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MORFOLOGIAWAINHAUS
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MODERNISMO, POSMODERNISMO Y VAPOR

T. J. CLARK
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MODERNISMO, POSMODERNISMO
Y VAPOR

T. J. CLARK

Inspirado por las figuras danzantes del video artis - máquina de la influencia (The Influence Machine).
ta Tony Oursler, el historiador del arte norteamerica - Veo allí la reproducción digitalizada y tecnológica
no T. J. Clark emprendió este fantasmagórico recorri - del escenario que aparece hacia el final del poema de
do por los sueños de la modernidad, sus respuestas for - W. E. Yeats, “El cielo helado” (“The Cold Heaven”,
males y los dilemas más acuciantes del arte posmoder - 1916): “...¡Ah! Y cuando, tras la confusión del lecho
no. ¿podrá el arte actual traducir en nuevas formas es - de muerte,/ el fantasma empieza a animarse, ¿se lo
téticas los sueños del presente? ¿La era de la imagen ha envía/desnudo a los caminos, según dicen los libros-
reemplazado indefectiblemente a la era de la palabra? ,/para que sufra el injusto castigo de los cielos?”
Nadie mejor que un confeso modernista atento a los La pregunta con la que se cierra el poema de
errores del pasado para escrutar el paisaje actual y so - Yeats es real, o al menos lo es para el poeta, y se le
meter el arte contemporáneo a la prueba de la forma. propone al lector como una pregunta real. Yeats
El vapor es su inusitado hilo de Ariadna. creía en los fantasmas y sin duda creía en la posibi-
lidad de una agonía infinita, eternamente realimen-
tada por una vida insatisfecha, que la mera extin-
ción física no interrumpe ni un instante. En otras
Durante el último año me descubrí pensando palabras, Yeats era un moderno. Creía que la esen-
en la relación entre arte moderno y vapor, vapor cia de la vida es espantosa pero también es extática
comprimido, pero también vapor en estado evanes- y bella, y que la tarea del arte era sumergir al lector
cente. En parte, fue accidental. A fines de octubre o al espectador en ese espanto y en ese éxtasis, por
abrí el New York Times y me encontré con la foto lo menos mientras durase el poema. Supongo que
de una instalación al aire libre de Tony Oursler: la Tony Oursler no comparte esta idea de Yeats. Sus
imagen de una gigantesca cara de aspecto terrorífi- fantasmas no son reales. O mejor, en el espacio de
co, proyectada sobre una nube de vapor. La cara, la obra de arte se nos vuelve indecidible si tenemos
como podrán adivinar los que estén familiarizados que tomarnos en serio a los fantasmas; si tomarse
con las series de imágenes-personajes de Oursler, en serio la obra de arte supone precisamente no to-
no puede dejar de hablar. Tiene un montón de co- marlos en serio. Si, por ejemplo, debemos leer los
sas en la mente. Poco a poco, a través de su monó- rostros como una suerte de metáfora (y aquí puede
logo exaltado, uno empieza a darse cuenta de que el residir su seriedad) del deseo de una vida espiritual
mayor problema de esa cara es Internet. La cara es que aún hostiga a nuestra actual ideología de la in-
un fantasma, un alma, o un espíritu en busca de formación. En otras palabras, estos pueden ser fan-
descanso post mortem; forma parte de una gran fa- tasmas que la misma Internet sueña como parte de
milia de espíritus. El descanso se ha vuelto imposi- su desolado despliegue de ocultismo y “espirituali-
ble. Por alguna razón, Internet invadió el mundo dad”, siempre al borde del desencanto del mundo.
de estos espíritus y dominó su territorio. Por eso, Como escribió Theodor Adorno hace ya mucho
vuelven para enfrentarse con el enemigo digital. tiempo: “El ocultista saca la consecuencia extrema
Los verdaderos fantasmas quieren tener su espacio, del carácter fetichista de la mercancía: el trabajo an-
en el que puedan no respirar. Porque, a fin de cuen- gustiosamente objetivado aflora en los objetos con
tas, ¿cómo morirse en paz si las estupideces que se múltiples rasgos demoníacos [...] Aquellos peque-
dicen en el chat room invaden permanentemente la ños sabios que aterrorizan a sus clientes ante la bo-
última morada? Oursler tituló su instalación La la de cristal son modelos en miniatura de los otros
grandes que tienen en sus manos el destino de la poder y posibilidad, entonces; pero también, poco
humanidad”. después, envejece: es una figura nostálgica del futu-
Este fragmento parece dialogar con la obra de ro o del sentido de futuridad que la época moder-
Oursler en alguna medida. Su instalación sabe que na tuvo en sus inicios pero nunca pudo realizar. De
juega a aterrorizarnos. Se enorgullece del poderío ahí, los rastros o bocanadas de vapor siempre pre-
de su aparato de terror. El vapor y el video son sus sentes en el horizonte de los escenarios oníricos de
medios. Es una máquina (el título insiste en esto). de Chirico. Un tren cruza veloz el desierto impe-
Pero la función de la máquina no es la de conven- rial. Parecería que la República Bananera produce
cernos. La sonrisa posmoderna nunca termina de ya las mercancías requeridas. ¿O es que somos visi-
desaparecer de nuestros rostros. tas tardías, turistas mirando boquiabiertos un con-
Después de ver la foto de La máquina de la in - junto de ruinas medio cubiertas por la arena? ¿Se
fluencia, y empezar a pensar en cómo interrogaba a trata de la modernidad, todavía avanzando y mul-
la utopía informática de nuestro tiempo, no pude tiplicándose hasta los confines de la tierra, irguien-
evitar más de un punto de comparación con obras do sus estatuas y chimeneas, desplegando sus gran-
de los últimos ciento cincuenta años de la historia des perspectivas urbanas hasta donde alcanza la vis-
del arte. Pensé en el ocaso del modernismo a fines ta? ¿O se trata de una visión retrospectiva, una co-
de la década del 60, y en el vapor en Robert Morris lección de fragmentos? En de Chirico, las nubes de
como figura paradigmática de ese final. Entiendo la vapor suelen vislumbrarse entre las columnas de
obra de vapor de Morris, en lo esencial, como un una galería desierta. Alguna vez la galería condujo a
intento de representar literalmente la búsqueda de una estación en la que la gente corría para alcanzar
la abstracción, la reducción y la desmaterialización el expreso. Pero ya no. Alguna vez el hombre se va-
del siglo anterior; el deseo de someter el arte al ins- naglorió de la vastedad de las nuevas perspectivas, y
tante, al acontecer inmediato, a la pura contingen- construyó casas de ensueño dedicadas al culto del
cia. Tuve mis dudas sobre las consecuencias de la li- engranaje y el cable de acero. Pero a la modernidad
teralización de estos impulsos en Morris —¿literali - siempre la acosó la idea de que este momento de en-
zarlos era banalizarlos?—, pero por lo menos enten- sueño, de posibilidades infinitas, había terminado.
dí, o creí entender, sus motivos. Comprendí que Es ése, creo, el significado del gran título de de
Morris se veía a sí mismo en el final de algo, con lo Chirico de 1914, Nostalgia del infinito. Un gran tí-
cual la banalidad de la metáfora tal vez fuera deli- tulo, es cierto, pero con un tono (como sucede a
berada: nos señalaba qué representaba el modernis- menudo en de Chirico, y en el modernismo todo)
mo hacia 1968. Esta constatación, sin embargo, no imposible de aprehender. Desde luego que se pue-
resolvía el problema de qué había conseguido de llegar a una interpretación a partir de nuestro
Oursler dándole un rostro al vapor de Morris, es conocimiento de que el año en cuestión estaba fa-
decir, proyectando, sobre la aparición del moder- talmente marcado por el destino, y que así era per-
nismo como entidad dispersa que se vacía, un suje- cibido entonces (no había que ser un nietzscheano
to sufriente, un continuo discursivo. sombrío para sentir, en 1914, que el infinito estaba
Más tarde, por supuesto, empecé a darme cuen- a punto de ser liquidado ). Pero incluso aquí, en es-
ta de que el vapor en el arte de los últimos dos si- te terrible punto de inflexión, la nostalgia era fuer-
glos nunca había sido sólo una figura de vaciamien- te. Es significativo, me parece, que el padre de de
to y evanescencia. También había sido una imagen Chirico, de profesión ingeniero, estuviera a cargo
de poder. El vapor podía ser maniatado. El vapor de la construcción del ferrocarril que uniría Atenas
podía ser comprimido. El vapor hizo posible el con Corinto. El arte de de Chirico puede entender-
mundo de la máquina. Fue el término intermedio se, en alguna medida, como una serie de intentos
en la gran reconstrucción de la naturaleza llevada a por volver a ese momento fundacional para delei-
cabo por el hombre. Lluvia, vapor y vacío. La velo- tarse una vez más con el triunfo de su padre —el
cidad derivada de la compresión fue lo que convir- triunfo de la modernidad— sobre los obstáculos
tió el mundo en un gran vórtice, en un torbellino naturales, su transformación de la antigüedad en
de Turner, un devorador ojo espectral, donde llu- un decorado visto desde un vagón que avanza a to-
via, sol, nube y río se ven desde la ventanilla del da velocidad.
tren como nunca se habían visto antes. El vapor es Frente a la obra de Tony Oursler, en cambio,

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podríamos preguntarnos si en el vapor y la máquina página del libro que está leyendo. Tal vez también
de su instalación sobrevive algún indicio —algún pueda pensarse el vapor como una metáfora dc la
recuerdo— de aquellas posibilidades, de aquel po- libertad de la imaginación. Pero entonces volvemos
der. ¿O sólo producen una ilusión? La máquina de a mirar esas rejas implacables que dividen y domi-
la influencia es el título que Oursler le dio a la obra. nan el rectángulo, que empujan todo hacia la su-
“Influencia “ es una palabra muerta y desoladora (en perficie del cuadro y las superficies se organizan con
Estados Unidos ya está de liquidación). Los hom- demasiada facilidad; es ése el problema de la movi-
bres y mujeres de la Galerie des Machines de 1889 lidad y el anonimato modernos. En la contracara
no estaban” influidos” por la mecánica de la moder- de la nueva libertad (evanescencia) urbana, siempre
nidad. Estaban empequeñecidos por ella, oprimi- aparecen el congelamiento y la constricción.
dos, quizás; pero a la vez estaban extasiados, agigan-
tados. Las máquinas eran sus creaciones. Adorno sin Mientras seguía el camino de imágenes abierto
dudas tiene razón al afirmar que el trabajo objetiva- por la obra de Oursler —atento en especial a la
do es amenazante y, de algún modo, demoníaco, yuxtaposición de La máquina de la influencia y Le
pero en la modernidad es también maravilloso, ce- chemin de fer— se me ocurrió que lo que estaba
lestial. Si la máquina de Oursler ya no pone en jue- pensando, en realidad, era la diferencia entre mo-
go algún vestigio de esta dialéctica, entonces debe dernismo y posmodernismo. El vapor era un modo
ser cierto que dejamos la modernidad atrás. de explicar la relación entre el arte de los últimos
En este sentido, el término clave de compara- treinta años y el del largo siglo pasado, el siglo de
ción que encuentro para la obra de Oursler es Le de Chirico y de Yeats. Me gustaba la idea de que el
chemin de fer de Manet. Evidentemente, el vapor es tema se me hubiese impuesto gradualmente, pero
el gran tema de esta pintura: cómo se relacionan las una vez que me enfrenté a la cuestión, oí una señal
personas con el vapor, cómo lo enfrentan o cómo de alarma. No soy experto en arte contemporáneo.
no lo enfrentan, cómo se vuelven para enfrentarnos Soy consciente de que vivo deliberadamente en el
a nosotros. No hace falta demasiada perspicacia pa- pasado modernista, y de que la profunda identifi-
ra entender que el vapor en Manet es una metáfora cación que siento con algunas obras del arte mo-
de la inestabilidad general —tal vez constitutiva— derno no me ha permitido darle a buena parte del
de aquello que en la modernidad cambia continua- arte de las últimas dos décadas la atención que me-
mente de forma, fuga hacia adelante, se dispersa y rece. Soy consciente también —y esta conciencia es
se hace inasible. La obra es perfectamente conscien- más bien tardía— de que aun en los momentos de
te de que esa evanescencia tiene un gran atractivo. mi vida en los que sentí una conexión vital con el
Es una escena para una mirada doliente. A todos arte que se estaba produciendo a mi alrededor, no
nos gusta mirar pasar los trenes. Pero el vapor en Le alcancé a comprenderlo. Mi hostilidad militante
chemin de fer es también una figuración de lo cam- con Andy Warhol, por ejemplo, no ha resistido el
biante y lo impalpable mezclándose con la textura paso del tiempo. Mirando hacia atrás, me gustaría
de la vida. El vapor es una metáfora de la aparien- haber sido capaz de reconocer la extrañeza y el in-
cia, y las apariencias deben ser aquí entendidas co- terés de la escultura de Don Judd. Podría seguir
mo transitorias y, por algún motivo, completamen- abundando con ejemplos. No es que no pueda re-
te circunspectas. El vapor es la superficie en que se cordar cómo cometí estos errores, y hay algo en mí
está convirtiendo la vida toda. La niña y la institu- que todavía insiste en verlos como necesarios, o al
triz han sido dispuestas en un espacio más parecido menos productivos para mí y para otros, en las dis-
a una jaula que a un terrain vague. Desde las vías cusiones acaloradas de entonces. Eran los años 60.
hasta el plano del cuadro no hay más de un metro. El arte se discutía en términos extremos, opciones
Vapor y apariencias: tal es sin duda el tropo do- de todo o nada. Sé por qué me incliné por el “to-
minante de Manet. Pero no se trata de apariencias do”. Y por supuesto, los que tomamos ese camino
que cancelan la profundidad y dejan de lado por lo hicimos con plena conciencia de que optar por
completo la interioridad. Ni Manet ni el modernis- el todo —el todo de la muerte del arte y su realiza-
mo llegaron nunca tan lejos. La institutriz lee y sue- ción en la práctica revolucionaria podía terminar
ña despierta. Por un momento es pura exterioridad en optar por nada. No éramos tontos: sabíamos
y frontalidad, pero aun así marca con dos dedos la que, tal como estaban repartidas las cartas de la cul-

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tura, teníamos todas las de perder. Ahora compren- aun si creyera que todavía no ha surgido? Quizás el
do que el pragmatismo de Warhol o el egocentris- mero agregado de un “post” delante del modernis-
mo de Judd también eran jugadas en ese desconcer- mo no sea la solución más adecuada, pero, ¿no con-
tante final de partida —desconcertante porque se cuerdo con que la modernidad se ha reconfigurado
nos vino encima rápida e inesperadamente—, juga- durante los últimos treinta años, al punto de con-
das más realistas en algún sentido, en tanto menos vertirse en otra cosa?
persuadidas de la inminencia del final, o quizás más La nueva visualidad que se propaga por toda la
dispuestas a adoptar una estrategia que reportara al- cultura como un virus, la nueva maquinaria de vi-
gún beneficio mínimo (un beneficio esencialmente sualización, la inclinación de la balanza social des-
estético), sin atender a ese final. Una vez más, no de el pasado régimen de la palabra al actual régi-
me arrepiento de no haber visto todo esto en aquel men de la imagen, ¿no es parte de esa reconfigura-
momento. Por el contrario: equivocarse rotunda- ción? ¿Estamos seguros de que esta circunstancia le
mente respecto del arte del presente, o arriesgarse a ofrece a las artes visuales una oportunidad mejor?
cometer errores rotundos y paralizantes, puede ser la ¿No lleva únicamente a establecer un diálogo con
base sobre la que toda crítica seria —a diferencia de aquello que ha emergido como los principales me-
la simple promoción o el referato— debe avanzar, dios de producción de la nueva Vida imaginada? Lo
sobre todo la crítica actual. Sólo trato de decir que, que se presenta como una oportunidad única, ¿no
sea cual sea el destino de este ensayo, no será segura- se convertirá precisamente en un problema? La
mente una guía fiable de las formas contemporáneas. proximidad entre las artes visuales y las formas con-
Permítanme además admitir mi persistente temporáneas de instrumentación del poder —los
enojo con la caricatura del modernismo —a menu- modos de producción de sujetos—, ¿será en reali-
do presentada como caracterización— que durante dad mera proximidad o más bien identidad ? ¿Las
los últimos veinte años ha circulado en el mundo artes visuales no han pasado, lisa y llanamente, a ser
del arte. Es obvio que los nuevos movimientos tie- parte de los aparatos de producción de imágenes de
nen que tomar distancia respecto de sus anteceso- la Vida? ¿No es éste el significado del hecho, por
res. En la vida artística es necesario matar al padre. demás notorio (un recorrido por las páginas de Par -
Pero matar una réplica de cartón pintado del padre, kett o Artforum basta para confirmarlo monótona e
que se parece tanto a él como un caballito de ma- inexorablemente), de que, por ejemplo, ya no exis-
dera a un caballo de verdad, me parece completa- te la línea divisoria entre las artes visuales y la in-
mente inútil, y un camino directo a una obra mala, dustria de la moda? No sólo no existe, sino que ade-
pedante y simplista. En otras palabras, creo que es más el arte glorifica esa no-existencia. y esa no-exis-
necesario que entendamos el modernismo, si real- tencia es uno de sus grandes temas afirmativos.
mente queremos escapar de su sombra. No nos precipitemos hacia las conclusiones en
Buena parte de este ensayo, por lo tanto, está este punto. Como contrapartida de la situación ac-
dedicado a volver a pensar qué fue el modernismo. tual, no voy a levantar un modernismo que inter-
Pero el vínculo con el presente será central. puso una firme distancia crítica respecto de los re-
Quiero hablar sobre la naturaleza del modernis- gímenes visuales que tenían verdadero poder en el
mo sin apartarme de la siguiente pregunta: “Si el campo cultural. El modernismo siempre estuvo pe-
modernismo fuera esto, ¿qué significaría entonces ligrosamente próximo a la esfera de las apariencias
escaparse hacia otro paradigma de producción ar- de las que se alimentaba. Sin dudas el cuadro de
tística?”. ¿Estamos en una fuga semejante? En tér- Manet da cuenta de eso. El leit motiv del modernis-
minos puntuales —y creo que es éste el desafío más mo fue la gran frase tomada de la crítica del joven
importante que nos presenta la obra de Oursler—, Marx a Hegel: los modernistas creían que todo ar-
si entiendo el modernismo como una forma de ar- te, todo realismo, debía acometer una incorpora-
te en profunda sincronía con ciertos hechos y posi- ción profunda de las formas del presente, incluso a
bilidades de la vida moderna (de la forma de vida riesgo de caer en la mera mímica o la ventriloquia;
llamada modernidad), ¿no debo pensar también sólo así emergería la posibilidad de la crítica, de una
que la vida que vivimos hoy es lo bastante distinta verdadera desestabilización; los modernistas “ense-
de la que vivieron Manet, Picasso o Jackson Po- ñarían a bailar a las formas petrificadas, cantándo-
llock como para merecer una nueva descripción, les su propia canción”.

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Este ensayo, entonces, se propone pensar si esa su condición artesanal, el hecho de que era un rom-
posibilidad sigue abierta para el arte. No esperen pecabezas de piezas planas firmemente dispuestas
encontrar una respuesta clara en lo que sigue. No sé en el plano. Tanto el cuadro de Manet como el de
lo suficiente como para darla. Tal vez nadie sepa lo Malevich dan cuenta de esto. Sus modos de orde-
suficiente. Pero al menos creo saber qué significa namiento son explícitos, casi esquemáticos. Los ba-
hacernos esta pregunta. Si lo que queremos saber es rrotes negros o la división de los cuerpos en seg-
si el arte del presente todavía es capaz de “enseñar a mentos verticales pretenden dramatizar la partición
bailar a las formas petrificadas, cantándoles su pro- del mundo en elementos formales o partículas. El
pia canción”, entonces debemos preguntarnos, sin cuadro tiene que parecer, al menos en parte, una
duda, por las formas que se han petrificado ya y las máquina compositiva.
que se petrifican hoy en el mundo de la producción Pero en cuanto empezamos a describir la parti-
de imágenes y el gerenciamiento de símbolos. “Pe- cular naturaleza del formalismo modernista, nos
trificado”, a primera vista, parece una palabra extra- enfrentamos con el otro extremo de la ecuación.
ña para pensar el proceso que estamos viviendo. El Dije ya que los modernistas ponían el acento en la
mundo de la imagen no parece estar convirtiendo naturaleza del medio. Pero aquí, el acento debe caer
en piedra sus objetos, ni tampoco a sus usuarios y sobre la palabra “acento” y sobre la peculiaridad de
espectadores, sino más bien en agua o vapor o pu- la acentuación modernista. El modernismo es la
ra espacialidad, pura virtualidad. Prometo volver forma que tomó el formalismo en condiciones es-
sobre esto. Pero creo que antes deberíamos formu- pecíficamente modernas, la forma que tomó al tra-
larnos otra pregunta. Si creemos que la tarea del ar- tar de encontrar una respuesta a la modernidad. y
te es liberar el potencial utópico de nuestras formas esa forma fue exagerada y aberrante. O bien el or-
de vida actuales —apartarlas del congelamiento y la den formal fue puesto en primer plano —se podría
inmovilidad de sus potencialidades “cantándole su decir, fetichizado— al punto de aceptar como po-
propia canción”—, entonces debemos saber qué sitivas una serie de imposiciones prefabricadas, de
significa “cantarle su propia canción”. ¿Cuál es la matrices mecánicas; o bien la forma se dispersó —
diferencia entre una mímica muerta y un vívido (y empujada hasta el vacío o la mera yuxtaposición
siniestro) “dar la voz”? Aquí es donde el modernis- azarosa—, descubierta siempre al borde de la in-
mo se hace verdaderamente importante para noso- competencia o la arbitrariedad. En el modernismo
tros. Porque, por supuesto, no podemos hacernos la forma aparecía siempre, se diría, en la intersec-
esta pregunta en abstracto. Sólo podemos hacér- ción de la pura repetición con la pura diferencia.
nosla respecto del modernismo, que es el ejemplo Forma y monotonía iban juntas. O forma e indife-
que tenemos de un arte que se impuso esa tarea. renciación. Forma e infantilismo, forma y garaba-
¿Qué pensaba el modernismo que implicaba “can- teo indisciplinado. La forma, de alguna manera, te-
tarles [a las formas petrificadas] su propia canción”? nía que representar los dos grandes principios que
Marx habla de cantar, no de decir o escribir de ma- le dieron al modernismo su carácter: por un lado, la
nera prosaica. Cantar es una acción estética. ¿Cómo realidad de la regularidad y la uniformidad maquí-
cantaban los modernistas? ¿En qué escala? ¿Con nicas; por el otro, la realidad profunda del azar y la
cuánta libertad para la disonancia? fuga sociales. Se podría decir que en los productos
modernistas más puros (y, a pesar de sus diferen-
Permítanme partir una vez más de Manet, y cias, el cuadro de Manet y el de Stella Son para mí
tratar de resaltar los elementos de su modernismo, comparables en este sentido) interactúan un exceso
colocándolo junto a otras imágenes fuertes que re- de orden y un exceso de contingencia. y que este
presentan, según creo, el modernismo en su con- principio formal da cuenta de algo muy profundo
junto. Voy a comenzar con lo más obvio, lo más en la experiencia de toda la textura moderna. El
irrefutable. Según un acuerdo más o menos genera- matrimonio de la razón y la pobreza (The Marriage
lizado, el modernismo fue un tipo de formalismo. of Reason and Squalor), en términos del título del
Los modernistas acentuaron los aspectos físicos y cuadro de Stella.
técnicos del medio con el que están trabajando. El modernismo, estoy tratando de decir, descu-
Querían que una pintura se regodeara —y por aña- brió la forma una y otra vez —típica y al parecer
didura subrayándola— en su falta de profundidad, necesariamente— en cierto estado extremo o en si-

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tuaciones límite. Formalismo era extremismo: es mensiones? En el modernismo la pintura fue un
éste el aspecto del modernismo que requiere una modo de investigación: un camino para descubrir
explicación. La mía es la siguiente. El modernismo cuáles eran las consecuencias concretas de los sue-
fue un enfoque de la modernidad. Estaba interesa- ños de la modernidad, en el mismo intento de en-
do en imágenes y acontecimientos de la vida mo- contrar el modo de llevarlas a un cuadro (qué clase
derna, por lo menos en parte, pero también, más de juego entre superficie y profundidad era necesa-
intensamente, en los modos de representación mo- rio, qué clase de acento en las formas y los límites
dernos, en su estructura profunda de producción del cuadro, qué formas de insistencia o abreviación
simbólica y reproducción. Ese ordenamiento sim- pictórica). Y si éstos son los recursos para dar forma
bólico albergaba en su seno dos grandes sueños o a un determinado ideal de modernidad, ¿qué nos di-
dos grandes posibilidades. El primero proponía que cen respecto de ese ideal? ¿La imaginería moderna
el mundo estaba volviéndose moderno porque era supera la prueba de la representación? Si la dibujo,
un espacio habitado por individuos libres que vi- si le doy esta particular existencia visual, ¿sobrevive?
vían en una inmediatez sensible. El mundo se esta- Por supuesto, plantear el problema como acabo
ba transformando en una matriz de apetitos, pose- de hacerlo lleva a pensar el modernismo en térmi-
siones y acumulaciones privadas. Y esos apetitos nos demasiado distanciados, demasiado razonables.
bastaban para constituir un mundo. En el ámbito En la práctica, había algo en los sueños modernos
de la economía, llevaron al surgimiento de los mer- que enloquecía a los modernistas. Los sueños eran
cados; en el de la experiencia, al auge del entreteni- puestos a prueba materializándolos, reduciéndolos
miento, de la vida como una serie de espectáculos y a una serie de maniobras técnicas tangibles; pero,
juegos. Los deportistas con traje espacial de Male- en el proceso, una y otra vez se los forzaba y desna-
vich son sólo una versión profesional, se diría, de la turalizaba como si el artista intentara comprobar
mirada absorta de la niña de Manet. Es éste el pri- cuánto del sueño quedaría vivo después de some-
mer sueño de la modernidad. En la práctica es difí- terlo a la dispersión y el vaciamiento, al aplana-
cil separarlo del segundo, su hermano gemelo. El miento y la abstracción, al extrañamiento y la de-
mundo, proponía, es cada vez más el espacio de tecnificación, procedimientos que, extrañamente,
una racionalidad técnica, disponible y comprensi- definieron la materialización en el modernismo. En
ble para los sujetos gracias a la mecanización y la es- otras palabras, el formalismo modernista era preci-
tandarización. El mundo se encamina hacia la luci- samente un forzamiento; y no encuentro otra expli-
dez material absoluta. Acabará por convertirse (y si cación para ese forzamiento, ese continuo extremis-
se presta atención, ya se está convirtiendo) en un mo, que pensarlo como una respuesta a cierto ca-
mundo de relaciones más que de entidades, de in- rácter extremo de la cosa misma —la vida— tam-
tercambios más que de objetos, de manipulación bién puesta a prueba. Alguna vez definí esta exaspe-
simbólica más que de cuerpos empeñados en el tra- ración de los recursos y este forzamiento de los lími-
bajo físico o en la dura lucha con la esfera de la ne- tes del arte moderno como “prácticas de negación”.
cesidad. Éstas fueron las grandes ilusiones de la Pero ya no me gusta esa fórmula. No veo razones
modernidad, según yo la entiendo. y por supuesto, para optar entre “negativo” y positivo”, “bello” y
los artistas modernos las compartieron y no esca- “feo” como descripciones válidas del espíritu mo-
paron a su magia. Pero en la práctica —y ésta es la dernista. Sucede que el modernismo siempre estu-
clave— se descubrieron poniendo a prueba estos vo al acecho del momento, o la práctica, que se
sueños o configuraciones imaginarias. La prueba ajustara a las dos descripciones. Positivo y negativo,
era la forma, la prueba de la ejemplificación en un lleno y vacío, totalización y fragmentación, sofisti-
medio particular. cación e infantilismo, euforia y desesperación, la
El modernismo fue una suerte de túnel de vien- afirmación de poder y posibilidades infinitas, junto
to en el que la modernidad y sus modalidades fue- a la mímica de un profundo sin sentido y la pérdi-
ron deliberadamente empujadas hacia un punto de da de toda posesión. Porque es ésta, creo, la princi-
ruptura. En el caso de la pintura, “empujadas” sig- pal propuesta del modernismo acerca del mundo:
nifica “aplanadas”. ¿Cómo se ven los valores y las la experiencia de la modernidad es precisamente la
atracciones que llamamos “modernidad” (esta es la experiencia de dos estados, de dos tonalidades al
pregunta de Manet) cuando los ponemos en dos di- mismo tiempo. El modernismo es el arte que des-

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cubre todo el tiempo la coherencia y la intensidad sus formas o identidades posibles, quizás la más
en lo tentativo y lo esquemático, o el vacío acechan- fuerte. Y sin embargo, la idea de que la Cara esté
do al otro lado de la sensualidad. Ni siquiera al otro mirando a través de algún tipo de transparencia,
lado, en realidad, porque el vacío es la forma que desde un gris posterior, es también convincente. La
pasan a tener lo sensible y la vivacidad controlada. distancia entre el observador y el cuadro cambia a
Creo que puedo aclarar esta y otras cuestiones medida que lo miramos. Todo se transforma, se
centrales del modernismo, mirando más atenta- duplica y se vuelve sobre sí mismo. La doble línea
mente una pintura de Picasso. Sé que así nos aleja- del horizonte por ejemplo, a veces parece estar cer-
remos del territorio de Manet —siempre público y ca, detrás del rostro —las líneas podrían ser la par-
fáctico aun cuando la acción se desarrolla puertas te superior de la reja de un balcón—, y a veces pa-
adentro— hacia un espacio más próximo a La má - recer estar muy lejos, como la línea del mar en el
quina de la influencia de Oursler. Pero así es como horizonte. La Cara parece entrar desde alguna par-
debe ser. El modernismo buscó a menudo sus te- te. Pero nunca sabremos con certeza si ha cruzado
mas en lo horrendo y lo fantasmal. Ya lo hemos el umbral. Muchos habrán pensado, mientras leían
comprobado en el poema de Yeats. Pero la perspec- el párrafo anterior, que ya han escuchado esta his-
tiva de éste difiere de la de Oursler en la definición toria muchas veces. Y tienen razón. Las configura-
de lo fantasmático y su localización, en cuán cerca ciones cambiantes e indecibilidades que estoy seña-
del sujeto que imagina debe situarse la aparición. lando son el ABC del modernismo. Cara les da una
El Picasso al que me refiero está en el Centro distribución gramatical básica. Tiene un tono pe-
Pompidou de París y se llama Figure, en el sentido dagógico. Su blanco y negro es el de un pizarrón o
de “figura” en términos más generales, pero tam- el de un diagrama. Es pedagógico, esquemático y,
bién, de modo más específico, “cara”. La pintura por lo tanto, creo —y este es otro rasgo típico del
no está fechada pero debe de ser de 1927. Mide 99 modernismo—, profundamente intertextual. La
por 81 centímetros. Cara es una obra casi mono- pintura está claramente habitada por ejercicios pre-
cromática. Es de un blanco tiza y un gris metálico vios de geometría y monocromía de Picasso, y pa-
invariable, ambos colores presentados de manera rece preguntarse:
plana e inexorable, casi sin una sola pincelada visi- “¿Qué ha quedado en la pintura, si es que ha
ble. Sin embargo, hay algo de amarillo en la extra- quedado algo, de esa serie de experimentos que he-
ña y hermosa franja vertical del extremo derecho de mos llamado cubismo?” En otras palabras: ¿el cu-
la tela de Picasso; la franja es un dispositivo o una bismo ha quedado reducido a este juego de meca-
realidad crucial en el efecto general del cuadro. Su- nismos en blanco y negro, a este tablero de ajedrez
pongo que ayuda sobre todo a espacializar la terri- de presencias y ausencias? Pero no creo que el cu-
ble apertura blanca que está en el centro de la pin- bismo sea la única gramática pictórica que se invo-
tura, desde donde surge el rostro. Esto es: coloca el ca aquí. Miro de nuevo la franja vertical con algún
cuadrilátero blanco en lo que parece ser una se- tinte amarillo en el extremo derecho del cuadro y
cuencia de intervalos espaciales, aunque esto no sig- me descubro pensando, sin poder resistirme, en la
nifica que la secuencia en algún momento se esta- misma vertical de Porte-fenêtre a Collioure de Ma-
bilice dentro de algún tipo de ordenamiento. ¿De- tisse. No podríamos asegurar que Picasso hubiera
bemos entender, por ejemplo, que el cuadrilátero visto ese cuadro en 1927. Pero creo que, en térmi-
avanza flotando desde la franja amarilla de la dere- nos conceptuales, deben pensarse juntos. El moder-
cha, como si fuese parte de la superficie de una ven- nismo, como yo lo entiendo, está siempre pregun-
tana iluminada por un fogonazo repentino que de- tándose si algo —especialmente algo humano—
ja ver el rostro por un instante?¿O vuelve desde el puede volver a aparecer en el espacio vacante de la
plano del cuadro, desde la franja tangible del costa- ventana de Matisse de 1914. Picasso conocía dema-
do —en algún tipo de afuera—, en medio de la os- siado bien la versión del cubismo de Matisse como
curidad y el no lugar señalados tersamente por el para fascinarse con la reducción que había hecho su
gris que rodea al blanco? Supongo que el solo he- rival de la espacialización cubista a ese sistema de
cho de referirme, como acabo de hacerlo, a la Cara verticales que atraviesan de arriba a abajo el cuadro.
saliendo de la apertura blanca exige una aclaración. La gran leçon de piano de 1917 se había exhibido en
Porque la apertura es también la Cara. Es una de público por primera vez en la galería de Paul Gui-

MORFOLOGIAWAINHAUS | LECTURAS | CLARK | 8


llaume, pocos meses antes de que Picasso pintara su comprobamos muy pronto que el aire casual y la
Cara en octubre de 1926. Diferentes variantes de la movilidad que se perciben en un primer momento
organización con franjas verticales aparecen repeti- enmascaran alguna forma de pérdida o de terror.
damente en la obra de Picasso durante los dos años Nuestra mirada se desplaza hacia el extremo izquier-
siguientes. Existe incluso la Cara y perfil del invier- do del cuadro, hacia la mujer cuyo cuerpo está cor-
no de 1928, que tiene una irónica ventana a la Ma- tado por el marco; el corte del cuerpo y la desola-
tisse del lado izquierdo con balcón de rejas incluido. ción de su mirada se insinúan como las claves del to-
La Cara que está en el Pompidou es para mí no de la pintura toda. La cara parece todavía más
una obra paradigmática —paradigmática del mo- agónica por su carácter incidental, precisamente,
dernismo, quiero decir—, en buena medida, por- por estar casi absorta en la insignificancia del fluir
que el diálogo sobre la producción pictórica que de las miradas.
entabla con la propuesta de Matisse es definitiva- El modernismo fue una forma de agonía, en-
mente implacable y esquemática. Y como sucede a tonces; pero lo que hay que entender es que la ago-
menudo con el modernismo, es difícil saber cuál nía, en la modernidad, es inseparable del placer. Es-
acabará siendo el efecto o el resultado de la reduc- to es cierto para el cuadro de Manet pero también
ción y la esquematización de Picasso. ¿Es un home- para el de Picasso, como intentaré demostrar. Esta
naje a Matisse o la negación del rival? No creo que es la razón por la que los esfuerzos de Picasso por
debamos apresurarnos a elegir la segunda opción. construir una imaginería del horror establecen un
El blanco y negro no se opone necesariamente al diálogo con Matisse. “Voy a demostrarles que en la
color. El propio Matisse lo ha demostrado. y el ros- modernidad el horror es belleza “, parece decir Pi-
tro en la ventana de Picasso no tiene por qué ubi- casso. Y no es que Matisse no estuviera de acuerdo
carse inequívocamente en el espacio anti-Matisse con él, o no pudiera entender el significado del ar-
del displacer, digámoslo así, o de la pura monstruo- te de Picasso. Horror y agonía, sin duda, no son los
sidad. Cara entabla un extraño diálogo no sólo con términos adecuados en el caso de Matisse. Matisse
las reservas de belleza y disponibilidad de Matisse, quería seguir creyendo en su sueño de apetitos y
sino también con las del propio Picasso. Creo que sensaciones. Es cierto. Pero sabía muy bien que en
la extraordinaria litografía que Picasso hizo en la práctica la maquinaria del placer y la posesión era
1928 es, de algún modo, una respuesta a su pintu- sólo eso, una máquina; y que una y otra vez lo que
ra del año anterior. No sólo, obviamente, porque la máquina producía era una visión de plenitud al
deja que una cierta cuota de encanto e individuali- borde de la estridencia y el exceso (o la afectación y
dad vuelva a la pintura, sino también por la refle- el disfraz).
xión sobre cuánta curvatura y solidez pueden rein- Creo que Cara de Picasso y Porte-fenêtre à Co -
troducirse en el rectángulo, pero más que nada por llioure de Matisse son términos de comparación
la forma en que el rectángulo, que ahora flota en el apropiados para La máquina de la influencia, pero
blanco vacío del papel, funciona aún como forma en sí mismos son demasiado privados e inmediatos
de la cabeza y marco a través del cual la cabeza es- —demasiado negadores de la historia— como para
pía, un marco que en definitiva encierra y protege, representar al modernismo tal como yo lo entien-
un corte a la manera de Procusto y a la vez un po- do. Son un momento del modernismo: el tono re-
sible contorno ideal. traído, el resguardo en la forma como último refu-
Elegí la Cara de Picasso como mi segundo ejem- gio de la modernidad. Pero en el arte que cuenta, la
plo modernista, junto con Le chemin de fer, en par- modernidad siempre regresa. No se puede negar
te porque el cuadro de Picasso lleva claramente la que este impulso es constitutivo del arte moderno,
maquinaria de visualización hasta su límite. Es ex- responsable de muchos de sus más grandes logros.
tremo y resonante, incluso para los patrones de Pi- Pero es un momento. Del otro lado del aislamien-
casso, y se habrán percatado, a esta altura, de que la to y lo fantasmático del modernismo está siempre
extremidad y el extremismo son elementos básicos el sueño de la figura recobrando su lugar, ejercien-
de mi idea de lo que fue el modernismo. En la prác- do sus nuevos poderes. Enfrentado al presente eter-
tica, el modernismo fue una forma de la agonía o no y terrible de Picasso siempre está el sueño de la
del caos. También Manet pudo poner en primer historia de de Chirico. Vuelvo entonces a Nostalgia
plano esa agonía. En un Manet, por lo general, del infinito, y coloco junto a él otro Malevich, pin-

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tado en algún momento de los terribles años de la El modernismo fue una puesta a prueba, como
colectivización forzada, hacia 1930. Estos dos cua- dije antes. Fue un exilio interior, un retraimiento
dros representan para mí el enfrentamiento del mo- hacia el territorio formal; pero la forma fue, en úl-
dernismo con el mundo; en ambos casos, claro, en- tima instancia, un crisol, un acto de agresión, un
frentándolo de manera profundamente extraña. abismo en el que todos los supuestos confortables
Pero entonces, ¿cuál fue para mí el tema del mo- de la cultura fueron absorbidos y luego escupidos.
dernismo? ¿De qué hablaba? Adivinan ya, sin duda,
mi punto de partida. El modernismo trataba sobre Pongamos, por fin, la obra de Oursler frente al
el vapor: en el cuadro de Malevich y en el de de Chi- cuadro de Picasso (una comparación injusta, lo sé),
rico un tren atraviesa el paisaje. En otras palabras, e intentemos dar cuenta del modernismo y el pos-
trataba sobre el cambio, el poder y la contingencia; modernismo en la confrontación. Permítanme de-
pero también sobre el control, la compresión y la cir una vez más lo que dije al comienzo. No sé lo
captura: un ordenamiento absurdo u opresivo ace- suficiente sobre el arte del presente como para inte-
cha los campos nuevos y brillantes, y los cuadrados rrogarlo con autoridad; pero sí creo saber lo sufi-
iluminados por el sol, con sus banderas flameantes. ciente sobre el arte de la era anterior como para for-
mular las preguntas apropiadas. Postulé hasta aquí
El modernismo nos presenta un mundo que se que el modernismo intentó entender y poner a
convierte en un ámbito de apariencias: fragmentos, prueba la estructura profunda de las creencias de su
retazos de colores, escenas oníricas hechas de fan- propio momento histórico, aquello que por lo ge-
tasmas inconexos. Pero todo esto aún está sucedien - neral la modernidad dio por sentado respecto de sí
do en el modernismo, y resiste todavía mientras se aquello que más firmemente quiso creer. La presión
lo describe. Las dos pinturas, creo, siguen reflejan- fue formal. Esas creencias debían pasar la prueba
do el esfuerzo por responder al aplanamiento y la del medio o se desintegrarían. En buena medida, al
desrealización, siguen reflejando la voluntad de parecer, se desintegraron. El modernismo fue la
reinsertar los fragmentos en algún tipo de orden. El oposición oficial de la modernidad. Fue el pesimis-
modernismo es agonía, pero su agonía es insepara- mo del eterno optimismo de la modernidad. Culti-
ble de una extraña liviandad caprichosa. Placer y vó el extremismo como una respuesta al pragmatis-
horror van en él de la mano. Malevich puede estar mo y a la tecnificación de la vida moderna (adora-
desesperado o eufórico. Tanto puede estar expre- dos, está claro, por la mayoría de los modernistas).
sando su desprecio por la idea del hombre colecti- En el modernismo, la técnica no era una solución a
vizado como intentando comprenderla con opti- los problemas. Los complicaba aún más.
mismo infantil. Nunca sabremos qué pensaba en La pregunta que debemos plantearle al arte del
realidad. La obra contiene ambas perspectivas. presente, entonces, es cuáles supone que son las
El modernismo se ocupó, sin duda, del pathos creencias de la cultura de nuestro tiempo que resul-
del sueño y el deseo en el siglo veinte, pero, una vez tan igualmente estructurales, igualmente centrales,
más, los deseos eran impostergables, inextinguibles. para la ideología del presente, y cómo hará el arte
El hombre en pie no resignará su futuro. El infini- para poner a prueba esas creencias. He hablado de
to todavía existe en la punta de la torre. Incluso en “creencias” en términos muy generales pero, desde
el cuadro de Picasso, el monstruo que se asoma por luego, lo que cuenta para los artistas visuales son las
la ventana es mi monstruo, mi fantasma, la figura creencias sobre la visión y la visualización, o mejor,
del deseo que no voy a resignar. El monstruo soy las creencias que toman forma de imágenes, de
yo, el terrible sujeto deseante y temeroso que hay nuevos modos de visibilidad o de sueños de cono-
en mí y elude toda forma de condicionamiento, cimiento que se disponen de manera específica-
una andanada de prescripciones sobre lo que debe mente visual. Sabemos que estas creencias son hoy
querer y debe ser. Estos son los restos del utopismo la piedra de toque de un nuevo mito modernizador.
de Picasso. ¿Ustedes creen que la modernidad es el Oursler es un artista paradigmático en este sentido.
espacio del apetito y la inmediatez? ¡Yo les voy a Cualquier artista medianamente perspicaz sabe que
mostrar apetito! ¡Yo les voy a mostrar inmediatez! la vida soñada que cuenta hoy es la que promueve
Yo, como buen modernista, voy a hacer realidad los la Red. Pero ¿cómo poner a prueba ese sueño? Vol-
sueños de la modernidad. vemos al problema que plantea la frase de Marx

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“enseñar a bailar a las formas petrificadas, cantán- artistas visuales de hoy difícilmente puedan resistir-
doles su propia canción”. La mímica no basta. Y se a la idea atractiva de que lo verbal ha concluido
tampoco alcanza con la intimidación exterior. Hay y ha sido reemplazado por lo visual. Pero así como
que cantar. Pero cantar implica dar con la nota ade- Manet descubrió en la práctica que la esfera de las
cuada, encontrar el tono justo. Implica, no un co- apariencias era también la de las identidades, las fi-
nocimiento aproximado de lo que la era digital cree jaciones, las restricciones y las determinaciones, me
sobre sí misma, sino una intuición precisa (como la atrevo a predecir que, una vez que se lo haya some-
que tuvieron Manet y de Chirico) del nudo central tido a la prueba de la forma, este éxtasis de lo vir-
de la vida soñada, la presunción fundante, la verda- tual descubrirá también sus limitaciones.
dera estructura de la visualización de los sueños. Es Ya no voy a simular neutralidad, y diré por qué.
fácil simular los aspectos siniestros de la moderni- Quisiera concluir ofreciéndoles a los artistas del
dad. La modernidad, como nos recuerda Benjamin, presente algunos eslóganes anti-visuales y anti-digi-
prosperó desde sus comienzos a partir de los espec- tales. Podrían imaginarlos saliendo en torrente de
táculos baratos de lo extraño, lo nuevo, lo fantas- la boca del fantasma de Tony Oursler.
magórico. Pero la modernidad también sueña sue- Nada más alejado de la verdad, dice el protago-
ños verdaderos. El arte que sobrevive es el arte que nista de La máquina de la influencia, que la idea de
conserva algo del proceso primario, no sólo el flujo que la era de la Palabra ha terminado. Por el con-
superficial de las imágenes. trario, la palabra está todavía en todas partes. Y la
Veo dos sistemas de creencias a los que el arte maquinaria de imágenes que hemos creado y dise-
de nuestro tiempo puede estar aferrándose. Uno es, minado es sólo un medio para convertir esas pala-
sencillamente, el imaginario de la “información”, y bras en imágenes; ése es el problema. El fantasma
la idea de que un aparato de virtualización, verda- abomina de los medios de visualización de la cultu-
deramente global y totalizador, está privando nue- ra contemporánea, no en nombre de un “logocen-
vamente al mundo de la materialidad del tiempo y trismo” nostálgico, sino porque ve que los medios
el espacio. El mundo en manos de los administra- de producción simbólica de nuestro presente inun-
dores simbólicos, para ponerlo en términos pesi- dan el mundo con un palabrerío —una catarata de
mistas; el mundo abierto a la multitud digital, la tópicos banales y transparentes— al que se da una
gran comunidad global de híbridos y particulares, forma visual efectiva. Efectiva, sí, para que los tópi-
si queremos aceptar la utopía recientemente pro- cos den en el blanco, nombren su producto, opri-
puesta por Antonio Negri. Este es el primer sistema man el botón adecuado de la paranoia. Todo en la
de creencias. Comprobarán que se trata, entre otras configuración real de la producción de imágenes
cosas, de una creencia en una nueva forma de co- del mundo que nos rodea da cuenta de este hecho.
nocimiento, una nueva forma de materialización y Las nociones de claridad, flujo y densidad de imá-
desmaterialización del trabajo. Y en el centro de es- genes, están todas esencialmente moldeadas de
te sistema de creencias hay una imagen del conoci- conformidad con los movimientos del logo, de la
miento visualizado, localizada en el espacio-panta- pseudonarrativa comprimida de la TV comercial,
lla, alterada estructuralmente por este nuevo modo de los eslóganes de productos, del clip sonoro. Las
de localización y movilidad, este nuevo sistema de imágenes todavía están en todas partes, contando
apariencias. Y esto nos lleva directamente al segun- historias o impartiendo órdenes. Páginas web, car-
do sistema de creencias que supone, sencillamente, teles, videojuegos son sólo visualizaciones —mag-
la convicción de que estamos atravesando algún ti- nificaciones y aceleraciones— del mundo de la fra-
po de umbral —o que quizás ya lo atravesamos— se gritada (o susurrada) que aún perdura.
desde un mundo ya perimido en el que la Palabra Compruebo que el fantasma sigue despotrican-
era la principal estructura de conocimiento, a otro do. Pero no olvidemos que sufre: el nuevo “Cielo
dominado por la imagen o por series visuales cam- helado” lo ha vuelto loco. Pero al menos, en su
biantes. Los artistas visuales, sin duda, tendrán mu- amargura, señala una serie de problemas que nues-
chas dificultades para estar en desacuerdo o para to- tra cultura todavía no quiere reconocer. En otras
mar distancia de este sistema de creencias. Tal co- palabras, si es que alguna vez habrá un arte visual
mo Manet se permitió creer, en parte, que el capi- de la posmodernidad, creo que tendrá que empezar
talismo era el espacio de las puras apariencias, los por la furia del fantasma, por su escepticismo. Ten-

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drá que poner a prueba, como lo hicieron Manet y el inventor británico de la televisión mecánica que
Picasso, los conceptos que verdaderamente organi- en los años 20 se anticipó a la separación cuerpo-
zan —producen— las ficciones de nuestro presen- mente, utilizando muñecos de ventrílocuo durante
te. Atrás han quedado el tiempo de la movilidad, el sus primeras transmisiones experimentales.
libre juego de las apariencias y el gran mito de la En un presente en que el individuo medio de-
subjetividad. Esa era la materia prima de Manet y pende cada vez más de los sistemas miméticos —
Picasso. Hoy lo son los conceptos de virtualidad y del teléfono a la televisión o a Internet— la metá-
visualidad. Ha llegado el momento de someter ese fora de la siniestra ecuación tecnológica entre vida
nuevo imaginario a la prueba de la forma. y muerte es aun más significativa. Elegí el Madison
Square Park de Nueva York como un espacio apro-
Traducción: Mariano Siskind. piado para esta instalación que tendrá la forma de
un espectáculo de luz y sonido con video”
Tony Oursler

Tony Oursler (1957) vive y trabaja en Nueva


APÉNDICE: LA MÁQUINA DE LA INFLUENCIA York.

“Durante los últimos dos años investigué la


historia profunda de los medios, es decir, los dispo-
sitivos tecnológicos miméticos anteriores a la in-
vención del cine. Los efectos sociales y psicológicos
de estos dispositivos están en el centro de nuestra REFERENCIAS / IMÁGENES
cultura mediática e inspiraron este proyecto. Los
sistemas de telecomunicación como Internet son el La máquina de la influencia (2000)
resultado final de una vieja tendencia hacia la hoy Tony Oursler
corriente paradoja de la separación entre cuerpo y
mente, que arraiga en los primeros dispositivos mi- La incertidumbre del poeta (1913),
méticos. Esta paradoja —el desprendimiento del Giorgio de Chirico
cuerpo físico para realizar la etérea utopía de la pre-
sencia virtual y la promesa de interconectividad to- Ferrocarril (1873),
tal— se relaciona con el miedo al vacío, la soledad Edouard Manet
y la disociación.
Es una historia de sombras poblada por fantas- Deportistas (circa 1928-32)
mas, por superstición electrónica o por lo que Jef- Kasimir Malevich
frey Sconce llamó “ la transmutabilidad electróni-
ca”. A menudo se le asigna a los medios miméticos Vista de Nôtre Dame (1914)
el papel de mediums. Mientras que el individuo lu- Henri Matisse
cha por retener su identidad en una zona virtual de
dislocación física y conciencia fracturada, se evocan El matrimonio de la razón y la pobreza (1959),
fantasías de conexión con presencias espirituales. Frank Stella
Esta metáfora puede apreciarse en tres personajes
históricos que esta instalación invoca: las fantasma- Cara (1927)
gorías y evocaciones demoníacas del gran pionero Pablo Picasso
Gaspar Robertson (que fundó su primer teatro de
imágenes animadas en una cripta de París en 1763; Puerta-ventana en Collioure (1914)
el contacto telegráfico con el mundo de los espíri- Henri Matisse
tus de la joven Kate Fox, mediante misteriosos so-
nidos en código Morse (Hydsesville, Nueva York, En el café (1878)
el 31 de marzo de 1848) y, finalmente, John Baird, Edouard Manet

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REFERENCIAS / LECTURAS of the People: Gustave Courbet and the 1848 Revolu -
tion; The Painting of Modern Life: Paris in the Art of
La cita de Theodor Adorno pertenece a Mini - Manet and His Followers y Farewell to an Idea: Epi -
ma Moralia (Madrid, Taurus, 2001). La frase de sodes from a History of Modernism.
Karl Marx está tomada de “A Contribution to the
Critique of Hegel’s Philosophy of Right, Introduc - El ensayo“Modernism, Postmodernism, and
tion”, de sus Early Writings (London, Penguin Steam” fue leído en noviembre de 2000 en el Mu-
Books, New Left Revlew, 1975). Sobre la discusión seo de Arte Contemporáneo de Barcelona, dentro
entre las propuestas de Henri Matisse y Pablo Pi- de la serie” Modernidades”.
casso, se puede consultar el libro de Yves-Alain Para su publicación en el número 100 de la re-
Bois, Matisse and Picasso (Paris, Flammarion, vista October (primavera de 2002), el autor decidió
1998). reescribir el texto a la luz de los acontecimientos del
11 de septiembre de 2001. Fue especialmente cedi-
do a milpalabras para su primera edición en español.

T. J. Clark es profesor de Historia del Arte en [Publicado originalmente en la revista milpalabras # 4, Buenos Aires:
la Universidad de California, Berkeley. Entre sus milpalabras, 2002.]
obras publicadas se destacan The Absolute Bour -
geois: Artists and Politics in France 1848-51; Image [SUPERVISÓ: H. W., 2005]

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