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Crisis en la Policía: todos perdieron

Qué hay detrás del escándalo en la Policía que llevó a renunciar a su director, al
viceministro del Interior y a una de las periodistas más famosas del país.

La semana pasada el exviceministro del Interior, el procurador general, la exdirectora de La F.m.


y el exdirector de la Policía fueron los protagonistas de uno de los escándalos más sonoros de los
últimos tiempos.

Si los escándalos en Colombia se midieran en la escala de Richter, el de Reficar


alcanzaría 7,5 y el de la Policía va en 9. A lo que ha sucedido no le falta ningún
ingrediente de magnitud, gravedad y morbo para sacudir al país: vida privada de
personajes públicos, video de connotación sexual de una pareja masculina, crisis
institucional, intrigas de poder y un intenso debate sobre hasta dónde llegan los
linderos del periodismo.

Lo que empezó hace cuatro meses como una denuncia periodística hoy va en la
renuncia del director de la Policía, del viceministro del Interior y de una de las
periodistas más famosas del país.
En este escándalo, a diferencia de muchos otros, las cosas no son en blanco y
negro, y no hay un gran responsable al estilo de las películas de James Bond
donde alguien acaricia un gato blanco y nunca se le ve la cara.

Muchas preguntas sin respuesta han quedado en el aire: ¿la renuncia de


Palomino tenía que ver con la ‘Comunidad del Anillo’? ¿Había una conspiración
contra el director de la Policía? ¿Por qué Vicky Dávila publicó ese video? ¿Por qué
renunció el viceministro del Interior? ¿Qué provocó la salida de Vicky de RCN?
¿Existe la tal ‘Comunidad del Anillo’ donde los policías pagan con favores
sexuales a los congresistas para ascender en la institución?

La renuncia de Vicky Dávila

La dimensión del Poligayte también sacudió los cimientos del periodismo, y todo
giró en torno a la publicación de un video. Se trataba de una conversación que
tuvo lugar en 2008 entre dos hombres en un carro, uno de los cuales estaba
grabando al otro sin su conocimiento. El que lo hacía era un alférez de la Policía,
Ányelo Palacio, y el grabado era el entonces senador Carlos Ferro, quien hasta la
semana pasada fue el viceministro del Interior.

El diálogo entre los dos es sexual y explícito. El alférez Palacio, quien estaba
haciendo la emboscada, conducía las preguntas a terrenos cuasipornográficos
para enredar a su contraparte. Ferro contestaba sin tener conciencia de que ese
video cambiaría su vida.

Ningún medio se atrevió a hacer público el contenido completo, con excepción de


La F.m. de RCN, que pasó el audio en vivo y, posteriormente, subió el video a
internet. El morbo de la conversación volvió el video viral y tres horas después
Ferro renunció al viceministerio. El escándalo no paró ahí y, superada la
connotación amarillista, se comenzó a generar una ola de indignación contra quien
lo hizo público, Vicky Dávila, la directora de ese espacio noticioso.

Pero no todo el mundo tenía claro qué llevó a la periodista a tomar esa decisión,
que pasó de ser la chiva del momento a un búmeran contra ella. En realidad, no
se trataba de un capricho. El origen de todo era que ella había recibido
información por medio de un anónimo de que la Policía estaba interviniendo sus
conversaciones. Según ella y sus fuentes, ese espionaje obedecía a las denuncias
que ella venía haciendo desde finales del año pasado sobre la ‘Comunidad del
Anillo’, una red de prostitución masculina dentro de la Policía. La teoría detrás de
este circuito sería que cadetes y oficiales eran presionados para prestar favores
sexuales a congresistas y a sus superiores, a cambio de una remuneración que
podía ser en dinero o en ascensos dentro de la carrera.

La versión, a primera vista bastante exótica, fue tomando fuerza hasta que salió a
flote un audio en el que una de las víctimas involucraba directamente con esa
comunidad al director de la Policía, el general Rodolfo Palomino. Este negó
categóricamente esas acusaciones, pero en medio del tsunami de la semana
pasada acabó por renunciar para defenderse sin perjudicar a la institución.

Vicky Dávila consideró que el video grabado hace varios años entre un miembro
de la Policía y Ferro constituía una prueba determinante de que existía esa red de
prostitución, y que hacer público el contenido respaldaba sus denuncias. Para ella,
se justificaba publicarlo porque el capitán había sido uno de los denunciantes
originales de la existencia de la comunidad y Ferro le había negado que conocía al
oficial. Pero hubo un problema: una vez analizado ese diálogo línea por línea,
nada del mismo permite deducir algún tipo de acoso, chantaje, presión indebida o
existencia de una red. Era, simplemente, una conversación morbosa entre dos
adultos. Solo probaba que Ferro le había mentido al aire.

Al quedar claro que era un episodio privado, el tema pasó de la ‘Comunidad del
Anillo’ al repudio por la publicación del video y a la solidaridad con uno de sus
protagonistas y su familia. Ese video venía rodando en varios medios de
comunicación desde hace más de dos años y nadie consideró que se pudiera
publicar. Pero Vicky Dávila, indignada con el espionaje en su contra y frustrada por
lo que consideraba la indiferencia del país al respecto, consideró que divulgarlo
podía reivindicar y probar sus denuncias. La apuesta era arriesgada y le salió mal.
Al día siguiente del escándalo, le tocó presentar la renuncia a su cargo de
directora del espacio informativo en La F.m. de RCN.

La verdad es que en Colombia siempre había existido un gran respeto por la


intimidad de las personas. El caso del defensor Otálora fue una excepción pero en
este había una denuncia de acoso sexual, unos antecedentes de acoso laboral
graves, y una relación de subordinación con la denunciante que podía justificar
divulgar la foto editada.

En el caso del exviceministro Ferro se trataba de una conversación vulgar entre


dos personas que se acababan de conocer, pero sin ningún tipo de implicación
penal. Sin embargo, el daño a los afectados y sus familias ya estaba hecho. Y de
ahí la reacción del país entero contra la publicación del video.
Entrometerse en la vida privada había sido siempre en Colombia un tabú, y por
cuenta del escándalo de la semana pasada ese tabú va a regresar. La opinión
pública está escandalizada con lo que sucedió y se ha generado una especie de
autocensura nacional frente a filtraciones de esta naturaleza. Es bueno que eso
haya sucedido, pero es lamentable el costo que tuvo que pagar la familia Ferro
para que esos límites pudieran ser establecidos. La dignidad que mostró la esposa
del exviceministro Ferro en la entrevista en Blu Radio y la solidaridad que
manifestó con su marido para proteger a su familia constituyen la única nota
positiva y la única actitud rescatable de todo este bochornoso episodio.

Por qué salió el general Palomino

El martes pasado, el general Palomino anunció su renuncia acompañado de su


familia y del cuerpo de generales y altos oficiales. Una decisión inevitable por los
cuestionamientos que se venían acumulando sobre su gestión y por el encrispado
clima de opinión al que se había llegado.

Palomino había intentado dilatar el desenlace agarrado del salvavidas que, desde
diciembre pasado, le había ofrecido el presidente Juan Manuel Santos cuando
afirmó –dándole el beneficio de la duda– que las acusaciones contra el director de
la Policía eran más un chisme que una denuncia con sustento.

La gota que rebosó la copa corrió por cuenta del procurador Alejandro Ordóñez,
quien anunció una investigación a Palomino por tres supuestas faltas:
enriquecimiento ilícito, chuzadas a periodistas y tolerancia frente a una red de
prostitución en el seno de la institución.

La verdad es que una investigación disciplinaria no tumba a nadie y que lo normal


es que los funcionarios salgan de sus cargos ‘empapelados’ en el Ministerio
Público con varios casos pendientes. Sin embargo, la que anunció Ordóñez contra
el director de la Policía produjo un knockout fulminante por varias razones: la
gravedad de los cargos, la debilidad que le había dejado al general el largo
periodo de señalamientos en los medios, y la posición radical de un procurador
que está contra las cuerdas pendiente de un fallo del Consejo de Estado que
definirá en los próximos días su permanencia en el cargo. A Ordóñez se le notaron
las ganas de tumbar al general Palomino porque, además de creer que había
mérito para investigarlo, se encontró un ‘papayazo’ para apuntarle al gobierno de
Juan Manuel Santos, con quien en este momento tiene relaciones de tensión y
profunda desconfianza.
Pero para Palomino la copa ya estaba llena. Su muy buena imagen de policía
confiable y bonachón ante los colombianos, contrastaba con la de un hombre
despótico y gritón en el cargo, cuyo estilo de liderazgo giraba mucho más en torno
a exaltar su propia figura que a trabajar con el resto de los generales. Y, claro, eso
permitió que se acentuara la pugna de poder en la primera línea de mando y que
la fuerza ‘antipalomino’ entre los generales ganara más adeptos, incluido el
general Luis Ramírez Calle, que renunció hace un mes y que también fue otra
víctima de este escándalo.

Ese estilo narcisista de Palomino permitió que, silenciosamente, se agravaran los


fenómenos de corrupción. El cáncer venía enquistado desde atrás pero bajo su
mandato hizo metástasis. Gran parte se originó en el crecimiento desordenado de
la Policía que empezó hace tres años. En ese entonces, el gobierno nacional puso
en marcha el ‘Plan 10.000’, que consistía en incrementar anualmente los efectivos
de la institución en ese número. El afán de cumplir con la meta condujo a la
entrada de centenares de personas sin filtros suficientes.

Las consecuencias se vieron muy pronto. Entre agosto de 2013 y noviembre de


2015 más de 3.500 policías fueron retirados por investigaciones. De ellos, la Dijín
de la Policía y la Fiscalía capturaron a más de 1.600 por hacer parte de bandas
criminales o estar involucrados en diferentes delitos. Otros 1.600 salieron por la
facultad discrecional y fallos disciplinarios.

El caos fue aumentando y llegó a su punto más alto en el último trimestre de 2015.
Desde entonces se empezó a hablar de la insostenibilidad del general Palomino
en su cargo. En ese entonces, el periodista Daniel Coronell reveló en varias de
sus columnas que Palomino ejerció su poder para favorecer a su ayudante
personal, un capitán, y a sus hermanos –también oficiales de la Policía–
investigados por varias faltas. Además publicó que el general realizó varios
negocios: compró tractomulas cuando fue jefe de la Policía de carreteras e hizo
lucrativos negocios inmobiliarios.

A finales de octubre, Vicky Dávila puso de nuevo sobre el tapete una denuncia que
habían realizado Noticias Uno y El Espectador más de dos años atrás sobre la
posible existencia de una red de prostitución masculina de cadetes de la Policía y
congresistas, conocida como la ‘Comunidad del Anillo’. La sórdida versión se
basaba en las denuncias de cinco oficiales que afirmaron que hace muchos años
fueron víctimas de esa red.

Palomino renunció por esa acumulación de factores: falta de liderazgo, fuertes


divisiones internas, corrupción creciente y serios cuestionamientos a su conducta
ética. Estaba hace rato contra las cuerdas. Solo faltaba el último jab a la
mandíbula para que cayera a la lona, y el procurador se lo dio.

Las investigaciones en su contra avanzan y, luego de cuatro meses, la Fiscalía no


ha encontrado pruebas que lo vinculen a la ‘Comunidad del Anillo’ o que
demuestren que se haya enriquecido ilícitamente. Pero este capítulo no ha
terminado.

¿Existe la ‘Comunidad del Anillo’?

La organización de servicios sexuales entre agentes de la Policía y congresistas,


en principio, existió entre 2006 y 2010. Hasta ahora han salido unos seis
testimonios de policías que han hecho distintas denuncias, incluida la que señala a
un coronel –que en esos años era el enlace con el Congreso– a quien acusan de
ser la cabeza de la red. Pero se han quedado en testimonios aislados y algunos
de dudosa credibilidad. Sin embargo, el jueves pasado el ministro de Defensa,
Luis Carlos Villegas, aclaró las cosas al salir en distintas emisoras a reconocer su
existencia. En cadena básica de RCN afirmó, por ejemplo, que “lo que se ha
investigado apunta a que sí era una red. No tenía, por supuesto, conocimiento la
Dirección ni de ese momento, ni la que salió, ni la que acaba de entrar, pero sí
funcionó durante un tiempo, haciéndole gran daño a la institución. Ese fenómeno
pareciera haber sido erradicado de la Policía hace casi ocho, nueve años. Hoy
tengo esa tranquilidad”.

Las declaraciones del ministro causaron desconcierto ya que el propio gobierno


había desestimado durante varios meses estas denuncias. Nadie quedó satisfecho
con las afirmaciones de Villegas porque quedó la impresión de que tiraba la piedra
y escondía la mano. Dejó en el aire muchas preguntas: ¿qué alcances tenía la
‘Comunidad del Anillo’? ¿Quiénes estaban involucrados? ¿Hubo investigaciones y
llegaron a alguna conclusión? ¿Ha habido sancionados o retirados por esa
conducta?

Cuando precisamente una de las acusaciones contra el director de la Policía era


que pertenecía a esa comunidad, el propio ministro de Defensa, al aceptar en
forma tardía que sí existió, dejó un mal sabor.

El país necesita saber qué dimensión tenía esa red de prostitución en la Policía.
Porque aquí hay diferentes niveles de gravedad a la hora de entender qué pasó.
Si la ‘Comunidad del Anillo’ corresponde a los testimonios trasnochados de unos
agentes que tuvieron relaciones homosexuales consentidas con otras personas,
incluidos congresistas, no hay lugar a ningún escándalo.
Si detrás de ese ‘anillo’ hubo una red que ofrecía servicios sexuales a altos
oficiales y a congresistas, la cosa es mucho más grave. Pero si hubo una
organización donde los miembros de esa ‘comunidad’ entregaban sus cuerpos a
cambio de ascensos y privilegios laborales en el Congreso y en la Policía el
escándalo es aún mayor.

Hasta ahora han salido varios testimonios que muestran que hubo varios
episodios homosexuales en los que es muy difícil establecer si juntos configuran
una red criminal organizada. Lo que ha salido hasta ahora se puede resumir en
cuatro episodios. 1) La denuncia de la familia de una cadete que asegura que
asesinaron a su hija hace diez años por descubrir la ‘Comunidad del Anillo’. La
versión oficial es que la joven se suicidó por una decepción amorosa. 2) El ahora
capitán Ányelo Palacio, amigo de la cadete, denunció hace dos años, es decir,
ocho años después, que el coronel Castellanos lo había violado cuando era enlace
de la Policía en el Congreso. El capitán Palacio es el mismo que grabó el video
con el senador Ferro, y que provocó su renuncia al cargo de viceministro del
Interior. 3) A finales de octubre del año pasado el coronel Reinaldo Gómez
denunció en La F.m. que el general Palomino lo había acosado sexualmente hace
17 años. 4) En los últimos dos meses, tres oficiales salieron en La F.m. a decir que
habían sido víctimas de acoso sexual y que la ‘comunidad’ sí existió. Incluso,
varios de ellos afirmaron que tenía una especie de catálogo de la oferta de esos
trabajadores sexuales, y hasta dijeron que los llevaban al Congreso con
banderitas para que quienes los solicitaban los identificaran.

Estas últimas denuncias le dan un toque folclórico que desafía la imaginación.


Pero, más allá de lo anecdótico, varias preguntas gravitan alrededor de esta
‘Comunidad del Anillo’. ¿Por qué los testimonios se conocen solo ocho o diez años
después de ocurridos los hechos? ¿Por qué todo gravita alrededor de los mismos
cinco o seis testimonios?

Lo cierto es que el ministro ya reconoció que sí existió. Y como las denuncias son
tan graves y los personajes tan relevantes es definitivo que la justicia determine lo
antes posible el alcance de esta red, quiénes están involucrados y en qué grado.

Lecciones del escándalo

Al final, el Poligayte deja un saldo con muchos perdedores. La Policía, cuya


imagen sale mancillada en momentos en que el país más necesita a sus agentes.
Cuando la seguridad ciudadana es el mayor desafío que hoy tiene el país y se
avecina el posconflicto, la paz con seguridad que anhelan los colombianos recae
en esa institución. Por esta razón su nuevo director, el general Jorge Nieto, tiene
el gran desafío de devolver a los colombianos la confianza en su Policía.

El presidente salió desgastado por mantener a un Palomino que se volvió


insostenible. El ministro de Defensa, por reconocer tardíamente la existencia de la
famosa comunidad que habían denunciado los medios y en particular La F.m. El
general Palomino, que vio anticiparse el final de una carrera de servicios que le
había dado todo el sentido a su vida. El viceministro Ferro, quien apareció en Blu
Radio y en Caracol de la mano de una esposa solidaria, pero perdió el cargo y su
porvenir en la política. Y Vicky Dávila, una periodista enamorada de su profesión,
que cometió un error que opacó sus valientes denuncias y una gran trayectoria
periodística.

Esta vez, como en la célebre pirinola de Antanas Mockus, ‘todos perdieron’.

¿?
Argumenta tu respuesta:
1. ¿Se ha debido o no publicar el video, qué derechos están en juego y si alguno
prevalece más que otros?
2. ¿El debate se desvió?
3. ¿Cómo se abordó el hecho de que el video esté relacionado con prácticas
sexuales entre personas del mismo sexo?
4. ¿Se habría defendido con igual vehemencia el derecho a la intimidad del
exsenador Ferro si en el video estuviera con una mujer?
5. ¿Cómo construir un periodismo más responsable, menos sujeto a “exclusivas”,
likes y rating?

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