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“Esperamos que me viera un gineco oncólogo que nunca llegó, porque en la clínica no
había. Me trasladaron a la clínica San Diego. Allí me dijeron que me harían una
histerectomía total: me sacarían el útero y los ovarios y sus tumores: una vez vieran la
patología, determinarían si era maligno”, explicó.
Y sí, la operaron en septiembre. Y confirmaron el cáncer.
Pero, un lío de autorizaciones y papeleos para el tratamiento la hizo pasar de la San
Diego, a su EPS, de su EPS al Instituto Nacional de Cancerología y de allí, de nuevo a la
EPS. Terminó, en noviembre de 2012, en la clínica Jorge Piñeros Corpas. Entonces,
comenzó su primera quimioterapia.
A pesar de los efectos propios del tratamiento, Maira resistió y quedó en remisión
después cinco meses de tratamiento: aunque el cáncer seguía ahí, sus signos y
síntomas desaparecieron, aparentemente.
“En los exámenes salía que yo tenía una siembra tumoral en el peritoneo, una
membrana que reviste el interior del abdomen”, dijo Maira y agregó: “Un año y medio
después, volvió un dolor al hígado”.A Maira le gustaba el sonido del agua, le gustaba
la salsa y el merengue, le gustaba el olor de la comida, le gustaba cocinar y acordarse
de su pastelería. Aunque a veces habría querido que eso no le gustara tanto, habría
hecho más fácil su despedida de este mundo.
“Llega el punto en que el cuerpo y la mente se cansan. Ya me quiero ir. Mi deterioro
fue culpa de la EPS desde el comienzo. Qué costaba una ecografía, una resonancia, una
quimioterapia a tiempo. Si ellos no se hubieran robado la plata de la salud de los
colombianos, yo estaría en remisión y tendría algo más de tiempo con mi familia.
Pero no lo tengo”, lamentó.
Maira recitó, nuevamente, en medio de la entrevista, lo que le dijo a su hijo en sus
últimos días.
“Samuel, tú fuiste mi única compañía en las citas. Gracias por ser fuerte y valiente.
Porque eras juicioso, porque me entendías. Si me voy y te pones muy triste, puedes
llorar. Pero recuerda que tienes que ser un niño feliz. Yo no te quería abandonar, pero
a veces pasa así. Las personas nos tenemos que morir. Y nos tocó a nosotros, me tocó
a mí. No es lo que yo quisiera, yo quisiera jugar contigo”.
A su esposo le dedicó una sonrisa y al agua de la quebrada, los minutos de sus últimos
días.
TOMADO DE “EL TIEMPO”