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El sexo no fue una parte del cuerpo que la burguesía tuvo que anular para inducir al trabajo
a los que dominaba, al contrario fue el elemento que más la preocupó y obtuvo su atención.
La aristocracia nobiliaria usaba la sangre para realzar su poder, es decir, por la antigüedad
de ascendencia y el valor de las la alianzas. El sexo fue la “sangre” de la burguesía , tenían
preceptos biológicos, médicos, eugenésicos , la preocupación genealógica se volvió
preocupación por la herencia biológica. Convirtió la sangre azul de los nobles en un
organismo con buena salud y sexualidad sana.
Sade, sitúa el análisis del sexo en los mecanismos del antiguo poder de soberanía y bajo los
viejos prestigios de la sangre. En Sade el sexo carece de norma, de regla intrínseca que
podría formularse a partir de su propia naturaleza, pero está sometida a la ley limitada de
un poder que no conoce otra sino la suya propia. La analítica de la sexualidad y la simbólica
de la sangre pueden depender de dos regímenes de poder distintos. La cual la sangre fue
llamada a vivificar y sostener todo un espesor histórico como tipo de poder político que se
ejerce a través de la sexualidad.
Un tema que le interesa estudiar a la antropología son las diferenciaciones más notables
que hacen las culturas entre los hombres y las mujeres, para poder comprender todo el
proceso de la sexualidad. Además, si lo femenino y masculino es biológico o sociocultural.
Para Chatterjee (2008) es inviable pensar al Perú como una sola, así como de pensar que
todos los peruanos tienen las mismas posibilidades y condiciones respecto a sus derechos.
Esto emana desde la industrialización, que se planteó como camino de esperanza y/u
oportunidad. Se menciona que somos extranjeros dentro de nuestro propio territorio, ya
que pensar que, desde una diferencia de género o una “diferencia” por posición económica
da el poder de negar ciertos derechos, esto se convierte en nada más que un discurso.
Da pie a que entendamos que todos estos discursos, valga la redundancia, construcciones
sociales de la verdad, son un cuadro semiótico al ser una presentación de dos términos
declarados contrarios cuando la negación de uno implica la afirmación del otro, y viceversa.
Esto ocurre solo si se trata de oposiciones categoriales, en este caso el género, porque si se
habla de oposiciones graduales, no necesariamente la negación de uno va a implicar la
afirmación del otro.
Al tratar temas de cultura, género, o naturaleza, lleva a entender que cada discurso o cuadro
semiótico es una imaginario popular, como una ideología colectiva.
Para contrastar tal imaginario popular del género o de las desigualdades, se emplea a
creaturas ficticias, como Los Pishtacos que sobreviven en el imaginario popular, siendo
tomados para crear narrativas que explican hechos sociales traumáticos. La causa del
problema ya tiene una imagen exacta, y hay que protegerse de él. Para el antropólogo Juan
Ansión, el Pishtaco es una forma de explicar el abuso a las clases bajas, y, simultáneamente,
es una antagonización del otro diferente. Se piensa que los Pishtacos son seres reales que
trabajan en complicidad con las autoridades políticas, las cuales les permiten abusar del
pueblo.
Los dos fantasmas poseen una recurrencia que hace visible la gravitación del pasado
colonial en el Perú contemporáneo.