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Debates contemporáneos en Trabajo Social

Profesora Susana Cazzaniga

Documento de trabajo
Facultad de Trabajo Social
UNER
Paraná, Entre Ríos
Año: 2012

1.- Transformaciones epocales y trabajo social


a.- Acerca del concepto de contemporaneidad:
Los términos “contemporaneidad/contemporáneo” participan de aquellos conceptos
escurridizos debido a la dificultad que encierran a la hora de dar cuenta de su
significado. Según la Real Academia Española contemporáneo es “Relativo al tiempo
o época actual; existente en el mismo tiempo”, por lo que en sí mismo encierra tanto la
acepción que lo define como un tiempo actual, "el ahora", como la que lo plantea como
coexistencia. Por otra parte, si bien su estructura (con y tempo) nos ubica en la idea de
“un tiempo compartido” por diferentes personas en determinado tiempo histórico, la
identificación de ese momento sigue manteniéndose en un terreno ambiguo, por
ejemplo ¿se trata del actual o de algún tiempo pasado? De allí que su uso nos exija
siempre delimitar épocas de referencia ya que aún tomando la decisión de pensar la
contemporaneidad como tiempo presente, la indeterminación y el carácter provisorio
de ese presente permanece. Dentro de las diferentes corrientes teóricas
epistemológicas del campo de la historia existe una forma de periodizarla en períodos
sucesivos donde a una última etapa se la denomina como “Historia Contemporánea”
que a decir de Ángel Soto Gamboa (2004) es una convención de origen francés que
identifica la historia de los dos últimos siglos y que toma como punto de partida la
Revolución Francesa de 1789. Entre las críticas que este autor realiza a la división
cronológica del tiempo histórico, expresa que en lo que refiere a la contemporaneidad
el final se mantiene siempre abierto ya que en realidad los tiempos contemporáneos
son los que estamos viviendo.
No obstante, esta ambigüedad nos posibilita incorporar –siempre que la tengamos
presente- el carácter dinámico de los procesos sociales ya que nos hace revisar
constantemente los “contenidos” de la contemporaneidad y lo contemporáneo,
impidiendo la “fijación” de la realidad.
b.- Acerca de los cambios de época:
El curso de la historia da cuenta de diferentes configuraciones sociales epocales, esto
significa que en determinado momento se producen transformaciones en las
dimensiones que constituyen lo social (dimensiones económicas, políticas, ideológicas
y culturales) que cambian las significaciones que otorgan cierta identidad a ese social,
dando lugar a otras significaciones. Con esta consideración no estamos haciendo
referencia a procesos evolutivos, donde las configuraciones anteriores estarían siendo
“superadas” en la idea de que se vuelven “caducas”, sino que entre unas y otras se da
un movimiento contradictorio y por ello mismo dialéctico, de continuidades y rupturas.
De este modo no existe lo “viejo” (o antiguo) y lo “nuevo” (o moderno), como etapas
de un desarrollo lineal, sino que en cada configuración epocal, algo de lo viejo se
mantiene en eso que aparece, a simple vista, como nuevo, pero en este caso con
características particulares, pero también emergen aspectos inéditos, constituyéndose
éstos en acontecimientos que producen rupturas. Esta “irrupción” tampoco se da de un
día para el otro, surge a partir de diferentes acontecimientos que son difíciles de datar
o aislar, pero que van socavando las bases sobre las que se fue edificando una
configuración anterior. Por otra parte, estas transformaciones, estos cambios de
época, van siendo comprendidos como tales, interpretados y nombrados por lo general
con posterioridad a su producción, casi cuando ya están instalados, y esto no sólo
pasa con los ciudadanos de a pié (los legos) sino también en el campo teórico. Es
más, en muchas oportunidades aquellos que van alertando acerca de ciertos cambios
son marginales a los circuitos de producción más hegemónicos en el ámbito de lo
teórico o son calificados como “locos” cuando algunos rompen con el sentido común
instituido.
Con relación a las transformaciones epocales y las configuraciones sociales
contemporáneas, podemos dar cuenta de las mutaciones de las dimensiones
económicas, ideológicas, culturales y políticas durante las últimas décadas. Ahora
bien: ¿Qué rupturas podemos señalar en este momento histórico y cuáles serían las
continuidades?
Podemos constatar la ruptura de la sociedad industrial que se constituyó
particularmente luego de la crisis del 29/30: el modelo fordista basado en la
producción en serie por una parte y por otra la reactivación de la economía desde el
consumo de los propios trabajadores, y en virtud de ello la necesidad de salarios
acordes. El acento se pone en la producción, en el pleno empleo (propuesta
keynesiana), la protección social y la intervención directa del estado tanto en la
economía como en esos dispositivos de protección social (estado de bienestar). Se
produce desde mediados de los 70 un proceso de transnacionalización del capital,
con énfasis en la especulación, y un modelo productivo que rompe con la “fábrica
organizada desde el taylorismo”, hacia un estilo de producción toyotista, donde ya no
vale la concentración en un lugar, sino que se produce por “partes” y esas mismas
partes en diferentes países, buscando el rendimiento en términos de productividad.
Los “dueños” de los capitales se difuminan en sociedades (trust) que incorporan
diferentes ramas y participaciones en servicios. Además la incorporación de tecnología
de punta desplaza a la mano de obra, la liberación de las economías nacionales
(algunas, ya que algunos países siguen siendo proteccionistas, entre ellos EEUU), la
desindustrialización, produce desocupación. Bajo el fundamento de los costos de la
mano de obra (esto es los derechos ganados por los trabajadores) se logra la
flexibilización laboral, el retiro del Estado de las áreas en las que intervenía
(fundamentalmente en lo que hace a las políticas sociales universales). Un cambio
sustantivo se produce en las funciones del estado, de la mano de las políticas
neoliberales, tanto como el lugar que se le otorga a la sociedad civil.
Por otra parte, lo que se ha dado en llamar la “caída de los socialismos reales” esto es
la disolución de la Unión Soviética y el emblemático derrumbe del muro de Berlín, deja
como saldo la hegemonía estadounidense, que impone a los países del tercer mundo
las recetas antes enunciadas con el Consenso de Washington, que de consenso tiene
poco, vale decir también.
Estos trastocamientos que se producen en el orden más material si queremos darle un
nombre tiene efectos simbólicos: en la ideología, la política y la cultura.1 Así vemos
como se fue imponiendo la impugnación a los grandes relatos (fundamentalmente a la
teoría marxista y la cuestión de la ética), el intento de decretar el fin de la historia así
como la idea de la existencia de un pensamiento único. Por otra parte, la lógica
neoliberal reconvierte al “ciudadano” y al “trabajador” en sujeto “consumidor”,
produciendo entre otras cosas, una fuerte fragmentación social. Diversas disciplinas
del campo social comienzan a designar este tiempo como “pos industrial”, y desde la
filosofía se habla de lo “pos moderno” y de la ética indolora.
Lo significativo es que estas últimas transformaciones se dan en los momentos en que
la democracia (en particular en nuestros países latinoamericanos) se ha mantenido
como nunca antes durante el siglo XX. En efecto, Latinoamérica vive una experiencia
inédita ya que una gran parte de estos países ha experimentado un giro interesante
que algunos politólogos denominan “giro a la izquierda”, y sin intención de ingresar a
un debate profundo en relación a esta consideración, es bien visible el tránsito de esta

1
Debemos decir, en torno a las nociones de material y simbólica, que ellas no están consideradas acá separadas,
incluso más, sostenemos que lo simbólico no es mero reflejo de lo material en tanto que lo simbólico tiene eficacia
material, hace cuerpo en los sujetos, sus formas de vivir y de pensar.
última década en la que emergen propuestas que intentan revertir aquella lógica
neoliberal poniendo nuevamente al estado como protagonista de las decisiones
políticas que atañen a las mayorías (los estados pluriétnicos de Bolivia y Ecuador
como ejemplos paradigmáticos). En la región aparecen ciertas rupturas que han dado
lugar a la emergencia de ciertas problematizaciones imposibles en otros tiempos: la
visibilización de los derechos humanos como causa universal, la incorporación en la
agenda pública del tema ambiental, por ejemplo, las legislaciones que protegen a la
mujer, niños, ancianos y otros sectores históricamente discriminados, re estatizaciones
de ciertas prestaciones de la seguridad social, entre otras.
Sin poner en dudas estas “rupturas” también es posible reconocer las continuidades: el
sistema capitalista, la explotación, la depredación de los recursos naturales de
nuestros países y la concentración de la riqueza genera desigualdades sociales
semejantes a las del siglo XIX.
Con esta apretada síntesis, sobre la que podemos profundizar y ampliar en la
numerosa bibliografía que al respecto se tiene acceso, queremos sólo puntuar los
rasgos que ponen un clima de época en clave de contemporaneidad. Por otra parte, es
importante resaltar que atender a estas transformaciones nos exige la capacidad de
comprensión de las mismas, en sus aspectos contradictorios, sus dialécticas
constitutivas y en ellas las posibilidades de transformación. Volviendo a lo expresado
en párrafos anteriores entender qué de lo viejo se juega en lo nuevo, que
interpenetraciones encontramos y como las denominamos, para no caer tampoco en
falsas ilusiones ni en posiciones apocalípticas.

c.- “Trabajo social contemporáneo o debates contemporáneos en trabajo social”


En la literatura disciplinar de los últimos años aparece en forma indistinta la noción de
trabajo social contemporáneo y debates contemporáneos en trabajo social, cuestión
sobre la que nos interesa realizar alguna precisión. En primer lugar la adjetivación
“contemporáneo” nos retrotrae a la ambigüedad de ese término tal como lo hemos
visto al inicio y de este modo, por ejemplo, el trabajo social de la época en la que la
lógica desarrollista imperaba, era contemporáneo de esa época; en segundo lugar si
sostenemos que trabajo social como práctica social reproduce desde su particularidad
los momentos históricos, obviamente la intervención profesional adquirirá
características distintivas y aunque la identidad se construye y reconstruye, nos
mantenemos como “trabajo social”. Sin impugnar esta forma de nombrar creemos que
agregarle este adjetivo puede convertirse en una redundancia o lo que es peor pensar
que se trata de un trabajo social “nuevo”, y tal como expresáramos antes respectos de
los momentos históricos: no se trata de algo nuevo que supera un trabajo social
perimido; dicho de otra manera en este trabajo social “contemporáneo” vamos a
encontrar lo “viejo” y lo “nuevo”, las continuidades y las rupturas, pero en un escenario
que ofrece otras complejidades y que por lo tanto plantean exigencias significativas.
De allí que creemos más pertinente hablar de los “debates contemporáneos en trabajo
social”, un trabajo social que al desplegarse en las configuraciones de lo social que
terminamos de describir recibe demandas y desafíos que también encierran lo nuevo,
lo viejo y lo inédito; un trabajo social que con diferencias o coincidencias construimos
los que ejercemos el oficio, los que nos dedicamos a la formación, los que
investigamos, los que escribimos, en síntesis todos los que desde ese lugar “trabajo
social” compartimos esta época. En este sentido los profesionales que fuimos
convocados a participar desde ciertos saberes a las respuestas que el estado asume
como propias para contrarrestar las manifestaciones de la cuestión social nos vemos
afectados particularmente, en tanto es justamente ese lugar del estado en estos
escenarios contemporáneos el que entra en crisis y de allí consecuentemente la crisis
de las bases que constituyeron fuertemente a la práctica de por ejemplo, los
trabajadores sociales, en la sociedad salarial. De este modo la interpelación de esta
realidad nos introduce en “debates” entre los que seguramente encontramos
continuidades y rupturas de los debates realizados en nuestra la trayectoria disciplinar.

2.- Debates actuales:


Para centrar nuestro análisis en los debates contemporáneos en el campo del Trabajo
Social se hace conveniente realizar algunas aclaraciones conceptuales para situar
teóricamente este mismo análisis.

a.- Debates:
Iniciaremos el tema planteando cierta problematización sobre el término “debate”. Por
lo general se tiende a entender a debate como la interlocución en un “cara a cara” y
esto tiene su sustento: un debate se constituye en una conversación entre posturas,
en un espacio de intercambio donde lo “vivo y en directo” –palabras, cuerpos y
presencias- constituyen pilares significativos. Pero los debates se entablan también
desde otras condiciones, así al referimos a los debates en la disciplina la noción, si
bien mantiene la idea de interlocución, adquiere otro contenido. En este caso estamos
aludiendo a un conjunto de temas que se tornan problemáticas teóricas que despiertan
la atención y que desatan análisis, reflexiones e investigaciones por parte de los
profesionales en tanto nos sentimos interpelados por ellas, convirtiéndose en esos
“nudos fuertes” sobre los cuales no siempre existen coincidencias argumentativas,
más aún en casos se presentan como disputas por sus sentidos, en los que juegan
diferencias epistemológicas, teóricas y en forma particular, las ideológicas y
obviamente políticas. Debates que se expresan en los textos que escribimos, en los
posicionamientos que asumimos y son contestados en diferentes producciones, en las
propias líneas de investigación, en las prácticas de intervención, continuando los
diálogos. De esta manera, los debates si bien incorporan el “cara a cara en vivo y en
directo”, a la vez los exceden dirimiéndose en ellos la trayectoria que va adquiriendo
una configuración disciplinar. Para Cavalleri y López “al pensar en el debate
profesional es preciso tener en cuenta que él mismo manifiesta tendencias y
fundamentos teóricos que se ponen en juego en un determinado cuadro socio-histórico
(Parra: 2009: 20).
Por otra parte, para poder identificar los debates necesitamos de referencias empíricas
en las cuales los mismos toman cuerpo, las mismas son las producciones escritas
(libros, revistas), los temas convocantes de los eventos profesionales, los documentos
institucionales, los planes de estudio, los informes finales de las investigaciones, las
tesis de grado y pos grado. Estos materiales, entre otros, son los que más nos acercan
a tomar contacto con los mismos.

b.- Debates y contexto de producción:


Toda producción disciplinar debe ser entendida como histórica social. Esto significa
que las producciones (desde las cuales son posibles identificar los debates) merecen
un esfuerzo de comprensión en relación al contexto en el que surgen: momento
histórico (configuraciones de lo social), situación del campo disciplinar (cierre o
apertura, consolidaciones, entre otras cuestiones), hegemonías y posibles
construcciones contra hegemónicas de las corrientes de pensamiento, características
de las instituciones en las que se inserta la disciplina (tanto académicas como del
ejercicio profesional y las gremiales). La relación entre estos aspectos nos
proporcionan los elementos para la comprensión de las condiciones de producción, en
ese caso, de los debates en trabajo social. En otras palabras, un contexto de
producción da cuenta de los condicionamientos materiales y simbólicos de un espacio
tiempo y de los instrumentos disponibles en ellos.
Momento histórico: no es lo mismo la apertura democrática en nuestro país, que la
década del 90 o las circunstancias que se abren luego de diciembre de 2001, por
ejemplo, y la situación latinoamericana e internacional que se atraviesa durante estos
períodos. Cuestiones políticas, ideológicas, culturales y económicas van a ofrecer
condiciones que implicarán las producciones específicas, actuando aquellas como
posibilitadoras, obstaculizadoras o mejor en forma contradictoria.
Situación del campo disciplinar: no por fuera del momento histórico, pero si
reproduciendo en forma particular las condiciones antes aludidas, presenta a la vez
sus propias tradiciones y culturas que configurarán expresiones heterogéneas al
interior del campo.
Corrientes de pensamiento: la hegemonía de una corriente de pensamiento atraviesa
e impregna el surgimiento de los debates, así como las brechas que permiten la
construcción de contra hegemonía.
Instituciones: si bien las mismas están ligadas a las configuraciones sociales, de
cualquier manera sus estructuras de funcionamiento, características y trayectorias van
a condicionar los debates, impulsándolos o censurándolos.
En síntesis recuperar los debates y dar cuenta de los mismos como trayectoria
disciplinar, supone ubicarlos en una trama mayor, lo que permite comprenderlos en su
complejidad, y en particular su carácter histórico social, como planteáramos al
principio.
Estos aspectos son válidos para la cuestión de la circulación de los debates en tanto y
tal como los conceptualizáramos, para convertirse en tales debe adquirir visibilidad
para lograr interlocuciones. En este sentido los debates se dan fundamentalmente en
los espacios públicos por lo que es evidente que de acuerdo a la relación de fuerzas
de las perspectivas respecto de la profesión en un momento histórico determinado,
habrá más posibilidades de hacer públicos ciertos debates que otros. Por otra parte un
punto importante para imponer los debates y obviamente hacerlos circular lo
constituyen las publicaciones. Nuevamente aquí aparecen las condiciones más
estructurales y particularmente el problema económico: publicar en la mayoría de las
editoriales importantes tiene un costo muy elevado, además como la mayoría de las
mismas se conducen con la lógica del mercado, se publica si resulta rentable: tema,
nombre de los autores, etc. En casos los autores no deben abonar, aunque tampoco
reciben porcentajes de las ventas. Respecto de las revistas en razón que una gran
cantidad son editadas por universidades, el problema presupuestario también incide
aquí. Una línea interesante se encuentra en las publicaciones on line, aunque aparece
el tema de la profusa producción, en muchos casos dispersas, sin hilos conductores.

3.- Periodización y tematización de debates:


a.- Un acercamiento al escenario contemporáneo de los debates disciplinarios
en Argentina
Realizaremos, a modo de introducción a los debates una periodización que hemos
construido a partir de acontecimientos significativos de la vida social de nuestro país:
Apertura democrática
Década del 90
Del 2002 en adelante
En casi tres décadas se fueron dando acontecimientos inéditos que por supuesto
tienen sus raíces en la alteración sustantiva producida durante la dictadura militar,
pero que adquieren significación en tanto se producen durante el estado de derecho:
durante la democracia. Sin intención de profundizar podemos decir que la vuelta al
estado de derecho, con todo lo que ello significa en términos políticos, no cumplió con
las consignas que el primer presidente de este período el Dr. Alfonsín repetía en su
campaña electoral: “con la democracia se come, se educa, se cura…”. Rápidamente la
reconfiguración del poder económico dominante en un momento de reacomodaciones
del orden mundial produjo inestabilidades económicas y políticas. Luego llega el
alineamiento del país con los parámetros impuestos por el Consenso de Washington y
con él la imposición de las políticas neoliberales/neoconservadores. En los últimos
años pareciera que Latinoamérica intenta un giro respecto a la década del 90, con las
diferencias entre los países que está en curso y por lo tanto sujeto a expectativas, con
procesos también sinuosos que marcan a la intervención profesional y lógicamente al
campo disciplinar. Como grandes hitos podemos marcar el acompasamiento de la
trayectoria disciplinar con los vaivenes del proceso social: la apertura democrática
produce en trabajo social la posibilidad de su “refundación” de las condiciones en que
la destrucción sufrida durante la dictadura militar lo había dejado; la avanzada del
neoliberalismo reconfigura la intervención y las propias condiciones laborales a partir
de las transformaciones del estado y las políticas sociales; los últimos años con sus
continuidades y rupturas desafía nuevamente a la profesión con finales abiertos.

b.- Tematización
Podemos tematizar los debates en estos agitados años en los siguientes, una
tematización que intenta ser aproximada:

Debates (1983 – 2012)


Formación profesional:
Espacios de formación: universitaria/terciaria
Reformas curriculares (fines de la década de 1980; fines de 1990; en la actualidad)
Espacios de prácticas pre profesionales
Asignaturas “troncales” (nombre, contenidos)
Producción de conocimientos: Sistematización/ Investigación
Prácticas preponderantes: intervención/investigación
Pos grado – proyectos y programas de investigación
Acreditaciones: FOMEC, CONEAU, Sistema de incentivos
Intervención profesional
Estado de bienestar – Reforma del estado (descentralización, delegación,
privatización)
Políticas sociales: universalismo – focalización/ Programas sociales
Metodología/Estrategias de intervención/Lo instrumental
Espacios de inserción: público estatal, público societal, privado
Problemáticas sociales (Violencia: hacia la mujer, doméstica; Niños, adolescentes y
jóvenes: trabajo, situación de calle, trata, derechos; HIV SIDA; Movimientos sociales;
Género)
Sujetos (de la acción profesional – sujetos profesionales)
Subjetividad
Campo disciplinar/profesional
Especificidad
Historia
Profesión/Disciplina
Diferentes perspectivas dentro del campo
Incumbencias/Condiciones laborales/Organizaciones profesionales
Bibliografía
Lera, Carmen (2010) “Trabajo Social Contemporáneo” Ficha de Cátedra Trabajo
Social Contemporáneo, Carrera Licenciatura en Trabajo Social Facultad de Trabajo
Social. UNER, Paraná.
Parra, Gustavo y otras (2009) El debate contemporáneo en el trabajo social argentino.
Buenos Aires. Ediciones Cooperativas
Soto Gamboa, Angel (2004) “Historia del presente: estado de la cuestión y
conceptualización” Revista HAOL, N°3.

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