Sei sulla pagina 1di 32

Para

Aimé Césaire Elogio de la Creolidad


Para
Édouard Glissant Jean Bernabé
Ba Patrick Chamoiseau
Frankétyen
Raphaél Conflant
ÜERTRUDE MARTIN-LAPRADE
MóNICA MARÍA DEL VALLE IDÁRRAGA
Traductoras

Pontificia Universidad
JAVERIANA
--i:io_geflÁ-­
Fac1,1h;,1-d i.k: Clenci<1-s. S-o.:iilks
Pontificia Universidad Contenido
JAVERIANA
--- llo,::otii--­ editorial
Pontj fic-ia U1fr11�1�:<lil,:J
f�i:u!u,:J ck Cie:.n,;-¡a�S.icbi.l�� JAVl�RIA}.iA

Reservados todos los derechos Corre�dón de as.tilo:


©- Ed¡timis GALLIM.ARD, Paris 1980 .fo!ii: Gabtid Ort¡z
© Pontificia iJnivtrsid.ad Javeriat'li'1 Disaiio: Prólogo 11
© Jean ikrnabé. Patri-ck ChatM.iStí'm, R.aph'<lfü C.onfiimt Marce1'1 G-odoy
Por la traducdón de es.tti libro: Ilustración de po.-t.;¡¡_cl.a
© Gertmde Martin-Lapra<l�. Mónica Maiia del vanie- Idárr.ug�t Carnlim1 M.uya La Creolidad 23
Diagram.ación
l'rüuera edición -en francés: f..'foge de la créolftl?. Paris, 19:89. y montaje da <:qhierta:
Primera edición !líl esp;.il)O!: Bogotá, D.C.,junh• de 20 l 1 Carl-os Vargas: • KHka Di::¡.t'.f1-o GrMico Anexo 53
1S.BM; S78·958/116A3l"2 !'n>prunsa digit.'tl
Ntlm-ero de ejemplares: 500 n i.mpresión,
lmp1�so y hedw en Co-lombiu Jav-egraf
Printed (md m,¡,¡d.e ín Colómbi{]. Autores 55
Edltoriai :Po-nüfü:-ia TJnívérs.id;;i.d Javerians. """""'"''·'
Carrera 7, ml.m 37·25. ofich1� 12.01 RE:ODl:
1'-ei. 2"870691 j,•>;t. 4752 Í::UITO-(l:E.,\L\;�
Us�n11:sifARl,>�-
índice onomástico-temático 59
wwwjt1veri<.1nn.l!!d\t.co/edítorial ,,,,AUSJAL I
e<lit-orialpuj@javeriana.Ei<l1,1.co ..,-;::.,.,-;;;':-f-;;,_t·º �:s:-:�-.-,�,i�l;l:f.i: i
Bogotá, o.e.

Bern<lhé, Jei:ut, i.942-


E:log_io de- la Cteo-lidad. /Jc-an .Se-rnahé, Patrick Cham□is�au y R,11:phaül Confiant ... la ed. •· Bogotá:
Editorial P-ont:i.fici¡:¡ Universidad Ja.verio:u).<1, 201 L
64 p. : ft!ll'i1tOS; 24 cm.
lndUytl :referen-cia:, bibHi:ign'i.fiea.$..
JSBN, 978·958-716·43.1 ·2
l. LENGUAS CRIOLLAS· ANTILLAS FRANCESAS. 2. BlLlNGÜISMO, ANTILLAS FRANCES1\S. 3.
FRANCÉS . AN'!'JLLAS FRANCESAS. 4. CRJOLLOS - lOEN'rtDAD MC!AL · AJl1'lL!,AS FRANCESAS. 5.
Ll'tEMTURA CARIDE.fíl'A. 6. socmLINGÜÍSTlCA. L 13Hrnabe, Jean. lS42·. !I.Ch1,1m-oiseau, Patrick. 1953-.
m. Coofüuu, Raphui.H, 1951 •. rv. Pontificia Universidad Javeriana, Facuirnd <lis Cfoncia.iJ. Sodales:.
CDD 447.972976 ed. 2 l
Cat.akigación en lo pubHc.ació:o • Fouüficia Universidad J�l\lll'.rhm.a. Bib1iote-r::a Alfons:Q 8orr-ero Cahál. S.J

oob. Mano 23 / 2011

l'rohibída la reproducción total o parcial de este material, sin


autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriaria.
Es a través de la diferencia y dentro de lo diverso
que se exalta la Existencia.
Lo Diverso decrece.
He ahí el gran peligro.
VJCTOR SEGALEN

Conminarla
por fin libre
a que produzca
de su intimidad cerrada
la suculencia de las frutas.
AIMÉ CÉSAIRE

No sean los pordioseros del Universo


cuando los tambores determinan el desenlace.
É'DOUARD GLJSSANT

Qué tarea colosal, ;la del inventario de lo real!


FRANTZ FANON
Prólogo

Ni Europeos, niAfricanos ,niAsiáticos: nosotros nos proclama�


mas Creoles. Llamarnos creoles será para nosotros una actitud
interior; o más bien: una vigilancia, o mejor aún, una especie
de envoltura mental en medio de la cual se construirá nues­
tro mundo con plena conciencia del mundo. Estas palabras
que les ·transmitimos no provienen de la teoría ni de princi­
pios sabihondos. Son afines al testimonio. Son el resultado
de una experiencia estéril que vivimos antes de dedicarnos
a reactivar nuestro potencial creativo, y poner en marcha
la expresión de lo que somos. Estas palabras no están di­
rigidas solo a los escritores, sino a todos los encargados de
ideas nuevas en nuestro espacio territorial (el archipiélago y
sus contrafuertes de tierra firme; a saber, las inmensidades
continentales), sea cual sea su disciplina, en la búsqueda do­
lorosa de un pensamiento más fértil, de una expresión más
acertada, de una estética más verdadera. Ojalá esta posición
les sea útil como lo es para nosotros. Ojalá tome parte en el
surgimiento, aquí y allá, de aplomos que se sostengan de la
identidad creole, a la vez que la dilucidan, abriéndonos así
los senderos del mundo y de la libertad.
La literatura antillana no existe todavía. Estamos
aún en un estado de preliteratura: el de una producción es­
crita, sin público local, que desconoce la interacción entre
autores y lectores en la que se elabora cualquier literatura.
Este estado no es imputable exclusivamente a la domina­
ción política, sino que se explica también por el hecho de que
nuestra verdad se encontraba aprisionada, en lo más hondo
de nosotros mismos, ajena a nuestra conciencia y a la lectu­
ra libremente artística del mundo en que vivimos. Estamos
fundamentalmente marcados por lo exterior, por la exterio­
ridad, y es así desde los tiempos de antaño hasta nuestro
días. Siempre vimos el mundo a través del filtro de los va­
lores occidentales, y nuestros cimientos se hallaron "exoti­
zados" por la visión francesa que tuvimos que adoptar. Qué

11
d e s u s sacerdotes -viajeros, s u s cronistas , sus pintores o sus
condición terrible la de percibir su arquitectura interior, su
p oetas de paso, o por medio de sus grandes turistas. Entre el
mundo, los in stantes de sus día s , sus valores propios, con la
cielo azul y los cocotero s , floreció una escritura paradisíaca,
mirada del Otro. Sobredeterminados en todo , en historia, en
al principio candorosa y luego crítica, como en el caso de los
pensamiento, en vida cotidiana, en ideales (aun progresis ­
indigenistas del país de Haití. Se cantó la coloración cultural
tas) en una trampa d e dep endencia cultural. de dependencia
del aquí en una escritura que renunciaba a la totalidad, a las
política, de dependencia económica, fuimos desterrados de
verda des entonces desvalorizadas de lo que éramos. A ojos
nosotros mismos en cada parte de nuestra historia escritu­
de los comentarios militantes posteriores fue, desesperada­
ral. Eso determinó una escritura para el Otro, una escritura
mente, una escritura regional, llamada duduísta, por tanto
prestada, anclada en los valores franceses, o en cualquier
sin espesor: otra manera de ser exterior. Sin embargo, si se
caso fuera de este suelo y que, a pesar de algunos aspectos
la mira de cerca, como lo hizo Jack. C orzani en su Histoire
positivos, no hizo sino mantener en nuestras mentes la do­
de la Littérature des Antilles-Guyane·, esta escritura (desde
minación de un afuera . . . De un afuera perfectamente noble,
René Bonneville hasta Daniel Thaly, desde Víctor Duques­
sin duda, mineral ideal hacia el cual tender, a nombre del
nay hasta Salavina, desde Gilbert de Chambertrand hasta
cual romper la ganga que envolvía lo que éramos. Sin embar­
Jean Galmot, desde Léon Belmont hasta Xavier Eyma, des­
go, contra una apreciación polémica , partidista, anacrónica
de Emmanuel Flavia-Léopold hasta André Thomarel, desde
de la Historia, queremos volver a examinar los términos de
Auguste Joyau hasta Paul Baudot, desde Clément Richer
esta acusación y sacar a la luz hombres y hechos de nuestro
hasta Raphael Tardan, desde Mayotte Capécia hasta Ma­
continuo escritura!, una comprensión verdadera. Ni compla­
rie-Magdeleine Carbet . . . ) preservó una cantidad de mechas
ciente ni cómplice, sino solidaria.
sus cep tibles de provocar destellos en nuestras oscuridades .
La mejor prueba es la que nos da el escritor martiniqueño
Hacia la vísíón interior y la aceptación de sí Gilbert Gratiant, con su monumental obra creole: Fab Campe
Zicaque ... Vi sionario de nuestra autenticidad, situó de entra­
En los primeros tiempos de nuestra escritura, esta exteriori­ da su expresión escritura! en los polos de las dos lenguas
dad provocó una expresión mimética, tanto en lengua france­ y de las dos culturas, francesa, créole, que imantab an cada
sa como en lengua creole. Indudablemente, tuvimos nuestros cual por su lado las brújulas de nuestra conciencia. Y si fue
relojeros del soneto y el alejandrino, Tuvimos nuestros fabu­ víctima, en muchos aspecto s , de la inevitable exterioridad,
listas, nuestros románticos, nuestros parnasianos, nuestros no por eso Fab Campe Zicaque deja de ser una extraordina­
neoparnasianos , para no hablar de los simbolistas. Nuestros ria investigación sobre el léxico, los giros, los proverbios , la
poetas se embriagab an de la deriva bucólica, encantados con mentali dad, la sensibilidad, en una p alabra, sobre la inteli­
las musas griegas, refinando las lágrimas de tinta de un amor gencia de esta entidad cultural en la que hoy intentamos ha­
no correspondido por las Venus del Olimpo. Allí, aullaban no cer una inmersión saludable. A Gilbert Gratíant y a muchos
sin razón los censores, había más que un cambalache cultu­ otros escritores de esta ép oca los declaramos conservadores
ral: se trataba de la adquisición casi total de una identidad valiosos (a menudo pese a ellos mismos) de las piedras , de
otra. Esos zombis fueron eliminados por aquellos que que­
rían inscribirse en su biotopo materno. Aquellos que clava­
ban los ojos sobre sí mismos y nuestro medio, pero también
• Éditions Désormeaux, 1 9 78.
en ese caso desde una fuerte exterimidad, con los ojos del
" Éditions Horizons C arai'bes, 1 958.
Otro. Vieron de su ser, lo que Francia veía de él, por medio

Próloir?,
¿ l ogio de la Creo lidad 13
12
las estatuas rotas, de la alfarería despedazada, de los dibu­ . africanidad, ambas exterioridades totales que proceden de
jos extraviados, de las siluetas deformadas: de esta ciudad dos lógicas adversa s . La una que acapara nuestras mentes
en ruinas que es nuestro cimiento. Sin todos esos escritores, sumisas a su tortura, la otra que habita nuestras carnes lle­
habríamos tenido que efectuar este retomo "al país natal" nas de sus estigmas; ambas a su manera inscriben en noso­
sin señalización, ni apoyos, sin siquiera algunos de esos co­ tros sus claves, sus códigos y sus cifras. ¡Definitivamente no !
cuyos dispersos que en las noches azuladas guían la árida E stas dos exterioridades no podrían medirse por el mismo
esperanza de los viajeros perdidos. Y sospechamos que todos, rasero . La Asimilación , a través de sus pompas y sus obras
y más que nadie Gilbert Gratiant, captaron suficiente de nues­ de Europa, se encarnizaba en pintar nuestra vivencia con
tra realidad para crear las condiciones de aparición de un colores del afuera. La Negritud se imponía entonces como
fenómeno multidimensional que (luego, por completo, de ma­ volunta!l testaruda de resistencia dedicada sin ambages a
nera injusta, apremiante pero necesaria, y durante varias ge­ dar domicilio a nuestra identidad �n una cultura negada,
neraciones) iba a eclipsarlos : la Negrítud. denegada y renegada. C ésaire, ¿un anticreole'/ De ningu­
A un mundo totalmente racista, automutilado por na manera; más bien un ante-creole, si, al menos, se puede
sus cirugías coloniales, Aimé Césaire le devolvió el África arriesgar tal p aradoja. Fue la Negritud césairiana la que nos
madre, el África matriz, la civilización negra. En el paí s , de­ abrió el camino hacia el a quí de una Antillanidad des de en­
nunció las dominaciones, y con su escritura, comprometida, tonces concebible y ella misma en marcha hacia otro grado
y que cogía impulsos al modo guerrero, dio ·a.uros golpes a de autenticidad que quedaba por nombrar. La Negritud cés­
las rémoras postesclavistas. La Negritud césairiana engen­ airiana es un bautismo, el acto primero de nuestra dignidad
dró la adecuación de la sociedad creole a una conciencia más restituida, Somos, para siempre, hijos de Aimé Césaíre.
justa de sí misma. Al restaurarle su dimensión africana, la Habíamos adoptado el Parnaso. Con Cés aire y la
Negritud puso fin a la amputación que generaba, en alguna Negritud pusimos pie en el surrealismo. 1 Sería ciertamente
medida, la superficialidad de la escritura que ella misma ha­ injusto considerar el manejo por parte de C ésaire de las "Ar­
bía bautizado como duduísta. mas milagrosas" del surrealismo como un resurgimiento del
En este momento nos sentimos obligados a liberar a bovarismo literario. En efecto, el surrealismo hizo explotar
C é s aire de la acusación -de mal sabor edípico- de hostilidad los capullos etnocentristas, y constituyó en sus cimientos
hacia la lengua creole. Nuestro compromiso es entender por mismos una de las primeras revaluaciones del África reali­
qué, pese al predicado retorno "a la fealdad abandonada de zadas por la conciencia occidental. Pero, el hecho de que la
nuestras heridas", Césaire no ligó estrechamente el creole
a una práctica de escritura forjada sobre los yunques de la
lengua francesa. De nada sirve atizar esta pregunta crucial 1
"El surrealismo aparecía 'positivamente' corno algo que aportaba: una
y citar, como contrapunto, la trayectoria de Gilbert Gratiant, protesta a la sociedad occidental, una liberación verbal, una potencia de
quien se dedicó a tomar posesión de ambas lenguas de nues­ escándalo { . . . ) 'negativamente' como factor de pasividad (André Breton
como maestro) , lugar de referencias borrosas (la vida, el fuego, el poetal,
tro ecosistema. Importa que nuestra reflexión, haciéndose ausencia de pensamiento crítico en lo social, creencia en el hombre elegi­
fenomenológica, se centre en las raíces mismas del hecho do . Se subrayó la relación entre las potencias de lo imaginario, de lo irra­
cional , de la locura, y las potencias negras de lo 'elemental' (Tropiques).
césairiano: hombre a la vez de "iníciación" y de "conclusión", Pero se sostuvo la opinión de que el surrealismo tiende a reducir las
Aimé C::ésaire tuvo, entre todo s , el temible privilegio de rea­ 'particularidades' y la especificidad, que tiende a tachar por la simple
negación el problema racial. que mantendría entonces paradójicamente
brir simbólicamente y volver a cerrar con la Negritud el ani­ (y por una generalización generosa pero fuera de lugar) una tendencia
llo que encierra dos monstruos tutelares: la europeidad y la al eurocentrismo" Édouard Glis sant, Le Discours antilla.is, É ditions du
Seuil, 198 1 .

¿:1ogio de la Creolidad Prólo�


14 15
mirada de Europa finalmente tuvo que servir de intermedia­ _ de África. Originalmente llena del deseo de darnos domicilio
ria para la reaparición a la superficie del continente africano en el aquí de nuestro ser, durante las primeras olas de su
sepultado, es lo que podía hacer temer el riesgo de una alie­ despliegue, la Negritud estuvo marcada por un modo de la
nación redoblada, a la cual habría pocas posibilidades de exterioridad: exteríoridad de las aspiraciones (el África ma­
escapar, salvo si se tratara de un ser tocado por un milagro: dre, el África mítica, el África imposible) , exterioridad de la
Césaire, debido precisamente a su genio inmenso, templado expresión de la relación (el Negro con mayúscula, todos los
al fuego de un lenguaje volcánico, nunca rindió tributo al oprimidos de la tierra), exterioridad de la afirmación de sí
surrealismo. Por el contrario, de ese movimiento de la Negri­ (somos africanos) . 3 Inevitable momento dialéctico. Trayecto
tud, llegó a ser una de las figuras más incandescentes, una indispensable. Terrible desafío el de poder salir de ahí para
de esas que sería incomprensible fuera de toda referencia por fin construir una nueva síntesis, provisional ella misma,
al sustrato africano resucitado por la potencia hacedora del en el reéorrido abierto de la Historia, de nuestra historia.
verbo. Pero el tropismo africano no impidió en absoluto a Epígonos de Césaire, desplegamos una escritura com­
Césaire inscribirse muy profundamente en la ecología y en el prometida, comprometida4 con el combate anticolonialísta,
campo referencial antíllanos. Y si su canto no se desplegó en pero en consecuencia comprometida también fuera de toda
creole, no por eso su lengua, bajo la luz de una nueva lectura, verdad interior, fuera de la menor de las estéticas literarias.
en particular en Et les chiens se taissaient, 2 se revela menos Con gritos . C on odios. C on denuncias. Con grandes profecías
impermeable de lo que se cree generalmente a las emanacio­ y conceptos eruditos. En esa época, aullar fue bueno. Ser os­
nes creoles de esas profundidades maternas . curo era signo de profundidad. Cosa curiosa: esto fue nece­
La Negritud, fuera del resplandor profético de la pa­ sario y nos hizo bien. Mamábamos ahí como de una ubre de
labra, no expresó ninguna pedagogía de lo bello , y, de hecho , tafia. Eso nos liberaba por un lado, y nos encadenaba por
nunca tuvo este proyecto . En verdad, la fuerza prodigiosa otro, agravando nuestro proceso de afrancesamiento. Porque
que emanaba de la Negritud no necesitaba un arte poético. si, en esta rebelión negrista, protestábamos contra la coloni-
El resplandor que poseía, señalizando con signos enceguece­
dores el espacio de nuestros parpadeos, desarmó cualquier
repetición taumatúrgica, en gran perjuicio de los epígonos .
D e suerte que, aunque galvanizaba nuestras energías con
3
Lo que equivalía, de hecho, a p onerse en el exterior de la dimensión
negra de nuestro ser creo1e. ¡ Pero qué fortuna, en la ép oca, descubrir
fervores inéditos, la Negritud no aportó ningún remedio a un alma más conforme con las dominantes de nuestra tip ología! . . . Es la
nuestro desconcierto estético . Incluso puede que durante al­ ép oca en que muchos de nuestros creadores, de nuestros escritores, se
escap aron a África creyendo p artir a) encuentro de ellos mismos . . .
gún tiempo haya agravado la inestabilidad de nuestra iden­
• Compromiso q ue, en definitiva, era una d e las manifestaciones d e la
tidad, señalándonos el síndrome más evidente de nuestros exterioridad: "La mayoría de las p ersonas interrogadas a p rop ósito de
males: el destierro interior, el mimetismo, lo natural más la literatura en Haití es p eran del autor haitiano un compromiso ; p ocas
entre ellas han leído efectivamente siquiera una sola obra de esta lite­
cercano vencido por la fascinación de lo lejano, etcétera, fi­ ratura. Y p ese a los esfuerzos de los escritores, p ocas cosas han cambia­
guras todas de la alienación. Terapia violenta y paradójica, do en Haití gradas a ellos . La comunicación se romp e de continuo p or
la Negritud hizo suceder a la ilusión de Europa la ilusión falta de lectores: ¿p or q ué en esas condiciones el escritor no modifica el
contenido de su texto, o no abandona simp lemente ese medio? Una sola
respuesta se imp one: el escritor ha cedido a la demanda del mundo li­
terario exteríor al adop tar formas de exp resión reconocí das. Igualmente
ha cedido a las exi gencias de un p úblico que le p ide ocup arse de sus
2 Sobre lo vernáculo en Et les chiens se taisaient de Aimé Césaire, Cfr. p roblemas. Pero fracasa p or los dos lados, p ues no es ni reconocido ni
los trabajos en curso de Annie Dyck. Tesis doctoral en la Uníversité des escuchado p or s us comp atriotas . . . " U. Fleishmann, Écrivain et société en
Antilles et Guyana . Ha/:ti, Centre de recherches Cara1bes, 1976.

¿logia de la Creolidad Prólo�


16 17
zación francesa; siempre fue a nombre de generalidades uni­ . d e la visión que del concepto. E l proyecto n o era solamente
versales pensadas al modo occidental y sin ningún apoyo en el de abandonar las hipnosis de Europa y de África. Tam­
nuestra realidad cultural.; Y sin embargo, la Negritud césai­ bién había que mantener despierta la clara conciencia de
riana permitió la aparición de aquellos que iban a dar nom­ los aportes de una y de otra: en sus especificidades, sus do­
bre a la envoltura de nuestra mente antillana: abandonados sis, sus equílibrios, sin borrar ni olvidar las otras fuentes
en un callejón sin salida, algunos tuvieron que saltar por a ellas mezcladas. Clavar, entonces , la mirada en el caos de
encima de la barrera (como lo hizo el escritor martiniqueño esta humanidad nueva que somo s . Comprender lo que es lo
Édouard Glissant) , o quedarse en el mismo lugar (como lo hi­ antillano. Percibir lo que significa esta civilización caribe­
cieron muchos) dando vueltas alrededor de la palabra Negro, ña aún balbuciente e inmóvil. Con [René] Depestre, abrazar
soñando con un mundo negro extraño, alimentándose con esta dimensión americana, nuestro espacio en el mundo. Si­
denuncias (de la colonización o de la Negritud misma) que guiendo a Frantz Fanon, explorar nuestra realidad en una
desembocaron luego en la nada, a través de una escritura perspectiva catártica. Descomponer lo que somos sin dejar
verdaderamente en suspensión,6 sin suelo, sin población, sin de purificarlo exponiendo al pleno sol de la conciencia los
lectores, sin autenticidad, salvo incidental, parcial o acceso­ mecanismos ocultos de nuestra alienación. Sumergirnos
riamente. en nuestra singularidad, posesionarnos de ella proyectiva­
Con Édouard Glissant nos negamos a encerrarnos mente, alcanzar a fondo lo que somos . . . son las p alabras de
en la Negritud, deletreando la Antillanidad' que nacía más Édouard Glissant. El objetivo estaba a la vista; p ara apre­
hender esta civilización antillana en su espacio americano,
precisábamos salir de los gritos, de los símbolos , de las ame­
5
nazas estrepitosas, de las profecías declamatorias, darle la
Esta rebelión se alineaba tal vez con la argumentación del siguiente
tipo de los colonialistas: antes de nuestra llegada no había sino una isla espalda a la inscripción fetichista en una universalidad re­
y algunos salvaj es. Somos nosotros quienes los tr�jimos a �s_t � des_ � esta gida por los valores occidentales, a fin de entrar en la minu­
isla. No habia ningún pueblo, ninguna cultura, nmguna c1v11l:;;ac1on es­
tablecida que hubiéramos colonizado. Ustedes no existen sino gracias a ciosa exploración de nosotros mismos, hecha de paciencias,
la colonización, y siendo así, ¿de qué colonización hablan? de acumulaciones, de repeticiones , de insistencias, de obsti­
6
"Generalmente, la líteratura de una sociedad vehicula modelos según naciones, donde se movilizarían todos los géneros literarios
los cuales se percibe y se j uzga una sociedad. En principio, al menos,
estos modelos sostienen la acción de los individuos y de los grupos y
la impulsan a conformarse a las imágenes que trazan. Pero se necesi­
ta para esto que exista una coherencia entre los :mode_los ideales y la
realidad; es decir, que aquellos tiene que poder actuahzarse al menos
se asombró, sin embargo, de ese neologismo que suponía :más que un
p arcialmente en el tiempo y en el espacio accesibles. La aparición de
acuerdo político entre países antillanos" en Le Discours antil/ais, op. cit.
una literatura comprometida está en relación con el rechazo de la reali­
"Lo real es innegable: las culturas nacidas del sistema de las planta­
dad presente de una sociedad: a petición del público, el escritor expresa
ciones; civilización insular {donde el :mar Caribe difracta, en el :mismo
:modelos que deben guiarlo en la aprehensión de una realidad nueva. El
s entido en que, por ejemplo, se aceptará que un mar también civilizador,
escritor haitiano, por su parte, L . . ) da forma a su ideal sobre la base de la
el Mediterráneo, tenía en principio una potencia de atracción y de con­
antigua :metrópoli, o sobre la de otra sociedad, al punto de identificarse
centración); doblamiento piramidal con un origen africano o hindú en
totalmente con ella. Para que la realidad haitiana sea accesible para él,
la base, europeo en la cúspide; lenguas hechas de acuerdos; fenómeno
sería necesario que se transforme hasta parecerse a esta otra realidad.
cultural general de creolización; vocación por el encuentro y la síntesis;
Ese divorcio entre lo cotidiano y lo ideal soñado impide entonces que
persistencia del hecho africano; cultura de la caña, del maíz, del ají; lu­
los modelos tengan un impacto sobre la realidad". U. Fleisbmann, op. cit.
gar de combinación de los ritmos; pueblos de la oralidad. Eso real es vir­
7 "Fue en una conferencia de Daniel Guérin, explica Édouard Glissant, tual. Le falta a la Antillanidad: pasar de lo vivido común a la conciencia
pronunciada ante los estudiantes de la Asociación General de Estudian­ expresada; sobrepasar la postulacíón intelectual tomada en cuenta por
tes Martiniqueños, en 1 957 o 1 958. Daniel Guérin que acababa de convo­ las élítes del s aber y anclarse en la afirmación colectiva apoyada sobre
car a una Federación de las Antillas, en su obra Les Anta/es decolonisées, la acción de los pueblos" . Édouard Glissant, op. cit.

¿ Iogio de la Creolidad Prólo�


18
1S
(por sep arado o ne g ando sus fronteras) y el manej o transver­
sal ( p ero no necesariamente erudito) de todas las ciencias re g ionalistas no bastaba. Posar la mirada sobre esa cultu­
humanas . Un p oco como en las excavaciones ar q ueoló gicas: ra "fondal-natal" p ara no p rivar nuestra creatividad de su
una vez acordonado el es p acio, avanzar a p e queños toques esencia, como hicieron los indi g enistas haitiano s , no era su­
de brocha p ara no alterar ni perder nada de ese nosotros­ ficiente. Teníamos que lavarnos los oj o s : volver al revés la
mismos enterrado p or el afrancesamiento. visión q ue teníamos de nuestra realidad p ara co g erla p or
Pero como las vías de p enetración en la Antillanidad so rp resa. Una mirada nueva que sacaría lo natural nuestro
no estaban señalizadas, la cosa fue más fácil de decir que de de lo secundario o de lo p eriférico p ara volver a colocarlo en
hacer. Durante mucho tiemp o anduvimos dando vueltas, con el centro de nosotros mismos. Un p oco de esa mirada de la
el deses p ero de los p erros embarcados en una yola. El mismo infancia, q ue cuestiona sobre todo , que todavía no tiene sus
Glissant no nos ayudaba mucho, ocup ado como estaba en su p ostulados y que interro g a hasta las evidencias . Esa mirada
p rop io trabaj o, alej ado p or su ritmo, p ersuadido de es cri­ libre se las arre gla sin exp licaciones y sin comentarios. No
bir p ara los lectores futuros. Nos quedábamos frente a sus tiene es p ectadores de fuera. Surg e de una p royección de la
texto s como frente a j ero glíficos , p ercibiendo confusamente intimidad y trata cada p edazo de nuestra realidad como un
el es tremecimiento de una vía, el oxí geno de una p ers p ecti­ acontecimiento en la p ers p ectiva de romp erle a este último
va. De g olp e, sin embarg o, con su novela Malemort (p or la la visión tradicional, que es visión exterior y sometida a los
al quimia del len guaj e, la estructura, el huriÍor, la temática, hechizos de la alienación . . . Es en ese asp ecto donde la visión
la elección de los p ersonaj es, el rechazo a las comp lacen­ interior es reveladora y, p or tanto, revolucionaria. 10 Reap ren­
cias) efectuó el sin gular desvelo de lo real antillano. Por su der a visualizar nuestras p rofundidades . Reap render a mirar
p arte, ap rovechando los primeros brotes de una creolística p ositivamente lo que p al p ita a nuestro alrededor. La visión
centrada sobre sus p rofundi dades nativas, el escritor haitia­ interior deshace, p ara emp ezar, la viej a ima g inería france­
no Frankétienne se convirtió, con su obra Dézafi, en el for­ sa que nos emp ap ela, y nos hace volver a nosotros mismos
j ador y el alq uimista a la vez del nervio central de nuestra en un mosaico renovado p or la autonomía de sus elementos ,
autenticidad: el creole recreado p or y p ara la escritura. De p or s u imp revisibilidad, p or sus resonancias que se hicieron
manera q ue fueron Malemort8 y Dézafi,9 -asombros amente misteriosas. Es un trastorno interior y sag rado, al modo de
ap arecidas en el mismo año de 1 9 7 5- las que, en su interac­ Joyce. Es decir: una libertad. Pero intentando en vano ejer­
ción ardiente, desblo quearon p ara las nuevas g eneraciones cerla, nos dimos cuenta de que no p odía haber visión inte­
la primera herramienta en esta marcha hacia el conocerse: rior sin una p revia acep tación de sí. Has ta se p odría decir
la visión interior. q ue la visión interior es la resultante de ésta.
Crear las condiciones p ara una exp resión auténtica El afrancesamiento nos obli g ó a deni grar de noso­
imp licaba exorcizar la viej a fatalidad de la exterioridad. No tros mismos: destino común de los colonizado s . A menudo
tener bajo los p árp ados sino las p u p ilas del Otro invalidaba nos resulta difícil distinguir lo que, en nosotros , podría ser
las maneras de hacer, las actuaciones y los p rocedimientos
más atinados. Abrir los oj os sobre sí mismo al mo do de los

'º "IA ustedes, los] Primeros levantados que harán resbalar de su boca la
mordaza de una in quisición insensata -con ap ariencia de conocimiento­
y de una s ensibilidad extenuada, signo de nuestros tiemp os, a ustedes
8 Malemort. Édouard Glissant, Seuil, 1975. que ocup aran todo el es p acio en p rovecho de la única verdad p oética,
9 Dézafi. Frankétienne , Ed. Fardin. Puerto Príncip e, 1 975. verdad p oética en constante lucha contra la imp ostura, e indefinidamen­
te revolucionaria, la ustedes me dirijo] " René Char, Recherche de la base
et du sommet. Bandeau des matinaux, Gallimard, 1 950.

¿logio d e la Creolidad
20 Prólo�
21
objeto de una búsqueda estética. Lo que aceptamos como be­ · La Creolidad
llo en nosotros mismos es lo poco que el otro ha declarado
bello. Lo noble está, generalmente, fuera. También lo Univer­
sal. Y siempre fue allende los mares donde nuestra expresión
artística fue a sacar fuerza s . Y siempre lo que traía de vuelta La Antillanidad no es accesible para nosotros sin visión in­
era lo que retenía, aceptaba, estudiaba, pues nuestra idea terior. Y la visión interior no es nada sin la total aceptación
de lo estético estuvo afuera. ¿De qué vale la creación de un de nuestra creolidad. Nosotros nos declaramos creoles. De­
artista que rechaza en bloque su ser inexplorado? ¿Que no claramos que la Creolidad t es el cimiento de nuestra cultura
sabe lo que es? ¿O que a duras penas lo acepta? ¿Y qué valor y que debe regir las fundaciones de nuestra antillanidad. La
tiene la visión del crítico que se encuentra retenido en las C reolidad es el agregado interaccional o transaccional de
mismas condiciones? Nuestra situación ha sido la de posar los elementos culturales caribes, europeo s , africanos, asiá­
una mirada exterior sobre la realidad de nosotros mismos, ticos y levantinos que el yugo de la Historia reunió sobre el
negada de modo más o menos consciente. En literatura, pero mismo suelo . Durante tres siglos , las islas y las partes del
también en las otras formas de la expresión artística, nues­ continente que ese fenómeno afectó, fueron verdaderas for­
tras formas de reír, de cantar, de caminar, de vivir la muerte, jas de una humanidad nueva, donde lenguas, razas, religio­
de juzgar la vida, de pensar la mala suerte, de amar y de ha­ nes, costumbres , maneras de ser de toda la faz de la tierra se
blar de amor, quedaron mal examinadas. Nuestro imaginario hallaron brutalmente desterritorializadas , trasplantadas a
fue olvidado . Y se volvió este gran desierto donde la malvada un entorno en el cual tuvieron que reinventar la vida. Nues­
hada C arabosse secó a Manman Dlo. Nuestra riqueza bilin­ tra creolí dad nació, entonces, de este formidable "migan" que
güe rechazada se mantuvo como dolor diglósico. Algunas de se redujo demasiado rápido a su solo aspecto lingüístico 2 o a
nuestras tradiciones desaparecieron sin que nadie las inda­ uno solo de los términos de su composición. Nuestra perso­
gara II con miras a enriquecerse y, fuéramos nacionalistas, nalidad cultural lleva, a la vez , los estigmas de ese universo
progresista s , independentistas , todos intentamos mendigar y las huellas de su negación. Nos forjamos en la aceptación y
lo Universal de la manera más incolora e inodora posible; el rechazo, por tanto en el cuestionamiento permanente, to-
es decir, rechazando los cimientos de nuestro ser, cimientos
que hoy, con toda la solemnidad posible, declaramos como el
vector estético mayor del conocimiento de nosotros mismos 1 El término "créole" vendría del es p añol "criollo", derivado a su vez del
y del mundo: la Creolidad. verbo latino "criare" que quiere decir "criar, educar". El creole es aquel
que nació y fue criado en las Américas sin ser originario de ellas, a di­
ferencia de los amerindios. Con bastante rap idez, ese término designó
a todas las razas humanas, a todos los animales y a todas las p lantas
que fueron trans p ortados a América a p artir de 1492. Posteriormente
se deslizó en los diccionarios franceses a p artir de princip ios del si glo
XIX un error, p ues en ellos se reservó el término "créole" solo p ara los
Blancos creoles (o Békés). C omo quiera que s ea, la etimolo gía es, como
todos sabemos, un camp o minado y, p or ende, p oco se g uro. Por lo tanto,
no hay ninguna necesidad de recurrir a ella p ara abordar la idea de la
Creolidad,
2
"El término 'creole' ap arece como el mej or término encontrado que
p ennita, de manera evolutiva y dinámica, enmarcar la identidad de los
1 1 La acción folclórica es, desde el p unto de vista de la simp le conserva­ antillanos y de los guayaneses. Es que, más allá de las lenguas y las
ción de los elementos del p atrimonio , absolutamente necesaria. Por eso , culturas creoles, hay una matriz {bway) creole que, en el plano de lo uni•
hombres como Loulou Boislaville y otros fueron detenninantes . versal, trasciende su diversidad" . Charte culturelle créole, Gerec, 1982.

¿ l o g i a de l a Creolidad
22 23
talmente familiarizados con las ambigüedades más comple­ la conciencia no totalitaria de una diversidad preservada .
j as, fuera de cualquier reducción, de cualquier pureza, de Hemos decidido no resistir a sus multiplicidades del mismo
cualquier empobrecimiento. Nuestra Historia es una trenza modo que el j ardín creole no se resiste a la variedad ele los
de historias . Hemos degustado todas las lenguas, todas las ñames que lo habitan. Viviremos esas incomodidades como
hablas. Temiendo este magma incómodo, tratamos en vano un misterio que aceptar y elucidar, una tarea que cumplir
de fij arlo en afueras míticos (mirada exterior, África, Europa, y un edificio que habitar, un abono para la imaginación y un
aún hoy en día, India o Estados Unidos), de buscar refugio desafío para la imaginación. La pensaremos como referencia
en la normalidad cerrada de las culturas milenarias , sin sa­ central y como explosión sugestiva que organizar estética­
ber que nosotros éramos la anticipación del contacto de las mente. Pues no es un valor en sí; para ser pertinente, su ex­
culturas, del mundo futuro que ya se anuncia. Somos a la presión debe meterse en un trab aj o estético acabado. Nuestra
vez Europa, África, nutridos de aportes asiáticos, levantinos, estética no podrá existir (ser auténti�a) sin la Creolidad.
hindúes y también tenemos marcas de la América precolom­ La Creolídad es una aniquilación de la falsa uni­
bina. La Creolidad es "el mundo difractado pero recompues­ versalidad , del monolingüismo y de la pureza. Se halla en
to", un torbellino de significados en un solo significante: una creolidad lo que se armoniza con lo Diverso, hacia lo cual
Totalidad. Y decimos que, por el momento, no es dañino no Víctor Segalen tuvo su formidable impulso. La Creolidad es
tener su definición. Definir, aquí, sería taxídermismo . Esta nuestro caldo de cultivo primitivo y nuestra prolongación,
nueva dimensión del hombre, de la que somos la silueta pre­ nuestro caos original y nuestro manglar de p otencialida­
figurada, moviliza nociones que ciertamente todavía se nos des. Nos inclinamos hacia ella , ricos de todos los errores y
escapan. Así que, tratándose de la Creolidad de la cual tene­ fuertes p or la necesidad de acep tarnos com p lej os . Pues el
mos solamente una p rofunda intuición, el conocimiento poé­ p rincip io mismo de nuestra identidad es la comp lej idad. La
tico, y con la preocupación de no cerrar ninguna vía posible, exp loración de nuestra creolidad debe realizarse dentro de
decimos que hay que abordarla como una cuestión que hay un p ensamiento tan comp lej o como la Creolidad misma. Las
que vívir, vivir con testarudez en cada luz y en cada sombra g anas de una clarificación a p artir de dos o tres l eyes de la
de nuestro espíritu. Vivir una cuestión ya es enriquecerse de normalidad nos hicieron considerarnos a nuestros p ro p ios
elementos que la respuesta no contiene. Vivir la cuestión de la oj os como seres anormales. Ahora bien, lo que p arecía una
Creolidad, con total libertad y con total vigilancia a la vez, es tara p uede resultar siendo la indefinición de lo nuevo, la ri­
p or fin penetrar subrepticiamente en las vastedades desco­ q ueza de lo nunca antes visto. Es por eso que parece que, por
nocidas de su respuesta. Dejemos vivir (y vívamos) la incan­ el momento, el pleno conocimiento de la Creolidad será re­
descencia de ese magma. servado al Arte, al Arte, sin reservas . Eso será el paso previo
Por ser construida como mosaico, la Creolidad es una de la consolidación de nuestra identidad. Pero es evidente
esp ecificidad abierta. Escapa, de este modo, a las percepcio­
nes que no sean en sí mismas abiertas . Expresarla es expre­
sar no una síntesis, no un simple mestizaj e, o cualquier otra (. . . ). Más que un simple haz de culturas, la C reolidad es la expresión
unidad. Es expresar una totalidad caleidoscópica; 3 es decir, concreta de una civilización en gestación. Su génesis llena de traqueteos
y aspereza está obrando en cada uno de nosotros ( . . . ) . La Creolidad es un
polo magnético por cuya imantación estamos obligados -so pena de per­
der nuestra alma- a ajustar nuestra reflexión y nuestra sensibilidad. Su
profundización en todos los niveles y en todos los planos del compromi­
3 Desde este punto de vista, el acercamiento del Gerec es interesante: so individual y social debería permitirles a nuestras sociedades lograr la
"La Creolidad pone espalda contra espalda todos los 'mundos anteriores' tercera gran ruptura, y esta vez no por vía de la exclusión, sino por vía
p ara construir el porvenir s obre bases transraciales y transculturales comunitaria . . . " Charte culture/le créole, Gerec, op. cit.

¿ 1ogio de la Creolidad La Creolidad


24 25
que la Creolidad tiene vocación de irrigar todas las nerva­ ron a desplegar su cultura en un nuevo entorno, casi virgen,
duras de nuestra realidad p ara llegar a ser, poco a poco, su si tenemos en cuenta el hecho de que, parqueados en reser•
principio motor. En las sociedades multirraciales como la vas, masacrados, los indígenas piel roja prácticamente no
nuestra, parece urgente salirse de las conocidas distinciones influenciaron su cultura original. Así mismo , al permanecer
lógico-racionales . Y volver a retomar la costumbre de desig­ relativamente cerrados a l a s tribus que ahí habitaban, los
nar al hombre de nuestros p aíses con el único vocablo que Negros Boni y Saramaka de las Guayanas se americanizaron
le conviene, independientemente de su complexión: Creole. por el contacto con la selva amazónica. Igualmente, los ita­
Las relaciones socioétnicas en el seno de nuestra sociedad lianos que llegaron en masa a Argentina en el siglo XIX, o los
tendrán de ahora en adelante que darse bajo el sello de una hindúes que reemplazaron a los antiguos escl avos negros en
_
creolidad común, sin que eso borre en lo más mínimo las re­ las plantacíones de Trinidad, adaptaron su cultura original
laciones o los enfrentamientos de clase. En literatura, el re­ a nuevas realidades sin por ello modificarla por completo. La
conocimiento ahora unánime, en nuestros país e s , del poeta Americanidad es, entonces, en gran medida, una cultura
Saint-John Perse como uno de los hijos más prestigiosos de emigrada, en un espléndido aislamiento.
Guadalupe -y esto, a pesar de su pertenencia a la etnoclase Enteramente distinto es el proceso de creolización,
béké- corresponde sin duda a un adelanto de la Creolidad que no es exclusivo del suelo continental americano (luego,
en las conciencias antillanas. Es motivo para alegrarse. De no es un concepto geográfico) y que designa la brutal puesta
modo similar, en arquitectura, en arte culinario, en pintura/ en contacto, en territorios bien sea insulares o empotrados
en economía (como nos dan ejemplo de ello las islas Seyche­ en el continente -aun inmensos como Guayana y Brasil- de
lles) , en arte del vestido, etcétera, las dinámicas de la Creolí­ poblaciones culturalmente diferentes: en las Antillas meno­
dad aceptada, cuestionada, exaltada, nos parecen la vía real res , europeos y africanos; en las islas Mascareñas, europeos,
hacia la asunción de nosotros mismos. africanos e indios; en ciertas regiones de Filipinas o en Ha­
C onviene distinguir entre Americanidad, Antillani­ wái, europeos y asiáticos; en Zanzíbar, árabes y negroafri­
dad y Creolidad, conceptos que, a primera vista, podrían dar canos, etcétera. Reunidos por lo general en el seno de una
la impresión de recubrir las mismas realidades . De entrada, economía de plantaciones , esas poblacíones se vieron obli•
los procesos sociohistóricos que produjeron la americani­ gadas a inven tar nuevos esquemas culturales que les penni­
zación no tienen la misma naturaleza que los que obraron tieran establecer una relativa cohabitación entre ellas. Esos
en la Creolización. Efectivamente, la americanización, y el esquemas resultan de la mezcla no armoniosa (y no acabada
sentimiento de Americanidad que con el tiempo pro duce, Y en consecuencia heterogénea) de las prácticas lingüísticas ,
describe la adaptación progresiva de poblaciones del mundo religiosas , culturales, culinarias, arquitectónicas, médicas ,
occidental a las realidades naturales del mundo que bauti­ etcétera, d e los diferentes pueblos presentes. Claro que exis­
zaron como nuevo. Y esto sin interacción profunda con otras ten las creolizaciones más o menos intensas dependiendo de
culturas. De manera que los anglosajones que formaron las si todos los pueblos en contacto son exógenos como en las
trece colonias , embrión del futuro Estado americano, volvie- Antillas o en las Mascareñas, o si uno de ellos es autóctono
como en las islas de C abo Verde o Hawái. La Creolidad es en­
tonces el hecho de pertenecer a una entidad humana original
que con el tiempo resulta de estos procesos. Existe pues una
4
El pintor martiniqueño José Clavot demostró durante un coloquio de­ creolidad antillana, una creolidad guayanesa, una creolidad
dicado a Lafcadio Hearn (en 1 987) que p odía haber una percepción creole
de la gama cromática, lo que podría fundamentar una estética pictórica brasileña, una creolidad africana, una creolidad asiática, y
creole.

La Creolidad
¿Iogi o de la Creolid ad
27
26
Decir " antillano" no revela nada de la situación humana de
una creolidad polinesia, bien desemejantes entre sí, pero ori­ los martiniqueños , los guadalupenses o de los haitiano s. Los
ginadas de la matriz del mismo torbellino histórico. La Creo­ creoles que somos, somos tan cercanos, si no más , antropo­
lidad engloba y da fin entonces a la Americanidad, puesto lógicamente hablando, a los seychellianos, los mauricianos o
que implica el doble p roceso de: los reunionenses como a los puertorriqueños o los cubanos.
-adaptación de los europeos, los africanos y los
Por el contrario, hay relativamente muy pocas cosas en co­
asiáticos al Nuevo Mundo;
mún entre un seychelliano y un cubano. Nosotros , antillanos
-confrontación cultural entre estas poblaciones en
creoles , somos pues portadores de una doble solidaridad:
el seno de un mismo espacio, desembocando en la creación
-una solidaridad antillana (geopolítica} con todas
de una cultura sincrética, llamada creole.
las poblaciones de nuestro Archipiélago, cualesquiera sean
No existe evidentemente una frontera hermética en­
nuestras diferencias culturales: nuestra An tillanidad;
tre las zonas de creolidad y las de arnericanidad. Dentro de -una solidaridad creole con todos los pueblos afri­
un mismo país, pueden yuxtaponerse o interpenetrarse: así, canos, mascaretios, asiá ticos y polinesios que tienen las
en Estados Unidos , Luisiana y el Misisipi son en gran medi­
mismas afinidades antropológicas que nosotros: nuestra
da creoles, mientras que Nueva Inglaterra, donde no viven creolídad.
al comienzo sino anglosajones , es solamente americana. Sin La visión interior, en acuerdo con la plena acepta­
embargo, tras la abolición de la esclavitud y la subida de los
ción de nuestra creolidad (como vitalidad misma de nuestra
Negros hacia el Norte, y luego la llegada de Italianos , de Grie­
creatividad), debe irrigar y fortalecer de manera comp leta­
gos, de Chinos y de Puertorriqueños a todo lo largo del siglo mente nueva la s exigencias transitorias definidas por Glis­
XX, se puede legítimamente p ensar que están reunidas todas sant para la expresión literaria de la Antillanidad:
las condiciones para que se esté dando un proceso de creoli­
zación en Nueva Inglaterra.
Una vez diferenciadas la americanidad y la creoli­ El enraizamiento en lo oral
dad, ¿qué hay de la relación entre Antillanidad y Creolidad?
La Antillanidad designa, a nuestros ojos, el único proceso de Nuestra cultura creole se forjó en el sistema de las plantacio­
americanización de europeos, africanos y asiáticos en todo nes, a través de una dinámica de cuestionamiento de acepta­
el archipiélago antillano. Por este hecho es, por así decirlo, ciones Y rechazo s , de sometimientos y asunciones. Verdadera
una provincia de la Americanidad a la manera de la C ana­ galaxia en fonnación alrededor de la lengua creole como
dianidad o la Argentinidad. La Antillanidad omite, en efecto, núcleo, la C reolidad5 se manifiesta aún hoy en un modo pri­
que hubo en ciertas islas, además de la simple americaniza­ vilegiado: la oralidad. Ab astecedora de cuentos , proverbios,
ción, un fenómeno de creolización (y por tanto de Creolidad) . "titim", canciones para echar a suertes, canciones . . . , etcétera,
Por ejemplo, zonas enteras en el norte de Cuba no conocieron la oralidad es nuestra inteligencia, es nuestra lectura de ese
sino una americanización por p arte de colonos andaluces, mundo, el tanteo, todavía a ciegas, de nuestra complejidad.
gallegos o canarios, sin ninguna creolización. En algunas La oralidad creole, incluso contrariada en su expresión esté-
regiones de la caña en Trinidad, la cultura hindú se adaptó
sencillamente a un entorno nuevo sin realmente creo lizar­
se, contrario al bondyékouli de las Antillas menores, el cual
5 No hay que reducir la Creolidad solamente a la cultura creole. Es la
es un culto creole de base hinduista. El concepto de Anti­
cultura creole en su situación humana e histórica, pero también es un
llanidad nos parece, para empezar, un concepto geopolítico. estado de humanidad intermedio.

La Creolid�
¿ l ogio de la Creolidad 29
28
tica, encubreun sistema de contravalores, una contracultura: 6 el relevo de la creolídad encerrada en el abismo de nuestra
es testimonio del genio común y corriente aplicado a la palabra ancestral, todos empegotados, en grados diversos, en
resistencia, dedicado a la sobrevivencia. Después del de­ la obsesión de una transfiguración metamórfica de lo real:
rrumbe del sistema de las plantaciones (crisis azucareras, la Gran Noche de la Cultura, engalanada con los colores del
aboliciones de la esclavitud . . . , etcétera), después de las des­ progreso, de la civilización y el desarrollo. Después de nues­
estructuraciones , reestructuraciones, transformaciones y re­ tros narradores tradicionales, se estableció entonces una es­
conversiones de todo tipo que resultaron de ahí (asimilación, pecie de silencio: la vía muerta. En otras partes, los aedos,
departamentalización) esta fuerza oral se halló girando en los bardos, los griots, los ministriles y los trovadores habían
el vacío, inútil para el ascenso social, para la existencia ciu­ pasado el bastón de relevo a los escribidores (apuntadores
dadana. únicamente la Francidad (la adopción conjunta de de palabras) quienes progresivamente tomaron su autono­
la lengua francesa y sus valores) nombraba al Hombre, en mía literaria. En este punto se produjo la ruptura, la zanja,
una sociedad en plena deriva de su identidad. La oralidad, el barranco profundo entre una expresión escrita que se que­
entonces, empezó a hundirse en nuestro inconsciente colec­ ría universal-moderna y la oralidad creole tradicional donde
tivo (como en una trashumancia subterránea) pero dejando dormita buena parte de nuestro ser. Esta no-integración de
aquí y allá emerger al aire libre los fragmentos dispersos de la tradición oral fue una de las formas y una de las dimen­
su relieve discontinuo. El descriframiento laborioso de su siones de nuestra alienación. Sin el rico mantillo que habría
paisaje desconcertante dio entonces lugar á un sistema de podido constituir un aporte a una literatura, por fin sobe­
valores a la vez compensatorios y exorcizantes: folclorismo rana, acercarla a sus lectores potenciales, nuestra escritura
y duduísmo llegaban a ser los centros de acusación de los (contrario a la práctica teatral de Henri Melon, Arthur Lérus,
nuevos procuradores de la Cultura auténtica. El terrorismo Joby Bernabé, Elie Stephenson, Roland Brival, Roger Robinel,
común y corriente sostenía entonces el teorismo distingui­ José Alpha, Vincent Placoly . . . quienes supieron enriquecer­
do , ambos igualmente impotentes para salvar del olvido la se en muchos aspectos de la oralidad) se quedó en suspen­
menor cancioncita. Así andaba nuestro mundo, confitado de sión. De ahí la inestabilidad denominativa de la producción
devoción intelectualista, completamente cortado de las raí­ escrita de nuestros países : literatura afro-antillana, negro­
ces de nuestra oralidad. Así que ninguno de nuestros escri­ antülana, franco-antillana, antillana de expresión francesa,
tores estaba armado, como lo indica Glissant, 7 para tomar francófona de las Antillas . . . , etcétera, calificativos todos que
declaramos de ahora en adelante inoperantes.
Hubo, por suerte, insignificantes reproductores de
6
Véase Ina Césaire (Cantes de vie et de mort, Ed. Nubia, 1 9761, Roland
gestos incomprendidos, modestos cultivadores de recuerdos
Suvélor {en Acama, n• 3, Ed. Maspero, 1 972), René Ménil y Aimé Césaire inútiles, hubo oscuros realizadores de cultura comercializa­
(en Tropiques, n°4, reeditado en 1 978) , Édouard Glissant (en Le Discours da para turistas con más curiosidad por nosotros que noso­
an tillais, op. cit.).
7
tros mismos, hubo cantidades de epígonos de una palabra
"A medida que el sistema de las plantaciones se va descomponiendo,
la cultura popular se disgrega en capas. La producción de cuentos, can• machacada, ingenuos promotores de un carnaval degradado,
ciones , dichos, proverbios no desaparece de golpe; va siendo sustituida laboriosos tenderos de un zouk con estridencias ensordece-
durante algún tiempo por un consumo plácido y como satisfecho { .. .}.
Las profesiones liberales y de prestigio serán masivamente dignificadas
entre 1 946 y 1 960 y conocerán pronto la saturación. Durante este largo
período, en que primero los pueblos se yuxtaponen a la plantación ( 1850-
1 9401 ( .. .) los textos literarios producidos son producidos en el campo El abismo abierto es infinito, desde las características del cuento hasta
de lo escrito y por mano de esa capa media. La oralidad de la literatura las volutas del poema neoparnasiano, por ejemplo". Édouard Glissant,
tradicional es reprimida por la ola de la escritura que no toma el relevo. op. cit.

¿1ogio de la Creolidad La Creolidad


30 31
doras. Pocas veces escaparon a la acusación -dicha en voz
gencias modernas de lo escríto al tiempo que se enraíza en
alta o murmurada- de duduísmo y de folclorismo. Pero fue­
las configuraciones tra dicionales de nuestra oralidad.
ron ellos, al fin y al cabo, los eslabones indispensables que
contribuyeron a preservar la Creolidad del destino glorioso,
pero definitivo, de la Atlántida. De ellos aprendimos que la La puesta al día de la memoria verdadera
cultura es una sustentación y una evaluación cotidiana; que
los ancestros nacen todos los días y que no están detenidos Nuestra Historia (o más exactamente nuestras historias) 9
en un pasado inmemorial; que la tradición se hace cada día naufragó en la Historia colonial. La memoria colectiva es
y que la cultura también es el lazo vivo que tenemos que nuestra necesidad apremiante. Lo que creemos que es la his­
anudar entre el pasado y el presente; que tomar el relevo de toria antillana es solamente la Historia de la colonización de
la tradición oral no debe enfocarse a la manera de los ena­ las Antillas . Por deb ajo de las ondas de choque de la historia
morados del pasado, corno estancamiento nostálgico, corno de Franci a, por debajo de las grandes fechas de llegadas y
vuelta atrás . Que hay que volver a él, sí, para primero resta­ partidas de los gobernadores, por debajo de los azares de las
blecer esta continuidad cultural (asociada a la continuidad luchas coloniales, por deb ajo de las bellas páginas oficía­
histórica restaurada) sin la cual la identidad colectiva tie­ les de la Crónica (en las cuales las llamaradas de nuestras
ne dificultades para afirmarse. Que hay que volver a él, sí, rebeliones aparecen solo como pequeñas manchas) , hubo el
para enriquecer con él nuestra enunciación,ª integrarlo para avance obstinado de nosotros mismos. La opaca resisten­
sobrepasarlo. Que hay que volver a él, sencillamente, para cia de los negros cimarrones templados en su rechazo. El
dignificar la expresión primordial de nuestro genio popular. heroísmo nuevo de aquellos que se enfrentaron al infierno
Sabiendo esto, podremos entonces recolectar en una cosecha esclavista, desplegando oscuros códigos de sobrevivencia,
nueva los frutos de siembras inéditas . Podremos a través de indescifrables cualidades de resistencia, la variedad ilegible
la unión de nuestros sentidos agudizados proceder a inse­ de los acuerdos, las síntesis inesperadas de vida. Dejaron
minar el habla creole en lo escrito nuevo. En pocas palabras, los campos por los pueblos, se regaron en la sociedad co-
fabricaremos una literatura que cumpla en todo con las exi-

s "La situación histórica no es en este caso un telón, un decorado frente


al cual se desarrollan las situaciones humanas, sino que es en sí misma
8 "Sus características se dan en un tal acercamiento. Las bruscas reapa­ una situación humana, una situación existencial ampliada". Milan Kun­
riciones de tono, la continua ruptura del relato y sus 'desviaciones', cuya dera, L'Art du roman, Gallimard, 1 986.
acumulación da la medida no equívoca del conjunto. Lo psicológico re­ "Puesto que la memoria histórica fue demasiado a menudo tachada,
pentino, es dech� de hecho, la ausencia de toda descripción psicológica el escritor antillano debe excavar esta memoria a partir de huellas a
dada como tal. La psicología es la medida de quien tiene tiempo para veces latentes que él mismo localizó en lo real. Puesto que la conciencia
eso". Édouard Glissant, op. cit. antillana fue rodeada de barreras esterilizantes, el escritor debe poder
expresar todas las ocasiones en que esas barreras fueron parcialmente
"La economía de una moral: la extrema finura que consiste en retomar rotas. Puesto que el tiempo antillano fue estabilizado dentro de la nada
cada vez el mismo tipo de situación y tener cuidado de no proponer 'so­ de una no-historia impuesta, el escritor debe contribuir a restablecer
luciones' ejemplares. El arte del Rodeo". Édouard Glissant, op. cít. su cronología atormentada; es decir, desvelar la vivacidad fecunda de
"La desmesura; es decir, en primer lugar la libertad absoluta en cuanto a una dialéctica reactivada entre naturaleza y cultura antillanas". Édou­
cualquier temor paralizante del ejercicio tautológico. El arte de la repe­ ard Glissant, op. cit.
tición es nuevo y fecundo. Machacar el texto es un goce. La onomatopeya
o, más profundamente, la melopea, giran en la embriaguez de lo real. "En lo que a nosotros concierne, la historia en tanto que conciencia en
La relatividad del 'victimario' que no es solemne ( .. .). El cuento nos dio acción y la historia en tanto que experiencia vivida no son asunto ex­
el Nosotros, al expresar de modo implícito que debemos conquistarlo". clusivo de los historiadores. La literatura para nosotros no se repartirá
Édouard Glissant, op. cit. en géneros, sino que implicará todos los enfoques de las ciencías huma­
nas . . . ". Édouard Glissant, op. cit.

¿logio de la Creolidad
La Creolid�
32
33
lonial hasta darle espesor en to do a su consistencia, hasta . diluyó. 1 2 Es de este modo que nuestra literatura nos volverá
dar lo que somos hoy, Todo eso se hizo sin testigos , o más a poner en la duración .13 en el espacio- tiempo continuo; es
bien, sin testimonios, dejándonos un poco en la situación de de este modo que nuestra literatura se conmoverá de su pa­
la flor que no viera su tallo, que no lo sintiera. Y la histori a sado y que será histórica.
de la colonización que tomamos por nuestra agravó nuestra
desposesión, la denigración de nosotros mismos; favoreció
la exterioridad, alimentó el ab andono del pres ente. Dentro La temática de la existencia
de esta memoria falsa teníamos como memoria solamente
un montón de oscuridade s . Un sentimiento dis continuado Aquí , no nos imaginamos fuera del mundo, en la periferia
en nuestra carne. Lo s paisajes, recuerda Glissant, 10 son los del Universo. Nuestro anclaje en esta tierra no es un hundi­
únicos que inscriben, a su modo no antropomorfo , un poco miento en un fondo sin perdón. Nuestra visión interior, con
de nuestra tragedia, de nuestro querer existir. De modo que nuestra creolidad como centro de creatividad, nos permite
nuestra historia (o nuestras historias) no es totalmente ac­ reexaminar nuestra existencia , ver en ella los mecanismos
ce sible a los historiadores. Su metodología no da entrada de la alienación, percibir sobre todo las bellezas de nues •
sino a la Crónica colonial. Nuestra Crónica está por debajo tra existencia. El escritor es un perseguidor del olor de la
de las fechas, por deb ajo de los hechos inven,:tariado s: somos existencia. 1 • Más que cualquier otro, tiene por vocación
hablas por debajo de la escritura. Solo el conocimi ento poé­ identificar lo que, en nuestra cotidianidad, determina los
tico, el conocimiento novelesco , el cono cimiento literario, en comportamientos y estructura el imaginario. Ver nuestra
breve, el conocimiento artístico, podrá descubrirnos, perci­ existencia es verno s en si tuación en nuestra historia, en
birno s , llevarnos, en estado evanescente, a las reanimacio­ nuestra cotidianidad, en nuestra realidad. Es también ver
nes de la conciencia. 11 Aplicadas a nuestras historias (a esta nue stras potencialidades . Al sacarnos de la mirada confor­
memoria-arena revoloteando en el paisaje, en l a tierra, en table del Otro, la vis ión interior nos remite a los llamados de
destellos cerebrales de viejos negro s, llena de riqueza emo­ nues tro c aos original. Nos vuelca sobre la pregunta perma­
cional, de sensaciones, de intuiciones . . . ) . la visión interior y nente, sobre la duda y sobre la ambigüedad. Es por esta vi­
la aceptación de nuestra creolidad nos permitirán entrar a sión que volvemos al magma que nos caracteriza. Nos libera
esas zonas impenetrables del silencio en las que el grito se

1 2 É douard Glissant
, op. cit.
• 0 "Nuestro p aisaje es su propio monumento: la huella que el paisaje 13 "�arque la historia
no es solamente para nosotros una ausencia, es un
_ _
carga es localízable p or debajo. Es todo historia". Édouard Gliss ant, op. vert1go. Ese tiempo que nunca tuvimos, tenemos que volver a conquis­
cit. tarlo .11!º lo vemos �xtenderse a lo largo de nuestro pasado y llevarnos
u Nuestro propósito no es decir que, poseedor de la visión interior, el tranq uilamente hacia nuestro mañana , sino que irrumpe en
nosotros por
conocimiento novelesco o poético sería superior a un conocimiento cien­ b � oques, acarreados hacia zonas de ausencia en las cuales debemos
, con
tífico histórico o transdisciplinario; sino solamente subrayar hasta qué dificultad , con dolor, recomponer todo". Édouard Glissant, op, cit.
punto en un primer momento ese conocimiento se impone, luego con qué 1
� "La novela no examina la realidad, sino
la existencia, La existencia no
intensidad puede explorar lo que es inaccesible a los eruditos. No es por es lo que ocurrió , la existenci a es el camp o de posibilidades de lo
azar que, p ara la historia antillana, tantos historiadores utilicen citas huma­
no, todo en lo que ?l hom�re puede convertirse, todo a quello de
literarias para captar principios que no alcanzan sino a rozar, debido . lo q ue
es cap az. Los novelistas d1buJ an el mapa de la existenc ia, descubri
a su metodología. El conocimiento artístico completa el conocimiento endo
en ella tal o cual p osibilidad humana. Pero una vez más: existir q
científico acercándolo así a las complejidades de lo real. uiere
decir: 'estar en el mundo"'. Milan Kundera, op. cit.

¿Iogio de la Creolidad
La Creolíd�
34
35
también del miÚtanti smo literario anticolonialista i s y, por
ne Pichevin. C omprender los mercados de verdura s . Elucidar
eso, la mirada hada nosotros no se hace en vista de una ideo­
la actividad de los cuenteros . Volver a aceptar sin prejuicio a
logía que ap licar, tampoco en virtud de una verdad apodícti­
nuestro s "dorlís", nuestro s "zombis", nuestros "chouval-twa­
ca, de unas tablas de la ley con diez mandamientos; tampoco
pat'', "soukliyan". Buscar conversación en nuestros pueblos
se hace ya como un rechazo a los duduístas , los regionalistas
y ciudades. Explorar nuestros orígenes amerin dio s , hindúes,
o la Negritud (rechazo sobre el cual muchos han construido
chinos y levantinos, encontrar sus palpitaciones en los lati­
su existencia literaria) , sino con el único deseo de conocer­
dos de nuestro corazón. Entrar en nuestros "pitts", en nues­
nos a nosotros mismos, nuestras taras, nuestras cortezas y
tros juegos de "grenndé", en to das esas cosas de negro viejo
nuestras pulpas, en áspera desnudez. Bajo la luz de esta li­
a priori vulgares . Es mediante esta actitud sis temática que
bertad, volver a visitar y revaluar toda nuestra producción
se reforzará la libertad de nuestra mirada.
escrita. Y esto, no tanto para ser la voz de aquellos que no
Nuestra escritura debe aceptar enteramente nues­
tienen voz, como para seguir construyendo la voz colectiva
tras creenci as populares, nuestras prácticas mágico-religio­
que truena sin escucha en nuestro ser, para participar lúci­
s a s , nuestro realismo maravilloso, los ri tuales vincul ados a
damente de ella y escucharla hasta la inevitable cristaliza­
l o s "milan", a los fenómenos del "majo", a las justas de "lad­
ción de una conciencia común. Durante demasiado tiempo,
ja", a los "koudmen". Escuchar nuestra música y saborear
nuestra escritura ha desatendido esta tanta fundamental,
nuestra cocina. Averiguar cómo vivimos el amor, el odio, la
o la ha tratado al modo alienante de la exterioridad. La li­
muerte, lo que entendemos por melancolía, nuestro compor­
teratura creole que trab ajamos plantea como principio que
tamiento en la alegría y en la tristeza, en el des asosiego y en
no existe nada en nuestro mundo que sea pequeño, pobre,
la osadía. Averiguar nues tras verdades . Afirmar que una de
inútil, vulgar, inepto para enriquecer un proyecto literario.
las misiones de esta escritura es hacer ver los héroes ins ig­
Nosotros somos un solo cuerpo con nuestro mundo. Que­ nificante s , los héroes anónimos , los olvidados de la Crónica
remos, en el contexto de una verdadera creolidad, nombrar
colonial, aquellos que mantuvieron una resistencia llena de
cada cosa y decir que es bella. Ver la grandeza humana de los
rodeos y de paciencia s , y que no corresponden en nada al
djobeurs del mercado. Agarrar el espesor de la vida de Mor- concepto del héroe occidental -francés. No s e trata para nada
de describir esas realidades de un modo etnográfico, ni de
realizar un censo de las prácticas creoles como lo hicieron
15 La vocación de la literatura no es transformar el mundo; a lo sumo los regionalistas o los indigenistas haiti anos, sino de mos­
ayuda a captar sus profundidades ocultas, contribuyendo � sí, como l_a trar aquello que, a través de esas realidades, da testimonio
música y la pintura, a volverlo más llevadero, a cono � e:rlo meJor. Et es:n­ a la vez de la Creolídad y de la condición humana. Vivír,
tor, en el acto de escribir, no es y no puede ser un militante, un smd1ca­
lista o un revolucionario, sin condenarse a ser a la vez un mal escritor y revivir, hacer vivir to do eso intens amente, entregarse a los
un militante mediocre. C reemos que una líteratura que decodifica cuida­ estremecimientos, palpitar donde palpita , recorrer nuestra
dosamente nuestra realidad posee una fuerza de verdad (y por tanto �e
cuestionamiento) cien veces más eficaz que todas las obras de denuncia geografía interior para percibirla mejor y comprenderla me­
y de demostraciones de axioma por más generosas que sea� . La va.lo­ jor. Y recusamos las tendenci as al localismo o al egocentris­
rización de nuestra cotidianidad creole no pasa por las consignas smo
más bien por un esfuerzo de poetización porque lo real es en sí mismo mo que algunos p arecen ver en nuestra p osición. No puede
revolucionario cuando pasa por el prisma de una escritura preocupada haber una verdadera apertura al mundo sin una aprehensión
por sacar a la luz sus cimientos . También creemos que la mejor manera
de participar en el combate multisecular que sostienen nuestros pueblos previa y absoluta de lo que nos constituye. Nuestro mundo,
para liberarse de las trabas coloniales o imperiales, es consolidar a tra­ por pequeño que sea, es vasto en nuestra mente, inagotable
vés de nuestros escritos esta cultura creole que nuestros opresores se
dedicaron desde siempre a minimizar.
en nuestro corazón, y p ara nosotros, dará siempre testimo -

¿logia de la Cre olidad


La Creo lidad
36
37
nios del hombre. El viejo caparazón del desprecio de noso­ · ratura. Tenemos que ser lúcidos en cuanto a nuestras taras
tros mismos se verá agrietado: ¡ Oh, carcelero de nuestra de neocolonializados, al mismo tiempo que trabajamos para
creatividad, la mirada nueva te apunta! Se trata de un des­ disminuir nuestros ahogos oxigenándolo s con una visión
censo a sí mismo, pero sin el Otro , sin la lógica alienante de positiva de nuestro ser. Hay que aceptarnos a nosotros mis ­
su prisma. Y en esto, hay que reconocerlo, no disponemos mos tal cual somo s , totalmente, y desconfiar de esa identi­
de mojones, ni de certidumbres ni de criterios de estética, dad incierta, todavía movida por alienaciones inconscientes.
no tenemos nada, salvo la juventud de nuestra mirada, la Tenemos que estar anclados en el país, en sus dificultades,
intuición de nuestra creolidad que debe en todo momento en sus problemas, en su realidad más aterrizada, sin por ello
inventarse cada asidero . Nuestra literatura debe meterse en abandonar las efervescencias en que la modernidad literaria
sí misma y mientras se reafirma, no encontrar a nadie, con activa el mundo . Es un poco lo que Glissant denomina "estar
esto queremos decir: ninguna deportación cultural. en situación de irrupción". 1 6 Situación incómoda, sin duda,
exigencias draconianas, pero ya es claro para nosotros que,
de todos modos, tenemos que escribir en la dificultad,17 ex­
La irrupción en la modernidad presarnos a contracorriente de lo desgastado, de los lugares
comunes, de las deformaciones, y que es enfrentándonos a
Pese a nuestra juventud extrema, no tenemos .tiempo de vivir
las volutas de una evolución tranquila. Nos toca estar pre­
sentes en un mundo contemporáneo que va a gran velocidad.
Asumir el orden y la aventura, diría Apollinaire. El orden
sería, en este cas o, lo que concurra al desarrollo de la con­ 16 " E sas literaturas no tienen tiempo de evolucionar armónicamen­
te, desde el lirismo colectivo de Homero hasta las dis ecciones ás p eras
ciencia de nues tra identidad, a la eclosión de nuestra nación, de Beckett. Deben asumir de un solo golp e el comb ate, la militancia, el
al brote de nuestras artes y de nuestra literatura: proble­ arrai g o. la lucidez, la desconfianza de sí, el absoluto del amor, la forma
máticas que ya no son de este siglo y que debemos necesa­ del p aisaje, la desnudez de las ciudades , las sup eraciones y las testaru­
deces. Es eso lo que llamo nues tra irrup ción en la modernidad ( . . . ). No
riamente enfrentar. La aventura, por su parte, simbolizaría tenemos una tradición !iteraría madurada durante larg o tiemp o: nace­
el mundo moderno y sus adelantos contemporáneos, de los mos brutalmente ; creo que es una ventaj a y no una carencia. La p átina
cultural me exas p era cuando no está fundada sobre un transcurs o lento
cuales no es deseable excluirse s o pretexto de tener que or­ del tiemp o . La ' p átina· cultural, cuando no resulta de una tradición o de
denar el interior de sí mismo . _ Los países subdesarrollados, actuar, se vuelve p rovincialismo vacío. No tenemos tiem p o, tenemos que
andar p or todas p artes acomp añados de la audacia de la modernidad.

1
o mal desarrollados , se ven hoy en día forzados a realizar El p rovincialismo es cómodo p ara el que no hizo la cap ital en sí mis­
esta acrobacia. ¿Cómo preo cuparse por la lengua creole sin mo, y me p arece que tenemos que erigir nuestras metróp olis en nosotros
participar en los asuntos actuales de la lingüística? ¿Cómo
pensar una novela antillana sin tomar en cuenta los concep­
1
í
mismos. La irrup ción en la modernidad, la irrup ción fuera de tradición,
fuera de la 'continuidad' literaria, me p arece una marca esp ecífica del es­
critor americano cuando quiere dar sentido a la realidad de su entorno".
¡ Édouard Glissant, op. cit.
tos que se forman de la novela todos los pueblos del mundo?
¿C ómo preocuparse por una expresión artística que, eficaz 1 1 7 "La modernidad comienza con la bús queda de una literatura imp osi­

1.
ble" . Roland Barthes, Le Degré zéro de l 'écriture, Seuil, 1 972.
dentro de la nación, se revelaría anacrónica o superada una "A veces no hay que temer nombrar las cosas imp osibles de describir".
vez confrontada con el exterior? Por tanto, tenemos que ha­ 1 René Char, Recherche de la base et du sommet, Gallil:nard , I 955.

!
"Solo es emocionante el linde del conocimiento".
cerlo todo al mismo tiempo: colocar nuestra escritura en la "(Una intimidad demasiado p ersistente con el astro , las comodidades son
corriente de las fuerzas progresistas que se activan para mortales ) ". René Char, op. cit.
nuestra liberación, y no abandonar la búsqueda de una es­
1 "Lo imposible no lo alcanzamos, p ero nos sirve de faro". René Char, op. cit.
1 "Estar del lado del salto . No p articip ar del festín, su epílogo". René Char,
tética nueva sin la cual no hay arte, y mucho menos lite- ! Fureur et mystere, Gallimard. l 962.

¿ Io g i o de la Creolidad La Creo lid�


38 39
la dificultad como podremos seguirle la pista al distancia­ contra la imaginación de este último, enviar su creatividad
miento de nuestra autenticidad dentro de nosotros mismos. a la deportación. Los maestros de la gran época del afrance­
samiento 2º fueron los negreros de nuestro impulso artístico.
Así que hoy en día, sería una esterilización no reinvestir esta
La escogencía de su palabra lengua. Su uso es una de las vías de inmersión en nuestra
creolidad. Ningún creador creole, en ningún campo, se verá
Nuestra primera riqueza, para nosotros, escritores creo­ realizado sin un conocimiento intuitivo de la poética de la
les, es que poseemos varias lenguas: el creole, el francés, el lengua creole. 21 La educación artística (la reeducación de la
inglés, el portugués, el español, etcétera. Se trata ahora de mirada, la activacíón de la sensibilidad creole) impone como
aceptar este bilingüismo potencial y de salirnos de los usos condición previa una adquisición de la lengua creole en su
obligados que tenemos de él. De ese mantillo , hacer levantar sintaxis, su gramática, su léxico más ·basilectal, su escritura
su palabra. De esas lenguas, construir nuestro lenguaje. 18 El más apropiada (aun cuando esta última se halle alejada de
creole, la lengua primera para nosotros los antillanos , guaya­ las costumbres francesas), sus entonaciones, sus ritmo s , su
neses, mascareños, es el vehículo original de nuestro yo pro­ alma . . . , su poética. 22 La búsqueda del creole profundo, orgu­
fundo, de nuestro inconsciente colectivo, de nuestro genio llosamente llevada bajo el signo de la ruptura, de lo inédito
popular; esta lengua sigue siendo el río de nuestra creolidad y de lo inaudito, al alimentar nuestros fervores revoluciona­
aluvial. En ella soñamo s . En ella resistimos y aceptamos . rios , polariza, sin duda, nuestras energías mas extremas y
Ella es nuestro llanto, nuestros gritos, nuestras exaltaciones. más solitarias. En cambio, el drama de muchos de nuestros
Ella irriga cada uno de nuestros gestos. Su debilitamiento no escritores proviene de la castración, a nivel lingüístico, de la
fue solo un derrumbe lingüístico, la caída de una rama nada cual fueron víctimas en su infancia. La lengua creole es en­
más, sino la cuaresma total del follaje, el arrodillamiento de tonces una de las fuerzas de nuestra expresividad, tal como
una catedral. 19 La falta de consideración por la lengua creole lo ha demostrado (si eso fuera necesario) el escritor guadalu­
no fue un mero silencio de la boca, sino una amputación cul­ pense Sonny Rupaire quien, a partir de ella, supo iniciar una
tural. Los cuenteros creoles, hoy desaparecidos, lo habrían poesía en ruptura completa con la que circulaba hasta en~
dicho mejor que nosotros . C ada vez que una madre, creyendo tonces , casando la reivindicación política más extrema con
favorecer la adquisición de la lengua francesa, reprimió el la asunción de una poética enraizada. La lengua creole no es
creole en la garganta de un niño, no hizo sino dar un golpe

18 "Llamo aquí lenguaje a una serie estructurada y candente de actitu­ 20 Ép oca de la gran cacería del creole y de los creolismos. Aún sigue,
des frente a {de relación o de complicidad con, de reacciones respecto a) pero bajo una fonna más solapada.
la lengua practicada por una colectividad, bien sea que tal lengua sea 2 ' Debemos agregar a esto el conocimiento del español y del inglés cari­
materna en el sentido que he dicho o amenazada o compartida u opcio­ beños, claves en nuestro espacio.
nal o impuesta. La lengua crea el vínculo; el lenguaje crea la diferencia; 22 No podemos sino lamentar la falta de continuidad al llamado del

!
una y otro son igualmente valiosos". Édouard Glissant, op. cit. "En to­ Gerec: "Deseamos profundamente que se instale una estructura penna­
das las lenguas autorizadas construirás tu lenguaje". Édouard Glissant, nente lo más pronto posible con el fin de reagrupar y de coordmar la
¡
L'intention poetique, Seuil, 1 969. "Te hablo en tu lengua y es con mi len­
guaje que te comprendo". Éd_ouard Glissant, op. cit. acción de los investigadores, los docentes, los artistas, los creadores,
]os animadores y los administradores, que estén dispuestos a tra� ajar
19 Verdadero fenómeno de interacciones negativas: lengua creole, cultu­ ,, con miras a la consolidación concertada de nuestra cultura en peligro.
ra creole, creolidad. Cada una denigrada arrastra a la otra en la denigra­ La creación de una casa de las ciencias humanas y de la Creolidad {Gran
ción; una especie de máquina infernal con un detonador indescifrable: kaz pour wouchach kréyol) resulta entonces necesaria". Charte culture/le
¿cuál fue tocada primero para arrastrar a las otras? áéole, op. cit.

¿ togio de la Creolidad La Creolid�


40 41
una lengua moribunda, sigue mudando, perdiendo aquí ma­ Pero nuestras historias, esta vez generosas , nos
tices secretos para encontrar allá acentos hasta ahora desco­ han dotado de una segunda lengua. 25 No era de todos al co­
nocidos por ella (como lo atestigua la poesía de Monchoachi, mienzo . Durante largo tiempo fue solamente la lengua de
Joby Bernabé, Daniel Boukrnan, Thérese Léotin, Hector Pou­ los opresores-fundadores . Nosotros la conquistamos, esa
llet, Félix Morisseau-Leroy, Serge Restog, Max Rippon, Geor­ lengua francesa. Si el creole es nuestra lengua legítima, la
ges Castera . . . ). Es semejante a la serpiente mapaná: por más lengua francesa (proveniente de la clase blanca creole) fue
que la acechemos hasta lo más hondo de los morros, resurge alternativamente (o al mismo tiempo) concedida y captura­
sin avisar ¡ wouap! en lo más recóndito de nuestras chozas da, legitimada y adoptada. La creolídad, como en otras par­
y esto porque está ligada a nuestra existencia, y porque, al tes otras entidades culturales,2 6 marcó con un sello indeleble
fin y al cabo, como exclama el escritor Vincent Placoly: " ¡Es a la lengua francesa. Nos apropiamos de esta última. He"
ella lo que más nos pertenece!" 23 De ahí esta necesidad de mos expandido el sentido de algunas de sus palabras . He­
reforzar su densidad oral mediante la potencia contemporá­ mos desviado otros. Y metamorfoseado muchos. La hemos
nea de lo escrito. Y aquellos de nuestros escritores que han enriquecido tanto en su léxico como en su sintaxis. La he­
intentado matarla dentro de ellos, o en su escritura, perdían mos preservado en muchos vocablos cuyo uso se perdió. En
sin saberlo la vía real hacia una autenticidad sofocada den­ suma, la hemos habitado. En nosotro s , fue lengua viva. En
tro de ellos mismos: la Creolidad. ¡ Qué suicidio estético! La ella, hemos construido nuestro lenguaje,27 ese lenguaje que
literatura creole de expresión creole tendrá como primera fue acorralado por los capos de la cultura por profanar el
tarea, entonces, construir esta lengua escrita, para su salida ídolo en que se había convertido esa lengua . Nuestra lite-
indispensable de la clandestinidad, Sin embargo, por no ha­
berse esforzado en distanciarse de la lengua que manejaban,
la mayor parte de los literatos creolófonos no hicieron un y derivados". R. Jakobson, citado por Umb erto Eco, en L'OEuvre ouverte,
trabajo de escritura y no respondieron a la exigencia prime­ Seuil, 1 965.
25 "No se puede oponer el creole y el francés sobre el modo genérico de
ra del acto literario; a saber, producir un lenguaje en el seno
lengua nacional/lengua del ocup ante; lo cual no quiere decir que esta
mismo de la lengua. El poeta creole de expresión creole, el relación en concreto no sea una relación colonial. Pero precisamente, to­
novelista creole de expresión creole, deberá, con el mismo das las relaciones coloniales no son idénticas, A pesar de su carácter
dominante (en el plano social) el francés ha adquirido cierta legitimidad
impulso, ser el cosechador de la palabra ancestral, el jardi­ en nuestros países. Si, en muchos casos, es una lengua segunda, no se
nero de los vocablos nuevos , el descubridor de la creolidad puede considerar en Guadalupe, en Guayana , en Martinica, como una
lengua extranjera, con todas las implicaciones psicológicas que contiene
del creole. Desconfiará de esta lengua a la vez que la acepta­ esta noción". Charte cultureUe créole, Gerec, op. cit.
rá sin ambages. Tomará sus distancias con relación a ella a 26
Acadia, Quebec, Luisíana, Magreb, el África negra francófona . . . vuel­
la vez que se sumerge desesperadamente y, al desconfiar de tas autónomas, las lenguas vehiculares presentan hoy problemáticas
los procedimientos de defensa-y-ejemplificación, salpicará totalmente diferentes, hasta contrarias entre sí: mientras en Acadia el
francés es lengua dominada, en Martinica es una lengua dominante. Para
esta lengua con las locuras del lenguaje 24 que haya escogido. suscribir este texto, los acadianos habrían comenzado diciendo: "Noso­
tros hemos decidido no ser ingleses . . . ".
27 Aquí se le denomina fransé-bannann. En este francés martiniqueño
o guadalupense, existe una dimens ión de culpabilidad (desconocimiento
de la lengua) y una dimensión de apropiación (llamada impropiamente
23 En Les Antilles dans l'impasse, Des intellectuels antillais s 'expliquent, creolismo). Los maestros y padres de familia, al poner todo en el mismo
costal, mataron el uso responsable (y por tanto creador) de la lengua,
Ed. Caribéennes et l'Harmattan, 1976. creyendo así reducir solamente la dimensión de culpabilidad. Además,
24 "E1 lenguaje constituye realmente la b ase misma de la cultura, En un uso creador de la lengua francesa no le interesaba a nadie: no tocar
comp aración con el lenguaje, todos los demás sistemas son accesorios al ídolo . . .

¿ logia de la Creolidad L a Creolidad



42 43
. zamiento . . . Porque la lengua dominante idolatrada29 ignora
ratura tendrá que atestiguar esta conquista. Recusamos,
la personalidad del locutor coloni zado, falsifica su historía,
entonces, la religión de la lengua francesa que reina en nues­
niega su libertad, lo dep orta de sí mismo . Igualmente, la ido­
tros países después de la abolición de la esclavitud, y nos
latría de parte del co lonizado hacia la lengua dominada, si
adherimos totalmente al proverbio haitiano según el cual:
puede ser benéfica durante los primeros tiempos de la revo­
"Palé fransé pa vlé di lespri" (Hablar francés no es garantía
lución cultural, no puede, de ningún modo, liegar a ser el ob­
de inteligencia) . Al reprimir este lenguaje vejaron, como en el
jetivo princip al o único de los es critores creoles de expresión
caso de la lengua creole, nuestra expresividad, nuestra pul­
sión creadora, pues la creatividad no puede surgir sino de creole. Toda lengua idolatrada funciona como una máscara
de teatro N6, esas máscaras que confieren a los comediantes
una lectura subjetiva del mundo . S e nos ha contrariado tam­
sentimi¡mtos , rostros, pero también otras personalidades.
bién, por este medio, nuestra expresión artística durante va­
Para un poeta, un novelista creole, E:s cribir en francés o en
rias generaciones. La literatura creole de expresión francesa
creole idolatrados es quedarse inmóvil en el área de una ac­
tendrá, entonces, por tarea urgente, apropiarse la estética de
ción, sin decisión en un campo de posibilidade s , vano en un
nuestro lenguaje y rehabilitarla. Es así que esta se saldrá del
lugar de potenciales , sin voz en las grandes transmisiones
uso impuesto del francés que, en la escritura, demasiado a
de ecos de un acantilado. Sin lenguaje en la lengua, y por
menudo fue el nuestro .
tanto sin identidad. Es, en escritura, no acceder al acto lite­
Fuera entonces de todo fetichismo, el lenguaje será,
rario. 30 Es, desde el punto de vista de la estética, morir.
p ara no sotros, el uso libre, responsable, creador de una
La creolidad no es monolingüe. Tampoco es un mul­
lengua. 28 No será obligatoriamente un francés creolizado o
reinventado, un creole afrancesado o reinventado, sino nues­ tilingüismo de compartimentos impermeables . Su terreno es
el lenguaje. Su apetito: todas las lenguas del mundo. El juego
tra palabra encontrada y finalmente decidida. Nuestra sin­
entre varias lenguas (sus lugares de roces y de interaccio­
gularidad expuesta-y-en- explosión en la lengua hasta que
nes) es un vértigo poli sémico. Allí, una sola palabra vale por
se afirme en el Ser. Nuestra conciencia psicológicamente en
p o sición vertical. El antídoto contra la ancestral domina­
ción que nos agobia. Más allá del lenguaje podrá expresarse
lo que somos, nuestra presencia al mundo, nuestro enrai-
29 El uso �el argot francés por parte de los escritores antillanos argot
que es en si ya una _identida � erigida dentro de la lengua, es también, así
nos parece, un temible desv10 cultural. Ahí se abandona el campo neutro
de la !e'?JlUª para entrar en u�a dimensión particular: se adopta a la vez
28 " N
o se trata de creolizar el francés sino de explorar el uso responsa­ una v1s10n del mundo y una visión de la lengua misma.
ble {la práctica creadora) que podrían hacer de él los martiniqueños". 30 � La lengua está más acá de la líteratura (. . . ), Así, bajo el nombre de
Édouard Glissant, op. cit.
estilo, se forma un lenguaje autárquico que se hunde en la mitología
No se trata tampoco de lo que denunciaba el Gerec: aspirados por "el
personal y secreta del autor, en esa hípofísica de la palabra donde se
Universo lingüístico francés, los intelectuales -y en particular los es­
forma la primera pareja de las palabras y las cosas, donde s� instalan,
critores- antillanos y guayaneses desarrollan una actitud bien sea de
de una vez p or todas, los grandes temas verbales de su existencia ( . . . ) .
reverencia, o por el contrario, rnás escasamente. de subversión hacía la
E s 1 � Autoridad del estilo, e s decir, e l lazo absolut[amente libre] del len­
lengua francesa. En to dos los casos, su relación con esta lengua sigue
guaJe y de su d?ble de carne, la que impone el escritor como si fuera un
siendo eminentemente fetichfaada, sacralizada. religiosa (incluso si es
frescor por encima de la Historia . (. . . ). La identidad formal del escritor
blasfematoria). La ideología címarronista, en literatura, es una tentativa
solo s.e . establece realmente fuera de la instalación de las normas de la
de justificar el corte entre el mundo creole y la instalación -a menu­
gra� at1ca Y de las constantes del es tilo, allí donde lo continuo escrito,
do lucrativa- en el sistema lingüístico francófono. En ese caso, importa
entonces la aureola del prestigio compensatorio del guerrillero que se
1:
reunido encerrado primeramente en una naturaleza lingüística perfec­
tamente mo_cente, se va a hacer finalmente un signo total, elección de un
mueve en pleno corazón de la ciudadela enemiga, con el fin de poner en
cmnp ortamrnnto humano ( . . . )". Roland Barthes, op. cit. !Grado cero de la
marcha una presunta estrategia del rapto (bawouf, koutjanm), de desvío
escritura, pp. 2 1 -22. Ed. Siglo XXI, trad. Nicolás Rosa] .
de la lengua del amo". Charte culture/le créole, op. cit.

¿logia de la Creolidad La Cre olid�


44 45
varias . Allí, se encuentra el cañamazo de un tejido Ueno de . so y estéril que no hace otra cosa que parasitar el mundo .
alusiones, de una fuerza sugestiva, de . un intercambio entre Ahora bien, toda una serie de producciones verbales pueden
dos inteligencias. Vivir al mismo tiempo la poética de todas fácilmente, si no se tiene cuidado, hacer fortuna al compor­
las lenguas es no solamente enriquecer cada una de ellas, tarse como plantas epifitas, propensas , además, a desviar el
sino sobre todo romper el orden acostumbrado de esas len­ río-lenguaje de su desembocadura creole. No se nos olvida
guas, volcar sus sentidos establecidos . Es esta ruptura la que que las condiciones del intercambio entre el creole y francés
permitirá ampliar el público de un conocimiento literario de siguen siendo desiguales, puesto que los dos no corren los
nosotros mismos . mismos riesgos en una situación de gestión irresponsable
Mantener una disponibilidad total hacia todo e l aba­ del espacio lingüístico. Nuestra preocupación, con estas pre­
nico lingüístico que ofrece la paleta social, tal es el estado cisiones, no es, ciertamente, desviar al escritor de la aventu­
de espíritu con el cual hemos abordado la problemática de ra que ocurre en los intersticios del .creole y del francés . Y
la interlengua, llamada más eruditamente "interlecto". Pero la más aún, creemos que un uso fecundo del interlecto puede
exaltación de las fecundidades de este último no oculta para constitujr la via de acceso a un orden de realidad suscepti­
nada nuestra vigilancia respecto a sus riesgos. Pues, la trans­ ble de conseivarle a nuestra creolídad su complejidad fun­
mutación de la cual el interlecto es experto en dar la fasci­ damental, su campo referencial difractado.
nante apariencia es, de hecho, la transgresión, inscrita en su Ahora bien, nos dimos cuenta de que en ese campo
estatuto ontológico, de la línea de separación de las aguas. el riesgo de la incomunicabilidad era grande. Muchos desig­
Proveedor también de ilusiones, el material interlectal puede naron, de hecho, nuestra inmersión en la creolidad, incluso
dar la impresión de algo construido allí donde no existe sino en la lengua creole, como una especie de entierro en nosos­
el abandono lascivo a los clichés y a los estereotipos. En una tros mismos, como una especificidad demasiado estrecha.
palabra, depositario de un genio múltiple, el interlecto puede Olvidaban, sin duda, que vivir una creolidad compleja era lo
fácilmente, si no tiene cuidado, ser el puro y simple sepultu­ mismo que vivír el mundo, o (para retomar una expresión de
rero del genio. C ada vez que nos ahorra el trabajo crítico de Glissant) el Todo-mundo.
la escritura, el interlecto (seividor diligente y omnipresente)
constituye el peligro de una alienación subrepticia pero te­ Una dinámica constante
rriblemente eficaz. El francés llamado "francés-banano" que Una de las trabas de nuestra creatividad fue la preocupación
es al francés estándar lo que el_ latín macarrónico es al latín obsesiva por lo Universal. Viejo síndrome del colonizado:
clásico, constituye, sin duda, lo que la interlengua encierra este último teme ser solamente ese sí-mismo desvalorizado,
de más estereotipado, y a través del cual irresistiblemente a la vez que se avergüenza de querer ser lo que es su amo.
cae en lo cómico. A Césaire, una desconfianza instintiva de Acepta, entonces, -sutilidad suprema- pensar los valores de
la bastardia le dictó a menudo, por lo demás, el uso del fran­ este último como los del ideal del mundo. De ahí la exterio­
cés más culto, simétrico engrandecido de un creole imposible ridad a nosotros mismos . De ahí la denigración de la len­
puesto que aún debía inventar su factura literaria. gua creole y del manglar profundo de la creolidad. De ahí -a
En cuanto a Glissant, nunca se comprometió con excepción de los milagros individuales- nuestro naufragio
el interlecto-cliché. C on uno y otro aprendimos la pacien­ estético. Nuestro balbuceo. La literatura creole se burlará
cia duradera y la búsqueda obstinada -incluso convulsiva­ de lo Universal; es decir, de ese disfrazado alineamiento con
de las palabras . En cuanto a nosotros, nuestro elogio de_ la los valores occidentales; es decir, de esa preocupación por
creolidad nunca será el elogio de un acuclillamiento ocio- hacerse a sí mismo transparente; es decir de esa exposición
de sí mismo a los remansos de la evidencia. Queremos pro-

¿ l ogio de la Creolidad La Creolid�


46 47
fundizar nuestra creolidad con plena conciencia del mun­ las costumbres en pais tuareg. La capacidad de integrar lo
do. Es mediante la Creolidad que seremos martiniqueños. diverso siempre ha sido propiedad de las grandes potencias.
Es llegando a ser martiniqueños que seremos caribeños, por Las culturas se disuelven, se exti enden en subculturas que
tanto americanos a nuestro modo. Es mediante la Creoli­ generan otros agregados culturales. Pensar el mundo hoy en
dad que cristalizaremos la Antillanidad, fermento de una día, la identidad de un hombre, el principio de un pueblo o
civilización antillana. Queremos pensar el mundo como una de una cultura, con las apreciaciones del siglo XVIII o XIX,
armonía polifónica: racional/irracional, concluida/comp leja, sería una pobreza. Cada vez más emergerá una nueva huma­
unida/difractada . . . El pensamiento complejo de una creoli­ nidad que tendrá las caracterís ticas de nuestra humanidad
dad en sí misma compleja puede y debe ayudarnos en esto. creole: toda la complejidad de l a Creolidad. El hijo, nacido y
La creolídad expresada se estremece con la vida del Todo­ residente en Pekín, de un al emán que casó con una haitia­
mundo, es el Todo-mundo en una dimensión particular, y una na, estará luchando entre varias lenguas, varias his torias,
forma particular del To do -mundo . arrastrado p or la ambigüedad torrencial de una identidad
El mundo anda en estado de creolidad. Las viejas tipo mosaico. Deberá, so pena de muerte creativa, pensar
crispaciones nacionales ceden bajo el avance de federacio­ esa identi dad en toda su complejidad. Estará en estado de
nes que no vivirán tal vez por mucho tiempo. Por debajo de creole. Es eso lo que hemos prefigurado. Nuestra inmersión
la costra universal totalitaria, lo Diverso se ,mantuvo 31 en en nuestra creolidad, con los recursos del Arte, es una pues­
pequeños pueblos, en pequeñas lenguas, en pequeñas cul­ ta en rel ación con el mundo, de las más extraordinarias y
turas. El mundo es tandarizado bulle contradictoriamen­ de las más justas. Expresar la Creolidad será expresar los
te en lo Diverso. Puesto que todo se halla en relación con siendo mismos del mundo . 32 Lo que hemos sentido , nuestra
todo, las visiones se agrandan, provocando la paradoja de adqui sición emocional, nuestro s sufrimientos, nuestras in­
una conformidad general y de una exaltación de las dife­ certidumbres , la extraña curiosidad de lo que creímos que
rencias. Y presentimos que Babel solo es irrespirable para eran nuestras taras , servirá en nuestra expresión realízada
los espacios estrechos. Que no será una preocupación para para construir el Ser armonioso del mundo en la diversidad.
la gran voz de Europa que se hable bretón en Bretaña, corso La Creolidad nos libera del antiguo mundo. Pero, en
en Córcega; que no será una preocupación para el Magreb ese nuevo balanceo buscaremos la mayor comunicabilidad
unificado que se hable bereber en C abilia o que se afirmen compatible con la expresión extrema de una particularidad.
Será creole la obra que, exaltando en su coherencia la diver­
sidad de las significaciones, conserve esta marca que funda
su pertinencia, 33 cualquiera que sea el modo en que se la lea,
31 "C onvengo en denominar 'diverso' todo lo que hasta el día de hoy se
llamó extranj ero, insólito , inesperado, sorprendente, misterioso, enamo­
el lugar cultural desde donde se la perciba, la problemática a
rado, sobrehumano, heroico y hasta divino. Todo lo que es Otro". Victor la cual se vincule. Nuestra inmersión en la Creolidad no será
Segalen, Essai sur l'exotisme, Livre de poche, 1 986, reedición.
"Lo Díverso que no es lo caótico ni lo estéril, significa el esfuerzo de la
mente humana hacia una relación transversal, sin trascendencia uni­
versalista. Lo Diverso necesita la presencia de pueblos, ya no como ob­
j etos que sublimar, sino como proyecto que poner en relación. Así como
32
lo Mismo empezó con la rapiña expansionista de Occidente, lo Diverso "Aun como hipótesis, la totalidad se vuelve fácilmente totalitaria cuan­
salió a la luz a través de la violencia p olítica y armada de los pueblos; do se pone a un lado inventariar los siendo". Édouard Glissant, op. cit.
así como lo mismo se levanta en el éxtasis de los individuos, lo Díverso 33 "En el fondo, una fonna es esteticamente válida jus tamente en la me·
se extiende a través del impulso a las comunidades. Así como el Otro es dida en que p uede ser enfocada y entendida desde p ersp ectivas múlti­
· la tentación de lo Mismo, el Todo es la exigencia de lo Diverso". É douard p les, en la medida en que manifiesta una gran variedad de as p ectos y
Glissant, op. cit. de resonancias sin j amás ces ar de ser ella misma". Umberto Eco, op. cit.

¿: t ogio de la Creolidad La Creolidad


48 49
incomunicable, pero tampoco será totalmente comunicable. .cultura jamás es algo acabado, sino una dinámica constante
Lo será con sus opacidades, la opacidad que restituimos a los que busca cuestiones inéditas, posibilidades nuevas; que no
procesos de la comunicación entre los hombres. 34 Encerrarse domina, sino que entra en relación; que no saquea sino que
en la Creolidad habría sido contradecir su principio consti­ intercambia. Que respeta. Es una locura occidental la que ha
tutivo: negarla. Habría sido transformar la emoción inicial roto esto que es natural. Signo clínico: las colonizaciones.
en una mecánica hueca, que gira en el vacío, que se empo­ La cultura viva, y más aún la Creolidad, es un atizamiento
brece poco a poco, como esas civilizaciones dominadoras permanente del deseo de convivencia. Y si recomendamos a
hoy derrumbadas. Una de las condiciones de nuestra sobre­ nuestros creadores esta exploración de nuestras particula­
vivencia en tanto creoles (abiertos-complejos) es mantener ridades es porque nos devuelve hacia lo natural del mundo,
la conciencia del mundo en la exploración constructiva de fuera del Mismo y del Uno, y porque opone a la Universali­
nuestra complejidad cultural original. Que esta conciencia dad, la posibilidad del mundo difractado pero recompuesto,
la exalte y la enriquezca. Nuestra diversidad primera será la armonización consciente de las diversidades preservadas:
inscrita en un proceso que integra la diversidad del mundo, la Diversalidad.
reconocida y aceptada como permanente. Nuestra creolidad
tendrá que ganarse, estructurarse, cuidarse, al tiempo que
va modificándose y engullendo. Subsistir en l� diversidad. 35
La aplicación de ese doble movimiento favorecerá nuestra
vitalidad creadora con total autenticidad. Eso nos evitará
también un retorno al orden totalitario del antiguo mundo,
vuelto rígido por la tentación del Uno y de lo definitivo. En el Conferencia pronunciada el domingo 22 de mayo de 1988 en el
Festival Caribe de la Seine-Saint-Denis.
corazón de nuestra creolidad, mantendremos la modulación
de leyes nuevas, de mezclas ilícitas. Pues sabemos que cada

34 "Partamos entonces de este reconocimiento de impenetrabilidad. No


nos vanagloriemos de asimilar las costumbres, las razas, las naciones,
los otros; sino por el contrario, alegrémonos de no poder hacerlo jamás;
así nos reservamos el placer duradero de sentir lo Diverso". Victor Sega-
len, op. cit.
"[. .. ] la transliteración de las obras se produce según reglas tan capri­
chosas que no es fácil formularlas. Los autores a los que juzgaríamos a
primera vista poco exportables a causa de su fuerte acento extranjero
que mantienen hasta en las mejores traducciones, o porque deben su sin­
gularidad a condiciones de vida y creación estrechamente locales, pasan
las fronteras sin dificultad y se dispersan con éxito por el vasto mundo
-a menudo de entrada, otras veces al contrario mucho antes de que ha­
yan sido reconocidos y comprendidos por su ámbito nacional (es el caso
de Kafka !...])-. Otros, en cambio, que parecen dirigirse a los hombres de
cualquier parte, gracias a una obra exenta de color local y de idiotismos
demasiado alambicados, se atascan indefinidamente a las puertas de la
biblioteca universal y no encuentran acogida ni siquiera entre sus veci­
nos más cercanos". Marthe Robert, Livre de lectures, Grasset, 1977.
35
"La unidad no se representa a sí misma sino en la diversidad". Victor
Segalen, op. cit.

¿1ogio de la Creolidad La Creolidad


50 51
Anexo

Creolidad y política

La reivindicación de la Creolidad no es solamente de natu­


raleza estética como hemos visto; presenta igualmente rami­
ficaciones importantes en todos los campos de actividades
de nuestras sociedades y especialmente en aquellos que son
sus motores: lo Político y lo Económico. Se articula, de he­
cho, con el movimiento de reivindicación de una soberanía
plena y entera de nuestros pueblos sin por eso reconocerse
del todo en las diferentes ideologías que sostuvieron esta
reivindicación hasta nuestros días. Esto significa que des­
confía, en primer lugar, de una especie de marxismo pri­
mario que piensa que las cuestiones culturales y luego de
identidad encuentran automáticamente su resolución una
vez que se realiza la Revolución. Así formulada, lo más a
menudo de buena fe -insistimos-, esta teoría a menudo exi­
mió a nuestros líderes y a nuestras organizaciones políti­
cas de reflexionar a profundidad sobre el contenido de una
verdadera cultura martiniqueña, guadalupense o guayanesa.
También nos apartamos de esa forma de nacionalismo algo
limitado que hace del martiniqueño un extranjero para el
guadalupense, y viceversa. Sin negar las diferencias entre
nuestros pueblos, queremos afirmar que lo que los reúne
es más vasto que lo que los opone y que el trabajo de un
defensor de la soberanía del pueblo martiniqueño consiste
también en acercar tanto como sea posible su lucha a la del
pueblo guadalupense y guayanés, y viceversa.
La Creolidad dibuja la esperanza de un primer rea­
grupamiento posible en el seno del Archipiélago caribeño:
el de los pueblos creolófonos de Haití, Martinica, Santa Lu­
cía, Dominica, Guadalupe y Guayana, acercamiento que no
es sino el preludio de una unión más amplia con nuestros

53
vecinos anglófonos e hispanófonos. Es decir, que para noso­ Autores
tros la adquisición de una eventual soberanía monoinsular
no puede ser sino una etapa (que esperamos sea lo más breve
posible) en el camino hacia una federación o una confedera­
ción Caribe, único medio de luchar eficazmente contra los
diferentes bloques con vocación hegemónica que se reparten
el planeta. En esta perspectiva, afirmamos nuestra oposición
al proceso actual de integración sin consulta popular de las
poblaciones de los llamados departamentos franceses de
América en el seno de la Comunidad Europea. Nuestra pri­
mera solidaridad es con nuestros hermanos de las islas veci­
nas Y en segundo lugar con las naciones de América del Sur.
Estamos convencidos de que por falta de haber inte­
grado a su estrategia la re-instalación de nuestros pueblos
en el seno de esta cultura creole, milagrosamente forjada en
el curso de tres siglos de humillación y explotación, nuestros
dirigentes políticos nos preparan futuros desilusionadores,
Estados de los cuales estarán ausentes los principios demo­ JEAN BERNABÉ nació en Lorrain, Martinica, en 1942. Es lin­
cráticos más elementales, únicos garantes de un desarrollo güista, se especializa en lengua creole, y desde 1984 hasta
económico real. Así que nos permitimos decir que nos incli­ hace poco cuando se jubiló se desempeñó como profesor de
namos por un régimen de tipo multipartidísta, multisindical lenguas, literaturas y cultura caribeñas en la Universidad
Y multiconfesional, en completa ruptura con los fantasmas Antilles-Guyane, de cuya Escuela de Letras y Ciencias Hu­
del hombre providencial y del padre de la nación que han manas fue asimismo decano. También fundó y dirigió el GE­
hecho tanto mal a los países del tercer mundo y de la Europa REC-F (Grupo de estudios y de investigaciones en espacios
del Este. No se trata, de ninguna manera, de una adhesión creolófonos y francófonos), importante grupo adscrito a la
a los modelos políticos occidentales, sino del simple reco­ misma Universidad.
nocimiento de que la igualdad entre los hombres no puede Entre sus escritos literarios se encuentran: Le Bai­
instaurarse de manera durable, si no va acompañada, en un lleur d'étincelle (Archipel, 2002), Partage des ancetres (Écri­
mismo movimiento, de la libertad de pensar, de escribir y de ture, 2004), La malgeste des momes (2006) y Litanie pour le
viajar. Para nosotros, no hay libertades formales. A condición Negre fundamental (Mémoire d'encrier, 2008), todos ellos en
�e que no estorben la buena marcha de la sociedad, todas las francés. También ha escrito ensayos sobre creole: La jable
libertades son lícitas. créole (Ibis rouge, 2001) y una gramática: Grammaire créole
(L'harmattan, 200) y editó, entre otros, un libro de homenaje
al historiador antillano Luden Abénon, titulado Sur les Che­
mins de l'histoire Antillaise (Ibis rouge, 2006). Salvo por el
presente libro, ninguna de sus obras ha sido traducida aún
al español.

¿logio de la Creolidad 55
54
PATRICK CuAMorSEAU nació en la capital de Martinica, Fort­ RAPHAi!:L CoNFIANT nació en Martinica en 1951. Sus obras han
de-F:rance, en 1953. Estudió derecho y economía social y se recibido numerosas distinciones, entre ellas: Premio Antigo­
desempeñó como trabajador social en Francia y luego en Mar­ ne, 1988 (Le negre et l'Amiral); Premio Novembre, 1991 (Eau
tinica. Desde la publicación de su primera novela: Chronique de Café); Premio Casa de las Américas, 1993 (Barrancos del
des sept miseres (Gallimard, 1986), un estudio rico de los alba); Premio Carbet de la Caralbe, 1994 (L'Allée des soupirs);
djobeurs del mercado en Martinica, hasta Texa�o (Gallimard, Premio japonés Shibusawa-Claudel por la traducción japo­
1992), crónica de tres generaciones martiniqueñas, pasando nesa de L'Allée des soupirs; Premio RFO 1997 (Le meurtre
por Solibo magnifique {Gallimard, 1988), donde la figura del du Samedí-Gloria); Premio des Amériques Insulaires et de
cuentero es centro del relato, la líteratura de Chamoiseau lo la Guyane 2004 (La panse du chacal); Premio de l'AFD 2010
ha consagrado corno una de las principales figuras de las le­ (L'Hotel du bon plaisir). Además del presente texto, sólo ha
tras francófonas. Texaco (1992), la única de sus novelas tradu­ sido traducido al español Barrancos del alba.
cida al español hasta el momento, ganó el premio Goncourt en Tan importante corno su trabajo literario es su tra­
1992, con lo cual Chamoiseau adquirió un temprano reconoci­ bajo de activista ambiental. En este renglón, fundó la aso­
miento como representante de los creolistas. ciación para la protección del medio ambiente en Martinica
Chamoiseau logra entreverar en sus obras temas y (Assaupamar), terna sobre el que a menudo hace debate.Man­
búsquedas narrativas netas con las disputas poscoloniales tiene un blog: Montray Kreyol (www.montraykreyol.org), y
más duras, empezando por la que tiene que ver con la len­ participa en otros importantes sitios electrónicos de y sobre
gua: ninguna de sus obras está escrita en creole, pero éste el Caribe. Así mismo, es cofundador de foros de confluencia
subyace al francés en que están los textos, y lo subvierte. intelectual como las revistas Grifan Te (revista creolófona),
Esta preocupación ocupa también las líneas de un texto Antilla, Karibel, y La Tribune des Antilles.
suyo corno Écrire en pays dominé (Gallirnard, 1997). Su últi­ Confiant se formó en estudios políticos, inglés, estu­
ma novela es Biblique des derniers gestes (Gallimard, 2002), dios literarios y lingüística. Tiene un doctorado en lenguas y
que obtuvo un premio especial del jurado en el RFO. culturas regionales y actualmente es profesor en la Université
Chamoiseau trabajó a cuatro manos con Confiant en Antilles-Guyana. Entre sus investigaciones se encuentra una
el ensayo Lettres créoles (que trata sobre la literatura anti­ en torno a el papel del demonio en la literatura antillana y no
llana de 1635 a 1975), y en los últimos tiempos colaboró en cuentan menos en todas sus labores sus diccionarios de creo­
pequeños ensayos con el recientemente fallecido y también le martiniqueño que son referentes ineludibles en el campo.
martiniqueño Édouard Glissant.

¿logio de la Creolidad Autor�


56 57
Índice onomástico�temático

A
Alpha, José 31
Americanidad 26, 27, 28
Antillanidad 15, 18, 19, 20, 23, 26, 28, 29, 48

B
Barthes, Roland 39, 45
Baudot, Paul 13
Belmont, Léon 13
Bernabé, Joby 31, 42
Boislaville, Loulou 22
Bonneville, René 13
Boukman, Daniel 42
Brival, Roland 31

e
Capécia, Mayotte 13
Carbet, Marie-Magdeleine 13
Castera, Georges 42
Césaire, Aimé 9, 14, 15, 16, 17, 30, 46
Césaire, Ina 30
Chambertrand, Gilbert de 13
Char, René 21, 39
Clavot, Jose 26
Creole 26
Creolidad 22, 23, 24, 25, 26, 27, 28, 29, 32, 37, 41, 42, 48, 49, 50, 51,
53
Cuba 28

D
Dézafi 20

59
Diverso 9,25,48,50
K
Kundera, Milan 33,35
Dominica 53
Duduísmo 30, 32
Duquesnay, Víctor 13
L
Le Discours antillais 15, 19,30
Léotin, Thérése 42
E
Lérus, Arthur 31
Eyrna, Xavier 13

F M
Fab Cornpe Zicaque 13 Malernort 20
Martinica 43,53
Fanon,Frantz 9, 19
Melon, Henri 31
Flavia-Léopold, Ernmanuel 13
Ménil, René 30
Frankétienne 20
Monchoachí 42
Morisseau-Leroy, Félix 42
G
Galmot, Jean 13
Glissant, Édouard 9, 15, 18, 19, 20, 29, 30, 31, 32, 33, 34, 35, 39, 40,
N
44,46,47,48,49 Negritud 14,15, 16, 17, 18,36
Gratiant, Gilbert 13, 14
Guadalupe 26, 43, 53
Guayana 27,43,53
p
Perse, Saint-Jolm 26
Guéi:in, Daniel 18
Placoly, Vincent 31, 42
Poullet, Rector 42
H
Haití 13, 17, 53
Hearn, Lafcadio 26
R
Restog, Serge 42
historia 12, 17, 33, 34, 35, 45
Richer, Clérnent 13
Historia 12, 17, 23, 24, 33, 45
Rippon,Max 42
Rohinel 31
I Rupaire, Sonny 41
Indigenistas haitianos 21, 38

s
J Salavina 13
Joyau,Auguste 13 Santa Lucía 53

Índi�
¿togio de la CreoHdad
61
60
Segalen, Víctor s; 25, 48, 50
Stephenson, Elie 31

T
Tardon, Raphael 13
Thaly, Daniel 13
Thomarel, André 13
Todo-mundo 47, 49
Trinidad 27, 28

u
Universal 22, 47

¿1ogio de la Creolidad
62

Potrebbero piacerti anche