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Dossier: Sociabilidades culturales en Buenos Aires, 1860-1930

El Ateneo (1892-1902).
Sincronías y afinidades

Federico Bibbó
Universidad Nacional de La Plata

“Mi pobre pueblo, lo temo, va a caer en ma- tolar daría por resultado la fundación del
nos de mercaderes, y habrán sido inútiles, Ateneo de Buenos Aires.1
sino perjudiciales, tres años de sacrificio por El último paso de este breve relato, por su-
la moral, por la libertad, por el decoro.” Es- puesto, simplifica, suprime mediaciones en-
critas por Joaquín V. González en 1891, es- tre los acontecimientos, pero no impugna los
tas palabras conllevan un tono confidencial vínculos entre estas dos trayectorias y la aso-
que se vuelve especialmente significativo si ciación de “intelectuales”, escritores y artistas
atendemos a la situación de su autor y al des- que empezaría a organizarse en 1892. En prin-
tinatario de la carta en que aparecen. Para cipio, introduce una sensibilidad compartida
entonces, González está a punto de dejar el que será fundamental para comprender el sur-
cargo de gobernador de La Rioja que ocupa gimiento del Ateneo; una sensibilidad que des-
desde 1889, como resultado de las convul- pués del noventa cristaliza como una necesaria
siones que todavía están lejos de acallarse revisión del proceso modernizador iniciado
después de la crisis económica y de la revo- una década atrás y en la cual se combinan el
lución de julio del año anterior. El desaso- antimaterialismo y una impugnación al menos
siego con el que evalúa su precaria situación parcial de los valores que habían orientado el
no está destinado a otro político; tampoco a progreso. Pero si estos componentes se arti-
un familiar, como parece indicarlo la efusión culan en esa carta, el panorama sobre el cual
sentimental con la que procesa los hechos surgiría el Ateneo se completa cuando nos re-
que lo empujarán a su renuncia, sino a un mitimos a los ámbitos de acción que González
amigo a quien cree poder confesar la crisis elige al regresar a la capital del país. Entonces,
de su vocación política sin despertar en él, al el autor de La tradición nacional encuentra
mismo tiempo, la sospecha de faltar a su como uno de sus refugios predilectos las ter-
convicción patriótica. El destinatario de la
carta es Rafael Obligado, quien a su vez
busca adaptarse a esta inflexión subjetiva de 1
El intercambio epistolar entre González y Obligado
los males del presente por medio de una puede leerse en el trabajo de Julián Cáceres Freyre,
creencia común, una creencia que, para resu- “Reflejos de una amistad entre poetas. Correspon-
dencia entre Obligado y González”, Revista de la
mir, podemos identificar con la literatura, y Universidad Nacional de La Plata, Nº 17, 1963, pp.
que un año después de este intercambio epis- 163-176. La cita inicial corresponde a la página 173.

Prismas, Revista de historia intelectual, Nº 16, 2012, pp. 191-194


tulias literarias que Obligado había mantenido en activos, correspondientes y honorarios. En
desde la década de 1870, mientras retoma su 1893, la asociación ya contaba con su propio
trabajo como periodista del diario La Prensa. local y con una serie de proyectos en marcha:
En esta doble pertenencia, es decir, entre las la apertura de la primera exposición anual de
tertulias “tradicionales” y el espacio de la pinturas, dibujos y esculturas (organizada por
prensa “moderna”, se proyecta ya la historia la sección Bellas Artes, que presidía Eduardo
de una asociación en la cual se ponen en juego Schiaffino), la formación de una “Biblioteca
las diversas confluencias que caracterizan al de Escritores Argentinos” (un proyecto redac-
campo cultural argentino a fines del siglo xix. tado por Calixto Oyuela, el nuevo presidente
Originado en el espacio doméstico y semi- del Ateneo desde fines de 1892) y la realiza-
formal –a medio camino entre el modelo aso- ción de un concurso de partituras musicales (a
ciativo y la sociabilidad espontánea– de las cargo de la sección presidida por Alberto Wi-
tertulias semanales a las cuales asistían Er- lliams). Al producirse su inauguración oficial
nesto Quesada, Carlos Vega Belgrano, Calixto en ese mismo año, se conservaban intactas las
Oyuela, Leopoldo Díaz, Lucio V. Mansilla, aspiraciones de algunos de los hombres de
Alberto del Solar y Federico Gamboa (ade- letras que habían participado de la fundación
más de González y Obligado) entre otros, el de esta asociación. Desde la perspectiva de
Ateneo se presentó en un principio como una una preocupada percepción sobre el carácter
formalización de este grupo y como una pro- cosmopolita y “materialista” de la sociedad
longación de los intereses sobre los cuales se argentina en formación, para ellos, éste debía
había constituido. Sin embargo, la propuesta ser un espacio institucional de resguardo de
de creación de un “centro literario” pronto se una cultura nacional. Por momentos muy le-
convirtió en un proyecto más ambicioso. En jos de estos objetivos iniciales, a lo largo de
julio de 1892, en una reunión en la casa de su historia –que se extendería hasta 1902– el
Obligado, se eligió la primera Comisión Di- Ateneo iba a encontrar una función que, por sí
rectiva, presidida por Carlos Guido Spano. misma, lo convierte en un objeto importante.
Enseguida se redactaron los estatutos, donde Esa función está ya implícita en la posición
quedó consignado como objetivo de la nueva adoptada por Joaquín V. González, quien se
asociación “favorecer el desarrollo de la vida coloca en un zona de intersección entre el cir-
intelectual en la República Argentina”,2 y se cuito restringido de las tertulias literarias y el
establecieron las secciones encargadas de en- mercado de bienes simbólicos sobre la base
cauzar los intereses de sus miembros hacia del cual comenzaba a forjarse una nueva fi-
la organización de conferencias, concursos, gura de escritor. De manera similar, el Ateneo
exposiciones y conciertos (originalmente funcionó como un espacio de sutura entre los
cuatro: Bellas Letras, Estudios Históricos, hábitos que en el pasado habían caracterizado
Estudios sociales y filosóficos y Bellas Artes; la reproducción de las elites intelectuales y
poco más tarde ampliadas a seis con la incor- el proceso de democratización cultural.3 La
poración de las de Música y Ciencias Físico-
Matemáticas). Además, se dispuso la compo-
3
sición de la Junta Directiva y se definieron En este sentido, el Ateneo puede pensarse como un
territorio en el cual se procesaron aquellas transfor-
las atribuciones de sus miembros, divididos maciones que Julio Ramos describe como “un cambio
radical en la relación entre el intelectual, el poder y la
política” en el último cuarto del siglo xix. Julio Ramos,
Desencuentros de la modernidad en América Latina.
2
Estatutos del Ateneo, Buenos Aires, Imprenta San Literatura y política en el siglo XIX, México, Fondo de
Martín, 1892, p. 3. Cultura Económica, 1989, p. 70. Ya en el marco de las

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historia literaria ha llamado la atención sobre El discurso es importante porque permite des-
la coincidencia que se produjo en el marco lindar alianzas y afinidades, y de este modo
de esta asociación entre figuras cercanas al definir el espacio de múltiples intersecciones
modelo del “letrado” y algunos de los “nue- (estéticas, disciplinarias, de trayectorias inte-
vos” escritores que por entonces se iniciaban lectuales) que se conformó en el Ateneo. Pero
en el camino de la profesionalización. En además, porque al poner en sincronía los ele-
este sentido, podemos preguntarnos por qué, mentos “tradicionales” y “modernos”, coloca
aunque sería simplificador definir al Ateneo en primer plano la necesidad de formalizar el
como el lugar en el que se reunieron en una desprendimiento de los intereses “espiritua-
misma mesa de conferencias Rafael Obligado les” sobre la que se había constituido esta aso-
y Rubén Darío, esta imagen no deja de ser ciación en el marco de las transformaciones
significativa. Estamos en 1896 y Darío va a culturales que estaban ocurriendo en la Ar-
leer “Eugenio de Castro y la literatura portu- gentina de fin de siglo.
guesa”, uno de los textos que formarían parte Desde esta perspectiva, puede entenderse
de Los raros. Obligado lo presenta, como pre- también el ingreso de Lugones, quien, de al-
sidente de la asociación, con un discurso que gún modo, terminaría sintetizando muchas de
subraya las diferencias entre las posiciones las líneas de fuerza que se encontraron en el
estético-ideológicas resumidas en esta escena Ateneo. A mediados de la década, el grupo de
–“viejos” y “nuevos”, “nacionales” y “cos- los “jóvenes” liderado por Darío (Ángel Es-
mopolitas”–, pero al mismo tiempo reconoce trada, Ricardo Jaimes Freyre, Roberto Payró,
una pertenencia común: Julián Martel, Luis Berisso, Charles de Sous-
sens), frecuentan sus salones sin dejar por eso
Toda nuestra América le ha visto pasar; y de cultivar ese modo de existencia colectiva
si no le ha batido marcha la guardia vieja sin duda novedoso que se desarrolla entre las
del arte, palmas juveniles, vigorosamente redacciones de los diarios y en las cervecerías.
levantadas, le han enviado el aplauso reso- No es extraño entonces que al llegar a Bue-
nante de la victoria. nos Aires Lugones acuda al Ateneo, donde un
¡Acompaño ese aplauso, pero lo acom- anónimo joven provinciano puede presentarse
paño desde las filas de la guardia vieja, ha- ante sus pares y ser aceptado únicamente gra-
ciéndole crujir la seda de mi azul y blanca!4 cias a sus versos. Así lo recuerda Ernesto de la
Cárcova: “Una noche que estábamos allí reu-
nidos, apareció un joven, a quien nadie cono-
tertulias literarias de Obligado puede percibirse la pre- cía. Traía un rollo de papeles. Nos leyó varias
sencia de estos cambios orientando las búsquedas de poesías y despertó el entusiasmo de todos”.5
quienes se sabían desprovistos del contexto que había
posibilitado la intervención del hombre de letras en el
Aunque la escena es conocida, esta versión
espacio público, si bien allí permanecen aún las pre- tiene la ventaja de recuperar, en una escala
rrogativas de clase, de “linaje” o de proximidad con microscópica, las transformaciones que esta
los sectores dirigentes propias de la figura del letrado
tradicional. Dos perspectivas clásicas e igualmente in-
asociación representó en el plano de la so-
soslayables sobre este problema, que incorpora y con ciabilidad cultural. Entre otras cosas, porque
las cuales discute el libro de Ramos, son las de Ángel permite imaginar el instante anterior a la lle-
Rama, La ciudad letrada, Montevideo, fiar, 1984, y
David Viñas, “De los ‘gentlemen’ escritores a la profe-
sionalización de la literatura”, en Literatura argentina
y realidad política, Buenos Aires, Jorge Álvarez Edi- lación y prólogo de Pedro Luis Barcia, Buenos Aires,
tor, 1964, pp. 259-308. Academia Argentina de Letras, 1976, p. 330.
4 5
Rafael Obligado, “Discurso de presentación de Ernesto Mario Barreda, “El viejo Ateneo”, suple-
Rubén Darío en el Ateneo (1896)”, en Prosas, compi- mento Letras y Artes de La Nación, 24 de abril de 1927.

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gada de Lugones, cuando algunos escritores dentro del Ateneo, ese margen de experiencia
y artistas plásticos estaban ahí, no haciendo en el cual “artista” o “escritor” empezaban a
nada en particular sino tan sólo compartiendo significar una identidad, con indiferencia de
un tiempo de ocio. Es decir, porque muestra, cualquier otro atributo social. †

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