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Objetos litúrgicos. Vasos eucarísticos y vestiduras.

Después de haber tratado de los objetos litúrgicos en general, vamos a echar una mirada a
los principales objetos, teniendo en cuenta la situación actual. Nos limitamos a los sectores
de los vasos eucarísticos y de las vestiduras de los ministros, y sólo reseñaremos los datos
más destacados.

1. VASOS EUCARISTICOS. Se denominan así los vasos sagrados destinados a contener


el cuerpo y la sangre del Señor: el cáliz, la patena, el copón, el ostensorio o custodia, los
portaviáticos. Entre ellos merecen respeto especial el cáliz y la patena, en los que se
ofrecen, consagran y se toman el pan y el vino.

a) Materia y forma. "Los vasos sagrados háganse de materiales sólidos, que se consideren
nobles según la estima común en cada región". "Los cálices y demás vasos destinados a
contener la sangre del Señor tengan la copa de tal material que no absorba los líquidos"".
"Para el pan que se va a consagrar puede convenientemente usarse una sola patena más
grande, en la que se colocan el pan para el sacerdote y el de los ministros y fieles". "Los
vasos sagrados de metal, generalmente, lleven la parte inferior dorada, en el caso de que el
metal sea oxidable; pero si están hechos de material inoxidable o de oro noble no requieren
el baño de oro". "Por lo que toca a la forma de los vasos sagrados, corresponde al artista
crearlos, según el modelo que mejor corresponda a las costumbres de cada región, siempre
que cada vaso sea adecuado para el uso litúrgico a que se destina". En lo relativo a la
materia y forma de los vasos eucarísticos, el juicio corresponde a las conferencias
episcopales respectivas.

b) Bendición del cáliz y de la patena. En la anterior disciplina, el cáliz y la patena eran


consagrados por el obispo o, en casos previstos por el derecho o por indulto, por un
sacerdote. Hoy solamente son bendecidos, y la bendición puede impartirla un obispo o
sacerdote cualquiera. Para que el cáliz y la patena puedan bendecirse se exige que estén
confeccionados según las prescripciones de la Ordenación general del Misal Romano (nn.
290-295).

En el pontificial romano se explica el valor de tal bendición con estas palabras: "El cáliz y
la patena..., por estar destinados de manera exclusiva y estable a la celebración de la
eucaristía, llegan a ser vasos sagrados''. "El propósito de reservar estos vasos únicamente
para la celebración de la eucaristía se manifiesta ante la comunidad de los fieles mediante
una bendición especial". Por razón de su peculiar destino, es de alabar que el cáliz y la
patena se bendigan durante la misa". La fórmula utilizada en tal caso atribuye la
santificación del cáliz y patena al contacto inmediato que se establecerá entre ellos y el
cuerpo y sangre del Señor durante la celebración eucarística". Cuando, por el contrario,
dicha bendición del cáliz y patena tenga lugar fuera de la misa, se usa una fórmula distinta,
en la que su santificación se considera fruto de una bendición del Señor. El texto de los
formularios de bendición del cáliz y patena se encuentra en el libro litúrgico Ritual de la
dedicación de iglesias y de altares, 113-118.


Tomado de Armando Cuva, Objetos litúrgicos, en: Nuevo Diccionario de Liturgia, Ediciones Paulinas,
Madrid 1987.
2. VESTIDURAS DE LOS MINISTROS. Los ministros de las celebraciones litúrgicas
usan, siguiendo una antigua tradición, determinadas vestiduras distintas de las profanas.
Dada su peculiaridad, dependiente de la materia, de la forma, del ornato y del color, vienen
de alguna manera a ocultar en los ministros su individualidad para poner más de relieve su
función al servicio de la comunidad y su dignidad. Por otra parte, la variedad de vestiduras
litúrgicas manifiesta la diversidad de ministerios que tienen lugar en el ejercicio de la
liturgia. En los nuevos libros litúrgicos sólo quedan raras huellas de interpretación
simbólica de las vestiduras litúrgicas (e insignias) y de sus colores.

a) Las distintas vestiduras. Vestiduras comunes: todos los ministros, del grado que sean,
visten el alba y, en ciertos casos, la sobrepelliz. Vestiduras propias del sacerdote son la
casulla y el pluvial.

La casulla se usa en la misa y en otras acciones con ella relacionadas, de no decirse lo


contrario. Se ha de vestir encima del alba y de la estola. Recientemente, en determinadas
regiones, a requerimiento de las respectivas conferencias episcopales, se ha introducido
un nuevo modelo de casulla, mucho más amplia, que envuelve todo el cuerpo, lleva encima
la estola y sustituye al alba. Su uso se permite en la concelebración, en las misas para
grupos particulares, en las celebraciones fuera del recinto sagrado y en casos análogos,
cuando por motivos de lugar o de personas sea aconsejable tal solución.

El pluvial se usa en las procesiones, así como en otras funciones sagradas, a tenor de las
rúbricas. Se viste por encima del alba o de la sobrepelliz.

La vestidura propia del diácono es la dalmática. Puede usarse en la misa y en otras


celebraciones; se la viste encima del alba y de la estola. Puede usarla también el obispo y el
abad en algunas ocasiones, pero bajo la casulla.

b) Materia y forma. La materia y forma de las vestiduras de los ministros deben ser objeto
de una especial atención por parte de los pastores y de cuantos las confeccionan, a fin de
que contribuyan en gran manera "a una celebración litúrgica digna" de las funciones
litúrgicas"... Aparte de los materiales tradicionales, pueden emplearse las fibras naturales
propias de cada lugar o algunas fibras artificiales que respondan a la dignidad de la acción
sagrada y de la persona. De esto juzgará la conferencia episcopal". "Por lo que toca a la
forma de las vestiduras sagradas, las conferencias episcopales pueden indicar y proponer a
la sede apostólica las acomodaciones que respondan mejor a las necesidades y costumbres
de las diversas regiones". "Es más decoroso que la belleza y nobleza de cada vestidura se
busque no en la abundancia de los adornos sobreañadidos, sino en el material que se
emplea y en su corte. La ornamentación lleve figuras, imágenes o símbolos que indiquen el
uso sagrado, suprimiendo todo lo que a ese uso sagrado no corresponda”.

c) Colores. La diversidad de colores en las vestiduras tiene como fin expresar al exterior
las características particulares de los misterios que se celebran cada día (por ejemplo, el
blanco, usado en las celebraciones de los misterios gozosos y gloriosos del Señor). Los
diversos colores sirven, además, para mostrar "el sentido progresivo de la vida cristiana a
lo largo del año litúrgico" (por ejemplo, el morado o violeta en los períodos de
purificación, como preparación para las celebraciones de la natividad y de la pascua del
Señor; el blanco, en los períodos de la gozosa celebración de dichos misterios; el verde, en
el tiempo ordinario, vivido en una confiada espera de las realidades últimas). Las normas
pormenorizadas sobre el uso de los diversos colores, contenidas en la Ordenación general
del Misal Romano, están sujetas a adaptaciones según las necesidades y la cultura de cada
pueblo. Las conferencias episcopales son las encargadas de estudiar y proponer a la sede
apostólica lo referente a tales adaptaciones.

d) Insignias litúrgicas. El tratado sobre las vestiduras de los ministros se completa con una
alusión a las insignias litúrgicas a ellos reservadas.

La estola es insignia común al obispo, al sacerdote y al diácono. Se usa en algunas


ocasiones con casulla o dalmática y en otras sin ellas. En el primer caso, se pone bajo la
casulla o dalmática; debe ser, pues, lo suficientemente ancha y larga para que resulte
visible. Está prohibido el uso de la estola sobre el hábito seglar.

Insignias pontificales son aquellas que distinguen el ministerio del obispo y de los
ministros que se les equiparan. El Vaticano II ha querido que su uso quedase reservado "a
aquellas personas eclesiásticas que tienen o bien el carácter episcopal o bien alguna
jurisdicción particular" (SC 130). También este sector ha sido objeto de la reciente reforma
litúrgica.

Entre las diversas insignias ponficales merecen una especial mención las que se le entregan
al obispo en el rito de su ordenación: el anillo, el báculo y la mitra. La fórmula propia
utilizada en su bendición las llama "insignias del ministerio pastoral del obispo". Y este
mismo concepto se aplica expresamente al báculo en la fórmula que acompaña su entrega
al obispo en el rito de la ordenación. Se lee allí: "Recibe el báculo, signo del pastor, y cuida
de toda tu grey porque el Espíritu Santo te ha constituido obispo para que apacientes la
iglesia de Dios"". Y en fórmula análoga para el anillo, se pone de relieve su peculiar
significado con estas palabras: "Recibe el anillo, signo de fidelidad, y permanece fiel a la
iglesia, esposa santa de Dios".

Conclusión

¿Qué compromiso pastoral puede derivar de cuanto hasta aquí llevamos dicho sobre los
objetos litúrgicos? Nos parece un deber plantearnos esta pregunta y responderla con alguna
indicación concreta.

La pastoral litúrgica debe tener en cuenta y valorar en lo que se merecen los objetos
litúrgicos, reconociendo su importancia y apreciando su significación. Han de
contemplarse como signos del ejercicio de la liturgia, distinto del ejercicio de las demás
actividades humanas. Ha de subrayarse la apelación que implícitamente hacen a las
realidades sobrenaturales, en el doble orden del culto de Dios y de la santificación de los
hombres. Deben ponerse de relieve su carácter festivo, así como la valiosa contribución
que ofrecen para que las celebraciones litúrgicas resplandezcan por su dignidad y decoro.
Se ha de tener igualmente en cuenta el influjo que los objetos litúrgicos ejercen sobre el
comportamiento de cuantos participan en las celebraciones litúrgicas, comenzando por los
propios ministros. Se sentirán todos comprometidos en una más atenta consideración de la
santidad de los misterios que se celebran, así como en el desempeño de los distintos
papeles que durante las celebraciones se les ha confiado. Redundará grandemente en
beneficio de su fe, piedad y devoción. Es necesario vigilar para que los objetos litúrgicos
mantengan en alto grado su funcionalidad y su valor de signos, por lo que se ha de evitar
cuidadosamente todo cuanto pueda impedir la consecución de los fines para los que están
destinados; y, por el contrario, se ha de favorecer todo aquello que pueda patentizar la
verdad y la autenticidad de los mismos, prefiriendo la noble simplicidad al fasto y a la
suntuosidad.

Éstas son las orientaciones establecidas por la reforma litúrgica, que, generalmente, han
sido muy bien recibidas por los agentes de la pastoral litúrgica y por los artistas. Es de
esperar que unos y otros continúen ejerciendo su benéfico influjo en orden a un uso fiel de
los objetos al servicio de la liturgia.

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