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INTRODUCCION
Vamos a trazar en estas páginas las líneas esenciales del encuentro de Santa
Teresa con Cristo a través de la oración. El ejemplo de Teresa es muy
elocuente. Ella nos enseña a encontrar a Cristo desde nuestra propia realidad
personal e histórica, nos lleva a interiorizar en la oración la revelación que
Jesús ha hecho de sí en el Evangelio, hasta hacernos contemporáneos de su
experiencia y doctrina. La búsqueda de Jesucristo en su realidad humana,
desde nuestra realidad humana, da realismo y hondura a nuestra oración.
Pero, además, Teresa tiene la convicción que no se busca en vano a Cristo. El
paga la búsqueda con el encuentro, el esfuerzo de traerle presente con su
compañía, el deseo de encontrarlo plenamente en el Evangelio con una
revelación total de su misterio en la Iglesia y en los hermanos, en los que El
está presente y prolonga su existencia. En la oración se aprende a vivir con El
y como El.
Con su experiencia Teresa nos traza el camino; pero hemos de ser nosotros
los traductores de su ejemplo y de su experiencia en nuestra realidad
concreta.
Voy a dividir esta exposición en dos partes. En la primera quisiera trazar las
líneas de la búsqueda teresiana de Cristo en la oración, con una serie de
indicaciones pedagógicas para nuestra oración personal y comunitaria. En la
segunda parte quisiera presentar cómo Cristo se revela a Teresa y cómo se le
manifiesta plenamente en ese "Cristo total" que es característico de su oración
y de su servicio.
- Siente una sintonía particular con los episodios evangélicos en los que Cristo
se revela a las mujeres; muestra su predilección por ellas; Teresa se identifica
con esos episodios y con sus personajes femeninos.
- Por otra parte Teresa encuentra en Cristo una respuesta clara y liberadora al
problema de su realidad de mujer. Estamos en tiempos de antifeminismo
social y hasta teológico, que se traduce en recelo y desprecio hacia las
mujeres por parte de los teólogos e inquisidores. Teresa ha sentido y sufrido el
problema femenino de su época desde su propia experiencia. Ha buscado
respuestas a su condición como mujer y cristiana. En el Evangelio, en esa
instintiva búsqueda de algunos personajes femeninos, ella ha encontrado una
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Por entonces sabia apreciar la vida religiosa como servicio del Señor y "gran
dignidad" (Ib.).
Estas confidencias nos revelan el intenso amor con que ha tratado de centrar
la Santa su mente, su corazón, su afectividad en la persona de Jesucristo. Se
identifican en su vida la búsqueda de Cristo y la oración, el encuentro con el
Señor en la oración y su experiencia personal del Evangelio. Una oración de
corazón a corazón, de presencia a presencia. Una oración que se convertirá en
método, en modo de orar. De esta oración saldrán los títulos en cantadores
que la Santa dará a Cristo: Maestro, esposo, Rey, bien mío, deleite, amigo,
compañero... Una letanía de intimidades sentidas con realismo y cariño.
Una confidencia teresiana nos revela cómo esta meditación de los misterios
del Señor hacía florecer sus sentimientos humanos; "En pensar y escudriñar lo
que el Señor pasó por nosotros, muévenos a compasión, y es sabrosa esta
pena y lágrimas que proceden de aquí; y de pensar la gloria que esperamos y
el amor que el Señor nos tuvo y su resurrección muévenos a gozo que ni es
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del todo espiritual ni sensual sino gozo virtuoso y la pena meritoria" (Vida,
12,1). No se trata de una oración puramente cerebral ni simplemente
sentimental; una oración que hace vibrar la sensibilidad cristiana, con un
escalofrío de dolor por la pasión y de gozo verdadero por la resurrección del
Señor que es fuente de alegría.
Está todavía por escribir "El Evangelio según Santa Teresa", es decir, una
interpretación global y particular del Evangelio a partir de las citas, las
observaciones y la penetración psicológica con que la Santa ha penetrado en
el Evangelio de Jesús, releyéndolo con su propia sensibilidad, desde la vida, a
partir de su experiencia de oración. Será una agradable sorpresa observar los
episodios que cita, la exégesis personal que hace, las frases que más le han
llamado la atención, el realismo con que se ha acercado al Señor,
especialmente en su misterio pascual de pasión, muerte y resurrección. En
este Evangelio según Santa Teresa confluyen sus meditaciones, sus
intuiciones, sus experiencias místicas, porque Teresa, hay que decirlo, del
Evangelio, de sus episodios y de sus palabras ha tenido experiencia directa
sobrenatural. Ha tenido experiencia mística del Evangelio, sin exageraciones
apócrifas, con perfecto sentido del misterio con un idéntico realismo en la
participación en los misterios del Señor.
atención desde su niñez. Teresa se encariñó con esa escena en la que conoció
a Cristo y aprendió a orar pidiéndole al Señor que le diera el agua viva. Nos lo
recuerda la Santa en esta confidencia autobiográfica: "Oh qué de veces me
acuerdo del agua viva que dijo el Señor a la Samaritana, y así soy muy
aficionada a aquel Evangelio; y es así cierto, que sin entender como ahora
este bien, desde muy niña lo era y suplicaba muchas veces al Señor me diese
aquella agua, y la tenía dibujada adonde estaba siempre, con este letrero
cuando el Señor llego al pozo: Domine da mihi aquam" (Vida, 30,19). La
figura de esta mujer que dialogo con Cristo le será familiar siempre a la Santa,
modelo de alguien que quedó saciada en su sed, ejemplo de mujer apostólica
que se lanza a anunciar a Cristo desde la experiencia (Meditaciones sobre los
Cantares 6,6). No podrá pensar en la oración sino como agua viva que Dios
hace brotar en lo hondo del corazón para saciar la sed de Dios que tiene el
hombre (cfr.Camino, 19,6; Exclamación 9).
- Como María Magdalena. Es otro personaje con el que la Santa ha sentido una
profunda identificación. Desde su experiencia de "pecado" o de gratitud e
insensibilidad ante las gracias del Señor, la Santa encuentra en ella un modelo
de conversión y de amor a Cristo. Revive con frecuencia, después de la
comunión el episodio del perdón de la pecadora en la casa de Simón el fariseo,
uno de los episodios más característicos de la libertad de Cristo ante las
costumbres de su tiempo (Camino, 34,7). El momento de su conversión esta
sellado por esta identificación espontánea: "Era yo muy devota de la gloriosa
Magdalena y muy muchas veces pensaba en su conversión, en especial
cuando comulgaba, que como sabía estaba allí cierto el Señor dentro de mí,
poníame a sus pies pareciéndome no eran de desechar mis lágrimas..." (Vida,
9, 1-3.) Aquella vez hubo lágrimas y tuvo el gozo y la certeza de un perdón,
alcanzado porque en el mucho amor de Teresa hubo un movimiento
providencial, el de dejar la confianza en ella y ponerla toda en Dios. Y en este
gesto hubo también la audacia de una opción total en la vida, para que Dios la
cambiara de una vez para siempre: "Paréceme le dije entonces que no me
había de levantar de allí hasta que hiciese lo que le suplicaba" (Ib.). María
Magdalena será un personaje familiar para la Santa, modelo de fortaleza ante
las dificultades del seguimiento hasta la cruz, mujer defendida con amor por el
Maestro, modelo del apostolado de las mujeres ( Moradas VII, 4,13). En el
Vejamen recuerda también, junto a la Samaritana y a la Magdalena a la
Cananea que con su confiada insistencia fue escuchada por el Señor.
La Santa se recrimina este momento difícil de su vida que juzga como una
autentica traición y un pecado de ingratitud. De aquí sacara una serie de
lecciones saludables acerca de la necesidad absoluta de Cristo en la vida de
oración desde el punto de vista teológico, psicológico y moral.
tan ruin veía que era atrevimiento; mas parecíame sentir la presencia de Dios,
como es así, y procuraba estarme recogida con El; y es oración sabrosa si Dios
allí ayuda, y el deleite mucho. Y como se ve aquella ganancia y aquel gusto,
ya no había quien me hiciese tornar a la Humanidad, sino que en hecho de
verdad me parecía era impedimento" (Vida, 22,3). Pero no siempre funcionaba
aquella técnica, y entonces Teresa quedaba sumida en aridez, precisamente
cuando más necesitada estaba de un encuentro real y personal con Cristo
capaz de contrarrestar sus crisis interiores y de colmar su afectividad dispersa.
Toda esta preciosa síntesis que aquí simplemente dejamos aludida es el fruto
de la plena revelación de Jesucristo y de su comunicación vital hasta el vértice
de la gracia del matrimonio espiritual y de la inhabitación trinitaria .De esta
forma la Humanidad Sacratísima de Cristo llevará a Teresa hasta la revelación
trinitaria por parte del misterio de la divinidad y la conducirá hasta la Iglesia y
los hermanos en la plena identificación de Cristo con su Cuerpo histórico y real
que es la Iglesia y con cada uno de los hermanos, como tendremos ocasión de
ilustrar.
Una lectura progresiva de las gracias cristológicas de Santa Teresa nos lleva a
esta avasalladora presencia de Cristo que se revela de esta manera:
La inmensa belleza del Señor la llena de gozo y de fuerza ( Vida, 37,5; 38,21).
Tiene conciencia de la presencia del Señor en medio de aquellos que le aman y
sirven con amor ( Vida 34,17; 36,24).
De esta forma la Santa nos ayuda a fijar nuestra mirada en el modelo porque
la vida cristiana es vivir como Cristo; solo se puede vivir en Cristo si se vive
como El, partiendo de su vida, de sus compromisos y de sus actitudes vitales.
nosotros (cfr. Camino, 26), para revivir la misma experiencia de los discípulos
que comprendían las palabras salidas "de aquella boca divina".
De aquí surge el grito de Teresa, con el del autor de la Carta a los Hebreos
12,1: "Pongamos los ojos en Cristo nuestro bien..."; o la exhortación de la
Santa semejante a la de Pablo a los Corintios (1 Cor 2,2): "Poned los ojos en
el Crucificado,.." (Moradas, VII, 4,8). Es la mirada amorosa que garantiza la
atracción interior y la imitación generosa: "Pues si nunca le miramos ni
consideramos lo que le debemos y la muerte que paso por nosotros, ¿ cómo le
podemos conocer ni hacer obras en su servicio...? ¿ quién nos despertará a
amar a este Señor?" (Moradas, II,11).
Me permito sugerir solo este tema tan importante con una serie de referencias
a la doctrina teresiana que pueden estimular nuestra reflexión.
- Presencia del Señor en los hermanos. La Santa sabe que Cristo esta presente
en todos los hombres que ella reconoce como "hermanos míos e hijos de
Dios". El está presente, según la teología del capitulo 25 de San Mateo, en los
más pequeños: "Dejar la oración por cualquiera de estas dos cosas (caridad u
obediencia) es regalarle y hacer por El, dicho por su boca: "Lo que hicisteis
por uno de estos pequeñitos, hacéis por mí" ( Fundaciones, 5,3). "Los otros",
son también morada donde Dios habita, hechura misma de Dios, su imagen y
semejanza, personas con quienes Dios se comunica, por eso merecen amor y
respeto. Es más, quien no ama al prójimo no ama a Dios, y quien sirve por
amor al prójimo deja "a Dios por Dios" y posee mas hondamente a Dios (Cfr,
Exclamación 2). Por eso la regla del amor pone la prioridad en la "señal" que
amamos a Dios porque amamos al prójimo. La Santa desarrolla una certera
pedagogía del amor a los hermanos, positiva y negativa ( Camino, 6-7;
Moradas V, 3; VII, 4, 4 y ss.). Ella misma nos da el ejemplo más sublime de
amor y servicio de los más pobres. hasta en los últimos días de su vida,
sellados por el servicio amoroso de los pobres en el hospital de la Concepción
de Burgos, donde regala a los enfermos que al irse la reclamarán con
añoranza por sus conversaciones y cariño.
CONCLUSION
Teresa de Jesús nos brinda su rica experiencia del Señor Jesús para que des
de su doctrina y pedagogía podamos revivir hoy nosotros nuestra experiencia
de Cristo en nuestra Iglesia y en nuestra historia. No se trata simplemente de
copiar o de repetir, porque las circunstancias eclesiales y sociales son
diversas. Como diversas son las posibilidades apostólicas de servicio concreto
a la Iglesia y a los pobres que ella en su tiempo no tuvo.
El mismo Señor le recordó en una ocasión a Santa, Teresa que tenía que estar
con los pobres y tener cuidado de los enfermos porque El había, fundado la
Iglesia con pobres pescadores y los que no se compadecen de los que sufren
son como los amigos de Job.
Un reto teresiano desde Cristo para una vida como la suya y a su servicio. Si
la oración nos descubre a Cristo en la plenitud de su humanidad es para que
vivamos nuestra humanidad según la medida del Evangelio. Para vivir en
Cristo, ideal contemplativo de Teresa y ofrecimiento que ella hace a todos los
que siguen su camino de oración, hay que vivir como Cristo. Y El nos indica el
camino del amor y del servicio a los más necesitados, Por eso la búsqueda de
Cristo en la oración nos descubre el rostro de Cristo en esos rostros de
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nuestros hermanos en los que Cristo está presente y nos pide ser servido por
amor para que también ellos consigan una plenitud de vida cristiana en el
desarrollo de su plena humanidad y de su divinidad de hijos de Dios.