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Mauricio Rojas.
Fundación Cadal, Buenos Aires, 2005.
Reformas.
Saneamiento de cuentas fiscales por reducción de gasto público. (70% en 1993,
54% en 2001)
Reducción de la deuda pública y de la carga tributaria. (50% en 2202-2004)
Recortes en los beneficios sociales y reducción de personal público.
Recuperación económica.
Licitaciones, privatizaciones, aumento de la competencia (economía de mercado).
Reformulación de los cuatro pilares de los servicios de bienestar: demanda, oferta,
financiación, regulación/control.
Demanda: empoderamiento del ciudadano a través de la libertad de elección: el
“cheque educativo”, implantado en 1992, significa que la escuela pública ya no es
“obligatoria” y que ésta tiene que repensarse para conservar a sus alumnos. El
sistema empieza a verse como el paradigma a seguir para otros muchos servicios.
Parte de los aportes jubilatorios, por ejemplo, son manejados financieramente por
el interesado, que los invierte en la bolsa o en distintos fondos.
Oferta: la privatización total o parcial de algunas áreas (teléfono, transporte,
energía), la desregulación de otras (correo) y la generalización del sistema de
licitaciones, abre la competencia.
Financiación: financia el Estado, directa o indirectamente, como siempre, pero
empiezan a desarrollarse formas de financiamiento complementario, en el campo
de la seguridad social, por ejemplo (seguros de desempleo, enfermedad,
alternativas médicas a las listas de espera en los hospitales públicos, etc.).
Regulación/control: fortalecida por la aparición de los nuevos agentes productores
de servicios, a los que hay que controlar. El mercado competitivo que se genera
tiene sus buenos “árbitros”.
“En esta sociedad del bienestar el Estado sigue cumpliendo funciones muy
importantes, pero no ya de aquella manera excluyente y paternalista propia del
Estado benefactor de antaño sino como un Estado posibilitador, es decir, un Estado
que posibilita el amplio acceso ciudadano a una serie de servicios del bienestar y
garantiza sus niveles de calidad”.
Pasar del Estado de Bienestar al Estado Posibilitador no es fácil. Hay que entramar
de otra manera los valores de libertad, igualdad, diversidad, cohesión social,
individualismo y comunidad.
En ese contexto, Rojas identifica “tres debates hoy en curso en Suecia”.
Uno: los límites de la privatización y el fin del lucro. ¿Se puede privatizar todo? ¿Se
puede permitir además que las empresas fijen el nivel de ganancia que se les
ocurra? Salud, educación, etc. ¿Y si eso traba las inversiones?
Dos: los límites de la desigualdad socioeconómica. Nadie quiere la “gran
desigualdad” que se palpa en otros países, pero ¿se puede seguir sin diferenciar
sustancialmente al que trabaja del que vive del trabajo de los demás?, ¿no merece
algún premio extra el que trabaja y aporta con los impuestos que paga gran parte
de lo que gana? Una cosa es que se le asegure a todo el mundo un esquema básico
de servicios de alta calidad. Otra muy diferente es que no se le permita a quienes
tienen más dinero acceder a un servicio extra… lo que atraería una porción
interesante del ingreso disponible hacia sectores claves del bienestar, que entonces
podría desarrollarse más todavía.
Tres: los límites de la diversidad cultural. ¿Todas las expresiones culturales son
compatibles entre sí y todas aceptan por igual los principios básicos que sostienen
la sociedad abierta en la que decimos querer vivir? ¿Qué hacer con las corrientes
religiosas que no aceptan la secularización de la vida social? ¿Qué hacer cuando la
libertad de grupo atenta contra la libertad del individuo, porque este es controlado
por aquel?