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Hace tres años el Prado saldaba una deuda histórica con las mujeres. Abría la
primera exposición dedicada a una artista, Clara Peeters, que pintaba autorretratos en
los reflejos de los objetos metálicos que aparecían en sus cuadros. La invisibilidad de
las mujeres en el Prado parece que ya es historia. Ahora son dos las artistas que se
reivindican como grandes pintoras en sus salas. Y aguantan el tipo ante sus colegas. «La
presencia de las mujeres es una laguna que tenemos todos los museos –dice Miguel
Falomir, director del Prado–. Hemos querido hacer una exposición que mostrara que no
hay una sola forma de ser mujer y ser artista. Dentro de unas mismas coordenadas
geográficas y culturales, unas desarrollan una carrera como aficionadas y otras son
capaces de tener un taller y competir con sus colegas masculinos». Adelanta el director
del Prado que el año que viene habrá en el museo una exposición sobre el papel y la
imagen de la mujer en la pintura española de finales del XIX y principios del XX.
De
izquierda a derecha, "La partida de ajedrez", "Retrato de familia" y "Bianca Ponzoni",
tres cuadros de Sofonisba Anguissola - JOSÉ RAMÓN LADRA
Son 33 las pintoras presentes en las colecciones del Prado (69, si incluimos
grabadoras, ilustradoras, etc). Por contra, la nómina de pintores en los fondos de la
pinacoteca es de más de 5.000. El porcentaje resulta «tramposo»: el 42% de las
pinturas de las mujeres está expuesto en el Prado, frente al 31% de las de los hombres.
Y es que la diferencia de obras entre unas y otros es abrumadora. En estos momentos
siete cuadros de pintoras cuelgan en el Prado: uno de Angelica Kauffmann, otro de
Artemisia Gentileschi, cuatro de Clara Peeters y una, la última en sumarse, de Rosa
Bonheur: «El Cid». A ellas hay que añadir las cuatro obras de Sofonisba Anguissola y
una de su hermana Lucia presentes en la exposición.
Desnudos eróticos
Campaña de propaganda
La Corte española cercenó su faceta como pintora, que se frenó en seco. Hizo
grandes retratos de los miembros de la Familia Real (en la muestra cuelgan buenos
ejemplos, como los de Felipe II, Isabel de Valois y Ana de Austria), pero no los firmó
porque no le correspondía, pues ella no estaba allí como retratista. Tampoco cobraba
dinero por ellos. Le «gratificaban» con ricas telas y joyas. En la exposición hay un
maravilloso traje que quiere ser un pequeño guiño a esos pagos. El retratista oficial del
Rey era Alonso Sánchez Coello. Pero había otros retratistas en la Corte: Pantoja de la
Cruz, Jorge de la Rúa, Manuel Denis... Van Dyck viaja en 1624 a Sicilia para conocer a
la nonagenaria artista, a la que retrata (cuelga el cuadro en la exposición). Seguía siendo
una celebridad, aunque ya no pintaba, pues se había quedado ciega. Sus pinturas no
superan hoy el medio centenar.
Lavinia Fontana (Bolonia, 1552-Roma, 1614) era hija de un pintor muy célebre
de Bolonia, Próspero Fontana, quien la inicia en el dibujo y la pintura en casa. Primera
pintora profesional de la Historia, estrechó relaciones con nobles, eclesiásticos y
coleccionistas. Se casó una vez, con Giovanni Paolo Zappi. Fue una auténtica
superwoman de la época: concilió su trabajo (dirigía un taller de pintura, viajaba a
Roma y Florencia) con ser ama de casa y madre de once hijos. Sólo tres le
sobrevivieron. Está enterrada en la iglesia de Santa Maria sopra Minerva de Roma.