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Música Tácita

Deberíamos empezar por considerar al momento de estar junto al público la posi

bilidad de no hacer absolutamente nada. No como la negación de la acción misma en escena sino
como una apertura hacia el todo posible, como una expansión de lo que entendemos por hacer algo.
Es justamente en ese momento cuando podemos concentrarnos profundamente en nuestro sistema
perceptivo, que nunca para de recibir información del exterior (público-entorno) y del interior
(nosotros mismos). Procesar la información recibida es en sí mismo un acto de composición ligado
al concepto de identidad. Habitar el vacio se vuelve tan importante como el acto de llenarlo,
escuchar es tan importante como tocar.

Podríamos imaginar una nota desde sus cualidades espectrales, temporales, dinámicas, tímbricas,
etc. y recién cuando lo consideremos necesario materializarla por medio del instrumento que
estemos utilizando. No hay necesidad de que durante este proceso interno debamos llenar el
espacio. Tocar se vuelve una instancia de conocimiento y no una mera exposición continua y
unidireccional de notas carentes de elemento. Una sinusoide con su ausencia de maquillaje puede
volverse infinitamente interesante no solo por su pureza sino por su poder de evocación. Debemos
centrar la atención en las complejas formas de percepción para expandir lo que entendemos como
universo sonoro. Pensando al público y al performer como un todo inmerso en un evento
determinado compartido, pero también a cada uno como entidad paralela con múltiples
interpretaciones.

El concepto de música tácita propone ser intérprete y oyente a la vez, momento en el cual el
observado se vuelve también observador. Desde esta dualidad se construye el relato en el tiempo,
hecho fundamental para que se produzca cualquier fenómeno audible. La construcción de una
escultura sonora requiere de un trabajo artesanal donde todo movimiento afecta o incide
notoriamente sobre lo ya construido. La producción de sentido se vuelve un acto creativo, lejos de
toda pasividad dirigida a un público domesticado. Oír, mirar, oler, tocar, degustar y otras formas de
percepción posibles entran en juego. El sistema dominado por los principios de eficiencia y control
se resquebraja. La reciprocidad se hace presente. Los elementos del discurso presentados
hipertextualmente, utilizando el silencio como criterio de enlace recurrente, invitan a la
reconstrucción por medio de la desfragmentación y el uso de los diversos tipos de montaje.

Así como somos consientes de las limitaciones de las palabras a la hora de comunicar una idea, esto
sucedería si pensáramos que un concierto esta dado solo por los sonidos o por las imágenes
mentales que se generan en nuestro cerebro. Por el contrario, todo el espectro sensible se
manifiesta, incluso el universo tácito. Un mundo interno, por más radical que pueda parecer, al
transmutar en materia cuando es sincero penetra en el otro alterando su concepto de realidad
aparente.

Federico Barabino
2019

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