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Originalmente El Nuevo
Testamento? (Dr. Eli Lizorkin-
eyzenberg)
Déjeme explicarle.
Cuando por fin se examinaron los Rollos del Mar Muerto, resultó que la
biblioteca inter-judía de Qumrán tuvo tres familias diferentes de las
tradiciones bíblicas-una que estaba estrechamente emparejada el texto
masorético, otra estrechamente emparejada con la Septuaginta y una que
parecía estar conectada a la Torá samaritana.
Entre otras cosas, esto , por supuesto, muestra que la Septuaginta citada
por el Nuevo Testamento, libremente se basó en un texto hebreo que era
por lo menos tan antiguo como el texto Masorético, si no más .
¿Qué es judaico-griego?
Bien… El judaico-griego, como las lenguas conocidas judaica-germánicas
(yiddish), judaica-españolas (latin) y las menos comunes como judaica-
persas, judaica-árabes, judaica-italianas y judaica-georgianas, son
simplemente una manera de griego utilizado por los judíos para
comunicarse. Esta lengua mantiene muchas palabras, frases, estructuras
gramaticales y padrones de pensamiento característicos de la lengua
hebrea.
El principal argumento hecho por los cristianos que creían que partes del
Nuevo Testamento fueron escritas originalmente en hebreo, es que el
Nuevo Testamento está lleno de hebraísmos. (El judaísmo es una
característica del hebreo que ocurren en otro idioma).
Ahora… hay que recordar que la versión griega de la Biblia hebrea fue
traducida al griego por los principales eruditos judíos de la época. La
leyenda cuenta que 70 indivduos sabios, Judíos, hicieron traducciones
distintas de la Biblia hebrea y cuando terminaron, todos combinaron
perfectamente. Como he dicho “es una leyenda”. El número 70 simboliza
probablemente las 70 naciones del mundo en el judaísmo antiguo. Esta
traducción no estaba destinada únicamente para los judíos de habla griega,
sino también para los no- judíos, para que ellos también pudieran haber
tenido acceso a la Biblia hebrea. Usted puede imaginar cómo las palabras
hebreas, frases y padrones de pensamiento están presentes en todas las
páginas de la Septuaginta. (Haga clic aquí para ver la versión más antigua
de la LXX).
Entonces, además de los autores del Nuevo Testamento pensando
judaícamente y hebraícamente, también tenemos la principal fuente de sus
citas del Antiguo Testamento que vienen de otro documento de autoría
judía de la Septuaginta. Por lo tanto, es sorprendente que el Nuevo
Testamento esté lleno de formas hebreas expresadas en griego.
Entre otras cosas, eso muestra claramente que la Septuaginta citada por el
Nuevo Testamento tiene un gran valor, ya que se basaba en un texto
hebreo que era por lo menos tan antiguo como los aspectos básicos del
texto hebreo de lo que se convertiría algún día – en el Texto Masorético.
Como ya he dicho, creo que todo el Nuevo Testamento fue escrito em koiné
judaico-griego. Por favor, permítame dirigirme a un punto muy importante.
En varios lugares en los escritos de los Padres de la Iglesia, se habla de un
Evangelio en hebreo.
Todo este debate se complica por el hecho de que los Evangelios son
anónimos y no contienen referencias claras a un autor en particular
(aunque algunos fueron atestiguados antes de tiempo). El Evangelio de
Mateo no es la excepción. No sabemos si Mateo (discípulo de Jesús
mencionado en los Evangelios) fue de hecho el autor del Evangelio que
llamamos “El Evangelio según Mateo”.
Por otra parte, la fraseología, ” interpretó como pudo, cada uno ellos”,
utilizada por Papías de Hierápolis es mucho menos que inspirador. No se
puede dejar con la sensación de que el majestuoso evangelio de Mateo,
que presenta textos claves, como el Sermón de la Montaña y la Gran
Comisión en verdad estaban siendo considerados. Es posible que Papías
estaba refiriéndose a algo menos grande. Es decir, que él había oído que
Mateo había recogido frases de Jesús en hebreo, uniéndolas lo mejor que
pudo. No hay ninguna razón para negar que existió tal documento, pero no
es una razón muy fuerte para identificarlo con el Evangelio de Mateo.
Esta es la posibilidad más simple y más exacta. Este punto de vista explica
fácilmente la cantidad de patrones hebraicos subyacentes de pensamiento,
razonamiento, gramática y vocabulario que hacen del Nuevo Testamento
una colección completamente judía.
El Nuevo Testamento, sin embargo, fue escrito en griego. Esto parece extraño,
ya que la mayoría infiere que debería ser hebreo o arameo. ¿Por que griego?
Porque con el griego sucedió algo muy parecido a lo que sucede hoy con el
idioma inglés. El inglés es tan frecuente hoy no porque sea simple o más fácil
de dominar que otros idiomas sino sobre todo debido al Imperio británico.
Juan Chapa Prado, doctor en Teología (UN) y en Letras Clásicas (Universidad
de Oxford)
_______________________
Todos los libros del Nuevo Testamento fueron escritos en lengua griega, que
era el idioma común de los países cercanos al Mediterráneo en el mundo
antiguo, desde los tiempos de Alejandro Magno (siglos IV-III a.C.). Según
Papías de Hierápolis existió únicamente una redacción original aramea o
hebrea de parte del Evangelio de San Mateo, que no ha llegado hasta nosotros.
Algunos piensan que Papías se está refiriendo a la fuente Q, un hipotético texto
del que se sirvieron algunos evangelistas. En cualquier caso los evangelios
fueron redactados en griego sobre papiro, el material en el que se escribían los
libros en la antigüedad. Los ejemplares originales de los libros del Nuevo
Testamento se perdieron relativamente pronto a causa de la corta duración de
este soporte, que se deteriora con el uso y la humedad. Sabemos que los
originales ya no existían hacia la mitad del siglo II. No se emplearon, por
ejemplo, en la polémica con el gnóstico Marción sobre cuáles eran los textos
auténticos, lo cual indica que habían desaparecido.
Además, el texto original se contrasta con las citas del Nuevo Testamento en
escritores eclesiásticos. Son como testigos indirectos del texto, de gran valor
cuando corroboran el testimonio directo de los manuscritos griegos. Para más
detalles puede consultarse por ejemplo J. O’Callaghan, Los primeros
testimonios del Nuevo Testamento. Papirología neotestamentaria (1995), J.
Trebolle, La Biblia judía y la Biblia cristiana. Introducción a la historia de la
Biblia (1993).
Todo ello confirma que, si bien no hay un manuscrito que sea exacto a otro,
las copias que tenemos son sustancialmente fieles a los originales. La crítica
textual lo muestra. También demuestra que los intentos de correcciones de
manuscritos por escribas celosos que querían corregir el ejemplar que
copiaban por pensar que contenía error o porque admitía una lectura variante
que se estimaba más correcta son de tendencia conservadora. No hay ninguna
prueba de que esas correcciones de los escribas, que se hicieron en el siglo II y
comienzos del III, fueran realizadas de manera sistemática, como un programa
diseñado para dar a esos textos un contenido doctrinal preciso, sino que
obedecen al celo personal del escriba. El propio Ehrman, un conocido crítico
textual, que ha adoptado también una posición revisionista a favor de una
supuesta conspiración doctrinal, lo apoya al afirmar que las tendencias de los
escribas estaban destinadas a conservar la fe recibida y no doctrinas nuevas.
Desde el punto de vista textual tampoco existe dato alguno que apunte a que
hubo al menos “ochenta evangelios” (sic El código da Vinci) en los que se
relataba la vida de Cristo como un “hombre mortal”, ni que Constantino
supuestamente destruyera esos otros evangelios y embelleciera los cuatro
canónicos para que Cristo apareciera más divino. La falta de reconocimiento
por parte de las autoridades cristianas de unos textos no es lo mismo que
represión o destrucción. Los evangelios canónicos fueron escritos antes de
finales del siglo I (quizá el evangelio de Juan unos pocos años después del año
100). Los evangelios no canónicos, de los que sólo tenemos noticia de veinte y
no de ochenta, fueron escritos entre los siglos II y IV, es decir, con
posterioridad a los cuatro evangelios. Afirmaciones basadas en el silencio de
los testimonios, esto es, en lo que no dicen los textos o los restos
arqueológicos, no son de recibo entre los científicos. Según este criterio
podríamos afirmar que en los primeros siglos todos los cristianos llevaban el
mismo tipo de sandalia, que todos ellos comían con un sombrero puesto, que
se saludaban con la mano en alto... y así hasta que la imaginación se agote.
No hay documento que lo niegue pero tampoco hay documento que lo pruebe.
Sin embargo, un investigador serio, a la vista de los datos que tenemos, jamás
se atrevería a defender semejantes afirmaciones, porque simplemente
carecemos de testimonios que apunten en esa dirección.
Ortodoxia y heterodoxia
El uso, importancia y autoridad de los libros hace que unos se vayan relegando
al olvido y otros se mantengan. En cambio hay datos sólidos que permiten
afirmar que los cristianos de los primeros siglos tenían una conciencia clara de
qué evangelios contenían la verdad de Jesús y sobre Jesús, y por tanto cuáles
eran los evangelios y los otros libros autoritativos, es decir, cuáles formaban
parte del canon y cuáles no. Lo que se adecuaba a la fe y lo que iba contra ella
se determinaba por la tradición apostólica. Por eso unos se copiaban (no era
barato hacer copia de un libro) y se trasmitían, y otros no.
Los mismos textos del Nuevo Testamento muestran que, junto a la diversidad
de tendencias dentro de la Iglesia, hay una norma autoritativa. No es verdad
que “todos podían opinar de la manera que querían”. Las primeras confesiones
de fe lo atestiguan y lo confirma la conciencia de unas Escrituras junto al
Antiguo Testamento. Estudios sobre el canon del Nuevo Testamento H.
Riesenfeld, Unité et diversité dans le Nouveau Testament (1979); J.D.G. Dunn
The Unity and Diversity of the New Testament (1977) muestran que nunca la
diversidad teológica fue la norma. Al contrario, lo que la Iglesia primitiva
defendía era la unidad frente a la diversidad. Basta con citar a Efesios 4,4-6:
“Un solo Cuerpo y un solo Espíritu, como habéis sido llamados a una sola
esperanza: la de vuestra vocación. Un solo Señor, una sola fe, un solo
bautismo, un solo Dios y Padre de todos: el que está sobre todos, por todos y
en todos”.
Los Padres de la Iglesia (Ireneo, siglo II, Tertuliano, siglo II-III; Orígenes, siglo
III, etc.) son conscientes de que existe una “regla de fe” que se remonta a los
apóstoles, cuya expresión sintética se recoge en los símbolos, y se trasmite
por tradición oral junto con unos escritos que también se remontan a los
apóstoles y sus colaboradores, que corroboran y sustentan el contenido de esa
regla de fe. No es verdad que los concilios de los siglos IV y V inventaron o
definieron lo que era herético.
Los cuatro evangelios circulaban ya juntos a finales del siglo II (M. Hengel,
One Gospel of Jesus Christ (2000), y las cartas de Pablo formaban también
una colección ya entonces (H. Gamble, in Books and Readers in the Early
Church (1995). Ireneo y antes Justino tenían conciencia de lo que era
normativo para la Iglesia y lo que no lo era. San Justino da testimonio de cómo
en la liturgia se leían los recuerdos de los apóstoles e Ireneo habla del único
evangelio cuadriforme.
Ireneo, sobre todo en su Adversus haereses y Tertuliano en su De
praescriptione haereticorum fueron los principales defensores de la fe recibida
por tradición apostólica contra las nuevas corrientes de interpretación del
cristianismo que desvirtuaban esa tradición. El canon de Muratori
(probablemente de finales del siglo II) se refiere también a cómo había una
preocupación por defender la fe tradicional: “Se dice que existe otra carta en
nombre de Pablo a los Laodicenses, y otra a los Alejandrinos, [ambos]
falsificadas según la herejía de Marción, y muchas otras cosas que no pueden
ser recibidas en la iglesia católica, ya que no es apropiado que el veneno se
mezcle con la miel”. Es por tanto falso afirmar que los concilios del siglo IV y V
inventaron o definieron por vez primera lo que era la “herejía”. Sostener que
no había un núcleo doctrinal, una regla de fe, en el siglo primero va contra los
mismos textos del Nuevo Testamento en los que hay continuas referencias a la
distinción entre la fe verdadera y el error (en las cartas de San Pablo y en las
de Juan de forma evidente). La “ortodoxia” estaba en el origen mismo de la
tradición. La segunda carta de Pedro se refiere también a las escrituras como
norma de autoridad. En ellas se incluye el Antiguo Testamento. Marción, en
cambio, lo rechazó y los gnósticos o lo rechazaron o lo reinterpretaron en
forma radicalmente distinta a como los hicieron los católicos y los judíos.
¿Cómo se estableció qué libros eran ortodoxos y cuáles no? Para los cristianos
de la primera hora no existía el Antiguo Testamento como tal, ya que tampoco
tenían el Nuevo. Los cristianos de las primitivas comunidades no tenían otras
Escrituras que las Escrituras de los judíos. En ellas se encontraba la Palabra de
Dios, en ellas se contenía la norma de fe y de comportamiento. Sin embargo,
tras la muerte y resurrección de Cristo se dio una radical novedad a la hora de
comprenderlas. Los discípulos del Nazareno entendieron que en Jesús se había
cumplido todo lo que esas Escrituras anunciaban. De ahí que, junto a la
autoridad de la Palabra de Dios contenida en los libros que se veneraban como
sagrados, mantuvieran con mayor autoridad aún las palabras de Jesús.
Con la ayuda del testimonio de los textos sagrados, los testigos del Resucitado
primero anunciaron oralmente la buena nueva de Jesús y sobre Jesús. Pero
pronto, a medida que creció el número de los creyentes y aumentaron las
necesidades de predicación y catequesis, fueron apareciendo textos que
sirvieron como complemento. Posteriormente, a lo largo de la segunda mitad
del siglo I, conscientes de que los primeros testigos iban a desaparecer, fueron
redactándose, a partir de materiales previos, numerosos escritos que
reflejaban la vida y la enseñanza de Jesús. De este modo se fue fijando por
escrito la tradición oral. Al mismo tiempo, las diversas comunidades fueron
conservando otros textos que habían sido escritos sobre todo en forma de
cartas para sostener la fe de los cristianos, dar pautas de comportamiento,
exhortar ante las dificultades, etc. Estos escritos eran copiados e
intercambiados (cf. Col 4,6) y se veneraban y conservaban con especial
cuidado por venir de los Apóstoles o de sus más cercanos colaboradores. Con
todo, todavía no tenían la misma autoridad que las Escrituras Sagradas.
Como fueron apareciendo bastantes libros que se remitían a los apóstoles,
aunque en realidad mantenían opiniones de sus autores, se sintió la necesidad
de hacer una selección sobre cuáles respondían a una tradición auténtica y
cuáles no. Se inicia un proceso que va estrechamente unido al establecimiento
de la norma de fe. Es éste un periodo de discernimiento que se realiza a la par
mediante la fe y mediante el discernimiento de la apostolicidad de los libros. La
fe se apoya en unas escrituras que se reconocen como testimonio auténtico de
una tradición que en última instancia se relaciona con los apóstoles. Al mismo
tiempo, la fe que se vivía en la época apostólica y continúa viviéndose después
es criterio para discernir qué escrituras son auténticas, es decir, cuáles están
en conformidad con la tradición de Jesús y sobre Jesús.
Cuando surge una gran variedad de textos en los que laten diversas
comprensiones de la fe (desde la que confiesa verdaderamente a Jesús como
Dios y hombre, su nacimiento virginal, etc., hasta las que afirman que Jesús
no era verdadero hombre, o que era sólo un profeta, o rechazan el drama de la
Cruz), la Iglesia discierne cuáles representan una tradición auténtica, es decir,
cuáles están en conformidad con la tradición de Jesús y sobre Jesús, y cuáles
no, atendiendo a la originalidad de la tradición, contrastada con los escritos
primigenios.
Más tarde, por este carácter normativo, los escritos que se remontaban a los
Apóstoles fueron equiparándose a los escritos del Antiguo Testamento, que ya
tenían carácter canónico, y reconocidos como Escritura Santa, es decir como
escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo.
Nota:
[1] Cf. Epist ad Magnesios, 13,1; Ad Ephesios, 12, 2. También Papías (cf.
Historia eclesiastica 3,39,4) dice que confía más en las palabras orales que
recibe que en las escritas, aunque después sus criterios acaben por ser
ingenuos (como le reprocha Eusebio).
Sin embargo, el rabino mesiánico Mario Moreno afirma que la versión escrita
en griego ya era una traducción del hebreo y así es que se dedicó a hacer una
versión de la serie de libros traducidos directamente del hebreo.
Para tratar de hacer que este enfoque más confiable, Moreno dedicó más de
siete años para completar el trabajo y señaló que muchas cosas fueron
perdidas de las traducciones del hebreo al griego y más adelante para otros
idiomas como el portugués.
«El nuevo Testamento fue escrito en hebreo, y del hebreo al griego que es en
realidad la primera traducción,» dijo Moreno en Guia-me.
En la Biblia que trae el nuevo testamento traducido del hebreo, llamado «Brit
Hadasha», el rabino y su equipo de colaboradores incluyen más de 10 mil
notas que explican el significado de las palabras en Hebreo: «Cuando hicimos
la traducción, tratamos de obedecer una orden más,» dijo el rabino judío.
¿Concilio de Jamnia?
Entre los que creen que el Antiguo Testamento es una revelación del Creador,
tradicionalmente se ha mantenido que los libros que componen esta colección
eran en sí mismos escritos sagrados desde el momento de su finalización, que
fueron RECONOCIDOS rápidamente como tales y que el último de estos fueron
escritos varios siglos antes del comienzo de nuestra era.
El historiador judío Flavio Josefo parece ser el primer testigo existente de este
punto de vista. Respondiendo a los cargos del antisemita Apion al final del
primer siglo de nuestra era, dice:
Newman concluye,
Supongamos que el próximo mes de este año, los Judíos deciden llamar a un
concilio para remover Isaías o Jeremías del Antiguo Testamento y votaran para
que así fuera. ¿Removerían también los Protestantes esos libros de la Biblia de
King James? Parece que ellos han establecido un precedente.
¿Porqué los Protestantes aceptan las reglas del Concilio Judío de Jamnia, y al
mismo tiempo rechazan las reglas del Concilio Cristiano de Cartago relacionado
con el canon del Antiguo Testamento?
El Canon Bíblico
El conjunto de la evidencia muestra que en tiempos de Jesús los hebreos ya sabían qué libros [del AT
obviamente] eran canónicos y cuáles no. Después de Jesús solamente hubo entre los judíos algunas
discusiones acerca de la permanencia en el canon de algunos libros como Esther y Eclesiastés (que
permanecieron) pero en ningún caso se consideró agregar nada.
Este es mi deuterocanónico/apócrifo favorito (sin ironía). En el prólogo del traductor, leemos: "Muchas e
importantes lecciones se nos han transmitido por la Ley, los Profetas y los otros que les han seguido, por l
cuales bien se debe encomiar a Israel por su instrucción y sabiduría. Mas como es razón que no sólo los
lectores se hagan sabios ... mi abuelo Jesús, después de haberse dado intensamente a la lectura de la Ley
Profetas y los otros libros de nuestros antepasados ... se propuso también él escribir algo en lo tocante a
instrucción y sabiduría...” Eclesiástico, Prol. 1-12.
Aquí se menciona, en un documento del siglo II a.C., la división tripartita del AT –Ley, Profetas y otros
Escritos- de la cual el autor habla como cosa conocida a sus lectores. Pero además prosigue: "Estáis, pues
invitados a leerlo con benevolencia y atención, así como a mostrar indulgencia allí donde se crea que, a pe
de nuestros denodados esfuerzos de interpretación, no hemos podido acertar en alguna
expresión." Eclesiástico, Prol. 15-20.
Esta clase de disculpa por un trabajo posiblemente defectuoso no se escucha jamás en ningún libro del can
palestino.
2. II Macabeos
Los autores de los libros canónicos hablaban de parte de Dios y decían lo que Él les mandaba, sin ningún t
de disculpas. Es claro que los autores de estos libros tenían conciencia de estar escribiendo por su propia
cuenta.
3. I Macabeos
El libro primero de los Macabeos, uno de los que son considerados deuterocanónicos por la Iglesia Católica
testimonio en reiteradas oportunidades de la convicción de su autor de la ausencia de profetas en su tiemp
Las siguientes citas (con negritas añadidas) provienen de la Biblia de Jerusalén: "Deliberaron sobre lo que
había de hacerse con el altar de los holocaustos que estaba profanado. Con buen parecer acordaron demol
para evitar un oprobio, dado que los gentiles lo habían contaminado. Lo demolieron, pues, y depositaron s
piedras en el monte de la Casa, en un lugar conveniente, hasta que surgiera un profeta que diera respuest
sobre ellas." 1 Macabeos 4:44-46. "Con la muerte de Judas asomaron los sin ley por todo el territorio de
Israel y levantaron cabeza todos los que obraban la iniquidad. Hubo entonces un hambre extrema y el país
pasó a ellos ... Tribulación tan grande no sufrió Israel desde los tiempos en que dejaron de aparecer
profetas." 1 Macabeos 9:23s, 27. "En consecuencia, el rey Demetrio le concedió [a Simón] el sumo sacerd
... a los judíos y a los sacerdotes les había parecido bien que fuese Simón su hegumeno y sumo sacerdote
para siempre hasta que apareciese un profeta digno de fe..." 1 Macabeos 14:38,41.
El autor del libro es un judío palestino quien probablemente escribió no mucho después de los sucesos que
narra, probablemente a fines del siglo II a.C. Según la Introducción de la Biblia de Jerusalén, con las
precauciones del caso, 1 Macabeos «es un documento precioso para la historia de aquel tiempo».
Ya que los profetas eran los hombres que hablaban de parte de Dios, la convicción de una ausencia de
profetas en su propio tiempo, junto con la esperanza de que en el futuro reaparecerían, es un fuerte
testimonio a favor de la idea de que a fines del siglo II a.C. ya se consideraba cerrado el canon de las
Escrituras.
Filón de Alejandría fue un destacado filósofo judío helenista (ca. 20 a.C. – ca. 50 d.C.). Es un testigo
importante del canon por tres razones (1) su vida se superpone en el tiempo con la vida terrenal de Jesús
(2) era judío y vivía en Alejandría, la supuesta cuna del hipotético canon más extenso del Antiguo
Testamento; y (3) conocía y utilizaba profusamente las Escrituras.
David M. Scholer, en el prólogo de la traducción de las obras completas de Filón al inglés, hace las siguient
observaciones:
«La preocupación de Filón de interpretar a Moisés muestra constantemente tanto su profunda devoción y
compromiso con su herencia, creencias y comunidad judías, como también refleja su uso desembozado de
categorías y tradiciones filosóficas ... La discusión erudita de si Filón es primariamente judío o griego está
realidad desorientada. En tiempo de Filón mucho del judaísmo estaba significativamente helenizado. El
compromiso de Filón con la Ley de Moisés y la pasión por ella era genuino y rector. Filón bebió también
profundamente en la fuente filosófica de la tradición platónica y la vio como fortalecedora y profundizadora
su entendimiento de la Ley de Moisés...
Filón es significativo para la comprensión del judaísmo helenístico del primer siglo d.C. Es la principal figur
literaria sobreviviente del judaísmo helenizado del período del segundo Templo del judaísmo antiguo. Filón
crítico para entender muchas de las corrientes, temas y tradiciones interpretativas que existían en la Diásp
y en el judaísmo helenístico. Filón confirma el carácter multifacético del judaísmo del segundo Templo; no
ciertamente un fenómeno monolítico. El judaísmo, a pesar de sus preocupaciones por la pureza y la identid
étnica con referencia a la Ley de Moisés, también halló considerable libertad para participar en muchos
aspectos de la cultura helénica, como tan claramente lo evidencia Filón.
Filón es asimismo valioso para entender la iglesia primitiva y los escritos del Nuevo Testamento,
especialmente los de Pablo, Juan y Hebreos. A veces se olvida que los documentos del Nuevo Testamento
fueron escritos en griego por autores que eran judíos (desde luego ahora comprometidos a entender a Jes
como Cristo y Señor), quienes eran parte de la cultura helenística del mundo grecorromano. La mayor part
de las iglesias primitivas reflejadas y descritas en el Nuevo Testamento eran parte de la trama social del
mundo helenístico grecorromano. Precisamente porque Filón es un judío helenístico, es esencial para los
estudios del Nuevo Testamento. La Iglesia cristiana fue la preservadora primaria de los escritos de Filón,
quien era virtualmente desconocido para la tradición judía desde luego de su propio tiempo, hasta el siglo
XVI.»
The Works of Philo- Complete and unabridged. Transl. C.D. Yonge; New Updated Version. Peabody:
Hendrickson, 1993, pp. XIII; negritas añadidas.
Mediante la interpretación alegórica, Filón propuso una forma de compatibilizar las enseñanzas de los filóso
paganos con la revelación bíblica. Por esta razón, en sus escritos se encuentra un gran número de citas
bíblicas. La mayor parte de sus citas bíblicas provienen de la Torah o Pentateuco, aunque también cita Josu
Jueces, Samuel, Reyes, Isaías, Jeremías, los Profetas Menores Oseas y Zacarías, los Salmos, Job, Proverbi
el rollo de Crónicas-Esdras-Nehemías.
En el índice de la edición de sus obras completas ya citada (pp. 913-918), se cuentan aproximadamente m
citas de las Escrituras, lo cual da una idea de la intensidad del empleo de estos textos por parte suya. Dad
todos los hechos señalados acerca de Filón , puede ser una gran sorpresa para algunos que este judío
helenístico, contemporáneo de Jesús, que vivió precisamente en Alejandría, jamás cita ninguno de los libro
que supuestamente pertenecían al “canon alejandrino”.
La ausencia de citas de los libros deuterocanónicos en Filón es todavía más notable cuando se piensa que
algunos de estos libros, como por ejemplo, la Sabiduría de Salomón o el Eclesiástico, hubiesen provisto
sobresaliente material documental para su propia tesis de la compatibilidad entre la filosofía griega y la
revelación bíblica. El hecho de que Filón no emplease estos libros, que de seguro le eran conocidos, es en
extremo difícil de explicar de no haber habido en Alejandría un consenso acerca de los libros canónicos
esencialmente igual al de Palestina.
"La palabra targum pasó al arameo y luego al hebreo a partir del acadio targumanu, el «intérprete», que s
designaba a sí mismo con una palabra de origen extranjero (hitita). En el judaísmo se la utiliza para hablar
todo un sector de la literatura rabínica que presenta «traducciones interpretativas» de los libros
sagrados. Traducciones, porque los libros sagrados siguen estando en su base; se trata de hacerlos
inteligibles a gentes que no leen el hebreo, oralmente o por escrito; interpretativas, porque no se trata, al
menos muchas veces, de traducciones literales, sino de textos en los que la interpretación del original se h
incorporado a la lectura mediante ampliaciones más o menos extensas."
Pierre Grelot, Los tárgumes. Textos escogidos. Estella: Verbo Divino, 1987, p. 5
El empleo de estas paráfrasis en arameo de las Escrituras hebreas se incorporó al culto de la sinagoga para
hacer inteligibles los textos sagrados para quienes no hablasen hebreo, especialmente para la liturgia de lo
hebreos de habla aramea. Existen targumes de casi todos los libros del Antiguo Testamento según el cano
hebreo, de los siglos II a.C a I d.C.: de la Torá, de los Profetas Anteriores y Posteriores, de los Cinco Rollos
(Megillot = Cantar, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés y Ester) y de los Escritos (Salmos, Proverbios, Job, y
Crónicas).
No hay, en cambio, targumes tempranos que expliquen los libros deuterocanónicos. Los pocos que existen
son tardíos, se basan en el texto griego de Tobit y en las adiciones a Daniel y la oración de Ester. Por tanto
uso de las Escrituras parafraseadas en la liturgia hebrea, corrobora la autenticidad del canon hebreo del
Antiguo Testamento.
Si bien el exacto proceso de agregado de los deuterocanónicos/apócrifos al canon hebreo por el uso de la
Iglesia antigua genera muchos interrogantes, lo que queda claro es que tales adiciones carecen por comple
de autoridad por parte del Señor Jesús, de los Apóstoles o de los autores del Nuevo Testamento, ni
explícitamente ni por vía de ejemplo a través de citarlos como Escrituras.
En cambio, es una evidencia indirecta del canon hebreo palestino, sobre el cual a todas luces sí existía un
consenso en el siglo I, el modo en que Jesús hizo referencia al primer y al último mártir según el orden
tradicional hebreo:
"Por eso dijo la Sabiduría de Dios: Les enviaré profetas y apóstoles, y a algunos los matarán y perseguirán
para que se pidan cuentas a esta generación de la sangre de todos los profetas derramada desde la creació
del mundo, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, el que pereció entre el altar y el santuario
os aseguro que se pedirán cuentas a esta generación." Lucas 11:49-51
Jesús se refiere aquí a todos los justos y enviados de Dios que sufrieron el martirio según las Escrituras. La
frase griega apo haimatos Abel eôs haimatos Zajariou, «desde (la) sangre de Abel ... hasta (la) sangre de
Zacarías» (Lucas 11:51 = Mateo 23:35) parece abarcar la totalidad de los mártires del Antiguo Testament
desde Abel a manos de su hermano Caín, hasta el de Zacarías, que se narra en 2 Crónicas:
"Yahveh les envió profetas que dieron testimonio contra ellos para que se convirtieran a él, pero no les
prestaron oído. Entonces el Espíritu de Dios revistió a Zacarías, hijo del sacerdote Yehoyadá que,
presentándole delante del pueblo, les dijo: «Así dice Dios: ¿por qué traspasáis los mandamientos de Yahve
No tendréis éxito, pues, por haber abandonado a Yahveh, él os abandonará a vosotros». Mas ellos conspira
contra él, y por mandato del rey le apedrearon en el atrio de la casa de Yahveh." 2 Crónicas 24:17-21
Sin embargo, la referencia a Abel y Zacarías como el primer y el último mártir, respectivamente, registrado
en las Escrituras no es cronológica. Hay al menos un mártir posterior a Zacarías, a saber, Urías, hijo de
Semaías, quien fue asesinado en el siglo VII a.C., durante el reino de Joacim (Jeremías 26:20-24); en tant
que Zacarías había sido martirizado mucho antes, en el siglo IX a.C., durante del reino de Joás en Judá.
¿Cómo ha de entenderse entonces la referencia de Jesús a Abel y Zacarías? La amplitud de la lista de márt
no es evidente en el Antiguo Testamento de nuestras versiones modernas, pues el orden de los libros difie
del orden hebreo. En el Antiguo Testamento de la mayoría de las ediciones modernas, los libros de los
Profetas van al final, comenzando por Isaías y finalizando con Malaquías. En cambio, los 24 libros del cano
hebreo (que corresponden a los 39 de las Biblias protestantes) se ordenaban como sigue:
III. Los Escritos (Salmos, Proverbios, Job, Cantar, Rut, Lamentaciones, Qohélet [Eclesiastés], Ester, Danie
Esdras-Nehemías, Crónicas I y II).
En otras palabras, aquí Crónicas figuraba al final de la lista. La abarcativa expresión de Jesús adquiere sen
cuando, en el contexto de juicio por la sangre inocente derramada, se entiende como referida al primer y
último asesinato registrado en las Escrituras, según el orden tradicional del canon palestino: decir «desde
hasta Zacarías» era equivalente a «de Génesis a Crónicas», o sea desde el primer hasta el último libro del
canon del Antiguo Testamento. Es como si hoy dijésemos, según el orden tradicional de nuestro Antiguo
Testamento, «De Génesis a Malaquías». Luego estas palabras del Señor implícitamente corroboran el cano
hebreo, y no el llamado alejandrino.
Una evidencia adicional de lo dicho proviene del hecho de en que los grandes unciales Sinaítico (Alef, siglo
IV) y Alejandrino (A, siglo V) que contienen libros de los Macabeos, éstos se encuentran después de Crónic
Por tanto, si Jesús hubiera admitido el supuesto canon alejandrino (con deuterocanónicos) los últimos
mártires, tanto cronológicamente como según el orden de los libros, hubiesen sido los héroes macabeos co
Judas o Jonatán.
Cabe notar que, aunque el Nuevo Testamento no da un canon o lista autorizada de libros considerados
inspirados para lo que llamamos Antiguo Testamento, la evidencia indirecta sugiere firmemente un canon
definido y ya fijado de libros a cuya autoridad era válido apelar.
«Primero, es difícil exagerar la importancia de los nombres o títulos adjudicados a los escritos del AT por lo
autores del NT : así, “Escritura” (Juan 10:35; 19:36; 2 Pedro 1:20), “las Escrituras” (Mateo 22:39; Hechos
18:24), “Santas Escrituras” (Romanos 1:2), “escritos sagrados” (2 Timoteo 3:15), “Ley” (Juan 10:34; 12:3
15:25; 1 Corintios 14:21), “la Ley y los Profetas” (Mateo 5:17; 7:12; 22:40; Lucas 16:16; 24:44; Hechos
13:15; 28:23). Tales nombres o títulos, aunque no definen los límites del canon, ciertamente suponen la
existencia de una colección completa y sagrada de escritos judíos que ya están segregados como separado
fijos.
Un pasaje (Juan 10:35) en el cual se emplea el término “escritura” parece referirse al canon del AT en su
conjunto: “y la Escritura no puede ser quebrantada.” De igual modo la expresión “la ley y los profetas” es
menudo empleada en un sentido genérico refiriéndose a mucho más que meramente la primera y segunda
divisiones del AT; parece más bien referirse a la antigua dispensación en su conjunto; pero el término “la L
es el más general de todos. Se aplica frecuentemente a todo el AT, y aparentemente tenía en tiempos de
Jesús entre los judíos un lugar similar al que el término “la Biblia” tiene entre nosotros. Por ejemplo, en Ju
10:34; 12:34; 15:25, textos de los profetas o aún de los Salmos son citados como parte de “la Ley”; en 1
Corintios 14:21 también, Pablo habla de Isaías 28:11 como de una parte de “la Ley.” Estos nombres y títu
consecuentemente, son extremadamente importantes; jamás son aplicados por escritores del NT a los
apócrifos.»
G.L. Robinson y Roland K. Harrison, Canon of the Old Testament. En G.W. Bromiley, Ed.: International
Standard Bible Encyclopedia, Rev. Ed. Grand Rapids: W.B. Eerdmans, 1979, 1: 597; negritas añadidas.
Casi todos los libros del AT según el canon palestino son citados individualmente en el NT. Las excepciones
son Ester, Eclesiastés, Cantares, Esdras-Nehemías y los profetas menores Abdías, Nahum y Sofonías. Sin
embargo, estos tres últimos formaban parte de un mismo rollo de los doce profetas “menores” que sí es
citado; Esdras y Nehemías estaban unidos a Crónicas, que también es citado. En cuanto a Ester, Eclesiasté
(Qohélet) y Cantares, probablemente los autores del NT no tuvieron necesidad de emplearlos. En resumen
se los toma por sus títulos, se citan aproximadamente 80% de los libros del canon hebreo, porcentaje que
eleva a 90% si se los considera según los rollos de los que formaban parte.
En marcado contraste, no hay ni tan sólo una cita de un libro deuterocanónico como Escritura en todo el
Nuevo Testamento. El caso de los deuterocanónicos/apócrifos es que existen muchas alusiones a ellos en e
NT (ver la lista exhaustiva de Craig A. Stevens, Noncanonical writings and New Testament Interpretation.
Peabody: Hendrickson, 1993; Appendix 2, pp. 190-219), lo cual indica que no eran desconocidos para los
autores sagrados.
En vista de este hecho es harto significativo que, al igual que Filón de Alejandría, ellos nunca los citan com
Escritura o equivalente. De hecho, los autores del NT citaron de otras fuentes, incluyendo autores paganos
obras pseudoepigráficas jamás aceptadas por los cristianos de ninguna denominación, a las cuales, desde
luego, tampoco llaman “Escritura.”
El Apocalipsis de Esdras (4 Esdras) es una obra pseudoepigráfica escrita en griego en el siglo I de nuestra
era, que refleja tradiciones considerablemente más antiguas. Según este escrito hebreo, Esdras recibe el t
de la revelación divina en 94 libros que dicta a cinco amanuenses. Al concluir la tarea, al cabo de cuarenta
días, recibe una instrucción de Dios. Por supuesto que la historia es ficticia, pero el dato interesante se refi
al número de libros en las Escrituras hebreas:
"Y aconteció que cuando se cumplieron los cuarenta días, el Altísimo habló conmigo, y me dijo: Los
veinticuatro libros que habéis escrito primero, hazlos públicos para que quienes son dignos y quienes no so
dignos puedan leer de allí; pero los [otros] setenta los guardarás y se los entregarás a los sabios de tu
pueblo."
The Apocalypse of Ezra. Transl. G.H. Box. London: SPCK, 1917; 14:45-46, p. 113; negritas añadidas.
En otras palabras, para el autor había 24 libros inspirados –el mismo número que en el canon palestino- qu
eran para lectura pública. Los 24 libros del canon hebreo corresponden a los 39 del AT de las Biblias
protestantes, ya que 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes y 1 y 2 Crónicas, los Doce Profetas menores y Esdras-
Nehemías se contaban cada uno como un libro.
Así:
- La Torah: (1) Génesis, (2) Exodo, (3) Levítico, (4)Números, (5) Deuteronomio.
- Los Profetas Anteriores: (6) Josué, (7) Jueces, (8) Samuel I y II, (9) Reyes I y II
- Los Profetas Posteriores: (10) Isaías, (11) Jeremías, (12) Ezekiel, (13)
- Los Doce (Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías,
Malaquías)
- Los Escritos: (14) Salmos, (15)Proverbios, (16) Job, (17) Cantar, (18) Rut, (19) Lamentaciones, (20)
Qohéleth [Eclesiastés], (21) Ester, (22) Daniel, (23) Esdras-Nehemías, (24) Crónicas I y II.
En la misma época de 4 Esdras (fines del siglo I d.C.) el historiador judío romanizado Josefo (37-100) publ
Contra Apión o Antigüedades de los Judíos. Dice Paul L. Maier:
"Josefo sigue siendo nuestra única fuente superviviente para tanta información extrabiblica, y ninguna lista
haría justicia. Arroja también una luz llena de significado sobre las tácticas romanas militares y de asedio,
como algunos detalles singulares acerca de los emperadores julio-claudios. Sabe cómo sostener el interés,
incluir diálogos, plasmar descripciones gráficas, ejemplificar con cosas específicas, y en general deleitar al
lector con el color, drama y excitación de Palestina en las varias eras sin evitar nada del horror de sus
conquistas o de sus pendencias civiles. También sobresale en sus descripciones geográficas y arquitectónic
de la tierra y de sus estructuras en la antigüedad –áreas a veces silenciadas en las Escrituras- y su exactit
está siendo progresivamente afirmada en la actualidad por excavaciones arqueológicas."
Paul L. Maier, Josefo. Las obras esenciales. Grand Rapids: Editorial Portavoz, 1994, p. 10-11.
No hay la menor indicación de que Josefo esté dando un punto de vista sectario. Por el contrario, habla com
representante auto designado de los judíos en general. Este autor destaca la exactitud y confiabilidad de lo
registros hebreos, que no descansaba sobre la simple voluntad humana, sino de la inspiración de Dios. Dic
Josefo (negritas añadidas):
... porque no tenemos decenas de miles de libros discordantes y en conflicto, sino sólo veintidós, contenien
los registros de todos los tiempos, los cuales han sido justamente considerados como divinos. Y de estos,
cinco son los libros de Moisés... Luego, los Profetas que siguieron, compilaron la historia del período desde
Moisés hasta el reino de Artajerjes sucesor de Jerjes, rey de Persia, en trece libros, [sobre] lo que se hizo
sus tiempos. Los restantes cuatro libros comprenden himnos a Dios e instrucciones prácticas para los
hombres.
Los veintidós libros que menciona Josefo corresponden a la Torá, los Profetas y los Escritos. Son con toda
probabilidad los mismos 24 de la Biblia hebrea y el Antiguo Testamento protestante, artificialmente
acomodados en su número a las letras del alefato o alfabeto hebreo. Para esto Rut se cuenta con Jueces y
Lamentaciones con Jeremías; todos los libros históricos –incluidos Daniel y Job- se agrupan con los profeta
se cuentan entre los Hagiógrafos o Escritos a Salmos, Proverbios Cantar y Eclesiastés. Estos, todos estos,
ningunos otros son estimados, según Josefo, como de origen divino. Josefo prosigue:
Desde el tiempo de Artajerjes hasta el nuestro propio cada suceso ha sido registrado; pero los registros no
han sido considerados dignos del mismo crédito que los de época más temprana, porque la exacta sucesió
profetas no fue continuada. Pero qué fe hemos puesto en nuestros propios escritos se ve por nuestra
conducta; pues aunque ha transcurrido tanto tiempo, nadie se ha atrevido a agregarles nada, ni a substrae
nada de ellos, ni a alterar nada.
En resumen
... para la época de Jesús y los Apóstoles, el número de libros estaba fijado, y a todas luces correspondía a
del Canon palestino, el único del AT que puede llamarse propiamente tal. Además, estos libros eran tenido
por divinos, y no otros. Finalmente, nos indica la fecha aproximada del cierre del canon a mediados del sig
a.C., al mencionar el reinado de Artajerjes.
En resumen, mucho antes que se ratificase el canon en Jamnia, existía obviamente un consenso entre los
judíos acerca de cuáles libros debían considerarse sagrados y canónicos, y cuáles no.
7. Creencias y prejuicios que llevan a las teorías del griego y del arameo.
Primero: vamos a decir que el asunto de que el Pacto Renovado fuera escrito
en griego o arameo no existía antes de los siglos IV o V d. E.C., que es una
teoría relativamente moderna. La pregunta entonces es: ¿Cuál es la base de
la teoría “aramea”? ¿Cuáles son las pruebas internas y externas? La
respuesta, aunque casi increíble es: ¡Muy pocas! Existen unas cuantas
palabras prestadas del arameo en el Brit HaDasha, las cuales son
sobrepasadas totalmente en número por las palabras en hebreo. Es como
que si yo anduviera diciendo que en Iberoamérica, la lengua que se habla es
el inglés, porque decimos “weekend” y “O.K.” ¡ Los “arameísmos” fueron
exagerados, y aún hoy lo son, como lo denota el lexicógrafo judío Moisés
Segal quien dice: “La influencia aramea sobre el vocabulario hebreo
mishnaico ha sido exagerada... ha sido la moda entre los escritores sobre este
asunto el de calificar como un “arameísmo” cualquier palabra poco usada en
hebreo... La mayoría de los “arameísmos” son tan nativos en hebreo como lo
son en arameo.” Segal, Moisés, Gramática Hebrea, p 8. J. Lee destruyó el tal
llamado “arameísmo” en Lucas 6:7, sostenido por los eruditos Black,
Fitzmayer y Wilcox, encontrando que tan solo constituía una construcción
gramatical “aramea”. Citó “23 construcciones paralelas en la literatura griega
del período!”, como el autor Brent Minge cuenta. Una y otra vez el tal
“arameísmo” ha resultado no ser tal, como ha observado el reconocido
semitista Kenneth Kitchen, que “algunos “arameísmos” son realmente
hebraísmos en arameo.” Continúa ilustrándonos Brent Minge: “Es más,
simplemente porque una palabra no aparezca en la Biblia Hebrea, no lo hace
miembro automático del club Arameo. ¨Hosanna¨ y ¨gehenna¨ son palabras
que no se encuentran en esa forma en el Texto Hebreo. Sin embargo ambas
son usadas en el Hebreo Mishnaico, y ambas se encuentran en forma
idéntica en el diccionario hebreo moderno. Aún así una vez se dijo que eran
arameas.” Finalmente, el famoso: “!Talita cumi!, en Marcos 5:41. “Kumi” es
la forma imperativa del verbo hebreo “laakum”. “Talita” no tiene nada en sí
que lo haga “arameo”! En un comentario de David Stern hecho por el
Profesor David Flusser acerca de este tópico dice: “Acerca de este tema, el
Profesor David Flusser, un erudito judío ortodoxo en Jerusalén escribe:
“Hasta tiempos recientes, se creía por parte de un gran número de
estudiosos, que el lenguaje hablado por los discípulos de Yeshúa era el
arameo. Es posible que Yeshúa de vez en cuando, hiciera uso del lenguaje
arameo. Pero durante ese período era el hebreo la lengua del diario hablar y
de estudio. El Evangelio de Marcos contiene unas pocas palabras en arameo
y esto ha hecho a muchos estudiosos equivocarse. Hoy, después del
descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto, y de las Cartas de Bar Kokhba,
y a la luz de estudios más profundos del lenguaje de los sabios judíos, es
aceptado que la mayoría de las gentes Fue el Brit HaDasha escrito
originalmente en griego, arameo ó Hebreo? Page 7 hablaban el hebreo con
fluidez.” TESHUVAH EL OLAM
El latín pudo haber sido el idioma oficial del Imperio Romano, pero esas
tierras habían sido parte del Gran Imperio Helénico de Alejandro Magno que,
desde el principio, era lo suficientemente inteligente como para tomar la
decisión táctica de consolidar sus tierras recientemente anexadas por
conquista cultural, y el lenguaje está justo en la parte superior de la lista de
integración cultural.
De este modo, el griego fue el idioma más hablado durante los años de la
composición del Nuevo Testamento de 50 a 100 dC. El hecho es que muchos
judíos ni siquiera podían leer hebreo, ¡y esto perturbó mucho a los líderes
judíos! Así, en los alrededores del 300 aC se llevó a cabo una traducción del
Antiguo Testamento del hebreo al griego llamada Septuaginta, y se completó
alrededor del año 200 aC. Poco a poco esta traducción griega del Antiguo
Testamento fue ampliamente aceptada e incluso fue usada en muchas
sinagogas. También se convirtió en una maravillosa herramienta misionera
para los primeros cristianos, porque ahora los griegos podían leer la Palabra
de Dios en su propia lengua.
Así que los autores del Nuevo Testamento escribieron en griego. Sin
embargo, no usaban realmente griego clásico o de clase alta, sino un tipo
muy común y cotidiano de griego. Durante muchos años algunos eruditos
ridiculizaron al griego del Nuevo Testamento porque muchas de sus palabras
eran extrañas para aquellos que leyeron los escritos de los grandes autores
clásicos griegos como Platón y Aristóteles. Pero más tarde muchos registros
fueron descubiertos de la gente común, e increíblemente estaban los mismos
términos utilizados en el Nuevo Testamento. Las burlas cesaron.
Varias sectas e iglesias afirman que Jesucristo y los apóstoles sólo hablaban
hebreo o arameo, y que las monografías originales del Nuevo Testamento
estaban todas escritas en hebreo, y luego traducidas al griego. Consideran
que el griego es un idioma pagano. ¿Cuál es la auténtica verdad del asunto?
¿Jesús hablaba griego?
Mis Diez razones por las que sabemos que el Nuevo Testamento fue escrito
originalmente en griego.
Pablo era el apóstol de los gentiles (Gálatas 2:9), debido a que el griego era el
idioma mas hablado del mundo antiguo, y que todos sabían hablar griego,
este era el mejor idioma para escribir sus cartas.