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MORFOLOGIAWAINHAUS
1, 2 | DG | FADU | UBA
T. J. CLARK
MORFOLOGÍAWAINHAUS | LECTURAS
MODERNISMO, POSMODERNISMO
Y VAPOR
T. J. CLARK
Inspirado por las figuras danzantes del video artis - máquina de la influencia (The Influence Machine).
ta Tony Oursler, el historiador del arte norteamerica - Veo allí la reproducción digitalizada y tecnológica
no T. J. Clark emprendió este fantasmagórico recorri - del escenario que aparece hacia el final del poema de
do por los sueños de la modernidad, sus respuestas for - W. E. Yeats, “El cielo helado” (“The Cold Heaven”,
males y los dilemas más acuciantes del arte posmoder - 1916): “...¡Ah! Y cuando, tras la confusión del lecho
no. ¿podrá el arte actual traducir en nuevas formas es - de muerte,/ el fantasma empieza a animarse, ¿se lo
téticas los sueños del presente? ¿La era de la imagen ha envía/desnudo a los caminos, según dicen los libros-
reemplazado indefectiblemente a la era de la palabra? ,/para que sufra el injusto castigo de los cielos?”
Nadie mejor que un confeso modernista atento a los La pregunta con la que se cierra el poema de
errores del pasado para escrutar el paisaje actual y so - Yeats es real, o al menos lo es para el poeta, y se le
meter el arte contemporáneo a la prueba de la forma. propone al lector como una pregunta real. Yeats
El vapor es su inusitado hilo de Ariadna. creía en los fantasmas y sin duda creía en la posibi-
lidad de una agonía infinita, eternamente realimen-
tada por una vida insatisfecha, que la mera extin-
ción física no interrumpe ni un instante. En otras
Durante el último año me descubrí pensando palabras, Yeats era un moderno. Creía que la esen-
en la relación entre arte moderno y vapor, vapor cia de la vida es espantosa pero también es extática
comprimido, pero también vapor en estado evanes- y bella, y que la tarea del arte era sumergir al lector
cente. En parte, fue accidental. A fines de octubre o al espectador en ese espanto y en ese éxtasis, por
abrí el New York Times y me encontré con la foto lo menos mientras durase el poema. Supongo que
de una instalación al aire libre de Tony Oursler: la Tony Oursler no comparte esta idea de Yeats. Sus
imagen de una gigantesca cara de aspecto terrorífi- fantasmas no son reales. O mejor, en el espacio de
co, proyectada sobre una nube de vapor. La cara, la obra de arte se nos vuelve indecidible si tenemos
como podrán adivinar los que estén familiarizados que tomarnos en serio a los fantasmas; si tomarse
con las series de imágenes-personajes de Oursler, en serio la obra de arte supone precisamente no to-
no puede dejar de hablar. Tiene un montón de co- marlos en serio. Si, por ejemplo, debemos leer los
sas en la mente. Poco a poco, a través de su monó- rostros como una suerte de metáfora (y aquí puede
logo exaltado, uno empieza a darse cuenta de que el residir su seriedad) del deseo de una vida espiritual
mayor problema de esa cara es Internet. La cara es que aún hostiga a nuestra actual ideología de la in-
un fantasma, un alma, o un espíritu en busca de formación. En otras palabras, estos pueden ser fan-
descanso post mortem; forma parte de una gran fa- tasmas que la misma Internet sueña como parte de
milia de espíritus. El descanso se ha vuelto imposi- su desolado despliegue de ocultismo y “espirituali-
ble. Por alguna razón, Internet invadió el mundo dad”, siempre al borde del desencanto del mundo.
de estos espíritus y dominó su territorio. Por eso, Como escribió Theodor Adorno hace ya mucho
vuelven para enfrentarse con el enemigo digital. tiempo: “El ocultista saca la consecuencia extrema
Los verdaderos fantasmas quieren tener su espacio, del carácter fetichista de la mercancía: el trabajo an-
en el que puedan no respirar. Porque, a fin de cuen- gustiosamente objetivado aflora en los objetos con
tas, ¿cómo morirse en paz si las estupideces que se múltiples rasgos demoníacos [...] Aquellos peque-
dicen en el chat room invaden permanentemente la ños sabios que aterrorizan a sus clientes ante la bo-
última morada? Oursler tituló su instalación La la de cristal son modelos en miniatura de los otros
grandes que tienen en sus manos el destino de la poder y posibilidad, entonces; pero también, poco
humanidad”. después, envejece: es una figura nostálgica del futu-
Este fragmento parece dialogar con la obra de ro o del sentido de futuridad que la época moder-
Oursler en alguna medida. Su instalación sabe que na tuvo en sus inicios pero nunca pudo realizar. De
juega a aterrorizarnos. Se enorgullece del poderío ahí, los rastros o bocanadas de vapor siempre pre-
de su aparato de terror. El vapor y el video son sus sentes en el horizonte de los escenarios oníricos de
medios. Es una máquina (el título insiste en esto). de Chirico. Un tren cruza veloz el desierto impe-
Pero la función de la máquina no es la de conven- rial. Parecería que la República Bananera produce
cernos. La sonrisa posmoderna nunca termina de ya las mercancías requeridas. ¿O es que somos visi-
desaparecer de nuestros rostros. tas tardías, turistas mirando boquiabiertos un con-
Después de ver la foto de La máquina de la in - junto de ruinas medio cubiertas por la arena? ¿Se
fluencia, y empezar a pensar en cómo interrogaba a trata de la modernidad, todavía avanzando y mul-
la utopía informática de nuestro tiempo, no pude tiplicándose hasta los confines de la tierra, irguien-
evitar más de un punto de comparación con obras do sus estatuas y chimeneas, desplegando sus gran-
de los últimos ciento cincuenta años de la historia des perspectivas urbanas hasta donde alcanza la vis-
del arte. Pensé en el ocaso del modernismo a fines ta? ¿O se trata de una visión retrospectiva, una co-
de la década del 60, y en el vapor en Robert Morris lección de fragmentos? En de Chirico, las nubes de
como figura paradigmática de ese final. Entiendo la vapor suelen vislumbrarse entre las columnas de
obra de vapor de Morris, en lo esencial, como un una galería desierta. Alguna vez la galería condujo a
intento de representar literalmente la búsqueda de una estación en la que la gente corría para alcanzar
la abstracción, la reducción y la desmaterialización el expreso. Pero ya no. Alguna vez el hombre se va-
del siglo anterior; el deseo de someter el arte al ins- naglorió de la vastedad de las nuevas perspectivas, y
tante, al acontecer inmediato, a la pura contingen- construyó casas de ensueño dedicadas al culto del
cia. Tuve mis dudas sobre las consecuencias de la li- engranaje y el cable de acero. Pero a la modernidad
teralización de estos impulsos en Morris —¿literali - siempre la acosó la idea de que este momento de en-
zarlos era banalizarlos?—, pero por lo menos enten- sueño, de posibilidades infinitas, había terminado.
dí, o creí entender, sus motivos. Comprendí que Es ése, creo, el significado del gran título de de
Morris se veía a sí mismo en el final de algo, con lo Chirico de 1914, Nostalgia del infinito. Un gran tí-
cual la banalidad de la metáfora tal vez fuera deli- tulo, es cierto, pero con un tono (como sucede a
berada: nos señalaba qué representaba el modernis- menudo en de Chirico, y en el modernismo todo)
mo hacia 1968. Esta constatación, sin embargo, no imposible de aprehender. Desde luego que se pue-
resolvía el problema de qué había conseguido de llegar a una interpretación a partir de nuestro
Oursler dándole un rostro al vapor de Morris, es conocimiento de que el año en cuestión estaba fa-
decir, proyectando, sobre la aparición del moder- talmente marcado por el destino, y que así era per-
nismo como entidad dispersa que se vacía, un suje- cibido entonces (no había que ser un nietzscheano
to sufriente, un continuo discursivo. sombrío para sentir, en 1914, que el infinito estaba
Más tarde, por supuesto, empecé a darme cuen- a punto de ser liquidado ). Pero incluso aquí, en es-
ta de que el vapor en el arte de los últimos dos si- te terrible punto de inflexión, la nostalgia era fuer-
glos nunca había sido sólo una figura de vaciamien- te. Es significativo, me parece, que el padre de de
to y evanescencia. También había sido una imagen Chirico, de profesión ingeniero, estuviera a cargo
de poder. El vapor podía ser maniatado. El vapor de la construcción del ferrocarril que uniría Atenas
podía ser comprimido. El vapor hizo posible el con Corinto. El arte de de Chirico puede entender-
mundo de la máquina. Fue el término intermedio se, en alguna medida, como una serie de intentos
en la gran reconstrucción de la naturaleza llevada a por volver a ese momento fundacional para delei-
cabo por el hombre. Lluvia, vapor y vacío. La velo- tarse una vez más con el triunfo de su padre —el
cidad derivada de la compresión fue lo que convir- triunfo de la modernidad— sobre los obstáculos
tió el mundo en un gran vórtice, en un torbellino naturales, su transformación de la antigüedad en
de Turner, un devorador ojo espectral, donde llu- un decorado visto desde un vagón que avanza a to-
via, sol, nube y río se ven desde la ventanilla del da velocidad.
tren como nunca se habían visto antes. El vapor es Frente a la obra de Tony Oursler, en cambio,
T. J. Clark es profesor de Historia del Arte en [Publicado originalmente en la revista milpalabras # 4, Buenos Aires:
la Universidad de California, Berkeley. Entre sus milpalabras, 2002.]
obras publicadas se destacan The Absolute Bour -
geois: Artists and Politics in France 1848-51; Image [SUPERVISÓ: H. W., 2005]