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Universidad de San Carlos de Guatemala

Escuela de Ciencia Política

Ejercicio Profesional Supervisado -EPS-

Ensayo de Investigación

Participación política de las mujeres en el proceso electoral 2019: el caso de San Pedro
Soloma, Huehuetenango

Municipalidad de San Pedro Soloma, Huehuetenango

María Alejandra Patal Gutiérrez

201315501

Licenciatura en Ciencia Política

Septiembre de 2019
Participación política de las mujeres: el caso de San Pedro Soloma, Huehuetenango

Introducción

“Participación política de las mujeres: el caso de San Pedro Soloma,


Huehuetenango”, es una propuesta de investigación que gira en torno a dos variables
fundamentales para la ciencia política guatemalteca: la participación política y su relación
con el género. Ambas categorías encuentran relación, puesto que, la participación plena de
las mujeres en la esfera pública fortalece el sistema democrático guatemalteco.

El ensayo giró en torno a las siguientes preguntas ¿Cuál es el nivel de participación


política de las mujeres en San Pedro Soloma? y ¿Qué situaciones condicionan la
participación política de las mujeres en San Pedro Soloma? Para llegar a estos niveles de
análisis se utilizó el método deductivo, de tal manera que se inició con un breve bosquejo
teórico acerca de lo público y privado, y que ha sido ampliamente discutido por las teóricas
feministas, entrelazado con el desarrollo histórico mundial de la lucha de las mujeres para
ejercer plenamente sus derechos políticos; seguidamente se describe la historia de la
participación política de las mujeres en Guatemala para pasar al análisis de los niveles de
participación política, tanto en el ámbito nacional, como municipal.

Posteriormente, se aborda la situación particular de San Pedro Soloma, y se


responden las preguntas planteadas anteriormente. En las conclusiones se encuentran
contenidas las reflexiones acerca de cómo abordar el problema en mención, y, por último,
se enlistan las referencias que acompañaron en la elaboración de este ensayo.

“Cuando una mujer entra en política, la mujer cambia;


Cuando muchas mujeres entran en política, cambia la política”
Michelle Bachelet

A lo largo del siglo XVIII se establece la democracia representativa como el nuevo


sistema de gobierno en Occidente; el concepto de ciudadanía se amplía, y deja el contenido
que lo caracterizaba en la antigua Grecia, en donde sólo se reconocían como ciudadanos a
los hombres libres y propietarios. La nueva categoría de ciudadanía abarcaba a la gran clase
proletaria, sin embargo, no modificó las jerarquías sexuales que caracterizaban a la polis
griega; las mujeres no llegaron a ser consideradas como ciudadanas de pleno derecho dado
que se les veía como seres inferiores destinadas a la reproducción y crianza de los niños y
niñas (Galicia, Monzón y Vásquez, 2013, p.12).

Para las mujeres el argumento basado en género ha trascendido orígenes, clases y


culturas; a pesar de haber sido protagonistas en los movimientos revolucionarios durante el
siglo XVIII no lograron reivindicar su posición en el nuevo sistema político,
contradiciéndose así los postulados filosóficos de la Ilustración y la modernidad. Sin
embargo, fue en esta coyuntura política en donde iniciaron las luchas reivindicadoras de las
mujeres, las cuales buscan el reconocimiento como ciudadanas y que a pesar de haber
pasado casi dos siglos aún no han culminado (Galicia et al., 2013, p.12).

Paralelo a la lucha por los derechos políticos, las mujeres reclamaron el derecho a la
educación, el cual había sido negado por su condición de género; por su parte, las obreras
concentraron sus esfuerzos en la lucha por los derechos laborales, puesto que, en pleno
auge de las revolución industrial, las mujeres fueron expuestas a condiciones de trabajo
mucho más deplorables que los hombres (Galicia et al., 2013, p.12).

Las luchas de las mujeres por la ciudadanía, expresadas en manifiestos, tratados y


manifestaciones públicas han contribuido y ampliado el concepto de democracia y política,
no solo porque cuestionaban el nuevo sistema político que las excluía, sino porque
posicionaron el debate, que aún no ha sido resuelto, sobre la separación de lo privado y lo
público, siendo el primer ámbito para las mujeres, y el segundo, exclusivamente para los
hombres; argumento que aún sigue siendo utilizado para obstaculizar la participación plena
de las mujeres en el mundo de la política (Galicia et al., 2013, p.12-13).

A pesar del avance lento, se ha logrado introducir al debate público las cuestiones
de la vida privada; planteamiento que fue resumido por las feministas en la frase “lo
personal es político”, frase que logra condensar el objetivo de las luchas que han llevado las
mujeres a lo largo de estos años, y modificar el contenido de la agenda política. La acción
política de las feministas ha logrado transformar las experiencias cotidianas e individuales
de las mujeres en problemas de interés colectivo, ubicándolos en una perspectiva social que
aprehende las relaciones en el ámbito privado como espacios para la construcción de
igualdad y libertad, y que, a su vez, posiciona nuevos conflictos para el sistema político,
puesto que amplia su marco de acción (Galicia et al., 2013, p.13).

En este proceso también se resignifica la categoría de participación política


asumiendo a las mujeres como ciudadanas, como sujetas de derechos tanto en el
ámbito privado como en el público, lo cual a su vez trae como exigencia una
readecuación de la relación entre la esfera pública y la privada, no en el sentido de
fusionarlas sino de construir la libertad de pasaje de una para otra, sin subyugación
o apropiación de los intereses de cada una, y superando la separación rígida entre
ambas […] (Galicia et al., 2013, p.13).

No obstante, la ausencia de las mujeres en la vida pública sigue latente; el grupo


dominante ha recurrido a argumentos paternalistas, y en ocasiones misóginos, que plantean
que el rol de las mujeres como cuidadoras de la familia, o la fragilidad femenina son
incompatibles con la dureza de la esfera pública. Incluso se ha afirmado que existen
condiciones psicológicas que no permiten que las mujeres se involucren plenamente en la
vida política, o bien que las mujeres no se sienten atraídas por el poder; sin embargo, estas
argumentos cargan con la negatividad de aceptar que las mujeres tienen el pleno derecho, al
igual que los hombres, a dirigir el Estado y participar activamente en otros espacios de la
esfera pública (Galicia et al., 2013, p.14).

Hoy por hoy, es innegable que las mujeres han logrado ganar espacios tanto a nivel
legal como institucional, sin embargo, los datos aún evidencian que en ningún país hay
igualdad entre hombres y mujeres en la esfera pública y los espacios de toma de decisión.
“Aún persiste en el imaginario colectivo y en las prácticas sociales, barreras ideológicas
que descalifican a las mujeres en su calidad de políticas” (Galicia et al., 2013, p.14).

En la historia guatemalteca, el establecimiento de la república en el siglo XIX no


implicó cambios en las jerarquías de poder. La segregación racial y sexual que caracterizó
la Colonia persistió hasta la Revolución de 1944, cuando se reconoció el derecho al voto a
las mujeres alfabetas y a la mayoría de los campesinos e indígenas. Es en esta coyuntura en
donde se registran las primeras incursiones de las mujeres en la vida política del país, no
obstante, éstas fueron obstaculizadas con la eclosión de la contrarrevolución, y posterior
conflicto interno. A pesar de que el nuevo sistema cumplía con los requisitos de elecciones
y alternancia en el poder, gobernaba autoritariamente, lo que limitó los espacios de
participación ciudadana, no sólo para las mujeres, sino para la sociedad en general (Galicia
et al., 2013, p.15).

A pesar de que en 1965 se ampliaron los derechos políticos a todas las mujeres
guatemaltecas, las condiciones para participar en política eran hostiles. Entre 1966 a 1978
solo hubo cuatro diputadas, las cuales han pasado inadvertidas en la historia política del
país. Por otro lado, las pocas apertura de los espacios políticos también empujaron a
mujeres a incorporarse a las organizaciones guerrilleras (Galicia et al., 2013, p.16).

Después de uno de los periodos más sangrientos del conflicto armado interno, en
1984 se convoca a una Asamblea Constituyente, que promulgó la actual Constitución
Política de la República, y convocó a elecciones democráticas. A partir de 1985 se han
realizado nueve procesos electorales, sin embargo, aún persiste un desbalance en términos
de participación y representación de mujeres, especialmente indígenas, en el escenario
político (Galicia et al., 2013, p.16).

Un factor a destacar es la emergencia del movimiento de mujeres en la segunda


mitad de los años ochenta, […] que abrió las posibilidades para que las mujeres
empezaran a organizarse desde referentes de autonomía para denunciar los efectos
de los años de represión y para hacer valer sus derechos como humanas. Desde la
experiencia de mujeres urbanas por un lado, y de mujeres indígenas, ladinas pobres,
campesinas y rurales que habían vivido exilio y desplazamiento por otro, se fueron
ampliando los discursos, las demandas, el número de grupos y organizaciones con
objetivos, más o menos explícitos, de alcanzar posiciones de presentación y
decisión política (Galicia et al., 2013, p.16).
Los diagnósticos realizados en aquellos años evidenciaron las disparidades entre
hombres y mujeres, así como las barreras históricas, políticas, económicas y culturales que
obstaculizaban la plena participación de las mujeres en el ámbito político. Muchos de esos
resultados se plasmaron en los Acuerdos de Paz, impulsando así una agenda que incluía el
fortalecimiento de sistema democrático, el reconocimiento de la diversidad étnica, la
garantía de derechos y las condiciones mínimas de bienestar que fueron negadas a la
mayoría de las mujeres, principalmente indígenas (Galicia et al., 2013, p.16).

En este marco se destaca la creación, en 1997, del Foro Nacional de la Mujer, el


cual logró movilizar a más de treinta y cinco mil mujeres en todo el país. Las consultas
acerca de sus necesidades e intereses fueron plasmadas en la Política Nacional de
Promoción y Desarrollo Integral de las Mujeres Guatemaltecas -PNPDIM- (Galicia et al.,
2013, p.16).

Además, desde esos años, diferentes grupos de mujeres han impulsado reformas a la
Ley Electoral y de Partidos Políticos -LEPP-, para establecer cuotas de participación para
las mujeres en los partidos políticos, y los procesos de elección en general, esto como un
mecanismo temporal que permita cerrar las brechas entre hombres y mujeres en la esfera
pública guatemalteca. En la propuesta más reciente de reforma al articulo 212 de la LEPP,
presentada en 2015, se planteaba buscar la paridad y alternancia, ya que las planillas de
elección popular deberían llevar, según la propuesta, cantidad igualitaria de hombres y
mujeres, indígenas y mestizos, con base al último censo poblacional del Instituto Nacional
de Estadística -INE- (Galicia et al., 2013, p.17).

Por otro lado, en el 2002 fue aprobada la trilogía de leyes – Consejos de Desarrollo
Urbano y Rural, Código Municipal y Descentralización- la cual permitió la ampliación de
los espacios para la participación de las mujeres en el ámbito local, en donde
históricamente han estado excluidas. Adicionalmente, las organizaciones de mujeres han
insistido en que el Estado asume los compromisos adquiridos con los Acuerdos de Paz en
materia de institucionalización de las políticas públicas a favor de las mujeres, de esta
cuenta, se ha exigido el fortalecimiento de la Defensoría de la Mujer Indígena -DEMI-, la
Secretaría Presidencial de la Mujer -SEPREM-, y de la Coordinadora Nacional de
Prevención de la Violencia contra las Mujeres -CONAPREVI-, así como de otras
instituciones (Galicia et al., 2013, p.17).

En los últimos años, ha sido notoria la incursión de mujeres en espacios que


históricamente les había sido vedados, las artes, la literatura, los deportes, la justicia, la
academia, la economía, las iglesias, incluso las fuerzas armadas, y en todos éstos han
sobresalido. En la esfera política, aún siguen persistiendo altos índices de abstencionismo,
así como el inequitativo porcentaje de mujeres a puestos de elección popular, puesto que, a
pesar de que sus nombres aparezcan en los listados, sus candidaturas aparecen en
posiciones que no garantizan su elección. Esta situación se agrava cuando se profundiza
sobre la pertenencia étnica, de clase, la adscripción político ideológico y con el lugar de
residencia de las candidatas (Galicia et al., 2013, p.17).

En síntesis, las actividades públicas de las mujeres se ven afectadas por varios
factores: unos de orden simbólico, cultural e histórico, codificados en los sistemas
de representación social predominantes; otros, resultado de la lógica y las prácticas
que han caracterizado a la política en si misma; otros más, relacionados con la
forma como está organizada la vida social: con espacios públicos y privados
excluyentes entre sí. Todos estos elementos son sostenidos, reforzados y recreados
por estructuras económicas y sociopolíticas históricamente excluyentes (Galicia et
al., 2013, p.17).

La deficiencia en materia de apertura democrática, y de mecanismos que amplíen la


participación política y los derechos cívico-políticos de las mujeres continúa caracterizando
el quehacer político en el país. A pesar de que la región latinoamericana vive un momento
sin precedentes respecto a participación política femenina, superando en un 5% al promedio
mundial, la situación para Guatemala no se vislumbra en el mismo horizonte (Tello, 2018,
p.16).

Guatemala se encuentra en la posición 18 en un ranking de 19 países


latinoamericanos en función de los niveles de participación política de las mujeres en los
parlamentos. Mientras Bolivia, el único país de la región que ha superado la paridad, cuenta
con 53.8% de mujeres diputadas en la Asamblea Nacional, las mujeres en Guatemala
ostentan apenas el 13.9% de los escaños en el Congreso (Tello, 2018, p.16).

No obstante, la cifra de electoras en las últimas tres décadas se ha triplicado,


evidenciando una lenta pero paulatina formalización de la ciudadanía femenina. Para el
2015 las mujeres alcanzaron una mayoría histórica en el padrón electoral con el 54% de
participación, sin embargo, este aumento no se ha traducido a un incremento en el numero
de candidatas o mujeres electas en cargos de elección popular; “las candidaturas femeninas
han sido hasta hoy minoritarias en todas y cada una de las listas electorales que se han
postulado” (Tello, 2018, p.18). Para el 2015, del total de los 25,791 candidatos y candidatas
inscritas, únicamente 4,551 eran mujeres, representando únicamente el 17,65% de los y las
participantes en el proceso electoral.

Tabla 1
Candidaturas elecciones generales 20151, según sexo
Tipo de elección Femenino Masculino % mujeres
Presidente/a 2 12 14.3%
Vicepresidente/a 0 14 0%
Diputados/as por Lista Nacional 61 193 24%
Diputados/as Distritales 348 999 25.8%
Diputados/as al Parlamento Centroamericano 91 137 39.9%
Corporaciones Municipales 4,049 19,886 16.9%
Total 4,551 21,241 17.65%
Nota: Tomado de Tello (2018).

Durante el proceso electoral de 2015 se registró un retroceso sustancial en materia


de participación femenina en los binomios presidenciales; en 2011, 3 mujeres fueron
candidatas presidenciables frente a 7 candidatos, de igual manera 3 candidatas participaron
como vicepresidenciables frente a 7 hombres, por lo tanto, se redujo a menos de la mitad la
participación de mujeres y no se contó con presencia de mujeres indígenas como candidatas
a presidenta o vicepresidenta durante 2015 (Tello, 2018, p.19).

1
El informe más reciente acerca de la participación política de las mujeres es el del proceso electoral de 2015,
aún no se ha oficializado un informe del reciente proceso electoral de 2019, ni se han publicado las memorias
más recientes del Tribunal Supremo Electoral, de tal manera que los datos compartidos en este ensayo serán
los más actuales encontrados para agosto 2019.
Por su parte, las candidaturas a diputados/as tanto por listado nacional como
distritales con un 24 y 25,8% respectivamente, están por debajo de los parámetros
regionales que establecen un cupo reservado para las mujeres de un 30%, y al cual muchos
de los países vecinos han superado. El caso de Guatemala es particular, puesto que el
sistema electoral vigente, el cual permite elecciones directas por medio de listas cerradas,
sin cuotas para mujeres, ni mandatos de posición, permite que las candidaturas femeninas
estén a merced de la voluntad de los partidos políticos, de tal manera que los niveles bajos
de participación y elección de candidatas en el país está vinculado a los niveles de
democratización de los partidos políticos (Tello, 2018, p.19).

Por otro lado, la participación femenina en las candidaturas para las corporaciones
municipales es aún más alarmante; apenas un 16,9% de mujeres han sido parte de las listas
de candidaturas en los municipios del país. El número más alentador en los comicios de
2015 fueron las candidaturas de mujeres al Parlamento Centroamericano -PARLACEN,
puesto que el 39,9% de los y las participantes fueron candidatas femeninas (Tello, 2018,
p.19).

Al contrastar el número de candidaturas con el número de cargos obtenidos por las


mujeres los datos siguen siendo aún más desalentadores. Para las elecciones generales de
2015 y 2019, una mujer logró llegar a segunda vuelta, sin embargo, no logró ser electa, de
tal manera que en Guatemala aún no se ha logrado elegir a una mujer para el cargo de
Presidenta de la República. Por su parte, tanto en el proceso electoral de 2015 como en el
de 2019, no se ha registrado una candidatura femenina para el cargo de vicepresidenciable.
A pesar de esta situación, el posicionamiento de las mujeres en los mayores cargos de
elección popular del país es positivo; el electorado paulatinamente ha desmarcado
estereotipos de género en función del liderazgo de las mujeres, y las candidatas
presidenciables han logrado tomar protagonismo en los últimos dos procesos electorales.

Respecto al número de diputadas en el Congreso de la Republica, las mujeres


únicamente lograron alcanzar 22 de 158 curules, de tal manera que, entre las diputaciones
tanto en listado nacional como distritales, las candidatas alcanzaron un 13,9% de las
adjudicaciones. El 2015 fue el año en que más mujeres llegaron al hemiciclo parlamentario,
sin embargo, desde el primer proceso electoral, registrado en 1985, no se ha logrado
superar ni el 14% de representación femenina dentro del Congreso (Tello, 2018, p.22); los
hombres son quienes ocupan el mayor número de escaños, de tal manera que son ellos
quienes tiene mayores probabilidades de ser electos dentro de la Junta Directiva del
Congreso de la República, así como de liderar las comisiones de trabajo.

En Guatemala, las cifras sobre la representación femenina en los altos cargos


ministeriales, que son por designación, también son preocupantes. Para 2015,
Apenas 2 mujeres [ostentaban] un Ministerio de los 14 constituidos (14,29%), y tan
sólo 6 han sido nombradas como viceministras de un total de 50 cargos en este
segundo nivel (12%). Resulta importante destacar que por primera vez una mujer
indígena dirige el Ministerio de Trabajo. A nivel de Secretarías, la designación
femenina es levemente mayor a los Ministerios, ocupando las mujeres en este caso
el 27,8% del total de Secretarías y el 22,2% de las Subsecretarías. En los
departamentos, 5 mujeres han sido nombradas Gobernadoras (20,8%) (Tello, 2018,
p.21).

Por su parte, a pesar de ser el poder local el espacio más cercano a la ciudadanía es
precisamente ahí en donde las guatemaltecas tienen mayores obstáculos para participar
activamente en la política. En contraste a las tendencias registradas en la región
latinoamericana, en donde hemos pasado del 11% en 1996, hasta alcanzar el 29,9% en 2017
de mujeres en los concejos municipales (Tello, 2018, p.25), Guatemala no ha logrado
mejorar su índices de participación femenina en los municipios después de 34 años de
haberse realizado el primer proceso electoral de la era democrática.

Guatemala es el país con la menor cantidad de mujeres concejalas en América


Latina, de igual manera, es el segundo país con el menor número de alcaldesas en la región.
Paradójicamente, es el espacio local en donde las mujeres ejercen mayormente su
ciudadanía. Son ellas quienes participan de manera protagónica en las discusiones de
problemas asociados con la pobreza, la desnutrición, la educación, el medio ambiente, entre
otros, sin embargo, no han logrado institucionalizar su participación en los espacios de
toma de decisión municipales, esto es preocupante, porque en la medida que las mujeres no
ocupen cargos formales en la administración municipal, su incidencia en la elaboración de
políticas pública u otras acciones municipales será menguada.

Para los comicios de 2015 en Guatemala, las mujeres representaron únicamente el


16,9% de las candidaturas a las corporaciones municipales, por lo tanto, no podía esperarse
un resultado satisfactorio en el número de cargos obtenidos por las candidatas (Tello, 2018,
p.27).

Tabla 3
Candidaturas a las corporaciones municipales, por cargo y sexo, elecciones generales
2015
Cargos Mujeres Hombres Total % mujeres
Alcalde/sa 136 2185 2321 5,9%
Síndico/ca 515 4059 4574 11,2%
Síndico/ca suplente 335 1657 1992 16,8%
Concejal/a 2143 8897 11040 19,4%
Concejal/a suplente 919 3088 4007 22,9%
Nota: Tomado de Tello (2018).

El porcentaje de mujeres electas alcaldesas en Guatemala ha pasado del 2% en 2007


al 2,9% en 2010; “únicamente 10 mujeres fueron electas como alcaldesas en 338
municipios” (Tello, 2018, p.27). Por su parte, la elección de concejalas y sindicas tampoco
ha sido alentadora, solo un 7,3% y 11,1% de candidatas ha sido electas respectivamente;
paradójicamente, es en los cargos de suplencia en donde las mujeres han tenido mejores
resultados, pero son estos últimos datos los más desalentadores. A las mujeres se les suele
ofrecer espacios con pocas o nulas garantías de elegibilidad; al incluir a candidatas en los
cargos de suplencia, los partidos políticos o comités cívicos se jactan de una mayor
inclusividad, cuando esto dista de la realidad.
120
97.1 92.7
100 88.5 88.9 83.8
80
60
40
11.5 11.1 16.2
20 7.3
2.9
0
Alcalde/sa Síndico/ca Síndico/ca suplente Concejal/a Concejal/a suplente

Hombres Mujeres

Figura 1. Porcentaje de hombres y mujeres electos para las corporaciones municipales, elecciones generales 2015. Tomado de Tello
(2018)

Usualmente se suelen centrar los análisis de participación política de las mujeres en


la escala nacional, sin embargo, es indispensable estudiar lo que ocurre a nivel local, pues
es aquí en donde los liderazgos políticos, que posteriormente saltan a la arena nacional, se
forman y construyen. El ejercicio de una concejería es comúnmente el primer escalón para
quienes aspirar a ser alcaldes o alcaldesas de un municipio; por su parte, la municipalidad
es el vehículo a través del cual hombres y mujeres logran proyectarse a nivel regional o
nacional, de tal manera que el paso por el gobierno municipal es considerado la primera
escuela de liderazgo y gestión política para los líderes y lideresas (Tello, 2018, p.28).

En los municipios se suele dar una dinámica peculiar en función de las mujeres que
participan en los partidos políticos o comités cívicos; por una parte, muchas mujeres son
reclutadas por sus vínculos con otro referente político, usualmente masculino, de tal manera
que son las hijas, esposas y sobrinas y no necesariamente mujeres con experiencia en la
esfera política. Son instrumentalizadas para atraer los votos de los y las simpatizantes del
familiar antecesor, por lo tanto, se afirma que su participación suele ser simbólica. Sin
embargo, existen candidatas profesionales de un alto prestigio social dentro de la
comunidad, que son incluidas por su trayectoria y currículo. Paradójicamente, las mujeres
de manera general suelen argumentar que su participación política plena se ve amenazada
por “la falta de tiempo para conciliar las responsabilidades familiares, la sensación de que
la política es poco amable con las mujeres, así como la escasez de recursos suficientes para
asumir campañas electorales” (Tello, 2018, p.28-29).
No obstante, aun cuando algunas mujeres logran incorporarse a los gobierno
locales, suelen encontrarse con nuevas dificultades para el ejercicio de la
gobernabilidad, muchas de estas dadas por la informalidad de las relaciones de
poder y un sistema patriarcal predominante y hostil que menoscaba las reglas y,
asimismo, desprecia las capacidades de las mujeres. Prácticas habituales como el
caudillismo, el paternalismo, el asistencialismo y la violencia política en razón de
género, hacen del ámbito político municipal un escenario complejo y excluyente
para aquellas mujeres que intentan ‘salirse’ de los cánones asociados a los
estereotipos de género que se les imponen (Tello, 2018, p.29).

Esta es una realidad latente para la mayoría de solomeras. San Pedro Soloma se
encuentra ubicado en el área norte de Huehuetenango, a 75 Kms. de la cabecera
departamental, y a 33 Kms. de la Ciudad de Guatemala. Con 57,996 habitantes, de los
cuales el 51,59% son mujeres, es uno de los municipios con mejores indicadores de la
región, de tal manera que se constituye como el polo de desarrollo del área norte de
Huehuetenango (Cux, Noriega y Patal, 2019, p. 10-13), sin embargo, las mujeres siguen
siendo uno de los grupos más vulnerables.

De acuerdo con los datos recolectados por la Subestación 43-6-1 de la Policía


Nacional Civil -PNC- durante el año 2018, el 100% de las víctimas de violencia
intrafamiliar y violaciones en el municipio fueron mujeres. De los 12 casos reportados de
violencia sexual durante el año en mención, en 11 casos las victimas fueron féminas (Cux
et al., 2019, p.27).

Al hablar de las cifras de las mujeres en el ejercicio político, los datos son
parcialmente desalentadores. Entre 2003 a 2019, las mujeres votantes han aumentado en un
21,33%, siendo ellas ahora el mayor número de votantes en el municipio. Sin embargo, es
peculiar observar que el aumento de empadronadas coincide con el desarrollo de programas
de asistencia social impulsadas por el gobierno de Álvaro Colom, durante el cual las
mujeres se consideraron como un botín electoral. Por otro lado, es importante mencionar,
que San Pedro Soloma se caracteriza por los constantes flujos migratorios, en donde los
principales migrantes son los hombres, de tal manera que son las mujeres quienes
principalmente se mantienen en el municipio.

Tabla 4
Padrón electoral de San Pedro Soloma por sexo (2003-2019)
Año Mujeres Hombres Total % mujeres
2003 4055 7063 11118 36,47%
2007 6524 8488 15012 43,45%
2011 11213 10431 21644 51,80%
2015 12840 9155 21995 58,37%
2019 13565 9902 23467 57,80%
Nota: Elaboración propia, basado en las estadísticas del Tribunal Supremo Electoral -TSE- (2019).

No obstante, a pesar de representar el 57,80% del padrón electoral para 2019, solo
una mujer participó en las planillas municipales del reciente proceso electoral. De los seis
partidos políticos participantes, únicamente el Movimiento Político WINAQ incluyó a una
candidata en su planilla, en la posición de Concejar Titular 4.

Representantes de los otros cinco partidos solían abanderarse en la lucha por la


defensa de los derechos de las mujeres, sin embargo, su discurso se contradecía puesto que,
ninguno incluyó a una mujer en su planilla para optar a algún cargo de la Corporación
Municipal, ni en las casillas titulares, ni en las suplentes.

Al igual que en otros municipios de Guatemala, las solomeras suelen ser


instrumentalizadas para la captación de votos. Muchas de las lideresas que participan
activamente en los Comités Comunitarios de Desarrollo -COCODES-, o bien que lideran
grupos de mujeres en su comunidad fueron invitadas a ‘unirse’ a las agrupaciones políticas,
sin embargo, nunca se les fue ofreció un espacio que les permitiera aumentar sus
probabilidades de alcanzar un puesto de toma de decisión. Por su parte, el resto de las
mujeres que suelen apoyar a estas agrupaciones son quienes se encargan de brindar
servicios en las reuniones partidarias, son ellas quienes sirven y reparten el ‘café’ y el
‘tamal’, mientras los candidatos presentan y debaten propuestas electorales.

De acuerdo con las vivencias de las lideresas, que han, o bien, han tratado de
incursionar en la política local, una de las principales limitantes ha sido el factor
económico. A algunas de las lideresas se les solicitó sumas de dinero para apoyo en la
campaña electoral, sin embargo, muchas de ellas no contaban con los montos, así que su
participación dentro de las planillas no logró consolidarse.

Por otra parte, muchas lideresas argumentaron que en ocasiones sus


responsabilidades familiares eran irreconciliables con sus atribuciones políticas; el rol de
madres limita de sobremanera la participación de las mujeres en la esfera pública. Sin
embargo, es importante reconocer, que algunas de las lideresas solomeras cuentan con el
apoyo y respaldo de sus cónyuges, quienes no limitan el activismo de sus parejas pero que,
a su vez no asumen mayores responsabilidades en el hogar, a diferencia de la mayoría de
las mujeres en el municipio. No obstante, la mayoría de las mujeres que ostentan liderazgos
en Soloma ya sea dirigiendo una oficina del Estado o un grupo de mujeres, son madres y
mujeres solteras. Las lideresas no son vistas como el prototipo de ‘esposa’ para el solomero
tradicional. Muchas mujeres que se mueven en la esfera pública afirman que los solomeros
las prefieren ‘calladas’ y ‘dejadas’, que al involucrarse en actividades políticas minan sus
probabilidades de encontrar una pareja en la comunidad.

La ideología de género sigue marcando las dinámicas sociales de la sociedad


solomera; el rol que históricamente se le ha designado a la mujer no permite que éstas
incursionen plenamente en política, y si lo hacen son rechazadas por la comunidad, quienes
las señalan de malas mujeres o madres. A pesar de esta situación, las lideresas de San Pedro
Soloma, ya sea desde un partido político, una organización civil, un espacio en el Comité
Municipal de Desarrollo -COMUDE-, o un grupo de mujer siguen luchando por sus
derechos, y trabajando por el desarrollo de su comunidad.

Conclusiones

Las mujeres históricamente han sido un grupo relegado, más si hablamos de la


esfera pública. A pesar de los avances que se han tenido en la región latinoamericana,
Guatemala aún no ha logrado mejorar sus porcentajes de representación femenina en los
espacios públicos, y esta situación se evidencia en San Pedro Soloma, un municipio del
área norte de Huehuetenango.
Para coadyuvar a una efectiva representación de las mujeres en el sistema político
del país es necesario el compromiso de las instituciones del Estado para dar seguimiento a
las responsabilidades adquiridas en las políticas públicas que buscan fortalecer la
participación política de las guatemaltecas. La actual PNPDIM debe ser analizada, y sus
resultados deben ser medidos constantemente. Además, para 2023 ésta será revisada, y los
objetivos y metas serán nuevamente establecidos; éstas nuevas disposiciones deben
responder a las actuales demandas de la población femenina, y una de ellas es el
fortalecimiento de su participación en la vida política del país.

Por su parte, las Direcciones Municipales de la Mujer también deben ser


fortalecidas, puesto que son éstas las que se encuentran más cercanas a las mujeres. Las
directoras de esta oficina deben ser capacitadas en materia de formación político-ciudadana
con el objetivo de concientizar acerca de la importancia de la participación de las mujeres
en el funcionamiento eficiente de las instituciones del Estado; además, las lideresas deben
ser convocadas a formaciones y espacios de discusión regularmente con el objetivo de
fortalecer su liderazgo. La violencia es uno de los mayores problemas que enfrentan las
mujeres, sin embargo, igual de alarmante es la poca participación de éstas en los espacios
de toma de decisión.

La discusión sobre cuotas de participación tanto en los listados nacionales, como en


las planillas municipales debe ser retomada, porque creemos que la problemática de la
igualdad gira en torno a que iguales tratamientos no necesariamente implican resultados
iguales, de tal manera que nosotras entendemos, y abogamos por iniciativas que generen
condiciones para una efectiva igualdad entre los desiguales, es decir, leyes sectoriales o
discriminaciones compensatorias, que con el tiempo puedan asegurar que todos y todas
inicien la competencia desde el mimo punto de partida.

Referencias

Cux, C., Noriega, B., y Patal, A. (2019). Diagnóstico comunitario de San Pedro Soloma. San
Pedro Soloma, Guatemala: Universidad de San Carlos de Guatemala.
Galicia, P., Monzón, A., y Vásquez, S. (2010). Entre la realidad y el desafío: mujeres y
participación política en Guatemala. Guatemala: ONU Mujeres.

Tello, F., (2018). Guía estratégica la participación política de las mujeres en Guatemala:
una mirada hacia la paridad democrática. Guatemala: ONU Mujeres.

Tribunal Supremo Electoral. (2019). Tribunal Supremo Electoral. Recuperado de


https://www.tse.org.gt/index.php/informacion-electoral/estadisticas-de-empadronamiento

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