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El objetivo primordial de estas transformaciones es el ejercer venganza o causar daño a los hombres
y mujeres, por causa de celos, rivalidades, despechos o enemistades enconadas por motivos
pasionales, etc.
Y así estas brujas, prevalida de la oscuridad nocturna y del amiente de superstición que respira la
población indígena –en extremo crédula y de imaginación fantástica-, llevan a efecto sus correrías y
asustamientos a sus anchas.
Como ceguas, después de vomitar el alma queda transformada en mueres jóvenes. Sus vestido
son de hojas de guarumo; sus cabelleras, que le llegan hasta la cintura, de cabuya y sus dientes
están recubiertos de cáscara de plátano verde, de manera que cuando hablan s les oye la voz
cavernosa y hueca.
Se les ha visto introducirse en los patios sembrados de jazmines y lirios; bajo de limoneros y naranjos
en flor; bajo de los aromos; y colocarse en la cabeza flores de penetrante perfume.
Ellas solo tienen un decidido afán: perseguir a los hombres tunantes y castigarlos. Todas las ceguas
son amigas y trabajan en compañía. Se entienden unas a otras por medios de silbidos agudos
prolongados, y tienen una agilidad asombrosa en las pierna. Pues la acaban de ver en una esquina
y de pronto se les divisa a dos cuadas de distancia. Por eso “aseguran” que carecen de pies y que
vuelan.
Pues bien una vez sorprendido y acorralado un tunante por una o más ceguas, si este no anda
revenido con sus granos de mostaza oraciones “protectoras” queda inmóvil y como petrificado, pierde
la voz y sus fuerzas, y pierde con frecuencia todo lo que llevan encima.
Las ceguas lo golpean, lo aruñan, lo pellizcan, le frotan la cara y los brazos y lo tiran exánime al
suelo y allí lo dejan y se retiran, luego, carcajeándose.
El “jugado ‘e cegua” pasa en estadio de idiotez y tartamudo y con fiebre alta por espacio de ocho
días. Delira frecuentemente y crisis nerviosas alarmantes.
Cuando el sorprendido por las ceguas es un hombre listo y avisado, apenas las ve ceca, les lanza
puñados de granos de mostazas, se quita el sombrero y se los
tiende sostenido con la mano derecha, cuidando de que lo hueco
de la copan quede al lado de ellas.