COMPLEMENTARIEDAD Y CONVERGENCIA DE AMÉRICA LATINA Y EL
CARIBE
La integración ha sido para América Latina un instrumento con el cual potenciar su
autonomía para agregar fuerzas e impulsar proyectos de desarrollo en distintos países. Sudamérica parece haber comprendido que la articulación política es básica para el emprendimiento de cualquier proyecto de integración. El resultado ha sido la mejora evidente del posicionamiento de la región a nivel global y el fortalecimiento de las capacidades de las sociedades domésticas y de la gobernanza internacional a nivel regional y subregional.
La CELAC, UNASUR y ALBA, parten de la premisa de que el acuerdo general
para potenciar las capacidades nacionales puede generar múltiples proyectos e iniciativas, independientemente de los modelos de desarrollo o visiones que informan sus gobiernos.
Las transformaciones políticas y económicas internacionales que han marcado la
región de América Latina y el Caribe en las últimas décadas han impactado de manera determinante los procesos de construcción democrática, como los referidos a la integración regional y subregional de América Latina creando y consolidando organizaciones de América Latina para América Latina, como las mencionadas anteriormente.
La integración es un medio para alcanzar metas políticas, económicas, sociales y
culturales. Es un cambio que posibilita la mejora de las condiciones para la inserción internacional y para ampliar y consolidar el desarrollo, otorgándole sustentabilidad; y a la vez, permite mejorar el bienestar de la población y consolidar la estabilidad y la paz. La integración, por lo tanto, es fundamental para hacer frente al complejo escenario que viven en la actualidad los países, producto de la crisis financiera internacional que inicio en 2008.
A la globalización no sólo se la entiende en su componente comercial, sino en sus
múltiples componentes, así que se convierte en un fenómeno crucial en las relaciones de poder globales. Cada vez es más necesario asumir la interacción como un proyecto político así se puede proyectar a una América Latina más alta, fuerte y competitiva en el mundo.
Una mayor integración y cooperación regional permitirá profundizar los
mecanismos de defensa y seguridad regionales para que protejan los recursos estratégicos y zonas ambientalmente sensibles, así como para combatir el crimen organizado transnacional, impulsar la implementación de acuerdos migratorios, construir la ciudadanía sudamericana y con ello garantizar los derechos de las personas en condición de la movilidad humana y generar mecanismos para la garantía de los derechos de los habitantes de las zonas fronterizas, en el marco de la corresponsabilidad binacional.
La economía mundial está dominada por los viejos mecanismos de control
transnacional, sobre todo el ámbito de las inversiones extranjeras. Como el llamado Concurso de Washington, que convierte las economías latinoamericanas en espacios de dominio internacional.
Es necesario crear mecanismos más democráticos que obedezcan a procesos
regionales que garanticen su razón de ser alejados de consignas e intereses fragmentados. Ecuador propone una nueva visión del tratamiento de los derechos humanos en la región, cimentada en una democratización del proceso de toma de decisiones que socave la soberanía de los estados, que reitere la legitimidad de los países adheridos a los instrumentos de protección y que impulse su fortalecimiento; transparencia y universalidad bajo una gestión ética y equitativa.