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27/10/2019 Nociones ambientales básicas para profesores rurales y extensionistas

TEMA2:ELSUELO

¿Qué es?
¿Cómo se forma?
¿Cuáles son sus características?
La fertilidad
La erosión y la contaminación
¿Qué debemos hacer para conservarlo?

EL SUELO
¿Qué es?
El suelo está compuesto por minerales, materia orgánica, diminutos organismos vegetales y
animales, aire y agua. Es una capa delgada que se ha formado muy lentamente, a través de los
siglos, con la desintegración de las rocas superficiales por la acción del agua, los cambios de
temperatura y el viento. Los plantas y animales que crecen y mueren dentro y sobre el suelo son
descompuestos por los microorganismos, transformados en materia orgánica y mezclados con el
suelo.

Los minerales provienen de la roca madre, que se deshace lentamente. También pueden ser
aportados por el viento y el agua, que los arrastran desde otras zonas erosionadas.
La materia orgánica es el producto de la descomposición de vegetales y animales muertos.
Puede almacenar gran cantidad de agua y es rica en minerales.
Los microorganismos o pequeños organismos son de dos tipos: los que despedazan la
materia orgánica (insectos y lombrices) y los que la descomponen liberando los nutrientes
(hongos, bacterias). Viven dentro del suelo y, además de intervenir para que la materia
orgánica sea nuevamente utilizada por las plantas, ayudan a pulverizar las rocas. Lombrices
e insectos forman poros que permiten la aireación, el almacenaje del agua y el crecimiento
de las raíces.
Agua y aire ocupan los poros, espacios entre las partículas de suelo que se producen por las
irregularidades de su forma y tamaño. La distribución y tamaño de los poros es importante.
Una excesiva cantidad de poros pequeños origina suelos compactos, pesados, húmedos y
un pobre crecimiento de las raíces. Demasiados poros grandes forman suelos sueltos que se
secan rápidamente. Cuando más pequeño es el poro, más difícil es para la planta absorber
agua de él.
Los organismos del suelo y las plantas necesitan agua para vivir. Las plantas la utilizan para
mantener sus tejidos, transportar nutrientes y realizar la respiración y nutrición. El agua del
suelo es absorbida por las raíces y utilizada en el proceso de fotosíntesis. La disolución de
minerales y materia orgánica en el agua facilita que sean captados por las plantas.
Cuando el agua del suelo escasea, se detiene el crecimiento de las plantas, que llegan a
marchitarse y morir. Un exceso de agua desplaza el aire del suelo. Este es importante
porque aporta oxígeno para la respiración de las raíces. Además es la fuente del nitrógeno
que transforman las bacterias, haciéndolo aprovechable por las plantas.

En el suelo se multiplican miles de formas de vida, la mayoría invisibles para nuestros ojos. Una
hectárea de tierra fértil puede contener más de 300 millones de pequeños invertebrados: insectos,
arañas, lombrices y otros animales diminutos. La tierra que cabe en una cuchara puede encerrar un
millón de bacterias, además de cientos de miles de células de levaduras y pequeños hongos.
Todos las sustancias que forman el suelo son importantes por sí mismas, pero lo fundamental es el
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equilibrio adecuado entre los diferentes constituyentes.
La materia orgánica y los microorganismos aportan y liberan los nutrientes y unen las partículas
minerales entre sí. De esta manera, crean las condiciones para que las plantas respiren, absorban
agua y nutrientes y desarrollen sus raíces. Lombrices, bacterias y hongos también producen
humus, que es una forma estable de materia orgánica. El humus retiene agua y nutrientes y ayuda
a prevenir la erosión.
En resumen, el manejo sostenible del suelo debe estimular la actividad de los microorganismos,
manteniendo o aportando una cantidad adecuada de materia orgánica.

¿Cómo se forma?
La formación del suelo es un proceso muy lento: se precisan cientos de años para que el suelo
alcance el espesor mínimo necesario para la mayoría de los cultivos.

Al principio, los cambios de temperatura y el agua comienzan a romper las rocas: el calor del
sol las agrieta, el agua se filtra entre las grietas y con el frío de la noche se congela.
Sabemos que el hielo ocupa más lugar que el agua, y esto hace que las rocas reciban más
presión y se quiebren. Poco a poco se pulverizan y son arrastradas por las lluvias y el viento.
Cuando la superficie es en pendiente, este sedimento se deposita en las zonas bajas.
Luego aparecen las pequeñas plantas y musgos que crecen metiendo sus raíces entre las
grietas. Cuando mueren y se pudren incorporan al suelo materia orgánica que es algo ácida
y ayuda a corroer las piedras.
Se multiplican los pequeños organismos (lombrices, insectos, hongos, bacterias) que
despedazan y transforman la vegetación y los animales que mueren, recuperando minerales
que enriquecen el suelo. Este suelo, así enriquecido, tiene mejor estructura y mayor
porosidad. Permite que crezcan plantas más grandes, que producen sombra y dan
protección y alimento a una variedad mayor aún de plantas y animales.

¿Cuáles son sus características?


Las características de cada suelo dependen de varios factores. Los más importantes son el tipo de
roca que los originó, su antigüedad, el relieve, el clima, la vegetación y los animales que viven en
él, además de las modificaciones causadas por la actividad humana.

El tamaño de las partículas minerales que forman el suelo determina sus propiedades
físicas: textura, estructura, capacidad de drenaje del agua, aireación.
Los gránulos son más grandes en los suelos arenosos. Estos son sueltos y se trabajan con
facilidad, pero los surcos se desmoronan y el agua se infiltra rápidamente. Tienen pocas
reservas de nutrientes aprovechables por las plantas.
Los suelos limosos tienen gránulos de tamaño intermedio, son pesados y con pocos
nutrientes.
Los suelos arcillosos están formados por partículas muy pequeñas. Son pesados, no drenan
ni se desecan fácilmente y contienen buenas reserva de nutrientes. Al secarse se endurecen
y forman terrones. Son fértiles, pero difíciles de trabajar cuando están muy secos.

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Los suelos francos son mezclas de arena, limo y arcilla. Son fértiles y al secarse forman
pequeños terrones que se deshacen. Un suelo con una composición equilibrada de cada
mineral es un suelo agrícola fácil de trabajar y con buenas reservas de nutrientes. Mantiene
la humedad a pesar de drenar libremente.
Cuando los poros entre las partículas de suelo son muy pequeños, se favorece la retención
de agua y el encharcamiento. La presencia de materia orgánica permite que el agua se
impregne e infiltre lentamente, logrando así que las raíces la aprovechen mejor. A su vez, la
presencia de materia orgánica permite limitar la pérdida de nutrientes y facilita que sean
captados por las plantas.

Los suelos no tienen una estructura uniforme: están constituidos por capas que se
diferencian por el tamaño y composición de las partículas. La capa superficial es más
compacta, se seca con rapidez y está poblada por pocos organismos, especialmente
lombrices. Por debajo de ella, está el humus, donde se acumulan microorganismos y
nutrientes.

Las propiedades químicas del suelo dependen de la proporción de los distintos


minerales y sustancias orgánicas que lo componen. El contenido de nitrógeno,
fósforo, potasio, calcio y magnesio debe ser abundante y equilibrado. La materia
orgánica siempre contiene carbono, oxígeno e hidrógeno, además de otros
elementos. Al despedazar y descomponer las plantas y animales muertos, los
microorganismos liberan los nutrientes permitiendo que puedan ser utilizados
nuevamente.

Las propiedades físicas y químicas del suelo, unidas a los factores climáticos, determinan los
vegetales y animales que pueden desarrollarse y la forma en que se debe cultivar la tierra.

La fertilidad
Sabemos que para crecer las plantas precisan agua y determinados minerales. Los
absorben del suelo por medio de sus raíces. Un suelo es fértil cuando tiene los nutrientes
necesarios, es decir, las sustancias indispensables para que las plantas se desarrollen bien.
Las plantas consiguen del aire y del agua algunos elementos que necesitan, como el
carbono, el hidrógeno y el oxígeno. Otros nutrientes esenciales están en el suelo: aquellos
que los vegetales requieren en grandes cantidades se llaman nutrientes principales. Son el
nitrógeno, el fósforo, el potasio, el calcio y el magnesio. Proceden de las rocas que dieron

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origen al suelo y de la materia orgánica descompuesta por los microorganismos. Los


nutrientes deben estar siempre presentes en las cantidades y proporciones adecuadas.

Un suelo es fértil cuando:

su consistencia y profundidad permiten un buen desarrollo y fijación de las raíces.


contiene los nutrientes que la vegetación necesita.
es capaz de absorber y retener el agua, conservándola disponible para que las
plantas la utilicen.
está suficientemente aireado.
no contiene sustancias tóxicas.

Los suelos naturalmente cubiertos de vegetación conservan su fertilidad. Un ejemplo es el


bosque: las raíces de los árboles sujetan la tierra, el follaje de las copas suaviza el impacto
de la lluvia y la fuerza del viento. Las hojas secas que caen (hojarasca), junto con los
animales muertos y sus excrementos, se pudren y son descompuestas por los
microorganismos, formando humus. El humus es un abono orgánico que enriquece el suelo,
aumenta la porosidad superficial, absorbe el agua lentamente y la retiene. Así, el suelo
permanece húmedo por más tiempo, el agua no se escurre por su superficie y no se produce
arrastre de tierra.
La sombra de los árboles permite el desarrollo de otras especies vegetales que no pueden
crecer a pleno sol, como los helechos, orquídeas, musgos y líquenes. Diversos insectos y
pájaros se alimentan de sus frutos y ayudan a la multiplicación de las plantas colaborando en
la polinización de las flores y en la diseminación de las semillas.
También protegen el suelo las praderas de pastos bajos y tupidos: las gotas de lluvia y los
vientos llegan al suelo a través de las hojas que atenúan su impacto y la tierra se mantiene
entre sus raíces entrelazadas. El suelo es rico en humus debido al constante aporte de
materia orgánica.

Los terrenos cultivados gastan lentamente sus nutrientes y están más expuestos a la pérdida
de suelo. El suelo arado opone menos resistencia a ser arrastrado por el agua y el viento. La
erosión se intensifica en terrenos en pendiente y no protegidos por cortinas rompevientos y
setos vivos, formados por árboles y arbustos.
Además, el producto de la cosecha se usa como alimento o como materia prima para
algunas industrias y no regresa al suelo para enriquecerlo. Si no actuamos para reponer la
fertilidad perdida, después de varios años de cultivo continuo la tierra se agota. Por eso
debemos cuidar el suelo que cultivamos, incorporando abono y materia orgánica.

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Si queremos sostener nuestro productividad, base de nuestro desarrollo, debemos


proteger el suelo. Su degradación tiene numerosas causas, pero las que agotan
rápidamente la tierra son la erosión, la contaminación, la sobreexplotación de los pastos y la
destrucción de los bosques.

La erosión
El suelo que utilizamos para la agricultura es una capa delgada que descansa sobre una
base de rocas. Esta capa necesitó muchos siglos para formarse, pero puede ser destruida
en pocos años si no se la usa con cuidado. Los suelos que se originan a partir de la roca
madre crecen un centímetro en un período que puede durar varios cientos de años. Sin
embargo, los terrenos pueden degradarse con rapidez, volviéndose estériles.
Además, sólo el 12% de la superficie de la tierra es fácilmente cultivable. Son más
abundantes las zonas difíciles de trabajar. Los obstáculos posibles son varios: sequía por
falta de lluvia, temperaturas muy bajas, suelos no fértiles por carencia de nutrientes
minerales o por contener exceso de sal, terrenos siempre cubiertos de nieve o hielo o con
pendiente muy acentuada.
Varios peligros amenazan el suelo: la pérdida de fertilidad, la contaminación y la
desaparición del suelo mismo debido a la erosión. Muchas veces la pérdida de fertilidad o la
contaminación acaban con la vegetación y el suelo desprotegido se erosiona rápidamente.
Así, estos efectos se producen en la misma zona, uno después de otro.

La pérdida de fertilidad y la contaminación se deben a cambios en la composición del suelo.


Sabemos que para crecer la vegetación necesita nutrientes de los que se alimenta. Y que
existen sustancias que son tóxicas para las plantas, que actúan como verdaderos venenos.

Las plantas absorben por las raíces determinados elementos, imprescindibles para su
desarrollo, especialmente nitrógeno, fósforo, potasio, magnesio y calcio. Estos
minerales se reducen con los cultivos. Si no son reemplazados con el agregado de
abono y materia orgánica, la fertilidad del suelo disminuye hasta agotarse.
La contaminación es otra forma de deterioro del suelo debida a sustancias químicas
dañinas para la vegetación, los animales o para la salud humana. Puede estar
causada por el agua de riego contaminada por letrinas y pozos negros o por desechos
mineros o industriales. También contaminan ciertos insecticidas y herbicidas, que
destruyen especies no nocivas e incluso perjudican la salud de las personas.

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Se llama erosión al desgaste, arrastre y pérdida de partículas de suelo. Se produce por
acción del agua y del viento sobre zonas no protegidas:

Las gotas de lluvia caen con fuerza sobre el suelo deshaciendo progresivamente su
estructura. El agua, al escurrirse, quita partículas y nutrientes al suelo y los transporta
a las zonas bajas. Los arroyos y ríos arrancan la tierra de las riberas. El material
arrastrado se sedimenta y rellena cauces y embalses, aumentando la probabilidad de
inundaciones.
El viento también arrastra partículas de tierra fértil, especialmente cuando está recién
removida o en los períodos de sequía, produciendo en algunos lugares verdaderas
tormentas de polvo.

El suelo se mantiene debido a la capa de vegetación que lo cubre. Las hojas atenúan el
impacto de la lluvia, del calor del sol y de los vientos fuertes sobre el suelo y las raíces
ayudan a sostenerlo. El follaje que cae forma una capa de protección, y contribuye a la
formación del humus.
Al disminuir la vegetación, disminuye el aporte de materia orgánica y la densidad de las
raíces que ayudan a sujetar el suelo. Desciende la actividad de los microorganismos y el
suelo pierde fertilidad. Asimismo, pierde porosidad y estructura, haciéndose más
erosionable.
En resumen, cuando el suelo se empobrece y se reduce la vegetación que crece en él y
ayuda a fijarlo, aumenta la erosión causada por la lluvia y el viento.
Otras causas que aceleran la erosión son la destrucción de los bosques, la labranza
inapropiada y el pisoteo excesivo del ganado sobre un suelo limitado (sobrepastoreo).
El arrastre de la capa fértil es mayor con las lluvias intensas y en las laderas no protegidas.
El agua no alcanza a infiltrarse y fluye por la superficie cargada de partículas de tierra. Luego
se concentra en chorros que cavan surcos de pocos centímetros de profundidad, en los que
el líquido corre a mayor velocidad. En esta etapa la erosión ya causa graves daños, pero
puede ser detenida con barreras de piedras, cultivando en andenes perpendiculares a la
pendiente, sembrando pastos que cubran el suelo y construyendo zanjas de escurrimiento.
Si no se toman medidas adecuadas, los regueros se unen, aumenta su caudal y cavan
barrancos que se desmoronan. La tierra es arrastrada y se forman socavones o cárcavas. La
situación es muy grave y no sólo hay que detener el agua en la parte superior, sino que es
necesario proteger el suelo que todavía queda en los bordes del barranco, sembrando
hierbas, arbustos y árboles para que sujeten el terreno con sus raíces.
Cuando la erosión avanza, el terreno queda surcado por cárcavas y desaparece la capa
fértil. En las zonas bajas aumentan las inundaciones. La tierra transportada es lavada de sus
nutrientes y mezclada con pequeñas piedras. Este sedimento recubre con una capa estéril
las tierras de los valles, perjudicando los cultivos.

¿Qué debemos hacer para conservar el suelo y mantener su


fertilidad?
La cantidad de tierra que disponemos para cultivar es escasa y debe ser usada
cuidadosamente y aplicando medidas de conservación apropiadas.
Un adecuado manejo del suelo ayuda a mantenerlo, restaurarlo y a mejorar su calidad. Para
asegurarnos buenas cosechas durante muchos años, es importante que sepamos qué es y
cómo se produce la erosión. Además, debemos conocer y utilizar técnicas de cultivo que
eviten la pérdida de suelo y conserven su fertilidad.
Los métodos usados para prevenir la erosión ayudan a sujetar el suelo, reduciendo el
impacto del agua y del viento para evitar que lo arrastre. La pérdida de la fertilidad se
combate reponiendo en el suelo los nutrientes y la materia orgánica que los cultivos y la
misma erosión se llevan.
La pérdida de suelo es más intensa en zonas en pendiente porque en ellas el agua corre con
más fuerza.
Para impedir que el agua y el viento se lleven partículas de tierra, podemos usar algunas
técnicas que son muy eficaces a pesar de su sencillez. Se trata de prácticas para conservar
el suelo y el agua.

Cuando cultivamos suelos de laderas, hay que realizar las operaciones de cultivo en
sentido perpendicular a la pendiente o en curvas de nivel. De esta manera, cada
surco actúa como una barrera que frena el movimiento del agua. Al disminuir la
escorrentía superficial, la capa fértil no es arrastrada. Además, lograremos un mayor
aprovechamiento del agua que aumenta su penetración al correr más lentamente.

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La cobertura vegetal (pastos tupidos, residuos de cosecha), además de enriquecer el
suelo, ayuda a protegerlo contra la erosión, especialmente en la época de lluvias. En
la época de sequía, evita que el suelo se reseque, al disminuir la pérdida de agua por
evaporación. Es posible sembrar cultivos de cobertura entre un ciclo agrícola y otro.
Asimismo, la utilización del rastrojo como cobertura ayuda a controlar las malezas y
aumenta la materia orgánica y la fertilidad.
Para defender al suelo de la erosión provocada por el viento y la lluvia es necesario
usar barreras. Pueden ser barreras vivas, formadas por franjas de árboles y arbustos
de hojas perennes y crecimiento denso, transversales a la dirección del viento y a la
pendiente del terreno. También es útil construir barreras hechas con piedras para
evitar que el agua se escurra rápidamente y arrastre partículas de suelo. La tierra
retenida se acumula y es excelente para agregarla a los cultivos.
Las zanjas y acequias permiten capturar el agua de escorrentía, que puede ser
acumulada allí (surcos de infiltración), o puede ser llevada fuera del terreno (zanjas de
drenaje y canales de desviación) hacia tanques para almacenarla.
Las terrazas o andenes: hay terrenos de pendiente muy acentuada, y en ellos la
construcción de terrazas ayuda a que el agua se absorba, evitando que arrastre el
suelo y lo erosione. Además se obtienen superficies planas y más profundas, lo que
permite sembrar diversos cultivos. Pueden construirse pequeñas terrazas individuales
y circulares, en las que se planta, generalmente, un frutal.
La labranza mínima limita la roturación del suelo a los surcos donde se va a sembrar.
El resto del terreno queda sin tocar. Este tipo de labranza permite mantener la
estructura del suelo, disminuyendo el arrastre ocasionado por la lluvia y el viento.
El control de cárcavas: las cárcavas son zanjas causadas por el agua, que socava el
suelo y se lo lleva. Dificultan la agricultura y tienden a agrandarse, aumentando la
erosión y los desmoronamientos de tierra. Para controlarlas, hay que detener el flujo
de agua que las forma. Después hay que intentar su recuperación, construyendo
muros de piedras dentro de la cárcava para que se acumule tierra. También se
pueden sembrar barreras vivas, por ejemplo, pastos. Para fijar sus bordes, se plantan
árboles.
Es importante evitar el sobrepastoreo. Cuando se concentra el ganado, el pisoteo
constante compacta el suelo. Al alimentarse selectivamente de los pastos que
prefieren, estos desaparecen poco a poco.

La conservación de la fertilidad se consigue reponiendo en el suelo los nutrientes y la


materia orgánica que los cultivos y la erosión se llevan.

Prácticas que ayudan a conservar la fertilidad son la rotación de cultivos y los cultivos
asociados.

Rotar los cultivos es sembrar diferentes cultivos en un mismo terreno, durante años
sucesivos. Cada especie utiliza con mayor intensidad nutrientes diversos y sus raíces
llegan a distinta profundidad. Así, mientras un cultivo utiliza ciertos nutrientes, se
están regenerando los nutrientes que tomó la cosecha anterior. Esta rotación ayuda
también a disminuir las plagas, ya que al año siguiente no encuentran los vegetales
que atacan específicamente.
La asociación de cultivos es la siembra de diferentes especies vegetales en un mismo
año.
Ejemplo: Si se siembra maíz, frijol y calabaza:
Cada cultivo absorbe los nutrientes que necesita sin competir con los otros.
El maíz sirve de apoyo para que trepe el frijol.
El frijol, que es una leguminosa, fija el nitrógeno, enriqueciendo el suelo.
La calabaza da sombra al suelo, conserva la humedad y evita que crezcan las hierbas.

Reposición de materia orgánica. Esta reposición puede ser natural, cuando se deja
descansar el suelo y se espera que crezca nuevamente la vegetación. Pero también
es posible enriquecerlo usando composte, agregando estiércol de los animales o
enterrando los restos de las cosechas. Otra posibilidad es usar abonos verdes, como
el chocho o tarwi, cultivos que no se recogerán porque sirven para nutrir los suelos.
Se entierran en la época de floración, que es cuando acumulan la mayor cantidad de
nutrientes.
La materia orgánica del suelo no sólo lo enriquece de nutrientes, también lo hacen
más esponjoso, lo que permite que retenga la humedad y esté mejor aireado.
Plantación de leguminosas: algunas plantas como el frijol, el garbanzo, las habas, la
alfalfa, el trébol, la soya y las acacias tienen en sus raíces nódulos con bacterias que

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toman el nitrógeno del aire y lo fijan en el suelo. De esta manera, el nitrógeno es


utilizado como nutriente por otras especies.
Los fertilizantes minerales pueden ser usados pero siempre con moderación y
precaución al aplicarlos. Es necesario conocer previamente qué mineral falta en el
suelo y agregarlo en las proporciones necesarias para las plantas que deseamos
cultivar. Si se usan en exceso pueden dañar los cultivos y matar a los
microorganismos del suelo.

Debemos recordar que son compuestos químicos que tienen los nutrientes necesarios
para las plantas, pero no mejoran la calidad del suelo porque no contienen materia
orgánica, como los abonos verdes, el composte y el estiércol.

Cuando la erosión es muy avanzada es necesario encontrar soluciones que abarquen la


cuenca en su totalidad. El agua debe ser detenida en las zonas donde cae, porque la
pendiente contribuye a que aumente su fuerza y velocidad y destruya las obras de
protección.

FICHA DE ACTIVIDADES

Tema: erosión y pérdida de fertilidad del suelo

OBJETIVOS

Reconocer sobre el terreno las zonas erosionadas.


Identificar sus posibles causas.
Observar si las labores agrícolas se realizan con métodos que protejan al suelo.
Si se utilizan técnicas inadecuadas, saber si es por falta de información del daño que se
produce, desconocimiento de formas de manejo sostenible de los recursos o por falta de
coordinación entre los miembros la comunidad.
Conocer técnicas apropiadas para contener la erosión y aumentar la fertilidad del suelo de la
comunidad.
Aprender a implementar las prácticas de uso sostenible de los recursos naturales.

ACTIVIDADES

Recorrer el entorno, deteniéndose en las zonas en las que se evidencian signos de erosión.
Hacer una lista de las causas que la provocan.
Preguntar a las personas mayores de la comunidad sobre las variaciones que han
experimentado el terreno y el rendimiento de los cultivos en los últimos años.
Investigar cómo se cultiva en la comunidad. ¿los surcos para la siembra se trazan en la
dirección de la pendiente o en curvas de nivel? ¿se hacen surcos de infiltración? ¿se usan
abonos verdes, composte, estiércol, abonos minerales? ¿se rotan o asocian los cultivos?
¿cómo se controlan las plagas?
Comprobar si existen obras para proteger el suelo de la erosión y cuáles son los resultados
obtenidos.
Averiguar si existen en las cercanías comunidades que usen formas de cultivo sostenibles.
Si es así, realizar una visita para conocer la experiencia.
Reflexionar sobre la forma más adecuada de transmitir a los agricultores los conocimientos
adquiridos.

EVALUACION

Contestar a las siguientes preguntas:

¿Cómo se forma el suelo? ¿Cómo está compuesto? ¿Cuáles son las características de cada
tipo de suelo?
Mencione los nutrientes que necesitan las plantas.
¿Cuál es el proceso natural que mantiene la fertilidad del suelo?
¿Qué es el humus, cómo se forma y por qué los suelos ricos en humus son buenos para las
plantas?
¿Cuáles son las características de una buena tierra para cultivar? ¿Por qué los terrenos
cultivados pueden perder lentamente los nutrientes y agotarse?
¿Qué produce la erosión? ¿Con qué consecuencias?
¿Por qué los árboles, arbustos y pastos protegen el suelo?.
¿Cuales hábitos de cultivo son inadecuados porque aumentan la erosión y agotan la
fertilidad del suelo?
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¿Cuáles son las prácticas agrícolas en las que se basa el desarrollo sostenible? Describa
las formas de cultivo más convenientes para evitar que el suelo se erosione y pierda
nutrientes.
¿Qué es la contaminación del suelo? ¿De qué forma se produce? ¿Los fertilizantes
químicos y los plaguicidas mal utilizados pueden contaminar el suelo?
¿Cuales son las ventajas de reponer la materia orgánica mediante el uso de abonos verdes,
composte, plantación de leguminosas?

PARA REFLEXIONAR - EL SUELO

La tierra fértil que disfrutamos se formó durante miles de años de sol abrasador,
vientos, lluvias y heladas. Durante siglos, los microorganismos transformaron los
restos de vegetales y animales en nutrientes y los mezclaron con partículas de roca
madre para formar el terreno que hoy cultivamos. Para crear un centímetro de suelo
se necesitan cientos de años. Pero se puede perder en poco tiempo si no lo
protegemos de la erosión.
La población de nuestro planeta aumenta con rapidez y es necesario producir más
alimentos. Pero cada año se pierden 13 millones de hectáreas de tierra de cultivo. Se
talan y queman bosques, la lluvia y el viento arrastran la tierra de las laderas no
protegidas, los ríos están contaminados con los desechos de las minas e industrias y
su agua no sirve para el riego, plaguicidas y pesticidas usados sin control matan aves
y animales silvestres.
Todos debemos conocer qué sucede en nuestra región y qué podemos hacer para
evitar la degradación del suelo. Sabemos que el suelo se mantiene si está cubierto de
vegetación: pastos y bosques sirven para enriquecerlo y para fijarlo. La labranza
afloja la capa de tierra fértil y aumenta el peligro de arrastre por las lluvias y los
fuertes vientos. Grandes amenazas como la erosión, desertización, inundaciones y
salinización, hacen imprescindible un correcto manejo de los recursos naturales.

POSIBLES SOLUCIONES:

Para controlar la acción erosiva del viento y la lluvia, es necesario restaurar la


cubierta vegetal.
El arrastre de tierra debido a las escorrentías se puede frenar mediante barreras de
piedras y zanjas de escurrimento. El agua acumulada servirá para la estación seca.
Las laderas son las zonas más expuestas: en ellas debemos arar en curvas de nivel,
construir andenes y terrazas, plantar barreras rompevientos de árboles y setos de
arbustos.
Los fertilizantes químicos deben usarse con cuidado, para no perturbar los procesos
biológicos. Existen otros recursos: abonos verdes, siembra de leguminosas, rotación
de cultivos, el uso de abono animal y la producción de composte.

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