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Ceguas, Chanchas y Micas Brujas

Tomado de “Chanchas y micos brujos. Ceguas”, Enrique


Peña Hernández: folklore de Nicaragua. Editorial Unión,
Masaya, 1968)

Aseguran los indios de Monimbó que hay mujeres en el barrio


que tienen la manía de ser brujas, que se transforman, por ser
conformes con su manía, en chanchas, y micos brujos y en
ceguas.

Todas estas mujeres poseen un guacal grande y blanco. A las


once de la noche, hora en que los tunantes salen de una choza
a otra, las mujeres se dan tres volantines para atrás y tres para
adelante, echando el alma por la boca en el guacal grande y
blanco al final del tercer salto delantero.

Vomitada el alma, quedan ellas convertidas en el ser brujo en


que decidieron convertirse antes de dar los volantines; por cuanto tienen poder arbitrario de
transformación.

El objetivo primordial de estas transformaciones es el ejercer venganza o causar daño a los hombres
y mujeres, por causa de celos, rivalidades, despechos o enemistades enconadas por motivos
pasionales, etc.

Y así estas brujas, prevalida de la oscuridad nocturna y del amiente de superstición que respira la
población indígena –en extremo crédula y de imaginación fantástica-, llevan a efecto sus correrías y
asustamientos a sus anchas.

Como ceguas, después de vomitar el alma queda transformada en mueres jóvenes. Sus vestido
son de hojas de guarumo; sus cabelleras, que le llegan hasta la cintura, de cabuya y sus dientes
están recubiertos de cáscara de plátano verde, de manera que cuando hablan s les oye la voz
cavernosa y hueca.

Se les ha visto introducirse en los patios sembrados de jazmines y lirios; bajo de limoneros y naranjos
en flor; bajo de los aromos; y colocarse en la cabeza flores de penetrante perfume.

Ellas solo tienen un decidido afán: perseguir a los hombres tunantes y castigarlos. Todas las ceguas
son amigas y trabajan en compañía. Se entienden unas a otras por medios de silbidos agudos
prolongados, y tienen una agilidad asombrosa en las pierna. Pues la acaban de ver en una esquina
y de pronto se les divisa a dos cuadas de distancia. Por eso “aseguran” que carecen de pies y que
vuelan.

Pues bien una vez sorprendido y acorralado un tunante por una o más ceguas, si este no anda
revenido con sus granos de mostaza oraciones “protectoras” queda inmóvil y como petrificado, pierde
la voz y sus fuerzas, y pierde con frecuencia todo lo que llevan encima.
Las ceguas lo golpean, lo aruñan, lo pellizcan, le frotan la cara y los brazos y lo tiran exánime al
suelo y allí lo dejan y se retiran, luego, carcajeándose.

La victima pasa allí hasta el amanecer, sin sentido respirando fatigosamente.


Los vecinos lo recogen y lo llevan a su posada Y las comadres del barrio comentan apesaradas y
medrosas: “si esta jugado ‘e cegua el pobre. A lo mejor se muere, por que está prendido en
calentura”.

El “jugado ‘e cegua” pasa en estadio de idiotez y tartamudo y con fiebre alta por espacio de ocho
días. Delira frecuentemente y crisis nerviosas alarmantes.

Es algo extraordinario e inverosímil, pero es palmario el estado de enfermedad de estos hombres,


que la noche anterior estuvieron sanos y normales y fueron encontrados tendidos en la calle,
inconscientes y con muestra de haber sido agredido mujerilmente.

Cuando el sorprendido por las ceguas es un hombre listo y avisado, apenas las ve ceca, les lanza
puñados de granos de mostazas, se quita el sombrero y se los
tiende sostenido con la mano derecha, cuidando de que lo hueco
de la copan quede al lado de ellas.

Son secretos indígenas que produce excelentes resultados.


Las ceguas se dedican afanosamente a recoger del suelo los
granos de mostaza, el tunante prosigue su camino.

Si al rayar el alba las ceguas todavía no han terminado de


recoger la mostaza –obligación de la que se pueden sustraer-.,
entonces mueren, mueren porque la luz natural les lleva muerte;
mueren porque no pueden tragarse el alma que antes vomitaron.
natural les lleva muerte; mueren porque no pueden tragarse el
alma que antes vomitaron. Pues las ceguas, cuando calculan
que se va extinguir a oscuridad, vuélvanse a tragar el ala
vomitada antes y quedan reintegradas a su verdadero ser,
tornan a ser mujeres corrientes y molientes.

Igual cosas hacen las micas y chanchas brujas: tragan el alma


para volver a ser mujeres al amanecer.

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