Sei sulla pagina 1di 5

¿Cómo empezar a meditar?

Los siete aspectos de una postura ideal.


Se trata de una postura física y una postura mental. Cuanto más nos acercamos física y mentalmente
al estado meditativo, menos esfuerzo tenemos que hacer para lograr la meditación o más fácil de
hacer el proceso meditativo.
El estado de conciencia idóneo tiene un correspondiente, un equivalente a nivel físico y también
tiene una actitud similar que debemos adoptar. Y cuando ya empezamos ajustándonos de esa
manera, entonces es mucho más fácil acercarse al nivel, que florezca ese estado meditativo.
Aunque es un poco pesado vamos a hablar de la postura física aquí detallada en siete aspectos. En
realidad, no es necesario poner mucho énfasis al principio y tampoco al final. Cuando uno entra en
una absorción meditativa muy profunda el cuerpo se relaja un poco y se acomoda de una manera
natural, pero en la mitad del proceso meditativo es muy importante la postura física. Pero por ahora
no lo toméis con mucha rigidez. Lo más importante al principio es estar cómodos porque el proceso
meditativo es un proceso de interiorización. Habitualmente estamos enfocados, enganchados ahí
fuera, pero vamos a volcar la mente sobre la mente e interiorizarnos. Y para eso hay que
desprenderse un poco de lo que es el cuerpo. Por eso lo más importante es estar cómodos, sentados
en un cojín o si no en una silla, da igual. Es mejor no estar acostados porque es demasiado cómodo,
es muy fácil dormirse y empezar a roncar.

Espalda recta, columna vertebral erguida.


Eso lo vamos a descubrir, va a tomar tiempo tener la columna vertebral bien erguida y que se
ajusten los músculos, quizás unas semanas, pero poco a poco vais a ver el beneficio. Y para muchos
de vosotros va a ser útil tener un poco de altura, que el cojín tenga una altura de unos centímetros
para que las caderas se puedan ajustar.
Lo ideal es que las rodillas no estén más altas que la cadera. Si están más altas, entonces los
músculos de la espalda no están relajados, nos va a producir dolor, hay cierta tensión. Si no tenéis
un cojín en casa podéis usar una manta, una colcha gruesa, o si no, una toalla envuelta, y eso es
bueno también porque así podéis regular la altura a medida que el cuerpo va cediendo,
acostumbrándose. Yo creo que es muy útil tener un poco de desnivel, ya que esto ayuda a que se
incline el coxis y que se alinee la columna vertebral.

Las piernas en posición de loto o simplemente cruzadas.


O posición de semiloto, o si estáis sentados, es bueno que los pies toquen al suelo, estén planos. Si
no llegáis al suelo poned algo debajo para que no estén colgando las piernas.

Los hombros relajados, y las manos en el regazo, derecha encima de izquierda.


Los codos un poquito sueltos del cuerpo. Las manos ahora al principio podéis dejarlas de la manera
que os sea más cómoda, descansando sobre las rodillas o sobre el regazo. Lo ideal es tener la mano
derecha sobre la izquierda, los pulgares suavemente tocándose a nivel más o menos del ombligo, ya
que esto tiene un sentido práctico para relajar el cuerpo y también tiene una razón de ser energética;
se cierran ciertos circuitos energéticos y favorece el equilibrio mental.
Ojos entreabiertos, vista siguiendo el ángulo de la nariz.
Al principio lo importante es tenerlos lo más natural posible, pero vamos a descubrir que a medida
que la mente se concentre vamos a relajar la vista más o menos en 45 grados y los ojos van a estar
entreabiertos. Ni completamente cerrados ni completamente abiertos.

Cabeza o el mentón inclinados hacia delante.


Esto es muy importante para alinear la columna.

Boca relajada y lengua sin forzar pero tocando el paladar.


Y la mandíbula, los labios, a lo mejor hasta los dientes un poco abiertos, sin tocarse, y si podemos la
lengua descansa tocando suavemente el paladar. Esto crea menos saliva -así no tenemos que tragar-
y también ayuda con los pensamientos, a tener menos distracciones.

La respiración es natural, tranquila, abdominal.


Vamos a dejar que el cuerpo encuentre su ritmo natural, de una manera muy suave.
Y después viene la postura mental que tenemos que adoptar, o sea:

Reconocer una nueva actitud: simplemente ser.


Normalmente estamos luchando, nos imponemos ante las cosas; buscamos, nos apegamos a las
cosas lindas y rechazamos, tenemos aversión contra las cosas malas, que nos parece que nos
amenazan. De una manera u otra estamos interviniendo y manipulando la realidad. Cuando algo
bello aparece, como una mariposa, la queremos coger; una flor bella la queremos arrancar. Y apenas
hacemos eso, distorsionamos el momento, se pierde esa belleza. Lo que recomendamos aquí es
mantenerse con los brazos abiertos.

Brazos abiertos.
Es una manera de explicar lo que es la actitud que debemos desarrollar. Hay un lindo poema, La
casa de los huéspedes. ¿Lo habéis escuchado antes? En él se explica que en la meditación tenemos
que ser como una casa de huéspedes, con las puertas siempre abiertas. Y con una sonrisa invitar a
los que nos visitan que se alojen, que se queden por el tiempo que quieran y cuando quieran irse que
se vayan. Entonces, nuestra mente debe tener esas puertas abiertas y dejar que todo entre, se aloje y
se vaya a su propia voluntad. Sin rechazar nada y sin retener nada, que es nuestra reacción habitual:
«brazos abiertos». Otra manera de explicarlo es hablar de un tipo de conciencia que es «estar
consciente de», y otro tipo de mente, que es «saber», y a su extremo, «comprender». Eso es un
poquito difícil de detallar, es algo que tenemos que experimentar, pero como pista a lo mejor
podemos pensar en la diferencia entre ver y mirar, o la diferencia entre oír y escuchar.
Son dos verbos muy similares pero hay una diferencia. Cuando decimos: “ver”, “oír”, eso nos
indica que es un proceso natural, que estamos siendo conscientes de una impresión sensorial que
está recibiendo el sentido. En cambio, cuando decimos “mirar” o “escuchar” eso insinúa que hay un
sujeto que está eligiendo atender a un objeto, prestar atención a algo. La mente también tiene estos
dos aspectos: un aspecto que simplemente es consciente de lo que ocurre y otro que tiene cierta
ansiedad, cierta volición, cierta voluntad de comprender, de captar, de descifrar, de  adueñarse de lo
que está pasando.
Esa es nuestra actitud habitual: queremos manipular y estar en control y captar y entender todo.
Pero en la meditación que vamos a desarrollar esta semana, que vamos a llamar “la práctica del
espejo”, vamos a adoptar este primer tipo de mente, muy natural, que es “estar consciente de” y que
no exige nada más: no exige comprensión, no exige saber si es bueno o malo, si me conviene o no
me conviene, qué voy a hacer con esto, etc.; no implica ningún diálogo, simplemente “estar
consciente de”.
El segundo paso consiste en que si nos enganchamos, o mejor dicho, cuando nos enganchemos (es
natural) a alguna idea, a alguna memoria, tenemos que aprender a soltar.

Alejar, soltar y dejar ir.


Significan casi lo mismo pero hay un matiz. Alejar implica un poco de volición de actuar y eso ya
no nos gusta. Tenemos que soltar, queriendo significar que casi no estamos haciendo algo. Cuando
viene un estado negativo, una memoria de alguien que te criticó, o en el futuro algo que está
pendiente, que tienes que acabar esto en tres días; cuando viene eso, no intentes rechazarlo, porque
de alguna manera queda un residuo, nos engancha; simplemente hay que soltar, dejar que continúe
su trayectoria. O mejor dicho: dejar ir. Dejar ir casi no es un verbo, estamos dejando que transcurra.
No olvidemos que todo lo que surge en nuestra mente es como si fuera un fuego. Tiene cierto
combustible, pero es limitado; tiene leña, pero se va a agotar. Lo que surge en nuestra mente surge
por karma, karma sutil mental. En el pasado hemos dado energía a una idea, una percepción, y ha
quedado una impresión kármica, un residuo, una tendencia, que de repente surge. Alguien te criticó
y le diste más atención de lo que debías haberle dado. Te molestó, te irritó, le entregaste mucha leña
y eso queda pendiente; después de a lo mejor dos semanas, o un mes más tarde, surge de repente, y
en ese momento lo importante es dejar que ese combustible se agote, se queme; esa es la mejor
manera. Los que habéis hecho alguna purificación o desintoxicación o ayuno sabéis que al cabo de
un par de días o tres empieza el cuerpo a soltar las toxinas en las vías sanguíneas y eso nos da
jaquecas, mareos -especialmente si somos tóxicos- y simplemente es que el cuerpo está eliminando
esas toxinas: sudor, orina, sangre, respiración, lo que sea. Tenemos que facilitar ese proceso, dejar
que ocurra, y lo mismo ocurre con las cosas que están enterradas en el subconsciente, que ahora no
detectamos porque estamos a un nivel muy burdo de conciencia, pero están ahí, dando vueltas,
creando una insatisfacción que no sabemos discernir de dónde viene, cuál es su origen.
En la meditación, cuando viene esa distracción, no lo veas como una amenaza, como una tragedia,
como algo que está impidiendo el trabajo. En sí es una buena señal, hay una purificación natural
que está surgiendo. Y especialmente se nota en retiro. Cuando estamos en retiro unos días, unas
semanitas, empieza a surgir a la superficie todo lo que está enterrado en el subconsciente y en esa
meditación lo vamos a descubrir un poquito. Por lo tanto, hay que aprender a soltar, soltar, dejar que
las cosas transcurran a través de la mente, no engancharse.

El presente mágico.
En la meditación de hoy vamos a acentuar por encima de todo vivir el presente intensamente, la
atención plena. En el crudo presente no pueden coexistir emociones negativas, es imposible. Si hay
una aflicción emocional, tiene necesariamente que estar relacionada con algo del pasado, una
memoria, o proyectada hacia el futuro. Si tu mente está enfocada en el presente, no puede haber
agitación o emociones negativas. En el presente no hay drama: si llueve, te mojas, si tienes un
paraguas lo abres; todo es muy práctico. No hay una gran tragedia: “Yo pensaba ir de picnic y ahora
se me ha arruinado el picnic y por qué no llueve en muchos meses y justo cuando yo salgo llueve”.
No hay todo ese drama, esa película que inventamos. Es bien obvio lo que hay que hacer. Y
tampoco hay tiempo. En el presente no existe el tiempo, el instante es eterno. Y tampoco hay
relatividad, no hay punto de referencia en malo ni bueno, así que el presente realmente es sagrado.
Y con la meditación vamos a retomar nuestra vida, vivir en el presente. Porque podemos estar en
este planeta, en este cuerpo, ochenta, noventa años y haber vivido solo cinco con una mente nítida y
presente. Muchas veces vamos conduciendo al trabajo y no sabemos ni cómo llegamos. Hay mucho
tiempo de nuestra vigilia que estamos durmiendo: nuestra mente, nuestra conciencia, no está
despierta. Esta meditación nos va a ayudar mucho a ganar vida, a ganar años invisibles de nuestra
vida.

La práctica del espejo.


Ahora brevemente voy a describir la práctica. Debemos tener en cuenta dos puntos muy simples:

Lo más simple es lo más profundo.


La práctica que vamos a hacer hoy, que es la primera, también es la última práctica que describen
las cuatro tradiciones tibetanas. La última práctica es una vez que uno se funde, por decirlo así, con
esa esencia de la mente: no manipular, no inyectarnos en esa situación, no ensuciarlo; eso es
mantenerse presente.
Al principio es la manera de introducirnos a lo que está aconteciendo en nuestra mente, que muchas
veces no conocemos porque estamos muy enfocados ahí fuera. Y al final es la manera más profunda
de acentuarnos en lo que es la esencia de la mente, acostumbrarnos a estar iluminados. El único
problema es que es muy difícil, es difícil porque es demasiado simple. Es tan simple que es difícil,
porque nosotros estamos acostumbrados a lo elaborado, estamos acostumbrados a las
complicaciones. Cuando alguien nos indica hacer algo muy, muy, muy simple, cuesta mucho.

Deja que las aguas se aclaren, que todo fluya naturalmente.


Muchas veces se utiliza la analogía de un mar tormentoso, donde surgen olas que representan
nuestras memorias, imágenes, distracciones, emociones; lo que sea, que agita la claridad, que no
nos deja ver la esencia. La idea es dejar que esas olas surjan y después desaparezcan otra vez, se
disuelvan en el agua. Porque lo que pasa normalmente es que nos engancha,  nos atrapa,  nos llama
la atención la espuma de las olas. Nos olvidamos que están, que siguen siendo agua; nos atrapa el
contenido de las ideas y olvidamos que las ideas son nuestra propia mente. Y lo que dijo esa
persona en realidad es tu idea, tu interpretación. Otra persona al lado tuyo lo está viviendo muy
diferente.
Esta práctica nos va a enseñar de una manera intuitiva, casi sin saberlo, a ser más maduros y
comprender que aunque todo lo que ocurre es válido y merece nuestro respeto, no necesariamente
es predefinido, no necesariamente es exclusivamente como lo estoy viendo. Deja o continúa siendo
agua, continúa siendo mente, continúa siendo energía. Esto es muy importante; si lo que estamos
viviendo, viendo, escuchando, lo podemos ver a ese nivel esencial, podemos moldearlo como un
artista que moldea la arcilla a su antojo. Pero si estamos al nivel de las formas externas es muy
difícil moldear, necesitamos un martillo. Hay que romperlo y después con los trozos de azulejos,
como hace Gaudí, hacer diferentes diseños. En consecuencia, debemos decidir: podemos seguir
lidiando con la vida como martillos rompiéndolo todo y ajustándolo, o llegar a ese nivel esencial
medio, a través de donde se mueve todo, y eso nos da mucha libertad para redefinir la situación de
la manera que más nos conviene y poder cambiarla, poder transformarla. Algo que antes
necesariamente era negativo: una crítica que la interpretamos necesariamente como abuso, ahora se
convierte en un aprendizaje, ahora te hace más fuerte en vez de debilitarte.
Por todo lo dicho, creo que esta meditación va a ser muy útil, pero es una de las más difíciles que
vamos a hacer porque es la más ajena a nuestra actividad diaria, a nuestro funcionamiento habitual
de la mente.
Vamos a dar las indicaciones para la práctica para mañana por la mañana, cuando os pongáis a
meditar. Puede ser a la hora que queráis pero es mejor antes del desayuno, si puede ser. Es
importante encontrar un sitio cómodo e invertir unos minutos en relajar primero el cuerpo y después
descender en esta práctica del espejo.
El espejo está relacionado, si queremos profundizar, en uno de los cinco buddhas primordiales,
Akshobya, que representa la purificación de la ira, que se va a transmutar en lo que es la sabiduría
del espejo, de ver las cosas tal cual son, una aceptación total de la realidad. El mantra, por decirlo
así, o la clave de esa meditación, es la aceptación. Simplemente, dejar que las cosas transcurran tal
y como deben ser. Dejar que todo venga y se vaya a su propia voluntad mientras nuestra única
misión es estar viviendo el instante plenamente, intensamente, este instante. Y apenas nos quedemos
atrapados, enganchados en algún ruido, o algún dolor, alguna memoria, compras que hacer el
próximo día; soltarlo, simplemente observarlo y ver, experimentar cómo el combustible detrás de la
idea se evapora, se consume por sí solo. Simplemente con observarlo, se evapora, no es necesario
rechazar nada.

Potrebbero piacerti anche