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octubre de 2019
Preparación Espiritual
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1
Jesús contó una parábola para enseñar a sus discípulos que debían orar siempre sin
desanimarse. 2Les dijo: «En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni respetaba
a la gente. 3En esa misma ciudad vivía una viuda que iba a donde él a rogarle: “¡Te pido
que me hagas justicia contra mi adversario!” 4Durante un tiempo, el juez se negó, pero
después pensó: “No temo a Dios ni respeto a la gente, 5pero como esta viuda me está
fastidiando tanto, le haré justicia para que no me siga molestando”».
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Jesús añadió: «¡Escuchen lo que dice este juez malvado! 7Y Dios, ¿no hará justicia a sus
elegidos que claman a él día y noche? ¿Los hará esperar? 8Les aseguro que les hará
justicia pronto. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?».
¿Qué dice el
Lectura texto?
Luego tenemos a una viuda que vive en la misma ciudad. Para la Biblia la viuda, junto
Pag.2 con el huérfano, son un símbolo de las personas que se encuentran solas, desprotegidas,
pues al no tener marido o padre no tienen quien las defienda y proteja. Además, la mujer
no tenía derecho a la herencia, por tanto si el marido fallecía sus bienes quedaban en
poder de la familia del esposo y ella debía regresar a su casa paterna. Y si no tenía
familiares, quedaba merced de la ayuda de sus conocidos o de la limosna de la gente. Y
Mons. Damián Nannini: por esto mismo Dios se ocupa preferencialmente de ellos y manda hacer lo mismo (Cf. Ex
Obispo de la Diócesis de 22,21; Dt 10,18; Jer 22,3).
San Miguel (Argentina);
Licenciado en Sagrada Volviendo a la parábola notemos que la viuda toma la iniciativa de pedir justicia al juez
Escritura por el Pontificio
de modo reiterado. El pedido de “hazme justicia” incluye tanto el castigo del culpable
Instituto Bíblico.
como la reparación del daño ocasionado.
El juez durante mucho tiempo “no quiso” hacerle justicia. Sin motivos ni causa se
desentendió totalmente de ella. Pero luego reflexionó, se “dijo a sí mismo” que era mejor
atender al reclamo de la viuda para que no siga molestándolo. Se deja en claro que su
motivación es puramente egoísta, pero al final hace justicia. Y así termina la parábola
presuponiendo un final feliz para la narración donde la viuda recibe lo que con insistencia
pedía al juez.
Retengamos que más allá de las cuestiones jurídicas de la época y de la motivación del
juez, el nudo del relato está en que, ante tanta insistencia de la viuda, éste juez injusto
termina por hacerle justicia.
Los temas de la fe y la oración de súplica, con su estrechísima relación, me parece que son
los dominantes en el evangelio de este domingo. En efecto, reza, pide, suplica, ante todo,
el que cree. Por eso la oración de súplica es expresión de nuestra fe. Quien persevera en
la oración, persevera en la fe. Quien abandona la oración, antes o después, sentirá un
Domingo 20 de debilitamiento de su fe.
octubre de 2019
Por eso Jesús nos pide que creamos en Él, que siempre nos escucha; y que confiemos en
Vigésimo noveno domingo Dios que nos responderá a su tiempo si sabemos orar sin desfallecer.
durante el año. Ciclo C
La viuda de la parábola insiste a pesar de la falta de respuesta. Nuestra súplica debe ser
“El Señor te protegerá perseverante a pesar de la demora en la respuesta, a pesar del silencio de Dios.
de todo mal y cuidará J. Lafrance comenta el versículo de Lc 18,7 que leímos hoy (“¿no hará justicia Dios a sus
tu vida”. elegidos, que claman a él día y noche?”) así: “Nosotros clamamos a Dios día y noche
Sal. 120 en la duración y en el tiempo; él responde en el instante, que es equivalentemente la
eternidad. Ahí está la prueba y el combate de la oración. Por eso Dios quiere que oremos
sin cesar y sin desfallecer nunca… Si hay que orar siempre sin cansarse, no es tanto
para obtener lo que ya hemos recibido como para mantener la llama, igual que el aceite
alimenta la lámpara”.
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Por su parte el Papa Francisco en su homilía del 16 de octubre de 2016 comenta este
mismo versículo diciendo: “Este es el misterio de la oración: gritar, no cansarse y, si te
cansas, pide ayuda para mantener las manos levantadas. Esta es la oración que Jesús nos
ha revelado y nos ha dado a través del Espíritu Santo. Orar no es refugiarse en un mundo
ideal, no es evadir a una falsa quietud. Por el contrario, orar y luchar, y dejar que también
el Espíritu Santo ore en nosotros. Es el Espíritu Santo quien nos enseña a rezar, quien nos
guía en la oración y nos hace orar como hijos”.
J. Lafrance, para explicar quién le enseñó a orar sin desfallecer, cuenta la historia de
un joven griego que se retiró al desierto sólo para realizar las palabras de Jesús: “Hay
que orar siempre sin desfallecer”. Se pasaba el día rezando serenamente, pero al llegar
la noche lo invade el miedo y entonces recurre más fuertemente a la oración. Luego le
asalta el hambre y la sed y comienza a rezar pidiendo el alimento de cada día, al tiempo
que sale a buscarlo. También es asaltado con frecuencia por tentaciones de todo tipo,
por lo que se sumerge más intensamente en la oración de Jesús. Al cabo de 14 años unos
amigos van a verlo y comprueban que está siempre orando. Entonces le preguntan: ¿quién
te ha enseñado la oración continua? Y el joven responde: “Sencillamente, los demonios”.
En palabras del mismo J. Lafrance: “Las pruebas, las angustias, los sufrimientos y los
peligros es lo que engendra la perseverancia, la cual nos impulsa a la oración incesante”.
Contemplación
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Jesús, ayúdame a ser perseverante en mi trato contigo
Acción
Bitácora de grandes
Lectionautas
“El hombre no puede vivir sin orar, lo mismo que no puede vivir sin
respirar”.