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El experimento del Pequeño Albert es una demostración empírica del procedimiento de condicionamiento clásicorealizada

por John B. Watson y su colaboradora Rosalie Rayner, en la Universidad Johns Hopkins.

Según describen Watson y Rayner (1920), los objetivos de este experimento eran:

1. ¿Puede condicionarse a un niño para que le tema a un animal que aparece simultáneamente con un ruido fuerte?
2. ¿Se transferirá tal miedo a otros animales u objetos inanimados?
3. ¿Cuánto persistirá tal miedo? No lo sabremos hasta finalizar el experimento con el pequeño Albert.

4. Metodología[editar]
5. Se seleccionó a un niño sano de once meses y tres días, Albert, para el experimento. Se le examinó para
determinar si existía en él un miedo previo a los objetos que se le iban a presentar (animales con pelo), examen
que fue negativo. Sí se identificó un miedo a los sonidos fuertes (como el producido al golpear una lámina
metálica con un martillo fuertemente).
6. El experimento inició cuando Albert tenía 11 meses y tres días. El diseño era presentarle al pequeño Albert una
rata blanca y al mismo tiempo un ruido fuerte (golpeando una barra detrás de la cabeza del niño). Después de
varios ensayos, el niño sollozó ante la presencia de una rata, y luego mostró generalización del estímulo ante
bloques, un perro, lana, un abrigo, etc.

7. EI (ruido) -----------> RI (llanto)


8.
9. EN (objeto blanco)
10.
11. EC (objeto blanco) ----> RC (llanto)

12. No llegó a implementarse una segunda fase del experimento, que consistiría en estudiar la forma de quitar el
miedo condicionado. Algunas versiones1 atribuyen esta interrupción a que la madre, una nodriza que trabajaba en
el Hogar para Niños Inválidos Harriet Lane y también en la Phipps Clinic dependiente de la Universidad Johns
Hopkins, que era en donde Watson llevaba a cabo sus experimentos, retiró al niño de la serie de experimentos.
Otras señalan que Watson sabía de cuánto tiempo dispondría desde el comienzo, con lo cual no se explica la
falta de previsión.2
13. Es importante señalar que el experimento del pequeño Albert no se podría realizar hoy en día en psicología por
considerarlo contrario a la ética de la experimentación científica.
14. Identidad y desenlace del pequeño Albert[editar]
15. En 2009, después de una investigación encargada por Hall Beck, se descubrió que el pequeño Albert, cuyo
verdadero nombre era Douglas Merritte, murió de hidrocefalia, posiblemente derivada de una infección
de meningitis, a los seis años de edad.3

habló del poder ilimitado del condicionamiento y del entorno para modelar cómo actuamos.

Su objetivo era probar en un bebé de escasa edad y lo menos condicionado posible cómo el ser humano podía adquirir
miedos por entornos condicionados, después trasladar estos miedos a otros estímulos, y por último intentar corregirlos. Lo
malo, es que nunca logró revocar los efectos de aquellos miedos que inoculó al bebé.

La idea de provocar miedo al bebé no era cruel en sí misma, aunque sí científicamente perturbadora. En su opinión, los niños
recién nacidos solo presentan tres sentimientos reconocibles: el miedo, condicionado por los ruidos fuertes y la falta de
sustentación (por ejemplo, cuando un bebé pasa de brazos y no nota apoyo), el amor, condicionado por las caricias, y la
cólera, cuando se le impedía realizar movimientos. Simplemente el miedo era el más fácil de condicionar y probar de los tres.

Así pues, a la edad de 8 meses y 26 días, probaron su primera toma de contacto. Expusieron a Albert a una fogata y a varios
animales, y el niño no tenía miedo a nada. Solo lloró en esa primera vez cuando Watson golpeaba fuertemente una barra
metálica, cumpliendo con el patrón que había marcado de que los lactantes tienen un rechazo innato a los ruidos bruscos.

Dos meses después, el experimento comenzó. La idea era ver si podían influir a Albert para que temiera a distintos estímulos.
El primero de ellos fue una rata blanca de laboratorio. Al presentársela a Albert, el niño quiso alcanzarla. La tocó, hizo varios
ademanes de acercarse más a ella, y en ese momento Watson hizo sonar la barra metálica. El niño se echó para atrás
alterado. Lo volvieron a intentar una vez más, el niño extendió su mano para tocar la rata, y la barra volvió a sonar. El niño en
ese momento comenzó a llorar. Ya se había cumplido el primer condicionante.
"Para no perturbar al niño seriamente, postergamos el resto de pruebas una semana", escribió Watson en una de las pocas
muestras de empatía que deja ver en el texto. El problema es que después se sucedieron tres jornadas aún más duras para el
bebé con solo cinco días de lapso entre ellas.

En la segunda jornada, Watson realizó siete intentos para que el niño llorara al presentarle la rata y hacer sonar la barra

metálica. En el octavo, solo con la presencia de la rata y sin sonido, el niño empezó a llorar sin más. El propio investigador lo

contaba así:

 Intento número 7: Estimulación conjunta con rata y sonido. El niño comenzó a moverse violentamente y lloró, pero

no se cayó.

 Intento número 8: Rata sola. En el instante en que se le mostró a la rata, el bebé comenzó a llorar. Casi

instantáneamente, giró bruscamente hacia la izquierda, cayó sobre el lado izquierdo, se puso a cuatro patas y

comenzó a arrastrarse tan rápido que fue atrapado con dificultad antes de llegar al borde de la mesa. La reacción

fue tan convincente como habíamos representado teóricamente. En total, se dieron siete estimulaciones conjuntas

para provocar la reacción completa. No es improbable que, si el sonido hubiera sido mayor, el número de

estimulaciones conjuntas se hubiera reducido sustancialmente", John B. Watson (1920).

 El experimento siguió con dos jornadas más cuando Albert contaba con 11 meses y una última cuando tenía 1

años y 21 días. En ella Watson comprobó el segundo de sus puntos de partida: el mecanismo conductual que

había hecho que el bebé temiera a la rata a la que al principio no tenía miedo era también transferible a otros

estímulos.

 Para ello cambiaron a la rata por un conejo, un perro, o un abrigo de piel. Todos elementos peludos que el niño

pudiera asemejar con el tacto de la rata. En todos ellos Albert acabó llorando, sin necesidad del ruido, aunque sí

que se introdujo en alguna ocasión un nuevo refuerzo presentando de nuevo a la rata junto con el sonido

metálico. El único momento de paz del bebé durante el experimento era cuando, para aislar los resultados ante

distintos estímulos, le dejaban jugar con bloques de cubos. En ese momento Albert dejaba de llorar y se ponía a

jugar sin más.

 Pero en la última prueba, cuando Albert ya contaba con un año de edad, se introdujo un objeto aún más

desconcertante. Una máscara de Santa Claus. Y Albert también lloró sin más.

 "Estímulo con Máscara de Santa Claus: Retirada, gorgoteo, luego la intenta abofetear sin llegar a tocarla. Cuando

su mano fue forzada a tocarla, él gimió y lloró. Su mano fue forzada a tocar la máscara dos veces más. Él gimió y

lloró en ambas pruebas. Finalmente lloró ante el mero estímulo visual de la máscara", recogía Watson.

Por desgracia, el último tramo del experimento quedó inconcluso. Y era el más importante: intentar deshacer todos los
miedos que el bebé había adquirido durante este tiempo. Según relatan Watson y Rayner, cuando intentaron comenzar esta
fase el pequeño Albert había sido adoptado por una familia de otra ciudad.

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