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Jesucristo en la experiencia y doctrina de Santa Teresa de Jesús

Introducción a la comprensión de la Cristología de Santa Teresa

P. Jesús Castellano Cervera ocd

INTRODUCCION

La experiencia viva del misterio de Cristo esta en el centro de la experiencia


oracional de Santa Teresa. El, Dios y hombre verdadero llena con su presencia
toda la vida de la Santa y es la clave de interpretación de sus escritos.
Jesucristo precede su oración, ya que para tener un interlocutor de su diálogo
de amistad, Teresa ha tenido necesidad de encontrarse con el Señor que le
brindaba su amistad. La presencia del Señor sigue también a su oración, ya
que la amistad engendra una compañía, unos compromisos de seguimiento y
unas actitudes de imitación. A través de la oración como experiencia de la
amistad con Cristo, Teresa ha releído todo el Evangelio y ha entrado de lleno
en la revelación bíblica. Su vida se ha convertido en una vida en Cristo hasta
que el mismo Señor se le ha revelado plenamente como Maestro y Esposo y
de El ha recibido la plenitud de la verdad y de la vida.

Vamos a trazar en estas páginas las líneas esenciales del encuentro de Santa
Teresa con Cristo a través de la oración. El ejemplo de Teresa es muy
elocuente. Ella nos enseña a encontrar a Cristo desde nuestra propia realidad
personal e histórica, nos lleva a interiorizar en la oración la revelación que
Jesús ha hecho de sí en el Evangelio, hasta hacernos contemporáneos de su
experiencia y doctrina. La búsqueda de Jesucristo en su realidad humana,
desde nuestra realidad humana, da realismo y hondura a nuestra oración.
Pero, además, Teresa tiene la convicción que no se busca en vano a Cristo. El
paga la búsqueda con el encuentro, el esfuerzo de traerle presente con su
compañía, el deseo de encontrarlo plenamente en el Evangelio con una
revelación total de su misterio en la Iglesia y en los hermanos, en los que El
está presente y prolonga su existencia. En la oración se aprende a vivir con El
y como El.

En las actuales circunstancias de la Iglesia esta referencia al ejemplo de la


Santa resulta muy significativa. Es imprescindible encontrar el rostro humano
de Jesús y dejarnos seducir por su vida. Hay que releer en el Evangelio para
que el Señor se nos revele plenamente en sus palabras y sus ejemplos y dé
sentido a nuestra realidad personal y social. De esta forma podemos vivir una
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existencia comprometida que tenga el mismo realismo del vivir de Cristo


propuesto a sus discípulos en el Evangelio. Y El nos revelara plenamente su
presencia en los hermanos y en la Iglesia para que nuestro amor a Cristo,
Verdadero Dios y verdadero Hombre, se traduzca en una vida en Cristo que se
prolonga en nuestra humanidad y en un servicio por amor a nuestros
hermanos, hecho de obras significativas y eficaces en el actual contexto y en
el momento de nuestra historia.

Con su experiencia Teresa nos traza el camino; pero hemos de ser nosotros
los traductores de su ejemplo y de su experiencia en nuestra realidad
concreta.

Voy a dividir esta exposición en dos partes. En la primera quisiera trazar las
líneas de la búsqueda teresiana de Cristo en la oración, con una serie de
indicaciones pedagógicas para nuestra oración personal y comunitaria. En la
segunda parte quisiera presentar cómo Cristo se revela a Teresa y cómo se le
manifiesta plenamente en ese "Cristo total" que es característico de su oración
y de su servicio.

I. TERESA BUSCA A CRISTO EN SU ORACIÓN

1. Acercarse al Evangelio con sensibilidad de mujer

La historia de la oración teresiana es una historia de amistad con Cristo.


Empieza a desarrollarse con claridad a partir de la adolescencia, después de
las primeras crisis existenciales que llevan a Teresa al monasterio de Santa
María de Gracia. Estas experiencias de oración con Cristo y de lectura realista
del Evangelio se afianzan durante los primeros años de su vida religiosa y
dejan un sello indeleble en su sicología y en su religiosidad. Podemos afirmar
que Teresa ha encontrado a Cristo cuando más viva esta en su experiencia la
sensibilidad, la búsqueda del sentido de la vida y de la opción de su vocación,
en un momento de búsqueda y de intensa piedad que marcan pro fundamente
su sicología. Durante muchos años, los largos períodos de crisis de
mediocridad vivirá de renta, del impacto de esos primeros encuentros con el
Cristo del Evangelio. Y cuando después de la conversión tenga que rehacer de
algún modo su experiencia de oración, según el consejo de sus confesores,
volverá espontáneamente a los recuerdos de la juventud, a su método
personal de oración, el del encuentro con Cristo a través de una lectura
inmediata de los episodios del Evangelio que le permitían revivir en primera
persona el encuentro con Cristo.

Una cosa es cierta, como tendremos ocasión de documentar, Teresa ha


buscado a Cristo desde su propia experiencia y en él ha encontrado respuestas
adecuadas a su búsqueda. Se ha enfrascado en la lectura del Evangelio con
una sensibilidad a flor de piel; por eso ha percibido el realismo y la humanidad
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del encuentro con el Señor; se ha hecho contemporánea de los personajes que


vivieron con el Señor. Se ha acercado al Cristo del Evangelio con vibración
humana y sensibilidad de mujer. Hay una serie de hechos que lo comprueban:

- En su oración busca a Cristo como Hombre y con él dialoga, interiorizando su


presencia.

- Siente una sintonía particular con los episodios evangélicos en los que Cristo
se revela a las mujeres; muestra su predilección por ellas; Teresa se identifica
con esos episodios y con sus personajes femeninos.

- Interpreta con originalidad y sensibilidad femenina algunos episodios del


Evangelio.

Vamos a tener enseguida ocasión de comprobar todas estas afirmaciones. Sin


embargo, quisiera adelantar lo que siento que es una clave de interpretación
de todo esto.

En Cristo Teresa ha encontrado no solo un Amigo capaz de llenar su hambre


de amistad y de comunicación, sino que ha hallado respuestas satisfactorias a
los problemas existenciales que en el entorno de su época y en la situación
espiritual de su convento no hallaba.

- En la búsqueda instintiva de Cristo como Hombre no sólo se revela su propia


humanidad, sino el gozo liberador de haber encontrado a Cristo en su
humanidad que lo acerca a Teresa en una dimensión de igualdad - "como
nosotros" y en una dimensión de perdón y de gracia - "para nosotros" - que la
llena de inmensa alegría. La humanidad de Cristo rescata de recelos y temores
la propia humanidad de Teresa. No tendrá que avergonzarse de sus
sentimientos humanos, de su capacidad de amistad, de compartir y de
sentir...porque Cristo también tenía sentimientos humanos, era amigo, se
conmovía ante el dolor de los amigos, como ante la tumba de Lázaro... Cristo
hombre en la plenitud de sus sentimientos libera su propia humanidad de
sutiles sospechas espiritualistas que creían malo todo lo humano y lo corpóreo.
Además, Cristo se revela lleno de amor y de bondad, capaz de comprender y
de perdonar. Los posibles yerros de la propia humanidad pueden ser redimidos
y liberados en Cristo.

- Por otra parte Teresa encuentra en Cristo una respuesta clara y liberadora al
problema de su realidad de mujer. Estamos en tiempos de antifeminismo
social y hasta teológico, que se traduce en recelo y desprecio hacia las
mujeres por parte de los teólogos e inquisidores. Teresa ha sentido y sufrido el
problema femenino de su época desde su propia experiencia. Ha buscado
respuestas a su condición como mujer y cristiana. En el Evangelio, en esa
instintiva búsqueda de algunos personajes femeninos, ella ha encontrado una
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respuesta liberadora que la ha llenado de gozo para siempre, que ha hecho


explotar en su corazón una secreta alegría que en el momento oportuno
traducirá en convicciones y hasta en denuncias proféticas. Cristo ha liberado a
Teresa de su posible complejo femenino al que estaban abocadas las mujeres
de su época. Leyendo los episodios del Evangelio no ha encontrado una actitud
antifeminista en el Señor, antes bien, ha podido captar en dos palabras la
situación privilegiada de las mujeres en relación con el Señor: "No
aborrecisteis, Señor de mi alma, cuando andabais por el mundo las mujeres,
antes las favorecisteis con mucha piedad y hallasteis en ellas tanto amor y
más fe que en los hombres". Que es como decir: Cristo estuvo de parte de las
mujeres no sólo evitando cualquier signo de "aborrecimiento", sino
intensificado para ellas una relación de amistad y de cariño. Y las mujeres
supieron pagar esta solicitud del Maestro con la fidelidad del seguimiento
hasta la Cruz, con tanto amor y más fe que los hombres; es tuvieron de parte
de Jesús. En estas palabras de Teresa encontramos la clave de la comprensión
de su amor a Cristo, amigo verdadero, salvador de la humanidad, el que le
devuelve el gozo y el honor de ser mujer cristiana a su servicio y al servicio de
la Iglesia.

En el Evangelio Teresa ha encontrado respuestas auténticas, cuando ha


intentado leerlo desde su realidad sin temor a desvirtuar el mensaje
sobrenatural del Evangelio, encontrando en la humanidad de Cristo la carne
del Evangelio, las respuestas del vivir humano desde el misterio inefable de la
Encarnación que de Cristo hace el Dios como nosotros, con nosotros y para
nosotros, tal como lo ha percibido con hondura de fe y realismo humano
Teresa de Jesús.

2. Etapas de una búsqueda

Los primeros recuerdos del encuentro con Cristo se remontan a la época de su


estancia en las Agustinas de Nuestra Señora de Gracia. María de Briceño le
habla del Evangelio. Por entonces la joven Teresa tenía el corazón tan recio
"que si leyera toda la Pasión no llorara una lágrima" (Vida, 3,1). Poco a poco
ese corazón duro ira cediendo. Harán brecha en su vida las palabras del
Evangelio, pocos meses mas tarde: "Con la fuerza que hacían en mi corazón
las palabras de Dios, así leídas como oídas..." (Vida, 3,5). Terminará por
conmoverse ante los trabajos del Señor que ella querrá imitar al menos para
devolverle algo al Señor de su amor. (Vida, 3,6).

La decisión de abrazar la vida religiosa cuajo en esa extraña motivación de


vivir su opción por Cristo para pasar en los trabajos de la religión algo que
pudiese pagar lo que ella sentía que el Señor había hecho por ella, aunque el
recuerdo que ella conserva de su profesión religiosa está transido de una
vocación de intimidad con Cristo: "el desposorio que hice con Vos" (Vida, 4,3).
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Por entonces sabia apreciar la vida religiosa como servicio del Señor y "gran
dignidad" (Ib.).

La verdadera intimidad va a ir creciendo con la práctica de la oración, de corte


netamente cristólogico: "Procuraba lo más que podía traer a Jesucristo nuestro
bien y Señor, dentro de mí presente, y ésta era mi manera de oración. Si
pensaba en algún paso, le representaba en lo interior..." (Vida, 4,7). Método
ingenuo y sencillo, realista y personal: la oración como un encuentro con
Cristo presente dentro de si; y para no fabricarse un Cristo a su medida un
recurso a los episodios del Evangelio, en los que ella misma se sentía
protagonista y contemporánea. Poco a poco se fue adicionando a este modo
de orar hasta cuajar en su método de oración. Así nos lo describe en otro
lugar; "Tenía este modo de oración, que, como no podía discurrir con el
entendimiento, procuraba representar a Cristo dentro de mi, y hallábame
mejor -a mi parecer- de las partes adonde le veía más solo. Parecíame a mi
que, estando solo y afligido, como persona necesitada me había de admitir a
mí. De estas simplicidades tenía yo muchas" (Vida, 9,4). En esta anotación
descubrimos ya el feminismo teresiano y su gran realismo: desde su soledad a
la soledad de Cristo, en busca de comprensión y de compañía. Era nota
constante de su oración contemplar a Cristo como hombre: "Yo solo podía
pensar en Cristo como hombre" (Vida, 9,6). A su poca imaginación para
figurarse la hermosura del Señor suplía con la contemplación de sus imágenes.
Ya la conocían en la Encarnación por sus iniciativas: "amiga de hacer pintar su
imagen en muchas partes, y de tener oratorio y de procurar en él cosas que
hiciesen devoción..."(Vida, 7,2). Cristo se le había metido en las entrañas a
fuerza de mirarlo y de traerlo cabe si: "Había sido yo tan devota toda mi vida
de Cristo... y así siempre tornaba a mi costumbre de holgarme con este Señor,
en especial cuando comulgaba. Quisiera yo siempre traer delante de los ojos
su retrato e imagen, ya que no podía traerle tan esculpido en mi alma como
quisiera..." (Vida, 22,4).

Estas confidencias nos revelan el intenso amor con que ha tratado de centrar
la Santa su mente, su corazón, su afectividad en la persona de Jesucristo. Se
identifican en su vida la búsqueda de Cristo y la oración, el encuentro con el
Señor en la oración y su experiencia personal del Evangelio. Una oración de
corazón a corazón, de presencia a presencia. Una oración que se convertirá en
método, en modo de orar. De esta oración saldrán los títulos en cantadores
que la Santa dará a Cristo: Maestro, esposo, Rey, bien mío, deleite, amigo,
compañero... Una letanía de intimidades sentidas con realismo y cariño.

Una confidencia teresiana nos revela cómo esta meditación de los misterios
del Señor hacía florecer sus sentimientos humanos; "En pensar y escudriñar lo
que el Señor pasó por nosotros, muévenos a compasión, y es sabrosa esta
pena y lágrimas que proceden de aquí; y de pensar la gloria que esperamos y
el amor que el Señor nos tuvo y su resurrección muévenos a gozo que ni es
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del todo espiritual ni sensual sino gozo virtuoso y la pena meritoria" (Vida,
12,1). No se trata de una oración puramente cerebral ni simplemente
sentimental; una oración que hace vibrar la sensibilidad cristiana, con un
escalofrío de dolor por la pasión y de gozo verdadero por la resurrección del
Señor que es fuente de alegría.

La experiencia teresiana se torna método pedagógico como resultado de una


vivencia positiva: "Puede representarse delante de Cristo y acostumbrarse a
enamorarse mucho de su sagrada Humanidad y traerle siempre consigo y
hablar con El, pedirle por sus necesidades, quejársele de sus trabajos,
alegrarse con El en sus contentos y no olvidarle por ellos, sin procurar
oraciones compuestas, sino palabras conforme a sus deseos y necesidad"
(Vida, 12,2). Es un ejercicio excelente para "cobrar amor" a este Señor, una
forma de identificarse con los sentimientos de Cristo Jesús, según la teología
paulina.

Contra todo este conato de oraciones peligrosas, de arbitrariedades


espiritualistas que quieren subirse a altos grados de oración, la Santa que ha
pagado en su propia vida el error de dejar a Cristo aconseja: "Este modo de
traer a Cristo con nosotros aprovecha en todos estados y es un medio
segurísimo para ir aprovechando en el primero y llegar en breve al segundo
grado de oración" (Vida, 12,3).

La Santa, pone en guardia incluso, contra las muchas consideraciones que


corren el riesgo de intelectualizar la oración sin llegar al contacto personal con
el Señor; por eso aconseja: "se representen delante de Cristo y sin cansancio
del entendimiento se estén hablando con El, sin cansarse en componer
razones, sinO presentar necesidades y la razón que tiene para no nos sufrir
allí..." (Vida, 13,11). Así oraba Teresa en una búsqueda de relación
interpersonal, de oración no académica, de realismo evangélico en los
sentimientos de Jesús y en sus necesidades, como aprendiendo a vivir a la vez
con Cristo y como Cristo. Su oración tendía a simplificarse, pero tras
enriquecerse de todo el contenido de la "pasión y la vida de Cristo que es de
donde nos ha venido y viene todo bien" (Vida, 13,13).

Poco a poco la oración se simplifica hasta reducirse a una mirada de amor,


cargada de sentimiento y realismo, donde la comunicación es total por parte
de Cristo, en un silencio del hombre que acepta ser instruido por la mirada y la
palabra interior del Maestro. He aquí cómo describe la Santa esta formidable
simplificación: "Pues tornando a lo que decía de pensar en Cristo en la
columna, es bueno discurrir un rato y pensar las penas que allí tuvo, y por que
las tuvo, y quién es el que las tuvo y el amor con que las pasó..." Son estos
los momentos clásicos de la meditación que había aprendido en los autores
espirituales. Pero ahora añade su experiencia y su método: "Mas que no se
canse siempre en andar a buscar esto, sino que se esté allí con El, callado el
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entendimiento. Si pudiere, ocuparle en que mire que le mira, y le acompañe y


hable, y pida y se humille, y regale con El y acuerde que no merecería estar
allí... hace muchos provechos esta manera de oración; al menos hallóle mi
alma..." (Vida, 13,22).

Así fue durante mucho tiempo la búsqueda y el hallazgo de Cristo en la


oración. Y una de las primeras gracias en las que se le reveló la presencia de
Dios, en la primera forma de experiencia mística, se la regaló el Señor cuando
Teresa iba poniendo su esfuerzo en este conectar con Cristo: "Acaecíame en
esta representación que hacia de ponerme cabe Cristo...venirme a deshora un
sentimiento de la presencia de Dios que en ninguna manera podía dudar que
estaba dentro de mí o yo toda engolfada en El" (Vida, 10,1). Era el premio de
una fidelidad, la respuesta a una búsqueda amorosa, apasionada, de Cristo en
la oración.

3. Penetrar en el Evangelio desde la oración y la vida

En el acercamiento contemplativo a Jesucristo, Teresa ha penetrado en el


pleno sentido del Evangelio y ha aprendido las verdades a los pies del Maestro
Divino. Ella podrá decir con verdad que fue el Señor su Maestro.

Está todavía por escribir "El Evangelio según Santa Teresa", es decir, una
interpretación global y particular del Evangelio a partir de las citas, las
observaciones y la penetración psicológica con que la Santa ha penetrado en
el Evangelio de Jesús, releyéndolo con su propia sensibilidad, desde la vida, a
partir de su experiencia de oración. Será una agradable sorpresa observar los
episodios que cita, la exégesis personal que hace, las frases que más le han
llamado la atención, el realismo con que se ha acercado al Señor,
especialmente en su misterio pascual de pasión, muerte y resurrección. En
este Evangelio según Santa Teresa confluyen sus meditaciones, sus
intuiciones, sus experiencias místicas, porque Teresa, hay que decirlo, del
Evangelio, de sus episodios y de sus palabras ha tenido experiencia directa
sobrenatural. Ha tenido experiencia mística del Evangelio, sin exageraciones
apócrifas, con perfecto sentido del misterio con un idéntico realismo en la
participación en los misterios del Señor.

Vamos a intentar, al menos, recoger algunos rasgos de su evangelismo, de


ese acercarse al Señor con su sensibilidad de mujer a través de una serie de
episodios en los que revela la originalidad de Teresa en sus relaciones con el
mensaje de Cristo.

- Como la Samaritana. Uno de los episodios evangélicos que mas le han


llamado la atención a la Santa desde la niñez es el diálogo de Jesús con la
Samaritana (Jn 4). A la evocación de la palabra correspondía también el
impacto que le hizo el cuadro que estaba en su casa, que tanto le llamó la
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atención desde su niñez. Teresa se encariñó con esa escena en la que conoció
a Cristo y aprendió a orar pidiéndole al Señor que le diera el agua viva. Nos lo
recuerda la Santa en esta confidencia autobiográfica: "Oh qué de veces me
acuerdo del agua viva que dijo el Señor a la Samaritana, y así soy muy
aficionada a aquel Evangelio; y es así cierto, que sin entender como ahora
este bien, desde muy niña lo era y suplicaba muchas veces al Señor me diese
aquella agua, y la tenía dibujada adonde estaba siempre, con este letrero
cuando el Señor llego al pozo: Domine da mihi aquam" (Vida, 30,19). La
figura de esta mujer que dialogo con Cristo le será familiar siempre a la Santa,
modelo de alguien que quedó saciada en su sed, ejemplo de mujer apostólica
que se lanza a anunciar a Cristo desde la experiencia (Meditaciones sobre los
Cantares 6,6). No podrá pensar en la oración sino como agua viva que Dios
hace brotar en lo hondo del corazón para saciar la sed de Dios que tiene el
hombre (cfr.Camino, 19,6; Exclamación 9).

- Como Marta y María en la casa de Betania. Otro episodio que ha llamado la


atención a Santa Teresa es la amistad de Jesús con Marta, María y Lázaro.
Aquí percibe la Santa la humanidad de Jesús, su capacidad de relación y de
amistad sentida, pues se conmueve ante la muerte del amigo y escucha la
oración de sus hermanas cuando le piden la resurrección (Moradas V, 3,4;
Exclamación 10). Ana de Jesús recuerda el impacto que le había dejado a la
Santa este episodio, como hubiera querido acoger a Cristo en su casa, y como
ahora quería que sus hijas acogieran a los letrados y ministros del Señor como
si fuera el mismo Cristo, recibido ahora en la Betania de cada Carmelo. En sus
meditaciones acerca de este episodio, y en sus aplicaciones a la vida, en la
encarnación vital de este episodio, la Santa ha llegado a dos conclusiones
sorprendentes. La primera es la de afirmar una "mística de la comunidad".
Cada comunidad es como una Badiana donde el Señor es huésped permanente
que viene a estar y a recrearse y a comer con nosotros (Camino, 17,6); con
cariñoso diminutivo había escrito: "Pues pensad que es esta Congregacioncita
la casa de Santa Marta" (Ib., 5). La segunda aplicación es revolucionaria en la
exégesis tradicional de este paso; Teresa reivindica los méritos de Marta, su
servicio al Señor. Llega incluso a hacer sus observaciones sobre el dolor de
Marta por la reprimenda del Maestro (Exclamación 5,2). Valora los méritos del
servicio, el Maestro se hubiera quedado sin comer (Moradas, VII, 4,12). Y así,
de un plumazo, corta por lo sano la oposición entre Marta y María, entre
acción y contemplación, valora la complementariedad de los servicios en la
Iglesia y en cada comunidad y pone como centro de todo el amor. Se sirve al
Señor en la casa cuando se escuchan sus palabras en la intimidad de la
oración como María, y cuando se sirve a los hermanos. Todo es amor de
Cristo. En el cristiano perfecto la síntesis de vida alcanzara la
complementariedad y la riqueza de una contemplación que se hace servicio a
los hermanos. Del Evangelio, con intuición femenina, la Santa ha sacado
magníficas consecuencias de vida concreta, con originalidad y osadía.
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- Como María Magdalena. Es otro personaje con el que la Santa ha sentido una
profunda identificación. Desde su experiencia de "pecado" o de gratitud e
insensibilidad ante las gracias del Señor, la Santa encuentra en ella un modelo
de conversión y de amor a Cristo. Revive con frecuencia, después de la
comunión el episodio del perdón de la pecadora en la casa de Simón el fariseo,
uno de los episodios más característicos de la libertad de Cristo ante las
costumbres de su tiempo (Camino, 34,7). El momento de su conversión esta
sellado por esta identificación espontánea: "Era yo muy devota de la gloriosa
Magdalena y muy muchas veces pensaba en su conversión, en especial
cuando comulgaba, que como sabía estaba allí cierto el Señor dentro de mí,
poníame a sus pies pareciéndome no eran de desechar mis lágrimas..." (Vida,
9, 1-3.) Aquella vez hubo lágrimas y tuvo el gozo y la certeza de un perdón,
alcanzado porque en el mucho amor de Teresa hubo un movimiento
providencial, el de dejar la confianza en ella y ponerla toda en Dios. Y en este
gesto hubo también la audacia de una opción total en la vida, para que Dios la
cambiara de una vez para siempre: "Paréceme le dije entonces que no me
había de levantar de allí hasta que hiciese lo que le suplicaba" (Ib.). María
Magdalena será un personaje familiar para la Santa, modelo de fortaleza ante
las dificultades del seguimiento hasta la cruz, mujer defendida con amor por el
Maestro, modelo del apostolado de las mujeres ( Moradas VII, 4,13). En el
Vejamen recuerda también, junto a la Samaritana y a la Magdalena a la
Cananea que con su confiada insistencia fue escuchada por el Señor.

Se podrían multiplicar los episodios evangélicos en los que la Santa encuentra


una forma de contemporaneidad y de donde sabe sacar consecuencias de vida
inmediata, en una exégesis concreta y vital. Por la originalidad y por la
perspectiva que nos abre en el modo de vivir los episodios evangélicos, incluso
con alguna aplicación peregrina, vamos a citar dos episodios característicos en
los que Teresa hace su exégesis y saca sus consecuencias.

- La entrada de Cristo en Jerusalén. Las Semanas Santas fueron siempre el


gran banquete espiritual y litúrgico de la Santa. Las citas de los episodios de la
pasión se hacen densas en los escritos teresianos, como en los Evangelios,
donde la pasión ocupa un lugar detallado y extenso en comparación con los
otros episodios. Abre la meditación teresiana la entrada del Señor en
Jerusalén. En su exégesis muy original parece que ha notado un fallo de
atención al Maestro. Parece que se pregunta: ¿quién ha invitado al Señor a
comer después del recibimiento apoteósico? Se lleva una desilusión. El Señor
ha tenido que volver a la casa de Betania. Le parece mucha la crueldad de los
judíos. Decide reparar la ofensa acogiendo al Señor en su corazón ese día. Se
prepara para la comunión y permanece en retiro con Cristo. Da su comida a
un pobre para que el gesto sea mas concreto y eficaz. Un día el Señor le paga
con creces "el convite que me hacías este día" (Relación 26). Teresa ha sido
fiel a este recuerdo durante muchos años, a partir de los primeros de su vida
religiosa. Una forma muy concreta de hacer oración desde la vida, acercarse al
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Evangelio con sensibilidad femenina, traducir en compromisos concretos la


lección evangélica aprendida en la oración.

- Oración en el huerto de los olivos. Otro episodio clásico de la meditación


teresiana es el acercamiento a Cristo en la oración del huerto de los olivos.
Fue meditación diaria de Teresa durante muchos años, uno de esos lugares en
que la soledad de Cristo le invitaba a acercarse con confianza. En la
descripción teresiana, admiramos la capacidad de entrar en la realidad de la
escena evangélica y su viva participación: "Me hallaba muy bien en la oración
del huerto: allí era mi acompañarle; pensaba en aquella aflicción y sudor que
allí había tenido; si podía, deseaba limpiarle aquel tan penoso sudor, más
acuérdome que jamás osaba determinarme a hacerlo, como se me
representaban mis pecados tan graves; estábame allí lo mas que me dejaban
mis pensamientos con El, porque eran muchos los que me atormentaban..."
(Vida, 9, 4). Es una oración que Teresa mantiene con fidelidad incluso en los
momentos de crisis y se remonta a los años de su juventud, antes de que
fuese monja. Es su testimonio: "Muchos años, las mas noches, antes que me
durmiese cuando para dormir me encomendaba a Dios, siempre pensaba un
poco en este paso de la pasión del Huerto, aun desde que no era monja,
porque me dijeron se ganaban muchos perdones, y tengo para mí que por
gano mucho mi alma, porque comencé a tener oración sin saber qué era..."
(Ib.).

La iniciación de Santa Teresa a la oración ha tenido, pues, un largo estilo


cristológico. Ha personalizado su relación con Dios en Cristo, ha cristologizado
su oración y su vida hasta entrar en una relación de intimidad con el Señor
que le ha permitido penetrar en sus sentimientos humanos.

4. La crisis cristológica de Santa Teresa

No obstante esta clara experiencia que hemos ido anotando, se nota en la


autobiografía teresiana una extraña crisis de abandono de la Humanidad de
Cristo. Se trata de una crisis que coincide también con la crisis de la oración y
de la vida.

La Santa se recrimina este momento difícil de su vida que juzga como una
autentica traición y un pecado de ingratitud. De aquí sacara una serie de
lecciones saludables acerca de la necesidad absoluta de Cristo en la vida de
oración desde el punto de vista teológico, psicológico y moral.

Por un tiempo cedió a la fascinación de métodos de alta espiritualidad que le


aconsejaban prescindir de la Humanidad del Señor. La cosa por el momento
funcionó y Teresa se quedó engolfada en experiencias gratificadoras: "En
comenzando a tener algo de oración sobrenatural, procuraba desviar toda cosa
corpórea. aunque ir levantando el alma yo no osaba, que, como era siempre
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tan ruin veía que era atrevimiento; mas parecíame sentir la presencia de Dios,
como es así, y procuraba estarme recogida con El; y es oración sabrosa si Dios
allí ayuda, y el deleite mucho. Y como se ve aquella ganancia y aquel gusto,
ya no había quien me hiciese tornar a la Humanidad, sino que en hecho de
verdad me parecía era impedimento" (Vida, 22,3). Pero no siempre funcionaba
aquella técnica, y entonces Teresa quedaba sumida en aridez, precisamente
cuando más necesitada estaba de un encuentro real y personal con Cristo
capaz de contrarrestar sus crisis interiores y de colmar su afectividad dispersa.

La crisis llegó a su colmo cuando abandonó la oración. La Santa siente este


momento del abandono de Cristo y de la oración como la traición de Judas y la
ingratitud de Pedro en el momento de la Pasión; la azuzaba el demonio con
sutiles razones, entre ellas que la incoherencia de su vida de monja no se
llevaba bien con el trato de amistad con Dios" (Vida, 19, 10-11).

Así, entre la tentación pseudomística y la incoherencia moral, Teresa consuma


una traición a su amor, Jesucristo Dios y Hombre verdadero. De hecho,
cuando la Santa vuelva de nuevo tras su conversión a un ejercicio metódico y
fiel a la oración, con la ayuda de los jesuitas, será como un retorno a la
oración primera y será también el principio de una total recuperación espiritual
al amparo de aquella presencia que durante tanto tiempo le dio la vida y
colmo las exigencias más hondas de su afectividad. Nos recuerda la Santa:
Díjome el P. Diego de Cetina "tuviese cada día oración en un paso de la
Pasión, y que me aprovechase de él y que no pensase sino en la Humanidad, y
que aquellos recogimientos y gustos resistiese cuanto pudiese..." (Vida,
23,17). El remedio fue oportuno, era como volver a vivir y a respirar a pleno
pulmón en el amor de Cristo y en la plenitud de una sensibilidad necesitada de
presencia y afecto del Cristo del Evangelio. El fruto fue inmediato: "Comencé a
tornar de nuevo amor a la sacratísima Humanidad" (Vida, 24,2),

Mientras tanto se había producido en la experiencia de la Santa un cambio


fundamental: su conversión a Cristo. Y en este hecho ella había sentido una
fineza de su amor, Cristo había salido a buscarla como una oveja perdida.
Ahora era El quien tomaba la iniciativa de buscarla, de mirarla, de convertirla.
Las meditaciones subjetivas se tornaban ahora experiencias objetivas. El
Evangelio se repetía para ella como una realidad viva y verdadera que la iba a
conducir a una total liberación interior. Cristo mismo bajó hasta el sepulcro de
las mediocridades de Teresa; se le presentó allí donde se jugaba su fidelidad,
en el mismo locutorio de la Encarnación y mientras se derramaba con una
persona en conversaciones frívolas: "Representóseme Cristo delante con
mucho rigor, dándome a entender lo que aquello le pesaba. Víle con los ojos
del alma más claramente que con los del cuerpo le pudiera ver, y quedóme
tan imprimido que ha esto más de veinte y seis años y me parece lo tengo
presente. Yo quedé muy espantada y turbada, y no quería ver mas a con
quien estaba" (Vida, 7,6). El Evangelio se le ha hecho por un momento eficaz
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y verdadero, y Cristo se le ha metido en su vida como Salvador aunque con la


seriedad de un juez.

Poco a poco aquella mirada interior le iba minando sus seguridades y


exigiendo nuevas fidelidades. Cuando ante sus ojos vio la imagen del Cristo
llagado y esta vez no era una visión subjetiva sino una imagen que se había
traído al monasterio para una fiesta cuaresmal- aquel corazón ya estaba tierno
y preparado para la crisis final de la conversión. Teresa parece repetir las
palabras de Pablo: Me amó y se entregó por mí. Reconoce a Cristo como
Salvador: Era de Cristo muy llagado; en mirándola toda me turbo de verle tal,
porque representaba bien lo que pasó por nosotros" (Vida, 9,1).

Con la conversión va a iniciar el nuevo período cristológico en la plena


revelación de Cristo a Teresa.

II.- LA REVELACIÓN DE CRISTO A TERESA EN SU ORACIÓN

La oración fue el espacio de la búsqueda y será ahora el lugar del encuentro.


En sus meditaciones llenas de "simplicidades" se ha identificado con el Cristo
del Evangelio en sus sentimientos humanos, con el Cristo de la Encarnación,
de la Vida pública y de la Pasión. Ahora el Señor se le va a descubrir en la
plenitud de sus misterios y en la síntesis de su Resurrección gloriosa. Los dos
aspectos son importantes en la cristología teresiana; prevalece en su
meditación la referencia a lo que podríamos llamar el Cristo histórico, del que
tendrá que vivir los sentimientos para ser como El. Pero desde ahora el Señor
Jesús se le revelará casi siempre en la plenitud de su misterio pascual,
luminoso y lleno de majestad, con la carne glorificada. Pero en Cristo glorioso
la Santa percibe con claridad la plena humanidad de la carne del Hijo de María
y los sentimientos humanos de aquel que volviendo al cielo no ha abandonado
su plena realidad humana. Sus palabras y sus gestos son humanísimos. Su
humanidad no ha quedado absorbida en su retorno a la Trinidad. En la síntesis
de la Humanidad Sacratísima - fórmula plena de fe católica- la Santa
concentra todos sus sentimientos y convencimientos de su fe; Cristo es
verdadero Dios y Hombre, es el Verbo Encarnado, el Crucificado y el Rey
Glorioso. Para vivir, para ser discípula, la Santa fijará su mirada en el Cristo de
la vida pública y de la Pasión, para imitar sus actitudes y vivir sus palabras. De
esta forma la Santa consigue una síntesis que no es dualista, porque Cristo es
el mismo en el ayer y en el hoy, es el que la vive por dentro y el que la quiere
en todo semejante a El a través de la imitación de sus sentimientos humanos,
hasta el culmen de la pasión donde Cristo se revela el modelo por excelencia
del contemplativo, del místico, del santo cristiano que lleva en su rostro los
rasgos de la divino-humanidad del Señor Jesús.
13

De esta forma la cristología teresiana es como una síntesis de la fe y de la


predicación evangélica. En ella encontramos la cristología de los Sinópticos y
de Juan atentos a la humanidad de Jesús. Hallamos también la cristología de
Juan donde Cristo aparece como el Verbo Encarnado con la acentuación de su
divinidad, con las características de su mediación hacia el Padre y en el don
del Espíritu, y esa vida cristiana que es vivir por El y permanecer en El.
Finalmente se nos revela la cristología paulina de un Cristo Resucitado con el
que Teresa convive, en Cristo, sin que deje de grabar en su corazón y en su
existencia cotidiana los estigmas del Señor Jesús.

Toda esta preciosa síntesis que aquí simplemente dejamos aludida es el fruto
de la plena revelación de Jesucristo y de su comunicación vital hasta el vértice
de la gracia del matrimonio espiritual y de la inhabitación trinitaria .De esta
forma la Humanidad Sacratísima de Cristo llevará a Teresa hasta la revelación
trinitaria por parte del misterio de la divinidad y la conducirá hasta la Iglesia y
los hermanos en la plena identificación de Cristo con su Cuerpo histórico y real
que es la Iglesia y con cada uno de los hermanos, como tendremos ocasión de
ilustrar.

1. Revelación progresiva de Jesucristo

La revelación de Cristo a Teresa sigue una progresividad muy interesante.


Ante todo una revelación de Cristo como Maestro y libro vivo, como Verbo
eficaz y revelador de los misterios. Jesucristo se convierte en el Maestro
divino, el hermeneuta de los misterios evangélicos, como si Teresa recibiera
directamente del Señor las enseñanzas del Evangelio. Esta experiencia dejara
huella en la pedagogía teresiana de la Oración. Ella nos aconsejara ponernos
cabe el Maestro con la certeza de que El enseña sin ruido de palabras y va
grabando a fuego sus enseñanzas en aquellos que se ponen bajo su magisterio
interior.

- Cristo libro vivo. La revelación personal del Señor se va preparando a través


de una serie de palabras progresivas que aseguran a Teresa la fuerza de la
existencia del Señor y la eficacia de sus promesas. Queda lanzada hacia un
horizonte nuevo. Así por ejemplo, escucha en momentos de soledad: "No
temas, hija, que yo soy y no te desampararé; no hayas miedo" (Vida, 25,18).
En otra ocasión: "¿ De qué temes? ¿No sabes que soy todopoderoso? Yo
cumpliré lo que te he prometido". Estas. Estas palabras tienen la estructura y
el contenido de unas revelaciones semejantes a las del A.T. en las
manifestaciones de Dios. Son la preparación para la gran revelación de Jesús
en el momento en que una represión cultural de la Inquisición española vacía
la pequeña biblioteca de la Santa de libros espirituales y de los textos bíblicos
en romance: "No tengas pena, le dice el Señor, que yo te daré libro vivo"
(Vida, 26,5), Era el preludio de toda una serie de progresivas lecciones
personales: "Ha tenido tanto amor conmigo para enseñarme de muchas
14

maneras que muy poca o casi ninguna necesidad he tenido de libros; su


Majestad ha sido el libro verdadero donde he aprendido las verdades. Bendito
sea tal libro que deja imprimido lo que se ha de leer y hacer de manera que no
se pueda olvidar!" (Ib.). Es una experiencia mística global de Cristo como
Maestro que se refleja en una nueva comprensión de las verdades del
Evangelio, aunque a veces se trate de una serie de palabras vivas que escucha
la Santa de boca del Señor. Por eso podrá decir con frecuencia que el Señor
fue siempre su Maestro y que muchas cosas de las que escribe se las decía
este su maestro espiritual.

- Cristo presente. De las palabras a la presencia, de la presencia a la visión de


su rostro, de sus manos y de todo el Cuerpo del Señor Resucitado. Esta va a
ser la secuencia maravillosa de la revelación personal de Jesucristo que la
Santa documenta con lujo de detalles. A la búsqueda de Teresa de ponerse
cabe Cristo ahora responde el Señor: "Parecíame estaba junto cabe mí Cristo,
y veía ser El el que me hablaba..." (Vida, 27,2). Ninguna duda la podía turbar
a pesar de las preguntas indiscretas de sus confesores algo incrédulos.
Confiesa Teresa: "Acá vese claro que está aquí Jesucristo, hijo de la
Virgen...se ve nos acompaña y quiere hacer mercedes también la Humanidad
Sacratísima" (Ib., 4). Poco después fue la experiencia de toda la Humanidad
Sacratísima del Señor, en la gloria, belleza y majestad de la Resurrección. Una
explosión de luz parece llegar a Teresa que se goza de Cristo, de una especie
de visión de la claridad de Cristo en el Tabor y en la Resurrección, "luz que no
tiene noche" (Vida, 28, 3,5-6) La celebración de la Eucaristía, con la
comunión, le hace partícipe de la gloria de Cristo Resucitado. Lo contempla
vivo: " Cristo vivo; y da a entender que es hombre y Dios; no como estaba en
el sepulcro sino como salió de él después de resucitado" (Ib., 8). Se
intensificarán las visiones y revelaciones de Cristo. La presencia será habitual,
le parecerá que el Señor camina siempre a su lado derecho "testigo de todo lo
que hacía" (Vida, 27,2). Las palabras del Señor, sus manifestaciones se irán
haciendo cada vez más habituales y poco a poco irán culminando en otras
experiencias de participación en sus misterios, hasta la gracia del matrimonio
espiritual y la visión de la Trinidad a la que Teresa llegara de la mano del
mismo Cristo.

Una lectura progresiva de las gracias cristológicas de Santa Teresa nos lleva a
esta avasalladora presencia de Cristo que se revela de esta manera:

Teresa lo contempla siempre como resucitado aunque se le revele a veces


para consolarla bajo los signos de la pasión ( Vida 29, 1-5). En el libro de la
Vida vislumbra ya la presencia de Cristo en el seno del Padre (Vida 38,17),
pero también con su imagen impresa y resplandeciente, como en un espejo en
el alma del justo ( Vida ,40,5).
15

La inmensa belleza del Señor la llena de gozo y de fuerza ( Vida, 37,5; 38,21).
Tiene conciencia de la presencia del Señor en medio de aquellos que le aman y
sirven con amor ( Vida 34,17; 36,24).

La Relaciones están cuajadas de esta riqueza de experiencias cristológicas,


sobrias en las palabras del Señor, ricas en la gracia de transformación de la
persona.

No vamos a entretenernos en narrar estas gracias místicas. Ha sido suficiente


haber visto como surge en la vida de la Santa esta respuesta del Señor
Resucitado a la búsqueda perseverante y fiel de Teresa en la oración.

2. Lecciones acerca de la Humanidad de Cristo en nuestra oración y en


la vida espiritual.

Todo el capitulo 22 de la Vida encierra una síntesis doctrinal acerca de la


importancia de Cristo en la vida de oración y en la vida espiritual. Podemos
resumir estos rasgos teresianos en algunos principios y orientaciones.

- Cristo en su Humanidad modelo de nuestra existencia. Desde su propia


existencia Teresa contempla la humanidad de Cristo y en ella encuentra el
"dechado", el modelo de la experiencia en esta vida. Sin la humanidad de
Cristo nos faltaría el punto de referencia en el realismo de nuestra aventura,
en la fragilidad de nuestro ser y en las situaciones dolorosas en las que
tenemos que vivir. Sin Cristo estamos como en el aire, sin un punto de arrimo,
sin una referencia realista para nosotros que somos humanos: "Es gran cosa
mientras vivimos y somos humanos, traerle humano" (Vida, 22,9). O dicho
con otras palabras: "Veía que aunque era Dios era Hombre, que no se espanta
de las flaquezas de los hombres, que entiende nuestra miserable compostura,
sujeta a muchas caídas por el primer pecado que El había venido a reparar.
Puedo tratar como con Amigo aun que es Señor..." (Vida, 37,5). Hay como
una necesidad biológica y psicológica en Teresa y en nosotros de descubrir la
plena humanidad del Señor desde nuestra propia realidad, como respuesta
salvadora, alentadora y libertadora: "Es muy buen Amigo Cristo, porque le
miramos hombre y vémosle con flaquezas y trabajos y es compañía y,
habiendo costumbre es muy fácil hallarle cabe sí, aunque veces vendrán en
que lo uno ni lo otro se pueda" (Vida, 22,10). Cristo Crucificado es como el
límite de los dolores y desarraigos y contradicciones en que nos podemos ver
también nosotros. Y entonces es necesario mirarle en el límite de su
experiencia humana en el abandono de la Cruz: "Desierto quedo este Señor de
toda consolación; solo le dejaron en los trabajos; no le dejemos nosotros,que,
para más sufrir. El nos dará mejor la mano que nuestra diligencia y se
ausentará cuando vea que conviene y que quiere el Señor sacar al alma de si,
como he dicho" (Ib.) No es extraño que la experiencia cristiana sufra a veces
la ausencia de Dios como una identificación con el dolor del Crucificado.
16

Una sencilla cita, entre tantas, nos da la clave de comprensión de esta


presencia ejemplar y alentadora de Cristo en la oración para nuestra vida
concreta: " Pues si todas veces la condición o enfermedad, por ser penoso
pensar en la Pasión, no se sufre, ¿ quién nos quitará estar con El después de
Resucitado, pues tan cerca le tenemos en el Sacramento, adonde esta ya
glorificado, y no le miraremos fatigado y hecho pedazos, corriendo sangre,
cansado por los caminos, perseguido de los que hacia tanto bien, no creído de
los Apóstoles? Porque, cierto, no todas veces hay quien sufra pensar en tantos
trabajos como pasó. Hele aquí sin pena, lleno de gloria, esforzando a los unos,
animando a los otros, antes que subiese al cielo, compañero nuestro en el
Santísimo Sacramento, que no pare ce fue en su mano apartarse un momento
de nosotros" (Vida, 22,6).

De esta forma la Santa nos ayuda a fijar nuestra mirada en el modelo porque
la vida cristiana es vivir como Cristo; solo se puede vivir en Cristo si se vive
como El, partiendo de su vida, de sus compromisos y de sus actitudes vitales.

- Perenne valor de la humanidad de Cristo en la vida espiritual. Los teólogos


de hoy - de K. Rahner a J. Alfaro y otros- no solo subrayan como Teresa la
plena humanidad de Cristo en su existencia con nosotros -lo que llamaríamos
el Cristo de la historia- sino también la perenne validez de la humanidad de
Cristo en su vida gloriosa. Es la intuición teresiana defendida con pasión en su
tiempo, de plena actualidad. Cristo es el único y absoluto mediador ante el
Padre:"Mucho contenta a Dios ver un alma que con humildad pone por tercero
(mediador) a su Hijo y le ama tanto..."(Vida, 22,11)."Este Señor nuestro es
por quien nos vienen todos los bienes" (Vida, 22,7). "Para contentar a Dios y
que nos haga grandes mercedes, quiere sea por manos de esa Humanidad
sacratísima en quien dijo su Majestad se deleita... por esta puerta hemos de
entrar..." (Ib. 6). Con mayor abundancia de argumentos teológicos y de textos
bíblicos, si cabe, vuelve a repetirlo en el Castillo Interior: "Si pierden la guía
que es el buen Jesús, no acertarán el camino... Porque el mismo Señor dice
que es camino... que es luz y que no puede ninguno ir al Padre sino por El; y
"quien me ve a mí ve a mi Padre" (Moradas VI, 7,6). Toda la cristología del
Verbo Encarnado en San Juan esta implicada en esta reacción connatural de
Teresa. Para ella la evidencia de su experiencia mística lo prueba: "Es muy
continuo (en la séptima morada y aun antes) no se apartar de andar con
Cristo nuestro Señor por una manera admirable, adonde divino y humano
junto es siempre su compañía" (Ib. 9).

Con una característica sensibilidad litúrgica y eclesial, la Santa nos ayuda a


teologizar este principio con dos observaciones. No podemos prescindir de la
Humanidad de Cristo pues la Iglesia celebra los misterios de su carne en el
año litúrgico: "No tendrá razón, si dice que no se detiene en estos misterios y
los trae presentes muchas veces, en especial cuando los celebra la Iglesia
católica (Ib. 11). Quien quisiere "pasar" de la Humanidad de Cristo corre el
17

riesgo de depreciar o despreciar toda la estructura sacramental de la Iglesia


ya que el contacto vivo con Cristo se realiza ahora por medio de los
sacramentos que son como la prolongación de la Humanidad de Cristo. Con
fina intuición lo dice Teresa: "Podría venir a hacer perder la devoción con el
Santísimo Sacramento (Ib., 14). Quien no acepta la mediación de Cristo, no
acepta ni valora la realidad sacramental de la Iglesia, de los sacramentos, de
la comunidad, de los hermanos; corre el riesgo de un peligroso subjetivismo
espiritual con visos de espiritualismo que en realidad no es cristiano, porque
no es cristológico.

- La "teología teresiana" del cristocentrismo. Recientemente el teólogo


protestante J. Moltmann ha escrito que en Santa Teresa se resume el antiguo
adagio de los Padres de la Iglesia: "Dios se hace hombre para que el hombre
es partícipe de la naturaleza divina..." La primera parte de este adagio la
subraya Teresa con la gran insistencia en el principio de la Humanidad
Sacratísima de Cristo. La segunda parte tiene su confirmación por su doctrina
acerca de la oración que es camino de perfección y de divinización. La intuición
del teólogo evangélico es certera. Pero lo es más todavía la doctrina de Santa
Teresa a la luz de cuanto hemos estado viendo. El cristiano es invitado a
recorrer un camino de deificación a partir de una vivencia cristológica en la
que el Señor es modelo y molde de la transformación cristiana, mediador de la
salvación y el principio de la nueva vida espiritual que es vida en Cristo. En la
Encarnación tenemos el punto máximo de la condescendencia divina respecto
a la humanidad : "Que ya el hombre es Dios", como dice una poesía teresiana
navideña Y en la santificación del matrimonio espiritual tendremos la
comunión perfecta con Cristo. La transformación del hombre: "particionero de
la naturaleza divina" y "naturalizado con la vida de tu Dios", como dice la
Exclamación 17.

- Convicciones profundas de la doctrina cristocéntrica. Yo resumiría en dos


principios el equilibrio de la doctrina teresiana acerca de Cristo en esa
afirmación conjunta de la humanidad y de la divinidad que son las dos
naturalezas de Cristo en su única persona divina, según la más pura tradición
eclesial de la Iglesia desde el Concilio de Calcedonia:

- Sin la humanidad de Cristo, no hay una autentica condescendencia de Dios,


ni una salvación para lo humano, ni un modelo para la vida del hombre, ni una
posibilidad de la comunión del hombre con Dios. En la humanidad de Cristo
tenemos la fuente de la gracia, la puerta que lleva al Padre, el modelo de una
existencia cristiana redimida y transformada.

- Sin la divinidad de Cristo, no hay posibilidad de salvación, de redención, de


deificación a través de una vida que se comunica para transformar, para
hacernos de la "condición" de Dios.
18

- En la humanidad y divinidad de Cristo, tenemos el principio de la santidad


cristiana, y en el rostro de los santos cristianos, como en el de Teresa, aparece
la conformación a Cristo en la fuerza de la divinidad y en la humanísima
sencillez transformadora de la sociedad. El santo es también, como Cristo,
divino y humano junto. Lleva por dentro la fuerza transformadora de la gracia
y refleja externamente el rostro amabilísimo de Jesús de Nazaret en sus
alegrías y en sus trabajos.

No es pues de extrañar, que uno de los últimos gritos cristológicos que se


escapan de la pluma de Teresa, pocos meses antes de morir, al redactar la
última fundación de Burgos sea esta confesión de fe, preñada de cariño y
síntesis de sus amores fundacionales como Iglesia-Esposa: "Oh, verdadero
Hombre y Dios, Esposo mío!"(Fundaciones, 31, 46). El contexto de estas
palabras indica el realismo de su experiencia humana y divina, junto a aquel
que en el lecho de la muerte llamará de nuevo "Esposo mío y Señor mío",
como en el grito de la Esposa del Apocalipsis, con el deseo de verlo y de
gozarlo definitivamente para siempre.

3. Una síntesis de cristología existencial a través de la oración.

En la experiencia vital de Cristo en la oración teresiana podemos encontrar


una síntesis de la cristología existencial, de honda raiz tradicional y de
perenne actualidad para nuestras, vivencias y opciones de hoy, Una cristología
en la que se acentúa esa "pro-existencia" de Cristo o ese ser de Cristo y de
Dios para el hombre, que tan bien ha comprendido por experiencia la Santa.

- Un Cristo como nosotros. Como hemos podido subrayar Teresa acentúa el


como nosotros de la Encarnación y de la plena humanidad de Cristo, su
condescendencia hasta identificarse en nuestra humanidad. A la vez, la Santa
acentúa el como El de nuestra vida, de nuestra imitación constante hasta
revivir sus misterios e identificarnos en esa plenitud de humanidad que es el
rostro de Cristo Crucificado (Moradas, VII, 4, 8), hasta ser como EL servidores
y esclavos.

- Un Cristo con nosotros. Es la cristología de la perenne presencia y amistad


con la que el Señor nos acompaña siempre. Fue testigo silencioso de lo que
Teresa hacía, compañero nuestro en el Santísimo Sacramento. Hay una
experiencia global de lo que llamaríamos los diversos modos de presencia de
Cristo en la Iglesia: la presencia eucarística, tantas veces experimentada por
Teresa como evidencia de la presencia del Crucificado-Resucitado, en su
palabra viva, en los sacramentos, en la oración comunitaria y en la misma
comunidad, en lo íntimo del alma y de cada alma que lleva impresa la imagen
misma de Cristo (cfr.Vida, 40,5). Por eso la Santa aconseja con finura una
pedagogía del "caminar con Cristo" de tenerlo presente y de mirarlo junto a
19

nosotros (cfr. Camino, 26), para revivir la misma experiencia de los discípulos
que comprendían las palabras salidas "de aquella boca divina".

- Un Cristo para nosotros y por nosotros. Es la cristología de la redención y de


la salvación. Cristo es el redentor y el salvador; en sus padecimientos y
trabajos esta ese por nosotros de Teresa con que nos invita a mirar con
confianza a Cristo en la alegría y en la tristeza, en el misterio de pasión y de
Pascua, con la certeza de ser El para nosotros. Cristo se ha hecho para Teresa
don absoluto, don del Padre y síntesis de otros dones ("El Espíritu Santo y esta
Virgen..."). Un regalo que supone el compromiso de caminar con El: "Juntos
andemos, Señor; por donde fuereis tengo de ir, por donde pasareis, tengo de
pasar" (Camino, 26. 4-6).

De aquí surge el grito de Teresa, con el del autor de la Carta a los Hebreos
12,1: "Pongamos los ojos en Cristo nuestro bien..."; o la exhortación de la
Santa semejante a la de Pablo a los Corintios (1 Cor 2,2): "Poned los ojos en
el Crucificado,.." (Moradas, VII, 4,8). Es la mirada amorosa que garantiza la
atracción interior y la imitación generosa: "Pues si nunca le miramos ni
consideramos lo que le debemos y la muerte que paso por nosotros, ¿ cómo le
podemos conocer ni hacer obras en su servicio...? ¿ quién nos despertará a
amar a este Señor?" (Moradas, II,11).

4. Hacia una cristología total teresiana

A través de la meditación de la humanidad de Cristo y con la revelación


personal del Señor, Teresa, como Pablo, ha entrado en una comprensión
global del misterio de Cristo. Es lo que podríamos llamar una "Cristología total
teresiana" en la que se funden armónicamente toda una serie de aspectos con
los que el Señor se revela y hace presente, esta en comunión. Esta revelación
del Señor en sus diversos aspectos tiene un elemento teológico, de
comprensión del misterio de Cristo y un aspecto ético-espiritual o de
compromiso.

Me permito sugerir solo este tema tan importante con una serie de referencias
a la doctrina teresiana que pueden estimular nuestra reflexión.

Dentro de la problemática actual de la Iglesia creo que una cristología no


reductiva en sus aspectos y compromisos puede iluminarse desde Teresa de
Jesús. Veamos diversos aspectos y presencias de Cristo, la cristología total.

- La Cristología de la Encarnación y de la vida pública. En el misterio de la


Encarnación y en los misterios de la vida publica Teresa ha centrado con amor
la atención con una mirada llena de frescor y de plena comprensión de los
sentimientos de Cristo. Un campo vastísimo de búsqueda y de análisis, como
ya hemos notado, es el de los episodios, palabras y reacciones de Cristo en los
20

Evangelios, citados por Teresa explícitamente, como signo de su meditación


profunda y detallista. Esta cristología descubre a Teresa la realidad
plenamente humana del Jesús histórico, apasionadamente defendida por la
Santa. Y de aquí ella sacará la doble consecuencia, ya antes ampliamente
aludida: el Señor es plenamente humano como nosotros. Su vida ilumina
nuestros senderos y se convierte en el modo de ser nuestro, para que
podamos vivir en El. viviendo como El. Cristo mismo es el Maestro que nos
descubre interiormente este camino y nos indica la realidad que hemos de
seguir e imitar.

- La Cristología de la Pasión. Hay una meditación detallista de todos los


episodios y palabras de Jesús en la Pasión que se traduce en una invitación a
la contemplación de "Cristo Crucificado" en la que descubre todos los dolores
físicos, morales y espirituales del Señor, incluido su abandono en la Cruz. La
contemplación suscita amor: "Que siempre que se piense de Cristo, nos
acordemos del amor con que nos hizo tantas mercedes y cuan grande nos le
mostró Dios en darnos tal prenda del que nos tiene: que amor saca amor"
(Vida, 22,14). En este culmen de la pasión Teresa ve por una parte el sumo
amor de Cristo y el modelo sin igual de la fortaleza, de la humildad, de la
obediencia. Cristo Crucificado es el "espiritual de veras" que tenemos que
mirar para imitar en responder no con palabras sino con obras. La
contemplación amorosa se torna motivo de servicio con esa finura con que la
Santa le expresa: "su gloria tienen puesta en si pudiesen ayudar algo al
Crucificado" (Moradas, VII,3, 6); "por solo servir a su Cristo Crucificado"
(Moradas, IV, 2,9). En esta pura motivación del amor a Cristo hay una
autentica expresión de lo que tiene que ser una existencia cristiana fuerte,
generosa, entregada, ilusionada por la causa misma por la que el Señor dio su
vida: al servicio de los hermanos y su salvación.

- La Cristología de la Resurrección. La revelación que Cristo hace de sí a


Teresa es plenamente pascual, de Cristo resucitado y glorioso. Como hemos
subrayado, en la persona de Cristo Resucitado Teresa ve con claridad la
prolongación del Cristo de la historia, con la permanencia en El de sus
misterios de pasión y de su verdadera humanidad; le hace ver que es el
Crucificado-Resucitado, con sus llagas que le hace tocar en una ocasión, con la
corona de espinas o la cruz a cuestas, pero siempre "la carne glorificada". Este
Cristo Resucitado es el que vive en ella y con ella, el que penetra con su
presencia espiritual su vida y su historia, compañero y testigo, vida interior y
Esposo, el que la-vive-desde-dentro. Para Teresa esta contemplación de Cristo
Resucitado es motivo de gozo por la victoria personal de Cristo y lo que
supone para nosotros su triunfo, su Reino no tendrá fin. Es la posibilidad de
revivir su existencia en esa vida escondida con Cristo en Dios que es principio
de la vida nueva de todo cristiano que experimenta esta irrupción en su vida y
siente la renovación (Moradas,V,2,4) Es el principio de la divinización. Para
Teresa esta unida esta revelación con la vida de Cristo en el seno del Padre
21

(cfr. Vida, 38,17) pero desde la perspectiva de su Resurrección y en la


plenitud de su Humanidad. Cristo Resucitado le comunica el don del Espíritu
Santo y la lleva hasta el Padre, es el Revelador de este misterio, como aparece
en todas las ricas y sugestivas visiones de la Trinidad (cfr. Moradas VII, 1,6 y
en varias Relaciones: 16. 18. 25- 33. 47. 56. 57).

Cristo Resucitado ilumina la presencia del hombre interior, en la Iglesia y en la


comunidad, en el hermano, como veremos enseguida, en esta otra vertiente
del misterio del Señor presente en la tierra.

- Presencia de Cristo en la Iglesia. Cristo está vivo, vive en la Iglesia que es su


Cuerpo y es su Esposa. La Santa percibe esta presencia gloriosa del Señor en
este misterio eclesial, de mil maneras, en los aspectos característicos. Pero
hay otro aspecto que conmueve a Teresa: la Iglesia es Cristo en sus
sufrimientos. Hay una identificación muy sentida en esta frase de la Madre
Teresa cuando siente los problemas de la Iglesia de su tiempo: "quieren tornar
a sentenciar a Cristo...pues le levantan mil testimonios, quieren poner su
Iglesia por el suelo..." (Camino, 1,5). El sufrimiento por la Iglesia es
sufrimiento por Cristo con el que la Iglesia se identifica. Cristo sufre y es
despreciado en la Iglesia dividida, criticada, atacada en el centro mismo del
corazón eclesial que es la Eucaristía y el sacerdocio. A la comprensión dolorosa
de este misterio del Cuerpo real de Cristo en la historia y en los miembros de
Cristo la Santa responde desde una doble perspectiva. Amar a Cristo es amar
a la Iglesia real, histórica de su tiempo, abrazar su causa y combatir su batalla
espiritual por el Reino, como abanderada que mantiene altos los ideales de la
vida cristiana para ayudar y entusiasmar a los demás miembros de la Iglesia
militante, pero sin connivencias con las guerras de religión de Felipe II que
critica por sus iniciativas bélicas. Sentir a Cristo en la Iglesia y en la Iglesia
real, histórica, humana, servir a Cristo con amor; "o morir o padecer" es el
grito del ultimo capítulo de Vida, 40,20, que hay que comprender en la
exégesis que la Santa hace una página más adelante: "Suplique vuestra
merced a Dios, o me lleve consigo ("morir") o me de como le sirva ("padecer")
(Ib., 23), que es servir por amor hasta dar la vida, la "mística del martirio".
Teresa por ahora no muere; su lugar esta en el servicio por amor, al Cristo
que esta en su Cuerpo, la Iglesia.

- La presencia de Cristo en la comunidad. Para Santa Teresa Cristo vive en la


pequeña Iglesia de la comunidad o del grupo de amigos que están reunidos en
nombre del Señor. Así lo ha experimentado ella en conversación con el
P.García de Toledo (Vida, 34, 17). Así se lo promete el Señor y la Virgen para
su pequeña comunidad de San José de Avila: "Y que él caminaría con
nosotras" (Vida, 32,11; 33,14). Así lo experimenta varias veces (Ib. 36,24;
Fundaciones, 16, 4). El Señor mismo le dice que es San José la morada de su
deleite (Vida, 35, 12). Por eso para Teresa de Jesús cada comunidad religiosa
es el "pequeño Colegio de Cristo", el grupo apostólico presidido por el Señor,
22

es Betania donde El esta siempre presente. Toda esta convicción evangélica


sufragada por experiencias espirituales y por sentimientos de paz y de gozo,
de luz y de unidad, da a la convivencia de la vida comunitaria una dimensión
mística: es el lugar de la presencia activa del Señor que es el dueño de la
casa. De aquí que la comunidad tenga que vivir las consignas evangélicas del
maestro, especialmente la caridad que "tan encargadamente encomendó el
Señor a sus Apóstoles"; una falta de comunión supone echar de casa a vuestro
esposo (Cfr. Camino 7,10). A una "mística de la comunidad" en la que está
presente el Señor sigue una lógica consecuencia un compromiso de vida
interna en el amor, una ascesis de la unidad para ser un grupo evangélico,
cristocéntrico y apostólico como los doce que convivían con el Maestro, según
la consigna de la Iglesia en el Decreto sobre la Renovación de la Vida Religiosa
n. 15. Teresa nos indica el sentido pleno de la "comunión y participación" en la
Iglesia a partir de esta experiencia espiritual de Cristo, como premisa para una
evangelización eficaz que exige la unidad para que el mundo crea y para que
haya fecundidad apostólica (Cfr. P.C. 15). La Santa concede una misión
especial a este respecto a la presencia de Cristo en la Eucaristía, centro vivo
comunitario de todas sus fundaciones, convivencia entrañable con El (Cfr.
Fundaciones, 18,5), pero también sacrificio que ofrecemos al Padre, Pan
sacratísimo que le presentamos, prenda que aplaca al Señor en esta tierra
(Camino, 35), presencia inefable y comunión en nuestra existencia (Ib. 33-
34).

- Presencia del Señor en los hermanos. La Santa sabe que Cristo esta presente
en todos los hombres que ella reconoce como "hermanos míos e hijos de
Dios". El está presente, según la teología del capitulo 25 de San Mateo, en los
más pequeños: "Dejar la oración por cualquiera de estas dos cosas (caridad u
obediencia) es regalarle y hacer por El, dicho por su boca: "Lo que hicisteis
por uno de estos pequeñitos, hacéis por mí" ( Fundaciones, 5,3). "Los otros",
son también morada donde Dios habita, hechura misma de Dios, su imagen y
semejanza, personas con quienes Dios se comunica, por eso merecen amor y
respeto. Es más, quien no ama al prójimo no ama a Dios, y quien sirve por
amor al prójimo deja "a Dios por Dios" y posee mas hondamente a Dios (Cfr,
Exclamación 2). Por eso la regla del amor pone la prioridad en la "señal" que
amamos a Dios porque amamos al prójimo. La Santa desarrolla una certera
pedagogía del amor a los hermanos, positiva y negativa ( Camino, 6-7;
Moradas V, 3; VII, 4, 4 y ss.). Ella misma nos da el ejemplo más sublime de
amor y servicio de los más pobres. hasta en los últimos días de su vida,
sellados por el servicio amoroso de los pobres en el hospital de la Concepción
de Burgos, donde regala a los enfermos que al irse la reclamarán con
añoranza por sus conversaciones y cariño.

He aquí una amplia síntesis de la experiencia teresiana de la oración centra da


en el Evangelio y en la vida, con una sensibilidad para comprender el misterio
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de Cristo en su plenitud y vivirlo con intenso compromiso apostólico de


servicio.

CONCLUSION

Teresa de Jesús nos brinda su rica experiencia del Señor Jesús para que des
de su doctrina y pedagogía podamos revivir hoy nosotros nuestra experiencia
de Cristo en nuestra Iglesia y en nuestra historia. No se trata simplemente de
copiar o de repetir, porque las circunstancias eclesiales y sociales son
diversas. Como diversas son las posibilidades apostólicas de servicio concreto
a la Iglesia y a los pobres que ella en su tiempo no tuvo.

El que sigue a Cristo abraza su causa, como Teresa la supo abrazar en


plenitud, abierta a esa visión de la Iglesia como Reino de Dios que padece
violencia en la lucha.

Teresa de Jesús ha descubierto la plenitud del misterio de Cristo y nos la ha


mostrado en todas sus facetas para que no la reduzcamos con visiones
partidistas o miopes.

La Santa eligió la causa de los más necesitados y tuvo una sensibilidad


especial por los pobres, enfermos, necesitados. Un testigo nos dice de la
Madre: "Tenía por gran error no compadecerse de los que padecían trabajos
por el hecho de que en ellos se pueden ganar méritos, y le parecía error muy
grave no compadecerse unos de otros y ayudarnos cuanto pudiéramos; y me
contaba que no le era posible pasar ningún día sin hacer algunas obras de
piedad" (Ana de Jesús). Amó la pobreza y los pobres porque como recuerda su
compañera Isabel de Santo Domingo: "Cristo con sus discípulos, pobre y gente
humilde, había querido fundar la Iglesia, y aunque había habido escándalo, la
obra de Dios se había hecho.."

El mismo Señor le recordó en una ocasión a Santa, Teresa que tenía que estar
con los pobres y tener cuidado de los enfermos porque El había, fundado la
Iglesia con pobres pescadores y los que no se compadecen de los que sufren
son como los amigos de Job.

Un reto teresiano desde Cristo para una vida como la suya y a su servicio. Si
la oración nos descubre a Cristo en la plenitud de su humanidad es para que
vivamos nuestra humanidad según la medida del Evangelio. Para vivir en
Cristo, ideal contemplativo de Teresa y ofrecimiento que ella hace a todos los
que siguen su camino de oración, hay que vivir como Cristo. Y El nos indica el
camino del amor y del servicio a los más necesitados, Por eso la búsqueda de
Cristo en la oración nos descubre el rostro de Cristo en esos rostros de
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nuestros hermanos en los que Cristo está presente y nos pide ser servido por
amor para que también ellos consigan una plenitud de vida cristiana en el
desarrollo de su plena humanidad y de su divinidad de hijos de Dios.

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