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Presentación
Integrantes
Clara Orizaga Rodríguez, Socorro Varela Hernández,
Pedro Luna Jiménez, Rodolfo Alonso Dagnino Mondragón,
Raúl Andrés Méndez Lugo y Luis Fernando Jiménez Zurita
Índice
11 INTRODUCCIÓN
15 LA CONQUISTA
27 LA IGLESIA CATÓLICA
EN UN MÉXICO INDEPENDIENTE
29 EL LIBERALISMO
39 LA LEY CALLES
49 ANEXO FOTOGRÁFICO
La iglesia católica en nayarit
INTRODUCCIÓN
11
míticas pues difícilmente pueden calificarse como históricas, refieren el comienzo o
quizá una etapa de la peregrinación del pueblo azteca y a base de semejanzas entre
los objetos de barro de Nayarit, los de Colima e incluso figuras del pasado remoto
de Ecuador en América del Sur, han hecho decir a algunos que se hicieron en el
pasado ancestral viajes marítimos de intercambio.
En el espacio físico de Nayarit son notorios los vestigios de fuerte actividad
telúrica en eras pretéritas que ponen ante los ojos un paisaje rugoso y un sistema la-
custre en línea (Santa María del Oro, San Pedro, Tepetiltic) que conduce a reconocer
los efectos de esa actividad que persistió aunque con menor intensidad hasta bien
entrado el siglo XIX y todavía tiene un signo no extinguido: el Ceboruco y la huella
de un cráter que ya no humea en lo alto del Sangangüey. Es notoria igualmente la
abundancia de agua tanto en áreas del Norte--laguna de Mexcaltitán, ríos de Aca-
poneta y de San Pedro--como sobre todo en el cauce caudaloso del río Grande o de
Santiago que ha cavado enormes gargantas y ha modificado el horizonte geológico
de esta tierra.
La modernidad--sigo con la visión aérea--ha lastimado el paisaje natural: las
presas para producción de energía eléctrica han dejado su huella no sólo a la vis-
ta sino en una mutación ecológica que pide un acucioso estudio científico ajeno a
líneas políticas y a inmediatismos. La expansión urbana de poblaciones que por
siglos tuvieron poca o mediana densidad: Tepic, Santiago Ixcuintla, Acaponeta,
Tecuala, Compostela, Ixtlán del Río, Ahuacatlán y la planeación urbana práctica-
mente ausente; la aparición en las últimas décadas de conglomerados urbanos antes
inexistentes o apenas visibles (por ejemplo, Las Varas, Zacualpan, San José del Valle,
Bucerías, Villa Hidalgo (que por algo se llamó “El Nuevo”) así como poblados que
son centros de áreas ejidales y muchos más), contrastan con el estancamiento o
mínimo crecimiento de Jala, Jomulco, San José de Mojarras, Santa María del Oro y
otros puntos, signo del descuido de la vocación agrícola de tantos nayaritas. Al ob-
servador aéreo no le pasa por alto el número elevado de hectáreas ocupadas a partir
de hace pocos años por invernaderos y maquilas agrícolas que manifiestan no sólo
lo que se ha llamado “nueva agricultura” sino también una “nueva cultura laboral”
difícilmente positiva.
Es cierto, “[...] la tierra influye en el hombre, por más que el hombre sea un ser
reactivo, capaz de adaptarse a su nicho, pro capaz también de transformar su nicho...
La naturaleza reta, el hombre contesta al desafío. El paisaje no determina el destino
histórico. La geografía no determina la historia: la incita, la estimula”1.
Esa mirada desde el aire quiere introducirnos a la realidad humana y de su paso
sobre el tiempo, pues la geografía física conduce a la geografía humana y ésta a la
1
Jean Meyer, Breve historia de Nayarit, El Colegio de México/Fondo de Cultura Económica, México 1997, p. 11
12
La iglesia católica en nayarit
historia y a sus huellas en la vida social, económica, cultural y, desde luego, religiosa,
en entrelazado no siempre armónico.
Los tres espacios geográficos diferenciados de Nayarit--costas, altiplano, sie-
rra--expresan, casi de modo natural, que los asentamientos humanos fueron tam-
bién diferenciados en cuanto al poblamiento tanto en tiempo como en densidad así
como en la fisonomía que dio forma con lentitud a los rasgos culturales. Por consi-
guiente, la costa se pobló con grupos humanos con ciertas características nómadas
dependientes de la recolección y la pesca; el altiplano facilitó, con sus posibilidades
agrícolas, asentamientos más estables con rasgos culturales de mayor complejidad;
los habitantes de la sierra, bastante dispersos, manifestaron caracteres más indó-
mitos, casi como en mimetismo de las condiciones del suelo y de la aspereza del
ambiente exterior.
El contacto entre las poblaciones autóctonas de Nayarit y quienes habían atra-
vesado el Atlántico y conquistado ya la capital de los aztecas en agosto de 1521, se
dio en 1524, de acuerdo a las instrucciones que Hernán Cortés dio a su pariente,
Francisco Cortés de San Buenaventura, quien se encontraba en la villa de Colima.
En ellas se lee lo que sin duda era más un ideal que una realidad: “La principal causa
porque se permite que los naturales de estas partes nos sirvan, es porque con nuestra
conversión sean traídos al conocimiento de nuestra santa fe católica y apartarlos de
las idolatrías y supersticiones que tienen...que de aquí en adelante no tengan ídolos
ni hagan cosa alguna de aquellas que solían hacer para el culto y veneración de ellos,
en especial, que no maten gentes como lo solían hacer, so pena de muerte...”2.
2
Documento en el Archivo General de Indias. Cito la referencia a: Pérez Verdía, Historia particular del estado de
Jalisco, en: Everardo Peña Navarro, Estudio histórico del estado de Nayarit, I: De la conquista a la independencia, Tepic
(2a. ed.) 1967, p. 25. (He modernizado la ortografía).
13
La iglesia católica en nayarit
LA CONQUISTA
3
Datos del P. Antonio Tello OFM, Crónica miscelánea de la Santa Provincia de Xalisco y Matías Miguel de la Mota
Padilla, Historia de la conquista del reino de la Nueva Galicia. Peña Navarro, p. 37.
4
Peña Navarro, p. 96.
5
Fausto Marín Tamayo, Nuño de Guzmán, Siglo XXI, México 1992.
15
El contacto, pues, con el Evangelio en esta región geográfica tuvo color fran-
ciscano, “[...] siendo los primeros en los trabajos apostólicos fray Juan de Padilla y
fray Andrés de Córdoba, quienes...consideraron, con razón, que eran necesarios sus
servicios en las tierras conquistadas tanto para la conservación de la paz como para
borrar con su conducta bondadosa, la impresión causada por las feroces tropas de
Nuño de Guzmán”6. El servicio de los miembros de la orden religiosa de Francisco
de Asís permaneció como la columna vertebral de la Iglesia católica entre los na-
yaritas principalmente indígenas hasta bien entrado el siglo XVIII. Su método de
evangelización fue el que tenían probado como efectivo en todos los lugares donde
se asentaron: fundación de conventos para la vida común de los frailes, salidas pe-
riódicas programadas a las poblaciones, formación de catequistas, de fiscales para
el cuidado del buen orden y de mayordomos para la organización de las festivida-
des. De ese modo quedaba asegurada diariamente la doctrina y la praxis cristiana.
La actividad franciscana, además, contribuyó a que las poblaciones tuvieran mayor
estabilidad en cuanto a sus habitantes y la ocupación de éstos y el uso del náhuatl
como “lingua franca” favoreció la comunicación.
6
Peña Navarro, p. 111.
16
La iglesia católica en nayarit
7
Datos sobre las fundaciones: Peña Navarro, pp. 209-230. La cita, del P. Tello. Peña Navarro comenta en nota, p. 230:
“Todavía hasta hace pocos años, parte de esta cañería estaba en servicio”.
17
sidad de que aparte de los misioneros, se enviara una verdadera expedición militar
para poder reducir a los serranos”8.
La reducción de los serranos, no obstante, pudo lograrse hasta cierto punto con
la labor de la Compañía de Jesús quienes establecieron entre 1724 y 1767 (fecha esta
última de su expulsión) ocho puestos de misión: “[...] Consiguieron poco a poco, sin
violencia, que los indios residieran; establecieron cajas de comunidad, desarrollaron
la agricultura y la ganadería para mejorar la subsistencia de las familias y aumentar
los bienes de la comunidad; convencieron a los serranos de que admitieran sin re-
pugnancia la vecindad en cada pueblo de un escaso número de españoles o mestizos
aplicados al trabajo y que servía de modelo para el cultivo y la cría de plantas y ani-
males mal conocidos hasta la fecha por los nayaritas” 9.
A pesar de que los franciscanos asumieron las misiones de la sierra después de
la partida de los jesuitas, el cuidado pastoral y las circunstancias pacíficas en las que
se habían desarrollado las relaciones entre indígenas y misioneros, jamás volvieron
a tener la calidad que tuvieron antes. Sean una muestra estas líneas del teniente co-
ronel Félix Calleja en el informe posterior a su exploración del terreno: “[...] En el
carácter dócil y sumiso de los indios nayaritas, en su aversión al robo, en sus princi-
pios de religión y en lo bien ordenado de algunos pueblos, se percibe que las manos
que hicieron las primeras impresiones y les dirigieron algún tiempo, tenían más tino
y pulso que las de los que las han sucedido”10.
Si bien pertenece a la historia de mayor amplitud y no únicamente a la relativa
a la orden franciscana, en 1744 se fundó, en una loma aledaña al pueblo de Tepic, el
convento de la Santa Cruz “de zacate”. En sí mismo el convento fue útil sobre todo
para el hospedaje de los frailes que, después de la expulsión de los jesuitas de los
dominios del rey de España se embarcaban en San Blas para las Californias. Ese
sitio, sin embargo, tenía importancia previa y posterior sobre todo por la persisten-
cia de los efectos devocionales de un relato que decía que en los primeros años de
la evangelización se formó milagrosamente una cruz de césped. Reviste alto interés
el género literario con el que los cronistas del siglo XVIII dejaron constancia de ese
relato, en el que se mezclaron datos históricos con algo que estuvo en boga entre los
predicadores de la época: si los apóstoles habían sido enviados a predicar “a todo el
mundo”, ¿acaso no habían estado también en América? La narración más conocida
8
Peña Navarro, 247s. José Ortega SJ, Apostólicos afanes de la Compañía de Jesús. (ed. original: Barcelona 1754).
José Antonio Bugarín, Visita a las misiones del Nayarit, (ed. Jean Meyer), CEMCA/INI, México 1993. Ernest J. Burrus
SJ/Félix Zubillaga SJ, El Noroeste de México. Documentos sobre las misiones jesuíticas, 1600-1769, UNAM-Instituto de
Investigaciones Históricas, México 1986. En mi página electrónica (www.olimon.org) se encuentra un texto con el título
Franciscanos en lo que hoy es Nayarit, que aporta más datos.
9
Jean Meyer, Breve historia de Nayarit, El Colegio de México/Fondo de Cultura Económica, México 1997, pp. 70a.
10
Citado por el virrey Conde de Revillagigedo, Informe sobre las misiones-1793--ed. José Bravo Ugarte, Jus, México
1966, p.110. En mi página electrónica (www.olimon.org) puede encontrarse: Apostólicos afanes, a propósito de las mi-
siones en Nayarit.
18
La iglesia católica en nayarit
11
Corpus histórico de la Santa Cruz de Zacate de Tepic, Tepic 2016, p. 17.
12
Id., p. 44.
13
Tello, Crónica miscelánea. Fausto Marín, p. 187.
19
efectivo fue don Pedro Gómez de Maraver, andaluz nativo de Granada. La opinión
que sobre él se formaron los cronistas no es muy favorable y se basó en un escrito
suyo de 1550 en el que no manifestó contento por la situación que encontró en la
costa y las tierras sinaloenses y nayaritas y ponderó la situación de Guadalajara,
“[...] en la parte más útil, fructuosa y de más sanidad y bondad de todo el reino”14.
Gómez de Maraver, pues, “[...] aparece como poco amigo de su grey y algo remiso en
el ejercicio de su ministerio”15. El obispo vivió en Xalisco y murió antes de poderse
trasladar a Guadalajara. No obstante, la sede episcopal se trasladó a Guadalajara y su
primer prelado fue fray Pedro de Ayala. El traslado oficial documentado se realizó
hasta 1561 por medio de una cédula real.
De esa manera, a pesar de que los franciscanos continuaron presentes en la
región y sólo hacia el final del siglo XVIII se realizó la transformación de las “doc-
trinas” en parroquias entregadas al clero secular, se abolió el oficio de “protector de
los indios” dado a los religiosos y se reforzó la castellanización de la sociedad, los
sacerdotes seculares propietarios de beneficios no escasearon a lo largo de la época
virreinal. No obstante, dado que la casi totalidad de los cronistas pertenecieron a
órdenes religiosas, todavía el material de archivo espera a su cronista o historiador
para ser sintetizado y puesto al alcance del lector.
Un caso que puede documentarse y que puede ser modelo de otros es el de don
Bernardo de Balbuena, hijo de uno de los fundadores de Compostela que se con-
virtió en próspero agricultor y que, después de haberse formado entre los alumnos
de las primeras generaciones de la Real y Pontificia Universidad de México, recibió
como beneficio para su sostenimiento económico con decencia, el curato de San
Pedro Lagunillas: “[...] Buen sacerdote, dice misa, administra los sacramentos, y
sin descuidar a sus parroquianos, escribe cuando puede”16. Fue destacado escritor y
poeta--han trascendido los siglos su “Grandeza Mexicana” y “El Bernardo o la Vic-
toria de Roncesvalles” de 1602 y 1604-- y buscó hacer carrera eclesiástica logrando
la abadía de Jamaica y posteriormente el obispado de Puerto Rico, donde falleció
en 1627. Vale la pena reproducir aquí las observaciones que dejó en “El Bernardo”
sobre la región occidental de México (Sinaloa, Nayarit, Jalisco), -bien conocida por
él-, escritas a la luz del Ceboruco en erupción:
14
Datos de: Mariano Cuevas SJ, Historia de la Iglesia en México. Peña Navarro, p. 198.
15
Pérez Verdía. Peña Navarro, ib. Salvador Gutiérrez Contreras, Breve historia del obispado de Compostela, Com-
postela 1950.
16
J. Meyer, Breve historia, p. 66.
20
La iglesia católica en nayarit
17
El Sangangüey y el Ceboruco.
18
Cita en: Meyer, pp. 66s.
19
Libro anual de la Sociedad Mexicana de Historia Eclesiástica 2011-2012, pp. 239-316.Una versión abreviada con
el mismo título puede encontrarse en mi página electrónica www.olimon.org.
21
atravesaron el tiempo y fueron fuente de devoción creciente a partir de narraciones
de curaciones milagrosas, muchas de ellas testimoniadas por medio de peregrina-
ciones individuales, familiares y colectivas y exvotos pictóricos. El jesuita Francisco
de Florencia por medio de su Zodíaco mariano dejó impreso un mapa de las vastas
tierras novohispanas con sus marcas marianas y en sus Dos célebres santuarios de la
Nueva Galicia habló de la génesis y el avance de la densidad religiosa de Zapopan y
San Juan de los Lagos. Aunque no quedó en las líneas escritas por Florencia, la de-
voción a Nuestra Señora del Rosario de Talpa, adherida a la narración de portentos
y a una imagen peculiar, tuvo también un amplio desarrollo que se sitúa histórica-
mente antes de los años del México independiente. El culto guadalupano, iniciado
en el siglo XVI, durante el siglo XVIII amplió su espacio de irradiación sobre todo al
unirse al avance de un nacionalismo en embrión que situó el portento de quien “no
había hecho algo igual con ninguna nación” como base para considerar a México
una nación privilegiada por la visita mariana.
22
La iglesia católica en nayarit
LA IGLESIA CATÓLICA
EN LA INDEPENDENCIA
20
Peña Navarro, pp. 291-307.
23
En febrero de 1811 San Blas y Tepic regresaron al dominio español y a modo
de galardón a los tepicenses por su fidelidad al rey se le otorgó al pueblo el título de
“noble y leal ciudad” el 4 de febrero de 1812.
El actual territorio nayarita no fue escenario de incidentes importantes durante
el largo período de la guerra de independencia. El puerto de San Blas, a partir de
1813, a causa de las dificultades para que la nao de la China llegara a Acapulco, se
abrió al comercio internacional con el Pacífico insular el cual, sin embargo, no pudo
prolongarse, a causa de la consumación de la independencia mexicana en 182121.
En febrero del último año citado se redactó el “Plan de Iguala” en cuyo núcleo se
sostenían las “tres garantías” para el futuro político y social: la unión entre españoles
y americanos, la independencia y la religión católica y, a modo de permanencia de
algún vínculo, se ofrecía la corona de México a Fernando VII o a algún príncipe de
su casa. Por todo el país se fue jurando el plan. El 13 de junio fue la jura en Guadala-
jara y el 22 de ese mes en Tepic. El acta correspondiente dice: “[...] Congregados en
estas casas consistoriales los Señores de que se compone este Ilustre Ayuntamiento,
el Sr. Cura Párroco Dr. don José María Vázquez Borrego con su clero secular, el R. P.
Guardián del convento de la Santa Cruz, fray Rafael Andrade con sus religiosos...y
lo vecinos principales de esta ciudad...”22 “Sermón patriótico” en la parroquia con
Te Deum, desfile y fiesta popular rubricaron el acontecimiento que, en la medida
de las posibilidades de cada localidad, fue realizado también en Ixtlán, Ahuacatlán,
Compostela, Santa María del Oro, San Pedro Lagunillas, Jalisco, Santiago Ixcuintla
y Acaponeta. En San Blas hubo cierta resistencia de la marinería española pero el 25
de julio capitularon23.
Mucho se ha escrito y ponderado la heroicidad del elevado número de clérigos
y religiosos que participaron directamente en la prolongada guerra de independen-
cia y no faltan todavía quienes sostienen sin matices la división entre el “alto” y el
“bajo” clero clasificando al primero como favorecedor de la continuación del domi-
nio español y al segundo como partidario de la independencia. La realidad es mu-
cho más compleja y muy poco se ha reflexionado acerca del desprestigio que recibió
el gremio clerical a causa de su partidismo político y sobre todo de su participación
en hechos de sangre.
Concretamente, aun antes de la independencia, la crítica al estado religioso a
causa sobre todo de la nueva conciencia sobre el valor del trabajo y de la ocupa-
ción en mejoramientos materiales fue algo que se difundió no solamente en países
21
Sobre San Blas: Enrique Cárdenas de la Peña, San Blas de Nayarit, 2 volúmenes, Secretaría de Marina, México
1968.
22
Cita en: Peña Navarro, p. 335.
23
Id., p. 336. Enrique S. de Aguinaga Cortés, Tepic al rescate de su identidad. Cinco siglos de historia, Círculo rojo,
¿Madrid? 2015, pp. 118-126. Un ejemplar del “Sermón patriótico” mencionado, impreso en Guadalajara, se encuentra
en el archivo del Centro de Estudios de Historia de México CARSO de la Ciudad de México.
24
La iglesia católica en nayarit
25
La iglesia católica en nayarit
LA IGLESIA CATÓLICA
EN UN MÉXICO INDEPENDIENTE
27
observado como disputas teóricas, en realidad afectaron el paso de los días de todos
los habitantes del país y presagiaron largos períodos de inestabilidad. La aplicación
del liberalismo económico favoreció el comercio pero a la vez el aumento del con-
trabando; la desamortización de las tierras comunales favorecieron a nuevos terra-
tenientes que acapararon en poco tiempo grandes extensiones y al mismo tiempo
ayudaron a la transformación de los indígenas y campesinos en jornaleros y peones;
la agroindustria principalmente en cuanto a la explotación de la caña de azúcar y
más tarde la industria textil incentivada por la abundancia de agua cambiaron tam-
bién la situación de los habitantes del territorio.
Las nuevas condiciones y la conciencia de que no todo era favorable ni podía
juzgarse como mejoramiento en el nivel de vida, ayudaron a que se gestara un mo-
vimiento rebelde cuya cabeza visible y organizativa fue Manuel Lozada, personaje
que, a pesar de que ha podido ser conocido mejor a base de estudios recientes, sigue
siendo controvertido. Algunas acciones suyas--como una matanza memorable en
San Pedro Lagunillas y la continua amenaza que representó para los habitantes de
Tepic--le dieron el calificativo de bandido, bandolero, gavillero o algún otro, pero
la reflexión acerca de su postura en defensa de las comunidades indígenas y su ré-
gimen de usos y costumbres, lo colocan en un área interpretativa diferente: “[...]
Lozada peleó tercamente la posesión de la tierra y la defensa de la sociedad pueble-
rina concebida como una gran familia o como sociedad de ‘pueblos unidos’, trató de
unificar cada pueblo y de establecer la concordia entre los pueblos para unificar la
región alrededor de la ciudad de Tepic”24.
El lozadismo y sus efectos, indudablemente ayudaron a que en 1867 se erigiera
en lo que había sido el séptimo cantón de Jalisco, el distrito militar de Tepic, con la
clara intención de lograr una pacificación que implantara el régimen liberal y, por
consiguiente, en orientación diferente a lo que Lozada y quienes lo apoyaban había
intentado. Es conveniente recordar, por otra parte, que Miguel Miramón como pre-
sidente en 1859 reconoció la separación de Tepic y que en la ordenación geográfica
del país realizada por Maximiliano en 1865, uno de los cincuenta departamentos de
la división política se llamó Nayarit y “[...] fue cuando se utilizó por primera vez ese
nombre”25.
24
J. Meyer, Breve historia, p. 112.
25
Id., p. 114.
28
La iglesia católica en nayarit
EL LIBERALISMO
29
Por lo que corresponde a Tepic, es evidente que las circunstancias históricas
locales bastante singulares respecto a las de otros sitios y la tendencia general que se
marcaba desde Roma, favoreció que Tepic fuera elegida como sede para una dióce-
sis nueva separándola de la jurisdicción de Guadalajara, que había sido elevada a la
categoría de arquidiócesis en 1863. En una visita pastoral realizada por el arzobispo
Pedro Loza y Pardavé a Tepic en 1888 le plantearon el interés de que la ciudad fuera
sede episcopal. El prelado no vio con malos ojos el proyecto, lo vinculó a que se
terminaran las torres que se agregarían al templo parroquial y sin duda que envió
información a la Santa Sede.
30
La iglesia católica en nayarit
TEPIC,
SEDE DE UNA DIÓCESIS
E l 23 de junio de 1891, el Papa León XIII emitió la bula “Illud in primis” por
medio de la cual elevó a la categoría de arquidiócesis a Antequera (Oaxaca)
y, disgregando sus territorios de las sedes anteriores, erigió las nuevas diócesis de
Chihuahua, Saltillo, Cuernavaca, Tehuantepec y Tepic. La razón principal para la
erección la señaló el propio pontífice: “[...] Para que el pueblo mexicano que nos
es carísimo tenga más fácil comunicación con sus propios pastores y para que por
éstos, que es lo que más deseamos de lo íntimo de nuestro corazón, sea conducido
por los caminos de la justicia a la celestial patria...Vigilantes y solícitos pastores de-
ben presidir las iglesias y conducir el rebaño a los pastos saludables...El auge de la
religión católica siempre creciente, por beneficio de Dios, en la región mexicana,
exige que Nos con toda diligencia encaminemos hacia ella el cuidado de nuestro
cargo pastoral y atendamos del modo más saludable al bien y utilidad espiritual de
las almas de aquellos fieles de Cristo por medio de nuevas sedes episcopales y por
una organización de la jerarquía eclesiástica más acomodada a aquella región”26.
La redacción misma del documento da a conocer la importancia de que haya
al frente de cada nueva jurisdicción un obispo, pues, aunque es necesario delimitar
un territorio, éste ha de tener características específicas en cuanto a la comunidad
humana, que le den un lugar singular al diferenciarla de otras. La diócesis de Tepic
quedó limitada en lo geográfico dentro del que ya era territorio federal de Tepic
al que se agregó el quinto distrito o cantón del estado de Jalisco, cuya capital era
Mascota.
Sin embargo, pasaron casi dos años para que llegara a tomar posesión de su
sede el primer prelado de Tepic. Se trató de don Ignacio Díaz y Macedo, sacerdote de
26
El texto correspondiente a la diócesis de Tepic: Peña Navarro, pp. 453 y 455. (Tomado de: Julio Pérez González,
Ensayo estadístico y geográfico del territorio de Tepic, Imprenta de Retes, Tepic 1894, p. 17). Un seguimiento somero de
la trayectoria histórica de la diócesis tepicense y de sus obispos la escribí en: 125 años de la diócesis de Tepic. Caminos,
huellas, signos, Boletín Eclesiástico de la Arquidiócesis de Guadalajara, X/8 (agosto de 2016), pp. 19-37. (Puede también
consultarse en mi página electrónica).
31
Guadalajara con fama de vida intachable y buen predicador. En el verano de 1893,
después de haber recibido la ordenación episcopal en Guadalajara, se dirigió a la
nueva sede episcopal por una ruta bastante accidentada, teniendo en cuenta sobre
todo la temporada de fuertes lluvias. En las últimas jornadas de su camino pernoctó
en las casas de algunas haciendas, siendo las últimas las de San Leonel y San Caye-
tano. Antes de entrar a la ciudad de Tepic, según narraciones orales, pidió que lo
llevaran al sitio donde había sido fusilado Manuel Lozada en el Cerro de los Metates
y ahí se detuvo algunos minutos en oración. Este hecho, de indudable contenido
simbólico, me parece que fue señal inequívoca de que los vínculos con Guadalajara
quedaban en el pasado y que en adelante habría que forjar un estilo propio tanto en
la vida civil como en la religiosa.
Algo fundamental para la consolidación de una diócesis es el Seminario para la
formación de futuros sacerdotes. El documento fundacional de la de Tepic convoca-
ba al obispo a fundarlo, “[...] puesto que en gran manera interesa que se preparen...
probos y doctos presbíteros que, como olivos fructíferos en los campos de Cristo
Nuestro Señor, han de consagrarse tanto a los oficios divinos y eclesiásticos como a
procurar la edificación y eterna salud de las almas”27. Hay que decir que el de Tepic
no tardó en abrir sus puertas, gracias al tino de haber nombrado primer rector al
sacerdote José María Salazar, miembro de una familia prominente de mineros y
hacendados, en una de cuyas casas en la ciudad ahora episcopal se instaló la insti-
tución. De hecho por mucho tiempo (hasta 1914) fue el único plantel de estudios
superiores en el territorio y la oferta educativa no se restringió a los candidatos al sa-
cerdocio, sino que ayudó a formar a muchos jóvenes que optaron por otros caminos.
27
Peña Navarro, p. 457.
32
La iglesia católica en nayarit
EL EPISCOPADO
DE MONSEÑOR DÍAZ Y MACEDO
33
cada oficina parroquial hubiese un ejemplar de los decretos del Concilio Plenario
a fin de normar la solución de los casos difíciles. El nombre de monseñor Díaz
quedó impreso en una placa conmemorativa que se encuentra en el Colegio Pío
Latino y el recuerdo de la experiencia romana y del afecto que encontró en León
XIII quedó plasmado en una carta pastoral que dirigió a los fieles tepicenses a su
regreso.
34
La iglesia católica en nayarit
LA IGLESIA CATÓLICA
1906 - 1925
35
En 1910 pudo cumplirse un anhelo de monseñor Segura que respondía ade-
más a las necesidades que en la costa nayarita y en la sierra se palpaban mayores
y urgentes: el trámite favorable para que en Tepic los Misioneros del Inmaculado
Corazón de María, fundados en España por el padre Antonio María Claret, quien
fue arzobispo de Santiago de Cuba, abrieran una casa que, además de tener un punto
de base en el templo del Sagrado Corazón que se estaba construyendo fuera pun-
to de irradiación para misiones populares que estos sacerdotes habrían de ofrecer
precisamente en lugares costeños y de ser posible entre los indígenas serranos que
se encontraban casi abandonados en atención pastoral. Con un importante legado
de don Domingo Aguirre, hacendado y dueño del ingenio azucarero de Puga fue
posible la construcción de la iglesia y de un edificio anexo que estaría destinado a
ser Escuela de Artes y Oficios para los indígenas coras.
No obstante, los buenos deseos e incluso el comienzo con buenos augurios de la
acción de los Misioneros, fueron abruptamente obstaculizados con la irrupción en
junio de 1914 en la ciudad de Tepic de tropas del ejército constitucionalista coman-
dado por Álvaro Obregón y Rafael Buelna. Al llegar éstas, exigieron un préstamo
forzoso a la población, imposible de conseguir y bajo el cargo de “actividades anti-
rrevolucionarias” acusaron al obispo, al padre Vilalta, superior de la casa claretiana
y a algunos otros miembros del clero y los condujeron a la cárcel. Las “actividades”
fueron noticias y comentarios aparecidos en un periódico del “Círculo de obreros
católicos” titulado “El Obrero de Tepic” que se consideraron ofensivos a la revolu-
ción y favorables a Victoriano Huerta y su gobierno. A algunos sacerdotes los ame-
nazaron con enviarlos en el ferrocarril hacia la frontera de Nogales, amenaza que
no se cumplió. Aunque la estancia en la cárcel no se prolongó y el apoyo de muchas
familias de Tepic, entre las que destacó la familia Castilla fue notable, la humillación
a la que fue sometido don Andrés--se dice que se le obligó a barrer las calles como
a los reos de baja estimación--dañó su salud física y psicológica de modo definitivo.
Igualmente, el despojo de la casa donde se encontraba el Seminario Diocesano, la
ruina de sus laboratorios y la dispersión de la valiosa biblioteca lastimaron la vida
católica de modo definido. El distanciamiento entre Obregón y Buelna, pues éste
se pasó al bando villista y fue representante de Villa en la Convención de Aguasca-
lientes de 1915 y el matrimonio del último con la hija de una prominente familia
facilitaron la excarcelación del prelado. Un relato oral que se escuchó en Tepic poco
después fue que en la batalla de Celaya, el cañonazo preciso que separó el brazo del
cuerpo de Obregón fue castigo divino pues en el dedo anular de esa mano llevaba el
anillo que le había quitado al obispo de Tepic.
Cansado y deprimido, pero cumplidor de sus deberes pastorales, don An-
drés continuó en medio de cierta calma exterior realizando su labor. Organizó en
1918 una visita pastoral y el 13 de agosto de ese año lo encontró la muerte en la
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La iglesia católica en nayarit
población de Chapalilla, al sur del que ya, a partir de febrero de 1917 era estado
de Nayarit.
Durante más de un año la Iglesia diocesana de Tepic estuvo vacante. Hacia el
final de 1919 se anunció su tercer obispo: don Manuel Azpeitia y Palomar, miembro
de distinguidas familias tapatías, abogado, polemista, de carácter controvertido y
fama desigual entre sus colegas. Desde el momento que llegó a Tepic, aprovechando
las circunstancias favorables, decidió reestructurar las situaciones maltrechas que
encontró, entre las que no fue la menor la indisciplina del clero. Buscó la manera
de reiniciar las clases en el Seminario y tratar de formar de mejor manera a los
seminaristas. Por esas fechas, algunos fueron a España para continuar sus estudios
dadas las difíciles condiciones de México y la generosidad del episcopado español.
En 1922 emitió un documento muy importante en el que reflejó su modelo de reno-
vación eclesiástica y pudo realizar en 1925 una amplia y detallada visita pastoral a
la sierra del Nayar, deseado desde los tiempos del primer obispo pero factible hasta
esta ocasión28.
28
Puede leerse mi ensayo: Un obispo reflexiona sobre la Iglesia en México en 1922. En torno a la tercera carta pastoral
de monseñor Manuel Azpeitia y Palomar, en: Juan Carlos Casas García (comp.) Iglesia y los centenarios de la independen-
cia y la revolución, CEM/IMDOSOC, México 2012, pp. 282-304. (Puede también consultarse en mi página electrónica).
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LA LEY CALLES
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tierra de las haciendas. No obstante, la resultante tuvo en cuenta la organización y el
aspecto político, pero no la reorganización de unidades de producción que habían
resultado eficientes ni tampoco el estudio sobre la permanencia o el cambio en el tipo
de cultivos agrícolas ni el aumento de la producción o la distribución a nivel nacional
e internacional que le había dado a Nayarit, desde el siglo XIX un papel peculiar de
“granero” de México. Las armas que se les dieron a los “agraristas” contribuyeron a que
el reparto agrario fuera un hecho consumado pero los conflictos que se tuvieron con
los pequeños propietarios y con los comuneros abrieron heridas en las comunidades
que no han sanado completamente sobre todo en el Sur del estado. El reparto, por
otra parte, favoreció el que se fundaran nuevos núcleos de población sobre todo en el
amplio ámbito del enorme municipio de Compostela y en la costa Norte del estado.
Todo lo anterior, al repercutir en el ámbito cultural y social, repercutió en la
situación religiosa y en el estilo tradicional de vivir el catolicismo, pues el desarraigo
de las costumbres que se tenían en los lugares de origen ayudaron a un cambio de
estilo que fue caldo de cultivo para la pluralización de denominaciones religiosas
que de hecho sólo se notó abiertamente a partir de la década de 1950.
Monseñor Azpeitia estuvo desterrado, junto con varios sacerdotes de Tepic en
Los Ángeles, California. Desde ahí manifestó su posición contraria a que se entabla-
ran acuerdos para terminar con el conflicto religioso. En público, pero sobre todo
en privado, dio a conocer su postura. Su correspondencia con monseñor Leopoldo
Ruiz y Flores, arzobispo de Morelia y Delegado Apostólico es muy clara en el sen-
tido de no transigir, lo mismo que la sostenida con su sobrino, Miguel Palomar y
Vizcarra, miembro distinguido de la Liga Nacional de la Defensa de la Libertad
Religiosa, en una de cuyas cartas, por ejemplo escribió a propósito de lo acordado
entre los obispos Pascual Díaz y Leopoldo Ruiz y Flores con el presidente provisio-
nal Emilio Portes Gil: “Los ‘arreglos’ si es que arreglos pueden llamarse. Pues don
Leopoldo y don Pascual creen que Morrow [embajador de Estados Unidos] y Calles
son tan ‘buenos’ como ellos...” No obstante, en 1929 regresó a Tepic y se disciplinó
en cuanto a lo acordado para reanudar los cultos. En el territorio correspondiente
a Nayarit, sin embargo, la libertad de la Iglesia no se logró de inmediato ni como
era de desearse, pues la legislatura local sostuvo una restricción sobre el número de
sacerdotes que podían ejercer como “encargados de templos” que en 1934 tuvo que
suspender de nuevo el culto dentro del estado.
Los escritos de don Manuel, largos, documentados y que aportan mucho tanto
en lo doctrinal como en lo práctico, merecen estudiarse con detenimiento, pues su
reciedumbre jurídica le da un lugar especial para el conocimiento menos inadecua-
do del pasado de la Iglesia en la jurisdicción que le tocó presidir e incluso en nuestro
país y en el mundo en esa época. Cansado y desanimado de tanta lucha, falleció en
Guadalajara en 1935.
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LA IGLESIA CATÓLICA
1936 - 1970
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sión de ser el seminario mayor para la mayoría de los candidatos al sacerdocio de
la diócesis hasta su cierre en 1972.
Por otra parte, en Nayarit, al modo como se venía gestando desde los últimos
años del régimen del presidente Lázaro Cárdenas y sobre todo durante la presiden-
cia del general Manuel Ávila Camacho y la de Miguel Alemán, las tensiones entre
el gobierno estatal y el clero católico disminuyeron notablemente. Ya el general Ju-
ventino Espinosa había mostrado menos exigencias y con mayor razón Candelario
Miramontes, pero quien descongeló las relaciones fue el gobernador Gilberto Flores
Muñoz (de 1945 a 1951). Fue posible en esta época restaurar la educación católica
aunque de modo precario y las parroquias volvieron a tener vitalidad sobre todo con
las actividades de los fieles laicos insertados en la Acción Católica, especialmente las
mujeres adultas organizadas en la Unión Femenina Católica Mexicana (UFCM). La
catequesis de niños, la instrucción de adultos, los apoyos para el sostenimiento del
Seminario y distintas obras asistenciales, algunas de ellas sostenidas por religiosas,
como el Hogar del Buen Pastor, mostraron la preocupación por situaciones sociales
difíciles.
La etapa de la posguerra (después de 1946), conocida como la del desarrollo
estabilizador, fue para México de transformación definitiva: de ser un país mayori-
tariamente rural pasó a tener cada vez más población asentada en núcleos urbanos,
de tener niveles de pobreza sin llegar a ser excesivos y diferencias sociales no exce-
sivamente grandes, pasó a la aparición de “cinturones de miseria” que se ampliaban
cada vez más y a diferencias sociales acentuadas.
Esas situaciones, a las que hay que agregar la transformación de los movimien-
tos religiosos evangélicos que aumentaron su agresividad proselitista y el derrame
de misioneros protestantes sobre América Latina a causa de su expulsión de China,
propiciaron un panorama religioso inédito que, desde luego, afectó al estilo tradi-
cional de la religiosidad católica mexicana. En poco tiempo pudo notarse el avance
de la pluralización religiosa, destacando los movimientos protestantes “de cuarta ge-
neración” (es decir, no de la reforma del siglo XVI ni del estilo metodista ni siquiera
bautista) sino de tipo pentecostal, conocidos popularmente como “aleluyas” y una
organización para cristiana peculiar, nacida en México, sincrética, autoritaria y liga-
da a los organismos del PRI, sobre todo la CNC y la CNOP para la regularización de
tierras ejidales y voto corporativo: la “Luz del Mundo”.
Para la diócesis de Tepic no fueron estas situaciones fácilmente asumidas ni
comprendidas. No se realizó ningún estudio sobre el fenómeno y “la vida siguió
igual” no sólo en ese aspecto sino en la continuidad en lo que se había hecho por
mucho tiempo “y había salido bien”.
Por ello, no únicamente los cambios sociales, económicos y culturales y el au-
toritarismo gubernamental pasaron desapercibidos, sino los nuevos aires que en la
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La iglesia católica en nayarit
Iglesia católica se respiraban y que llamaban a una nueva mirada al mundo real y
a una revisión autocrítica de instituciones, modelos y estilos de vida. En Nayarit,
como en el resto de México hubo una preocupación creciente por el comunismo y
por la posibilidad de que el ateísmo que se asentaba institucionalmente en el Este
Europeo se exportara a América haciendo de la Iglesia una “Iglesia del silencio”. La
preocupación aumentó cuando poco después de consumarse, en 1959, la revolución
cubana, su líder, Fidel Castro se declaró comunista. Se instauró entonces una gran
campaña anticomunista que, con el lema “Cristianismo sí, comunismo no”, tuvo
enorme extensión. Los organismos de la Acción Católica y la revista católica “Señal”
encabezaron esta campaña que, por ejemplo, colocó en el cerro de la Cruz en las
cercanías de Tepic de un lado una cruz junto a la que se escribió la palabra “Sí” y la
hoz y el martillo entrelazados y a su lado la palabra “No”29.
Mientras eso sucedía, a instancias del delegado apostólico en México, mon-
señor Luigi Raimondi, el obispo de Tepic recibió, en agosto de 1958 a un obispo
auxiliar en la persona de don Manuel Piña Torres, sacerdote de particular dinamis-
mo que era entonces párroco de la ciudad de Tepic. Según se narra, don Anastasio
no estuvo personalmente de acuerdo en tener a su lado a un auxiliar, pero tal vez
precisamente el dinamismo demostrado por don Manuel logró convencerlo de la
bondad de la ayuda.
A nivel mundial se gestaba un acontecimiento eclesial singular que fue anun-
ciado, convocado y presidido en su primera sesión por el Papa Juan XXIII: el Conci-
lio Ecuménico Vaticano II, ocasión privilegiada para reunir al episcopado mundial
para estudiar las situaciones cambiantes del mundo y la respuesta renovada que la
Iglesia debía presentar. La diócesis de Tepic estuvo representada por su obispo auxi-
liar, quien asistió a sus cuatro sesiones (1962-1965) y al regreso de cada una de ellas
presentaba públicamente, desde el púlpito de la catedral lo realizado con particular
elocuencia y sin duda de modo personal se lo comunicaba a monseñor Hurtado. La
reunión romana fue indudablemente un parteaguas en la historia de la Iglesia cató-
lica y un reto de enorme envergadura y, por consiguiente, dificultad.
Lo planteado en el Concilio resultaba difícil de aplicarse en Tepic a causa de la
edad y enfermedades del obispo. Concretamente, hacía falta asumir los retos que
planteaban las situaciones sociales cambiantes y emprender por ello mismo, cam-
bios dinámicos en cuanto a la organización de la Iglesia, su contacto con la realidad,
el modo de atender pastoralmente a sus miembros y dialogar con quienes se encon-
traban alejados. Consciente de ello, en 1970 presentó su dimisión.
29
Escribí acerca de este tema un artículo: México y su Iglesia en 1962: entre la revolución cubana y el Concilio, Efe-
mérides Mexicana (Universidad Pontificia de México) 30/90 (enero-abril 2012), 335-379. (La versión completa se puede
consultar en mi página electrónica).
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LA IGLESIA CATÓLICA
DE 1970 A LA ACTUALIDAD
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pado mexicano y latinoamericano y fue protagonista singular en el difícil y pro-
longado diálogo para la normalización de las realidades religiosas en el régimen
jurídico mexicano30.
Las líneas planteadas por don Adolfo Suárez, reforzadas en una reunión
fundamental tenida en septiembre de 1973 (“Jornada de Revisión y Planeación
Pastoral”) han sido indudablemente las que han marcado las tareas de la Iglesia
en Nayarit. De 1980 a 2008 fue obispo residencial monseñor Alfonso Humberto
Robles Cota, originario de Los Mochis. Al llegar a la edad límite (75 años) pre-
sentó su renuncia y por poco tiempo (de marzo de 2008 a noviembre de 2011)
estuvo al frente de la Iglesia local don Ricardo Watty Urquidi, perteneciente
a la congregación religiosa fundada en México de los Misioneros del Espíritu
Santo, con experiencia previa como obispo auxiliar de la Ciudad de México y
primer obispo de Nuevo Laredo. Falleció cuando apenas empezaba a notarse
su orientación hacia una pastoral planificada. A partir de 2012 el obispo de
Tepic es don Luis Artemio Flores Calzada, originario de Texcoco quien antes
de llegar a Nayarit fue el primer prelado de Chalco, en el estado de México, una
de las circunscripciones eclesiástica fundadas en los aledaños de la enorme y
desbordada capital del país.
La Iglesia católica en Nayarit presenta, pues, una trayectoria histórica larga,
compleja y contrastante. Sus aspectos exteriores, institucionales, han seguido
los cambios que el espacio público y los ambientes históricos han presentado,
algunas veces siguiéndolos y otras oponiéndose críticamente en nombre de una
doctrina o convicción más o menos sólida. Es una comunidad plural en bús-
queda con vínculos más de conciencia que de coacción (no existe ningún ele-
mento coactivo para la pertenencia a esa comunidad sino la tradición familiar
o el convencimiento personal).
En los años más recientes sus miembros en Nayarit enfrentan los retos
de todos los habitantes del estado y del país: la pobreza en aumento, los nive-
les educativos con menor solidez, la inseguridad, las huellas de las divisiones
ideológicas, la pluralización de opiniones y modelos vitales, cierto retroceso en
cuanto a supersticiones y creencias y otros más. Ha de reconocer también, por
otra parte, las prioridades que, con adaptaciones locales, ha propuesto el papa
Francisco: ser una Iglesia “en salida”, es decir, que busca estar en los márgenes
de la realidad humana, que se acerca a los alejados, con preferencia a los más
pobres, que refuerza los valores de la familia y privilegia la formación de la con-
ciencia y el discernimiento de las situaciones difíciles o conflictivas orientán-
30
Sobre él escribí una amplia obra biográfica: Servidor fiel. El cardenal Adolfo Suárez Rivera. 1927-2008, Arzobispa-
do de Monterrey/Miguel Ángel Porrúa, México 2013. (Agotada la primera edición, en 2017 aparecerá la segunda, bajo
el signo de la Editorial San Pablo de la Ciudad de México).
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ANEXO FOTOGRÁFICO
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Foto 1. Catedral de Tepic y plaza principal 1920.
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Foto 3. Visita pastoral de monseñor Azpeitia a la sierra del Nayar en 1925.
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Foto 5. Visita pastoral de monseñor Azpeitia a la sierra del Nayar en 1925.
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Foto 7. Regreso del destierro de monseñor Azpeitia y algunos sacerdotes,
quienes habían permanecido en Los Ángeles, California y en Nevada.
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TOMO 66 DE 100
La Iglesia Católica en Nayarit
se terminó de editar en las oficinas de Visual Arte,
ubicadas en la ciudad de Tepic, Nayarit. Se utilizó la fuente tipográfica Minion Pro
y el diseño editorial estuvo a cargo de Sthephany M. Ramírez Nava.
Mayo de 2017.