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SEMANA 3:

El sexo no fue una parte del cuerpo que la burguesía tuvo que anular para inducir al trabajo
a los que dominaba, al contrario fue el elemento que más la preocupó y obtuvo su atención.
La aristocracia nobiliaria usaba la sangre para realzar su poder, es decir, por la antigüedad
de ascendencia y el valor de las la alianzas. El sexo fue la “sangre” de la burguesía , tenían
preceptos biológicos, médicos, eugenésicos , la preocupación genealógica se volvió
preocupación por la herencia biológica. Convirtió la sangre azul de los nobles en un
organismo con buena salud y sexualidad sana.

Para que el proletariado apareciera dotado de un cuerpo y de una sexualidad, se


necesitaron conflictos, urgencias económicas; por lo que, fue necesaria la erección de toda
una tecnología de control que permitiese mantener bajo vigilancia ese cuerpo y esa
sexualidad que se le reconocía, actuaron en el terreno económico y en las jerarquizaciones
sociales. Lo biológico se representa en lo político. Asimismo, la consecuencia del bio-poder
es la creciente importancia adquirida por el juego de la norma a expensas del sistema
jurídico de la ley. Ya no se trata de jugar a la muerte en el campo de la soberanía sino de
distribuir lo viviente en un dominio de valor y utilidad. La ley funciona siempre más como
una norma y la institución judicial se integra cada vez más en aparatos cuyas funciones son
reguladora. Por lo que, una sociedad normalizadora fue el resultado de una tecnología de
poder centrada en la vida . Por ello, la vida se volvió la apuesta de muchas luchas políticas.

Sade, sitúa el análisis del sexo en los mecanismos del antiguo poder de soberanía y bajo los
viejos prestigios de la sangre. En Sade el sexo carece de norma, de regla intrínseca que
podría formularse a partir de su propia naturaleza, pero está sometida a la ley limitada de
un poder que no conoce otra sino la suya propia. La analítica de la sexualidad y la simbólica
de la sangre pueden depender de dos regímenes de poder distintos. La cual la sangre fue
llamada a vivificar y sostener todo un espesor histórico como tipo de poder político que se
ejerce a través de la sexualidad.

Un tema que le interesa estudiar a la antropología son las diferenciaciones más notables
que hacen las culturas entre los hombres y las mujeres, para poder comprender todo el
proceso de la sexualidad. Además, si lo femenino y masculino es biológico o sociocultural.

Se dice que la masculinidad está asociada a la cultura y la feminidad está asociada a lo


natural ; por lo tanto, si una mujer no quiere ser mamá, es antinatural y un hombre que se
desfasa de su cultura, terminar siendo lo normal.
Ante todo, se sobrepone la ausencia de una imagen femenina en la política; por eso, la
antropología intenta estudiar las razones del por qué.

La identidad de género comienza cuando el niño empieza a adaptarse al lenguaje y antes


de que entienda por completo la diferencia anatómica entre sexos. Es adaptarse a ciertas
actitudes y pensamientos que tienen que ver con lo masculino o femenino. Una vez que
esta está asimilada, es muy difícil cambiarla. El papel del género proviene con el
comportamiento de cada género dentro de la sociedad y es variable de acuerdo a la cultura,
clase, grupo étnico etc. Conviven mundos diversos que se incorporan y desconocen.

Se hace referencia a la utopía de Anderson (1983) donde el Perú, es un país de igualdad


constituido como una unidad.

Para Chatterjee (2008) es inviable pensar al Perú como una sola, así como de pensar que
todos los peruanos tienen las mismas posibilidades y condiciones respecto a sus derechos.

Esto emana desde la industrialización, que se planteó como camino de esperanza y/u
oportunidad. Se menciona que somos extranjeros dentro de nuestro propio territorio, ya
que pensar que, desde una diferencia de género o una “diferencia” por posición económica
da el poder de negar ciertos derechos, esto se convierte en nada más que un discurso.

Da pie a que entendamos que todos estos discursos, valga la redundancia, construcciones
sociales de la verdad, son un cuadro semiótico al ser una presentación de dos términos
declarados contrarios cuando la negación de uno implica la afirmación del otro, y viceversa.

Esto ocurre solo si se trata de oposiciones categoriales, en este caso el género, porque si se
habla de oposiciones graduales, no necesariamente la negación de uno va a implicar la
afirmación del otro.

Lévi-Strauss, en una extensa ilustración del cuadro semiótico y de su funcionamiento


respecto a la oposición naturaleza/cultura, trata entre otros el término mediador y el
término neutro; sin embargo, no siempre es aplicable para toda la conjugación de términos.

Al tratar temas de cultura, género, o naturaleza, lleva a entender que cada discurso o cuadro
semiótico es una imaginario popular, como una ideología colectiva.

Para contrastar tal imaginario popular del género o de las desigualdades, se emplea a
creaturas ficticias, como Los Pishtacos que sobreviven en el imaginario popular, siendo
tomados para crear narrativas que explican hechos sociales traumáticos. La causa del
problema ya tiene una imagen exacta, y hay que protegerse de él. Para el antropólogo Juan
Ansión, el Pishtaco es una forma de explicar el abuso a las clases bajas, y, simultáneamente,
es una antagonización del otro diferente. Se piensa que los Pishtacos son seres reales que
trabajan en complicidad con las autoridades políticas, las cuales les permiten abusar del
pueblo.

Por lo que, la autoridad deja de representar al pueblo y pierde su confianza. Da la alternativa


de o vivir embaucado o morir si uno descubría la verdad. Bajo esta visión, el Pishtaco sería
una creatura fantasmal usada por los grupos subalternos para tomar una falsa conciencia
de su situación. Dicho diagnostico no los enrumba a cambiar su realidad, sino que los
detiene en el temor y la búsqueda de consuelo.

Los dos fantasmas poseen una recurrencia que hace visible la gravitación del pasado
colonial en el Perú contemporáneo.

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