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La soteriología es la rama de la
teología que estudia la salvación. El
término proviene del griego σωτηρία
(sōtēria, "salvación") y λογος (logos,
"estudio de").
El hinduismo aconseja llevar una vida ordenada de acuerdo a la ley natural y ética
del dharma para obtener la liberación y escapar de la rueda del sufrimiento.
El judaísmo tiene una similitud soteriológica con las otras dos religiones
monoteístas en cuanto a la observación de una Ley y una vida moral y físicamente
correctas.
Véase también
Cristología, Teología Cristológica,
INTRODUCCIÓN
La salvación es quizás la doctrina más importante que todos los cristianos debemos comprender,
especialmente porque hoy en día existen muchas religiones y sectas que enseñan conceptos errados en
cuanto al tema de la salvación del alma. Por ejemplo, la Iglesia Católica, Apostólica y Romana afirma que
fuera de ella no hay salvación y que esta se obtiene practicando fielmente sus 7 sacramentos. Los Testigos de
Jehová enseñan que no hay vida después de la muerte, creen en la aniquilación del alma al morir y por ende
no hay infierno, otros piensan que en la eternidad no habrá infierno ya que es imposible que un Dios de
amor condene a las personas, otros como en el hinduismo creen en la reencarnación y que la clave en esta
vida es purgar nuestros pecados meditando de día y de noche para que al morir se reencarne a una mejor
vida, otros dicen que todas las religiones son buenas y que lo importante es ser sincero en su práctica para
llegar a ser salvo. Sin embargo, todas estas ideas son erradas y conducen al infierno, de allí la importancia de
conocer lo que la Biblia enseña en cuanto al tema de la salvación ya que de ello depende nuestra eternidad.
Además, el tema de la salvación es importante estudiarlo porque aun en medio de los cristianos hay algunos
temas que no se comprenden al 100%, por ejemplo, todos concordamos que la salvación es por fe, pero
algunos se preguntan: ¿Dios elige a unos para salvación y otros para condenación? ¿Jesús murió solo por
su iglesia y no por todo el mundo? ¿Se pierde la salvación? ¿Después que alguien cae del evangelio puede
reconciliarse? ¿Qué lugar tienen las buenas obras en el evangelio? ¿Los niños son inocentes y se salvan al
morir en su infancia? Estas y otras preguntas son las que el pueblo evangélico se hacen, y de allí la
importancia de estudiar la doctrina de la salvación. La soteriología es la rama de la teología que estudia la
doctrina de la salvación, y en esta oportunidad estudiaremos todos los temas relacionados con ella tal y
como la salvación por gracia, la fe, el arrepentimiento, la confesión de pecados, la justificación, el nuevo
nacimiento, la expiación, entre otros.
Definir el concepto de salvación es sumamente importante ya nos habla de la obra redentora que
Cristo ha hecho en nosotros. Si consideramos primero el significado etimológico de las palabras que se
traducen como salvación, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, podemos llegar a comprender
su significado. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento se usa una sola palabra para referirse a la
salvación. En el Antiguo Testamento la palabra hebrea utilizada para referirse a la salvación es yeshúa (
ָ)יישְוׁעּעה, y literalmente significa quitar o librar a alguien de una carga, opresión o peligro. El significado de la
palabra salvación en el Antiguo Testamento está íntimamente relacionado con la liberación, y esto lo puede
ver uno en diferentes pasajes, por ejemplo, Dios salvo a Israel liberándolos de la esclavitud y la opresión de
los egipcios: “Y Moisés dijo al pueblo: No temáis; estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con
vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis”, (Éxodo 14:13). Los
jueces fueron usados por Dios para salvar a Israel de sus enemigos trayéndoles la libertad del oprobio que les
provocaban: “Después de él fue Samgar hijo de Anat, el cual mató a seiscientos hombres de los filisteos con
una aguijada de bueyes; y él también salvó a Israel”, (Jueces 3:31). Ezequías fue liberado de la opresión de
Senaquerib rey de Asiria: “Así salvó Jehová a Ezequías y a los moradores de Jerusalén de las manos de
Senaquerib rey de Asiria, y de las manos de todos; y les dio reposo por todos lados”, (2 Crónicas 22:32). Más
tarde salvo a Ezequías liberándolo del azote de su enfermedad: “Jehová me salvará; por tanto cantaremos
nuestros cánticos en la casa de Jehová todos los días de nuestra vida.”, (Isaías 38:20). El salmista confiaba en
Dios quien para que lo salvara liberándolo de manos de sus enemigos: “Invocaré a Jehová, quien es digno de
ser alabado, y seré salvo de mis enemigos”, (Salmo 18:3). En Isaías se le promete a Israel ser liberado de la
vergüenza y confusión de aquellos que hacen ídolos: “Confusos y avergonzados serán todos ellos; irán con
afrenta todos los fabricadores de imágenes. Israel será salvo en Jehová con salvación eterna; no os
avergonzaréis ni os afrentaréis, por todos los siglos”, (Isaías 45:16-17). Y así sucesivamente podemos ver que
en el Antiguo Testamento la palabra salvación está íntimamente relacionada con las obras de liberación
que Dios efectúa sobre su pueblo, liberación de sus enemigos, del juicio divino, de las enfermedades, del
oprobio, de la calamidad, y en general, de cualquier cosa que atente con nuestra integridad física y
espiritual. En cambio, la palabra griega utilizada en el Nuevo Testamento para referirse a la salvación es
sotería (σωτηρία), y se utiliza haciendo referencia a la liberación del hombre de la servidumbre del pecador a
través de la fe en la obra de Cristo. El tema de la salvación en el Nuevo Testamento está íntimamente
relacionado con la obra expiatoria de Cristo la cual libera al hombre de la culpa y del infierno.
Para comprender aún mejor el significado de la salvación podemos analizar las definiciones que
otros teólogos o diccionarios han dado. De acuerdo con el Diccionario Bíblico Nelson, la salvación se define
como el: “milagro divino de la emancipación espiritual del hombre del dominio y culpa del pecado y la
muerte, y al goce de una vida eterna de comunión renovada con Dios”. Lewis Sperry Chafer nos dice: “La
palabra salvación representa la obra total de Dios por medio de la cual Él rescata al hombre de la ruina
eterna y la sentencia del pecado y le confiere las riquezas de su gracia, incluyendo la vida eterna ahora y en
la gloria eternal en los cielos”. Charles Ryrie nos dice: “la salvación incluye la obra completa de Dios en traer
a las personas de la condenación a la justificación, de la muerte a la vida eterna; y de alienación a la filiación.
Desde la perspectiva humana, incorpora todas las bendiciones que estar en Cristo trae tanto en esta vida
como en la vida venidera”. Por tanto, podemos definir la salvación como la obra milagrosa que Dios efectúa
sobre el hombre perdonando sus pecados, liberándolo de la condenación eterna y haciéndolo heredero de
la vida eterna por medio de la fe en la obra expiatoria de Cristo Jesús.
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras,
para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales
Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”.
Efesios 2:8-10
Algo muy importante que debemos comprender en cuanto a la salvación que Dios nos ofrece es
que esta no se gana por medio de las obras, sino por fe, como resultado de su bendita gracia, tal y como
Pablo lo enseña en su carta a los Efesios. En estos versículos Pablo usa varias palabras interesantes en cuanto
al tema de la salvación. Primeo nos dice: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe. Aquí se nos dice
que en la salvación intervienen dos factores importantes, la gracia y la fe. ¿Qué es gracia? La palabra griega
de donde se traduce gracia es járis (χάρις), la cual algunos llaman caris, de donde proviene nuestra palabra
latina carisma. Literalmente esta palabra significa hacer merced con alguien que no lo merece. El Dr. Lehman
Strauss solía diferenciar entre gracia y misericordia, él decía: “gracia es recibir lo que no merecemos,
misericordia es no recibir lo que merecemos”. Precisamente eso es la gracia, es que alguien que no lo
merezca reciba un regalo tan precioso y valioso como es la salvación de su alma, y al mismo tiempo recibe
misericordia, es decir, no recibe el pago de sus pecados, algo que si merecía. Todo esto lo recibe por fe. La
palabra fe viene del griego pístis (πίστις), la cual nos dice que la salvación es a través de creer, creer que
Jesús puede perdonar nuestros pecados y salvarnos de la condenación eterna. Además de esto nos dice que
esta salvación no es por obras: y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se
gloríe. Una vez más Pablo nos deja claro que la salvación no depende del esfuerzo humano, de su voluntad
de hacer buenas obras, ya que es un don de Dios. La palabra don se traduce del griego dóron (δῶρον), y
literalmente significa regalo, de allí que el apóstol diga que la salvación no puede ser ganada por medio de
las obras ya que es un regalo de Dios. Por tanto, la obra de la salvación es producto de la enorme
misericordia de Dios que la ofrece de manera gratuita a los seres humanos, todo a través de la fe en su
Hijo Jesucristo, y esta jamás se ganara por medio de las buenas obras o la religión: “sabiendo que el
hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído
en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de
la ley nadie será justificado”, (Gálatas 2:16).
Ahora bien, que lugar tienen las buenas obras en todo esto. Está claro que no nos salvaremos por
medio de las buenas obras pero esto no significa que no debamos hacerlas: Porque somos hechura suya,
creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en
ellas. Lo cierto es que una vez se opere el milagro de la salvación en una persona, en su ser se crea una
nueva naturaleza que lo impulsa a busca a Dios, obedecer su palabra y hacer buenas obras. Como
verdaderos salvos por la fe se espera que no perseveremos en el pecado abusando de la gracia: “¿Qué, pues,
diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que
hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?”, (Romanos 6:1-2). También se espera que reflejemos
en nuestro carácter un fruto agradable al Señor: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”, (Gálatas 5:22-23). Y
también se espera que hagamos buenas obras, porque desde el momento de nuestra conversión venimos a
ser un buen árbol, y es imposible que el árbol bueno de malos frutos: “Así, todo buen árbol da buenos frutos,
pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos
buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los
conoceréis”, (Mateo 7:17-20). Como verdaderos hombres y mujeres salvos se espera que hagamos buenas
obras, no porque a través de ellas seremos salvas, sino porque las obras son una evidencia de nuestra
salvación. Santiago toca el tema de las obras y la fe: “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice
que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y
tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y
saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si
no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin
tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras”, (Santiago 2:14-18). Santiago dice que la salvación va más
allá de decir que tenemos fe, nuestra fe debe evidenciarse a través de nuestras obras: Hermanos míos, ¿de
qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Él pregunta cómo
alguien que dice ser salvo y tener fe puede permanecer indiferente ante la necesidad de los desposeídos: Y
si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno
de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el
cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Alguien que se
comporte de esta manera y diga tener fe, esa fe es vana, porque la verdadera obra de salvación que el Señor
opera transforma totalmente a la persona que cree y lo capacita para toda buena obra. Son las obras una
evidencia que Cristo nos ha cambiado y estas vienen de un verdadero acto de fe, tal y como Santiago a través
de nuestras obras nuestra fe se revela al mundo: Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame
tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras . Por tanto, todo cristiano debe vivir de tal forma que
sabe que su salvación es por fe, reflejando su fe a través de sus obras.
EL ALCANCE DE LA SALVACIÓN
La salvación que Dios ha provisto al hombre es completa, de una vez y para siempre, tal y como el
autor de la carta a los Hebreos dice: “Pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio
por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios”, (Hebreos 10:12). Antes de la cruz el método de
expiación que Dios había dejado era el sacrificio de machos cabríos con el fin de que la sangre de ellos
cubrieran los pecados, pero una vez Cristo se ofreció como el sacrificio perfecto, ya no hay necesidad de
ofrecer mas sacrificios: “Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados; porque la sangre
de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados. Por lo cual, entrando en el mundo dice:
Sacrificio y ofrenda no quisiste; más me preparaste cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no te
agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, Como en el rollo del libro está
escrito de mí. Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni
te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley), y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para
hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último. En esa voluntad somos santificados
mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre”, (Hebreos 10:3-10). Por tanto, el
hombre es salvo por medio de la fe en el sacrificio de Cristo el cual es suficiente para perdonar nuestros
pecados. Ahora bien, esta salvación bendita opera en tres tiempos, en el pasado, presente y futuro. Veamos.
“Debemos entender que la obra entera por la cual los hombres son salvados de su estado
natural de pecado y de ruina, y son transportados al reino de Dios y hechos herederos de la
felicidad eterna, es de Dios, y únicamente de Él. ‘La salvación es de Jehová’ (Jonás
2:9)” — Charles Spurgeon.
Antes de hablarte sobre las doctrinas de la gracia en la serie de artículos que estoy
publicando en el blog, quiero hablarte sobre la soteriología y por qué importa demasiado
para todo cristiano.
Sé que la palabra “soteriología” es rara, pero con ella se llama a la rama de la teología que
estudia la salvación.
Por la fe en Jesús, y por tanto en Su obra, somos librados del justo castigo que merecemos
(Romanos 3:25-26). También estamos de acuerdo en que hay un cielo y un infierno, y en
varios otros puntos de nuestra fe.
Sin embargo, la Biblia habla mucho más sobre cómo Dios salva a pecadores. Prácticamente
toda la Palabra está llena de información al respecto. Luego de leerla, pueden surgir en tu
cabeza preguntas como estas:
¿Dios elige a personas para que ellas crean el evangelio y sean salvas?
¿Jesús murió por todas las personas de la misma manera?
¿Jesús vino a hacer posible la salvación de todas las personas sin asegurar la de nadie, o
vino para salvar realmente a sus ovejas?
¿Podemos perder nuestra salvación?
¿La fe es algo que Dios nos regala?
¿Cómo las personas llegan a creer realmente el evangelio?
Y muchas preguntas más.
La soteriología tiene que ver con respuestas a esa clase de interrogantes… y todo cristiano,
aunque tal vez no quiera admitirlo, posee alguna postura ante preguntas como las que
muestro arriba.
Si no queremos conocer más sobre cómo Dios salva a pecadores (y por tanto conocer más
de Él), entonces deberíamos preguntarnos: “¿Realmente Dios me importa? ¿Realmente soy
cristiano?» Es una contradicción ser cristiano y no querer conocer cada día más a Dios, ya
que la vida cristiana consiste en conocerlo cada día más y más (Juan 17:3).
Es por eso que la soteriología es una parte esencial del conocimiento cristiano, y cuanto
más sólida y bíblica es nuestra soteriología y reconocemos la verdad, más vamos a vivir
como Dios quiere que vivamos ya que todo lo que Dios nos ha revelado en Su Palabra es
con este fin (2 Timoteo 3:16-17).
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda
bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la
fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor
habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el
puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo
aceptos en el Amado” (Efesios 1:3-6).
No ahondaré en los detalles de ese pasaje bíblico, pero quiero que notes las palabras que
enfaticé: Dios nos salva para que le alabemos en agradecimiento… ¿Y cómo vamos a hacer
eso si no conocemos y admitimos lo que Él ha revelado en Su Palabra sobre cómo Su
gracia obra en nuestras vidas?
La soteriología es más importante que lo que muchas personas piensan y espero haberlo
dejado claro en este artículo introductorio.
En el próximo artículo de la serie, me gustaría aclarar algunas cosas más que nos serán de
utilidad en nuestro viaje.
Dos privilegios más están conectados con la dignidad de María: su especial mediación entre
el Redentor y los redimidos y su derecho exclusivo a la hiperdulía. Por supuesto, está claro
que la mediación de María está completamente subordinada a la de su Divino Hijo y que de
ahí deriva su total eficacia y poder. Para entender mejor el valor y la importancia del
derecho peculiar de María a tal veneración, será bueno considerar, a modo de contraste, la
dulía de los santos, y de nuevo, la doctrina respecto a la veneración de imágenes y reliquias.
La mayoría de los teólogos dogmáticos prefieren tratar estos últimos asuntos bajo
escatología, junto con la comunión de los santos.