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EL NO ES UN SÍ DISFRAZADO DE MÉDICO

Asustado y con un frio helante, un pequeño de apenas 9 años de edad espera


en la sala de un hospital, lo que sería su examen número quince del mes. Su
mano entrelazada con el héroe de infancia a tamaño escala y la imagen de
Jesús colgada en su cuello, sus únicos acompañantes.

Año 1.991, el Hospital de Clínicas Caracas, atendía las emergencias y los


casos más complicados que existían en el país. Precisamente en el mes
febrero de ese año, la Sra Adelhai a quien le sobraba angustias en los ojos,
ingresó a urgencias a su hijo, el cual presentaba un cuadro clínico bastante
complejo.

Raulito, conocido así en el vecindario por el nombre de pila de su padre,


siempre fue un niño que levantaba admiración en sus maestros, debido a lo
aplicado y respetuoso que solía ser. En lo que va de año, ha desmejorado
notablemente en la escuela, perdió toda capacidad de concentración, se le ve
errante por los pasillos, muchas veces olvidaba la merienda en los rincones del
patio de juegos. Ese comportamiento extraño le valió la burla de sus
compañeros, la mente del infante era una gran nube gris que solo seguía
instrucciones de su nuevo huésped. Hasta que una tarde lluviosa, su cerebro
convulsionó y el corazón de su madre se estremeció.

Pruebas a su sangre, agujas en sus manos, descargas de corriente, mapas de


su cerebro, le daban la impresión al pequeño que era un ser de otro planeta;
observaba cada vez más rostros con batas blancas que venían hasta él, con
dudas en el rostro y una sonrisa forzada.

Su mamá, una humilde trabajadora de oficinas, debido a las faltas constantes,


perdió su empleo y utilizó hasta sus últimos recursos para buscar al menos la
razón de que su pequeño estuviese así. Las drogas impuestas por uno, de la
larga lista de médicos, provocaba a Raulito alucinaciones y sueños tan eternos
como la tristeza misma. Estaba en cuerpo presente pero su alma lo había
abandonado.

La Sra Adelhai acudió sin titubeos a cuanta oportunidad de curar a su hijo


tuviese… rezos, terapias, homeópatas, formaban un torbellino oculto de
esperanzas. En abril de ese mismo año en la consulta de un médico laureado
del país, el niño y su mamá reciben un dardo en sus corazones, un rotundo “No
tiene cura”; probó las habilidades de la progenitora para contener el llanto y la
rabia, pero no fueron suficiente para rendirse y solicitar otra opinión.

Corría el mes Mayo, muy cerca a la fecha de la celebración del cumpleaños de


Raulito y con un examen más simple que económico, el médico amigo de la
familia y proveniente de los andes Dr. Simeón Calderón, dio con la causa de
aquella rara enfermedad.

Con un tono bastante sereno, el Puericultor dijo “Pues nunca lo he visto, ni


siquiera el primer caso, pero lo he estudiado, tu hijo sufre de Korea
Reumática”… Una infección en su garganta fue el ascensor de una bacteria
que en éste momento es huésped en su cerebro. La madre de Raulito con voz
temblorosa le preguntó al galeno ¿y tiene cura?.... Acomodándose los lentes en
el pasaje de la nariz, dirigió a ella unas palabras: “antes de decirle a alguien
que no… hay que darse la oportunidad de intentarlo”.

El médico pediatra, formuló una terapia de antibióticos de forma constante y


sistemática, suprimió el uso de drogas que producían efectos secundarios
(como dato importante se comunicó con el colega que las había recetado…).
Veía al niño en consulta dos veces por mes sin cobrar un solo céntimo. De esa
forma transcurrieron los días y el niño evolucionaba de forma lenta pero
favorable, hasta llegar a los 17 años de edad cuando a juicio del facultativo el
peligro había pasado, y el tratamiento debía abandonarse.

Año 2019, quien suscribe ésta crónica, invitó un café al Dr. Simeón Calderón,
pude ver que ya sus pasos son bastante lentos, y sus cabellos hace rato que
no están, pero no por ello cesa sus actividades. Ofrece sus conocimientos en
servicio de los demás como médico ocupacional. Tantas gracias le ofrecí como
burbujas tenía la leche y el café que nos tomamos, recordando los momentos
vividos. Él sólo me decía dale las gracias a Dios y a ese “No tiene cura” porque
fue el motivante del “Si es posible”.

Hugo Diaz “Raulito”

C.I.15.164.123

Nota: esta historia constituyó en mi vida un antes y un después, y aunque es


duro recordarla para mí fue un impulso que me permitió crecer.

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