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EL PRIMER LLAMADO

Dios nos ha dado la vida, es decir que es un don


Dios nos llama a la vida, es decir que allí está el primer llamado
Dios nos ha dado la vida por un solo motivo: su amor de Padre, su amor que
es creador, da vida.
Dios nos llama en la vida que tenemos. Venimos del amor y nuestro
fundamento vital es el amor.
Por lo tanto, si nuestro llamado es a la vida por amor de Dios, nuestro destino,
lo que hagamos de nuestra vida se funda en esta vocación.
Reconocer que mi vida es don del Amor de Dios, significa vivir la vida como
regalo, con sentido del agradecimiento como base.
Nuestro futuro se vincula con este llamado. Soy llamado de la nada por amor a
la vida y por lo tanto mi proyecto de vida se funda en esto que soy.
Por eso el primer paso en el camino vocacional es descubrir esta llamada.
Descubrir en mi vida la huella de la llamada de Dios.
Si no descubrimos esta huella, perdemos de vista a qué estamos llamados y
qué es lo más importante en nuestras vidas: amar.
Toda vocación es un llamado a amar, a ser imagen de Dios Padre, por eso el
segundo elemento de una sana vocación es descubrir este llamado a amar, a
dar vida, a construir, a ser co-credores con Dios.
Sea cura o no, no tengo que perder esta llamada fundamental, que es la que le
da pleno sentido a la vida.
Mi vida es todo lo que soy. Mi historia, toda mi vida.
Mis dones, mis talentos son regalos de Dios para construir, son herramientas.
Pero también mi historia, mis defectos, mis heridas, incluso mis pecados, Dios
los utiliza para que una vez redimidos, me sirvan para acompañar a otros, a
cumplir mi misión: dar vida.
El pecado de Pedro, quedó salvado por la triple confesión de amor a Jesús
(Señor tu lo sabes todo, sabes que te quiero) pero seguro que fue de provecho
para Pedro como para descubrir la fragilidad de las personas, de las promesas
que hacemos los hombres etc. Etc. Esto lo vemos en la vida de muchos santos.
La piedra de tropiezo, se transformó en piedra angular sobre la que el Señor
construyó una misión.
Una herida, una vez sanada, se transforma en cicatriz, en huella de una
“batalla” de la vida, pero esa huella me va a ayudar a acercar a otros hermanos
heridos, para curarlos, para acompañarlos, para dar vida.
Actitudes: dar gracias por este gesto de amor que es mi vida, mirar mi vida
como un regalo. Pedir a Dios la gracia de ver mi vocación a amar, a construir, a
dar vida. Animarme a poner en manos de Dios mis heridas y ofrecérselas como
dones para servir a los demás.

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