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ISSN:2215-4183

SISTEMATIZACIÓN: EXPERIENCIA, NARRATIVA Y


EMANCIPACIÓN

Volumen 1, Número 1
Enero – julio 2015
pp. 12 – 37

Este número se publicó el 30 de julio del 2015

Graciela Messina Raimondi

Para citar este artículo:

Messina, G. (2015). Sistematización: experiencia, narrativa y emancipación. Revista


Identidad Profesional en Educación, 1(1), 12-10.

Los contenidos de este artículo están bajo una licencia Creative Commons
IMBERNÓN, F. (2015). FORMAR DOCENTES PARA INVESTIGAR SOBRE Y EN LA PRÁCTICA EDUCATIVA

Sistematización: experiencia, narrativa y emancipación

Graciela Messina Raimondi


Centro de Cooperación Regional para la Educación de Adultos
en América Latina y el Caribe (CREFAL), México

Resumen
La sistematización se presenta como un medio para crear condiciones,
compartir experiencias, aprender y generar redes. Por ello, en la actualidad,
se concibe como una experiencia de investigación con un enfoque abierto y
un lugar institucional nuevo, como una opción política donde nos
reinventamos como sujetos.
La sistematización no se limita a seleccionar metodologías,
estrategias, técnicas, sino que hace todo eso desde la búsqueda de sentidos,
dejando lugar al sujeto de la experiencia, con un investigador o
sistematizador que se corre y le deja espacio para ser al otro. En este enfoque
la sistematización transita entre la denuncia social, la ciudadanía global, el
conocimiento que se hace público y la transformación de los sujetos y las
organizaciones.

Palabras clave: sistematización, experiencias, emancipación


Licenciada en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Doctora por el Departamento de Investigaciones Educativas
del Centro de Investigación y Estudios Avanzados (DIE-CINVESTAV) del Instituto Politécnico Nacional, México.

Correo electrónico: messinagra@prodigy.net.mx

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Introducción: los lejanos noventa

Como la sistematización está vinculada a los relatos, elijo empezar este artículo
retomando escritos iniciales míos en torno de la sistematización. En los primeros intentos
de los años noventa, escribir sobre la sistematización fue tanto una tarea necesaria, que
era parte de la búsqueda de otra manera de investigar, como una acción que me ponía en
el límite y me enfrentaba a dudas y preguntas sin fácil respuesta. En esos años ya existía
un saber consagrado acerca de la sistematización. Mi primer artículo, no publicado,
intentaba definir la sistematización desplazándose un poco del saber instituido sobre este
campo, mientras dejaba ya en claro su condición emancipadora, su lugar en el campo de
lo otro, lo que estaba todavía en proceso de tener forma.

Recuerdo que ese texto me dio mucho trabajo, porque eran mis primeros pasos en
sistematización. Iba a ser el capítulo de un libro sobre innovaciones educativas; no fue
publicado porque los revisores no aceptaron que escribiera acerca de la sistematización
definiéndola como un tipo de investigación. Tantos años después queda claro que ese
vínculo existía. Quedaron dos huellas públicas de ese trabajo teórico: el título del libro,
que aludía a la sistematización –“Innovaciones en educación básica de adultos: el camino
de la sistematización”– publicado por la UNESCO/OREALC (1995); y el uso de figuras
sintéticas para el proceso de elaboración del informe final, recuperando la categoría
“figuras” de Roland Barthes. Sin duda, lo más importante fue que estaba pensando la
teoría de la sistematización a partir de una sistematización específica, no con base en una
revisión teórica, en un campo tan frágil como la educación de adultos, como parte de un
colectivo, buscando dejar ser al “investigado”, y recurriendo a referentes
interdisciplinarios. Estas características siguieron signando mis textos posteriores,
buscando además nuevas referencias teóricas en la filosofía, la semiología, y la pedagogía
crítica. Al mismo tiempo, este interés por escuchar al otro venía de más lejos, me había
acompañado durante mis primeros trabajos de investigación en zonas rurales de

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Argentina, donde lo habitual era la encuesta, el formulario estandarizado, la entrevista


con una guía preestablecida, el desconocimiento del otro.

En el presente, escribir sobre la sistematización, se presenta para mí como una


tarea acerca de un campo de conocimiento mucho más consagrado y estable, en relación
con el cual vuelvo a preguntarme: ¿se puede decir algo nuevo? ¿Para quién tiene sentido
lo que se puede decir? ¿Los maestros actuales siguen sintiendo como deseable el
proyecto del maestro investigador? ¿Qué es esta moda creciente por la reflexión desde la
práctica y la narrativa?

En el marco de estas inquietudes, afirmo que si en los noventa o a principios de los


2000 escribir sobre sistematización se vinculaba con presentarla y darle visibilidad y
legitimidad tanto en el campo de la investigación como de lo social, hacerlo ahora
reafirma una vez más su condición política emancipatoria. Esa es su potencia. Como la
sistematización permite ver más, resulta fundamental en el momento actual cuando se
hace visible tanto la deshumanización creciente y a gran escala, donde la violencia se ha
naturalizado, como las posibilidades de una nueva era, donde se vislumbra la posibilidad
de trabajar juntos, como sujetos conscientes y dispuestos al encuentro, la creación y el
diálogo. La sistematización, como acción política resulta fundamental porque permite
hacer visible la experiencia social que estaba en el campo de lo privado, desocultar
procesos, generar nuevos conocimientos, y funcionar como un espejo de experiencias
donde otros pueden mirarse, entenderse y cambiar. En este sentido, la sistematización
crea condiciones para compartir experiencias, aprender y generar redes y resonancias
imprevisibles.

En esta visión retrospectiva de mis propias reflexiones en torno a la


sistematización, observo que he transitado desde centrarme en la práctica y su
transformación, a mirar la experiencia, asociada con un sujeto específico: el sujeto de la
experiencia y un contexto igualmente singular. En este marco, la sistematización hace

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posible regresar a un proceso aparentemente simple: observar, reflexionar y escribir


acerca de la experiencia para transformarse. Al observar se abre el camino para la
transformación. Los jóvenes que se inician como sistematizadores afirman una u otra vez
que la tarea los ha cambiado, que son otros, que ese proceso involucró tanto su vida
profesional como personal. Procesos semejantes tuvieron lugar en mí. La sistematización
ha sido en mi caso una fuente de aprendizaje, un lugar para pensar, aún más no es un
pensamiento acerca de la sistematización, sino “en la sistematización”, como un espacio
donde habito.

Quiero explicitar que arribé a la sistematización desde mi trayectoria como


investigadora joven, transitando en medio de contradicciones entre la investigación como
procedimiento normalizado, escolarizado, transmitido desde la universidad, y la realidad
social y educativa que me tocaba investigar y que me dejaba impotente y angustiada ante
mi incapacidad para estar con el otro. En particular, la incapacidad de los llamados
“instrumentos de investigación” para estar con el otro, para entender al otro, que se
transformaba así en el objeto, el problema o el tema de estudio. Esta certeza de que era
necesario hacerlo “de otro modo”, parafraseando a Gadamer, ha sido quizá la única que
me ha acompañado a lo largo del proceso. También la que ha estado presente en mis
artículos durante los años 2000 que se preguntaron por la sistematización (Messina, 2004;
Messina, 2008; Messina, 2011).

En los tiempos actuales una de las antinomias presentadas por Bruner acerca de la
educación ha adquirido una dimensión aún mayor que cuando este autor dio cuenta de
ella: la antinomia entre el ideal de la educación, que aspira a educar para que las nuevas
generaciones sean lo mejor posible versus la función reproductora de la educación,
referida a los valores dominantes, en la medida en que la educación habita en la cultura
(Bruner, 1997). El modelo neoliberal ha agudizado esta tensión y la ha transferido al
campo de la investigación, haciendo más imperiosa la necesidad de generar una nueva
forma de crear conocimiento.
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En este momento, en que existen fuertes aparatos culturales que difunden desde
los organismos internacionales y los gobiernos una visión acerca de la educación que la
reduce a un procedimiento estandarizado, donde cuenta la calidad definida como
rendimiento escolar, la enseñanza basada en competencias, la formación compulsiva de
los docentes y la evaluación de su desempeño, como un proceso que los pone en el límite,
resulta imperioso crear formas igualitarias de producción y circulación de conocimiento,
así como de contrapoderes en la resistencia (Messina, 2011).

Sin duda, en su devenir histórico, la sistematización ha hecho suyas el horizonte


emancipador de algunas instituciones de educación superior, así como la concepción
libertaria de la investigación, en la cual se busca el diálogo entre saberes sociales y ciencia
y el trabajo conjunto entre investigadores y comunidades, en busca de un espacio
igualitario donde al mismo tiempo se respeta la diferencia. La sistematización significa
ahora, tanto una experiencia de investigación con un enfoque abierto y un lugar
institucional nuevo, como una opción política donde nos reinventamos como sujetos.

La sistematización está construyendo una nueva manera de hacer investigación,


diferente a la práctica académica del profesor investigador que coordina en un instituto
de investigación, de nivel universitario, una línea de investigación, desarrolla uno o más
proyectos, hace docencia de postgrado y coordina tesis. Por el contrario la
sistematización se ha ido construyendo como un proceso con las comunidades, donde la
divulgación esperada por parte de los investigadores se realiza no como un momento
puntual- un taller, una conferencia- sino como proceso colectivo de conocimiento en el
tiempo, en el marco de proyectos comunitarios, concertados e interinstitucionales. Aún
más, los participantes reconocen y valoran que están transitando por un tipo diferente de
investigación que no fuerza la realidad en nombre de la teoría. En el mismo sentido, la
sistematización ha propiciado la escritura entre los investigadores; un tipo de escritura
que es un dispositivo para comprender el mundo.

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La sistematización ha generado numerosa literatura sobre sí misma y sus


características teóricas y metodológicas, así como también ha legitimado o naturalizado
prácticas educativas conservadoras o ha hecho posible lo contrario: procesos de
desocultamiento y transformación social. En este texto queremos dejar atrás el
empirismo ingenuo y el sentido común que la asimilaban con “registrarlo todo” o con
documentar y ordenar (Messina, 2004). Al mismo tiempo queremos destacar que la
sistematización tiene su propia historia, asociada con la educación popular y los
movimientos sociales, habiendo florecido en países como Colombia, en estrecha relación
con los colectivos docentes. Sin el reconocimiento de esta inscripción política se diluye el
sentido de la sistematización. Queremos también dejar sentado que la sistematización se
ha ido transformando, desde los primeros intentos sistémicos e ingenuos hasta los
enfoques fenomenológicos, interpretativos y finalmente deconstructivos. En este marco,
la reflexión acerca de la escritura y los diálogos con la narrativa se han ido intensificando,
tanto en mi caso como en el de otros sistematizadores (Mejía, Torres, Cendales, Unda,
Ghiso, Cifuentes, otros).

Otro proceso que merece señalarse es que se ha tendido a asimilar o reducir la


sistematización a una metodología, en vez de verla como un enfoque teórico crítico de
investigación, que conlleva una metodología. Igualmente se han establecido diferencias
entre investigación y sistematización, asignando a la segunda un papel secundario,
postura que interesa cuestionar.

La experiencia vivida en un campo nuevo conocido como pedagogía del sujeto, en


particular en la Maestría de pedagogía del sujeto (UCIRED, México, 2008-2015) me ha
permitido antes que consagrar la sistematización en ese espacio, como un conocimiento
especializado, dejarme penetrar por la pedagogía del sujeto y entender de una manera
más sutil qué es eso de la sistematización como algo ligado a la experiencia y a la vida de
los sujetos.

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Finalmente, la sistematización así concebida asume como horizonte de cambio


tanto la creación de una institucionalidad universitaria nueva, cercana a las llamadas
universidades pluridisciplinares y en una forma más radical a las universidades de los
movimientos sociales (Santos, 2013), como a otras formas de generar conocimiento y
convivencia, que descansan en la sociedad civil. De este modo, la sistematización transita
de ser un tipo de investigación a una manera de estar en el mundo y vivir la política, la
ética y la educación.

La sistematización como el lugar de afirmación de lo otro

Aludir a la sistematización como un lugar de afirmación es presentar su valor.


Hacerlo remite a su especificidad, al plus que aporta respecto de la investigación
tradicional; aún más, antes que un plus valor es otra cosa, otra concepción, otro territorio
que desterritorializa a la investigación tradicional. Me remito a ideas planteadas en el
artículo del año 2008, que siguen vigentes:

En primer lugar, necesitamos afirmar la especificidad de la sistematización.


Estamos en un momento de engañosos consensos, donde se desdibuja lo que realmente
cuenta. Hasta la fecha algunos autores continúan diciendo que es posible combinar la
investigación cuantitativa y la cualitativa. Algunos de ellos hablan de “metodología”
cuantitativa versus cualitativa, haciendo una reducción de la investigación a la
metodología. Asimismo, proponen el positivismo como marco de referencia unificador de
ambos tipos de metodología, pero naturalizándolo como si fuera la única manera de
hacer ciencia, mientras limitan las diferencias entre “lo cuali” y lo “cuanti” a estilos de
reducción de la realidad. A partir de considerar que el “dato” no es la realidad, sino su
reducción, Rusell Bernard afirma que cuando el dato se reduce a números es
investigación cuantitativa y cuando se reduce a letras o imágenes es investigación
cualitativa. Otros autores sugieren conjugar lo mejor del enfoque positivista y del
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interpretativo, articulando la fortaleza de la metodología del primero con la capacidad de


crítica y apertura del segundo. Estas posiciones son altamente engañosas porque
argumentan en pro de la articulación planteando la importancia de respetar las
diferencias y al mismo tiempo aprovechar las ventajas comparativas de cada enfoque,
omitiendo que se consagra una única manera de hacer ciencia que apela a la explicación,
el dato, la reducción de la realidad. Por su parte, desde la etnografía y la investigación
cualitativa en general también se observa la tendencia a “blanquear” estos tipos de
práctica investigativa, asimilándose al enfoque y el lenguaje de la investigación
tradicional. Considerando la proliferación de estas posiciones que argumentan en pro de
una investigación híbrida, se justifica dar cuenta del valor específico de la sistematización
(Messina, 2008:33).

En el marco de estas reflexiones, la sistematización se afirma como un tipo


singular de investigación, no como un género menor. En segundo lugar, como un tipo de
investigación que busca la producción colectiva de conocimiento, que se interesa por el
diálogo de saberes y la intersubjetividad. En tercer lugar la sistematización es para algo,
para mirar hacia un horizonte de transformación social y educativa, donde parafraseando
a Freire “me transformo, transformando el mundo”, integrando sujeto y organización,
sociedad y cultura, ética y política. En el mismo sentido, la sistematización es una
propuesta investigativa que aspira a empoderar a los sujetos, a partir de la reflexión
crítica de su experiencia. Sin embargo desde los que no hacen sistematización todavía
perdura la idea de darle a la sistematización un lugar subalterno; sistematizar equivale a
organizar, documentar, “simplemente sistematizar”, mientras la investigación sigue
siendo la ruta legítima para conocer. Por el contrario, la sistematización busca correr las
fronteras del conocimiento y de la acción, promoviendo la participación como parte de
una manera de estar en el mundo donde se integran igualdad y respeto a la diversidad.

En este marco, no sólo se reafirma una vez más que sistematizar no es equivalente
a documentar o a registrar información. Se identifica algo más: la sistematización no se
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limita a describir situaciones o a realizar un mapa de “lo que hay”, aun cuando en un nivel
inicial es posible plantearse una caracterización descriptiva del campo de lo que se quiere
sistematizar. Esta tarea exploratoria puede sentar las bases para una sistematización más
sutil y capaz de dar cuenta de las múltiples singularidades, en un enfoque que se orienta
hacia la presentación de la complejidad.

Finalmente, la sistematización también espera hacer más visibles los procesos


sociales adscriptos al campo de lo que se quiere sistematizar así como generar confianza
entre los participantes del proyecto y promover un tipo de participación donde los sujetos
tengan claro el sentido de lo que están haciendo. Como parte de este enfoque, la
sistematización se define como una propuesta flexible, abierta a la incertidumbre y
dispuesta a cambiar su propia estructura y volver sobre sí transformando, a partir de la
experiencia, los objetivos, la dirección, las categorías teóricas y el propio enfoque, así
como la metodología. De allí que concibamos la sistematización como un proceso en
movimiento, que se transforma a sí mismo, en un diálogo de sujetos y saberes.

Hacia el 2004, veía la sistematización como sigue: “la sistematización es un


proceso que parte de la práctica, reflexiona la práctica y produce saber para transformar
la práctica. En la sistematización son los propios sujetos, organizados en colectivos,
quienes realizan la tarea. Sin embargo, no existe un único enfoque de sistematización y se
observan diferencias significativas entre ellos” (Messina, 2004:3). En esta definición ya
está presente la crítica al empirismo ingenuo, que se condensa en estas palabras:

Las propuestas reales de sistematización incurren en un empirismo ingenuo, que


se contenta con la reconstrucción descriptiva de la experiencia o se quedan en la
aplicación mecánica de los pasos sugeridos por los teóricos de la sistematización; algunos
de estos, incluso proponen modelos de análisis con cierta pretensión de universalidad,
que muchos grupos en su afán de agilizar sus búsquedas, asumen acríticamente” (Torres,
2000: 31).

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Sin embargo, como ya señalé, en el presente suscribo la sistematización como


algo diferente, que no se limita a reflexionar y cambiar la práctica, sino como un proceso
de resistencia cultural y política, de creación de nuevas identidades, donde es el sujeto de
la experiencia el que convoca la acción sistematizadora.

Sistematizar es un buscar

Sistematizar refiere a investigar, que a su vez es un buscar, sumergirse en los


vestigios, en las huellas de algo, para reconstruir una escena, a partir de desmontarla. En
este proceso, una condición central es que la investigación tenga la capacidad de “ver a
través de sí”, parafraseando a Heidegger.

Sin embargo, las propuestas de la investigación tradicional se alejan de esta


posibilidad al estructurar la búsqueda y hacer de ella una “metodología” única y
homogénea, una herramienta que per se garantiza el acceso a una verdad única.

La investigación, tal como la conocí en mis estudios iniciales, era una


“metodología de la investigación, formalizada, neutral, nombrada con un lenguaje
especializado (variables, indicadores, cuadros de doble entrada), donde toda referencia a
un sentir, a la presencia de un sujeto era dudosa y cuestionable. La investigación era antes
que nada un método, el hipotético deductivo. En ese esquema, investigar era pensar en
algo desde fuera y hacer “como si fuera una cosa”, para tornarlo observable y medible.
Todos los intentos de la investigación cualitativa se orientaron a la ruptura de este
paradigma. Sin embargo, la tensión no radica en oponer lo “cuanti” a lo “cuali”, sino en
optar por distintas maneras de relacionarse con el conocimiento; en un caso, la realidad
está fuera del sujeto y se la conoce si se cuenta con un método que garantiza la
consecución de la verdad única; en el otro caso, el conocimiento se construye con los
otros, con espacios de indeterminación, con elaboraciones que van emergiendo sobre la

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marcha, con objetivos que se desplazan y con un sujeto que es parte del proceso de
construcción del conocimiento. La investigación se transforma así en una experiencia de
vida.

La sistematización se inscribe en esta búsqueda por nuevas formas de hacer


investigación y de llevar la investigación a la vida. Al mismo tiempo, podríamos decir que
la sistematización, al comprometerse con este proceso de desocultamiento, está
volviendo al sentido original de la investigación como “buscar”, donde buscar es
preguntar, en mayor grado para transitar por la pregunta, para hacer de ella un paisaje
donde nos acostumbramos a habitar, que para obtener una respuesta. Propuestas como
“obtener información”, “conseguir datos”, dan cuenta de un investigador furtivo, a la caza
de noticias. En la sistematización, el investigador habita un territorio junto con el
investigado, para arribar a nuevas territorialidades. Sistematizar es estar “en la
sistematización”, ser parte de eso que se sistematiza.

La sistematización es una nueva relación con el pensar

La sistematización busca superar la lógica binaria, al estilo de a ó b, tal como


cuerpo- mente, desarrollo-subdesarrollo, aprendizaje-enseñanza, grado-multigrado. La
propuesta de la deconstrucción (Derrida, 2001) puede aclararnos este punto. Aún más,
adoptamos en el campo de la sistematización la idea de Derrida, quien se niega a decir
que la deconstrucción es un método. En este marco la sistematización se diferencia tanto
de la investigación tradicional como de la investigación participativa, buscando nuevas
relaciones entre lo universal y lo particular.

La sistematización es producción colectiva de conocimiento, es responsabilidad de


grupos o comunidades, en un proceso donde el sujeto está involucrado y el enfoque es
“con él “, como parte del proceso, en una actividad que es no solo colectiva sino también

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intersubjetiva (más de un narrador y más de una perspectiva narrativa) y donde el


conocimiento se crea desde dentro, uniendo de una manera "contrainductiva" lo
particular y lo general. Qué quiere decir esta categoría creada por Feyerabend? Que no
apelamos ni a la deducción ni a la inducción, sino que buscamos un “tercer camino”.
Consecuentemente, no se recurre al empleo de categorías generales que se imponen
desde fuera, que se “aplican” a la experiencia (como se hace en todos los razonamientos
deductivos), pero tampoco la sistematización se queda en lo particular, sino que se vuelve
a lo general de otra manera (Messina, 2004: 3).

En el mismo sentido, se busca un diálogo en la sistematización entre la teoría y la


experiencia; siguiendo a Foucault (1973), ni se anteponen las categorías teóricas a la
práctica ni la práctica a la teoría, sino que ambas se ubican en el mismo nivel. De este
modo, no se establece la oposición entre teoría y práctica, sino que se transita de una a
otra desde y en la experiencia. El punto de partida es siempre la experiencia del sujeto; no
se sistematiza un tema, no se identifican “variables” y se derivan preguntas, no se
“tematiza”, sino que ”lo que me pasa”, “lo que nos pasa”, la experiencia en toda su
dimensión dramática es lo que convoca a la sistematización (Berlanga, 2011b; Larrosa,
2007)). La experiencia densa como el punto de partida y el punto de llegada de la
sistematización. La sistematización como el camino para invertir los procesos de
vaciamiento de la experiencia, los cuales se relacionan con el horror institucionalizado- el
campo de concentración, el campo de refugiados, el tráfico de personas como las
situaciones ejemplares- o con la urgencia de la vida cotidiana, el ir de aquí para allá del día
a día que nos sumerge en la pura actividad irreflexiva (Larrosa, 2007). La sistematización
como una tarea que le restituye densidad a la vida social, que evita los lugares comunes,
las afirmaciones triviales, las certezas no fundadas sino declaradas desde un lugar de
autoridad.

En este marco, la sistematización no quiere decir hacer algo de manera


sistemática, valga la redundancia, metódica, en forma previsible, sujeta a una cierta
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estandarización. Tampoco la asumimos como una etapa inicial de la investigación,


durante la cual se organizan los primeros antecedentes. Por el contrario, la
sistematización da cuenta de un tipo de investigación, de una peculiar manera de buscar-
encontrar conocimiento, de construir a partir de deconstruir, de volver al equilibrio una
vez que se ha desequilibrado algo, o de crear un equilibrio para desequilibrarlo. Por su
origen, la educación popular, la sistematización pone en crisis la idea de que la
investigación es privativa de la academia. En este sentido, ubica en el mismo nivel a los
educadores y a los investigadores considerados “profesionales”. Formación docente
reflexiva, profesionalismo colectivo, profesionalidad y sistematización, son parte del
mismo campo de conocimiento.

Cabe destacar que sistematización educativa y la reflexión desde la práctica son


espacios muy cercanos, que se nutren mutuamente. En ambos casos, cuenta la
experiencia del sujeto, individual o colectivo. Al mismo tiempo, la sistematización es más
inclusiva que la reflexión desde la práctica, que se ha concentrado en la práctica de los
educadores, aunque también ha incursionado por otras profesiones. La sistematización
no sólo tiene un campo más amplio sino que se inscribe en la búsqueda de las
intersecciones entre las disciplinas, en los puentes, en la comprensión de la importancia
de los espacios transdisciplinarios, en permanente redefinición, en la caída de los
géneros. La sistematización acerca la pedagogía a la política y la literatura, haciendo de la
filosofía el espacio articulador. La sistematización a su vez presenta puntos de
convergencia con otras búsquedas disciplinares divergentes como la etnografía (Geertz,
Rockwell), la sociología clínica (Gaulejac, Lapassade, otros) la práctica narrativa (White y
Epson), y la pedagogía del sujeto, la experiencia y el acontecimiento (Berlanga, Larrosa,
Skliar, Melich), que ponen todas ellas al sujeto en el centro de la reflexión y la acción.

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Eludiendo la definición

En los tiempos actuales estamos más cerca del balbuceo que de las definiciones al
estilo de una enciclopedia o catálogo, que enumera, describe, clasifica y caracteriza. Ya
no es momento para definiciones que cierran espacios y establecen diferencias rotundas.
Antes bien, la definición se arma como la descripción densa de un campo, uniendo
distintas voces y experiencias. En este marco, se reafirma el halo de misterio que rodea a
la sistematización. Han pasado casi treinta años desde los primeros textos acerca de la
sistematización. Sin embargo, sigue siendo un tema sujeto a grandes debates. Como
destaca Torres (2000), la sistematización ha dejado de ser un tema de apoyo o una
“temática subsidiaria” de otras disciplinas, para convertirse en un espacio propio, que
convoca a instituciones y profesionales de la educación de adultos, la educación popular y
los proyectos sociales. En este sentido, podemos afirmar que la sistematización ha
alcanzado una cierta legitimidad en algunos espacios institucionales. Al mismo tiempo,
todavía hoy hablar de sistematización en los lugares más tradicionales, da origen a un
sentimiento de inseguridad acerca de eso que se quiere abordar y obliga a establecer
diferencias con otras disciplinas, siempre con la investigación.

Consecuentemente, no pretendo decir qué es la sistematización, dado que la


sistematización puede ser muchas cosas, sino plantear un enfoque acerca de ella. Prefiero
no ponerle un nombre a este enfoque, aun cuando nació cerca de las perspectivas
interpretativas para transitar hacia espacios deconstructivos. Lo propio de este enfoque
es ser un “no enfoque”, sujeto a su propia transformación. Recordemos que para Derrida
(2001), la deconstrucción es esquiva respecto de su propia definición, y aún más, la
deconstrucción no es un método. En este sentido, el enfoque que se presenta más que
enmarcarse como una posición fundada en criterios, se orienta a ser una manera de
aproximarse al otro, que se construye cada vez.

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En las últimas décadas, ha sido creciente la tendencia a la clasificación de las


cosas, las ideas, los grupos, las personas (países desarrollados, pobres, analfabetos,
poblaciones en riesgo); la sistematización no es ajena a este intento clasificatorio y
excluyente. Desde los teóricos de la sistematización, se ha hecho referencia una y otra
vez a los diferentes enfoques de sistematización, desde los más descriptivos, hasta los
dialécticos y los interpretativos. Poner nombre a las posiciones puede producir el efecto
contrario, dejarlos sin nombre propio y reducir algo específico a una posición ya
determinada de antemano. La opción de este artículo es simplemente presentar al lector
un enfoque, una manera de pensar y hacer la sistematización. La tarea del lector es
ubicarla, interpretarla y ver si esto abre caminos para la propia comprensión.

Interesa también explicitar desde dónde está escrito este texto. Desde un trabajo
continuo desde los setenta en investigación de experiencias educativas y sociales,
transitando de un campo a otro, del sistema educativo a la educación no formal, de los
derechos de las mujeres a los jóvenes o los adultos, de lo rural a lo urbano, de las
comunidades indígenas a las mestizas e inclasificables, pensando en otra manera de
hacer investigación, transitando la sistematización, coordinando talleres y escribiendo
sobre el tema. Escritos internos para acompañar talleres, documentos de trabajo no
publicados, retazos de experiencia. Palabras que se unen con otras, que hacen un
testimonio, construcción de una mirada desde la vida cotidiana. Otra forma de asumir la
profesionalidad en el campo de las ciencias sociales.

Una definición en movimiento

Hechas estas aclaraciones, me animo a definir la sistematización como una


modalidad o tipo de la investigación social y educativa, que como tal comparte con ella
ser una manera de buscar y crear conocimiento. Al mismo tiempo, la sistematización se
diferencia de la investigación social y educativa. Si bien no existe una oposición ni una
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jerarquía entre investigación y sistematización, la sistematización es una manera singular


de investigar, generada desde la educación popular en América Latina, y compartiendo
sus compromisos en torno de la transformación social. Un punto clave es que la
sistematización nace en los años ochenta, en un período de grandes movilizaciones
políticas. Y nace después de la investigación participativa, en parte como una continuidad
y como una réplica a ella. Veamos entonces cuál es la especificidad de la sistematización.
Sin duda, la sistematización marca un camino diferente respecto tanto de la investigación
tradicional como de la investigación participativa. El primer punto de ruptura es que
puede ser realizada por los propios educadores, acabando con el principio de que la
investigación sólo era competencia de los investigadores y los centros de investigación de
élite. Al mismo tiempo al decir que la sistematización parte de la propia práctica de los
educadores, estamos haciendo referencia a que hagamos hablar nuestra práctica, la
presentemos ante nosotros mismos y los demás, buscando en ella categorías para
comprenderla. Sin embargo, nuestro acercamiento a la práctica es teórico, es decir, nos
acercamos desde conocimientos previos (del sentido común o científicos). La práctica en
este sentido siempre está cargada de teoría. Consecuentemente producimos
conocimiento desde una práctica que ya es teórica y contiene teoría; la tarea es hacer
explícitos esos conocimientos.

Al mismo tiempo la sistematización da varios pasos más en el tiempo para dejar


de ser una tarea de los educadores y pasar a ser una tarea de “cualquiera”, parafraseando
a Ranciere, donde todo sujeto humano es reconocido como sujeto portador de saberes de
la experiencia que puede compartir y que nos permiten aprender y construir
conocimiento. En el mismo sentido, la sistematización busca referentes disciplinares
nuevos, desde la filosofía a la pedagogía del sujeto, sin limitarse al ideario de la educación
popular.

En este marco, la sistematización se interesa por nuevas relaciones entre lo


particular y lo universal: procesos de ida y vuelta entre lo particular y lo universal, donde
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lo universal no reduce lo particular a un caso, donde lo particular brilla y se desenvuelve


en toda su plenitud y donde los particulares se confrontan o comparan entre sí para crear
nuevas maneras de construir conocimiento "general". Consecuentemente, la
sistematización implica revelación, de lo que está oculto y está a la vista, explicitación del
saber que no sabemos que sabemos...y si está presente en nosotros y las cosas; y
“objetivación”, no objetividad, de los procesos que estamos interesados en sistematizar.
Cuando hablamos de explicitar o revelar, estamos conscientes de la fragilidad de las
palabras y que éstas pueden traicionarnos; eso que vamos a revelar no está detrás, ni
debajo ni más allá... ni latente, no hay nada que “sacar” ni recuperar, sino que está a la
vista y oculto al mismo tiempo por nuestra manera de mirar.

En este texto se suscribe un enfoque donde el sujeto que vive la experiencia es el


centro del proceso y del texto de sistematización, donde se busca confrontar múltiples
voces en un texto “polifónico” y donde se combina la descripción densa y la
interpretación, como las dos caras de un mismo proceso. En este sentido, nos alejamos
de aquellos enfoques que ven la sistematización como una descripción simple de algo o
como un relato a cargo de especialistas externos. La experiencia de la gente, de
“cualquiera” como ya se señaló, es el saber experto. En la vida está el saber experto.

Desde nuestra propuesta, aspiramos a sistematizar lo relevante, las situaciones o


escenas donde se condensan múltiples significados, no a dar cuenta de todo...Igual que
en las buenas novelas y en las grandes películas, en la sistematización se hacen saltos
narrativos; algunos autores hablan de presentar los “episodios críticos”, en el sentido de
ejemplares de algo. En este sentido no se sistematiza todo, no se escribe todo, pero si se
hace una descripción densa, o se presentan los múltiples aspectos o dimensiones que nos
parecen relevantes. Esto aleja a la sistematización de limitarse a “ordenar la
información”, aún más de los casos en que la información se ordena para dar cuenta a la
autoridad o para compartir con el público, omitiendo los problemas y enfatizando los

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logros o hablando más de lo que se debe hacer (de la norma, del programa tal cual fue
pensado) que de lo que sucedió y sus tensiones principales y secundarias.

Quiero destacar también que cuando hacemos sistematización la referencia es


una experiencia que está siendo o ha sido; las referencias al “deber ser” pueden ser parte
de la sistematización, si nos interesa ver cómo influyen ciertas ideas en nuestra
experiencia o cuáles son las aspiraciones y los proyectos que se hacen presentes, pero si
un texto se limita a enunciar como debe ser una práctica y no da cuenta de lo que se
hace...o lo que se ha hecho, no estamos en un proceso de sistematización.

Si la sistematización culmina en la narrativa son tan válidos los relatos que asumen
formas metafóricas como los relatos que recurren a formas más alejadas de lo literario.
Sin embargo, siempre la novela, el diario, la carta, la autobiografía, son referentes que
nos nutren. Reconstruir la experiencia requiere de la presencia y convergencia de
múltiples disciplinas y la literatura es una gran compañera. Igualmente, la sistematización
necesita de otras disciplinas y al mismo tiempo y sólo así se construye como un campo
específico.

Finalmente, la sistematización es para algo. Para transformar la experiencia, con


los mismos sujetos que han estado haciendo el proceso, para comprender mejor las
experiencias, para compartirlas con otros, para contribuir a la producción de un
conocimiento que se hace a partir de experiencias particulares y que al mismo tiempo es
capaz de mirarlas con una perspectiva más inclusiva.

La sistematización es un proceso que se hace en el tiempo. Consecuentemente la


conceptualización acerca de qué es la sistematización también está sujeta a la acción del
tiempo. Necesitamos caminar en torno de las experiencias de sistematización, leer
textos, pensarlos, discutirlos con otros, para ir construyendo cada uno un enfoque de
sistematización.

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Por todo lo anterior, se reafirma la opción por la ausencia en esta propuesta de


una manera o una prescripción acerca de cómo hacer la sistematización. Los autores que
presentan la sistematización como un procedimiento se acercan mucho a las etapas del
método hipotético deductivo, desde definir un propósito, definir en algunos casos
hipótesis, aun cuando sean “hipótesis de acción”, buscar pruebas o evidencias, analizar,
identificar ejes o dimensiones en la sistematización, confeccionar un informe. Por el
contrario en este enfoque cuentan los procesos: observar/mirar, escuchar, reflexionar,
interpretar, comprender, escribir.

La sistematización tiene lugar en la escritura

En nuestra propuesta, la escritura acompaña todo el proceso de la


sistematización; sin escritura no hay sistematización. Y los pasos van surgiendo en la
medida que escuchamos, preguntamos, pensamos y escribimos. Sistematizar aparece
como la síntesis entre los procesos arriba descritos, procesos en instituciones, en
organizaciones, en sujetos, todos ellos insertos y determinados por campos sociales,
campos de poder y campos de conocimiento.

En suma, la sistematización se realiza en la escritura. Parafraseando a Murakami


(2007), que afirma que no puede pensar si no escribe, no se puede sistematizar si no se
escribe. Esta escritura de la sistematización no es acerca de algo que está fuera del sujeto,
sino una escritura que lo obliga, que lo compromete, donde el sujeto se presenta y
desenvuelve su historia. La relación entre escritura y comprensión ha sido destacada
desde la filosofía y la literatura, desde Heidegger y Arendt, hasta escritores como
Murakami, Duras, Calvino, entre otros. Igualmente, se reivindica el lugar de la narración
en los procesos sistematizadores. Desde las notas al diario de campo, hasta arribar al
llamado “informe final”. En esta escritura, el sujeto se transforma.

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Es posible imaginar un triángulo creativo que potencia sinergias entre


sistematización, experiencia y escritura. Por esta figura de la narración transita el sujeto,
el que se anima a escribir, a exponerse, a poner en común su experiencia, a presentarse
ante otros.

Cómo empezar a escribir. Un ejercicio interesante es escribir para uno mismo, sin
querer parecerse a nadie, sin querer complacer a nadie; o escribir como si le estuviéramos
contando algo a alguien de nuestra confianza; escribir con una intención explícita de
desocultamiento, donde el cuidado del estilo y la redacción pasa a un segundo plano o se
da por añadidura; es algo así como una escritura libre y abierta a la crítica, un diario que
nos animamos a compartir (Messina, 2004: 5).

Escribir es siempre re-escribir, en un proceso interminable. Igual pasa con leer, que
lleva a releer y a descubrir lo que no habíamos visto en la lectura anterior. En este marco,
lectura y escritura se enlazan. Para sistematizar necesitamos ser lectores, parte de una
comunidad de lectores; también escritores y parte de una comunidad de escritores. Para
sistematizar /escribir necesitamos empezar, que es siempre un salto al vacío, una
novedad que como todo comenzar produce entusiasmo. Siguiendo a Calvino:

"Empezar (...) es el instante de la elección (...) Hasta el instante previo al momento


en que empezamos a escribir tenemos a nuestra disposición el mundo, lo que para cada
uno de nosotros constituye el mundo, una suma de datos, de experiencias, de valores, un
mundo en bloque (...) y lo que queremos es extraer de ese mundo un argumento, un
cuento, un sentimiento; o tal vez más exactamente, queremos llevar a cabo un acto que
nos permita situarnos en el mundo (…) El principio es siempre ese instante de
distanciamiento de la multiplicidad de los posibles; para el narrador, supone
desprenderse de la multiplicidad de historias posibles para aislar y hacer narrable aquella
historia que ha decidido contar (....) El principio es también la entrada en un mundo
completamente distinto: un mundo verbal. Fuera, antes del principio, existe, o se supone

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que existe, un mundo completamente distinto, el mundo no escrito, el mundo vivido o


vivible" (Calvino, 2002: 125-126).

Si nos decidimos a sistematizar, nos decidimos a escribir…con los otros, con uno
mismo, probando y transitando por distintos géneros, olvidando incluso la lógica de los
géneros. La sistematización deviene en un proceso de recuperación de saberes y de
identidades, en la escritura. A partir de esta comprensión del sentido de sistematizar, se
inicia un proceso de conversación, que a veces será más acotado, otras más complejo e
intersubjetivo. Desde el preguntarse por la sistematización- qué es esto de sistematizar-
estamos listos para iniciar el proceso.

Para finalizar, queremos reafirmar que la sistematización no se limita a seleccionar


metodologías, estrategias, técnicas, sino que hace todo eso desde la búsqueda de
sentidos, dejando lugar al sujeto de la experiencia, con un investigador o sistematizador
que se corre y le deja espacio para ser al otro. En este enfoque la sistematización transita
entre la denuncia social, la ciudadanía global, el conocimiento que se hace público y la
transformación de los sujetos y las organizaciones. La sistematización permite recuperar
experiencias que permanecían en el ámbito individual y hacerlas públicas. Se hace
presente la disposición a ponerme en el lugar del otro, sea cercano o desconocido, pero
igualmente hermanos por nuestra condición humana. Lo íntimo y lo público se vinculan
para nutrir nuevas formas de convivencia. La sistematización es narración emancipadora,
que consuma su función política.

Hablemos de validez

Afirmo que en la sistematización la validez de lo que se presenta tiene que ver con
resonancias, con “reverberancias” que como tales siguen un esquema imprevisible, con la

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posibilidad de que permita al lector evocar su propia historia, pensarse, aprender,


cambiar Berlanga (2011a), Maxwell (1992).

Sin embargo, considerando la cercanía de la sistematización con los estudios


cualitativos en educación, su validez se presenta también como un campo en disputa.
Quiero recuperar lo siguiente: la literatura sobre la investigación cualitativa ha seguido
dos caminos para definir la validez: a) hacer una extensión de los criterios empleados por
la investigación cuantitativa, buscando controlar o al menos minimizar factores como la
historia, la maduración, la selección, otros, todos factores mencionados por los diseños
experimentales; b) identificar criterios propios de la investigación cualitativa y crítica. En
el debate sobre la validez está flotando en el aire la idea de que se está comprobando que
se mide lo que quiere medir, presentando evidencias de una relación causal y descartando
factores que la invalidan. La validez y las pruebas en torno a la causalidad se encuentran
asociadas en las propuestas más tradicionales. En el caso de la investigación cualitativa,
los autores han transitado desde una definición de validez asociada con los métodos de
investigación versus los que se basan en los procesos. En el primer caso, se busca la
triangulación de testimonios y fuentes, el debate entre pares o la presencia de expertos
(Anderson y Kerr, 2010). En el segundo caso, se hace referencia a niveles de comprensión
por los que transita un texto, los cuales implican a su vez, grados de validez (Maxwell,
1992). Se menciona desde un nivel descriptivo a otro interpretativo, hasta arribar a un
nivel teórico, donde se dialoga con las teorías existentes y se incorporan categorías
teóricas y finalmente un nivel evaluativo/ético. Si bien la validez evaluada en términos de
niveles de comprensión del texto, resulta de mayor congruencia con el enfoque de
sistematización, que la validez con base en métodos de investigación, la validez por
resonancias sigue presentándose como la opción que hemos elegido.

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A modo de epílogo: un estilo inconcluso

El enfoque que acabamos de presentar se ha escrito como algo inconcluso, para


ser completado por el lector, que abre un lugar para lo imprevisible, que se sale de la
lógica de la vigilancia. Quiero compartir con el lector que cuando converso con alguien, en
un espacio de la sistematización que llamamos “entrevista”, en este momento con
jóvenes rurales trabajando en proyectos comunitarios y hablando de sus historias de vida,
algo pasa dentro de mí tan poderoso que lo minimizo al ponerlo en palabras. Por un lado,
una alegría infinita, una esperanza en el mañana, al escuchar a los jóvenes y observar
como salen adelante de tantas contingencias, por otro, un dolor ante la humanidad tan
avasallada. También la certeza de saber que estas historias van a ser de valor para los
lectores y que una red en constante multiplicación está disponible para compartir las
experiencias como antes la estuvo para encontrar a los jóvenes y a sus historias. En este
marco, la sistematización sigue siendo una propuesta lanzada al viento antes que una
prescripción. También una invitación a la escritura y al viaje por la sistematización.

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