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Moderadoras y Traductoras 3

Maria_Clio88, brynn y Mimi

Correctoras
Maria_Clio88
M i mi

Revisión Final
M i mi

Diseño
Roxx
Créditos Doce
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Índice Trece

Sinopsis Catorce

Prólogo Quince

Uno Dieciséis

Dos Diecisiete

Tres Dieciocho

Cuatro Diecinueve

Cinco Veinte

Seis Veintiuno

Siete Veintidós
Ocho Veintitrés
Nueve Epilogo
Diez Autor
Once
Jessa:
Estaba allí cuando lo necesitaba.
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Apareció como una especie de héroe y me salvó.
Quería que se quedara, quería conocerlo... lo quería.
Pero siempre se iba sin decir una palabra.
La última vez que lo vi, estaba en el asiento trasero de un coche de policía por
un asesinato que cometí.
Ty:
Ella me mira como si fuera especial.
Cree que tengo algo que ofrecerle, pero está equivocada.
No tengo nada más que experiencia callejera y mis puños.
Pero para ella, tomaré el riesgo.
Aunque nunca la merezca, lo sacrificaré todo para asegurarme que pueda
respirar con facilidad, aunque me ahogue en el proceso.
Ty 6

Doce años de edad.


El guardia de seguridad de incógnito piensa que está siendo sigiloso
siguiéndome con un carrito a remolque. Hago contacto visual a propósito con él, mi
practicada expresión triste una máscara que uso para timar a la gente. Aleja la mirada
y toma algo de la estantería. Estúpido principiante. Mientras gira la esquina, tomo un
bote de mantequilla de cacahuete y lo meto bajo mi abrigo, luego tomo otro y lo
lanzo a la cesta que estoy cargando.
Me dirijo a la caja y dejo la cesta en la cinta transportadora. La empleada saca
los artículos y los pasa por el lector de códigos. Como un niño hambriento, observo
mientras pasa el pan, los cereales, dos latas de maíz, cuatro paquetes de fideos ramen
y la mantequilla de cacahuete.
―Son once con cincuenta y nueve.
―Oh, solo tengo diez dólares. ―Hago un puchero y me remuevo, actuando
avergonzado. Me tiemblan las manos mientras extiendo un billete arrugado―.
¿Puede quitar la mantequilla de cacahuete, por favor? ¿Así será suficiente?
Me mira con compasión y se le humedecen los ojos.
―Oh, ehh…
―Pagaré por ello. Simplemente añádalo a mi factura ―dice una mujer mayor
detrás de mí y me da palmaditas en la cima de la cabeza.
Me giro hacia ella y uso mi expresión más agradecida.
―Oh, señora, gracias. Muchas gracias. ―Entonces extiendo de nuevo el dinero
hacia la cajera.
―No. Guárdalo. Yo me ocuparé de ello, dulzura ―insiste la mujer mayor.
―¿Está segura? ―pregunto.
Asiente y sonríe, sus arrugas tensándose en su rostro envejecido.
―¡Gracias! ―Me acerco y la abrazo y me da golpecitos en la espalda.
—De nada, querido.
Vuelvo a meter mi dinero sucio en el bolsillo y tomo las dos bolsas que la
empleada me entrega. Salgo, caminando por la esquina, luego por la calle y hasta el
callejón que lleva a mi edificio de apartamentos. Ni siquiera me molesto en girar la
manilla de la puerta principal, ya que está rota. En cambio, uso el pie para abrirla.
Cuando camino por el pasillo hasta el afortunado número trece, dejo las bolsas
y saco la llave del bolsillo de mis vaqueros para abrir la puerta. En cuanto estoy
dentro, bloqueo la puerta, coloco las bolsas en la mesa de la cocina y luego voy a mi
habitación.
Mi madre no está en casa, así que desabrocho rápidamente mi chaqueta y miro
mientras el bote de mantequilla de cacahuete y la bolsa de M&M’s caen sobre la 7
moqueta. Corro a mi armario, levanto el tablón roto del suelo y guardo las cosas en
mi escondite. Vuelvo a poner la madera donde pertenece y vuelvo a la cocina para
sacar los alimentos. He aprendido a guardar alguna comida de reserva desde que los
hombres que pasan por aquí siempre terminan comiéndose todo lo de la cocina.
El tintineo de las llaves me sorprende, pero cuando reconozco su tos, me relajo.
Mamá entra con un cigarro colgándole de la boca. Me ve enseguida.
―¿Tienes mi dinero?
―Sí, los diez completos. ―Hurgo en el bolsillo y se los entrego.
Me rodea la mano con la suya temblorosa.
―Tan buen chico. Nunca me decepcionas.
Jessa
Dieciséis años 8
—Jessa, te hice una pregunta.
Mi atención vuelve a mi profesor, el señor Russell, y la desvío del
enamoramiento con el chico nuevo.
—Lo siento, no lo escuché.
—Si no puede prestar atención a la lección, señorita Crew, entonces quizás le
gustaría pasar el resto de la clase en la oficina del director.
Lo miro boquiabierta y mi cuello y rostro enrojecen, estoy segura que estoy de
un rojo brillante ahora mismo. Abro la boca para hablar, pero no sale nada.
—Del veintinueve al treinta y nueve.
Giro la cabeza hacia el chico, el que causó mi distracción en primer lugar. Es
nuevo aquí, y no puedo apartar los ojos de él. Es más grande que la mayoría de los
chicos en la clase, incluso los que juegan al fútbol. Lleva una camiseta negra, unos
vaqueros desgastados y un par de Converse andrajosas. Aunque sus ojos fueron los
que me afectaron, los que me atrajeron. Incluso a dos filas de distancia, puedo ver las
motas ambarinas en medio de los iris verdes brillantes. Es hermoso. Tosco y
peligroso, pero hermoso.
—¿Disculpe? —cuestione el señor Russell.
—La “Gran Depresión” comenzó en octubre de mil novecientos veintinueve.
En mil novecientos treinta y tres, aproximadamente tres millones de americanos
estaban sin trabajo. Roosevelt ayudó a minimizar los efectos a través de ayudas y
reformas en los años treinta, pero no fue hasta la guerra civil en el treinta y nueve
que la economía dio un giro.
El señor Russell abre los ojos como platos y asiente hacia el chico… No, no un
chico, pero no un hombre todavía, aunque lo será pronto. Muy pronto. Más rápido
que cualquier otro. Su cuerpo no es la única indicación de ello, sino que sus ojos
también son más sabios que su edad.
—Muy bien. Ahora, si todo el mundo gira a la página treinta y ocho… —La
voz del profesor se desvanece mientras continúo observándolo. Con el tiempo, el
chico nuevo me mirará, ¿cierto? Quiero ver sus ojos de nuevo.
Cuando suena la campana, salto y bajo la mirada para tomar mis libros, molesta
de que no me haya vuelto a mirar. Quizás le agradeceré por salvarme el culo, así
tendrá que mirarme, ¿cierto? Sí. Eso es lo que decido hacer. Pero para el momento en
que me levanto, ya se ha ido.
Mi amiga Kat engancha su brazo con el mío en el pasillo.
—Oh, Dios mío, Jessa, ¿qué le pasó al señor Russell? ¡Fue muy mezquino
contigo!
—No lo sé.
—Dios, qué imbécil. —Explota una pompa de su goma de mascar y tira de mí 9
al lavabo con ella Me aplico más brillo de labios mientras hace pis—. ¿Ya te pidió
Derek ir al baile?
—No.
—Lo hará.
—Supongo. —Me encojo de hombros—. Aunque ayer lo vi caminando con
Ashley después de la escuela, así que puede que se lo pida a ella.
Tira de la cadena, sale y se lava las manos en el lavabo junto a mí.
—Sería un idiota si no te lo pidiese.
Niego antes sus palabras.
—Lo digo en serio, Jessa. Eres guapa, divertida, lista y tu padre es el
superintendente de la junta escolar.
—Ese es el por qué exactamente querría ir con Ashley en lugar de conmigo. —
He aprendido del modo más duro que la gente en la escuela normalmente me usa
para conseguir algo (un cambio de grado, la excepción a una regla), o se mantienen
alejados de mí para evitar a mi padre.
—Lo que sea. Si se lo pide a Ashley, es su pérdida. —Pone los ojos en blanco y
salimos juntas, dirigiéndonos a nuestros casilleros para guardar nuestros libros para
poder irnos a casa.
—Honestamente, en realidad ni siquiera quiero ir, Kat —admito.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Simplemente no es mi cosa. No me gusta bailar. Prefiero estar en el refugio
de animales. —Me gusta más la soledad cuando no estoy en la escuela. Me gusta ver
películas, leer o pasar el tiempo con mis animales. No estoy recluida, pero
simplemente lo prefiero de ese modo. ¿Por qué querría salir por ahí con gente que no
me gusta particularmente?
—Ugh, Dios, Jessa, no seas patética. —Cruza el pasillo hacia mi casillero y me
sacude ligeramente—. Es el baile de bienvenida. Tienes que ir.
Cierro mi casillero y me aparto el cabello largo de los ojos, ignorándola. Nos
dirigimos al estacionamiento donde su hermano mayor, Vaughn, está esperando por
nosotras en su camioneta. Kat se sube primero y yo me aprieto junto a ella.
—Hola —saluda él antes de que yo cierre la puerta.
Kat y yo contestamos con un “Hola” y nos saca del estacionamiento para
llevarnos a casa. Por el camino, bajo la ventanilla y dejo que el aire sople a través de
mi cabello. Entonces lo veo. En la calle, caminando, y cuando pasamos a su lado, giro
la cabeza así puedo verle el rostro.
Levanta la mirada, nuestros ojos se conectan y no pestañeo… no puedo. Me
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hipnotiza. No es como nadie que haya conocido, y ni siquiera he hablado con él y no
sé su nombre. Todo lo que sé es qué quiero. Quiero hablar con él. Quiero que me
mire a los ojos, así puedo perderme en los suyos.
Mientras más empezamos a alejarnos de él, comienza a desvanecerse y cierro
los ojos, intentando mantenerlo ahí, tratando de grabarlo a fuego en mi cerebro.
Vaughn estaciona en mi casa unos minutos después y se lo agradezco, abrazo a
Kat y luego entro en mi casa. Mis perros, Sparrow y Finch, están esperando por mí.
Saltan arriba y abajo, Sparrow sobre tres piernas, esperando con excitación su paseo.

—Te ves linda —comenta Derek, sosteniendo mi mano mientras caminamos


hacia el baile. Me pidió ir con él la semana pasada y, aunque fue con poco tiempo, fui
capaz de comprar un vestido. Ni siquiera quería ir realmente, pero Kat insistió y
suplicó, algo sobre crear recuerdos, así que cedí.
—Gracias.
Una vez que entramos en el gimnasio abarrotado, me doy cuenta que el ruido
por el DJ es ensordecedor y las luces cegadoras… luces estroboscópicas y reflejos por
las bolas de discoteca girando colgadas del techo. Derek tira de mí al centro del
gimnasio y me gira, así mi espalda está sobre su frente. Me sujeta de las caderas y me
atrae contra él con más fuerza, luego comienza a bailar. Siento su erección
clavándose en mí, pero intento ignorarlo y pasármelo bien, dejando que mi cuerpo se
mueva al ritmo de la música. Pero mientras la noche pasa, me doy cuenta de lo
mucho que no quiero estar aquí. Realmente no soy amiga suya, así que me siento
extraña.
Estoy muy contenta para el momento que anuncia el último baile, y Derek y yo
nos balanceamos lentamente. Descansa sus manos en la parte baja de mi espalda y le
doy un abrazo cuando termina la canción.
—Gracias por pedírmelo. Me lo pasé bien. —Mentira. No fue la peor noche de
mi vida, pero si hubiese sabido que todo lo que iba a hacer era refregarme su polla,
habría terminado con un repentino caso de gripe antes de que me recogiese.
—Salgamos de aquí. Todo el mundo va al hotel junto al río. —Me toma del
brazo y yo tiro de él.
—Solo quiero ir a casa.
—Vamos, Jessa. Será divertido.
—¿Qué será divertido? —Kat me rodea el cuello con el brazo, su cabello rubio
casi blanco en un delicado recogido y sus ojos azules brillando. Realmente quiero
decirle lo zorra que es por hacerme sentir culpable para que viniese, pero es mi
mejor amiga y sé que solo tiene buenas intenciones.
—La fiesta en Riverfront —interviene Derek. 11
—¡Sí! Vamos, Jessa, todo el mundo va a ir. ¡Tienes que venir! —Me da una
mirada de cachorrito y niego.
—Está bien, pero solo un poco.
—Genial. —Derek me rodea la cintura con un brazo y me guía a la limusina
que alquiló. Unas cuantas parejas más se apiñan en el interior, alguien saca una
botella de alcohol de una bolsa y comienza a pasarla. Niego cuando me ofrece un
trago y Derek se encoge de hombros y toma otro trago antes de dársela a alguien.
En una silenciosa carretera fuera del camino, la localización del hotel es
conocida por sus actividades turbias. Mi irritación se convierte en miedo y dudo en
salir de la limusina. Todo el grupo camina hacia la parte trasera del edificio y luego
entra en una habitación oscura. La luz se enciende y estoy sorprendida de ver un
barril de cerveza colocado entre dos camas tamaño queen.
—¡Yujuu! ¡Fiesta! —grita alguien cuando pasa a mi lado.
Derek me abandona y va directamente por un vaso de plástico rojo lleno de
cerveza. Me siento en una silla, y lentamente me deslizo atrás mientras entra más y
más gente en la habitación. Cuando Kat entra en la habitación, me ve al instante.
—¿Qué estás haciendo sola en una esquina? —grita sobre la música.
—No quiero estar aquí —le respondo tajantemente, reteniendo las lágrimas.
Los cuerpos en la habitación están comenzando a hacerme sentir claustrofóbica y
solo quiero irme a casa—. Odio esta mierda.
Frunce el ceño hacia mí, ahora entendiendo completamente lo incómoda que
estoy.
—Entonces te llevaré a casa.
—No, quédate. Veré si el conductor de la limusina de Derek puede llevarme.
—Vaughn está a unas habitaciones de distancia, estaría feliz de llevarte.
—No quiero molestarle, pero si el de la limusina no puede, se lo pediré. —
Confío en Vaughn, pero no quiero arruinar su noche haciéndole llevar a la bebé
grande a casa.
La cita de Kat se acerca y la besa en el cuello, luego la aleja.
—Ven a buscarme si tienes problemas —grita mientras es tragada en la
habitación abarrotada. En serio, esto es como una lata de sardinas.
Veo a Derek hablando con Ashley y me dirijo hacia él, pidiendo disculpas a
todo el mundo en mi camino. Qué imbécil, se suponía que estaba aquí conmigo y me
abandona para quedarse con la puta del instituto. Tengo que empujar para hacerme
camino, ya que nadie me escucha cuando les pido que se aparten.
—Oye, me voy a ir. ¿Crees que el conductor de la limusina puede dejarme en
casa? —le pregunto a Derek cuando finalmente me llego hasta él.
—No te vayas —pide.
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No lo entiendo. ¿Por qué demonios quiere que me quede?
—Estoy cansada.
Mira a Ashley, luego se levanta del alféizar de la ventana donde está apoyado.
—Te llevaré hasta la limusina.
—Gracias.
Cuando me ve luchando para pasar junto a la gente, me empuja a un lado, toma
mi mano y luego me empuja entre todo el mundo, haciéndome sentir como una
maldita pelota de ping-pong. Una vez que llegamos al pasillo, mis pies me llevan a la
izquierda, pero tira de mí a la derecha.
—Pensé que llegamos por ese camino.
—Lo hicimos, pero estacionó en la parte trasera.
—Oh.
El aire frío sopla en mi rostro caliente y suspiro, sintiendo que finalmente
puedo respirar ahora que estoy fuera. Escaneo con la mirada el espacio débilmente
iluminado, pero no veo la limusina.
—No debe haber venido aquí atrás.
—No, está al otro lado de la esquina —asegura Derek. Gira mi cuerpo y da un
paso adelante, forzándome a dar un paso atrás. Mi vestido de lentejuelas araña contra
el ladrillo—. Mastúrbame, Jessa.
—¿Qué? —Jadeo.
—Vamos, te compré una entrada, te compré la cena y bailé contigo toda la
noche. Lo menos que puedes hacer es darme una mamada como agradecimiento. —
Lleva mi mano a su entrepierna y presiona mi palma contra la erección.
—No. —Intento apartar mi mano, pero su agarre se hace más fuerte.
—Vamos, Jessa. No seas tan frígida. —Se inclina más cerca y me clava contra la
pared, sus caderas contra las mías—. Me calmaré con un trabajo manual.
Se lame los labios y giro la cabeza a un lado.
—Detente, Derek.
—Jessa, por favor. Mastúrbame.
—¡No! Dios, ¿qué te pasa? —Intento apartarlo de un empujón, pero,
aparentemente, mis acciones lo enfurecen porque pone una mano alrededor de mi
garganta.
—No pasa nada conmigo, Jessa. Eres la engreída que piensa que es mejor que
todos los demás. Ahora, chúpamela de una puta vez.
¿Qué demonios le sucede? Era amable conmigo, pero trataba a otra gente como
si fuesen inferiores a él. Aun así, nunca pensé que haría algo así.
—No. 13
—Está bien. —Me aprieta la garganta y cuando el suministro de aire comienza
a disminuir, jadeo, intentando gritar. Aprieta más fuerte y me revuelvo—. ¿Vas a
hacerlo? —pregunta.
Asiento y me deja ir.
—Ponte de rodillas. Quiero una mamada, ya que me has hecho trabajar tan
duro para conseguirla.
Niego.
—Por favor, no me obligues, Derek. Por favor —suplico. Las lágrimas se
deslizan por mis mejillas y se me entrecorta la respiración por el miedo.
—Seré rápido.
Sollozo mientras me pongo de rodillas, pero tomo la oportunidad para
golpearle en las pelotas. Cuando alcanza su dolorida extremidad, corro. Maldice
detrás de mí y justo cuando estoy a punto de girar la esquina, soy tirada hacia atrás
por el cabello. Mi caro recogido echado completamente a perder.
Grito mientras vuelo hacia el suelo. El gran cuerpo musculado de defensa de
Derek aterriza sobre el mío, sacándome el aire de los pulmones, y vuelve a envolver
las manos en mi garganta.
—Zorra —espeta.
Intentar jadear en busca de oxígeno resulta inútil cuando me sube el vestido
hasta el estómago. Mientras desabrocha los botones del pantalón del traje, me doy
cuenta de que las pupilas negras de sus ojos son más grandes de lo normal.
Finalmente soy capaz de hablar y sollozo y le suplico que se detenga, pero cada vez
que lo hace, aprieta la mano, diciéndome lo fácil que sería para él estrangularme.
—Cállate, Jessa. Joder.
Un gruñido suena sobre nosotros, y como no estoy mirando, no veo por qué
Derek ya no está encima de mí. Todo lo que sé es que no lo está y finalmente puedo
tomar una respiración completa, así que me levanto y me alejo tambaleante. Lo que
veo me asusta y me consuela.
Es él. Su camiseta negra es lo primero que veo y luego es su puño volando hacia
el rostro de Derek. Levanta la rodilla y cuando conecta con la entrepierna de Derek,
este grita. Me pregunto si tener una erección lo hace peor.
No dice nada, pero continúa golpeando a Derek con una furia que solo he visto
en las películas de acción… algo que pensé que era mentira, pero este tipo me está
probando lo contrario.
El rostro de Derek tiene cortes en muchos lugares y tiene sangre deslizándose
hacia su almidonada camisa blanca. Después de un puñetazo final al estómago, cae al
suelo.
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Mi salvador se cierne sobre el cuerpo quieto de Derek, mirando, esperando que
se encoja. Después de un minuto sin ningún movimiento por parte de Derek, el tipo
se gira y me mira. Pasa la mirada de mi cabeza a mis uñas de los pies pintadas de
plateado brillante y luego hacia arriba de nuevo.
—¿Estás bien? —pregunta.
Asiento. Ahora que estás aquí.
—Sí. Gracias.
Toma mis bragas echas girones y me las entrega.
—Te acompañaré a casa.
Comienza a marcharse y me apresuro a seguir su paso. No estamos lejos de mi
casa, pero tampoco está tan cerca. Fácilmente podría llamar a mis padres para que
viniesen a buscarme, pero no quiero quedarme aquí y esperar por ellos. Me siento
más segura con él, como si nada pudiese tocarme porque no lo permitirá.
Tengo que esforzarme el doble para mantenerle el ritmo y después de unas
cuantas calles, comienzan a arderme los pies. Después de todo, estoy llevando
tacones.
—Necesito bajar el ritmo —le digo.
Se gira hacia mí, me mira los zapatos y luego ralentiza su paso.
—Así que, uh. Gracias. De nuevo.
Todo lo que recibo es un asentimiento en reconocimiento. Nada de “de nada”
ni algo así.
—¿Por qué estabas aquí? No te vi en el baile.
No me responde, así que lo intento de nuevo:
—¿Cómo te llamas?
—Ty.
Tomo sus breves o no respuestas como señal para estar callada y simplemente
seguirlo. No sé cómo sabe dónde vivo, pero estoy demasiado abrumada para pensar
demasiado en ello ahora mismo.
Ahora solo estamos a dos cuadras de mi casa, pero los pies me están matando.
Me detengo junto a un árbol y me quito los tacones, luego camino descalza. Ty
espera a que lo alcance, luego se gira y me toma entre sus brazos.
Jadeo y me sujeto a su camiseta. Mira hacia delante, no a mí, pero yo lo miro.
Sus gruesas cejas, las tres pecas en el lado derecho de su nariz y sus pestañas negras.
Cómo escanea constantemente con la mirada lo que nos rodea.
Bajo la camiseta, su corazón late contra mi puño. Fuerte y rítmico. Justo como
él.
Me sienta en el último escalón de mi porche, se gira y comienza a alejarse.
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Llega hasta la acera antes de que grite:
—¡Espera!
Corro por el camino de entrada, ignorando el dolor de mis pies.
—No puedes irte simplemente.
—Ve dentro. —Me gira por los hombros y me da un ligero empujón—. Ahora.
Me doy la vuelta.
—No.
Suspira y se cruza de brazos.
—¿Qué, Jessa?
—¿Sabes mi nombre?
—Sí.
—¿Qué estabas haciendo allí?
—Encontrándome con amigos.
—¿Por qué no has estado en la escuela?
—Escucha —amplía su postura mientras mira alrededor—, estaba en el lugar
correcto en el momento correcto. Eso es todo, ¿de acuerdo? Afortunadamente, ese
imbécil no joderá contigo de nuevo.
—No sé…
—Tengo que irme. —Se gira y se marcha corriendo antes de que incluso tenga
la oportunidad de protestar.
Tengo tantas preguntas y mucho más que decirle. Su presencia ayuda a alejar lo
que acababa de suceder con Derek, y estoy asustada de que, cuando Ty está fuera de
la vista, el terror de lo que sucedió y lo que podría haber sucedido esta noche me
golpeará. Prefiero sentarme solo con Ty toda la noche, pero desde que no tengo esa
oportunidad, agacho la cabeza y vuelvo al porche. Cuando me giro, ha desaparecido.
Jessa
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Dieciocho años
—¿Estás preparada para mañana? —pregunta mi madre, uniéndose a mí en el
porche principal.
—Sí, estoy muy contenta de que se haya acabado la escuela.
—¿Qué tienes en mente?
Déjala para saber que está pasando algo. Instinto materno, supongo.
—Él estuvo allí esa noche, mamá.
—Lo sé, cariño. Te creo.
—Pienso en él todo el tiempo. Simplemente no entiendo cómo apenas puedo
conocerlo, pero ya es gran parte de mí. —Ty está constantemente en mi mente. Es
más que un enamoramiento adolescente. Es más que eso… lo es todo.
Ella me da una palmadita en la rodilla y me la aprieta.
—A veces, no hay razón aparente para las cosas, Jessa. Pero odio verte tan
colgada por alguien que parece haberse desvanecido.
—Lo sé. —Suspiro y apoyo la cabeza en su hombro—. Simplemente no puedo
sacármelo de la cabeza. Siempre está ahí. Dejó mi vida, pero nunca deja mi corazón,
y duele.
—Oh, cariño. —Pasa los dedos por mi cabello—. Desearía poder decir algo que
te hiciese sentir mejor, pero la verdad es que arreglar un corazón roto es difícil. Un
día, pronto, lo superarás, pero hasta entonces, intenta recordarlo por lo que fue, ¿de
acuerdo?
—¿Y qué crees que fue?
—Tu salvador, cariño. Te salvó de una situación horrenda. Quizás no estaba
destinado a ser más que eso.
Me besa la cima de la cabeza y vuelve dentro, dejándome para recuperarme.
No, está equivoca. Él estaba destinado a ser mucho más. Solo temo que nunca tendré
la oportunidad de asegurarme.
***
Toda nuestra clase de graduación lanza los birretes al aire y sonrío cuando
tomo el mío. Por fin. Hecho. He acabado con este infierno. He acabado con esta
gente juiciosa. Acabado con las estúpidas políticas de esta comunidad. Jodidamente
acabado.
Kat, mi única amiga de verdad, engancha su brazo con el mío y la abrazo con el
otro brazo.
—¡Sí!
—Lo sé, cierto. ¡Sí!
Caminamos a donde nuestros padres y familia se sientan con entusiasmo a 17
través de la ceremonia de dos horas. Todo el mundo se dirige a un restaurante local
en el centro de la ciudad y nos detenemos seguidos en el estacionamiento. Nuestra
cena temprana es feliz, alegre y de celebración. Kat se va a ir a la universidad de
Nueva York, pero yo voy a California. Necesito salir de la ciudad por un tiempo y
ver qué más hay ahí fuera. Estoy segura que volveré con el tiempo.
Los abuelos de Kat dejan el restaurante al mismo tiempo que los míos y sus
padres se van rápidamente después de ellos. Mamá y papá se quedan un poco más,
pero cuando papá bosteza, salimos todos juntos.
—¡Oh, vayamos a ese nuevo lugar de yogurt! ¡Un helado suena genial! —
comenta Kat con entusiasmo. Vaughn simplemente niega ante la gula de su
hermana.
—Vayan ustedes tres. Estamos cansados y él necesita su medicación para la
presión sanguínea —indica mamá, inclinando la cabeza hacia mi padre.
—En realidad, esta noche tengo una cita, así que tengo que irme —explica
Vaughn.
—Por supuesto que la tienes —se burla Kat—. Mi hermano el jugador.
—Oye, no puedo evitarlo, las chicas no pueden resistirse a mí. —Abraza a
todas las chicas, luego estrecha la mano de mi padre y se encamina al
estacionamiento.
—Supongo que somos solo nosotras. —Le doy un guiño a Kat y sonríe
ampliamente, sus hermosos dientes blancos están alineados y centrados, gracias a
tener un padre ortodontista. Realmente podría salir en un anuncio de pasta de
dientes de lo hermosos que son.
Caminamos hasta la pequeña tienda en la esquina y nos permitimos un
delicioso regalo. Kat elige chocolate cubierto de chocolate y yo opto por vainilla con
oreo.
Me duele la boca por sonreír tanto porque no puedo creer que estemos
finalmente graduadas. Los pasados años han sido duros para mí desde la noche con
Derek. Se lo conté a mis padres en cuanto llegué a casa, pero como era mi palabra
contra la suya, y porque su padre era juez, no se metió en problemas.
Declaró que cuando salimos para tomar un poco de aire fresco, fuimos asaltados
y él luchó contra el atacante, así yo pude huir a casa. Ashley aseguró que me fui de
buena gana con él y ya que fue ella quien lo encontró en el jardín, la policía creyó la
historia de ellos.
Aunque no tenía sentido. ¿No habría llamado yo a la policía? ¿No habría estado
preocupada por la seguridad de Derek? Intentaron decirme que estaba
conmocionada.
La gente comenzó a hablar de mí a mis espaldas, tachándome como una
mentirosa, una soplona, una mojigata. No me importó, de todos modos nadie fue
nunca mi amigo aparte de Kat, pero aún dolía que la gente, especialmente otras 18
chicas, fuesen tan rápidos en juzgarme.
Ty nunca volvió. No lo vi después de ese día y, que se sepa, había desaparecido.
Mi padre usó cada recurso que tenía para encontrarlo, pero desde que aparentemente
estaba en una casa de acogida por aquel entonces, fue fácil para él huir sin ser
notado.
Pienso en él constantemente. Sus hermosos ojos y la forma que me acunó en
sus brazos. En que nunca me sentí más feliz y segura que en esos pocos minutos con
él cargando conmigo. Dios, también quiero más de eso.
A pesar de lo que pasó esa noche, y sin importar lo que todo el mundo me
llamaba, sé que él me creyó. Ty me creyó y me salvó. Si no fuese por él, quién sabe
qué habría pasado. Sé que no quiero pensar en ello. No quiero jugar al juego de “y si”.
Solo quiero seguir adelante.
Kat y yo nos metemos en nuestros autos, se despide con la mano y se aleja
conduciendo. Pongo la llave en el contacto y no consigo nada cuando la giro. ¿Qué
demonios? Lo intento de nuevo con el mismo resultado. Saco el teléfono para llamar
a Kat y que venga a buscarme, pero no tengo señal aquí en el estacionamiento.
Saliendo del auto, me muevo alrededor intentando conseguir señal. Casi estoy en la
acera, un hombre se acerca corriendo hacia mí.
Es alto, lleva pantalones de deporte grises y una sudadera con capucha gris, con
las mangas arrancadas para mostrar sus grandes bíceps. Tiene la cabeza gacha, pero
cuando me nota, mira hacia arriba.
—Ty —susurro, el corazón deteniéndoseme en el pecho y poniéndoseme la
carne de gallina.
Ralentiza su paso y se detiene frente a mí, su fuerte pecho a centímetros del
mío. Ya no es un chico. Sabía que crecería bien, pero no esperaba que todavía fuese
tan hermoso.
Pasa la mirada sobre los rasgos de mi rostro, la baja un poco hacia mis pechos,
que han crecido desde la última vez que lo vi, y luego baja hasta las uñas de mis pies
pintadas de rosa brillante antes de volver hacia arriba. Inhalo y me llevo la mano al
pecho, deseando que mi corazón lata de nuevo.
Tiene que sentirlo. La conexión. La chispa. Es innegable y es algo que no creo
que jamás será comparable con nadie más. ¿Cómo puede cuando permaneció
conmigo durante años?
—¿Por qué desapareciste?
—He estado alrededor.
—¿Dónde?
—¿Por qué estás aquí? —pregunta como respuesta.
—Deja de ser tan misterioso Ty, por Dios. Solo quiero hablar contigo. No
puedes decirme que soy la única que sabe que aquí hay algo. —Señalo entre 19
nosotros.
—Nah, tienes razón. —Asiente—. Pero una dulce e inocente muchacha como
tú y un tipo como yo, no están hechos el uno para el otro.
—¿Cómo sabes que soy dulce e inocente?
Saca la lengua y se lame los labios y luego da un par de pasos hacia mí. Se me
corta la respiración y cuando pasa un dedo por un lado de mi rostro, cierro los ojos.
Baja la cabeza y pasa la nariz por mi oreja hasta que sus labios la sustituyen.
—Maldición, hueles genial.
Trago audiblemente y se ríe.
—¿Nerviosa?
—No.
Suspira y se aparta, luego se pasa una mano por el cabello.
—¿Por qué estás aquí?
—¿Por qué me dejaste esa noche y no volviste nunca? Te eché de menos.
—Necesito que confíes en que es mejor para ti si no estamos juntos, ¿de
acuerdo? Infiernos, eché muchísimo de menos ese hermoso rostro tuyo, pero joder…
Simplemente, ¿por qué estás aquí sola?
Me cruzo de brazos y me rindo. Puede que esté atraída por él, pero
probablemente tiene razón. Grita chico malo mientras que yo soy una chica ingenua.
Pero eso no significa que aún no quiera llegar a conocerlo. Algo existe entre nosotros
a un nivel que no entiendo muy bien. Necesito más tiempo con él.
—Mi auto no va a encenderse y aquí no tengo señal.
Asiente y camina hacia mi auto, después abre el capó.
—Intenta encenderlo de nuevo.
No lo cuestiono, ya que parece saber lo que está haciendo, y giro la llave con el
mismo resultado.
—Son las bujías. Puedo cambiarlas. Solo tengo que ir a la tienda por ellas.
—Está bien.
Cierra el capó y comienza a alejarse. Lo miro, insegura de qué hacer. Es tan
intrigante, tan callado y tan evasivo. La razón por la que mi corazón late. Es el chico
malo con el corazón dulce. El chico con el que tus padres no quieren que salgas. El
hombre que te protegería hasta su último aliento.
Gira la cabeza, así puede mirarme sobre el hombro.
—¿Vienes?
Bloqueando la puerta detrás de mí, me apresuro y lo alcanzo, prácticamente
teniendo que correr para seguirle el ritmo. Esta vez, mis zapatos planos son mucho
más cómodos y cuando llegamos a un vecindario problemático a casi un kilómetro,
20
automáticamente alcanzo su brazo.
Mira hacia mí.
—No estés asustada. —Su nuez de Adán se mueve ligeramente y sus ojos se
oscurecen antes de apartar la mirada de mí. De nuevo, su mirada está por todo el
lugar, buscando a algo o a alguien. No sé, no quiero saber, pero lo que sea, no querría
ser yo.
Con una parada rápida, abre la puerta de una vieja camioneta destrozada y me
urge a que entre, sosteniendo mi mano para ayudarme. Entro sin dudar,
Normalmente, sería escéptica con cualquier otro tipo, pero no con él. Siento como si
lo hubiese conocido toda mi vida. Llega al otro lado, toma una llave de debajo de la
alfombrilla, luego se sube y enciende la ruidosa camioneta.
—¿Dónde vamos?
—A arreglar tu auto.
—¿Cómo has estado?
Mientras gira la esquina, gruñe.
—¿En serio? —contesto sarcásticamente—. Eso es fantástico. Yo he estado
magnífica, muchas gracias por preguntar.
Sus labios se alzan en una esquina y suspiro ante lo hermoso que se ve cuando
está feliz.
—Deberías sonreír más a menudo —sugiero.
—No sonreí.
—Sí, lo hiciste.
—No.
—Sí.
—Lo que sea. —Sonríe aún más ampliamente.
Hago un exagerado movimiento de levantar las manos.
—Lo hiciste totalmente. Aunque me encanta. Te hace parecer menos criminal
cuando lo haces.
En un milisegundo, el humor cambia en la cabina del auto, y el ligero
alzamiento de sus labios se ha transformado en una línea dura. Joder, soy idiota.
Cierro la boca y miro por la ventanilla. Unos breves cinco minutos después,
estaciona en un taller mecánico y apaga el motor. Salgo de la camioneta con él y me
apuro a su lado, ya que estamos en un vecindario peor que el de antes.
Desbloquea la puerta y enciende algunas luces para iluminar el lugar. Me pego
a su lado mientras toma algunas herramientas y cosas de autos, y luego lo sigo de
nuevo a su auto. Deja las cosas en el asiento entre nosotros mientras volvemos a subir
y nos vamos.
21
Para el momento en que volvemos, el sol está comenzando a ponerse, y el frío
está en el aire cuando bajo de su camioneta. Asiente hacia el capó y desbloqueo las
puertas con el control remoto, luego tiro de la manilla para abrir el capó.
Me siento en la acera observándolo trabajar. Es rápido y confiado, solo
deteniéndose para tomar una herramienta diferente o dejar algo en el suelo. Después
de cuarenta minutos, cierra el capó, recoge sus cosas y las mete de nuevo en su
camioneta.
—Llaves —dice, tendiendo su mano grasienta.
Se las lanzo y se inclina hacia delante para encender el auto. Da un paso atrás y
señala en la dirección de mi vehículo.
—Ahora debería estar bien.
—Gracias. —Me levanto, me inclino para tomar el bolso y luego me giro para
preguntarle si puedo verlo de nuevo, pero ya está en su camioneta.
El rugido del motor hace eco mientras sale del estacionamiento y cuando
pestañeo, se ha ido.
Me siento como una mierda por molestarlo, y enfurecida de que simplemente
se fuese de nuevo. Así que vuelvo a donde llevó su camioneta, asumiendo que es su
casa, pero no está ahí. Conduzco hasta el garaje, incluso aun estando sola en este
vecindario que me aterra muchísimo. Por supuesto, tampoco está ahí.
Se me hunde el corazón y las lágrimas me queman en los ojos. Pensé que no
volvería a verlo de nuevo, y cuando lo hago, me salva por segunda vez y luego se
marcha como si no significase una puta mierda para él.

Ty
Dios, es jodidamente hermosa. Con sus grandes ojos azules y su largo cabello
rubio que enmarca su rostro angelical. Las pecas que bailan sobre su rostro angelical
que me hacen querer besar cada una de ellas. Sus labios sensuales que suplican por
los míos. Su piel ruega que las puntas de mis dedos tracen cada centímetro de ella.
Pero no puedo. Nunca seré capaz. Es demasiado buena. Demasiado pura.
Demasiado inocente.
No soy más que un mentiroso. Un ladrón. Un timador. Un criminal… justo
como ella dijo.
Mi mundo y el suyo no se mezclan. No estoy amargado por ello, no lloro por el
hecho de que nunca llegaré a probar el cielo. Nunca sabré cómo se siente la pureza.
Mi vida es mía y ella no pertenece a la misma. Por su propio bien, necesita
mantenerse muy lejos de mí y no mirarme con esos ojos. Quiere más que solo a mí,
me mira y ve más allá del exterior. Quema un hueco directo a mi frío corazón de
22
piedra y no puedo tener eso. No puede distraerme si quiero permanecer vivo o si
quiero que mi madre siga con vida. Porque ellos nos matarán.
Pero que me jodan, Jessa me hace querer mandar a la mierda todo lo demás y
huir con ella. Llevarla a algún lugar donde pueda estar solo con ella. Donde solo
seamos nosotros dos. Nadie más que nosotros dos. Ni drogas, ni dinero, ni mentiras.
Desafortunadamente, no puedo hacer eso. No puedo hacer nada más que evitar
que alguien la viole detrás de un hotel y cambiarle las bujías. No he parado de pensar
en ella desde esa noche. Infiernos, no he sido capaz de dejar de pensar en ella desde
la primera vez que puse los ojos en ella.
No importa lo que he pasado y no importa lo que está por venir, sé que nunca
sentiré el nivel de intensidad que sentí en el momento en que vi que era ella de
nuevo.
Al momento en que me había sentado en mi asiento en clase hace todos estos
años, hizo su presencia conocida para mí. Clavó la mirada a un lado de mi cabeza.
Pensé que me estaba mirando porque se estaba preguntando por el chico nuevo…
pero no era como todos los demás. Cuando finalmente la miré, no me miró con asco
o repulsión.
No como el chico pobre cuya madre le enseñó a robar cuando tenía cinco años
y que vivió en un auto durante cuatro años.
No como el niño pequeño que había limpiado el vómito de su madre y
permaneció despierto toda la noche para asegurarse de que ella no moría.
No como el chico que pasando por la pubertad disparó a un hombre en la
rodilla cuando intentó forzar su polla en mi boca.
No el adolescente que había matado a un tipo que estaba follando a mi madre
por el culo mientras ella estaba inconsciente con una aguja en el brazo, después la
limpió a ella y quemó el cuerpo del tipo para esconder las pruebas.
No el hombre que ahora trafica con drogas para mantener la deuda de su madre
lo suficientemente baja para que su proxeneta no la mate.
No, Jessa no me mira como ese hombre. Me mira como el hombre que podría
ser el padre de sus bebés. El que la sostendría cada noche y se despertaría con ella
cada día. El que se ocuparía de la parrilla mientras los amigos y la familia pasan el
rato en el patio trasero. El tipo que le llevaría un cachorro a casa como un regalo de
aniversario sorpresa.
Desearía poder ser él. Pero no lo soy, y si le hago pensar que lo soy, solo la
decepcionaría. Y no puedo soportar eso.

23
Jessa
Veintidós años 24
—¿Este asiento está ocupado? —Un hombre pone la mano en la silla frente a
mí.
—Puedes tomarlo —respondo sin levantar la mirada. Prefiero continuar
mirando el mensaje en mi teléfono y revolcarme en mi miseria.
—¿Puedo sentarme contigo?
—No —espeto. Cuando levanto la cabeza para lanzarle dagas ardiendo, levanta
las manos con rendición.
Una vez que me da la espalda, tomo otro sorbo de mi vodka de arándano.
Apoyo la cabeza en la mesa y permito que mi cabello actúe como un escudo mientras
lloro. Mis lágrimas caen silenciosamente, y el sonido de la silla arrastrándose y un
cuerpo dejándose caer, me hace levantar la cabeza de golpe.
No estoy de humor para hombres estúpidos esta noche. Imbéciles. Todos y cada
uno de ellos.
Aunque cuando levanto la cabeza, lo ojos verdes de Ty me perforan desde el
otro lado de la mesa. Muerde un palillo de dientes y, en su normal modus operandi,
no dice nada.
Cuando alza una ceja hacia mí, espeto:
—¿Qué quieres, Ty? ¿Vas a lanzarte en picado y salvarme para luego
desaparecer de nuevo sin una maldita palabra?
—¿Quién te hizo llorar?
—¿Por qué te importa?
—Sabes por qué.
—¿Así puedes ir y darle una paliza?
Se encoge de hombros.
—Entre otras cosas.
—¿Por qué estás aquí?
Otro encogimiento.
—En el vecindario.
Ya no estoy sorprendida de volver a verlo. Logra aparecer como una caja de
sorpresas. Bebo mi cóctel y tomo el teléfono cuando llega otro mensaje.
Del: No seas una zorra.
Mis dedos vuelan furiosamente sobre el teclado.
Yo: Que te jodan, puto imbécil. Quieres verme ser una zorra, intenta mantener
a mi perra alejada de mí.
Lanzo el teléfono de vuelta en la mesa y luego me termino la bebida. Ty
alcanza mi teléfono y ni siquiera intento detenerlo. Frunce el ceño cuando lee las
palabras. 25
—¿Quién es este imbécil?
Cuando volví a mudarme aquí hace dos años, lo hice por el único propósito de
terminar la universidad. Intenté decirme que esperar a ver a Ty de nuevo no tenía
nada que ver con ello, pero después de que pasase un año y medio sin señales de él,
finalmente acepté la oferta de Del y fui a cenar con él.
—Era mi novio hasta hace dos horas. —Le hago señas a la camarera y levanto
mi vaso vacío—. Pero cuando entré en su apartamento y lo encontré follándose a su
vecina, ahí fue cuando todo terminó.
Ty gruñe:
—Es un maldito idiota.
—Síp.
Vuelve a dejar mi teléfono sobre la mesa y gira su gorra hacia atrás.
—¿Qué hay del perro?
—Mi perra. Mía. Mi bebé. Se quedaba ahí a veces y en mi apuro de salir de allí
lo más pronto posible, olvidé tomarla porque estaba en una habitación diferente.
Cuando llegué aquí, le mandé un mensaje para asegurarme de que mañana se habría
ido, así podría ir por mi perra, pero está intentando decir que no me la puedo llevar.
—La recuperaré por ti. Simplemente dame la dirección.
Por supuesto. ¿Por qué no estaría ahí de nuevo el caballero de brillante
armadura? Estoy asqueada de hablar de Del. Prefiero hablar de Ty, el hombre sobre
el que no puedo dejar de pensar.
—Ty, ¿qué está sucediendo entre nosotros?
Suspira y espera a que la camarera deje mi bebida.
—No sé de qué estás hablando.
—¿Por qué haces esto?
—¿Hacer qué? —Busca en mi vaso vacío y toma un cubito de hielo,
mordiéndolo en lugar del palillo de dientes, que simplemente quitó y dejó sobre la
mesa.
—Siempre sabes cuándo te necesito —susurro—. ¿Es una coincidencia o me
estás siguiendo?
Esos labios sensuales vuelven a curvase hacia arriba.
—No te estoy siguiendo.
—Eso no responde mi pregunta. —Pronuncio mal el final de la frase y tomo mi
nueva bebida y la bebo de golpe.
—Nena, estás borracha. Déjame llevarte a casa.
Nena. Realmente me gusta eso. Quizás tenga razón y estoy borracha.
26
—Está bien. —Debería estar en casa en lugar de un bar—. Necesito usar el
baño primero.
Me responde alzando la cabeza y camino tambaleante para usar el lavabo.
Mientras me estoy lavando las manos, uso el agua fría para tranquilizarme. Tomando
unas cuantas respiraciones profundas, me compongo.
Cuando abro la puerta, está esperando por mí. No sé lo que pasa con él. Esta
hace que sea la tercera o cuarta vez que he hablado con él, pero se siente como que
lo hacemos todos los malditos días. O quizás solo lo siento así porque pienso en él
todos los días. Siento mucho a su alrededor.
Cuando extiende la mano hacia mí, la tomo. Lo sigo y cuando nos acercamos a
la mesa donde estábamos, tiro de su brazo.
—Tengo que pagar la cuenta.
—Ya lo hice.
—Gracias.
Asiente y continúa caminando conmigo fuera del bar y hacia su camioneta.
Abriendo la puerta, me ayuda a subir y cuando enciende el motor, bajo la ventanilla.
Ya que voy a la universidad en la ciudad, tengo un apartamento a medio camino
entre mi pueblo natal y la universidad.
Ni siquiera pienso en darle mi dirección, así que cuando se detiene en mi casa,
me giro y me cruzo de brazos.
—¿Cómo sabías dónde vivía? —De repente, estoy más sobria y, por primera
vez, un poco asustada de él.
Estaciona el vehículo, lanza su gorra sobre la guantera y luego, se pasa la mano
por el cabello.
—Tengo esta… insana atracción por ti. Es jodidamente magnética. Pero es más
que tu belleza. Dios —levanta la mano y toma mi rostro—, eres la mujer más
hermosa que ha existido jamás. —Lo dice más para sí mismo que para mí—. Aunque
es más que eso, ¿cierto? Quiero decir, joder, Jessa, no puedo dejar de pensar en ti.
Siempre pienso en ti.
—¿Por qué siempre te vas?
Como si lanzase agua helada al fuego, aparta su mano.
—No puedo estar contigo.
—¿Por qué no puedes estar conmigo?
Niega lentamente.
—No es seguro.
—¿No es seguro para qué?
—No qué. Quién.
Ahora soy yo quien niega. 27
—¿Qué? —Me quito el cinturón de seguridad y me giro para enfrentarlo—. No
te entiendo y lo quiero desesperadamente, Ty. Quiero llegar a conocerte, quiero
hacerte reír, quiero…
—No necesitas entenderme más de lo que ya lo haces. Lo único que necesitas
saber es que mereces algo mejor de lo que puedo darte.
Aparto un mechón de cabello, completamente harta.
—Esa es la frase más tópica que he escuchado jamás. Justo como el jodido Del
esta noche. No eres tú, Jessa. —Alcanzo la puerta y tiro de la manilla—. Los hombres
son todos iguales. Imbéciles.
Me sujeta el brazo y me congelo. Dios, solo su toque hace que todo lo demás se
desvanezca. Hace que mi corazón se caliente y mi pulso se acelere.
—Joder, nena, te trataría tan bien. Jodidamente sueño con tu rostro sonriente y
en lo que haría para mantenerlo así. Pero por muy desesperadamente que quiera
verte feliz, hay hombres ahí fuera que quieren verme sangrar. Te usarían contra mí.
—¿Estás en peligro? ¿Debería llamar a la policía? —Alcanzo mi bolso, pero
niega y se ríe.
—Esos tipos no tienen exactamente respeto por la ley. No involucramos a la
policía.
—Oh. —Me muerdo el labio.
—¿Puedo…? —Deja la frase sin terminar, sacudiendo la cabeza, casi
avergonzado.
Alcanzo su rostro y paso los dedos por la barba incipiente de su mandíbula,
incapaz de seguir manteniendo las manos para mí. Una chispa pasa entre nosotros.
Literalmente, le di una descarga. No mueve los labios, pero sonríe con los ojos.
—¿Puedes qué? —susurro.
Me mira los labios, luego los ojos.
—Solo quiero… ¿Puedo sostenerte?
—Sí, Ty. Puedes sostenerme.
Se gira y pone una pierna sobre el asiento. Me acurruco contra él, mi espalda
contra su pecho. Se queda quieto por un segundo, pero aprieto sus brazos con más
fuerza a mi alrededor. Me empapo de la calidez, fuerza y seguridad que es Ty. Su
fuerte cuerpo se convierte en suave y pone el rostro en mi cabello e inhala.
—Hueles muy bien.
—Gracias.
—Gracias por dejarme hacer esto.
—Te dejaría hacer esto en cualquier momento, Ty. Hay algo entre nosotros y si
simplemente dejases… 28
—Quizás en otra vida, nena. Pero esto es lo que voy a hacer contigo, y si es
todo lo que consigo de ti, lo tomaré y moriré como un hombre feliz.
—Si pudiésemos vivir en otra vida, ¿cómo crees que sería?
Suspira, pensando.
—Bueno, nos conoceríamos de niños. En preescolar. Luego seríamos mejores
amigos hasta que te dieses cuenta de que me perteneces. Que te he querido desde la
primera vez que te vi. Que has sido mía desde que pude decir la palabra. —Su voz
contiene humor, algo que nunca he escuchado.
En lugar de reconocérselo, mantengo ese chisme para mí misma.
—¿Por cuánto habría sido eso?
—Para siempre.
—Mmm.
—Tendría que serlo, porque nunca le daría a otra persona la oportunidad de
estar contigo. Serías mía. Solo mía.
Dios, es dulce.
—Viviríamos juntos y tendríamos un montón de terreno, así podrías tener
todos los perros que quisieses.
—¿Cómo sabes que me gustan los perros?
—Sé mucho sobre ti, Jessa.
—Eso es jodidamente horripilante.
Su pecho se sacude detrás de mí.
—No por las razones que pensarías. Lo juro.
—Mmm. —Me acurruco contra él, amando cómo se siente estar entre sus
brazos—. Recuérdame otra vez por qué no puedo tener eso ahora.
—Porque incluso si es solo en nuestros sueños o nuestra imaginación, va a
tener que ser lo suficientemente bueno. No estoy diciendo esto para ser
desagradable, pero, nena, no sobrevivirías en mi mundo y nunca te pediría que lo
hicieses. Te quiero, desesperadamente, pero no puedo tenerte. Incluso si piensas que
me quieres, y aunque sé que serías la cosa más dulce que tendría jamás, no podemos.
No lo haré, nunca pondré lo que quiero por delante de ti.
Sus palabras son suaves, pero firmes. Fin. Me derrito contra él y cierro los ojos,
disfrutando del hecho de que finalmente consigo esto con él, sin importar lo breve
que será.
Pronuncio las palabras que están pesando en mi corazón:
—¿Entonces solo tenemos el ahora?
—Sí, tenemos el justo ahora.
—Si esto es todo lo que tenemos, entonces necesito decirte algo. —No sé por 29
qué estoy susurrando.
—Por supuesto.
Quiero estar mirándolo a los ojos —a quien realmente es—, cuando le diga
esto, así que me giro y levanto la mirada.
—Creo que nuestros mundos estaban destinados a colisionar. —Abre la boca
para hablar, pero llevo el dedo a sus suaves labios—. Solo quiero que sepas que lo que
siento por ti, esta profunda conexión extraordinaria que tenemos, nunca
desaparecerá. Lo he intentado, y no desapareces. No quiero que desaparezcas.
Las lágrimas desbordan mis ojos. Su gesto es de dolor, el dolor en sus ojos
refleja mi corazón rompiéndose a cada segundo que pasa. Se inclina hacia delante y
me besa. Suave y dulce, muy distinto al hombre fuerte y duro que todos los demás
conocen. Su lengua apenas toca mis labios, pero lo siento profundamente en mi alma.
La sangre pulsa por mis venas y gruñe en el fondo de su garganta antes de apartarse y
apoyar la frente sobre la mía.
—Tampoco desaparecerás, Jessa. Nunca.
Vuelvo a acurrucarme contra él y, con su calor y seguridad, me quedo dormida
en sus brazos. El único lugar en el mundo donde quiero estar.
Horas después, cuando la luna está alta en el cielo, me lleva hasta la puerta de
entrada y luego a mi cama, tumbándome con cuidado. Tiro de él junto a mí, pero se
levanta.
—Si te pruebo de nuevo, nunca seré capaz de parar y no puedo… desearía
poder, ¡pero joder! —Se frota la nuca y mira al suelo.
Espero. Y espero. Luego le doy una salida fácil.
—Buenas noches, Ty.
Levanta la cabeza de golpe.
—Buenas noches, nena.
Escucho mientras se marcha. Luego escucho su camioneta encenderse y se
marcha. Después de que finalmente me quedo dormida, lo veo en mis sueños. Son
tan reales que me asustan, pero cuando me despierto por la mañana sin él, la realidad
se asienta. Mi perra se acurruca junto a mí y la sostengo. No sé cómo la recuperó Ty,
pero no me importa. La sostengo y lloro, porque temo que nunca lo veré de nuevo.
Nunca pensé que viviría mi vida mecánicamente, pero últimamente, eso es
todo lo que parece ser. Estoy muy avergonzada de estar permitiendo que un hombre
me controle sin ni siquiera estar presente. La última vez que lo vi, fue hace tres
semanas, y cada día se pone peor y peor.
El resentimiento está reemplazando lentamente mi deseo de que él se quede y
me ame. ¿Cómo se atreve a seguir haciéndome esto? ¿Cómo me atrevo a
permitírselo?
30
Jessa
Siete meses después 31
Mi mente está jugando conmigo, porque aún puedo sentirlo. Han pasado unos
seis meses y cierro los ojos y lo veo claro como el día. Mis emociones están en una
cuerda elástica, arriba un minuto, abajo al siguiente. Saltando adelante y atrás entre
la furia, la tristeza, el deseo, la necesidad.
—¡Felicidades! —ovacionan todos cuando Kat y yo entramos en el bar.
Estamos teniendo una fiesta de graduación de la universidad y sonrío
ampliamente mientras mi hermano me toma entre sus brazos.
—¡Estás aquí! —grito contra su pecho.
—Por supuesto que estoy aquí.
Landon está filmando una película en Canadá ahora mismo y hablé con él
anoche. Me dijo que no podía escaparse, así que estoy totalmente sorprendida de
verlo ahora mismo.
—Gran mentiroso. —Me seco las lágrimas y esboza su gran sonrisa de estrella
de cine.
—Lo siento.
—No, no lo haces.
—No. —Me acerca de nuevo a él y le rodeo la cintura con los brazos—. No lo
hago.
—¿Cómo estás? —Lo abrazo de nuevo y lo sostengo un poco demasiado
apretado. Me aparta y me mira a los ojos, luego toma mi mano y me lleva al pasillo,
donde estamos solos.
—Habla conmigo, Jessa.
—Estoy bien. Solo sorprendida de verte.
—Nunca fuiste una buena mentirosa.
—Hay un chico. Él…
—¿Te hizo daño? —Los rasgos de Landon se tensan y pongo una mano en su
brazo.
—No. No físicamente. Es el mismo que me salvó de Derek aquella noche. Lo vi
hace unos seis meses y dice que es mejor si no estamos juntos… más seguro. Argh. —
Levanto las manos y niego—. Simplemente apesta, ¿sabes? Querer a alguien que no
puedes tener.
Landon se mira los pies, moviéndolos de lado a lado. Finalmente mira hacia
arriba, sus ojos llenos de pena.
—Sí, hermana. Sé perfectamente lo que quieres decir.
—¿Quién es ella? —pregunto, contenta de tener una distracción.
Niega. 32
—Alguien a quien no puedo tener. Pero esto no es sobre mí.
—Estoy bien. Solo tengo mis momentos. Vayamos a celebrar.
—Vamos.
Volvemos con todos los demás. Familia y algunos viejos amigos, todo risas,
recuerdos y diversión. Escucho a Landon hablar de su película y las escenas
peligrosas que está haciendo, muy orgulloso de sus logros. Toda la gente mayor se va
después de acabar la cena. Ahí es cuando sube un poco más el volumen de la música
y las luces se atenúan ligeramente.
Bailamos y bebemos, Vaughn y Landon se sientan a nuestra mesa manteniendo
un ojo en nosotras… haciendo su deber de hermanos. Después de un par de horas,
damos por terminada la noche y nos vamos en direcciones separadas. Landon y yo
estacionamos en nuestra casa justo cuando suena mi teléfono.
—Chica, da la vuelta y ven a otro lugar.
—¿Qué, por qué? Kat, estoy cansada.
—Estábamos de camino a casa y tuve una llamada de Lindsey sobre otra fiesta.
Vamos, te gusta Lindsey. —Tiene razón, lo hace. Desafortunadamente, a causa de
que su padre estaba en el ejército, se mudó en nuestro último curso. Cuando él se
retiró, se mudaron de vuelta.
—Espera. —Aparto el teléfono y miro a Landon—. ¿Quieres ir a otro bar?
—Estoy agotado, Jessa.
—Está bien. Simplemente iré por mi cuenta.
Niega.
—No, no quiero que conduzcas a un bar sola. Al menos deja que te lleve.
¿Vaughn puede traerte a casa?
Vuelvo a poner el teléfono en mi oreja.
—¿Pueden traerme si Landon me lleva?
—¡Sí!
—Está bien, ¿cuál es la dirección?
—¿Vas a venir?
—Sí, ¿por qué no? —Necesito un poco de diversión antes de volver a la escuela
por otros cuatro años.
—¡Oh, esto va a ser muy divertido!
—Dirección, Kat. —Sonrío.
—Oh, sí, es en Lincoln. En el bloque cuatrocientos, al otro lado del
supermercado.
—Está bien, te veo pronto.
33
Landon vuelve a la carretera y se dirige al bar. Llegamos y estaciona junto al
edificio de ladrillos. La farola se ha fundido y hay barras en la ventana, pero paso eso
por alto. Desde que no salgo mucho, estoy segura de que probablemente es un
agujero en la pared, y una vez que entre será mucho más agradable.
Tomo una honda bocanada de aire.
—Gracias.
Landon echa un vistazo al vecindario en decadencia.
—¿Quieres que entre contigo?
Justo entonces, un hombre con traje y una mujer vistiendo un escaso vestido
salen. Ver a la pareja me hacer sentir aliviada.
—Nah, estoy bien. Gracias.
—Está bien. Mantente segura y llámame si me necesitas.
—Lo haré.
Salgo del auto y me encamino dentro, despidiéndome de él con la mano antes
de que la puerta se cierre. Cuando me giro, me doy cuenta de que no estoy en el
lugar correcto. Hombres —tipos con apariencia brusca, con rostros duros y cicatrices
para probarlo—, todos giran sus cabezas. La música alta retumba a través de los
altavoces y el humo llena el espacio oscuro, aunque es ilegal fumar dentro de un bar.
Rápidamente saco el teléfono del bolso, pero destella el aviso de que no hay
señal. No quiero salir sola, pero no quiero adentrarme en el bar. La primera cosa
mañana será cambiar de compañía telefónica.
Un hombre con botas negras y una chaqueta de cuero entra y me aparta de su
camino de un empujón, forzándome a dar un paso dentro. Recorro el lugar con la
mirada, desesperada por ver a Kat o a Lindsey… ¿tal vez estén en la parte de atrás?
Dios, esto es como una pesadilla haciéndose realidad.
No hay mujeres aquí dentro, ninguna. ¿Qué demonios era aquella pareja? Todo
hombres, tipos con los que no querría encontrarme en el medio de una maldita
tienda, mucho menos un bar yo sola. Mientras paso la mirada entre los cuerpos, lo
veo.
Ty. Mi maldito salvador. El hombre que me persigue en sueños, día y noche.
Es imposible, está incluso más grande que antes. Sus brazos son el triple que los
míos, su cabello un poco más largo, todo su cuerpo más fuerte. Trago y me encamino
en su dirección, muy asustada de moverme en una dirección o la otra.
Me pongo detrás de él, en una mesa de billar donde está mirando el tiro de otra
persona.
—Ty —susurro.
Tensa la espalda y lentamente se gira. Sus ojos, Dios, sus ojos me lanzan una
advertencia. Sonríe y se inclina, acercándome contra él, mientras desliza una mano
directamente a mi culo.
34
—Hola, nena. Ya era hora de que aparecieses.
Y entonces me besa. Duro, totalmente inapropiado en público, y es como si
hubiésemos hecho esto siempre. Justo como pensé que sería la primera vez. Mueve la
lengua contra la mía y me empuja hacia atrás, así estoy contra la pared.
Jesús. Odio que esto me encante. Odio que todavía tenga este poder sobre mí.
Sujeta mi coleta, inclinando mi cabeza hacia atrás para poder chupar mi cuello.
Cuando llega a mi oreja, susurra:
—No enloquezcas, Jessa. Te sacaré de aquí.
Vuelve a deslizar la lengua, luego me gira la cabeza al otro lado, deteniéndose
de nuevo en mi oreja:
—Sígueme el juego.
Con una lamida final en mi cuello, se aparta, pasa un brazo sobre mi hombro y
luego se ríe.
—Lo siento, chicos. Terminaré después de esta partida, así puedo llevarla a casa
y follarla.
Finjo no estar disgustada por lo que dijo y hago lo que creo que es correcto,
pasando el dedo por su pecho. Cuando mi mano llega a la cintura de sus vaqueros,
me sujeta la muñeca y se lleva ese dedo a los labios, metiéndoselo en la boca.
Joder. Sé que es muy jodido, pero mis bragas están mojadas ahora mismo.
Debería estar asustada, incluso petrificada, pero estoy tan jodidamente cachonda que
creo que, si me dijese de follarlo allí mismo delante de todos, lo haría.
—Maldición, T. ¿Vas a compartir esa mierda cuando hayas acabado? —
pregunta uno de los tipos.
La mano de Ty se aprieta en mi muñeca, pero su creciente furia no se refleja en
su apariencia.
—Una vez que me canse de su coño, la compartiré.
—Joder, sí, hermano —exclama otro. Lleva lentes de sol, pero puedo decir que
su mirada está en mi pecho—. No puedo esperar a follar eso. Se ve pura como la
nieve. Apuesto a que está apretada como la mierda.
—Lo sabes. —Ty me da una palmada en el culo y tomo eso como mi señal para
echarme atrás. Intento prestar atención a la partida de billar, pero en todo lo que
puedo pensar es en el hecho de que Ty sabe cómo hablar sucio. Que se espera que las
mujeres sean compartidas. Que incluso lo hace. Estoy empezando a preguntarme si
no es el hombre de ensueño que imaginé. Si realmente es una escoria con la que
resulta que me he encontrado un par de veces.
Pero si ese fuese el caso, ¿por qué demonios era agradable conmigo? ¿Por qué
no habría tenido sexo conmigo cuando yo estaba vulnerable? ¿Por qué mi maldito
corazón se saltaría un latido y, aun así, latiría más rápido al mismo tiempo? ¿Por qué
es el único sobre el que fantaseo? ¿Por qué es el único? 35
Terminan su partida de billar y Ty lanza el taco sobre la mesa.
—Lo siento chicos, estoy fuera.
—Mierda, no te culpo —comenta el mismo de los lentes mientras saca un fajo
de dinero y se lo entrega a Ty—. Mantenlo limpio, hermano.
—Siempre. —Ty me rodea la cintura con un brazo y me apresura por la puerta
trasera.
En cuanto estamos en el callejón, se aparta y se pasa las manos por el cabello.
—¿Qué demonios, Jessa? —No se ve enfadado, parece más preocupado, una
emoción que nunca he visto antes en él. Normalmente, es calmado y confiado, así
que mi ansiedad aumenta y el latir de mi corazón forma un ritmo desigual mientras
golpea frenéticamente contra mi pecho.
—Pensé que me estaba encontrando aquí con unas amigas. —Me limpio las
lágrimas que se forman y saco mi teléfono. Y doy un pisotón ante la ironía de que
ahora tengo señal.
—Tenemos que salir inmediatamente de aquí. —Alcanza mi mano y tira de mí,
mis tacones finos de diez centímetros apenas sosteniéndome—. No estamos lejos de
mi casa y luego te llevaré.
—¿Por qué no simplemente llamo a mi hermano para que me lleve?
—Porque necesitamos irnos, nena. No podemos estar aquí como malditas
presas fáciles.
Sintiendo su urgencia, me fuerzo a correr sobre las puntas de los dedos. A
través de muchos callejones y detrás de un estacionamiento vacío, finalmente
llegamos al mismo lugar donde estuvo antes su camioneta. Maldice entre dientes y
miro a donde tiene puesta su atención.
Dos autos negros se detienen y un hombre vestido con traje baja de la parte de
atrás. Otro hombre sale del asiento del conductor con un arma en la cintura. En el
otro vehículo, un hombre sale y abre la puerta trasera. Una mujer golpeada y
amoratada emerge tambaleándose.
—Cristo —grita Ty—. ¿Qué demonios, Marco?
—Ty, ayúdame. —Le tiemblan las frágiles manos mientras las estira hacia él.
Me mira, sus ojos más oscuros y con más dolor que nunca, antes de volver a
girarse hacia las tres personas frente a nosotros. No conozco a ninguno, pero es obvio
que no quieres joder con esos hombres. Las miradas amenazadoras y las armas lo
dicen todo. Esto es de lo que estaba hablando. Este es su mundo.
Tenía razón. No encajo en él.
—Aquí, tu madre, decidió intentar ganarse un extra en las horas libres —
contesta el hombre llamado Marco.
Oh, Dios mío, ¿esa es su madre? 36
—Jesús, mamá. Eres más lista que eso.
—No es la primera vez que lo ha hecho, Ty.
—Lo sé, Marco —espeta él.
Marco pasa sus ojos negros sobre mí. Me estremezco por el descaro de ello y Ty
gruñe, cruzando los brazos sobre el pecho.
Marco toma aire entre sus dientes apretados y se agarra la entrepierna.
—¿Qué tenemos aquí?
—Nada tuyo.
—Oh, pero mira —Marco da unos pasos acercándose a nosotros y se pasa el
pulgar por el labio inferior mientras me mira—, puedo perdonar fácilmente a tu
madre por una probada de esta dulzura.
—No va a pasar. —Ty se coloca frente a mí—. Ella no está en esto.
—Oh, pero lo está, hijo.
Ty estira el brazo hacia atrás y me acerca a él, así que estoy apoyada contra su
musculosa espalda. Observo a un costado de él.
—¿Qué quieres?
—Fui apartado de mis actividades esta noche por tu madre. O este dulce culo
viene conmigo y lo hace bien —asiente hacia mí—, o despídete de tu madre porque
me ha desobedecido por última vez.
Jadeo con miedo, conmoción y horror. ¿Va a matarla? Los músculos en la nuca
de Ty pulsan mientras sus nudillos se vuelven blancos por lo fuerte que aprieta los
puños.
—Tómame a mí. —Camina hacia delante y no puedo evitar que las lágrimas
salgan de mis ojos.
—Nah. No te quiero a ti —contesta Marco—. Y cuanto más permanezca aquí,
menos quiero a tu agotada madre, no importa lo profundo que pueda tomarme. —Se
lame los labios y se pasea tranquilamente hacia nosotros—. Sí. Quiero a esa cosita
dulce. No te preocupes, guardaré su coño para ti, hombre… Solo estoy interesado en
romperle el culo.
No estoy segura de lo que sucede primero, pero antes de que lo sepa, los puños
están volando, y estoy chillando. Los otros dos hombres vienen hacia él, pero Ty se
agacha y le da una patada a uno en la rodilla, luego se gira y le da un puñetazo a otro
en la cabeza. El que Ty pateó en la rodilla consigue ventaja y se abalanza sobre Ty.
Caen al suelo, y no puedo decir quién está golpeando a quién, pero de algún modo,
Ty logra darle la vuelta al tipo y cernirse sobre él.
La cabeza de Ty vuela hacia atrás mientras el otro tipo que estaba esperando le
lanza un codazo en el rostro. La sangre salpica y él hace el primer sonido desde que 37
lanzó el primer puñetazo, y su gruñido de dolor me retuerce el estómago.
Ty lleva la cabeza de uno de los tipos a su rodilla y el hombre aúlla de dolor.
Luego Ty lo aparta así puede ocuparse de los otros dos hombres. El hombre que Ty
apartó, tiene un arma en la mano, sale volando y aterriza a unos centímetros de mí.
Paso la mirada alrededor. Su madre está medio desmayada, deslizándose por el
lateral del auto con los ojos cerrados. El otro hombre y Marco se unen contra Ty y
les grito que se detengan. Grito el nombre de Ty. Solo grito.
Marco agarra a Ty por los brazos y sujeta su cuerpo golpeado mientras el otro
hombre comienza a machacarlo. Los murmullos de dolor saliendo de él me provocan
arcadas. Alcanzo el arma del suelo y la levanto con manos temblorosas, el puro
instinto dirigiendo mis acciones.
El tipo rueda, gimiendo, pero se pone de rodillas, luego se levanta para atacar a
Ty. Consigue un golpe y el cuello de Ty se dobla hacia atrás.
—Dejen de golpearlo —susurro—. ¡PAREN! —grito, haciendo que Marco me
mire por un breve segundo. Sonríe mientras los otros hombres continúan golpeando
a Ty. Sin pensar, aprieto el gatillo y un cuerpo colapsa en el suelo.
El otro hombre al que no disparé, se tira al suelo y se cubre la cabeza. Ty le da
un codazo a Marco detrás de él, se gira, levanta la rodilla al mismo tiempo que tira de
su cabeza hacia abajo, y después de un sonido de estallido, Ty lanza a Marco al suelo,
luego gira la cabeza para mirarme.
—Pon el arma en el suelo, Jessa.
Asiento temblorosamente y doblo las rodillas para dejar el arma en el suelo.
Camina hacia mí y me sujeta el rostro, luego me besa. Presiona sus labios
ensangrentados contra los míos, pero no me importa. Mis lágrimas saladas se
mezclan con el sabor metálico, y me aferro a sus brazos por estabilidad.
Se aparta para mirarnos a los ojos.
—Jessa, escúchame.
No puedo hablar, pero asiento. O simplemente mi cuerpo está temblando
demasiado y parece que asiento.
Mira detrás de él.
—Necesitas correr y salir inmediatamente de aquí.
—No. No voy a dejarte.
Las sirenas suenan en la distancia y mi cuerpo tiembla más cuando veo a Marco
arrastrarse hasta el auto. El otro hombre también se está arrastrando y cuando
alcanza el vehículo, se mete en el asiento trasero. Marco se coloca en el asiento del
conductor y se pone en marcha con neumáticos chirriantes.
Ty me sacude.
—Sal ahora mismo de aquí, nena. Nunca estuviste aquí, ¿me escuchas? 38
Jodidamente nunca estuviste aquí esta noche. Jamás. Esto jodidamente no te afectó.
—Ty —ruego—. Lo maté.
—Se hubiesen quedado y observado mientras el otro te violaba por el culo,
Jessa. Esos hombres son asquerosos.
Me pego a su pecho y una especie de náusea y terror como no he
experimentado jamás hacen que todo se empañe. Me tiemblan las rodillas y Ty me
alza por debajo de los brazos cuando comienzo a hundirme.
—Necesitas ser fuerte ahora mismo. Levántate, Jessa. Levántate y mírame. —
Me da un ligero golpe a un lado del rostro y sujeto sus muñecas y miro a los más
atormentados pero hermosos ojos que he visto nunca—. Vete.
—¡Ty! —grito mientras me aparta de su cuerpo—. No, no me hagas irme.
—Sal ahora mismo de aquí. Tienes que irte. —Su mirada me suplica junto sus
palabras—. Por favor, nena. Vete.
Luces rojas y azules brillan en la distancia y doy un paso atrás, luego otro y
otro. Ty se agacha, toma la pistola y la limpia con su camiseta. La sostiene en la
mano, dejando sus huellas sobre ella.
—¡No! —digo una y otra vez, lo suficientemente alto para que solo lo escuche
yo. Corre hasta su madre y sostiene su débil cuerpo entre sus brazos.
Continúo alejándome de espaldas hasta que golpeo un árbol a medio bloque de
distancia. Me escondo detrás de él y él suelta el arma y levanta las manos. Le ponen
las esposas y lo meten en la parte trasera de un auto patrulla.
Las lágrimas se deslizan de mis ojos, estremecimientos incontrolables sacuden
mi cuerpo y, después de una hora, el auto pasa a mi lado. Ty gira la cabeza y me mira
directamente. Me cubro la boca con la punta de los dedos y cierro los ojos. Cuando
los abro de nuevo, se ha ido.
Ty
39
Veintiséis años
Permanezco en la sala de interrogatorio, Jay reclinado contra la pared y mis
esposas arrojadas sobre la mesa. La cerveza que me entregó baja fácil y agradable, y
en cuanto tomo el último trago, inmediatamente se pone a trabajar.
—¿Cómo lo estás llevando? —Mira los moratones en mi rostro.
He estado en la cárcel por tres años, así que me rio sin humor.
—Jodidamente excepcional.
—Esa pelea con el nuevo recluso te tiene noventa días en solitario, así que al
menos podemos ponerte en una localización segura durante unos meses. —Le pongo
los ojos en blanco porque sé que él la organizó. Jay sabía que me estaba empezando a
volver loco, así que arregló una forma de tenerme alejado por un tiempo.
—Vaya, gracias.
Hace una mueca ante mis palabras, luego toma asiento y abre un archivo.
—Estamos en un camino sin fin, hombre.
—Una mierda. —Me siento en la silla frente a él y abro otro archivo. El
inmoral rostro de Marcos me devuelve la mirada, y aprieto la mandíbula—. Lo
quiero a él.
—Con suerte, podemos atraparlo antes de que tu sentencia termine. No quería
que cumplieses condena, mucho menos los seis años completos.
Descarto un comentario sarcástico asentado en la punta de mi lengua y
continúo ojeando el archivo. Trabajar como encubierto para el FBI no se suponía que
fuese así. Nunca se supuso que terminase en una maldita celda en la cárcel, pero con
el fin de mantener mi fachada, tuve que hacerlo. Tuve que asumir la culpa por la
muerte de la mano derecha de Marco a manos de Jessa.
De ningún modo podría estar enfadado con ella por apretar el gatillo, porque
me salvó la vida. No habrían dejado de golpearme hasta que estuviese muerto y luego
la habrían violado. Solo estoy agradecido de que fuese capaz de alejarse, y por lo que
Jay informa, Marco no la ha molestado desde entonces.
Pero sé que irá detrás de ella solo para llegar a mí, así que cuando salga de aquí,
mi primer objetivo es asegurarme de que está a salvo. Solo tengo que esperar tres
años más para terminar esta sentencia falsa.
Si queremos una oportunidad para atrapar a Marco, tengo que cumplirla. Si no,
levantaré mi tapadera. Y quiero a Marco, así que me pudriré por el bien mayor y
luego, él se pudrirá por la eternidad.
—Vamos. —Suspira Jay—. Volvamos a ponerte las esposas y luego te dejaré en
la casa segura.
Asiento y pongo las manos frente a mí mientras asegura ligeramente las esposas
40
de metal y me guía fuera a su auto. Me siento en la parte de atrás y observo mientras
la ciudad se desvanece.
—Detente —grito—. Gira y detente frente a la cafetería.
Hace lo que le pido. Sabiendo que ella no puede ver a través de las ventanas
tintadas, la observo mientras él estaciona.
Observo a Jessa sentada en una mesa fuera con sus amigos, su cabello rubio
largo flotando en el viento. Lleva un vestido suelto que muestra el suficiente muslo
para que te preguntes qué hay encima de él. Un gran sombrero esconde sus inocentes
ojos azules y quiero muy desesperadamente sentir sus labios de nuevo sobre los míos.
Tener su suave cuerpo amoldado contra el mío fuerte.
—Parece feliz, hombre. —Jay rompe mi camino de pensamiento.
—Sí, lo hace —concuerdo.
—¿Valió la pena?
Mi respuesta es no responder. No necesito decir las palabras para saber que
hice lo correcto.
Como si pudiese sentirme, levanta la mirada y me mira directamente. Su
sonrisa cae y entrecierra los ojos, aunque no puede ver a través del cristal.
—Joder —susurro. Es tan malditamente perfecta. Demasiado buena para mí.
Aunque no sabe nada sobre mí y el hombre que soy ahora. El hombre que siempre
intenté ser. No sabe que ahora estoy limpio. Que soy uno de los buenos. Mi basura
siempre me seguirá y, de ningún modo, permitiría jamás que tocase su belleza.
Aparto la mirada.
—Movámonos.
—Recibido. —La voz de Jay ha perdido su entusiasmo, seguramente sintió mi
desesperación.
Después de que me deja en la casa segura, hurgo entre los armarios y me lleno
la boca con todo lo que encuentro. La comida de la cárcel es una mierda. Tomo una
ducha caliente, sin tener que preocuparme por nada más. Me quedo dormido, pero
me despierto después de solo dos horas. Doy una vuelta por la casa y antes de volver
a dormirme, compruebo tres veces que la pistola al lado de la cama esté cargada.
Marco tiene mucha gente dentro, tantos policías corruptos, que aparte de Jay,
no confío en nadie. Fue el que se acercó a mí cuando tenía diecisiete años. Comencé
dándole información, y una cosa llevó a otra.
A pesar de todo, ser un chico de la calle significa tiempo en prisión. Era como
un ritual pasar tiempo en un correccional. Pero como adulto, no quería volver. Sin
embargo, con Marco tras de mí, carecía de mucha libertad, y no quería que se me
quitara nada más. Me rio ante la ironía del hecho de que el gobierno de los Estados
Unidos me da trabajo y, aun así, me estoy pudriendo en una celda.
Pero desde que soy el que aceptó la culpa, él está esperando. Por mí. Ojo por
ojo. Luego irá por ella. Sé cómo opera y su silencio ahora mismo no significa una 41
mierda. Tomará su revancha. Solo tengo que ser más listo y más rápido.
***
Sujeto las barras con las manos y apoyo la cabeza contra el frío metal. Son las
cuatro de la mañana, así que nadie está despierto todavía. Solo cinco meses más.
Cinco meses más hasta que esté fuera de aquí. Estoy jodidamente agradecido de que
fuese capaz de salir de aquí por unos meses hace un par de años. Pero desde
entonces, he estado pensando mucho… demasiado, en realidad.
Sueño sobre cómo podrían ser las cosas si fuese normal. Si hubiese nacido de
un maldito banquero o algo así. Que podría haber tenido lo que quería tan
desesperadamente. Lo que me había matado a trabajar para proteger. Lo que trataría
como oro.
Ni siquiera puedo correrme con nada más que la imagen de su rostro que he
grabado en mi mente. Está dentro de mí. Lo es todo para mí. Me he preguntado un
millón de veces qué hay en ella. ¿Por qué ella? ¿Cómo demonios puede ser alguien a
quien apenas conozco? Cada vez, no tengo una respuesta. Es solo ella. Simplemente
ella.
Unos pasos me sacan de mis pensamientos mientras uno de los guardias se
acerca y me entrega un sobre. Lo llevo a mi litera conmigo y abro el papel, leyendo
el informe de Jay. Ojeo las páginas hasta que aterrizo en su nombre.
Me dice que tiene novio y que no parece tan feliz como debería, pero
probablemente es el estrés de abrir la clínica veterinaria. Ha conseguido su sueño.
Mis labios se inclinan en una sonrisa y el sentimiento extraño es solo algo que ella
puede producir.
Rompo las páginas cuando acabo y las lanzo por el retrete. Mientras observo los
cuadrados blancos alejarse, tenso el pecho por el repentino cuchillo atravesándome
el corazón.
Pero por todo eso pasaría toda una vida aquí si eso significa mantenerla a salvo.
Jessa
—¿Cómo lo estás llevando? —pregunta mi madre.
Remuevo los pies y bebo otro trago de vino, ajustando el teléfono en mi oreja.
—Bien. Aunque realmente ocupada.
—Estoy segura de que lo estás. Estoy muy orgullosa de ti. Orgullosa de mis dos
hijos. Tengo un exitoso actor por hijo y una muy pronto veterinaria por hija.
Su orgullo se refleja en su voz y me rio. 42
—¿Estás llorando?
Sorbe por la nariz.
—No.
—¿Por qué estás llorando?
—Simplemente estoy muy orgullosa de ti. Sé que las cosas no siempre han sido
fáciles, pero has logrado dejar todo a un lado y perseguir tus sueños y… Estoy
parloteando. —Se ríe—. Lo siento.
—Está bien, mamá. Estoy contenta de hacerte sentir orgullosa. —Y estoy
contenta de que esté ignorando el hecho de que aún soy una mujer con el corazón
roto.
Hablamos por unos minutos más antes de colgar, y decido que estoy demasiado
cansada para levantarme e ir a la cama, así que me cubro con la manta del respaldo
del sofá y me quedo dormida. Normalmente mamá tiene razón, pero una cosa en la
que está equivocada es en mis sueños. No son los mismos que cuando era niña.
Durante diez años, han estado llenos con un único rostro. Un hermoso rostro.
Jessa
Veintinueve años
43
—Doctora Crew, su siguiente cita ya está preparada.
Termino rápidamente de teclear mis notas y luego tomo el gráfico de mi
asistente. Comienza a seguirme mientras camino hacia la habitación.
—Hembra, dos años, vomitando, diarrea, letargo, temperatura de cuarenta
grados. —Se detiene y deja salir un suspiro—. Intacto.
—Por supuesto —murmuro entre dientes, ya sabiendo qué está mal con el
perro.
Entro en la habitación con una sonrisa en el rostro y pregunto a los dueños
mientras examino al perro, que claramente está miserable. Sus encías están un poco
pegajosas y pálidas, grita con dolor cuando le palpo el abdomen y cuando le levanto
la cola, el pus deslizándose de su vulva es la última señal que necesito.
Después de explicarle a los dueños que su perra tiene piometra, una infección
del útero, y determino que necesita una operación de urgencia, me miran con
incredulidad. Cuando preguntan el coste de la cirugía, les digo que Kristen regresará
con el precio.
Mientras Kristen está repasando el coste con ellos, permanezco fuera de la
puerta, esperando por una de las cuatro posibles respuestas. Estarán de acuerdo y
querrán la cirugía en este momento. Querrán hacerlo, pero no tendrán dinero
suficiente y suplicarán por un plan de pago. Querrán intentarlo tratándola en casa
con medicación porque no tienen el dinero, lo que es imposible, la perra morirá sin
cirugía. O querrán usar el dinero que tienen para la eutanasia porque no tienen el
dinero para afrontar la cirugía.
Cuando Kristen sale, la mirada en su rostro me dice que eligieron la cuarta
opción y se me rompe el corazón.
—Déjame hablar con ellos. Tal vez la entregarán. —Entonces yo la tomaré. No
es culpa de la perra que sus dueños no la esterilizasen.
Después de una larga conversación que retrasa todas mis citas posteriores para
la última hora y media que la clínica está abierta, los dueños deciden cederla a la
clínica. Llevaré a cabo la cirugía y luego le encontraremos una casa.
Mientras me apresuro con mis citas, mis asistentes hacen los análisis de sangre
y preparan a la perra para la cirugía. Realizo un extirpado de ovarios con éxito y
salvo la vida de la perra. Para cuando acaba el día, he trabajado trece horas y estoy
agotada.
Mi ducha y mi cama suenan orgásmicas ahora mismo, pulso el botón de la
calefacción de mi asiento y espero a que se caliente antes de salir del
estacionamiento. Mientras estoy conduciendo por la zona apartada de la ciudad, el
auto tiembla.
—No, no, no, no esta noche. —Lo enderezo y le doy las gracias silenciosas a
Dios de que lo que fuese, se detuvo.
Finalmente, estaciono en mi camino de entrada y ya puedo oír a mis perros
44
ladrando. No importa lo duro que haya sido el día que he tenido, lo asqueroso que es
mi horario, o lo horribles que son algunos humanos, mis perros siempre me hacen
sentir mejor. Me calman cuando me pongo frenética y me alegran cuando estoy
triste.
Los saludo con entusiasmo y me pongo de rodillas para darles tanto amor como
ellos me están dando. La nota de la paseadora de perros decía que los había
alimentado a las cinco, así que los saco al patio trasero y juego con ellos un poco.
—Lo siento, chicos, estoy agotada. Vayamos a la cama.
Me siguen dentro y para el momento que salgo de la ducha, los tres están sobre
mi cama.

En lugar de mis plegarias a Dios, lo estoy maldiciendo en estos momentos


porque estoy parada a un lado de la carretera, tarde para el trabajo bajo una incesante
lluvia. Ya he llamado a la grúa y estoy moviendo las rodillas arriba y abajo esperando
que llegue. Un auto estaciona detrás de mí mientras la grúa estaciona delante. Salgo y
me encuentro con el conductor, firmando los papeles y luego corriendo de vuelta al
auto de Kristen.
—¡Joder, está diluviando! —Me limpio algo de agua del rostro y Kristen se ríe.
—Estás empapada.
—Lo sé.
—Es algo bueno que tenga un uniforme extra.
Nos conduce hasta la clínica y el resto de día continúa sin impedimentos.
Recibo una llamada de que mi auto está preparado y cuando nuestro día termina,
Kristen me deja en el taller.
—Gracias, lo aprecio.
—Sin problema.
Salgo, pero antes de cerrar la puerta, grita mi nombre.
—¿Sí?
—Me voy a encontrar con unos amigos en el Venue esta noche. ¿Quieres
venir?
Normalmente, soy una solitaria. Me quedo en casa y juego con los perros o leo.
A veces, veo una película antigua, pero después del último par de días, una copa
suena realmente bien.
—¿Sabes qué? Sí. Suena genial.
Abre los ojos como platos ante mi aceptación.
—Genial. Estaremos allí a eso de las ocho.
—¡Está bien, te veo entonces! 45

Afortunadamente, la lluvia se detuvo hace tiempo, pero esquivo un par de


charcos de camino al edificio. El olor a aceite de motor y gasolina me golpea antes de
que siquiera abra del todo la puerta, y la fuerte campana chirría, haciéndome saltar
un poco. No estaba esperando que fuese así de sonora, pero supongo que tiene que
serlo para que se escuche por encima de los taladros y las revoluciones de los
motores.
Un hombre con una larga barba se acerca al escritorio y se limpia las manos en
el mono.
—¿Puedo ayudarla?
—Sí, soy Jessa Crew. Sus hombres remolcaron mi auto esta mañana cuando se
me pinchó una rueda.
—Oh, sí. —Remueve algunos papeles y saca el mío, hace que lo firme y luego
le entrego mi tarjeta de crédito.
Mi auto se conduce más suave de lo que ha hecho nunca y cuando llego a casa,
mis perros están esperando mi llegada con entusiasmo. Abro la puerta trasera, así
pueden salir, me cambio a un par de pantalones de yoga para luego encontrarme con
ellos fuera para dar un paseo.
Normalmente, pasaría el resto de la noche con ellos y, por mucho que me mate
dejarlos solos de nuevo, tomo una ducha y me preparo para salir. He pasado
demasiado tiempo sola, y ahora que finalmente las cosas están en orden, debería
comenzar a tener algo de diversión.
En el fondo de mi armario, tengo un vestido negro, pero cuando me lo pongo y
me miro en el espejo, me doy cuenta de lo anticuado que es. Las mangas con volantes
y la longitud hasta la rodilla del bajo del vestido me hacen mayor. Me quito el
vestido y busco entre el resto de ropa de mi armario, sintiéndome triunfante cuando
encuentro un viejo par de pantalones de cuero.
Milagrosamente, todavía me quedan bien y los tacones plateados que no me he
puesto en años se ven geniales con ellos. No tengo ningún top lujoso, así que me
pongo un sujetador con tirantes de encaje, una camisola por encima y lo cubro con
unos collares. Suficientemente bueno.
No me he rizado el cabello en, probablemente, una década y no planeo
comenzar esta noche, así que lo recojo en una coleta alta y me pongo algo de
maquillaje. Alimento a los perros, también meto algo de comida en mi boca y tomo
un taxi hasta el bar.
El club es oscuro y ruidoso, pero logro vislumbrar a Kristen a lo lejos. Está con
un grupo de chicas, que están todas riendo y ya pasando un buen momento. Pido una
bebida en la barra y luego me encamino hacia ellas.
—¡Lo hiciste! —chilla Kristen.
—Lo hice.
46
—Chicas, esta es la doctora Crew…
—Jessa —interrumpo. Todavía me siento extraña cuando la gente me llama
doctora.
Kristen se ríe, sí, ya está borracha.
—Jessa, estas son mis amigas; Kelly, Marianne y Megan.
—Encantada de conocerlas.
Charlamos y nos reímos por un tiempo y la música se vuelve más alta y las
luces más oscuras. Logran arrastrarme a la pista de baile y termino divirtiéndome.
Pongo todos mis pensamientos de estrés, trabajo y los pagos de la hipoteca en el
fondo de mi mente.
La mano de un hombre me sujeta las caderas desde atrás y me giro para
enfrentarlo.
—¿Quieres bailar conmigo?
—Claro.
Le rodeo el cuello con los brazos y me muevo al ritmo de la música. Intenta
acercarme, pero mantengo mi distancia. Solo quiero pasar un buen rato, divertirme.
Me gustaría disfrutar mi vida… creo que lo merezco después de lo mucho que he
trabajado los pasados años.
He tenido relaciones, pero por una razón o por otra, no funcionaban. Era
mayormente mi culpa, porque mantenía a Ty en un pedestal imaginario y nadie
podía acercarse. Decidí que simplemente no merecía la pena el esfuerzo, así que me
rendí.
Cuando la canción termina, le doy las gracias y me giro. Se aleja y un chico
diferente se acerca a Kristen.
—Voy a ir al servicio —le grito a ella y sus amigas.
Levantan los pulgares hacia mí y me hago paso entre los cuerpos y luego me
encamino por el pasillo. Juro que necesitan hacer el doble de baños para chicas. Las
filas siempre son más largas, ¿no tendría sentido simplemente añadir más plazas? No
lo entiendo.
Al fin soy capaz de entrar y cuando vuelvo a salir, Kristen no está en la mesa,
pero sí están todas las demás.
—¿Dónde está Kristen? —les pregunto.
—Todavía bailando con ese tipo.
—Ah, ya veo. —No llamaría bailar a lo que está haciendo—. Me voy. Fue
genial conocerlas. —Y no estaba mintiendo. Había tenido un buen momento. Desde
los eventos de hace seis años, he sido una persona diferente. Ya no me permito los
lujos de la mayoría de la gente de mi edad. Tiendo a ser incluso más hogareña de lo
que era antes, asustada de estar en el exterior. Si veo un auto negro, me agacho en mi
47
vehículo para que no puedan verme. No tengo ni idea de quién era la gente de
aquella noche, pero maté a uno de ellos y, ciertamente, el karma volverá por mí.
—A ti también. Conduce con cuidado.
Decido volver a la pista de baile en el último segundo. Una vez más, me hago
paso entre los cuerpos para despedirme de Kristen. Quiero asegurarme de que está
bien antes de marcharme. Me abraza con entusiasmo y le digo adiós mientras la
aparto de mí.
—¿Estás bien para volver a casa?
—¡Estoy genial! —Asiente hacia el hombre detrás de ella y lo miro, dándole mi
mejor advertencia materna para que cuide de ella.
—De acuerdo. Adiós.
A pesar de bailar entre el montón de cuerpos sudorosos, mi piel no se siente
demasiado calurosa, pero cuando salgo y lo veo a él, comienza a arder. Está apoyado
contra su camioneta justo fuera del club, mirándome. ¿Esperándome, tal vez? La
puerta se cierra detrás de mí y el retumbar de dentro se disipa mientras el latir de mi
corazón comienza a hacer eco en mi pecho.
No aparta los ojos de los míos. Si pudiese caminar, correría hacia él, pero estoy
paralizada. No lo he visto en seis años, no desde que me dijo desde el otro lado de la
separación de cristal que nunca quería verme de nuevo… Fui quién apretó el gatillo,
pero tomó la culpa.
Ahora se ve… jodidamente sexy. Sus brazos son enormes. Sus ojos todavía son
hermosos, pero son definitivamente más duros. Su cabello está un poco más largo
que antes. Y en los pantalones que está vistiendo puedo ver la silueta de su polla.
—¿Preparada? —pregunta, apartándose de la puerta.
No creo que lo haya escuchado correctamente.
—¿Qué?
—¿Preparada?
Ciertamente no puede estar preguntando lo que he soñado desde el primer
momento que puse los ojos en él. Desde que me besó esa noche, todo en lo que
pienso es que quiero más. Siempre he querido más.
—¿Eh?
—Jessa. —Suspira.
—¿Qué?
—¿Estás preparada?
—¿Para qué?
Camina directamente en mi espacio personal y me presiona contra la puerta del
club sin tocarme en realidad. El calor de su cuerpo me enciende incluso más, y siento
mi rostro arder y mis bragas humedecerse. Pasa el dedo índice por el contorno de mi
boca y sus ojos se vuelven más oscuros mientras mira su dedo. 48

—Yo —susurra.
Se muerde el labio inferior y recuerdo inmediatamente la última vez que me
besó. Nunca he experimentado esa magnitud de lujuria desde entonces, y todo lo que
hizo fue besarme. Intento alejar el resto de recuerdos de esa noche en el fondo de mi
mente y solo centrarme en los pocos minutos que tuvo sus manos sobre mí y lo
desesperadamente que quiero más de eso. De él.
Cuando estoy sola en mi cama y tocándome, lo imagino a él. Cuando tuve sexo
con los miserables otros dos hombres en mi vida, fingía que eran él. Sé lo que
quiero… lo que he querido desde que era una adolescente.
Ty
49
Tomo la mano de Jessa, la guío los pocos pasos hasta mi camioneta y cierro la
puerta detrás de ella. Mi polla ya está pulsando contra mis vaqueros, suplicando salir
y estar dentro de ella. Han pasado seis años desde que tuve algún coño y darme
cuenta de lo rápido que va a ser, me está haciendo arrepentirme de mi decisión
incluso antes de alejarme del bar. Simplemente debería aliviar el dolor con una puta,
pero el pensamiento de un coño que no sea el de Jessa me pone la polla flácida.
Físicamente soy fuerte. He tenido que probarlo toda mi vida. Nadie jodió
conmigo mientras estaba encerrado. Bueno, Jimmy lo intentó. Fue la primera y única
persona que lo intentó y aplasté al imbécil de un golpe. Luego su pequeña perra
también intentó conseguir un pedazo de mí, pero lo levanté del cuello con una mano
y los guardias tuvieron que abrir mis dedos de su garganta antes de que lo matase.
¿Aunque mentalmente? Esta chica me debilita. Me hace jodidamente
impotente. Solo voy a conseguir una probada. Solo una probada minuciosa y
completa. Necesito una ración completa y real antes de que pueda estar satisfecho.
Luego la dejaré en paz.
Me aprieta el muslo con los dedos y giro la cabeza para mirarla de nuevo. Joder,
es hermosa. Me encanta que su cabello todavía sea largo, estoy esperando con ansias
enrollarlo en mi muñeca esta noche. He pensado e imaginado muchas formas de
tomarla. Infiernos, me he masturbado solo con el recuerdo de sus labios.
Está frotando las piernas juntas y se desliza cerca de mí, así que tomo su coño
caliente por fuera de sus apretados pantalones de cuero.
—Estás ardiendo, nena.
—Ty —susurra.
Por mucho que me gustaría uno rápido y sucio en mi camioneta, la quiero
expuesta para mí. Quiero darme un banquete con su piel y sentir su pequeño cuerpo
envuelto a mi alrededor. Así que ignoro su súplica y salgo del estacionamiento vacío
y hacia la calle vacía.
—No puedo llegar ahí con eso puesto. Ten paciencia, Jessa.
Deja salir un gruñido de frustración y me sujeta la muñeca para mantener mi
mano quieta, así puede mover las caderas y conseguir algo de fricción. Intento alejar
la mano, pero la sujeta con más fuerza y se empuja contra mi palma.
—Si te haces correr, perderás mi boca y realmente no quiero eso. He estado
soñando contigo montando mi rostro durante seis putos años, nena. No me quites
eso.
—Ty…
—No te corras, Jessa.
—Ty —se queja, su respiración haciéndose más entrecortada con cada suspiro.
Aparto la mano y sujeto el volante. Jesús, solo tocándola por fuera de sus
pequeños pantalones apretados hace que me hormigueen las pelotas.
—Ya casi llegamos. 50

—Apresúrate.
Golpeo el bordillo cuando estaciono en su camino de entrada, abre la puerta de
golpe y corre hacia el porche. Salto de mi camioneta y hago una mueca cuando mi
polla palpita contra los pantalones por el movimiento. La sigo y, justo antes de que la
sujete y la desnude junto a la puerta de entrada, tres perros me gruñen.
—Ignóralos. —Salta en mis brazos y doy un paso atrás para atraparla mientras
cierro la puerta de entrada de una patada. Aplasta su boca contra la mía y no estoy
seguro de cuál de los dos abre la boca primero, pero cuando su lengua toca la mía, lo
juro por Dios, mi maldito corazón vibra todo el camino hasta mi polla.
—Cama —logro decir.
Asiente hacia el pasillo y abro la primera puerta, sin importarme una mierda si
es su habitación o no. Todo lo que necesito es un lugar para ponerla horizontal. En
cuanto la puerta se cierra, me empuja contra ella y se pone de rodillas. Me abre los
vaqueros con manos codiciosas, bajándolos, y me agarra la polla.
Un involuntario siseo se escapa entre mis labios cuando me acaricia, no es
capaz de rodearme completamente con los dedos. Ha pasado mucho tiempo solo con
mi mano y no he estado así de desesperado desde que tenía trece años teniendo sexo
por primera vez.
Me rodea con la boca y golpeo la puerta con la cabeza. Joder, no pensaba que
esto pasaría. No pensaba que estaría así de dispuesta. Así de necesitada. Casi tan
desesperada como estoy yo.
Me acaricia las pelotas con sus delicados dedos y me araña la sensible piel con
las cortas puntas de las uñas. Mis pelotas se endurecen vergonzosamente rápido y la
aparto antes de correrme en su garganta. No importa cuánto tiempo haya sido, no
voy a irme tan rápido.
Casi tropieza, pero la sujeto y me quito rápidamente los pantalones y
calzoncillos, luego la muevo de espaldas hasta que sus rodillas golpean la cama. Evito
mirarla a los ojos, asustado de que lo que estoy sintiendo sea demasiado, mientras le
quito la camiseta y le toco las tetas por fuera del sujetador negro.
Un gemido se escapa entre sus labios y me agacho, así puedo chupar las puntas
duras. A través de la fina capa de algodón, lamo su pezón endurecido y se deja caer
sobre la cama.
Alcanzando detrás de mi cabeza, me quito la camiseta y antes incluso de que
toque el suelo, mis manos están en la cintura de sus pantalones, quitándoselos.
Le rodeo las pantorrillas con mis dedos callosos. La mantengo abierta y me
lanzo como el hombre hambriento que soy. Me sujeta la cabeza con las manos y se
frota contra mi boca. Y su rico y dulce sabor se desliza fácilmente por mi garganta
mientras la follo con la lengua.
51
Justo cuando comienza a tensarse, la levanto y me tumbo de espaldas. Tiro de
ella sobre la cama, así su coño está cerniéndose sobre mí.
—Folla mi rostro, Jessa.
—¿Qué? —Su respiración jadeante sale entrecortada. Estiro los brazos, alcanzo
sus caderas y luego tiro de ella sobre mi rostro, clavándole mi lengua hambrienta—.
Joder. —Se alza un poco, bajándose sobre mi lengua y aprieto sus nalgas,
muriéndome por meter la polla en su apretada y húmeda calidez.
Comienza a frotarse contra mí y uso todo lo que tengo —nariz, barbilla y
dientes—, para llevarla al orgasmo. Por supuesto, quiero que sea enloquecedor para
ella, pero egoístamente necesito estar dentro en su interior casi tanto como necesito
oxígeno.
Golpeo la lengua contra su clítoris mientras alcanzo alrededor y deslizo el dedo
corazón directamente en su centro, y grita:
—¡Ty! —Se aprieta contra mi ahora dedo húmedo y dejo que monte el resto de
su orgasmo mientras le tiembla el cuerpo y mi polla gotea tanto pre-semen que
puedo sentirlo mojándome el estómago.
Girándola, froto la punta de mi polla humedecida contra sus pliegues
hinchados y la golpeo contra su clítoris pulsando.
—¿Usas algo?
—Sí.
—Bien. —Me deslizo en ella por completo y tengo que salirme completamente,
así no pierdo mi carga inmediatamente—. Joder, te sientes genial.
Su coño me traga de nuevo y caigo hacia delante sobre los antebrazos, todavía
mirando hacia donde estamos conectados, pero apartando la mirada a propósito de su
rostro angelical. Sabiendo que ya viene, me hacer querer resistir todo lo que pueda y,
al mismo tiempo, acabarlo. Cuanto más estoy dentro de ella, más quiero hacer esto
una y otra y otra vez.
Empujo las caderas con más fuerza, más rápido y con más intensidad mientras
me rodea la cintura con las piernas. El olor de su deseo llena la habitación y gimo
mientras mi liberación se derrama inesperadamente en ella, en el momento en que
sus paredes se aprietan a mi alrededor. Jadea y se queda quieta, clavándome las uñas
mientras le tiemblan los muslos. Me mantengo sobre ella, mareado por lo mejor que
he experimentado. Lo más dulce. Lo más apretado.
Me aparto de ella y me pongo un brazo sobre los ojos. Joder, ¿en qué estaba
pensando? Se gira, y pone un brazo y una pierna sobre mí. No la toco. No puedo.
Aunque me queman los dedos por el deseo de acariciarle la espalda o pasar los dedos
por su cabello.
Cuanto más la toque o me quede con ella, más voy a quererla. Su respiración
sobre mí se vuelve más superficial y su peso más profundo. Me escabullo debajo de
ella y tomo mi ropa. Cuando abro la puerta, los perros mueven sus colas y las golpean 52
contra el suelo. Me muevo de puntillas a su alrededor, cubriéndome la entrepierna,
luego vistiéndome y marchándome.

Es casi la una de la mañana cuando llego a mi localización y, cuando me doy


cuenta de que no soy el único que llega temprano, tomo la Glock de la guantera y
salgo de la camioneta. No hay sentido en retrasar lo inevitable.
—Marco. —Asiento y paso a su lado dentro del almacén.
Sus mocasines hacen ruido contra el suelo detrás de mí y cuando alcanzo la
mesa, la rodea y levanta la tapa.
—Está todo aquí.
Tomo una bolsita empaquetada apretadamente y compruebo el peso en mi
mano. Sin una palabra más hacia él, cierro el maletín. Agarrándolo por el asa, me
giro y salgo. Me sigue fuera y justo antes de que me meta en la camioneta, grita mi
nombre.
Cuando me giro para enfrentarlo, me lleva cada fibra de mi ser no asesinarlo.
Darle el mismo destino que él le dio a mi madre. Una muerte lenta y dolorosa. Puede
que ella haya sido quien tomó las drogas, pero él fue quien se las facilitó. Aunque no
puedo. Aún no. Solo he estado fuera una semana, necesito más tiempo.
Alzo una ceja hacia él y espero que hable.
—¿Qué pasa con el tratamiento de silencio, amigo mío?
Es un bastardo muy engreído. Jodidamente lo odio.
—No tengo nada que decirte.
Mi trasero golpea el asiento y bajo manualmente la ventanilla.
—Tendrás tus beneficios en tres días.
—Dámelo en dos y puedes tener un cinco por ciento extra.
—Tres días, trato original. No quiero ningún puto favor de ti.
Enciendo la vieja bestia y salgo del estacionamiento. Volviendo a mi
apartamento vacío y sin muebles, encuentro una bolsa llena de dinero para mí. Ya lo
han dejado. Ahora, solo necesito descargar.

53
Jessa
54
Dos semanas. Dos malditas semanas desde que me folló y me abandonó. ¿Cómo
se atreve?
He acarreado un incontable montón de culpa y equipaje a mi alrededor desde
la noche que Ty fue arrestado. Sabiendo que yo era responsable de la muerte de un
hombre… sin importar lo malo que era. ¿Tenía una mujer, hijos? ¿Sus padres todavía
estaban vivos y llorando en su tumba porque murió demasiado pronto?
Y Ty. Dios, el peso en mi corazón por él yendo a la cárcel por un crimen que
yo cometí, a veces es tan pesado que no puedo respirar. Aunque en realidad no me
dio elección, ¿hice lo correcto? Siempre me preguntaba si hice lo correcto dejando
que tomase la culpa, pero mirando hacia atrás, sé que lo hice.
Después de que Ty fuese arrestado esa noche, estaba fuera de mí. Maté a un
hombre. Le disparé y murió justo frente a mí. Fui capaz de ir a la cárcel unos días
después para hablar con Ty, quería verlo. Lo localicé y cuando giró la esquina con un
mono naranja y esposas, lo perdí. Apoyé la cabeza sobre la barrera de cristal
transparente que nos separaba.
Nunca lo olvidaré tomando el teléfono y las palabras enfadadas que me dijo
cuando tuve la fuerza de tomar el receptor.
—Sal jodidamente de aquí. No te conozco, nunca te conocí y no quiero verte
de nuevo. ¿Me entiendes?
Me quedé boquiabierta, pero logré asentir.
—Escúchame detenidamente. No te conozco. ¿Me escuchas?
—Pero…
Se inclinó hacia delante y, por un breve segundo, sus rasgos endurecidos se
suavizaron y vocalizó “Por favor, Jessa”. Inmediatamente, farfulló en el receptor:
—¿Me escuchas?
No podía hablar, así que asentí y me limpié las lágrimas, soltando el teléfono y
marchándome.
Eso fue hace casi seis años. Por supuesto, seguí el juicio lo mejor que pude.
Cuando fui a verle después de su condena, se me dijo que mi nombre fue bloqueado
de la lista de visitantes, así que me marché y nunca volví.
Luego aparece fuera del bar, me lleva a casa, tenemos el mejor sexo que he
tenido jamás y entonces desaparece. Bueno, que le jodan. Que le jodan por joder con
mis sentimientos cada vez desde que tenía diecisiete años. He estado colada por él
durante doce años. Es hora de seguir adelante.
—Claro, Neil. El viernes suena genial —respondo la oferta del oficial de policía
cuyo perro de servicio acabo de vacunar.
—¿Quieres que te recoja?
—Sí, eso está bien. Toma —agarro una de mis tarjetas de trabajo y escribo mi
dirección y teléfono en la parte trasera—, trabajo hasta las cinco, así que, ¿a las siete
55
está bien?
—Sí, eso está bien. Te veré entonces.
Sonrío como respuesta y salgo de la sala de examen, apoyando la cabeza contra
la pared.
¿Qué estoy haciendo?
Saliendo con un tipo como represalia contra Ty.
¿Para probar qué?
Que no quiero a Ty tanto como lo hago.
Lo que sea. Obviamente, solo necesitaba acostarse con alguien después de ser
liberado de prisión y fui una participante deseosa. No puedo seguir aferrándome a un
hombre que desaparece de mi vida en un pestañeo. No me estoy haciendo más joven
y me gustaría tener una familia algún día. Me gustaría tener un hombre que quiera
ser visto conmigo, en lugar de uno que siempre está huyendo de mí.
Suspiro, mirando el ordenador para revisar mi horario y luego me lavo las
manos antes de encaminarme a mi siguiente cita. Solo haré lo que he hecho los
pasados seis años, mantenerme ocupada para olvidar.
***
El golpe en la puerta hace que todos mis perros ladren e intento acallarlos
mientras le abro a Neil.
—Hola, lo siento. Les gusta hablar. Mucho.
—Me encantan los perros, de ahí toda la unidad K9. —Sonríe y entra,
entregándome un pequeño ramo de flores.
—Gracias, son hermosas.
Cierro la puerta detrás de él y se agacha para acariciar a mis perros.
—Me gusta tu casa.
—Gracias. La tengo desde hace un año. Fue difícil encontrar algo a este lado de
la ciudad con jardín. —Camino hacia la cocina. Abriendo un armario, estiro la mano
hacia un vaso, pero soy incapaz de tomarlo.
—Lo tomaré —dice Neil, directamente detrás de mí. Su aliento acaricia el
cabello de la cima de mi cabeza.
—Gracias.
Me alejo y fácilmente toma el vaso púrpura y me lo entrega. Después de
llenarlo y poner la colorida mezcla en el agua, nos dirigimos a su auto. Abre mi
puerta y me ayuda a subir, luego rodea el capó y se desliza en su lado.
—Pensé que podíamos probar en el nuevo local de marisco, si está bien.
—Claro, suena genial. —Miro por la ventana mientras recorremos la ciudad, y
cuanto más me alejo de mi casa, más me tenso. No es que esté asustada, solo que no 56
quiero hacer esto. No quiero a este tipo. Quiero uno que no me quiere, y eso apesta.
—Así que, ¿eres de aquí?
—Sí. —Carraspeo y me giro para mirarlo. Es guapo. Mandíbula fuerte. Ojos
azules brillantes y cabello castaño claro. Además, es policía—. Nacida y criada. ¿Qué
hay de ti?
—Viví en el norte, pero me presenté y conseguí un trabajo aquí hace cuatro
años.
—Oh, genial.
Desliza su mano sobre la mía y le da un apretón.
—Estoy contento de que accedieses a esto. He estado esperándolo con ansias
toda la semana.
En lugar de responder, sonrío e intento mantener mi mano quieta, cuando lo
que realmente quiero hacer es apartarla de un tirón. Pasa el pulgar sobre el dorso de
mi mano todo el camino hacia el restaurante, y dejo salir un suspiro de alivio cuando
finalmente la aparta para estacionar.
Esto es lo que Ty me hace. Me convierte en un desastre alrededor de otros
hombres. Es muy difícil llegar a intimar con nadie. Cualquier novio que tuve,
terminé rompiendo con él porque simplemente no era Ty. No es justo para mí, me
doy cuenta de ello, así que realmente estoy intentando no comparar a Neil con Ty.
Todo el tiempo que estuvimos cenando, estoy repasando mi vida. Aquí estoy,
con un hombre dulce, agradable y guapo con un buen trabajo respetable. Claramente
está interesado en mí y no ha sido nada más que educado y encantador. En cambio,
el único hombre en mi mente en un matón malhablado.
Ciertamente, hay algo mal en mí. Tal vez es una versión retorcida de la culpa
del superviviente o algo. Quiero decir, maté a un tipo, pero fue solo porque iba a
matar a Ty. Puede que Ty actúe como si perteneciese a las calles, pero lo conozco
mejor. No lo hace. Ha sido mi salvador más veces de las que puedo contar. No es
malo. Es bueno… muy, muy bueno.
Después de dos vasos de vino, tomo agua. Antes de darme cuenta, Neil está
pagando la cuenta y rodeándome la cintura con un brazo para guiarme fuera. O hice
un espléndido trabajo en ocultarlo o él ya está cansado de mí. La vuelta a mi casa es
silenciosa, sin nada más que el sonido de la radio reproduciéndose suavemente.
Esta vez no sostiene mi mano y silenciosamente me pregunto si le estoy dando
mala vibración. ¿Puede saber que no estoy realmente aquí con él? ¿De verdad puede
sentir un hombre cuando una mujer está pensando en alguien más? Aunque, en
realidad, ya no me importa.
Supongo que simplemente seré una solterona. De todos modos, no necesito a
un hombre, tengo a mis perros.
Cuando llegamos a mi casa, sale de un salto, abre mi puerta y me acompaña a
57
los escalones de entrada. Cuando busco mis llaves en el bolso, las meto en el cerrojo
y las giro, pero no abro la puerta todavía.
—Gracias por la cena. Me lo pasé genial —miento. Aunque no es realmente él.
Soy yo. Tan tonto como suena.
—Yo también. —Se acerca y se inclina para darme un suave beso en los
labios—. Te llamaré.
No tengo el corazón de decirle que no.
—Está bien.
Asiente hacia la puerta, esperando que entre. Sonrío y la abro, pasando el
cerrojo después de cerrarla suavemente.
—¡Hola, niños! —Me apresuro a la puerta de atrás para dejar que mis perros
vayan al baño y les pongo comida mientras están haciendo sus cosas. Cuando todos
vuelven, voy al baño y me tomo una ducha, luego me anudo una bata alrededor de la
cintura.
Saliendo al patio, dejo que los perros salgan una vez más y luego bloqueo la
puerta corredera detrás de mí. Una vez que apago todas las luces, me encamino
arriba a mi habitación.
En cuanto pongo un pie en el umbral, un grito helador escapa de mi garganta.
—¿Cómo fue tu cita? —pregunta Ty.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—¿Cómo fue tu cita, Jessa?
No se mueve de su posición sentada en el borde de mi cama, pero el timbre de
su voz es suficiente para indicarme lo enojado que está.
Trago y evito sus ojos.
—Mírame —exclama. Dirijo la mirada hacia él—. ¿Cómo fue tu puta cita?
Ahora que mis nervios se han calmado por verlo, mi furia comienza a hacerse
cargo. Este es el tipo que me folló y ni siquiera dejó una nota de despedida. Bueno,
dos pueden jugar a ese juego.
—Fue genial.
Frunce el ceño y se levanta. Mierda.
—Lo fue, ¿eh?
—Sí.
—Quítate la bata —exige, acercándose hacia mí.
Me muevo a su alrededor y me escabullo al otro lado de la habitación.
—No juegues conmigo. Quítate la puta bata.
Las venas en mi cuello laten con fuerza, los músculos de mi estómago se tensan
y una ola de humedad corre por mi pierna.
58
—No.
—¿No?
—Te marchaste —señalo, bajando la voz, así entiende lo enojada que estoy.
—Sí. Y ahora estoy de vuelta. Quítate la bata.
Se echa hacia delante y me atrapa, llevándome de espaldas hasta la pared. Estira
y gira el cuello mientras observa cada centímetro de mi rostro, luego pasa el pulgar
sobre mis labios. Un gruñido reverbera desde el fondo de su garganta y choca su boca
con la mía.
Junto los labios en una protesta ridícula, pero me engatusa para que abra la
boca con su lengua. No puedo resistirlo. Puede hacerme débil, pero me hace sentir
bien, así que no me importa realmente. Desata el nudo de mi bata y da un paso atrás
mientras lo abre y deja que caiga de mi cuerpo.
—Tan hermosa —murmura—. Joder, eres preciosa.
Se adelanta y, al mismo tiempo que su pecho se frota contra el mío, me ahueca
entre las piernas.
—¿Tocó esto?
—No.
—Eso es correcto. Nadie más que yo toca esto.
Debería estar enojada ahora mismo. Debería patearlo en las pelotas. Pero no lo
hago. Estoy jodidamente derretida como un charco de baba por él. Todo lo que jamás
he querido es estar con él. Tenerle poseyéndome de formas que solo he soñado.
Rudamente me separa más las piernas con sus botas, luego se deja caer de
rodillas. Apoyo las manos contra la pared para darme algo de equilibrio. Desliza la
lengua por el interior de mi muslo y observo mientras lame la humedad de allí.
Cuando alcanza el vértice de mi muslo, chupa con fuerza, haciendo que separe
las caderas de la pared. Con una mano las empuja de vuelta y muerde los labios de mi
coño.
Gimo y se ríe, separándome ampliamente para él. No hace nada más que mirar
mi zona más sensible que ya está pulsando.
—Tu coño está hambriento esta noche. —Se levanta y camina hacia mi sillón
de lectura. Antes de sentarse, se quita sus pantalones de deporte grises. Su erección
larga y gruesa salta libre y otra ola de humedad me inunda.
Una vez que se sienta, señala su regazo y con entusiasmo me apresuro hacia él.
Poniendo una rodilla a cada lado de él, comienzo a descender, pero me detiene.
—Esto no es sobre ti. Me follarás hasta que me corra profundamente dentro de
ti, luego vas a levantarte y llevar tu hermoso culo a la cama.
—¿Qué? —Jadeo. Los muslos me queman y tiemblan con anticipación.
—Dejaste que otro hombre te tocase. Pusiese los labios sobre ti. 59
Comienzo a apartarme de él, porque que le jodan. Pero no le dejaré castigarme
con su polla. ¿Quién es él para decirme a quién puedo o no tocar?
Estoy apartada unos centímetros. Sujetándome por la cadera con una mano, me
empuja hacia abajo al mismo tiempo que se empuja hacia arriba y entra en mí
completamente.
—Oh, mierda. —Jadeo.
—Móntame, pero no te corras —gruñe.
—Ty —me quejo mientras me deslizo hacia arriba.
—Eso es correcto. Ty. Soy al que estás follando. Yo, nena. No olvides eso.
Ahora, móntame.
Así que lo hago. Como la zorra que aparentemente soy, lo monto con fuerza,
alcanzando el orgasmo que está justo ahí. Sostiene mis caderas y me guía, y, después
de un par de minutos, estoy en la cima. Me aplasta contra él y siento la liberación de
su orgasmo cubrirme mientras dobla los dedos sobre mis caderas. Intento frotarme
contra él, pero no me deja moverme. Maldición. Me empieza a sudar la espalda y las
lágrimas me pican en los ojos. Joder, realmente no me va a permitir correrme.
Sin una palabra, se levanta y suavemente me lanza sobre la cama.
—Ty —susurro, frotando las piernas juntas.
Se pone los pantalones, busca en mi mesilla de noche y saca mi vibrador.
—No te corres sobre mi polla esta noche. Recuérdalo la próxima vez que
permitas que un hombre te toque.
Incluso en mi intenso estado de excitación, puedo sentir el dolor en sus
palabras… puedo ver el dolor en sus ojos. Estaría igual de enojada si lo viese con otra
mujer, así que realmente no puedo culparlo.
Se inclina sobre mí y suavemente me besa la punta de la nariz.
—Aunque te dejaré tener esto.
Pasa la punta de mi consolador rosa brillante entre los labios hinchados de mi
coño y me arqueo sobre la cama. Cuando lo enciende, su vibración me golpea justo
donde necesito. Mis paredes se cierran sobre nada y grito mientras el orgasmo que
pensé que iba a negarme me recorre, chocando contra mi centro. Gimoteo, sintiendo
un doloroso placer inundándome. Recibiendo algo, pero no lo suficiente.
—Necesitas mi polla, ¿no es así?
—Sí —grito y me estiro hacia él, acercándolo.
Toma mi rostro entre sus manos, se vuelve a bajar los pantalones y se desliza
dentro de mí con un suave empuje. Nada es mejor que él, ni el vibrador se acerca a la
sensación de su suave erección dentro de mí. Ambos gemimos y lo rodeo con las
piernas para llevarlo más dentro de mí. Apoya su frente contra la mía y nos miramos
el uno al otro, me hace el amor de forma lenta pero minuciosa.
60
Jadeo cuando otra ola se construye, y cuando alcanza la cresta, decimos el
nombre del otro antes de chocar. Los bíceps de Ty tiemblan y mis piernas caen
abiertas mientras ralentiza sus movimientos hasta que se queda quieto sobre mí.
Antes de que descienda completamente de este subidón, el calor de su cuerpo
desparece, se cierne sobre mí y me besa. Cierro los ojos por un momento de alegría,
pero cuando los abro, se ha ido.
Ty
Estoy sentado en un club de striptease… no, ni siquiera es un club de 61
striptease. Es un jodido burdel. Marco está a mi izquierda y sutilmente intento alejar
mi silla de la mujer dándole una mamada. Su culo esta justo en mi rostro y su
apestosa entrepierna hace que el whiskey que estoy bebiendo se vuelva ácido en el
fondo de mi estómago.
—¿Lo quieres? —pregunta Marco, señalando a dicho culo.
—Estoy bien.
—Oh, ¿qué? ¿Acabas de salir y de repente eres demasiado bueno para mis
chicas?
Me rio un poco y paso un dedo por una de las nalgas de ella.
—Nah, hombre. Sabes que tu mierda es apretada. —La golpeo y ella emite un
grito alrededor de la polla de Marco.
—Ven aquí y hunde ese coño en mí. —La sujeta por el cabello y ella arrastra su
cuerpo desnudo, hasta que está centrada sobre él y luego se hunde sobre él como
exigió. Marco se quita el cigarro de la boca y cierra los ojos.
—Hasta luego, hermano. —Me levanto y lo golpeo en el hombro.
—La semana que viene.
—Lo sabes.
Asiento hacia el gorila y me encamino fuera. Una vez que llego al otro lado de
la esquina, me hundo pesadamente contra la pared de ladrillo. Mi camioneta está
justo alrededor del callejón y cuando la alcanzo, salgo inmediatamente de aquí y
vuelvo a mi casa.
Me quito la ropa incluso antes de alcanzar el baño. Me froto la piel y permito
que el agua caliente lave algo de la suciedad. Nada parece ya funcionar para lidiar
con esta mierda, pero no tengo elección. Desearía hacerlo, pero esa noche hace seis
años me quitó mis oportunidades. Infiernos, realmente antes de eso. No creo que mi
vida haya sido nunca mía.
A Marco le gusta el control… le gusta sentirse el maldito rey de un falso
palacio. Y aunque tenemos nuestras… diferencias, piensa que todavía tiene poder
sobre mí y por esa razón, me mantiene vivo.
Jessa es la única cosa pura en mi vida. Su belleza pura es suficiente para limpiar
de nuevo mi sucio corazón. Mierda, la última vez que recuerdo tener la conciencia
limpia fue cuando tenía unos ocho años. Crecer con una puta como madre jodió mi
percepción de la realidad.
Fui arrastrado a su mundo y no he sido capaz de salir de ello.
Mientras me estoy secando. Escucho mi teléfono sonar. Camino hacia la cocina
con una toalla rodeándome la cintura para responder.
—¿Sí?
—Séptima y Prospect. Media noche. 62
El teléfono se desconecta. Me paso los dedos por el cabello e inhalo antes de
vestirme. Tomo la bolsa llena de cocaína en mi camino afuera y meto el teléfono de
prepago en mi bolsillo trasero.

Para el momento que he acabado son casi las dos de la madrugada, pero
necesito verla. Necesito tocarla y recordarme por qué estoy haciendo todo esto.
Estaciono alrededor de la esquina dos calles más abajo. Cuando llego a su casa,
abro la cerradura de su puerta trasera y me dirijo directamente a su habitación. Les
lanzo golosinas a los perros y me quito los zapatos antes de subir.
Cuando abro su puerta, mi polla se convierte en piedra solo por el olor de su
habitación. Lavanda.
Quitándome los pantalones, aparto el edredón y me deslizo bajo las sábanas
mientras la acerco a mí. Empujo las caderas y presiono la polla entre sus nalgas.
Un jadeo de sorpresa sale de su boca, pero susurro contra su cuello:
—Soy yo.
—Jesús. No hagas eso. Me asustaste muchísimo.
—Lo siento.
Se recuesta contra mí y suspira.
—Esta noche estoy fuera de servicio.
Continúo pasando los labios sobre su piel. Sabe jodidamente bien en cualquier
parte.
—Está bien. Solo quería sostenerte.
Su peso se hace más pesado contra mí y doblo los brazos un poco más
apretadamente para acercarla. Hundo el rostro en su cabello y cierro los ojos para
dormir un par de horas.
Cuando has vivido toda la vida vigilando tu espalda, dormir se convierte en un
lujo. Dormir bien es inalcanzable, así que cuando me despierto cuatro horas después
y el sol está comenzando a salir, sé que me estoy acomodando con ella. Me trae tanta
jodida paz que no pienso con claridad cuando estoy a su alrededor.
El aire frío golpea mi piel caliente cuando salgo de la cama. Me marcho por la
puerta trasera, sintiéndome más rejuvenecido de lo que he hecho en años, después de
conseguir tanto sueño.
En lugar de dirigirme a casa, camino los siete bloques hasta el cementerio y me
siento en el suelo frente a la tumba de mi madre.
No llegué a ir a su funeral. Al menos, Marco tuvo la decencia de llamar a una
ambulancia, así pudo ser enterrada con propiedad. Murió de una sobredosis justo
63
después de que yo fuese arrestado, pero Marco le dio las drogas, así que técnicamente
fue asesinada. Cuando me dieron la noticia, asentí al guardia y vergonzosamente me
sentí aliviado. No solo por ella, sino también por mí. Por el niño pequeño que no
conoció otra cosa que drogas y matones. Por el niño que intentó toda su vida
defender a una mujer que no quería ser protegida. Por el adolescente que aprendió
de la vida de la forma difícil. Y por el adulto que perdió la única familia que conoció
jamás.
Mamá había huido de su padre abusivo cuando tenía quince años.
Aparentemente, él murió hace unos diez años. No sé quién es mi padre y ella
tampoco lo hacía. Así que ahora, soy solo yo.
Unos pasos amortiguados suenan detrás de mí y Jay, mi jefe, me palmea en el
hombro.
—¿Anoche conseguiste alguna información?
—No.
—Ty, sé que es difícil para ti, pero cuanto antes me consigas lo que necesito,
antes puedes salir bajo su poder.
Me levanto y me sacudo la hierba seca de los pantalones.
—No jodas. No está hablando. Te lo dije hace años. Controla su mierda con
firmeza. Estoy haciendo lo mejor que puedo, ¿está bien?
—Lo sé. —Jay levanta las manos con rendición—. Lo sé. Confío en que lo estás
haciendo y no quiero que estés en más peligro del que ya estás, pero el tiempo es
esencial.
Recordándome que él solo está haciendo su trabajo, crujo los nudillos y le doy
lo único que tengo.
—El rumor en la calle es que tiene un gran trato llevándose a cabo en tres
semanas. No sé los detalles porque no he escuchado nada concreto. Eso es todo lo
que tengo. Y, honestamente, no es nada nuevo. Siempre está trabajando en algo.
Jay asiente.
—Mantenme informado.
—Sí. —Choco mi hombro con el suyo cuando paso a su lado.
Una vez seguro dentro de mi apartamento, me cambio de ropa y como un
cuenco de avena antes de dirigirme a mi trabajo diario, que también forma parte de
mi tapadera.

64
Jessa
65
Pulso los botones del ratón mientras reviso mi horario y saco los detalles para
mi última cita del día.
—¿Qué es el de las cuatro y media? —le pregunto a Kristen cuando entra en mi
oficina con un montón de gráficos.
—No lo sé. —Se encoge de hombros—. Llamó esta mañana y dijo que quería
una consulta.
—¿Eso?
—Sí, no me dio mucha más información, excepto que tenía un perro y estaba
contemplando sacrificarlo y quería discutirlo antes de tomar alguna decisión.
Suspiro.
—Primero necesito ver al perro.
—Eso fue lo que le dije, pero pagó por adelantado con una tarjeta de crédito
por teléfono.
—Está bien. Lo que sea.
Me centro en poner al día los gráficos y ver las citas todo el día. De hecho, es lo
que he estado haciendo desde la semana pasada, desde que Ty me dejó sola en la
habitación… de nuevo.
Me ha enojado por última vez. He acabado con estar colgada por él. He
acabado de fantasear sobre un hombre que se va más de lo que está aquí. Parte de
ello siempre ha sido un encaprichamiento por él, luego estaba la culpa, y por
supuesto, la intensa conexión. Pero ahora, todo lo que siento es furia.
Antes de darme cuenta, es el final del día y tengo a Kristen llevando al tipo de
la consulta a una habitación de examen. Ya que el perro no va a estar con el dueño,
simplemente entro en la habitación después de un rápido golpe en la puerta y
cuando veo quién es el cliente, estiro la mano por la manilla.
Su rostro está quemado a fuego en mi cerebro. La brutalidad de lo que hizo esa
noche me mantiene despierta y me persigue en sueños. El modo en que sus ojos
malvados me miraban fijamente mientras permitía que Ty fuese golpeado. Las viles
palabras que dijo sobre lo que quería hacerme.
—No tan rápido, doctora Crew. —Marco niega hacia mí.
Me sudan las palmas de las manos y se me seca la garganta.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Parece que tengo un problema con un perro, como ves. —Se levanta del
asiento y se dirige hacia mí. Doy marcha atrás hasta que estoy arrinconada en una
esquina.
—¿Qué quieres? —Mi voz sale con más fuerza de la que siento, pero no sé
cuánto más puedo fingir que no estoy aterrorizada.
—Bueno, este perro mío. Estoy debatiendo si debería sacrificarlo. 66

Trago y asiento para que continúe. Imagino que si lo mantengo hablando,


tengo una mejor oportunidad para escapar, que si simplemente comienzo a gritar. He
visto de lo que es capaz este hombre, y sé, sin ninguna duda, que me callaría.
Además, no quiero arriesgarme a que Kristen se vea envuelta.
—Es muy desobediente y podría parecer que ha estado rondando las calles por
la noche para ver a su perra. —Se inclina hacia delante y mete la nariz en mi cabello,
inhalando antes de volver a echarse atrás—. Aunque ella huele deliciosa, así que no
puedo decir que lo culpe.
Lucho contra la náusea amenazando.
—¿Qué quieres?
Pasa la mirada por mi pecho y me estremezco. Se adelanta de nuevo y pasa la
nariz por mi mandíbula, luego se detiene con su boca junto a mi nariz.
—Quiero que le des un mensaje.
—Está bien. —Espero que, si acepto, se apartará.
—La próxima vez que lo veas, dile que Marco le manda saludos.
Se aleja y sale por la puerta sin otra palabra.
Dejo de aguantar la respiración y un suave gemido de miedo deja mi garganta.
Rápidamente salgo por la entrada del edificio y cierro la puerta. Kristen llega desde
la trasera.
—¿Necesitas algo más?
—No. —Tropiezo mientras camino alrededor de la esquina y me limpio los
ojos.
—¿Estás bien?
—Sí. Déjame tomar el bolso, luego podemos irnos.
¿Cómo está sucediendo esto? No tengo forma de ponerme en contacto con Ty.
Ni siquiera sé su número o dónde vive. Marco no quería que le diese un mensaje.
Quería amenazarme. A él. A nosotros. Está intentando demostrar que tiene algún
tipo de poder.
No salió el tema de conversación, pero asumí que Ty se alejó de Marco y sus
matones cuando salió de la cárcel.
Con turbación, camino hasta mi auto con Kristen, luego conduzco a casa. En el
camino de vuelta, comienzo a sollozar, y es después de que llego a casa que dejo que
las lágrimas se deslicen. Me debato si llamar a la policía, pero recuerdo a Ty
diciéndome que no serían buenos para ayudar, así que mi mejor apuesta es esperar a
que él aparezca de nuevo.
Mis perros vienen al sofá y me consuelan mientras contemplo toda mi vida.
Nunca me he sentido insegura en mi propia casa hasta ahora. Estoy asustada por mí,
estoy asustada por mis perros y estoy asustada por Ty. 67

El mensaje de Marco fue una advertencia. Está vigilando. Probablemente haya


estado observando. No creo que supiese quién era yo, ya que no escuché nada de él
desde esa noche hace seis años.
Fui muy estúpida al pensar que toda la situación por esa noche simplemente
desaparecería. Soy una mujer inteligente, pero ahora mismo, me siento como una
idiota. Pero, ¿cómo iba a saberlo? Esto no es una maldita película. Es mi vida. La vida
de Ty. Desearía que pudiese ser nuestra vida, pero el miedo a Marco haciéndolo
imposible es más fuerte ahora que nunca.
Esta noche, permito que mis perros vengan a la cama conmigo.

Estoy conduciendo al trabajo, todavía temblando y al borde, cuando mi auto


hace otro fuerte sonido y petardea en un semáforo.
Furiosa y harta con todo en mi vida, conduzco al garaje que lo “arregló” la
primera vez y cierro la puerta de un golpe tan fuerte como puedo. Tiro de la manilla
de la puerta de entrada de la tienda tan fuerte que las campanillas chocan contra el
cristal, y el hombre detrás del mostrador, con el nombre de Chip bordado en su
camiseta azul, alza una ceja hacia mí.
—Trabajaron en mi auto hace unas pocas semanas y ahora está haciendo lo
mismo que antes.
—¿De acuerdo? ―Me mira confuso.
—De acuerdo. ¡Y ahora quiero que lo arreglen correctamente! —le grito, y ni
siquiera me importa haber alzado la voz.
—Estaría encantado de echarle una mirada por usted, pero…
—No, nada de peros. Lo mirará, y lo arreglará. Apropiadamente esta vez —
añado.
—Señorita. Tendré que añadirlo al horario…
Doy un pisotón, deja la frase sin terminar y suspiro con frustración.
Normalmente no soy tan zorra. Estoy segura de que voy a comenzar a sentirme
culpable, ya que estoy pagando mi frustración con este tipo.
—Parece que podemos añadirla mañana, si quiere…
—¿Mañana? —chillo—. ¿Cómo se supone que me desplac…?
Dejo de hablar cuando Ty sale de la habitación de atrás, mirando su teléfono.
Ese del que no tengo el número.
—¡Tú! —grito.
Se detiene y levanta la mirada de la pantalla, y su gesto se contrae 68
inmediatamente, pero lo cambia con tanta rapidez a una mirada de irritación que
casi me pregunto si vi la tristeza.
—Hola. —Asiente hacia mí y luego se gira y se aleja.
—Demonios, no —grito, mientras la puerta se cierra detrás de él. Mis pies se
mueven antes de que mi cerebro tenga la oportunidad de decidir qué está haciendo,
y me apresuro a la habitación donde se fue—. ¿Cuál es tu problema? —Mi voz pierde
su valentía cuando me acerco a él.
—Habla con Chip sobre tu auto, Jessa. —Se mete el teléfono en el bolsillo
trasero y se limpia las manos en sus pantalones sucios.
—Ahora mismo no me importa una mierda mi auto. ¿Dónde has estado?
—No te preocupes por ello.
Me quedo boquiabierta por un segundo, pero escondo el dolor y alejo
pestañeando las lágrimas por su flagrante indiferencia por mí.
—No te preocupes —susurro.
Toma un conjunto de llaves del estante y asiente hacia mí mientras comienza a
salir de la habitación.
—Sí, nena.
Solo iba a dejar a un lado mi enfado con él y hablarle sobre Marco, pero la
feminista en mí alza su cabeza.
—No me llames nena.
Se detiene antes de dirigirse en mi dirección.
—¿Disculpa?
Necesito contarle sobre Marco.
—Escucha, lo que sea. Ayer en el trabajo…
Se acerca a mí incluso más y su olor a aceite de motor y sudor alcanza mis
sentidos.
—¿Hago que te corras?
—¿Qué?
Frota sus labios contra mi mejilla.
—Si te hago correr, te llamaré lo que quiera.
¡Qué descaro! Lo empujo y me paso los dedos por el cabello.
—Eres un imbécil.
Sonríe y me acerca de nuevo a él, luego frota su nariz contra la mía. No hay
negación del fuego entre nosotros, pero me niego a permitirle que me siga usando.
Cuando se lame los labios, paso a su lado y salgo de la habitación hacia mi auto
chillón.
Estoy tan furiosa por su conducta que olvido terminar de contarle sobre mi 69
visitante ayer, pero de todos modos no da una mierda por mí. Solo se preocupa por
correrse donde es conveniente para él.
Por el resto del día, me hundo en el trabajo y encuentro un taller diferente
donde llevar mi auto. Kristen me sigue allí y me deja en casa. Ya que es viernes,
dicen que lo tendrán listo para el final del lunes, así que Kristen va a ser de nuevo mi
conductora.
Mis perros me consuelan mientras me siento y lloro. Estoy muy confundida y
tan jodidamente asustada por la amenaza de Marco. Si no hubiese estado tan
sorprendida al ver a Ty, le habría dado el “mensaje” que se suponía que le diese.
Bloqueo todas las puertas y luego me dirijo a la cama. Desafortunadamente,
doy vueltas por un par de horas y comienzo a quedarme dormida cuando lo escucho.
Pasos.
Ty.
Por cómo lo dejé antes, debería estar enfadado. Y yo lo estoy. Pero la verdad es
que más que enfadada, estoy asustada. No sé mucho sobre él… nada en realidad.
Pero lo que sí sé es que cuando está alrededor, me siento segura, y ahora mismo,
necesito su seguridad. Especialmente con la amenaza de Marco dando vueltas en mi
cabeza.
Mis perros mueven las colas cuando se abre la puerta, ya saben quién es. No
levanto la cabeza, pero lo escucho sacarlos de la habitación y cerrar la puerta.
Sus botas caen en el suelo, abre el cinturón. El sonido de su cremallera hace
que mi interior se tense. Un suave ruido me dice que también se ha quitado la
camiseta. Espero que aparte el edredón, pero, en cambio, lo levanta a los pies de la
cama.
Las frías puntas de sus dedos me sujetan de los tobillos para girarme de
espaldas. Los desliza hasta mis rodillas y luego hasta mis caderas, antes de bajarme los
pantalones cortos. Apoya las callosas palmas de sus manos en mis muslos y me separa
las piernas.
Su aliento golpea mi húmedo centro segundos antes de que lo haga su rostro.
Un bajo murmullo de su garganta vibra contra mí, y luego su lengua me separa sin
aviso. Me arqueo sobre la cama y sujeto el edredón echado sobre nosotros.
Usa su boca. En todos sitios. Chupando, lamiendo, mordiendo. Disculpándose.
El sonido de su deseo se mezcla con la esencia del mío y justo cuando siento mi
estómago comenzando a temblar, suelta mis piernas y se arrastra sobre mi cuerpo, su
lengua liderando el camino.
Cuando alcanza mi rostro, se cierne sobre mí y se agacha para besarme
suavemente. Mis labios se derriten contra los suyos, y probarme en él hace que
levante la pelvis. Chillo cuando aparta las sábanas y me rio cuando nos da la vuelta. 70

Cruza los brazos detrás de su cabeza y cambia la sonrisa que estaba en su duro
rostro hace dos segundos, con su ceño fruncido habitual.
—¿Enojada conmigo?
—Sí. —No miento.
—Muéstramelo.
—¿Qué?
Empuja sus caderas y caigo hacia delante, sujetándome a su pecho para no
derrumbarme.
—Muéstramelo, Jessa. Págalo conmigo. Déjame sentirlo.
Nunca he sido alguien de tomar el control en la cama. Antes de Ty, siempre fue
soso. Aburrido. Simplemente sabía que sería todo un nuevo nivel con él y no estaba
equivocada. Me hace sentir desenfrenada, como una mujer deseada. La ferocidad en
su rostro cuando estamos juntos me da poder. Me hace sentirme hermosa.
Me lamo los labios mientras mi cabello cae hacia delante como una cortina
sobre mi rostro.
Como estoy mirando abajo, no lo veo cuando él se mueve, pero siento ser
levantada. Se desliza hacia atrás para apoyarse contra el cabecero, apoyándome
contra sus muslos. Cuando me coloca el cabello detrás de las orejas, finalmente hago
contacto visual.
Dios, podría mirar esos ojos para siempre. Me dicen mucho sobre él, y ahora
mismo, están suaves. Amables. Cariñosos.
—Bésame —exige.
Me inclino hacia delante y toco sus labios, luego los presiono un poco más
duro. Saco la lengua cuando él abre su boca, así puedo explorar. Su aliento
mentolado y sus gemidos roncos me excitan, y profundizo el beso, inclinando la
cabeza.
La punta de su polla rebota contra mi estómago, así que bajo la mano y la tomo.
Tan suave y sedosa, pero al mismo tiempo, dura como una roca. Deslizo la mano
arriba y abajo, ligeramente. Luego la sujeto con más fuerza y sacude de nuevo las
caderas.
La libero y choca contra mi estómago.
—Jessa —suplica, jadea contra mi boca.
—¿Frustrado? —pregunto.
—Sí.
—Bien.
Echa la cabeza hacia atrás y asiente, entendiendo por qué lo estoy torturando.
71
Si quiere que le muestre cómo me he estado sintiendo, entonces va a sentirlo.
Me levanto, así mis pliegues abrazan su dureza y me deslizo hasta la punta de
su polla.
—Joder, estás húmeda —murmura.
No respondo, sino que continúo mis movimientos. Arriba y abajo. Suave y
luego duro. Rápido y luego lento. El sudor comienza a formarse en mi espalda y él
cierra los ojos. Me froto contra él una vez más y me sorprende cuando me agarra el
culo.
—No voy a correrme contigo burlándote así. Pon mi polla dentro de ti y
fóllame.
Presiono las manos contra sus hombros y me levanto mientras él alinea la
punta contra mi entrada. Solo la sensación ahí tiene a mi cuerpo tensándose, y se
inclina hacia delante, así nuestras frentes se están tocando.
—Móntame, nena.
Hundirme en él me hace suspirar y a él gruñir. Mantengo la frente contra la
suya y hago lo que pidió. Lo monto.
—Esa es mi chica.
—No soy tuya —protesto.
—¿No?
—No.
Sonríe y dobla las rodillas, encontrándose contra mis empujes.
—Eres mía. —Jadea.
—No lo soy.
No importa cuánto sigo protestando, ambos sabemos que estoy mintiendo.
Quiero ser suya. He querido eso desde que estaba en el instituto, pero siempre ha
desaparecido. Se niega a verme. Es quien ha estado alejándome.
Mis ojos se llenan de lágrimas de frustración, necesidad y deseo. Me dejo caer
con fuerza sobre él y se lame los labios.
—Sí —susurra—. Muéstramelo.
—Me dejaste.
—Sí.
Me detengo y me cierno sobre él, dejando solo un centímetro de su polla
dentro de mí.
—Estoy muy enfadada contigo. —Desciendo de nuevo y gruñe.
—Lo sé.
—Joder. —Lo hago una y otra vez hasta que me estoy desmoronando,
frotándome contra él, exprimiendo cada gramo de placer tanto como puedo. Las
lágrimas que caen de mis ojos son incontrolables, y la emoción retorciéndose en mi 72
cuerpo es algo que nunca he experimentado antes.
Sujeta mis caderas y, todavía dentro de mí, su liberación se mezcla con la mía.
Me rodea con los brazos y me acerca a él, pecho contra pecho. Hundo mi rostro
contra su cuello y lloro, todo mi cuerpo tiembla por años y años de sentimientos
enfrentados.
—No llores, Jessa. Por favor, no llores.
Ty
La sostengo con fuerza y me toma todo lo que tengo jodidamente no llorar con 73
ella. Esta mujer es todo lo que he querido desde siempre y todavía no puedo tenerla
de la forma que quiero. Probablemente nunca lo haré. Pero eso no me detendrá de
tenerla mientras pueda, porque soy un bastardo egoísta.
Hipa y giro saliéndome de ella, echando de menos inmediatamente su calor.
Aparto su cabello empapado de lágrimas de su rostro y se lo coloco detrás de la oreja,
así puedo ver su hermoso rostro.
—Shh. Está bien.
Niega.
—Pero… no lo está.
—¿Qué sucede con las lágrimas, nena?
—Todo. Tú. Te quiero un minuto y te odio al siguiente. Ni siquiera te conozco,
pero nunca dejo de pensar en ti. Nunca he dejado de pensar en ti, especialmente esa
noche, lo malditamente culpable que me he sentido por ello. Y luego Marco me
visita en el trabajo, y he estado…
—¿Qué? —exclamo y me siento, antes de saltar de la cama.
Me pongo los calzoncillos y me arrodillo a los pies de la cama, respirando
profundamente para intentar recuperar el control. Aún está desnuda y tengo que
obligarme a mirarla a los ojos en lugar del cuerpo más perfecto que he visto jamás. El
sabor más delicioso que he probado jamás. El más apretado en el que he estado jamás.
—¿Qué sucedió? —gruño, aunque intenté que saliese más agradable que eso.
—Ayer —traga—, se pasó por la clínica.
Ya estoy alcanzando mis pantalones. Voy a matar al bastardo. Esto termina
ahora.
—¿Qué dijo? ¿Te tocó? ¿Te hizo daño?
—Dijo que te dijese que decía “hola”.
Joder. Maldito cabrón.
—¿Qué más?
—Vino preguntando sobre sacrificar a un perro. Dijo que estaba visitando a su
perra. Luego…
Mierda, ha estado siguiéndola.
—¿Qué? ¿Luego qué?
—¡No me grites! —solloza e inmediatamente me hundo en la cama para
sostenerla.
—Lo siento. Cristo, lo siento. —Beso la cima de su cabeza y sostengo su
tembloroso cuerpo—. Lo siento mucho.
Este es el por qué. Justo aquí. Este es el por qué nunca funcionaremos. Mi 74
mundo y el suyo no se mezclan. Mi mundo logrará que la asesinen. Se merece estar
con alguien cuyo pasado y presente no arruinará su futuro.
—Me olió. —Su cuerpo tiembla mientras el mío se contrae.
La furia bulle en mis venas. Cabrón enfermo.
—¿Por qué no me lo dijiste antes?
—Iba a hacerlo la próxima vez que te viera, y luego hoy más temprano fuiste
un imbécil y…
—Joder, lo sé. Soy un gran idiota. Escucha. —Muevo nuestros cuerpos así
puede mirarme. Mirar la convicción en mis ojos—. Me ocuparé de él.
Presiono mis labios contra los suyos durante un largo momento, un beso duro,
y me aparto.
—No me dejes —gimotea, colgándose de mis brazos.
—Tengo que irme, nena. —A encontrar a Marco y acabar con él.
—¡No! —Su grito aterrorizado me golpea en el estómago y me tumbo con ella.
Si me necesita ahora mismo, entonces lo menos que puedo hacer es estar aquí
para ella. Nunca nadie me ha necesitado, excepto mi madre, y eso era necesidad, no
amor.
—Está bien, me quedaré.
Me sostiene un poco más apretado y nuestras respiraciones se tranquilizan
mientras paso los dedos por su cabello. Me rodea con una pierna y me clava los
dedos.
—¿Volverá?
—No —prometo.
Mientras se queda dormida, absorbo su luz, su fuerza. Su belleza. Justo cuando
comienza a amanecer, desenredo su cuerpo del mío y salgo de la cama. Mi camiseta
está arrugada en el suelo, así que la tomo junto con mis botas y me encamino abajo
para terminar de vestirme. Mientras voy a mi camioneta, dejo ir al hombre frágil en
el que me convierte. En su lugar, el duro bastardo que realmente soy sale a la
superficie.

—Retírate —me dice Jay.


—Jodidamente la olió, Jay. Si no acabas con él, lo haré yo. Que se joda la placa,
que se joda el plan. Que. Se. Joda. Todo —amenazo.
—No lo harás, porque entonces todo por lo que hemos trabajado quedará
arruinado. No pasaste seis años encerrado por él para poner tu culo de vuelta allí 75
cuando todo está a nuestro alcance.
—¡La está vigilando! —grito y tiro un vaso al otro lado de la habitación. Se
rompe en pedazos y el whisky salpica mis paredes blancas y gotea—. Cada jodida
pieza de información que habíamos despejado de ella. ¿Cómo demonios no sabemos
esto?
Jay me dirige una mirada penetrante y entrecierro mis ojos hacia él.
—No fui seguido. No la pondría en peligro.
—Sabe que la estás follando
—Cuidado —advierto.
—Es la verdad. —Se encoge de hombros—. Incluso si la estaba vigilando,
nunca hizo contacto hasta ahora. Hasta que comenzaste a aparecer en su casa. Él te
quiere a ti, Ty, no a ella. Ella solo significa un fin. Apesta, pero al momento en que él
puso los ojos en ella esa noche hace seis años, fue involucrada. Porque sabe que te
preocupas por ella.
Tiene razón, pero, joder, me molesta que Marco tenga algo sobre mí. He sido
descuidado con ella porque la quiero desesperadamente. La ansiaba. Estaba tan
desesperado de sentirla debajo de mí que la he jodido. Me cuidé la espalda, pero,
aparentemente, no la de ella. Él ha estado involucrándola silenciosamente, pero no
voy a subestimarlo. La usará cuando sea conveniente para él… Es como una
serpiente, con el tiempo atacará.
—Sabes lo que tienes que hacer. —Aunque no me lo está pidiendo. Me lo está
diciendo.
—Sí. —Tomo un trago de la botella de whisky y me limpio la boca con el dorso
de la mano—. Lo hago.
Jay asiente hacia mí, luego se detiene antes de abrir la puerta.
—Pondré a alguien con ella, pero hasta que esto esté terminado, mantente
alejado. No necesitamos más complicaciones.
No respondo, y cuando cierra la puerta detrás de él, me cambio de ropa y luego
salgo en busca de Marco.
Está en su lugar habitual. Va a tomar cada molécula de mi cuerpo llevar esto a
cabo sin arrancarle la polla y dársela de comer.
—Escuché que tenías un mensaje para mí. —Giro la silla a su lado y me siento
a horcajadas mientras llamo a la camarera con la mano.
Marco no dice nada hasta que la puta casi desnuda pone un vaso de whisky en
mi mano. Pasa los dedos por mi brazo mientras se aleja y se me pone la piel de
gallina. El pensamiento de las manos de alguien más que las de Jessa pasando por mi
cuerpo me da arcadas.
Aún puedo sentirla. Sus suaves curvas. Su piel suave. Su impecable coño.
76
También puedo verla aún. Cómo me miraba con esos malditos ojos inocentes como
siempre hace. Como si viese más de lo que realmente soy.
—No creía que fueses capaz —masculla.
—¿Qué?
—Ser capaz de mantener un coño limpio como el de ella.
Bebo el líquido de un trago y disfruto de la quemazón que se desliza por mi
garganta.
—¿Alguna vez follaste un coño limpio, Marco? —No le doy la oportunidad de
responder—. Si llama, jodidamente respondo. Créelo. —Me levanto y me inclino
para tener el rostro cerca del suyo. El calor del cigarro en su mano no me disuade
para alejarme.
—Lo que pienses que estás a punto de decirme —indica—, será mejor que te
prepares para las consecuencias.
—Fuera de los putos límites.
—Nadie está fuera de los límites para mí.
—Ella lo está.
—No estás en posición de negociar.
Aprieto el puño para no envolverlo alrededor de su garganta.
—Aunque aquí estoy. Y puedo hacerme desaparecer. Después, ¿quién
conseguirá tu dinero? Ambos sabemos que soy el único que produce el resultado que
quieres, así que jodidamente no me digas que no estoy en posición de negociar.
Asiente en consideración.
—Estabas consiguiendo satisfacción. Necesitaba asegurarme que recordabas tu
lugar.
—No necesito que amenaces a una zorra inocente a la que resulta que le gusta
mi polla, Marco. La asustas de nuevo y entonces no querrá dejarme entrar entre sus
sedosos muslos. Y realmente me gusta lo que hay entre ellos. —Dios, solo pensar en
esto hace que se me endurezca la polla—. Fuera de los límites. O me voy.
Presiona su cigarro en mi brazo y aprieto los dientes, negándome a mostrar
dolor. Sus ojos calculadores se clavan en los míos mientras retuerce la brasa en mi
piel. Una vez que el humo se desvanece, lanza la colilla en la habitación y se levanta
para enfrentarme.
—Nadie me amenaza.
—No es una amenaza. —Bajo la voz—. Es una puta promesa.
Me observa. Me doy cuenta de que en realidad no estoy en posición de hacer
esto, y Jay jodidamente me cortará la garganta si sabe que fui contra lo que ordenó,
pero Marco me conoce, y sabe que nunca dejaría pasar su amenaza. No importa lo
77
poderoso que es, sabe que no me echaré atrás.
—La jodes, y llegaré a ver lo limpio que ese coño suyo es de verdad.
—Retira a tus hombres.
—Retiro a mis hombres, solo consigues el cinco por ciento la próxima vez.
—Trato —respondo inmediatamente.
Me giro y comienzo a alejarme de él antes de que pueda decir otra maldita
palabra. Mi camioneta me lleva a mi casa, estaciono y luego salgo a correr. Necesito
aclararme la puta cabeza.
Mi viejo barrio destella frente a mis ojos mientras corro a través de la calle
sucia. La casa donde crecí todavía está abandonada, nadie ha vivido ahí desde que
mamá murió. Me detengo y camino hacia el porche desvencijado. Los primeros
recuerdos de mi vida se reproducen ante mis ojos como una película.
Mi madre sobre la espalda mientras un hombre empuja en ella. Chillaba cada
vez, pero su rostro no parecía triste, y estaba muy confundido. Crecer para darte
cuenta de que tu madre es una puta no es nada divertido. Ser lanzado a su mundo,
robando a la edad de nueve años, vendiendo droga cuando tenía trece y ser
prostituido cuando tenía quince años, no son las maneras normales de crecer, pero
son jodidas.
Realmente jodidas. Y la única puta luz que he tenido en la monótona tristeza
que es mi vida, es Jessa.
No sé cómo, pero logró estar ahí cuando me encontraba en mi final. Cuando no
podía soportarlo más. Piensa que la salvé, pero la realidad es que me salvó. No me
importa una mierda lo que me suceda después de que todo esto termine con Marco,
pero si permanecer alrededor significa mantenerla a salvo de él, entonces me
quedaré.
Pero una vez que él esté bajo tierra, me aseguraré de dejarla por su bien.
Porque la suciedad de mi vida ya se ha filtrado demasiado en la suya, y no merezco
—ella no merece— que siga contaminando su vida.
Jessa
Mi radar se apaga cuando abro mi puerta, y sonrío internamente, sabiendo que 78
se encuentra aquí de nuevo. ¿Cuán jodido es que mi cuerpo —mi corazón— sepa
cuándo está cerca? Dejo el bolso y las bolsas de la compra sobre la encimera de la
cocina, luego giro la esquina hacia la sala de estar.
Sonríe cuando me ve, y mis perros no se mueven de su posición rodeándolo.
Traidores.
—Hola. —Me reclino contra la pared y me cruzo de brazos—. Estoy
sorprendida de verte.
Toma un trago de su cerveza, luego la deja sobre la mesa de café antes de
levantarse y echarse encima de mí.
—¿Buena o mala sorpresa? —Aunque acaba de beber cerveza, de algún modo
su aliento todavía huele a menta.
—Siempre es bueno verte.
La constante intensidad de sus ojos se suaviza por un momento y estira los
brazos y sostiene mi rostro entre sus callosas manos.
—Eres la única persona que me ha dicho eso jamás.
—Lo siento. No saben lo que se están perdiendo.
Se lame los labios y pasa un pulgar sobre mi labio, luego agacha la cabeza.
—Joder.
—¿Qué?
Cuando se echa hacia atrás, lo alcanzo porque sé lo que está haciendo.
—No.
—Estaba intentando decirme a mí mismo que había venido aquí para
mantenerte a salvo de Marco, pero la jodida realidad es que yo estando contigo es lo
que te puso en peligro en primer lugar. —Aparta su brazo de mi agarre y se pasea
frente a mí, murmurando palabras que no puedo escuchar.
—Ty.
Niega y me ignora.
—¡Ty!
Abruptamente, se detiene.
—No puedo estar aquí. —Se gira hacia mí y sujeta mi rostro del mismo modo
que antes, solo que no tan suavemente esta vez—. No puedo estar aquí. No puedo
hacerte esto.
—No —suplico—. Por favor, no me dejes de nuevo. Ni siquiera hemos tenido
una oportunidad de ser normales porque te sigues marchando.
—Las cosas conmigo nunca serán normales, Jessa. Tengo que irme. ¿Qué
mierda estaba pensando estando aquí? —Baja tanto la voz que apenas escucho la
última parte.
79
—No te vayas.
—Nena, tengo que hacerlo.
Salto a su fuerte cuerpo como a un árbol y me aferro a él, desesperada por
hacer que se quede.
—Por favor, no te marches. Jodidamente siempre me dejas y eres la única
maldita persona que quiero que se quede.
Me rodea con sus brazos musculados y me lleva hasta el sofá. Monto a
horcajadas sobre él y lo miro a los ojos. Comienza a contarme una historia con su
mirada antes de que las palabras salgan de su boca.
—Mi madre era una puta. Una drogadicta. Una adicta. Lo intentó a su manera,
supongo. Pero comencé a robar y trapichear ante incluso de que pudiese conducir.
Follé mi primera puta a la edad de trece años. Marco me atrajo a su mundo con
promesas de dinero y coños… todo con lo que sueña un niño de la calle.
Sabía que las cosas fueron malas para él. No tuve que verlo esa noche para
darme cuenta.
—No me preocupa de dónde vienes.
—Mi pasado es quien soy. No me dejará. Cristo, todo el tiempo que estuve
encerrado, todo en lo que pensaba era en ti. Ni siquiera sé cómo tengo tanta suerte
para tener a alguien como tú mirándome como lo haces. La basura no se merece…
—No eres basura —lo interrumpo—. Eres el chico que me salvó de ser violada,
Ty. Eres el que arregló mi auto. Eres el hombre que fue a prisión porque yo maté a
alguien. Eres mejor que yo.
—Mereces algo mucho mejor que yo. Por un momento, pensé que quizás
pudiese tenerte, que quizás las cosas entre nosotros pudiesen funcionar. Pero joder,
Jessa. Tan egoísta como soy, no soy tan narcisista como para arrastrar mi espectáculo
de mierda a tu casa.
Comienza a levantarse, pero me aferro a él.
—Podemos resolverlo todo, Ty. ¿No lo entiendes? Hay algo aquí. Siempre lo
hubo. —Lloro—. Siempre has estado ahí. No dejarás mi maldito corazón, no quiero
que me dejes.
Niega ligeramente antes de que esos ojos hermosos y conmovedores perforen
los míos.
—Realmente no sé lo que se siente amar a alguien, pero supongo que lo que
siento por ti está muy cerca de eso. —Lloro con fuerza ante sus palabras, pero
todavía me aparta de encima de él—. Te daría el mundo si pudiese. Mataría por ti,
moriría por ti. Pero lo único que no haré por ti es quedarme.
—Bueno, sé lo que es el amor, y sé que jodidamente te amo.
Las arrugas entre sus cejas se tensan y niega.
—No puedes amarme. 80
—¡Pero lo hago!
—No soy la clase de tipo adorable, nena. Nuestros mundos no funcionan. Eres
pura, buena y hermosa. Soy sucio… muy sucio y te mereces a alguien que no esté
corrupto.
Le dejo alejarse porque realmente no tengo elección. Ya le he suplicado que se
quede. Le he rogado… y por mucho que me gustaría, no puedo obligarle. Mi cuerpo
se hunde en el sofá y estoy llorando tan fuerte que no lo escucho marchar. Mi alma
está perdiendo su otra mitad, así que sé que se ha ido.
***
—Tienes que decírselo. —Kat bebe su vino y giro mi botella de agua entre las
manos.
Intento quedar con ella una vez al mes, pero desde que es la asistente personal
de mi hermano, a veces su horario no se lo permite. Esa es la razón por la que han
pasado dos meses desde que la he visto.
—Voy a terminarlo —decido aquí y ahora.
—¿Por qué? Neil parece realmente un buen tipo. Estoy segura de que lo
entendería.
Neil me llamó el día después de que Ty saliese de mi vida. Creo que estaba
desesperada por algo y acepté otra cita. Eso se convirtió en otra. Luego otra. Ahora,
han pasado tres meses, y va a salir conmigo este fin de semana. Estará aquí en unas
horas para recogerme.
Echo de menos a Ty. Nadie se compara a él, pero no puedo esperar por un
hombre que se ha convencido de que no es suficientemente bueno para mí. No soy
nada especial. Solo una mujer que quería desesperadamente a un hombre. Pero desde
que no puedo tenerlo, necesitaba seguir adelante. No era solo lo que sucedió la
última vez que lo vi, era el hecho de que había estado colgada de él desde que tenía
dieciséis años.
Necesitaba dejarlo ir. Intenté dejarlo ir. Pero el destino tenía que ir y ser una
zorra. Ahora… ahora las cosas son diferentes. Nunca serán lo mismo.
—Estoy segura de que cuando escuche la palabra “embarazada” huirá, lejos. —
Niego—. De todos modos lo haría sola.
—¿Qué sucede si no lo hace, Jess? —Me aprieta la mano—. ¿Y si Neil quiere
esto contigo?
—No hemos estado juntos mucho tiempo. Infiernos, realmente no estamos
juntos. Estamos teniendo citas. No va a querer criar el bebé de otro hombre. Y,
honestamente, no creo que yo quiera que lo haga. Además, ni siquiera nos hemos
acostado juntos aún.
—¿De verdad? —pregunta, sorprendida.
81
—No me excita como Ty. —Me encojo de hombros—. Es atractivo, agradable y
dulce… pero Ty…
—Para. Deja de comparar a Neil con Ty. Ty es un imbécil. Claro, es sexy. Y sí,
hay algo intrínsecamente atractivo en un chico malo, pero es idiota. No te quiere,
Jessa. Necesitas superarlo.
Se me llenan los ojos de lágrimas y no me molesto en limpiarlas cuando caen.
—Tienes razón —susurro.
Kat me rodea con los brazos.
—Estarás bien. Eres fuerte e inteligente, y lo que decidas sobre tu relación con
Neil, te apoyaré. Todo lo que te estoy pidiendo es que le des una oportunidad.
Me ayuda a prepararme y me distrae cuando me ve demasiado pensativa. Justo
antes de que Neil llegue, me da otro abrazo de ánimo y se marcha.
Me siento en el sofá, acariciando a los perros. La primera vez que vomité por la
mañana, lloré porque lo supe. Simplemente lo supe. Y por mucho que siempre
hubiese deseado tener una familia, haciéndolo con un hombre que ni siquiera me
quería, no era como lo había planeado. Pero la vida funciona de ese modo. Las cosas
no van como se planean.
Cuando hay un golpe en la puerta, salto. Los perros mueven las colas mientras
respondo a la puerta y Neil los acaricia cuando entra.
—Hola —lo saludo.
La alegre expresión en su rostro decae.
—¿Qué sucede?
Frunce el ceño y me estudia. Pasa los dedos por un lado de mi rostro y me toma
entre sus fuertes brazos. La genuina preocupación me toca el corazón y no lo
reprimo más. Su abrazo compasivo me rompe.
—Estoy embarazada.
Lo siento tensarse a mi alrededor y se aparta, sujetándome por los hombros y
mirándome a los ojos.
—¿Quién es el padre?
—Un tipo al que estaba viendo antes de ti. —No necesita saber que estuve con
Ty después de que nosotros tuviésemos una cita.
—¿Qué dijo él?
—No lo sabe.
Neil da un paso atrás y se pasa la mano por el cabello.
—Deberías decírselo.
—Lo haría si supiese que quiere tener algo que ver conmigo; me abandonó.
Dejó perfectamente claro que no quiere estar conmigo, así que, ¿qué diferencia haría
un bebé? 82

Asiente y se sienta en el sofá.


—Entiendo si quieres irte.
—Aquí está la cuestión. —Suspira—. Me gustas, pero no quiero ser padre
todavía. Y sin ofender, pero cuando esté con una mujer que vaya a tener un bebé,
quiero que el bebé sea mío.
Honestamente, sus palabras no me dañan en absoluto.
—Lo sé. No te culpo.
—Pero —tira de mí junto a él y me rodea los hombros con un brazo—, eso no
significa que no podamos seguir siendo amigos. Puedo ayudarte y estar aquí para ti.
Apesta que tengas que hacer esto sola, pero todavía estaré ahí para ti.
—Gracias, eso significa mucho.
Lo rodeo con un brazo. Dándole un medio abrazo, me levanto y me seco los
ojos.
—Lo siento por este fin de semana.
—¿Qué? —Sacude la cabeza—. Todavía vamos a salir. Simplemente ya no
quiero seducirte.
Me rio. Y se siente bien.
—¿Ibas a seducirme?
—Oh, sí. Tengo champán esperando. Y fresas.
Se me escapa una risita entre dientes.
—¿Eso es todo? ¿Champán y fresas?
—No. Tengo más trucos bajo la manga. Pero no puedo contarte todos mis
secretos. —Gira sus llaves—. Vamos. Todavía podemos divertirnos. No puedo ser el
padre de tu bebé, pero puedo ser tu amigo.
Me hace reír de nuevo y pienso que puede, solo puede, que las cosas estén bien.
Todo el fin de semana en el hotel estoy enferma. Lo primero que hago por la
mañana es vomitar y cuando intenta ofrecerme comida, salgo tan rápido de la cama
que lo golpeo en la cabeza. Aunque ha sido muy dulce todo el tiempo. Y aunque no
hay involucrados sentimientos románticos, rápidamente se está convirtiendo en
alguien por el que me preocupo mucho.
***
Han pasado dos meses desde que he visto a Ty y con el ánimo de Neil, decido
intentar decírselo. Ty merece saberlo. Incluso si no me quiere, tal vez quiera estar
involucrado en la vida del bebé.
Me seco las palmas sudorosas en los vaqueros, que rápidamente se están
convirtiendo en demasiado apretados, y abro la puerta de la tienda. Chip termina su
conversación en el teléfono y cuelga.
83
—¿Puedo ayudarla?
—¿Ty está aquí?
—No.
—Está bien. —Me remuevo en mis pies—. ¿Trabaja mañana?
—Ya no trabaja aquí.
La sorpresa en mi rostro le hace reír.
—Sí, esa era mi apariencia cuando apareció y renunció.
—¿Tiene alguna información de contacto de él o algo así?
—No, lo siento.
—Está bien. Gracias.
No lloro de camino a casa. Incluso supero la cena y la ducha. Pero cuando
apoyo la cabeza en la almohada, no puedo retrasarlo más.
No debería sentirme de este modo, pero lo hago.
No solo me dejó. Desapareció.

—A la mierda. —Lanzo la almohada por la habitación y me paseo frente a mi


cama. Jodidamente no puedo dormir. No puedo ponerme cómoda. Estar embarazada
de seis meses apesta. No puedo imaginar qué sucederá en otro par de meses. ¿Cómo
una mujer puede pasar por esto una y otra vez?
Mis pies me llevan a la cocina. Lleno un vaso de agua, bebiendo unos pocos
sorbos ya que nada más que eso me pasa. Necesito aire fresco, un cambio de
escenario o algo que me ayude a quedarme dormida, así que abro la puerta de
entrada.
Está oscuro y silencioso. Pacífico. Me siento en el primer escalón y miro
alrededor de mi patio. Neil ha estado cortando la hierba por mí, pero realmente
necesito a alguien sacando esas malas hierbas. Mis pensamientos me llevan a todo el
trabajo que tengo que hacer. Simplemente estoy agradecida de ser capaz de
encontrar otro veterinario para trabajar en la clínica mientras estoy de baja por
maternidad.
Me froto la barriga, las pequeñas patadas recordándome que hay alguien
dentro. Desde que solo hay unas pocas sorpresas reales en mi vida, he decidido no
saber el sexo. Me pregunto mucho si será un niño o una niña. ¿Tendrá los ojos verdes
de Ty o los míos marrones?
Cierro los ojos, imaginándome a un Ty en miniatura corriendo alrededor. O
quizás una niña con coletas castañas y un padre sobreprotector, enseñándole a
montar en bicicleta. Sería un gran padre, estoy triste de que nunca tendrá la
oportunidad de darse cuenta. No, eso es una mentira. Estoy enfadada. Estoy furiosa. 84
Estoy tan malditamente enfadada con él.
Pero más que enfadada, siento tristeza y lamento porque nunca llegaré a tener
la vida que siempre he querido.
Ty
Mi auto permanece oculto mientras la observo salir de su casa hacia el porche.
Se aprieta la bata y se sienta en el escalón superior, con su mente concentrada
mientras cierra los ojos. 85

Por mucho que me gustaría decirme que ella está mejor sin mí, sé que ningún
hombre posiblemente podría sentirse por ella como lo hago yo. En cuanto lo de
Marco esté solucionado, iré a reclamarla como ya debería haber hecho.
Neil puede que tenga un problema, pero no puedo hacer nada por ello ahora
mismo. Me mata admitirlo, es como tragar hojas de afeitar, pero está más segura con
él de lo que está conmigo ahora mismo.
Lo he visto ir y venir, y por mucho que me destroce, no puedo culpar al tipo
por querer estar con ella. Ella es increíble. Se merece ser feliz, y mientras Neil esté
haciendo eso, puedo sufrir las consecuencias de lo que eso le hace a mi interior un
poco más.
Jay accedió a poner un hombre en su casa solo para estar seguros, ya que Marco
es muy impredecible, pero esta noche, me ocupo de la vigilancia. Quería verla de
nuevo. Necesitaba verla. Ha sido una auténtica tortura estar tan cerca de ella, pero
no ser capaz de tocarla en los pasados cinco meses.
Lo que es más enrevesado es que Marco todavía es jodidamente astuto, no he
encontrado nada nuevo de él. Solo necesitamos un poco más de pruebas. Algo para
encerrarlo. Pero es demasiado inteligente.
Cuando Jessa se inclina hacia delante y sus hombros tiemblan, no puedo
evitarlo. Salgo del auto y me acerco. Debe sentirme porque me dice que me vaya
antes de que esté en su camino de entrada.
—No puedo dejarte así. Deja de llorar, nena.
—No. —Levanta la cabeza de golpe y alza la voz—: Jodidamente no me llames
nena.
—Ya te lo dije, te llamaré como…
—Pensé que cuando te viese de nuevo, correría a tus brazos y me sostendrías
mientras me asegurabas que todo iría bien. Pero, por alguna razón, que estés tan
cerca de mí simplemente me está enojando. —Una risa sin humor hace eco en el
silencio de la noche—. ¿Sabes qué es lo más jodido? Apenas te conozco. ¿Cómo haces
esto —señala su rostro—, sin que siquiera te conozca realmente?
—Me conoces mejor de lo que ha hecho nadie. —Me agacho y tomo sus manos
en las mías—. Tengo algunas cosas de las que ocuparme, Jessa. Necesitas saber que
mantenerte a salvo es lo más importante para mí. Pero, mierda, he estado jodido sin
ti. Cuando me marché, cuando me alejé, sabes que lo hice para mantenerte a salvo.
Pero no… no estoy seguro de que pueda manejar estar alejado mucho más tiempo.
Me estoy muriendo por dentro sin ti.
Su mirada acuosa se encuentra con la mía.
—No lo demuestras muy bien.
Me siento junto a ella y apoyo los codos sobre las rodillas.
86
—Hay tantas cosas que quiero decirte…
—También necesito decirte algo.
Se levanta y cuando veo la protuberancia de su estómago, me levanto de un
salto mientras se me cae el corazón a los pies. Está embarazada. Maldición, he
perdido mi oportunidad.
—Espero que Neil y tú sean felices. Te lo mereces.
—No, Ty —chilla, mientras voy a mi auto.
Cierro la puerta del Impala negro prestado y llamo a Jay mientras me alejo
conduciendo.
—Consigue a alguien más para ella. —Lanzo el teléfono al asiento de pasajero y
salgo de mi lugar. Al final, me siento durante veinte minutos hasta que veo otro auto
camuflado tomar mi lugar, y luego me marcho.
Voy de vuelta a mi apartamento. Una vez dentro, alcanzo el whisky fácilmente
de la encimera, llevando la botella conmigo a la cama.
Está embarazada. Perdí mi jodida oportunidad a causa del maldito Marco.
Pensé que tendríamos tiempo cuando él finalmente estuviese encarcelado. Pensé que
podríamos tener una vida juntos. El pedazo de mierda no solo mató a mi madre, sino
que también arruinó mi oportunidad de estar con la única mujer en el mundo que
me hace tener un propósito.
Continúo bebiendo mis penas hasta que me desmayo, rodeado de la familiar
oscuridad.

Me despierta un golpeteo en mi puerta, pero lo ignoro y aprieto más


fuertemente la almohada sobre mi cabeza. El sonido no cesa durante otros pocos
minutos, pero cuando escucho pasos, alcanzo bajo mi colchón y saco mi arma. La
apunto a la puerta y cuando Jay entra, la bajo.
—¿Qué demonios, hombre? —Enciende la luz y me aparta el edredón.
—He terminado —le digo, girándome de costado.
—¿Has terminado?
—Fuera. Acabado. Terminado. Jodidamente abandono.
—No puedes abandonar.
—Sí, puedo.
Suspira y abre las cortinas para dejar entrar más luz en mi habitación.
—¿Te gusta ser un mártir?
—Está embarazada.
Su duda es palpable. 87
—Maldición.
—Así que, como dije, abandono.
—Ty.
—¿Tienes alguna puta idea? —Me siento en la cama, ignorando el pesado dolor
tras mis ojos—. Alguna idea de cómo es crecer como yo lo hice. Viendo las cosas que
vi. Para ni siquiera entender qué es lo normal. Luego tengo a esta chica, este maldito
ángel, que te mira como si importases, como si en realidad le pertenecieses. Para
luego poner su vida en peligro por tu culpa. Y justo cuando puedes sentir la libertad
a tu alcance, te es arrancada.
—Ty, yo…
—No, tú no. Creciste en un suburbio con una maldita valla blanca. No estoy
enfadado contigo, pero jodidamente no lo entiendes.
—No, supongo que no lo hago. —Se apoya contra la pared y abre la boca para
hablar, pero se detiene cuando suena su teléfono. Frunce el ceño cuando ve el
nombre, pero rápidamente se lleva el teléfono a la oreja—. ¿Qué sucede, hombre? —
Veo cómo palidece y me mira—. Estoy con él ahora. Sí. ¿Aquí? Bien. Nos
encontraremos contigo para discutir sobre el reconocimiento y la extracción en diez.
Todo lo que toma es la incertidumbre en su mirada, y estoy fuera de la cama y
poniéndome unos vaqueros negros y una camiseta.
—¿Cuándo? —pregunto, mientras me apresuro por mi habitación para
encontrar un par de calcetines. No responde, así que lo intento de nuevo, un poco
más alto esta vez—. ¿Cuándo jodidamente se la llevó?
—Hace unas pocas horas, Neil fue a llevarle un donut y encontró a su vigilante
con una bala en la cabeza.
—Joder. ¡Joder! ¿Hubo una pelea?
—No por lo que Neil dijo.
Jodidamente se la llevó. Marco jodidamente se llevó a mi chica.
—Vamos.
Lo sigo afuera, y mientras estoy conduciendo a nuestra localización, saco mi
placa del visor y me la pongo en el cuello, luego me pongo las gafas de aviador. He
estado trabajando durante nueve años para atrapar a Marco y hoy va a ser el jodido
día. He esperado demasiado para terminar esta mierda, e incluso si ella está con
alguien más, es hora de que sepa la verdad.

88
Jessa

Marco está de pie frente a mí. No pestañeo, no respiro. Finalmente sonríe. Me 89


pican los ojos por las lágrimas empañándolos, y se ríe.
—Bien, bien. No necesitamos llantos.
Una única lágrima cae por mi mejilla, se inclina hacia delante y la limpia con el
pulgar. Me echo hacia atrás, y chasquea la lengua para reprenderme.
—Acostúmbrese a que la toque, señorita Crew. Vamos a tener mucha diversión
juntos.
La bilis me quema en la garganta como el ácido.
—¿Qué quieres? —susurro.
Un golpe en la puerta lo interrumpe justo cuando estaba a punto de hablar. Se
lame los labios antes de irse, y permanezco en la cama. Con los tobillos encadenados
al suelo, el metal se clava en mi piel. Me siento en un colchón viejo con una sábana
en él. Sin almohada. Sin ventanas. Sin agua corriente. Solo un balde en la esquina.
Mientras el tiempo pasa, mi miedo se incrementa y mi vejiga se llena.
Reticentemente me arrastro hasta el balde, la cadena solo tiene la largura suficiente
para alcanzarlo, me alivio y vuelvo a la cama. Tengo frío, estoy sedienta, estoy
hambrienta, estoy cansada y estoy aterrorizada.
Fui arrancada de mi cama a las tres de la mañana, horas después de que Ty
estuviese conmigo, y cuando fui lanzada al asiento trasero de un auto negro, el rostro
de Marco fue lo primero que vi. Se burló de mí, y supe qué era esto, pero cuando me
tocó los pechos con las manos y luego las bajó hasta mi estómago, se detuvo.
Me levantó el camisón y negó.
—Bueno, esto es inesperado… pero delicioso. ¿Lo sabe?
Negué y temí por mi vida. La vida de mi bebé.
—Incluso mejor.
Me trató con mucho más cuidado de lo que esperarías de un secuestrador.
Cuando llegamos a la casa, estuve sorprendida de ver lo hermosa que era. El
escenario era impresionante y, en otro momento, lo hubiese apreciado, pero los
espesos árboles solo significaban obstáculos que atravesar si iba a escapar.
Me guió a través de la inmaculada casa hacia el sótano, que era todo lo
contrario de los muebles caros y las pinturas de arriba. En cambio, me encontré con
suelos húmedos de cemento, telas de araña y oscuridad.
Ahora, me siento e intento escuchar algún sonido. Pasos se mueven sobre mí.
Voces, risas. Una puerta se abre y se cierra. Pero nadie viene por mí.
Horas, al menos, tienen que pasar. Empiezan a cerrárseme los ojos, pero sacudo
la cabeza y me abofeteo el rostro para intentar mantenerme despierta. Fue capaz de
tomarme cuando estaba dormida, así que tengo miedo de lo que podría suceder si me
quedo dormida aquí.
90
La tenue luz colgando del techo no me da ninguna indicación de cuánto
tiempo ha pasado en la habitación sin ventanas. El silencio desciende sobre mí y se
me eriza el vello de la nuca, mi instinto preparándose para algo.
Pero no sucede nada. Orino dos veces más en el balde y en algún momento, me
quedo dormida. Estoy sedienta. Muy sedienta. Mi boca es como una lija y me gruñe
el estómago por el vacío. Lo froto y hablo con mi bebé, asegurándole que todo estará
bien. Intento decirle que su papi nos salvará, pero estoy comenzando a pensar que
eso no va a suceder.
Sacudo los grilletes, cortándome la piel de las piernas, y tiro tan fuerte que me
arranco una de las uñas. Grito ante el terrible dolor y caigo sobre la cama,
apretándome la mano mientras la sangre gotea por mi dedo.
Mi cuerpo tiembla mientras los sollozos me recorren, el dolor por el hambre y
la sed junto con mi dedo, me fuerza a gritar a pleno pulmón. El temor a morir aquí,
encadenada como un animal, me hace golpear el colchón.
No le escucho entrar, pero cuando la puerta golpea contra la pared, grito
incluso más alto. Me sujeta el cabello con la mano y tira de mí.
—Cállate. —Me golpea en el rostro y caigo en la cama.
—¡Que te jodan! —grito y me siento. Cuando intento levantarme, estoy tan
débil que caigo sobre el suelo de cemento—. Por favor —suplico, cuando no hace
ningún intento de ayudarme—. Tengo mucha sed.
Levanto la mirada hacia él y el brillo diabólico de sus ojos hace que un
escalofrío me recorra la espalda. Se abre los pantalones y se saca la polla, la cabeza
sin circuncidar señalándome.
—Bébetelo y te conseguiré algo de comer.
Me dan arcadas ante el pensamiento.
—Hay un bebé en mi interior. ¿No tienes un puto corazón? Estoy hambrienta.
—Si no fuese por la semilla del bastardo creciendo dentro de ti, ya te habría
roto como hubiese querido. Pero, como dicen, la paciencia es una virtud. Eres un
peón divertido a tener. Y soy un hombre paciente, Jessa. He esperado todo este
tiempo. Puedo esperar unos meses más hasta que esta cosa esté fuera de tu barriga.
—No, no le hagas daño a mi bebé —suplico, sujetándome el estómago como mi
vida.
—No voy a hacerle daño. Simplemente haré una buena cantidad de dinero con
él. Lo que suceda después no es cosa mía. Ahora, se acabó la charla. —Comienza a
masturbarse y usa la otra mano para levantarme por el cabello. Chillo ante el
contacto y luego cierro los ojos mientras me acerca a él—. No tengo corazón, Jessa.
Pero tengo comida y agua, así que, si quieres vivir y hacer que ese pequeño peón
tuyo sobreviva, será mejor que abras la boca y tragues hasta la última gota.
Junto los labios y niego erráticamente.
91
—¿No? —farfulla.
No me atrevo a abrir la boca, pero me golpea un lado del rostro.
—He soñado sobre tener tus hermosos labios alrededor de mí desde el
momento que te vi. Así que, déjame repetirme. Abre la boca.
Sacude tanto mi cabeza que me duele. Me sujeta la barbilla con una mano y,
con la otra, fuerza mi cabeza hacia arriba. Lo empujo y da un paso atrás.
—¡Rico!
Cuatro segundos después, otro hombre entra a la habitación. Lo reconozco
como el conductor.
—¿Sí, jefe?
—Sujétale los brazos atrás para mí.
—Claro. —Comienza a caminar hacia mí e intento luchar—. Deja de luchar,
Jessa —susurra Rico.
Grito, me muevo y hago todo lo que puedo, pero no soy rival para dos
hombres. Especialmente desde que estoy deshidratada, hambrienta y, al mismo
tiempo, intentando proteger a mi bebé.
Marco me sujeta la barbilla de nuevo mientras Rico me sostiene los brazos
detrás de la espalda. Se sienta detrás de mí y sujeta mi cabeza entre sus rodillas.
Marco mueve la mano más rápido, arriba y abajo, sobre su erección e intento
mantener la boca cerrada, pero me aprieta tan fuerte que me obliga a abrirla. Justo
cuando estoy a punto de liberar otro grito, farfulla y su semen golpea mi lengua.
Tengo arcadas y escupo mientras él vuelve a guardársela en los pantalones, el vómito
subiendo por mi garganta y aterrizando en el suelo mientras toso.
Rico se ríe y me empuja hacia delante.
—Tráele una rebanada de pan y agua. —Marco me da una palmadita en la
mejilla antes de salir.
Mis lágrimas se mezclan con su asqueroso fluido corporal y me limpio el rostro
en la sábana, preparada para rendirme y morirme. Pero luego lo siento. Una patada.
Mi bebé. Me está diciendo que no me dé por vencida. Que siga luchando.
Así que decido hacer justo eso.
Una vez que Rico me entrega mi pan, me lo como y bebo el agua, no queriendo
molestar mi estómago más de lo que ya está. Guardo media botella y la dejo en el
suelo, luego jugueteo con el mecanismo de cierre. Como las otras veces, no cede. He
tirado, apretado y tirado con más fuerza sin resultado. En lugar de gastar mi energía
intentando escapar de la fuerte cadena industrial, la guardo para cuando la
necesite… lo que temo, será más pronto que tarde.
Miro al techo durante lo que parecen horas. Estoy tan cansada que cuando me
quedo dormida, se siente como si estuviese entrando y saliendo de la consciencia.
Mientras estoy soñando, hago planes. Lo que quiero hacerle a Marco. Lo que me 92
imagino que Ty le hace cuando viene a rescatarme.
Pero, por supuesto, cuando me despierto, todavía estoy sola. Y con frío. Y
asustada.
Finalmente, unos pasos se hacen más sonoros y cuando Marco abre la puerta,
me doy cuenta de que Ty no va a venir… Nadie va a venir a salvarme.
—¿Necesito ayuda esta vez? —No pierde el tiempo y comienza a abrirse los
pantalones.
Mi valor temporal se desvanece y agacho la cabeza, la emoción obstruyéndome
la garganta.
—¿Por qué?
—Esa es una buena pregunta, ¿no es así?
Asiento en respuesta.
—Comenzó como algo diferente. Revancha. Venganza. Retribución. Oh, pero
ahora ha cambiado. Él piensa que no lo sé. Este es su recordatorio de que lo sé todo.
De todos. —Alza mi cabeza por el cabello—. Nadie me traiciona. Y me traicionó, así
que ahora, tiene que pagar.
Presiona su polla contra mis labios y abro la boca. En el momento en que se
desliza por mi lengua, muerdo… con fuerza. Marco grita y me da un puñetazo a un
lado de la cabeza, haciendo que pierda la consciencia de verdad.
Ty
93
—Han pasado tres malditos días, Jay. No voy a esperar ni un segundo más. —
Me paseo por su oficina y aprieto los puños para no romper algo más. Ya he hecho
un agujero en esta pared, y me dijo que, si rompía cualquier otra cosa, me arrojaría a
una celda hasta que la encontraran. No puedo dejar que nadie más sea la primera
persona que ella vea cuando finalmente la encontremos.
No puedo dejar de pensar en lo que Marco le está haciendo. Lo he visto en
acción... Es despiadado, sin corazón; el hombre no tiene ni un gramo de sentimiento
en su cuerpo. Me quiere a mí, no a ella, así que mi única salvación es que la esté
manteniendo viva hasta que yo aparezca.
Lo ha descubierto.
Y para hacerme pagar por traicionarlo, ha tomado lo único en el mundo que
me importa. Con ese pensamiento, mi mandíbula se aprieta tan fuerte que estoy
sorprendido de no romper mis dientes.
Jessa va a necesitarme. Así que, por ella, voy a mantener mi temperamento bajo
control.
Estoy a punto de abandonar su oficina cuando Neil pasa por la puerta. No fue
parte de nuestra operación hasta hace poco. Trató de demostrar que podíamos
confiar en él y, para todos los efectos, pasó la prueba. Pero nunca he confiado
plenamente en él. No lo conocí hasta la noche de su secuestro porque no quería ver
al hombre que estaba con mi mujer. A quien se encontraba donde debería haberlo
hecho yo. A donde pertenezco.
Pero luego me lo dijo. Lo explicó. Su relación. Acerca del bebé. Mi bebé. Estaba
tratando de decírmelo y jodidamente huí como una perra. Y esa noche, Marco se la
llevó. Es mi culpa. Todo ello. Todo es culpa mía.
Pero lo arreglaré por ella. Lo prometo.
—Tengo una localización —dice Neil.
Salimos corriendo de la oficina de Jay, y mientras nos dirigimos a nuestros
vehículos, Neil grita una dirección.
Voy a toda velocidad hasta allí y cuando llego a una casa grande, prístina, ni
siquiera estaciono el auto antes de correr a la puerta principal.
A lo lejos, escucho a Jay y Neil gritarme que espere a los refuerzos, pero los
ignoro, y cuando uno de los matones de Marco abre la puerta principal, no dudo en
dispararle en el cuello. La sangre brota de su yugular, doy un paso por encima de él y
entro por la puerta.
Más hombres me atacan, pero soy letal. Tan jodidamente decidido. Mi objetivo
está muerto, y cuando he matado a cuatro hombres más, Jay y Neil me alcanzan.
—Maldita sea, Mitchell, te dijimos que esperaras. Los refuerzos llegan en dos
minutos —me reprende Jay.
—Eso son dos minutos más en los que ella no está conmigo.
94
Bajo las escaleras, pensando que se comportó como un cliché y la metió en el
sótano. Abro de una patada la última puerta a la derecha.
Seguro como mierda, están aquí. La está sosteniendo delante de él como un
maldito escudo, con la cabeza caída hacia adelante, su hermoso y brillante cabello
rubio cubriéndole el rostro. La suciedad cubre todo su cuerpo y gruño ante sus
tobillos ensangrentados atados al puto suelo.
—Déjala ir —exijo, apuntando mi arma a su cabeza. Pero es inteligente, así que
se mantiene lo suficientemente cerca como para que no pueda conseguir una
oportunidad.
—No quiero hacerlo. Acabo de entrenarla. —Tira de su cabello, y cuando veo
el moretón negro y azul en el lado de su rostro, mis manos se sacuden con ira.
—¡Está jodidamente embarazada, bastardo!
—Lo sé. Esa es la única razón por la que sigue viva. Supuse que sería divertido
joder con tu engendro.
¿Cómo demonios sabía que era mío? Mis ojos deben mostrar la sorpresa que
siento porque se ríe.
—¿No lo sabías?
Justo entonces, Jay y Neil entran en la habitación y en el momento en que él
mueve sus ojos de mí a ellos, aprovecho y cargo contra él. No estaba esperando el
movimiento, así que soy capaz de arrancar a Jessa de sus manos. Dios, solo han
pasado tres días, pero ya puedo decir que ha perdido algo de peso. La mató de
hambre. Giro mi cuerpo para que mi espalda esté frente a él, y una sensación de
quemadura rasga a través de mi columna vertebral. El cabrón me disparó en la
espalda. Caigo al suelo, aterrizando sobre mi costado para que ella no golpee el
cemento primero. Jessa gruñe y aunque me duele que esté herida, está viva. Y es
jodidamente mía.
Sé que los chicos me respaldan y tres tiros resuenan a través de la habitación
casi vacía antes de que el golpe del cuerpo de Marco ponga una sonrisa sardónica en
mi rostro.
—Joder —dice Jay mientras se arrodilla junto a mí—. Llama a una ambulancia
—le grita a Neil.
—Ya lo hice —gruñe—. Voy a dispararle a estos malditos grilletes para
quitárselos.
Tan pronto como dispara dos veces, el cuerpo de Jessa cae sobre mí aún más, y
gime.
—Oye, cariño. ¿Puedes abrir los ojos para mí? —Alejo el cabello de su rostro y
trago el sabor a cobre en mi garganta.
Gime de nuevo y reprimo un quejido de dolor cuando mi pecho comienza a 95
estremecerse. No es el tipo de estremecimiento que normalmente hace cuando ella
está cerca, diciéndome que tengo un propósito para estar vivo. No, este
estremecimiento es el que me dice que podría no quedarme mucho tiempo... Pero la
salvé, así que he cumplido mi propósito de vivir, y eso hace que el dolor sea
soportable.
Sus ojos se abren, lame sus labios secos y gime cuando traga.
—Ahí estás. Ahí está mi linda chica. —Sus ojos asustados se encuentran con los
míos, y se vuelve borrosa. Me toma un momento darme cuenta de que es porque mis
ojos se están llenando de lágrimas... Mierda, ni siquiera recuerdo la última vez que
lloré. Ni siquiera sé si lo he hecho antes.
—Sabía que vendrías —murmura.
Sonrío, y justo cuando estoy a punto de decirle que siempre vendré por ella,
todo a mi alrededor se borra y se oscurece. Creo que la oigo... Jay, seguro. Me está
gritando. Pero luego se detiene, el dolor en mi pecho desaparece, y me quedo
dormido con mi chica en mis brazos.

—Nunca he visto algo como esto en mi vida. —El doctor cambia mis vendajes,
y gruño una respuesta.
Sí, soy un maldito milagro. Me imagino que esta es mi recompensa por toda la
otra mierda que me han lanzado durante toda mi vida.
— ¿Cómo está? —Sé que está viva. Está durmiendo, la cual es la forma de
curación de su cuerpo.
—Sabe que no puedo hablar de ella.
—¿Cómo diablos está? —repito con la mandíbula apretada.
El médico suspira y me siento y vuelvo a poner mi camisa. Me niego a usar una
jodida bata de hospital.
—Está sanando.
Le hago un gesto con la cabeza y salgo de la cama.
—Recomiendo encarecidamente que no salga de esta habitación. Todavía debe
ser observado por lo menos durante veinticuatro horas.
—Mi mujer embarazada fue torturada y atada al suelo durante tres putos días.
Puedes observarme en la cama con ella.
—Señor Mitchell, le dispararon en la espalda. El hecho de que esté vivo es un
milagro, y mucho más el hecho de caminar. Por su bien, le sugiero que...
Suficiente de sus mierdas. No necesito permiso de nadie para abrazarla.
—Estoy vivo por ella, debido a ella. Si me necesitas, ahí es donde estaré.
Tan pronto como llegué al hospital, los doctores me cosieron, y ahora estoy 96
como nuevo. La bala fue un disparo limpio, y como dijo el médico, milagrosamente
no causó grandes daños. Algo sobre el ángulo en el que yo estaba mientras caía. La
trayectoria de la bala se hizo camino sin afectar a nada importante. Es más o menos
una herida de carne que va de mi espalda al pecho desde el punto de entrada y salida.
Pero mi maldito pecho está dolorido como el infierno.
Dieciocho horas de no verla son demasiadas. Me he ido demasiado tiempo; las
amenazas por su seguridad me mantuvieron alejado cuando, en realidad, si hubiera
estado con ella, él nunca habría conseguido ponerle las manos encima.
Entro en su cuarto y no dudo en meterme en su cama. Mi mano presiona su
vientre, suavemente poniéndola de espaldas y descansando su cabeza en mi pecho.
Me estremezco cuando suspira contra mi herida, pero la mantengo un poco más
apretada. Estoy agotado, pero hoy he dormido un poco, así que no voy a desperdiciar
ni un momento con ella ahora. Trazo con mis dedos su moretón y deseo poder haber
golpeado a Marco antes de morir.
Gime de nuevo y me destroza que, desde su rescate, los únicos ruidos que le he
oído hacer son de dolor.
—Oye, nena. —Suavemente paso mi pulgar sobre sus labios y beso la parte
superior de su cabeza mientras cierro los ojos y me sumerjo en ella.
Jessa
97
Me sostiene y, aunque debería estar enojada con él, me acurruco más
profundamente. Sus brazos son el único lugar en el que me siento segura ahora
mismo. Su respiración es uniforme, pero fuerte, rozando la parte superior de mi
cabeza, y parpadeo al abrir los ojos.
Cuando miro hacia abajo, su mano llena de cicatrices descansa protectoramente
en mi vientre, y mis ojos se llenan inmediatamente de lágrimas. Debe saber que
estoy despierta porque su agarre en mí se aprieta.
—Shh... está todo bien ahora.
Me permito un buen llanto en sus brazos y me aferro a él como desearía haber
estado haciendo todo el tiempo. Finalmente me sienta y me limpia los ojos con los
pulgares.
—Hola —susurra.
—Hola.
—Déjame llamar a una enfermera.
—¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?
Pulsa el botón con una cruz roja sobre él.
—Han pasado casi veinticuatro horas.
—¿Está bien el bebé? —Froto ambas manos sobre mi vientre y espero
ansiosamente su respuesta.
—Sí. Nuestro bebé está perfectamente bien. Estabas deshidratada y... y mierda,
Jess, mira tu hermoso rostro. —Sus ojos exploran lentamente mis magulladuras—.
Considerando cuánto tiempo te tuvo... Joder, esperaba...
—Buenos días, señorita Crew. —El doctor entra y ofrece una débil sonrisa.
—Hola —le digo tímidamente. Mi mente todavía está tan confundida por todo.
—Sé que esto puede parecer una pregunta estúpida, pero, ¿cómo se siente? —
Se echa un poco de desinfectante en sus manos y las frota.
—Estoy adolorida. Hambrienta. Pero, en general, estoy bien, supongo.
Se ríe entre dientes e inclina la cabeza.
—Usted y este caballero seguro saben cómo hacer una recuperación notable.
Una enfermera entra y Ty se mueve lo suficiente para que hagan su examen.
—Aparte de estar deshidratada, sus lesiones son mínimas, señorita Crew.
Hemos tratado las abrasiones en los tobillos y la intravenosa también está ayudando.
La cena le será traída en breve, pero solo caldo y gelatina esta noche. Por la mañana,
puede probar algo un poco más sólido.
—De acuerdo. —Aprieto la mano de Ty—. El bebé está bien, ¿verdad?
—Sí. El ginecólogo vino y realizó un ultrasonido, y todo parece estar como
debería. La niña está justo donde... 98
—¿Es una niña? — interrumpo
—Lo siento. Supuse que lo sabía. —El médico se sonroja.
—No, quería que fuera una sorpresa. —Mi voz se estremece de emoción, y Ty
resopla. Miro hacia él y le atrapo limpiándose los ojos—. Ty —susurro.
Su nuez de Adán va de arriba abajo y niega levemente. No está listo para hablar
de ello.
—Está bien. —Me inclino sobre él y termino de escuchar al doctor.
Quiere que me quede durante la noche y hasta mañana por la tarde por lo
menos. Estoy de acuerdo mientras Ty pueda quedarse conmigo. Tenemos mucho de
qué hablar. Mucho que resolver. Estoy tan confundida sobre demasiadas cosas. Por
qué Ty estaba allí con la policía en primer lugar. Cómo sabía dónde encontrarme.
Qué va a pasar ahora que Marco está muerto.
Tan pronto como el médico y la enfermera se van, giro hacia un lado y Ty hace
lo mismo, así que estamos frente a frente. Pasa las puntas de sus dedos sobre mi brazo
y sonrío mientras mi piel se eriza.
—¿Por qué no me dijiste que era mío? —Su voz es pequeña, tan pequeña.
—Lo intenté. Fui al taller y Chip dijo que renunciaste. No tenía manera de
encontrarte.
—Joder, Jessa, alejarte y dejarte era lo último que quería, pero estar cerca de mí
era peligroso. —Sostiene mis manos entre las suyas y me besa los nudillos—. Ahora
me doy cuenta de que habrías estado mejor si me hubiera quedado. Nunca me
perdonaré por haberle dejado llegar hasta ti.
Niego.
—No fue tu culpa.
—¿Él... te violó?
Mi estómago se agita al pensarlo, pero logro sacudir la cabeza.
—No. Hizo algunas cosas, pero no eso.
—¿Qué hizo? —gruñe Ty.
—Oye... —Bajo la voz para intentar calmarlo—. Ahora está muerto. Ya no
puede hacerte daño.
—¿A mí? ¡A mí! ¿Crees que me preocupo por mí? No me importa una mierda.
Me preocupo por ti. No me importa lo que me hizo.
—¿Qué te hizo? ¿Por qué te odiaba tanto?
Traga ruidosamente y se pone de espaldas, cerrando con fuerza los ojos.
—Oh, Dios mío, te dispararon, ¿no? —Frenéticamente subo su camiseta y veo
las vendas, mis lágrimas cayendo sobre su pecho al pensar en lo que soportó por
mí—. Recuerdo que me apartaste y luego... 99
—Ojo por ojo, Jessa. Marco me quería muerto porque maté a un miembro de su
familia.
—Pero no lo hiciste. Yo sí. Yo lo maté. —Mi voz se eleva—. ¡Debería haberme
querido a mí, no a ti!
—Antes de esa noche, nena. El hombre que estaba violando a mi madre era el
padre de Marco. Maté al padre de Marco. Él... —Ty deja de hablar y mira por encima
de mi cabeza, sus ojos se ponen alerta y sus bíceps se flexionan mientras me atrae
hacia él con fuerza.
—Solo tengo que revisar una cosa. —Una voz masculina se oye detrás de mí.
Me vuelvo y veo a un hombre vestido con pantalones de médico azules y una
máscara alrededor de la parte inferior de su rostro. Una redecilla cubre la mayor
parte de su cabello, pero algunos mechones negros escapan.
Ty se sienta recto mientras el hombre se acerca.
—¿Dónde está tu placa? —Se levanta y se coloca frente a la cama.
Sin ningún tipo de advertencia, el hombre alza la mano, toma un bisturí y
golpea a Ty. Sin embargo, los reflejos de Ty son rápidos. Agarra la muñeca del
hombre y lo retuerce de alguna manera para que la cuchilla esté en su garganta. Se
pelean y de repente, Ty presiona al hombre en mi cama, su rostro enmascarado
vuelto hacia mí.
—¿Quién te envía? —Ty presiona la hoja en la garganta del chico, y un
chorrito de sangre gotea por su cuello y cae sobre la sábana blanca y crujiente.
—Nadie —gruñe.
—¿Quién? —grita Ty y dobla uno de los dedos del hombre hacia atrás hasta
que se rompe.
Pongo mis manos sobre mi boca para no gritar mientras el hombre lucha por
alejarse del intimidante cuerpo de Ty. Finalmente, después de lo que parece ser una
eternidad, se da por vencido y responde a Ty:
—Marco —dice con un jadeo.
—Marco está muerto. Inténtalo de nuevo.
—Espero que valiera la pena. —El asqueroso sonríe y tose, haciendo que el
escalpelo penetre más en su cuello.
La concentración de Ty está centrada exclusivamente en el hombre que vino
aquí tratando de matar a uno de nosotros. He visto a Ty en situaciones intensas
antes, lo he visto luchar por su vida, pero hay una intensidad en él ahora que no
estaba allí antes.
—Te voy a matar de todos modos, así que puedes hacerlo doloroso o hacerlo
rápido. Personalmente, me gustaría verte sufrir un poco. Te enseñaría una lección
sobre amenazar a mi mujer.
100
—Mucho dinero.
Pensé que estaba tenso antes, pero mierda, parece una estatua, es tan sólido.
—¿Qué diablos acabas de decir?
—Cinco millones.
—Oh, Dios mío. —Jadeo. ¿Una jodida recompensa por matar a Ty?
—Mira a otro lado, Jessa —ordena Ty.
—Ty...
—Aleja la mirada, nena.
Cierro los ojos y los cubro con mis manos, luego lloriqueo cuando oigo
gorgoteos. El sonido inconfundible de un cuerpo cayendo al suelo hace eco en la
habitación y en mi cabeza. Alguien me toca y grito.
—Solo soy yo. Tenemos que salir de aquí.
Mis ojos se quedan cerrados mientras agarro su camisa.
—¿Qué le hiciste?
—Cortarle la garganta. —Me quita la intravenosa y me levanta en sus brazos.
Mis ojos se abren, pero entierro el rostro en el cuello para evitar ver más brutalidad.
—Bájame; estás herido.
—Estoy bien.
—Ty —argumento, retorciéndome para bajar.
—Jessa, déjame hacer esto.
—Bien.
Me saca de la habitación en brazos y baja las escaleras, donde un policía se
encuentra en un montón de sangre.
—Ese era tu guardaespaldas. Joder.
Su rostro está tenso y sus ojos alerta, muy similar al hombre que conocí la
primera vez. Excepto que ahora sé lo que estaba buscando. Nunca hubiera imaginado
que encontraría el amor en los brazos de un asesino. Pero eso es lo que soy yo
también, así que supongo que estábamos destinados el uno al otro. Abre una puerta y
me deja en el suelo antes de sacar un teléfono del bolsillo de sus vaqueros.
—Tengo que enviar un equipo de limpieza a la habitación del hospital de Jessa.
A la escalera también. Recógeme en Pine y Washington. Siete minutos. —Lanza el
teléfono en una papelera y tira de mi mano—. ¿Puedes caminar unas cuadras, nena?
—Sí.
Sus ojos se suavizan por un breve instante antes de inclinarse y besarme. Una
vez. Dos veces. Muy suavemente.
—Te amo. Y soy un tonto por no haberte dicho eso hasta ahora. 101
No me da la oportunidad de responder mientras empieza a caminar. Ya está
oscuro. El crepúsculo había desaparecido hace una hora, y las calles están tranquilas
y misteriosas. Se detiene en un cubo de basura y levanta la tapa, luego se agacha y
saca una pistola.
Suspiro mientras hace algo con ella... algo que he visto en películas donde
revisan las balas, antes de metérsela en la cintura de los vaqueros. Se inclina y agarra
otra, hace la misma prueba, y luego la mantiene en una mano mientras sujeta la mía
con la que está desarmada.
—¿Ty? —pregunto, mientras caminamos por Washington Street.
—Solo tienes que seguirme, ¿de acuerdo?
—Pero…
—Jessa, realmente necesito que escuches ahora mismo. —Se detiene y se gira
hacia mí—. ¿Confías en mí?
—Sí.
—Entonces, sígueme, ¿de acuerdo?
Asiento. Me besa la frente.
Después de varias cuadras más, empiezo a ir más despacio, mis músculos aún
doloridos y magullados.
—Casi estamos.
—Bien.
Me empuja detrás de un edificio, y unos treinta segundos después, un auto
negro aparece. Aprieto la mano de Ty, pero cuando Neil sale del asiento del
conductor, corro hacia él.
Ty
102
La sostiene mientras se desmorona y escaneo nuestros alrededores para evitar
mirar la imagen frente a mí. Neil no estaba originalmente en nuestro equipo. Éramos
solo Jay y yo, además de un par de otros superiores que solo había conocido una vez.
Neil fue incluido por su conexión con Jessa, y como mi principal prioridad era
mantenerla siempre a salvo, él era un par extra de ojos. Pero ahora que estoy cerca,
necesita retroceder. Dejo que tengan su momento, luego extiendo la mano y la alejo
de él, dejando claro que ella es mía.
Él asiente hacia mí con comprensión.
—Tenemos que irnos. —Abro la puerta del pasajero para ella y camino hacia el
lado del conductor. Neil se mete detrás de mí, y conduzco fuera de la ciudad.
—Hay ropa en esa bolsa para ti, así que puedes cambiarte la bata del hospital,
Jessa —dice Neil.
Ella busca y pone alguna ropa bajo su bata, después hace el trabajo rápido de
ponerse la camiseta y la sudadera con capucha. No puedo dejar de mirar sus pechos.
Se han vuelto más grandes. No es el momento de excitarme.
—¡Mis perros! ¿Qué voy a hacer con la clínica? —grita Jessa—. ¿Y mi familia?
Dios, tienen que estar preocupados por mí. ¿Cómo diablos no he pensado en nada de
esto hasta ahora?
—Estabas conmocionada, nena. Es normal.
Neil habla.
—Kristen tiene tus perros. De la clínica se está encargando el otro doctor que
contrataste, y hablé con tu familia. Simplemente les dije a todos que estabas en el
lugar equivocado en el momento equivocado, y por tu seguridad, te vas a ir por un
tiempo.
—¿Qué dijeron?
Miro en el espejo retrovisor y lo veo morderse el labio.
—Uh, en realidad no me quedé para escuchar. Me largué cuando todos
empezaron a gritarme.
Agarra mi antebrazo.
—¿Puedo llamarles?
—Cuando lleguemos a nuestra primera parada, te dejaré usar un teléfono —le
respondo, porque Neil no va a estar con nosotros.
—Gracias. —Mira por la ventana tintada mientras juguetea con los dedos.
Me acerco y agarro sus manos.
—Todo irá bien.
—Odio parecer tonta, pero, ¿qué demonios está pasando? ¿Cómo llegaste allí
para rescatarme? —Sigue mirando por la ventana—. ¿Cómo es que está Neil
involucrado en este... lo que sea? Intento mantenerme fuerte, pero empiezo a 103
asustarme un poco. Estoy tan confundida. —Sus palabras terminan en un susurro.
—Tenemos cerca de una hora hasta que lleguemos a donde necesitamos estar
por la noche. Vamos a llegar, entonces te diré todo lo que sé, ¿de acuerdo? —Aprieto
su pequeña mano en la mía.
—Bien.
Paso mi pulgar a lo largo de la parte superior de su mano y espero que mi toque
la tranquilice un poco. Sé que hay mucho pasando, tantas cosas que no sabe ni
entiende. Nunca en un millón de años pensé que estaríamos en esta posición, pero
como lo estamos, tengo que explicarle todo.
El zumbido del motor y Neil escribiendo en su portátil son los únicos sonidos
hasta que llegamos a una vieja gasolinera. Busco en el interior de la guantera, tomo
un teléfono y se lo doy a Jessa.
—Dos minutos, nena.
Asiente, abre el teléfono y marca un número con dedos temblorosos.
Su rostro se ilumina tanto como puede en esta situación.
—Landon. Sí, soy yo. Estoy bien. Escucha. —Hace una pausa y niega—. Estoy
bien. Por favor, no tengo mucho tiempo. Estoy bien. Estoy a salvo. —Ahora,
asiente—. El bebé también está a salvo. Por favor, dile a mamá y papá que no se
preocupen y cuiden de la clínica por mí. Ocúpense de los perros. —Se limpia los
ojos—. No lo sé.
—El tiempo ha terminado, nena —susurro.
—Adiós. Te quiero. Dile a mamá y papá que los quiero también. Y a Kat.
Cuelga y entierra la cabeza en sus manos. Miro a Neil y asiento para que salga.
Suspira y abre la puerta, pareciendo irritado por el hecho de que acabo de llegar y he
tomado el control. Está acostumbrado a estar ahí para ella. Pero ya no más. Conocía
el resultado cuando Jay se le acercó. Cuando se ha ido, la acerco a mí, la sostengo
entre mis brazos, donde debería haber estado todo el tiempo, y la dejo llorar.
—¿Por qué está pasando esto?
—Sabes mi historia, pero lo que no sabes es que fui reclutado por el FBI cuando
tenía diecisiete años. Empecé a informarles para que pudieran tratar de atrapar a
Marco. Una cosa llevó a la otra, y me contrataron para trabajar infiltrado. Mi… no,
nuestro objetivo ha sido eliminar a Marco. Ha hecho cosas que me hacen querer
vomitar. Pero es inteligente. El cabrón siempre estaba un paso por delante. Es por
eso que ahora que está muerto, todavía me persigue. Ordenó un golpe sobre mí antes
de su muerte. Quiere que sufra y sienta dolor, incluso desde la tumba.
—Dijo que no sabías que él lo sabía. Y que nadie lo traiciona —comenta contra
mi pecho.
—Como dije, el hijo de puta era astuto. Supongo que me descubrió. Y te utilizó 104
contra mí, solo que por una razón diferente.
—¿No puede alguien cancelarlo o algo así? Landon es rico; puedo tener el
dinero que necesitamos.
—No quiero involucrar a tu familia. Pero no, no es dinero de lo que se trata.
—No me importa. Quiero vivir mi puta vida. Con nuestro bebé. Quiero estar
contigo, Ty. ¿Por qué no podemos estar juntos?
Me rompe el maldito corazón, esta mujer.
—También quiero eso. Pero necesito hablar con quien está a cargo ahora que
Marco está en la tumba. Tiene un primo que era el segundo al mando, y siempre
estuvimos bien. Pero con Marco desaparecido, no sé cómo se desarrollarán las cosas.
Especialmente porque ahora estoy en el otro lado.
—¿Por qué lo buscaban? ¿Drogas?
—Sí, entre otras cosas. Era solo una comadreja e hizo de la ciudad un lugar
peligroso para vivir. Todo el mundo está mejor sin él. Además, es personal, ya que mi
madre tuvo una sobredosis bajo su vigilancia. Le dio drogas con veneno de rata.
Jadea.
—Ty, lo siento mucho.
Nunca olvidaré cuando estaba en mi celda, y recibí la carta de Marco. Mamá
tuvo un poco más de lo que pudo soportar. Puto bastardo.
—No es tu culpa. Mi madre está mejor muerta, de todos modos. Toda su vida
fue dolorosa; se encuentra en un lugar mejor.
—No parece el tipo de hombre que se preocupa por alguien que no sea él. —
Levanta la cabeza y la apoya en mi hombro.
—No lo hace. Pero la imagen lo es todo. Y cuando maté a su papá, le dio más
poder, así que me mostró misericordia. —Me rio, recordando la conversación—. Me
dijo que me dejaría vivir, pero que tenía que seguir sus reglas. En realidad, no me
importaba. Pero cuando involucró a mi madre, fue cuando me di cuenta que me
tenía.
—¿Qué hay de tu mamá?
—La misma cosa. Dijo que no la mataría si se prostituía para él.
—Jesús. Pero faltó a su palabra cuando le dio las drogas.
La palabra solía significar algo en la calle también.
—Lo sé, pero es Marco. O era Marco.
Me toma de la mandíbula.
—Lo siento tanto, Ty.
—Jodidamente hermosa. —Me inclino y la beso porque no me puedo resistir.
Mi mundo se siente bien cuando mi boca está sobre la suya. La única vez que he
105
sentido que importo, es con ella—. Ahora ves lo que siempre quise decir. ¿Por qué
era peligroso? ¿Por qué me fui?
—Sí.
—Así que cuando le disparaste a ese tipo, lo que salvó nuestras dos vidas esa
noche, tuve que ir a la cárcel para mantener mi tapadera ya que ya estaba trabajando
para el FBI en ese momento.
—¿Por qué no huiste conmigo esa noche?
Me paso los dedos por el cabello.
—Mi mamá. No podía dejarla. Y pensé que me libraría por defensa propia,
honestamente. —Cuando Jay me reclutó al principio, me dijo que nadie en el
departamento lo sabría y que sería un ciudadano regular ante la ley. Creo que una
parte de mí fue ingenua, pensando que podría librarme, pero, por desgracia, aprendí
la lección de la manera difícil—. Pero… lo que sea. Todo ha terminado.
—Entonces, ¿dónde nos deja eso? ¿Ahora?
Suelto un suspiro y elijo mis palabras cuidadosamente.
—Ahora, nos escondemos hasta que descubra cómo mantenerte a salvo.
—¿Qué pasa contigo?
No respondo porque no se trata de mí.
—No. —Me monta a horcajadas e inclina mi rostro hacia arriba para mirarla—.
Joder, no me dejes.
—Haré lo que sea necesario para mantenerte a salvo.
—¡Estoy más segura contigo!
—Necesito resolver algunas cosas. No te haré promesas que no pueda cumplir.
Si es más seguro que me vaya, entonces eso es lo que haré. —Hace un sonido de
asfixia en su garganta, y trago la emoción en la mía—. Es lo último en el jodido
mundo que quiero hacer, nena. Pero existo por ti. Has sido la única luz en una vida
llena de tanta suciedad que no podía ver a través de ella. Haré lo que sea necesario
para asegurar que nuestra hija y tú estén protegidas.
Jessa
106
Me despierto cuando Ty pasa su dedo por mi rostro.
—Estamos aquí.
Extiende la mano, desabrocha mi cinturón de seguridad y luego me carga hasta
la pequeña casa azul de dos pisos. Estamos aislados; hay otras casas en la distancia,
pero no lo bastante cerca para que pudieran oírme si gritara. Una alta verja alinea la
propiedad con una puerta que no oí cuando estacionamos. Crecí en los suburbios,
pero mis abuelos tenían una granja con árboles frutales de unos diez acres. Esto es
menos que eso, pero definitivamente más que un solar.
Presiona varios códigos en el sistema de alarma antes de finalmente girar el
pomo con su mano y patear la puerta. De alguna manera, me equilibra al mismo
tiempo. Tan pronto como estamos dentro, me baja y pone una pistola en mi mano.
—Si alguien que no sea yo va por ti, dispárale.
—¿Qué?
—Necesito revisar la casa.
—¿No puedo simplemente ir contigo? —Solo he usado una pistola una vez y
sabemos cómo terminó.
—Volveré enseguida. —Besa mi frente, luego se va, sacando la pistola que tenía
metida en la cinturilla de sus vaqueros.
Solo me quedo allí, temblando y sudando. Mi respiración parece hacer eco en
el espacio silencioso. Minutos, pero lo que realmente se sienten como horas, más
tarde, vuelve y me quita la pistola.
—Despejado.
Mi boca se abre para decir algo, para preguntar algo, pero no puedo. Estoy tan
confusa. Tan asustada, cansada y dolorida. Ty lo siente y me envuelve en sus brazos.
Solo así, me siento mejor.
—Déjame enseñarte nuestra habitación. Puedes tomar un baño y haré algo de
comer, ¿de acuerdo?
—Eso suena bien —murmuro en su pecho—. ¿Cómo te sientes? —Levanto su
camiseta y fuerzo a mis ojos a mirar sobre la V y a la herida. Quito el vendaje y
arrugo la nariz—. Necesitas descansar, Ty. Esto está hinchado.
—Estaré bien.
—No eres invencible. Se puede infectar y puedes…
Me calla con un beso.
—Estoy bien.
—Terco. —Suspiro y extiendo la mano—. Dirige el camino.
107
Me lleva por el pasillo al baño conectado a nuestro dormitorio, aparentemente.
—Si Neil o Jay vienen alguna vez a quedarse con nosotros, lo harán en la otra
habitación en el pasillo.
—Oh, Dios mío, ¿dónde está Neil? —¿Cómo no he pensado en él hasta ahora?
Jesús, estoy tan cansada y confusa y asustada que ni siquiera pienso bien. Estoy
pensando en cosas que no debería y olvidando cosas que no debería.
—Solo estuvo con nosotros al principio para que tuviera un vehículo. Te
desmayaste después de que dejáramos la gasolinera y no oíste cuando nos reunimos
con Jay. Solo vamos a ser nosotros aquí por la mayor parte, a menos, como dije, que
Jay o Neil se pasen. Y la única razón por la que lo harían sería para pasar información
o por protección.
—¿Cuánto tiempo vamos a estar aquí? —Me inclino y giro el grifo para
empezar a llenar la bañera—. ¿Dónde estamos, de todos modos?
—No sé cuánto. Y estamos en Iowa.
Aferro con los dedos la camiseta de Ty que llevo puesta. Mira mis movimientos
y aclara su garganta.
—Haré algo de comer.
Asiento y cuando sale del baño, termino de desvestirme y entro en la bañera.
Me sitúo bajo las burbujas, dejando que mis tobillos cuelguen del borde para que las
vendas no se mojen. El agua cálida se siente maravillosa sobre mis doloridos
músculos, pero cuando huelo comida, mi estómago retumba. Bañándome
rápidamente, me envuelvo el cuerpo con una toalla y voy a la cocina.
Ty está ante el fogón haciendo huevos y carraspeo. Se gira y sonríe.
—Eso fue rápido.
—Tengo hambre —admito.
Sus ojos se endurecen.
—Sí, lo apuesto.
—¿Hay otra ropa para mí?
—En nuestra habitación, hay una bolsa de lona con cosas. —Apaga el fogón—.
Está listo cuando sea que quieras.
—Me cambiaré rápidamente.
Cuando llego a la habitación, veo la bolsa sobre la cómoda y otra sobre la cama.
Voy por la de la cama y cuando la abro, grito.
Ty entra corriendo en la habitación con una pistola en la mano.
—Joder.
—¿Qué es todo esto?
108
Deja la pistola sobre la cómoda y sube la cremallera de la bolsa.
—Protección.
—¿Eso era una granada?
Su suspiro es toda la respuesta que necesito. Maldición, me asusta, pero siento
alivio al mismo tiempo al saber que está preparado.
—¿Y para qué necesitarías una granada?
Se encoge de hombros.
—¿Para volar algo o a alguien por los aires?
Ignorando la obviedad de sus palabras, miro a la cómoda.
—¿Asumo que te referías a esa otra bolsa?
—Sí.
—Bien. Me cambiaré y estaré allí en un segundo.
Me mira, pero no hace intento de moverse.
—¿Ty?
—Eres tan linda, Jessa. Te he extrañado. Todo sobre ti. ¿Sabes que cuando me
fui, todavía te vigilaba? Me encargué de tu protección un…
—¿Tenía protección?
—Sí.
—¿Cómo no me di cuenta?
—Porque no se suponía que fueran vistos.
Eso tiene sentido.
—Oh.
—Estuve tentado tantas veces a colarme en tu casa y solo sostenerte. Solo
observarte dormir.
Mi corazón se siente ligero por primera vez en un largo tiempo al saber que lo
que sentía, lo que siento por él, es recíproco. Todo el tiempo que creí que estaba sola
y que me había dejado, no era el caso. Sonrío.
—Eso es un poco espeluznante.
Se ríe y es el sonido más hermoso que jamás he oído. Uno que quiero oír el
resto de mi vida.
—Encuéntrame en la cocina. —Antes de que salga de la habitación, besa mi
frente y agarra su pistola.
Me visto con un par de pantalones de yoga y una enorme camiseta sin
sujetador debajo. Me dirijo de vuelta a la mesa y tomo asiento donde Ty ha puesto los
huevos, tostadas y fruta.
—Gracias. 109
Desayunamos en silencio. Solo como un pedazo de tostada y un par de
mordiscos a un huevo, a pesar de que estoy famélica. Recuerdo las palabras del
doctor, así que no quiero excederme. Cuando Ty bosteza, me levanto para recoger
los platos.
—Me encargo de esto. Ve a tomar una siesta.
—Yo lo hago —discute.
—Ty, yo dormí. Tú no.
Suspira.
—Bien. ¿Pero dónde vas a estar? Quiero estar cerca.
Miro la televisión y la señalo.
—Veré televisión por un rato.
—De acuerdo, dormiré en el sofá entonces.
—Ve a la cama. Estaré bien.
Se aparta de la mesa y acuna mi rostro en sus manos.
—Nunca daré tu seguridad por garantizada. Quiero estar tan cerca de ti como
pueda. Marco puede estar muerto, pero su poder es profundo. Nunca te pediré nada,
pero, por favor, no discutas conmigo sobre esto, ¿bien?
—De acuerdo.
—Jessa —susurra—. ¿Puedo besarte?
—¿Por qué preguntas?
—Porque no sé exactamente cómo te sientes sobre mí ahora mismo y no quiero
asumir. Pero te he extrañado mucho y mi polla está tan jodidamente dura ahora
mismo y…
Lo callo presionando mis labios contra los suyos. Gruñe en mi boca y me
levanta por mi culo. Mi barriga se mete un poco en el camino, así que me muevo
para que mi parte palpitante se alinee con la parte dura de él. Me froto contra él y
aprieta mis nalgas, presionándome imposiblemente más cerca de su polla.
Me deposita en el sofá, levanta mi camiseta y acaricia mis pechos llenos.
—¿Tienes idea de cuán cachonda he estado, Ty?
Se inclina y lame mi endurecido pezón, soplando sobre él.
—No, nena. Dime.
—Estas hormonas del embarazo no son una broma. Usaba mi vibrador dos
veces al día en ocasiones.
—Sí —susurra antes de chupar la sensible piel de mi cuello. Su respiración
hace cosquillas en mi oreja—. ¿Qué hacías con él?
—Lo movía en círculos en mi clítoris, a veces lo llevaba a mis pezones.
110
—¿Así? —Desliza su lengua abajo y rodea mi pezón derecho, luego el
izquierdo.
Me arqueo contra él, deseando más.
—Sí.
Se mueve hacia abajo, tomando mis pantalones y bragas al mismo tiempo.
Cuando los quita, me abre, moviendo en círculos mi sensible piel.
—Tan húmeda, Jessa.
—Ty, por favor. Podemos tontear en otro momento. Realmente solo necesito
correrme. Por favor.
—Mierda, nena. —Siente la desesperación en mi voz y rápidamente quita mi
ropa—. Me ocuparé de ti.
Desliza su palpitante erección entre los labios de mi coño y embiste la mitad
del camino, luego la saca.
—¿Bien?
—Sí, Dios. No pares.
Una vez que está dentro, mueve sus caderas en círculos y sujeto sus hombros
para atraerlo más y poder frotar mi clítoris contra su hueso pélvico.
—Oh, Dios —gimo, ya en la cúspide. Otros dos giros de sus caderas y vuelo,
meses y meses y meses de deseo explotando.
No se mueve, pero me deja soportar los vestigios de mi orgasmo, y cuando
caigo hacia atrás, jadeando, sale de mí y va hacia abajo.
—Tengo que saborear eso, nena. He extrañado tu dulce sabor. —Pone su mano
sobre mí y me arponea con su lengua.
—¡Mierda! —Mis caderas se elevan del sofá, pero me empuja hacia abajo,
gentilmente presionado mi estómago donde está nuestro bebé. Algo sobre su mano
suavemente descansando en mi estómago me hace empezar a apretarme alrededor de
su cálida y húmeda lengua—. Ty. —Contengo la respiración, luchando contra la ola
que amenaza con ahogarme.
Se retira y me mira con suaves pero hambrientos ojos.
—Déjate ir, Jessa. Te tengo.
Cuando empieza a follarme con su lengua de nuevo, hago lo que dijo… me dejo
ir. Mis muslos tiemblan alrededor de su cabeza y mis puños aprietan los cojines. Un
tipo de orgasmo que nunca he experimentado recorre mi cuerpo. Si la granada que
tiene arriba explotara en mi cuerpo, imagino que así es como se sentiría, de una
buena manera… tan buena.
—Ty, oh, Dios, mío.
—¿Uno más, nena? —Besa el interior de mi muslo y se levanta, poniendo un
cojín debajo de mí mientras se alinea.
111
—No sé si puedo de nuevo… aun así, mierda. —Mis caderas involuntariamente
se alzan para presionar su punta dentro de mí.
—Shh —susurra, embistiéndome mientras sigo girando en una espiral de
éxtasis—. Jodidamente amo esto, Jessa. —Sale hasta la punta y embiste de nuevo—.
Amo tu coño. Te amo.
Lamo mis labios e intento responderle, pero un grito termina saliendo mientras
otra ola se estrella contra mí. Me sostiene más fuerte mientras su ritmo se
incrementa.
—¡Joder! —masculla—. Tan jodidamente bueno. No hay nada mejor que tú.
Se queda quieto dentro de mí y colapsamos juntos. Se sostiene sobre mi cuerpo
con sus antebrazos y entierra su cabeza en mi cuello mientras intenta recuperar el
aliento. Paso los dedos por su cabello húmedo mientras suspiro con felicidad. ¿Por
qué no puede ser así todo el tiempo? Esto es lo que deberíamos haber estado
haciendo durante los pasados seis meses.
Se levanta, se pone sus calzoncillos, camina hacia la cocina y regresa con una
toalla. Cuando ha terminado de lavarme, la arroja al suelo. Se sitúa con mi espalda
contra su torso y ambos terminamos tomando una siesta en el sofá.
***
Cuando me despierto, Ty sigue dormido detrás de mí, su cuerpo envuelto
protectoramente a mi alrededor. De alguna manera, me deslizo fuera de sus brazos y
agarro mi ropa del suelo. Después de vestirme y usar el baño, decido inspeccionar el
refrigerador para ver qué hay para comer.
Decidiendo algo de sopa de pollo y sándwiches, comienzo a hacer todo. Me
preparo un sándwich de jamón y queso, y cuando voy a hacer el de Ty, me doy
cuenta de que no sé lo que le gusta en su sándwich. Poniendo las manos sobre las
caderas, resoplo con frustración.
Debería saber lo que mi novio quiere en su sándwich. Novio… ¿es lo que él es?
¿Cómo toma su café? ¿Siquiera le gusta el café? ¿Es alérgico a algo? ¿Le gusta el dulce
o prefiere el salado?
Cuando unos brazos me rodean desde atrás, no me asusto porque sé que es él.
Mi cuerpo reacciona a él a un nivel intuitivo. Me derrito contra él mientras besa mi
cuello.
Cuando se detiene, me vuelvo en sus brazos.
—¿Qué te gusta en tu sándwich?
—Lo que sea. —Se encoge de hombros y abre el refrigerador.
—¿Qué quieres beber?
—Yo lo agarro.
112
—Pero, ¿qué quieres?
Cierra la puerta y se levanta en toda su estatura, lo cual es unos centímetros
más alto que mi uno setenta.
—Nena, ¿qué pasa?
—Nada. Solo me di cuenta que no sé nada sobre ti.
Pone los ojos en blanco.
—Ya hemos hablado de esto. Me conoces mejor de lo que nadie ha hecho
nunca.
—Pero no lo hago —gimoteo, señalando las cosas para el sándwich sobre la
encimera—. No sé qué tipo de carne te gusta. —Se me llenan los ojos de lágrimas,
estúpidas hormonas del embarazo, y la expresión sorprendida de Ty se convierte en
una risa. Le tiro un paño—. ¡Cállate!
—Lo siento. —Toma aliento e intenta dejar de reír, pero se da la vuelta con sus
hombros sacudiéndose.
—¡Deja de reírte! —grito y me voy enojada, pero me sujeta por la cintura y me
atrae hacia él. Levantándome, me pone sobre la encimera.
—Lo siento. —Se limpia los ojos con el dorso de la mano y recupera el
aliento—. Me gusta el pavo, aún más la carne asada. Pero como jamón, pollo, salami
o lo que sea. No soy quisquilloso con la carne. —Se ríe entre dientes y lo golpeo en la
parte de atrás de la cabeza.
—¿Te gusta el café?
—No. Zumo de naranja por la mañana. O batidos de proteínas. ¿A ti?
Mis ojos se iluminan.
—Oh, Dios mío, sí. —Cruzo mis manos sobre mi pecho y las muevo de
adelante atrás—. Lo dejé cuando me quedé embarazada, pero, oh, Dios mío, síííí.
—Maldición. Vas a darme una erección hablando de café.
Suelto una risita y le doy un ruidoso beso en los labios.
—Es orgásmico.
—Te enseñaré lo orgásmico.
—Ya lo hiciste. Tres veces.
—Deberíamos ir por cuatro la próxima vez.
Niego antes de que siquiera pueda abrir la boca.
—De ninguna manera. No hay modo posible. Nunca podrías darme cuatro.
Su rostro se endurece un poco, sus pupilas se dilatan y traza con su pulgar mis
labios y lo presiona dentro. Lo chupo y, solo así, estoy lista de nuevo. Sonríe con
suficiencia.
—Oh, sí —susurra—. Podría darte cuatro.
113
Muerdo la punta de su pulgar y lo saca.
—¿Qué más quieres saber de mí?
Sopeso su pregunta.
—¿Eres alérgico a algo?
—No. ¿Tú?
—No.
—¿Qué más? —Baja la mano para masajear mis pies mientras hablo y gimo
cuando sus pulgares presionan los arcos.
—Mm. No sé. No puedo pensar cuando haces eso.
La jocosidad en sus ojos se desvanece.
—¿Aún estás herida? Joder, lo siento. Ven a sentarte al sofá y terminaré el
almuerzo. —No me da la oportunidad de refutar y me carga al estilo novia hacia el
sofá—. Volveré enseguida.
Su preocupación provoca un nudo en mi garganta. ¿Por qué no podíamos solo
tener una vida juntos? Tengo un mal presentimiento en el fondo de mi estómago de
que lo que tenemos ahora mismo no va a durar.
Ty
Dios, soy un idiota dejándola levantarse para cocinar. Cuando me desperté al 114
principio, solo la observé desde el sofá. Lleva una camiseta holgada y unos
pantalones ajustados en el culo, pero se ve jodidamente hermosa. Podría
acostumbrarme a esto. A solo estar con ella. Despertarla.
Nunca supe cómo era una familia o vida “normal” hasta que me hice mayor.
Muy mayor. Cuando fuera que el estado me ponía en una casa de acogida o un hogar
de grupo, nunca prestaba atención a lo que ocurría a mi alrededor porque estaba
demasiado ocupado protegiéndome.
Como adulto, fui capaz de comprender cuán jodida fue mi vida realmente.
Nunca pensé que tendría a una saludable mujer interesada en mí, mucho
menos en una casa conmigo, así que incluso si solo es temporal, voy a tratarla como
una jodida reina… como se merece ser tratada.
Ya hizo su sándwich, así que cargo el plato y lo llevo a la mesa de café.
—¿Qué quieres beber?
—Ty, puedo…
—¿Qué quieres beber? —pregunto de nuevo, no dejando lugar a discusión.
—Agua está bien. —Suspira.
Regreso con su agua y un bol de sopa que calentó en la cocina. Luego me hago
un sándwich, usando el jamón ya que está fuera, agarro una botella de agua para mí y
me uno a ella en el sofá.
Como no sé qué quiere ver, le entrego el mando a distancia. Hombre, tiene
razón. Realmente no nos conocemos. En las maneras que cuentan, mi alma la
conoce, pero no hemos tenido la oportunidad de descubrir los detalles triviales aún.
—¿Qué estás pensando? —inquiero, dejando mi plato vacío encima del suyo
sobre la mesa de café.
Pone un programa de entrevistas y le baja el volumen, por lo que es apenas
audible, luego mete sus pies bajo su culo. Negando, palmeo mi regazo y se desdobla y
pone sus piernas sobre el mismo para que pueda frotar sus pies. Trazo las vendas de
sus tobillos.
—Me asusta que nos vayan a quitar todo esto. —Su voz está llena de miedo y
me destroza no poder decirle que está equivocada.
Pero puedo ayudar a que olvide.
—Decidí algo.
—¿Sí? ¿Qué fue?
—He decidido que vamos a pretender.
Sus labios se curvan en las esquinas.
—¿Pretender qué, exactamente?
115
—Tenemos tiempo, Jessa. No sé cuánto, pero sé que tenemos un poco de
tiempo. Así que el que sea, fingiremos que esto —hago un gesto entre nosotros—, es
nuestra normalidad. No quiero que te centres en el hecho de que estamos en una
casa segura y no me enfocaré en el hecho de que hay una recompensa de cinco
millones de dólares sobre mí ahora mismo.
Asiente y frota sus manos sobre el bulto que contiene a nuestro pequeño bebé.
—Nada tocará a nuestro bebé. Me aseguraré de ello. —No he averiguado cómo,
pero antes de ser eliminado, me aseguraré de que ambas estén a salvo—. Todavía no
puedo creer que vaya a ser padre. —El pensamiento es tan extraño para mí. Nunca,
ni en un millón de años soñé que estaría en la posición de ser responsable de otro ser
humano.
—Lo vas a ser. Y vas a ser genial.
No me di cuenta de que dije la última parte en voz alta. En lugar de llenar su
cabeza con mis inseguridades, decido empezar a hacer algo del fingimiento del que
hablaba. Quiero que disfrute su tiempo y tenga el resto del embarazo libre de estrés.
Este juego que estoy jugando ahora mismo es solo para ella.
Podría no ser capaz de darle una buena vida, pero me esforzaré en pretender
antes de que todo se caiga a pedazos.
—Entonces, mujer, dime algo sobre ti que nadie sepa.
Sus cejas se alzan.
—¿Mujer?
—Pensé que, ya que estamos pretendiendo, podría salirme con la mía. —Me
encojo de hombros y finjo inocencia.
Niega.
—¿No? —pregunto.
—No.
—De acuerdo. —Carraspeo y pruebo de nuevo—. ¿Nena? —Espero a que
asienta porque sé que le gusta cuando la llamo nena. Sus ojos se iluminan cada vez.
—Me gusta cuando me llamas eso.
—Lo sé.
Gentilmente me empuja con sus dedos de los pies.
—Eres tan creído.
Me inclino hacia delante y subo el volumen y mira la televisión mientras la
observo. No tengo ni idea de cómo llegué a ser tan afortunado para que esta
increíble, inteligente y talentosa mujer sienta algo por mí.
—Tengo una colección de tazas que he robado de restaurantes y bares.
Mis dedos se detienen, asimilando su información.
116
—¿Cómo dices?
—Me pediste que te contara algo que nadie sabe sobre mí.
—¿Robas vasos?
—Cientos. —Se da la vuelta, por lo que su cabeza está sobre mi regazo en lugar
de sus pies—. No me siento orgullosa, pero empezó como un reto con Kat. ¿La
conociste alguna vez?
—No. La he visto, pero nunca la conocí.
—Te encantará. Es muy divertida. De todos modos, me retó y lo hice.
Entonces, la siguiente vez que fuimos a alguna parte, la misma cosa. Simplemente se
convirtió en un hábito cada vez que salía. Tendré que enseñarte mi armario cuando
volvamos a casa. Kat dejó de retarme hace años, pero aún las robo.
Paso mis dedos por su sedoso cabello.
—Estuve en el baile de bienvenida esa noche.
Jadea y su boca se abre.
—No te vi. Te busqué. Dios, tenía esta estúpida escena en mi mente donde
estabas al otro lado de la habitación y llamabas mi atención. Luego caminabas hacia
mí, todos separándose para ti, y cuando estabas cerca, te inclinabas y me besabas.
Luego me llevabas al centro de la pista de baile y bailábamos toda la noche en los
brazos del otro.
—Oh, te quería en mis brazos esa noche, pero no iba a ser en la pista de baile
delante de toda la clase. Solo me colé en la parte trasera del gimnasio para poder
verte. Estabas tan hermosa esa noche. Aún lo eres. —Tomo un trago de mi agua
antes de continuar—: Sabía que Derek iba a ir al hotel en el río. No sé por qué fui
allí… tal vez esperando captar otro atisbo de ti. Cuando llegué allí, me quedé fuera
porque estaba demasiado nervioso de entrar.
—¿Tú? ¿Nervioso?
—Eras demasiado buena para mí, Jessa. Era un jodido matón que vivía en las
calles porque había sido alejado de mi madre en su última visita al hospital. ¿Sabías
que sucedió la noche después de verte por primera vez? ¿Cuándo fui trasferido a tu
escuela?
Niega.
—No. No tenía ni idea.
—Sí, no quería ir al jodido hogar de grupo, así que simplemente viví en las
calles hasta que mi madre hizo su rehabilitación ordenada por la corte. De todos
modos… —Me enderezo un poco y me quito mi sudadera, ya que ahora tengo calor
con su cuerpo sobre la mitad del mío—. Cuando oí tu grito, juro que nunca he estado
tan enojado en mi vida. Quería matarlo. Creo que lo habría hecho si no hubieras
estado justo allí.
—Ty. —Alza las manos y sostiene mi rostro—. Me salvaste esa noche… Nunca
117
realmente me diste la oportunidad de agradecerte.
—Nunca necesité o quise un agradecimiento, nena. Solo quería que estuvieras a
salvo y feliz. Incluso si tenía que observar desde las bandas.
Cuando se sienta, me desplazo un poco desde el lado del sofá para que pueda
ponerse a horcajadas sobre mí.
—Puede que hayas observado desde las bandas, pero eras el único que estaba
en mi mente y mi corazón. Ahora —se aparta de mí y se arrodilla en el suelo—,
déjame agradecerte como siempre he querido.
Mi polla ya está dura y cuando baja mis pantalones, golpea contra mi estómago.
Sus suaves manos acunan mis bolas gentilmente y rechino los dientes. Se burla de
mí, pasando sus uñas por la parte interior de mis muslos y besando todo menos mi
polla.
Intento dejar que se divierta. Pero solo por un minuto. No seré capaz de durar
mucho cuando sus labios se envuelvan en mí.
Una gota de pre-semen escapa y se inclina hacia delante, lamiéndome desde mi
saco hasta mi punta. Tan pronto como tiene mi sabor en su lengua, todo su cuerpo se
transforma en un pedazo de mármol, sólido y duro.
Me enderezo y extiendo la mano por ella, la suya se congela en mitad del aire.
Cuando la punta de mis dedos toca su muñeca, grita y cae sobre su culo.
—¡No!
—Oye, ¿qué pasa? —Me subo los pantalones y me arrodillo ante ella, buscando
por una señal de algo.
Su cabeza se sacude frenéticamente y lágrimas caen por sus ojos en silencio.
—Nena, habla conmigo. —Vacilo acerca de extender la mano por ella de
nuevo, pero lo hago de todos modos. Lucha contra mí, agitando su cuerpo y alejando
su cabeza de mí. Se las arregla para golpearme ligeramente en la barbilla y gruño
cuando cae hacia atrás y aterriza sobre mi pecho. Puedo sentir mi herida abrirse.
—¡Suéltame! —grita—. ¡No lo haré de nuevo!
—Shh, soy yo, Jessa.
Continúa luchando contra mí y solo puedo imaginar lo que está ocurriendo
dentro de su cabeza ahora mismo, pero me está destrozando. Absolutamente me
destripa que algo disparara esto.
—Está bien. Estás a salvo ahora.
—No se detenía… lo intenté. Lo intenté —murmura entre el llanto.
Marco tiene suerte de estar muerto.
Su llanto disminuye, pero empieza a temblar, así que la levanto y la llevo a la
cama. Me sitúo detrás de ella y la acerco.
Con el tiempo, se calma y su respiración se regula y sus temblores desaparecen. 118
La sostengo un poco más de tiempo hasta estar seguro de que está dormida y luego
salgo de la cama, me visto y cierro la puerta detrás de mí.
Jessa
119

Cuando Ty deja la habitación, inhalo entrecortadamente. Extraño la seguridad


que siento cuando me sostiene, pero saber que está en la casa me hace sentir mejor.
Nadie vendrá por mí con él alrededor.
No he bloqueado deliberadamente las cosas que Marco me hizo, pero estar con
Ty me hizo olvidarlas, supongo. Cuando probé su sabor —tan diferente, mucho
mejor—, simplemente me afectó. Me lo recordó de la nada. Fui devuelta a esa fría y
húmeda habitación, tan asustada, tan sola, y siendo violada de una manera que nunca
pensé que pudiera ser tan degradante.
Mi mano frota mi barriga hinchada y la ferocidad que sentí al intentar proteger
a mi hija no nacida pone una sonrisa triunfante en mi rostro. No lo sabe todavía,
pero también me salvó. Si no fuera por haber estado embarazada, quién sabe lo que
Marco habría hecho.
La casa está en silencio y puedo oír un ruido sordo firmemente procedente de
algún lugar. Me pongo un par de calcetines antes de ir a buscar a Ty. No está en la
cocina o la sala de estar, pero el ruido se hace más alto cuando alcanzo la puerta del
patio.
Cuando abro el cristal y miro a mi derecha, Ty para por una fracción de
segundo, pero luego continúa golpeando una bolsa. Me acerco y dudosamente
levanto la mano para tocar su sudoroso brazo.
—Vuelve a la cama. —Rechaza mi toque, pero simplemente doy un paso atrás
y me siento en una de las sillas del patio. Sin detener sus golpes, dice—: No deberías
estar aquí fuera. Es más seguro dentro, Jessa. —No hago movimiento para irme y
resopla—. Ve dentro.
—No.
Me ignora y continúa golpeando la bolsa. Miro sus brazos y hombros
flexionarse, sus nudillos empiezan a ponerse rojos. El sudor gotea por su desnudo
pecho y humedece su cabello.
—Me dijiste que no te violó. —Nunca he oído su voz tan dolorida. Tan
derrotada. El Ty que conozco ha sido siempre confiado. Fuerte.
—No lo hizo.
Su cabeza se mueve hacia mí y seca su frente con su antebrazo.
—Entonces, ¿a qué vino eso? Estabas gritando “no lo vas a hacer de nuevo”.
Joder, no puedo creer que nos tomara tres días encontrarte. ¡No debería haber tenido
la oportunidad de hacerte jodidamente nada! —Grita la última parte y golpea la bolsa
tan fuerte que me asusta que la arranque de la viga.
—Ty, ven dentro.
—No.
—Ty. —Intento de nuevo, un poco más firme esta vez.
—No, Jessa. ¡Mierda! Déjame solo, ¿de acuerdo? 120

—No.
Entonces grita —casi ruge—, su cuello tensándose por la presión. Ignoro mi
instinto de alejarme de él cuando está tan enojado y envuelvo mis brazos a su
alrededor desde atrás. Su cuerpo es cálido, tan cálido, y está temblando
violentamente.
—Ty, relájate. Shh. —Lo sostengo más fuerte y cuando alza la mano y toma la
mía, suspiro con alivio.
Me gira en sus brazos y cae al suelo de modo que me está sosteniendo como a
un bebé, un brazo detrás de mi espalda, el otro bajo mis rodillas. Tira de mí, por lo
que estoy hacinada en su cuerpo y entierra su rostro en mi cabello. Estoy un poco
atrapada en esta posición, así que simplemente le dejo hacer lo que necesite. Solloza.
No puedo creer que esté llorando, pero, aun así, mi pecho se hincha de amor y pena.
—Lo siento tanto —murmura—. Lo siento jodidamente tanto.
—Nada de esto es tu culpa. —Salgo de su apretado agarre y me siento sobre mis
talones delante de él. Sostengo su rostro en mis manos, levantándolo a la fuerza para
que me mire—. Esto no es tu culpa.
—Lo es, nena. Debería haber permanecido lejos, muy lejos de ti.
—Ty, la noche que Marco me vio fue porque entré a ese bar. Yo. Entré en tu
mundo. No me atrajiste allí o me llevaste bajo falsos pretextos. —Seco la humedad
debajo de mis ojos, insegura de si es sudor o lágrimas—. Me salvaste esa noche. Si no
hubieras estado allí… Ni siquiera quiero imaginar lo que habría sucedido.
—Nunca tuvimos una oportunidad, ¿cierto? —Su mirada va más allá de mí en
contemplación—. Intenté alejarme de ti, pero seguías volviendo a mi vida.
—Porque se supone que estemos juntos.
—No deberíamos.
—No tenemos opción. Te amo.
Se reenfoca en mí de nuevo.
—Mi pecho duele a veces, por lo que siento por ti.
Es tan masculino, tan alfa, que a veces olvido cuán dura ha sido su vida. Cómo
le ha sido negado lo básico que cada ser humano debería tener asegurado… amor,
aceptación, seguridad.
—No quiero que sufras más, Ty. Quiero que finalmente tengas felicidad.
—Soy feliz cuando estoy contigo, nena.
—Yo también.
Sus manos acarician las mías, aleja la mirada y pregunta:
—¿Qué te hizo?
121
—Ty…
—Necesito saber. De lo contrario, mi imaginación enloquecerá y me hace
querer ir a buscarlo a su tumba y matarlo de nuevo.
Respiro profundamente.
—No había comido o bebido nada por lo que se sintió una eternidad y cuando
dije que estaba sedienta… —Tengo que apartar mis manos de él para poder clavarme
las uñas en la palma de mi mano—. Él, uh, me hizo… o intentó hacerme tragar su
semen.
Los ojos de Ty destellan con ira y gruñe, pero no se mueve. Solo se sienta allí
para que continúe.
—Luché contra él la primera vez, así que hizo venir a alguien y sujetarme
mientras… se ocupaba de sí mismo. Terminé vomitando la primera vez. Pero aparte
de matarme de hambre y violentarme un poquito, eso fue todo lo que hizo…
sexualmente. Y cuando yo… contigo. Lo siento. Sé…
—¿Cuántas veces lo hizo, Jessa?
—La segunda vez que lo intentó, lo puso en mi boca y lo mordí. Es por eso que
el lado de mi rostro está amoratado.
Una esquina de sus labios sube en una pequeña sonrisa de orgullo.
—Buena chica.
—Y creo que iba a intentarlo de nuevo después de recuperarse, pero entonces
apareciste. Me salvaste.
Se inclina hacia delante y besa mi mejilla, haciendo una breve pausa antes de
retirarse.
—Necesito una ducha.
Intento levantarme sola, pero se pone de pie y me tiene en sus brazos antes de
que tenga la oportunidad.
—Puedo caminar, Ty.
—Necesito hacer esto, ¿de acuerdo?
Entendiendo la necesidad de cercanía, me acurruco en él y le dejo llevarme a la
cama.
—Volveré enseguida.
Toma una ducha y menos de cinco minutos después, sube bajo las mantas,
atrayéndome imposiblemente cerca. Dejo que el sueño se apodere de mí, a pesar del
molesto zumbido en la parte de atrás de mi cabeza que me dice que no lo haga.
***
Cuando despierto a la mañana siguiente, el lado de la cama de Ty está frío y
salgo de debajo de las mantas. Después de una rápida parada en el baño, me dirijo a 122
donde proviene el sonido.
Ty está completamente vestido y sentado a la mesa de la cocina, sus dedos
tecleando rápido.
—Buenos días —me saluda sin darse la vuelta.
—¿Cómo sabías que estaba aquí?
—Siempre sé cuando estás cerca.
—Aww. —Empiezo a dirigirme hacia él.
—Además, oí el baño.
Dejo un muy húmedo beso en su mejilla.
—Ja-ja.
—Hay panqueques en el microondas. —Asiente en la dirección de dicho
aparato—. El tocino está en el horno.
—¡Eres el mejor!
Se ríe cuando corro hacia la cocina y unos minutos después, me siento delante
de él con una enorme pila de panqueques y cuatro tiras de tocino. El bebé está
hambriento por la mañana, ¿qué puedo decir?
—¿Comiste?
Levanta un batido de proteínas y toma un largo trago mientras mira la pantalla
del ordenador.
—¿En qué estás trabajando?
—Actualizaciones. Información.
—¿Ty?
—¿Sí, nena?
—Mírame.
Un aliento lentamente escapa de su boca y alza la mirada. Solo toma un rápido
vistazo a su guapo rostro para ver las bolsas bajo sus ojos, los ojos rojos y su tensa
mandíbula.
—Cariño, ¿cuánto tiempo has estado así?
—No pude dormir anoche.
Mi estómago de repente no está hambriento y bajo mi tenedor.
—Necesitas comer, Jessa.
—Necesitas dormir, Ty.
—Lo que necesito es terminar esto. Estoy harto de vivir de esta manera. Quiero
una maldita vida normal. Quiero ser capaz de ir a la puta tienda contigo o a la playa o
a un maldito bar, y no tener que mirar sobre mi hombro. He tenido que vigilar mi
espalda toda mi vida y estoy jodidamente harto. 123

Desearía poder decir algo para hacerle sentir mejor, para hacer desaparecer
todo, incluso si solo es por un ratito. Pero quiero que esto acabe tanto como él, así
que entiendo de dónde viene. A pesar de que no tengo ni idea de cómo sobrevivió
creciendo de la manera en que lo hizo, entiendo su necesidad de terminar esto.
—¿Vas a tomar un descanso y sentarte en el sofá conmigo por un ratito? Tal
vez tomar una siesta. Luego puedes enseñarme lo que estás haciendo, ¿y puedo
ayudarte?
Por primera vez en un largo tiempo, sonríe. Luego se acerca, retira mi silla y se
agacha delante de mí.
—¿Estás intentando engañarme, nena? ¿Un poco de psicología inversa?
Su voz es tan suave y, a pesar de que claramente está cansado, aún es tan
malditamente sexy.
—No —respondo, luego carraspeo—. Solo quiero que duermas un poco.
Me hace un gesto para acercarme más y cuando mi boca casi alcanza la suya,
pone una mano en la parte de atrás de mi cabeza y cierra la distancia entre nosotros.
Su boca trabaja contra la mía y su lengua se introduce en mi boca, reclamando,
exigiendo.
Gimo en el beso, amando que incluso después de todo lo que le dije anoche,
aún me desee así. Abruptamente se levanta y me pone de pie. Sentándose en la silla,
me pone sobre su regazo para que esté a horcajadas sobre él.
—Joder, Jessa. Te sientes tan bien.
—Tú también. —Me muevo contra él de nuevo mientras agarra mi cabello con
una mano e inclina mi cabeza para dejar besos por mi cuello. Una vez que llega a mi
clavícula, muerde a lo largo y cambia manos para girar mi cuello en la otra dirección
y besarlo.
Estrello mi boca contra la suya, nuestros dientes chocan, y agarra mis nalgas,
apretándolas y presionando contra mí. Me retiro, jadeando por aire, y decido
terminar lo que empecé anoche.
Cuando intento ponerme de rodillas, me levanta.
—Ty, por favor. Déjame.
Su rostro se suaviza y pasa su dedo sobre mis labios. Cuando chupo la punta en
mi boca, algo que he descubierto que realmente le gusta, su boca se abre. Con casi
ojos vidriosos, mira mientras arremolino mi lengua.
—Tanto como estoy muriendo por tener tus labios envueltos en mi polla, nena,
quiero sentir tu coño a mi alrededor. Quítate los pantalones y sube. —Saca su dedo y
me levanto mientras ambos nos quitamos nuestras prendas inferiores.
No malgasto tiempo y hago lo que dice, guiándolo dentro de mí.
—Mejor cada jodida vez —gime. Asiento en acuerdo, incapaz de formar 124
palabras desde que ya estoy al borde del orgasmo.
Una vez que está dentro del todo, levanta mi camiseta y junta mis sensibles
pechos. Lentamente lo monto mientras pellizca mis pezones. Me lleva más cerca del
borde moviéndolos en círculos con su lengua y chupándolos.
Lo monto un poco más duro ahora, un poco más rápido. Con cada embestida
hacia abajo, me froto contra su hueso pélvico, burlándome de mi clítoris con la
presión. Mis dedos de los pies empiezan a hormiguear y la sensación sube por mis
piernas y encuentra a mi centro, haciéndome temblar y gritar mientras el placer me
deja seca.
Ty me levanta y me lleva a la cama, bajándome gentilmente y luego
follándome no tan amablemente. Empuja en mí e intento encontrar sus embestidas,
pero su ritmo castigador no coincide con el mío. Cuando agarra mis tobillos y los
pone sobre sus hombros, no puedo hacer nada más que esperar.
—Vas a correrte de nuevo para mí, nena.
Lame su pulgar antes de ponerlo sobre mi clítoris y cuando presiona en un
duro círculo, me tenso alrededor de su polla.
—¡Mierda! Me aprietas tan fuerte. —Su voz grave me empuja sobre el borde y
grito algo ininteligible mientras otro orgasmo me recorre como un incendio forestal,
cada centímetro de mi piel ardiendo por él.
Mis pies caen de sus hombros y de nuevo a la cama mientras se apoya sobre sus
antebrazos y fija su boca en la mía. Me embiste una, dos, tres veces antes de gemir en
mi boca. Se detiene y le siento imposiblemente ponerse más grande antes de sentarse
y vaciarse en mi estómago.
Cuando termina de acariciarse, colapsa a mi lado, apoyando su cabeza en un
brazo. Usa la otra mano para esparcir una gota de su semen alrededor de mi pezón.
Me vuelvo para enfrentarlo. Sonrío y también él, entonces sus ojos se cierran y
no pasa más de un minuto hasta que empieza a roncar suavemente. Mis dedos pican
por tocarlo y paso las puntas a lo largo de su guapo rostro, trazando sus cejas, luego
su mandíbula. Cuando alcanzo sus labios, suspira, luego me acerca más. Incluso en su
sueño, me quiere cerca, y lo amo.
Ty
Jessa grita desde el baño y dejo caer el mando, agarro la Glock de la mesa de 125
café y salgo corriendo, mis pies deslizándose cuando llego a la puerta. Irrumpo y
cuando grita de nuevo, dejo caer mi cabeza y me rio, dejando la pistola en el lavabo.
—¡Ty! Mátala. —Está sentada en la bañera y una araña cuelga del techo
directamente sobre la mitad de la bañera.
Cae un centímetro y ella grita de nuevo, retrocediendo, haciendo que el agua
se derrame fuera de la bañera.
Agarro un pañuelo de la parte de atrás del váter y cuando alcanzo a la araña,
grita de nuevo.
—¡No puedes aplastarla con tus manos!
—No lo hago. Voy a aplastarla dentro del pañuelo.
—¡Asqueroso! ¡No puedes hacer eso!
Me rio entre dientes y reprimo una carcajada.
—¿No puedo?
—No, necesitas ponerla en algo y luego pisotearla o algo. No la aplastes con…
¡Ahhh! —Cae otro centímetro y no puedo contenerme más.
Pongo mis manos sobre mis rodillas y todo mi cuerpo se sacude con risa.
—Deja de reírte. ¡Mátala!
—Lo… lo intenté, pero me dijiste que no podía.
—¡Porque es asqueroso usar tu mano! Se está acercando; ¡date prisa y haz algo!
—Su pequeño cuerpo embarazado está ahora a medias fuera de la bañera. Niego ante
la hilaridad de su razonamiento, pero agarro un vaso del lavabo de todos modos.
Con el vaso bajo la araña, dejo que se meta, luego la tiro al suelo y levanto mi
pie.
—¡No puedes aplastarla con tu calcetín!
—Jodido Jesús —murmuro—. ¿Con qué te gustaría que la aplastara, nena?
Vuelve a bajar en la bañera.
—Un zapato. O una revista o algo. No tu calcetín. Es casi peor que un pañuelo.
Mirando alrededor de la habitación, encuentro una caja de pasta de dientes
vacía. La agarro y la levanto arqueando una ceja, silenciosamente preguntándole si es
un arma aceptable para matar a la maldita araña.
Asiente y aleja la mirada cuando dejo salir la cosa del vaso. La aplasto con la
caja y luego la recojo con el pañuelo que agarré antes para tirarla por el váter.
—Gracias. —Sonríe.
—De nada, nena.
Se desliza más adentro en el agua y justo cuando estoy a punto de cerrar la
puerta detrás de mí, la oigo decir: 126
—No sé cómo me las arreglaba antes de él.

Me despierto porque algo no está bien. Jessa duerme pacíficamente a mi lado.


Diablos, he dormido mejor que de lo que he hecho en toda mi vida el pasado par de
semanas que hemos estado aquí.
Un ruido desde fuera me pone en máxima alerta, extiendo la mano y tomo una
de mis pistolas de la mesita de noche, notando que el reloj marca las 4:27 a.m.
—Jessa, nena. Despierta. —La sacudo un poco mientras me pongo unos
vaqueros sobre mi ropa interior—. Despierta.
Rueda y la jodidamente hermosa sonrisa que hay en su rostro me arruina.
—¿Otra vez? —Piensa que la he despertado para hacerle el amor de nuevo…
Diablos, desearía que esa fuera la razón.
—Hay alguien fuera.
Se sienta y empieza frenéticamente a mirar alrededor por algo.
—¿Qué?
—¿Recuerdas dónde está la habitación secreta en el armario?
—Sí.
—Ve allí y no salgas.
Tengo que ayudarla a salir de la cama porque tiembla mucho, pero la puerta de
un auto se cierra y ella grita.
—Shh, calma, nena. Saldrá bien. —Con una mano en su espalda, le doy un
pequeño empujón en la dirección del armario con la adjunta habitación segura. Una
vez que oigo la cerradura hacer clic después de que entra, cierro la puerta del
dormitorio detrás de mí y bajo de puntillas.
Pasos suenan en las escaleras del porche delantero. O el puto idiota está siendo
ruidoso a propósito para distraerme, o realmente es un maldito imbécil.
Me posiciono en la sala de estar y apunto mi arma hacia la puerta delantera.
Para oír más claramente, cierro los ojos. Metal. Llaves o una ganzúa. Luego el pomo
gira. Tan pronto como la alarma suena, la apago, inhalo y luego abro los ojos.
—Vaya, solo soy yo, hombre. —Neil alza una mano y presiona los códigos de la
alarma.
—¡Mierda! ¿Qué diablos? —Meto la pistola de nuevo en la cinturilla de mis
vaqueros después de encender la alarma—. ¿No podrías darme un puto aviso?
Subo trotando las escaleras y escaneo mi huella para abrir la puerta donde está
Jessa. Se encuentra echa una bola en la esquina, balanceándose de adelante atrás.
127
Cuando me ve, se pone de pie con dificultad y se aferra a mí, sus lágrimas
aterrizando en mi expuesta piel.
—Solo es Neil.
—¿Qu-qué?
—Neil. Cariño, solo es Neil. Estás bien.
Abruptamente se aleja un paso de mí y limpia sus ojos, entonces sale de la
habitación. La sigo abajo y me sorprende lo que oigo.
—¿Por qué me asustarías así? —le grita a él, y su rostro está tan sorprendido
como el mío—. Deberías haber llamado. ¡Casi me da un ataque al corazón!
—Lo siento, Jessa. Algunas cosas han sucedido y…
—¿Qué sucedió? —lo interrumpo.
—Necesitamos sentarnos.
Jessa lo atrae a un abrazo antes de ir a la cocina.
—¿Café, Neil?
—Gracias, sí. He estado despierto toda la noche. —Me sigue a la mesa, donde
se sienta delante de mí.
Ella pone una de esas tazas en la cafetera y sirve dos vasos de zumo de naranja,
dejando uno delante de mí y otro en el espacio vacío a mi lado donde se sentará.
—Aquí. —Neil arroja una bolsa sobre la mesa—. Donuts.
—¿Trajiste de mis favoritos? —Jessa extiende la mano y rebusca hasta que saca
uno torcido de canela—. ¡Sí! Gracias, Neil.
—No hay problema. Te traje uno simple glaseado, hombre —me dice.
—Gracias. —Lo saco y doy un mordisco, luego voy al grano—. ¿Qué
descubriste?
Suspira y saca un archivo de su bolsa.
—Transcripciones.
Abro el archivo y empiezo a leer los documentos.
—Gracias, nena —le dice Neil a Jessa cuando ella le entrega un café. Elijo
ignorarlo y continúo leyendo. Distraídamente, mastico el donut mientras paso las
páginas, intentando entender qué diablos estoy leyendo. Las palabras se ponen
borrosas y sacudo la cabeza para deshacerme de la niebla.
—Entonces —empiezo—, ¿el número uno es Rico ahora?
—Sí.
—Pero qu… —Parece que no puedo formar la palabra y la habitación empieza
a ponerse borrosa. Cuando miro a Neil, lo entiendo. Alza una ceja e intento
moverme para matar al pedazo de mierda, pero mi cuerpo está repentinamente lleno
128
de arena—. Hijoput… —Mi voz se desvanece. Mi cabeza empieza a colgar y alcanzo
a Jessa para intentar protegerla, advertirle, algo.
—¿Ty? —pregunta—. ¡Ty! —grita cuando caigo al suelo. La habitación sobre
mí gira y los bordes de mi visión bailan con la brillante luz. Entonces, destellos de
oscuridad me marean incluso más. Su hermoso rostro se cierne sobre el mío y
mientras me hundo, le digo:
—Corre.

Jessa
—¡Ty! —Lo sacudo, pero no se mueve. ¿Por qué me dijo que corriera? ¿Qué
está pasando?
Miro a Neil.
—Ayúdame.
—Se despertará en un rato.
—¿Qué? —Tomo la mano de Ty y la sostengo contra mi pecho—. ¡Neil,
ayúdame!
—No quería que fuera así.
La sangre en mis venas bombea tan alto que puedo oírla en mis oídos.
—¿De qué estás hablando?
Se levanta y finalmente, al fin, alcanza a Ty y le quita su arma. Cuando lo
levanta desde debajo de sus brazos, espero que lo lleve al sofá, pero en su lugar, lo
lleva a la puerta delantera.
—¿Dónde lo llevas? ¿Hay un hospital por aquí?
No me responde y cuando va al auto negro fuera, deja caer a Ty en el suelo y
luego abre la puerta trasera.
—¡Cuidado! ¿Qué estás haciendo? —Estoy tan confundida ahora mismo—.
¡Neil! ¿Qué estás haciendo?
Continúa ignorándome y levanta a Ty de nuevo, pone la mitad de su cuerpo en
el maletero, luego levanta sus piernas para empujar el resto de él allí. Cierra la puerta
y se vuelve para mirarme.
—Por favor, simplemente cierra la puta boca.
—¿Qué? —susurro—. ¿Qué está pasando? Me estás asustando.
Con un pesado suspiro, abre la puerta de atrás.
—Entra.
—¿Qué mierda está pasando? —chillo.
129
Niega y alcanza detrás de él, luego me apunta con una pistola.
—Entra en el jodido auto. No quiero herirte, pero lo haré.
—Neil. Oh, Dios mío. ¿Qué estás haciendo?
Debe estar al borde de perder su temperamento porque me agarra por la parte
superior del brazo y me empuja dentro del auto.
—Siéntate y cállate. —Luego cierra la puerta y salto en la parte de atrás con
Ty, protegiendo mi estómago para asegurarme de que no golpea nada.
A pesar de que respira, parece muerto. Su cuerpo está muy quieto y cuando
abro su párpado, sus ojos están hacia atrás en su cabeza.
—Ty —susurro, tumbándome sobre su rígido cuerpo. Normalmente es muy
cálido, así que cuando poso mi mejilla en su frío rostro, me hace estremecer.
—Intenta algo y te dispararé antes de que tengas la oportunidad de hacer tu
elección.
Ignoro a Neil y me aferro a Ty. No voy a dejarlo. El bebé patea y permito que
las lágrimas caigan sobre el pecho de Ty. Su camiseta gris se oscurece mientras mis
lágrimas se acumulan y mantengo una mano sobre su pulso.
—¿Qué le diste? —Hablo por primera vez desde que Neil arrancó. Aún no
puedo creer que sea uno de los malos. Estuvo en mi casa. Lo consideraba un amigo…
un muy buen amigo.
¿Cómo pudo traicionarme así? ¿Traicionar a Ty?
Por supuesto, estoy asustada, pero también triste por más de una razón. Aparte
de la sensación de náusea en mi estómago, tengo un mal presentimiento en el fondo
de que lo que sea que esto es, no va a terminar bien.
—Solo un poco de medicina para dormir.
Ty ni siquiera gime en todo el viaje en auto y han pasado al menos un par de
horas. Se siente mucho más largo, sin embargo. Mi vejiga se está estirando tanto que
es doloroso, pero me asusta hablar. Cada sacudida es una tortura y cuando Neil gira,
agarro a Ty para evitar que se golpee contra los laterales del vehículo.
Finalmente estacionamos junto a un edificio en medio de la nada. Si hubo
alguna vez un cliché para una película de suspenso donde toman rehenes, es esto. La
mitad del tejado está derrumbado y el cristal de las ventanas es inexistente.
Condujimos por una carretera de tierra para llegar aquí, así que sé que estamos
demasiado lejos para que corra e intente conseguir ayuda.
Cuando la puerta se abre, me sorprende ver un rostro familiar, además de Neil.
Me inclino y vomito a centímetros de sus caros mocasines.
—Nos encontramos de nuevo —ronronea Rico.
—Tengo que hacer pis. —A la mierda la amabilidad, pensé que tal vez podría
130
intentar salir de esto hablando. Pensé que quizá, donde sea que nos estuviera
llevando, sería capaz de escapar, pero al mirar a los ojos oscuros del hombre que me
retuvo, me doy cuenta de que, si voy a morir, entonces con suerte puedo hacerlo con
un poco de dignidad y no en mi propia orina.
—Te llevaré. Rico, ocúpate de él —declara Neil. Me molesta muchísimo que
sea tan amistoso con este hijo de puta.
—No. —Me cruzo de brazos—. No voy a dejar a Ty.
Neil pone los ojos en blanco y mete la mano en el vehículo para agarrarme.
Lucho contra él un poco, pero si continúo peleando con él, me haré pis encima, así
que cedo.
—Bien. —Aparto mi brazo de su agarre—. Puedo caminar. No quiero que me
toques. Nunca quiero que me toques de nuevo. —De alguna manera, me las arreglo
para caminar sin que ninguno me sostenga.
Cuando llego a la puerta, Neil la abre y me agarra por el brazo.
—Por aquí.
Intento apartarme de él, pero aprieta mi brazo más fuerte esta vez.
—No lo hagas.
Me empuja en un baño y cierra la puerta. Froto mi estómago y miro alrededor.
Por supuesto, no hay ventanas. Después de aliviarme, permanezco sentada sobre el
váter y me tomo un segundo para recomponerme. La última vez que estuve en esta
situación, entré en pánico y luché. No estaba segura si sería salvada. Pero ahora, sé
que no voy a serlo.
Necesito ser la que nos salve. A Ty, a mí y a nuestro bebé. Así que tengo que
ser inteligente. Necesito ahorrar mi energía. Permanecer en calma.
La puerta se abre y Neil ocupa el marco. Lo miro. Realmente lo miro. Solía ser
atractivo. Su rizado cabello castaño único, sus brillantes ojos verdes amigables y
acogedores. Ahora, solo se ve como un monstruo.
—¿Por qué estás haciendo esto? —susurro, de verdad queriendo saber, pero
también intentando tocar su fibra sensible—. Pensé que eras mi amigo.
—Vamos.
—¿Por qué, Neil?
—Lo descubrirás pronto. Vamos, joder.
Extiende la mano por mí y salto, pero me mareo por la rapidez de mis acciones.
Cuando Neil me alcanza de nuevo, le grito:
—Te dije que jodidamente no me toques. Te odio. ¡Jodidamente te odio!
Su mandíbula se aprieta y, antes de que tenga oportunidad de defenderme, me
golpea con el dorso de su mano. Jadeo y cubro mi rostro. Las lágrimas salen de mis
ojos y cuando llegan al corte en mi mejilla, arde incluso más.
—¿Vas a venir conmigo o tengo que enseñarte otra lección? 131

—Que te jodan —murmuro, pero lo sigo.


El edificio está sucio y vacío excepto por algunas mesas. Un par de tablas están
tiradas en la esquina y herramientas al azar se esparcen en las mesas. El polvo se
filtra por el estéril espacio y cuando llego a la puerta, Neil se inclina alrededor de mí
y la abre.
—¡Ty! —grito y corro hacia él.
Está atado a una silla y agarro su rostro y levanto su cabeza.
—Nena —gime, la medicación aún en su sistema.
—¡Ty! Despierta. ¡Despierta!
Rico me agarra y a la fuerza me empuja a una silla, luego me ata a ella con
cuerda abrasiva. Mi piel ya se está poniendo en carne viva y cuanto más me muevo,
peor es el dolor.
—Ahora, esperamos —declara Rico, encendiendo un cigarrillo y sentado a
horcajadas en una silla.
—¿Esperamos a qué? —pregunto.
—A tu elección.
—¿Elegir qué?
Rico mira a Neil.
—¿No le contaste?
Niega con una retorcida sonrisa en su rostro.
—No. Pensé que te gustaría hacer los honores.
Rico ríe y, Dios, es tan malvado. Mi estómago se revuelve y me preparo para lo
que va a decir.
—Eres consciente de que hay una considerable recompensa por tu hombre,
¿correcto?
No dignifico su pregunta con una respuesta. En cambio, alejo la mirada.
—Bien, te estoy dando la opción de salvar su vida.
Tiene mi atención ahora, así que lo miro de nuevo.
—¿Qué?
Rico asiente hacia mí.
—Tu bebé. O tu hombre. Tu elección.

132
Ty
Todo está borroso y tan neblinoso. Soy consciente de que estoy en una silla.
Mis manos y tobillos están atados. Puedo sentir cuerpos a mi alrededor, pero no 133
quiero que sepan que estoy despierto hasta que haya recuperado más fuerza. A
propósito, tomo largos alientos mientras abro mis ojos y miro mis pies.
Jessa gimotea y me toma un gran esfuerzo no decirle todavía que estoy
despierto. Que la salvaré de alguna manera. Que moriré para sacarla de este
desastre… mi jodido desastre.
Mientras mi mente se aclara, reproduzco los eventos en mi cabeza. Neil. Sabía
que ese hijo de puta no era bueno. Tenía un mal presentimiento sobre él desde el
principio. No pensé que sería tan imbécil como para involucrar a Jessa. Estoy
jodidamente molesto conmigo mismo por dejarlo entrar.
—¿Has tomado ya tu decisión, cariño? —Rico… reconozco esa jodida voz.
—Jódete.
—En realidad, no me gustan las embarazadas. —Se ríe y finalmente levanto la
mirada.
Jessa está atada a una silla igual que yo y las marcas rojas alrededor de sus
muñecas y tobillos me enojan incluso más.
—Suéltala —exijo.
Tres cabezas se giran en mi dirección y Jessa grita mi nombre. Evito mirar su
rostro porque si miro sus ojos, me debilitará. Y necesito ser fuerte ahora mismo.
—Ah, ¡ahí está mi chico! —Rico se acerca a mí y me palmea la espalda—.
Estaba empezando a preocuparme que nunca te unieras a nosotros.
—Suéltala.
—Pero, verás, no puedo hacer eso. No hasta que tome su decisión.
Ignoro lo que acaba de decir.
—Suéltala.
—Jessa, ¿tomaste ya tu decisión? —pregunta Neil.
—¡Que te jodan!
—¿No tienes curiosidad acerca de qué decisión tiene que tomar, Tyler? —Rico
se acuclilla delante de mí—. Le entregaré cinco millones a Neil aquí y quitaré la
recompensa cuando ella decida.
Rechino mis dientes.
—¿Qué?
—Tu bebé o tú. —Se ríe y finalmente dirijo mis ojos a Jessa.
Los suyos están derramando lágrimas y me enfoco en el corte en su mejilla, la
rabia hirviendo dentro de mí como nunca he sentido antes. No dice nada, pero no
tiene que hacerlo. 134
—Yo —le digo a Rico.
—¡No! ¡Ty, no! —grita Jessa y empuja en su silla, pero Neil pone su mano en el
respaldo para estabilizarla.
—Siéntate quieta, perra. Maldición.
—Necesito oírla decirlo. —Rico se recuesta en una silla y enciende un
cigarrillo.
Lo fulmino con la mirada.
—Se extiende la palabra de que ella está fuera del radar. No es tocada. El bebé
no existe para ti.
—Bien —acepta.
—Necesito tu palabra.
—La tienes. —Entrecierra sus ojos.
No es como Marco. Nunca lo fue. En todos los años que trabajé con él, su
palabra era tan sólida como el acero. No disfrutaba hiriendo a la gente; solo quería
dinero.
Asiento, luego me vuelvo hacia mi mujer.
—Jessa, escúchame.
—¡No! No, no, no —dice.
—¡Nena, escúchame!
Niega, pero deja de gritar.
—Te dije que haría cualquier cosa que tomara. Diles.
—¡No! No puedes hacerme elegir. No lo haré. —Su llanto se hace más
incoherente y me preocupa que se hiera o al bebé. Mi bebé, mi pequeña niña. La que
nunca llegaré a conocer o sostener.
—¡Maldita sea, Rico! ¡Solo jodidamente suéltala! —grito—. ¡Tómame!
Se levanta y agarra la SIG de la mesa, luego le lanza la bolsa a Neil.
—Cuéntalo.
Neil deja la silla de Jessa y mientras está hurgando en la bolsa de dinero, Jessa y
yo nos miramos. Te amo, le vocalizo. No responde, pero sé cómo se siente por mí. No
es de las que lo esconden. Siempre fue abierta y honesta. Yo era el cobarde que
estaba demasiado asustado para admitir que me enamoré de ella cuando tenía
dieciséis años en clase de historia.
—Quita la recompensa —exijo—. Necesito oírte decir las palabras. Necesito
saber que están a salvo. —Rico empieza a hablar, pero lo interrumpo—. Es lo menos
que puedes hacer. —Le rogaría si lo deseara, pero asiente y saca un teléfono del
bolsillo interior de su traje. Imbécil pretencioso.
Marca un número y lleva el teléfono a su oreja. 135

—Objetivo adquirido. Sí. Se ha terminado. Quítala. —Una vez que retira el


teléfono, da un paso más cerca de mí y levanta su pistola a mi cabeza—. ¿Últimas
palabras para tu mujer?
Lo ignoro y continúo mirando a Jessa. Sus lágrimas se han detenido y
simplemente me mira. Le digo que la amo de nuevo en silencio.
—Cierra los ojos, nena.
Se estremece, me dice que me ama y luego cierra sus ojos.
Trago, luego asiento, diciéndole a Rico que lo haga. Que estoy preparado. El
seguro suena y el frío metal toca mi cuero cabelludo.

Jessa
No quiero que el último recuerdo que tenga de él sea con su cabeza volada
delante de mí, así que cierro los ojos y me enfoco en sus recuerdos. La primera vez
que lo vi. La primera vez que me besó. La forma en que cuando hacíamos el amor,
era tan hermoso; eran dos almas juntándose.
He intentado ser fuerte, pero no lo soy. No estoy hecha para esto. Asesinato y
dinero. Solo quiero volver a casa. Quiero volver a casa con Ty.
Un simple disparo resuena, temporalmente ensordeciéndome. Salto mientras
las lágrimas salen de mis ojos cerrados.
—Joder, hombre. ¿Estás bien? —No reconozco esa voz.
—Te tomó jodidamente bastante tiempo, imbécil. —Ty.
Levanto mi cabeza y veo a Rico desatando a Ty. El cuerpo sin vida de Neil está
en el suelo a unos metros de Ty. Otro hombre que no reconozco con un distintivo
alrededor de su cuello está metiendo su arma en su pistolera. Se acerca a mí y me
encojo cuando empieza a desatar las cuerdas que me atan.
—¿Ty?
Sus manos están libres y alcanza una de las ataduras en sus piernas mientras
Rico se encarga de la otra.
—¿Qué diablos está pasando? —grito. Pensé que estaba confundida antes, pero
ahora me pregunto si estoy viendo cosas.
Ty finalmente está libre y se apresura hacia mí, desatando las cuerdas a toda
velocidad hasta que estoy suelta. Me levanta y presiona mi rostro en su cuello.
—Joder, nena. Mierda. ¿Estás bien?
—¿Qué ocurrió? ¿Qué está pasando?
—Salgamos de aquí —dice el hombre con el distintivo. 136

Ty le asiente y me carga fuera, enterrando su rostro en mi cabello.


—Estoy infiltrado, recuerda —susurra contra mi cabeza.
Múltiples autos de policía están esperando con sus luces destellando, y tan
pronto como salimos del edificio, empiezan a envolver el perímetro con cinta
policial. El alto sol del mediodía brilla sobre mí y cuando Ty me deja en el asiento
trasero de un auto con ventanas tintadas, no malgasta un segundo, atrayéndome a sus
brazos.
Rico entra en el asiento delantero y aprieto mi agarre en Ty.
—Jessa, este es Jay, mi jefe. —Asiente hacia el conductor—. Y Rico es el jefe de
Jay.
—¿Qué?
—Debería hablar con tu hermano sobre hacer un papel en su próxima película,
¿eh? —bromea.
—No es jodidamente divertido.
—Lo siento, nena. Lo siento. Es demasiado pronto. —Ty empieza a explicar
que Rico es la mente maestra detrás de poner bajo tierra a Marco. Al parecer, Rico ha
estado encubierto tanto tiempo como Ty, y para ayudar a eliminar el círculo de
droga y prostitución, hizo lo impensable y fue contra su familia de criminales de toda
la vida.
Jay había estado vigilando la casa y todo, por supuesto, y cuando el
comportamiento de Neil empezó a volverse sospechoso, Jay hizo algo de
investigación y averiguó por Rico que Neil lo había contactado por la recompensa.
También descubrió que Neil había estado sucio durante años. Usó a su perro para
robar drogas y Ty mencionó todo tipo de otra jerga policial que no entendí.
Jay rastreó a Neil y averiguó lo que estaba haciendo, pero tuvo que dejar que
siguiera con el secuestro ya que era la única manera de atraparlo.
—Entonces, ¿qué significa todo esto? —pregunto—. No entiendo por qué, si
Rico es uno de los buenos, por qué me retuvo cuando Marco… cuando Marco…
—Cariño, no tenía elección —dice Rico—. Si hubiera abandonado mi cubierta,
ambos estaríamos muertos. Me sobrepasaban en número y teníamos mucho en juego.
Sé que fue horrible para ti; fue horrible para mí ser una parte de ello, pero sabía lo
que sucedería si no lo hacía. Intenté ser tan gentil como pude.
—¿Por qué les tomó tres días entonces? Si todos trabajaban juntos, ¿por qué
tomó tres días encontrarme?
—Lo supe todo el tiempo —interviene Jay—. Pero si aparecíamos con armas
después de una hora, Marco sabría que algo pasaba.
—Putos bastardos. —Ty resopla un aliento—. Tampoco tenía ni idea, nena.
137
Ustedes, hijos de puta, no han oído lo último de mí sobre esto.
—Si te lo decíamos, te habrías apresurado…
—Joder, sí, lo habría hecho. Está embarazada, Jay. ¿Sabes de lo que él es
jodidamente capaz? ¿Lo que le podría haber hecho? Jesús.
La última cosa que necesitamos ahora mismo es una pelea, así que intento
apaciguar la situación.
—Está bien —le digo a Ty—. Estaban haciendo lo mejor.
—No era lo mejor para ti.
—Eres lo mejor para mí y te tengo ahora, ¿cierto?
Besa la cima de mi cabeza.
—Sí, nena.
—Así que, ya ves, todo funcionó.
—No esperaba que fueras la fuerte aquí —bromea Rico.
—Las mujeres son superiores a los hombres. —Me rio—. ¿No estabas allí ese
día, sin embargo? —le pregunto—. ¿No te dispararon?
—No, desaparecí con un recado cuando supe que vendrían.
—Así que déjame aclarar esto. —Me enderezo, pero Ty de inmediato envuelve
un brazo en mi hombro y me acerca—. Rico es uno de los buenos. Trabaja infiltrado.
Todos asienten, pero Rico interviene:
—Este fue mi último trabajo, sin embargo. Necesito unas putas vacaciones. —
Los chicos se ríen como si lo que pasó allí no fuera extremadamente complicado.
Épicas proporciones de complicado.
—Ty es uno de los buenos. Trabaja infiltrado. —De nuevo, hay
asentimientos—. Jay es uno de los buenos, no encubierto. —Asienten otra vez—.
Neil. Pensé que era uno de los buenos, pero resulta que no lo era.
—Síp —gruñen todos, la decepción es intensa. Infiernos, estoy decepcionada y
dolida. Era alguien que estuvo en mi casa, alguien en quien confiaba.
—No entiendo cómo pudo… Pensé que se preocupaba por mí.
—El dinero es una cosa sucia, Jessa. Cambia a la gente. Los hace codiciosos,
siempre queriendo más. Cambia a la gente en alguien malo.
—¿Cómo pude estar tan ciega, sin embargo?
Ty se aclara la garganta.
—No siempre fue un mal hombre. —Sus celos por el hecho de que Neil fue el
que me consoló en un punto, es aún un tema difícil para nosotros. Odia que me
apoyara en Neil y que no estuviera allí. Diablos, lo odié también, pero todo ocurre
por una razón, supongo.
—Aun así, duele —susurro. 138
—Lo sé, nena. —Ty sube y baja su mano por mi brazo.
Todavía necesitando llegar al fondo de todo lo que ha pasado, continúo mi
interrogatorio.
—¿Qué hay de los cinco millones de dólares por matarte?
Rico es quien habla ahora.
—Se ha terminado. A pesar de lo que ustedes, chicos, pensaron… Lo siento,
Ty. —Hace una pausa—. Dije en serio lo de antes, pero acababa de descubrirlo.
Marco no lo llevó tan lejos como pensamos.
Ty se ríe.
—¿Cómo puede un hombre tan jodidamente estúpido ser tan inteligente?
—¿Qué? —pregunto, confusa.
—Sabía que la gente intentaría matarlo para llegar a los cinco millones, así que
lo mantuvo confidencial —declara Ty, de alguna manera resolviéndolo antes de que
yo siquiera pueda procesar lo que está pasando.
—¿Qué hay del tipo en el hospital?
—Sabía que Ty lo mataría, así que lo envié —dice Rico—. Dirigía un ring de
peleas de perros, así que pensé que apreciarías eso. —Me mira y guiña.
—Oh, Dios mío, estoy en medio de una jodida película. ¿O es un reality show?
Los chicos ríen y Ty besa mi mejilla.
—Eres adorable.
—Una última cosa. Ya que nadie más sabe que Rico, que ahora está a cargo de
este círculo criminal, está infiltrado, todo para nosotros ha terminado, ¿cierto? —
pregunto, con la esperanza de que la pesadilla haya acabado y pueda empezar a vivir
mi sueño.
—Síp, para nosotros es todo. —Ty besa la cima de mi cabeza—. Todo ha
terminado, nena. He acabado con esta mierda encubierta. Estoy listo para vivir una
vida normal.
—Gracias a Dios. —Apoyo mi mejilla en su hombro y exhalo un suspiro de
alivio que he estado conteniendo desde los dieciséis años.
Después de ser revisada en el hospital, me dan de alta y voy a visitar a mi
familia de inmediato. Ty me resume lo que puedo o no decir, pero como estaba bien,
no me hicieron demasiadas peguntas. Presenté a Ty como mi novio y resopló ante
eso.
—No soy un niño. Soy tu hombre.
—Lo siento, chicos —dije, lo bastante alto para atraer la atención de todos—.
Ty no es mi novio, es mi hombre.
139
Mientras todos reían, me atrajo hacia él y se rió en mi oído.
—Me haces reír, Jessa.
—Me haces feliz. Tan feliz.
Su brazo se tensa y cuando me retiro y miro a sus ojos, brillan.
—Igual, nena. Igual.
Vamos a la cocina y mi madre pone un poco de queso y galletitas saladas. Bebo
de una botella de agua y Ty toma una cerveza.
Mi padre carraspea.
—¿Quieres ver el juego?
Mierda, si papá quiere hablarle a solas, no es bueno. Ty no necesita sentirse
como mierda por algo que no podía controlar.
Mis ojos se amplían cuando Ty asiente. Se inclina y me besa gentilmente.
—Irá todo bien, nena. —Luego sigue a mi padre a la sala de estar.
—Estará bien, Jessa. Deja de preocuparte.
—Pero no quiero que papá le haga algún estúpido interrogatorio.
—Cariño, respira. —Se pone delante de mí y me sonríe—. Papá sabe cuánto lo
amas. No va a asustarlo, ¿de acuerdo? Si acaso, va a intentar hacerle sentir
bienvenido.
—Más le vale. —Ausentemente froto mi estómago—. Porque Ty va a estar por
aquí por un muy largo tiempo.
Ella sonríe y bajo del taburete, luego voy a la sala de estar. Ty extiende sus
brazos para mí y me siento en su regazo, luego entierro mi rostro en su cuello. Papá
carraspea y luego lo oigo alejarse.
—¿Qué pasa, nena?
—Prométeme que nunca me dejarás de nuevo.
—Infiernos, no. Estaré contigo por cuanto tiempo me tengas. Jodidamente te
amo tanto, Jessa. Nada ni nadie nunca me alejará de ti de nuevo. Te lo prometo.
Jodidamente lo prometo, nena.
Jessa
140
—Realmente no tenemos que ir esta noche, si no te sientes preparada —dice
Ty de nuevo mientras agarro mi bolso.
—Estoy bien, cariño. Es tu cumpleaños.
—Pero se supone que des a luz en tres semanas. No has estado durmiendo bien.
No me importa…
Lo callo con un rápido besito.
—Me importa. Es tu cumpleaños.
Aprieta su mandíbula y asiente, luego abre la puerta principal. Está irritado
conmigo por obligarlo a salir a cenar en su cumpleaños. Es un día importante. Quiero
celebrar el día que este increíble hombre fue puesto en la tierra solo para mí.
Va a estar incluso más irritado cuando descubra que he tenido contracciones
todo el día. Pero este es el primer cumpleaños que celebro con él y estoy
determinada a hacerle sentir especial.
Me rodea la cintura con un brazo y me ayuda a bajar los escalones delanteros,
luego me mete en mi auto. Después de abrocharme el cinturón, besa mi estómago y
luego a mí. Sus labios permanecen en los míos y me aferro a su brazo. Cuando
inclina su cabeza y profundiza el beso, aprieto su brazo más fuerte. Porque una
contracción se aproxima. Gruñe contra mí, su lengua hundiéndose más profundo, y
gimoteo ante el dolor en mi estómago.
De inmediato se retira.
—¿Te hice daño?
Niego e intento respirar, pero en su lugar suelto un gemido.
—¿Qué pasa?
Mis dedos laten de lo duro que los estoy clavando en su brazo y cuando la
contracción empieza a desvanecerse, finalmente lo suelto. Maldita sea, realmente
quería hacer esto por él esta noche. Ha sido tan abnegado desde que todo se
derrumbó hace unos meses… Diablos, ha sido abnegado todo el tiempo que lo he
conocido.
—Contracción —chillo.
—¿Qué? —Sus ojos se amplían y cierra mi puerta, luego corre hacia el lado del
conductor—. ¿Estás bien? —Arranca el auto y despega.
Una repentina ráfaga de humedad gotea entre mis piernas y presiono mis labios
antes de decirle.
—Sí, eso creo.
—¿Qué quieres decir con eso crees? ¿Algo no se siente bien?
Otra contracción me golpea… Mierda, son a unos treinta segundos de
distancia.
—Nunca he tenido un bebé antes. No sé cómo se supone que se siente, ¡pero 141
jodidamente duele! —le grito.
—Lo siento, nena. —Extiende su mano y toma la mía—. Si pudiera quitártelo,
lo haría.
Me muerdo el labio inferior cuando otra contracción parece rodar justo por
encima de la última.
—¡Mierda!
—Jesús, están realmente cerca.
—Las he estado teniendo todo el puto día, pero quería hacer algo agradable ya
que es tu…
—Jesús, joder, Jessa. ¡Te dije que no me importa una mierda mi cumpleaños! —
grita.
Nunca me grita y por la combinación de dolor y mis sentimientos siendo
heridos, lloro… sollozo, en realidad. Cuando otra contracción desgarra mi estómago,
grito y sus dedos se flexionan en los míos.
—Mierda, nena. Lo siento. Odio verte sufrir.
Ni siquiera puedo hablar, me duele tanto, pero, por suerte, llegamos al hospital.
Todo es un borrón tan pronto como Ty se apresura a meterme en el hospital. Sudor
gotea de mi frente y la presión entre mis piernas es inexplicable.
—Necesito empujar —le susurro mientras la enfermera ayuda a trasladarme de
una silla de ruedas a la cama.
—De acuerdo, nena. Solo espera un segundo.
—No puedo.
—Puedes, Jessa. Eres fuerte, nena. Puedes aguantar.
Niego e intento apretar todo ahí abajo para que el bebé no salga, pero cuando
siento algo deslizándose, grito:
—¡No puedo!
Una enfermera chilla algo sobre máximo y presiono mi barbilla contra mi
pecho y empujo. Y empujo. No tenía ni idea de que algo pudiera doler tanto. Solo
quiero que termine.
Ty estimula y elogia, pero, de repente, nada duele ya y lo único que oigo es el
llanto de un bebé. Mi bebé… nuestro bebé.
—Puta mierda —susurra Ty—. Nena, lo hiciste.
Aparta un poco de cabello de mi sudorosa cabeza y veo a la enfermera limpiar
un pequeño…
—¿Es un chico o una chica? 142
—Es una niña. —Sonríe y deja a nuestra hija en mi pecho. Su cabeza es
prácticamente calva, pero tiene un poco de pelusa que espero que siga oscura. Sus
ojos están cerrados, así que no puedo ver el color, y su nariz es la cosita más linda
que jamás he visto. Nunca supe que un bebé pudiera ser tan pequeño, tan arrugado.
Pero es perfecta.
—Es hermosa, igual que su mamá. —Ty besa su frente, luego la mía, y exhalo
un enorme suspiro de alivio y finalmente lo miro.
—¿Esto acaba de pasar?
Se ríe y me besa de nuevo.
—Sí, nena. Lo hizo.
—Mierda.

Ty
Jessa duerme y sostengo a nuestra hija tan apretada como puedo sin aplastarla.
Es tan pequeña. Paso mi dedo por su suave mejilla y sonrío ante la ligera curva de sus
labios.
—Voy a ser un buen papá, pequeña. Te lo prometo. Te mantendré a salvo. A ti
y a tu mamá. Ambas son las únicas cosas que me importan.
Nunca pensé ni en un millón de años que este sería yo. Que sería padre. O
tendría una mujer tan buena como Jessa que me amara y me diera esta oportunidad.
—Hola. —Los brillantes ojos de Jessa están sobre mí y le sonrío.
—Hola, nena.
Jessa extiende la mano y toca el piececito del bebé.
—Es tan linda.
—Es hermosa.
—Temía que mi madre no se fuera. —Se ríe—. Gracias a Dios que las horas de
visita terminaron o nunca nos habríamos deshecho de ella.
—Solo estaba emocionada. Tu padre también.
—Sí. Y Landon será un buen tío. Incluso si estaba demasiado asustado para
sostenerla ahora, sé que volverá.
Asiento en acuerdo.
—No lo culpo. Es tan pequeña, me asusta romperla.
Con un pequeño gruñido de dolor, Jessa se endereza y se mueve.
143
—Ven aquí.
Con cuidado, le entrego a Sadie y me siento, envolviendo mis brazos alrededor
de ambas.
—Gracias.
—¿Por qué?
—Por darme el mejor y único regalo de cumpleaños que jamás he recibido.
Jessa jadea.
—¿Nunca has recibido un regalo de cumpleaños?
—Nah. Mamá nunca tenía dinero para uno… si lo recordaba, era lo que
siempre decía.
—Oh, Dios mío, Ty. Eso es horrible.
—Está bien. Realmente no me importa, nena. Sadie lo compensa todo. Ustedes
compensan cada simple cosa que no tuve al crecer. Todos los cumpleaños olvidados y
los regalos que no recibí. Esto lo compensa todo. —Beso la cima de la cabeza de Jessa
y luego la de mi hija.
—Te compré un regalo diferente. No estoy segura de que la supere, sin
embargo. —Jessa alza una ceja y a pesar de que no lleva ni pizca de maquillaje, nunca
ha estado más hermosa.
—¿Lo hiciste?
—Sí. Está en mi bolso, ¿puedes ir por él?
—Lo haré después. No quiero dejarlas aún.
—Ty. —Se ríe.
—En serio, nena. Déjame sostener a mis chicas por un ratito.
Suspira.
—Bien.
Nos sentamos así durante una media hora antes de que Sadie proteste. Jessa
cambia su pañal y tiene que ayudarla una enfermera para que Sadie se acople para
poder mamar, pero cuando finalmente lo logra, Jessa exige que abra mi regalo.
Alcanzo su bolso y saco una pequeña caja con un lazo azul sobre la misma.
—¿Qué es esto?
—Ábrela.
Después de desatar el lazo, abro la caja y veo un anillo. Una banda negra.
—Gracias, nena.
—¿Siquiera sabes qué es?
—Un anillo. Me gusta.
—Ty —resopla. 144
—¿Qué? —La miro. Tiene lágrimas en sus ojos—. ¿Qué pasa?
—No se suponía que fuera así.
—¿De qué hablas? —Cierro la caja y la tiro a la cama a sus pies.
—¡Es un anillo de compromiso!
—¿Cómo dices? —pregunto.
—Iba a proponértelo en la cena.
Mi corazón se aloja en mi garganta y me mareo un poco antes de sentarme a su
lado. Me distraigo por un segundo por la belleza de verla alimentar a Sadie, pero
luego me enfoco.
—Nena, iba a pedírtelo esta noche. —Saco un anillo de mi bolsillo y lo
sostengo hacia ella.
Jadea y las lágrimas que contenía caen por sus mejillas.
—¿En serio?
—Sí. Pensé que aceptar ser mi esposa sería el mejor regalo, pero entonces
tuviste que ir y adelantarme teniendo a nuestro bebé pronto e intentando
proponérmelo. —Me rio entre dientes y se ríe también—. Amo ese sonido, Jessa.
—Te amo.
—¿Así que lo harás?
Asiente y deslizo el anillo de corte princesa en su dedo.
—Por supuesto que lo haré. Lo deseo tanto y no quería esperar más, es por eso
que te compré ese.
—Pues lo llevaré el día de nuestra boda, ¿qué tal eso?
—Bien. Ahora bésame.
Sonrío antes de presionar mis labios contra los suyos. Cuando me retiro y
apoyo mi frente contra la suya, encuentro sus ojos.
—El mejor cumpleaños jamás.
Jessa 145

Treinta y dos años


Estaciono en la tienda a la hora de cierre y salgo de mi auto. Después de
presionar el botón de cierre de mi auto en el llavero remoto, voy dentro y toco la
campana en la mesa.
Ty, mi guapo marido, rodea la esquina, limpiando sus sucios dedos con un
trapo.
—Hola, nena. —Sonríe y se inclina sobre el mostrador para besarme. Hace
tiempo que aprendió que cuando está todo grasiento y sucio con aceite no se supone
que me toque.
Excepto si va a ayudarme a limpiarme. Entonces puede tocarme todo lo que
quiera.
—Hola. Mi auto está haciendo un sonido raro.
Me alza una ceja porque sabe malditamente bien que es meticuloso sobre
mantenerlo funcionando fluidamente.
—¿Qué está haciendo?
—Es un ruido sordo. ¿No lo sé? Pensé que tal vez querrías revisarlo antes de
que recoja a Sadie de la guardería.
Sus ojos se iluminan ante la mención de su hija, cuyos ojos son iguales a los de
él. Es tan buen papá. Sabía que lo sería, pero superó todas mis expectativas. Su amor
por su pequeña es algo feroz y hermoso. Él es feroz y hermoso.
—Sí, claro. Llaves.
Le lanzo mis llaves y entro en la zona de estacionamiento mientras mete mi
auto. Lo admiro mientras se inclina sobre el capó; su fuerte y musculoso cuerpo solo
se ha hecho más grande con los años.
—Deja de mirarme el culo. —Su voz hace eco desde debajo del capó.
—Es un lindo culo.
—Lo sé, pero a menos que quieras mi rostro entre el tuyo, más te vale dejar de
mirar porque sabes qué pasa…
—Bien, ¡pararé! —Me rio y camino por su tienda, azotando su firme culo
cuando lo paso.
Después de todo lo que sucedió hace cuatro años, tomó un poco de tiempo
adaptarse y acostumbrarse a una vida normal. Volví al trabajo doce semanas después
de que Sadie naciera, pero Ty no estaba listo para dejarla aún. Creo que todavía
estaba preocupado sobre algún tipo de represalia y, honestamente, creo que
simplemente estaba disfrutando de la normalidad por una vez. Terminó quedándose
en casa con ella hasta que tuvo casi dos años, antes de volver a trabajar. 146

Ya había renunciado al trabajo de infiltrado y decidió no dedicarse más al


cuerpo policial, sino que finalmente abrió su propio taller de mecánico. Todo el
dinero que le había pagado el gobierno era virtualmente intocable y Ty lo usó para
comprar la tienda.
Hace arreglos bajo el capó mientras paso mis dedos por el estante donde tiene
fotos de Sadie y de mí. Me rio cuando miro la de nosotros en la playa el año pasado.
Ty nos dejó enterrarlo en la arena y le puse un par de tetas y un pequeño pene
cuando Sadie no estaba mirando. Por supuesto, esa no es la foto que ha puesto, pero
es lo que recuerdo de ese día.
Tenemos tantos recuerdos a lo largo de la vida. Algunos en años separados,
pero cada uno no es menos especial que el siguiente.
—¿Cómo diablos se soltó esto? —murmura para sí.
Quiero decirle la verdad, pero me muerdo la lengua. En el momento perfecto,
mi teléfono suena con un mensaje.
—Oye, mi hermano está en la ciudad y recogió a Sadie de la guardería.
¿Quieres ir a casa de mis padres a cenar?
—Sí, nena. Me parece bien.
Ama ir a casa de mis padres. Ama la dinámica de una familia cariñosa. Él y mi
hermano se llevan bien, a pesar de que fue difícil al principio porque Landon es un
poco protector conmigo. Pero cuando ahondé en nuestro pasado y les conté todas las
veces que Ty estuvo ahí para mí, vi un poco de comprensión en los ojos de Landon.
Después de un poco más de arreglo y rellenar el aceite o algo, Ty se lava las
manos y me sigue a casa de mis padres.
Tan pronto como entra por la puerta, todos gritan “Sorpresa”, y el rostro de Ty
palidece. Intento esconder la humedad en mis ojos, pero cuando aprieta su mano
alrededor de mi cadera, no puedo contenerlo.
Mis padres, hermano, nuestros amigos mutuos, Jay y Rico, los chicos que
trabajan para él —Perry y Tom—, y Sadie, aplauden y empiezan a cantarle
“Cumpleaños Feliz”. Sadie se retuerce en los brazos de mi hermano y corre hacia su
papá. Ty la levanta y entierra su rostro en la cima de su cabeza, ocultando sus
emociones.
Cuando me dijo la noche que Sadie nació que nunca había tenido una fiesta de
cumpleaños, supe que cambiaría eso tan pronto como pudiera. Se negó a hacer algo
para sí mismo en sus cumpleaños desde que ella nació, solo queriendo la atención
sobre ella… mi abnegado hombre.
Se vuelve hacia mí y alza una ceja.
—Hice que Perry jodiera mi auto para comprar un poco de tiempo —explico.
Ty niega, besa a su niña y luego pone su brazo a mi alrededor, acercándome. 147
Sus labios rozan mi oreja.
—Te amo tanto, Jessa.
—También te amo, Ty. Siempre lo he hecho.
—Siempre lo haré.

Ty
Sostengo a mi mujer mientras mi hija se aferra a mi pierna e ignoro las voces a
mi alrededor. No me importa lo que me costó o cuánto tiempo perdí. Lo haría todo
de nuevo para tener este momento… uno que ni siquiera sabía que podía existir para
un gamberro como yo. No cuestiono cómo llegué aquí, o por qué fui uno de los
afortunados que fue capaz de salir de debajo del pulgar de las calles.
Jessa fue la que finalmente me hizo darme cuenta de que no importaba de
dónde procedía. Lo que importa es que la amo, y me ama, y nada —nada—, puede
quitarnos eso.
El amor gana, siempre.

Fi n
Anna empezó a escribir cuando pensó que el
mundo querría oír sus enfermas letras a través de
la canción. Desde entonces, se ha dado cuenta de
que su sueño de la infancia no era tan disparatado,
148
simplemente erróneo. Ahora escribe romance con
emociones auténticas y finales felices. Si Anna no
está escribiendo o leyendo, puede ser encontrada
en un lugar cálido bebiendo ridículas cantidades
de Dr Pepper dietética. Además, le gusta pasar el
rato con su marido y sus dos niños. Si no fuera por
ellos, nunca dejaría su casa.
Anna nació en Wisconsin y ahora vive en el
estado de Evergreen.
149

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