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POR MI EPS NO PUDE VER A MI HIJO CRECER.

ESTE AÑO VOY A


MORIR'

26 de julio 2019 , 08:28 a.m.


Maira García regresó a morir, a los 32 años, a la casa que la vio crecer en Tocaima,
Cundinamarca. A los 25, le diagnosticaron el cáncer de ovarios que terminó con su
vida. Fueron siete años en los que tuvo que padecer, además de su enfermedad, todos
los males amarrados a ser paciente de Cafesalud y Medimás, EPS herederas del
poderoso Grupo Saludcoop, cuya crisis sigue siendo una bomba de tiempo para el
sistema de salud pública en Colombia..Lo único que tenía por seguro era su muerte:
que llegó el 29 de junio.
Para entonces, había pasado, forzada, por dos EPS, al menos ocho clínicas y centros de
tratamiento distintos, tres procesos de quimioterapia, una cirugía y una docena de
doctores. Todo, en un accidentado y discontinuo proceso en el que, le dijo a EL
TIEMPO poco antes de su fallecimiento, su EPS “en vez de ser una ayuda fue una
carga”.
Samuel, su hijo, vio partir a su mamá a los siete años. Él tiene la misma edad de un
dolor que no tuvo punto de retorno.
Mamá tiene una masa en el estómago. La masa se come la energía de mamá y por eso
se pone débil. La masa no la pueden sacar. Con la quimio tratamos de matarla. Mi
amor, la masa está creciendo. La masa duele. De pronto, mamá se va para el
cielo. Pero no te quiere abandonar”, recitó Maira durante la entrevista. Así fue cómo le
explicó a Samuel su enfermedad. Samuel lloraba a veces, pero se secaba las lágrimas y
se iba a jugar a la quebrada.
Maira pasaba las manos por su cara y sus brazos: eran huesos forrados en piel. Luego,
recorría su vientre: estaba lleno de líquido, tenía ascitis. Y, finalmente, pasaba por sus
piernas: eran enormes, por la retención de líquidos. Hace siete años, pesaba 66 kilos;
en junio, escasamente, llegaba a 45 kilos. En su mecedora, era diminuta. En las fotos
de su matrimonio, había sido una morena imponente.
“Muchas veces me dijeron que era el colón, no fue algo a lo que le prestaran atención.
Pero mi estómago se hinchó e insistí tanto en Cafesalud que me hicieron una
ecografía”, relató. Entonces, por fin, la hospitalizaron en la Materno Infantil: habían
pasado seis meses desde el primer dolor.
Allí le encontraron tres masas: dos en los ovarios y una en la pelvis. Podía ser cáncer,
pero no se lo confirmaron hasta casi un mes después.

“Esperamos que me viera un gineco oncólogo que nunca llegó, porque en la clínica no
había. Me trasladaron a la clínica San Diego. Allí me dijeron que me harían una
histerectomía total: me sacarían el útero y los ovarios y sus tumores: una vez vieran la
patología, determinarían si era maligno”, explicó.
Y sí, la operaron en septiembre. Y confirmaron el cáncer.
Pero, un lío de autorizaciones y papeleos para el tratamiento la hizo pasar de la San
Diego, a su EPS, de su EPS al Instituto Nacional de Cancerología y de allí, de nuevo a la
EPS. Terminó, en noviembre de 2012, en la clínica Jorge Piñeros Corpas. Entonces,
comenzó su primera quimioterapia.
A pesar de los efectos propios del tratamiento, Maira resistió y quedó en remisión
después cinco meses de tratamiento: aunque el cáncer seguía ahí, sus signos y
síntomas desaparecieron, aparentemente.
“En los exámenes salía que yo tenía una siembra tumoral en el peritoneo, una
membrana que reviste el interior del abdomen”, dijo Maira y agregó: “Un año y medio
después, volvió un dolor al hígado”.A Maira le gustaba el sonido del agua, le gustaba
la salsa y el merengue, le gustaba el olor de la comida, le gustaba cocinar y acordarse
de su pastelería. Aunque a veces habría querido que eso no le gustara tanto, habría
hecho más fácil su despedida de este mundo.
“Llega el punto en que el cuerpo y la mente se cansan. Ya me quiero ir. Mi deterioro
fue culpa de la EPS desde el comienzo. Qué costaba una ecografía, una resonancia, una
quimioterapia a tiempo. Si ellos no se hubieran robado la plata de la salud de los
colombianos, yo estaría en remisión y tendría algo más de tiempo con mi familia.
Pero no lo tengo”, lamentó.
Maira recitó, nuevamente, en medio de la entrevista, lo que le dijo a su hijo en sus
últimos días.
“Samuel, tú fuiste mi única compañía en las citas. Gracias por ser fuerte y valiente.
Porque eras juicioso, porque me entendías. Si me voy y te pones muy triste, puedes
llorar. Pero recuerda que tienes que ser un niño feliz. Yo no te quería abandonar, pero
a veces pasa así. Las personas nos tenemos que morir. Y nos tocó a nosotros, me tocó
a mí. No es lo que yo quisiera, yo quisiera jugar contigo”.
A su esposo le dedicó una sonrisa y al agua de la quebrada, los minutos de sus últimos
días.
TOMADO DE “EL TIEMPO”

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