Sei sulla pagina 1di 13

ESTE MATERIAL FUE PREPARADO ESPECIALMENTE POR LA AUTORA

PARA EL PRIGEPP.

ESTE DOCUMENTO SE HA REALIZADO CON ASISTENCIA FINANCIERA DE


LA COMUNIDAD EUROPEA. LOS PUNTOS DE VISTA QUE EN EL SE
EXPONEN REFLEJAN EXCLUSIVAMENTE LA OPINIÓN DE FLACSO-
PRIGEPP Y, POR LO TANTO, NO REPRESENTAN EN NINGUN CASO EL
PUNTO DE VISTA OFICIAL DE LA COMUNIDAD EUROPEA.

 PRIGEPP, 2002.
Todos lo derechos reservados. Hecho el depósito que marca la ley 11723.
Prohibida su reproducción total o parcial.

PDF created with FinePrint pdfFactory Pro trial version http://www.fineprint.com


Democracia, ciudadanía y sistema político de género.
Judith Astelarra

Para abordar el tema de las relaciones entre ciudadanía y democracia y el sistema de


género es necesario precisar algunos conceptos. Pero, no sólo basta la conceptualización
sino que también es necesario aplicar estos conceptos en realidades sociales concretas.
Esto último es importante porque los procesos de democratización en América Latina que
están muy efervescentes en los últimos años, a veces olvidan que la democracia nunca es
algo terminado, siempre es algo que se construye, y que la propia tradición histórica hace
que tenga algunas características determinadas.

La política y el sistema de género.

La relación entre el sistema de género y la política se expresa, principalmente, en tres


áreas: una, en cuanto a la participación política de las mujeres; dos, en la definición de lo
que es el espacio de la política y por tanto el marco desde el que se delimita esta
participación y, tres, en cuanto a la propia organización del sistema político. Analizaremos,
brevemente estas tres áreas.

1) En lo que respecta a la participación política de las mujeres, sus características


individuales fueron utilizadas durante mucho tiempo como el factor que explicaba las di-
ferencias en actitudes, opiniones, comportamiento electoral y participación política, entre las
mujeres y los hombres. Hasta los setenta esta era la explicación más comúnmente utilizada
en la mayoría de los estudios. Algunas constantes observadas en el comportamiento político
de las mujeres, tales como menores tasas de votación, mayor conservadurismo, tasas más
bajas de afiliación partidista, formas específicas de participación en los partidos y en las
campañas electorales eran atribuidas a características femeninas. Algunos de estos rasgos
específicos, según se señalaba, eran, por ejemplo, la mayor emocionalidad de las mujeres,
su compromiso con los miembros de la familia, su orientación hacia la maternidad y hacia la
defensa de los hijos, su menor interés por la política, etc.

Los estudios hechos desde la perspectiva del sistema de género, corrigieron esta in-
terpretación sesgada por el enfoque androcéntrico que tenían las Ciencias Sociales de la
época. Diversas autoras señalaron que este sesgo androcéntrico se expresaba
principalmente en el supuesto de que el hombre y la mujer comparten la misma realidad
política, es decir, que los componentes estructurales y simbólicos de la realidad política son
iguales para ambos. Por ello, muchas/os analistas cambiaron la orientación de los estudios
sobre conducta política de las mujeres. En primer lugar, se intentó eliminar los sesgos en la
evaluación de los resultados obtenidos y en la propia selección de los fenómenos y datos
que debían ser tomados en cuenta. Esto hizo cambiar notablemente las conclusiones que se
podían obtener. En segundo lugar, se llamó la atención sobre el hecho de que la mayoría de
los estudios definían de modo excesivamente restringido la esfera de la política. Si se amplía,
en cambio, la esfera de la política para incluir otras formas de participación además de las
convencionales, nos encontramos con que no es cierta la apatía femenina. Estos dos
problemas, los sesgos y la mala definición del marco político, habían distorsionado las
conclusiones sobre el comportamiento político femenino.

PDF created with FinePrint pdfFactory Pro trial version http://www.fineprint.com


Comencemos por el sesgo en la evaluación de resultados. La especificidad del
comportamiento político de las mujeres mencionada antes, se explica mejor si partimos del
supuesto de que existen dos estructuraciones diferentes del mundo político para hombres y
mujeres, ambas determinadas por la inserción que tienen unas y otros en la vida social.
Cuando la mayoría de las mujeres son amas de casa y la oferta política se centra sólo en los
temas que afectan al mundo público, en el que las mujeres están ausentes, se puede afirmar
que la política no las busca como interlocutoras. Si, al mismo tiempo, la mayoría de los
políticos son hombres y la política se define como una actividad masculina, ¿cabe entonces
sorprenderse de que existan diferencias de comportamiento político entre las mujeres y los
hombres? Esta estructuración de la política en masculino explica fenómenos tales como la
menor participación electoral femenina, las diferencias en las opciones políticas que se eligen
o la identificación en el voto con miembros de la familia. De hecho la participación política de
las mujeres aunque inferior a la masculina, es mucho mayor de lo que cabría esperar en un
grupo tratado como marginal a la política.

La mejor prueba de que el marco desde el que se evaluaba era incorrecto se ve si se


estudia la conducta política femenina en los ochenta y los noventa. Los padrones de
comportamiento político femenino han cambiado, justamente en los países en que hay una
mayor incorporación de las mujeres a la población económicamente activa y a las actividades
sociales y culturales. No sólo no existe apatía electoral sino que, por el contrario, las mujeres
pueden tener más participación electoral que los varones y su voto es, en muchas ocasiones,
más progresista que el masculino. En cuanto a la identificación electoral con los varones de
la familia, es lógica cuando se trata de amas de casa y no es necesariamente sinónimo de
falta de identidad política. Se trata ni más ni menos que de recurrir al líder de opinión mejor
informado como hace cualquier otro ciudadano en el lugar de trabajo o en las organizaciones
sociales en las que participa. Pero, esto también ha cambiado. En varios países, en la
medida en que los intereses específicos de las mujeres se han incorporado a la arena
política, su voto depende de la oferta programa tica que los partidos le hacen en los temas
que tienen que ver con la emancipación femenina. Así las mujeres votan por otras mujeres o
castigan a los partidos o candidatos que se han pronunciado en contra de la igualdad de los
sexos o en temas que afectan a las vida de las mujeres.

2) La segunda área de relación entre el sistema de género y la política se encuentra en la


definición del espacio de la política. Aquí se ha producido, quizá el cambio más importante
de orientación en los estudios sobre mujer y política. En general, las formas de participación
política estudiadas, se referían sólo a la política convencional, definida en términos de la
participación en las instituciones públicas y los partidos políticos. En estos ámbitos
destacaba la ausencia de las mujeres. Sin embargo, si se estudia otras formas de
participación política, directa o indirecta, el panorama es bastante diferente. La presencia de
las mujeres aumenta notablemente en los movimientos sociales, en las movilizaciones
políticas, en el nivel local institucional, en las organizaciones ciudadanas y, en especial, en
los momentos de conflictos sociales y de crisis política, tales como huelgas, protestas, revo-
luciones, etc. También las mujeres manifiestan su presencia política a través de mecanismos
indirectos como las relaciones familiares o las relaciones personales. En este caso se trata
de formas de influenciar la política a través de los varones y suele tener gran importancia
cuando se trata de sociedades que no tienen sistemas políticos estables.

La forma más notable de participación política de las mujeres son los grupos de
mujeres y el movimiento feminista. Es importante porque es el modo en que las propias
mujeres definen su especificidad política. Los grupos de mujeres son autónomos o
3

PDF created with FinePrint pdfFactory Pro trial version http://www.fineprint.com


pertenecen a organizaciones políticas institucionalizadas. En ambos casos es una forma de
admisión de que las mujeres son diferentes a los varones y que requieren de organizaciones
específicas. No necesariamente, sin embargo, estos grupos de mujeres admiten su
especificidad política ni siempre buscan ser representativos en el escenario político de los
intereses femeninos. Esto es, en cambio, lo que caracteriza al feminismo. Se trata de un
movimiento crítico sobre la situación de las mujeres que busca trasladar sus reivindicaciones
al interior de las instituciones o que pretende transformar radicalmente el propio sistema
político.

El movimiento feminista ha sido históricamente y lo es en la actualidad, la expresión


política de las demandas de las mujeres. Estas demandas han estado marcadas por el
momento histórico en que se han desarrollado, por las concepciones ideológicas que las han
enmarcado y por las formas organizativas que han adoptado. Pero, han sido siempre la
forma más genuina de plantear la especificidad política de las mujeres. El movimiento
feminista se ha expresado en forma diferente en el siglo XIX o en los setenta y ochenta. Es
interesante, desde la perspectiva política, distinguir el sufragismo del feminismo moderno en
cuanto al tipo de demandas que consideran específicas de las mujeres.

En el caso del sufragismo, el desarrollo de la sociedad capitalista industrial y urbana,


es decir, la que generó la separación más radical de los ámbitos públicos y privados y la
desigual valoración social de ambos fue el contexto político desde el que surgieron sus
demandas. Las mujeres habían sido excluidas del ámbito público y, en consecuencia, la
demanda sufragista se centró en que las mujeres pudieran acceder a estas actividades
públicas de las que habían sido excluidas. El sufragio es el medio por el cual aspiraban a
conseguir esta reivindicación. Esto muestra un gran espíritu democrático; en momentos en
que el discurso contestatario era revolucionario e insurreccional, las sufragistas apuestan por
la democracia como medio de conseguir los cambios sociales a los que aspiran.

El feminismo moderno se encuentra con una sociedad en que la ideología sobre la


naturaleza femenina como determinante de su actividad social está en crisis. El avance de la
democracia impide la desigualdad teórica entre las y los ciudadanos. Sin embargo, la división
entre las actividades públicas y privadas sigue existiendo con la desigual valoración ya
señalada. La reflexión del feminismo moderno a través de sus distintas corrientes se expresa
en dos grandes líneas. Primero, se señala que la desigualdad femenina se mantiene porque
existen relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, que se manifiestan porque la
sociedad aún sigue siendo patriarcal, especialmente en la institución central del patriarcado,
la familia que limita y condiciona la actividad de las mujeres en cualquier esfera social. En
segundo lugar, el feminismo moderno propone analizar y revalorizar a las mujeres, sus
características personales y las actividades sociales que desempeñan.

3) Finalmente, la organización del sistema político también está determinada por el sistema
de género. La democracia moderna hunde sus raíces en la democracia griega y se ha ido
moldeando por el pensamiento político moderno y por el desarrollo de sus instituciones. Los
análisis políticos sobre el tema carecieron todos de una perspectiva de género, ignorando la
especificidad de las mujeres y del ámbito privado en el que desarrollaban sus actividades.
Muchas cientistas políticas feministas han analizado esta limitación, haciendo un recorrido
por el pensamiento político desde los griegos hasta nuestros días. En efecto, desde sus
orígenes, la política se ha desarrollado en oposición a lo privado, entendido como lo
doméstico. Política y familia se desarrollaron como dos instituciones contrapuestas que
nunca debían intercambiarse. La tradición política occidental siempre asumió alguna forma
4

PDF created with FinePrint pdfFactory Pro trial version http://www.fineprint.com


de distinción entre lo público y lo privado como categorías conceptuales que ordenaban y
estructuraban las diversas actividades y dimensiones de la vida social.

Género y Ciudadanía.

El contenido y las características de lo público y privado, de sus instituciones y


actividades ha ido variando a través del tiempo. Pero nunca la política se ha definido a si
misma como el espacio en el que se fijan metas colectivas que provengan de ambos
espacios. La política ha sido siempre por excelencia el lugar de lo público y de su expresión,
la voz pública. Voces públicas y silencios privado. Esto es lo que ha caracterizado a la
política antes y ahora. Y ello ha tenido importantes consecuencias en nuestras sociedades
democráticas en cuanto al establecimiento de las metas sociales colectivas y de los agentes
que puedan llevarlas a cabo. Ha excluido a las mujeres, pero también a los proyectos
sociales que se derivan de las actividades privadas. Ha excluido pues, a los seres humanos
reales, que son naturaleza y cultura, razón y sentimiento.

La determinación de la política por el sistema de género ha condicionado el desarrollo


de la ciudadanía política. La concepción misma de la ciudadanía que está en el centro de las
democracias modernas, está cargada de ambivalencias e incluso contradicciones. Estas
contradicciones aparecieron desde su inicio, puesto que más de la mitad de la población
había quedado excluida del sufragio, es decir, del ejercicio de los derechos políticos. Las
diferencias de género que estructuran las relaciones personales entre hombres y mujeres, la
división del trabajo y la distribución de recursos y poder, también forman parte, de modo
oculto, de la estructura de la ciudadanía. Las relaciones de género muestran de modo claro
las contradicciones que existen entre el individualismo y la solidaridad, entre el principio de
igualdad y la existencia de desigualdad, entre el valor dado a la independencia y la experien-
cia de la dependencia, es decir, entre, la realidad social de los hombres y la de las mujeres.

El enfoque de género no sólo permite mostrar las contradicciones entre los principios
de la ciudadanía y la práctica de la desigualdad entre las mujeres y los hombres, sino que
también muestra los problemas políticos con una concepción de la ciudadanía que ignora lo
privado y que, por lo tanto, es restrictiva. Una de las principales ambivalencia en este tema
se refleja en la tensión entre la universalidad de la noción de ciudadanía, basada en los
derechos individuales iguales para todos y el particularismo que caracteriza a la diversidad
de los ciudadanos concretos. Para poder ser universal, la ciudadanía hace referencia a un
individuo al que se le ha privado de cualquier connotación particular, sea ésta ideológica, de
clase, de raza y, también, de familia, edad o ciclo de vida. Al buen ciudadano se le pide que
ignore sus lealtades particulares, sus lazos y sus responsabilidades pero son precisamente
estas lealtades las que constituyen la base sobre la que ha desarrollado su individualidad
como ser humano. Esta contradicción expresa la oposición entre lo público y lo privado: lo
público es lo político, el área de los derechos y rasgos universales y lo privado, en especial
la familia, es el área de las diversidades y las particularidades.

Familia y política.

Es interesante, por tanto, rescatar el análisis entre la familia, ese ámbito considerado
como totalmente fuera de la política y el sistema político. Debemos comenzar por señalar
que si bien siempre han existido familias, sus características como institución han sido muy
diferentes a lo largo del tiempo. Por ello es más exacto hablar de diferentes tipos de familia
que han tenido diversas formas de vinculación con la política.
5

PDF created with FinePrint pdfFactory Pro trial version http://www.fineprint.com


Existen varios tipos de familia moderna. El primer tipo fue el de la familia autoritaria,
caracterizada por una división rígida de los roles sexuales y por su estructura decidamente
patriarcal. Solamente los hombres detentaban derechos económicos, políticos, culturales y
sociales. A las mujeres no les estaba permitido el acceso al trabajo remunerado, la
propiedad, la educación y la política, puesto que ni siquiera se les otorgó el derecho al voto.
En el interior de la familia, el padre era el único que tenía autoridad y sólo en casos
excepcionales las mujeres se convertían en "jefes de familia". El Estado, a través de la
legislación y la práctica política concedió el poder a los varones. Las leyes no sólo lo pro-
tegían sino que también permitían la violencia para mantener el orden. El divorcio no existía;
el adulterio femenino era un delito, lo mismo que cualquier actividad que se opusiera a la
autoridad paterna; la sexualidad sólo cumplía la función reproductiva, pues no era permitida
como placer y la madre no tenía ninguna capacidad de decisión sobre sus hijos, ni
posibilidad de poseer bienes económicos.

Un segundo tipo de familia moderna, mantiene la misma división sexual del trabajo, es
decir, las mujeres realizan las tareas domésticas y el cuidado de los hijos y los varones
desempeñan las tareas públicas. Sin embargo, no es autoritaria, pues en el seno de la familia
las madres tienen los mismos derechos económicos, de autoridad sobre los hijos y de
decisiones familiares que los padres. La sexualidad no está reprimida y sólo asociada a la
reproducción sino que es parte de la relación afectiva entre los cónyuges y existe el divorcio.
En principio las mujeres también poseen derechos públicos (al voto, a la educación, al
trabajo y a la participación política) pero, cuando desempeñan estas tareas, se entiende que
son complementarias con lo que es su tarea primordial, que es la del hogar. Este modelo de
familia, que se puede considerar liberal, fue apoyado por el Estado, después de las dos
guerras mundiales, a através de la liberalización de la legislación represiva anterior, aunque
sin implementar medidas y políticas públicas especiales, excepto en el terreno de los
servicios sociales.

El tercer tipo de familia moderna aparece a partir de los ochenta y aún está en proceso
de desarrollo: la familia democrática e igualitaria. A diferencia de la familia liberal, se
cuestiona la división sexual del trabajo para señalar que mujeres y varones deben
desempeñar tareas públicas y compartir el trabajo doméstico y el cuidado de los hijos. Las
últimas décadas se han caracterizado por la incorporación de algunas mujeres al mundo
público. El Estado (en sus tres niveles: central, autonómico y local) ha intervenido para
apoyar este proceso, desarrollando la legislación que lo posibilita e interviniendo en forma
activa a través de políticas públicas y medidas administrativas. Se trata de políticas estatales
en favor de la igualdad entre los sexos en las actividades públicas y contra la discriminación
de las mujeres. Pero, sólo muy recientemente y aún con cierta timidez se ha comenzado a
acutuar en el área de las actividades familiares, como modo de complementar el nuevo
equilibrio entre los sexos. Las medidas a favor de la participación de los hombres en el
trabajo doméstico, tales como los permisos parentales, son muy poco utilizadas por éstos.
Ciertamente, el problema está en la propia decisión de los padres, pero en muchos casos
hacen falta medidas más audaces de los poderes públicos para apoyar esta decisión.

Como se ve, hasta hace pocos años el Estado y el sistema político había intervenido
directamente apoyando modelos autoritarios de familia, o modelos democráticos pero que
consolidaban la división sexual del trabajo totalmente dicotomizada, entre actividades
públicas y privadas. Estas formas de intervención han sido suprimidas; sin embargo, siguen
existiendo muchos mecanismos por medio de los cuales se privilegia desde los poderes
6

PDF created with FinePrint pdfFactory Pro trial version http://www.fineprint.com


públicos la continución de este modelo. Un ejemplo se encuentra en el área de las políticas
sociales en las que se privilegia a las familias sobre los individuos (que en definitiva son las y
los ciudadanos con derechos): vivienda, atención sanitaria, pensiones, etc. Esta forma de
actuación está en contradicción con los principios democráticos y de derechos ciudadanos
que el Estado debe sostener. Para que efectivamente se produzcan las transformaciones
necesarias para que la familia no condicione la discriminación de las mujeres, se debe
apoyar decididamente el desarrollo de modelos familiares igualitarios o de alternativas
comunitarias de base que reflejen una nueva división sexual del trabajo, diferentes a la
familia tradicional.

Democracia, ciudadanía y ámbito privado.

La construcción de estos nuevos modelos familiares no depende sólo de las políticas


públicas que se implementen sino, sobre todo, de cambios en valores, mentalidades,
conductas y organización de la propia sociedad. En este sentido transformar la familia forma
parte directamente del desarrollo de nuevas formas de ciudadanía que incorporen al ámbito
público, en el ámbito de los derechos humanos, dos nuevos tipos de derechos: los derechos
reproductivos y el derecho a que la ciudadanía reciba los cuidados personales necesarios
para su supervivencia. En el primer caso se trata de derechos individuales que deben ser
ejercidos por las mujeres. En el segundo caso, se trata de convertir en un derecho, un
servicio que hasta ahora era asumido como un servicio privado por las amas de casa. Para
que el cuidado personal se convierta en un derecho que pueda ser ejercido por todas las
personas, es necesario que el cuidado personal no sea realizado en exclusiva por las
mujeres, sino que debe ser asumido por toda la sociedad. Hasta ahora sólo existía porque se
imponía a las mujeres su ejecución, con un sistema de voluntariado que ha hecho que las
amas de casas formen la mayor ONG que ha existido en el universo.

La sociedad sólo asumirá que tiene una responsabilidad en el ámbito de los cuidados
personales, si esta tarea deja de ser femenina y en el nivel social primario se establece una
relación diferente entre las mujeres y los hombres. Tal como están hoy las cosas, esto
implica necesariamente el cambio de la conducta masculina en lo que hace referencia al
ámbito doméstico donde se proveen, principalmente estos servicios. Hace falta que la
división sexual del trabajo de la sociedad moderna sea remplazada por otras formas de
dividir las tareas entre las mujeres y los hombres. Las mujeres, han sido las primeras en
exigir y aceptar este cambio: las mayores han formado parte de la generación que ha
protestado y comenzado a cambiar en algunos sectores sociales; las más jóvenes asumen
hoy, con gran fuerza las reivindicaciones de sus antecesoras. Pero la familia moderna
descansa en primer lugar en una pareja y son ambos miembros los que deben cambiar. Esto
supone no sólo cambios del modelo familiar sino una completa reestructuración de la relación
entre el ámbito público y el privado.

Una segunda consideración hace referencia a la prolongación del rol familiar de las
mujeres en el resto de sus actividades sociales. En efecto, si algo caracteriza el trabajo de
las mujeres en la familia, es que su componente básico es el de la prestación de servicios
personalizados: cuidado y socialización de los pequeños; atención cotidiana a las
necesidades tanto materiales como afectivas de los adultos para permitirles desempeñar su
rol público; y cuidado de los más débiles, es decir, enfermos y ancianos. Estas también son
las actividades que desempeñan en general cuando se incorporan a las actividades públicas:
la mayoría trabaja en servicios sociales como maestras, enfermeras, trabajadoras sociales,
etc. En otros roles, como el de parlamentarias, concejales o altos cargos de la Administración
7

PDF created with FinePrint pdfFactory Pro trial version http://www.fineprint.com


también se las encuentra principalmente en estas especialidades. Por ello, también en las
actividades públicas hace falta reequilibrar el rol de mujeres y hombres como se propone
hacerlo en el seno de la familia.

En los últimos años se han impulsado medidas para que las mujeres accedan a
puestos tradicionalmente considerados masculinos. Hace falta que también los hombres
desempeñen las tareas asignadas a las mujeres. Para ello será necesario que a estas
actividades y puestos se les conceda igual valor que a las actividades masculinas. Que sea
igualmente importante ser, por ejemplo, ministra de Asuntos Sociales que ministro de
Hacienda u Obras Públicas. No se trata por tanto sólo de intercambiar los roles entre las
personas, es decir, entre hombres y mujeres sino que es necesario al mismo tiempo cambiar
la valoración social que se le concede a todos ellos. Esto supone un cambio de envergadura,
no sólo cultural, sino que también de organización social y económica. Por ello, el primer
paso debe ser incorporar estos objetivos al debate sobre el ejercicio de la ciudadanía y sobre
su definición. Esto lleva a plantearse políticamente el espacio social del ámbito privado y de
la familia. El primer paso es llevar este tema al ámbito ciudadano para convertirlo en un tema
político y para que sea posible terminar con la exclusión política de la presencia de las
mujeres y sus actividades. Pero también supone reconocer que la familia no es sólo un grupo
primario de relaciones afectivas. También es una unidad que produce bienes y servicios
esenciales para el funcionamiento de la sociedad y para que las personas puedan ejecutar
su derecho al cuidado personal.

La familia ha existido durante muchos siglos, lo que hace que muchos piensen que es
inmodificable. Sin embargo, como hemos señalado, los modelos familiares no han sido
iguales, sino que por el contrario han habido diferencias sustantivas entre ellos. Tanto es así,
que podríamos hablar de una organización social de base, donde se produce la reproducción
humana, se tienen las relaciones personales y afectivas más directamente vinculadas a las
personas. El nombre que le demos y la forma que tenga dependerá de otros valores sociales
e individuales que la sociedad tenga. Los tiempos modernos han producido consenso social
en torno a las ideas de igualdad, libertad y solidaridad. El orden político los ha encarnado en
el sistema democrático. Pero la democracia y las ideas que la fundamentan también deben
expresarse en la familia y los grupos sociales de base. El afecto y los servicios
personalizados forman parte también de los derechos de las personas y deben ser asumidos
no sólo por las mujeres. Pero, también está en cuestión en que medida la democracia política
y social se hará realidad para las mujeres. El futuro está abierto y será tarea de toda la
sociedad asumir estos cambios si se quiere construir una sociedad que también sea justa y
democrática en la división sexual del trabajo.

Construcción de una nueva democracia con dimensión de género.

Democracia ha sido siempre un proceso en dos niveles. El de la construcción de la


ciudadanía y el de la construcción de las instituciones democráticas, especialmente en el
Estado. La construcción de ciudadanía es el eje que hace que las personas sean sujetos
políticos, y que sean sujetos políticos quiere decir que son los que pueden hacer los
proyectos políticos, como proyectos colectivos de una sociedad. En primer lugar, se debe
determinar que da origen a la ciudadanía. Hasta ahora la ciudadanía la daba la pertenencia
de las personas, por nacimiento o por consanguineidad, a una sociedad específica. Hoy, sin
embargo, se cuestiona este origen por considerar que en un mundo que cada vez se
globaliza más, es un origen restringido y ya estamos pensando que ni siquiera las fronteras
geográficas son base de ciudadanía sino ésta debería ser más amplia. En segundo lugar, la
8

PDF created with FinePrint pdfFactory Pro trial version http://www.fineprint.com


ciudadanía está asociada a la existencia de derechos individuales y hace referencia a la
relación entre los sujetos políticos y el Estado. Y, en tercer lugar, la ciudadanía está asociada
a la participación en una red de organizaciones que constituyen el sistema político, que
pueden ser partidos políticos, que pueden ser movimientos sociales, que pueden adquirir
otras formas, pero que son los que estructuran las formas de participación política.

La construcción de las bases de la ciudadanía ha sido siempre muy dinámica. El


ejercicio que hacen los miembros de una sociedad de su ciudadanía también es muy
variable. Hay sociedades con una alta participación ciudadana y otras en que la apatía
política es la característica principal. El mayor o menor dinamismo de la participación
ciudadana permite que los proyectos políticos sean restrigindos o realmente reflejen las
realidades, los intereses, las demandas y hasta, porqué no, los sueños de las/los
ciudadanas/os. La participación de estos sujetos políticos ha ampliado a través de la historia
lo que socialmente se entiende como la construcción de un proyecto político y ha
incrementado el reconocimiento de los derechos que se demandan y que finalmente han sido
reconocidos por el Estado. Hasta fechas muy recientes la dimensión de género en la
sociedad y la política había estado ausente. La política no reflejaba a las mujeres ni a la
relación que existe entre las mujeres y los hombres. Por eso la asociación del feminismo con
las tareas de la ciudadanía, desde el sufragismo hasta nuestros días ha sido una manera de
ampliar la ciudadanía y por ende la democracia.

Hemos dicho que la democracia es ciudadanía e instituciones democráticas. También,


en el caso de la construcción de las instituciones democráticas del Estado ha habido una
dimensión de género. El desarrollo de la institucionalidad democrática, desde la perspectiva
institucional general, ha sido muy dinámica. Se ha debido primero construir instituciones que
garantizaran el equilibrio entre los tres poderes del Estado, el ejecutivo, el legislativo y el
judicial. En la medida en que las sociedades se han hecho más grandes y complejas se ha
debido dar fuerza al desarrollo de instituciones en diferentes niveles de actuación: el
gobierno central y los gobiernos locales. Hoy estamos debatiendo sobre la necesidad de
crear instituciones políticas globales para que la globalización no sea sólo económico-
financiera. También se ha debatido sobre el ámbito de actuación del Estado en la sociedad y,
especialmente, en la economía. De un Estado con pocas competencias se pasó a Estados
con mucho mayor nivel de intervención como es el Estado de Bienestar. Todo ello ha sido
precedido de amplias movilizaciones políticas de carácter ciudadano que redefinían las
instituciones del Estado. En la construcción de las instituciones democráticas cada realidad
histórica pesa. Pero, en la construcción de cada una de estas realidades institucionales
siempre estuvo presente una dimensión de género, aunque hasta fecha recientes
permaneciera invisible. Veamos como se ha expresado esta dimensión de género, por
ejemplo, en el desarrollo del Estado de Bienestar.

El Estado de Bienestar europeo y el desarrollo de sus políticas sociales, se originó en


la lucha en el terreno económico, es decir entre los trabajadores y sus organizaciones, los
sindicatos y los empresarios. El conflicto entre estos dos sectores sociales se solventó en el
terreno de la democracia, negociando lo que luego se iba a convertir en el Estado de
Bienestar. A partir de esta negociación surgió lo que en teoría política se denomina el tercer
tipo de derecho individuales, los derechos sociales (el primero había sido el de los derechos
políticos y el segundo el de los derechos cívicos). Este tercer tipo de derechos, los derechos
sociales implican que el Estado tiene que garantizar ciertos derechos sociales mínimos: a un
salario mínimo, a la vivienda, a la educación y a la salud. Es a través de las políticas fiscales
que se van a obtener los recursos para que el Estado sea capaz de proteger los derechos
9

PDF created with FinePrint pdfFactory Pro trial version http://www.fineprint.com


sociales. Por eso Estado de Bienestar está asociado a una política fiscal rigurosa y fuerte.
En América Latina, la tradición de los derechos sociales a veces viene de una trayectoria
diferente a la del Estado de Bienestar Europeo.

Desde la perspectiva de género, el pacto social que originó los derechos sociales se
hizo en el terreno del mercado de trabajo y los ciudadanos que lo impulsaronn fueron los que
formaban parte de él, esto es los hombres. Fue así un pacto social entre hombres. Ahora
bien, las mujeres ya habían conseguido la ciudadanía cuando se hizo ese pacto y sin
embargo quedaron excluidas. Esto se debió a que fue un pacto que se hizo en el mercado de
trabajo, y las mujeres o estaban ausentes de él o tenían una presencia secundaria. Así, se
asoció el derecho social a la participación laboral en el mercado de trabajo. Para que las
mujeres pudieran ejercer estos derechos sociales, debían tener una relación con el titular de
ellos, es decir, su marido o su padre. Las mujeres, por tanto, sólo podían ejercer el derecho
social de manera indirecta, sólo por tener una relación familiar con el que lo detentaba. Ello
implicaba que, además de no tener ciudadanía social directa, recibían beneficios recortados.

Esta es una de las dimensiones de género de la ciudadanía social y del Estado de


Bienestar. Pero, además, existe otra dimensión de género: el Estado de Bienestar se
convirtió en un empleador de las personas que trabajaban en estos servicios sociales. Como
hay una dimensión de género en las profesiones en el mercado de trabajo, la mayoría de las
personas empleadas por el Estado para esta función fueron mujeres. En este caso el Estado
de Bienestar las benefició al permitirles incorporarse al trabajo remunerado en el sector de
servicios. Pero este acceso no fue hecho en condiciones de igualdad. Los puestos de trabajo
en el sector servicios tienen mucho menos valor tanto laboral como salarial. Además, las
mujeres deben combinar su trabajo asalariado con el trabajo doméstico en una doble jornada
de trabajo que recuerda a las de los trabajadores del siglo XIX.

Por el análisis que hemos hecho hasta ahora, queda claro que existe una dimensión
de género en la dinámica de construcción de las instituciones democráticas y de la
ciudadanía. Por eso es central que esta dimensión de género se haga visible y no se
convierta en una fuente de desigualdad de las mujeres. Cuando hoy se señala que se debe
incorporar la dimensión de género a la construcción de la democracia, lo que se propone es
que hombres y mujeres sean correponsables en el ejercicio de todos los derechos, es decir,
reciban por igual sus beneficios y compartan sus responsabilidades. Esto lleva a una
reflexión final sobre lo que significa “dimensión de género”.

En los setenta las feministas acuñaron el concepto de patriarcado y definieron la


situación de las mujeres como un caso de opresión. El movimiento feminista reivindicaba la
liberación de las mujeres. No reivindicaba por tanto sólo el acceso a la política y a la
ciudadanía como habían hecho las sufragistas. Reivindicaban que no se trataba sólo de estar
en la política, sino que buscaban mostrar por qué el ejercicio de la ciudadanía le ha había
sido tan difícil a las mujeres. Sostuvieron que esta dificultad provenía de dos factores
importantes que caracterizan las relaciones entre hombres y mujeres. Uno de ellos es la
jerarquía, es decir, la afirmación de la superioridad masculina en cualquier terreno y el otro
apunta a la existencia de relaciones de poder entre los hombres y las mujeres. El concepto
de patriarcado, se basaba en estas dos nociones, pero además, lo que hacía es mostrar que
se trataba de un sistema social complejo, que no es una cosa que este dada solamente en
las relaciones personales. Mostraba que hay una estructura social que genera esta
contradicción entre los hombres y las mujeres.

10

PDF created with FinePrint pdfFactory Pro trial version http://www.fineprint.com


Género y sistema de género, en cambio, fue una categoría que se desarrolló en la
academia y que buscaba superar lo que se entendía que era una limitación del discurso
militante, es decir, que aunque casi todas las sociedades conocidas eran patriarcales ello no
impedía imaginar sociedades matriarcales o sociedades igualitarias. Así se buscó un
concepto general, el sistema de género, del cual el patriarcado era una variante, pero no la
única posible. Lo que sí se mantuvo fue la idea de que se trataba de un sistema global, que
era complejo y que operaba en distintos niveles. El trabajo de investigación y
conceptualización realizado desde distintas disciplinas que abordaron la temática comprobó
la complejidad que tenía el sistema de género.

Hay cuatro niveles en que opera el sistema de género: en la biología secundaria, en el


nivel de la identidad personal, en el nivel de los roles sociales y en el nivel de los ámbitos
sociales. ¿Qué quiere decir esto básicamente? Que la biología reproductiva que nos divide
en machos y hembras se convierte en género cuando pasamos a determinar los cuatro
niveles porque ya no es la biología la que los determina. Estas características más flexibles
de la biología secundaria y la identidad personal muestran como el género es efectivamente
una construcción social y cultural sobre la diferencia biológica. Pero, justamento porque es
social, el sistema es aún más complejo porque el género se aplica no sólo a las personas,
sino también a las actividades que hacen las personas. Por eso existen los roles femeninos
y masculinos, que se expresan en la división sexual del trabajo (todas las sociedades la
tienen, aunque muy diferente, lo que es femenino en una cultura puede ser masculino en
otra). Finalmente, el género también determina ámbitos sociales, en los que se desempeñan
los roles, a los cuales también se los caracteriza como femeninos y masculinos. En la
sociedad moderna se trata del ámbito social público con sus instituciones y el ámbito social
privado, con la familia como institución central.

Si la jerarquía y el poder fue lo que planteó el movimiento feminista al definir al


sistema como patriarcal, el estudio del sistema sexo-género nos mostró cómo también se
había construido como un sistema dicotomizado en todos los niveles, cuando en realidad en
muchos casos había categorías intermedias al haber distintos tipos de hombres y de
mujeres. Esto se constata analizando los cuatro niveles que se han mencionado. La biología
básica reproductiva muestra claramente machos y hembra, pero la biología secundaria
muestra cómo hay una interrelación entre biología y cultura y sociedad y como la dicotomía
se hace más flexible. La identidad personal ya es una construcción social y aunque la
mayoría de las sociedades la construyen en la primera socialización sobre la base de la
dicotomía, la práctica cotidiana que hacemos a lo largo de nuestra vida produce hombres y
mujeres no tan extremadamente dicotomizados como señala el discurso. La investigación
antropológica ha mostrado que han existido sociedades que distinguían más de dos
categorías de género.

Hemos analizado al comienzo cual es la relación entre la politica y el sistema de


género. Ahora hemos mostrado la complejidad del sistema de género y también hemos
señalado que el origen de la conceptualización estuvo en el movimiento feminista con el
concepto de patriarcado. La idea de patriarcado, como se señaló, está vinculada a la noción
de relaciones de poder, que es un elemento central de la política. La situación de las
mujeres fue caracterizada como una situación de opresión y la propuesta política que surgió
desde esta definición ideológica fue la de la liberación de las mujeres. Las propuestas de
empoderamiento de las mujeres responden a esta visión de las relaciones de poder entre los
hombres y las mujeres. Cuando estas reivindicaciones llegaron al espacio de la política
institucional, de la ciudadanía y la democracia, la propuesta se convirtió en el establecimiento
11

PDF created with FinePrint pdfFactory Pro trial version http://www.fineprint.com


de las políticas de igualdad de oportunidades. ¿Por qué?, Porque se legitimó como la mejor
estrategia para que las mujeres pudieran ejercer los derechos ciudadanos tal como estaban
definidos en esos momentos. Así, lo que se llevó al espacio del sistema político fue la
reinvindicación de las sufragistas. Se trataba de corregir la ausencia de las personas mujeres
de los ámbitos de roles sociales definidos como masculinos, es decir del ámbito público que
había sido definido como masculino.

Sin embargo, una vez que las mujeres entraron al mundo público, los roles sociales
masculinos y femeninos, con la consiguiente carga de jerarquización y desigualdad volvieron
a reproducirse. Por ejemplo, dentro del mercado de trabajo hay profesiones masculinas y hay
profesiones femeninas que siguen manteniendo la misma dicotomía que existía en los roles
públicos y privados porque son parecidos a las actividades que se desempeñan en ellos. Las
profesiones femeninas tienen menos valor económico y status social. Por ende, el acceso de
las mujeres al mundo público no rompe con la dicotomía entre lo público y lo privado. Las
mujeres, independientemente de sus actividades públicas, siguen siendo las responsables
del trabajo doméstico y del ámbito familiar. Producen bienes y servicios en el ámbito
doméstico, lo que da origen a un tipo de producción que es producción económica,
producción social y producción cultural.

Es producción económica, porque tiene un valor económico que se puede calcular,


aunque las que trabajan como amas de casa no tengan un salario. Es más por no tener
retribución se sigue considerando que el ama de casa no trabaja, no que no tiene un empleo
que sería la concepción correcta. Los cálculos económico que hoy se hacen en muchas
sociedades sobre el valor del trabajo doméstico indican que supera siempre el 40% del PIB
de un pais y en muchos países supera con creces el 50% (por ejemplo en Cataluña, para el
año 2001 es del 65%). El trabajo doméstico es también una forma de producción social y
cultural porque es la base del entramado de las redes sociales personales y porque es el
lugar donde se produce la primera socialización de los seres humanos y su incorporación a la
cultura y a la sociedad.

La participación social de las mujeres se debe abordar, entonces, tanto desde la


perspectiva de su ausencia social, del ámbito público, como de su presencia social en el
ámbito privado. Hay que corregir la ausencia, pero también se debe resolver quien y como se
hará cargo de sus presencias. Esto es cual debe ser la relación con los hombres, tanto en el
espacio público como en el privado. Como hemos señalado, la reinvindicación hacia al
sistema político de las sufragistas era corregir la ausencia de las mujeres, demanda que ha
sido recogida por el feminismo moderno y por las instituciones democráticas del Estado y se
ha traducido en las politicas de igualdad. Pero el feminismo moderno ha llegado más lejos
tanto en el análisis como en las reivindicaciones, porque ha mirado cuál es la estructura
social que genera la discriminación y la desigualdad. Ha puesto en el centro del análisis en lo
que las mujeres son y en lo que hacen, es decir, en lo que hemos definido como sus
presencias sociales y en las relaciones de poder entre hombres y mujeres. Por eso la
propuesta del feminismo contemporáneo es que la presencia de las mujeres debe ser
incorporada a la reinvindicación política. Para hacerlo es preciso revisar la base misma del
concepto de ciudadanía que las democracias occidentales han mantenido desde la época de
la democracia griega. Los griegos distinguían entre la “polis”, el lugar público de la
ciudadanía y el “oikos” el espacio de lo doméstico. La política sólo se podía hacer en la polis
y por los ciudadanos libres, esto es, los que no tenían responsabilidades económicas o
domésticas, como los esclavos y las mujeres. Hoy todos forman parte de la polis lo que ha

12

PDF created with FinePrint pdfFactory Pro trial version http://www.fineprint.com


sido una conquista ciudadana. Queda, en cambio, por convertir al “oikos” también en un
elemento de la política.

Es cierto que desde el “oikos” no se ha podido establecer proyectos colectivos que


entren en el espacio de la política. Sin embargo, no es verdad que, a la inversa, la política no
haya entrado en el ámbito privado de la familia. El Estado moderno intervino consolidando la
familia patriarcal, dándole el poder a los hombres en el ámbito familiar, porque como estaban
en el ámbito público, había que garantizarles que seguían siendo los que mandaban en la
familia. Siempre han existido politicas familiares. De lo que se trata ahora en esta nueva
construcción de la democracia es de hacer lo inverso. Hay que introducir los temas del
ámbito familiar y las reivindicaciones de las mujeres en una nueva concepción de la
ciudadanía, en un nuevo proyecto político que permita terminar con la división entre lo
público y privado. Darle una dimensión de género a la politica, la ciudadanía y la democracia
es por tanto garantizar la igualdad de las mujeres en el mundo público y equilibrar las
relaciones de poder entre hombres y mujeres. Pero, también es muy importante integrar la
dimensión de género del ámbito privado a la politica. Es necesario que la presencia de las
mujeres, sus experiencias, problemas y reivindicciones que surgen en el ámbito familiar se
incorporen a la política. Sólo así se reconstruirá una sociedad en que la dicotomía masculino/
femenino y su expresión social sea reconsiderada. Es lo que se ha denominado construir una
democracia paritaria. El punto de partida está en que esto se convierta en parte de la
ciudadanía y sus expresiones.

13

PDF created with FinePrint pdfFactory Pro trial version http://www.fineprint.com

Potrebbero piacerti anche