, Derecho
Administrativo. Dicho de otra forma, la necesidad de elaboración de un concepto del
Derecho Administrativo viene impuesta porque el criterio subjetivo, la presencia de la
Administración en una relación jurídica cualquiera, es insuficiente para hacer de esa relación
una sujeta al Derecho Administrativo, ya que a menudo ésta se somete al Derecho privado
al actúan sin imperium.
De acuerdo con las dos notas fundamentales citadas, esto es, el Derecho
Administrativo es el Derecho de la Administración, y el Derecho Administrativo es un
Derecho distinto del privado y, por consiguiente público. Entrena Cuesta define el Derecho
Administrativo como “el conjunto de normas de Derecho Público interno que regulan la
organización y actividad de las Administraciones públicas”. Por su parte, García de Enterría
entiende que el Derecho Administrativo no es el Derecho propio de unos órganos o de un
poder, ni tampoco el Derecho propio de una función, sino un Derecho de naturaleza
estatutaria, en cuanto se dirige a la regulación de las singulares especies de sujetos que se
agrupan bajo el nombre de Administraciones Públicas, sustrayendo a estos sujetos
singulares del Derecho Común.
a) El Derecho Administrativo es un Derecho Público. Por lo pronto hay que decir que
el Derecho Administrativo es un Derecho Público del que constituye una de sus ramas más
importantes. Siendo la Administración Pública la única personificación interna del Estado,
cuyos fines asume, y siendo también dicha persona el instrumento de relación permanente y
general con los ciudadanos es licito decir que el Derecho Administrativo es el Derecho
Público interno del Estado por excelencia.
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- Que las normas que constituyen el Derecho Administrativo, de una parte disciplinan
la organización administrativa y de otra las relaciones de la Administración Pública,
afectando las segundas de forma inmediata a los derechos o intereses de los administrados.
1.2.1. Concepto.
Una vez expuestas las definiciones doctrinales más importantes, procede concretar
el contenido conceptual de lo que sea acto administrativo. Así, en nuestro Derecho Positivo,
el acto administrativo es una institución más del Derecho Administrativo y en tal sentido,
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acto administrativo ampliamente entendido, sería todo acto jurídico dictado por la
Administración y sometido al Derecho Administrativo.
Por tanto, quedan fuera del concepto de acto administrativo, las siguientes
actuaciones de la Administración:
.- Los actos jurídicos llevados a cabo por los administrados, aun siendo propios del
Derecho Administrativo (intervenciones de los administrados en la relación jurídico-
administrativa).
.- También excluye este autor los actos contractuales que constituyen la teoría propia
de los contratos administrativos, por lo que los actos administrativos estrictos serían
aquéllos que son unilaterales.
Como conclusión, hay que señalar que de la regulación contenida actualmente en los
artículos 34 y siguientes de la Ley 39/2015 puede configurarse un concepto legal de acto
administrativo, que sería aquel acto jurídico unilateral de la Administración Pública producido
por el órgano competente y distinto del Reglamento.
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distinta de la potestad reglamentaria", se derivan una serie de notas o caracteres del acto
administrativo, que pasamos a exponer.
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Por su contenido y por su relación con la potestad en virtud de la cual se dictan los
actos, podrían clasificarse en reglados o discrecionales, según la potestad que les sirve de
fundamento sea una potestad reglada o discrecional.
Por su naturaleza, se distingue entre los actos administrativos y los llamados actos
políticos (ahora denominados actos de Gobierno). En realidad el acto político no es un acto
administrativo y, por tanto, no está sujeto al régimen de recursos administrativos y al control
judicial, sin perjuicio de lo que luego se dirá. Se trata en ambos casos actos procedentes del
Gobierno —Consejo de Ministros, Consejos de Gobierno autonómicos— que se distinguen
por la especial naturaleza dual—es Gobierno pero también Administración—. Como se
recordará el Gobierno adopta decisiones administrativas perfectamente controlables por los
órganos de jurisdiccionales en términos de legalidad (por ejemplo, un real decreto por el que
se deniega una concentración de empresas de acuerdo con la Ley de Defensa de la
Competencia o autorización de la misma con condiciones). Pero aparte de ese tipo de
resoluciones puede adoptar otras que tienen naturaleza política cuando ejerce funciones
constitucionales (es decir, previstas en la propia Constitución como enviar a las Cortes una
determinada información que se le ha pedido por la oposición o sin que se le haya pedido; o
presentar un determinado proyecto de Ley o retirar un proyecto sobre el que no haya
recaído decisión final u oponerse a enmiendas o proposiciones de Ley contrarias a una Ley
de delegación –artículo 84 de la Constitución–). Si bien en esos casos en que el Gobierno
no actuaba sujeto a Derecho Administrativo quedaban tradicionalmente excluidos por
completo del control jurisdiccional en la medida que se consideraban actos de dirección
política —actos políticos fruto de la decisión discrecional del Gobierno sin que se admitiese
ninguna interferencia del Poder Judicial— con la entrada en vigor de la Constitución
desaparece el acto político como categoría de actos administrativos que exima del control
judicial y pasan a ser considerados actos de Gobierno que si bien siguen ajenos a la
jurisdicción contencioso-administrativa, se admite que ésta pueda conocer de algunos
aspectos jurídicamente asequibles en los términos que prevé el artículo 2 a) de la Ley de la
Jurisdicción Contenioso-Administrativa. El acto de Gobierno es un acto político que, en
cuanto no sujeto al derecho administrativo, no es controlable por la jurisdicción contencioso-
administrativa. El acto político existe, pero no como una categoría del acto administrativo,
sino como otra cosa y con otra naturaleza. El hecho de que el acto político lo dicte el mismo
Consejo de Ministros que puede dictar otros muchos actos administrativos perfectamente
controlables por los Tribunales, no impide que se deba advertir sobre las diferencias entre
ambos tipos de actos.
Por razón de la forma en que se dictan, puede distinguirse entre actos unilaterales o
consensuales. El acto unilateral es el tradicional acto administrativo que se dicta
unilateralmente por la Administración sin el previo consentimiento de los ciudadanos –lo que
no quita que puedan haber contactos para conocer el alcance de lo que piden y conciliarlo
con los intereses públicos, pero el acto se dicta con plena libertad del órgano sin haber
contraído obligación alguna–. Por el contrario el acto consensual se encuentra regulado en
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.- Elementos subjetivos:
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.- Elementos objetivos:
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no puede ser objeto de una valoración discrecional; incluso en este caso la valoración no es
posible.
.- El fin. El fin que la norma creadora de la potestad asigna a ésta como objetivo a
perseguir es también un elemento reglado, que conforme determina el artículo 103.1 de la
Constitución Española es un fin público. Cuando la norma atribuye una potestad a la
Administración, además, señala la finalidad específica a que debe encaminarse el ejercicio
de esa potestad, e incurrirá en el vicio de la desviación de poder si se aparta de él o
pretende servir a una finalidad distinta aun cuando se trate de otra finalidad pública (artículo
48 de la Ley 39/2015 y artículo 70.2 Ley 29/1998).
Por tanto, la adecuación o congruencia efectiva a los fines propios de la potestad que
se ejercita es la causa para los actos administrativos. Por ejemplo, en las expropiaciones, la
causa expropiandi sería la efectividad del cumplimiento por el acto expropiatorio singular del
fin legal abstracto enunciado por la norma, en concreto, la utilidad pública o interés social
del fin a que haya de destinarse el objeto expropiado (artículo 9 de la Ley de Expropiación
Forzosa y art. 33.3 de la Constitución Española).
Sin embargo, para Garrido Falla la causa no sería la adecuación entre el acto
administrativo y el interés público, sino la circunstancia o presupuesto de hecho que justifica
en cada caso que un acto administrativo se dicte.
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.- El objeto. El objeto del acto consiste en una declaración que puede ser el
comportamiento de un ciudadano o administrado, de otra administración, de otro órgano, del
titular del órgano; un hecho (que se documenta o califica); un bien (dinero, en una
declaración tributaria); una situación jurídica (jubilación, servicios especiales); la propia
organización de la Administración o, bien, la mezcla de esos objetos típicos. Por otro lado, el
objeto ha de ser lícito, según el artículo 1.275 del Código Civil y, también, determinado y
posible (artículos 1.272 y 1.273 del Código Civil). La exigencia de que el objeto sea posible
tiene una sanción en el artículo 47.1 c) de la Ley 39/2015, cual es la nulidad de pleno
derecho de los actos cuyo contenido sea imposible.
.- Elementos formales:
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supuesto de hecho del que hay que partir, la participación de una pluralidad de sujetos o de
órganos en el dictado del acto, la necesidad de adoptar unas ciertas formas de actuación, y
la participación de las personas que tienen la condición formal de partes en el
procedimiento, distinta de la Administración actuante. El procedimiento no se limita a
articular entre sí todas esas finalidades e intervenciones diversas sino que asegura entre
todas ellas un orden determinado en el cual los distintos actos deben ser cumplidos hasta
concluir en la resolución final. El procedimiento es, por tanto, un cauce necesario para la
producción de actos administrativos, garantía de los derechos de los ciudadanos, cuya
inobservancia determina la nulidad del acto.
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.- Los actos que se separen del criterio seguido en actuaciones precedentes o del
dictamen de órganos consultivos.
.- Los acuerdos de suspensión de actos, cualquiera que sea el motivo de ésta, así
como la adopción de medidas provisionales previstas en el artículo 56.
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.- Los actos que se dicten en el ejercicio de potestades discrecionales, así como los
que deban serlo en virtud de disposición legal o reglamentaria expresa.
La motivación se puede definir como “la exposición de las razones y causas tanto
fácticas como de derecho que ha tenido en cuenta la Administración para adoptar la
resolución”. Su importancia es indiscutible. En efecto, mediante la motivación del acto, el
destinatario puede saber el porqué de la resolución que le han notificado, constituyendo el
elemento interpretativo de la voluntad de la Administración cara a un futuro control
jurisdiccional. En resumidas cuentas, la conclusión final de todo el precepto viene a ser que
hay que motivar siempre que se trate de actos con proyección externa o en los que resulten
afectados derechos e intereses del ciudadano afectado. Y ello por una doble razón: por el
principio de transparencia que debe presidir toda la actuación administrativa y para
posibilitar, en su caso, el control del acto, la verificación de su adecuación al fin, el principio
garantizador que ha de impregnar toda la actividad pública en un Estado de Derecho.
Digamos por último que el contenido de la motivación tiene que ser comprensiva de
los hechos y fundamentos de derecho, concretados e individualizados al supuesto concreto,
teniendo que ser consideradas como motivaciones viciadas las usuales fórmulas de estilo
que a veces usa la Administración como motivación (ejemplo: por necesidades del servicio,
etc.).
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Con independencia del medio utilizado, las notificaciones serán válidas siempre que
permitan tener constancia de su envío o puesta a disposición, de la recepción o acceso por
el interesado o su representante, de sus fechas y horas, del contenido íntegro, y de la
identidad fidedigna del remitente y destinatario de la misma. La acreditación de la
notificación efectuada se incorporará al expediente.
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En ningún caso se efectuarán por medios electrónicos las notificaciones en las que el
acto a notificar vaya acompañado de elementos que no sean susceptibles de conversión en
formato electrónico, y las que contengan medios de pago a favor de los obligados, tales
como cheques.
Cuando el interesado fuera notificado por distintos cauces, se tomará como fecha de
notificación la de aquélla que se hubiera producido en primer lugar.
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Hay sin embargo una confusión muy habitual entre dos conceptos, nos referimos a
los términos ejecutividad y ejecutoriedad de los actos administrativos. La ejecutividad del
acto administrativo es la cualidad jurídica que todo acto tiene, de habilitar a la
Administración para proceder a realizar los actos y operaciones necesarias que su ejecución
comporta; equivale, por tanto, a la condición del acto como “título ejecutivo” a favor de la
Administración; en tanto que la ejecutoriedad es solo la cualidad propia de algunos actos
(los que imponen deberes positivos o negativos a terceros, cuando no los cumplan o
resistan su cumplimiento, y presupone, por tanto, que el acto sea ejecutivo) y consiste en la
prerrogativa de la Administración de ejecución forzosa de tales actos, sin necesidad de
auxilio jurisdiccional, incluso empleado la coacción.
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Por otra parte, la eficacia de los actos significa la aptitud de éstos para producir los
efectos que les son propios. La eficacia siempre es inmediata o de futuro; sólo
excepcionalmente se le otorga a un acto eficacia retroactiva, y ello por el principio
constitucional de seguridad jurídica (Art. 9.2 de la Constitución Española).
No obstante, en la práctica hay que tener en cuenta que la eficacia de un acto es una
cuestión de hecho y que la Administración puede imponerla materialmente, siempre que
dicho acto sea susceptible por sí mismo de producir alguna clase de efectos; es decir, salvo
en el supuesto de los actos inexistentes, todos los demás actos administrativos, aun los
nulos de pleno derecho, pueden ser materialmente eficaces, eficacia material que sólo
podrá ser destruida por el particular que la soporta utilizando los recursos procedentes.
Como efectos de los actos administrativos la nueva ley introduce dos nuevas reglas
y así determina en el apartado 4 del artículo 39 que las normas y actos dictados por los
órganos de las administraciones públicas en el ejercicio de su propia competencia deben ser
observados por el resto de órganos aunque no dependan jerárquicamente entre sí o
pertenezcan a otra administración.
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Además concluye el precepto diciendo que cuando una administración pública tenga
que dictar, en el ámbito de sus competencias un acto que necesariamente tenga por base
otro dictado por una administración distinta y aquella entienda que es ilegal, podrá requerir a
esta previamente para que anule o revise el acto de acuerdo con lo dispuesto en el artículo
44 de la ley de la LJCA y de rechazar el requerimiento podrá interponer recurso
contencioso-administrativo. _En estos casos quedará suspendido el procedimiento para
dictar resolución.
.- Por razón del contenido: No necesita aclaración alguna por cuanto es necesario
que se dé un hecho concreto para que el acto cobre eficacia (condición suspensiva).
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La eficacia del acto, por otro lado, puede cesar temporal, provisional o
transitoriamente, hablándose en estos casos de suspensión del acto, la cual tiene diversas
modalidades. La suspensión es una medida de carácter provisional y cautelar llamada a
asegurar la integridad del objeto litigioso (suspensión en vía de recurso); o a garantizar la
imposición del criterio del ente u órgano superior que ostente la tutela o el control sobre el
autor del acto en tanto se produce una decisión definitiva sobre la validez del mismo
(suspensión como medida de tutela).
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solicitada, en los términos previstos en ella. Pero la Ley prevé una excepción a esta regla
general, facultando a la Administración, según los casos, para suspender la ejecución de los
actos recurridos, en el caso de que dicha ejecución pudiera causar perjuicios de imposible o
difícil reparación, o cuando la impugnación se funde en causas de nulidad de pleno derecho
del acto administrativo, (artículo 117 de la Ley 39/2015). Con todo, el artículo 117.2 Ley
39/2015 introduce un criterio interpretativo, al señalar que el órgano a quien compete
resolver el recurso, deberá ponderar, para adoptar el acuerdo de suspensión, el perjuicio
que se causaría al interés público o a terceros por la suspensión, o al recurrente por la no
suspensión.
En todo caso, conforme señala el artículo 117.5 de la Ley 39/2015, cuando el recurso
tenga por objeto la impugnación de un acto administrativo que afecte a una pluralidad
indeterminada de personas, la suspensión de su eficacia habrá de ser publicada en el
periódico oficial en que aquél se insertó.
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Por otro lado, la técnica del silencio administrativo negativo aparece ligada a la
singular configuración técnica del recurso contencioso-administrativo como un proceso
impugnatorio de actos previos, cuya legalidad es objeto de revisión "a posteriori". Significa
que pasado un cierto plazo sin que la Administración se pronuncie expresamente, la ley
presume que la pretensión del particular ha sido denegada, lo cual permite a éste promover
contra esta denegación “presunta” los correspondientes recursos administrativos o
jurisdiccionales.
El acto administrativo debe reunir una serie de requisitos para ser válido, requisitos
que marca el ordenamiento jurídico. Debemos comprobar y ver qué respuesta da el
ordenamiento jurídico para aquellos actos que se han producido con infracción del mismo,
es decir, que no han cumplido los requisitos previstos. En nuestro ordenamiento, es la Ley
39/2015 la que prevé una respuesta en defensa de esa legalidad y de que se cumplan los
requisitos a la hora de producir los actos administrativos. Por tanto, el acto debe reunir todos
esos requisitos que establece el ordenamiento, incluso, como veremos no es necesario que
adolezca de todos para que incurra en un vicio, y así la Ley establece una graduación de
invalidez según el tipo de requisito que el acto no cumpla. Esta graduación sería la
siguiente: nulidad de pleno derecho, anulabilidad e irregularidades no invalidantes.
.- Los que tengan un contenido imposible. A este supuesto se asimilan los actos
carentes de objeto.
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.- Los actos expresos o presuntos contrarios al ordenamiento jurídico por los que se
adquieren facultades o derechos cuando se carezca de los requisitos esenciales para su
adquisición. Este precepto viene a ser una barrera frente a ciertos efectos no deseables del
silencio positivo. El silencio positivo opera de forma automática, ciego, de manera que se
puede dar la paradoja de que lo que no se puede obtener por resolución expresa, se pueda
obtener por silencio. Sanciona con la nulidad radical no todos los actos expresos o
presuntos contrarios al ordenamiento jurídico, sino solo aquéllos por los que se adquieren
derechos o facultades sin tener los “requisitos esenciales”; los otros, es decir aquéllos por
los que se adquieren derechos, etc., teniendo los requisitos esenciales pero faltando otros
secundarios, pasarían a la categoría de la anulabilidad.
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Se puede establecer una serie de notas que caracterizan y singularizan a los actos
administrativos nulos de pleno derecho, cuales son que (1) no pueden ser objeto de
convalidación, ya que esta técnica está prevista en la Ley para los actos anulables; (2) que
la nulidad absoluta puede alegarse en cualquier momento, la anulabilidad sólo en
determinados plazos; que (3) la sentencia que declara la nulidad es declarativa, la que
declara la anulabilidad es constitutiva; y que (4) la nulidad del acto es susceptible de
alegarse o ser tenida en cuenta por cualquiera (en su favor o en su contra), es el efecto
“erga omnes” de la nulidad de pleno derecho.
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Lo que hay que determinar a continuación, es qué tipo de vicios del acto son
constitutivos de anulabilidad. De la lectura de este artículo 48 se desprenden dos categorías
de actos anulables:
.- El artículo 48.2 de la ley 39/2015 aclara que el defecto de forma sólo determinará
la anulabilidad cuando el acto carezca de los requisitos formales indispensables para
alcanzar su fin o dé lugar a la indefensión de los interesados. Por tanto, el vicio de forma
sólo adquiere relieve propio cuando su existencia ha supuesto una disminución efectiva, real
y trascendente de garantías, incidiendo así en la decisión de fondo y alterando
eventualmente su sentido en perjuicio del administrado y de la propia Administración; en
todos los demás casos el principio de economía procesal exige pronunciarse sobre el fondo
y formular un juicio definitivo sobre la conformidad o disconformidad sustancial del acto con
el ordenamiento jurídico. Podemos decir, por tanto, que hay tres grados de vicios formales
en la producción de los actos y con distintos efectos invalidatorios. Así, meros defectos
formales, sin transcendencia alguna; los defectos que impiden al acto alcanzar su fin, que se
sanciona con la anulabilidad; y la carencia total y absoluta del procedimiento, que dará lugar
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a la nulidad de pleno derecho. Será una tarea interpretativa determinar en cuál de los tres
supuestos se encuadra el vicio formal. Sobre los defectos que causan indefensión, la
Jurisprudencia ha sido muy restrictiva, entendiendo que la utilización por el interesado de los
recursos pertinentes tanto en vía administrativa como jurisdiccional, subsana la indefensión
producida por el vicio de forma. El artículo 48.3 señala que "Las actuaciones administrativas
realizadas fuera del tiempo establecido sólo implicarán la anulación del acto, si así lo
impusiera la naturaleza del término o plazo”. Este apartado tercero salva de la anulabilidad a
las infracciones por extemporaneidad, salvo en los casos en que el plazo o término tengan
una relevancia decisiva por la naturaleza del acto.
(2) Conversión de los actos viciados. Los actos nulos o anulables que, sin embargo,
contengan los elementos constitutivos de otro distinto producirán los efectos de éste. La
conversión de los actos nulos o anulables, según Parada Vázquez, es una técnica por la
cual un acto inválido puede producir otros efectos válidos distintos de los previstos por la
Administración autora del mismo, y que refuerza la idea de la existencia del principio general
de conservación de los actos. La conversión de los actos da vida a otro acto distinto, el acto
inválido desaparece por otro que nace nuevo.
(3) Conservación de actos y trámites. El órgano que declare la nulidad o anule las
actuaciones dispondrá siempre la conservación de aquellos actos y trámites cuyo contenido
se hubiera mantenido igual de no haberse cometido la infracción. En este supuesto, además
de operar el principio de favor actii, es especialmente aplicable el de “economía procesal”.
Lo esencial y relevante, para aplicar la conservación de actos y trámites, son los datos
objetivos de los expedientes administrativos; esto implica la conservación de aquéllos actos
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1.2.7. La ejecutoriedad.
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Pues bien, las disposiciones comunes relativas a la ejecución forzosa de sus actos
por parte de las Administraciones Públicas se regulan en los artículos 93, 94 y 95 de la Ley
39/2015, que disponen que las no iniciarán ninguna actuación material de ejecución de
resoluciones que limite derechos de los particulares sin que previamente haya sido
adoptada la resolución que le sirva de fundamento jurídico. El órgano que ordene un acto de
ejecución material de resoluciones estará obligado a notificar al particular interesado la
resolución que autorice la actuación administrativa.
Debe destacarse que la Ley no admite ninguna actuación material sin que se adopte
la resolución que le sirva de fundamento, pues lo contrario supondría incurrir en una “vía de
hecho”, impugnable directamente ante la jurisdicción contencioso administrativa, previo
requerimiento a la Administración para que cese en tal actuación material.
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una obligación pecuniaria que no estuviese establecida con arreglo a una norma de rango
legal.
.- Multa coercitiva. Cuando así lo autoricen las leyes, y en la forma y cuantía que
éstas determinen, las Administraciones Públicas pueden, para la ejecución de determinados
actos, imponer multas coercitivas, reiteradas por lapsos de tiempo que sean suficientes para
cumplir lo ordenado, en los siguientes supuestos: (1) Actos personalísimos en que no
proceda la compulsión directa sobre la persona del obligado, (2) actos en que, procediendo
la compulsión, la Administración no la estimara conveniente, y (3) actos cuya ejecución
pueda el obligado encargar a otra persona. La multa coercitiva es independiente de las
sanciones que puedan imponerse con tal carácter y compatible con ellas.
.- Compulsión sobre las personas. Los actos administrativos que impongan una
obligación personalísima de no hacer o soportar podrán ser ejecutados por compulsión
directa sobre las personas en los casos en que la ley expresamente lo autorice, y dentro
siempre del respeto debido a su dignidad y a los derechos reconocidos en la Constitución.
Si, tratándose de obligaciones personalísimas de hacer, no se realizase la prestación, el
obligado deberá resarcir los daños y perjuicios, a cuya liquidación y cobro se procederá en
vía administrativa.
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2.1. CONCEPTO.
2.2. CLASIFICACIÓN.
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En cuanto norma jurídica, obliga a todos los sujetos, incluidos sus propios autores,
quienes solo quedarían desvinculados de su producto mediante su derogación o
modificación. También a los jueces, que han de resolver los litigios con arreglo al sistema de
fuentes establecido (artículo 7 del Código Civil), sin que se pueda objetar su exclusiva
sumisión a la Ley (artículo 117 de la Constitución) para fundamentar la no vinculación de los
jueces a los reglamentos, ya que este precepto solamente pretende vedar el control e
inaplicación judicial de las normas con rango de ley (caso de constatar un juez ordinario la
posible inconstitucionalidad de una ley debe elevar la correspondiente cuestión de
inconstitucionalidad al Tribunal Constitucional no pudiendo limitarse a inaplicarla, técnica
que si puede utilizar con las normas reglamentarias).
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.- Tribunal Constitucional y Consejo General del Poder Judicial. La razón que justifica
la atribución a estos órganos de la potestad reglamentaria radica en el principio de la
separación de poderes, ya que si sus reglamentos los dictara el ejecutivo se estaría
atentando contra su independencia.
El artículo 2.2 de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional faculta al Tribunal para
dictar reglamentos sobre su propio funcionamiento y organización, así como sobre el
régimen de su personal y servicios, debiéndose aprobar por el Pleno.
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El artículo 110 de la Ley Orgánica del Poder Judicial confiere al Pleno del citado
Consejo la potestad de dictar reglamentos en materia de personal, organización y
funcionamiento en el marco de la legislación sobre la función pública. Incluso, el nº 2 del
artículo precitado habilita al órgano de gobierno de los jueces para dictar Reglamentos de
desarrollo de la Ley Orgánica del Poder Judicial, estableciendo regulaciones de carácter
secundario y auxiliar. La naturaleza reglamentaria de estas normas queda evidenciada por
los artículos 58 y 143.2, que remiten el control judicial de las disposiciones emanadas del
Consejo General del Poder Judicial a la Sala de lo Contencioso del Tribunal Supremo.
Tomando como base la clasificación establecida a mediados del siglo pasado por
Von Stein, en función de las relaciones del reglamento con la ley, podemos distinguir:
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Los reglamentos independientes son aquellos dictados en ausencia de una ley que
les ofrezca cobertura, por lo que atendiendo a los fundamentos últimos de las potestades
legislativa y reglamentaria solo existirían en aquellos supuestos de reserva constitucional
reglamentaria.
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fuera del ámbito administrativo cuando la Constitución así lo previera. No obstante, otro
sector doctrinal sostiene que al no realizar el artículo 97 de la Constitución distinción alguna
acerca del tipo de reglamentos que podría dictar el Gobierno este está facultado para dictar
tanto independientes como ejecutivos en la esfera de derechos y deberes de los
ciudadanos.
.- Han de respetar las reservas de ley que recoja la Constitución; así por
ejemplo los derechos y libertades fundamentales (artículo 53 de la Constitución) o la
materia sancionadora (artículo 25 de la Constitución).
Respecto del resto de la capacidad de los Ministros para dictar este tipo de
reglamentos es preciso señalar las diferencias existentes entre la potestad reconocida al
Consejo de Ministros y a cada uno de sus integrantes. La previsión del artículo 97 de la
Constitución configura la potestad reglamentaria como una atribución originaria de carácter
gubernativo, una función política reconocida al titular de uno de los poderes del Estado que
no puede concebirse como una simple potestad administrativa, sometida a los mismos
límites que cualquier otra facultad reconocida a la Administración Pública. En cambio, la
capacidad para dictar Órdenes Ministeriales (extensible a cualquier órgano jerárquicamente
inferior) es una potestad no prevista en la Constitución -que tampoco lo prohíbe-, por lo que
requiere atribución expresa. En este sentido, el artículo 4 de la Ley del Gobierno señala que
corresponde al Ministro “ejercer la potestad reglamentaria en las materias propias de su
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Este tipo de normas (que en muchos casos son más bien actos administrativos
generales) se justifican por la necesidad de una respuesta rápida ante determinadas
circunstancias excepcionales de emergencia, no pudiendo respetarse los cauces habituales
de producción normativa debido a la necesidad de ofrecer una respuesta urgente a estas
circunstancias. Son, por tanto, medidas de carácter provisional cuya vigencia finalizara en el
momento en que desaparezca el supuesto de hecho que las justifica, siendo esta naturaleza
excepcional la que les priva de efecto derogatorio.
3.4.1. Competencia.
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Respecto de los bandos del Alcalde, es preciso acudir al contenido de cada uno de
ellos para determinar si tienen o no carácter normativo y son, por tanto, reglamentos. Otro
sector doctrinal, sin embargo consideran que no se trata más que de un recordatorio de la
vigencia de las normas, sin que tengan trascendencia en orden a la creación del Derecho,
de ahí que los requisitos de procedimiento y la exigencia de publicación sólo se prediquen
de las ordenanzas.
3.4.2. Límites.
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regulación del núcleo de la materia reservada por el reglamento. Será, por tanto, la
extensión que se otorgue a la reserva de ley la que determinará el ámbito prohibido a los
reglamentos independientes.
En aquellas materias en las que no exista reserva legal será posible dictar
reglamentos, si bien los mismos permanecerán subordinados a la voluntad de legislador,
quien puede decidir libremente en cualquier momento la regulación mediante ley formal en
dichas materias en la medida en que no existe una reserva a favor de los reglamentos.
3.- Ninguna disposición administrativa podrá vulnerar los preceptos de otra de rango
superior, traducción del principio de la jerarquía normativa en las relaciones entre
reglamentos en que se concreta en la prelación recogida en el artículo 23.3 de la Ley del
Gobierno.
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DERECHO ADMINISTRATIVO
Parte General
3.4.3. Procedimiento.
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DERECHO ADMINISTRATIVO
Parte General
Existen varias vías para controlar los posibles abusos que cometa el titular de la
potestad reglamentaria en el ejercicio de la misma:
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DERECHO ADMINISTRATIVO
Parte General
3.5.1. Inaplicación.
El artículo 506 del Código Penal castiga al funcionario público o autoridad “que,
careciendo de atribuciones para ello, dictare una disposición general o suspendiere su
ejecución”.
Aparece recogida en el artículo 112.3 Ley 39/2015. A través de esta vía se impugna
el acto administrativo de aplicación del reglamento en base a la ilegalidad de este último, ya
que en la medida en que el acto concreta en la realidad un reglamento ilegal también
adolecerá de este vicio. El segundo inciso del precepto citado posibilita la impugnación ante
el órgano autor del reglamento de aquellos recursos contra actos administrativos que se
fundamenten únicamente en la ilegalidad de alguna disposición administrativa de carácter
general, es el denominado recurso per saltum.
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DERECHO ADMINISTRATIVO
Parte General
Vía que se posibilita en base al control judicial del ejercicio por la Administración de
la potestad reglamentaria, recogido en el artículo 106 de la Constitución, el artículo 8 de la
Ley Orgánica del Poder Judicial y el artículo 1 de la Ley de la Jurisdicción Contencioso-
Administrativa.
Respecto de los plazos de la interposición del recurso, en el caso de que sea directo
habrá de hacerse dentro de los dos meses de la publicación oficial de la disposición,
mientras que la utilización de la vía indirecta permanece incluso después de transcurrido
este plazo, comenzando el cómputo en este caso tras la notificación del acto aplicativo.
Los efectos son, en principio, distintos según se utilice una u otra vía, ya que en el
caso de que se haya utilizado el recurso directo, la anulación tiene efectos erga omnes, con
lo que implica la eliminación del ordenamiento del reglamento ilegal; mientras que en el
supuesto de utilización del indirecto, el anulado será el acto de aplicación. La Ley de la
Jurisdicción Contencioso-Administrativa ha pretendido reducir esta disparidad al configurar
el planteamiento de la cuestión de ilegalidad como una obligación del órgano jurisdiccional,
de manera que se adopte un criterio definitivo sobre la legalidad de la norma reglamentaria y
se evite, en consecuencia, la producción de actos ilegales “en cascada” como consecuencia
de la aplicación de un reglamento ilegal.
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DERECHO ADMINISTRATIVO
Parte General
Este control convive con el que realizan los órganos jurisdiccionales, lo que explica
que el parámetro utilizado por el Alto Tribunal para enjuiciar los reglamentos sea el de su
conformidad o no con el bloque de la constitucionalidad (Constitución, Estatutos de
Autonomía y Leyes Orgánicas del artículo 150) y no con la ley, ya que el control de legalidad
se reserva a la jurisdicción ordinaria.
Hoy en día, a falta de estudios que cuantifiquen la totalidad de las sanciones que
impone la Administración, hay una percepción generalizada, que probablemente se
corresponde con la realidad, conforme a que el ejercicio de la potestad sancionadora de la
Administración es un ámbito en el que esta se emplea diligentemente y a parecer de los
sancionados con un ánimo más recaudatorio que corrector de las conductas contrarias a
Derecho.
Pues bien, la última reforma de nuestro derecho administrativo, llevada a cabo por la
Ley 39/2105, de 1 de Octubre, del Procedimiento Administrativo Común de las
Administraciones Públicas y por la Ley 40/2015, de 1 de octubre de Régimen Jurídico del
Sector Público, incide de lleno en el ejercicio de esta potestad, sin olvidar que dichas leyes,
junto con las ya aprobadas de transparencia y buen gobierno, y la de estabilidad
presupuestaria, vienen a configurar los pilares sobre los que debe fundamentarse el
funcionamiento y la actuación de todas las Administraciones y de gran parte del Sector
Público.
Es sabido que la reforma de estas leyes vino propiciada por el informe de Comisión
para la Reforma de las Administraciones Públicas, que constató la necesidad de tener una
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DERECHO ADMINISTRATIVO
Parte General
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DERECHO ADMINISTRATIVO
Parte General
Así, en virtud del artículo 25.1 de la Constitución, nadie puede ser sancionado por
acciones u omisiones que el momento de producirse no constituya, delito, falta o infracción
administrativa según la legislación vigente en aquel momento. Es por ello que la Ley
40/2015 recoja también en su artículo 25 la necesidad de que la Administración sancione
cuando así se halle previsto en una norma con rango de Ley, de conformidad con el
procedimiento establecido y en el caso de las entidades locales conforme a la Ley 7/1985,
de 2 de abril de Bases de régimen local.
.- Y una segunda garantía, la de carácter formal, que requiere que el rango de las
normas tipificadoras de las infracciones y reguladora de las sanciones sea una Ley, (todo y
que se admite la colaboración reglamentaria).
Se explica por la doctrina que esta exigencia de Ley es en puridad lo que legitima la
voluntad popular, pues las normas aprobadas por la Administración, sin perjuicio de su
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DERECHO ADMINISTRATIVO
Parte General
4.2.2. Irretroactividad.
Esta regla, sin embargo tiene una excepción que consiste en aplicar la norma
sancionadora más favorable, como la consagración de la doctrina elaborada por nuestro
Tribunal Constitucional sobre el artículo 9.3 de la Constitución, en cuanto establece la
irretroactividad de las disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de los
derechos individuales, por lo que a sensu contrario, si cabe la retroactividad, y es en este
apartado donde se ha formulado una importante novedad conforme a lo que se dispuesto en
la Ley 30/1992. Concretamente, la retroactividad positiva se extiende, no ya al presunto
infractor, sino también al infractor, y especifica que vale tanto para la tipificación de la
infracción, como la sanción, los plazos de prescripción y las sanciones pendientes de
cumplimiento al entrar en vigor la Ley 40/2015.
Por tanto se plasma en nuestro derecho positivo administrativo una concreción más
acorde y semejante con lo que se dispone en el Código Penal, sobre la irretroactividad, a
saber, tendrán efecto retroactivo aquellas leyes penales que favorezcan al reo, aunque al
entrar en vigor hubiera recaído sentencia firme y el sujeto estuviese cumpliendo condena.
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DERECHO ADMINISTRATIVO
Parte General
En caso de duda sobre la determinación de la Ley más favorable, será oído el reo. Los
hechos cometidos bajo la vigencia de una Ley temporal serán juzgados, sin embargo,
conforme a ella, salvo que se disponga expresamente lo contrario.
Por lo demás, cabe recordar que nuestro Tribunal Constitucional rechaza que el
principio de retroactividad pueda servir como base para la interposición de un recurso de
amparo, puesto que no está incluida en los artículos 14 a 29 de la Constitución o en el
artículo 30.2. No obstante ello, en ocasiones el Tribunal Constitucional ha concedido el
amparo en estos supuestos no porque no se haya aplicado una norma posterior más
favorable, sino por entender que se ha vulnerado el principio de tutela judicial efectiva que
consagra el artículo 24 de la Constitución.
Por último señalar que la aplicación de este principio tiene un límite y es la que la ley
más favorable debe aplicarse íntegramente.
Este artículo no contiene más variaciones, respecto a lo que señalaba el artículo 129
de la anterior Ley de Régimen Júridico, que la de incluir la clasificación de las sanciones
administrativas en leves, graves y muy graves, algo que ya estaba en la redacción de la Ley
30/1992, pero que, por error, se suprimió con la reforma de la Ley 57/2003, de Medidas para
la Modernización del Gobierno Local. Por lo demás una manifestación del más del principio
de legalidad, que admite la colaboración reglamentaria y proscribe las interpretaciones
extensivas o analógicas.
4.2.4. Responsabilidad.
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Parte General
Por otro lado, también es novedoso que se reconozca esa responsabilidad no sólo a
las personas, sino también aquellas uniones carentes de personalidad pero susceptibles de
cometer una infracción administrativa, algo que todavía no ha llegado al ámbito penal, pero
razonable si se piensa por ejemplo en el ámbito tributario.
Ahora bien, ahí se acaban las similitudes pues las reglas de funcionamiento de la
jurisdicción penal son distintas del funcionamiento de la Administración y además esa
responsabilidad, si no se satisface en los plazos establecidos podrá exigirse por la vía de
apremio sobre el patrimonio.
Vendría a ser en este ámbito del principio de congruencia, y constituye una novedad
que se defina los parámetros que debe seguir la Administración en el escaso margen de
discrecionalidad que tiene a la hora de imponer una sanción. De estos parámetros, destaca
la sustitución de la «reiteración» por la «continuidad o persistencia en la conducta
infractora», con lo que se aclara la diferencia entre este supuesto y el de reincidencia, en la
línea que venía señalando la jurisprudencia, precisándose, para que exista reincidencia, es
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DERECHO ADMINISTRATIVO
Parte General
necesario que la infracción anterior «haya sido declarada por sanción firme en vía
administrativa».
Informa este principio el que cumplimiento de la sanción no debe ser menos gravoso
para el infractor que el cumplimiento de la norma infringida y se instaura de manera expresa
el principio de mínima intervención permitiendo que se imponga la sanción de grado inferior,
cuando las circunstancias lo aconsejen.
Por último, detalla cómo se han de sancionar las infracciones múltiples y se regula la
forma de tratar las infracciones continuadas, debiendo ser impuesta la sanción
correspondiente a la infracción más grave.
4.2.6. Prescripción.
En lo que concierne al inicio del cómputo, cabe destacar que comenzará cuando sea
ejecutable la resolución que impone la sanción o haya transcurrido el plazo para recurrirla.
Además se incorpora la sugerencia del Consejo General del Poder Judicial sobre la
regulación del plazo de prescripción en los supuestos en que un recurso contra la resolución
sancionadora haya sido desestimado por silencio. Con esto se soluciona la situación creada
por el Tribunal Supremo en su Sentencia de 22 de septiembre de 2008, de la Sala Tercera,
por la que se fijó la doctrina legal que establecía que interpuesto recurso de alzada contra
una resolución sancionadora, el transcurso del plazo de tres meses para la resolución del
mismo no supone que la sanción gane firmeza ni que se convierta en ejecutiva, de modo
que no puede iniciarse el cómputo del plazo de prescripción de la sanción. De acuerdo con
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lo establecido en la Ley 40/2015, el inicio del citado plazo lo será desde el día siguiente a
aquél en que finalice el plazo legalmente previsto para la resolución de dicho recurso.
Se consagra en el artículo 31 de la Ley 40/2015 el principio non bis in ídem, tal como
hacía el artículo 133 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, que no deja de ser a su vez
otra de las manifestaciones del principio de legalidad contenido en el artículo 25 de la
Constitución, y se añade un segundo apartado que corrige lo que disponía el artículo 5.2.
del Reglamento que regulaba el procedimiento de la potestad sancionadora, relativo a la
concurrencia de sanciones con la Unión Europea. En este punto se ha seguido las
indicaciones del informe del Consejo General del Poder Judicial sobre el anteproyecto. En
tales casos, no basta considerar la sanción impuesta por los órganos de la Unión para
graduar la que corresponda, sino que la debida aplicación del principio non bis in ídem,
proyectado a las relaciones entre el derecho nacional y el de la Unión Europea, determina
simplemente la no imposición de la sanción, por lo que el precepto, bien debería limitarse a
supuestos donde no concurra la triple identidad, bien debería suprimirse.
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expedientes que ahora, no sólo se permite respecto de una competencia propia, sino
también cuando la misma se haya producido por delegación.
Una de las garantías que engarza con el principio de legalidad, y que debe respetar
con mayor rigor, es que las actuaciones dimanantes de la potestad sancionadora se
sometan al procedimiento legalmente previsto para su ejercicio. Es una premisa más de la
aplicación en este ámbito del artículo 24 de nuestra Constitución, de manera que, para
imponer una sanción no sólo se requiere el respeto a los principios sustantivos derivados del
artículo 25 de la Constitución, sino también las garantías procedimentales que dispone el
artículo 24.
Esta opción del legislador ha conllevado a que haya preceptos de carácter general
que difícilmente tienen encaje en lo que supone el ejercicio de la potestad sancionadora –
por ejemplo, la aplicación al procedimiento de la tramitación de urgencia (artículo 33)-;
preceptos originarios del procedimiento sancionador que ahora son de aplicación general a
todos los procedimientos y, por último, especialidades procedimentales para los expedientes
sancionadores que ciertamente no facilitan la tarea del operador jurídico a la hora de
aplicarlos.
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Resulta una novedad la regulación detallada sobre que debe entenderse por propia
iniciativa, por orden superior, por petición razonada y por denuncia (artículos 59 a 61) que, si
bien afectan a todos los procedimientos, tienen especial relevancia en materia
sancionadora.
Requiere una especial mención el artículo 62, respecto del inicio del procedimiento
por denuncia. A diferencia de lo que se establecía en el artículo 11.2 del Reglamento del
Procedimiento Sancionador, no se reconoce el derecho a informar al denunciante la
incoación del procedimiento sancionador, circunstancia que sólo se producirá si las normas
del procedimiento específico así lo prevén y sólo se notificará a los denunciantes la
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Los artículos dedicados a los actos de instrucción son los artículos 75 y 76 de la Ley
39/2015, que permiten la comprobación de los hechos de oficio y a través de medios
electrónicos, siempre con respeto a los principios de contradicción y de igualdad, pudiendo
los interesados aducir alegaciones y aportar documentos.
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El instructor sólo podrá rechazar las pruebas propuestas por los interesados cuando
sean manifiestamente improcedentes o innecesarias, mediante resolución motivada.
En los casos en que, a petición del interesado, deban efectuarse pruebas cuya
realización implique gastos que no deba soportar la Administración, ésta podrá exigir el
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Parte General
anticipo de los mismos, a reserva de la liquidación definitiva, una vez practicada la prueba.
La liquidación de los gastos se practicará uniendo los comprobantes que acrediten la
realidad y cuantía de los mismos.
Sobre este particular no hay una equivalencia con lo previsto en el artículo 85, como
especialidad de terminación del procedimiento sancionador, respecto a lo que se disponía
en la legislación anterior.
4.3.6. Resolución.
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Por último, el artículo 89 enuncia los distintos elementos que debe contener la
propuesta de resolución en términos parecidos a lo que disponía el artículo 18 del
Reglamento del Procedimiento Sancionador, determinando que en la propuesta de
resolución se fijarán de forma motivada los hechos que se consideren probados y su exacta
calificación jurídica, se determinará la infracción que, en su caso, aquéllos constituyan, la
persona o personas responsables y la sanción que se proponga, la valoración de las
pruebas practicadas, en especial aquellas que constituyan los fundamentos básicos de la
decisión, así como las medidas provisionales que, en su caso, se hubieran adoptado.
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.- Transferencia bancaria.
.- Domiciliación bancaria.
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5.1. INTRODUCCIÓN.
Para García de Enterría, los recursos administrativos son "actos del administrado
mediante los que este pide a la propia Administración la revocación o reforma de un acto
suyo o de una disposición de carácter general de rango inferior a la Ley en base a un título
jurídico especifico".
Su nota característica es, pues, según este autor, su finalidad impugnatoria de actos
o disposiciones preexistentes que se estiman contrarias a Derecho, lo que les distingue de
las peticiones, cuyo objetivo es forzar la producción de un acto nuevo, y de las quejas, que,
como se deriva de lo dispuesto en los artículos 41 y 42 de la Ley 39/2015 (en los que se
permite al particular la exigencia de responsabilidad por defectuosa tramitación o por
incumplimiento de los plazos para resolver en el procedimiento), no persiguen la revocación
de acto administrativo alguno, sino solamente que se corrijan en el curso mismo del
procedimiento en que se producen los defectos de tramitación a que se refieren y, en
especial, los que supongan paralización de los plazos preceptivamente señalados u omisión
de los trámites que puedan subsanarse antes de la resolución definitiva del asunto.
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una garantía limitada por cuanto se interponen y resuelven ante y por la propia
Administración (que es, pues, juez y parte).
Se recogen en los artículos 112 a 126 de la Ley 39/2015, cuyos epígrafes seguimos
en esta exposición.
Contra las resoluciones y los actos de trámite, si estos últimos deciden directa o
indirectamente el fondo del asunto, determinan la imposibilidad de continuar el
procedimiento, producen indefensión o perjuicio irreparable a derechos e intereses
legítimos, podrán interponerse por los interesados los recursos de alzada y potestativo de
reposición, que cabrá fundar en cualquiera de los motivos de nulidad o anulabilidad
previstos en los artículos 47 y 48 de la Ley 39/2015.
La oposición a los restantes actos de trámite podrá alegarse por los interesados para
su consideración en la resolución que ponga fin al procedimiento.
En las mismas condiciones, el recurso de reposición podrá ser sustituido por los
procedimientos a que se refiere el párrafo anterior, respetando su carácter potestativo para
el interesado.
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.- Los adoptados por los Ministros en el ejercicio de las competencias que tienen
atribuidas los Departamentos de los que son titulares.
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Por lo que respecta a la Administración Local, ponen fin a la vía administrativa las
resoluciones de los siguientes órganos y autoridades:
.- Las del Pleno, los Alcaldes o Presidentes y las Comisiones de Gobierno, salvo en
los casos excepcionales en que una Ley sectorial requiera la aprobación ulterior de la
Administración del Estado o de la Comunidad Autónoma o cuando proceda recurso ante
éstas en los supuestos del artículo 27,2 (se refiere al ejercicio por las Corporaciones Locales
de competencias delegadas por las otras Administraciones, en que procederá el recurso
administrativo ordinario ante las mismas).
.- Las de autoridades y órganos inferiores en los casos que resuelvan por delegación
del Alcalde, del Presidente o de otro órgano cuyas resoluciones pongan fin a la vía
administrativa.
. -La de cualquier otra autoridad u órgano cuando así lo establezca una disposición
legal.
La interposición del recurso deberá expresar el nombre y apellidos del recurrente, así
como la identificación del mismo; el acto que se recurre y la razón de su impugnación; lugar,
fecha, firma del recurrente, identificación del medio y, en su caso, del lugar que se señale a
efectos de notificaciones; órgano, centro o unidad administrativa al que se dirige; las demás
particularidades exigidas, en su caso, por las disposiciones específicas.
El error en la calificación del recurso por parte del recurrente no será obstáculo para
su tramitación, siempre que se deduzca su verdadero carácter.
Los vicios y defectos que hagan anulable un acto no podrán ser alegados por
quienes los hubieren causado.
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Parte General
Aparece regulada en el artículo 117 de la Ley 39/2015 de, que establece que la
interposición de cualquier recurso, excepto en los casos en que una disposición establezca
lo contrario, no suspenderá la ejecución del acto impugnado.
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Parte General
Con el fin de no causar una indefensión a los interesados que está prohibida por el
artículo 24 de la Constitución, el artículo 118 de la Ley 39/2015 prevé la audiencia de los
interesados, en esta materia de recursos, disponiendo que cuando hayan de tenerse en
cuenta nuevos hechos o documentos no recogidos en el expediente originario, se pondrán
de manifiesto a los interesados para que, en un plazo no inferior a diez días ni superior a
quince, formulen las alegaciones y presenten los documentos y justificantes que estimen
procedentes.
Si hubiera otros interesados se les dará, en todo caso, traslado del recurso para que,
en el plazo antes citado, aleguen cuanto estimen procedente.
5.2.6. Resolución.
Respecto de la misma, el artículo 119 de Ley 39/2015, contiene las siguientes reglas:
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5.3.1. Objeto.
Las resoluciones y actos a que se refiere el artículo 107.1, (es decir, los actos que no
hayan agotado la vía administrativa), cuando no pongan fin a la vía administrativa, podrán
ser recurridos en alzada ante el órgano superior jerárquico del que los dictó.
A estos efectos, los Tribunales y órganos de selección del personal al servicio de las
Administraciones Públicas y cualesquiera otros que, en el seno de éstas, actúen con
autonomía funcional, se considerarán dependientes del órgano al que estén adscritos o, en
su defecto, del que haya nombrado al presidente de los mismos.
5.3.2. Interposición.
El recurso podrá interponerse ante el órgano que dictó el acto que se impugna o ante
el competente para resolverlo.
Si el recurso se hubiera interpuesto ante el órgano que dicto el acto impugnado, éste
deberá remitirlo al competente en el plazo de diez días, con su informe y con una copia
completa y ordenada del expediente.
El titular del órgano que dictó el acto recurrido será responsable directo del
cumplimiento de lo previsto en el párrafo anterior.
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5.3.3. Plazos.
El plazo para la interposición del recurso de alzada será de un mes, si el acto fuera
expreso.
El plazo máximo para dictar y notificar la resolución será de tres meses. Transcurrido
este plazo sin que recaiga resolución, se podrá entender desestimado el recurso, salvo
cuando el recurso de alzada se haya interpuesto contra la desestimación por silencio
administrativo de una solicitud por el transcurso del plazo; en este caso, se entenderá
estimado el mismo si, llegado el plazo de resolución, el órgano administrativo competente no
dictase resolución expresa sobre el mismo.
5.3.5. Motivos.
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Los actos administrativos que pongan fin a la vía administrativa podrán ser recurridos
potestativamente en reposición ante el mismo órgano que los hubiera dictado o ser
impugnados directamente ante el orden jurisdiccional contencioso-administrativo.
5.4.2. Plazos.
El plazo máximo para dictar y notificar la resolución del recurso será de un mes.
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5.5.1. Concepto.
Es un recurso extraordinario que sólo se admite en los supuestos del artículo 125 y
contra actos firmes, es decir, en principio, inatacables, pero que, por la gravedad de las
circunstancias concurrentes en su emisión, la Ley permite su impugnación.
5.5.2. Motivos.
A tenor del artículo 125 podrá interponerse contra los actos firmes en vía
administrativa ante el órgano administrativo que los dictó, que también será el competente
para su resolución, cuando concurra alguna de las circunstancias siguientes:
.- Que al dictarlos se hubiera incurrido en error de hecho, que resulte de los propios
documentos incorporados al expediente.
.- Que aparezcan documentos de valor esencial para la resolución del asunto que,
aunque sean posteriores, evidencien el error de la resolución recurrida.
5.5.3. Plazos.
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5.5.4. Resolución.
6.1. INTRODUCCIÓN.
Se conserva como texto independiente la Ley del Gobierno, que por regular de forma
específica la cabeza del poder ejecutivo de la nación, de naturaleza y funciones
eminentemente políticas, debe mantenerse separada de la norma reguladora de la
Administración Pública, dirigida por aquél. De acuerdo con este criterio, la presente Ley
modifica aquella, con el objeto de extraer aquellas materias que, por ser más propias de la
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La Ley 40/2015 establece y regula las bases del régimen jurídico de las
Administraciones Públicas, los principios del sistema de responsabilidad de las
Administraciones Públicas y de la potestad sancionadora, así como la organización y
funcionamiento de la Administración General del Estado y de su sector público institucional
para el desarrollo de sus actividades, aplicándose al sector público, que comprende:
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6.3. COMPETENCIA.
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.- Las materias en que así se determine por norma con rango de Ley.
6.3.3. Avocación.
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Parte General
En todo caso, la avocación se realizará mediante acuerdo motivado que deberá ser
notificado a los interesados en el procedimiento, si los hubiere, con anterioridad o
simultáneamente a la resolución final que se dicte.
Las encomiendas de gestión no podrán tener por objeto prestaciones propias de los
contratos regulados en la legislación de contratos del sector público. En tal caso, su
naturaleza y régimen jurídico se ajustará a lo previsto en ésta.
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Parte General
En las resoluciones y actos que se firmen por delegación se hará constar esta
circunstancia y la autoridad de procedencia.
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6.3.6. Suplencia.
En la forma que disponga cada Administración Pública, los titulares de los órganos
administrativos podrán ser suplidos temporalmente en los supuestos de vacante, ausencia o
enfermedad, así como en los casos en que haya sido declarada su abstención o recusación.
En las resoluciones y actos que se dicten mediante suplencia, se hará constar esta
circunstancia y se especificará el titular del órgano en cuya suplencia se adoptan y quien
efectivamente está ejerciendo esta suplencia.
Los interesados que sean parte en el procedimiento podrán dirigirse al órgano que se
encuentre conociendo de un asunto para que decline su competencia y remita las
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Los conflictos de atribuciones sólo podrán suscitarse entre órganos de una misma
Administración no relacionados jerárquicamente, y respecto a asuntos sobre los que no
haya finalizado el procedimiento administrativo.
6.4.1. Concepto.
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Pública que corresponda, aunque sin participar en la estructura jerárquica de ésta, salvo que
así lo establezcan sus normas de creación, se desprenda de sus funciones o de la propia
naturaleza del órgano colegiado.
6.5.2. Secretario.
Los órganos colegiados tendrán un Secretario que podrá ser un miembro del propio
órgano o una persona al servicio de la Administración Pública correspondiente,
correspondiendo a éste velar por la legalidad formal y material de las actuaciones del
órgano colegiado, certificar las actuaciones del mismo y garantizar que los procedimientos y
reglas de constitución y adopción de acuerdos son respetadas.
En caso de que el Secretario no miembro sea suplido por un miembro del órgano
colegiado, éste conservará todos sus derechos como tal.
Todos los órganos colegiados se podrán constituir, convocar, celebrar sus sesiones,
adoptar acuerdos y remitir actas tanto de forma presencial como a distancia, salvo que su
reglamento interno recoja expresa y excepcionalmente lo contrario.
En las sesiones que celebren los órganos colegiados a distancia, sus miembros
podrán encontrarse en distintos lugares siempre y cuando se asegure por medios
electrónicos, considerándose también tales los telefónicos, y audiovisuales, la identidad de
los miembros o personas que los suplan, el contenido de sus manifestaciones, el momento
en que éstas se producen, así como la interactividad e intercomunicación entre ellos en
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tiempo real y la disponibilidad de los medios durante la sesión. Entre otros, se considerarán
incluidos entre los medios electrónicos válidos, el correo electrónico, las audioconferencias y
las videoconferencias.
Salvo que no resulte posible, las convocatorias serán remitidas a los miembros del
órgano colegiado a través de medios electrónicos, haciendo constar en la misma el orden
del día junto con la documentación necesaria para su deliberación cuando sea posible, las
condiciones en las que se va a celebrar la sesión, el sistema de conexión y, en su caso, los
lugares en que estén disponibles los medios técnicos necesarios para asistir y participar en
la reunión.
No podrá ser objeto de deliberación o acuerdo ningún asunto que no figure incluido
en el orden del día, salvo que asistan todos los miembros del órgano colegiado y sea
declarada la urgencia del asunto por el voto favorable de la mayoría.
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Los acuerdos serán adoptados por mayoría de votos. Cuando se asista a distancia,
los acuerdos se entenderán adoptados en el lugar donde tenga la sede el órgano colegiado
y, en su defecto, donde esté ubicada la presidencia.
Cuando los miembros del órgano voten en contra o se abstengan, quedarán exentos
de la responsabilidad que, en su caso, pueda derivarse de los acuerdos.
6.5.4. Actas.
De cada sesión que celebre el órgano colegiado se levantará acta por el Secretario,
que especificará necesariamente los asistentes, el orden del día de la reunión, las
circunstancias del lugar y tiempo en que se ha celebrado, los puntos principales de las
deliberaciones, así como el contenido de los acuerdos adoptados.
Las sesiones que celebre el órgano colegiado podrán grabarse. El fichero resultante
de la grabación, junto con la certificación expedida por el Secretario de la autenticidad e
integridad del mismo, y cuantos documentos en soporte electrónico se utilizasen como
documentos de la sesión, podrán acompañar al acta de las sesiones, sin necesidad de
hacer constar en ella los puntos principales de las deliberaciones.
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6.6.1. Régimen de los órganos colegiados de la Administración General del Estado y de las
Entidades de Derecho Público vinculadas o dependientes de ella.
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Los miembros del órgano colegiado no podrán ejercer estas funciones cuando
concurra conflicto de interés.
.- Asistir a las reuniones con voz pero sin voto, y con voz y voto si la
Secretaría del órgano la ostenta un miembro del mismo.
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Los miembros que discrepen del acuerdo mayoritario podrán formular voto particular
por escrito en el plazo de dos días, que se incorporará al texto aprobado.
Son órganos colegiados aquellos que se creen formalmente y estén integrados por
tres o más personas, a los que se atribuyan funciones administrativas de decisión,
propuesta, asesoramiento, seguimiento o control, y que actúen integrados en la
Administración General del Estado o alguno de sus Organismos públicos.
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.- Competencias decisorias.
6.7. ABSTENCIÓN.
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6.8. RECUSACIÓN.
Contra las resoluciones adoptadas en esta materia no cabrá recurso, sin perjuicio de
la posibilidad de alegar la recusación al interponer el recurso que proceda contra el acto que
ponga fin al procedimiento.
7.1. INTRODUCCIÓN.
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Por otro lado, dicho título dedica parte de su articulado a una de las novedades más
importantes de la Ley: la separación entre identificación y firma electrónica y la simplificación
de los medios para acreditar una u otra, de modo que, con carácter general, sólo será
necesaria la primera, y se exigirá la segunda cuando deba acreditarse la voluntad y
consentimiento del interesado. Se establece, con carácter básico, un conjunto mínimo de
categorías de medios de identificación y firma a utilizar por todas las Administraciones. En
particular, se admitirán como sistemas de firma: los sistemas de firma electrónica
reconocida o cualificada y avanzada basados en certificados electrónicos cualificados de
firma electrónica, que comprenden tanto los certificados electrónicos de persona jurídica
como los de entidad sin personalidad jurídica; los sistemas de sello electrónico reconocido o
cualificado y de sello electrónico avanzado basados en certificados cualificados de sello
electrónico; así como cualquier otro sistema que las Administraciones Públicas consideren
válido, en los términos y condiciones que se establezcan. Se admitirán como sistemas de
identificación cualquiera de los sistemas de firma admitidos, así como sistemas de clave
concertada y cualquier otro que establezcan las Administraciones Públicas.
Tanto los sistemas de identificación como los de firma previstos en esta Ley son
plenamente coherentes con lo dispuesto en el Reglamento (UE) n.º 910/2014 del
Parlamento Europeo y del Consejo, de 23 de julio de 2014, relativo a la identificación
electrónica y los servicios de confianza para las transacciones electrónicas en el mercado
interior y por la que se deroga la Directiva 1999/93/CE. Debe recordarse la obligación de los
Estados miembros de admitir los sistemas de identificación electrónica notificados a la
Comisión Europea por el resto de Estados miembros, así como los sistemas de firma y sello
electrónicos basados en certificados electrónicos cualificados emitidos por prestadores de
servicios que figuren en las listas de confianza de otros Estados miembros de la Unión
Europea, en los términos que prevea dicha norma comunitaria.
A los efectos previstos en esta Ley, tendrán capacidad de obrar ante las
Administraciones Públicas:
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.- Los que, sin haber iniciado el procedimiento, tengan derechos que puedan
resultar afectados por la decisión que en el mismo se adopte.
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7.4. REPRESENTACIÓN.
Los interesados con capacidad de obrar podrán actuar por medio de representante,
entendiéndose con éste las actuaciones administrativas, salvo manifestación expresa en
contra del interesado.
Las personas físicas con capacidad de obrar y las personas jurídicas, siempre que
ello esté previsto en sus Estatutos, podrán actuar en representación de otras ante las
Administraciones Públicas.
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normativa de aplicación prevea otra cosa. Las Administraciones Públicas podrán requerir, en
cualquier momento, la acreditación de dicha representación. No obstante, siempre podrá
comparecer el interesado por sí mismo en el procedimiento.
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.- Fecha de inscripción.
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Los interesados podrán firmar a través de cualquier medio que permita acreditar la
autenticidad de la expresión de su voluntad y consentimiento, así como la integridad e
inalterabilidad del documento.
En el caso de que los interesados optaran por relacionarse con las Administraciones
Públicas a través de medios electrónicos, se considerarán válidos a efectos de firma:
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.- Formular solicitudes.
.- Interponer recursos.
.- Desistir de acciones.
.- Renunciar a derechos.
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.- A ser tratados con respeto y deferencia por las autoridades y empleados públicos,
que habrán de facilitarles el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus obligaciones.
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al trámite de audiencia, que deberán ser tenidos en cuenta por el órgano competente al
redactar la propuesta de resolución.
.- A ser notificado de los hechos que se le imputen, de las infracciones que tales
hechos puedan constituir y de las sanciones que, en su caso, se les pudieran imponer, así
como de la identidad del instructor, de la autoridad competente para imponer la sanción y de
la norma que atribuya tal competencia.
Las personas físicas podrán elegir en todo momento si se comunican con las
Administraciones Públicas para el ejercicio de sus derechos y obligaciones a través de
medios electrónicos o no, salvo que estén obligadas a relacionarse a través de medios
electrónicos con las Administraciones Públicas. El medio elegido por la persona para
comunicarse con las Administraciones Públicas podrá ser modificado por aquella en
cualquier momento.
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7.8.5. Registros.
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Los documentos que los interesados dirijan a los órganos de las Administraciones
Públicas podrán presentarse:
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Los registros electrónicos de todas y cada una de las Administraciones, deberán ser
plenamente interoperables, de modo que se garantice su compatibilidad informática e
interconexión, así como la transmisión telemática de los asientos registrales y de los
documentos que se presenten en cualquiera de los registros.
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