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Roles de género y las diversas estrategias culturales de

disciplinamiento del cuerpo en el periodo prehispánico, colonial, en la


ilustración y en la sociedad contemporánea.
Fernández Chávez, Aldair José
Los hombres y mujeres desde su nacimiento presentan una clara diferenciación,
esto desde el punto de vista biológico. Sin embargo, las variaciones en sus
comportamientos sentimentales y de pensamiento se atribuyen más a la influencia de la
cultura. Por tanto, las diferencias convencionales en prioridades, preferencias, intereses y
ocupaciones se deben al condicionamiento parental, educacional y sociocultural (Lamas,
2002).

Es así como múltiples culturas adoptaron una forma específica de organización de


la división sexual del trabajo. Según esta, le correspondió a la mujer el espacio del hogar
debido a su capacidad para gestar y amamantar a los hijos, debido al cuidado que estos
requieren, se le asignó el tiempo en que era imprescindible su presencia, e incluso más
como funciones vinculadas al espacio de la casa. Mientras tanto el hombre se dedicaba a
la agricultura, la cacería, la domesticación de animales y a la guerra.

El historiador peruano Lumbreras nos comenta que durante el incanato se veía a


la mujer como un ser explotado. Basa este cuestionamiento en dos aspectos investigados.

El primero relacionado con la clasificación que hace del gobierno Inca


como monárquico y hasta cierto punto despótico, con mecanismos de
control implantados para prevenir la ociosidad y el robo especialmente y
el segundo porque el Estado Inca prevalecía como propietario único y
exclusivo de la tierra y de la fuerza de trabajo (hombres y mujeres indios).

Por otro lado, en las iconografías representadas en la poca prehispánica nos


muestran algunos otros roles que tenían y las actividades que practicaba cada género. Las
figuras tienen contenidos sociales propios de la ideología que se manejaba en cada
sociedad. En la cosmovisión andina, en las sociedades preinca e inca las mujeres
ocupaban espacios sagrados. Los mitos del nacimiento del hijo del sol asocian lo
femenino a las necesidades del humano para subsistir.

La vida de las mujeres indígenas se modificó profundamente desde los inicios de


la colonización, porque el propósito y justificación de la conquista estaba en la
evangelización de los nativos. Las enérgicas disposiciones en pro de la moral femenina
se muestran en diversos artículos legales, señalando por ejemplo que será encarcelado
“quien corrompiese alguna moza joven” al igual que quienes no cumplieran sus
obligaciones matrimoniales tal cual se exige en el matrimonio cristiano.

Pero también, de acuerdo a algunas concepciones, la mujer en la colonia, erea


quien debía olvidarse de ella misma, para bienestar no sólo del hombre, si no de la
sociedad. Esta situación es aún perceptible en muchas regiones del país, sobre todo en
familias tradicionalistas que replican ideologías heredadas, por las cuales a la mujer le
asignan el papel de “artesano laborioso, en la construcción del clima moral adecuado,
catalizador, conformista de las tensiones y pasiones y sobretodo, tenaz opositor al
cambio”. (Bustamante, 1984). Todavía se seguía viendo a la mujer como alguien inferior
al sexo opuesto, con algunas limitaciones en algunos quehaceres que la Iglesia avalaba.

Cabe resaltar que durante la ilustración la mujer toma un rol más protagónico.
Hasta antes de la Ilustración, en Europa y América se consideró que la mujer debía
obediencia y sumisión al varón, pues tanto la Iglesia como la legislación vigente
coincidían en señalar su inferioridad intelectual y moral respecto de éste. La Ilustración
trajo una nueva conciencia del individuo como tal, al margen de los postulados de la
Iglesia, pretendiendo una sociedad basada en la razón.

En el proyecto ilustrado de modernidad se consideraba que era la Naturaleza (la


biología), ya no la Providencia, la que dictaba roles distintos para hombre y mujer. Se
imaginaron dos ámbitos distintos en las que cada sexo se desarrollaba: la mujer en la
esfera privada y el hombre en la pública. La mujer debía hacerse cargo de la domesticidad
en una familia nuclear y de expresión de afectos; el hombre se desarrollaba en el espacio
público, en el trabajo, la política y la sociabilidad, que se volvió marcadamente masculina.
A la mujer se le asignó el papel de madre ilustrada de los futuros ciudadanos, por lo que
se consideró fundamental su educación. Como vemos en cada tiempo se ve un rol bien
marcado entre los ambos sexos.

A lo largo de la historia el rol de la mujer, en mayor parte, ha sido la de ser sumisa,


obediente al hombre. Las mujeres sin poder seguir sobrellevando esto hacen sentir su voz
de protesta frente a una desigualdad acarreada de siglos. A medida que las sociedades
antiguas fueron evolucionando en el tiempo, el rol de la mujer también cambió, aunque
no todo para bien. Desde las sociedades cazadoras y recolectoras hasta las sociedades
agrícolas sedentarias, las responsabilidades y aspiraciones de las mujeres fueron
diferentes.

En los últimos tiempos la mujer ha ido luchando ferozmente por sus derechos a la
igualdad frente a los hombres, debido a que estos últimos son como siempre considerados
los de alto mando y más preparados. Debido a la educación recibida dentro de una familia
tradicionalista las mujeres, hasta hoy, han sido educadas sobre todo para las labores
domésticas y el cuidado y la educación de los hijos, en comparación con los hombres, que
lo han sido para ser los proveedores y protectores del hogar (Valdez-Medina, Díaz-Loving
& Pérez, 2005). Esta perspectiva tradicionalista, cargada de normas, creencias y valores,
dominante en la cultura hasta la actualidad a traído consigo graves conflictos. Pero a pesar
de todo la mujer ha ido ganando en parte su lucha recibiendo apoyo de distintas indoles,
en la sociedad. Pero a pesar de todo, el machismo sigue muy presente en la sociedad, y
esto lo sabe muy bien el Perú. Uno de los retos para mejorar esta penosa situación de rol
que ocupa la mujer de inferioridad es la educación, la mejor arma para cambiar y
transformar el mundo. La educación nos permite evaluar los argumentos, identificar
injusticias, aunque no sean cometidas contra nosotros mismos, y da a las víctimas de estas
injusticias las herramientas para enfrentarlas. No es secreto que desde hace décadas
nuestro país arrastra serios retrasos en educación, como tampoco es secreto que el Perú
es un lugar donde las mujeres viven en condiciones altamente desfavorables.
Bibliografía

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