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Universidad Católica de Santiago de Guayaquil

Facultad de Filosofía, letras y ciencias de la educación


Carrera de Psicología Clínica

Psicopatología Social
Semestre B 2019

Docente: David Aguirre Mgs.

Tutoría II parcial

Una Mirada desde el Psicoanálisis para la Toxicomanía.

Carvajal Toledo Ana


Mayorga Rosero Michelle
Peña Naranjo Nicole
Velarde Esparza Josbelly
Sumba Uzho Sharon

22 de Agosto del 2019


El sujeto del psicoanálisis, es el sujeto del discurso, el sujeto del significante; y este
sujeto se encuentra velado en la toxicomanía, aquella que debemos entender como
negación de la palabra. Aquí el sujeto en su totalidad parece representar un órgano
doliente en el que no hay cabida para el análisis, no existirían síntomas, goce fálico,
demanda, ni discurso. Freud, no deja de tener razón, un dolor de cabeza, fiebre, una
herida, una toxicomanía, no se pueden descomponer analíticamente; por ello para el
análisis nunca el objetivo puede centrarse en el consumo de la sustancia, pues como
hemos visto no trae consigo los resultados esperados y el psicoanalista se ve enfrentado
a una situación en que el fantasma de la droga lo supera ampliamente. El nuevo malestar
de la cultura es el corolario de la ficción de que todo padecimiento, angustia o dolor
pueden ser resueltos con objetos, rindiendo culto a la omnipotencia de la ciencia de
modificar y controlar la naturaleza: el nacimiento, la vida, la vejez, la enfermedad y la
muerte. La reivindicación del sujeto adicto a acallar el malestar de esa forma aparece
legitimada en nuestra sociedad hedonista, replegándose al ámbito privado. Ante la
degradación de los intercambios promovida por un nuevo modernismo social donde
debe preceder la felicidad individual por objetos adaptados a necesidades, todos somos
adictos en potencia, y a todo. Las sustancias “generadoras” de adicción revisten todos
los tópicos de la vida humana desde los más “silenciosos” hasta los más “virtuosos”:
alcohol, sexo, drogas, hidratos de carbono, pero también trabajo y actividad informática.
Más que en ningún otro fenómeno, estas patologías nos introducen subrepticiamente en
los huecos infernales que el progreso va dejando, arrastrando un tratamiento del dolor y
el sufrimiento que más se parece a una sustancialización de los problemas que a la
búsqueda de su causa.

El término “toxicomanía” proviene del griego “toxicon”, que significa “veneno”, y del
latín “manía”, que significa locura caracterizada por delirio y agitación. Entonces,
etimológicamente, la toxicomanía podría ser una alteración mental que induce al
individuo al consumo de un veneno. Partiendo de la articulación de la persona con el
contexto social, ese punto de encuentro de dos elementos complementarios: la vida del
sujeto y la sociedad; nos lleva al punto central de esta problemática que se desarrolla a
partir de la relación que establece el sujeto con la droga, el tipo de droga y la forma de
uso en un determinado contexto.
El psicoanálisis no hace de las toxicomanías, o más aún de las adicciones, una estructura
clínica; sino que para un diagnostico toma en cuenta tres estructuras: las neurosis, las
psicosis y las perversiones. Lo que nos lleva a la posibilidad de que los tóxicos tengan
una función diversa en las diferentes estructuras, y así mismo en cada sujeto en
particular. Se sabe que para el psicoanálisis no existe el universal de “el drogadicto”,
sino el goce particular de cada sujeto. Las relaciones del goce con el significante son
muy diferentes a las relaciones del deseo con el significante. ‘’El deseo está ligado a la
cadena de significante y por ende a sus permutaciones, por eso es muy móvil, es dúctil,
plástico al significante. Por el contrario, las relaciones del goce con el significante son
relaciones de exclusión’’ (Miller, 1987)
Además, desde la teoría psicoanalítica se ha establecido que el aparato psíquico genera
por sí mismo lo necesario para su propio consumo, bajo dos principios: placer y
realidad. En la realidad sería balancear el goce, es decir satisfacerse, aunque el hombre
no sea feliz, aunque no encuentre felicidad plena. Pero, sin embargo, permite encontrar
una consistencia para la evitación del sufrimiento. Desde este punto, se puede plantear
que la civilización estará en constante malestar, ya que, el sujeto va a tratar de buscar
otras técnicas para tapar esa falta de felicidad. A lo que refiere brevemente como la
toxicomanía o las adiciones.

Entonces, el psicoanálisis toma en cuenta para el diagnóstico tres estructuras: las


neurosis, las psicosis y las perversiones. No hace de las toxicomanías, o más aun de las
adicciones, una estructura clínica. Lo que cuenta es la posibilidad de que los tóxicos se
jueguen en las diferentes estructuras y tengan una función diversa, no sólo en las
mismas, sino en cada sujeto en particular. De este modo podemos explicar la existencia
de una variedad de relaciones de sujetos con diversas drogas, o incluso las mismas, en
aquellos cuyas posiciones subjetivas puedan determinarse como neurótica, perversa o
psicótica

Desde el psicoanálisis, podemos decir que no hay una “definición” de la toxicomanía,


ya que la posición analítica no implica una descripción y clasificación de los síntomas o
fenómenos que muestra el sujeto, sino que trata de un trabajo diferente, en relación a lo
que es el sujeto del inconsciente y sus implicancias en relación al Otro. (Lora., 2010,
pág. 17) Es decir, se tratará de buscar el goce particular de cada sujeto.

Entonces la toxicomanía tiene que ver con el modo particular de gozar de cada sujeto,
frente a la posición del sujeto, frente al deseo y el goce en su subjetividad; es por esto
que el sujeto puede llegar a recurrir al uso de una sustancia en un momento de
desestabilización fantasmática o en un momento de vacío de respuestas frente a lo que
es el deseo y la demanda del Otro.

En la toxicomanía tenemos que el goce fálico, es sustituido por el goce autoerótico (que
no necesita del Otro), sino que por el contrario lo hace a un lado, es un goce asexual,
obtenido por el objeto droga, objeto que impide el desplazamiento de la cadena de
significante, de manera que calla al sujeto del inconsciente, y el objeto a pierde su
estatuto de causa de deseo, debido a que la droga ocupa ese lugar mítico, es decir, de la
ilusión de haber alcanzado el objeto.

La elección del consumo de drogas parece ser hecha por los sujetos en un momento en
que ha ocurrido probablemente una desestabilización fantasmática y se produce una
emergencia insoportable de angustia. La droga puede no haber existido para ese sujeto
anteriormente, o puede haberla usado en forma ocasional, pero ese momento puede
convertir al sujeto en un adicto. ‘’La droga tendrá una función de sustituto de la
represión, intentará con ella no pensar y a la vez separarse de aquello que lo angustia’’
(Luongo, 1995)

Por otro lado, cabe marcar una diferencia entre el consumidor y toxicómano, ya que el
primero puede consumir y continuar con su vida, contrario al toxicómano, el cual
termina consumiendo su cuerpo. Como plantea Luis Darío Salomón “El sujeto no
consume la droga, la droga consume su cuerpo’’ Para articular el concepto de
toxicomanía acogeremos dos conceptos básicos sobre el goce y el plus de gozar.

Goce; concepto a través de la lectura de Lacan sobre la idea de la pulsión freudiana. El


goce va a ser la unión de las dos pulsiones de vida y muerte, no hay que pensar de que
hay dos pulsiones por separado, sino que en las dos pulsiones hay goce. Ahí donde
cohabita la vida existe la muerte y donde cohabita la muerte existe la vida. Para Lacan
hay una pulsión llamada “Goce” la mezcla o dialéctica entre la vida y la muerte. Lo que
implica que el toxicómano está abstraído en el tóxico, lo que hace referencia a la
relación que el sujeto establece con el objeto. El tóxico es una respuesta al malestar y
este no se resuelve vía simbólico, sino por vía real, es en este momento que se busca el
objeto.
La castración es la no completud, la imposibilidad de poder completar los cuerpos, pero
para el toxicómano sí funciona porque está desenganchado al Otro de lenguaje, así que
emplea una operación para prescindir del otro sexo, produciendo una respuesta
autoerótica y lo hace funcionar por medio del tóxico (goce autoerótico). La
toxicomanía busca burlar la falta, lo que la vuelve un síntoma muy común de la época y
de la adolescencia. Es también, una irrupción y sustitución de una satisfacción primaria,
no del significante fálico, sino de un hacer por otro hacer, ya que deja al sujeto
alrededor de esta sustancia (objeto) eternamente.

Según Diana Rabinovich (1993), las patologías del acto van a ser respuestas ante
las angustias del objeto A, pero no van a responder al síntoma de la neurosis
clásica, sino que son respuestas en el cuerpo porque no pueden ser puestas en
palabras.

Para la toxicomanía no va a ser una postura clínica, será más bien un fenómeno o una
posibilidad de posición subjetiva, que va a funcionar como una respuesta. No es que la
toxicomanía va a remitir a una estructura como la psicosis, neurosis o perversiones.
Sino que es un fenómeno o patología del acto que puede estar en cualquiera de las
tres estructuras. Es una posición subjetiva frente a la respuesta. La respuesta frente a la
no relación sexual, la respuesta frente a la castración, frente al vacío.

Desde el psicoanálisis no se puede pensar que existe una definición o una suerte de
clasificación como lo hará la psiquiatría o la psicología, sino que básicamente el acento
que ponemos es justamente “hacer que habite el sujeto del inconsciente en el tóxico”.
De ahí parten dos puntos para ubicar la dirección de la cura en el toxicómano;
1) Articular al sujeto del inconsciente, y 2) Las Implicancias en relación al Otro,
básicamente con el otro familiar (materno) el cual también involucra al social.

No hay dirección de la cura ni una clasificación o definición concreta de la toxicomanía,


pero son directrices de brújula que nos sitúa como plantear el tema de la toxicomanía.
Entonces, se podría cuestionar sobre el goce que habita en el toxicómano. El goce que
habita en el toxicómano es aquel que no ha pasado por la satisfacción del discurso, es
decir no ha podido tocar todo de lo pulsional ni lo vivo del cuerpo, es un goce que el
significante fálico no ha podido capturarlo y queda por a fuera del cuerpo como un
resto, como puro objeto. Un goce que es autoerótico, y que ha fracasado con el paso con
otro sexo y se ubica maniáticamente sobre el cuerpo como una cadena
masturbatoria. Un goce que no ha podido hacer el tema de la relación sexual con el
otro. Ernesto Sinatra va a decir que “El goce en el toxicómano progresivamente va
tomando todo el cuerpo del sujeto”. Es decir ¿cuál es el límite del consumo y el no
consumo?

Desde la pubertad y en la adolescencia hay una resignificación del fantasma, motivo por
el cual son más susceptibles a envolverse con alguna de las patologías del acto. Por
parte del toxicómano es un punto corporal, no solo del discurso. Termina siendo un
cuerpo para rellenar y vaciar, semejante al de la anorexia-bulimia, pero es más denso ya
que a la final si no hay una represión termina produciendo actos violentos para el otro.
Este goce fálico va a ser sustitutivo por el goce-autoerótico que va en relación al propio
cuerpo. Lacan va a decir que “El tóxico va a ser el rompimiento del matrimonio con el
falo”. Es evadir la frustración, ya que no funciona como un significante fálico sino
como un postizo fálico, tapona la falta, pero no es un falo sino un objeto puro desecho
que hace función de falo.

Para concluir podemos señalar que el toxicómano niega la castración y con ello se
desata de su cuerpo, el cuerpo del toxicómano es percibido como ajeno; el consumo de
esta forma, se coloca como la respuesta a una falta del cuerpo, falta de elaboración del
cuerpo pulsional, relacionadas a una insuficiencia simbólica. En el efecto que produce el
toxico, el cuerpo ya no se encuentra oculto por las representaciones, así se da el
surgimiento de un nuevo cuerpo dentro de la experiencia alucinatoria. La toxicomanía
es un rechazo a la ley del Otro, y lo realiza a través de apartarse mediante lo
instrumental, por lo cual existe la pretensión de desviación de la palabra del Otro, se es
sujeto, pero de la adicción.

Otra forma de rechazo al Otro, a su demanda, es una operación que se puede realizar a
través del acto suicida, al borrar la vida del cuerpo es al Otro a quien se quiere tachar.
Por ello, en la clínica el analizante se sitúa ante el cuerpo del toxicómano, para verlo
como un organismo sin importarle si goza o no. El cuerpo que goza habla, por ello el
profesional se centra en el discurso del paciente, haciendo referencias al goce
indirectamente.
Bibliografía:

Luongo, L. (1995). Modalidad de consumo, particularidad del goce. Buenos Aires:


Atuel.

Miller, J. A. (1987). Recorrido de Lacan. Buenos Aires - Argentina: Ed. Mananatial.

Rabinovich, D. (1993). La angustia y el deseo del Otro. Buenos Aires, Argentina.

Lora., E. (2010). Un abordaje a la Toxicomanía desde el Psicoanálisis. ucb.edu.bo., pág


21.

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