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Muchas veces tenemos una actitud incorrecta cuando trabajamos. Si ya nos pagan por lo que
hacemos, ¿por qué siempre esperamos que nos agradezcan? Esto es realmente un problema social.
Actuamos mal si en nuestro trabajo, además de llegar tarde, salir temprano y recibir un pago,
queremos escuchar palabras de agradecimiento por nuestro esfuerzo. Intentemos mejorar la
cultura laboral. Los subordinados pensemos en nuestros jefes y los jefes piensen en sus
trabajadores.
Actualmente se habla de una crisis económica muy grande. Es seguro que las empresas empezarán
a despedir a los menos eficientes. Hay que trabajar cada día mejor para ser los últimos en esa lista
de despidos. Los cristianos esforzados seremos testigos de las promesas del Señor, porque se
cumplirá la Palabra que dice: “no he visto justo desamparado ni a su cimiente que mendigue el pan”.
Una situación financiera difícil pone a prueba nuestra fe. No pongas tus ojos en el sistema
económico del mundo. Enfócate en el sistema económico de bondad y generosidad del Señor.
Mejora tu calidad de servicio. Piensa en tus clientes y además en tus jefes y superiores. Y lo más
importante, no te olvides de atender al Señor Jesús como se merece. Sin importar cuánto trabajo
hagas por el Reino, nunca dejes de atender al Rey. Obedece las órdenes, pero también atiende a
quien te las manda.
Recuerda que el siervo tiene la oportunidad de comer de la misma comida del amo, solamente si
le atiende y espera que termine de cenar. Cada vez que atendemos, adoramos y bendecimos,
recibimos el mismo trato.
En el libro del Éxodo dice que el Señor envió a Moisés a que el pueblo recolectara las especies que
servirían para obtener el aceite con el cual serían ungidos. Todos queremos ser ungidos, pero
primero debemos fabricar el aceite que Dios utilizará para ello. El amor que cosechamos sale del
amor que sembramos.
Expresiones de amor
En Apocalipsis 2:2-5 leemos: Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes
soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado
mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi
nombre, y no has desmayado. Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por
tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y
quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido.
Debes expresar el amor con obras y con gestos de afecto. Sirve arduamente al Señor y trabaja sin
descanso por Su obra, pero también dale tiempo de adoración. Alábalo, exprésale el amor y
agradecimiento que te inspira, sin dejar de trabajar en el ministerio. Encuentra el balance entre tu
tiempo de servicio y atención al Señor.
La primera forma eficaz de atender al Señor está en Juan 4:23: Mas la hora viene, y ahora es, cuando
los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales
adoradores busca que le adoren.
Todo adorador corre el bendito riesgo de ser encontrado por Dios. Él no busca quien quiere
adorarle, busca a quienes ya le adoran. Por cansado que termines el día, cíñete, levanta tus manos
al Señor y adórale. Si Dios te ha bautizado en el Espíritu Santo y te ha regalado sus dones, úsalos
para alabarlo. Aunque no sepas cantar o tocar un instrumento musical, ayúdate con la tecnología.
Yo desafino hasta los timbres que toco, así que siempre llevo un reproductor de música que haga
de mi alabanza algo grato al Señor. Atenderlo me mantiene fresco y listo para trabar en Su obra.
Dale un tiempo especial para que tu mente y sentidos se concentren en Él y te renueve. Más allá del
tiempo, lo importante es la dedicación con la que lo hagas. Si vas de regreso a casa en tu automóvil
y estarás mucho tiempo en el tráfico, puedes poner música de adoración y darle esos momentos sin
interrupciones, concentrado y sin responder el celular. Puedes también aprovechar cualquier
momento de soledad para buscarle y adorarle en intimidad.
Mucha gente me pregunta cuánto tiempo oro, pero nunca respondo. Se equivocan al pensar que es
el tiempo lo que hace poderosa la oración y no Dios a quien se ora. Es como preguntar de cuántos
minutos debe ser un beso para la esposa. La Biblia dice: “la oración eficaz del justo puede mucho”.
No “la oración extensa puede mucho”. Cuando aprendes a orar con eficacia y calidad la cantidad
deja de importarte y te conviertes en un adorador de corazón.
La segunda forma de atender a Dios la encontramos en 1ra. Tesalonicenses 5:18: Dad gracias en
todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.
Si vives agradecido por la oportunidad que tienes de trabajar, dejas de protestar por la tarea que te
asignan. Protestar no es expresión de agradecimiento. Debes agradecer en todo momento, incluso
en las situaciones desagradables. Cuando experimento dificultades, me quebranto, sufro y también
doy gracias, pero nunca reniego o cuestiono la voluntad divina, porque estoy convencido que todas
las cosas obran a bien para quienes aman al Señor. Agradece siempre con todo el corazón, por tu
trabajo, por tu sueldo y tu familia. Con Sonia siempre damos gracias juntos. Al final del día y después
de adorar cada quien, al Señor, nos abrazamos y agradecemos por todas las bendiciones recibidas,
luego pedimos perdón por las ofensas que hayamos cometido. Esta costumbre ha fortalecido mucho
muestro matrimonio.
Ve donde tus hijos, abrázalos y dale gracias a Dios por su vida, asegúrate que ellos escuchen y
sientan tu agradecimiento por tenerlos junto a ti.
La tercera forma de atender al Señor nos la revela David en Salmos 4:8: En paz me acostaré, y
asimismo dormiré; Porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado.
Es impresionante pero esta frase la dijo David en medio de una guerra. Si él fue capaz de dormir
confiado en una situación así, también nosotros podemos hacerlo. Vive y duerme tranquilo porque
Dios está contigo. La confianza es un arma poderosa contra Satanás. Tiger Woods, el mejor jugador
de golf del mundo, demuestra su confianza antes de cada torneo. A diferencia de los otros
jugadores, no utiliza un molde para marcar la línea recta en su pelota que le ayudará a alinear el
putt. Simplemente toma la pelota y a mano traza la línea. Así demuestra que tiene seguridad en sí
mismo y no le tiembla el pulso. Cuando Satanás esté frente a ti, haz lo mismo, demuéstrale tu
confianza y huirá. Para ganar un partido de basketball en el último momento, el entrenador envía
al encestador con más sangre fría, porque sabe que la confianza que tiene lo hace capaz de soportar
la presión y encestar en el segundo preciso. En la vida ganan los confiando. Repite una y otra vez:
“En Cristo Jesús todo lo puedo, todo lo puedo en Cristo Jesús”.
El cuarto consejo sobre cómo atender a Dios nos lo da Efesios 4:26-27 : Airaos, pero no pequéis; no
se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo.
Dormir enojado le abre las puertas al diablo. Si tienes costumbre de terminar el día lleno de rencores
y mal humor, no te quejes por la opresión diabólica. La Biblia es clara, puedes enojarte pero no pecar
por ello. Nunca tomes decisiones enojado. Decir que no dormirás molesto no significa que no
dormirás, significa que buscarás la paz antes de dormir. Deja de lado tu enojo y descansa en el Señor.
Finalmente, el quinto consejo lo encontramos en Lucas 2:49: Entonces él les dijo: ¿Por qué me
buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?
Esto lo dijo Jesús cuando tenía doce años. Tenía muy clara su visión de la vida. Imítalo, revisa la
visión de tu vida. Jamás te acuestes sin proponerte servir al Señor al día siguiente y pedir fuerzas
para ello. Es necesario atender los negocios de nuestro Padre. Atiéndelo a Él y también a su Reino.
Obedece Sus mandatos, pero no te olvides de atender a quien te los dio.
Marcos 11.20-24
En el pasaje de hoy, Jesús conecta la oración y la fe. Sabemos por otros pasajes de la Biblia que, a
menos que nuestras oraciones estén acompañas de fe, no debemos esperar recibir nada del Señor
(Stg 1.6, 7). Pero, ¿cuál es la base de nuestra fe? ¿Hemos de creer que Dios nos dará cualquier cosa
que pidamos?
Jesús comenzó diciendo: “Tened fe en Dios” (Mr 11.22). La confianza en el Señor es la base de la
oración. Si nuestras peticiones no concuerdan con sus enseñanzas, no debemos esperar una
respuesta favorable. Tampoco debemos esperar recibir si el motivo es nuestro propio deleite (Stg
4.3). Como lo demuestra la oración de Jesús en el huerto de Getsemaní, la confianza verdadera en
Dios dice: “Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22.42).
Primera de Juan 5.14, 15 nos dice que podemos contar con que Dios responderá las peticiones que
sean conformes a su voluntad. Por tanto, nuestras oraciones deben estar ancladas a la Biblia ya que
sin ella no conocemos la voluntad de Dios. Pero a medida que llenamos nuestra mente de la Palabra
de Dios, nuestros deseos y peticiones comienzan a alinearse con su voluntad. Cuando sea así,
podremos esperar recibir lo que pidamos. Y en los casos que no estemos seguros de su voluntad, el
Espíritu intercederá por nosotros (Ro 8.27). Incluso los obstáculos en nuestra vida no son un
problema para el Señor. Nada en armonía con su propósito será imposible para nosotros.
Dios no hace oídos sordos a las súplicas de sus hijos. Como un Padre celestial amoroso, Él protege,
provee, guía y cuida de nosotros. Y ha demostrado su amor al enviar a su Hijo. Sin duda, podemos
confiarle todas nuestras otras preocupaciones.
Tu Primer Amor
Yo conozco tus obras, tu arduo trabajo y tu perseverancia, y que no puedes soportar a los malos,
has probado a los que se dicen ser apóstoles y no lo son, y los has hallado mentirosos. Has sufrido,
has sido perseverante, has trabajado arduamente por amor de mi nombre y no has desmayado.
Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor.
(Apocalipsis 2:2-4)
Esta nota de Jesús a algunos de sus seguidores describe un problema que a menudo surge en
matrimonios tanto como en nuestra relación con Dios. Hay una lección aquí que podemos aplicar a
nuestro trato con otros cristianos también.
Pero hay aspectos del amor de noviazgo que necesitan ser conservados y nutridos durante un
matrimonio. Es verdad que las emociones no son tan importantes como la fidelidad; pero aun así
siguen siendo importantes. Esas emociones normalmente nacen de nuestra convicción de que la
otra persona nos ama, y nos ayudan a mantener una perspectiva positiva sobre la otra persona,
incluso cuando experimentamos desafíos en la relación.
En nuestro servicio a Dios, no deberíamos perder de vista el hecho de que lo que Él nos ha dado son
buenas noticias. Es cierto, quiere que seamos fieles y obedientes. Él quiere que renunciemos a todo
en obediencia a Él y que vayamos por todos lados enseñando a los demás a hacer lo mismo. (Mateo
28:19-20) Pero es muy fácil ver esto como malas noticias en vez de las noticias emocionantes e
inspiradoras que son. La base de todo lo que Dios nos pide viene del hecho de que Dios nos ama
inmensamente y quiere que nuestras vidas sean completas y gratificantes.
En una comunidad de creyentes que trabajaban a tiempo completo para Dios, fue visitada por un
amigo de hace muchos años que no tenía el mismo compromiso hacia la obra que "los miembros"
tenían. Los miembros estaban preocupados por el efecto que el amigo causaría en la comunidad si
no estuviera en completa unidad con los demás. Sin embargo, uno de los miembros sugirió que los
demás trataran al amigo como una visita no más, sin esperar nada de él, y así no ser decepcionados
cuando no cumpliera con las expectativas de los demás.
Ese enfoque funcionó tan bien que el amigo no sólo quiso profundizar su amistad con la comunidad,
sino que empezó a querer acercarse a Dios también. Dejó de fumar, perdió peso, hizo más ejercicio
de lo que había hecho en muchos años, y luego anunció que quería tomar una decisión de dedicar
su vida a Cristo, aun hasta el punto de renunciar a todas sus posesiones y empezar a vivir por fe a
tiempo completo.
Pero luego, el amigo se dio por vencido y se fue de la comunidad. Algo falló en su entendimiento
del porqué estaba allí y en su relación con Dios y con los demás.
En parte, el problema es que "el noviazgo" se había acabado. Ya había pasado la luna de miel, y de
repente el muchacho se encontraba como un "miembro de la comunidad", con todas las
responsabilidades y compromisos que eso implica. Los miembros necesitan ser disciplinados para
ser "discípulos". Los miembros se corrigen los unos a los otros cuando fallan en cumplir con alguna
responsabilidad. Se les puede pedir que se apuren, que rindan cuentas por el uso de su tiempo y
dinero, que renuncien algunos de sus intereses personales para el bien de la comunidad, que
cumplan con su porción del trabajo, etc. Y ahí fue cuando el nuevo converso, trágica y
repentinamente, cambió su posición con respecto a su decisión de seguir a Cristo.
Obviamente cualquier grupo (y especialmente uno en cual muchas personas viven juntas en
condiciones muy cercanas todos los días) debe tener algunas reglas; y tales reglas deben ser
respetadas, si es que se va a mantener la unidad. Pero los nuevos conversos no siempre entienden
las razones por cual se establecieron las reglas; y como resultado, ven las reglas como "leyes"
despreciables... como las tradiciones sin sentido que a menudo condenamos en las organizaciones
más grandes y antiguas.
Tal vez deberíamos sentirnos libres para desobedecer las reglas antes de que podamos realmente
entenderlas. Esto fue la ventaja que tuvo el hijo pródigo sobre su hermano mayor. Cuando regresó
a casa después de un tiempo de "independencia", tenía mucha más experiencia en qué basarse, que
su hermano mayor que jamás se había atrevido a cuestionar lo que hacía. (Lucas 15:11-32)
Tristemente, en la realidad, la mayoría de los hijos pródigos nunca regresan; y lo que escuchamos
de ex-miembros de varias comunidades, es que a menudo no vuelven por temor a ser criticados.
Hemos notado en conversaciones con ex-miembros de varias comunidades que muchas veces
hablan como si nunca hubieran oído las enseñanzas más básicas de donde se fueron. Esto parece
ser un indicio de que todo el tiempo que estuvieron allí, estaban solamente diciendo que estaban
de acuerdo con cosas que en realidad nunca entendieron.
Tomando eso en cuenta, tal vez si nosotros no esperáramos que las personas se pusieran de acuerdo
inmediatamente con todo lo que enseñamos, podrían crecer hacia un entendimiento más completo
sobre nuestras enseñanzas, poco a poco.
Hemos notado ciertas cualidades en personas que a menudo tienen éxito en inspirar y atraer a gente
a sumarse a una comunidad cristiana como la nuestra. A menudo el secreto es que presentan las
enseñanzas de Jesús como buenas noticias. Contagian a las personas con su entusiasmo sobre la
posibilidad de ser libres de las cadenas del sistema, y libres para hacer las cosas que realmente
importan en sus vidas. Por supuesto, algunas de las personas que son atraídas de esa forma luego
se dan por vencidas cuando enfrentan la necesidad de disciplinarse espiritualmente (ser un
discípulo); pero por lo menos lo intentan. Varios de los que llegan a la comunidad así también han
perseverado y han crecido hasta ser líderes.
La iglesia en Éfeso trabajaba arduamente y con fidelidad, y exponían a los falsos maestros de su día,
quienes justificaban la desobediencia (Apocalipsis 2:2-3). Jesús los alaba por esto. Pero agrega, casi
con un suspiro, "Sin embargo... has dejado tu primer amor". El romance del "primer amor" no es
necesario para la salvación; pero sin esos sentimientos positivos e inspiradores, nuestra relación con
Dios (y con los demás) puede transformarse en una tarea pesada que tenemos que cumplir por
obligación.
¿Cuál fue tu primer amor con Dios? ¿No fue el amor que describía Juan cuando dijo "En esto consiste
el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros."? (1 Juan
4:10) Piensa un momento en el amor romántico entre seres humanos. ¿Acaso no es la emoción de
encontrar alguien que confía en ti, o que te muestra interés lo que te emociona en la relación, o que
alguien se comprometa a cuidar de ti y protegerte?
El "primer amor" para nosotros como cristianos es recordar principalmente que "cuando éramos
aun pecadores" Cristo nos amó lo suficiente para morir por nosotros. (Romanos 5:8)
Es muy claro que Jesús requiere la obediencia en fe; pero todo lo que nos pide, aun las partes que
parecen ser sumamente duras, están empapadas con dulces recordatorios sobre su amor, y su
deseo de darnos lo mejor. (Juan 15:11-16)
Debemos tener esto en mente cuando exigimos cosas el uno del otro. Los líderes tienen el derecho
de esperar que todos sigan las reglas de la comunidad, y de corregir a los demás cuando fallan en
cumplir con sus responsabilidades. Pero si Dios puede aguantar tan tranquila y pacientemente toda
la desobediencia de la raza humana por tantos años, tal vez nosotros también podemos darle a la
gente un poquito más de tiempo para desarrollar un entendimiento personal sobre las razones por
cuales existen algunas de las reglas, antes de que seamos demasiados ansiosos para
implementarlas.
Estimado amigo, el Señor Jesús dijo de la iglesia de Éfeso: “Pero tengo contra ti, que has dejado tu
primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras;
pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido” (Ap.
2:4-5).
La iglesia había dejado el primer amor y no volvió a él, lo que tuvo consecuencias trágicas.
No se refiere solamente al amor que sentimos al principio de nuestra vida como cristianos renacidos,
después de nuestro encuentro con Jesús. No es algo dependiente del tiempo. El verdadero amor
puede cambiar, pero no mengua. Tomemos como ejemplo el matrimonio. Existe la etapa inicial del
“enamorarse”, luego la etapa del “amarse”. Cuando nos enamoramos, las emociones juegan un
papel decisivo. Después disminuyen estos sentimientos efusivos, aunque no disminuye el amor, sino
que al contrario, se vuelve más constante, más apegado y más fiel. Al principio palpita el corazón
cuando se abre una carta de la persona de la cual uno se ha enamorado. Después de 20 años de
matrimonio, cuando uno recibe una carta del cónyuge, probablemente no experimentará fuertes
palpitaciones, a pesar de que se amen mucho. Esto nos muestra que el verdadero amor es más que
solamente un sentimiento, el cual por cierto juega un rol importante cuando nos enamoramos. Los
recién enamorados hablan de “mariposas en el estómago”. Cuando luego se casan y viven un tiempo
junto, el amor ya no depende solamente del sentimiento, sino que llega a ser constante y más
profundo.
El enamorarse se puede comparar al motor de un automóvil. Primero hay que encenderlo, antes
que marche. Pero luego sigue marchando aunque no se active más el arranque. Pues entonces ya
está en camino, está avanzando y llegando cada vez más cerca de la meta propuesta. La marcha de
un auto es un símbolo del amor duradero.
El hecho de que un hijo de Dios, después de seguir a Jesús por varios años, ya no sienta las mismas
emociones como al principio de su vida cristiana, es normal. No necesariamente significa que se
ame menos a Jesús que inmediatamente después de la conversión. Aún sin las primeras emociones
efusivas, uno puede estar en el primer amor.
Si en la vida de un hombre casado, con el correr de los años, el deporte, la televisión o sus
pasatiempos llegan a ser más importantes que suel amor por su esposa (a pesar de que él le sea fiel,
la quiera mucho y no se pueda imaginar una vida sin ella, y en el tiempo que le resta, la trate bien),
entonces ha dejado el primer amor por ella.
Donde disminuyen la pasión y el ardor por Jesús, ya se ha dejado el primer amor hacia Él. Y este
primer amor no puede ser reemplazado por el perfeccionismo, ni por otros esfuerzos, por ser
perseverante, por rechazar malos pensamientos o hechos. Incluso el sacar a la luz lo malo, el trabajo
y el sufrimiento por el Señor, no sirven. Estas cosas son buenas y necesarias, pues el Señor mismo
las menciona como dignas de loor (Apocalipsis 2:2-3); pero muy bien pueden llegar a hacerse
rutinariamente y convertirse en formalismo y tradicionalismo.
En una ocasión al cumplir 50 años en el servicio militar, un mariscal recibió altos honores. Respondió
modestamente: “El espíritu para la guerra – el corazón para el rey – la sangre para la patria – ¡y la
gloria para Dios!” Sin embargo, Dios quiere de nosotros un amor no dividido, un amor íntegro. En el
evangelio de San Mateo 22:37 lo leemos claramente: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón,
y con toda tu alma, y con toda tu mente”. Nuestro espíritu, nuestro corazón y nuestra sangre Le
pertenecen a Él solo. Él no solamente quiere recibir la gloria, sino la entrega completa de toda la
persona del que Lo ama.
En muchas iglesias, las cosas se hacen según normas bíblicas, contra lo cual no se puede decir nada.
Pero a pesar de esto, está “la muerte en la olla”, porque falta el primer amor hacia el Señor, porque
la organización del funcionamiento de la iglesia ha tomado el lugar de Jesucristo. El Señor Jesús
siempre tiene que estar en el primer lugar. Tenemos que partir de este primer amor hacia Él, para
luego trabajar para Él, y no al contrario. Según mi parecer, Jesucristo quería mostrar a los cristianos
de la iglesia de Éfeso que su obra para el nombre del Señor estaba en el primer lugar en sus vidas, y
el amor y la entrañable unión con Jesús seguía en el segundo lugar; la rutina rígida había
reemplazado la vida espiritual.
“Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su
casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su
palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da
cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo:
Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María
ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.”
Marta se esforzaba mucho por atender dignamente a Jesús, ofrecerle comida y bebida, y
seguramente lo hizo con amor. A pesar de esto el Señor tuvo que exhortarla. Sin embargo, su
hermana María fue elogiada. No tenemos que dejar de cumplir con nuestros quehaceres, pero
también hacer lo otro – las prioridades tienen que estar bien. En ese acontecimiento se demostró
que María hizo lo mejor, lo cual es para nosotros una imagen del “primer amor” hacia Jesús. Lo más
importante es sentarse primero a Su pies, escuchar Su Palabra y conocer Su voluntad. Si tenemos
este primer amor hacia el Hijo de Dios, esto no nos dejará sin fruto y haremos Su voluntad. Pues
más tarde fue María la que derramó el ungüento de mucho valor sobre los pies de Jesús. En Juan
12:3 leemos acerca de la obra que ella hizo: “Entonces María tomó una libra de perfume de nardo
puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del
olor del perfume.”
¡Qué contraste con las palabras de Jesús: “Tengo contra ti, que has dejado tu primer amor”. Este se
había perdido, y por eso la iglesia de Éfeso corría el peligro de perder la luz que irradiaba. Y ¿quién
brilla más en el ejemplo que acabamos de citar: Marta o María?
En Apocalipsis 2, 4-5 el Señor Jesucristo advierte a la iglesia en Éfeso por haber dejado el “primer
amor”.
La palabra griega para “primero” es “protos”, lo que, más que una preferencia temporal, indica una
preferencia cualitativa. Así también el “primer amor” quiere decir el “mejor amor”. Más acerca de
esta profunda verdad en este programa.
Estimado amigo, es un gozo para mi poder compartir con usted la segunda parte de este estudio
bíblico acerca de la pregunta: ¿Cuál es el primer amor?
En primer lugar repetimos algunos puntos del programa pasado para el oyente que nos sintoniza
hoy por primera vez.
Nos basamos en el texto que leemos en Apocalipsis 2,4-5, donde el Señor Jesús dijo acerca de la
iglesia de Éfeso: “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de
dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré
tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido”.
Hemos definido que la expresión “primer amor” no es algo dependiente del tiempo. El verdadero
amor puede cambiar, pero no mengua. Comparando con el matrimonio podemos decir que después
de la etapa de enamorarse el amor ya no depende solamente del sentimiento, sino que llega a ser
constante y más profundo. Lo decisivo es que el amor hacia Jesús tenga el primer lugar en mi vida,
y por lo tanto sea el primer y mejor amor. Se trata de tener las prioridades correctas.
El Señor Jesús siempre tiene que estar en el primer lugar. Tenemos que partir de este primer amor
hacia Él, para luego trabajar para Él, y no al contrario. Según mi parecer, Jesucristo quería mostrar
a los cristianos de la iglesia de Éfeso que su obra para el nombre del Señor estaba en el primer lugar
en sus vidas, y el amor y la entrañable unión con Jesús seguía en el segundo lugar; la rutina rígida
había reemplazado la vida espiritual.
En Lucas 10:38 – 42 tenemos un ejemplo del primer amor hacia Jesús. La Palabra de Dios dice así:
“Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su
casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su
palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da
cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo:
Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María
ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.”
Marta se esforzaba mucho por atender dignamente a Jesús, ofrecerle comida y bebida, y
seguramente lo hizo con amor. A pesar de esto el Señor tuvo que exhortarla. Sin embargo, su
hermana María fue elogiada. No tenemos que dejar de cumplir con nuestros quehaceres, pero
también hacer lo otro – las prioridades tienen que estar bien. En ese acontecimiento se demostró
que María hizo lo mejor, lo cual es para nosotros una imagen del “primer amor” hacia Jesús. Lo más
importante es sentarse primero a Su pies, escuchar Su Palabra y conocer Su voluntad. Si tenemos
este primer amor hacia el Hijo de Dios, esto no nos dejará sin fruto y haremos Su voluntad. Pues
más tarde fue María la que derramó el ungüento de mucho valor sobre los pies de Jesús.
¡Qué contraste con las palabras de Jesús: “Tengo contra ti, que has dejado tu primer amor”. Este se
había perdido, y por eso la iglesia de Éfeso corría el peligro de perder la luz que irradiaba.
Primero Cristo
Al Señor Jesús, quien amó primero a los Suyos demostrándolo en Su sufrimiento y muerte en la cruz,
como también en Su resurrección y ascensión al cielo, Le pertenece el primer amor. En otras
palabras: Él tiene que ser el Primero en nuestra vida. El Señor Jesús expresó que la necesidad del
primer amor hacia Él era algo muy serio, cuando lo dijo de una manera muy radical, en Mateo 10:37:
“El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a
mí, no es digno de mí.”
La palabra griega para “primero” es “protos”, lo que, más que una preferencia temporal, indica una
preferencia cualitativa. Así también el “primer amor” quiere decir el “mejor amor”. Como derivado
de este significado básico en el griego, también puede referirse a “lugar de honor”, a “adalid”, a “ser
el primero” o “tener el primer rango”. En el Tabernáculo, el Lugar Santo, que se encontraba delante
del Lugar Santísimo, se llamaba la “primera carpa”, o la “carpa delantera”. Allí obraban los
sacerdotes en la inmediata presencia del Señor; no había lugar para otra cosa entre su lugar y el
Lugar Santísimo. También de esto se puede desprender lo que quiere el Señor: ¡que vivamos tan
inmediatamente delante de Él y con Él que Él tenga el primer lugar en nuestras vidas!
La misma palabra griega “protos” se usa en la parábola del hijo pródigo, que regresó a su padre sin
recursos y con la ropa rota. El padre hizo buscar para él la mejor ropa, o la primera ropa: “Sacad el
mejor vestido, y vestidle…” (Lc. 15:22). No se trataba de una ropa de fiesta que el hijo quizás había
usado en años anteriores, sino simplemente del mejor vestido de honor.
El Señor encontró muchas cosas buenas entre los cristianos de la iglesia de Éfeso (comp. Ap. 2:2-3),
pero Jesús mismo no era el Primero ni el Mejor para ellos. Alguien dijo una frase muy cierta: “Lo
bueno es el enemigo de lo mejor.” Quiero repetirlo: Lo mejor – el primer amor hacia Jesús – tiene
que estar antes de todo lo demás. Si dejamos que algo se ponga delante del “primer amor”, ya no
es el primero, sino quizás el segundo o incluso el tercer amor.
Según las apariencias externas, esta era una iglesia saludable y vibrante. Todo estaba en buena
forma. Esta es la clase de iglesia acerca de la que las revistas cristianas escriben artículos. Esta es la
clase de iglesia que organiza conferencias para decirle a otros como edificar grandes iglesias. Este
es el tipo de cristianismo que es impresionante, el que levanta el estándar para los demás, que es
considerado como un ejemplo a imitar.
Y déjame decirte que estas cosas son importantes –el esfuerzo, la perseverancia, y la pureza
doctrinal. De hecho, nosotras vamos a ver en algunas de las cartas a las otras iglesias que Jesús los
reprende por no ser cuidadosos acerca de estas cosas, acerca de la pureza doctrinal y moral.
Pero Aquel cuyos ojos son como llamas de fuego no solo ve la apariencia externa; Él no solo ve las
habitaciones que están bien mantenidas y listas para ser ocupadas. Él ve detrás de las puertas
cerradas. Él ve el corazón, y Él ve cosas que otros no ven.
Así que Jesús dice, después de dar este increíble elogio, “Yo tengo una preocupación. Yo necesito
decirte la verdad. Hay un problema en tú iglesia que supera y deshace todos los aspectos positivos
que pudieran ser enumerados”.
Y ¿qué es eso? Jesús dice en el versículo 4, “Yo tengo algo contra ti, que has dejado tu primer amor”.
Eso es un problema del corazón. Es un problema de amor. No es un problema doctrinal. No es un
problema de conducta. No es un problema de ser perezosos. Es un problema del corazón; es un
problema de amor.
“Tú has dejado tu primer amor”. Y esa palabra has dejado significa “dejar,” o “partir,” o “renunciar.”
Tú has dejado el camino en el que estabas. Tú has dejado la relación en que estabas.
Y pienso que eso es un desafío para las iglesias y los creyentes que tienen una rica herencia
espiritual, una herencia de fe, una herencia de gracia. Creyentes que han caminado con el Señor por
un largo periodo de tiempo, quizás segunda generación de cristianos. Tus padres conocieron al
Señor, tus abuelos conocieron al Señor – al igual que los creyentes Efesios.
Ellos eran segunda –y tercera- generación de creyentes. La iglesia una vez había sido una iglesia
vibrante, y si lo mediamos externamente ellos habían permanecido fieles y ortodoxos contra toda
medición externa, pero habían dejado su primer amor.
Su devoción a Cristo y su amor al prójimo, y al mismo tiempo fue la motivación que impulsó todas
sus actividades, sus esfuerzos, obras y perseverancia. En un tiempo, todo eso fue motivado por amor
–amor a Cristo, y amor a otros.
Pero ahora, ellos siguen haciendo todas esas cosas, pero han perdido el corazón. Y Ese es un peligro
que cualquiera de nosotras pudiera enfrentar, particularmente cuando hemos conocido al Señor
por un largo período de tiempo.
Es esa erosión del amor que puede suceder muy lentamente, de modo casi imperceptible, hasta que
Cristo viene y nos lo señala. Y así Jesús les regresa a los dos primeros mandamientos –los dos grandes
mandamientos: “y amarás al Señor tú Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu
mente, y con toda tu fuerza” (Marcos 12:30). Y el segundo es, “Amarás a tu prójimo como a ti
mismo” (Marcos 12:31).
¿Cuál es el resumen de la ley? ¡El resumen de la ley es el amor! Así que aquí los efesios están
cumpliendo la ley, pero ellos han dejado su primer amor; ellos han abandonado, desamparado, el
amor que tenían al principio.
Y quizás te estés preguntando “¿Está Jesús hablando aquí acerca del amor por Cristo que ellos han
abandonado o el amor por los demás que han abandonado?” Y creo que la respuesta es sí. Tú no
puedes separarlos. Tú no puedes amar a otros verdaderamente si no amas a Cristo, y tú no puedes
amar a Cristo verdaderamente si no amas a los demás. Si amas a Cristo, amarás a los demás. Para
tener verdadero amor por los demás, tú debes tener amor a Cristo, así que cuando dejes de amar a
Cristo, dejarás de amar a los demás. Y cuando dejes de amar a los demás, habrás dejado de amar a
Cristo.
Así que en las próximas sesiones, quiero que profundicemos un poco más en todas estas cosas del
“primer amor” –el primer amor de Dios en nuestros corazones, amor por Cristo, y amor por los
demás.
Pero, creo que Dios ha estado hablando a nuestros corazones incluso en estos últimos momentos,
y me pregunto si quizás el Espíritu te está diciendo, “Tú eres una de esas personas que han…. tú has
levantado el estándar. Has trabajando duro hasta el punto del agotamiento y de la fatiga”.
Mamá –tú eres fiel, tú estás en esto, eres perseverante, tienes esa fortaleza que te impide ceder
ante la presión. Eres ortodoxa; eres recta como una flecha; tu doctrina es correcta, tu estilo de vida
es correcto. Pero ¿hay una puerta en tu corazón que está cerrada?
Y si Jesús fuera a abrirla –Él no necesita abrirla; Él ve dentro- Él diría, “Tú estás haciendo todas las
cosas bien, pero has abandonado el amor que tenías al principio. Tú continuaste actuando
correctamente, pero es un desempeño sin amor. Es una obediencia sin amor; es una actividad sin
amor; es una pureza sin amor; es una rectitud doctrinal, pero sin amor”.
Y ¿cuál es el llamado de Jesús? Él va a llamarlas de regreso a la intimidad del primer amor con Él,
porque aparte de ese amor por Cristo y de ese amor por los demás, todo lo que hagas es en vano.
Así que, Señor, yo oro para que tu abras las puertas de nuestros corazones y que nos ayudes a ver
dónde nosotras podemos haber abandonado el amor que tuvimos primero. Gracias por como Tú
has estado hablándole a mi propio corazón durante este estudio. Y oro para que traigas convicción
y arrepentimiento cuando veamos esas áreas de nuestras vidas donde pudiéramos ser como esa
iglesia en Éfeso.
La Escritura dice, “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Apocalipsis 2:7). Señor,
nosotras estamos escuchando. Por favor háblanos, y te diremos, “Sí, Señor” Amén.