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JESÚS, LA

RESURRECCIÓN
Y LA VIDA
Jesús como la Resurrección y la Vida
(Comparación ó Símil)
Mateo Marcos Lucas Juan
------------- ------------- ------------- 11:25

Fuente:
Estudio Bíblico “Jesús, los YO SOY”.
Alianza Cristiana y Misionera “Iglesia El Encuentro
Bíblico”.
Autor: Javiel A. Sánchez C.
Venezuela, Estado Carabobo, Ciudad de Valencia “San

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Diego”.
JESÚS (YO SOY La Resurrección y La Vida).

Juan 11:25
25. Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en
mí, aunque muera, vivirá.
Glosario
Comparación: Acción y efecto de comparar. Igualdad
y proporción correspondiente entre las cosas que se
comparan. Grados de comparación, expresan una idea
de evaluación con respecto a un punto de
comparación.
Creer: Dar por cierta una cosa que no está comprobada o
demostrada.
Muerte: Cesación completa y definitiva de la vida. La vida
viene de Dios. La separación de Dios es separación de la
vida. El pecado es separación de Dios. Por lo tanto, el ser
humano, al pecar muere, no sólo materialmente, sino en
su espíritu. La muerte espiritual precede a la material. Las
escrituras enseñan que los hombres sin Cristo están
“muertos en sus delitos y pecados” (Ef. 2:1).
Resurrección: Acción y efecto de resucitar. Retorno a la
vida de Jesucristo, al tercer día después de su muerte. No
debe confundirse el concepto de inmortalidad con el de
resurrección. La resurrección de Cristo es la garantía de
aquellos que creen en él también resucitarán. Los
creyentes, entonces, tienen la esperanza de la
resurrección como algo glorioso.
Símil: Comparación, expresión de la semejanza o de
la igualdad entre dos cosas. Figura retórica que
consiste en comparar dos términos de diferente
categoría y naturaleza que guardan entre sí una
semejanza metafórica.
Vida: Conjunto de Propiedades características de los
animales y de los vegetales transmisible a la

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descendencia. El existir, el llegar a ser de un individuo.
Según la biología es el período de tiempo entre el
nacimiento y la muerte física. La vida es movimiento,
acción. El origen de la vida está en Dios. La Vida
Eterna es una vida que no cesa, que se prolonga
indefinidamente.
La deidad de Cristo (Análisis de John-MacArthur)
Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que
cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que
vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?
(Jn. 11:25-26).
Estos   versículos   recogen   parte   de   la   conversación   entre
Jesús y Marta, cuatro días después de la muerte de Lázaro, el
hermano de Marta y María, y justo unos momentos antes de que
Jesús lo resucitara de entre los muertos.
Retando a Marta a ir más allá de la creencia abstracta en la
resurrección final para completar su fe en Él, “le dijo Jesús: Yo
soy   la   resurrección   y   la   vida”.   Esta   es   la   quinta   de   las   siete
afirmaciones   de   deidad  “YO   SOY”  en   el   Evangelio   de   Juan
(6:35; 8:12; 10:7, 9, 11, 14; 14:6; 15:1, 5). El enfoque de Marta
estaba en el final de los tiempos, pero el tiempo no es obstáculo
para Aquel que tiene el poder de la resurrección y la vida  (cp.
5:21,  26).   Jesús   levantará   a   los   muertos   en   la   resurrección
futura de la que hablaba Marta. Pero también iba a resucitar a
su hermano inmediatamente. El Señor la llamó a confiar en Él
como el único que tiene poder sobre la muerte.
Las   dos   siguientes   declaraciones   de   Jesús   no   son
redundantes:  “El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y
todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente”. Estas
enseñan dos verdades separadas, aunque relacionadas. El que cree
en   Jesús,   aunque   esté   muerto   físicamente,   vivirá   porque   Él   lo
levantará en el día postrero (5:21, 25­29; 6:39­40, 44, 54). Y como
todo aquel que vive y cree en Él tiene vida eterna (3:36; 5:24; 6:47,

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54), no morirá eternamente en lo espiritual pues la muerte física
no puede  extinguir  la  vida  eterna.  De  aquí  que quien confíe en
Cristo pueda decir exultante: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?
¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (1 Co. 15:55).
Con el reto de Jesús a Marta,  “¿Crees esto?”, no le estaba
preguntando   si   creía   que   estaba   a   punto   de   resucitar   a   su
hermano.  El Señor la estaba llamando personalmente a creer
que solo Él era la fuente del poder de la resurrección y la vida
eterna. R. C. H. Lenski escribe:
Creer “esto” es creer lo que Él dice de sí
mismo; luego, es creer “en Él”. Una cosa es oír,
razonar y argumentar sobre algo; otro bien
diferente es creerlo, aceptarlo, confiar en ello.
Creer es recibir, asir, disfrutar la realidad y el
poder, con todo lo que implica en alegría, consuelo,
paz y esperanza. La medida de nuestra creencia,
que no es la medida de nuestras posesiones, sigue
siendo la medida para disfrutar la resurrección y la
vida, porque la fe más pequeña tiene
completamente a Jesús, quien es estas cosas.
Dado su amor infinito por el alma de Marta, Jesús le señaló
la única fuente de la vida espiritual y bienestar: Él.
La afirmación de Marta, de fe en Jesús, está al mismo nivel
que otras grandes confesiones de su identidad en los Evangelios
(1:49; 6:69; Mt. 14:33; 16:16). Anticipa el propósito declarado de
Juan al escribir su Evangelio:  “Pero éstas se han escrito para
que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que
creyendo,   tengáis   vida   en   su   nombre”  (20:31).   Marta   declaró
enfáticamente  (el   texto   griego   tiene   el   pronombre   personal,
además   del   verbo)  tres   verdades   vitales   sobre   Jesús:   como
Andrés (1:41), confesó que Él era el Cristo o Mesías; como Juan
el Bautista (1:34), Natanael (1:49) y los discípulos (Mt. 14:33),

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afirmó que era el Hijo de Dios; finalmente, como lo predecía el
Antiguo Testamento (cp. Is. 9:6; Mi. 5:2), se refirió a Él como el
que  “ha venido al mundo”, el libertador enviado por Dios  (Lc.
7:19­20; cp. Jn. 1:9; 3:31; 6:14).

Comentarios Bíblicos (Biblia de estudio MacArthur):


Juan 11:25-26 = Esta es la quinta en una serie de siete grandes
declaraciones de Jesús que comienzan con la frase “Yo soy” (vea 6:35;
8:12; 10:7, 9; 10:11, 14). Con esta declaración, Jesús hizo pasar a Marta
de una creencia abstracta en la resurrección que tendrá lugar “en el día
postrero” (cp. 5:28, 29) a una confianza personalizada en aquel quien es
el único que puede levantar a los muertos. Ni la resurrección ni la vida
eterna existen sin la intervención del Hijo de Dios. El tiempo (“en el día
postrero”) no es barrera para aquel quien posee el poder de la
resurrección y la vida (1:4), por lo cual Él puede dar vida en cualquier
momento y a quien quiera.
Comentario (Matthew Henry):
Juan 11:17-32 (Cristo, arriba a Betania) “Aquí había una casa
donde estaba el temor de Dios y sobre la cual reposaba su bendición,
pero fue hecha casa de duelo. La gracia evita el duelo en el corazón, pero
no el de la casa.
Cuando Dios, por su gracia y providencia, viene a nosotros por
caminos de misericordia y consuelo, como Marta, debemos salir por fe,
esperanza y oración a encontrarlo. Cuando Marta salió a encontrar a
Jesús, María se quedó tranquila en casa; anteriormente este
temperamento fue ventajoso para ella, cuando la puso a los pies de Cristo
para oír su palabra, pero en el día de la aflicción, el mismo temperamento
la dispuso a la melancolía. Sabiduría nuestra es velar contra la tentación y
usar las ventajas de nuestro temperamento natural.
Cuando no sabemos qué pedir o esperar en particular,
encomendémonos a Dios; dejémosle hacer lo que le plazca. Para
aumentar las expectativas de Marta, nuestro Señor declara que es la
Resurrección y la Vida. Es la resurrección en todo sentido: fuente,
sustancia, primicia, y causa de la resurrección. El alma redimida vive
feliz después de la muerte y, después de la resurrección, el cuerpo y el
alma son resguardados de todo mal para siempre.
Cuando leamos u oigamos la palabra de Cristo sobre las grandes

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cosas del otro mundo, debemos preguntarnos ¿creemos esta verdad? Las
cruces y los consuelos de esta época no nos impresionarían tan
profundamente como lo hacen, si creyéramos como debemos las cosas de
la eternidad.
Cuando Cristo, nuestro Maestro, viene, nos llama. Él viene en su
palabra y ordenanza, y nos llama a ellas, nos llama por ellas, y nos llama
a sí mismo. Los que, en un día de paz, se ponen a los pies de Cristo para
que les enseñe, pueden, con consuelo, echarse a sus pies para hallar su
favor en un día de inquietud”.

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