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Orureños en la batalla de Boquerón

• Por: Jesús Elías Lucero - Miembro de la Sociedad de Historia de la


Guerra del Chaco

Batería antiaérea boliviana


De relevancia a nivel mundial, es sin duda la epopeya histórica de la Batalla de
Boquerón, donde exactamente hace 78 años el coraje y valor del soldado boliviano fue
admirado por el mundo entero. Sin embargo poco se sabe de aquellos soldados que con
la patria entre las manos, defendieron los más altos ideales nacionales, hasta quemar el
último cartucho.

Mucho menos se conoce la procedencia de aquel puñado de valientes: benianos,


cochabambinos, chiquitanos, chuquisaqueños, paceños, potosinos y por sobre todo, el
grueso de filas compuestas por orureños, jóvenes ellos que dejaron bien plantado el
nombre de Oruro, en la historia mundial.

EN LA PLAZA 10 DE FEBRERO

El 24 de julio de 1932 la juventud orureña escuchaba el clarín de la guerra, sin


dubitaciones se presentaban los muchachos en el Cuartel Modelo, (hoy regimiento
Camacho) de la ciudad; así, se conformaron los regimientos 14 de Infantería y 6 de
Caballería. La euforia de los voluntarios, hizo que se les permita dirigirse a la plaza 10
de febrero de Oruro, al son del sacrosanto Himno Nacional, desfilaron ante el pueblo
cuyo entusiasmo, nos dicen las crónicas, llegó al delirio.

El general Quintanilla, miembro del Estado Mayor del Ejército, aleccionaba a las tropas
desde el balcón del palacio prefectural, mientras el conocido y malogrado héroe
nacional, el aviador Rafael Pabón, dibujaba piruetas en el aire sobre la plaza principal
de Oruro.

Esta concentración cívica se vio alimentada inmediatamente de planteles educativos


completos de Oruro, el "Bolívar", el "Dalence" también fueron parte de este desfile de
despedida a nuestros jóvenes valientes, que se dirigían rumbo al Chaco.

ESTACIÓN DEL FERROCARRIL

La Estación de Oruro, muda testigo, presenciaba la despedida triste de los centenares de


patriotas al son de la cueca "Adiós Oruro del Alma". Marchaban hacia la gloria, dejando
atrás a madres, hermanos, esposas y novias, sin imaginarse que la historia universal
contemporánea les iría a guardar las mejores de sus páginas.

EN EL CHACO

Para los días siguientes (fines del mismo mes de julio) estos valientes ya se hallaban
victoriosos y triunfantes, los del 6 de Caballería tomaban fácilmente los fortines
paraguayos Yucra, Castillo, Lara y los del 14 de Infantería los fortines Arce y Rojas
Silva.

EN BOQUERÓN

Para septiembre, conocido el avance de miles de paraguayos hacia tan preciado fortín en
posesión boliviana, nuestros coterráneos partieron hacia aquel codiciado reducto
paraguayo en posesión del regimiento boliviano Campos; la primera compañía del 14 de
Infantería era batida y exterminada en el camino Arce-Boquerón.

Los camiones en que trataban de ingresar al fortín son emboscados por ambos lados de
la picada (camino abierto a través del bosque), cayendo el 50% de los hombres. En esas
condiciones totalmente adversas el Teniente boliviano Rosendo Villa, bayoneta en
mano, se lanza contra el nido de ametralladoras ubicado a 20 metros por delante,
esquivando la metralla, logra penetrar de un salto en la trinchera, acallándola y salvando
la vida de los pocos sobrevivientes de esa acción. El cuerpo del Tte. Villa, jamás fue
encontrado ni por bolivianos ni por paraguayos, lo que le ganó el título de "Teniente
Fantasma" y a su destacamento como "Brigada Fantasma". Se encontraban entre ellos,
los orureños, Alfredo Tellechi, Hernán Salazar, Félix Dalence, Rodolfo Luzio.

En contraste, los orureños de la segunda compañía del mismo 14 de infantería,


comandado por el héroe de la patria, Cap. Tomás Manchego lo hicieron desde el Fortín
Rojas Silva, recientemente conquistado, ingresando a Boquerón el 9 de Septiembre.
Con el ingreso de este grupo se cerraba el cerco de la muerte tendido por los "pilas",
sobre el reducto.

A las 5:30 de la mañana, la artillería paraguaya abre fuego sobre el Fortín Boquerón
provocando las primeras bajas bolivianas. A las 7:00 en las trincheras bolivianas, se
escuchó la carga paraguaya a los gritos de "¡Aña memby....! ¡Viva el Paraguay! ¡Muerte
a los bolís!"

Se trataba de regimientos íntegros de caballería y artillería, entre los que sobresalía en el


centro el Regimiento Curupaity, desalojado de Boquerón el 31 de julio, y que por tanto
pidió el honor de atacar primero. A los 100 metros de distancia la descarga de fusilería
boliviana los frenó en seco. Cayeron centenares de jinetes con sus cabalgaduras. La
carga había fracasado, decenas de muertos quedaron en el campo de nadie.
Ocho intentos desesperados sólo obtuvieron el mismo resultado: centenares de muertos
paraguayos. En el fortín, mientras tanto, una veintena de efectivos bolivianos resultaron
víctimas de la artillería del enemigo.

Por otra parte, los otros orureños del 6 de Caballería, siete días después, al mando del
Cnl. Montalvo y entre ellos Capitán Germán Busch, rompían el cerco de más de 7.000
paraguayos, a las cinco de la mañana, hora en que embestían en el más violento aspecto
del contraataque, con carga a la bayoneta, dándose incluso el lujo de conquistar el
estandarte del Regimiento paraguayo "Acahay".

La gallarda y poderosa Escuela Militar de Cadetes del Paraguay, llega para reforzar las
unidades que atacan Boquerón. La Escuela Militar, comandada por el My. Bray, estaba
compuesta de 1.600 hombres, considerada la mejor unidad del Ejército enemigo, "haría
reventar las paredes de Boquerón".

Su comandante les arengó: "Hoy vamos a tomar Boquerón, no hay bolivianos que nos
detengan, brindo por anticipado el triunfo con un trago de caña paraguaya".

Dictadas las órdenes de ataque, los cadetes de la Escuela Militar se lanzan al ataque y
son recibidos por ráfagas de ametralladoras de los defensores bolivianos, que causan
numerosas bajas. Muchos cadetes quedan tendidos en el pajonal y los demás se
desbandan atemorizados ante el asombro de su Comandante Bray que se enfrenta con
un suboficial, quien le contesta en guaraní: "Ojhasa pánico oré acá así pila bolí (pasaron
por encima de nuestras cabezas los bolivianos)".

Era debido a que una fracción boliviana al mando del Tcnl. Montalvo, que debía
ingresar a Boquerón, llegó por retaguardia al iniciarse el ataque enemigo y desbarató el
asalto de los soldados paraguayos.

El drama vivido ya para el 17 de septiembre dentro del fortín obligó al Capitán Busch a
romper el cerco nuevamente y salir con tan solo la mitad del 6to de Caballería, sin
embargo en la retirada, son abatidos veintiséis soldados quedando dentro del fortín un
grupo de cuarenta y cinco hombres, entre ellos los orureños Renato Orellana, Nicolás
Jaldín, Arturo Perales, Rodolfo Elías, Juvenal Aguilar, Luis Rivera, quedando
gravemente herido Guillermo Elío.

Los del 14 de Infantería y el 6 de Caballería, engrosarían el número de combatientes


bolivianos a 619 hombres, número ridículo en comparación a los 15000 soldados
paraguayos que participaron durante los veintitrés días en la sangrienta lucha.

Para el 25 de septiembre la prensa mundial imploraba clemencia para ambos lados, uno
que moría por metralla y el otro que desfallecía de hambre, sed, cansancio e insomnio.
En Buenos Aires, por ejemplo, el titular de aquel día señalaba: "En Boquerón están
escribiendo unos pocos soldados bolivianos la más bella página del heroísmo
americano. Contados centenares de hombres luchan desde hace 15 días no solamente
contra el enemigo mucho más numerosos, sino contra el hambre y la sed que les han
impuesto los sitiadores. Antes que rendirse prefieren la muerte".

La historia ya es consabida, para el 29 de septiembre, se calaron bayonetas en los fusiles


y valientemente los soldados bolivianos esperaron a cuerpo gentil al enemigo quien
viendo el estado de estos bravos combatientes, fueron asistidos de la manera más
humanitaria.

El saldo de la batalla era conmovedor e increíble: Por Bolivia 107 muertos en acción y
50 heridos, por el Paraguay alrededor de 7.000 muertos y más de 2.000 heridos.

A los dos días los 400 prisioneros sobrevivientes eran recibidos en Asunción, por una
multitud de personas, quienes en principio incrédulos y silenciosos observaban al grupo
de escuálidas piltrafas humanas que en correcta formación descendían de la cañonera
Humaytá, una embarcación paraguaya, bravos héroes que desfilaban ya por las calles de
Asunción rumbo a su presidio, los mismos que un par de meses antes, lo hacían en las
calles de Oruro.

El pueblo paraguayo rompió filas para acercarse y aplacar de alguna manera el


sufrimiento de aquellos valientes, preguntándoles su procedencia, si eran casados, el
nombre de sus madres, para establecer un vínculo de cartas y correspondencia.

El destino final fue Villa Hayes, donde aquellos orureños arrancados del colegio Bolívar
o de la Universidad de Oruro, trabajadores de la alcaldía, o prefectura; campesinos y
obreros, comenzaban cuatro largos años de prisión en medio de tratos unas veces
humano y otras tortuoso, hasta el 27 de junio de 1936 en que los hijos de Pagador y de
otras latitudes de la Patria, eran devueltos a sus familias para comenzar una vida nueva
sin olvidar la gloria de aquellos momentos donde el soldado boliviano demostró al
mundo su heroísmo y dignidad intactos.

Entre ellos, en muchos casos nos acompañaron en la vida cuotidiana orureña,


recordemos a los orureños Arturo Perales Santander (que años después se hiciese
abogado y compuso la tradicional cueca "Caminito amigo", Antonio Arzabe Reque (de
una tradicional familia orureña), Guillermo Elío (recordado periodista y redactor del
periódico La Mañana de Oruro), Rodolfo Elías Peredo y Arsenio Minaya (Fundadores
de la Fraternidad Artística y Cultural "La Diablada"), Luciano Osco (por muchos años
portero de la Prefectura), Alberto Saavedra Peláez, Luis Antezana, Roberto Avaroa,
Ernesto Cornejo, Julio Beltrán, Alberto Antezana, Galo Rodríguez, Arturo Ferrufino,
Luis Lazo, Félix Dalence, Armando Ortiz, José Pérez, René Encinas, José Dalence e
Isaac Borda (fundador del Club Social Ateniense) y muchos otros de distintas clases
sociales y tantos otros que los recordaremos para siempre como ejemplo de patriotismo
de la juventud de 1930.

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