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Qué hay detrás del escándalo en la Policía que llevó a renunciar a su director, al
viceministro del Interior y a una de las periodistas más famosas del país.
Lo que empezó hace cuatro meses como una denuncia periodística hoy va en la
renuncia del director de la Policía, del viceministro del Interior y de una de las
periodistas más famosas del país.
En este escándalo, a diferencia de muchos otros, las cosas no son en blanco y
negro, y no hay un gran responsable al estilo de las películas de James Bond
donde alguien acaricia un gato blanco y nunca se le ve la cara.
La dimensión del Poligayte también sacudió los cimientos del periodismo, y todo
giró en torno a la publicación de un video. Se trataba de una conversación que
tuvo lugar en 2008 entre dos hombres en un carro, uno de los cuales estaba
grabando al otro sin su conocimiento. El que lo hacía era un alférez de la Policía,
Ányelo Palacio, y el grabado era el entonces senador Carlos Ferro, quien hasta la
semana pasada fue el viceministro del Interior.
El diálogo entre los dos es sexual y explícito. El alférez Palacio, quien estaba
haciendo la emboscada, conducía las preguntas a terrenos cuasipornográficos
para enredar a su contraparte. Ferro contestaba sin tener conciencia de que ese
video cambiaría su vida.
Pero no todo el mundo tenía claro qué llevó a la periodista a tomar esa decisión,
que pasó de ser la chiva del momento a un búmeran contra ella. En realidad, no
se trataba de un capricho. El origen de todo era que ella había recibido
información por medio de un anónimo de que la Policía estaba interviniendo sus
conversaciones. Según ella y sus fuentes, ese espionaje obedecía a las denuncias
que ella venía haciendo desde finales del año pasado sobre la ‘Comunidad del
Anillo’, una red de prostitución masculina dentro de la Policía. La teoría detrás de
este circuito sería que cadetes y oficiales eran presionados para prestar favores
sexuales a congresistas y a sus superiores, a cambio de una remuneración que
podía ser en dinero o en ascensos dentro de la carrera.
La versión, a primera vista bastante exótica, fue tomando fuerza hasta que salió a
flote un audio en el que una de las víctimas involucraba directamente con esa
comunidad al director de la Policía, el general Rodolfo Palomino. Este negó
categóricamente esas acusaciones, pero en medio del tsunami de la semana
pasada acabó por renunciar para defenderse sin perjudicar a la institución.
Vicky Dávila consideró que el video grabado hace varios años entre un miembro
de la Policía y Ferro constituía una prueba determinante de que existía esa red de
prostitución, y que hacer público el contenido respaldaba sus denuncias. Para ella,
se justificaba publicarlo porque el capitán había sido uno de los denunciantes
originales de la existencia de la comunidad y Ferro le había negado que conocía al
oficial. Pero hubo un problema: una vez analizado ese diálogo línea por línea,
nada del mismo permite deducir algún tipo de acoso, chantaje, presión indebida o
existencia de una red. Era, simplemente, una conversación morbosa entre dos
adultos. Solo probaba que Ferro le había mentido al aire.
Al quedar claro que era un episodio privado, el tema pasó de la ‘Comunidad del
Anillo’ al repudio por la publicación del video y a la solidaridad con uno de sus
protagonistas y su familia. Ese video venía rodando en varios medios de
comunicación desde hace más de dos años y nadie consideró que se pudiera
publicar. Pero Vicky Dávila, indignada con el espionaje en su contra y frustrada por
lo que consideraba la indiferencia del país al respecto, consideró que divulgarlo
podía reivindicar y probar sus denuncias. La apuesta era arriesgada y le salió mal.
Al día siguiente del escándalo, le tocó presentar la renuncia a su cargo de
directora del espacio informativo en La F.m. de RCN.
Palomino había intentado dilatar el desenlace agarrado del salvavidas que, desde
diciembre pasado, le había ofrecido el presidente Juan Manuel Santos cuando
afirmó –dándole el beneficio de la duda– que las acusaciones contra el director de
la Policía eran más un chisme que una denuncia con sustento.
La gota que rebosó la copa corrió por cuenta del procurador Alejandro Ordóñez,
quien anunció una investigación a Palomino por tres supuestas faltas:
enriquecimiento ilícito, chuzadas a periodistas y tolerancia frente a una red de
prostitución en el seno de la institución.
El caos fue aumentando y llegó a su punto más alto en el último trimestre de 2015.
Desde entonces se empezó a hablar de la insostenibilidad del general Palomino
en su cargo. En ese entonces, el periodista Daniel Coronell reveló en varias de
sus columnas que Palomino ejerció su poder para favorecer a su ayudante
personal, un capitán, y a sus hermanos –también oficiales de la Policía–
investigados por varias faltas. Además publicó que el general realizó varios
negocios: compró tractomulas cuando fue jefe de la Policía de carreteras e hizo
lucrativos negocios inmobiliarios.
A finales de octubre, Vicky Dávila puso de nuevo sobre el tapete una denuncia que
habían realizado Noticias Uno y El Espectador más de dos años atrás sobre la
posible existencia de una red de prostitución masculina de cadetes de la Policía y
congresistas, conocida como la ‘Comunidad del Anillo’. La sórdida versión se
basaba en las denuncias de cinco oficiales que afirmaron que hace muchos años
fueron víctimas de esa red.
El país necesita saber qué dimensión tenía esa red de prostitución en la Policía.
Porque aquí hay diferentes niveles de gravedad a la hora de entender qué pasó.
Si la ‘Comunidad del Anillo’ corresponde a los testimonios trasnochados de unos
agentes que tuvieron relaciones homosexuales consentidas con otras personas,
incluidos congresistas, no hay lugar a ningún escándalo.
Si detrás de ese ‘anillo’ hubo una red que ofrecía servicios sexuales a altos
oficiales y a congresistas, la cosa es mucho más grave. Pero si hubo una
organización donde los miembros de esa ‘comunidad’ entregaban sus cuerpos a
cambio de ascensos y privilegios laborales en el Congreso y en la Policía el
escándalo es aún mayor.
Hasta ahora han salido varios testimonios que muestran que hubo varios
episodios homosexuales en los que es muy difícil establecer si juntos configuran
una red criminal organizada. Lo que ha salido hasta ahora se puede resumir en
cuatro episodios. 1) La denuncia de la familia de una cadete que asegura que
asesinaron a su hija hace diez años por descubrir la ‘Comunidad del Anillo’. La
versión oficial es que la joven se suicidó por una decepción amorosa. 2) El ahora
capitán Ányelo Palacio, amigo de la cadete, denunció hace dos años, es decir,
ocho años después, que el coronel Castellanos lo había violado cuando era enlace
de la Policía en el Congreso. El capitán Palacio es el mismo que grabó el video
con el senador Ferro, y que provocó su renuncia al cargo de viceministro del
Interior. 3) A finales de octubre del año pasado el coronel Reinaldo Gómez
denunció en La F.m. que el general Palomino lo había acosado sexualmente hace
17 años. 4) En los últimos dos meses, tres oficiales salieron en La F.m. a decir que
habían sido víctimas de acoso sexual y que la ‘comunidad’ sí existió. Incluso,
varios de ellos afirmaron que tenía una especie de catálogo de la oferta de esos
trabajadores sexuales, y hasta dijeron que los llevaban al Congreso con
banderitas para que quienes los solicitaban los identificaran.
Lo cierto es que el ministro ya reconoció que sí existió. Y como las denuncias son
tan graves y los personajes tan relevantes es definitivo que la justicia determine lo
antes posible el alcance de esta red, quiénes están involucrados y en qué grado.
¿?
Argumenta tu respuesta:
1. ¿Se ha debido o no publicar el video, qué derechos están en juego y si alguno
prevalece más que otros?
2. ¿El debate se desvió?
3. ¿Cómo se abordó el hecho de que el video esté relacionado con prácticas
sexuales entre personas del mismo sexo?
4. ¿Se habría defendido con igual vehemencia el derecho a la intimidad del
exsenador Ferro si en el video estuviera con una mujer?
5. ¿Cómo construir un periodismo más responsable, menos sujeto a “exclusivas”,
likes y rating?